Capítulo I
La cuestión
de los presupuestos y de los marcos vitales y teóricos de esta investigación
Este capítulo
pretende ubicar al lector en el contexto de ocho coordenadas dentro de las
cuales hago explícitos mis presupuestos, posibilidades y limitaciones. En
primer término, describo los procesos efectuados en diversos órdenes al
interior de la Pontificia Universidad Javeriana, en la que me encontraba
trabajando, y sus implicaciones para el ejercicio docente-discente. En segundo
término, examino globalmente la cuestión relativa al surgimiento de la
“teología del derecho canónico”, asunto que completaré en la sección sexta de
este mismo capítulo con la perspectiva jurídica canónica, y especialmente en el
capítulo segundo, con las revisiones, histórica y de los fundamentos
doctrinales y metodológicos de ese surgimiento. En tercer término, presento
sintéticamente el “Modelo hermenéutico” puesto en práctica con ocasión de mi
trabajo doctoral anterior. En un cuarto momento se querrá fijar la atención en
las necesidades que el momento actual presenta a las actividades de
investigación, docencia y servicio que llevan a cabo las instituciones
universitarias, especialmente por el impacto social de sus egresados, y
particularmente aquellas que son dirigidas por la Compañía de Jesús. En quinto
lugar se pretende observar la producción reciente teológica de nuestra Facultad
y la novedad que esta comunicación podría representar en relación a ella. En
sexto lugar miraré las consecuencias que tiene la reordenación de los estudios
canónicos en orden a la investigación y docencia de la teología del derecho
canónico. En el séptimo punto considero bajo una triple perspectiva, y a
grandes pinceladas, algunos problemas principales concernientes a las
relaciones entre la ciencia y la fe, a saber: el problema de las relaciones
entre religión y ciencias en los últimos siglos, el influjo de las ideologías
en la labor del teólogo y la consideración de la teología como ejercicio
metódico. Por último, el octavo elemento de este tejido viene expresado en la
presentación de las objeciones provenientes del diálogo entre filosofía y
ciencias y sus consecuencias para la teología, y en especial, para la teología
moral y la canonística, y la respuesta que se ofrece a ellas.
“Delenda est Carthago!” [1], o ¿demolamos
y comencemos todo de nuevo?
Tal
parece, como otras muchas épocas de cambios culturales, lo diga la Historia, la
nuestra tiene corrientes que motivan a demoler todo lo anterior, como si nada
(importante y válido, para sus impulsadores) hubiera acontecido en el pasado;
coloquialmente hablando – y perdóneseme la familiaridad de la expresión – “Das
Kind mit dem Bade ausschütten”: “tirar al niño con el agua sucia”[3], pareciera ser su leitmotiv.
Así, pues, uno de los fines que pretende lograr esta obra consiste en rescatar
y en destacar la riqueza de los resultados conquistados por muchos y que
consideramos deber nuestro evitar que caigan en el olvido, contrariando la
impresión de cuantos creen que se debe comenzar cada vez desde cero. Se trata, sin duda, de uno de los criterios fundamentales de la Revelación judeo-cristiana, el de la "teología de la historia" [4].
Hacer teología
del derecho canónico, propósito constructivo de las páginas siguientes,
significa, para quien esto escribe, participar con sus colegas – con quienes
aspira a compartir el espíritu de su comunidad académica – unas inquietudes,
unos presupuestos, unos pretextos, unos contextos y unas propuestas que, ojalá,
pudieran ser, hasta cierto punto al menos, comunes.
La
nuestra, ésta que hemos venido viviendo en el período que se ha denominado
“contemporáneo”, ha sido una época muy convulsionada por múltiples y profundos
factores. Hasta el punto de que más que de una “época de cambios” se habla más
de un “cambio de época”. También, y de manera muy singular, el impacto ha
llegado a la Iglesia – y a la religión y a las religiones, a la cultura y a las
culturas –. Pero, ¿qué es la Iglesia? Concedo algo de razón, en gracia
de discusión, a quienes consideran que la Iglesia sólo es otra
institución más, y por cierto algo vieja (bimilenaria), paquidérmica,
retrógrada y momificada en sus instituciones
particulares y en sus actuaciones – aunque, a mi juicio se trata de una opinión
muy parcial, miope, bastante descolorida e injusta –. Con todo, esta
Institución, precisamente, ha sido capaz, en los últimos cincuenta años, de
celebrar un Concilio[5] – reunión solemne en la que el
Colegio de los Obispos (por entonces no menos de 2131) ejerce su autoridad
suprema en la Iglesia – en el que enunció su inmediata tarea y proyecto[6]:
“Este sacrosanto Concilio se
propone... adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones
que están sujetas a cambio...” (SC 1)[7]
Con el
transcurso de estas páginas espero poder contribuir a modificar en algo – si
esa fuera la manera de pensar, y en cuanto lo sea, de mi interlocutor – aquella
visión, no sólo caricaturesca de la Iglesia que algunos poseen hoy en día.
Invito, más bien, a considerar las cosas con ánimo constructivo[8] y sin prejuicios.
Teniendo
presente el conjunto de esta situación y en sintonía con este propósito
conciliar, la teología del derecho canónico, si quiere ser responsable y
pertinente, tropieza con una primera dificultad, que es, en realidad, uno de
sus puntos de partida para la definición de su tema: ¿es la Iglesia una Institución?
¿En qué sentido ella lo es? Si ella, así mismo y a su vez, posee sus instituciones
(como las litúrgicas, por ejemplo, o como las jurídicas, denominadas
históricamente como “canónicas”[9]), a las que se refiere el
Concilio, ¿cómo valorarlas, cómo estudiarlas, cómo producirlas, cómo adaptarlas,
cómo ponerlas en práctica, al orden del día? Por eso, como hecho cultural y
como organismo social vivo, mejor, quizás, sería preguntar: ¿Quién es la
Iglesia?[10]
La
Iglesia, sin embargo, considera que en su realidad más profunda – en su ser y
en su obrar –, no puede comprenderse sino por su relación con el Padre, el Hijo
y el Espíritu[11], y muy de manera especial, en
relación con el Verbo encarnado. Ella “nació” de Dios. De otra parte, la Iglesia
ha anunciado a Dios, revelado en Jesucristo. Esta es su identidad, su misión,
su alegría. Por eso varias áreas del conocimiento teológico están implicadas en
su tratamiento. En una consideración al menos aproximativa, habría que decir
que existe una relación entre las instituciones de la Iglesia, la dimensión
institucional de la Iglesia, y Jesucristo, objetivos que corresponde estudiar
especialmente a la sacramentología y a la eclesiología, visto el asunto desde
un ángulo de observación, y a la cristología, desde otro. Y ha sido,
generalmente, dentro de esta perspectiva – Jesucristo-Iglesia – como se ha
abordado el estudio y la práctica del Derecho canónico: el Derecho canónico es
el derecho de la Iglesia. El gráfico ejemplifica esa forma de conducirse:
Esquema 1
Existe,
en efecto, una continuidad de la fe cristiana, la continuidad de su Tradición,
que tiene sus inicios en Jesucristo, en su Revelación, en la Palabra de Dios
que la contiene. Pero se trata de una tradición viva de la fe, que se
desarrolla y se expresa siempre de modos nuevos, manteniendo en todo momento la
coherencia interna (cf. nt. final vi, p. 1708) de toda su construcción, de todo
su “edificio”. Sin renunciar a estas condiciones y a esta forma de proceder, la
pregunta central que pretendo abordar es, más bien: ¿cómo hacer más directa y
explícita la relación entre Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, y
uno de los más conspicuos elementos institucionales de expresión de la Iglesia[12], el canónico?
