Capítulo VI

Continuación (II.2)




2. Verdad y veracidad en la existencia y en la convivencia humana, con especial referencia a la comunidad universitaria católica[1]. Las tareas de la enseñanza teológica moral en este ámbito.



a. La verdad y veracidad en el orden del ser en lo que se refiere a la actividad de las Universidades católicas y de las Universidades y Facultades Eclesiásticas.


1.a) Reiteremos, primeramente, que existen unas razones de tipo trinitario, cristológico y antropológico que fundamentan la identidad universitaria católica y urgen su coherencia institucional.

Por eso, en los documentos oficiales de la Iglesia Católica se recuerda a los “centros educativos católicos” y a “aquellos que, aun no siendo confesionales[2], tienen una clara inspiración católica” que

“sólo podrán desarrollar una acción de verdadera evangelización si en todos sus niveles, incluido el universitario, se mantiene con nitidez su orientación católica. Los contenidos del proyecto educativo deben hacer referencia constante a Jesucristo y a su mensaje, tal como lo presenta la Iglesia. Sólo así se podrán formar dirigentes auténticamente cristianos en los diversos campos de la actividad humana y de la sociedad, especialmente en la política, la economía, la ciencia, el arte y la reflexión filosófica[3]”.

Existe, pues, una relación directa entre la actividad profesional de los egresados de tales instituciones, y aquellos contenidos y medios cristianos de los que ellos se han nutrido durante su período de formación. Esta orientación católica de las instituciones educativas universitarias se expresa a través de diversos medios convergentes y complementarios:

1°) como hemos podido observarlo en la primera sección de este capítulo, ante todo mediante la conformidad alcanzada por cada una de ellas con su identidad cristiana y católica;

2°) las Universidades católicas, las instituciones de enseñanza superior que se les asimilan, y las Universidades y Facultades Eclesiásticas han manifestado su “testimonio” cristiano cuando han “dado la cara” a la sociedad haciendo una explícita referencia a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en sus documentos oficiales estatutarios, como lo hemos expresado en la subsección precedente;

3°) de la misma manera, lo han dado al haber hecho profesión práctica y fundamentada de su fe mediante el ofrecimiento de una precisa cristología, como lo hemos expuesto y sugerido en el capítulo cuarto de esta investigación y como lo muestran algunos de los programas de estudio hasta ahora vigentes (cf. Apéndice 2);

y 4°), cuando en el centro de su Misión y Proyecto educativo han mostrado ser especialmente conscientes – como observábamos en las encuestas referidas en la primera parte del presente capítulo – de que existe una necesidad siempre mayor y, hoy en día, más urgente: la necesidad de hacer una adecuada y expresa presentación de la “verdad sobre la persona humana” conforme al intento que hemos querido ofrecer mediante el capítulo quinto de esta investigación.

En efecto, si no se dan a conocer – y si no se ponen efectivamente en práctica en los proyectos educativos y en los currículos – todos estos bastimentos (trinitarios, cristológicos, antropológicos) propios de la misión docente de la Iglesia, o cuando se presentan “inconsistencias” prácticas en relación a ellos, será muy difícil que las mismas instituciones universitarias lleguen a impregnar en sus miembros aquellas características esenciales que son propias de su naturaleza y misión en medio de la Iglesia y del mundo. Y no sólo eso, sino que cuantos conforman su comunidad – particularmente los estudiantes – sufrirán detrimento en razón del déficit en el anuncio y confesión de la Palabra de Dios que los congrega, en la participación sacramental que los vivifica, y en ser expresión genuina de comunidad y de la disciplina eclesial que los mantiene en comunión y participación con todo el cuerpo de la Iglesia, con el sucesor de Pedro y con el Colegio Episcopal. Su servicio “al mundo” y a la Iglesia se desdibujará notablemente.

“Cristología” y “antropología de la vocación cristiana[4]” resumen, pues, en pocos términos, esos contenidos-presupuestos básicos mínimos e ineludibles de nuestra propuesta moral[5], e, incluso, pedagógica, en lo que corresponde al marco dentro del cual se pueda realizar la búsqueda de la verdad, especialmente en lo que se refiere a Dios y a la Iglesia en una Universidad católica. Pero, bien entendido, se trata de un marco y premisa también para toda exploración que deba hacerse del saber y de toda búsqueda de la sabiduría, al menos en perspectiva cristiana. Son esos dos aspectos mencionados los pilares esenciales e insustituibles de lo que la Iglesia ha denominado la “educación” o “formación integral de la persona humana”: aquellos, precisamente, que más adecuada y originalmente les permiten a las Instituciones educativas católicas expresar de qué manera señera ellas procuran generar condiciones pedagógicas características y apropiadas[i] para el despertar y el madurar de la conciencia en sus estudiantes en orden “al bien común” y “a su fin último”, e idear y generar medios didácticos efectivos y eficaces ordenados al despliegue y a la realización genuina de todos los potenciales presentes en ellos.

Solo mediante la implementación pedagógica de tales criterios estarán provistos, niños, adolescentes y jóvenes, futuros profesionales e investigadores, cada cual en el debido momento de su evolución psicológica comprendida como un continuum[6], para llegar a “desarrollar armónicamente sus dotes físicas, morales e intelectuales; adquirir un sentido más perfecto de la responsabilidad y un uso recto de la libertad, y prepararse para participar activamente en la vida social” (cf. c. 795; cf. supra, pp. 1069-1077). Se trata de diseñar y de poner en práctica medios, modelos, tiempos y espacios, que cooperen a la acción del Espíritu Santo y contribuyan cada vez mejor a cada quien a esculpir en sí esa perfecta imagen y semejanza de Dios, esa filiación divina adoptiva, esa humanidad nueva, justa y plenamente reconciliada, a la que está llamado. El M. R. P. Adolfo NICOLÁS, S. J., actual Prepósito de la Compañía de Jesús, ha denominado “profundidad” (“magis”) a esta perspectiva cuando se trata de considerar los principales y más definitivos “problemas y desafíos” a los que debe atender hoy la educación universitaria, por supuesto, no sólo en las Universidades de la Compañía. Por eso se trata, sin duda, de uno de los “derechos” más notables de todos los “fieles cristianos”[7].

Así, pues, aún antes de abordar en el camino curricular los dilemas morales, especialmente los propios de su futura profesión, e inclusive los relativos al conjunto de los problemas sociales, que son, todos ellos, asuntos de máxima urgencia y necesidad, debería investigarse – y exponerse – el problema cristológico-antropológico por parte de quienes tienen a su cargo la ejecución de los programas de estudio en las Universidades católicas, en los Institutos similares de educación superior, así como en las Universidades y Facultades Eclesiásticas, ya que dicho problema considera los fundamentos mismos y distintivos de la moral católica. Si, en efecto, tales instituciones son “cristianas” y de “educación superior”, por antonomasia ellas mismas se deberían comprender, cada día más, como llamadas ser Reinado de Dios y a practicar aquella “justicia superior” a la que se refiriera Jesús: “Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt 5,20). 

El desarrollo mismo de este nuestro Modelo hermenéutico, pensamos, justifica y expone pormenorizadamente esta nuestra propuesta.

En efecto, los fundamentos cristológico-antropológicos de las instituciones universitarias católicas deben conducirlas a ser muy conscientes de las situaciones de peligro en las que la verdad sobre la persona humana y su dignidad de hijos de Dios pudiera estar, o estuviera ya, siendo puesta en duda o quebrantada con el consiguiente rompimiento de la comunidad, de sus frágiles interrelaciones, o de la armonía personal. Entonces las Universidades católicas han de enseñar vivencialmente a formar redes de convivencia, a diseñar estrategias que permitan emprender el aprendizaje de vivir juntos y de reconocer toda forma de prejuicio y discriminación racial, al tiempo que se reconoce a los otros su propia identidad cultural y se les brinda una acogida sincera y efectiva. Es también esta una manera de manifestar la madurez de las comunidades, por su compromiso en la difusión y construcción de la unidad y de la sana valoración de uno mismo. La educación integral, que incluye valores tanto espirituales como éticos, se comprueba mediante la implementación de acciones que promueven el empoderamiento de grupos vulnerables – pensemos entre nosotros, p. ej., los desplazados y tantos otros migrantes – que viven en condiciones de extrema pobreza o discriminación, mujeres y hombres estigmatizados por miedos irracionales que les impiden su plena participación en la vida social.

De otra parte, las Universidades católicas apuntan a la cuestión central de su misión eclesial cuando amplían entre sus docentes, administrativos, egresados y estudiantes, los espacios de “racionalidad”, es decir, cuando ofrecen la posibilidad de abrirla a las grandes cuestiones de la verdad y del bien, sabiendo conjugar entre sí la teología, la filosofía y las ciencias, en el pleno respeto a sus métodos propios y a su autonomía recíproca, en la plena conciencia de la unidad intrínseca que, así mismo, las articula.

Esta manera de proceder haya de implementarse hasta en los niveles investigativos más altos lo confirma una autoridad reconocida, el ya mencionado teólogo moralista Marciano VIDAL, quien reclama la necesidad de argumentar, de justificar y de abrir horizontes humanos, antes aún, inclusive, de llegar a proponer precisas normas de moral:

“[…] Los teólogos moralistas están llamados a profundizar las razones de sus (del Magisterio) enseñanzas, a ilustrar los fundamentos de sus preceptos y su obligatoriedad, mostrando su mutua conexión y la relación con el fin último del hombre (VS 110). La reflexión teológico-moral actual pone un particular empeño en buscar y exponer los fundamentos antropológicos de la moral católica, sobre todo en los problemas más directamente relacionados con la persona (moral sexual, bioética) y con el matrimonio. […] De este modo, se hace más ‘creíble’ para el hombre moderno la propuesta moral de la Iglesia y se subsanan ‘los eventuales límites de las argumentaciones humanas’ que a veces existen en las presentaciones de la normativa moral católica. […] Hace falta también, y sobre todo, interpretar la doctrina de la Iglesia y abrirla a la inteligencia contemporánea” [8].

1.b). Este punto de partida cristológico-antropológico nos aboca entonces a precisar la necesidad de que las Universidades católicas hayan de ser, primeramente, por lo tanto, comunidades académicas.

La auténtica formación integral personal de las dimensiones humanas y las ocasiones eficaces orientadas a la puesta en acto de las vocaciones divinas – en virtud de cuanto hemos señalado en el capítulo precedente –, sólo se obtienen gracias a un conjunto de acciones que deberían ser sabiamente ordenadas y sincronizadas. En tal virtud, se ha de considerar que, junto con el descubrimiento de la identidad individual, incluso corporal, y con el desarrollo de la misma, cada cual debe desarrollar también sus capacidades sociales. Ahora bien, hay que tener siempre presente que nuestros estudiantes, p. ej., muchos de ellos sumamente jóvenes, e, incluso, también creciente número de docentes, se encuentran en vías de sus respectivos procesos de maduración y pasan por momentos de integración y desarrollo de su identidad personal, crisis de autoridad, etc., particularmente en su dimensión afectiva. A veces proceden ellos de ámbitos que, desde el punto de vista de la sociología familiar, algunos suelen denominar “incompletos” (“familias incompletas”), y otros, “disfuncionales”, que en lo mediático-cultural se caracterizan, entre otros factores, por el consumismo, por la mediocridad[9] y por una especie de “idolatría del cuerpo”, pero siempre de en medio de una sociedad en transición (de valores e ideales) rapidísima, cuando los “modelos de referencia” llegan a ser sumamente complejos, y las normas que se requieren llegan a entrar en terrenos movedizos. Entonces las relaciones con sus contemporáneos y con sus docentes se pueden ver grandemente dificultadas, polarizadas o negadas. Algo similar ocurre, incluso, p. ej., cuando se manifiesta aquella ambición desordenada por la propia figura o, por el contrario, cuando se alienta una dejadez acerca de sí mismo, motivadas ambas en la consideración de uno mismo (autoestima) como dotado de poca gracia. Pero que también puede producir una consideración similar – con sus nefastos efectos – cuando es proyección de cualquier tendencia nuestra a establecer una actitud negativa y discriminatoria en relación con los demás, p. ej., hacia aquello que se percibe desagradable en la figura de los otros, mientras se toma una actitud positiva ante personas con cara atractiva. Inclusive también a esto deben saber atender las instituciones académicas universitarias.

Así mismo, se ha de tener en cuenta, incluso en la confección de los currículos, que para lograr ese alto objetivo de la formación integral de los estudiantes, el cual exige “favorecer su desarrollo y su madurez cognitiva y emocional” (Roger B. Ludeman et alii), es básico ampliar y afianzar sus propuestas académicas con calidad, pertinencia, articulación y flexibilidad, de modo que ellas les permitan a los estudiantes asumir y lograr bajo ese aspecto su propia educación y atender junto con sus intereses formativos, aquellos laborales y vocacionales no sólo en el pregrado sino también en los posgrados. Con todo ello es todavía insuficiente si también no se crean, si fuera del caso, se ensanchan y se fortalecen aún más los espacios no-académicos de excelencia – el medio universitario – en procura del mismo fin. Por todo ello, es ineludible revaluar los conceptos de comunidad académica y de medio universitario precisamente en el ámbito de las Universidades católicas, ya que, entendido como venimos describiendo, se trata de uno de los constitutivos de su mismo “ser”, y no un mero accidente del mismo.

Por todo esto, vistas las cosas en una perspectiva aún más amplia, la formación de la comunidad podemos afirmar que es un ingrediente indispensable, más aún, constitutivo, en orden al ser, de lo que es y cada día debe esforzarse por ser cualquier Universidad, y, mirándolo bien, de lo que habría de ser toda institución académica.

A su turno, sólo mediante la inserción plena de los estudiantes, de los maestros, de los administrativos, e, inclusive, de los ex alumnos – cada cual en sus actividades discentes o docentes, en sus proyectos de investigación y demás, en el mantenimiento financiero y en la ejecución de los proyectos mismos de inversión – se puede aspirar a alcanzar aquella construcción de comunidad académica que requieren con urgencia la sociedad y la Iglesia. Se trata, sin duda, de una tarea institucional que solicita particular lucidez, comprensión integral de la persona, y prospectiva, por parte de todos, y de forma especial por parte de los directivos universitarios: no sólo se ha de contribuir a que se tome cada día una conciencia mayor de la necesidad de explorar todas sus dimensiones humanas, y de formarlas y desarrollarlas, sino “voluntad política” para implementarla y llevarla a cabo en sus “proyectos educativos institucionales”, en sus “currícula”, en sus “reglamentos”, en sus “programas de estudio”, en las “asignaturas fundamentales” de las carreras así como en las “electivas”, etc.:

-          que se promueva el descubrimiento personal de las propias capacidades humanísticas – incluidas las artes y los deportes, entre otras –, académicas, administrativas, pedagógicas y profesionales;
-          que, en lo que concierne a la calificación y a la competencia profesional, los docentes y los estudiantes lleguen a manejar una honesta y mutua exigencia, de modo que tanto unos como otros ofrezcan sus mejores aportes a la sociedad nacional como internacional;
-          y, para no mencionar sino un aspecto más, en lo que toca a la retribución salarial, a la seguridad social y a otros beneficios que redundan en el bienestar de los docentes y administrativos, incumbe a quienes tienen esta tarea en las Universidades fortalecer los mecanismos que los hagan posibles y efectivos.

Las Facultades de Teología también están llamadas a efectuar su contribución específica en la conformación de esta auténtica comunidad académica. Así lo instaba el P. Rodolfo Eduardo DE ROUX, S. J. en ocasión significativa:

“Somos conscientes de que en nuestras modestas personas y en la especificidad de nuestra función respectiva representamos… esa comunidad interpersonal y creyente que… nos constituye a todos en un único nosotros colectivo para la ejecución cotidiana, y en la misma medida en cierta forma anónima, de la única misión que nos convoca y aglutina”[10]

Adoptar el mencionado punto de partida cristológico-antropológico es, de igual modo, hacer una opción por buscar incansablemente los puntos de convergencia y diálogo – y, ocasionalmente, de contraste – con otras perspectivas, acaso diferentes de las nuestras. Y ello conduce a que las Universidades católicas, junto con tales motivaciones-contenidos de fe que les señalan una misión precisa y propia, deban ampliar su mirada y hacer una seria consideración también de tipo eclesiológico, ya que dichas instituciones forman parte excelente de la Iglesia, al tiempo que son muestra bien expresiva de la misma.

1.c). En efecto, es típico del espíritu católico propiciar y efectuar cuanto permita y estimule una apertura a todas las culturas y a todos los seres humanos, y el encuentro en un proyecto humano-divino, como hemos enfatizado en el capítulo anterior. Ello es más urgente cuando se trata de proponer, y hasta de establecer, necesarios acuerdos en asuntos morales. Lo acentuaba, por su parte, el papa JUAN PABLO II, quien en la encíclica Veritatis splendor recordaba a todos – y de ello las Universidades católicas y las Universidades y Facultades Eclesiásticas deben estar siempre muy conscientes – que “los cristianos no están solos” cuando se trata de dar testimonio del bien moral absoluto, y que ellos encuentran una confirmación del sentido moral en los pueblos con sus diversas culturas, así como en las grandes tradiciones religiosas y sapienciales, tanto de Oriente como de Occidente, pues “ellas ponen de relieve la acción interior y misteriosa del Espíritu de Dios” (VS 94)[11].

Coincidiendo en ello, afirmaba Hans KÜNG en su visita a Colombia, que es precisamente este hecho, cuya constatación es sumamente relevante en orden al diálogo ético, el que exige y ha de motivar a las grandes “religiones abrahámicas” a dialogar en su interior y entre ellas, y el que las ha de caracterizar en un diálogo más amplio con otras religiones, en orden a la búsqueda de la paz religiosa como presupuesto y acompañamiento de búsquedas de la paz en ámbitos aún mayores, económicos, políticos, culturales: 

“Quien desee la reconciliación y la paz no puede eludir un análisis de paradigmas crítico y autocrítico. Sólo así se pueden responder preguntas como las siguientes: en la historia del cristianismo (y, por supuesto, también en la de las otras religiones), ¿dónde se manifiestan las constantes y dónde las variables, dónde la continuidad y dónde la discontinuidad, dónde el acuerdo y dónde la resistencia? […] a pesar de las grandes diferencias constatables entre las tres religiones y entre los diversos paradigmas surgidos en el curso de siglos y milenios, precisamente en el plano ético existen constantes que posibilitan dicha construcción de puentes.
Desde que emergió por evolución del reino animal y se convirtió en ser humano, el hombre también ha ido aprendiendo a comportarse de manera humana en vez de inhumana. Pero, debido a nuestra naturaleza pulsional, y a pesar de lo mucho que se ha desarrollado el uso de la razón, la bestia sigue siendo una realidad del ser humano. Lo cual no sólo es cierto de los delincuentes sexuales comunes y los criminales que abusan de niños y jóvenes, sino también de los directivos económicos y financieros que falsifican los balances de sus empresas, cometiendo fraudes de millones y miles de millones de dólares. Afecta también a los hombres de Estado que, con mentiras de dimensiones orwellianas, han metido a las grandes naciones en una guerra sin salida: son responsables de la muerte de miles de personas. Estos espectaculares casos ponen de manifiesto algo que vale para la vida cotidiana: el hombre siempre ha tenido y tiene que esforzarse de nuevo por conducirse humana en vez de inhumanamente.
Así, pues, en todas las tradiciones religiosas, filosóficas y cosmovisionales se encuentran algunos sencillos imperativos éticos de humanidad que siguen teniendo gran importancia hasta la fecha […]
Necesitamos de nuevo hombres de Estado, líderes empresariales y sindicales, periodistas, comunicadores y creadores de cultura, mujeres y hombres, que se atengan a tales imperativos de humanidad y que funjan de modelos (una juventud sin modelos está literalmente perdida)… A estos imperativos éticos… les subyacen dos principios éticos básicos:
Está, en primer lugar, aquella regla de reciprocidad formulada ya por Confucio muchos cientos de años antes de Cristo y conocida en todas las grandes tradiciones religiosas y filosóficas, pero en modo alguno evidente, la llamada ‘regla de oro’: «No hagas a los demás lo que no desees para ti mismo». Por muy elemental que sea, esta regla resulta de gran utilidad a la hora de tomar decisiones en algunas situaciones difíciles.
La ‘regla de oro’ está respaldada por la en absoluto tautológica regla de humanidad: «Toda persona – joven o mayor, varón o mujer, discapacitado o no, cristiano, judío o musulmán – debe ser tratado de forma humana en vez de inhumana». ¡La humanidad, lo humano, no se puede trocear!
De todo lo anterior se desprende con nitidez que, cuando se habla de una ética común de la humanidad o de una Ética Mundial, no se está haciendo referencia a un sistema ético de corte aristotélico, tomista o kantiano («ethics»), sino a una serie de valores, criterios y actitudes éticos fundamentales, en el fondo evidentes en sí mismos, que deben conformar la convicción moral de la persona y la sociedad humana («ethic»)[12]”.

1.d). Vistas las cosas en un contexto todavía más amplio, será también una consecuencia de la percepción antropológica y eclesiológica de la índole católica de las Universidades, la debida promoción y realización de su carácter “internacional”, es decir: no sólo que cada día se procure hacer que las funciones investigativas y docentes que se ejercen en ellas posean un reconocimiento más universal, sino que estén representados en ellas, ojalá, miembros procedentes de todas las naciones, al menos a través de sucesivas generaciones, y mediante formas diversas de pertenencia y de participación[13].

La participación internacional de las Universidades católicas es exigencia también de las nuevas condiciones que impone el momento actual. Ya en 1963, el Papa Juan XXIII lo había puesto de relieve cuando afirmaba que las relaciones internacionales en particular, debían fundarse sobre cuatro valores morales: en la verdad, en la justicia, en la solidaridad, en la libertad. Y el primero de estos cuatro valores es la verdad. Es precisamente bajo la idea de verdad como Juan XXIII pasa inmediatamente a subrayar en especial el rechazo al racismo, la igualdad en dignidad natural entre todas las comunidades políticas (Pacem in terris nn. 86-89). Claramente, el racismo es negación de la verdad, que es, por el contrario, esta igualdad. La verdad es así apertura, comunicación. El racismo es corte de comunicación. Las Universidades católicas, por lo tanto, deben estar presentes por su propia condición de búsqueda, encuentro y realización de la verdad en estos ámbitos, y convertirla en una motivación rigurosa para reformar sus propias estructuras internas, si fuera del caso, así como para orientar toda su actividad institucional conforme a estas líneas maestras.

1.e). Las Universidades católicas, con idéntica sensibilidad, deben salir al paso de aquel “enfrentamiento” que existiría, en la perspectiva de importantes autores, entre lo que se ha denominado hoy en día la “racionalidad instrumental” (cf. cap. I, V.d., p. 37ss) y la concepción “integral” de la persona y de la educación que estamos propugnando como característica del proyecto cristiano.

Observemos que estos planteamientos tienen efecto directo sobre la manera de llevar a cabo o de implementar los proyectos de las Universidades católicas en especial en el momento actual, sobre sus estrategias, políticas y maneras concretas (administrativas) de proceder, sus medios instrumentales, etc. Incluso la pedagogía (andragogía, mejor, quizás, para nuestro caso) – entendida no sólo como el estudio (científico-aplicado) de la educación como fenómeno social y específicamente humano, sino también como un saber, e, incluso, como el arte de enseñar – y las didácticas – estudiadas como disciplinas de la pedagogía que proporcionan las técnicas que facilitan el aprendizaje –, la investigación, docencia e implementación de las mismas, así como sus diferentes “modelos” (el constructivista, v. gr.), tendrían qué ver con la consideración “integral” del ser humano, como también sostiene José Ángel LÓPEZ HERRERÍAS[14].

