Las Universidades Católicas
Ensayo de Teología del Derecho canónico
Tercera edición corregida, actualizada y
completa (Bogotá 2017)
El anuncio, acogida, estudio y seguimiento de Jesucristo en el ámbito de una universidad católica
En el contexto del diálogo entre la fe y la ciencia, en el marco del diálogo entre la Iglesia y el mundo, en medio de la tensión existente entre libertad religiosa, ecumenismo y laicidad del estado, se ubican hoy las Universidades católicas para ayudar a encontrar respuestas no sólo sensatas sino vitales a los graves y urgentes problemas que individuos y colectividades experimentan.
Índice
Proemio
Prólogo
Prefacio
Introducción
Siglas y Fuentes más empleadas
Reconocimientos
Ilustraciones
Fonoteca
Primera parte
Aporte de un modelo hermenéutico a la teología del derecho canónico
Capítulo I
La cuestión de los presupuestos y de los marcos vitales y teóricos de esta investigación
Capítulo II
Un Modelo hermenéutico para la Teología del Derecho canónico
Capítulo III
Análisis de los cc. 748 § 1; 809; 811 § 2 y 820 del Libro III del CIC, a partir de los términos latinos en los que están redactados
Segunda parte
Aplicación del modelo hermenéutico de la teología del derecho canónico a los cánones selectos sobre las Universidades católicas
Capítulo IV
Jesucristo y su "lectura" de los signos del Reino, como praxis de investigación, conocimiento, adhesión y preservación de la verdad acerca de Dios, de la Iglesia y del hombre, y de las implicaciones de ésta sobre el obrar
Capítulo V
Ser humano: ser para la verdad
Capítulo VI
El discipulado cristiano de las Universidades católicas
Capítulo VII
Misión de las Universidades católicas en lo que se refiere especialmente a los cc. 748 § 1; 809; 811 § 2 y 820 del CIC
Conclusión general
Proemio
Audiencia del Santo Padre Francisco a los participantes en la Plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura, reunidos en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano, el 18 de noviembre de 2017
A las 11.10 de esta mañana, el Papa Francisco ha recibido en audiencia a los participantes en la asamblea plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura, dedicada al tema "El futuro de la humanidad: nuevos retos a la antropología" (Vaticano , 15 - 18 de noviembre de 2017).
Sigue el discurso que el Papa ha dirigido a los presentes en la audiencia:
Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas:
Os doy la bienvenida y agradezco al cardenal Gianfranco Ravasi su saludo y presentación.
Esta Asamblea Plenaria ha elegido como tema la cuestión antropológica proponiéndose entender las líneas futuras del desarrollo de la ciencia y la tecnología. Entre los muchos argumentos posibles de la discusión, vuestra atención se ha centrado en tres temas.
En primer lugar, la medicina y la genética que nos permiten observar la estructura íntima del ser humano e incluso intervenir para modificarla. Nos hacen capaces de erradicar enfermedades dadas por incurables hasta hace poco, pero también abren la posibilidad de determinar a los seres humanos "programando", por así decirlo, algunas cualidades.
En segundo lugar, la neurociencia ofrece cada vez más información sobre el funcionamiento del cerebro humano. A través de ella, las realidades fundamentales de la antropología cristiana, como el alma, la conciencia de sí mismo y la libertad, aparecen ahora bajo una luz inédita, e incluso pueden ser seriamente cuestionadas por algunos.
Finalmente, el increíble progreso de las máquinas autónomas y pensantes, que ya se han convertido en parte de nuestra vida cotidiana, nos lleva a reflexionar sobre lo que es específicamente humano y nos diferencia de las máquinas.
Todos estos avances científicos y técnicos han llevado a algunos a pensar que estamos en un momento único en la historia de la humanidad, casi al alba de una nueva era y el nacimiento de un nuevo ser humano, superior al que hemos conocido hasta ahora.
Efectivamente, las cuestiones y los interrogantes que enfrentamos son graves y serios. En parte han sido anticipados por la literatura y las películas de ciencia ficción, que se han hecho eco de los miedos y las expectativas de los hombres. Por esta razón, la Iglesia, que sigue de cerca las alegrías y las esperanzas, las angustias y los temores de los hombres de nuestro tiempo, quiere poner a la persona humana y los problemas que la conciernen en el centro de sus reflexiones.
La pregunta sobre el ser humano: "¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?" (Sal 8,5) resuena en la Biblia desde sus primeras páginas y ha acompañado todo el camino de Israel y de la Iglesia. A esta pregunta, la Biblia misma ha dado una respuesta antropológica que ya está delineada en el Génesis y recorre toda la Revelación, desarrollándose en torno a los elementos fundamentales de la relación y la libertad. La relación se ramifica en una triple dimensión: hacia la materia, la tierra y los animales; hacia la trascendencia divina; hacia otros seres humanos. La libertad se expresa en la autonomía -naturalmente relativa- y en opciones morales. Esta estructura fundamental ha gobernado durante siglos la idea de gran parte de la humanidad y en la actualidad todavía mantiene su vigencia. Pero, al mismo tiempo, hoy nos damos cuenta de que los grandes principios y los conceptos fundamentales de la antropología se ponen a menudo en tela de juicio, incluso sobre la base de una mayor conciencia de la complejidad de la condición humana y requieren una profundización adicional.
La antropología es el horizonte de la auto-comprensión en el que todos nos movemos y determina nuestra concepción del mundo y las decisiones existenciales y éticas. En nuestros días, se ha convertido, con frecuencia, en un horizonte cambiante y fluido en virtud de los cambios socio-económicos, de los movimientos de las poblaciones y de las relativas confrontaciones culturales, pero también de la difusión de una cultura mundial y, sobre todo, de los increíbles descubrimientos de la ciencia y de la técnica.
¿Cómo reaccionar ante estos desafíos? En primer lugar, debemos expresar nuestra gratitud a los hombres y mujeres de ciencia por sus esfuerzos y su compromiso en favor de la humanidad. Este aprecio por la ciencia, que no siempre hemos sabido manifestar, encuentra su fundamento último en el plan de Dios que "nos ha elegido antes de la creación del mundo [...] nos ha destinado a ser hijos suyos " (Ef 1,3-5) y que nos confió el cuidado de la creación: "cultivar y cuidar" la tierra (ver Gen 2.15). Precisamente porque el hombre es imagen y semejanza de un Dios que creó el mundo por amor, el cuidado de toda la creación debe seguir la lógica de la gratuidad y del amor, del servicio, y no la del dominio y la intimidación.
La ciencia y la tecnología nos han ayudado a profundizar los límites del conocimiento de la naturaleza y, en particular, del ser humano. Pero una y otra no bastan, por sí solas, para dar todas las respuestas. Hoy nos damos cuenta cada vez más de que es necesario recurrir a los tesoros de la sabiduría que se conservan en las tradiciones religiosas, en la sabiduría popular, en la literatura y las artes, que llegan profundamente al misterio de la existencia humana, sin olvidar, sino al contrario, redescubriendo, las contenidas en la filosofía y en la teología.
