Capítulo IV
Continuación (I, 7a)
7. En el testimonio de Jesús, la verdad del Reino de Dios[1]
a.
Significación o sentido metafísico-epistemológico-jurídico
1. Como
podemos observar hasta el momento, la experiencia humana en relación con la
“verdad”, particularmente en Israel, había avanzado en la perspectiva de un
doble esclarecimiento de los polos que componen una misma interrelación: el
concerniente a una dimensión a la que pudiéramos denominar “objetiva” y el
concerniente a una dimensión a la que pudiéramos llamar “subjetiva” del asunto.
En efecto, hay que decir que el AT había elaborado varias “tradiciones” sobre
la “verdad”, que llegaron a confluir en la expresión de los “Diez Mandamientos”
(Decálogo). Hagamos un breve repaso de algunos momentos de la cuestión.
La más
antigua tradición del Pentateuco al respecto parece ser la de Ex 20,16,
que dice: “No darás testimonio falso (yeudomarturhseiv) contra tu prójimo[2]”, en un contexto claramente
judicial[3] y de “justicia conmutativa” y
“legal”.
Tengamos
en cuenta que este contexto moral-judicial, como se lo ha hecho notar en otras
ocasiones, no era ajeno, de ningún modo, a la existencia de Israel como pueblo,
especialmente en el espacio-tiempo durante el cual se organizó como un Estado.
Al actuar
de esa manera se hacía tangible la experiencia que la nación judía compartía
con los demás pueblos en aquellas etapas de la “humanidad”[4] – probablemente ya en forma
característica durante el paleolítico medio, pero, para ser más “testimonial”
nuestra evocación, al menos en los períodos históricos –. Ese momento clave se
puede describir por los siguientes referentes: a) apenas se empezaba a tomar
conciencia de esta condición humana común y a reflexionar sobre aquello en lo
que esta consistía[5]; b) al mismo tiempo, se
intentaba comprender de qué manera esa humanidad y esa cultura humana se
construían (sólo) mediante el ejercicio de unas virtudes y la experiencia de
unas acciones consideradas “valiosas”[i]
(realización o concreción de “valores”) que fueran, en su expresión multiforme,
e, inclusive en su contradicción, un deseo por responder adecuada y cada vez
más altamente al común bien humano; y c) simultáneamente, esa vivencia iba
comenzando a ser traducida en normas morales y jurídicas, que fueron la primera
expresión de un paso cultural formidable desde la barbarie hacia la civilidad –
inclusive, como se ha observado al comienzo de este capítulo, entre otros, bajo
los Sumerios e Hititas y especialmente por parte del babilonio Hammurabi
(1730-1685 a. C.), de quien nos queda el testimonio monumental acerca de la
justicia en su “Código”: “ojo por ojo, diente por diente”, el talión –[6].
Teniendo
como base esa formulación del libro del Ex,
se inspira el Lv – por cierto en el
mismo contexto del Pentateuco, pero con unas resonancias cultuales-morales que
manifiestan un mayor desarrollo de la reflexión y de la sensibilidad práctica
por parte de los “teólogos-juristas israelitas” – para señalar: “No mentiréis
(ψευσεσθε) ni os
defraudaréis (sukofanthsei) unos a otros[7]” (19,11).
De esta
manera, en Israel, la injusticia = no-verdad llegó a tener tres tipificaciones
complementarias: a) en el ámbito forense, dar testimonio falso contra el
prójimo; b) en el ámbito comercial, defraudarse unos a otros; c) en el ámbito
social más general, mentirse[8] unos a otros.
Esta
concepción sobre la “no-verdad”, como vemos íntimamente ligada a la noción de
“justicia/injusticia”, que es ampliamente la nuestra (tremendamente
“intelectualista”, dualista, inclusive, y muy típica de la concepción “griega”[9]) se encuentra presente y
actuante también en la tradición y revelación bíblica; más aún, en su tiempo,
Jesús mismo la reiteró bajo la fórmula de Ex
20,16, resaltando su actualidad (perennidad) como expresión de un razonamiento
fundado en estructuras (diríamos hoy biológicas, psicológicas y sociales)
radicalmente humanas[10]. La versión que nos trae Lucas
dice, efectivamente:
“18Uno de los
principales le preguntó: ‘Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en
herencia vida eterna?’ 19Respondióle Jesús: « ¿Por qué me llamas
bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. 20Ya sabes los mandamientos:
‘No cometas adulterio, no mates, no robes, no levantes testimonio falso (yeudomarturhshV), honra a tu
padre y a tu madre’ […] 23Oyendo esto, se puso muy triste, porque
era muy rico[11]” (18,18-23).
2.
Jesús revaloriza la dimensión ética de la existencia, ciertamente. Observemos
con atención que en el empleo que Jesús hace (Lc // Mt 19,18 // Mc 10,19) de la fuente original del Ex
se encuentra un término interesante: μαρτυρέω[12] o mejor aún, su antónimo
ψευδομαρτυρέω[13]
(con sus derivados) que tiene su principal relación con αλήθες (= no
oculto[14]) y con άλήθεια (= verdad) (cf.
infra, 1.h, p. 588ss). Lo mismo puede afirmarse de Mt 15,19 (en el elenco de las acciones malas que salen de un
corazón malo) y 26,59 (durante el proceso a Jesús).
Si en
el griego clásico μαρτυρέω/μάρτυς significan “ser testigo, dar testimonio,
testimoniar” / “uno que recuerda, uno que trae de su recuerdo un conocimiento
del que puede informar”, sus contrarios ψευδομαρτυρέω/ψευδομαρτυς[15] no indican simplemente que se
aplica la idea de una palabra (engañosamente) a algo o a alguien (seudo-oro,
seudo-Filipo), sino que el prefijo hace de objeto, el sustantivo posee función
verbal, y, en consecuencia, significa “uno que da testimonio de algo que es
falso”: se critica sobre todo la justeza o verdad de su afirmación. En otras
palabras, que alguien sea μάρτυς o ψευδομαρτυς no depende de que el sujeto haya
sabido, o no, algo, sino de que lo que afirme, coincida, o no, con la verdad de
los hechos[16]. Cuando los LXX hicieron uso de
este término lo hicieron sobre estas bases[17] en los textos citados[18].
b.
Sentido teológico-histórico-experiencial
3.