De igual manera, es cierto, como hemos visto desde el comienzo del presente capítulo de esta investigación, que la Universidad debe responder “no-artesanalmente” a los mudables problemas que le plantea la sociedad. Y esos problemas, que la afectan, son de diverso tipo: relativos a la industria y al empleo, a la competitividad y al cambio, a la prioridad de la “agenda”, a la gestión y a los recursos públicos y privados, a las tecnologías de punta en la investigación y la docencia, al desarrollo local y universal, a la globalización, la cultura, la economía, la sociedad, a las lenguas y las movilidades, a la acreditación, a la “autonomía universitaria”, a la “nueva dirección del trabajo científico” que ha ido transitando de la Big Science a la Mega Science[15] (posterior a 1990 con miles de investigadores asociados), etc. En efecto, es del todo necesaria la implementación de una comunicación de múltiple sentido y (casi) simultánea entre investigadores, industriales, empresarios e inversionistas que dejen claras sus reglas de operación desde el principio, inclusive en temas tan delicados – como veremos un poco más adelante en este capítulo y al final, en nuestra propuesta de conclusiones – como los relativos a los porcentajes de participación de las personas y de las entidades – públicas, mixtas y privadas – que toman parte en el consorcio, a la repartición de las utilidades comerciales y a la propiedad intelectual de los productos finales (casos de “explotación del conocimiento”). En el caso universitario este modo de proceder, tan plural y que ya se está estableciendo en otros ámbitos, se encuentra con ventajas prácticamente exclusivas pues estas instituciones están llamadas a la transferencia (no sólo por “intermediarios” sino por “mediadores” y “traductores”) de conocimiento y de investigación científica a la humanidad y, por supuesto, al mundo empresarial, insertándose de lleno en la aplicación de los mismos a los procesos productivos y, por qué no, a su comercialización (en un mercado mundial del conocimiento). Nada de esto debería ser extraño en una Universidad y se lo debería considerar no sólo desde el punto de vista de los aspectos financieros y administrativos sino, muy especialmente, como componente de la formación “integral” de “las competencias” en los programas académicos[16].

Y a este propósito es menester acentuar también que forma parte peculiar del ejercicio universitario de veracidad y autenticidad ahondar, divulgar y defender la valoración misma de todo trabajo honesto y esforzado como la fuente merecedora de la subsistencia propia y del “legítimo” y auténtico progreso social – una valoración que, por cierto, en los últimos años, y sobre todo a raíz de múltiples lamentables y universales sucesos, está quedando tan ambientalmente desteñida para nuestros jóvenes –. Igualmente, a las Universidades, y ciertamente a las Universidades católicas, corresponde urgente y persistentemente ayudar a crear conciencia en la sociedad, y primeramente entre sus jóvenes, de una manera pedagógica, de que sólo por medio de ese trabajo esforzado y honesto se alcanza el perfeccionamiento verdadero, pleno y más rápido de cada uno de los miembros de la sociedad, tanto en su ser como en su tener, y se batalla leal y decentemente – incluso productiva y eficientemente – por el bien común. Y los currículos – y las competencias para las que ellos preparan y contribuyen a desarrollar – deberían tenerlo bien en cuenta.

Como se puede observar, el problema de las “competencias”, en términos universitarios, es válido y es posible afrontarlo; con tal de que, sin embargo, entre otras perspectivas y elementos se tengan en cuenta también argumentos como los que ha señalado Adriana ARISTIMUÑO:

“Partimos de la noción de competencia que propone Perrenoud como “capacidad de actuar de manera eficaz en un tipo definido de situación, capacidad que se apoya en conocimientos, pero no se reduce a ellos” (Philippe PERRENOUD: Construir competencias desde la escuela Dolmen Santiago de Chile 1999 7). La complejidad del problema es patente para la educación superior: se trata de formar estudiantes que tendrán que saber hacer determinadas cosas (probablemente sin ulteriores instancias formales de formación – nadie a quien “tirar el fardo” más adelante) apoyados en determinados conocimientos, pero no sólo en ellos. Gran parte del problema radica en que el pasaje de la adquisición de un conjunto de conocimientos al dominio de una competencia no es algo lineal, y debemos admitir que este proceso es bastante poco conocido para la mayoría de los docentes universitarios […]
La gran mayoría de los docentes universitarios estamos acostumbrados a considerar (como mucho) el valor formativo que tienen algunos de nuestros contenidos, pero es bien raro encontrar colegas que reflexionen sobre el valor formativo de los métodos, o que vean en profundidad cómo sus prácticas y sus actitudes, a su vez, están formando actitudes y saberes procedimentales en sus estudiantes. El currículo oculto habla y educa más de lo que muchos docentes podemos ver. Un elemento que agrega complejidad a la tarea del profesor es la de tener que considerar el proceso de aprendizaje del estudiante como centro del proceso. Pues, ¿cuántos profesores universitarios conocen la naturaleza de los procesos por los cuales los estudiantes aprenden? […]
Si bien acordamos con Miguel ZABALZA (Diseño y desarrollo curricular Nancea Madrid 1997 prólogo a la cuarta edición) que los profesores son profesionales del currículo, en el nivel universitario es difícil encontrar una reflexión importante entre los profesores sobre estos temas. Los profesores están muy motivados por su actualización, el acceso a la información de punta, la investigación y hasta la extensión, pero sólo pequeños enclaves ubican la reflexión curricular y los temas de la didáctica como cruciales para su trabajo docente. Como bien sabemos los profesores, “hacer didáctica no es otra cosa que tomar decisiones” (Ib. 34) y la mayoría de las veces esas decisiones se toman en solitario. El enfoque por competencias trae importantes consecuencias para los profesores, que van desde el rol que le asignan a los contenidos en sus cursos, el manejo de los problemas y los proyectos como estrategias didácticas, la modificación del contrato didáctico, la evaluación que se practica, o la mayor o menor separación entre disciplinas…”[ii].

2.a). De conformidad con lo anteriormente indicado, al ministerio educador – en toda su expresión – atañe, de manera principal – y en nuestro medio, esto es de la máxima importancia y urgencia, así el cuidado que se tiene de ello aún sea muy débil – la educación moral de quienes serán en el inmediato futuro los investigadores en todas las áreas de las artes, las tecnologías y las ciencias[17]. Entremos, pues, en algunos pormenores del asunto.

Es indudable que no sólo a la filosofía y a la pedagogía incumben los asuntos relativos a la educación, y, en particular, a la educación moral de los sujetos y a la debida atención de los demás intereses formativos, laborales y vocacionales. En una Universidad católica, así como en una Universidad o Facultad eclesiástica, este propósito es claramente uno de sus objetivos y una de sus tareas más pertinentes. Corresponde a dicha educación contribuir a que los miembros de la comunidad académica alcancen una voluntad fuerte y una conciencia moral no escrupulosa pero sí muy recta, delicada e ilustrada, o, dicho en otros términos, propiciar “el desarrollo natural y armónico del sentido moral para lograr el ideal de la madurez del sujeto moral adulto”, en palabras de Marciano VIDAL[18].

Ante esta meta, verdadero reto en el momento actual, que es también una inaplazable e ineludible misión que estas instituciones realizan también en nombre de la Iglesia como ejercicio de su sagrada potestad, se ha de apuntar a que sean atendidos por parte de ellas los dos aspectos o polos de la misma cuestión: los dinamismos relativos a la estructura moral subjetiva, y los concernientes a la estimación moral objetiva.

En el caso del adulto joven, como se denomina a la mayoría de los que ingresan a las Universidades, pero también en el de los adultos en edad media, como se designa a los que están efectuando sus especializaciones, maestrías y doctorados; e inclusive, en situaciones particularmente precoces, en algunos casos de personas que están concluyendo su adolescencia, es sumamente importante involucrarse en dichos dinamismos y en la estimación de sus momentos de iniciación, de prosecución o de adelantamiento en lo que concierne a la consecución de esa responsabilidad moral, y proporcionarles las ayudas convenientes a fin de que ellos puedan llegar a una verdadera y estable situación ontónoma. En efecto,

“Existe, en primer lugar, una autonomía emocional que es característica de la adolescencia y abarca una ruptura de los lazos familiares y autoritarios de la niñez. Luego podemos señalar una autonomía a la manera de un código interno que es elaborado por el joven a través de una crítica consciente de las convicciones previamente aceptadas y asumidas en forma inconsciente. Podemos señalar una etapa posterior en la que la autonomía se entiende como deber absoluto que nace del interior profundo del propio sujeto, y que consiste en aplicar los principios y valores morales de su autoconsciencia a las exigencias de la realidad constituida en situación. Tal es el comportamiento característico de la autonomía moral del hombre maduro adulto, quien debe buscar una respuesta que satisfaga a todas y cada una de las exigencias que poseen los elementos que estructuran la totalidad de la situación real.
Ahora bien: parece obvio que para que una persona pueda elaborar y dar efectivamente esta respuesta autónoma haya tenido que emplear muchos elementos heterónomos que le hubieran posibilitado su autocomprensión y la comprensión de la realidad”[19].

De conformidad con estos datos que nos aportan la experiencia humana y la exploración de la psicología evolutiva o del desarrollo, es necesario tener simultáneamente en cuenta los siguientes aspectos, a los que el mencionado M. Vidal denomina “cauces”, y que contribuyen efectivamente a lograr en todos los miembros de las comunidades universitarias una auténtica “sensibilización ética (subjetivo-objetiva)”:

Cauce cognitivo. El objetivo cognitivo de la educación moral ha de concretarse en hacer efectivas en la conducta moral las siguientes exigencias: la conexión entre acción y consecuencia; la previsión de los resultados de la acción; la integración entre lo concreto y lo abstracto; la realización del juicio moral a través del discernimiento.
Cauce emotivo. El objetivo emotivo de la educación moral ha de propiciar una conducta moral en la que se articulen correctamente estos factores: la connaturalizad hacia el bien; la creación de actitudes; la organización de ‘lealtades’.
Cauce motivacional. Mediante este objetivo se pretenden dos cosas: la integración entre el ‘realismo’ y la intencionalidad; la jerarquización de las motivaciones éticas.
Cauce práxico. En este ámbito, la educación moral busca que el sujeto moral tome conciencia de: la acción como experiencia ética; la aceptación del contraste de la realidad; la estimación crítico-utópica de la praxis”[20].

El mismo autor señala que la “meta” de la educación moral, “en cuanto tarea pedagógica del desarrollo moral”, consiste primordialmente en forjar en las personas una madurez consistente en que sean “autónomas”, “justas” y “solidarias” dentro de las coordenadas de la “cooperación”, la “igualdad”, la “reciprocidad” y de las “asimetrías de lo humano”[21].

El Papa BENEDICTO XVI ha insistido en esta tarea educativa que, en nombre de la Iglesia, están llamadas a realizar también las Universidades católicas, cuando afirma que se trata del compromiso que ellas tienen de anunciarle a todos los seres humanos la existencia en ellos de esta capacidad que les permite escuchar la voz de los valores morales y de las virtudes presentes en ellos a manera de vocaciones, esa voz en la que Dios mismo es quien se pronuncia construyéndonos como seres humanos, como hijos suyos. Las Universidades católicas, por tanto, conforme a su manera propia de proceder en el ámbito de la cultura y de la ciencia, deben propiciar pedagógicamente en las personas que conforman su comunidad la posibilidad de hacer que ellas sean conscientes de esa capacidad para descubrir su propia naturaleza y su mensaje moral, mensaje de Dios que debe ser descifrado, mensaje que, de igual manera, puede ser mejor conocido, mejor escuchado, si le ofrecemos la buena voluntad e vivacidad de nuestra apertura.

En consecuencia, a las Universidades católicas les corresponde favorecer los espacios académicos, los medios y métodos más ventajosos para que cada uno se eduque para la escucha: que cada una y cada uno se hagan cada día más capaces de escuchar, a pesar de todos los ruidos que ensordecen nuestra sociedad y cultura actuales. Para ello, es necesario que provea las ocasiones de alta calidad profesional para que retornemos a esa escucha, de modo que la apertura de nuestros sentidos interiores se convierta en un real acontecimiento; que facilite, en fin, que todos en ella podamos transcurrir el camino que combina los compromisos y las preocupaciones – religiosas, sociales, etc. –  de la vida, una existencia integralmente comprendida, incluidos, particularmente, aquellos y aquellas que se refieren a la dimensión de fe[22].

2.b). La formación integral, decíamos, consiste también en que los educandos lleguen a “adquirir un sentido más perfecto de la responsabilidad y un uso recto de la libertad”. Ser responsables y ser libres, como hemos visto, son dos características genuinamente humanas y expresión de nuestra dignidad. Características de nuestras dimensiones antropológicas, cuyo desenvolvimiento progresivo está lleno de vicisitudes; pero, de igual manera, el modo mediante el cual llegamos ser humanos en plenitud, en acto. Por eso, es necesario reclamar la atención, así sea brevemente, sobre la importancia que tiene y el logro que significa el hecho de que cada persona, toda persona, ella misma, ejerza y mantenga, a lo largo de su trayecto vital, el control de sí mismo, su auto-dominio, y ejerza el señorío sobre su conciencia psicológica, sin la cual no es posible ejercer el discernimiento, la elección y la responsabilidad moral.

Obsérvese bien que no estamos hablando de ser despóticos con nosotros mismos, ni de que, por una razón que verdaderamente lo amerite, y en la que esté comprometida la vida misma, alguien pueda ponerse en manos de alguien experto que le aportará a su salud. Equilibrio nada fácil de lograr, sin duda, pero fundamental en orden a la asunción y a la orientación responsable de la propia existencia.

Llamamos la atención, por el contrario, acerca de las diversas y cada vez más sutiles y difundidas interferencias, internas o externas, y sobre los bloqueos que se pueden llegar a ejercer en un momento dado sobre estas características típicas de una existencia humana auténtica. Nos referimos a todos en general, por supuesto, pero en particular a nuestros niños y nuestros jóvenes que cada día se hallan expuestos a tales interferencias y bloqueos justamente cuando transitan unos períodos de la vida en los que su personalidad apenas se encuentra en los primeros estadios de formación y cuando todavía son muy numerosas sus fragilidades y carencias. Ante tal situación mi preocupación aquí no puede sino ser mucho más modesta: llamar la atención sobre las instituciones escolares, y más precisamente sobre las instituciones universitarias, en relación con ese “sentido de responsabilidad” y con ese “uso recto de la libertad”, para los que nuestros jóvenes deben ser invitados a formarse llegando a reconocer la raíz de tales problemas y a desarrollar su capacidad para afrontarlos y, quizás, superarlos.

Dediquemos un espacio, así sea brevemente, a dos tipos de exposición a los que suelen estar muy especialmente desafiados nuestros jóvenes: al producido por el uso de drogas alucinógenas [iii] y al producido por el empleo de video-juegos y otras tecnologías. Por supuesto, lo que aquí podemos decir es apenas una mínima referencia a estos asuntos y se enmarca en cuanto venimos afirmando sobre la “abstinencia”, el “respeto” y la “sobriedad”, junto con las motivaciones adecuadas y suficientes en el área de la prevención: como sucede en diversos puntos de esta investigación, es necesario remitir a obras específicas[23] que versan sobre el fenómeno actual de las toxicomanías, del uso de las drogas y del narcotráfico[24], con todos sus pormenores – interpretación del hecho, definiciones, formas y criterios de tipificación, contextos sociales, culturales, económicos, político-jurídicos y morales, etc. –.

Sin lugar a dudas, los problemas de desbalance químico cerebral (“dopamina”[iv]), asociados muchas veces con problemas genéticos (“doble factor genético”), ocasionan una demanda de compensación (recompensa y adicción) de dicho desbalance[25], y, en consecuencia, del empleo de las drogas correspondientes. La atención médica es, en estos casos, obligatoria, por supuesto, así se deba moralmente aceptar la consecuencia negativa, de acuerdo con el “principio del doble efecto”[26]. Pero, según los expertos, este podría ser el asunto de, a lo sumo, un 10% del total de los casos. En cambio, son sabidos otros datos inquietantes que revelan la importancia que tiene el ambiente en que creció la persona: por ejemplo, se habla de que al menos la mitad de los jóvenes que actualmente cometen delitos en Colombia lo hacen bajo el influjo de las drogas: marihuana, cocaína, alcohol[27]; y, lo que en mi opinión es aún más alarmante, que  tal uso contribuye a la destrucción física y moral de los jóvenes mismos y de numerosas otras personas y familias. Este hecho, con todo, no puede disociarse de este otro, revelado por una encuesta de finales de 2009 realizada en las ciudades de Bogotá, Cali, Medellín, Itagüí, Manizales, Bucaramanga, Piedecuesta, Cartagena, Neiva, Pasto, Popayán y Soacha: además de ser personas que utilizaban las drogas, en la gran mayoría de los casos los jóvenes provenían de familias incompletas, sobre todo por ausencia de la figura paterna, y, esto también es importante mencionarlo, vivían la situación de desempleo de sus padres.

En efecto, muchísimos de nuestros jóvenes se han visto seriamente obstaculizados en su desarrollo orgánico, laboral, social y especialmente moral por el consumo de diversos tipos de droga, sin excluir de estos el alcohol y el tabaco, y especialmente cuando dicho consumo se torna en ellos adictivo[28], gracias a la preponderancia y vigencia de una sociedad egoísta. Así mismo, no puede ocultarse que las universidades, no exentas de ello, hoy por hoy, las católicas – y, en lo que corresponde, las eclesiásticas – son un espacio muy propicio para la iniciación y/o la continuación del consumo de las drogas[29]. El problema, sin duda, las preocupa, y han tomado diversas decisiones y acciones para afrontarlo[30]

Es contradictorio, por lo tanto, que algunos miembros de estas comunidades, no tomen atenta nota y las medidas convenientes orientadas a mantener aquel “sentido de responsabilidad” y ese “uso recto de la libertad” que la droga les impide. La Iglesia[v] les encomienda precisamente el mejor antídoto contra la drogadicción: ofrecer a todos, egresados, estudiantes, profesores y administrativos, los más altos y nobles ideales y valores humanos y cristianos, de mayor justicia, de esperanza y de búsqueda del bien común, de modo que lleguen a hacerse nuestra misma sangre. No se trata sólo de informar ampliamente, ni aún siquiera de proveer a los farmacodependientes de clínicas de desintoxicación, de terapias para dejar la cocaína, la marihuana, el éxtasis, el opio, el alcohol, etc., lejos de prejuicios y de mitos, sino de contribuir a formar integralmente (“sui compos” efectivo: ¡no sólo por alcanzar la edad canónica de los 7 años y exteriorizar capacidad para hacer negocios!: cf. c. 1095, ord. 2° y 3°) a los jóvenes. Y de ayudarlos, tendiéndoles la mano e incorporando la diligencia de sus familias, eventualmente, cuando por debilidad o como reacción a situaciones personales, llegaran a deslizarse hacia esta “pendiente peligrosa”, a fin de que retomen por sí mismos la dirección de su vida. También en este asunto es necesario que, como instituciones de Iglesia, nuestras Universidades católicas, nuestras Universidades y Facultades eclesiásticas, se interroguen “dónde hemos estado” y “qué hemos hecho por ellos”, en los momentos críticos y en las primeras dificultades que experimentan los miembros, jóvenes o adultos, de nuestras comunidades universitarias: como el “buen samaritano” de la parábola de Jesús[31].

Lo dicho es igualmente válido para toda forma de adicción, como ocurre, v. gr., con la servidumbre a los video-juegos (online mediante el computador, p. ej.) y a otras tecnologías hoy en boga, promovidas por una sociedad de consumo, que no solamente afectan el rendimiento escolar, sino que llegan a producir en los jóvenes estudiantes depresión, fobias sociales, ansiedad, y el cada día más difundido “Trastorno por déficit de atención con hiperactividad” (conocido por su sigla en inglés ADHD) – un estudio actual en universidades norteamericanas habla ya de un 9% de estudiantes con esta problemática –[32].

Pero debo pararme en este punto, ya que este delicado asunto de la “formación integral”, comprendida como descubrimiento y puesta en acto de las dimensiones constitutivas humanas, ha sido hecho objeto de investigación recientemente por el apreciado colega Julio César ARIZA COLLANTE[vi].

Concluyamos, pues, esta subsección, dedicada a la exigencia de la realización auténtica de la Universidad Católica, citando a este propósito las palabras del P. Pedro ARRUPE, S. J., pronunciadas precisamente a los Decanos y Profesores de nuestra Universidad hace ya más de treinta años, con ocasión de su visita. Palabras que conservan actualidad y plantean una reclamación hoy quizás aún mayor que antes:

“Tampoco podemos, con eficacia y credibilidad, impartir una formación humana integral, ni transmitir una concepción cristiana de la vida, si los valores que tal formación y concepción comportan, no se reflejan de alguna manera en nuestra existencia individual y comunitaria, en lo que somos y hacemos. En la «Evangelii nuntiandi», Pablo VI insiste una y otra vez sobre la importancia «primordial» del testimonio para realizar la misión apostólica que se nos ha confiado; esto es verdad hoy más que nunca, ya que «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan… o si escuchan a los que enseñan es porque dan testimonio» (EN n. 41; ver también nn. 21 y 26). […]
La meta que la Iglesia y la Compañía les propone para su labor, Señores Decanos y Profesores, es difícil y ambiciosa, pero al mismo tiempo noble y atractiva y hoy día muy necesaria. Colaborar en esta tarea será para ustedes la más honda satisfacción, será el mejor servicio que pueden prestar a Colombia”
[33].

b. La verdad y veracidad en el orden del quehacer en lo que se refiere a la actividad de las Universidades católicas, así como las Universidades y Facultades Eclesiásticas. El problema de la verdad y su significado en orden a la realización de las personas[34].


3. Como tuvimos ocasión de manifestarlo en el capítulo anterior, los seres humanos poseen una índole “mediadora” que es apertura, relación: con Dios, con los demás y con el cosmos. Por eso, como afirmábamos, “hemos nacido para la verdad”. Podemos afirmar, poéticamente, pero con toda exactitud, que todos somos “peregrinos de la verdad”, insaciables buscadores de lo que se supone verdadero, pero, al mismo tiempo, difusores de lo que creemos probado. Por eso se puede afirmar que la verdad hace que nuestra vida sea auténtica y, creíble, al mismo tiempo, para los otros. Con mayor razón lo anterior se debe referir a quienes tenemos una tarea en el mundo universitario[35].

En efecto, la verdad hace referencia a lo que hemos visto con nuestros ojos y a lo que hemos concluido después de haber realizado un serio esfuerzo por conocer las cosas como son realmente. La verdad, por eso, nos parece que sirve de puente entre lo que se nos presenta ante nuestros sentidos y lo que pensamos acerca de ello, entre lo que existe por fuera de nosotros y lo que nosotros conocemos acerca de ello, entre lo que nosotros pensamos y lo que expresamos con nuestras palabras.

Junto con la libertad y con la conciencia, también la “verdad” es un bien espiritual de las personas y de su dignidad al que, entre otros, debemos poner atención. Solemos tener una concepción bastante intelectualística y formal de la verdad. Observemos desde qué angulaturas solemos o podemos acercarnos a la cuestión verdad:

-          Hablamos de la verdad ontológica (o religiosa), cuando queremos decir que existe una concordancia entre la realidad tal como ella es y la manera como Dios la ha pensado desde la eternidad y como está destinada a ser conocida por nosotros: es, para los creyentes, digna de adhesión para el ser humano por estar garantizada por el mismo Dios y destinada por él para ser vivida por amor; se encuentra en el “depósito de la fe” comprendido por la Palabra de Dios y su revelación. El camino del diálogo académico, intercultural o interreligioso[36] y no meramente el de una “apertura diplomática” (EG 251), o, muchísimo menos, el del opuesto, el del “fundamentalismo violento” (EG 253) visto desde esta perspectiva, consiste precisamente en ser cercanos a Dios revelado en Cristo en la profundidad de nuestro encuentro con Él, en la experiencia de la verdad que nos abre a la luz y nos ayuda a ir al encuentro con los otros: la luz de la verdad, la luz del amor. Tuvimos ocasión de referirnos a ello al tratar en el capítulo cristológico del “obrar según la verdad”, “hacer la verdad”.

