V. Los trabajos de investigación presentados en los últimos años en nuestra Facultad sobre temas vinculados con esta investigación.
Antes
de llegarme a la situación local, me permito hacer una observación con vistas
al trabajo que pretende abordar la investigación. Sobre las relaciones entre
“ciencia y fe”, así como sobre la relación entre “cristología y moral” y “cristología
y antropología” son abundantes las obras que, en el ámbito mundial, han sido
escritas. No son tantas aquellas que relacionan la cristología con el Derecho
canónico. Pero de aquellas que pretenden hacer el enlace característico del “Modelo
hermenéutico”: cristología-antropología-moral-Derecho canónico, salvo la
mención que he hecho de mi tesis de 1996, las publicaciones realmente son
mínimas.
No
obstante, al respecto he encontrado en una primera mirada dos interesantes
novedades: La una, la presenta la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma,
que, para los estudiantes de pregrado y postgrado, ofrece cursos en los que se
trata explícitamente “la relación entre teología moral, teología dogmática y
teología fundamental” y “el carácter específico de la moral cristiana”[1], argumentos sobre los que
versan los Exámenes de Síntesis del año 2004. La otra corresponde a la
propuesta de “especialización en antropología cristiana” ofrecida por la Pontificia
Facultad Teológica Teresianum, Instituto de Espiritualidad, en la que “la
reflexión específica en este campo, particularmente desarrollada en los últimos
decenios, a la luz del ‘giro antropológico’ en la teología y del interés del
Magisterio de la Iglesia sobre la persona humana en sus múltiples aspectos, ha
de ser integrada por contribuciones precisas de la ética y de la
espiritualidad, de la filosofía y de la psicología, de los avances de la
antropología cultural y social, en diálogo también con las otras religiones”[2].
En
nuestra Universidad la Facultad de Teología ha sido igualmente consciente de
otro tipo de problemáticas derivadas, precisa y principalmente, de la
mencionada interdisciplinariedad. Aquellas que provienen del diálogo entre la
fe y las ciencias. Dentro de su producción intelectual en los últimos años, por
ejemplo, cuatro trabajos de grado de maestría civil y/o licenciatura
eclesiástica en teología han tenido que ver de manera más cercana con algunos
aspectos relacionados con este asunto. Por orden de presentación encuentro: a)
de Olga Consuelo VÉLEZ CARO: Sentido académico y pertinencia de la formación
teológica del universitario. Un aporte metodológico desde Bernard Lonergan
(1995); b) desde una perspectiva de la acción pastoral en la universidad está
el trabajo de Alicia GÓMEZ BERNAL: La escuela de evangelización como
elemento dinamizador de la pastoral universitaria (1998); c) de Juan Camilo
SALAS CARDONA: Criterios de elaboración de un método teológico para el
diálogo con las ciencias (1998); d) Sergio L. JARAMILLO GÓMEZ: Relaciones
entre fe y ciencias físico-naturales (2001). Señalo algunos puntos acerca de cada una de estas obras[3].
a. El
trabajo de la Doctora Vélez Caro[4] quiere impulsar una revisión o
renovación de la formación teológica que se imparte en la Pontificia
Universidad Javeriana a universitarios no teólogos que se desempeñarán en el
futuro inmediato en diversos campos del quehacer profesional mediante el cual incidirán
socialmente en el mundo. Al llegar a la Universidad, observa la autora, muchos
de los estudiantes llegan con una conciencia no diferenciada con
respecto a la realidad, que les impide reconocer el valor de los cursos que
reciben en relación con su formación integral; de ahí concluyen que, al menos,
habría que quitar a estos cursos su carácter de obligatoriedad. Siguiendo la
propuesta de Bernard Lonergan - una de las posibles, señala la autora - esta
formación teológica debe contribuir a que el estudiante, no importa la carrera
universitaria que esté haciendo, obtenga unos instrumentos y realice unos
ejercicios de interpretación que, en la medida de lo posible, pueden ser
enriquecidos por la experiencia de la fe, los demás estudios y unas expresiones
serias de compromiso cristiano. La actividad docente teológica será
significativa para los estudiantes y demostrará su eficacia cuando responda a
esta necesidad de los estudiantes. La interpretación, según la autora, se
refiere en particular a la auto-apropiación de la conciencia intencional
mediante el conocimiento de la estructura dinámica del hombre y de los
campos de significación que el hombre construye de la realidad. Y, puesta en
obra por el propio docente que se apropia de su experiencia religiosa, y en el
ejercicio mismo de la docencia, significa que el estudiante se pueda llegar a
preguntar: “¿Qué voy a hacer de mí mismo?”, observando cuáles son los valores
que habría de cultivar en orden a la construcción de su autenticidad humana,
es decir, un ser humano responsable de la cultura y de la historia. Tarea que
lleva consigo una conversión religiosa, moral e intelectual que
manifieste la honesta apertura a la realidad.