Como quise decir en la encíclica Laudato si’ ''se vuelve actual la necesidad imperiosa del humanismo, que de por sí convoca a los distintos saberes, [...] hacia una mirada más integral e integradora " (n. 141), a fin de superar la división trágica entre las "dos culturas", la humanista-literaria-teológica y la científica, que conduce al empobrecimiento mutuo, y de fomentar un mayor diálogo entre la Iglesia, la comunidad de creyentes y la comunidad científica.
La Iglesia, por su parte, ofrece algunos grandes principios para sostener este diálogo. El primero es la centralidad de la persona humana que hay que considerar como un fin y no como un medio. Debe estar en relación armoniosa con la creación y, por lo tanto, no debe comportarse como un déspota con la herencia de Dios, sino como un custodio amoroso de la obra del Creador.
El segundo principio a recordar es el del destino universal de los bienes, que también atañe al conocimiento y a la tecnología. El progreso científico y tecnológico sirve al bien de toda la humanidad, y de sus beneficios no pueden disfrutar solamente unos pocos. De esta forma, se evitará que el futuro agregue nuevas desigualdades basadas en el conocimiento y aumente la brecha entre ricos y pobres. Las grandes decisiones sobre la orientación de la investigación científica y la inversión en ella deben tomarse por toda la sociedad y no estar dictadas únicamente por las reglas del mercado o el interés de unos pocos.
Finalmente, sigue siendo válido el principio de que no todo lo que es técnicamente posible o factible es, por lo tanto, éticamente aceptable. La ciencia, como cualquier otra actividad humana, sabe que tiene límites que se deben observar por el bien de la humanidad misma, y requiere un sentido de responsabilidad ética. La verdadera medida del progreso, como recordaba el beato Pablo VI, es lo que está dirigido al bien de cada hombre y de todo el hombre.
Os doy las gracias a todos, miembros, consultores y colaboradores del Consejo Pontificio de la Cultura, porque lleváis a cabo un valioso servicio. Invoco sobre vosotros la abundancia de las bendiciones del Señor, y os pido, por favor, que recéis por mí. Gracias.
Prólogo
En mi
calidad de acompañante suyo a lo largo de este proceso, debo testimoniar ante
todo la dedicación y el esfuerzo notables que ha significado para Iván Federico
Mejía llevar a término un proyecto tan ambicioso.
Estoy
convencido de la importancia de sus resultados. En primer término, para
nuestras Facultades de Teología y de Derecho Canónico, tanto más en la
coyuntura actual de su convivencia estable en el campus de nuestra Universidad.
Porque
la investigación de Iván Federico Mejía responde al ideal de una articulación
mutua de las disciplinas que ellas trabajan, desde la bipolaridad constitutiva
de su tesis: de una parte, reivindicar
la validez de un Modelo
hermenéutico interdisciplinario que explicite y profundice los fundamentos
teológicos del Derecho Canónico; y de otra, intentándolo en los cánones
pertinentes al ámbito del saber en las instituciones académicas eclesiales;
fundamentar el anuncio y seguimiento de Jesucristo, Maestro y Verdad, como
dimensión integrante de la identidad académica y de la misión eclesial de
nuestras Universidades católicas. Considero decisiva, para la comprensión y
valoración doctoral de Iván Federico, esta bipolaridad de su objetivo general.
En
perspectiva teológica, justifico esa bipolaridad, desde una comprensión de la teología misma como mediación entre el significado y valor de la fe cristiana – de una
parte, y de otra – la matriz de sentidos
y valores de nuestra cultura. De ser así, compete a la teología penetrar a
fondo en los cauces ordinarios, incluso institucionales, de nuestra vida
cultural y social. Pero a su vez, pienso que corresponde también al derecho eclesial ejercer una mediación
semejante en el campo de las relaciones sociales y jurídicas, tanto internas
como externas a la comunidad eclesial; por cuanto sus sentidos y valores
raizales de orden jurídico tienen que integrar los sentidos y valores
teologales, que identifican nuestra eclesialidad, si ese derecho aspira a
regular el comportamiento en una comunidad cuyo constitutivo específico es el
compartir una misma experiencia religiosa y una misma tradición de fe. En este
contexto me permito hacer algunas reflexiones de índole metódica sobre el
trabajo de Iván Federico Mejía.
Frente
a la problemática arriba descrita, se abrían al autor dos posibles campos de
investigación:
Por una
parte, vindicar la validez, pertinencia y fecundidad de un Modelo hermenéutico interdisciplinario, de alcances teológicos,
para la elaboración e interpretación del Derecho Canónico; mediante su
verificación en el caso concreto de las prescripciones canónicas sobre la
búsqueda de la verdad en relación con
Dios y con la Iglesia. Con lo cual, en reciprocidad, se reivindica la significación teológica como
constitutiva de la identidad específica de un derecho eclesial.
Desde
el punto de vista teológico, el proyecto se situaba así, a mi entender, en el
momento metódico de las Sistemáticas
teológicas. En este caso, una sistemática integradora de tres esferas
sustantivas de nuestra vida eclesial: la cristología, desde sus raíces
bíblicas; la moral cristiana, en integración con sus correlatos antropológicos,
y la juridicidad eclesial como estructura social de una comunidad que
testimonia y vive su fe, dentro de los parámetros jurídicos de la convivencia
humana. En mi opinión, esta alternativa garantizaba, de por sí, un avance
importante en la integración de teología y derecho canónico. Para la teología,
en particular, significaba una reivindicación de la pertinencia de los sentidos
y valores teologales, que ella misma propugna, a la normatividad canónica en el
organismo vivo de nuestra vida eclesial y ciudadana.
Cabía,
con todo, otra posibilidad, que a la postre fue asumida por el autor. Logrado
el paso anterior, en forma suficiente, se podía confrontar desde allí la
realidad factual, y la comprensión eclesial, de la identidad y misión de la Universidad Católica con respecto a esa
misma verdad, en el concierto de las
instituciones académicas de nuestro país; y en el contexto del derecho
ciudadano que regula nuestra convivencia.
Desde
el punto de vista metódico pienso que, al hacerlo, entraba además en una tarea
teológica ulterior a la de las Sistemáticas: quiero decir, en la de las Comunicaciones. Entiendo por tal ese
momento, decisivo en la elaboración teológica total, cuando todo el esfuerzo
teológico confluye hacia su objetivo terminal de contribuir al proceso
recurrente de la auto-construcción refleja de la Iglesia, como cuerpo social y
testimonial de la fe cristiana en palabras y en obras; y a su participación
activa en la construcción de una convivencia ciudadana; siempre como presencia
actuante del Reino en esa convivencia, y como corresponsable con todos en el
proceso humanizador de nuestra cultura y de nuestra vida social.
Por lo
que respecta al Derecho Canónico, y desde su específica perspectiva jurídica,
también este se encuentra confrontado allí con el carácter concreto de las
instituciones, de las tareas y los oficios, de las personas y sus relaciones
interpersonales; que constituyen la carne y sangre de los derechos y deberes
eclesiales.