-          Hablamos de verdad lógica o noética cuando conocemos las cosas tal como ellas son: se trata, en este caso, de una interiorización adecuada de las cosas, hechos, personas e ideas, de modo que nuestra “fotografía gnoseológica” se corresponde con lo que la ha producido. Del mismo modo, podemos denominarla así a aquella proporción que se da entre una respuesta y las razones que se aducen para ella, es decir, señalar la razonabilidad de las respuestas; decía Jean-Yves CALVEZ S. J.[37]:

“En griego, la verdad es manifestación, algo verdadero se descubre, sale de la oscuridad, del olvido (a-leqhV = ya no olvidado). Claro es que el hombre es activo en esto, por él se descubren, se desvelan las cosas, se manifiesta por así decir el interior de ellas (así que las cosas mismas se abren también consecuentemente en esta perspectiva). Todo esto establece una relación fuerte entre verdad y hombre. Todo empieza con un abrirse del hombre a sí mismo, conciencia, primera verdad (primer otro) para el hombre mismo. Gracias a esta primera apertura de un ser, existen todas las demás aperturas. Verdades que salen de la oscuridad, del ser todavía indeterminado, sin sentido. Heidegger, recientemente, ha insistido sobre este carácter del hombre, “cuidador” del ser. Prefiero decir: “revelador” de lo mismo. Sin él todo recae en la oscuridad, no hay verdad o algo verdadero, algo conocido, algo abierto”.

-          La verdad ética o del lenguaje y la veracidad, por su parte, consiste en el hecho de que aquél que conoce manifiesta al exterior y dice cómo percibe las cosas según su conocimiento: se trata de la expresión sincera de lo que uno siente en su interior. Se da la verdad cuando la palabra o el gesto o la conducta son conformes con el pensamiento y el querer interiores. Se trata de poner en acto esta virtud (cf. capítulo anterior) que nos inclina a decir lo que sentimos y a hacer que nuestra conducta sea transparente y de fiar. Cuando ella se efectúa, se tienden lazos formidables de comunicación interpersonal – típicos de individuos humanos – y se echan los cimientos de una comunidad justa, libre y fraterna, que vive la paz; afirmaba al respecto Jean-Yves CALVEZ S. J.[38]:

“En nuestros idiomas latinos y en alemán, no se dice tanto que el hombre es (puede ser, debe ser) verdadero; una afirmación, sí, es (debe ser) verdadera, es verdadera si corresponde a otro que ella misma, a la realidad (que, digamos, se abre así, a esta afirmación precisamente, y sin esto ella quedaría en sí misma, para nada...) […]
“Hay un tercer sentido de verdad, más bien de “verdadero”, que no nos ofrecen ni el latín ni el griego, que nos ofrece por el contrario muy corrientemente el inglés: con “true”. No solamente afirmaciones pueden ser true, verdaderas, sino que el hombre también puede (debe) ser true, fiel: a otras personas, a un ideal, a un contrato... (hay por cierto verax en latín en sentido cercano, también verdadero o, más raramente, vrai en francés: “hombre verdadero”, “personne vraie”, y “veraz” en castellano). Esto subraya, creo, útilmente, el aspecto de compromiso, de apertura a otro, a otra cosa, que es típico del valor de verdad. La veracidad, el gusto de la verdad, la preocupación por ella, es así un valor muy fundamental, como un constitutivo de la persona humana. Y, como se ve así, en “verdad” hay que subrayar más la búsqueda, la preocupación, que la posesión, significando ésta como un detenerse de la dinámica que es por el contrario típica de la búsqueda. Han podido notar, cómo Juan XXIII (Pacem in terris, 1963), al hablar de derecho a una información objetiva, como también de un derecho al acceso a los bienes de la cultura, sitúa todo esto dentro de un derecho general del hombre de “buscar la verdad”. Esto, sí es un rasgo totalmente esencial del ser que llamamos hombre: abierto a otro reconocido o por reconocer”.

-          La verdad comunitaria nos refiere a las relaciones humanas vividas en sinceridad, es decir, cuando las palabras y demás expresiones de convivencia son auténticas. Pero es mucho más: porque el mundo entero está llamado a vivir su verdad, cuando no sólo la conducta individual de las personas es coherente con sus dimensiones humanas, sino cuando sus estructuras económico-político-culturales, sus instituciones, etc., también lo son, respondiendo a lo que razonadamente deben ser. Por eso podemos decir que, a este punto, existe una identificación entre verdad y autenticidad;

-          La verdad, en fin, considerada como síntesis de las personas, comunidades y sociedades, que, a la manera de una intensa luz, las capacita para valorar rectamente el bien, para pensar en profundidad y para elegir con prudencia (virtud que indica los actos que se deben realizar hoy pero con previsión de lo que puede acaecer más tarde) tanto los fines intermedios como los medios adecuados para alcanzarlos.

Por lo cual, podemos decir que existen diversas modalidades de la verdad, y la “epistemológica” y la “ética” son, sin duda alguna, dos de las más conspicuas.

4. Por eso es necesario observar que el ser y el conocer son correlativos. El ser es plenamente tal solamente cuando es conocido; mientras el conocimiento se orienta a la percepción del ser, éste es tanto más perfecto cuanto más se lo conoce. Y si se trata del ser humano, como podemos ver, cuando hablamos de la verdad y de la veracidad no se trata de garantizar una correspondencia meramente intelectual sino de una realidades directamente referidas a la dignidad personal humana, y, por lo tanto, de unos bienes que merecen ser buscados y salvaguardados, en favor nuestro y de los demás.

En efecto, la persona, como sujeto espiritual, se posee a sí misma en la medida en que consciente y libremente se comprende en su propia realidad humana, y a su fundamento, que es Dios. Cuanto más una persona se orienta de esta manera hacia su propia y auténtica realidad personal, tanto más podemos decir que ella “es” persona: a mayor realización de su “verdad” humana, tanto más se perfecciona su personalidad. Por el contrario, cuanto más se aleja de su propia verdad tanto más se perjudica en el desarrollo y maduración de su persona. Por eso, las Universidades católicas lo comprenden y asumen en serio como tarea propia, cada vez que, al modo académico, ayudan a las presentes y a las nuevas generaciones a tomar conciencia de que el respeto que expresen por ellas mismas es el comienzo del respeto por todas y en todas sus relaciones, como es el caso del las relaciones con el ambiente natural, p. ej.

Con todo, la verdad y la veracidad son decisivas no sólo por lo que se refiere a la relación de la persona consigo misma, sino también en lo que se refiere a las relaciones entre los seres humanos: cuando una persona comunica la verdad se comunica a sí misma. El contacto auténtico personal y la comunión interpersonal sólo son posibles cuando los seres humanos se encuentran a partir de una común aspiración a la verdad y se efectúa mediante una comunicación mutua de la verdad. Parte del presupuesto de la verdad que reconoce al “tú” como mi igual, como mi hermano y hermana. Ello debería ocurrir sobre todo en el caso de las relaciones entre los miembros de las comunidades académicas.

En efecto, no es posible construir una comunión real – universitaria, en particular, pero incluso otras, como la matrimonial – sobre la base de las faltas a la verdad o sobre la mentira. Con la mentira la persona trata de manipular a su hermano-prójimo[39], de ejercer una injusta presión o coacción contra él, de reducirlo con egoísmo a instrumento de sus propios planes, y ello puede ocurrir de múltiples maneras: sea que nos refiramos a las acciones conducentes al deterioro de la biosfera o a la deshumanización de las ciudades bajo la imposición de ciertos criterios para su diseño; o bien, en lo que se refiere a la instrumentalización y a la comercialización del arte; sea que se trate de lo que se difunde a través de los medios de comunicación social o mediante la publicidad; sea por medio del manoseo social económico, político o ideológico; sea a través del manejo de la imagen y de la opinión pública; sea en el intento por racionalizar el obrar humano mediante la cibernética; sea, incluso, en el plano religioso cuando la religión misma se deforma al obligársela a ponerse al servicio de la ignorancia o de diversos prejuicios, de la burla, la violencia y el abuso: en este caso no sólo se da una corrupción de la religión, sino también una descomposición de la libertad humana, un estrechamiento y oscurecimiento de la mente; sea en el ámbito moral…

Aún más, en el ámbito de la academia debemos estar atentos a todas aquellas manipulaciones, no siempre tan sutiles y muchas veces hasta motivadas con una buena intención, como las que un catedrático pudiera emplear – como ocurre en otros ámbitos de comunicación, en los que “el poder” también está subyacente – suscitando o incitando (con finas ironías y ‘humorismo’) la rabia de los interlocutores, no solamente su indignación, e, incluso, promoviendo la eliminación o la exclusión del otro. Pero manipulación, en fin de cuentas. Otro punto sobre el que debemos autoexaminarnos y, quizás también, convertirnos.

Pero ocurre también viceversa: no debemos tampoco ser ingenuos cuando se trata de difundir o de aplicar los resultados aún provisionales de la investigación (y la experimentación) científica. Son muchos los intereses de diverso tipo, económicos, políticos, de prestigio, etc., que querrían mantener su preponderancia y su ganancia a costa de que no se adquiera, emplee, difunda e implemente nuevo conocimiento. En efecto, hay quienes diseminan la especie de que un estudio determinado “no es concluyente”, cuando, dentro de los mejores estándares de control de la investigación médica, v. gr., mediante la evidencia, se considera mucho más favorable tal estudio en línea con el bien ético integral y universal de las personas, que su contrario[40]. Esos tales están promoviendo, en realidad, cierta manera de pensar y de obrar que dista mucho de los parámetros científicos alcanzados actualmente, cuya implementación proporcionaría un provecho enorme a muchos en línea con el criterio fundamental al que hemos denominado de búsqueda de la “verdad verdadera” en el contexto del “bien humano”, y, en este sentido, de la “calidad de vida humana” y del “desarrollo humano”[41]. Así, el disfrute sano de la vida se ve menguado como consecuencia de afecciones de la salud no tratadas debidamente, y sin que ello represente el empleo de medios extraordinarios fuera de todo alcance, a los cuales nadie está, ni moral ni jurídicamente, obligado.

Más aún, como hemos referido, existe una noción reducida de “calidad de vida” (cf. cap. V, en varios lugares, en particular en III.3,19, p. 1141), que aparece en algunos casos y es concordante con aquel sentir consistente en la rapiña del triunfo o del poderío o en la búsqueda de la comodidad, pero es contradictoria con la opción de humanización, de sentido trascendente, lleno de esperanza e, incluso, de alegría de la vida: cuando, dejado de lado el asunto fundamental de la madurez integral del enfermo – ámbito en el que se suele presentar el dilema; pero, de igual manera, puede presentarse en otros en relación con comunidades y naciones: políticos, económicos, sociales, etc. –, se pretende encubrir con tal expresión la sensación de fracaso por parte del investigador – el equipo médico, p. ej. – o de la propia familia del enfermo. Ciertamente, es necesario valorar, junto con sus capacidades y/o sus limitaciones psicofísicas, las posibilidades de contacto del paciente con el ambiente, su autonomía, su mismo entorno, a fin de establecer el protocolo de cuidados que se le han de administrar. Pero la sumatoria de tales factores no debería incidir en la estimación del valor o de la equivalencia que posee la vida de una persona para determinar, entonces, si merece la pena que siga viva, o no.

Por el contrario, quien dice y hace la verdad en forma justa; quien, según la “verdad del ser” propicia la concienciación, la igualdad y la participación, y no trata de acallar al otro, con ello ya manifiesta mucha estima por él, valorándolo como persona. En esto cobran gran importancia las comunidades académicas y científicas, ya que ellas estimulan y permiten contrastar diferentes pareceres, y fomentan y elevan el tono crítico y auto-crítico de sus integrantes. En efecto, poquísimo gana una institución cualquiera, y menos aún la institución universitaria, cuando en ella se evitan, por diversos medios y con distintas intensidades, todo debate y controversia, o cuando se crean tales “solidaridades de cuerpo” que la deliberación, la crítica constructiva, la reflexión y la auto-crítica quedan excluidas por completo de sus ámbitos.

5. Ahora bien, aun cuando siempre la humanidad ha desplegado objeciones a la verdad y a la veracidad, y como en realidad el hombre no deja de ser un enigma para sí mismo, quizá hoy como nunca la búsqueda de la verdad suscita dificultades particulares tanto en lo que se refiere a la verdad de la persona misma como en lo que se refiere a la verdad en su convivencia. La confianza en la verdad ha ido dejando su lugar al escepticismo y las mismas relaciones internacionales, aún las más proverbiales y acrisoladas, son puestas en entredicho. Quizás algunos conservan la verdad como un ideal moral, pero luego, en la práctica, poco se obra conforme al mismo. Se observa con frecuencia que la palabra no sirve para la comunicación de la verdad sino para la manipulación, como suele suceder en la propaganda y en la política. Hechos todos que golpean el valor de la palabra en general y el papel de la verdad y de la veracidad en la convivencia humana.

De otra parte, entre nuestros contemporáneos no escasea la idea de que existen verdades referentes a los sectores “prácticos” de la vida, pero que nada se puede decir de verdades relativas al “sentido de la vida”: para muchos, la verdad sólo se puede predicar de aquella que puede ser objeto de verificación por parte de las ciencias naturales y de aplicación con vistas a la tecnología (la práctica y la utilidad por sí solas justifican): sólo se la consigue alcanzar por medio del experimento (es la idea que prevalece en ciertos círculos desde la Ilustración hasta hoy) y, en todo caso, cuando se habla de “certeza científica” lo que se quiere afirmar es que se está contando con la mejor opinión posible en el momento (Lonergan).

Pero las verdades relativas al sentido de la vida no son verificables por medios científicos, por eso se las pone en duda desde su mismo punto de partida. En este campo, a lo mucho, se concede que se puedan manifestar opiniones, no certezas (ni morales ni mucho menos metafísicas ni de fe). Existe esta manera de pensar, pero se la quiere confirmar con el pluralismo en las diversas concepciones acerca de la vida y del mundo, de las concepciones religiosas o no-religiosas, de los sistemas filosóficos, erigiendo el pluralismo, él sí, en un principio absoluto y supremo[42]. Y se afirma que estas verdades relativas a la vida cambian con el paso del tiempo y con las condiciones sociales; y se teme muchísimo menos a incurrir en errores morales, filosóficos o religiosos, que en errores técnicos o científicos.

A estas objeciones ha querido responder el S. P. FRANCISCO en su enc. Lumen fidei, del 29 de junio de 2013[43], que, como él mismo escribe (n. 7), fue el resultado de complementar no sólo un “borrador” de la misma sino la continuidad de una tarea iniciada por su antecesor, Benedicto XVI:

“27. Es conocida la manera en que el filósofo Ludwig Wittgenstein explica la conexión entre fe y certeza. Según él, creer sería algo parecido a una experiencia de enamoramiento, entendida como algo subjetivo, que no se puede proponer como verdad válida para todos [cf. Vermischte Bemerkungen / Culture and Value, G. H. von Wright, ed., Oxford 1991, 32-33, 61-64]. En efecto, el hombre moderno cree que la cuestión del amor tiene poco que ver con la verdad. El amor se concibe hoy como una experiencia que pertenece al mundo de los sentimientos volubles y no a la verdad.
Pero esta descripción del amor ¿es verdaderamente adecuada? En realidad, el amor no se puede reducir a un sentimiento que va y viene. Tiene que ver ciertamente con nuestra afectividad, pero para abrirla a la persona amada e iniciar un camino, que consiste en salir del aislamiento del propio yo para encaminarse hacia la otra persona, para construir una relación duradera; el amor tiende a la unión con la persona amada. Y así se puede ver en qué sentido el amor tiene necesidad de verdad. Sólo en cuanto está fundado en la verdad, el amor puede perdurar en el tiempo, superar la fugacidad del instante y permanecer firme para dar consistencia a un camino en común. Si el amor no tiene que ver con la verdad, está sujeto al vaivén de los sentimientos y no supera la prueba del tiempo. El amor verdadero, en cambio, unifica todos los elementos de la persona y se convierte en una luz nueva hacia una vida grande y plena. Sin verdad, el amor no puede ofrecer un vínculo sólido, no consigue llevar al « yo » más allá de su aislamiento, ni librarlo de la fugacidad del instante para edificar la vida y dar fruto.
Si el amor necesita la verdad, también la verdad tiene necesidad del amor. Amor y verdad no se pueden separar. Sin amor, la verdad se vuelve fría, impersonal, opresiva para la vida concreta de la persona. La verdad que buscamos, la que da sentido a nuestros pasos, nos ilumina cuando el amor nos toca. Quien ama comprende que el amor es experiencia de verdad, que él mismo abre nuestros ojos para ver toda la realidad de modo nuevo, en unión con la persona amada. En este sentido, san Gregorio Magno ha escrito que « amor ipse notitia est », el amor mismo es un conocimiento, lleva consigo una lógica nueva [Homiliae in Evangelia, II, 27, 4: PL 76, 1207]. Se trata de un modo relacional de ver el mundo, que se convierte en conocimiento compartido, visión en la visión de otro o visión común de todas las cosas. Guillermo de Saint Thierry, en la Edad Media, sigue esta tradición cuando comenta el versículo del Cantar de los Cantares en el que el amado dice a la amada: « Palomas son tus ojos » (Ct 1,15) [cf. Expositio super Cantica Canticorum, XVIII, 88: CCL, Continuatio Mediaevalis 87, 67]. Estos dos ojos, explica Guillermo, son la razón creyente y el amor, que se hacen uno solo para llegar a contemplar a Dios, cuando el entendimiento se hace « entendimiento de un amor iluminado » [íbíd., XIX, 90: CCL, Continuatio Mediaevalis 87, 69].
“28. Una expresión eminente de este descubrimiento del amor como fuente de conocimiento, que forma parte de la experiencia originaria de todo hombre, se encuentra en la concepción bíblica de la fe. Saboreando el amor con el que Dios lo ha elegido y lo ha engendrado como pueblo, Israel llega a comprender la unidad del designio divino, desde su origen hasta su cumplimiento. El conocimiento de la fe, por nacer del amor de Dios que establece la alianza, ilumina un camino en la historia. Por eso, en la Biblia, verdad y fidelidad van unidas, y el Dios verdadero es el Dios fiel, aquel que mantiene sus promesas y permite comprender su designio a lo largo del tiempo. Mediante la experiencia de los profetas, en el sufrimiento del exilio y en la esperanza de un regreso definitivo a la ciudad santa, Israel ha intuido que esta verdad de Dios se extendía más allá de la propia historia, para abarcar toda la historia del mundo, ya desde la creación. El conocimiento de la fe ilumina no sólo el camino particular de un pueblo, sino el decurso completo del mundo creado, desde su origen hasta su consumación.”
 
Otro aspecto diferente del problema consiste en considerar que, si bien, la verdad es “indivisible”, la percepción que se tiene de la misma admite diversos grados[44]. La siguiente gráfica nos permite visualizarlo de la siguiente manera:
 

                                                                                                                             ↱ de fe
                                                                                                                  ↱ metafísica
                                                                                                                  ↱ estadística
                                                                                           Certeza          → física                  
                                                                                                                  ↳ histórica                               
                                                                         Probabilidad ↗                 ↳ moral

                                                           Opinión ↗                                               

                                                  Hipótesis ↗
       Ignorancia   ↗

Esquema 49


Siendo éstas cuestiones profundas y complejas, que lamentablemente sólo podemos proponer aquí para evidenciar cuán transcendental es el problema de la verdad en las relaciones humanas, con todo no podemos dejar de lado la pregunta que muchos (todavía) se hacen: ¿Cómo es posible permanecer veraces en ciertas situaciones difíciles, sin ocasionar graves daños, como sería, p. ej., revelar un secreto o traicionar a otras personas? Son situaciones arduas, sin duda, sobre todo en regímenes dictatoriales, mas no sólo en ellos...

Si bien es cierto, corresponde a toda universidad conservar y potenciar en sus miembros cada día más su capacidad innata de “asombro” así como expresar su estrecha vinculación con la verdad[45], particular cometido corresponde en este sentido a las Universidades católicas[46] y, en especial, a sus Facultades de Teología, cuanto concierne al mantenimiento y profundización de la verdad de Jesucristo y del ser humano creado y recreado por Él, ya que precisamente ello constituye su identidad, cometido y método propio y característico, a partir del cual han de observar, describir y analizar las diversas realidades, así como proponer y delinear acciones, y llevarlas a cabo. Singular función les atañe al examinar concienzudamente y debatir sin indiferencia las realidades socio-económico-políticas, tan susceptibles como son de ser instrumentalizadas al servicio de ideologizaciones, de oportunismos y de cualquier tipo de dominio imperial, resistiendo, si fuera el caso, en la defensa de dicha verdad[vii].

En efecto, el mismo Concilio Vaticano II lo ha precisado y urgido a propósito del diálogo provechoso que habría de sostenerse en torno a la persona humana y a su dignidad por parte de las ciencias, las culturas y las religiones, la filosofía, la teología y demás expresiones humanas – y que se convierte en tarea urgente de promover para las Universidades católicas y para las Facultades eclesiásticas en particular –, en razón de las consecuencias “morales” –  en el orden de los “principios”, que son la expresión, en su causa – del misterio de Cristo, como sostenemos en esta investigación[47].

Antes de pasar al aspecto siguiente, quisiera concluir esta subsección panorámica dedicada al quehacer de las Universidades católicas y de las Universidades y Facultades eclesiásticas en su relación con la verdad y con la veracidad, insistiendo más concretamente en sus Facultades teológicas y aplicando a sus comunidades académicas lo que ha afirmado un experto: que tratándose de unas corporaciones en las que conviven personas de diferentes estilos, formas y grados de formación, unidos a diversidades de edad, género, procedencias, etc., se configura una especie de “sistema en crecimiento que se abre al mundo y que ya no puede volver a encerrarse endogámicamente en sí mismo”, permitiéndose, así, responder efectivamente a

“uno de los mayores defectos de nuestra cultura, nuestra falta de continuidad en las diversas acciones que emprendemos (: tal sería el caso de) no deberíamos abandonar los métodos de nuestros predecesores, como automáticamente hacemos a menudo, sin siquiera reflexionar sobre ese abandono. Otra cosa es modificar, corregir, modular, empalmar, pegar a trozos”[48].

Vale la pena también tener en cuenta esta observación y sugerencia.


1)    La verdad en el pensamiento

6. Como hemos señalado a lo largo de esta investigación, la verdad y la veracidad incluyen, por parte de todos los seres humanos, el deseo permanente e irrenunciable de buscarla y de conocerla de la manera más perfecta posible. Entre sus constitutivos más esenciales el ser humano considera que la aspiración a la verdad le es suya de modo original y propio. Existe en él un sentido cierto por lo verdadero. Así lo ha creado Dios, capaz de pensar y de conocer, y mal podríamos decir que el hombre y la mujer están llamados a ser veraces en su hablar sin estar llamados también a que en su proceder sean también auténticamente humanos. Estamos llamados a buscar y a comunicar la verdad objetiva, no sucedáneos o substitutos de la verdad. Precisamente esa es la razón de ser y la metodología que se aspira a encontrar en una tesis de grado, por ejemplo.

Pero estamos llamados a buscar la verdad entera, inclusive la del propio “yo”. No es fácil descubrir la verdad. Desde el punto de vista objetivo, es fundamental no dejarse manipular por nada ni por nadie, acudir a fuentes diversas y pluralistas en donde encontramos la información, aprender de las experiencias propias y ajenas, reconocer “la verdad” que hay en las diversas posiciones, hasta compaginarlas de tal manera que en su conjunto muestran un nuevo acercamiento a la verdad, de modo que pueda merecer circular por el mundo. Sólo una verdad así esforzadamente alcanzada va haciendo mujeres y hombres auténticamente libres[49], como Jesús decía (cf. Jn 8,32).

