V. Los trabajos de investigación presentados en los últimos años en nuestra Facultad sobre temas vinculados con esta investigación.


Antes de llegarme a la situación local, me permito hacer una observación con vistas al trabajo que pretende abordar la investigación. Sobre las relaciones entre “ciencia y fe”, así como sobre la relación entre “cristología y moral” y “cristología y antropología” son abundantes las obras que, en el ámbito mundial, han sido escritas. No son tantas aquellas que relacionan la cristología con el Derecho canónico. Pero de aquellas que pretenden hacer el enlace característico del “Modelo hermenéutico”: cristología-antropología-moral-Derecho canónico, salvo la mención que he hecho de mi tesis de 1996, las publicaciones realmente son mínimas.

No obstante, al respecto he encontrado en una primera mirada dos interesantes novedades: La una, la presenta la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, que, para los estudiantes de pregrado y postgrado, ofrece cursos en los que se trata explícitamente “la relación entre teología moral, teología dogmática y teología fundamental” y “el carácter específico de la moral cristiana”[1], argumentos sobre los que versan los Exámenes de Síntesis del año 2004. La otra corresponde a la propuesta de “especialización en antropología cristiana” ofrecida por la Pontificia Facultad Teológica Teresianum, Instituto de Espiritualidad, en la que “la reflexión específica en este campo, particularmente desarrollada en los últimos decenios, a la luz del ‘giro antropológico’ en la teología y del interés del Magisterio de la Iglesia sobre la persona humana en sus múltiples aspectos, ha de ser integrada por contribuciones precisas de la ética y de la espiritualidad, de la filosofía y de la psicología, de los avances de la antropología cultural y social, en diálogo también con las otras religiones”[2]

En nuestra Universidad la Facultad de Teología ha sido igualmente consciente de otro tipo de problemáticas derivadas, precisa y principalmente, de la mencionada interdisciplinariedad. Aquellas que provienen del diálogo entre la fe y las ciencias. Dentro de su producción intelectual en los últimos años, por ejemplo, cuatro trabajos de grado de maestría civil y/o licenciatura eclesiástica en teología han tenido que ver de manera más cercana con algunos aspectos relacionados con este asunto. Por orden de presentación encuentro: a) de Olga Consuelo VÉLEZ CARO: Sentido académico y pertinencia de la formación teológica del universitario. Un aporte metodológico desde Bernard Lonergan (1995); b) desde una perspectiva de la acción pastoral en la universidad está el trabajo de Alicia GÓMEZ BERNAL: La escuela de evangelización como elemento dinamizador de la pastoral universitaria (1998); c) de Juan Camilo SALAS CARDONA: Criterios de elaboración de un método teológico para el diálogo con las ciencias (1998); d) Sergio L. JARAMILLO GÓMEZ: Relaciones entre fe y ciencias físico-naturales (2001). Señalo algunos puntos acerca de cada una de estas obras[3].

a. El trabajo de la Doctora Vélez Caro[4] quiere impulsar una revisión o renovación de la formación teológica que se imparte en la Pontificia Universidad Javeriana a universitarios no teólogos que se desempeñarán en el futuro inmediato en diversos campos del quehacer profesional mediante el cual incidirán socialmente en el mundo. Al llegar a la Universidad, observa la autora, muchos de los estudiantes llegan con una conciencia no diferenciada con respecto a la realidad, que les impide reconocer el valor de los cursos que reciben en relación con su formación integral; de ahí concluyen que, al menos, habría que quitar a estos cursos su carácter de obligatoriedad. Siguiendo la propuesta de Bernard Lonergan - una de las posibles, señala la autora - esta formación teológica debe contribuir a que el estudiante, no importa la carrera universitaria que esté haciendo, obtenga unos instrumentos y realice unos ejercicios de interpretación que, en la medida de lo posible, pueden ser enriquecidos por la experiencia de la fe, los demás estudios y unas expresiones serias de compromiso cristiano. La actividad docente teológica será significativa para los estudiantes y demostrará su eficacia cuando responda a esta necesidad de los estudiantes. La interpretación, según la autora, se refiere en particular a la auto-apropiación de la conciencia intencional mediante el conocimiento de la estructura dinámica del hombre y de los campos de significación que el hombre construye de la realidad. Y, puesta en obra por el propio docente que se apropia de su experiencia religiosa, y en el ejercicio mismo de la docencia, significa que el estudiante se pueda llegar a preguntar: “¿Qué voy a hacer de mí mismo?”, observando cuáles son los valores que habría de cultivar en orden a la construcción de su autenticidad humana, es decir, un ser humano responsable de la cultura y de la historia. Tarea que lleva consigo una conversión religiosa, moral e intelectual que manifieste la honesta apertura a la realidad.

