III. Mi tesis doctoral en Derecho canónico (1996) y algunas situaciones posteriores.
1.
Razones, objetivos y metodología de mi tesis.
2.
Situaciones nuevas que me invitan a ampliar y
a profundizar la propuesta.
1.
Razones, objetivos y metodología de mi tesis.
En el
último decenio, y precisamente el 15 de agosto de 1996, el suscrito terminó y
defendió ante la Facultad de Derecho Canónico de esta Pontificia Universidad
Javeriana su tesis: Derecho Canónico y Teología: La justicia social, norma
para el seguimiento de Jesús, el Señor. Estudio del canon 222 § 2 del CIC,
con la que optó al doctorado el 2 de diciembre del mismo año.
El
propósito que se quiso alcanzar en ese trabajo fue la elaboración de un “Modelo
hermenéutico”[1]: “Cristología total” →
“correlatos antropológicos” → “horizonte / norma moral” → “canon”. Este “Modelo
hermenéutico” pretendía ser un camino metodológico que permitiera explicar y
aplicar, de una manera lógica y razonable, el tránsito de una verdad de
la fe al establecimiento de una norma canónica.
Este
trabajo partía así de una intuición original de la teología moral, y
desarrollaba aún más, especialmente en su parte canónica, el esfuerzo iniciado
con el seminario “Cristología y Moral” dirigido por el R. P. Rafael GUTIÉRREZ
C., S. J., entre los años 1993 y 1994. De esta manera, bajo su dirección, en lo
que se refería especialmente a la parte teológica, y bajo la dirección del Dr.
Rafael GÓMEZ B., en lo que tenía que ver sobre todo con la canonística, no sólo
se llegó a diseñar justificadamente dicho “modelo” sino a implementarlo - pienso que bastante adecuadamente - a propósito del canon 222 § 2 del Código de
Derecho Canónico, que versa sobre la obligación general de todos los fieles
cristianos de promover la justicia social y de compartir toda clase de bienes
propios con aquellas personas que están pasando necesidad o son excluidos en la
sociedad.
Se
trataba, pues, de encontrar la manera para relacionar “científicamente” (aquí,
en nuestro caso, en el significado de “metódicamente”, “sistemáticamente”,
próximo a la acepción de lo “que
tiene que ver con las exigencias de precisión y objetividad propias de la
metodología de las ciencias”, según el Diccionario de la lengua española de la REAL ACADEMIA DE LA LENGUA[2]), la Cristología – “verdad” de
la fe – con las conductas, moral y jurídica, de los fieles en la Iglesia
Católica, haciendo efectivamente relevante (o al menos explícitamente
relevante) en el proceso de reflexión y práctica la fe en Jesucristo, centro,
modelo, causa y motivación esencial e insustituible de la vida cristiana[3].
Dicha
relacionabilidad sólo es posible, considero, si se sostienen estos presupuestos:
a) un concepto de “Revelación” cristiana[4] a cuya luz se pueda aprender “a
buscar la solución de los problemas, a aplicar sus eternas verdades a la
mudable condición humana y a comunicarlas de un modo apropiado” a nuestros
contemporáneos[5]; b) un modo de proceder que
permita interrelacionar siempre la fe cristiana con la razón natural; y c) la
intención clara de traducir la teología al lenguaje canonístico[6].
Ahora
bien: ¿Por qué habría de hacerse un proceso similar? ¿Qué necesidad habría de
proponer un “Modelo hermenéutico” como el allá propuesto? La razón primordial
radica en la exigencia que el Concilio Vaticano II había impuesto tanto a la
teología moral como a la canonística, a saber:
“Todas las disciplinas
teológicas deben ser renovadas por medio de un contacto más vivo con el
misterio de Cristo y la historia de la salvación... y teniendo en cuenta el
misterio de la Iglesia, de acuerdo con la Constitución De Ecclesia
promulgada por este mismo Concilio” (OT 16d).
Así,
pues, primero acogida tal directriz por parte de la teología moral y luego, en
mi caso, por la teología del derecho canónico, se trataba de un reto sumamente
adecuado de afrontar para quien no sólo quisiera actuar siguiendo la normativa
conciliar, sino sumamente urgente, práctico y pródigo en posibilidades,
búsquedas, intentos y hallazgos.
El P.
Rafael Gutiérrez, S. J., resumía el asunto en la presentación pública del
volumen en que se hacía una selección de la tesis:
“Teniendo como marco una
teología liberadora busca cuál es la respuesta cristiana que la conciencia
moral puede aportar al grave problema de la injusticia manifestada en los
empobrecidos y marginados de nuestro continente... El tema así presentado se
muestra arduo por la diversidad de aspectos y problemas hermenéuticos que
comporta, por el obligatorio rigor que implica una reflexión interdisciplinar,
por la dificultad objetiva de mostrar de un modo adecuado y científico un
método que permita pasar de la cristología al Derecho canónico evidenciando las
consecuencias concretas de la aplicación de las normas para el seguimiento de
Cristo, y por las discusiones metodológicas presentes no sólo en la reflexión
canónica, sino en la teología contemporánea”[7].