Con todo, ello no es suficiente. No depende solamente de recoger una información más o menos amplia, respaldada, incluso, por experimentos o testimonios, ni siquiera procedente de una iluminación especial por parte de Dios, sino, fundamentalmente, lograda a partir de nuestro sincero interés y esfuerzo por alcanzar la verdad. Nosotros mismos somos los responsables de que logremos aquél conocimiento que nos es posible. Cosa no siempre fácil, sin embargo, porque encontramos serios obstáculos en nuestra propia pereza espiritual para afrontar las realidades más profundas de nuestra existencia; en nuestra falta de apertura y de docilidad para reconocer nuestros propios límites, o de humildad para consultar a personas competentes en ámbitos que nos son desconocidos; también en nuestro propio egoísmo y en nuestra ceguera encontramos serias, y, a veces, insuperables barreras, que nos permitirían avanzar hacia la verdad[viii]: cedemos, entonces, a cierta “cultura” (religiosa, política, moral) que se va haciendo camino, del “sálvese quien pueda”, tan similar a aquella que algunos ya le exigían a Jesús en la Cruz: “A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido… Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!... ¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!” (Lc 23,35.37.39).

Con todo, debemos estar atentos a otra característica típica de nuestro tiempo y que cuestiona nuestra búsqueda de la verdad así como nuestro esfuerzo teológico. El Papa FRANCISCO así lo explicó:

“Hoy, efectivamente, nos concentramos menos que en el pasado en el concepto o en la praxis y más en el "sentir". Puede no gustar, pero es un hecho: se empieza de lo que sentimos. La teología ciertamente no puede reducirse al sentimiento, pero tampoco puede ignorar que, en muchas partes del mundo, el enfoque de cuestiones vitales ya no parte de las últimas cuestiones o de las demandas sociales, sino de lo que la persona advierte emocionalmente. La teología está llamada a acompañar esta búsqueda existencial, aportando la luz que proviene de la Palabra de Dios. Y una buena teología de la ternura puede declinar la caridad divina en este sentido. Es posible, porque el amor de Dios no es un principio general abstracto, sino personal y concreto, que el Espíritu Santo comunica íntimamente. Él, en efecto, alcanza y transforma los sentimientos y pensamientos del hombre. ¿Qué contenidos podría tener entonces una teología de la ternura? Dos me parecen importantes, y son las otras dos sugerencias que me gustaría brindaros: la belleza de sentirnos amados por Dios y la belleza de sentir que amamos en nombre de Dios.”[49 bis]

7. Teniendo en cuenta la realidad descrita, y a partir de las anteriores reflexiones sobre la verdad en el pensar, no podemos eximirnos de recordar que la Iglesia católica, en diversos y muy importantes pronunciamientos, ha exaltado la importancia de la labor de los profesionales desde diferentes puntos de vista y ha considerado unos criterios generales para su ejercicio. No es el momento para revisarlos, sin duda, pero se trata de una deferencia cuya memoria no puede ni debe ser omitida en este lugar[50].

En cambio, en lo que atañe a la investigación y a la docencia universitaria sí nos corresponde analizar brevemente dos argumentos: en primer lugar, la necesidad de “formar en las universidades para la investigación” (1°), y “preparar en las universidades para la ‘formación permanente’” (2°). 

a) “Formación universitaria para la investigación”

8. Como dijimos (cf. supra, 1.b.1)2, p. 1125), a ninguno se oculta la importancia de esta cuestión, sobre todo si se la considera en la perspectiva del desarrollo de un País en todos sus ámbitos. Se trata de un valor humano por sí mismo incomparable en razón de su propia índole de ser un trabajo creador. Con todo, esta formación específica se nutre fundamentalmente de los progresos que se vayan haciendo en el ámbito científico. Por eso hemos hecho notar el retraso generalizado que las universidades colombianas revelan en este terreno [51].

Refiriéndonos en particular al campo relativo a la teología moral, que es el más cercano en este caso a nosotros, en una de sus áreas de investigación, y a propósito de la cual el Modelo hermenéutico nos está exigiendo ésta más detenida aplicación de los correlatos antropológicos del capítulo anterior, se echa de ver la necesidad de poseer una información confiable de la más alta calidad y actualidad sobre numerosos asuntos que han de ser objeto de estudio por parte de ella. Información que, orgánicamente estudiada y profundizada, permitirá a los teólogos morales entrar en un diálogo “de altura” con sus colegas de las diferentes áreas de la investigación, bio-médica y económico-administrativa, p. ej. Para dar una muestra de ello, observemos lo que afirmó, todavía no hace mucho tiempo, el muy reconocido Manuel CUYÁS MATAS S. J.[52], quien señalaba:

“La biotecnología ha otorgado al hombre el poder de cambiar incluso su propia manera de ser y ha dado lugar a un nuevo modo de elaborar normas de conducta e incluso principios éticos en diálogo interdisciplinar e interconfesional. Esta metodología ha interpelado, con el nombre de bioética, el quehacer de los moralistas imponiéndoles mayor atención a los resultados de las ciencias experimentales y un esfuerzo particular por hacer valer ante las autoridades civiles los bienes tutelados por la iglesia católica. Ha planteado además a la teología moral nuevos problemas y la ha obligado a reelaborar sus respuestas a muchas cuestiones. A título de ejemplo se exponen las consecuencias éticas: a) del cambio de presupuestos en la fertilización "in vitro"; b) de las posibilidades abiertas por la ingeniería genética; c) de la distribución actual de los recursos disponibles para la salud”.


Este asunto de las “biotecnologías”, como se las denomina, urge, pues, un conocimiento científico y técnico de la más alta calidad y actualidad. Por eso, en este contexto, es digna de especial encomio, la actividad que realizan las Pontificias Academias de Ciencias, de Ciencias Sociales y de la Vida[53]. Y, por su relevancia para las Carreras y Facultades a las que especialmente quiere contribuir nuestra investigación, para citar sólo un ejemplo de los aportes que dichas Academias ofrecen al Romano Pontífice, a la Santa Sede y a toda la humanidad, mencionemos algunos de sus más recientes documentos, hechos público por la primera y por la tercera de ellas: “Plenary Session Of The Pontifical Academy Of Sciences: Predictability in Science: Accuracy and Limitations of Predictions based on Scientific Knowledge (3 a 6 de noviembre de 2006)”[54]; “Declaración final de la XII Asamblea General de la Academia Pontificia para la Vida y del Congreso Internacional sobre el tema: ‘El embrión humano en la fase de la preimplantación. Aspectos científicos y consideraciones bioéticas’ (27-28 febrero de 2006)"[55]. El mismo Romano Pntífice FRANCISCO ha asumido como propio esta preocupación en su carta encíclica Laudato Sí deñ 24 de mayo de 2015[56].

Diversos autores[57] han mostrado también la importancia de hacer que la Universidad no se contente sólo con ser exacta repetidora de unos conocimientos “ya adquiridos” – como si el saber no tuviera posibilidades no sólo de cuestionarse a sí mismo, y de reconocer sus fallas y carencias – sino porque es de su misma esencia hacer progresar el saber hacia niveles mucho más plenos, sistemáticos e integrales, en coherencia con las exigencias de las mismas dimensiones constitutivas humanas y de la realidad. Y sólo cuando los estudiantes comprenden que ellos no están llamados simplemente a acumular conocimiento sino a mantener frente a éste una actitud crítica y de siempre posible actualización y desarrollo, la opción disciplinaria y profesional por la que han elegido llega a su maduración[58]. Las Universidades católicas y las Universidades y Facultades eclesiásticas, en consecuencia, que, por su misma condición se encuentran en lo que se ha denominado “conocimiento de punta”, mediante diversas estrategias deben lograr ese entrenamiento cualificado y, más aún, esa conciencia en sus estudiantes. Como ha asegurado en el Sínodo de los Obispos S. Em. R. Card. André VINGT-TROIS, Arzobispo de Paris y Presidente de la Conferencia Episcopal de Francia “una auténtica educación de la inteligencia es la condición necesaria para el ejercicio de una verdadera libertad”[59].

En la investigación se pretende, pues, llevar adelante procesos que sean metodológicamente científicos, que obtengan información relevante y digna de crédito, de modo que el conocimiento así obtenido, se entienda mejor, se verifique, se corrija y, finalmente, se aplique[60]. Para ello, las diversas tareas y ensayos realizados con rigor por los estudiantes bajo la orientación de sus profesores, sobre todo sus trabajos de grado, e, inclusive, aquellos desarrollados por iniciativa propia, poseen un valor formativo de relevancia[61]. Ajustados a las prácticas y normas de la propia disciplina contribuyen excelentemente, no sólo desde el punto de vista científico sino de la propia personalidad, a la auto-formación del futuro profesional e investigador.

Precisamente, a propósito del “método en teología” propuesto por Bernard Lonergan – al que hemos aludido en diferentes momentos de esta investigación (cf., p. ej., supra, 2.a.2)b)9, p. 1169s) – hemos resaltado la importancia que daba éste a los diversos momentos del denominado “método científico” (cf. c. 254 § 2, p. 314 y 359), que, por ejemplo, destaca la necesidad permanente de la “observación” de la realidad, el seguimiento de unas “reglas para el razonamiento y la predicción, ideas sobre la experimentación planificada y los modos de comunicar los resultados experimentales y teóricos”. Por lo cual, su propuesta bien ha podido denominarse como un “modelo amplio”, si no universal, de obtención de conocimiento, válido para operar en las disciplinas y entre las disciplinas.

Una formación metódica, es decir, en sentido amplio, científica, se hace, por todo concepto necesaria. Así, se ha escrito que

“La investigación es fundamental para el estudiante y para el profesional, esta forma parte del camino profesional antes, durante y después de lograr la profesión; ella nos acompaña desde el principio de los estudios y la vida misma. Para todo tipo de investigación hay un proceso y unos objetivos precisos.
La investigación nos ayuda a mejorar el estudio porque nos permite establecer contacto con la realidad a fin de que la conozcamos mejor, la finalidad de esta radica en formular nuevas teorías o modificar las existentes, en incrementar los conocimientos; es el modo de llegar a elaborar teorías.
La actividad investigadora se conduce eficazmente mediante una serie de elementos que hacen accesible el objeto al conocimiento y de cuya sabia elección y aplicación va a depender en gran medida el éxito del trabajo investigador”[62].

Además de las generalidades motivacionales y de los conceptos generales propios de la disciplina es necesario que los estudiantes conozcan ampliamente no sólo los respectivos “códigos profesionales de ética”[63] de su respectiva carrera – más aún si han llegado a ser consagrados como legislación nacional y especialmente cuando ellos han sido objeto de discusiones en los ámbitos académicos internacionales propios de la disciplina – sino también aquellos “convenios” u otro tipo de acuerdos, establecidos incluso con cooperación internacional, gubernamental y de personas privadas, acerca de diversos aspectos particulares de la investigación que llevan consigo la experimentación – sobre todo en humanos –, y que buscan la preservación de valores fundamentales como la vida en sus diversas manifestaciones y momentos de desarrollo[64].

No obstante lo anterior, se deben también tener de presentes otros aspectos de la realidad colombiana y, seguramente, en varios aspectos, latinoamericana y mundial. De ellos se deben hacer críticamente conscientes todos los miembros de la comunidad educativa universitaria, en razón de las múltiples consecuencias que dichos aspectos tienen sobre ellos. En relación con la educación superior el impacto se manifiesta en diversas problemáticas, entre las cuales se hace necesario mencionar:

  • en el marco de la notable inversión poblacional a la que hoy se ha llegado no sólo en Colombia sino planetariamente[65], en la cual la proporción entre la población urbana ha llegado a ser mayor que la rural, se ha de atender a la cobertura de la educación superior y especialmente a lo que concierne al acceso de los segmentos más pobres de la población (en Colombia: Sisbén I y II; estratos I y II) a las entidades universitarias[66], con todo lo que esto lleva consigo, es decir, considerando también su componente económico y financiero; 
  • los altos índices de deserción universitaria que existen actualmente (cf. Apéndice 4 para ampliar la información); 
  • la concentración de la oferta académica en las ciudades capitales departamentales; 
  • y la aún insuficiente calidad educativa en el nivel superior[ix], en particular de los agentes institucionales – docentes y directivos – que le permitan elevarla y asegurarla óptima, pertinente[67] y eficiente[68].
Para afrontarlos, es menester no sólo que las Universidades católicas profundicen en las razones de dicha compleja situación, sino que consideren, en lo que se refiere a la administración de los currículos y de los planes de estudio, muy especialmente a sus estudiantes de los primeros años, que institucionalmente se les abran desde el principio, pedagógicamente, horizontes ciertos en la investigación de su propio campo; los inviten y animen, inclusive, a participar en tales proyectos, de modo que los propios estudiantes puedan sensibilizarse mejor y descubrir por sí mismos la riqueza de posibilidades presentes en ellos y en dichos proyectos; lleguen a participar activamente en las prácticas pedagógicas que contribuyen a colmarles sus lagunas académicas previas (p. ej., competencias)[69] y otras variables de la calidad educativa[70], así como en la orientación, e, incluso, en la re-orientación vocacional; y empleen más ampliamente los recursos tecnológicos. También los propios investigadores-docentes deberían hacerlo por los medios a su alcance. Las instituciones universitarias están tomando cada día más consciencia de ello. Muchos jóvenes, todavía muy inexpertos, tienden a desanimarse con facilidad, por lo cual es necesario ayudarles a “aprender a aprender” y a mirar más ampliamente y hacia el futuro. Esto no se logra si ellos mismos no logran descubrir que sus docentes – y su Universidad – poseen y transmiten esa vocación particular que se expresa mediante el cariño que tienen por los temas y por los problemas[71].

Más aún, gracias a esta cercanía a sus maestros, ellos se irán aproximando a la realidad nacional, que denota, en lo que se refiere a la formación de investigadores, que en ciertas áreas del adiestramiento y de la práctica profesional, sobre todo en los niveles que exigen una mayor especialización, existen graves carencias de expertos. Este factor, unido, por cierto, a completos y provocativos estudios de la problemática, y a significativos y crecientes incentivos a favor de los estudiantes, será un mejor soporte en orden a garantizar el relevo generacional profesional[72].
b) “Educación universitaria para la (auto) formación permanente”

9. Por las mismas razones expuestas, y a fin de que el investigador y el profesional se mantengan actualizados no sólo en su propio campo de investigación sino en todos aquellos que le permiten su crecimiento o desarrollo integral como persona y reconocer las posibilidades de intercambio y de trabajo en común con otras áreas del conocimiento, es necesario que el estudiante desde antes de culminar sus estudios haya aprendido el amor al estudio y se haya convencido de la importancia de estar al día especialmente en su área de estudio.

Más aún, la adquisición, ya desde el período universitario, de suscripciones a publicaciones periódicas de su especialización, y la asistencia asidua a los diversos congresos y a otro tipo de actividades académicas y sociales que promueven la educación continua – impulsados o, al menos facilitados, por las mismas instituciones universitarias –, contribuye enormemente a crear en el estudiante la conciencia de que sus aportes a la sociedad deben ser permanentemente cualificados y que su vida de estudio no culmina con la obtención de su grado.

En el caso de quienes, además, se ocupan del ministerio del magisterio dentro de cada especialidad, este compromiso debería ser aún más acuciante[73]. Las propias instituciones universitarias lo están ya requiriendo[74].

c) La verdad en el pensar, como problema de moral pública y privada, y la tarea de las Universidades católicas y sus estudios de teología

10. Ahora bien: si bien es cierto que es decisiva en orden a la realización personal la búsqueda de la verdad, es igualmente necesario considerar también el esfuerzo por la búsqueda de la verdad en el pensar en el contexto de la moral pública.

Como vimos, la kénosis de Jesucristo subraya la modalidad libre, responsable, social y solidaria de la encarnación del Hijo de Dios, y, por ese mismo hecho, nos trasmite dichas características vocacionales a todos aquellos a quienes ha justificado.

En nuestro actual momento histórico contrastan diametralmente, sin embargo, tales características del ser humano asumido y redimido por Cristo sobre todo con el que ha sido señalado como uno de los hechos más prominentes, característicos y graves de nuestra época: hacer que las conciencias morales de los ciudadanos se hayan “individualizado” o “privatizado”.

Es cierto que otros movimientos contemporáneos manifiestan, aún no sin cierta ambigüedad, hechos sociales tales como hacer que diversos campos de la vida social se hayan “secularizado” y, que, como consecuencia de ello, cierta “moral” que acompañaba a las expresiones religiosas haya quedado en el “vacío”[75], o, como prefieren decir algunos, “haya perdido su hegemonía”[76]. De la misma manera, hay que destacar los indudables valores positivos, muy cercanos con aquellos característicos del proyecto del Reino, presentes en el surgimiento del “civismo”, y el ensanchamiento del espacio de la “ética cívica”.  En cambio, se ha reducido indebidamente el espacio de la moral “pública” al de la “moral gubernamental”.

En efecto, la vida social pierde cuando queda en manos de los “positivismos” de diverso tipo: estadísticos, jurídicos, fácticos del poder. Pierde cuando la sociedad se rige no por valores, sino por intereses, así sean denominados “generales” o “pragmáticos”. Pierde a partir del momento en que la moral privada se “desmoraliza”. Pierde, cuando la vida de individuos, grupos y colectividades queda regida sólo por la ley de la selva y de los instintos.

Gana la moral pública, por el contrario, cuando a la vida humana se la divisa en toda su amplitud, grandeza y complejidad, es decir, con su sentido y como un “programa de vida”. Gana, cuando vigila el rumbo de las instituciones sociales y denuncia las desviaciones del bien común. Gana, cuando orienta todos los esfuerzos hacia la humanización (cf. capítulo anterior). Por todo ello, sólo la verdad en el pensar garantiza altos niveles de moralidad pública. 

De ahí que las Universidades católicas y las Universidades y Facultades eclesiásticas pueden y deben proporcionar una ayuda insustituible a este “pensar la verdad” en el horizonte de la moral pública que tiene como fundamento la exploración de la verdad o totalidad humana[77]. Citemos sólo unos ejemplos:

-          Desde el nivel sociológico, es necesario tomar parte en las indagaciones cuantitativas que exploran la realidad ética de la existencia mediante encuestas y estadísticas (como hemos intentado hacer al inicio de este capítulo y en los Apéndices); en investigaciones antropológico-culturales que ayuden a detectar la influencia del comportamiento moral en tales sociedades; en investigaciones sobre la psicología de la moralidad de los diversos grupos humanos; en investigaciones de filosofía política que pongan de manifiesto los trasfondos ideológicos de los sistemas morales vigentes; en diversas investigaciones interdisciplinares que permitan describir el “perfil ético” de una sociedad.

-          De igual modo, siendo que el orden jurídico es fundamental en la vida y configuración de una sociedad, que obrar conforme a la ley brinda protección y seguridad, disminuye las razones de las controversias interminables, exige, e, incluso, amenaza y penaliza, con lo cual se obtienen muchas ganancias en una sociedad, sobre todo en la sociedad política, se ha de participar, entonces, en la discusión de las leyes: ello es conveniente y necesario, sobre todo cuando se examina en ellas, con el debido cuidado, su componente pluralista, en el que, a veces, incluso, no sólo se llega a una distinción entre el orden jurídico y el moral, sino a una verdadera oposición entre ambos. Más aún, es posible que las valoraciones morales lleguen a ser tan heterogéneas, por cuanto son elaboradas por parte de diversos actores, que su concreción jurídica demande unos acuerdos y unos compromisos complejos, “tolerantes”, más cercanos a las decisiones democráticas de las mayorías.

Hacer presencia en estos ámbitos – sociales y académicos – es, por supuesto, inherente a la actividad de las Universidades. Ellas deben contribuir al logro de una transformación moral de la sociedad y de sus integrantes: induciendo aquellos cambios en los esquemas de valores que justifican la vida humana; aportando en el discernimiento de aquellas pautas de comportamiento que estructuran las expresiones sociales; motivando desde sus fundamentos las aspiraciones que orientan los cambios culturales.

Más aún, a las Universidades católicas les corresponde en concreto influir a fin de que, en el país, tanto en el ámbito regional como local, y aún más allá, se ejerza una saludable, ponderada y honesta crítica en la formulación y evaluación de todas las políticas públicas; reivindicar que se garantice que su presencia y sus aportes sean escuchados y tenidos en cuenta en los escenarios connaturales en los que se tratan y deciden las cuestiones relativas a los institutos de educación superior; “promover el diálogo entre ciencia, fe y cultura en el quehacer universitario”; y cualificar la difusión de información y la comunicación con todos los denominados “grupos de interés”.

Pero, así mismo, las Universidades católicas y los centros superiores de educación eclesiástica deben tener de presente que:

-          El nivel sociológico produce juicios “de hecho”, mientras la teología moral está llamada a pronunciar juicios “de valor”. Reducir la moral pública a la estadística o a la sociología de las costumbres morales es una permanente tentación, pues no corresponde a ellas señalar las normas de moralidad, que son de índole cualitativa, no cuantitativa.

-          Las exigencias del bien común, que no se pueden lograr sin la verdad y justicia, determinan los rasgos característicos de un ordenamiento jurídico “legítimo”, y no sólo “lícito” ni “soberano”. No puede apropiarse, por lo tanto, el ámbito jurídico de todo lo concerniente a la justicia y a la verdad: también existe el ámbito moral que, desde estas perspectivas, desmitifica y cuestiona esa pretensión. Aunque también es cierto que es preferible un ordenamiento jurídico que sea imperfecto en su consagración de la verdad y la justicia, que no tener alguno[78].

La “verdad en el pensamiento” exige a las Universidades católicas y a las Universidades y Facultades eclesiásticas, en fin – mediante su testimonio sereno y firme – replantear su propia ubicación en el marco de nuestras sociedades pluralistas y democráticas, en las que existe una “profunda y rápida transformación de la vida”. En consecuencia, no pueden cejar de urgirles la necesidad de la moralidad pública, recordando la invitación conciliar a

“que no haya nadie que, por despreocupación frente a la realidad o por pura inercia, se conforme con una ética meramente individualista. El deber de justicia y caridad se cumple cada vez más contribuyendo cada uno al bien común según la propia capacidad y la necesidad ajena, promoviendo y ayudando a las instituciones, así públicas como privadas, que sirven para mejorar las condiciones de vida del hombre. Hay quienes profesan amplias y generosas opiniones, pero en realidad viven siempre como si nunca tuvieran cuidado alguno de las necesidades sociales. No sólo esto; en varios países son muchos los que menosprecian las leyes y las normas sociales. No pocos, con diversos subterfugios y fraudes, no tienen reparo en soslayar los impuestos justos u otros deberes para con la sociedad. Algunos subestiman ciertas normas de la vida social; por ejemplo, las referentes a la higiene o las normas de la circulación, sin preocuparse de que su descuido pone en peligro la vida propia y la vida del prójimo” (GS 30).

De la misma manera, las Universidades católicas y las Universidades y Facultades eclesiásticas, como espacio sacramental de la “libertad de los hijos de Dios”, tanto mujeres como hombres justificados y justos, han de brindar acogida al diálogo y a la praxis común entre cristianos y no-cristianos[79] y al encuentro de culturas diferentes[80], de modo que la conciencia moral de unos y otros, se haga más sensible, mejor formada. Fue también el Concilio quien lo señaló:

“Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla. Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo. La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad. Cuanto mayor es el predominio de la recta conciencia, tanto mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de la moralidad” (GS 16).

La moral pública, pues, sigue siendo necesaria. Y en lo que se refiere a las prescripciones de la Constitución y de las leyes de la propia nación se puede afirmar en principio, como señalaba José Luis CEA EGAÑA para el caso chileno, que

“a las Universidades católicas […] les corresponde investigar, enseñar y difundir las vías que permitan integrar, armoniosamente, ambas vertientes de valores, principios y disposiciones normativas (e. d., la constitucional chilena y la del Magisterio de la Iglesia)”, (por cuanto, como se ha podido constatar), “la Constitución chilena coincide, al menos en sus bases institucionales, con la enseñanza de ese Magisterio (pontificio)”[81]

Finalmente, a las propias Universidades católicas y a las Universidades y Facultades eclesiásticas les corresponde, en el ámbito académico, dar testimonio público de la fe y de la esperanza, es decir, ser razonables y auténticas en la profesión que deben hacer de las mismas. Una moral sin arraigo en el mundo de los seres humanos, sin “los pies en la tierra” sería una mala propuesta moral. A este propósito, es conveniente recordar la sugerencia que hacía en general a todos los cristianos, “emigrantes dispersos”, la primera carta de Pedro, y que el Papa JUAN PABLO II urgía en nuestro tiempo a los teólogos, haciendo unas oportunas indicaciones que, en lo que atañe a su consideración teológico moral, proponemos seguidamente. He aquí los dos textos:

“Y ¿quién os hará mal si os afanáis por el bien? Mas, aunque sufrierais a causa de la justicia, dichosos de vosotros. No les tengáis ningún miedo ni os turbéis. Al contrario, dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza. Pero hacedlo con dulzura y respeto. Mantened una buena conciencia, para que aquello mismo que os echen en cara, sirva de confusión a quienes critiquen vuestra buena conducta en Cristo. Pues más vale padecer por obrar el bien, si esa es la voluntad de Dios, que por obrar el mal.” (1 Pe 3,13-17).

