IV. Las palabras del M. R. P. Péter Hans KOLVENBACH, S. J., Prepósito General de la Compañía de Jesús y Gran Canciller de la Pontificia Universidad Javeriana en la Universidad de Santa Clara (California) el 5 de Octubre de 2000[1].
Al
escribir esta investigación no puedo evitar tener muy presentes estas ideas
expuestas en un contexto no necesariamente muy diverso del nuestro, por cuanto
señalan para nosotros otro importante punto de referencia y una exigencia en
relación con el proyecto que quiero desarrollar. En efecto, el título que
entonces dio a su conferencia, “El servicio de la fe y la promoción de la
justicia”, en el seno de una universidad, católica y jesuítica como la nuestra,
nos hace ver que no estamos tan distantes de las exigencias y compromisos que
llevan consigo, para directivos y administrativos, para docentes y estudiantes,
para los egresados, la pertenencia y la participación en estas obras de la
Compañía de Jesús en todo el mundo.
Anteriormente
hice referencia al proceso que ha adelantado la Pontificia Universidad
Javeriana (cf. sección I, p. 10ss) para adecuarse mejor a los avances del
conocimiento y de la administración académica y para ejercer en el medio una
actividad formativa e investigativa más pertinente. De igual modo, que todas
estas acciones deberían conducir a obtener un conocimiento más adecuado y más
relevante para la sociedad colombiana, y apto para contribuir a resolver los
graves problemas del mundo actual. En esta línea, bajo la forma de un
“seminario”, se ha desarrollado el trabajo de un grupo de profesores de
diversas facultades a lo largo de los años (desde 1996 hasta fines de 2005 se
han producido no menos de 250 reuniones)[2] en el que ha participado el
suscrito. Su objetivo ha sido el señalado, que la Universidad responda ante la
sociedad, a través de sus diversas instancias, a las necesidades y requerimientos
que la misma sociedad le plantea. Esta exigencia se ve urgida, aún más, cuando
se considera atentamente lo que el Padre General sugería o señalaba en la
ocasión señalada acerca de la formación de la comunidad universitaria en la
solidaridad, y, muy especialmente acerca del “éxito” deseable y por el que
habrían de descollar nuestros estudiantes, una vez profesionales, si ellos
llegaran a vivir ese y otros valores evangélicos[3] como característicos de dicha
formación:
“El criterio real de evaluación
de nuestras universidades jesuitas radica en lo que nuestros estudiantes
lleguen a ser... Nuestros estudiantes se implican en todo tipo de acción
social... y de todo ello nos sentimos orgullosos. Pero el auténtico criterio
para evaluar las universidades de la Compañía no es lo que nuestros estudiantes
hagan, sino lo que acaben siendo y la responsabilidad cristiana adulta con la
cual trabajen en el futuro a favor de sus prójimos y de su mundo.”
Teniendo
en cuenta esta vital preocupación, el R. P. Gerardo REMOLINA VARGAS, S. J.,
Rector en ese tiempo de la Universidad Javeriana, tomó varias decisiones, entre
las cuales quiero resaltar dos. La primera, por medio de la Vicerrectoría
Académica[4], junto con el Consejo Directivo
de la Universidad, consideró que debería mantenerse de manera “permanente” y
con carácter de “interfacultades” el mencionado “seminario”. La segunda,
reasignó las actividades de “proyección social universitaria” y de “semestre
social” trasladándolas del ámbito de la Vicerrectoría del Medio Universitario –
que incluye la actividad pastoral – al de la Vicerrectoría Académica, con las
consecuencias que esto comporta. El citado seminario[5], en la actualidad, a partir del
segundo semestre de 2005, ha comenzado a ofrecer el primero de tres “niveles”
de profundización de asignaturas electivas para los estudiantes que deseen
desarrollar esta línea en su formación personal y profesional, de acuerdo con
los criterios explicados por el Padre General y conforme a las directrices del
Padre Rector.
Ahora
bien: ¿por qué es importante tener en cuenta esta norma, cuál es la pertinencia
de la misma, en el desarrollo de nuestra propuesta del “Modelo hermenéutico”?
Como ya lo he advertido, no es posible, ni aún en la investigación más teórica
posible, hoy por hoy, y muchísimo menos en las graves, clamorosas, injustas y
urgentes condiciones mundiales, latinoamericanas y colombianas en las que
vivimos, eludir las exigencias y los compromisos que lleva consigo el ejercicio
de “una responsabilidad cristiana adulta”, como señala el discurso, y no
trabajar desde ya en favor de nuestros prójimos y de nuestro mundo. Al momento
de la aplicación del “Modelo hermenéutico” no puedo dejar de lado dicha
realidad social, pues en medio de ella, asediada por ella, se viven, o no, las
normas de los Cánones. Y, a su turno, éstos, al ser implementados y ejecutados,
le marcan a tal realidad unos rumbos que la van transformando, haciéndola más
humana, incluso, más divina. O lo contrario, en caso de no serlo. Todo ello
merece ser conocido e interiorizado por nuestros estudiantes, inclusive
mediante sus prácticas sociales.
He de
estar muy atento, pues, a este “polo que nos une a tierra”. Y para nuestro
caso, el canonista, sea en el ejercicio docente del profesor de Cánones, sea en
el del investigador de los mismos, en las circunstancias que reclama el país,
no puede estar por debajo de sus responsabilidades sociales. Y motivado y
animado por estas razones, con la ayuda de la gracia, cumplir en su persona lo
que es válido e imperativo para toda universidad, pero especialmente para una
jesuítica, y tomar las medidas conducentes a su implementación:
“Imaginando a Christo,
nuestro Señor, delante y puesto en cruz, hacer un coloquio... mirar a mí mismo
[...]: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué estoy haciendo por Cristo? ¿Qué debo
hacer por Cristo? Y viéndolo tal y así colgado en la cruz, discurrir por lo
que se ofreciere”[6].