Pero se
presenta un problema: si esta relación existe, ¿de qué manera puede
fundamentarse, escriturísticamente, en la tradición viva y en el Magisterio? Si
esto último es viable, ¿cómo hacerlo? ¿Es posible dar un salto de veinte
siglos, entre Jesús y la fe de los primeros cristianos en Jesucristo – los
textos evangélicos y neotestamentarios –, y el Código para la Iglesia Latina de
1983 con sus 1752 cánones[13]? ¿Y esto, de manera específica para alguno de
ellos, o globalmente? Y hoy, cuando algunos temas tan característicos en el
ámbito precisamente canónico son examinados y contrastados comparativamente con
el derecho producido por diversas naciones, ¿cómo saber si una determinada
norma eclesial y eclesiástica forma parte del querer de Dios, hoy y aquí, o es
pura decisión humana, “conveniencia política”, simple proceso técnico de conjugar
variadas expresiones? ¿De qué manera la Iglesia Católica ha puesto en ejecución,
y ha propuesto en el último siglo, una manera de proceder y una serie de
elementos que permiten lograr esta coherente propuesta para los cristianos de
hoy? ¿Qué relación existe entre “la obediencia al Concilio y la aceptación de
la fe profesada en el curso de los siglos, que lleva consigo la exigencia de no
cortar las raíces de las que el árbol vive”[14]? ¿Es ello aplicable a
comunidades menores? ¿Puede esto ayudar al cristiano particular en sus
decisiones? ¿Cómo proceder en estos casos? Son preguntas que el lector
seguramente tiene en mente.
La
índole eclesiológica del Código vigente ha sido puesta en evidencia por el
Santo Padre JUAN PABLO II al momento de la promulgación del nuevo Código:
“El Código es un instrumento
que corresponde de lleno a la naturaleza de la Iglesia, especialmente como la
presenta el Magisterio del Concilio Vaticano II en general, y de modo
particular su doctrina eclesiológica. Más aún: en cierto sentido, este nuevo
Código podría entenderse como un gran esfuerzo por traducir al lenguaje canonístico
esta doctrina misma, es decir, la eclesiología conciliar” (SDL)[15].
Pero,
¿en qué quedan los componentes propiamente referidos a Jesucristo? Salvo las
pocas menciones explícitas al Señor, o a sus palabras y acciones, en los
diversos cánones, ¿no existe en ellos una cristología implícita?[16] ¿Puede ésta evidenciarse? Dadas
las situaciones de nuestro momento actual, “tarea quimérica”, pensarán algunos.
Compleja y de cuidado, sin duda, respondo, pero tarea que, en realidad, debe
constantemente re-emprender la Iglesia – así lo ha hecho, en verdad, en medio
de las diversas condiciones de los tiempos y de los recursos disponibles[17] –, y que con mi sencillo aporte
intentaré proseguir en el capítulo siguiente. Este movimiento nuevo se
podría representar gráficamente de la siguiente forma:
Jesucristo ➔ Derecho Canónico ⤣ ⤦ Iglesia
Esquema 2
|
Con
todo, a quien suscribe, si quiere contribuir a examinar la materia y proponer
sus aportes, corresponde imponerse como primera tarea circunscribir la cuestión
dentro del marco amplio y complejo – y ciertamente todavía parcial – de sus
interrelaciones, evidenciando algunas de sus fisonomías principales. Ello es
necesario, pienso, desde todo punto de vista, a fin de delimitar a qué sí y a
qué no se pretende responder, y bajo qué determinados parámetros ello se
efectúa. De igual manera, se han de indicar cuáles son los elementos que se
presuponen, al menos de manera general e indirecta, al abordar esta
problemática, ya que es imposible hacer un análisis pormenorizado y completo de
todos ellos.
Exploraré
el asunto en este capítulo con honradez y pedagógicamente, y teniendo en cuenta
los retos que nos presenta el escenario actual. En las cinco primeras secciones
haré algunos recuentos históricos que enmarcan mi estadía como docente en la
Pontificia Universidad Javeriana – PUJ – de Bogotá, Colombia. En consecuencia,
repasaré a grandes rasgos el proceso que ha inducido una renovación de la
enseñanza-docencia de la teología en las Facultades a las que presta su
servicio la Facultad de Teología de la PUJ por medio de su Departamento (I);
examinaré luego la cuestión (¿meramente coyuntural, o constitutivamente
sistémica?) de la teología del derecho canónico (II); pasaré después a estudiar
a grandes rasgos mi tesis en derecho canónico de 1996 y las situaciones
posteriores que se han presentado a propósito de la metodología desarrollada en
la misma (III); seguidamente miraré, en el contexto universitario en el que nos
movemos, el discurso del M. R. P. Péter Hans KOLVENBACH , S. J. sobre algunas
características, objetivos y exigencias de la formación en las Universidades jesuíticas
y su aporte a nuestra visión de conjunto (IV); daré después una mirada a las
recientes monografías y tesis que han sido presentadas en nuestra Facultad de
Teología en relación con tópicos conexos con el nuestro (V); y, para cerrar
este panorama histórico-contextual, daré una ojeada a algunos puntos que
sobresalen en el Decreto de la Congregación para la Educación Católica sobre la
docencia-enseñanza del Derecho canónico en las Facultades dedicadas a esta
labor (VI). Esta manera de proceder, ciertamente no la única, tiene una ventaja
considerable, al permitirme descubrir, como por capas o por estratos y en
retrospectiva, diversas problemáticas, a medida que se fueron presentando. Sin
embargo, a fin de que no se pierda el hilo del relato, he dejado para el final
del capítulo la exposición sistemática de dos de dichas problemáticas con la
presentación de las diversas posiciones, teóricas y prácticas, que surgieron a
propósito de ellas, así como las respuestas que se les fueron dando. Me refiero
a las relaciones entre ciencia y fe, por una parte (VII), y, por la otra, a la
descripción de dos objeciones, una, por el lado de la filosofía, y otra, por el
de la sociobiología, que, sin duda, tienen incidencia en la teología y en su
modo de proceder cuando ella trata de examinar el problema del ser humano y de
su actuar (VIII).
I.
La renovación de la docencia de la teología
en las facultades de la Pontificia Universidad Javeriana[18].
1. El proceso
de reforma y renovación de la presencia y actuación institucional de la
teología, en el ámbito de la Pontificia Universidad Javeriana en,
aproximadamente, las dos últimas décadas.
El
asunto tiene su historia, así su repaso sea breve y esquemático. Para 1991, ya
desde hacía no menos de 25 años se venían proporcionando a los estudiantes de
las diversas carreras cursos de “ciencias religiosas” estructurados en cuatro
“niveles”, o asignaturas, que debían recibir obligatoriamente (como
prerrequisito de grado). Estos alumnos provenían de las veintidós carreras que
componían las facultades entonces existentes, salvo el caso de Odontología que
tenía, además, un quinto curso, y el de Enfermería, que llegó a tener siete,
aunque más breves. Los títulos de dichos “niveles”, usualmente tomados por los
escolares en este orden, eran los siguientes: Introducción o Propedéutica de la
fe, Cristología, (Eclesiología), Moral social, Moral profesional. Para
entonces, vale la pena acentuar este punto, la Facultad de Teología no tenía su
ubicación geográfica dentro del campus, por lo que tales cursos eran asumidos
directamente por la Vicerrectoría Académica a través de un “departamento”,
precisamente el de “ciencias religiosas”, a cargo del cual había un sacerdote
jesuita, nombrado en calidad de director.
Como se
puede observar, la distribución de las asignaturas correspondía a una formación
teológica básica y formal, proporcionalmente y en paralelo con la que se suele
impartir en un seminario mayor o en una facultad teológica, salvo porque, en su
gran mayoría, los estudiantes eran, e iban a seguir siendo, laicos
profesionales, muchos de ellos esposas y esposos cristianos. Y dada la
exigencia gubernamental de que los estudiantes de las diversas profesiones
tomaran, entre sus asignaturas, cursos de ética profesional, el curso de moral
(fundamental y) profesional asumía algunos de los temas de dicho campo del
saber; considerando, además, las problemáticas específicas de las respectivas
carreras.