De lo
dicho se sigue para mí otra característica del trabajo doctoral de Iván
Federico Mejía: exige, como condición de posibilidad, una suficiente
competencia del investigador mismo en tres instancias del saber, que aquí
resultan convergentes: de una parte en teología y en derecho canónico, pero no
menos, de otra, en la experiencia académica de una Universidad colombiana, y en
la reflexión universitaria correspondiente. De hecho, el trabajo doctoral de
Iván Federico evidencia su madurez lograda en esos tres espacios. De allí
fluye, en mi opinión, el significado de este trabajo para nuestra Universidad
Católica, para las Facultades específicamente Eclesiásticas, y en particular
para nuestras Facultades de Teología y de Derecho Canónico.
Mejía
ha logrado entretejer una red temática compleja, que, de una parte, fundamenta
la dimensión teologal del derecho eclesial; y de otra, evidencia la relevancia
social, la responsabilidad eclesial, y la complejidad funcional de la tarea
propuesta por ese mismo derecho a las instituciones académicas de cuño
eclesial. Las numerosas páginas de texto, y las abundantes notas explicativas y
bibliográficas; los apéndices sobre asuntos universitarios concretos, que
añaden todavía otras notas más a las del cuerpo del trabajo; en fin, las
copiosas páginas de referencias bibliográficas, ofrecidas como respaldo a la
totalidad del texto, capítulo por capítulo; constituyen de por sí una evidencia
del largo camino académico y de experiencia de vida, que lleva tras de sí este
trabajo doctoral de Iván Federico Mejía.
Constituyó
también un reto grande a su capacidad de selección temática, de estructuración
orgánica, y de vigor argumentativo. Comprometió sus habilidades hermenéuticas
en campos y saberes plurales. Iván Federico ha hecho un esfuerzo notable al
respecto. Quizás esa misma complejidad y extensión pueden dificultar la
difusión deseable de un trabajo tan empeñativo, sobre un tema vital para
nosotros. Pero las exigencias de la vida, y dentro de estas, la disponibilidad
de tiempo creativo trabajó en su contra.
Toda
investigación lograda, una vez cubierto su objetivo, se propone a la discusión
de la comunidad académica teológica, no
sólo como su instancia crítica connatural, sino también y sobre todo, como
camino hacia el consenso que puede validarla, y al enriquecimiento que resta
por emprender todavía.
Rodolfo
Eduardo de Roux Guerrero, S. J.
Prefacio
Tengo
el gusto de presentar la obra Las Universidades católicas que, en su propósito inicial, tenía
el título “Jesucristo, maestro y verdad: su anuncio, acogida, estudio y
seguimiento en el ámbito de la Universidad católica. Investigación de los cánones
748 § 1; 809; 811 § 2 y 820 del CIC conforme a un Modelo hermenéutico de
Teología del Derecho canónico”.
La
investigación es sin duda interesante, con múltiples implicaciones pertinentes
al diálogo presente entre la Teología y el Derecho canónico. El interés del
tema adquiere un particular valor, cuando el autor asume las directrices del Concilio
Vaticano II de mostrar en los estudios teológicos la vocación y respuesta de
los fieles en Cristo para la caridad en la vida del mundo (OT 16),
inspirándose en una elaboración científica que se nutra más de la Sagrada
Escritura. Estas orientaciones en las que Jesucristo aparece como fuente y
norma suponen la tarea de confrontar la historia salvífica y del misterio
cristiano con las preguntas y respuestas concretas de la existencia humana. El
problema es ¿cómo establecer esta relación?
Para
lograrla, el Doctor Mejía desarrolla un Modelo hermenéutico interdisciplinar
que integra la cristología narrativa y la cristología sistemática en una
cristología integral, extendiendo al hombre lo que la cristología nos enseña
sobre Cristo a través de una antropología teológica, ampliando este horizonte a
los cánones estudiados y examinados.
Establece
así un puente adecuado entre Cristología y Derecho canónico, haciendo evidentes
las raíces sapienciales teológicas de las normas canónicas como paradigma
actual del seguimiento de Cristo en el proceso de la búsqueda académica entre
las ciencias y la fe.
A la
luz de dicho modelo interpreta los cánones citados que regulan y abren
horizontes a la evangelización de la ciencia en el contexto universitario.
La
metodología desarrolla muy bien la estructura heurística del Modelo
hermenéutico que elabora la transición procesual y razonable, controlada y
coherente, mediante un transcurso no sólo deductivo sino también inductivo, que
se sucede desde un artículo de la fe católica, la confesión de Jesucristo,
verdadero Dios y verdadero Hombre, hasta el establecimiento de una norma moral
y de una ley eclesiástica.
Un
proyecto educativo universitario ha de comprender al hombre que queremos formar
y para qué tipo de sociedad. La Universidad no es neutral, sino que tiene una
visión de hombre para un cierto tipo de sociedad. Ello debe tenerse en cuenta
cuando la Universidad es cristiana y católica. Manteniendo la autonomía de cada
Facultad, se debe entonces expresar la coherencia existente entre los
currículos que desarrollan dicho proyecto y el tipo de profesional que desean
contribuir a formar. La enseñanza de la teología en las facultades debe saber
dar razón de qué papel juega ella en el currículo y en las asignaturas
diseñadas para cumplir esa finalidad. Esto formula y a ello contribuye,
ciertamente, el Derecho canónico con sus normas sobre la Universidad católica,
en las que se destaca la importancia de la interrelación entre las ciencias y
la teología.
Esta perspectiva
se encuentra en la obra del Doctor Mejía, y deja expuesta la imposibilidad de
leer este trabajo sin una visión interdisciplinar.
Rafael
Gutiérrez Cuervo, S. J.
Introducción
I
“La
sociedad tiene problemas, las Universidades, saberes”, afirmaba el gran
educador y sacerdote que fuera el Padre Alfonso Borrero Carvajal, S. J. Y, sin
quitar importancia, en lo más mínimo, a los éxitos alcanzados en múltiples
escenarios de la cultura, en realidad, nuestra sociedad actual sí que tiene
problemas, graves, complejos y urgentes. Más aún, con alguna frecuencia la
calidad de las respuestas académicas a los mismos ha resultado tan inadecuada
o, al menos, tan insuficiente, que ha terminado siendo, como afirma el dicho
castellano, “peor el remedio que la enfermedad”. En numerosas ocasiones, en
efecto, sus propuestas y sus realizaciones han derivado de saberes que se han
originado en actividad tan febril que muy poco, o con muy poca profundidad, han
advertido e implementado los componentes éticos de las mismas, de tal
manera que los propios investigadores-docentes y los profesionales que allá se
han formado, terminan actuando con ignorancia o inmoralidad “ilustradas”. Así,
las Universidades pueden llegar a dar la imagen de ser no tanto poderosos
agentes para un cambio social que expresa y busca cada vez alturas más humanas,
cuanto, sobre todo, de ser mecanismos de perpetuación o de incremento de los
males sociales. En ocasiones, lamentablemente, pudiera estar aconteciendo esto
mismo a algunas Universidades católicas, lo cual compromete, además, la
credibilidad de su misión de anunciar a quien es su Maestro, Testigo y Precursor
de la fe.