b. Del trabajo de la Licenciada Gómez Bernal[5], más orientado, como su nombre lo indica, a la actividad de la pastoral universitaria, destaco de su parte diagnóstica algunas características del y de la joven que ha conocido: buscadores de metas, en medio de múltiples ofertas; cuestionadores del mundo e inciertos ante él; necesitados de ámbitos de diálogo y de formación humana y cristiana que les ayuden frente al pluralismo, a la permisividad, al relativismo moral y religioso de la sociedad, y a la pérdida de valores e ideales. La Palabra de Dios responde eficazmente a estas situaciones con su fuerza generadora de una comunidad evangelizada y evangelizadora. Por eso, se hace urgente una evangelización activa que incida en las personas y en las decisiones de los jóvenes universitarios. Los mismos jóvenes deben ser partícipes y protagonistas de esta evangelización. Desde el plano de la acción, es necesario, entonces, crear grupos que les permitan a los jóvenes generar su propia formación y su capacidad para responder al mundo de hoy. Grupos, además, que se caractericen por facilitar experiencias prácticas. Este es el horizonte teórico de la “escuela de evangelización” que crea alternativas en la pastoral universitaria, señala la autora.

c. Los dos restantes trabajos de grado, especialmente el segundo de ellos, requieren una atención más pormenorizada. En efecto, el del Magíster Salas Cardona[6] se ubica en la línea de los trabajos de corte hermenéutico e histórico que emplea una bibliografía específica[7] para alcanzar su propósito. En efecto, parte de unos presupuestos: en primer término, la cada día más imposible tarea de lograr un saber integrado y universal mediante una ciencia única; y, en segundo lugar, la rapidez y profundidad con que se operan los cambios en nuestro mundo actual. De esta situación, dice el autor, la Iglesia ha tomado conciencia en el Concilio Vaticano II y considera que, como profundización de la misión que ella tiene y en coherencia con ella, es su deber anunciar la irrevocable vocación de lo auténticamente humano. Esta consideración, sin embargo, el autor la amplía críticamente a diversos ámbitos. No es extraño que en muchos casos, particularmente relevantes en los tiempos recientes, las ciencias, en algunos de sus desarrollos, hayan dado la espalda a problemas auténticamente humanos o que, en su manera de proceder, hayan confundido viabilidad con legitimidad. Tampoco se ha exceptuado de ello, en ciertos asuntos, la teología, sobre todo cuando se ha cerrado a considerar asuntos exclusivamente intradisciplinares, quedándose al margen de respuestas integrales. En otras ocasiones, ha prescindido del rigor interno característico de una actividad estrictamente científica.

La teología católica en Occidente se ha valido de nociones antropológicas, epistemológicas y cosmológicas de diferentes épocas, explica el profesor Salas. Se ha hipervalorado a Aristóteles, hoy en día muy precario para la verificación científica y modelo poco válido para promover el desarrollo actual de las ciencias, pues su concepción de verdad afirma sólo la adecuación del entendimiento humano con la cosa conocida por éste. Se produce así una situación muy inconveniente para el diálogo con las ciencias de hoy.