A todo
ello se añadía que la Universidad desde 1990 había comenzado una tarea de
amplio aliento, cual ha sido la planeación estratégica institucional. Entre sus
logros estableció su Misión y su Proyecto educativo. Éste, a su
vez, destaca – pues aún está vigente – cómo toda la Universidad propende
por “el desarrollo armónico de todas las dimensiones del individuo”[19]. Al actuar de esta manera la
Universidad estaba asumiendo, sin duda alguna, una norma canónica[20] como “su” propia “modalidad de
educación”[21].
A
partir de 1994 se comenzó una nueva etapa en el departamento[22]. No sólo porque se lo vinculó
administrativamente a la Facultad de Teología en calidad de “programa” de ésta,
sino porque se inició un período de auto-análisis[23] que, entre otros factores,
detectó diversas necesidades. Menciono algunas: primeramente, la de replantear
el tipo de teología que debían recibir los laicos universitarios, nuestros
estudiantes, no sólo como mujeres y hombres de fe que se hallan en un momento
peculiar de su desarrollo integral, sino como llamados a profundizarla al
interior de una disciplina y a desempeñar su profesión en un contexto social
actual muy preciso[24]. El estudio reveló, igualmente,
la necesidad de actuar de manera cada vez más universitaria y pedagógica al
incluir en la docencia, en la investigación y en el servicio los asuntos
relativos al diálogo entre teología y las ciencias o disciplinas, asuntos que,
en gran parte, ya se venían desarrollando.
Para
afrontar estas situaciones se tomaron varias medidas[25]: la primera, fue necesario que
se conformaran “equipos de facultad”, integrados por los profesores de teología
que daban clases en cada una de ellas, y se facilitaran sus reuniones; la
segunda, se consideró que cada profesor debía especializarse y agruparse con
sus compañeros en una de las cuatro áreas teológicas existentes (“equipos de
nivel”), con el fin de mantener actualizado y aplicado su discurso teológico
mediante el análisis y la reflexión. Como el proceso había detectado, así
mismo, la necesidad de atender a la inter-disciplinariedad, una realidad
cada día más exigida por las condiciones del mundo de hoy, para asumir este
trabajo se comisionó a los mencionados “equipos de facultad”.
Como
puede observarse, se trata de líneas que, aunque cada una de ellas posee su
propia identidad y dinamismo en el ambiente universitario – sobre todo en el
ámbito de una Universidad Católica y, más específicamente, en el de la
Universidad Javeriana – son convergentes y mutuamente se implican y exigen.
Dicho en otras palabras, y para dar sólo algunos ejemplos, el asunto de la
formación moral, física e intelectual del estudiante no le “toca” solamente a
su profesor de ética, o al encargado de deportes, o al profesor de la
asignatura tal o cual. O bien, que el profesor de teología no puede contentarse
con hacer un planteamiento tan general o tan abstracto, que para nada afecte ni
a la persona del estudiante, ni, especialmente, al saber de punta en el que éste
se está preparando. Y todo ello, de manera que sea un conocimiento adecuado y
relevante para la sociedad colombiana y apto para contribuir a resolver los
graves problemas del mundo actual.[i]
Los
inconvenientes en toda esta actividad enorme y apasionante, pero sobre todo las
tensiones académicas son, sin duda, inevitables. Ello no obstante, en lo que
correspondía hacer a la comunidad teológica en la Universidad, además de la
claridad meridiana y del espíritu de síntesis y respeto – hacia las personas,
las instituciones y los procesos – con que se procedió, debía obtener la
decisión política y ejecutiva para llevarlo a cabo. Y se obtuvo. De tal decisión surgieron varios
movimientos-propósitos que transcurrieron paralelos al interior del ya
denominado, en forma nueva, Programa de servicios del Departamento de Teología,
y posteriormente, Servicio de Formación Teológica (SFT) del mismo Departamento[26]. Esos movimientos desembocaron
en actividades puntuales, principalmente, entre otras: un ciclo de conferencias
y de foros por facultades con el fin de confrontar la visión del ser humano,
presente en los documentos oficiales de la Universidad, con las visiones
particulares que aportan acerca del mismo las diversas disciplinas, saberes o
ciencias[27]; un seminario por parte de los
profesores de teología que tenían a su cargo la docencia (principalmente) en
una determinada carrera o facultad, para tratar los problemas comunes con
vistas a su investigación y docencia; un seminario sobre la
interdisciplinariedad[28], que siguió al seminario sobre
la universidad en general; y un seminario sobre “pedagogía ignaciana”. En los
tres últimos participaron todos los profesores del Departamento de Teología, y
a su culminación se han publicado sendas obras. El proceso recibió un “fortalecimiento”
particular a raíz del traslado de la Facultad de Teología al campus
universitario el 26 de junio del año 2001. Desde ese momento, la cercanía y la
interacción de todos los profesores del Departamento, incluidos los de las
Carreras propiamente teológicas, han enriquecido los debates y han replanteado,
en forma aún más incisiva, los problemas de ayer y de hoy.
Esta
vinculación de la teología, en interacción con las diversas disciplinas, me ha
llevado a ponderar la manera interdisciplinar de proceder en el conocimiento;
y, en relación con nuestro tema de comunicación, a tener en cuenta, como
característico, este elemento en la manera de operar[29].
2. El
Seminario sobre Ciencias y Teología: un diálogo, entre nosotros, apenas
incipiente.
Algunos
de los seminarios de profesores de teología, ya indicados, se continúan
haciendo hoy con profesores de las Facultades. Entre otros[30], el Seminario al que hemos
denominado de “Ciencias y Teología”, del cual en esta investigación emplearé
oportunamente algunos de sus resultados. En mi artículo: “Caminar entre ciencias y teología”[31] hago un recuento de las actividades del
seminario y de su proyecto inmediato. En el escrito se da cuenta de cómo la relación entre las ciencias y la teología no es asunto fácil. Y
ello por varias razones, entre las cuales mencionamos unas, epistemológicas, y
otras, históricas. Pero trataré algunas de las particularidades de este asunto
de manera temática hacia el final del capítulo (cf. Sección VII, p. 41).
El
seminario aludido ha querido ser en primer término sumamente respetuoso de la
conciencia personal y de la opción religiosa de sus integrantes. Ha
preponderado, y ha querido asegurarse, el clima amable y amical, pre-requisito
de todo abordaje académico. Pero, después de un repaso por varios años de las
cuestiones actuales de cada una de las diferentes ciencias allí representadas
(física, bioquímica y biología), en sus temas fundamentales y básicos, en sus
lenguajes y visión de la realidad, a fin de dar un paso adelante, y con el fin de
contribuir a la tarea confiada a los teólogos, por parte de unos y otros
surgieron las preguntas: ¿sí era posible que científicos y teólogos pudieran
considerar una problemática que fuera de su interés común y sobre la que
pudieran hacer un acercamiento que les fuera enriquecedor, e inclusive les
permitiera sacar conclusiones nuevas, al menos, hasta un cierto punto? ¿Con qué
limitaciones, con qué presupuestos, con qué metodología o metodologías debían
trabajar? ¿Qué rango de validez podrían otorgar a sus búsquedas y reflexiones?