Ahora bien, si comparamos este hecho con la traducción desde el texto hebreo
(LXX), podemos constatar que esos escritores fueron constantes al emplear tales
términos para trasladar los diversos y complejos derivados de la raíz hebrea emet[19] (= מת: cualidad de lo que es estable, probado, en lo que uno se puede
apoyar), derivada a su vez del verbo aman
(= מן: ser sólido, seguro, digno de confianza:
de donde “amén”).
Como se
puede ver, en hebreo y para la mentalidad hebrea, el sentido “intelectual”
griego, antes indicado, apenas forma parte de este último, más amplio. Dicho en
otras palabras, el problema de la άλήθεια: “verdad”/“mentira” (gr. = είδωλον =
“imagen, apariencia”) no es un asunto que afecte sólo la experiencia y
capacidad humana del conocimiento (gr. = γνώσις) juiciosamente adquirido
(“verdad procesual”[20] y “verificación”), o no; ni a
la invención[21], o no, maliciosa, o no, de un
conocimiento, por parte de un sujeto (“deslealtad”/“franqueza”); ni aún
siquiera, a la realidad o a la inexistencia del hecho que es afirmado por
alguien (“falso testimonio”/”testimonio verdadero”). El asunto, como veremos,
se ubica, más bien, dentro de otras coordenadas culturales – ¡humanas también!
–, de experiencia y reflexión[22]. Y Jesús entró de lleno a
formar parte de ellas y a nutrirlas.
Para
comprender mejor el asunto señalemos, ante todo, que la originalidad del pueblo
de Israel se fundó sobre la base de una experiencia religiosa, la experiencia
de su contacto con Dios – Yahwéh –. Con el transcurso del tiempo, dicha
experiencia histórica[23] evolucionó notablemente, hasta
que llegó a concluirse una “alianza” entre Dios y este pueblo, “su” pueblo. De
esta manera, a la luz de ese acontecimiento de su vida, se dirá de algo que es
“verdaderamente verdad” (perdóneseme la redundancia) si y sólo si guarda
relación de fidelidad a la alianza. Para intentar comprenderlo mejor, se debe
observar que se trata menos de un asunto preponderante o meramente intelectual,
cuanto de uno inter-personal, de relación entre personas, no de relación de
“ideas” o de “conceptos”: estas personas son Dios y los miembros del pueblo. De
ahí los significados que anotábamos antes. Así, pues, decir que Dios es
“verdad”, “veraz” o “verdadero”, así como de un hombre, decir “que es veraz”, significa, en muchísimos y notables lugares –
y así habría que traducirlo – afirmar que es “fiel”: pues la fidelidad de una
persona es la que nos lleva a fiarnos de ella, a entregárnosle.
4.
Ahora bien, el punto de partida de esta solidez y firmeza de la fidelidad/verdad
no está, por supuesto, en los seres humanos – por experiencia tremendamente
inseguros, mudables, in-fieles –, sino en Dios. ¡Él sí es el fiel! (cf. Dt 34,4; Is 49,7; Sal 31,6; 89).
Su palabra y su juramento, por eso, tienen la solidez de Dios mismo (cf. Sal 132,11), e Israel lo comprobó en su
propia historia, mediante su propia historia, en la que Dios ha intervenido
constantemente a favor de su pueblo:
“Porque tú eres un pueblo
consagrado a Yahwéh tu Dios; él te ha elegido a ti para que seas el pueblo de
su propiedad personal entre todos los pueblos que hay sobre la haz de la
tierra. No porque seáis el más numeroso de todos los pueblos se ha ligado
Yahwéh a vosotros y os ha elegido, pues sois el menos numeroso de todos los
pueblos; sino por el amor que os tiene y por guardar el juramento hecho a
vuestros padres, por eso os ha sacado Yahwéh con mano fuerte y os ha librado de
la casa de la servidumbre, del poder de Faraón, rey de Egipto. Has de saber,
pues, que Yahwéh tu Dios es el Dios verdadero, el Dios fiel que guarda la
alianza y el amor por mil generaciones a los que le aman y guardan sus
mandamientos, pero que da su merecido en su propia persona a quien le odia,
destruyéndole…” (Dt 7,6-10a).
Quien
jura, por lo tanto, entra a participar, mediante su compromiso total, en una
acción o en un hecho que es, por sí mismo, inquebrantable, porque participa de
esa solidez e invariabilidad de Dios.
Ahora
bien, emet no siempre va sola, sino acompañada de otros términos, tales
como heded (p. ej., en Sal 89 y
en 138,2), para indicar la gratuidad o graciosidad de la actitud de Yahwéh en
la alianza, a la que Él nunca faltó; o con sdq, para subrayar la
justicia de Yahwéh (cf. Os 2,12s; Ne 9,33; Zc 8,8), o su santidad (cf. Sal
71,22).
En
diversos casos, además, el término significa que esa estabilidad de Dios es la
protección y el refugio del justo, como su armadura, su escudo (cf. Sal 40,12; 43,2s; 54,7; 61,8; etc.).
Sin
embargo, muy característicamente, emet se asocia con la palabra de
Yahwéh y con su ley: David, por ejemplo, lo confesaba así de la palabra (cf. 2 Sm 7,28); y los salmos, muchísimo, de
la ley (cf. Sal 19,10; 111,7s;
119,86.138.142.151.160; etc.). Este salmo 118 -119-, precisamente, concluye
diciendo que la verdad es lo que hay de esencial, de fundamental en la palabra
de Dios, lo irrevocable, lo que permanece para siempre.
5.
Referida a los hombres, emet comporta también esa característica
fundamental de fidelidad[24]. El texto de Os 4,2 lo pone en plena evidencia. Decir
que una persona lo es “de verdad” significa, ante todo, que es de confianza,
inclusive porque “teme a Dios” (cf. Ex
18,21; Ne 7,2). No existe corte o
rompimiento entre la apreciación, digámoslo así, “moral” de la persona, y su
comportamiento religioso.
Esta
“verdad” humana, de igual modo, con mucha frecuencia en los textos
véterotestamentarios significa a quienes son “fieles a la alianza y a la ley de
Dios”, es decir, a aquellos que llevan un comportamiento “auténtico”, el
comportamiento típico de “los justos”, de los que son “perfectos” (cf. Js 24,14) y de “corazón íntegro” (cf. 2 Re 20,3), de los que practican “la
justicia y el derecho” (cf. Is 58,14;
Sal 45,5), “el bien y el derecho”
(cf. 2 Cr 31,20), en suma, de los
“santos” (cf. Zc 8,3). Recalquemos
pues, que, miradas en retrospectiva, estos aparentemente “primitivos” logros
culturales del pueblo hebreo no eran tales, sino que por las altas prospectivas
y exigentes condiciones que ya expresaban señalaban hacia aún más posibles y
altos niveles éticos de discusión y de acción apoyados en la propia condición
humana que se realiza obrando el bien. Fenómeno que, como vemos y aún
volveremos a observar, no se circunscribía al ámbito hebreo, por supuesto.