Dice el autor que es urgente que la palabra teológica se pronuncie en el ambiente científico interpelando y dejándose interpelar, de modo que muestre el rostro de Dios y su voluntad en el orden humano, en un mundo sediento de fe y de sentido. La teología, señala igualmente, es palabra que se dice desde la Revelación y desde la fe. También ella, como y en cuanto palabra, debe afianzar su rigor interno; y - asumiendo la propuesta habermasiana de distinción de las ciencias por sus intereses[8] - desempeñarse como ciencia histórico hermenéutica, pero, también, como ciencia crítico social, que elabora un proyecto simultáneamente histórico y trascendente.

En efecto, si se asume esta propuesta, el resultado es sumamente conveniente para este diálogo, por cuanto una clasificación de las ciencias que tenga en cuenta sus métodos, sus intereses práxicos y sus objetos teóricos, permiten una mayor formalización en sí mismas y un compromiso ético por parte de ellas.

Por eso, la teología ha de revisar sus procesos históricos, y abrirse a otras comprensiones y acciones – como las ciencias – que se ejercen sobre la realidad, e interactuar con ellas, por cuanto ella posee un carácter al mismo tiempo histórico-hermenéutico y social. Afirma también el profesor Salas que existe una radical exigencia de humanización que es común a todas las ciencias por cuanto son liberadoras. Convergen, dada la unicidad del ser humano. La praxis, añade, es la ocasión para la validación de los saberes, e, inclusive, para la validación de la propuesta de la fe. La verdad, así mismo, se construye colectivamente. Por eso un espacio particularmente valioso para hacer significativo el aporte de la fe es cuando ésta dialoga con las demás ciencias. La inculturación real del evangelio se presenta cuando en estos ambientes se asumen sus lenguajes, su episteme, sus problemas primordiales y sus acciones, de manera que el hombre llegue a ser hijo de Dios y hermano del otro hombre, servidor-cultor de la creación y señor de sí mismo. Existe un problema grave en nuestro mundo actual, insiste el profesor Salas, cuando las ciencias y demás disciplinas, incluso la ciencia teológica, se desconectan de los problemas humanos. Es el problema que vive Occidente, en donde la ciencia ha llegado a dividir al ser humano, lo examina y lo trata por parcelas. Por el contrario, la teología, en tarea que tiene con las otras ciencias, debería aspirar a la integración del ser humano. La teología debe demostrarse como un saber histórico, más que como un saber ligado a cosmologías, a epistemologías y a antropologías que se digan absolutas o definitivas. El suyo es el campo del saber que interpreta la Revelación, que no se agota en la Escritura aunque ésta sea fuente primera. El quehacer científico de la teología comparte con las otras disciplinas tanto la unicidad de la realidad en cuyo ambiente vital nace y se desarrolla, como el hecho de que el ser humano es al mismo tiempo sujeto y objeto de ese mismo quehacer. Por lo cual, comparte, como se ha dicho, una misma tarea con toda ciencia: humanizar al hombre y al cosmos.

A la teología cabe una especificidad, ser palabra de totalidad, de motivación y de sentido. Ese aporte singular se ejerce también en relación con el cosmos. Y, para todas las ciencias, en su autonomía legítima, queda la tarea y responsabilidad de trabajar en función de liberación, para lo cual han de articularse entre sí, incluida la teología, y con los demás saberes. Por eso el método más indicado de proceder sería aquel que conjugue tanto los procesos inductivos como deductivos. Para el caso de la teología, este método es dialogal, frente al de las demás disciplinas, que se caracteriza por la unicidad metodológica. La teología que se elabore conforme a este criterio, debería poseer, entonces, unas características, observa el autor: ser un saber histórico pero tener como fuente primordial de inspiración, en la Escritura; mantener un sentido crítico y liberador; promover la unidad del ser humano y de éste con el mundo, y la dignidad humana; comprender que la verdad es camino y es búsqueda. De la misma manera, señala el autor unas motivaciones para este quehacer teológico: Jesucristo encarna la verdad humana que no puede expresarse sin reduccionismos; la transparencia de Dios en el mundo, cuya voluntad salvífica es la felicidad para el hombre. Así también, el profesor Salas señala unas tareas urgentes para la teología hoy: elaborar procesos de auto comprensión categorial, auto revisión crítica y traducción de postulados a lenguajes de significación cultural y coyuntural. Por todo esto, sigue siendo necesaria para la teología una filosofía, y en particular, una filosofía de la ciencia, a la que la teología pueda depurar y hacer significativos sus métodos y propósitos.