Estos y
otros interrogantes similares condujeron al seminario en mención a plantearse
si debía afrontar, entre otros temas posibles, uno de estos dos, como
susceptibles de confluencia e interés común: el de la conciencia y su relación
con el cerebro, o el del origen del cosmos. Se optó por abordar el segundo. Y,
al menos en una primera instancia, se decidió que se debía tratar de una
búsqueda que no se ubicara ni en uno ni en otro de los horizontes: debía ser
asumida, hasta donde más fuera posible, en actitud de desprendimiento del campo
propio, desde una posición “neutral”, entendiendo por neutral, la que hubiera
(n) asumido otra (s) disciplina (s) diversa (s), en principio, de las
intervinientes, pero cuyos datos, explorados en documentos bibliográficos por
parte de todos, debían ser trabajados de la manera más crítica y analítica
posible, sin presumir conocimientos especializados sobre ellos. Las ciencias
invitadas, en este caso, fueron dos de las sociales, principalmente: la historia
y la antropología en sus diversos enfoques y especialidades. Mediante ellas se
ha logrado un primer examen comparativo sobre la percepción y las tradiciones
de no menos de 159 pueblos y culturas: algunos, con datos de miles de años
atrás; otras más recientes, inclusive actuales; y procedentes de todos los
continentes. En un segundo momento, se pretende emprender el desarrollo de las
conclusiones provisionales a las que se hubiera llegado en lo que cada una de
las disciplinas congregadas pudiera o tuviera que aportar para completar y
desarrollar el cuadro. No ha de olvidarse, sin embargo, que el fruto de este
trabajo habrá de ser un mejoramiento de los contenidos de los cursos para los
estudiantes de la Facultad de Ciencias, en primera instancia[32].
En forma
paralela a la realización de este seminario, con el transcurso del tiempo se
han venido trabajando los así llamados “temas frontera” con los estudiantes de
nuestras asignaturas en esta misma Facultad, mediante los cuales se ha
pretendido introducirlos en temáticas y problemáticas que tienen que ver con su
propia formación como personas, con las disciplinas que cultivan y con la
sociedad en que viven, en clave interdisciplinaria que incluya una perspectiva
teológica, en sus variadas expresiones y áreas, particularmente la moral. Se
trata de un material que no ha sido publicado, y ciertamente en muchos temas
bastante introductorio a los elementos tratados, pero que refleja las
inquietudes, búsquedas y esfuerzos de mis estudiantes, a quienes debo, sin duda,
mucho del ánimo para adelantar la presente investigación (véase el Apéndice al
respecto).
Como
resultado de todos estos procesos apenas esbozados, unas reflexiones se
imponen. En primer término hay que constatar la presencia de fuerzas
centrífugas y centrípetas presentes en los pasos establecidos por la
Universidad en todos los niveles de decisión, caracterizando una dinámica que
pretende ir hacia un adelante, hacia un progreso, hacia una calidad; dinámica
de la que no se han sustraído en particular ni la Facultad de Ciencias ni la
Facultad de Teología; al mismo tiempo, hay que hacer constar las búsquedas de
equilibrios e integraciones que permitan lograr de una manera cada vez mejor la
expresión de la multiplicidad de las dimensiones humanas aquí presentes en sus
individualidades y colectividades, en sus actividades e, inclusive, en sus
contradicciones.
De
igual modo se puede destacar la apertura a las influencias procedentes del
entorno de la Universidad y de las Facultades, que se filtran desde la
problemática social nacional y mundial, así como desde los desarrollos
culturales en todo el sentido de la palabra.
Por
último, y de manera muy especial, se puede advertir el ánimo desprevenido y
espontáneo con el que libremente se han querido abocar de manera nueva los
problemas comunes: porque se tiene conciencia de las limitaciones que poseen
para hacerlo a cabalidad no sólo las propias disciplinas sino los mismos
investigadores y docentes, y porque unos y otros han crecido en sensibilidad y
sabiduría para captar y discernir las necesidades de integración y totalidad
que se imponen en nuestro tiempo.
Esta
manera tan práctica de proceder en el caso de la Pontificia Universidad Javeriana
trata de poner en ejecución también la normativa canónica vigente, como advertiré
oportunamente. Con sus posibilidades y con sus límites, y sobre todo con la
buena voluntad y generosidad de los participantes, se pretende hacer, también
de esta manera, seguimiento de Jesucristo, en las condiciones reales de aquí y
ahora.
Notas de pie de página
[1] “Hay que destruir a Cartago”: frase de Catón, el Censor, en el
senado romano (234-149 a. C.).
Para un acercamiento a lo
que significa el disenso, la contradicción y la ruptura como “condición” para
ser fructíferos en el quehacer científico mediante hipótesis, cf. Paul K. FEYERABEND:
Contra el método: esquema de una teoría anarquista del
conocimiento Ariel Barcelona 1974; íd.: Dialogo
sobre el método Cátedra Madrid 1990.
[2] Cf. Qo (Ecles) 3, 3b.
Estando esta obra para la
publicación de su primera edición (noviembre de 2011), el propio S. P.
BENEDICTO XVI dio respuesta – ¡más que autorizada! – a la pregunta con la
que estamos comenzando. Para no reiterar esa importante cita, solicito al
bondadoso lector observar la nota final xiii, en donde encontrará traducido por
mí el texto mencionado del Santo Padre.
Por su parte, una “hermenéutica de la reforma
en la continuidad” ha sido un modo de proceder conscientemente aprendido por mí
en las fuentes mismas del Conc. Vat. II. – contemporáneo en mi período de
formación inicial –, y este escrito quiere y trata de ser consecuente con ello.
De esa manera definía también el mismo Sumo Pontífice la tarea posterior de
interpretación de los documentos conciliares – y su enseñanza sobre la Iglesia,
particularmente –, y no sólo de ellos, sino también de las fuentes empleadas
por los padres conciliares – ya publicadas en su gran parte –, así como de los
trabajos efectuados por las comisiones conciliares, debidamente protocolizados
pero todavía sin transcribir. Véase al respecto, y sobre todo por la
importancia que tienen en este asunto las ciencias históricas, la rueda de
prensa ofrecida por Bernard Ardura, O. Praem. y Philippe Chenaux para la
presentación del Convegno Internazionale di Studi Il Concilio Ecumenico
Vaticano II alla luce degli archivi dei Padri Conciliari - Nel 50° anniversario
dell’apertura del Concilio Vaticano II (1962-2012), organizado por el Pontificio
Comité de Ciencias Históricas en colaboración con el Centro Estudios e
Investigaciones "Concilio Vaticano II " de la Pontificia Universidad
Lateranense (3-5 octubre 2012): 2 de octubre de 2012: en http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/29768.php?index=29768&lang=sp
[3] Por supuesto, no se trata de
amparar la idea real que pretenden las palabras. Para un estudio de la locución
en castellano, véase Pollux HERNÚÑEZ, DG Traducción, Comisión Europea: “Buzón.
Tirar al niño con el agua de bañarlo”, en (consulta 10 de julio de 2013): http://ec.europa.eu/translation/bulletins/puntoycoma/100/pyc10025_es.htm
[4] El Santo Padre Francisco exponía este criterio aplicándolo a un hecho coyuntural, el 60° Aniversario de la Firma de los Tratados de Roma. Estas fueron sus palabras (24 de marzo de 2017) a los Jefes de Estado y de Gobierno asistentes al acto: "Volver a Roma sesenta años más tarde no puede ser sólo un viaje al pasado, sino más bien el deseo de redescubrir la memoria viva de ese evento para comprender su importancia en el presente. Es necesario conocer bien los desafíos de entonces para hacer frente a los de hoy y a los del futuro. Con sus narraciones, llenas de evocaciones, la Biblia nos ofrece un método pedagógico fundamental: la época en que vivimos no se puede entender sin el pasado, el cual no hay que considerarlo como un conjunto de sucesos lejanos, sino como la savia vital que irriga el presente. Sin esa conciencia la realidad pierde su unidad, la historia su hilo lógico y la humanidad pierde el sentido de sus actos y la dirección de su futuro" http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2017/03/24/sat.html
[5] Las cuatro sesiones conciliares tuvieron lugar entre 1962 y 1965.