b.
Del trabajo de la Licenciada Gómez Bernal[5], más orientado, como su nombre
lo indica, a la actividad de la pastoral universitaria, destaco de su parte
diagnóstica algunas características del y de la joven que ha conocido:
buscadores de metas, en medio de múltiples ofertas; cuestionadores del mundo e
inciertos ante él; necesitados de ámbitos de diálogo y de formación humana y
cristiana que les ayuden frente al pluralismo, a la permisividad, al
relativismo moral y religioso de la sociedad, y a la pérdida de valores e
ideales. La Palabra de Dios responde eficazmente a estas situaciones con su
fuerza generadora de una comunidad evangelizada y evangelizadora. Por eso, se
hace urgente una evangelización activa que incida en las personas y en las
decisiones de los jóvenes universitarios. Los mismos jóvenes deben ser
partícipes y protagonistas de esta evangelización. Desde el plano de la acción,
es necesario, entonces, crear grupos que les permitan a los jóvenes generar su
propia formación y su capacidad para responder al mundo de hoy. Grupos, además,
que se caractericen por facilitar experiencias prácticas. Este es el horizonte
teórico de la “escuela de evangelización” que crea alternativas en la pastoral
universitaria, señala la autora.
c. Los
dos restantes trabajos de grado, especialmente el segundo de ellos, requieren
una atención más pormenorizada. En efecto, el del Magíster Salas Cardona[6] se ubica en la línea de los
trabajos de corte hermenéutico e histórico que emplea una bibliografía
específica[7] para alcanzar su propósito. En
efecto, parte de unos presupuestos: en primer término, la cada día más
imposible tarea de lograr un saber integrado y universal mediante una ciencia
única; y, en segundo lugar, la rapidez y profundidad con que se operan los
cambios en nuestro mundo actual. De esta situación, dice el autor, la Iglesia
ha tomado conciencia en el Concilio Vaticano II y considera que, como
profundización de la misión que ella tiene y en coherencia con ella, es su
deber anunciar la irrevocable vocación de lo auténticamente humano. Esta
consideración, sin embargo, el autor la amplía críticamente a diversos ámbitos.
No es extraño que en muchos casos, particularmente relevantes en los tiempos
recientes, las ciencias, en algunos de sus desarrollos, hayan dado la espalda a
problemas auténticamente humanos o que, en su manera de proceder, hayan confundido
viabilidad con legitimidad. Tampoco se ha exceptuado de ello, en ciertos
asuntos, la teología, sobre todo cuando se ha cerrado a considerar asuntos
exclusivamente intradisciplinares, quedándose al margen de respuestas
integrales. En otras ocasiones, ha prescindido del rigor interno característico
de una actividad estrictamente científica.
La
teología católica en Occidente se ha valido de nociones antropológicas,
epistemológicas y cosmológicas de diferentes épocas, explica el profesor Salas.
Se ha hipervalorado a Aristóteles, hoy en día muy precario para la verificación
científica y modelo poco válido para promover el desarrollo actual de las
ciencias, pues su concepción de verdad afirma sólo la adecuación del
entendimiento humano con la cosa conocida por éste. Se produce así una
situación muy inconveniente para el diálogo con las ciencias de hoy.