La
“verdad” era, pues, mucho más que “decir la verdad” o la sola “adecuación de la
mente a la cosa”: era ante todo “hacer la verdad” (cf. 2 Cr 31,20; Ez 18,9), era
“caminar en la verdad” (cf. 1 Re 2,4;
3,6; 2 Re 20,3; Is 38,3), en últimas, obedecer el querer del Señor, manifestado,
especialmente, en su palabra, y, conspicuamente, en su Ley (cf. Tb 3,5).
Ahora
bien, estos significados no desaparecen en las relaciones mutuas entre las
personas, por el contrario, las caracterizan de manera nueva. En efecto, si se
quiere hablar de la benevolencia y la lealtad con que una persona actúa, se dice
que su “bondad es fiel”, que “hace la bondad y la verdad” (cf. Gn 47,29; Js 2,14). Y de una persona que respeta las normas del derecho,
obrando su justicia, o que es sincera en su comunicación, se dice que
“permanece para siempre” (cf. Pr
29,14; 12,19; Ez 18,8; Zc 7,9). En su
evangelio Lc mostrará cómo Jesús recogió el conjunto de estos
significados en la parábola-imagen del “buen samaritano” (10,25-37; cf.
II.5.b.8, p. 934).
c.
Sentido teológico-teleológico en dos variantes
6. Con
todo, un sentido nuevo desarrolló con el tiempo la palabra “verdad”, el cual
preparó el significado con que lo encontraremos en el Evangelio de Juan y en el
resto de la teología neotestamentaria. Ese significado se fue poco a poco
afianzando, principalmente en los siglos caracterizados por las tradiciones
sapiencial[25] y apocalíptica[26] (ss. V a. C. – II d. C).
Queremos referirnos en particular a la noción de “verdad revelada”, tan típica
del judeo-cristianismo.
Como
decíamos hace poco, “caminar en la verdad” de Dios había llegado a ser una
expresión condensada de toda una experiencia religiosa de la presencia, de la
elección y de la protección de un Yahwéh no sólo “sólido” e “invariable” en su
fidelidad, sino la fuente misma de toda verdad, solidez, autenticidad y
lealtad. Con todo, ya en algunos textos despuntaba el significado de que, en la
experiencia de Israel, la “verdad” no se refería a la sola conducta moral de
los miembros del pueblo, sino que hacía referencia a la Ley misma que Dios les
enseñaba a observar. Por eso, profetas, como Malaquías, declaraban que de los
sacerdotes se debía esperar “una doctrina de verdad” (2,6), es decir, la
enseñanza (que viene) de Dios. Y poco a poco, decir “verdad” llegó a significar
“sabiduría” (gr. = σοφία), en una tarea de búsqueda que debía comprometer al
fiel “hasta su misma muerte” (cf. Pr
23,23; 8,7; 22,21; Ecl – Qo – 12,9-10; y, en la versión LXX, Eclo – Si – 4,28).
7.
Posteriormente, ya plenamente en ambiente helenístico, “verdad” se relacionó
con “misterio”[ii]
(gr. = μυστηριον; plural: μυστήρια) (cf. Tb
12,11; Sb 6,22), y, de esta manera,
“Verdad de Dios” o “sabiduría de Dios”, llegó a ser sinónimo de “plan” de Dios
y “querer” de Dios. Tal es el caso de la literatura sapiencial en la que
“comprender la verdad” (Sb 3,9) ya no
quería decir, como en las primeras épocas, “experimentar la fidelidad de Dios a
sus promesas”, ni “ver el ser mismo de Dios”, sino “entender su designio
providencial sobre los hombres”. O en la apocalíptica, como es el caso de Dn 10,21, en donde “el libro de la verdad”
se ha de entender como el libro en que está inscrito el propósito de Dios; y,
en Dn 9,13, “la verdad de Dios”, como
la “revelación” de ese propósito providencial.
Ahora
bien, lo más importante de este seguimiento es constatar que estos dos últimos
significados perduraron y caracterizaron en cierto modo las literaturas
sapiencial y apocalíptica inmediatamente anteriores al NT y contemporáneas a la
escritura del mismo, inclusive en los textos judíos no bíblicos, como sucedió,
por ejemplo, con los producidos por la comunidad de Qumrám[27].
Textos
evangélicos acerca de la “verdad” en el triple sentido véterotestamentario
anotado.
8. No
es aquí el lugar para hacer una exploración de este importante asunto en toda
la literatura del NT[28]. En cambio, en orden a la
cristología narrativa que estamos elaborando, sí es necesario conocer qué nos
dicen de la praxis de Jesús algunos textos evangélicos acerca de la “verdad” en
el triple sentido véterotestamentario que hemos encontrado hasta el momento:
metafísico-epistemológico-jurídico: nn. 1-2; teológico-histórico-experiencial:
nn. 3-5; y teológico-teleológico en sus dos variantes: nn. 6-7; y, a su turno,
de qué manera ellos expresan y confirman estructuras antropológicas y éticas
fundamentales, es decir, enraizadas en el ser humano. Se iba desvelando “la
verdad acerca del hombre”[29].
Ya se
ha visto (cf. supra, 1.g.1 y 2, pp. 551-554) de qué manera el binomio
“verdad-mentira”, como expresión de una experiencia humana
“racional”/”razonable” (del animal
rationale et politicum, traduciendo los términos esenciales aristotélicos y
su definición) se hacía presente en el ministerio de Jesús[30] y en los relatos sinópticos que
recogieron lo que él dijo e hizo. Por lo demás, como el resto de los escritos
del NT.