Acontecimiento que, en mi opinión, desde el punto de vista meramente cultural
merecería ser debidamente reconocido y estudiado, especialmente por quienes
deseen obtener los grados correspondientes a una formación profesional de la
mayor actualidad, profundidad, nobleza y responsabilidad. Como alguien que era
aún formando cuando se celebró el
Concilio y se benefició inmediatamente del mismo, no puedo menos que dar
gracias a Dios por este momento de gracia, y manifestar que es mi deseo
profundizar en él, en sus enseñanzas y normas, e intentar aportar para su mejor
conocimiento, aprovechamiento de su espíritu y mejor aplicación. La
bibliografía sobre el Concilio es vasta: a lo largo de la obra volveremos sobre
el tema una y otra vez indicándola. De carácter general e introductorio,
algunos libros: de uno de sus participantes como experto: CONGAR,
Yves Marie Joseph, O.P.: El concilio dia tras dia Estela Barcelona 1963; de un historiador: ALBERIGO, Giuseppe: Breve
storia del Concilio Vaticano II (1959–1965) Queriniana Bologna 2005,
traducida: Breve historia del Concilio Vaticano II (1959-1965) en busca de la renovación del
cristianismo Sígueme Salamanca 2005; de un crítico: MARCHETTO,
Agostino: El
Concilio Ecuménico Vaticano II: contrapunto para su historia
EDICEP Valencia 2008.
[6] Que, mirando la realidad de las cosas, ha de ser una tarea y un
propósito permanente y siempre nuevamente exigente para todos los niveles de su
estructura como pueblo de Dios.
[7] (CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II 56 1964) , 4 de diciembre de
1963, 1. El texto original se encuentra en AAS 56 1964 97 ss. Este era
uno de los cuatro fines que se imponía el Concilio. Así mismo, decía el
Concilio en el número siguiente, con qué criterios la Iglesia emprende esta
actividad de adaptación: “[...] Es característico de la Iglesia ser, a
la vez, humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a
la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo,
peregrina, y todo esto de suerte que en ella lo humano esté ordenado y
subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la
contemplación, y lo presente a la ciudad futura que buscamos (cf. Hb
13,14)”.
[8] Este espíritu ha sido expresado en forma muy actual y propositiva
por parte del Santo Padre JUAN PABLO II en diversas ocasiones. Para mencionar
sólo una, miremos lo que decía, con ocasión de la “presentación de
credenciales” del embajador de Cuba, el 8 de enero de 2005: “4. En realidad, en
toda sociedad pluralista la Iglesia presenta sus orientaciones y propuestas que
pueden llevar a puntos de vista diferentes entre quienes comparten la fe y
quienes no la profesan. Las divergencias en este sentido no deben producir
ninguna forma de conflictividad social sino más bien favorecer un diálogo
constructivo y amplio”. En:http://www.vatican.va/news_services/bulletin/news/15926.php?index=15926&po_date=08.01.2005&lang=sp
[9] La Iglesia empleó desde los primeros concilios (sínodos) del
siglo III, particulares, y IV, universales o ecuménicos, la palabra
griega κάνον (es decir, regla), para distinguirse, cada vez más, de las leyes
del Imperio Romano, en griego los νόμοι. Débese recordar que el
Papa Juan XXIII simultáneamente con la convocación del Concilio ordenó empezar
los trabajos conducentes a la reforma del Código de Derecho canónico
(pío-benedictino) vigente desde 1917. Trabajo que se implementó vigorosamente
una vez terminó el Concilio, y fue concluido por el Papa Juan Pablo II en 1983
con la promulgación del nuevo Codex.
[10] Así denominé unas páginas como material para
mis estudiantes hace ya algunos años. El asunto, de no poca monta, es objeto de
convergencias y de divergencias inclusive, y particularmente, en el diálogo
ecuménico, como lo hace notar, en el capítulo tercero, el recientísimo libro –
aún no traducido al castellano – de S. Em. Card. Walter KASPER: "Harvesting the
fruits. Basic aspects of christian faith in ecumenical dialogue". Noticia del 15 de octubre de 2009, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/24485.php?index=24485&po_date=15.10.2009&lang=sp
[11] LG 2-4 y muchísimos otros textos del Concilio Vaticano
II evidencian esta experiencia fundante
de la comunidad cristiana.
[12] “Dentro de la estructura visible” dice el c. 205.
[13] Similar pregunta hay que hacer con respecto al Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium promulgado por el Santo
Padre JUAN PABLO II mediante la Constitución apostólica Sacri canones el 18 de octubre de 1990, publicado en AAS 82 1990 1033-1044. Nuestra tesis
tendrá en cuenta algunos de sus cánones particularmente atinentes a nuestro
método y tema.
Un aporte para responder a
este interrogante, a mi entender, lo ha ofrecido la reciente carta encíclica
del S. P. FRANCISCO Lumen fidei, 29
de junio de 2013, (n. 38), al señalar
que ello es posible en razón de una homogeneidad
que se establece entre los dos polos de la relación en razón de la existencia
de la continuidad secular de la Iglesia, de su fe, de su amor, de su
Magisterio, del “sensus fidei”, de sus sacramentos, de su Apostolicidad, en
pocas palabras. El texto se encuentra en: http://www.vatican.va/holy_father/francesco/encyclicals/documents/papa-francesco_20130629_enciclica-lumen-fidei_sp.html
[14] BENEDICTO XVI: carta
a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la remisión de la excomunión de los cuatro Obispos consagrados por el Arzobispo Lefebvre, del 10 de marzo de 2009, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/letters/2009/documents/hf_ben-xvi_let_20090310_remissione-scomunica_sp.html
[15] 25 enero de 1983, en AAS LXX (1983), párrafo r, en: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_constitutions/documents/hf_jp-ii_apc_25011983_sacrae-disciplinae-leges_sp.html
[16] “El Ordenamiento canónico, en su típica originalidad y en su
inconfundible autonomía, no ha padecido condicionamientos sustanciales e
influencias determinantes de otros Ordenamientos seculares o civiles. Su
génesis se encuentra en el mensaje cristiano, el cual permite connotar al mismo
Ordenamiento canónico con un carácter exquisitamente sobrenatural, dotado de
medios espirituales y de gracia divina para alcanzar su propio fin: la salus animarum. Tal fin es el supremo
principio – la suprema lex (cf. c. 1752)
– que inspira todo el Ordenamiento de la Iglesia, como única depositaria de la
misión que Cristo quiso que se perpetuara en el tiempo y en el espacio. El
carácter sobrenatural del Derecho canónico es por tanto dado del hecho que
Jesús de Nazaret es su fundamento último”: CARD. Tarcisio BERTONE, Secretario
de Estado del Santo Padre, Discorso en la Sala
Pio X, Roma, martes, 14 marzo 2012 en: http://www.vatican.va/roman_curia/secretariat_state/card-bertone/2012/documents/rc_seg-st_20120314_cristo-legislatore_it.html (Traducción mía).