Dice el
autor que es urgente que la palabra teológica se pronuncie en el ambiente
científico interpelando y dejándose interpelar, de modo que muestre el rostro
de Dios y su voluntad en el orden humano, en un mundo sediento de fe y de
sentido. La teología, señala igualmente, es palabra que se dice desde la Revelación
y desde la fe. También ella, como y en cuanto palabra, debe afianzar su rigor
interno; y - asumiendo la propuesta habermasiana de distinción de las ciencias
por sus intereses[8] - desempeñarse como ciencia
histórico hermenéutica, pero, también, como ciencia crítico social,
que elabora un proyecto simultáneamente histórico y trascendente.
En efecto,
si se asume esta propuesta, el resultado es sumamente conveniente para este
diálogo, por cuanto una clasificación de las ciencias que tenga en cuenta sus
métodos, sus intereses práxicos y sus objetos teóricos, permiten una mayor
formalización en sí mismas y un compromiso ético por parte de ellas.
Por
eso, la teología ha de revisar sus procesos históricos, y abrirse a otras
comprensiones y acciones – como las ciencias – que se ejercen sobre la
realidad, e interactuar con ellas, por cuanto ella posee un carácter al mismo
tiempo histórico-hermenéutico y social. Afirma también el profesor Salas que
existe una radical exigencia de humanización que es común a todas las ciencias
por cuanto son liberadoras. Convergen, dada la unicidad del ser humano. La praxis,
añade, es la ocasión para la validación de los saberes, e, inclusive, para la
validación de la propuesta de la fe. La verdad, así mismo, se construye
colectivamente. Por eso un espacio particularmente valioso para hacer
significativo el aporte de la fe es cuando ésta dialoga con las demás ciencias.
La inculturación real del evangelio se presenta cuando en estos ambientes se
asumen sus lenguajes, su episteme, sus problemas primordiales y sus
acciones, de manera que el hombre llegue a ser hijo de Dios y hermano del otro
hombre, servidor-cultor de la creación y señor de sí mismo. Existe un problema
grave en nuestro mundo actual, insiste el profesor Salas, cuando las ciencias y
demás disciplinas, incluso la ciencia teológica, se desconectan de los problemas
humanos. Es el problema que vive Occidente, en donde la ciencia ha llegado a
dividir al ser humano, lo examina y lo trata por parcelas. Por el contrario, la
teología, en tarea que tiene con las otras ciencias, debería aspirar a la
integración del ser humano. La teología debe demostrarse como un saber
histórico, más que como un saber ligado a cosmologías, a epistemologías y a
antropologías que se digan absolutas o definitivas. El suyo es el campo del
saber que interpreta la Revelación, que no se agota en la Escritura aunque ésta
sea fuente primera. El quehacer científico de la teología comparte con las
otras disciplinas tanto la unicidad de la realidad en cuyo ambiente vital nace
y se desarrolla, como el hecho de que el ser humano es al mismo tiempo sujeto y
objeto de ese mismo quehacer. Por lo cual, comparte, como se ha dicho, una
misma tarea con toda ciencia: humanizar al hombre y al cosmos.
A la
teología cabe una especificidad, ser palabra de totalidad, de motivación y de
sentido. Ese aporte singular se ejerce también en relación con el cosmos. Y,
para todas las ciencias, en su autonomía legítima, queda la tarea y
responsabilidad de trabajar en función de liberación, para lo cual han de
articularse entre sí, incluida la teología, y con los demás saberes. Por
eso el método más indicado de proceder sería aquel que conjugue tanto
los procesos inductivos como deductivos. Para el caso de la teología, este
método es dialogal, frente al de las demás disciplinas, que se caracteriza por
la unicidad metodológica. La teología que se elabore conforme a este criterio,
debería poseer, entonces, unas características, observa el autor: ser un saber
histórico pero tener como fuente primordial de inspiración, en la Escritura;
mantener un sentido crítico y liberador; promover la unidad del ser humano y de
éste con el mundo, y la dignidad humana; comprender que la verdad es camino y
es búsqueda. De la misma manera, señala el autor unas motivaciones para este
quehacer teológico: Jesucristo encarna la verdad humana que no puede expresarse
sin reduccionismos; la transparencia de Dios en el mundo, cuya voluntad
salvífica es la felicidad para el hombre. Así también, el profesor Salas señala
unas tareas urgentes para la teología hoy: elaborar procesos de auto
comprensión categorial, auto revisión crítica y traducción de postulados a
lenguajes de significación cultural y coyuntural. Por todo esto, sigue siendo
necesaria para la teología una filosofía, y en particular, una filosofía de la
ciencia, a la que la teología pueda depurar y hacer significativos sus métodos
y propósitos.