Por su parte el Papa:

“La teología moral necesita aún más la aportación filosófica. En efecto, en la Nueva Alianza la vida humana está mucho menos reglamentada por prescripciones que en la Antigua. La vida en el Espíritu lleva a los creyentes a una libertad y responsabilidad que van más allá de la Ley misma. El Evangelio y los escritos apostólicos proponen tanto principios generales de conducta cristiana como enseñanzas y preceptos concretos. Para aplicarlos a las circunstancias particulares de la vida individual y social, el cristiano debe ser capaz de emplear a fondo su conciencia y la fuerza de su razonamiento. Con otras palabras, esto significa que la teología moral debe acudir a una visión filosófica correcta tanto de la naturaleza humana y de la sociedad como de los principios generales de una decisión ética.
Se puede tal vez objetar que en la situación actual el teólogo debería acudir, más que a la filosofía, a la ayuda de otras formas del saber humano, como la historia y sobre todo las ciencias, cuyos recientes y extraordinarios progresos son admirados por todos. Algunos sostienen, en sintonía con la difundida sensibilidad sobre la relación entre fe y culturas, que la teología debería dirigirse preferentemente a las sabidurías tradicionales, más que a una filosofía de origen griego y de carácter eurocéntrico. Otros, partiendo de una concepción errónea del pluralismo de las culturas, niegan simplemente el valor universal del patrimonio filosófico asumido por la Iglesia.
Estas observaciones, presentes ya en las enseñanzas conciliares (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 15; Decr. Ad gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia, 22), tienen una parte de verdad. La referencia a las ciencias, útil en muchos casos porque permite un conocimiento más completo del objeto de estudio, no debe sin embargo hacer olvidar la necesaria mediación de una reflexión típicamente filosófica, crítica y dirigida a lo universal, exigida además por un intercambio fecundo entre las culturas. Debo subrayar que no hay que limitarse al caso individual y concreto, olvidando la tarea primaria de manifestar el carácter universal del contenido de fe. Además, no hay que olvidar que la aportación peculiar del pensamiento filosófico permite discernir, tanto en las diversas concepciones de la vida como en las culturas, «no lo que piensan los hombres, sino cuál es la verdad objetiva» (S. Tomás de Aquino, De Caelo, 1, 22). Sólo la verdad, y no las diferentes opiniones humanas, puede servir de ayuda a la teología.”[82]


11. Así, pues, las estructuras y las instituciones sociales deben ser animadas por la verdad. Ello atañe, de manera singular, a los ambientes que tienen qué ver con la educación, por supuesto, como hemos hecho notar, pero también con los denominados macro y micro medios de comunicación social. Deben ser espacios e instrumentos con una muy estricta vinculación con la verdad, ser “estructuras de verdad”, realmente. Su responsabilidad les exige, por lo tanto, decir siempre la verdad, expresar toda la verdad, comunicar sólo la verdad, transmitir una verdad que humanice, armonizar la verdad con la libertad y con la crítica. Veamos, entonces, algunos aspectos sobresalientes.


2)    La verdad en el escribir, en el hablar, en el producir, o la veracidad. Enseñanza, publicaciones y otros medios de comunicación, especialmente en el ámbito universitario[83].
12. Cuando aquí nos referimos a “hablar” o a “escribir” no estamos señalando solamente al lenguaje oral y escrito, sino a cualquier expresión externa de nuestro pensamiento o de nuestras convicciones interiores, incluidas las expresiones gestuales, y desde una simple anotación, o desde la información que el médico le hace a su paciente acerca de su estado de salud, hasta una tesis doctoral.

La manifestación de nuestro interior debe ser verdadera, es decir, debe corresponder con lo que existe en él. El término griego que expresa esta realidad, como vimos oportunamente, es “mártir” (mάrtuς), es decir, aquellos que dan testimonio de lo que creen, aunque les acarreara la muerte[84].

No siempre se llega ni se ha de llegar a estos extremos, por supuesto, pero se evidencia que la comunicación humana tiene por objeto hacer realmente partícipe al interlocutor de lo que quien comunica lleva en sí mismo. Por otra parte, ninguna persona está obligada a comunicarse a cualquiera otra, más aún, existen asuntos que realmente no se deben comunicar. Pero cuando uno habla debe decir la verdad. El lenguaje ha sido dado al hombre para que exprese su interioridad, su pensamiento personal y su voluntad propia. Decir lo contrario de lo que pensamos o se desea equivale a andar contra el sentido del lenguaje: las palabras son signos de nuestro intelecto; no es natural y sí indebido que una palabra no exprese lo que se encuentra en nuestra mente[85]. Y es que la vida se volvería imposible si las personas no estuvieran obligadas a decirse mutuamente la verdad: la misma confianza se destruiría[86]. Y, como sabemos, en las relaciones humanas, primordialmente en las relaciones educativas, la confianza es esencial para construir tejido social saludable y vigoroso.

Este clima propicio para tejer unas relaciones académicas dignas de seres humanos se manifiesta, de igual modo, y muy especialmente, cuando se reciben en el seno de las Universidades católicas investigadores cuyas opiniones y manifestaciones públicas son, en ciertos casos, divergentes de las oficiales de la Institución. La libertad académica para aprender, así como para enseñar, necesariamente se relaciona con la búsqueda y el logro de la verdad. Inclusive, no debería ser lo usual, más aún, debería ser realmente excepcional, cancelarle a un investigador, p. ej., una invitación previa para que expresara sus opiniones y conocimientos, alegando que están de por medio circunstancias en las que no se permite una completa garantía a su seguridad. De aplicarse sin suficiente criterio esa forma de proceder – esa especie de veto –, se impediría a los diversos grupos y personas que conforman la Universidad escuchar conferencistas de fuera de la misma – eventualmente discutiendo lúcida y serenamente sus argumentos –, contradiciendo, de esa manera, la misión educativa básica y característica de una “Universitas”[87]. Recíprocamente, el invitado habría de ser consciente del carácter católico de la Universidad que lo acoge[88].

13. Las relaciones interpersonales, y, en el ámbito de las comunidades científicas, las relaciones intercomunitarias, se establecen y realizan cuando las personas viven coherentemente en la verdad. Por el contrario, una comunicación que no es sincera afecta no sólo el proceso mismo del desarrollo ético del individuo sino que establece una relación no-humana con el mundo.

Podemos entonces decir que la comunicación es una capacidad personal que tenemos para podernos contactar unos a otros y para hacernos aceptables por parte de los otros. Una capacidad “de doble vía”, que no sólo nos permite transmitir a los otros nuestros criterios, nuestras emociones y nuestros mensajes, sino que nos permite captar los criterios, emociones y mensajes que los otros nos emiten. Y se acierta en este proceso cuando quien recibe los acepta. Se trata, como señalan los expertos, de uno de los criterios más importantes y decisivos cuando se trata de evaluar la personalidad de alguien, porque muestra su capacidad para sintonizar con los demás (empatías, simpatías) y para influir sobre ellos.

Pero la comunicación es más: se trata de una experiencia interpersonal, de un puente que se tiende entre el emisor y el receptor, y será auténtica cuando está dotada de sinceridad por las partes. La comunicación se hace verdad.

De otra parte, no existe sociedad sin comunicación entre sus miembros. La comunidad se construye gracias a ese dar y recibir por parte de sus miembros. El progreso social, lo mismo: es necesaria la cooperación en la que tanto se da como se recibe para lograr entre todos los fines comunes a todos, hasta el punto que las comunicaciones abundantes, rápidas y de calidad son una de las características de la sociedad actual.

Con todo, existen en nuestro momento presente muchísimos obstáculos para una comunicación-verdad como la descrita. Las causas de ello son variadas, y van desde la ignorancia y la inmadurez, desde las opresiones y las manipulaciones, pasando por los intereses políticos o los personales, por la rutina y la desconfianza, el miedo traumático y el temor reverencial, por el engaño y los radicalismos, por los conflictos del pasado o por las pugnas del presente, y llegando hasta las mentiras y las medias verdades[89].

Por eso, es necesario ser conscientes de la necesidad de entablar unas comunicaciones que sean: claras y transparentes, que no oculten la verdad; que sean sinceras, de modo que se valore la expresión de la personal convicción; que sean respetuosas de la libertad y de los intereses de los otros, lejanas de cualquier manipulación o imposición; que sean comprensivas y receptivamente críticas, para considerar ampliamente el punto de vista de los otros, para enriquecerse con sus aportes, para discernirlos y para compararlos con los puntos de vista personales; que sean, por último, unas comunicaciones confiadas, suponiendo en los otros buena voluntad para ser sinceros y para obrar desprevenidamente y sin prejuicios.

Pero esto no se alcanza, ni personal ni socialmente, de un momento a otro y sin esfuerzo. Por ello es necesario hacer un continuo esfuerzo por lograr esta autenticidad, por vivir con toda sinceridad esta actitud de no-simulación. Por ello es necesario que todos nos eduquemos hacia estos objetivos, como hemos referido anteriormente, a fin de que las personas vayan incorporándolos como valores a ser vividos, más que memorizados.

14. Dichas relaciones, con todo, no se circunscriben, como hemos dicho, a la transmisión del pensamiento y del sentir a otros, sino que abarca un espacio de expresiones mucho más amplio, que incluye, entre otros elementos, el encuentro, el diálogo, la fidelidad y el respeto por los derechos a la verdad que posee cada uno. Y, siendo los investigadores y los educadores, personas prominentes en el desarrollo de las comunidades, y que las personas tienen el derecho de conocer el patrimonio cultural de la humanidad, es necesario que ellos sean particularmente sensibles a este aspecto del bien común.

En consecuencia, lo primero que se debe tener conciencia al examinar este aspecto del problema, es, como vimos especialmente al comienzo de este capítulo, la existencia de frecuentes expresiones de fanatismo o de actitudes radicalizadas que se inhiben o se excluyen a sí mismas del conocimiento de la verdad o de la profundización en ella; pero, de igual modo, hemos de ser conscientes de que se miente deliberadamente en muchas ocasiones, que se ejerce manipulación sobre determinados asuntos en otras, y que en otras más se violan a muchos los derechos a la verdad. Pareciera, entonces, que tratar de la verdad fuera una mera utopía, cuando, por el contrario, como decimos, se trata de una de las condiciones y exigencias – sin duda primordial – que permiten a las personas y a las comunidades – y muy en particular a las comunidades científicas – su construcción auténtica. Cuando quienes tienen a su cargo el liderazgo de la opinión pública, de la cultura, de la ciencia y de los derechos humanos en esta área, lo ejercen con responsabilidad, están, de veras, haciéndose a sí mismos, y haciendo el mundo, más humano. Más aún, cada uno de los pueblos es capaz de dar su aporte en la búsqueda de la verdad, así como lo son también en la búsqueda de la paz[x].

Caracteriza a la persona madura, por otra parte, una relación interpersonal sincera, que sabe poner en práctica sus derechos y sus deberes. Sólo mediante esta actuación una comunidad puede crecer, y lo mismo se ha de aplicar a las comunidades universitarias y a las comunidades científicas. El impulso humano hacia lo verdadero es genuino en los seres humanos, por eso han de procurar ser auténticos en sus relaciones interpersonales. Más aún, las comunidades se construyen cuando existe un real respeto de los derechos de cada persona, entre ellos, el derecho de las personas a la verdad[90].

15. Como hemos observado en el capítulo anterior, la relación de las personas con la verdad, no se da en “abstracto” y como “intemporalmente”, sino en el contexto de una cultura. Y esta influye poderosamente en la búsqueda, adquisición, elaboración, transmisión y difusión de la verdad. La cultura, p. ej., es como un canal que sirve a la humanización de la vida social (cf. GS 53) y como los instrumentos mediante los cuales cada persona “afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales” (cf. GS 53). Más aún, gracias a la cultura, los pueblos “a través del tiempo, expresan, comunican y conservan en sus obras grandes experiencias espirituales y sus aspiraciones, para que sirvan de provecho a muchos” (cf. GS 53). Y, como se ve, todo ello tiene que ver con la verdad.

Gracias a la cultura las personas se insertan en su período histórico determinado y de él reciben los valores que contribuyen para que puedan establecer una sociedad cada vez más humana. Mediante la educación, se expresa el derecho humano de la persona a la cultura, de modo que toda la persona y todas las personas puedan cultivarse armónicamente en todas sus dimensiones. Por lo cual, es necesario brindar una educación no sólo integral sino ajena a toda discriminación.

Por su parte, desde las exigencias que la verdad plantea a la cultura y a las culturas, éstas, ante todo, deben expresar apertura a la verdad, es decir, mostrar que no se cierran sobre sí mismas y son refractarias a todo lo que de realmente bueno exista en las expresiones religiosas, ideológicas, lúdicas y artísticas, etc., de otros pueblos. Lo cual no significa pérdida de su propia identidad, sino un sabio desarrollo de sus peculiaridades y acogida de lo que contribuye a desplegarlas.

De la misma manera, una cultura desempeña su papel humanizador en la medida que contribuye y sirve a que cada uno de sus componentes y la comunidad se expanden integral y universalmente. Se trata de que los ámbitos que expresan la justicia se actualicen, y que, por lo tanto, costumbres, relaciones e instituciones respondan adecuadamente a las exigencias de los que habitan en los nuevos tiempos.

Por último, cuanto pertenece al patrimonio cultural de la humanidad es propiedad de todos y derecho de todos los pueblos y de sus miembros, de modo que será obligación de quienes son constituidos en autoridad hacer posible que ese patrimonio beneficie a todos, y no sólo a algunos pocos (cf. GS 29; 57; GE 1b).

En efecto, a diferencia de los bienes materiales, que mientras más se dividen, menos corresponde a cada cual, en el caso de los bienes culturales, por el contrario, más se multiplican mientras están en poder de mayor número de personas. Afirmaba el Papa BENEDICTO XVI a este respecto:

“Un tercer desafío se refiere a los valores del espíritu. Enfrascados en las preocupaciones económicas, tendemos a olvidar que, al contrario de lo que ocurre con los bienes materiales, los bienes espirituales que son típicos del hombre se expanden y se multiplican cuando se los comunica: al contrario de los bienes divisibles, los bienes espirituales como el conocimiento y la educación son indivisibles, y mientras más se los comparte, más son poseídos. La globalización ha aumentado la interdependencia de los pueblos, con sus diferentes tradiciones, religiones y sistemas de educación. Ello significa que los pueblos del mundo, precisamente en razón de sus diferencias, están aprendiendo continuamente los unos de los otros y llegando a establecer un contacto mucho más grande. Es siempre más importante por esto la necesidad de un diálogo que pueda ayudar a las personas a comprender sus propias tradiciones al momento en el que entran en contacto con las de los otros, a fin de desarrollar una mayor autoconciencia frente a los desafíos que se hacen a su propia identidad, promoviendo así la comprensión y el reconocimiento de los verdaderos valores humanos que están al interior de una perspectiva intercultural. Para afrontar positivamente tales desafíos es urgentemente necesaria una justa igualdad de oportunidades, especialmente en el campo de la educación y de la transmisión del conocimiento. Sin embargo, la educación, especialmente del nivel primario, continúa siendo dramáticamente insuficiente en muchas partes del mundo”[91].

16. Como estamos observando, desde una perspectiva que tiene en cuenta los “derechos humanos”, existe uno, y muy destacado, “a la verdad”. Podríamos decir que se trata del libre ejercicio del derecho a la verdad, tanto por parte de los individuos, como por parte de sus diversas conformaciones o agrupaciones humanas. Ha de observarse, sin embargo, que cada una de sus especificaciones, así mismo, entraña otras tantas “obligaciones” en relación con la verdad, de manera que se garantice la realización plena de la “verdad”.

En tal virtud, existe un derecho a la “verdad científica” (llamada por algunos “verdad tecnológica”, cf. enc. LF 25), consistente en que todos, como hemos evidenciado a lo largo de esta investigación, mujeres y hombres, tenemos derecho a buscar la verdad con toda libertad y a no ser molestados por nuestras opiniones personales; más aún, se atenta injustamente contra este derecho cuando se establece o se ejerce alguna prohibición que impida la expresión de la verdad de tipo sea religioso o político (cf. PT 12).

De la misma manera, las personas tienen derecho a la “verdad recibida en la educación”. Hemos visto también en otros lugares que se trata del derecho humano a una educación que contribuye al desarrollo de la propia personalidad, incluso con posibilidades reales de acceder a estudios superiores, y de no sufrir discriminaciones injustificadas por esta causa (cf. PT 13 y GS 28).

Así también, vinculados con la verdad, se pueden mencionar otros derechos, individuales, sociales y culturales: el “derecho a la verdad informativa”[92], el derecho de los artistas y de otros creadores de cultura[93] y, en lo que más directamente nos concierne, el derecho al honor y a la buena fama, así como el derecho a la intimidad personal, que resaltan la dignidad personal de quienes son igualmente hijos de Dios y hermanos entre sí.

17. La cuestión relativa a la verdad, con todo, no es asunto reservado para unos pocos. No. Evidentemente es tarea de todos contribuir, desde sus propias capacidades y desde su propio lugar en la sociedad, contribuir a crear un clima humanizador por la realización de la verdad. Todas las expresiones significativas del pensamiento, del sentimiento y de la voluntad humana cobran especial valor cuando se las considera en perspectiva de la realización del cuerpo social. Por eso, importa sobremanera que se fomente el diálogo de todos con todos, de modo que la verdad sea el resultado de una búsqueda compartida y de una comunicación mutua. Esto, que se aplica a todos los grupos humanos, sin embargo ha de alcanzar del todo particulares dimensiones cuando se trata de la función investigativa-docente.

En efecto, mucho se habla acerca del diálogo. Pero no siempre se es consciente de su aporte en la realización personal de los individuos y de su valor para el logro de una convivencia social pacífica. O sí se es consciente de ello, pero no se sabe dialogar y compartir la verdad de manera respetuosa y comprensiva:

Un diálogo que se comprenda como responsabilidad que se comparte entre todos parte de la consideración de que los demás también han hecho su propio proceso de acercamiento a la verdad, y de que, en consecuencia, es necesario respetárselo. Bien diverso es ser uno leal a sus propios criterios y estimar sinceramente los valores de verdad que se encuentran en las posiciones de los demás.

De otra parte, la búsqueda de la verdad y el encuentro con la misma es fruto de trabajo y de dedicación serena y paciente. Nada aportan los prejuicios, el apasionamiento y el nerviosismo cuando se trata de emprender un diálogo que pretenda llegar a conclusiones merecedoras de ser denominadas verdaderas, dignas, por lo tanto, de seres humanos. Más aún, nada aporta al diálogo y al descubrimiento de la verdad la falta de interés por “cambiar” de quienes llegan con “decisiones irrevocables” y con la pretensión de que sea “el otro” quien terminará cambiando su punto de vista: “el otro” no es nuestro enemigo, sino un que, como yo también está en pos de la verdad.

De otra parte, “muchas más son las cosas que nos unen, que las que nos separan”, se suele decir. Pero ocurre que, en diversas ocasiones, aquello “que nos separa” corresponde a una interpretación diversa del asunto, por lo que debemos estar prestos a revisar nuestras proposiciones y a examinar con atención y dando obsequio a la proposición del otro e intentar salvarla[94], antes que proceder a descalificarla. Vivimos en un mundo sumamente “pluralista”, con muchísimas sensibilidades, tradiciones e, incluso, institucionalidades, y entonces es conveniente, más que nunca, considerar la perspicaz propuesta de John Henry NEWMAN, tan válida en el ámbito universitario, pero que, al ser citada por el Papa JUAN XXIII toma un carácter más oficial[95]. Decía el Papa con ocasión de la solemne encíclica de principio de su pontificado:

“Existen, sin embargo, no pocos puntos sobre los cuales la Iglesia católica deja libertad de discusión a los teólogos, en cuanto se trata de cosas que no son del todo ciertas y en cuanto también, como hacía notar el célebre escritor inglés Cardenal John Henry Newman, tales disputas no rompen la unidad de la Iglesia. Ellos sirven, por el contrario, para una más profunda y mejor inteligencia de los dogmas, por cuanto preparan y hacen más seguro el camino a ese conocimiento. En efecto, del contraste de las diversas sentencias brota siempre una nueva luz (cf. J. H. NEWMAN: Difficulties of Anglicans, vol. I, lect. X, p. 261s).  De todas maneras, siempre es de tener presente aquella hermosa y bien conocida sentencia atribuida de diversas formas a diversos autores: ‘en las cosas necesarias se requiere la unidad, en las dudosas, la libertad, en todas, la caridad’”[96].

Y, a su vez, decía s. Tomás DE AQUINO:

 “Toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo”[97].

Este criterio, para nuestro asunto, es de tal importancia y necesidad, que el propio Papa JUAN PABLO II lo afirmaba en su encíclica, a veces tan desconocida y tan parcialmente interpretada, FER[98], ponderando la manera de proceder del Aquinate.

Además, perjudica el diálogo actuar bajo cualquier tipo de coacciones, sean ellas chantajes o cualquier forma de presión o de autoritarismo y, aún, si no se da un real clima amistoso. Por eso, es también de mucha importancia crear confianza, lo cual no se da si no hay sinceridad en las partes, lo mismo que un esfuerzo de flexibilidad y de comprensión para ver las cosas como las ve el interlocutor, desde sus razones. En diversos casos se harán necesarios abundantes espacios y momentos para el silencio y el estudio de la cuestión.

Desde el punto de vista objetivo, en cuanto al fondo del asunto, se debe considerar la importancia de que las partes sean claras en la manifestación de su propio punto de vista. Y será sinónimo de descubrir la razonabilidad o las “motivaciones fundadas” del asunto, que quizás el otro nos ha demostrado, la humilde confesión de que sinceramente estábamos en el error.

Por último, aunque no lo menos importante, es fundamental que los interlocutores comprendan que, en realidad, no sólo ellos se aprovecharán de su descubrimiento, sino que será toda la comunidad, verdaderamente, quien lo hará. La verdad sirve a la comunidad. De ahí que en la motivación común que los anima deba estar presente una preocupación denodada y generosa por el bien común.

18. Ahora bien: consideradas las cosas en la perspectiva cristológico-antropológica que hemos referido en los capítulos anteriores, es necesario destacar la importancia que posee esta función investigativa-docente como actividad muy propia y específica dentro de la economía de salvación y de la realización del Reino de Dios y su justicia. En efecto, a los estudiosos y maestros, y, en nuestro caso, de forma muy especial a quienes tienen a su cargo realizar cualquier investigación y la comunicación de los resultados de la misma en el ámbito universitario, y transmitírselos a sus jóvenes alumnos junto con los aprendizajes correspondientes a las maneras de adelantarlas y de llevarlas a buen término, bien se les puede aplicar la advertencia que Jesús les hacía a sus oyentes:

“El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5,19).

Por eso, bien se puede decir que la fe cristiana no entorpece la mirada cuando se trata de hacer más humano este mundo, sino todo lo contrario, se amplían los horizontes de la verdad, las motivaciones se hacen más incisivas y urgentes, las exigencias de sinceridad se tornan mayores, de modo que, efectivamente, se dé un testimonio de la verdad y se contribuya eficazmente en la realización de la justicia del Reino de Dios.