d. Por su parte, y finalmente, el trabajo de grado[9] efectuado por el Magíster Jaramillo Gómez hace frecuentes alusiones a la carta encíclica del Papa Juan Pablo II, Fides et ratio[10]. Para nuestro propósito, el autor ubica y deslinda con claridad, y en forma actual, áreas de influencia de una problemática que es tan antigua, según se ha visto ya, como compleja. Estructura su obra conduciéndonos desde una descripción de la situación actual del problema en torno a la verdad, hasta unas consideraciones relativas al ejercicio profesional en el día de hoy, pasando por la reconstrucción de los procesos que han conducido a la racionalidad instrumental vigente, y por los fundamentos comunes que posibilitarían un encuentro provechoso entre fe y razón, entre teología y ciencia. Invito a mirar estos aspectos con mayor detalle.

Efectivamente, comienza el autor señalando que el mundo de la postmodernidad plantea al creyente reconsiderar el antiguo problema de la verdad, especialmente el de la verdad comunicada por Dios a los hombres, a la cual los creyentes adhieren con la fe. Son estos mismos creyentes, hombres y mujeres que se insertan en el tiempo y entran en diálogo con una cultura de nuevos espacios abiertos por la razón, los que ven problematizadas las relaciones entre teología y filosofía, entre fe y cultura. Esto ocurre, según él, en varios ámbitos. El primero de ellos es el de la racionalidad científico-tecnológica que irrumpe con sus modelos matemáticos, con sus observaciones empíricas, con la manipulación de la naturaleza. ¿Calla, sobre ello, la encíclica?, pregunta a este punto el autor.

Pasa luego a señalar otros rasgos de la condición actual en los que el creyente hoy debe vivir su fe. Se trata de un mundo controlado, en términos teóricos y prácticos, por el pensamiento científico. Son las llamadas “ciencias de la materia”, como la física, las que han llegado a ofrecer el marco inevitable y preferente para realizar cualquier investigación que lleguen a afrontar las “ciencias de la vida”, y no otros saberes. De otra parte, el proceso y la noción de las ciencias naturales, que provenía de los griegos, se ha acentuado y desarrollado, pasando por la fragmentación renacentista de las ciencias, y llegando hasta las especializaciones y la nueva física.  En estas condiciones, la visión de la realidad que aportan las ciencias empírico-analíticas, con su interés instrumental, no aparece evidentemente cercana a la visión de la fe. Y la pregunta del científico llega a ser: ¿en todo esto, sí existe lugar para Dios? ¿Cómo salir, entonces, de este camino ciego?, inquiere el escritor.

Se hace imperioso, responde, revisar los fundamentos y las posibilidades para un diálogo actual entre la fe y estas ciencias físico-naturales. Y el camino, entiende, es el común a las ciencias humanas, en particular, con la filosofía. Ellas, en efecto, a causa de su cercanía con la hermenéutica, están en capacidad de superar los prejuicios positivistas de la absoluta objetividad de las teorías y de las explicaciones. Los mecanicismos y determinismos totales son, evidentemente, superados. Es el nacer de nuevos paradigmas. Estas mismas ciencias humanas consideran hoy que el sujeto ha asumido un papel activo en la construcción de la verdad, y que la realidad posee otras propiedades, como el caos[11] y el azar.