De las Universidades
católicas – y de aquellas que, sin ser confesionales, se inspiran en la fe
católica –, en efecto, se exige aún más, si se quiere. Y sobran argumentos para
ello. Muchas personas que frecuentan una Universidad que se denomina “católica”
no lo hacen por una razón o por una motivación estricta o vagamente religiosa,
sino porque en ellas encuentran, o desean encontrar, entre otros factores, calidad
académica – ¿por qué habría de escoger yo a una de estas
Universidades con preferencia a otra?; ¿qué tienen, ofrecen y cumplen, las
católicas de particular? –. Es un hecho. Y esto se refleja en que cada
disciplina, teórica o práctica, se estudia y se enseña allí rigurosamente
conforme a sus fundamentos y métodos propios, de acuerdo con el desarrollo que la
disciplina ha ido obteniendo con el trascurso del tiempo. El resultado que se
espera es conseguir que sus profesionales actúen luego con todas las
competencias y capacidades desplegadas, realmente expertos en el terreno
específico de su conocimiento. Exigirnos mutuamente, pues, docentes y
estudiantes, en este aspecto, es ya una responsabilidad que reconoce y agradece
altamente la sociedad.
Pero la
exigencia es todavía mayor. Los saberes científicos, técnicos y artísticos que
en ellas se cultivan mediante la investigación, la docencia y el servicio
(saberes-por), al ser promocionados por una Universidad católica, se anhela,
por eso mismo, no sólo que sirvan para encontrar un modo suficiente y digno de subsistencia
a cada miembro actual o egresado de ellas, sino que cumplan un destino social
y cultural más integral y universal (saberes-para). El lema de la FIUC
(Federación Internacional de Universidades católicas) así lo asume: “Sciat ut serviat” (“Que sepa para que – y ¡con
tal que! – sirva”). Por eso, consciente, expresa y gozosamente, muchos buscan
en las Universidades católicas, y desean encontrar en ellas, una calidad
humana y cristiana exquisita, un comportamiento moral coherente, una y otro
puestos a prueba. Exigencia que proviene, ante todo, de su decisión,
irrevocable, de querer ser maestras-testigos al estilo de Jesucristo, de
modo que inviertan en ello todos los medios – incluso técnicos – a su alcance y
lo verifiquen de una manera eficiente. Y no sólo un día, ni una semana, ni un
año… Ese es – o, al menos, debería ser manifiesta, nítidamente – su plus.
A las Universidades
católicas, como órganos vivos de la Iglesia que son y partícipes de su misión
de anunciar el Evangelio a todas las personas, como comunidades formadas por
miembros clérigos, religiosos y laicos – numerosas laicas y laicos –, se les reclama
que sean maestras-testigos creíbles y eficaces en medio de su País y del
orbe. Conscientes de estar como arrojadas a un mundo que no siempre es
sensible, ni acogedor, ni, tantas veces, respetuoso de la identidad y de los
valores que ellas propugnan, las Universidades católicas – sus directivos,
administrativos, docentes, estudiantes, egresados – se exhiben como portadoras
de una sabiduría cristiana, del sentido trascendente de la existencia. En
últimas, esa vinculación intrínseca y expresa a Jesucristo es la razón máxima que
las urge a que, así como diseñan, emprenden e institucionalizan muy válidas y necesarias
“planeaciones estratégicas” técnicas, destinadas a fortalecer y a desarrollar
sus calidades académicas y de bienestar, y a consolidar y a acrecentar los
recursos financieros necesarios para la obtención de sus finalidades, constituyan,
así mismo, unas más necesarias “planeaciones estratégicas”, “lo que sienten en
el Señor sobre el tema”, orientadas a la conversión permanente y creciente de
sus comunidades al Evangelio de modo tal que se vayan transformando en
auténticos “laboratorios de santos”. Se trata de una exigencia originada,
también, de la coherencia con los sacramentos de iniciación cristiana que resumen
su “confesión de fe” y que han recibido la gran mayoría de sus integrantes.
II
La
Teología del Derecho canónico es una disciplina reciente dentro del ámbito de
la canonística, y su definición conceptual y metodológica se encuentra apenas
en ciernes. Con todo, el hecho mismo de la existencia tanto de la Teología como
del Derecho canónico, así como de su mutua e intrínseca interdependencia,
pasando por toda la historia de una y otro, hunde sus raíces en los Concilios
de los primeros siglos cristianos y en los Padres de la Iglesia, llega hasta
los tiempos apostólicos y, de esta forma, hasta Cristo, el Maestro.
La
Teología del Derecho canónico, como área peculiar tanto de la Teología como del
Derecho canónico, que se nutre de una y otro y tiende a mediar entre ellos, ha
comenzado apenas su itinerario. El Papa Pablo VI ha sido considerado, con justa
razón, entre otros títulos, como el “teólogo del Derecho canónico”, gracias a
su papel de generador de cuestiones, preguntas y debates, en torno a las graves
y complejas situaciones eclesiológicas que durante el Concilio Vaticano II y en
el inmediato post-concilio se presentaron, y, en su calidad de Pontífice Romano,
como orientador legítimo de los procesos de reforma durante el largo proceso de
consultas y decisiones que condujeron a la promulgación del Código de Derecho
canónico. Pero si bien es cierto que dicho título cabe con toda propiedad a ese
Pontífice, no menos apropiado sería asignarlo a su sucesor, el Beato Juan Pablo
II, a quien cupo dicha promulgación, pero, en su caso, sobre todo, a partir de
su notable preocupación cristológico-antropológica.
La
presente investigación quiere ofrecer diversos elementos para (re-) plantear el
estatuto canónico, planeamiento y currículos de las instituciones de educación
superior a partir de
una nueva consideración de
sus orígenes en el anuncio, acogida, estudio y seguimiento de Jesucristo,
maestro y verdad. Tiene por objeto general contribuir a hacer explícitas, y de
qué manera ellas están lógicamente interconectadas, las raíces teológicas – y
más precisamente cristológicas, antropológico-teológicas y teológico morales –
del Derecho canónico. Prosiguiendo el camino comenzado en mi anterior
comunicación doctoral en Derecho canónico, profundizando en problemas,
examinando objeciones y ángulos de visión nuevos, quiere ella tener presente un
objetivo específico: el estudio de algunos cánones relativos a las Universidades
católicas, a su vigencia y a su desarrollo, a su organización y desempeño en
los actuales momentos de la historia nacional y mundial.
En
efecto, las Universidades católicas existen en el ordenamiento canónico. Sin
embargo, para que se comprenda, compruebe y valore que no se trata meramente de
unas entidades cuya institución y acción se identifica sin más con la de
cualquier otra obra “humana”, sea ella de particulares o estatal – extraña o
epidérmica, por tanto, a una Iglesia considerada como pura y escueta sociedad
religiosa, ámbito exclusivo de la conciencia –, es necesario seguirle el rastro
a su conformación de modo que se alcance a observar de qué manera también a
ellas les corresponde hacer evidente hoy su dimensión “divina” – si bien a su
manera y dentro del ámbito de su peculiar ministerio –, sobre todo, expresando
lógica, coherentemente, que ellas también son en la Iglesia testigos de la
verdad del Evangelio, portadoras de la misión de Jesús, y poseedoras del
carisma de la enseñanza, insertas en el amplísimo campo de la cultura y de las
culturas: ¿Es ello posible?