La sinceridad, en efecto, es una de las cualidades más apreciadas en el mundo actual, y de las más necesarias cuando se busca establecer una comunicación realmente humana y humanizadora. El amor por la verdad la invade. Y, desde el punto de vista de las virtudes morales, consiste en la inclinación que tenemos como seres humanos a decir siempre la verdad y a mostrarnos al exterior como somos interiormente[99], porque la mujer y el hombre sinceros ponen los medios adecuados para realizarse auténticamente[100] y obrar manifiestamente y con transparencia. Más aún: la vida social que caracteriza a seres humanos justificados, se perjudica enormemente por la falta de sinceridad de sus participantes. Por todo ello, se comprende que la sinceridad sea una expresión obligatoria de responsabilidad, así llegare en algún momento a incomodar.

Ahora bien, la fe abre nuevos espacios a la comunicación. Gracias a la fe se descubre que a la base y en el origen de la comunicación está el misterio de Dios uno y trino. Son las tres divinas Personas en su comunicación y amor fontal (“Trinidad inmanente”) y en su comunicación con los seres humanos y con todo el cosmos (“Trinidad económica”), en el marco de la historia de la salvación (cf. Col 1,15; Jn 14,9; 15,15; 1,18; Lc 10,22), el modelo, el fundamento, el estímulo y el término de toda comunicación realmente interpersonal, como observamos en el capítulo anterior[100 bis].

La fe, de la misma manera, ofrece múltiples servicios a las ideologías y a las demás expresiones culturales, como también hemos visto. No sólo porque la Revelación se ha efectuado en el marco de una cultura y de unas culturas que son estudiadas por exégetas especialistas, sino porque la transmisión de la fe a las mujeres y hombres de cada tiempo y lugar exige una investigación de sus contenidos fundamentales, de modo que sean vertidos y adaptados a ellos sin renunciar a la propia verdad de la fe, pero, al mismo tiempo, con pleno respeto de las propias culturas.

Una expresión cultural sumamente importante e íntimamente vinculada con la expresión de la fe ha sido el arte en sus diversas manifestaciones, inclusive arquitectónicas. Gracias al arte las criaturas, de formas nuevas, reflejan la gloria de Dios. Los artistas, como los demás seres de la creación, a su manera, provocan la adoración de Dios y la gratitud con el Padre, fuente de toda belleza, de toda verdad y de todo bien.

Especialmente en nuestros tiempos, las oportunidades de encuentro – congresos, foros, cursos, etc. – con personas geográficamente lejanas pueden facilitarse enormemente por parte de las entidades universitarias; con todo, muchas veces son los costos de dichos desplazamientos el principal obstáculo para concretarlas. El encuentro cara a cara y las relaciones que derivan de éste, son un medio insustituible en orden a fomentar y estrechar los lazos humanos entre los miembros de las comunidades científicas.

En ayuda de la superación de algunos de estos inconvenientes acuden los medios de comunicación social y las tecnologías de información y comunicación (TICs)[101], que se han ido convirtiendo inclusive en nuevos canales de difusión del Evangelio. Estas nuevas tecnologías están cambiando aceleradamente las formas de comunicación y, más aún, operando una amplia transformación cultural, por ejemplo, en las maneras de aprender y de pensar, en las formas de establecer relaciones, en la manera misma de crear comunidad. El lenguaje que en ellas se emplea, por supuesto, no sólo es verbal, ni sólo se refiere a conceptos, sino es todo un contexto en el que las personas y sus pensamientos, inquietudes y proyectos nacen a la conciencia, plasmándose en gestos, símbolos y palabras, en modo tal que no solamente usamos el lenguaje sino que lo habitamos, como ha recordado el Papa Benedicto XVI (Mensaje para la XLV Jornada mundial de las comunicaciones sociales: “Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital”, 5 de junio 2011). Y más allá, la opinión pública merece y exige que la verdad evangélica se les haga presente, de modo que se convierta en auténtica “buena noticia” que la enaltece y vivifica. Dígase lo propio de aquellos aspectos relativos a “los ambientes virtuales de aprendizaje en la universidad” y a la “formación de tutores para la educación a distancia”, como propone la Doctora Edith GONZÁLEZ BERNAL[102].

19. Las anteriores consideraciones nos llevan a plantear otro problema complejo e importante en la vida social, y, en particular, en lo que concierne a las actividades universitarias, y, más ampliamente, académicas: la divulgación de los resultados de las investigaciones científicas.

Esta difusión, que se efectúa mediante diversos medios, inclusive a través de las TIC, es un fenómeno social, una necesidad humana y un servicio público. Los atributos sociales que algunos autores confieren a la comunicación en general, tales como la vigilancia del hábitat, propiciar una actitud favorable al cambio, generar enseñanzas para la adaptación de los individuos y la creación de un clima propicio para el desarrollo, son perfectamente válidos en el caso de la comunicación entre científicos, y entre estos y el conjunto de la sociedad (divulgación o información[103]).

Su principal efecto es romper el aislacionismo que existe entre los mismos investigadores[104]. Esta es una de las labores más importantes a realizar por los propios investigadores, pues se requiere de un trabajo más coordinado entre las diversas instituciones, de modo que llegue a quienes los requieran los resultados de las investigaciones, sean ellas científicas, tecnológicas o de cualquier otro tipo, y de modo que las soluciones que beneficien redunden en la eficiencia de las diferentes instituciones, garantizando que no se pierdan ni tiempo ni recursos en las soluciones de problemas que ya han sido resueltos en otros lugares. Un camino consiste, precisamente, en consultar los índices bibliográficos de las publicaciones periódicas, los bancos de datos bibliográficos, etc., como los que ofrecen las Bibliotecas universitarias y otras, o por medio de bases de datos – como lo ha intentado nuestra Facultad de Teología – antes de acometer determinado trabajo ya que en los mismos aparecen las soluciones y propuestas anteriores y se muestra como una fuente amplia y variada de estudios e informaciones.

Por todo esto, en el ámbito decisional de las propias Universidades católicas sería muy importante que se establecieran los mecanismos conducentes a lograr el vigor en la calidad, en la pertinencia, en la productividad y en la visibilidad de su actividad investigativa. Más aún, será especialmente en y para aquellas carreras o profesiones cuyos resultados son aún poco publicitados – por cuanto, por parte de algunos dirigentes, se trata de productos de menor “trascendencia social” (conforme a ciertos criterios que hemos evidenciado en otros momentos) –, donde se requerirá organizar y promover la creación y la elaboración de realizaciones (artísticas, p. ej.) que sean, eso sí, el resultado de procesos de investigación.

Con todo, es también sumamente importante insistir en un defecto contrario, es decir, en el control o auto-control que se ejerce sobre la divulgación de los resultados de las investigaciones. Si bien, como hemos dicho, la manipulación de la verdad con vistas a determinados intereses particulares es una manifestación que directamente va contra la realización del bien humano y del reino de Dios, por el contrario, el ejercicio responsable de la libertad de su expresión contribuye necesariamente a alcanzarla. Esta condición, que es condigna de toda persona humana, lo es también, y de manera particular, de quienes tienen como oficio y tarea, en la sociedad política y en la Iglesia, la misión y el ministerio de la investigación y de la enseñanza, sean ellos laicos o no[105].

Así mismo, ya que en ocasiones no se trata sólo ni simplemente de la producción de tecnologías sino de auténticos nuevos conceptos científicos, las dudas[xi] se pueden presentar. Es necesario recordar aquí, entonces, lo que decíamos anteriormente (cf. supra, 2.a.3)10, p. 1173s) acerca de los expertos[106].

20. Un último aspecto, que no por estar en esta ubicación es menos importante, es el relativo a la propiedad intelectual de la producción investigativa. Se trata de un asunto que se refiere primordialmente al ámbito moral de la justicia, que actualmente está siendo muy discutido por las perspectivas ideológicas y por las complejidades que entran en juego. Pueden considerarse al respecto dos sectores íntimamente ligados: el relativo a los denominados “derechos de autor”, que se refieren a las obras literarias y artísticas, y otro, el relativo a las actividades industriales tales como “marcas y patentes”, y que se catalogan como “propiedad industrial”. Por los motivos señalados, sin embargo, consideramos que el asunto actualmente desborda también el propósito inicial de esta investigación[xii].