d. Por
su parte, y finalmente, el trabajo de grado[9] efectuado por el Magíster
Jaramillo Gómez
hace frecuentes alusiones a la carta encíclica del Papa Juan Pablo II, Fides
et ratio[10]. Para nuestro propósito, el autor
ubica y deslinda con claridad, y en forma actual, áreas de influencia de una
problemática que es tan antigua, según se ha visto ya, como compleja.
Estructura su obra conduciéndonos desde una descripción de la situación actual
del problema en torno a la verdad, hasta unas consideraciones relativas al
ejercicio profesional en el día de hoy, pasando por la reconstrucción de los
procesos que han conducido a la racionalidad instrumental vigente, y por los
fundamentos comunes que posibilitarían un encuentro provechoso entre fe y
razón, entre teología y ciencia. Invito a mirar estos aspectos con mayor
detalle.
Efectivamente,
comienza el autor señalando que el mundo de la postmodernidad plantea al
creyente reconsiderar el antiguo problema de la verdad, especialmente el
de la verdad comunicada por Dios a los hombres, a la cual los creyentes
adhieren con la fe. Son estos mismos creyentes, hombres y mujeres que se
insertan en el tiempo y entran en diálogo con una cultura de nuevos espacios
abiertos por la razón, los que ven problematizadas las relaciones entre
teología y filosofía, entre fe y cultura. Esto ocurre, según él, en varios
ámbitos. El primero de ellos es el de la racionalidad científico-tecnológica
que irrumpe con sus modelos matemáticos, con sus observaciones empíricas, con
la manipulación de la naturaleza. ¿Calla, sobre ello, la encíclica?, pregunta a
este punto el autor.
Pasa
luego a señalar otros rasgos de la condición actual en los que el creyente hoy
debe vivir su fe. Se trata de un mundo controlado, en términos teóricos y
prácticos, por el pensamiento científico. Son las llamadas “ciencias de
la materia”, como la física, las que han llegado a ofrecer el marco inevitable
y preferente para realizar cualquier investigación que lleguen a afrontar las
“ciencias de la vida”, y no otros saberes. De otra parte, el proceso y la
noción de las ciencias naturales, que provenía de los griegos, se ha acentuado
y desarrollado, pasando por la fragmentación renacentista de las ciencias, y
llegando hasta las especializaciones y la nueva física. En estas condiciones, la visión de la
realidad que aportan las ciencias empírico-analíticas, con su interés
instrumental, no aparece evidentemente cercana a la visión de la fe. Y la
pregunta del científico llega a ser: ¿en todo esto, sí existe lugar para Dios?
¿Cómo salir, entonces, de este camino ciego?, inquiere el escritor.
Se hace
imperioso, responde, revisar los fundamentos y las posibilidades para un
diálogo actual entre la fe y estas ciencias físico-naturales. Y el camino,
entiende, es el común a las ciencias humanas, en particular, con la filosofía.
Ellas, en efecto, a causa de su cercanía con la hermenéutica, están en
capacidad de superar los prejuicios positivistas de la absoluta
objetividad de las teorías y de las explicaciones. Los mecanicismos y
determinismos totales son, evidentemente, superados. Es el nacer de nuevos
paradigmas. Estas mismas ciencias humanas consideran hoy que el sujeto ha
asumido un papel activo en la construcción de la verdad, y que la realidad
posee otras propiedades, como el caos[11] y el azar.