Pero,
en la misma forma y a todo lo largo de este capítulo, con mayor intensidad se
ha resaltado la importancia y las conexiones que el “Reino de Dios” tenía en la
personal coherencia y vivencia de Jesús, y de qué manera en su propuesta
evangélica (en el sentido de “buena noticia”), al recuperar aquellas bases
antropológicas y éticas primordiales leídas por él en clave de creación por
parte de Dios y de salvación de las consecuencias del pecado que las limitan,
les marcaba su sentido pleno efectivo. Ahora bien, todo este conjunto de
elementos que se ha ido descubriendo en los sinópticos, se enfatizan y se
evidencian al ser pasados a través de la criba de la experiencia viva por parte
las primeras comunidades cristianas que siguieron a Jesús a partir del anuncio
y el ministerio de los Apóstoles. De esa manera se alcanza a divisar de qué
manera ellos fueron retomados, clarificados y convertidos por Jesús en clave
fundamental en orden a la comprensión de su persona y de su obra, es decir,
cuando fueron leídos en clave de “Verdad”-“Reino”. Lo haremos de la mano del
evangelista Juan.
Notas de pie de página
[1] Especialmente para esta sección y la siguiente, debo advertir que
no soy experto ni en hebreo ni en griego. En consecuencia, apelaré al empleo de
las fuentes con particular confianza en ellas, sabiendo que, de tener a mi
alcance todos los elementos indispensables, eventualmente podría entrar en
desacuerdo con sus autores.
Un texto fundamental a
propósito de lo que se expondrá, pero que desborda actualmente nuestra
pretensión, es el de Hans Urs VON BALTHASAR: Teológica Encuentro Madrid 1997 3 v. Véase, sobre esta obra, el
estudio de Fadi ABDEL-NOUR, colega de la Universidad de
Montréal: Vérité et amour
Une lecture de « La Théologique » de Hans Urs von Balthasar Les Editions du Cerf París 2013.
Une lecture de « La Théologique » de Hans Urs von Balthasar Les Editions du Cerf París 2013.
[2] En hebreo se encuentra esto: lo'-tha`aneh bherê`akha
`êdh shâqer s:לא תענה ברעך עד שׂקר . El texto LXX tradujo: ou yeudomarturhseij kata tou plhsion sou marturian yeudh. Mientras el paralelo en griego en Dt 5,20 es: ou yeudomarturhseiv kata tou plhsion sou marturian yeudh.
Sobre el tema – y el de la mentira –, véase la obra de Alberto BONDOLFI : « « Tu ne témoigneras pas
faussement contre ton prochain » (Ex 20, 16) » Quelques considérations
historiques sur le prétendu caractère absolu du huitième (neuvième)
commandement », Revue d'éthique et de théologie morale, 2005/4
n°237, p. 29-77. DOI:10.3917/retm.237.0029.
[3] S. Tomás de Aquino, en línea con una búsqueda de síntesis operada
gracias a la fe y a la razón, considera que, en el tema de la búsqueda por la
capacidad humana para la verdad ella se evidencia en la posibilidad de negación
de la verdad y de la calumnia, que no sólo pueden producirse por parte del
testigo sino también de los abogados. Hace esta consideración a partir del
texto de Lc 14,12 y a propósito
de su pregunta: “Utrum
advocato liceat pro suo patrocinio pecuniam accipere: las obras de misericordia
no se han de hacer por razón de una remuneración humana” (ST IIa-IIae q. 71. a. 4. 1).
[4] Quisiera advertirla como un substrato
cultural que identifica la humanidad. En la entrevista “La pregunta por lo
humano”, concedida por el filósofo Ernst TUGENDHAT a Yino Castellanos Camacho,
de Unimedios, y aparecida en el periódico UN,
en separata de El Tiempo del domingo
30 de abril de 2006 7, el profesor decía: “Al sentirse marginado un sector de
la sociedad musulmana, especialmente los jóvenes desempleados, buscan construir su identidad por oposición
a los valores occidentales, que, dicho sea de paso, me parecen universales.
Sobre todo la racionalidad…” Y más adelante añadió: “[…] Casi todo lo que
pasa en la vida de las personas es político. La gente pregunta por qué debe
actuar de determinada manera. Tenemos negociaciones o tomamos decisiones que
creemos poder justificar recíprocamente. Siempre se habla con consideraciones
morales y la tarea de la filosofía es aclarar el diálogo moral… La pregunta sobre cómo debemos vivir,
conserva intacta su vigencia porque atañe al problema de lo que somos…”
[5] Considérense las comparaciones que realizan los antropólogos Ralph
L. BEALS – Harry HOIJER entre los “primates” y los hombres en lo concerniente
al común, pero más alto desarrollo, en estos últimos, de manos, visión, empleo
de utensilios, comunicación, dependencia de los jóvenes, aprendizaje de
comportamientos y de la observación, formación de unidades familiares y de
bandas; pero, también, a la nula existencia de una sistemática construcción de
utensilios y creación de símbolos en los primeros. En: Introducción a la
antropología, o. c., p. 59, nt. 124, 590-594.
Véase también lo que hemos
señalado acerca del lenguaje, etc., en la nt. 1267, supra, en 1.f.4)a)14.1°),
p. 497. Y, finalmente, la apreciación del Papa Juan Pablo II en la encíclica Veritatis splendor: “El juicio de la
conciencia es un juicio práctico, o
sea, un juicio que ordena lo que el hombre debe hacer o no hacer, o bien, que
valora un acto ya realizado por él. Es un juicio que aplica a una situación
concreta la convicción racional de que se debe amar, hacer el bien y evitar el
mal. Este primer principio de la razón práctica pertenece a la ley natural, más
aún, constituye su mismo fundamento al expresar aquella luz originaria sobre el
bien y el mal, reflejo de la sabiduría creadora de Dios, que, como una chispa
indestructible («scintilla animae»),
brilla en el corazón de cada hombre” (n. 59b): “se debe amar, hacer el bien y
evitar el mal”.
[6] Algunos miran, más bien, el aspecto negativo del asunto: “(La escritura) Como propaganda política: hace cuatro mil años, el rey de Babilonia, Hammurabi, se valió de la escritura para prometer, a través del "Código", prosperidad a sus súbditos si obedecían sus leyes. Algo así sucede con los carteles de la Unión Soviética de Stalin, y con el Irak de 1990: en el fondo, todos los dirigentes políticos han necesitado valerse de la escritura para crear consignas que persuadan, convenzan y encaucen a su pueblo.” Enviado por Jarke: “Escritura: un milagro del hombre”, Universidad Complutense de Madrid, en (consulta abril 2006): http://apuntes.rincondelvago.com/escritura_un-milagro-del-hombre.html
Otros han sentenciado: “Ojo por ojo, y el mundo acabará ciego” (atribuida a Mohandas Karamchand - Mahatma - Gandhi).