Notas de pie de página



[1] Acerca del reconocimiento de la enseñanza religiosa en los centros educativos como ejercicio de la libertad religiosa, cf.: Gerhard ROBBERS: “Religious Instruction in the European Union”, en: INSTITUTO DE DERECHO ECLESIÁSTICO (IDEC): Congreso Latinoamericano Sobre Libertad Religiosa (Lima, Perú, septiembre 2000) Pontificia Universidad Católica del Perú Lima 2001 231-240; Juan FORNÉS: “La libertad religiosa y la enseñanza de la religión en los centros educativos”, ibíd. 241-250; León TRAHTEMBREG: “La educación judía frente al régimen de libertad religiosa”, ibíd. 251-262; Hugo REINOSO: “La educación católica y el Estado ecuatoriano”, ibíd. 263-276; Jorge Enrique PRECHT PIZARRO: “Estatuto jurídico de la Pontificia Universidad Católica de Chile”, ibíd. 277ss; Jorge OTADUY: “La experiencia de la Universidad católica en Europa”, ibíd. 309ss.
Sobre “La verdad como valor humano y social” que ha de promoverse y vivirse en el ámbito de las universidades que experimentan la globalización y la mundialización, cf. el artículo del mismo nombre de Jean-Yves CALVEZ, S. J., en Orientaciones Universitarias 37 marzo de 2005 59-68, en: http://www.javeriana.edu.co/archivo/05_memoria/docs/rectorales/orientaciones/37.pdf
[2] Acerca de las Universidades confesionalmente Católicas, puede verse: Gerardo REMOLINA VARGAS, S. J.: “La «confesionalidad» de una universidad católica”, en Orientaciones universitarias 21 – suplemento – febrero de 2003 7-12, en: http://www.javeriana.edu.co/archivo/05_memoria/docs/rectorales/orientaciones/31suplemento.pdf
[3] JUAN PABLO II: Exh. ap. postsinodal Ecclesia in América, Ciudad de México, el 22 de enero del año 1999, n. 71.
Y, además de lo indicado oportunamente en el capítulo II de esta investigación, por lo que concierne a las relaciones de la teología con el Derecho canónico: Stefano María PASINI: Il metodo nel diritto: il rapporto tra teologia, filosofia e diritto nella riflessione canonistica contemporanea Pontificia Universitá Lateranense Romae 2002.
[4] Tomo prestada esta expresión para nuestra propuesta de línea fundamental de reflexión, a sabiendas del título de la obra, por cierto tan útil en este cometido, de Luigi Ma. RULLA S. J. – Franco IMODA – Joyce RIDICK: Antropología de la vocación cristiana Sociedad de Educación Atenas Madrid 1990 2v.
[5] El Papa BENEDICTO XVI advierte que ciertos “mínimos”, por el contrario, algunas veces expresan una intención “pragmática” que se vuelve contra el mismo ser humano. No sucede en este caso, por supuesto, como lo estamos demostrando.
Nuestra propuesta moral y canónica, sin negar que la justicia, sobre todo “legal”, los prescribe, al menos utópicamente, pretende ir en dirección contraria al destacar cómo ella, en innumerables casos, llega a convertirse en excusa para desechar el esfuerzo personal y colectivo, cuando no para promover e idealizar cierta mediocridad.
Para subrayar la necesidad de ir más allá de esos equívocos “mínimos” (de una denominada “no intervención”, v. gr.), afirmaba el Pontífice en la Naciones Unidas (aunque no sólo sea aplicable esa reflexión a dicho ámbito, sino, en particular, al nuestro universitario): “El principio de la "responsabilidad de proteger" fue considerado por el antiguo ius gentium como el fundamento de toda actuación de los gobernadores hacia los gobernados: en tiempos en que se estaba desarrollando el concepto de Estados nacionales soberanos, el fraile dominico Francisco de Vitoria, calificado con razón como precursor de la idea de las Naciones Unidas, describió dicha responsabilidad como un aspecto de la razón natural compartida por todas las Naciones, y como el resultado de un orden internacional cuya tarea era regular las relaciones entre los pueblos. Hoy como entonces, este principio ha de hacer referencia a la idea de la persona como imagen del Creador, al deseo de una absoluta y esencial libertad. Como sabemos, la fundación de las Naciones Unidas coincidió con la profunda conmoción experimentada por la humanidad cuando se abandonó la referencia al sentido de la trascendencia y de la razón natural y, en consecuencia, se violaron gravemente la libertad y la dignidad del hombre. Cuando eso ocurre, los fundamentos objetivos de los valores que inspiran y gobiernan el orden internacional se ven amenazados, y minados en su base los principios inderogables e inviolables formulados y consolidados por las Naciones Unidas. Cuando se está ante nuevos e insistentes desafíos, es un error retroceder hacia un planteamiento pragmático, limitado a determinar "un terreno común", minimalista en los contenidos y débil en su efectividad”: Discurso en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 18 de abril de 2008, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21994.php?index=21994&lang=sp#TRADUZIONE_IN_LINGUA_SPAGNOLA La cursiva es nuestra.
[6] Acerca de esta perspectiva de la educación integral que abarca desde la escuela materna hasta la universidad, cf. Guy-Réal THIVIERGE: “Construire une éducation au service de la personne. De l’école à l’université: un continuum”, en: Seminarium 45 2005 179-217.
[7] Señala el c. 217: “Los fieles, puesto que están llamados por el bautismo a llevar una vida congruente con la doctrina evangélica, tienen derecho a una educación cristiana por la que se les instruya convenientemente en orden a conseguir la madurez de la persona humana y al mismo tiempo conocer y vivir el misterio de la salvación”.
El texto del P. Adolfo NICOLÁS, S. J., puede encontrarse en su discurso “Problemas y desafíos de la educación jesuita. Profundidad y universalidad”, con ocasión del 150 Aniversario de la educación jesuita en Filipinas, Universidad Ateneo de Manila, 13 de julio de 2009, en: Revista de Fomento Social 64/256 oct.-dic. 2009 839ss, en: http://www.revistadefomentosocial.es/ ; http://www.revistadefomentosocial.es/index.php/numeros-publicados/150-no-260-octubre-diciembre-2010 El tema fue retomado por él mismo, sin embargo, durante el Encuentro Mundial de Rectores de Universidades Jesuitas. Iberoamericana de Ciudad de México, Abril 2010 , con el título “Profundidad, universalidad y ministerio académico: Desafíos a la educación superior jesuita de hoy”, Carta de Ausjal 30 2010 70ss, en:  http://www.ausjal.org/cartas/Carta30.pdf
[8] Marciano VIDAL: Nueva moral fundamental. El hogar teológico de la ética, p. 1051, nt. 2818, 664s.
En la EG 182 el Papa FRANCISCO recuerda que “meras generalidades no interpelan a nadie”, por lo cual afirma que es necesario en estos asuntos “ser concretos”, aunque no siempre se deba “pretender entrar en detalles”.
[9] Como se recordará, en el capítulo anterior, al “diseñar” o al expresar su sensibilidad “antropológica”, diversas Carreras de la Pontificia Universidad Javeriana hacían referencia a esta lamentable condición que se ha ido generalizando, y precisamente entre los círculos educativos y profesionales. A ella hay que responder vigorosamente, tanto en la Academia como en el conjunto social, como urgía el P. Pedro Arrupe S. J., en un mensaje fechado el 16 de mayo de 1962: “¿De qué nos valdría realizar obras aparentemente excelentes, pero impregnadas de un espíritu mediocre? ¡Qué grande es, en nuestro siglo, el peligro de sucumbir a la intoxicación de las meras apariencias y de la propaganda! ¡Qué triste sería el que la calidad de nuestras actividades se transformara en una especie de ostentosa envoltura para conferir un mínimo de dignidad a una trivial mediocridad de espíritu!”: cf. Gianni LA BELLA (ed.): Pedro Arrupe, General de la Compañía de Jesús Sal Terrae – Mensajero Bilbao 2007.
[10] “Teología en la Universidad, un ministerio colegiado de transformación social en la justicia del reino”, en ThX 129 49/1 ene-mar 1999 81-82.
[11] Se fundamentaba el Papa, por otra parte, en la Constitución GS 16; 33; 40-43; 44. Cf. también sus discursos en relación con los ámbitos interreligioso e intercultural: A la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, Sábado 15 de mayo de 2004, en: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/2004/may/documents/hf_jp-ii_spe_20040515_pc-interrelig_sp.html; en relación con esta misma problemática, pero en el contexto de la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, Martes 18 de mayo de 2004, en: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/2004/may/documents/hf_jp-ii_spe_20040518_pc-migrants_sp.html
Por parte del Papa BENEDICTO XVI, también su discurso sobre el diálogo en el ámbito ecuménico, A los Miembros de la Delegación enviada por el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, Jueves 30 de junio de 2005, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2005/june/documents/hf_ben-xvi_spe_20050630_deleg-costantinopoli_sp.html De igual modo, su mensaje a los Presidentes del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y del Pontificio Consejo para la Cultura, Card. Jean-Louis Tauran y Arzobispo Gianfranco Ravasi, respectivamente, con motivo de la Jornada de Estudio: Culturas y Religiones en diálogo, efectuada el 4 de diciembre de 2008. Afirmaba entonces el Pontífice: “Una vez acogida la diversidad como dato positivo, es necesario que las personas acepten no sólo la existencia de la cultura del otro, sino el deseo de recibir de ella un enriquecimiento. Mi Predecesor, el Siervo de Dios Pablo VI, dirigiéndose a los católicos, enunciaba en estos términos su profunda convicción: «La Iglesia debe entrar en diálogo con el mundo en que vive. La Iglesia se hace palabra, la Iglesia se hace mensaje, la Iglesia se hace conversación” (enc. Ecclesiam suam, n. 67). Vivimos en un mundo que se suele llamar “pluralista”, caracterizado por la rapidez de las comunicaciones, por la movilidad de los pueblos y por su interdependencia económica, política y cultural. Precisamente en esta hora, a veces dramática, aun cuando, desgraciadamente, muchos europeos parecen ignorar las raíces cristianas de Europa, ellas están vivas, y deberían trazar el camino y alimentar la esperanza de millones de ciudadanos que comparten los mismos valores. Los creyentes, por tanto, estén siempre atentos a promover iniciativas de diálogo intercultural e interreligioso, a fin de estimular la colaboración sobre temas de interés recíproco, como la dignidad de la persona humana, la búsqueda del bien común, la construcción de la paz, el desarrollo”: El texto se hizo público el 9 del mismo mes y se encuentra en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/23025.php?index=23025&po_date=09.12.2008&lang=sp
Un punto particular pero de crucial importancia a este propósito en el contexto de la formación universitaria – y, por lo tanto, referida a la comunidad en todos sus estamentos: directivos, docentes, estudiantes, administrativos, especialmente – tiene que ver con la formación inicial y permanente en las virtudes-valores de las que hemos hecho elenco en el capítulo anterior, como hemos sostenido en el presente capítulo. Permítaseme referirlo en especial a la relación con la templanza-castidad, uno de los valores menos “visualizados”, o, por el contrario, más desacreditados, en la sociedad contemporánea. Demos un ejemplo: 
En su intervención ante la 63ª Sesión de la Asamblea General de la ONU sobre los objetivos de desarrollo del milenio, el Señor Arzobispo Celestino MIGLIORE, Jefe de la Delegación de la Santa Sede señaló: “Con sólo siete años que faltan hasta el final de la campaña de MDG, es importante que nosotros nos centremos en las metas contenidas en la Declaración del Milenio en la que convinieron nuestros Jefes de Estado. Debatir y crear nuevos objetivos, como aquellos que se refieren a la salud sexual y reproductiva, arriesga con introducir prácticas y políticas que, ocasionan detrimento a la dignidad humana y al desarrollo sostenido, distrayendo nuestra atención de las metas originales y dispersando los recursos necesarios dirigidos a las necesidades más básicas y urgentes”: 26 de septiembre de 2008, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/22656.php?index=22656&po_date=26.09.2008&lang=sp La cursiva en el texto es mía. 
En efecto, cuando se observan los “indicadores” (“metas”) en esta línea se echa de ver que el problema no está tanto en los aspectos que se manifiestan al respecto, sino en los que dejan de señalarse, antropológicos y morales, principalmente, o, en últimas, insuficientes en relación con los parámetros señalados por la misma OMS en relación con un concepto integral de “salud” – “La salud es el estado de completo bienestar físico, mental y social y no sólo la ausencia de enfermedades” –. Helos aquí: “Mejorar la salud sexual y reproductiva: Reducir la razón de mortalidad materna a 45 muertes por 100.000 nacidos vivos; Incrementar a 90% el porcentaje de mujeres con cuatro o más controles prenatales; Incrementar la atención institucional del parto a 95%; Incrementar la prevalencia de uso de métodos modernos de anticoncepción: a) a 75% de la población sexualmente activa; b) a 65% de la población entre 15 y 19 años sexualmente activa; Detener el crecimiento del porcentaje de adolescentes que han sido madres o están en embarazo, manteniendo esta cifra por debajo de 15%; Reducir la tasa de mortalidad por cáncer de cuello uterino a 5,5 muertes por 100.000 mujeres”: Metas a 2015 del Cuadro 5 en “A paso lento”, en “Domingo a Domingo”, El Tiempo, domingo 28 de septiembre de 2008, 4.
[12] Hans KUNG: “Las tres religiones abrahámicas: transformaciones históricas, retos actuales”, en Hoy en la Javeriana 46/1223 mayo 2007 14-16.
[13] No es un ideal utópico. Si se mira a la actual conformación del estamento estudiantil de nuestra Facultad de Teología, bien se puede afirmar que ya hoy en día, el grupo internacional de estudiantes representa una importante proporción en el conjunto (¿10 %?). Pero algo similar está sucediendo en lo que se refiere no sólo a estudiantes sino a docentes, incluso en esta como en otras Facultades.
[14] Cf. José Angel LÓPEZ HERRERÍAS: Tratado de Pedagogía General: la educación de la complejidad humana Playor Madrid 1996; íd.: Educación para la nueva Psico-Cultura. Rehacer la educación y la escuela del nuevo milenio desde la Generación del 98 Laertes Barcelona 2001.
En relación con el problema de la “racionalidad instrumental” al que hemos aludido, y su lectura desde una teología “crítica” y “utópica” de la historia, como conviene hacerlo a la teología y al magisterio moral social, véase el texto de Patricio MIRANDA R.: “Doctrina Social de la Iglesia y Ciencias Sociales”, especialmente la sección “2.2. Nuevos escenarios para el diálogo. Hegemonía de la racionalidad instrumental”, en el volumen de Fredy PARRA CARRASCO – Patricio MIRANDA REBECO: “Pensamiento social de la Iglesia y ciencias sociales: Horizontes teológicos para un diálogo”, en Anales de la Facultad de Teología LVII/2 2006 Pontificia Universidad Católica de Chile 98-104.
[15] Pueden verse algunos Web Sites en (consulta 19 de septiembre de 2013): http://www.ncsu.edu/imse/1/megascience.htm
[16] Los nn. 7 y 8 de Declaración sobre Globalización y Educación, presentada por la PONTIFICIA ACADEMIA DE LAS CIENCIAS y la PONTIFICIA ACADEMIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES como conclusión del primer seminario tenido en común los días 16 y 17 de noviembre de 2005, nos advierte, en primer término que la educación, en general, y la universitaria en particular, deben hacer frente al reto que plantea cierta concepción de la globalización, cuando ésta quisiera, o implementara medios que condujeran a disminuir el sentido de humanidad que es fundamental, p. ej., para trabajar por la paz, y que se expresa, entre otros medios, por las manifestaciones que hacen eco a los derechos humanos y a la decisión de hacer universal el acceso de todos al conocimiento, a la sabiduría y a la ciencia.
Pero, así mismo, señala que la educación universitaria, especialmente entre nosotros, debe profundizar en los principios y en las normas morales cuyo fundamento es la dignidad de la persona humana, así como ofrecer procesos mediante los cuales se ofrezca “la nueva imagen del universo que la comunidad científica propone acerca del cosmos, de la tierra, de la vida, de la emergencia de los seres humanos y de sus sociedades”. Las cuestiones referentes a Dios, a la filosofía y a la ética de ninguna manera pueden considerarse hoy en día superadas. Los movimientos modernos propusieron algunas veces tendencias relativistas y nihilistas, ciertamente. El mismo “maravilloso” mundo que por entonces se conocía y se divulgaba, en el momento presente nos interroga por su sentido y por el sentido que poseen las ciencias que contribuyen a su descubrimiento, y urgen una base antropológica que posibilite un diálogo interdisciplinario real y fructífero. En: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_academies/acdscien/2006/PAS-es25_PASS-es6.pdf  
[17] Al igual que la revista Salesianum, existen otras publicaciones periódicas especializadas en este tema, como es conocido. Como una muestra de diversas publicaciones sobre el asunto, puede verse esta anotación bibliográfica al respecto:
Acerca del proceso psicológico mediante el cual se realiza la formación de la conciencia moral en las personas, los aportes de los psicólogos Freud, Piaget y Kohlberg han sido muy importantes. Cf.: M. CUSWINSKY et alii: Manual de crecimiento y desarrollo del niño (Organización Panamericana de la salud/OPS, Washington 1986); Luis DURAVIA: La dimensión afectiva de la personalidad Santa Fe de Bogotá, Indo- American Press Service 1992 1993; J. Ma. FERNÁNDEZ-MARTOS: "Maduración ética: de la bodega al cuarto de estar" en Sal Terrae 76 (1988) 505-514; Urbano SÁNCHEZ: La opción del cristiano.  2. La comunión en Cristo, o. c., p. 1050, nt. 2816,145-202.
Acerca de la educación moral propiamente tal, cf.: Ch. ARMON: “The place of the good in a justice reasoning approach to moral education” en Journal of moral education 17 (1988) 472-491; L. A. BLUM: “Gilligan and Kohlberg: implications for moral theory” en Ethics 98 (1988) 472-491; L. DIUMENGE: “La moral en la escuela católica” en Sinite 29 (1988) 455-473; G. GATTI: “Educazione morale come formazione del carattere” en Salesianum 50 (1988) 485-508; Rosario JARAMILLO FRANCO: “El rescate de los valores” en El educador frente al cambio (junio 1988) 16-22;  íd.: “Los aportes de la psicología del desarrollo del juicio moral a la enseñanza de la historia” en Universitas Humanistica 37 ene-jun 1993 96-110; J. Ignacio MARTÍN BARÓ: “Socialización moral” en Acción e ideología: psicología social desde Centroamérica UCA San Salvador 1988 3ª 143-164; C. D. OROZCO S.: “La formación en valores para la convivencia social” en Universitas Humanistica 39 XXIII (1994) 62-66; I. RODRÍGUEZ C.: “La identidad del educador sexual” en El Mensajero 1242 oct 1993 350ss.
[18] Marciano VIDAL: Nueva moral fundamental. El hogar teológico de la Ética, p. 1051, nt. 2818, 732. El tema de la “educación moral” lo desarrolla el autor desde la p. 730 de esa misma obra.
[19] La idea la tomo de Raimundo RINCÓN ORDUÑA: Teología moral: introducción a la crítica Paulinas Madrid 1980; cf. Iván F. MEJÍA ÁLVAREZ: Algunos elementos introductorios a la Teología Moral, o. c., p. 570, nt. 1590, 41.
[20] Marciano VIDAL: Nueva moral fundamental. El hogar teológico de la Ética, p. 1051, nt. 2818, 732.
No habría de olvidarse que también forma parte de la experiencia humana eventuales conductas criminales, no sólo en el campo que tratamos. Se trata de un componente histórico intrínseco de la misma, que revela la lucha, el conflicto entre el bien y el mal. Inclusive, que es parte de la historia y del plan salvador de Dios.
[21] Ib., 733-734. En el capítulo anterior hicimos referencia a los elementos antropológicos correlativos de base que nos definen a los seres humanos por la igualdad, comunión y comunicación propias de quienes somos hijos de Dios y hermanos entre sí.
[22] Cf. BENEDICTO XVI: Encuentro con el clero de Belluno-Feltre en Auronzo Di Cadore, el 25 de julio de 2007, en:
[23] Es enorme la cantidad de estudios y publicaciones, generales y específicas, que tratan desde hace años y desde diversos ángulos disciplinares el tema de las drogas propiamente estupefacientes y los problemas originados por ellas en el ámbito individual así como en el social. Para la muestra algún botón: CARBONELL PARRA, Jaime: “Las drogas: del olimpo al gran público”, en: Revista Javeriana 101/503 abr 1984 173-177; NIESINK, R. J. M. (ed.): Drugs of abuse and addiction neurobehavioral toxicology CRC Boca Raton, Florida 1999. Otras referencias y bibliografía pueden encontrarse en la p. 34, nt. 72, y en la nt. final lv del cap. IV.I.4.b.3), p. 1906. Acerca del impacto de las drogas (ilícitas y lícitas) sobre el cuerpo humano, y en particular sobre el cerebro, puede verse la nt. final cxxxiii en la p. 1958, correspondiente al cap. V de la antropología cristiana de correlatos, al tratar de la Encarnación y sus implicaciones sobre la corporeidad de los seres humanos, I.2.a.3)b), p. 870. Sobre el problema de la “muerte cerebral” véase la nt. final lv, p. 1906, del cap. IV, I.4.b.3 y las nt. siguientes.
En esta investigación el tema de las drogas está presente en diversos lugares: no sólo para constatar la presencia de este hecho en la sociedad y en las propias universidades, incluso en las católicas (cf. cap. V, antropología de correlatos: III.2.2), p. 1053), sino, como estamos viendo, detectando la llamada “vitrtud” de la “templanza” y comprendiéndola desde los presupuestos para la misma como una dimensión o constitutivo humano (cf. p. 988, nt. 2487) al que se vulnera y contra cuya dignidad y verdad se atenta mediante su uso irracional, haciendo que la persona vinculada con los procesos arriba mencionados, se convierta en una ”víctima” (cf. cap. V. II.4.d), p. 988; cap. VI.II.3.c.4), p. 1347).
Para una exposición sobre las drogas en relación con las nulidades de matrimonio preparé un texto hace algunos años a partir de la jurisprudencia canónica, que no ha sido publicado: “Toxicomanía de la cocaína y nulidad del matrimonio católico" (Santafé de Bogotá, 1993).
[24] Como se suele observar, el problema de la producción, transformación, distribución y consumo de las drogas – entendidas éstas no en sentido general como principio activo, fármaco y medicamento, sino específico, es decir, en relación con la toxicomanía: drogadicción, farmacodependencia, drogodependencia o consumo excesivo de las mismas – ha de examinarse tanto en la perspectiva de las responsabilidades individuales (acerca del problema de la dependencia cf. Apéndice 4.2, pp. 1644-1646) como en la perspectiva de la responsabilidad y la acción social y cultural relacionadas con ellas (sobre el narcotráfico, cf. Apéndice 1,4, nt. 3460, p. 1554, con estadísticas; y cap.VI.II.1.b.1)b), nt. 3064, p. 1265).
[25] Véase especialmente el cap. 5 “Bases genéticas de la farmacodependencia”: ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD – ORGANIZACIÓN PANAMERICANA DE LA SALUD: Neurociencia del consumo y dependencia de sustancias psicoactivas (Neuroscience of psychoactive substance use and dependence) OMS 2004 Maryland OPS 2005, 125ss, en (consulta 15 noviembre de 2013): http://www.who.int/substance_abuse/publications/neuroscience_spanish.pdf; FUNDACIÓN MANANTIALES: “Psiquiatría - Drogadicción y Cerebro” (2011) en (consulta 15 de noviembre de 2013): http://www.manantiales.org/psiquiatria_drogadiccion_y_cerebro.php
El tema ha sido tratado en las sesiones del segundo semestre de 2013 por parte del Seminario Ciencias y Teología en diálogo: “Cerebro, libertad y responsabilidad”, del que el autor de esta obra ha sido el coordinador hasta la fecha (http://es.groups.yahoo.com/group/SeminarioInterdisciplinar/ )
[26] Véase el art. “Doble efecto”, de C. GOLSER, en VocTeo (consulta 15 de noviembre de 2013): http://www.mercaba.org/VocTEO/D/doble_efecto.htm
[27] Vease, p. ej.: Clara Isabel VÉLEZ RINCÓN: “Drogas impulsan a menores a delinquir”, en: El Colombiano de Medellín, Viernes, 12 de Febrero de 2010, en: http://www.mineducacion.gov.co/observatorio/1722/article-216716.html; COMISIÓN INTERAMERICANA PARA EL CONTROL DEL ABUSO DE DROGAS - SISTEMA SUBREGIONAL DE INFORMACIÓN E INVESTIGACIÓN SOBRE DROGAS EN ARGENTINA, BOLIVIA, CHILE, COLOMBIA, ECUADOR, PERÚ Y URUGUAY – SISUID: La relación droga y delito en adolescentes infractores de la ley. La experiencia de Bolivia, Chile, Colombia, Perú y Uruguay. Quinto Informe Conjunto (2010), en: http://www.unodc.org/documents/peruandecuador/Publicaciones/La_Relacion_Droga.pdf ; AMBITO JURÍDICO: “Procurador considera que la despenalización promueve el consumo de drogas”:  11 de Febrero 2013, en: http://www.ambitojuridico.com/BancoConocimiento/N/noti-130211-10%28procurador_considera_que_la_despenalizacion_promueve_el_consumo_de_drogas%29/noti-130211-10%28procurador_considera_que_la_despenalizacion_promueve_el_consumo_de_drogas%29.asp?Miga=&CodSeccion=
Para un estudio del problema, véase: BASABE, Nekane – PÁEZ, Darío: Los jóvenes y el consumo de alcohol (representaciones sociales)  Ayuntamiento de Bilbao Bilboko Udala - Servicio de Salud y Consumo Bilbao 1992.
“Ni los regaños ni las charlas esporádicas sobre adicciones para jóvenes sirven para prevenir. Ahora las redes sociales son la clave. Cuando se va a abordar el tema de la prevención con adolescentes, la idea no es trabajar el suicidio o la adicción a las drogas, al cigarrillo y al alcohol por separado. Al contrario: para que la intervención sea más acertada, hay que atacar estos factores en forma simultánea”, señala el “Estudio Nacional de Salud Mental”, dirigido por el psiquiatra José POSADA VILLA en 2003 sobre un grupo de 1543 jóvenes. Esta y otras informaciones fueron reportadas por la redactora de El Tiempo Sonia PERILLA S., en su artículo “Ya no se previene con cantaleta. Los programas deben ser a la medida de las comunidades que se intervienen”, en la edición del 14 de marzo de 2007. El texto completo en: http://www.eltiempo.com/tiempoimpreso/edicionimpresa/saludimpreso/2007-03-14/ARTICULO-PRINTER_FRIENDLY-PRINTER_FRIENDLY-3474538.html
[28] Los factores de tipo biológico mencionados anteriormente y explicados en la nt. 1137 no pueden ocultar, sin embargo, el problema de la adicción y su importante relación con la educación. Véase, p. ej., del NATIONAL INSTITUTE ON DRUG ABUSE (NIDA): “Las drogas, el cerebro y el comportamiento: La ciencia de la adicción”, página actualizada en febrero del 2008, consultada en 15 de noviembre de 2013, en: http://www.drugabuse.gov/es/publicaciones/las-drogas-el-cerebro-y-el-comportamiento-la-ciencia-de-la-adiccion/las-drogas-y-el-cerebro
[29] Cf. supra, V.III.2.2), p. 1053. Según la misma Sonia PERILLA S., Redactora de El Tiempo: “Panorama del consumo en Colombia. En el país los jóvenes empiezan a fumar y a tomar trago a una edad promedio de 12,5 años; el 10 por ciento de ese total comienza a los 10 años. En cuanto a la marihuana, la edad de inicio para su consumo se ubica alrededor de los 13 años, la de cocaína hacia los 14 años, la de éxtasis (en clases altas) a los 15 años en promedio y la de heroína a los 18 años. Contrario a lo que suele creerse, 'probar' cigarrillo, alcohol o drogas no se reduce a una experiencia pasajera para todos. Cerca de la mitad de quienes prueban estas sustancias siguen consumiendo, y que uno de cada diez de este último grupo termina teniendo problemas serios con ellas. (Fuente: Estudio 'Consumo de sustancias psicoactivas en jóvenes de 10 a 24 años): “Trabajo con redes sociales es el nuevo enfoque a la hora de la prevención en drogas y alcohol”, en: El Tiempo, 14 de marzo de 2007, edición impresa 2-1, edición electrónica (consulta marzo de 2007):  http://www.eltiempo.com/salud/noticias/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3474132.html
Según información periodística, la revista Journal of Clinical Investigation publica un estudio de investigadores de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, en la que se han establecido “Daños por marihuana. Descubren efecto cerebral. Científicos hallaron la relación de la hierba con la coordinación motora”, sobre todo a raíz de su consumo “crónico”. Véase en ADN Diario gratuito del 25 de junio de 2013, 12 y también http://www.efefuturo.com/noticia/identifican-el-mecanismo-que-altera-la-coordinacion-motora-al-consumir-cannabis/
Más preocupante es el hecho de la extensión del fenómeno entre los universitarios colombianos. De acuerdo con Fabrizio Hochschild, Coordinador del Sistema de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en Colombia, “Colombia se ubica como primera – en la actualidad – en el consumo de cocaína entre los universitarios con un 2,2%”: consulta (Noticias RCN del 24 de septiembre de 2013), en: http://www.rcnradio.com/noticias/universitarios-colombianos-primeros-consumidores-de-cocaina-en-la-region-onu-91227
[30] La educación misma tiene una importancia primordial dentro de las acciones destinadas a formar personas con criterios auténticamente humanos en referencia con esta problemática. Ello ha dado lugar a que, en el ámbito universitario, se realicen estudios de posgrado en orden a comprender mejor el fenómeno y responder debidamente a él (cf. Apéndice 2, 1.b., nt. 3498). La evidencia científica señala que "cuando baja la percepción del peligro (que entrañan las drogas), en los siguientes años se ve un aumento en su consumo" (Nora Volkow).
[31] Cf. Marciano VIDAL: Moral de actitudes. Tomo segundo – Primera parte: Moral de la persona y bioética teológica PS Editorial Madrid 1991 8ª 191-211.
[32] Si bien se autorizó la publicación anónima del estudio, para proteger la privacidad del joven hijo del autor, un directivo universitario, véase el texto del mismo, “Students and Video Game Addiction”, publicado el 13 de diciembre de 2012, en (consulta 14 diciembre 2012): http://www.insidehighered.com/views/2012/12/13/students-and-colleges-vulnerable-computer-gaming-addiction-essay  Sobre el mencionado Trastorno, véase el documento publicado en Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Trastorno_por_d%C3%A9ficit_de_atenci%C3%B3n_con_hiperactividad Y, si bien en varios otros lugares hemos aludido a la “sociedad de consumo” y a sus efectos generalizados sobre la mentalidad actual, en especial sobre los jóvenes, recuérdese la referencia del Papa FRANCISCO en EG 196.
[33] Pedro ARRUPE, S. J.: “Palabras a los Decanos y Profesores de la Universidad Javeriana”, en Orientaciones Universitarias 40 septiembre 2007 69-70. En (consulta noviembre de 2007): http://www.javeriana.edu.co/archivo/05_memoria/orientaciones.htm
[34] Par toda esta sección he empleado material, entre otros autores, principalmente de Anselm GÜNTHÖR: Chiamata e risposta: una nuova teologia morale Paoline Roma 1979, “v.1. Morale generale; v. 2. Morale speciale: le relazioni del cristianismo verso Dio; v. 3. Morale speciale: le relazioni verso il prossimo”; además, de Urbano SÁNCHEZ GARCÍA: La opción del cristiano. Síntesis actualizada de Moral Especial (2ª). III. Humanizar el mundo por la corresponsabilidad en Cristo, la verdad, la vida, la justicia, la libertad y la paz fraterna, o. c., p. 1050, nt. 2816; y de Antonio HORTELANO ALCÁZAR: Moral alternativa. Manual de Teología Moral, o. c., p. 1118, nt. 2955.