Para
emprender el rumbo hacia una solución, el autor sostiene que, en este marco, la
fe mantiene la dimensión del misterio sobre la realidad, y se niega a ejercer
sobre ella una simple manipulación separada de otros intereses, como el
emancipatorio y el teológico- pastoral. El científico y el creyente tienen
en común la necesidad de acercarse a la realidad. Esto los debería unir
para elaborar una determinada concepción compartida acerca de la realidad; y
entonces, ciencia y fe se convertirían en formas privilegiadas del acercamiento
del hombre a la realidad. Este resultado no se dará, advierte sin embargo, si
se sigue transcurriendo por las vías exclusivas de la experiencia directa ni de
la experiencia testimonial. También en la elaboración de todo conocimiento,
recuerda el profesor Jaramillo Gómez, existe cierta fe humana, por lo
menos, en el nivel epistemológico de la certeza. Ciencia y fe, de esta manera,
sirven, casi sin diferenciarse, al hombre deseoso de saber acerca de un sentido
para la realidad.
La fe
religiosa se apoya en esta estructura humana de la fe discurrida como
confianza básica en un sentido de la realidad. Es similar la racionalidad que
existe en el λόγος humano y en el Λόγος divino. Y explica: se trata, por una parte,
de una racionalidad que comprende tanto el entender como el aceptar; y,
por otra, de una similaridad que es exigida y está implicada en el acto
de fe religiosa. Sin estos presupuestos es imposible establecer un diálogo
entre fe y ciencias. En este contexto se comprende cómo la teo-logía, palabra
inteligente desde y sobre la fe, se aproxima al discurso científico cuando
acerca λόγος y Λόγος.
No
existe una identificación entre la fe y la razón considerada en términos
generales, pero mucho menos entre la fe y el uso instrumental de la razón, al
que se ha llegado en el día de hoy en las ciencias físico-naturales. Sin
embargo, para el creyente, todo conocimiento tiende a ser conocimiento de Dios,
verdad plena. Existe, por eso, cierta conformidad, al menos de orden
material, entre las verdades adquiridas por los caminos de la ciencia,
de la filosofía y de la teología. Existe cierta relación interna entre
ciencia y fe que sustenta sus relaciones externas, explica nuestro autor.
La racionalidad de la fe y la credibilidad de los conocimientos científicos
convergen. La ordenación de la razón humana a la Revelación divina ha de
considerarse una auténtica acción simultáneamente razonable y salvadora.
El
conocimiento en general, y el científico en especial, resultan naturalmente
abiertos a acoger el don de la gracia y la verdad divina. La verdad es digna de
aprecio dondequiera se encuentre, por cuanto es el fundamento de la legitimidad
de los saberes. La autonomía de las disciplinas se muestra en la particularidad
de sus objetos y en la originalidad de sus métodos. No existe una relación de
subordinación o de dependencia entre las ciencias en el orden natural. El
estatuto epistemológico de la teología se muestra en su carácter y modo de
proceder, metódico y sistemático, desde la fe. La relación entre la teología y
las ciencias es, en consecuencia, horizontal y dialógica. La mutua
interfecundación y servicio crítico que se prestan, concurren hacia la
transformación de la realidad, humanizándola y liberándola.
Pero
existen unas exigencias, la primera de ella, la des-dogmatización de
los discursos. La prudencia del teólogo se muestra en su acercamiento a la
realidad, en la escucha al científico, al físico. Su pregunta inicial habría de
ser: ¿cómo están las cosas ahí en el universo?, ¿cómo las ve el hombre hoy? En
segundo lugar, es necesario refinar el discurso científico de la teología, su
identidad como saber positivo acerca de la Revelación, y su acontecer en la
historia. En tercer lugar, es necesario plantear las preguntas teológicas en
medio del discurso científico.
No cabe
hablar de una ciencia que apunte en la dirección mistérica de la realidad, pero
los nuevos paradigmas científicos, como el pensamiento complejo y la visión
holística, están más cerca de la actitud contemplativa que la simple
instrumentalización de la razón. Al des-instrumentalizar la razón, la
teología provoca a las ciencias a indagar niveles más profundos de la realidad
y de la interacción de los seres, al aportar la esperanza de un sentido en lo
que existe y estimular a las ciencias a perseguirlo a través de estructuras
empíricas y fenoménicas. De esta manera, la fe aporta a las ciencias
empíricas su contenido propio, en medio del pluralismo contemporáneo.