Para emprender el rumbo hacia una solución, el autor sostiene que, en este marco, la fe mantiene la dimensión del misterio sobre la realidad, y se niega a ejercer sobre ella una simple manipulación separada de otros intereses, como el emancipatorio y el teológico- pastoral. El científico y el creyente tienen en común la necesidad de acercarse a la realidad. Esto los debería unir para elaborar una determinada concepción compartida acerca de la realidad; y entonces, ciencia y fe se convertirían en formas privilegiadas del acercamiento del hombre a la realidad. Este resultado no se dará, advierte sin embargo, si se sigue transcurriendo por las vías exclusivas de la experiencia directa ni de la experiencia testimonial. También en la elaboración de todo conocimiento, recuerda el profesor Jaramillo Gómez, existe cierta fe humana, por lo menos, en el nivel epistemológico de la certeza. Ciencia y fe, de esta manera, sirven, casi sin diferenciarse, al hombre deseoso de saber acerca de un sentido para la realidad.

La fe religiosa se apoya en esta estructura humana de la fe discurrida como confianza básica en un sentido de la realidad. Es similar la racionalidad que existe en el λόγος humano y en el Λόγος divino. Y explica: se trata, por una parte, de una racionalidad que comprende tanto el entender como el aceptar; y, por otra, de una similaridad que es exigida y está implicada en el acto de fe religiosa. Sin estos presupuestos es imposible establecer un diálogo entre fe y ciencias. En este contexto se comprende cómo la teo-logía, palabra inteligente desde y sobre la fe, se aproxima al discurso científico cuando acerca λόγος y Λόγος.

No existe una identificación entre la fe y la razón considerada en términos generales, pero mucho menos entre la fe y el uso instrumental de la razón, al que se ha llegado en el día de hoy en las ciencias físico-naturales. Sin embargo, para el creyente, todo conocimiento tiende a ser conocimiento de Dios, verdad plena. Existe, por eso, cierta conformidad, al menos de orden material, entre las verdades adquiridas por los caminos de la ciencia, de la filosofía y de la teología. Existe cierta relación interna entre ciencia y fe que sustenta sus relaciones externas, explica nuestro autor. La racionalidad de la fe y la credibilidad de los conocimientos científicos convergen. La ordenación de la razón humana a la Revelación divina ha de considerarse una auténtica acción simultáneamente razonable y salvadora.

El conocimiento en general, y el científico en especial, resultan naturalmente abiertos a acoger el don de la gracia y la verdad divina. La verdad es digna de aprecio dondequiera se encuentre, por cuanto es el fundamento de la legitimidad de los saberes. La autonomía de las disciplinas se muestra en la particularidad de sus objetos y en la originalidad de sus métodos. No existe una relación de subordinación o de dependencia entre las ciencias en el orden natural. El estatuto epistemológico de la teología se muestra en su carácter y modo de proceder, metódico y sistemático, desde la fe. La relación entre la teología y las ciencias es, en consecuencia, horizontal y dialógica. La mutua interfecundación y servicio crítico que se prestan, concurren hacia la transformación de la realidad, humanizándola y liberándola.

Pero existen unas exigencias, la primera de ella, la des-dogmatización de los discursos. La prudencia del teólogo se muestra en su acercamiento a la realidad, en la escucha al científico, al físico. Su pregunta inicial habría de ser: ¿cómo están las cosas ahí en el universo?, ¿cómo las ve el hombre hoy? En segundo lugar, es necesario refinar el discurso científico de la teología, su identidad como saber positivo acerca de la Revelación, y su acontecer en la historia. En tercer lugar, es necesario plantear las preguntas teológicas en medio del discurso científico.

No cabe hablar de una ciencia que apunte en la dirección mistérica de la realidad, pero los nuevos paradigmas científicos, como el pensamiento complejo y la visión holística, están más cerca de la actitud contemplativa que la simple instrumentalización de la razón. Al des-instrumentalizar la razón, la teología provoca a las ciencias a indagar niveles más profundos de la realidad y de la interacción de los seres, al aportar la esperanza de un sentido en lo que existe y estimular a las ciencias a perseguirlo a través de estructuras empíricas y fenoménicas. De esta manera, la fe aporta a las ciencias empíricas su contenido propio, en medio del pluralismo contemporáneo.