De ser
así, a las Universidades católicas les correspondería una tarea específica,
para la cual otras personas e instituciones no están suficiente o adecuadamente
provistas. A ellas les pertenecería, en efecto, como ocupación propia y
conforme a su manera característica, aunque conjunta y articuladamente con
otras instituciones, responder con suficiencia y calidad a los graves problemas
y retos del momento que se plantean en el ámbito académico y, particularmente,
en el espacio científico de la cultura humana, de modo que los profesores,
junto con sus estudiantes, lleguen a alcanzar una visión adecuada de las
“cuestiones teológicas conexas” con dichos problemas y con esos retos – su
sentido último –.
Nuestro
propósito poseerá, pues, un componente teórico y doctrinal muy significativo.
Pero, al mismo tiempo, sumamente práctico. Tal es la característica propia del
Derecho canónico. Por eso, al mismo tiempo que habremos de tener en cuenta la
reflexión que se pueda hacer a partir de los principios neotestamentarios y
doctrinales así como de la tradición que se ha ido elaborando a partir de los
mismos en modo tal que no se deje de observar su íntima conexión, de igual
manera habrá que considerar de qué manera dicho razonamiento puede ser
relevante para el momento actual en orden a exigir la creación o la renovación
de unas instituciones canónicas que sirvan
aún mejor para impulsar y orientar provechosamente a las comunidades
eclesiales. Y, para el caso que nos ocupa, para el ministerio docente de la
Iglesia a través de sus instituciones educativas, particularmente de sus
Universidades. Éstas, vienen a ser, pues, el “banco de prueba” – sobre todo
nuestra Pontificia Universidad Javeriana: no menos de 30 documentos consultados
– de todo el trabajo teórico, y la motivación especial del mismo, para
confrontarlo, para exigirlo aún más, para refinarlo.
La
investigación posee, así, dos grandes partes: en la primera, denominada “Aporte
de un Modelo hermenéutico para la Teología del Derecho canónico”, delimito en tres
capítulos nuestro campo de búsqueda; reviso la literatura previa sobre el
problema, nuestras circunstancias y nuestras motivaciones; propongo los
antecedentes, términos y posibilidades del debate y las características del
Modelo hermenéutico (capítulos primero y segundo); y selecciono y exploro de
manera previa y desde sus antecedentes, sobre todo conciliares, algunos cánones
del Código de Derecho canónico sobre
el que dicho modelo se pueda aplicar, cánones sobre las Universidades católicas
– cc. 748 § 1; 809; 811 § 2 (de las Universidades católicas y centros equivalentes)
y 820 (de las Universidades y Facultades eclesiásticas), todos del Libro III
del CIC – (capítulo tercero). Este tercer capítulo, que durante el proceso se
elaboró cronológicamente después de los dos anteriores y según el criterio
selectivo indicado, ahora podría ser leído provechosamente como parte
integrante del séptimo, con el que forma una unidad ideológica.
La
segunda parte consiste propiamente en la “Aplicación del Modelo hermenéutico de
la Teología del Derecho canónico a algunos cánones sobre las Universidades
católicas”. En tal virtud, en los cuatro capítulos que comprende pretendemos desplegar
los pasos del mencionado Modelo hermenéutico:
El capítulo
cuarto, cristológico, nos permitirá destacar la figura exclusiva lucana del Epista,tej (“Maestro”), de quien enfatizaremos
su amplia, diferenciada, analítica y metódica concomitancia con las diversas
realidades de su tiempo y el discernimiento que en medio de ellas Él hacía del
querer de Dios, como ejercicio de búsqueda de la verdad – tan típico de las
Universidades – y, al mismo tiempo, como revelación y realización de la Verdad
de Dios. Al considerar las dimensiones constitutivas humanas y gloriosas de
Jesús que pueden ser descubiertas, observamos que ellas no sólo nos refieren al
facsímile de persona humana asumida
por Jesucristo que, por ese mismo hecho, nos comunica su condición de Hijo del
Padre (encarnación-kénosis), sino que él mismo se ha convertido en el prototipo
realizado y llevado a plenitud de aquéllas, presentes por Él mismo en todos los
seres humanos (resurrección-anakefalaíosis): el que era el “anti-tipo” (αντι-τύπος)
se ha convertido en el “tipo” (Τύπος) genuino a partir del cual todos los seres
humanos hemos sido convocados a nuestra plena realización humano divina, ya que
Él es la verdadera “imagen visible de Dios invisible” “en quien fueron creadas”
y – gracias a su kénosis y a su resurrección, más aún – “por quien fueron
re-creadas todas las cosas”. De esta manera, quedan expuestas las razones
fundamentales que permiten concluir o extender a todo ser humano – sin límites
de espacio y tiempo – los propios de
Jesucristo, y cada uno de nosotros ha de ser considerado como interlocutor inédito
– proyecto específico – en la perspectiva del querer de Dios. En lo que se
refiere al ámbito científico del proceder teológico, nuestro proceso nos
conduce a detectar un criterio que es, en realidad, la causa de ser misma de
nuestra manera de proceder, cuando identificamos que la “interpretación” (hermenéutica
y exégesis) desde la interacción fe-razón – y la ejemplaridad de la ejecución
de la misma por parte de Jesús, Lucas, Juan y Pablo (sus primeros elaboradores,
entre otros) – es uno de los rasgos más característicos y esenciales de “la”
manera no sólo humana de hacer progresar el conocimiento sino específicamente católica
de avanzar en la comprensión del misterio cristiano.
El capítulo
quinto, de correlatos antropológico-teológicos, nos permitirá traer dichas
líneas fundamentales del proyecto humano-divino al presente, para referirlas,
precisamente, a algunos de los principales aportes que nos brindan hoy no sólo
las ciencias sociales y humanas, sino también las demás, la filosofía, las
artes, la pedagogía y, asimismo, a una necesaria sincera introspección y
re-flexión sobre nosotros mismos – ¿cuáles son nuestros orígenes?, ¿cómo se han
realizado estos procesos?, ¿por qué y para qué sucede lo que sucede? –. Así, es
posible llegar a advertir aquellas áreas o dimensiones de los seres humanos
que, a la manera de vocaciones, es urgente realizar con vistas a la puesta en
acto de nuestra filiación divina adoptiva, de nuestra condición de hombres y
mujeres nuevos, y de la realización del Reino de Dios y su justicia, conforme
al modelo del Verbo encarnado. En lo que se refiere al ámbito científico, se
trata, a nuestro juicio, de un momento fundamental de nuestro proceder
teológico, por cuanto debemos implementar y llevar hasta sus últimas
consecuencias especialmente aquel criterio que vamos descubriendo como típico
humano, su capacidad hermenéutica-exegética,
que caracteriza precisamente el proceder cristiano en la fe, es decir, esa
capacidad que le permite sacar consecuencias de la comprensión del misterio
cristiano en sus implicaciones “antropológicas” y “correlacionarlas” con los
conocimientos científicos y demás acercamientos culturales y vivenciales
realizados por el propio ser humano en su búsqueda de sí mismo.