[17] El S. P. FRANCISCO ha convertido este tema y objeto
en el central de su preocupación pastoral, sin lugar a dudas. El siguiente texto, tomado de su discurso a los miembros de la Plenaria del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva
Evangelización, 14 de octubre de 2013, así lo señala: “Todo esto, sin embargo,
en la Iglesia no es dejado al acaso, a la improvisación. Exige el compromiso
común por un proyecto pastoral que llame a lo esencial y que esté bien centrado sobre lo esencial, es
decir, sobre Jesucristo. De nada sirve regarse en tantas cosas secundarias
o superfluas, hay que concentrarse sobre la realidad fundamental, que es el
encuentro con Cristo, con su misericordia, con su amor, y el amar a los
hermanos como Él nos ha amado. Un encuentro con Cristo que es también
adoración, palabra poco usada: adorar a Cristo. ¡Un proyecto animado por la
creatividad y por la fantasía del Espíritu Santo, que nos impulsa también a
recorrer caminos nuevos, con coraje, sin fosilizarnos! Nos podemos preguntar:
¿cómo es la pastoral de nuestras diócesis y parroquias? ¿Hace visible al
esencial, es decir, a Jesucristo? Las diversas experiencias, características,
caminan juntas en la armonía que da el Espíritu Santo? O
bien, ¿nuestra pastoral es dispersa, fragmentaria, cada uno va por su lado?”:
“Tutto questo, però, nella Chiesa non è lasciato al caso, all’improvvisazione.
Esige l’impegno comune per un progetto pastorale che richiami l’essenziale e
che sia ben centrato sull’essenziale, cioè su Gesù Cristo. Non serve
disperdersi in tante cose secondarie o superflue, ma concentrarsi sulla realtà
fondamentale, che è l’incontro con Cristo, con la sua misericordia, con il suo
amore e l’amare i fratelli come Lui ci ha amato. Un incontro con Cristo che è
anche adorazione, parola poco usata: adorare Cristo. Un progetto animato dalla
creatività e dalla fantasia dello Spirito Santo, che ci spinge anche a
percorrere vie nuove, con coraggio, senza fossilizzarci! Ci potremmo chiedere:
com’è la pastorale delle nostre diocesi e parrocchie? Rende visibile
l’essenziale, cioè Gesù Cristo? Le diverse esperienze, caratteristiche,
camminano insieme nell’armonia che dona lo Spirito Santo? Oppure la nostra
pastorale è dispersiva, frammentaria, per cui, alla fine, ciascuno va per conto
suo?” (La cursiva está en el texto). En: http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2013/10/14/0662/01485.html
[18] El siguiente texto ha sido publicado parcialmente bajo el título
de “El servicio de formación teológica: memoria y prospectiva” en la obra de
Edith GONZÁLEZ BERNAL (ed.): Una historia
hecha vida. 70 años de quehacer teológico JAVEGRAF Bogotá 2007 317-327.
[19] PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA: Misión, Acuerdo 66 del Consejo Directivo Universitario del 22 de abril de
1992 en: http://www.javeriana.edu.co/puj/oracle/mision.html El texto ha sido reformado mediante el Acuerdo No. 576 del Consejo Directivo Universitario, 26 de abril
de 2013, en: http://www.javeriana.edu.co/puj/rectoria/sec_general/acuerdos/Acuerdo576.pdf; id.: Proyecto educativo, Acuerdo 66 del Consejo Directivo Universitario del 22 de abril de
1992, en: http://www.javeriana.edu.co/puj/oracle/pei.html
[20] Código de Derecho
canónico de 1983, c. 795, sobre la educación católica. El texto dice
así: “Como la verdadera educación debe procurar la formación integral de la
persona humana, en orden a su fin último y, simultáneamente, al bien común de
la sociedad, los niños y los jóvenes han de ser educados de manera que puedan
desarrollar armónicamente sus dotes físicas, morales e intelectuales; adquieran
un sentido más perfecto de la responsabilidad y un uso recto de la libertad, y
se preparen a participar activamente en la vida social”.
[21] La Universidad paulatina y procesualmente, llegó a establecer sus
Normas de acción y a implementar las renovaciones y la creación de
instituciones acordes con ellas: Las Unidades Académicas, los Estatutos, los
diversos Reglamentos, los Planes estratégicos de las dependencias académicas y
administrativas. En el año 2003 recibió la Acreditación Nacional. En el
momento en que originalmente se escribió este texto se estaba desarrollando la Planeación Universitaria 2002-2006 Javegraf Bogotá 2003, y
el plan orientado a establecer un Sistema
de Información Universitaria –SIU- (cf. por ejemplo las
propuestas que sugieren algunos estudiantes: http://pegasus.javeriana.edu.co/~unierp/Doc/AnteproyectoSep2005.pdf). Hoy en día (2009)
trascurre la “Planeación Universitaria 2007-2016”, que puede consultarse en: http://www.javeriana.edu.co/puj/rectoria/Planeacion_2007_2016/
[22] Ya algunas intuiciones y elaboraciones sobre la problemática se
habían hecho previamente. Cf. Rafael GUTIÉRREZ C., S. J.: Ser y deber ser de
la pastoral en la Universidad Javeriana. Trabajo de grado de Maestría en
Teología Universidad Javeriana Colección Monografías 5 Bogotá 1982 293-306.
[23] PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA – PROGRAMA DE
CIENCIAS RELIGIOSAS: Formación teológica
universitaria y vida JAVEGRAF Colección
Fe y Universidad 1 Bogotá 1995.
[24] Fue de gran importancia la conciencia que al respecto aportaron
documentos de la Compañía de Jesús, de su Prepósito General y de los PP.
Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino sobre la Educación en las Universidades
regentadas por la Compañía. Más adelante volveremos en particular sobre el
texto del anterior P. General (cf. sección IV, p. 29ss), aunque no se ha de
olvidar tampoco su significativa intervención “Importancia y funciones de la
Teología en una Universidad Católica y Jesuítica” del 29 de octubre de 2001 en
Bogotá con motivo de la inauguración del Edificio Pedro Arrupe, S. J., sede de
la actual Facultad de Teología en el campus, que ha sido una excelente
exposición de la interrelación entre teología y ciencias, entre fe y ciencias
(véase el texto completo en: http://www.javeriana.edu.co/archivo/ahj2012/paginas/m_ins/doc_ins/o_uni/ORIENTACIONES/PDF_ORIENTACIONES/32.pdf).
[25] Para este apretado pero indicativo resumen se están
teniendo en cuenta las publicaciones siguientes: “Informes de actividades del
Programa de Ciencias Religiosas” de los años 1995 y 1996; ”Actividades
interdisciplinares del Programa de Ciencias Religiosas”; “Balance de gestión
del Departamento de Teología 1998-2000”; “Estrategias para la investigación del
Departamento de Teología (1999)”.
[26] PONTIFICIA
UNIVERSIDAD JAVERIANA – DEPARTAMENTO DE TEOLOGÍA: Proyecto educativo del Servicio de Formación Teológica 2002-2004
Kimpres Ltda. Bogotá 2002. Citamos sólo el último de los textos elaborados, unos, anualmente, otros, cada bienio. Para el momento en que se
publica esta segunda edición, se ha considerado convertir al “Servicio” en un
“Centro” con una nueva organización y tareas.
[27] PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA – PROGRAMA DE CIENCIAS
RELIGIOSAS: Proyecto educativo,
evangelización y ciencia JAVEGRAF Colección Fe y
Universidad 3 Bogotá 1996. Si bien no llegaron a participar todas las carreras,
doce de las veintisiete por entonces existentes lo llegaron a hacer.
Trataremos el asunto pormenorizadamente en su oportunidad.
[28] El actuar interdisciplinario, en sus diversas formas,
metodologías y posibilidades, caracteriza un movimiento que se ha extendido en
el mundo contemporáneo, cuando alrededor de problemas particularmente
complejos, se exige la convergencia de personas y de conocimientos que permitan
hacer un mejor análisis y una mejor propuesta de solución, hasta el punto de
haber originado de ese intercambio disciplinas nuevas. Para el caso de la
teología del derecho se trata de un aspecto particularmente relevante, como tendremos
ocasión de señalarlo y considerarlo en el próximo capítulo (cf., v. gr., pp.
94ss y 110ss).