Pero también en sentido contrario, hay que considerar las nuevas razones para creer que aportan las ciencias a la razón creyente, condición misma de la fe. Es necesario estar atentos a los discursos seudo-religiosos y seudo-científicos de las religiones marginales que pueden disminuir la originalidad, trascendencia y carácter impactante de la fe. La profundidad en la mirada a la realidad y el rescate de su sentido sacramental, que son características de la fe, son una expresión de interdisciplinariedad aplicada.

Así, pues, son dos los caminos que aproximan conocimiento científico y fe, las fuentes del conocimiento y las palabras sobre la realidad: De un lado está la vía práxica, en el puro mundo de la vida: el científico y el creyente en cuanto hombres no pueden sustraerse a las preguntas por el sentido del mundo y a la influencia de la ciencia y de la técnica sobre su marcha. De otro lado está la vía teórica, con su pluralismo al que quiere responder la interdisciplinariedad, en medio de fenómenos culturales universales a los que se quiere descubrir su perspectiva teológica, preguntándose por la creación y por los desacuerdos que sobre ella tienen la ciencia y la fe. Sin caer en el concordismo[12], una misma creación[13] es como un resumen de la visión cristiana acerca de la realidad; para la ciencia, condición de posibilidad para acercarse a su propio objeto de conocimiento, y, para el científico, condición para realizar un trabajo con sentido. En recorrer estas vías consisten el papel y la tarea del profesional integral, concluye diciendo el profesor Jaramillo Gómez.