En este
contexto es necesario precisar lo que entiendo por “modelo” tanto en la
investigación que comento, como en la presente. De acuerdo con el mismo citado Diccionario
de la lengua española[8] el término significa:
“modelo.
(Del
it. modello): 1.
m. Arquetipo o punto de referencia para imitarlo o
reproducirlo. 2. m. En las obras de ingenio y
en las acciones morales, ejemplar que por su perfección se debe seguir e
imitar. 3. m. Representación en pequeño
de alguna cosa. 4. m. Esquema teórico,
generalmente en forma matemática, de un sistema o de una realidad compleja,
como la evolución económica de un país, que se elabora para facilitar su
comprensión y el estudio de su comportamiento. 5. m.
Objeto, aparato, construcción, etc., o conjunto de ellos realizados con arreglo
a un mismo diseño. Auto modelo 1976. Lavadora
último modelo. 6. m. Vestido con características
únicas, creado por determinado modista, y, en general, cualquier prenda de
vestir que esté de moda. 7. m. En empresas, u. en
aposición para indicar que lo designado por el nombre anterior ha sido creado
como ejemplar o se considera que puede serlo. Empresa modelo. Granjas modelo. 8. m. Esc. Figura de barro, yeso o
cera, que se ha de reproducir en madera, mármol o metal. 9. m. Cuba. impreso
(= hoja con espacios en blanco). 10.
com. Persona de buena figura que en las tiendas de modas
se pone los vestidos, trajes y otras prendas para que las vean los clientes. 11. com. Esc. y Pint.
Persona u objeto que copia el artista. ~ vivo. 1.
com. Persona, por lo común desnuda, que sirve para el estudio
en el dibujo”.
De acuerdo con el contexto, privilegiaré las significaciones 1ª y 2ª,
para referirlas a Jesucristo, primariamente. Y la 4ª, específicamente aplicada
al “Modelo hermenéutico” sobre el que profundizo en la investigación: “Esquema teórico
de un sistema o de una realidad compleja que se elabora para facilitar su
comprensión y el estudio de su comportamiento”. Así mismo, es necesario dejar
constancia de la utilización amplia y referenciada que haré de mi obra anterior
en la presente, de modo que se pueda observar el proceso de profundización y de
complexificación que ha ido alcanzando la materia, sin perder, pienso, la
simplicidad del “modelo”.
2.
Situaciones nuevas que me invitan a ampliar y
a profundizar la propuesta.
Posteriormente
a la elaboración de ese trabajo doctoral en Derecho canónico, han surgido, sin
embargo, condiciones nuevas y pluralistas. Unas se refieren a las objeciones o problematizaciones, diría más
exactamente, que se hacen a ciertas tomas de posición de la Iglesia
consideradas como “autoritarias” o “tradicionalistas” por parte de algunos
teólogos morales o, inclusive, de escritores y articulistas, conocidos
agitadores, en el mejor sentido de la expresión, de la opinión pública nacional
o internacional[9]. Se trata de situaciones que
nos interesan a causa de las implicaciones canónicas que tales posiciones
morales llevan o pueden llevar consigo.
Así
mismo, bajo otras plumas y con nuevos enfoques vuelven a presentarse
“objeciones” – teóricas o prácticas – a nuestra manera de proceder. Son muy
importantes, y por ello será necesario que vuelva sobre algunas de ellas más
ampliamente al final del capítulo (cf. la Sección VIII, p. 67). En su forma
“negativa”, parecieran proponer como inútil o infundado este modo de trabajar.
En su forma “positiva” abren enormes posibilidades, a mi juicio – que al menos
pretendo sugerir –, porque proceden de las relaciones más amplias de la
teología con los demás ámbitos del saber (y no solamente el filosófico) en sus
exigencias, posibilidades y límites de interrelacionabilidad, que es nuestro
propósito y objetivo.
Otras
condiciones se refieren, por último, a nuevas pistas y retos que se nos imponen
para actuar más “holísticamente” y más conscientes aún de las complejidades y
urgencias de la realidad. Provienen éstas del mismo desarrollo de la
investigación personal del suscrito en el ámbito de la teología y del Derecho
canónico, y me refiero especialmente a las interrelaciones de la Cristología
con los demás contenidos de la fe católica (principalmente, la Santísima
Trinidad, la Eclesiología y los Sacramentos, en especial la Eucaristía) y a una
profundización particular en la “cristología narrativa”.
[1] Las flechas (→) indican el movimiento y dirección de un proceso.