La legislación islámica, procurando este
objetivo, ha dispuesto la ley del Talión tomando en cuenta el principio de
igualdad y justicia: «¡Oh creyentes! Se os ha prescrito la ley del Talión en
casos de homicidio: el libre por el libre, el esclavo por el esclavo, la mujer
por la mujer. Pero, si a alguien le rebaja su hermano la pena, deberá
indemnizar a éste espontánea y voluntariamente. Esto es un alivio y
misericordia por parte de vuestro Señor. Más quien después de esto se vengue,
sufrirá un severo castigo. ¡En la ley del Talión tenéis asegurada la vida,
hombres de intelecto! Quizás, así, temáis a Allah» (Corán, 2:178-179)
[7] En hebreo se encuentra así: לא תגנבו ולא תכחשׂו ולא תשׂקרו אישׂ בעמיתו . El texto griego LXX
tradujo: ou kleyete ou yeusesqe ou sukofanthsei ekastov ton plhsion
[8] Explican los autores técnicamente, bajo el aspecto penal, la
diferencia que existe entre “decir una mentira” y “mentir” con las siguientes
palabras: "El criterio de la falsedad del testimonio no depende de la
relación entre lo dicho y la realidad de las cosas, sino de la relación entre
lo dicho y el conocimiento
del testigo. Una cosa es mentir, dice Cicerón, y otra decir mentira: Aliud est mentire, aliud dicere
mendacium. Decían
mentira, pero no mentían los filósofos antiguos cuando aseguraban que la
tierra estaba quieta y el
sol giraba en torno de ella; y en cambio mentía, pero no decía mentira, el viajero
que, antes del descubrimiento de América describía la existencia de otro mundo más allá del Atlántico,
como una cosa vista y observada por él. El testigo que eventualmente narra una
cosa verdadera, pero no conocida por él, es falsario, porque miente acerca del
conocimiento propio o sobre las causas de él… Designaban los prácticos este
caso con la fórmula de que el testigo deponía false sed non falsum (falsamente,
pero sin decir mentira).” Francesco CARRARA: Programa de Derecho Criminal. Parte especial Editorial TEMIS Bogotá
1988.
[9] Cf. Rudolf BULTMANN, art. άλήθεια en: Gerhard KITTEL – Gerhard
FRIEDRICH (dir.): Grande lessico del Nuovo Testamento, o. c., p.
393, nt. 986, v. I 644-649. Volveremos sobre el tema más adelante, cf. infra,
1.h., pp. 588ss.
[10] El tema del “lenguaje” lleva consigo la posibilidad de emplearlo
para “ser sincero”, o para no serlo (consigo mismo), así como para “decir
verdad” o “mentira”, en las relaciones humanas. Hemos tratado el tema del
lenguaje en Jesús y en sus contextos y consecuencias en diversas ocasiones en
esta investigación. Cf. p. ej., pp. 399, nt. 961; 403s; 414; 423, nt. 1040;
427; 429, nt. 1057; 469, nt. 1179; 491; 494, nt. 1254; 532; 548; y, muy
especialmente, 496, nt. 1265 y 513, nt. 1314.
[11] El texto griego del v. 20, que nos interesa especialmente, dice:
taV entolaV oidaV mh moiceushV mh foneushV mh
kleyhV mh yeudomarturhshV tima ton patera sou kai thn mhtera
[12] Cf. Hermann STRATHMANN:
art. “μαρτύρ μαρτυρέω” en: Gerhard KITTEL – Gerhard FRIEDRICH (dir.): Grande
lessico del Nuovo Testamento, o. c., p. 393, nt. 986, v. VI
1269-1372.
[14] Cf. también el estudio en la literatura griega de R. BULTMANN,
art. άλήθεια en: ibíd., v. I 640-649.
[15] Ψευδομαρτιρίον significa generalmente los procedimientos durante
los procesos por falsas deposiciones testimoniales. Cf. H. STRATHMANN: art.
“μαρτύρ μαρτυρέω” en: ibíd., v. VI 1392.
[16] Puede verse la discusión que plantea a este propósito Platón en Gorgias 471e-472b; cf. H. STRATHMANN:
art. “μαρτύρ μαρτυρέω” en: ibíd., v. VI 1388.
[17] Cf. H. STRATHMANN: art. “μαρτύρ μαρτυρέω” en: ibíd., v. VI
1388-1389. En el NT se empleó con este mismo significado
en el proceso contra Jesús, cf. Mt
26,60, y luego en 1 Co 15,15, al
referir que no es el papel de los Apóstoles ser “falsos testigos” de Dios al
anunciar la resurrección de Jesucristo: ibíd.
1389-1391.
[19] Anota G. QUELL, art. άλήθεια en: ibíd., v. I 625-637, que
aparece 126 veces en el AT. Cf. Pedro ORTIZ VALDIVIESO, S. J.: El Evangelio de Juan: introducción y
exégesis Bogotá CEJA 2004 30.
[20] También en los “juicios” se distingue entre la parte
“sustantiva”, relativa al contenido de la “causa”, y los “procedimientos”
mismos que permiten resolverla, “las formalidades”, que se refieren propiamente
al “proceso”, “lo procesal”.
[21] En el sentido de “engaño, ficción” (tercera acepción
del término en el DRALE, consulta
abril 2006).
[22] Empleo para esta sección elementos tomados de Ignace de la
POTTERIE: art. “verdad”, en Xavier LEÓN-DUFOUR: Vocabulario de teología bíblica,
o. c., p. 465, nt. 1240, 930-935.
[23] El valor de esta experiencia humana de Israel quizás sea uno de
los problemas teológicos más complejos que implica la escritura e
interpretación de la Biblia: ¿Cómo entender que Dios mismo es el autor de la
Escritura y es en ese mismo Espíritu en el que hay que interpretarla? ¿De qué
manera cooperaban los hagiógrafos – individuos en comunidades – en la
transmisión de la revelación divina?