El capítulo
sexto se dedica a plantear horizontes y normas de acción por parte de la
teología moral, a partir de los mencionados correlatos. Ello nos consiente
concretar una aplicación razonable y una propuesta explícita a las conciencias
– y a las instituciones educativas universitarias –, de conductas y
comportamientos, individuales, comunitarios y socio-culturales (institucionales
eclesiales, etc.) propios de los hijos de Dios, y que son expresión de las
líneas primordiales de la espiritualidad y de la ascesis del seguimiento vivo
de Jesús hoy. Se delinea un proyecto de acción educativa cuyos dos ejes
principales son la verdad y el amor, considerados como característicos de la
sabiduría-vida cristiana – sobre todo cuando se trata de su vivencia por parte
de las comunidades universitarias, tanto católicas como eclesiásticas, si bien
no son exclusivas de ellas –, y sigue siendo válido y apremiante a través del
tiempo dentro de condiciones reales y posibles. Para la elaboración de este capítulo,
y del siguiente, se hizo necesario hacer el seguimiento de elementos
descriptivos – no ausentes en los capítulos anteriores, sin embargo – de una
realidad actual tan diversa como compleja y en la que tanto se propende, por
parte de algunos, por soluciones punitivas y engañosamente eficaces ante
problemas sociales, políticos, económicos: contenido y extensión de los
derechos humanos, tecnologías biomédicas, manipulación genética, violencias de
diverso tipo y origen, etc. Los contrastes que se advierten – e inclusive el
dolor y la denuncia que se originan de ello – entre esa realidad y el
mencionado proyecto se pueden evidenciar al observar el Apéndice que sirve de
apoyo documental, referencial y estadístico a la investigación.
El capítulo
séptimo, finalmente, toma como punto de partida aquella serie de componentes
resultantes dignos de ser considerados como valores morales y núcleos éticos en
perspectiva de fe y razón cristiana, susceptibles de convertirse en reglas de
la comunidad eclesial, que abran y orienten nuevos caminos de desarrollo y de
perfeccionamiento personal e institucional a las Universidades católicas. Así,
se hace el rastreo a los momentos y factores del proceso de juridificación
axiológica que los convirtieron en las reglas o cánones del CIC vigente, en formas de conducta y
signos válidos y obligatorios de la expresión actual del culto auténtico y
espiritual-razonable que debe rendir la Iglesia a Dios cuando va de camino
hacia la anhelada total unión con Él. En orden a la construcción de la
comunidad eclesial, así mismo, quedan abiertos, de esa manera, permanentes e
insospechados nuevos caminos gracias a la ejecución, aplicación, interpretación
y desarrollo que las Universidades católicas hagan hoy de dichos cánones – y,
eventualmente, de algunos nuevos – cooperando a la acción del Espíritu de amor,
de verdad y de vida.
Al
término de este trabajo investigativo pienso que queda sustentada y demostrada
– pero siempre expuesta – la propuesta inicial relativa al Modelo hermenéutico
que hace posible evidenciar lógicamente el
tránsito que va desde una verdad de fe hasta la formulación de un canon del
Derecho de la Iglesia, para exponer que, efectivamente, las reglas de la
comunidad de fe no pueden tener hoy otro sustento y otra fundamentación
distinta a Jesucristo, Dios y hombre verdadero, modelo auténtico y perfecto de
ser humano, en quien confluyen la Iglesia, todas las generaciones y la creación
entera. Este es mi aporte.
Sea
este el momento para agradecer el acompañamiento crítico, el apoyo permanente y
la orientación perspicaz y sistemática de mi Director de investigación, R. P.
Rodolfo Eduardo De Roux Guerrero, S. J., quien, a pesar de sus múltiples y
delicadas tareas, lleno de un discernimiento sin crepúsculo y de una energía
esforzada, quiso también hacerse interlocutor de su coterráneo y novato
discípulo durante estos años. De igual modo, los aportes que ha hecho como
segundo lector de la obra el R. P. Rafael Gutiérrez Cuervo, S. J. Uno y otro
han accedido a hacer sendos preludios a este escrito. A ellos mi gratitud por
sus amables voces de estímulo, que me animan a llevar a cabo la publicación
paulatina de la obra.
Quiero
manifestar expresamente mi reconocimiento a la Pontificia Universidad
Javeriana, a sus Directivos generales y a los particulares de la Facultad de
Teología, a mis colegas, estudiantes y funcionarios, especialmente a quienes me
“acompañaron” a lo largo del período que abarcó esta investigación. Este
trabajo es, por múltiples razones, “experiencia reflexionada”, una “práctica
docente en discernimiento”, y no pura elucubración, de una Universidad que aspira
a cumplir el magis ignaciano. Con todo – y sobraría decirlo –, la
responsabilidad de todo lo afirmado aquí es mía, y a la PUJ no se le puede
imputar lo que es el fruto de la libre expresión de la opinión manifestada por
mí.
Deseo a
cuantos pudieran llegar a tener este texto entre sus manos – ¡o en una
pantalla! –, un incremento cierto de su fe en Jesucristo y de su amor a la
Iglesia, nuestra madre, como hemos aprendido desde la infancia, a los pies de
aquella que es llamada con confianza Trono de la divina Sabiduría.
Primera edición. Bogotá,
8 de diciembre de 2011, en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de Nuestra
Señora.
Iván
Federico Mejía Álvarez
Siglas
y Fuentes más empleadas
Advertencia
editorial:
Con el
fin de que el texto pueda leerse de manera continua, he trasladado aquellas
citas que considero particularmente extensas para el final, bajo el epígrafe
“notas finales” (p. 1187ss).
Como se
ha anotado, la obra originalmente iba a ser publicada gradualmente; en esta tercera
edición se publica en forma completa y considerando las actualizaciones
realizadas en el cuerpo del texto y en las notas desde las edicion anteriores.