Pero
también en sentido contrario, hay que considerar las nuevas razones para
creer que aportan las ciencias a la razón creyente, condición misma de la
fe. Es necesario estar atentos a los discursos seudo-religiosos y seudo-científicos
de las religiones marginales que pueden disminuir la originalidad,
trascendencia y carácter impactante de la fe. La profundidad en la mirada a la
realidad y el rescate de su sentido sacramental, que son características de la
fe, son una expresión de interdisciplinariedad aplicada.
Así,
pues, son dos los caminos que aproximan conocimiento científico y fe, las fuentes
del conocimiento y las palabras sobre la realidad: De un lado está la vía
práxica, en el puro mundo de la vida: el científico y el creyente en cuanto
hombres no pueden sustraerse a las preguntas por el sentido del mundo y a la
influencia de la ciencia y de la técnica sobre su marcha. De otro lado está la
vía teórica, con su pluralismo al que quiere responder la
interdisciplinariedad, en medio de fenómenos culturales universales a los que
se quiere descubrir su perspectiva teológica, preguntándose por la creación y
por los desacuerdos que sobre ella tienen la ciencia y la fe. Sin caer en el
concordismo[12], una misma creación[13] es como un resumen de la visión
cristiana acerca de la realidad; para la ciencia, condición de posibilidad para
acercarse a su propio objeto de conocimiento, y, para el científico, condición
para realizar un trabajo con sentido. En recorrer estas vías consisten el papel
y la tarea del profesional integral, concluye diciendo el profesor Jaramillo
Gómez.
Notas de pie de página
[1] “Il rapporto tra
teologia morale, teologia dogmatica e teologia fondamentale” e “Il carattere specifico della morale
cristiana”. En
(consulta noviembre 2007): http://www.unigre.it/pug/teomor/sintesi2004.pdf
Valga la ocasión para recordar solamente unos
pocos títulos que se podrían mencionar sobre las relaciones entre antropología
y moral, hasta el punto que se las denomina “antropología moral” como si se
tratara de un presupuesto ya evidente para el acceso a la teología moral
fundamental, y muy en particular para problemas especiales considerados, tal
vez, de mayor complejidad. Por orden de aparición, de entre los primeros, KOCH,
R.: Antropología moral y pecado
El Perpetuo Socorro Madrid 1969 2 v; HEINEN, Wilhelm: Fundamentos
de una moral cristiana: sobre antropología moral
Studium Madrid 1972; WYSS, Dieter: Estructuras
de la moral: Estudios sobre la antropología y genealogía de las formas de
conducta morales Gredos Madrid 1975; MÚNERA DUQUE, Alberto, S.J.: “La moral como antropología teológica” en: ThX 33 3-4 Jul.-Sep., 1983 305-332; SAYÉS BERMEJO,
José Antonio: Antropología
y moral: de la nueva moral a la Veritatis
splendor Palabra Madrid 1997. De entre los segundos,
sobre todo en materia de sexualidad: PETERS, B.A.M.: Las
drogas y la moral El Perpetuo Socorro Madrid 1970; SPIJKER, Herman van de: La inclinación homosexual:
la homosexualidad, a la luz de las nuevas aportaciones de la ciencia, de la
antropología y de la teología moral Fontanella Barcelona 1971; VIDAL GARCÍA, Marciano: Moral
y sexualidad prematrimonial Perpetuo Socorro Madrid 1972; MASIA CLAVEL, Juan,
S.J.: Antropología
de la sexualidad y teología moral. Una perspectiva feminista
Universidad Pontificia Comillas Madrid 1998.
[3] Una brevísima y esquemática sinopsis de estas obras puede verse
en mi artículo: “Modelos de investigación en el ámbito de la producción
teológica”, en: ThX 151 2004 543-584.