Notas de pie de página



[1] “Il rapporto tra teologia morale, teologia dogmatica e teologia fondamentale”  e “Il carattere specifico della morale cristiana”. En (consulta noviembre 2007): http://www.unigre.it/pug/teomor/sintesi2004.pdf
Valga la ocasión para recordar solamente unos pocos títulos que se podrían mencionar sobre las relaciones entre antropología y moral, hasta el punto que se las denomina “antropología moral” como si se tratara de un presupuesto ya evidente para el acceso a la teología moral fundamental, y muy en particular para problemas especiales considerados, tal vez, de mayor complejidad. Por orden de aparición, de entre los primeros, KOCH, R.: Antropología moral y pecado El Perpetuo Socorro Madrid 1969 2 v; HEINEN, Wilhelm: Fundamentos de una moral cristiana: sobre antropología moral Studium Madrid 1972; WYSS, Dieter: Estructuras de la moral: Estudios sobre la antropología y genealogía de las formas de conducta morales Gredos Madrid 1975; MÚNERA DUQUE, Alberto, S.J.: “La moral como antropología teológica en: ThX  33 3-4 Jul.-Sep., 1983 305-332; SAYÉS BERMEJO, José Antonio: Antropología y moral: de la nueva moral a la Veritatis splendor Palabra Madrid 1997. De entre los segundos, sobre todo en materia de sexualidad: PETERS, B.A.M.: Las drogas y la moral El Perpetuo Socorro Madrid 1970; SPIJKER, Herman van de: La inclinación homosexual: la homosexualidad, a la luz de las nuevas aportaciones de la ciencia, de la antropología y de la teología moral Fontanella Barcelona 1971; VIDAL GARCÍA, Marciano: Moral y sexualidad prematrimonial Perpetuo Socorro Madrid 1972; MASIA CLAVEL, Juan, S.J.: Antropología de la sexualidad y teología moral. Una perspectiva feminista Universidad Pontificia Comillas Madrid 1998.
[3] Una brevísima y esquemática sinopsis de estas obras puede verse en mi artículo: “Modelos de investigación en el ámbito de la producción teológica”, en: ThX 151 2004 543-584.
Mientras se prepara la primera edición de esta obra se presenta públicamente a defensa en la misma Facultad de Teología de la PUJ la tesis doctoral de Domingo GARCÍA GARCÍA, Mis. Idente.: “Utopía y realidad en la misión de la universidad católica” (19 agosto 2010). El autor, siguiendo los pasos metodológicos del “ver, juzgar (del que destaca su componente “discernimiento”), actuar” quiere reflexionar sobre la vigencia y vivencia principalmente de dos importantes textos sobre las Universidades católicas: de JUAN PABLO II: Const. Apost. Ex corde Ecclesiae sobre las Universidades católicas, 15 de agosto  del año 1990, en: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_constitutions/documents/hf_jp-ii_apc_15081990_ex-corde-ecclesiae_sp.html; y de la CONGREGACION PARA LA EDUCACION CATOLICA - CONSEJO PONTIFICIO PARA LOS LAICOS - CONSEJO PONTIFICIO DE LA CULTURA: Presencia de la Iglesia en la universidad y en la cultura universitaria, 22 de Mayo de 1994, en: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/cultr/documents/rc_pc_cultr_doc_22051994_presence_sp.html
[4] Olga Consuelo VÉLEZ CARO: Sentido académico y pertinencia de la formación teológica del universitario. Un aporte metodológico desde Bernard Lonergan (1995). Rodolfo Eduardo de Roux Guerrero, S. J., director de la investigación. Contenido: 1. Introducción. 2. Los universitarios y los cursos de ciencias religiosas. 3. Diversos tipos de formación religiosa. Necesidad de integración. 4. Valor de los cursos de ciencias religiosas en la formación del profesional Javeriano. 5. Los docentes y los cursos de ciencias religiosas. 6. Conclusión.
[5] Magíster en Teología Alicia GÓMEZ BERNAL: La escuela de evangelización como elemento dinamizador de la pastoral universitaria (1998). Eduardo Díaz Ardila, director. Contenido: 1. Introducción. 2. Fundamentos teológicos. 3. Explicitación del “modelo básico” de escuela de evangelización. 4. Conclusión: Lectura sistemática.
[6] Juan Camilo SALAS CARDONA: Criterios de elaboración de un método teológico para el diálogo con las ciencias (1998). Alberto Parra Mora, S. J., director. Contenido: Capítulo 1. Breve aproximación al desarrollo de la ciencia en Occidente y sus implicaciones en la elaboración teológica. Capítulo 2. Problemas actuales para la constitución de un método teológico en diálogo con las ciencias. Capítulo 3. Elementos básicos de un método teológico abierto a un diálogo con las ciencias en función de la tarea humanizadora. Capítulo 4. Puntualizaciones en torno de la filosofía como mediación de la teología. Conclusiones generales.