La
PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA respondía a propósito de la propuesta
interpretativa de tipo fundamentalista: “El problema de base de esta lectura
fundamentalista es que, rechazando tener en cuenta el carácter histórico de la
revelación bíblica, se hace incapaz de aceptar plenamente la verdad de la misma
Encarnación. El fundamentalismo evita la estrecha relación de lo divino y de lo
humano en las relaciones con Dios. Rechaza admitir que la Palabra de Dios
inspirada ha sido expresada en lenguaje humano y ha sido redactada, bajo la
inspiración divina, por autores humanos cuyas capacidades y recursos eran
limitados. Por esta razón, tiende a tratar el texto bíblico como si hubiese
sido dictado palabra por palabra por el Espíritu y no llega a reconocer que la
Palabra de Dios ha sido formulada en un lenguaje y con una manera de expresarse
condicionados por una determinada época. No se dedica ninguna atención a las
formas literarias y a los modos humanos de pensar presentes en los textos
bíblicos, muchos de los cuales son fruto de una elaboración que se ha extendido
por largos períodos de tiempos y lleva la marca de situaciones históricas muy
diversas. El fundamentalismo insiste también en modo indebido sobre la
inerrancia de los detalles en los textos bíblicos, especialmente en materia de
hechos históricos o de pretendidas verdades científicas. Con frecuencia
convierte en histórico aquello que no tenía ninguna pretensión de historicidad,
por cuanto considera como histórico todo aquello que es referido o narrado con
palabras del pasado, sin la necesaria atención a la posibilidad de que tuviera
un significado simbólico o figurativo”. Cf. Documento La
interpretazione della Bibbia nella Chiesa Roma 15 de abril de 1993 I.F.d,
en: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/pcb_documents/rc_con_cfaith_doc_19930415_interpretazione_it.html
El
Papa BENEDICTO XVI insistió, por el contrario, en la acción de Dios con ocasión
de su encuentro con los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica en su
Asamblea Plenaria, 5 de mayo de 2011, en cierto modo para recordar (o
restaurar, eventualmente) el equilibrio
y la proporción en la que el asunto
debe ser leído desde una perspectiva católica. Les dijo: “Esta Comisión se ha
reunido por tercera vez para ocuparse del tema que le ha sido confiado:
«Inspiración y Verdad de la Biblia». Esta temática constituye uno de los puntos
principales de mi Exh. Apost. postsinodal Verbum
Domini, que lo trata en la parte inicial (cf. n. 19). «Un concepto clave –
he escrito en este Documento – para comprender el texto sagrado como Palabra de
Dios en palabras humanas es ciertamente el de la inspiración» (ibid.).
Precisamente la inspiración como actividad de Dios hace que en las palabras
humanas se exprese la Palabra de Dios. En consecuencia, el tema de la inspiración
es «decisivo para el acercamiento adecuado a las Escrituras y para su correcta
hermenéutica» (ibid.). En efecto, una
interpretación de los Textos sagrados que deje de lado u olvide su inspiración
no tiene en cuenta su más importante y preciosa característica, su proveniencia
de Dios. Una interpretación tal no se llega, y no permite llegar, a la Palabra
de Dios en palabras humanas, y pierde, por tanto, el inestimable tesoro que
contiene para nosotros la Sagrada Escritura. Este tipo de acercamiento se ocupa
de palabras meramente humanas, así puedan ser, en modo diverso de acuerdo con
los diferentes escritos, palabras de una extraordinaria profundidad y belleza.
En la discusión sobre la inspiración se trata de la naturaleza íntima y del
significado decisivo y distintivo de la Sagrada Escritura, es decir,
propiamente de su cualidad de Palabra de Dios. En la misma Exh. Apost.
recordaba, además, que «los Padres sinodales han puesto en evidencia de qué
manera el tema de la inspiración está conectado también al tema de la verdad de
las Escrituras. Por eso, una profundización de la dinámica de la inspiración
llevará indudablemente también a una mayor comprensión de la verdad contenida
en los libros sagrados» (ibid.)”. En:
http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/27369.php?index=27369&po_date=05.05.2011&lang=sp
Precisamente, como se habrá
observado, este ha sido un criterio fundamental que hemos tratado de mantener
en la elaboración de este capítulo cristológico y de los textos bíblicos que
aquí hemos empleado.
[24] Afirma R. Bultmann, sin embargo, que emet nunca indica una άρετή (gr. = “virtud”, una “cualidad de la
persona”), pero que en algunos textos se lo puede comprender en el sentido de
“veracidad”. Cf. art. άλήθεια en: Gerhard KITTEL – Gerhard FRIEDRICH (dir.): Grande
lessico del Nuovo Testamento, o. c., p. 393, nt. 986, v. I 643.
[25] Cf. supra, p. 392. El fenómeno no se ha de circunscribir a
Israel, por supuesto. De hecho, se encuentra literatura sapiencial en todo el
Oriente Antiguo. Egipto, por ejemplo, a todo lo largo de su historia produjo
escritos de sabiduría, y en Mesopotamia compusieron fábulas, poemas y
proverbios en relación con el sufrimiento, hasta el punto de que no sólo se los
compara sino, incluso, por parte de algunos autores, se los considera, a los
primeros o a los segundos, los precedentes de Job. Es el caso de la denominada “Sabiduría de Asicar”, un escrito
de origen asirio, traducido a diferentes lenguas, y bien conocido en arameo.
Característica de esta literatura sapiencial es su baja preocupación por los
temas “religiosos”, podríamos decir que se desenvuelve con facilidad en el
ámbito profano. E ilustra el destino a los individuos, no por medio de las
reflexiones filosóficas, al estilo de los griegos, sino a partir de la
experiencia; y quien de ella aprende, adquiere el arte del bien vivir y
manifiesta una buena educación. Dentro de este contexto general, se comprende
la importancia que tuvo en Israel, desde el elogio que se hace a Salomón – 1 Re 5,10 –. Los libros bíblicos
caracterizados como tradición sapiencial son Job, Proverbios, Eclesiastés – Qohélet –, Eclesiástico – Sirácida – y
Sabiduría, y, muy impropiamente, Cantar
de los cantares. Cf. nota introductoria de la Biblia de Jerusalén, o. c.,
p. 84, nt. 208, viii) atribuida a Roger DE VAUX.
[26] La apocalíptica, como género literario peculiar al interior de
Israel, se ubica también, como el género sapiencial, en los acontecimientos
sucesivos al regreso de la cautividad en Babilonia (s. V a. C.), aunque tuvo su
ambiente más “propicio” a raíz de las persecuciones sufridas bajo los regímenes
Seléucidas y Lágidas, en especial, bajo el reinado de Antíoco Epífanes (175-164
o 163 a. C.), cuyas crónicas fueron parcialmente recogidas en los libros de Daniel y 1-2 Mac.