Con ocasión de las
Celebraciones aniversarias de nuestra Pontificia Universidad, el Emmo. Señor
Card. Angelo SODANO escribió al Padre Gerardo Remolina, S. J. una nota
salutatoria en la que trata, entre otros, precisamente, este aspecto descrito:
“Su Santidad Benedicto XVI saluda cordialmente al Rector, Autoridades
Académicas, Cuerpo Docente y Auxiliar, así como a los Alumnos de la Pontificia
Universidad Javeriana, que celebran el 75° Aniversario de su Restablecimiento.
Con este motivo, les alienta a proseguir con renovado espíritu de fidelidad al
Magisterio pontificio y a la Doctrina social de la Iglesia su labor académica
para seguir contribuyendo no solamente al desarrollo de la investigación y la
ciencia, sino también a la formación teológica y moral católica que facilite el
diálogo entre la fe y la cultura en la sociedad colombiana. Asimismo, en el
marco de la celebración del V Centenario del nacimiento de San Francisco
Javier, que da nombre a la Universidad, les exhorta a irradiar, a través de
todas sus actividades, la fe que la Iglesia profesa desde sus inicios,
siguiendo el ejemplo de tan ilustre evangelizador. Al invocar la protección
maternal de Santa María, Sedes
Sapientiae, el Santo Padre imparte de corazón la bendición apostólica a
todos los miembros de esa comunidad universitaria. Cardenal Angelo SODANO,
Secretario de Estado de Su Santidad”. El 22 de febrero de 2006 este Mensaje ha
sido trasladado por Monseñor Nuncio Apostólico, Beniamino Stella, al R.P.
Provincial, Gabriel Ignacio Rodríguez Tamayo, S. J., cf. Hoy en la Javeriana marzo 2006 19.
[29] Señalemos también que es bastante indicativa sobre nuestro
problema, la experiencia realizada por la Pontificia Universidad Javeriana en
los últimos años. Ha quedado condensada en sus documentos fundacionales o
estatutarios reformados (cf. o. c., p. 11, nt. 19; cf. Código de Derecho
canónico c. 795, sobre la educación católica), en los que afirma su
inspiración en los valores que proclama el cristianismo. De esta manera ella ha
avanzado también en la necesidad concreta de presentar propuestas sugerentes y
validadas para interrelacionar las ciencias con la teología moral, con la
antropología teológica, la eclesiología y la cristología.
No son pocos, desde diversos lugares, quienes
se han opuesto, sin embargo, a que las Universidades católicas procedan así,
distinta y testimonialmente. Más aún, existen quienes se resisten a que se
hagan presentes en ellas, con cantidad y excelencia, unas investigaciones y
unas asignaturas obligatorias de Teología en sus diferentes áreas, que estén
referidas a las problemáticas concretas de las que tratan las diversas
Facultades, Carreras y Postgrados que en dichas Universidades se estudian, se
debaten y enseñan.
Se olvidan ellos, de paso, que se debe
garantizar, a docentes y a estudiantes, el ejercicio pleno de su derecho –
humano y eclesial – a investigar, transmitir y recibir una “educación
católica”. Además del hecho de que, con esa actitud, invitan, más bien, a
disociar la fe de la vida; la fe, de su necesaria repercusión en el actuar de
los creyentes, que, como miembros de la familia de los hijos de Dios – laicos o
clérigos –, tienen la perentoria obligación de contribuir a erradicar los más
graves problemas que afectan actualmente a la sociedad y a afrontar los
difíciles desafíos que se nos presentan ya hoy como sociedad global, haciéndose
partícipes de la edificación del Reino de Dios.
Con todo, de esta necesidad de obrar interrelacionando
los campos de conocimiento, da fe el texto de la Resolución Rectoral 494 del 15 de septiembre de 2003 (enviada por
el R. P. Gerardo REMOLINA VARGAS, S. J., mediante correo electrónico a todos
los estamentos de la Universidad), que en su parte pertinente dice: “Resuelve:
[...] “Artículo 2°. Integrar en el núcleo de formación fundamental de los
currículos de pre-grado cursos filosóficos y de valores evangélicos que
permitan a los estudiantes conocer y contar con elementos válidos para ser un factor
positivo de desarrollo, orientación, crítica y transformación constructiva de
la sociedad en que viven”. [...] “Artículo 5°. Solicitar a las Facultades de
Filosofía y Teología que en el diseño de dichos cursos se procure ayudar al
‘esfuerzo de las disciplinas por encontrar su significado’; igualmente que
colaboren a impulsar y fomentar ‘el deseo irrestricto por la verdad, la
libertad y la trascendencia’ (PEJ, 40) y aseguren ‘la visión de
totalidad a la que la Universidad Javeriana está llamada’”. Véase el texto en: http://puj-portal.javeriana.edu.co/portal/page/portal/vice_academica/1documentos_vice/Resoluci%F3n%20Rectoral%20N%B0%20494.pdf
La gestión administrativa, sin embargo, ha
quedado en cabeza de un único Departamento, al que, por lo pronto, se lo
considera “en proceso de reestructuración”. De hecho, otras Universidades
católicas han optado por otras formas de asumir este encargo, como puede verse
en el Apéndice.
Sobre el Derecho canónico, en realidad, nada
ha dicho explícitamente a este propósito. Pero el proceder de su Facultad se ha
sustentado en la normativa interna de los cánones y en las recientes normas de
la Congregación para la Educación Católica, que veremos posteriormente.
[30] De entre estos seminarios merecen una mención los que
se realizan con las Facultades de Arquitectura y Diseño, Ingeniería y Medicina.
Si bien también se están realizando, bajo otras condiciones, también con la
Facultad de Derecho y con la de Ciencias Económicas y Administrativas.
[31] Iván Federico MEJÍA
ALVAREZ y Equipo: “Caminar entre ciencias y
teología”, en: Th X 150 (2004)
351-366.
Sobre
el marco dialogal y humano que posibilita
la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad, así como sobre un breve
recuento sobre el acercamiento de la teología y las ciencias, cf. César Augusto
SOARES DA COSTA: “Teología y Ciencia: perspectivas interdisciplinares”, en: Entelequia. Revista Interdisciplinar 11
Primavera 2010 127-136.
Accesible en http://www.eumed.net/entelequia.
[32] Se ha efectuado una primera edición de la obra, para uso escolar
y de prueba: Iván Federico MEJÍA ÁLVAREZ (coord.) – Sergio Antonio ADARME
RODRÍGUEZ et alii: Relatos culturales
sobre el origen del mundo y de la vida Facultad de Teología – Pontificia
Universidad Javeriana Colección Apuntes Bogotá 2012.
Nota final
[i] El concepto de "teología" que subyace a esta obra nos remite a otras partes de esta obra, en las cuales se precisará mejor todavía esta noción. Valga, a propósito de esta manera de proceder, que caracteriza al Programa en su diálogo con los saberes en las demás Facultades, una anotación que considero sumamente valiosa, por proceder de quien viene, y ejemplar, también por quien la predica con su ejemplo. No es mucho lo que se pueda o deba agregar. El Santo Padre FRANCISCO explicaba así al R. P. Vicente Durán S.J., filósofo, quien fuera decano de la Facultad de Filosofía de la PUJ, y a los demás jesuítas que lo acompañaban en Cartagena, Colombia, el 10 de septiembre de 2017 en su visita a la Comunidad de San Pedro Claver: " El P. Vicente Durán Casas, se pone en pie para hacer otra pregunta:
- Santo Padre, de nuevo muchas gracias por su visita. Yo soy profesor de filosofía y me gustaría saber, en nombre también de mis colegas profesores de teología, ¿qué espera su Santidad de la reflexión filosófica y teológica en un país como el nuestro y en la Iglesia en general?"