Nota
bene:
Las abreviaturas
y modos de citar los Libros de la Sagrada Escritura, los Documentos de los
Romanos Pontífices, el Concilio Vaticano II y la Summa Theologiae (ST) son los usuales según la praxis de la
literatura teológica y canonística (Biblia
de Jerusalén, Acta Apostolicae Sedis, Biblioteca de Autores Cristianos –
BAC –). Un buen número de citas de fuentes provienen del acceso mediante el internet,
sobre todo a través de www.vatican.va. Se ha de recordar que, para simplificar
la citación, se emplean generalmente las dos o tres primeras palabras del texto
oficial latino, y/o sus siglas en acrónimo, e. d., la primera letra de dichas
palabras. He aquí algunos de los documentos citados más frecuentemente:
Del Concilio
Vaticano II:
Constituciones:
DV Dogmática Dei
verbum
LG Dogmática Lumen
gentium
SC Sacrosanctum
Concilium
GS Pastoral Gaudium
et spes
Decretos:
CD Christus Dominus
PO Presbyterorum
ordinis
OT Optatam totius
PC Perfectae
caritatis
AA Apostolicam
actuositatem
OE Orientalium
Ecclesiarum
AG Ad gentes
UR Unitatis
redintegratio
IM Inter mirifica
Declaraciones:
DH Dignitatis
humanae
GE Gravissimum
educationis
NÆ Nostra ætate
Algunos
documentos pontificios:
Constituciones
Apostólicas:
ECE Ex corde Ecclesiae
PB Pastor bonus
SC Sacri canones
SCh Sapientia christiana
SDL Sacrae disciplinae
leges
Encíclicas
CA Centesimus annus
CIV Caritas in veritate
FER Fides et ratio
LF Lumen fidei
VS Veritatis splendor
Exhortaciones
Apostólicas:
CT Catechesi
tradendae
ChL Christifideles laici
EIA Ecclesia in America
EG Evangelii gaudium
EN Evangelii
nuntiandi
Colecciones,
revistas y otras fuentes más utilizadas
AAS Acta
Apostolicae Sedis
ADiReCom Annuario
di Diritto canonico e Diritto comparato delle Religioni
Ana Analecta
Gregoriana
Ang Angelicum
Ant Antonianum
Apo Apollinaris
Bur Burgense
CAIC Catecismo
de la Iglesia Católica
Cmm Communio. Revista Católica Internacional
Com Communicationes
Con Concilium
DELE Diccionario etimológico latino-español
DRALE Diccionario de la
Lengua Española – Vigésima segunda edición
DS Denzinger-Schönmetzer
ECA Estudios
Centroamericanos
Ecc Ecclesia
EEc Estudios
Eclesiásticos
EV Enchiridion
Vaticanum
FC Forum
Canonicum
G Gregorianum
ICan Ius
Canonicum
IVALCIC Index verborum ac locutionum Codicis Iuris Canonici
Jur The
Jurist
JyP Justicia
y Paz
LAC L'Année
Canonique
Lat Lateranum
LDC La
Documentation Catholique
LOR(E) L'Osservatore
Romano (Español)
MiC Miscelánea
Comillas
Mor Moralia
Not Notitiae
Nun Nuntia
P Periódica
PG Patrologia
Griega
PL Patrología
Latina
RasT Rassegna
di Teología
RBR Revista
del Banco de la República
RDDC Revue de
Droit Canonique
REDC Revista
Española de Derecho Canónico
RFS Revista
de Fomento Social
RJ Revista
Javeriana
RTL Revista
Teológica Limense
RTM Rivista
di Teología Morale
RyF Razón y
Fe
Sal Salesianum
SaT Sal
Terrae
ScC La
Scuola Cattolica
Sem Seminarium
SeT Selecciones
de Teología
Sin Sinite
Slm Salmanticensis
StC Studia
Canonica
StM Studia
Moralia
ThX Theologica
Xaveriana
UC Universitas
Canonica
Otras
abreviaturas comunes utilizadas son:
(c.) a. Año (alrededor
del)
art. Artículo
cap. Capítulo
cf. Véase
comp. Compilador
Conc.
(Ecum.) Vat. II Concilio
(Ecuménico) Vaticano II
Const.
Ap. Constitución
apostólica
Decr. Decreto
dir. Director
ed. Editor
enc. Encíclica
exh. ap. Exhortación
apostólica
Ib. e ibíd.. Ibídem, allí mismo
Id. Ídem,
el mismo
l. c. Locum citatum, lugar citado
lib. Libro
m. p. Motu
proprio
n. nn. Número,
números.
n. de
un c. seguido de § Indica su
parágrafo o párrafo
nt. Nota
o.
c. Opus citatum, obra citada
p. pp. Página,
páginas
PUJ Pontificia
Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia
q. Quaestio
s ss Siguiente,
siguientes
Reconocimientos
Hubiera
sido muy valioso contar con el aporte de más dibujantes y fotógrafos, y de
otros profesionales de las artes gráficas, así como de técnicos en sonido, con
el fin de ilustrar y enriquecer las diferentes secciones y temas de la obra. ¡El costo, pero, de igual modo, el
“peso” que electrónicamente habrían de soportar nuestros ordenadores o
computadoras se volvería enorme!
Debo
agradecer especialmente a cuantos han concedido o concederán autorización para
la publicación de sus trabajos, en especial el material gráfico y sonoro que se
ha incluido para referencia de los lectores. Las ilustraciones escaneadas de
publicaciones especializadas son propiedad de tales publicaciones y de sus
autores concretos. En todas las que aparece esa información en la página web
se da debida y expresa fe de su autor.
En
muchos casos he empleado con facilidad el texto hebreo y griego de la Sagrada
Escritura publicado por http://studylight.org/ Copyright © 2001-2009, y reconozco ampliamente
este servicio.
Además
de las otras debidas autorizaciones y de los respectivos créditos, se tendrán
en cuenta las sugerencias recibidas en orden a una siguiente edición.
En
relación con lo mencionado en los párrafos anteriores he recibido la siguiente apreciación:
“Después de revisar el texto de la tesis y las imágenes que hacen parte de la
misma, considero que el uso que se le está dando a estas obras dentro de la
tesis se enmarca dentro de las Excepciones y Limitaciones señaladas por el
Derecho de Autor, por cuanto se utiliza el Derecho de Cita conforme a lo
señalado en la Ley 23 de 1982 y Decisión 351 de 1993. Sandra J. MUÑOZ, Abogada Especializada, Secretaría
Jurídica, Tel. 3208320 Ext. 3904, Pontificia Universidad Javeriana”.
Ilustraciones
Peter CONNOLLY: La vida en tiempos de Jesús de Nazaret
ANAYA Madrid 1986: capítulo IV, p. 390.
Ilustración 2
José I. LAGO: (octubre 2005): http://www.historialago.com/xto_01105_tierrajesus_01.htm: capítulo IV, p. 390.
Ilustración 3
En (consulta marzo 2006): http://bonsaimania.com/bonsai_fichas/ficus_carica.htm: capítulo IV, p.
544.
Ilustración 4
Ilustración 3
Sistema mundial de satélites para la Educación
Medioambiental, esquema elaborado por THE
UNIVERSITY CORPORATION FOR ATMOSPHERIC RESEARCH: The COMET® Program (2012), en (consulta 9 de
julio de 2013): http://www.goes-r.gov/users/comet/goes_r/envmon_es/print.htm: capítulo IV, p.
545.
Ilustración 4
Información sobre el clima, imagen satelital
animada, de TERRA: Infoclima (desde
1996), (consulta 9 de julio de 2013), en: http://infoclima.com/satelite.asp : capítulo IV, p.
545.
Ilustración 7
Orígenes del hombre. TIME LIFE. Ediciones
Folio S.A. 1993: capítulo IV, p.
522.
Ilustración
8
Leonardo
DA VINCI: Última cena, en: Luca
ANTOCCIA - André CHASTEL - Marco CIANCHI - Paolo GALLUZZI - Domenico LAURENZA -
Rodolfo PAPA - Carlo PEDRETTI: "Leonardo's painting", en: Leonardo.
Art and Science Giunti Firenza 2005 6a 40-47: capítulo IV, p. 580.