Mientras se prepara la primera edición de esta
obra se presenta públicamente a defensa en la misma Facultad de Teología de la
PUJ la tesis doctoral de Domingo GARCÍA GARCÍA, Mis. Idente.: “Utopía y
realidad en la misión de la universidad católica” (19 agosto 2010). El autor,
siguiendo los pasos metodológicos del “ver, juzgar (del que destaca su
componente “discernimiento”), actuar” quiere reflexionar sobre la vigencia y
vivencia principalmente de dos importantes textos sobre las Universidades
católicas: de JUAN PABLO II: Const. Apost. Ex corde Ecclesiae sobre las Universidades
católicas, 15 de agosto del año 1990, en: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_constitutions/documents/hf_jp-ii_apc_15081990_ex-corde-ecclesiae_sp.html; y de la CONGREGACION PARA LA EDUCACION CATOLICA - CONSEJO PONTIFICIO PARA
LOS LAICOS - CONSEJO PONTIFICIO DE LA CULTURA: Presencia de la Iglesia en la universidad y en la cultura
universitaria, 22 de Mayo de 1994, en: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/cultr/documents/rc_pc_cultr_doc_22051994_presence_sp.html
[4] Olga Consuelo VÉLEZ CARO: Sentido académico y pertinencia de
la formación teológica del universitario. Un aporte metodológico desde Bernard
Lonergan (1995). Rodolfo Eduardo de Roux Guerrero, S. J., director de la
investigación. Contenido: 1. Introducción. 2. Los universitarios y los cursos
de ciencias religiosas. 3. Diversos tipos de formación religiosa. Necesidad de
integración. 4. Valor de los cursos de ciencias religiosas en la formación del
profesional Javeriano. 5. Los docentes y los cursos de ciencias religiosas. 6.
Conclusión.
[5] Magíster en Teología Alicia GÓMEZ BERNAL: La escuela de
evangelización como elemento dinamizador de la pastoral universitaria
(1998). Eduardo Díaz Ardila, director. Contenido: 1. Introducción. 2.
Fundamentos teológicos. 3. Explicitación del “modelo básico” de escuela de
evangelización. 4. Conclusión: Lectura sistemática.
[6] Juan Camilo SALAS CARDONA: Criterios de elaboración de un
método teológico para el diálogo con las ciencias (1998). Alberto Parra
Mora, S. J., director. Contenido: Capítulo 1. Breve aproximación al desarrollo
de la ciencia en Occidente y sus implicaciones en la elaboración teológica.
Capítulo 2. Problemas actuales para la constitución de un método teológico en
diálogo con las ciencias. Capítulo 3. Elementos básicos de un método teológico
abierto a un diálogo con las ciencias en función de la tarea humanizadora.
Capítulo 4. Puntualizaciones en torno de la filosofía como mediación de la
teología. Conclusiones generales.
[7] Entre las fuentes que emplea el autor han de mencionarse, además
de la Sagrada Escritura, escritos de Clodovis Boff, Alberto Parra, Hans Küng,
Edward Schillebeeckx, Hans Georg Gadamer, Martín Heidegger, Gunter Bornkamm,
Van Peursen y Aristóteles.
[8] HABERMAS, Jürgen: Teoría de la acción comunicativa Madrid
Taurus 1989. Acerca de este texto, cuya propuesta discursiva ha sido
considerada modélica en el momento presente, ha trabajado su tesis doctoral en
nuestra Facultad de Teología el profesor Jesús Antonio LEÓN CASTAÑEDA: “Recepción teológica del
paradigma de acción comunicativa”, defendida exitosamente durante el año 2009.
[9] Sergio L. JARAMILLO GÓMEZ: Relaciones entre fe y ciencias
físico-naturales (2001). Mario
Gutiérrez Jaramillo, S. J., director. En nuestro trabajo más adelante nos
referiremos en particular al capítulo 4 de la obra. Contenido detallado del
trabajo: Introducción. Capítulo 1: Grados y formas de aproximación del hombre a
la realidad. 1.1. La apropiación humana de la realidad. 1.2. El sector material
de la realidad. 1.3. la vía testimonial en el conocimiento de la realidad. 1.4.