- Yo diría, para comenzar, que no sea una reflexión de laboratorio. De hecho, hemos visto el daño que nos terminó haciendo la grande y brillante escolástica de santo Tomás, cuando fue decayendo, decayendo, decayendo... hasta convertirse en una escolástica de manual, sin vida, mera idea, que se tradujo en una propuesta pastoral casuística. Al menos, en nuestra época fuimos formados en esta línea...
Diría que era bastante ridículo que, para explicar la continuidad metafísica, el gran filósofo Losada hablara de los puncta inflata... Para demostrar este tipo de cosas se caía en el ridículo. Era un gran filósofo, pero decadente, de vuelo rastrero. Pero era un grande de esa época....
Por tanto: la filosofía no en laboratorio, sino en la vida, en el diálogo con lo real... En el diálogo con lo real encontrarás, como filósofo, a los tres trascendentales que hacen la unidad, pero con nombre concreto.
Recordemos las palabras de nuestro gran escritor Dostoievski. Como él tenemos que reflexionar sobre qué belleza nos salvara. Sobre la bondad y la verdad. Benedicto XVI hablaba de la verdad como encuentro, o sea, ya no una clasificación sino un camino. Siempre en diálogo con la realidad, porque no se puede hacer filosofía con la tabla de logaritmos, que, por otra parte, ya no se usa más.
Y vale también para la teología, lo cual no quiere decir "bastardear" la teología, al contrario. La teología de Jesús era la cosa más real de todas, partía de la realidad y se elevaba hasta el Padre. Partía de una semillita, de una parábola, un hecho... y ahí explicaba.
Jesús quería hacer una teología profunda y la realidad grande es el Señor. A mí me gusta repetir que para ser buen teólogo, además de estudiar, dedicarse, ser despabilado y captar la realidad, hay que reflexionar las cosas de rodillas. Un hombre que no ora, una mujer que no ora, no puede ser teólogo o teóloga. Será el volúmen del Denzinger hecho persona, sabrá todas las doctrinas habidas y por haber, pero no hará teología. Será un compendio, un manual en el que está todo.
Pero hoy la cuestión es cómo expresas tú quién es Dios, cómo se manifiesta el Espíritu, las llagas de Cristo, el misterio de Cristo a partir de la carta a los Filipenses 2, 7 en adelante... Cómo explicas esos misterios y los vas explicando y cómo vas enseñando ese encuentro que es la gracia. Como cuando lees a Pablo en la Carta a los Romanos, donde está todo el misterio de la gracia y necesita que se explique.
Aprovecho esta pregunta para decir una cosa que creo que la debo decir en justicia y también por caridad. Porque escucho muchos comentarios - respetables porque los dicen hijos de Dios, pero equivocados - sobre la Exhortación apostólica postsinodal. Para entender Amoris Laetitia hay que leerla de principio a fin. Empezar con el primer capítulo, continuar por el segundo... y así siguiendo... y reflexionar. Leer qué cosa se ha dicho en el Sínodo.
Una segunda cosa: algunos sostienen que la moral que está a la base de Amoris Laetitia no es una moral católica o, al menos, que no es una moral segura. Ante esto quiero reafirmar con claridad que la moral de Amoris laetitia es tomista, la del gran Tomás. Pueden hablar de esto con un gran teólogo, entre los mejores de hoy y entre los más maduros, el cardenal Schönborn. Esto lo quiero decir para que ayuden a la gente que cree que la moral es pura casuística. Ayúdenlos a darse cuenta que el gran Tomás tiene una riqueza muy grande, capaz también hoy de inspirarnos. Pero de rodillas, siempre de rodillas..." Véase el texto de toda la intervención en: http://www.periodistadigital.com/religion/america/2017/09/28/religion-iglesia-vaticano-papa-francisco-amoris-laetitia-jesuitas-cartagena-indias-colombia-civilta-cattolica.shtml
- Santo Padre, de nuevo muchas gracias por su visita. Yo soy profesor de filosofía y me gustaría saber, en nombre también de mis colegas profesores de teología, ¿qué espera su Santidad de la reflexión filosófica y teológica en un país como el nuestro y en la Iglesia en general?"
- Yo diría, para comenzar, que no sea una reflexión de laboratorio. De hecho, hemos visto el daño que nos terminó haciendo la grande y brillante escolástica de santo Tomás, cuando fue decayendo, decayendo, decayendo... hasta convertirse en una escolástica de manual, sin vida, mera idea, que se tradujo en una propuesta pastoral casuística. Al menos, en nuestra época fuimos formados en esta línea...
Diría que era bastante ridículo que, para explicar la continuidad metafísica, el gran filósofo Losada hablara de los puncta inflata... Para demostrar este tipo de cosas se caía en el ridículo. Era un gran filósofo, pero decadente, de vuelo rastrero. Pero era un grande de esa época....
Por tanto: la filosofía no en laboratorio, sino en la vida, en el diálogo con lo real... En el diálogo con lo real encontrarás, como filósofo, a los tres trascendentales que hacen la unidad, pero con nombre concreto.
Recordemos las palabras de nuestro gran escritor Dostoievski. Como él tenemos que reflexionar sobre qué belleza nos salvara. Sobre la bondad y la verdad. Benedicto XVI hablaba de la verdad como encuentro, o sea, ya no una clasificación sino un camino. Siempre en diálogo con la realidad, porque no se puede hacer filosofía con la tabla de logaritmos, que, por otra parte, ya no se usa más.
Y vale también para la teología, lo cual no quiere decir "bastardear" la teología, al contrario. La teología de Jesús era la cosa más real de todas, partía de la realidad y se elevaba hasta el Padre. Partía de una semillita, de una parábola, un hecho... y ahí explicaba.
Jesús quería hacer una teología profunda y la realidad grande es el Señor. A mí me gusta repetir que para ser buen teólogo, además de estudiar, dedicarse, ser despabilado y captar la realidad, hay que reflexionar las cosas de rodillas. Un hombre que no ora, una mujer que no ora, no puede ser teólogo o teóloga. Será el volúmen del Denzinger hecho persona, sabrá todas las doctrinas habidas y por haber, pero no hará teología. Será un compendio, un manual en el que está todo.
Pero hoy la cuestión es cómo expresas tú quién es Dios, cómo se manifiesta el Espíritu, las llagas de Cristo, el misterio de Cristo a partir de la carta a los Filipenses 2, 7 en adelante... Cómo explicas esos misterios y los vas explicando y cómo vas enseñando ese encuentro que es la gracia. Como cuando lees a Pablo en la Carta a los Romanos, donde está todo el misterio de la gracia y necesita que se explique.
Aprovecho esta pregunta para decir una cosa que creo que la debo decir en justicia y también por caridad. Porque escucho muchos comentarios - respetables porque los dicen hijos de Dios, pero equivocados - sobre la Exhortación apostólica postsinodal. Para entender Amoris Laetitia hay que leerla de principio a fin. Empezar con el primer capítulo, continuar por el segundo... y así siguiendo... y reflexionar. Leer qué cosa se ha dicho en el Sínodo.
Una segunda cosa: algunos sostienen que la moral que está a la base de Amoris Laetitia no es una moral católica o, al menos, que no es una moral segura. Ante esto quiero reafirmar con claridad que la moral de Amoris laetitia es tomista, la del gran Tomás. Pueden hablar de esto con un gran teólogo, entre los mejores de hoy y entre los más maduros, el cardenal Schönborn. Esto lo quiero decir para que ayuden a la gente que cree que la moral es pura casuística. Ayúdenlos a darse cuenta que el gran Tomás tiene una riqueza muy grande, capaz también hoy de inspirarnos. Pero de rodillas, siempre de rodillas..." Véase el texto de toda la intervención en: http://www.periodistadigital.com/religion/america/2017/09/28/religion-iglesia-vaticano-papa-francisco-amoris-laetitia-jesuitas-cartagena-indias-colombia-civilta-cattolica.shtml
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