Ilustración
9
“Estudios
de anatomía comparada” por Leonardo DA VINCI: “Escalas balanceadas y notas;
estudios de anatomía comparada (1506-1507): Manuscrito K (Biblioteca de
L’Institut de France, París) (ff. 1110r y 109v)”, en: Luca ANTOCCIA - André
CHASTEL - Marco CIANCHI - Paolo GALLUZZI - Domenico LAURENZA - Rodolfo PAPA -
Carlo PEDRETTI: "Leonardo's painting", en: Leonardo. Art and Science Giunti Firenza 2005
6ª 102: capítulo V, p. 765.
Ilustración 10
Atribuida a Ernst Heinrich Philipp August Haeckel: «Esqueletos de cinco
monos antropoides», el epígrafe junto con la gráfica se encontraba en: http://www.uv.es/metode/anuario2000/catala3.html; con todo, en una nueva búsqueda se afirma que la “Reproducción de la comparación por Henry Huxley del esqueleto humano con
el de varios antropoides que aparece en el texto «Evidence as to Man´s Place
in Nature»”: en (consulta 8 de julio de 2013): http://ocw.unican.es/ciencias-de-la-salud/anatomia-y-embriologia-humana-i/materiales-de-clase-1/Introduccion%20a%20la%20Anatomia%201.pdf: capítulo V, p.
769.
Ilustración 11
Mapa de ubicación de la Cultura de Tierradentro, en
(consulta mayo 2008): www.banrep.org/museo/esp/s_tierra02.htm: capítulo V, p.
770.
Ilustración 12
La fotografía de la tumba de la cultura Tierradentro,
procedente de la obra de Diego CASTRILLÓN ARBOLEDA: Muros de Bronce -
Popayán y sus estancias históricas Ed. Feriva Cali 1994 64, fue publicada
en la Internet en (consulta mayo 2008): http://gcollo.comunidadcoomeva.com/blog/index.php?/archives/112-INDIOS-PAECES-DE-TIERRADENTRO-PAEZ-E-INZA-CAUCA,-COLOMBIA,-SUR-AMERICA.html: capítulo V, p.
770.
Ilustración 13
“El sitio donde vive el alma”, dibujo de Leonardo DA
VINCI: Entre los dibujos tempranos de anatomía de Leonardo (c. 1489) existe el
f. RL (Royal Library at Windsor) 19057r; K/P (Catálogo Kenneth Clark / Carlo
Pedretti) 43r: Marco CIANCHI: Leonardo.
The Anatomy Giunti Florencia 2005 10ª 18: capítulo V, p. 777.
Ilustración 14
“Motor manejado por resorte”, diseño de Leonardo DA
VINCI: (c. 1495), Manuscrito I
(Biblioteca de L’Institut de France, París) (f. 14r)”, en: Luca ANTOCCIA -
André CHASTEL - Marco CIANCHI - Paolo GALLUZZI - Domenico LAURENZA - Rodolfo
PAPA - Carlo PEDRETTI: "Leonardo's painting", en: Leonardo. Art
and Science Giunti Firenza 2005 6ª 128: capítulo V, p. 835.
Ilustración 15
Estallido de rayos gamma: GRB080219B observado por el
satélite Swift de NASA, 24 de marzo de 2008, en: “Últimas noticias”, en (consulta abril 2008): http://astronomia.net/cosmologia/cosmonews.htm: capítulo V, p.
1018.
Fonoteca
Fonograma 1
Video-clip de la exhibición televisada de La boda de Luis Alonso, música y danza, sainete
de Javier DE BURGOS, con música de Gerónimo GIMÉNEZ, en la interpretación de
La Joven Orquesta Provincial de Málaga y el Grupo de Baile Azabache, diciembre
de 2006, en (consulta octubre 2007): http://www.youtube.com/watch?v=w58RddH6G0Q: capítulo V, p.
922, nt. 2284.
Fonograma 2
Video-clip de 2007, de una obra del maestro Luis
Eduardo (Lucho) BERMÚDEZ: “Colombia, tierra querida”, versión orquestal
sinfónica en la interpretación de la ORQUESTA FILARMÓNICA DE BOGOTÁ, arreglos
de Isauro Pinzón, dirección de Andrés Orozco, (consulta noviembre 2008), en: http://www.youtube.com/watch?v=QmPPFmJpjDQ: capítulo V, p.
922, nt. 2284.
Fonograma 3
Bela BARTÓK (1881-1945), colección de 153 obras para
piano (1926-1939): Microcosmos. Una selección
e interpretación de la obra puede verse en (consulta octubre 2007): http://www.kunstderfuge.com/bartok.htm: capítulo V, p.
922, nt. 2284. kunstderfuge.com, © 2002-13
Fonograma 4
SAINT BENEDICT’S MONKS, Brasil: Veni, Sancte Spiritus: Duración: 2:29; Formato: mp3; Calidad:
128Kbps; Canales de audio: 2; Resumen de derechos: No hay derechos ni
restricciones asociadas con este clip; en (consulta octubre 2007): http://www.christusrex.org/www2/cantgreg/cantus/seq_veni_sancte_spiritus.mp3: capítulo V, p.
992, nt. 2494.
Fonograma
5
Video-clip de la
obra de Darius MILHAUD (1892-1974): ballet La Création du Monde
(1923). Versión
de la Chapman Chamber Orchestra, 2006, bajo la dirección de Daniel Alfred
Wachs, del Conservatory of Music at Chapman University, Orange, California (www.chapman.edu/music); en (consulta
diciembre 2008): http://www.youtube.com/watch?v=NwwT0BX2zBs : capítulo V, p.
1015, nt. 2565.
Notas de pie de página
[1] Codex
Canononum Ecclesiarum Orientalium (CCEO): Juan L. ACEBAL – Federico R. AZNAR –
Teodoro I. JIMÉNEZ – Julio MANZANARES: Código de cánones de las Iglesias
Orientales Edición bilingüe comentada BAC Madrid 1994.
[2] Emplearemos principalmente las siguientes ediciones en
castellano: Lamberto DE ECHEVERRÍA (dir.): Código de Derecho Canónico.
Edición bilingüe comentada por los profesores de la Facultad de Derecho
canónico de la Universidad Pontificia de Salamanca Biblioteca de Autores
Cristianos Madrid 1985 5ª revisada; Angel MARZOA – Jorge MIRAS – Rafael
RODRÍGUEZ-OCAÑA (coord. y dir.): Comentario exegético al Código de Derecho
canónico EUNSA Pamplona 1997 2ª del Instituto Martín de Azpilcueta.
Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra; Antonio BENLLOCH
POVEDA (Dir.): Código de Derecho canónico. Edición bilingüe, fuentes y
comentarios a todos los cánones Edicep Valencia 1993 8a (=
CIC/EBFC).
[3] Nota para quien no
estuviere familiarizado con el Código: c. 748 § 1 se lee así = canon 748, (§) =
parágrafo primero (o uno). Pero puede ocurrir que el canon no esté divido en
parágrafos (párrafos), sino que simplemente haga enumeraciones: c. 1095, 2°: en
tal caso, se mira si se trata de una secuencia ordinal o de una mera
enunciación de cualidades o de condiciones (numerales) = canon 1095, ordinal (o
numeral, si fuere el caso) segundo.
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