De esta manera, la
apocalíptica, al mismo tiempo que pretendía mostrar y promover la fe y la
esperanza de los judíos en sus persecuciones, con los ejemplos de otros héroes,
anunciaba el “tiempo del fin” (cf. Dn 8,17;
11,40), de la “cólera de Dios” (cf. Dn
8,19; 11,36), de la victoria del poder del verdadero Dios, con unas consonancias
dignas de la que fuera la predicación de los antiguos profetas. La esperanza de
la expectativa de este Reino de Dios y de los Santos (cf. Dn 7,18), se refiere a una condición intrahistórica, dentro de este
mundo, pero de manera que no se reduzca a ella el plano eterno: lo temporal y
lo extratemporal muestran el sentido auténtico de la historia humana. Así
mismo, caracterizan a la apocalíptica las dimensiones, individual, y,
simultáneamente, colectiva de los relatos; así como su alcance particularista
judío y, sin embargo, al mismo tiempo, universal (cf. Dn 7,14). Todo lo anterior, centrado y afianzado en la esperanza
del surgimiento de un “Hijo del hombre”, cuyo poder no pasará jamás (cf. Dn 7). También por este motivo, no es
extraño que el tema del Reino y de su inminente llegada estuviera tan
centralmente presente en los Evangelios Sinópticos, aunque no exclusivamente en
ellos, y que, a Jesús, de manera prominente, se lo denominara bajo ese título:
más aún, él se lo aplicó a sí mismo, como hemos visto (cf. 1.b.10, p. 413;
1.d.A.f), p. 439; 1.f.1)5, p. 488; 1.f.4)5.1°), p. 497; 1.f.4)a)14.1°)a’), p.
498; 1.f.4)b)19.b’), p. 512). Cf. la nota introductoria de la Biblia de Jerusalén, o. c., p. 84, nt. 208.
[27] Los expertos mencionan los “Himnos”, por ejemplo (1QH 7,26s), y
el “Manual de disciplina” (1QS 6,15; 5,8; 4,5.17). Para otros particulares,
consúltese la obra de la que tantos datos hemos sacado para esta sección, el
art. mencionado de Ignace de la POTTERIE: “verdad”, en Xavier LEÓN-DUFOUR: Vocabulario de teología bíblica, o. c., p. 465, nt. 1240,932;
Gerhard KITTEL, art. άλήθεια en: Gerhard KITTEL – Gerhard FRIEDRICH (dir.): Grande lessico del Nuovo Testamento, o. c., p. 393, nt. 1909, v. I 637-640.
[28] R. BULTMANN, art. άλήθεια en: Gerhard KITTEL – Gerhard FRIEDRICH
(dir.): Grande lessico del Nuovo Testamento, o. c., p. 393, nt. 1909, v.
I 649-665.
[29] La expresión la tomo del Discurso de JUAN PABLO II con ocasión de
la inauguración de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en
Puebla de los Ángeles, México, “Esta hora”, Domingo 28 de enero de 1979, 9.
[30] Cf. el texto: ep’ alhqeiav de legw (en Lc 4,25): “en verdad os digo”: la verdad
de una aserción, la veracidad de lo que se expresa, y que no está distante, sin
embargo, del hebreo amén, al que
hicimos referencia antes (cf. Lc
22,59: ep’alhqeiaς).
De igual modo, el tema del “testimonio” y del
“testigo”, al que hemos hecho referencia (cf. supra, 1.g.1, p. 551), es un tema
preponderante en el texto de Juan:
primero, cuando señala que Juan el Bautista “dio testimonio de la verdad” (Jn 5,33); pero, sobre todo, porque es el
mismo Dios Padre “el que da testimonio de mí” (Jn 5,32).
Notas finales
[i] Entonces comenzó a perfilarse un amplio espectro de
“virtudes” o capacidades que eran otros tantos dinamismos presentes “en
potencia” en todos los seres humanos – en su dote óntica –, que culturalmente
se habían ido practicando, que eran concienciados, criticados y reforzados –
como ideales – mediante la educación, pero que exigían una “actualización” por
parte de cada individuo para su objetivación o cristalización. Con todo, para
que ésta se lograra, no siempre – como hasta hoy – se contaba con una
favorabilidad social, que si no conviene uniforme, al menos sí podría – y
debería – estar más generalizada y concienciada.
Tal elenco de virtudes se fue desarrollando en torno
de algunos ejes principales, cuya conformación, definida con mayor o menor
precisión entre los diversos pueblos y épocas, incluía, al menos, los
siguientes elementos: 1°) relativos al
conocimiento, a la inteligencia y a la ciencia, a los que se oponían la
ceguedad de la mente y la estupidez del sentido; 2°) relativos a la esperanza y a la certeza, a las que se oponían la
desesperación y la presunción; 3°) relativos
a la amistad, al cariño, al gozo, a la concordia y a la paz, a los que se
oponían el odio, la irritación, la amargura, la envidia, la discordia, las
discusiones contra la verdad o contra las personas, la guerra, el cisma, las
peleas por odio o por ira, y las sediciones; 4°) relativos a la misericordia, la beneficencia, la limosna, la corrección
fraterna y la sabiduría, a las que se oponían, entre otros, el escándalo y
la necedad; 5°) relativos a la prudencia,
tales como la docilidad, la inventiva, la razonabilidad, la providencia, la
circunspección y la precaución; la reinativa o prudencia para muchos, cuyo
oficio era establecer la ley positiva política, económica, militar; el consejo
y la eubulia (buen consejo), la synesis (recto juicio), y el gnomo (perspicacia
de juicio), a los cuales se oponían la imprudencia, la precipitación, la falta
de consideración de los asuntos y la inconstancia, la negligencia, la prudencia
de la carne, la astucia, el dolo, el fraude, la preocupación excesiva por las
cosas temporales y la avaricia; 6°) relativos
a la justicia y al derecho, tales como el juicio, la restitución, la
acusación justa, la religión, la devoción, la oración, la adoración, el
sacrificio, la oblación y la primicia, el diezmo, el voto, el juramento, la
invocación del nombre de Dios (o de los dioses), la alabanza, la piedad, la
observancia, la dulía, la obediencia, la
gratitud, el castigo, la verdad, la afabilidad, la liberalidad y la epiqueya; a
las cuales se oponen la desobediencia, la ingratitud, la mentira, la
simulación, la hipocresía, la jactancia, la ironía, la adulación, el litigio,
la avaricia, la traición, el fraude, el engaño, el perjurio, la desconfianza,
la violencia, la dureza y la prodigalidad; 7°) relativos a la fortaleza, tales como el martirio, la magnanimidad,
la confianza, la seguridad, los bienes de fortuna, la magnificencia, la
paciencia, la longanimidad y la perseverancia, a las cuales se oponen el temor,
la impavidez (por defecto), la audacia (por exceso), la presunción (por
exceso), la ambición (por exceso), la gloria inane (por exceso), la
desobediencia, la jactancia, la disputa hipócrita, la pertinacia, la discordia,
la presunción de novedades, la pusilanimidad (por defecto), la parvificencia y
la banausia o debilitación o molicie, la vida muelle y la pertinacia; y,
finalmente, 8°) relativos a la templanza,
tales como la vergüenza, la honestidad y el decoro, la abstinencia, el ayuno,
la sobriedad, la castidad, la virginidad, la continencia, la clemencia y la
mansedumbre, la modestia (su exceso
también puede resultar en vicio) y la humildad, la diligencia, la
dedicación y la curiosidad (su exceso
también puede resultar en vicio), a las cuales se oponen la
insensibilidad, la intemperancia, la timidez, la gula, la ridiculez, la
inadecuada alegría, la impureza, la locuacidad, la estupidez, la ebriedad, la
lujuria, la incontinencia, la irascibilidad
(puede ser positiva o negativa), la crueldad, la sevicia, la barbarie y
la soberbia; 9°) muchas de estas virtudes se encuentran en íntima relación con la religión, a las cuales
habría que agregar, la infidelidad, la herejía, la apostasía y la blasfemia,
procedentes, típicamente, de la cultura y legislación judías. Tomo este elenco,
por supuesto elaborado y ampliamente explicado por su autor, de S. Tomás de
Aquino, en la IIa-IIae de la ST.