[1] Orientaciones Universitarias 29,
publicación de la Rectoría de la PUJ Bogotá
2001 87. Cf. (consulta noviembre 2007): http://www.javeriana.edu.co/puj/rectoria/rector/docs/EL%20FUTURO%20DE%20LA%20EDUCACI%D3N.pdf
[2] El “Seminario Permanente Interfacultades sobre Universidad y
Marginalidad” que en su primera época se llamó “Seminario sobre Universidad y
Justicia” efectuó una publicación de la actividad realizada en su segunda época
en la Colección Fe y Universidad, número 4.
[3] El texto en sus partes más atinentes dice: “La ideología que
predomina hoy, reduce el mundo humano a una jungla globalizada, cuya ley
primordial es la supervivencia de los más preparados. Los estudiantes que
comparten esta visión desean verse equipados a la última en lo profesional y en
lo técnico para poder competir así en el mercado y asegurarse uno de los
relativamente escasos y disponibles puestos de trabajo que pudieran satisfacer
sus aspiraciones y resultarles lucrativos. Este es el éxito que esperan muchos
estudiantes (¡y sus padres!)
“Todas las universidades americanas, incluidas
las nuestras están sometidas a una presión tremenda para optar decididamente
por un éxito así entendido. Ahora bien, lo que nuestros estudiantes desean – y
merecen – comprende este ‘éxito mundano’ que gira sobre las habilidades propias
del mercado, pero va más allá. El criterio real de evaluación de nuestras
universidades jesuitas radica en lo que nuestros estudiantes lleguen a ser.
“Durante 450 años, la educación jesuita ha
buscado educar ‘a toda la persona’, a la ‘persona completa’, tanto intelectual
y profesionalmente, como psicológica, moral y espiritualmente... Y la ‘persona
completa’ del mañana no podrá ser ‘completa’ sin una conciencia instruida de la
sociedad y de la cultura, con la que contribuir generosamente en el mundo tal
cual es. La ‘persona completa’ del mañana debe tener, por resumirlo, una
solidaridad bien informada...
“La solidaridad se aprende a través del
‘contacto’ más que de ‘nociones’, como nos recordaba recientemente el Santo
Padre en un mensaje a una universidad italiana (U. Católica del Sagrado
Corazón, Milán 5 de mayo de 2000, n. 9). La implicación personal en el
sufrimiento inocente, en la injusticia que otros sufren, es el catalizador para
la solidaridad que abre el camino a la búsqueda intelectual y a la reflexión
moral.
“Los estudiantes a lo largo de su formación,
tienen que dejar entrar en sus vidas la realidad perturbadora de este mundo, de
tal manera que aprendan a sentirlo, a pensarlo críticamente, a responder a sus
sufrimientos y a comprometerse con él de forma constructiva. Tendrían que
aprender a percibir, pensar, juzgar, elegir y actuar a favor de los derechos de
los demás, especialmente de los menos aventajados y de los oprimidos...
“... (las denominadas actividades
complementarias) en las que el estudiante presta un servicio, programas de
inserción y de extensión, programas extramurales y cursos prácticos, todo esto
no debería ser algo opcional o periférico, sino quedar incluido en el núcleo
fundamental mismo del programa de estudios de toda universidad de la Compañía.
“Nuestros estudiantes se implican en todo tipo
de acción social... y de todo ello nos sentimos orgullosos. Pero el auténtico
criterio para evaluar las universidades de la Compañía no es lo que nuestros
estudiantes hagan, sino lo que acaben siendo y la responsabilidad cristiana
adulta con la cual trabajen en el futuro a favor de sus prójimos y de su mundo.
Las actividades en las cuales se comprometen en el presente, por muy buenos que
sean sus efectos, serán siempre actividades para su formación... Más bien lo
que los estudiantes necesitan ahora es un compromiso cercano con el pobre y el
marginado, para aprender de la realidad y llegar a ser un día adultos en
solidaridad”.
Sobre el tema del “compromiso social” de los
egresados ha vuelto recientemente el M. R. P. General, con ocasión de las Bodas
de Diamante de nuestra Universidad, el 25 de marzo de 2006: “Ojalá que ser
Javeriano signifique ser honesto, luchador por una sociedad justa que conquista
la paz, profesional competente que no sólo se preocupa del propio bienestar
sino que sueña y se sacrifica por una patria mejor” (Mensaje del 2 de junio de
2005, dado a conocer en la fecha citada por la Rectoría, p. 19).
[4] Proyecto 917.
[5] Desde su fundación, el seminario ha sido promovido y mantenido
con el directo y efectivo aporte y dirección del Departamento de Ciencias
Religiosas, primero, y, en la actualidad, del Departamento de Teología.
[6] S. Ignacio DE LOYOLA: Ejercicios
espirituales en: Obras completas Madrid BAC 1963 171: “Primera
semana. Primer ejercicio... El pecado... [53] Coloquio”. Como reconoce el lector,
he variado un poco el texto original de la cita. Compleméntese, además, con la
experimentada reflexión de Javier PRADO GALÁN: “Notas para una gestión
universitaria con estilo ignaciano”, en Carta
de Ausjal 36 2012 3-6; y de Aurelio VILLA SÁNCHEZ: “El liderazgo y
competencias de los responsables directivos de las universidades jesuitas del
siglo XXI”, ibid., 7-18, en (consulta
31 octubre de 2013): http://www.ausjal.org/tl_files/ausjal/images/contenido/CARTA%20AUSJAL/Cartas%20AUSJAL%20PDF/Carta%20AUSJAL%2036%20%282%29.pdf
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