[2] 22ª edición, 2001
[3] Cf. Joseph RATZINGER: Jesús
de Nazaret Planeta Bogotá 2007 135s.
Joseph
RATZINGER pareciera aludir a los nn. 11 y 12 de la DV cuando afirma: “El diálogo del rabino (Jacob Neusner) con Jesús
muestra cómo la fe en la palabra de Dios
que se encuentra en las Sagradas Escrituras resulta actual en todos los
tiempos: a través de la Escritura el rabino puede penetrar en el hoy de Jesús y, a partir de las Escritura Jesús
llega a nuestro hoy”: en Jesús de Nazaret,
o. c. p. 26, nt. 54,134.
Más
explícitamente el Papa BENEDICTO XVI expuso de qué manera se habría de
comprender la “revelación” en la perspectiva cristiana y católica durante su
catequesis durante la audiencia general
del 21 de noviembre de 2012, cuando afirmó: “Avanzamos en este Año de la fe llevando en nuestro corazón
la esperanza de redescubrir cuánta alegría existe en el creer y de rencontrar
el entusiasmo de comunicar a todos las verdades de la fe. Estas verdades no son
un simple mensaje sobre Dios, una información particular sobre Él. Expresan,
por el contrario, el acontecimiento del encuentro de Dios con los hombres,
encuentro salvífico y liberador, que realiza las aspiraciones más profundas del
hombre, sus anhelos de paz, de fraternidad, de amor. La fe lleva a descubrir
que el encuentro con Dios valoriza, perfecciona y eleva cuanto hay en el hombre
de verdadero, de bueno y de bello. Ocurre así que, mientras Dios se revela y se
deja conocer, el hombre llega a saber quién es Dios y, conociéndolo, se
descubre a sí mismo, su propio origen, su propio destino, la grandeza y la
dignidad de la vida humana”. Justamente de ello tratamos en este esfuerzo
nuestro, cuando encontramos esta “clave de lectura” en Jesucristo, máximo
Revelador de Dios y del hombre. Volveremos sobre ello al explicar el “modelo
hermenéutico” (cap. 2°) y al ponerlo en práctica (cap. 4°) con el fin de
extraer consecuencias en el orden de la concepción cristiana del ser humano
(cap. 5°) y, a partir de uno y otro, para terminar la implementación de dicho
“modelo” (caps. 6° y 7°). Las “verdades de la fe” se refieren, en consecuencia,
no sólo a los doce “artículos” del Credo, sino a sus inmediatas y “objetivas”
consecuencias en el orden de la “ley natural” como resumen de la mencionada
concepción antropológica – implícita su racionalidad, por lo tanto – sino a las
consecuencias éticas que de ella se derivan. Véase el texto (traducción mía)
en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/30078.php?index=30078&po_date=21.11.2012&lang=sp
De mi
profesor, Dr. P. Gustavo BAENA BUSTAMANTE, S. J., la obra que recoge sus
últimas investigaciones, como dice él, no sobre “teología bíblica” sino sobre
“la teología de la Biblia”: Fenomenología
de la Revelación. Teología de la Biblia y hermenéutica Verbo Divino Estella
2011. Por muchas partes he hecho uso en esta obra de sus comentarios y notas.
[7] PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA – DEPARTAMENTO DE
TEOLOGÍA: Derecho Canónico y Teología, o.
c., p. 17, nt. 33, xvii-xviii.
[8] 22ª edición, 2001
[9] Simplemente, y a manera de botón de muestra, cito los siguientes
renglones de un conocidísimo escritor, Armando BENEDETTI JIMENO, de un más
conocido periódico nacional, El Tiempo
(lunes 28 de febrero de 2005, 1-19): “Rincón caribe: Fin de la era Wojtyla [...]
‘¿Hace falta que la ética sexual y matrimonial de los masai de África sea la
del cristianismo occidental? ¿Por qué un jefe de tribu africano no va a poder
vivir como el patriarca Abraham?’ Sí, en verdad, ¿por qué no? Esa
contrarreforma de Wojtyla le ha costado caro a la Iglesia. Así no sea sólo
culpa de él, es un hecho que la desobediencia de hombres y mujeres, pero sobre
todo de las mujeres, de las pautas vaticanas del comportamiento sexual, control
natal, aborto, fertilizaciones in Vitro, etcétera, han asestado un durísimo
golpe a la militancia católica. Toda religión es autoritaria, en cuanto supone
aceptación no deliberante de pautas morales y de comportamiento social e
individual. La religión católica tiene una tradición mucho más extensa y reiterada
que cualquier otra en esos autoritarismos. Pero sólo hasta el siglo pasado esas
arbitrariedades tuvieron un costo en iglesias vacías, resistencia civil,
laicismo progresivo y comportamiento libre de todo control eclesiástico”.
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