[7] Entre las fuentes que emplea el autor han de mencionarse, además de la Sagrada Escritura, escritos de Clodovis Boff, Alberto Parra, Hans Küng, Edward Schillebeeckx, Hans Georg Gadamer, Martín Heidegger, Gunter Bornkamm, Van Peursen y Aristóteles.
[8] HABERMAS, Jürgen: Teoría de la acción comunicativa Madrid Taurus 1989. Acerca de este texto, cuya propuesta discursiva ha sido considerada modélica en el momento presente, ha trabajado su tesis doctoral en nuestra Facultad de Teología el profesor Jesús Antonio LEÓN CASTAÑEDA: “Recepción teológica del paradigma de acción comunicativa”, defendida exitosamente durante el año 2009.
[9] Sergio L. JARAMILLO GÓMEZ: Relaciones entre fe y ciencias físico-naturales (2001). Mario Gutiérrez Jaramillo, S. J., director. En nuestro trabajo más adelante nos referiremos en particular al capítulo 4 de la obra. Contenido detallado del trabajo: Introducción. Capítulo 1: Grados y formas de aproximación del hombre a la realidad. 1.1. La apropiación humana de la realidad. 1.2. El sector material de la realidad. 1.3. la vía testimonial en el conocimiento de la realidad. 1.4. La unidad del saber. 1.5. Carácter histórico del saber científico-religioso. 1.6. Valor epistemológico de la praxis.
Capítulo 2: El testimonio de la fe cristiana. 2.1. Noción y características de la fe religiosa. 2.2. La fe y el conocimiento. 2.3. Estatuto teórico de la teología.
Capítulo 3: La praxis del científico natural. 3.1. Ciencia en general. 3.2. La nueva ciencia. 3.3. Ciencias naturales y física clásica. 3.4. Desde la física clásica a la nueva física. 3.5. Cambio de paradigma. 3.6. Dios en la perspectiva de las ciencias naturales. 3.7. Autonomía de las ciencias.
Capítulo 4: Relaciones entre fe y ciencias naturales. 4.1. Perspectiva práxica del diálogo entre fe y ciencia. 4.2. Perspectiva teórica del diálogo entre fe y ciencia. 4.3. Pluralismo e interdisciplinariedad. 4.4. La interdisciplinariedad en perspectiva teológica. 4.5. La creación: en las fronteras del diálogo.
Conclusión.
[10] 14 de septiembre de 1998.
[11] Sobre un desarrollo de este tema puede verse la colección de textos de Carlos E. PUENTE, profesor de Hidrología y del Instituto de Dinámicas Teóricas: La higuera y la campana. El amor divino y la ciencia moderna. Notas para la clase ‘Chaos, Complexity and Christianity’ Universidad de California, Davis. 2001. El autor presentó en el mismo año en nuestra Universidad su pensamiento. En esta colección se encuentran: “Introducción a los fractales y al caos”, “Lecciones sobre turbulencia”, “La turbulencia y las Sagradas Escrituras”, “La esencia del caos”, “Caos o no caos, ¿una buena pregunta?”, “La elocuencia de la libertad”, “El llamado central de la campana”, “El esplendor de la paz”. Nuevamente nos acompañó en julio de 2012.
[12] Otros riesgos que menciona nuestro autor, recordando a C. Boff, son: la “mezcla semántica”, el “purismo metodológico”, “el bilingüismo” y el “teologismo”: cf. Relaciones entre fe y ciencias físico-naturales, o. c., 107, con la nota 131.
Acerca de las alternativas que se presentan al momento de pretender relacionar la teología con la ciencia, Ian G. BARBOUR propone cuatro primordiales: “conflicto”, “independencia”, “diálogo” e “integración”. Véanse los desarrollos en el capítulo “Ways of Relating Science and Theology” en la obra de Robert John RUSSELL – William R. STOEGER, S. J. – George V. COYNE, S. J.: Physics, Philosophy and Theology. A Common Quest for Understanding Vatican Observatory Vatican City State 1997 21-48. De la misma manera, varias obras de Luis O. JIMÉNEZ RODRÍGUEZ, S. J., Ph.D. en Ingeniería Eléctrica y S.T.L. en Teología Fundamental se ocupan de esta relación, destacándose para nuestro propósito la publicación de su tesis doctoral, que agradecemos habernos dado a conocer, The articulation between Natural Sciences and Systematic Theology (: A Philosophical Mediation Based in the Contributions of Jean Ladrière and Xavier Zubiri) Petters Publishers Leuven Belgium (de inmediata aparición 2013). En concomitancia con los puntos de vista expuestos por los Profesores Salas y Jaramillo, considera el Profesor Jiménez Rodríguez que se ha de tomar conciencia de la existencia de una “transgresión semántica” cuando se trata de plantear un diálogo, en una sociedad plural, entre la teología y las ciencias naturales que sólo puede superarse, en su concepto, si se emplea la “articulación necesaria” de la filosofía. A lo largo de esta obra, especialmente al exponer y al emplear el “modelo hermenéutico” trataremos de asumir estas objeciones e intentaremos, hasta donde sea posible, integrarlas y franquearlas.
[13] Cf.  Relaciones entre fe y ciencias físico-naturales, o. c., 109 ss.

Comentarios

Entradas populares de este blog