La unidad del saber. 1.5. Carácter histórico del saber científico-religioso.
1.6. Valor epistemológico de la praxis.
Capítulo 2: El testimonio de
la fe cristiana. 2.1. Noción y características de la fe religiosa. 2.2. La fe y
el conocimiento. 2.3. Estatuto teórico de la teología.
Capítulo 3: La praxis del
científico natural. 3.1. Ciencia en general. 3.2. La nueva ciencia. 3.3.
Ciencias naturales y física clásica. 3.4. Desde la física clásica a la nueva
física. 3.5. Cambio de paradigma. 3.6. Dios en la perspectiva de las ciencias
naturales. 3.7. Autonomía de las ciencias.
Capítulo 4: Relaciones entre
fe y ciencias naturales. 4.1. Perspectiva práxica del diálogo entre fe y
ciencia. 4.2. Perspectiva teórica del diálogo entre fe y ciencia. 4.3.
Pluralismo e interdisciplinariedad. 4.4. La interdisciplinariedad en
perspectiva teológica. 4.5. La creación: en las fronteras del diálogo.
Conclusión.
[11] Sobre un desarrollo de este tema puede verse la colección de
textos de Carlos E. PUENTE, profesor de Hidrología y del Instituto de Dinámicas
Teóricas: La higuera y la campana. El amor divino y la ciencia moderna.
Notas para la clase ‘Chaos, Complexity and Christianity’ Universidad de
California, Davis. 2001. El autor presentó en el mismo año en nuestra
Universidad su pensamiento. En esta colección se encuentran: “Introducción a
los fractales y al caos”, “Lecciones sobre turbulencia”, “La turbulencia y las
Sagradas Escrituras”, “La esencia del caos”, “Caos o no caos, ¿una buena
pregunta?”, “La elocuencia de la libertad”, “El llamado central de la campana”,
“El esplendor de la paz”. Nuevamente nos acompañó en julio de 2012.
[12] Otros riesgos que menciona nuestro autor, recordando a C. Boff,
son: la “mezcla semántica”, el “purismo metodológico”, “el bilingüismo” y el
“teologismo”: cf. Relaciones entre fe y ciencias físico-naturales, o. c., 107,
con la nota 131.
Acerca de las alternativas
que se presentan al momento de pretender relacionar la teología con la ciencia,
Ian G. BARBOUR propone cuatro primordiales: “conflicto”, “independencia”,
“diálogo” e “integración”. Véanse los desarrollos en el capítulo “Ways of
Relating Science and Theology” en la obra de Robert John RUSSELL – William R.
STOEGER, S. J. – George V. COYNE, S. J.: Physics,
Philosophy and Theology. A Common Quest for Understanding Vatican
Observatory Vatican City State 1997 21-48. De la
misma manera, varias obras de Luis O. JIMÉNEZ RODRÍGUEZ, S. J., Ph.D. en
Ingeniería Eléctrica y S.T.L. en Teología Fundamental se ocupan de esta
relación, destacándose para nuestro propósito la publicación de su tesis
doctoral, que agradecemos habernos dado a conocer, The articulation between Natural Sciences and Systematic Theology (: A
Philosophical Mediation Based in the Contributions of Jean Ladrière and Xavier
Zubiri) Petters Publishers Leuven Belgium (de inmediata aparición 2013). En
concomitancia con los puntos de vista expuestos por los Profesores Salas y
Jaramillo, considera el Profesor Jiménez Rodríguez que se ha de tomar
conciencia de la existencia de una “transgresión semántica” cuando se trata de
plantear un diálogo, en una sociedad plural, entre la teología y las ciencias
naturales que sólo puede superarse, en su concepto, si se emplea la
“articulación necesaria” de la filosofía. A lo largo de esta obra,
especialmente al exponer y al emplear el “modelo hermenéutico” trataremos de
asumir estas objeciones e intentaremos, hasta donde sea posible, integrarlas y
franquearlas.
[13] Cf. Relaciones entre fe
y ciencias físico-naturales, o. c., 109 ss.
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