[ii] “El término griego es musthrion; el latino, mysterium. En la
tardía época medieval el empleo eclesiástico de los mismos designaba, sobre
todo, las "doctrinas", distintamente del uso de “sacramentum” que predominó con el sentido de "los siete
sacramentos" y de los demás ritos de la Iglesia, cualesquiera que fueran,
pero siempre como "acciones mediante las cuales Cristo comunica su
gracia". Hasta ese momento, la historia paralela de uno y otro términos
fue bien interesante y pródiga:
a) En la literatura griega y
latina: el griego musthrion originalmente significó una forma de culto que se diferenció y
distanció de la forma "oficial" del culto, es decir, se refería a
aquella forma practicada en ritos secretos. Aquellas personas que participaban
en uno de tantos "misterios" entonces existentes (se mencionan los de
Ísides, Eleusis, Serápides, Mitra, Cibeles, etc.) lo hacían movidas por el
deseo de garantizarse una "salvación" (soteria), que no encontraban en la religión oficial. Realizaban entonces
celebraciones en las que revivían las gestas por las cuales había pasado el
personaje mítico protagonista del misterio antes de alcanzar la felicidad
divina. El “misterio” era, por tanto, una forma cultual por medio de la cual
las obras del héroe de la época mítica llegaron a ser acciones salvíficas para
el iniciado cuando se realizaban los ritos simbólicos que reproducían dichas
gestas. Encontramos un
fehaciente testimonio de ello, y en particular del "misterio de
Isides", en PLUTARCO, en el texto escrito bajo ese nombre: "La
hermana de Osírides (Isides)... buscó el modo para que no fueran a caer en el olvido
o en el silencio las dificultades y luchas que (ella) había sostenido. Por
esto, habiendo estructurado en santísimos ritos las imágenes y las imitaciones
de sus sufrimientos de entonces, los dio como forma religiosa, en la que
pudieran encontrar fuerza y consuelo, a todo hombre y mujer que pudieran llegar
a encontrarse en adversidades semejantes" (De Iside 27, citado en S. MARSILI: "Teologia della
celebrazione dell'eucaristia", en S. MARSILI et Alii: La liturgia, eucaristia: teologia e storia della celebrazione
Casale Monferrato 1983 52-53, a quien hemos traducido libremente.)
El aspecto propiamente
cultual del misterio, por otra parte, fue superado en extensión por un sentido
religioso más general, por cuanto un cierto lenguaje mistérico se fue introduciendo
en la filosofía y en el pensamiento religioso de esas épocas. El punto no
tendría mayor importancia para nosotros si ese hecho no hubiera ejercido
influencia sobre las formulaciones teológicas de los Padres de la Iglesia. Si
bien la raíz inmediata de tal comportamiento no reside principalmente en dicho
uso general sino en los antecedentes de la Sagrada Escritura, es decir, en el
Antiguo como en el Nuevo Testamento.
b) En la literatura griega
del Antiguo Testamento y de los Evangelios: En la traducción griega de la
Biblia por los LXX el término aparece unas veinte veces en textos cuyo original
es el griego; por lo tanto, se desconoce cuál era la palabra hebrea
antecedente. Solamente de Daniel
2,18-47 sabemos que musthrion tradujo al arameo raz. Por su
parte, en Sabiduría 14,15.23 el
término está en plural e indica claramente los ritos religiosos de iniciación,
aquellos que, como acabamos de decir, eran conocidos y practicados como
"misterios".
En los demás textos musthrion - musthria indican en general cosas mantenidas como secretas (el secreto del rey
o sus planes de guerra, Judit 2,2), o
bien cosas ocultas del futuro conocidas sólo por Dios y que sólo pueden ser
conocidas mediante una revelación divina (tal es el caso citado de Daniel).
De otro lado, en el NT musthria aparece en plural en Mateo 13,11 (: "a vosotros se da conocer los misterios del
reino": Cf. Lucas 8,9-10) y musthrion en singular en Marcos
4,9-11 (: "A vosotros se da el misterio del reino"). En estos textos
"los misterios" o "el misterio del reino" indican la
realidad escondida que Dios ha pensado para los hombres, y que se revela ahora
en Cristo: una realidad que los mismos profetas y santos del Antiguo Testamento
no vieron y no tuvieron sino en figura (cf. Mateo
13,16-17). Este hecho nos hace pensar que el término formó parte relevante del
lenguaje utilizado por Jesús conforme al empleo que se mantenía en el ambiente
hebraico-aramaico en el que él se movía, y que rechazaba el uso del término en
el plano cultual. Así mismo se considera que no se lo empleaba en el lenguaje
teológico ordinario”. Para un estudio más amplio, cf. el resto de mi texto, no
publicado, “¿Quién es la Iglesia?”, de donde sacamos los párrafos anteriores
(pp. 13ss).
Comentarios