Esta relación es, en mi opinión, fundamental y con frecuencia está muy oscurecida. Me parece que Jacob ROGOZINSKI, en su análisis a partir de la fenomenología de Husserl llega a afirmar ese enraizamiento “ontológico” de la verdad en el art. «La Chair de la vérité », en Archives de Philosophie 73 2010 67-80.
[35]Espero seguir los principios de Gandhi, quien dice que cuando se habla de algo lo primero que hay que decir es que sea verdad, porque si no es verdad no es interesante; segundo, que sea caritativo, que haga el bien, y tercero, que haga bien a los demás. Así pues, noticias que, aunque sean verdaderas, si no hacen bien, sino que crean malentendidos, no serían interesantes, si no ayudan a la gente creo que no sirven de nada”: M. R. P. Adolfo NICOLÁS, S. J.:  Encuentro con los periodistas, 25 de enero de 2008, en (consulta febrero 2008): http://www.cpal, S. J..org/publique/media/CG35Boletin9.doc
Santa Teresa DE JESÚS expresaba la razón más profunda para ello, precisándola y motivándola en Dios y en su amado Hijo: “porque Dios es suma verdad, y la humildad es andar en verdad; que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros…Considerando su humildad, veremos cuán lejos estamos de ser humildes”: Moradas Sextas 10,7; Primeras 2,9, en Obras completas Aguilar Madrid 1963 9a 472-473 y 396.
[36] Ya el Concilio, como ya tuvimos ocasión de señalar en el cap. II y en otros lugares de la obra, señalaba que los temas relacionados con la “justicia social” eran motivo y exigencia de encuentro para que todas las personas, sobre todo los creyentes en Dios, se sentaran a dialogar, ya que esta tarea se impone en razón de las propias creencias de las diversas comunidades. El Papa FRANCISCO ha vuelto a reiterarlo en EG 250 al indicar justamente que una relación basada en el amor y la verdad se abre a todos los caminos del diálogo; dice en efecto: “Una actitud de apertura en la verdad y en el amor debe caracterizar el diálogo con los creyentes de las religiones no cristianas, a pesar de los varios obstáculos y dificultades, particularmente los fundamentalismos de ambas partes. Este diálogo interreligioso es una condición necesaria para la paz en el mundo, y por lo tanto es un deber para los cristianos, así como para otras comunidades religiosas. Este diálogo es, en primer lugar, una conversación sobre la vida humana o simplemente, como proponen los Obispos de la India, «estar abiertos a ellos, compartiendo sus alegrías y penas» […]. Así aprendemos a aceptar a los otros en su modo diferente de ser, de pensar y de expresarse. De esta forma, podremos asumir juntos el deber de servir a la justicia y la paz, que deberá convertirse en un criterio básico de todo intercambio. Un diálogo en el que se busquen la paz social y la justicia es en sí mismo, más allá de lo meramente pragmático, un compromiso ético que crea nuevas condiciones sociales. Los esfuerzos en torno a un tema específico pueden convertirse en un proceso en el que, a través de la escucha del otro, ambas partes encuentren purificación y enriquecimiento. Por lo tanto, estos esfuerzos también pueden tener el significado del amor a la verdad”.
[37] Jean-Yves CALVEZ S. J.: “La verdad como valor humano y social”, en: PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA: Orientaciones Universitarias. Globalización, mundialización y verdad como valores marzo 2005 en: http://www.javeriana.edu.co/puj/rectoria/publicaciones/Documentos/Calvez-Verdad-2.pdf
[38] Ibíd.
No podemos referirnos aquí ampliamente a otros dos perfiles de la verdad que son sumamente importantes, sobre todo en los contextos en los que se desenvuelve nuestra investigación: la “verdad histórica” y la “verdad procesal” sobre todo en materia penal. Acudimos al magistrado mexicano Mario Alberto MARTÍNEZ PÉREZ para esclarecerlo. Se considera hoy de la “verdad histórica”aquella que procuramos obtener siempre que queremos asegurarnos de la realidad de ciertos acontecimientos, de ciertos hechos realizados en el tiempo y el espacio. Mittermaier distingue la verdad histórica de la verdad lógica, que es aquella que se obtiene mediante el razonamiento, y que resulta cuando las nociones concebidas de las cosas no se ponen en contradicción con las leyes conocidas; colocando en esa división, lo suponible, lo posible lógicamente. Y de la verdad trascendental, estudiada por el filósofo como el conocimiento del mundo metafísico, dejando a un lado la verdad matemática. De igual modo, este clásico autor alemán clásico sostiene, por un lado, que la verdad es objetiva, a razón de que la convicción misma surge de las entrañas mismas de la verdad, y completamente independiente del entendimiento que juzga, no le impone la ley aun a su pesar, con base a que existen ciertas leyes (MITTERMAIER, Karl Joseph Anton: Pruebas en Materia Criminal Jurídica Universitaria México 2001 32; íd.: Tratado de la prueba en materia criminal Hammurabi Buenos Aires 1979)”. Más adelante prosigue el autor: “pero la verdad como fundamento de una condena, es la verdad formal o procesal alcanzada mediante el respeto a reglas precisas y relativas a los solos hechos y circunstancias perfilados como penalmente relevantes, mediante la prueba lícita. Esta verdad, entonces, concluye el distinguido doctrinario italiano, no pretende ser la verdad pura o absoluta; no es obtenible mediante indagaciones inquisitivas ajenas al objeto procesal; está condicionada en sí misma por el respeto a los procedimientos y las garantías de defensa. De que es una verdad solamente probable y opinable y de que la duda razonable, o la falta de acusación o de pruebas ritualmente formadas, prevalece la presunción de no-culpabilidad (presunción de inocencia), o sea, de falsedad formal o procesal de las tesis acusatorias (FERRAJOLI, Luigi: Derecho y Razón Trotta Madrid 1995 45)”: Mario Alberto MARTÍNEZ PÉREZ: “Diferencia sustancial entre verdad histórica y verdad procesal”, en (consulta noviembre 2009): http://www.juiciooraloaxaca.gob.mx/Publicaciones/55revistajussemperloquitur/DIFERENCIA%20SUSTANCIAL%20ENTRE%20VERDAD%20HISTORICA%20Y%20VERDAD%20PROCESAL.pdf
Así mismo, otros autores, sobre todo en contexto de “memoria histórica, verdad y justicia” aplicadas al caso colombiano, requieren, además, “una verdad sicológica y otra verdad sociológica, que debe ser conocida para reconstruir el tejido social colombiano” (Augusto IBÁÑEZ, magistrado presidente de la Corte Suprema de Justicia, en declaraciones radiales del 20 de noviembre de 2009).
Para el tema de la verdad en el Derecho canónico, cf. los cc. 1530 con sus desarrollos (juicio contencioso: cc. 1531; 1532; 1548: 1550; 1562) y 1704 (proceso especial para dispensas de matrimonio rato y no consumado); y, ciertamente la verdad “procesal” por parte del juez ha de entenderse en materia penal en el c. 1726: “conste de modo evidente la no comisión del delito por el reo”. Cf. entre otros, a este propósito sobre la percepción, intención y modo de comportarse diferentes del procesal estatal (civil) y el eclesiástico, Francisco J. URRUTIA: “Libro VII. Los procesos”, en: Urbano NAVARRETE S. J. – Francisco Javier URRRUTIA S. J.: Nuevo derecho canónico, presentación y comentario ITER Caracas 1987 287.
[39] Existe toda una reflexión sobre el tema de la “manipulación” que debemos sólo mencionar de pasada. No es lo mismo “limitaciones” – propias de la finitud de cuanto existe – que “manipulación” entendida como una forma de “violencia”. Para una relación bibliográfica, y para conocer la propia exposición del autor, cf. Marciano VIDAL: Moral de actitudes. Tomo segundo – Primera parte: Moral de la persona y bioética teológica PS Editorial Madrid 1991 8ª 213-236, en especial, a partir de la p. 225.
[40] Dentro del contexto de la discusión “Industria de combustibles fósiles vs. cambio climático”, p. ej., se ha anotado: “La fabricación de incertidumbre científica amenaza la salud pública, así como los programas para protegerla y para compensar a las víctimas. Es hora de volver a los principios esenciales: usar la mejor evidencia disponible, y no exigir certeza donde no existe”: David MICHAELS: “Fabricando incertidumbres científicas. Contaminadores e industrias de productos peligrosos contratan expertos para desacreditar los estudios que prueban los daños que causan”, en El Tiempo, domingo 8 de abril de 2007, 1-16.
[41] El asunto ha suscitado una reflexión en el seno del Grupo de investigación COSMÓPOLIS de la Facultad de Teología: Germán NEIRA F., S. J. – Francisco SIERRA G. (eds.): Colombia. Conflicto armado y desarrollo humano. Sinopsis, lectura dramática (caps. 1-6) y comentarios del Informe Nacional de Desarrollo Humano 2003 Pontificia Universidad Javeriana Facultad de Teología Bogotá 2008, especialmente los capítulos V, “Las nociones de ‘desarrollo humano’, ‘conflicto armado’ y ‘solución del conflicto’ en el INDH”, 89ss, y VI, “Valoración e interrogantes acerca del horizonte del INDH y de las nociones de ‘desarrollo humano’, ‘conflicto armado’ y ‘solución del conflicto’”, 107ss.
[42] Escribía la “Defensora del Lector” en El Tiempo, María Clara MENDOZA: “De qué no he defendido a los lectores de El Tiempo […]: (de) 1. Las críticas al pluralismo. Algunos lectores se irritan porque El Tiempo otorgue columnas de opinión a representantes de diversas ideologías. Olvidan que el papel del periodismo es formar opinión y eso se obtiene cuando personas cualificadas ofrecen distintas perspectivas sobre los temas. La verdadera libertad de expresión permite confrontar las ideas propias y poner a prueba la tolerancia”: “Columna de la Defensora del Lector”, domingo 31 de diciembre de 2006, 1-18.
[44] Los grados de percepción de la verdad van desde (a) la ignorancia, consistente en la carencia de ciencia acerca del asunto, a (b) la formulación de hipótesis sobre el mismo (“supongo”); de ésta se avanza a (c) la opinión (“pienso”), y de esta se llega a (d) la probabilidad (lograda a partir de razones que no excluyen la razonable posibilidad de su opuesto); de la anterior se avanza hasta la firmeza de (e) la certeza (que excluye la razonable posibilidad de su opuesto). Esta certeza, a su vez, puede ser diversa, según los motivos sobre los que se fundamenta: 1ª) la certeza moral, lograda a partir de las cosas ordinarias o contingentes que suceden; 2ª) la certeza histórica, que se obtiene por la convergencia de los testimonios; 3ª) la certeza física, a partir de la ley de la naturaleza material; 4ª) la certeza metafísica, en razón de los constitutivos del ser; 5ª) de la fe, que se obtiene de la Revelación, es decir, en la palabra de Dios que, por ser de Dios, no puede fallar. Es entregada por la Iglesia, pero su magisterio usualmente no tiene el carácter de infalible. Cf. Francisco Javier URRUTIA, S. J.: De ecclesiae munere docendi. Liber III C.I.C. Editrice Pontificia Università Gregoriana Roma 1987 9.
Habría que agregar a las anteriores, con todo, la “certeza estadística”, en razón de las ciencias formales (“aliada”, por lo mismo de las matemáticas, aunque, según sus investigadores, diferente de ellas, dada la aplicabilidad – “poblaciones” – que posee en diversas ciencias), por lo que se ubicaría, en mi concepto, entre la certeza física y la certeza metafísica. No es ella ni física ni metafísica, y, quizás, por eso mismo, habría que considerar también la existencia de una “certeza matemática”. Ha sido sobre todo la ciencia “estadística” (G. Achenwald, 1749; J. Sinclair, 1835) – antiguamente llamada también “aritmética política” por su traducción al inglés – la que ha estudiado este ámbito originalmente tan vinculado con los cálculos y mediciones (mercancías, p. ej.) del Estado (tercer milenio a. C.) y especialmente con la demografía (incluso en los libros bíblicos), así como con las probabilidades (B. Pascal, Pierre de Fermat en el s. XVII) y con la “teoría de errores” (R. Cotes, 1722; Th. Simpson 1755). En concepto de los físicos, por ejemplo, el máximo de certeza alcanzable en su campo, “certidumbre total o absoluta”, corresponde a “5-sigma (5s)”. Para escribir este párrafo sobre este punto he consultado tres páginas en la web (16 de noviembre de 2012): http://es.wikipedia.org/wiki/Estad%C3%ADstica ; http://es.wikipedia.org/wiki/Propagaci%C3%B3n_de_errores ; http://es.wikipedia.org/wiki/Desviaci%C3%B3n_est%C3%A1ndar    
[45] Al menos en cuatro ocasiones encontramos en el cap. cristológico que el “asombro” se seguía entre los discípulos y demás circunstantes a las intervenciones significativas de Jesús en su relación con la naturaleza (cf. en la cristología narrativa: IV, I.4.b.3)b); 5.4; 6.d.3)b); en la cristología sistemática: II.1.a.2.). Se trata de un elemento esencial de la psicología humana y fundamental en todo proceso auténticamente pedagógico, que no debería estar ausente, sino todo lo contrario, potenciado, en las escuelas primarias, secundarias, técnicas y universitarias. Al respecto, uno de los brillantes académicos javerianos ha escrito:
“1. Apegarse a la verdad por encima de todo. Sin querer darle a la verdad un valor teológico, creo que el investigador debe moverse en su vida académica sin ocultarse la verdad a sí mismo ni ocultársela a los demás, sin publicar verdades a medias y, menos aún, falsedades, sin dar a su investigación mayor valor del realmente debido (…) Pero apegarse a la verdad también implica no generar falsas expectativas sociales sobre nuestro trabajo, publicar primero en las revistas científicas y luego en la prensa. Aún más, apegarse a la verdad quiere también decir que debemos limitar nuestros comentarios públicos a aquellas áreas en las que somos verdaderamente expertos (…) 2. Dignificar a nuestros estudiantes. […] 3. Ser generosos con el conocimiento. […] 4. Ejercer con elegancia el papel de jueces de los demás. […] 5. Humanizar la ciencia. […] 6. Dar más valor a las ideas que a los métodos o equipos. […] 7. Pensar en grandes ideas. […] 8. Dar buenas conferencias. […] 9. Reconocer con claridad lo que es y no es científico. […] 10. No perder nunca la capacidad de asombro. […]”: Jaime BERNAL VILLEGAS: “Decálogo para una labor educativa en el marco de la investigación”, en Hoy en la Javeriana 1230 octubre 2007 18-19, en: http://sparta.javeriana.edu.co/portal/principal/index.jsp
[46] Respaldo el reclamo que hace en este punto Eduardo SOTO KLOSS: su llamado a la autenticidad y a la veracidad por parte tanto de las instituciones católicas universitarias como de sus docentes y directivos, en especial, en las que se conjuguen una sincera búsqueda por relacionar la fe con la razón y una honrada búsqueda de lo humano, “su esencia y su naturaleza, su ser y su obrar”: “Universidad católica: ¿enseñanza laica? Nota sobre una realidad que urge revertir”, en: Manuel NÚÑEZ (coord.): Las Universidades católicas. Estudios jurídicos y filosóficos sobre la educación superior católica Universidad Católica del Norte Ediciones Universitarias Monografías jurídicas Escuela de Derecho Antofagasta 2007 119-128.
[47] “Los fieles, en la formación de su conciencia, deben prestar diligente atención a la doctrina sagrada y cierta de la Iglesia. Pues por voluntad de Cristo la Iglesia católica es la maestra de la verdad, y su misión consiste en anunciar y enseñar auténticamente la verdad, que es Cristo, y al mismo tiempo declarar y confirmar con su autoridad los principios de orden moral que fluyen de la misma naturaleza humana” (DH 14c).
El tema fue desarrollado por el Papa BENEDICTO XVI en su encuentro con los miembros de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 31 de enero de 2008: “Ciertamente, la Iglesia aprecia y anima el progreso de las ciencias biomédicas que abren perspectivas terapéuticas hasta ahora desconocidas, mediante, por ejemplo, el empleo de las células estaminales somáticas, o bien, mediante las terapias dirigidas a la restitución de la fertilidad o a la curación de las enfermedades genéticas. Al mismo tiempo ella siente el deber de iluminar las conciencias de todos, de modo que el progreso científico sea verdaderamente respetuoso de cada ser humano, a quien se le debe reconocer la dignidad de persona, habiendo sido creado a imagen de Dios”. En: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21608.php?index=21608&lang=sp
[48] A propósito del primer año de labores de la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad Nacional, escribió Fernando ZALAMEA: “¡Eureka! Hacia un sistema de investigación en la Universidad Nacional”, en: UNPeriódico 94, domingo 2 de julio de 2006, 14.
[49] “Por el ejercicio de su libertad ''el hombre es causa de sí mismo" (Tomás de Aquino, Suma Teológica Ia-IIae, prólogo X), pero el ser "causa de sí mismo'' le viene de ser creado por Dios y referido a Él, de quien es "imagen".”: CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA: Instrucción Pastoral sobre la conciencia cristiana ante la actual situación moral de nuestra sociedad:   "La verdad os hará libres" (Jn 8, 32), Madrid, 20 de noviembre de 1990, n. 38, en (consulta marzo 2007): http://www.conferenciaepiscopal.es/DOCUMENTOS/Conferencia/verdad.htm
[49 bis] Discurso del 13 de septiembre de 2018, a los participantes en el congreso "La teología de la ternura en el Papa Francisco", en:
http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/09/13/tel.html
[50] He elaborado una breve recopilación de los mismos en mi texto universitario: Algunos elementos introductorios a la Teología moral (fundamental y profesional), o. c., p. 570, nt. 1590, 157-167.
[51] Un diagnóstico preliminar del problema fue dado a conocer por Nohora Elizabeth HOYOS: “La formación del investigador, elemento esencial para la modernización del País”, en: Revista Javeriana 572 1991 129-137. Más recientemente, el MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL en su documento de enero 2008: Revolución Educativa - Plan Sectorial de Educación 2006 – 2010     24-39, en (consulta febrero 2008): http://www.mineducacion.gov.co/1621/articles-152025_recurso_1_pdf.unknown ha mostrado con datos la gravedad de la situación y ha planteado las decisiones tomadas para erradicarla.
[52] "El progreso biomédico interpela a la teología moral", en: R. LATOURELLE (ed.): Vaticano II: 25 años después. Balance y Perspectivas, o. c., p. 116, nt. 274, 1121-1140.
Los retos que en el momento se proponen en materia de salud a las instituciones universitarias católicas están íntimamente ligados - no puede ser de otro modo - con los que deben afrontar las instituciones católicas dedicadas a atender los problemas concernientes a dicha área. Un elenco de algunos de ellos abarca: "[...] el problema de las desigualdades relacionadas con la salud en el mundo, en materia de servicios, enfrentado varios desafíos del ámbito sanitario: la construcción de un sistema económico al servicio de la persona y de una sociedad más justa e inclusiva; la capacidad de activar la asistencia personalizada no solo para el paciente, sino también para su familia; la repercusión de la innovación farmacéutica y el acceso a los medicamentos esenciales para todos; las problemáticas de la bioética y la protección del derecho a la vida de todas las personas; la capacidad de gestión de los hospitales para conciliar la eficiencia y la cercanía con los más necesitados y los más pobres. Habrá sesiones especiales dedicadas a la misión eclesial en los sectores de la asistencia y a la relación entre evangelización y pastoral de la salud de la caridad de las instituciones sanitarias católicas." La información está tomada del boletín en el que se anuncia que "del 16 al 18 de noviembre de 2017 tendrá lugar en el Vaticano, en el Aula Nueva del Sínodo, la XXXII Conferencia Internacional, "Enfrentar las desigualdades mundiales en materia de salud", organizada por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, en colaboración con la Confederación Internacional de Instituciones Sanitarias Católicas (CIISAC)". Véase el texto completo (en la fecha) en: http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2017/11/10/dic.html
Se ha celebrado la XV Asamblea General de esta Academia, 20-22 de febrero de 2009, con su respectivo Congreso. Su tema: “Las nuevas fronteras de la genética y el riesgo de la eugenética”. Su presentación se encuentra en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/23422.php?index=23422&po_date=17.02.2009&lang=sp    
Sobre el tema ha vuelto el Papa FRANCISCO en su discurso a los miembros del Comité Nacional Italiano para la Bioseguridad, las Biotecnologías y las Ciencias de la Vida, 10 de abril de 2017. Subrayó el Papa en esa ocasión que “cultura” tiene que ver con “cultivar” pero también con “custodiar” la tierra; que no sólo es importante “saber” sino “saber hacer” con la responsabilidad de quien conoce el poder de su propio conocimiento; y que, cuanto son cada vez más estrechos los vínculos entre poder tecnológico y poder económico tanto es más difícil “alcanzar una composición armónica de las diversas instancias científicas, productivas, éticas, sociales, económicas y políticas de tal modo que se promueva un desarrollo sostenible que respete ‘nuestra casa común’”. “Las ciencias y las tecnologías – señaló el Papa – son hechas para el hombre y para el mundo, no el hombre y el mundo para las ciencias y las tecnologías”, por ello se hace más necesario que nunca idear las “estrategias que contribuyan a la sensibilización de la opinión pública sobre las preguntas que ponen los desarrollos de las ciencias de la vida y de las biotecnologías”. En: http://w2.vatican.va/content/francesco/it/speeches/2017/april/documents/papa-francesco_20170410_biotecnologie.html
[57] Nohora Elizabeth HOYOS: "La formación del investigador, elemento esencial para la modernización del País" en Revista Javeriana 572 1991 129-137; José Bernardo TORO A.: La calidad de la educación universitaria y el desarrollo de una tradición de escritura y lectura (texto divulgado por el ICFES en 1991), en: http://ayura.udea.edu.co/publicaciones/revista/numero5/La%20calidad%20de%20la%20educaci%F3n%20universitaria.htm; Manuel LÓPEZ CACHERO.: "Sentido de la Universidad en una sociedad en cambio" en Razón y Fe 1137-1138 Jul.-Ago. 1993 109-117; Alfonso QUINTANA CÁRDENAS, S. J..: "La formación del educador en la ley general de educación" en Revista Javeriana 588 1992 203-208.
[58] El reconocido genetista e investigador colombiano Emilio YUNIS TURBAY ha reiterado que, bien sea asociado, bien individualmente, el científico ha de ser coherente: “Tanto para el científico como para la ciencia el valor supremo siempre es una mayor aproximación a la verdad. Siempre debe estar dispuesto a rectificar, tanto lo que de él se dice, como sus logros, y esto tanto en su vida pública como en la privada. En una palabra, la coherencia debe ser su norma”: en El Tiempo, 30 de octubre de 2013: http://www.eltiempo.com/opinion/salon-debate/un-cientifico-debe-ser-coherente-dr-emilio-yunis-turbay-salon-de-debate-_13149249-4
[60] Se debe mencionar,  a guisa de ejemplo, el trabajo que se propone desarrollar la Pontificia Universidad Javeriana durante el período 2007-2016 en ocho áreas críticas: “Investigación, Formación integral, Interdisciplinariedad, Innovación, Presencia de la Universidad, Internacionalización, Comunidad educativa, Estructura orgánica”, cada una  de ellas con sus propios “objetivos”, “estrategias”, “procedimientos”, “herramientas”, “metas” e “indicadores de logro”. Cf.:
El Santo Padre FRANCISCO ha desarrollado el tema al que estamos aludiendo desde la relación que debe existir entre “razonabilidad” y “ciencia”, de modo que ella no sea refractaria a las perspectivas de la “ley natural” – con lo cual se inserta en perspectiva moral –  y de la “fe” – con lo cual se inserta en la perspectiva de la Revelación y de la Economía de la Creación y de la Salvación –: “La Iglesia no pretende detener el admirable progreso de las ciencias. Al contrario, se alegra e incluso disfruta reconociendo el enorme potencial que Dios ha dado a la mente humana. Cuando el desarrollo de las ciencias, manteniéndose con rigor académico en el campo de su objeto específico, vuelve evidente una determinada conclusión que la razón no puede negar, la fe no la contradice. Los creyentes tampoco pueden pretender que una opinión científica que les agrada, y que ni siquiera ha sido suficientemente comprobada, adquiera el peso de un dogma de fe. Pero, en ocasiones, algunos científicos van más allá del objeto formal de su disciplina y se extralimitan con afirmaciones o conclusiones que exceden el campo de la propia ciencia. En ese caso, no es la razón lo que se propone, sino una determinada ideología que cierra el camino a un diálogo auténtico, pacífico y fructífero” (EG 243).
[61] Acerca de la importancia de saber escoger el tema de la investigación para la propia vida del estudiante, se puede leer, entre otros, el escrito testimonial del “candidato a grado como Maestro en Música”, Lucio Alberto FEUILLET PALOMARES: “El trabajo de grado como oportunidad”: “Hago una invitación para que cada estudiante piense muy bien el camino que tiene que tomar su tesis… ya que en este mundo necesitamos más trabajos inclinados a lo social, a lo cultural y a lo que aporte e inspire a nuevas generaciones de profesionales”:  Hoy en la Javeriana enero 2008 27, en: http://www.javeriana.edu.co/boletin/
[62] Mario TAMAYO Y TAMAYO: El Proceso de la Investigación Científica. Fundamentos de investigación con Manual de Evaluación de Proyectos Editorial Limusa México 1990 Tercera Reimpresión 72-130.
[63] Dos tipos de bibliografías encontramos: aquella que se refiere a aspectos generales de “ética profesional”; y aquella específica de cada disciplina.
De la primera, entre otros autores y textos: Alvaro Enrique ALVAREZ, S. J.: "Etica y profesión" en Universitas Xaveriana 3 1985 25-35; Alfons AUER: El cristiano en la profesión Herder Barcelona 1970;  Paul SIEGHART: "Professional Ethics" en Journal of Medical Ethics 12 1986 64-66; James F. DRANE: "Ethical theory for catholic professional" en Linacre Quarterly 53 1986 36-41; Alan GEWIRTH: "Professional Ethics: the separatist thesis" en Ethics 96 1986 282-300; Antonio HORTELANO, A.: Problemas actuales de moral Sígueme Salamanca 1979 v.1 ; Alfonso LLANO: "Etica cristiana de la profesión" en ThX 56 1980 389-416; Germán MARQUINEZ A.: El hombre latinoamericano y sus valores Ed. América. Bogotá 1982; Antonio PEINADOR N.: Tratado de moral profesional BAC Madrid 1962; Friedo RICKEN: Etica general Herder Barcelona 1987; Raimundo RINCÓN: Praxis cristiana 3 vols. Ed. Paulinas, Madrid 1986; V. RODRIGUEZ LOZANO – P. FRADE PERDOMO – L. Ma. ALBELO MARTÍN: Etica, v. 3. Moral social y política Alhambra Madrid1985 92-95.
De la segunda, cf. el Apéndice 4b.
En relación con la “ética profesional” dento del ámbito de las universidades, cf. Augusto HORTAL ALONSO, S. J.: “La ética profesional en el contextro universitario”, en Orientaciones Universitarias 34 enero de 2003, si bien todo este número ha sido dedicado a la “ética y formación universitaria” y el n. 35 marzo de 2004 a “Bioética y Universidad”, en: http://www.javeriana.edu.co/archivo/05_memoria/docs/rectorales/orientaciones/35.pdf 
[64] Cf. una pequeña indicación bibliográfica al respecto: A partir del Código de Nüremberg: Guillermo GIMENEZ GALLEGO: "Implicaciones éticas en los ensayos clínicos" en Razón y fe 1142 dic. 1993 447-453; Horacio MARTÍNEZ: Etica para odontólogos (pro manuscripto) (sf) 45-46; Jorge Humberto PELAEZ, S. J.: "Etica y experimentación médica" en ThX 38 1988 167-182; también (consulta noviembre 2008): http://www.smu.org.uy/publicaciones/libros/laetica/nor-nuremberg.htm La Organización Mundial de la Salud (OMS) fue consultada por  el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS), y este último publicó en 1982 el documento Proposed International Guidelines for Biomedical Research Involving Human Subjects (“Propuesta de Pautas Internacionales para la Investigación Biomédica en Seres Humanos”). Puede verse el desarrollo del proceso y sus conclusiones en (consulta noviembre 2008): http://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/informacion_adicional/obligatorias/723_etica2/material/pautas_eticas_internacionales.pdf
[65] Cf. la intervención en el Consejo Económico y Social de ONU en Nueva York, del Observador Permanente de la Santa Sede, Arzobispo Celestino MIGLIORE, el 9 de abril de 2008, con ocasión de la  41.ma Sesión de la Comisión sobre la Población y el Desarrollo, sobre el punto 3: "World population monitoring, focusing on population distribution, urbanization, internal migration and development", en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/22026.php?index=22026&po_date=22.04.2008&lang=sp
[66] El nuevo (2007) Rector de la Pontificia Universidad Javeriana, P. Joaquín SÁNCHEZ GARCÍA, S. J., recordó con ocasión de su “saludo de bienvenida a los neo javerianos”, 21 de enero de 2008, que es para ellos, un “inmenso privilegio… formar parte de una minoría que ha logrado su ingreso a la Universidad en Colombia” y, por lo tanto, de “la responsabilidad” que ellos tienen “de culminar sus estudios exitosamente, pues no se puede olvidar que sólo 8 estudiantes de cada 100 muchachos en capacidad de ingresar al sistema educativo llegan a obtener un título universitario”: Hoy en la Javeriana enero 2008 23, en: http://www.javeriana.edu.co/boletin/  Se afirma que, al presente, 2011, no menos de 300.000 bachilleres se han quedado sin ingreso en las universidades colombianas. Los cupos no son, pues, suficientes; a esos jóvenes no se les están ofreciendo oportunidades de estudio. ¿Cómo se financiará esa cobertura? ¿Por parte sólo del Estado? ¿Con reducción del gasto militar?
Valga la oportunidad para explicar que “Sisbén” es el acrónimo de Sistema de Beneficios, y “comprende un conjunto de reglas, normas y procedimientos, que permiten obtener información socioeconómica confiable y actualizada de grupos específicos en los Distritos y Municipios del país”.  Su actualización (2008) puede encontrarse en el enlace: http://www.dnp.gov.co/PortalWeb/Sisb%C3%A9n/tabid/56/Default.aspx
[67] Cf. MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL en su documento de enero 2008: Revolución Educativa - Plan Sectorial de Educación 2006 – 2010        40-47, en (consulta febrero 2008): http://www.mineducacion.gov.co/1621/articles-152025_recurso_1_pdf.unknown
[68] Ib., 48-53.
[69] Según el MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL, enero 2008, sólo el 10% de quienes ingresan en las Universidades “presenta un nivel de desempeño” “por encima de los niveles altos” en la prueba de lenguaje, p. ej.: ib., 25-26.
[70] Ib., 30. El documento menciona entre ellas: “competencia en lenguaje”, “comprensión de lectura”, “matemáticas”. Estas forman parte del conjunto de las “competencias básicas” y se correlacionan con las “competencias ciudadanas” y con las “competencias laborales generales” y, a su debido momento, que son propiamente la universidad y otras instituciones de formación técnica y tecnológica, se relacionan con las “competencias laborales específicas y profesionales”.
[71] Tal es el caso, p. ej., del programa “jóvenes investigadores” que actualmente lleva adelante la Pontificia Universidad Javeriana: “La experiencia de armar un semillero de Jóvenes Investigadores surge en el año 2000 luego de conocer los preocupantes datos sobre la investigación en Colombia por parte de nuestros colegas del Observatorio de Ciencia y Tecnología que trabajan en la misma casa de nuestro Instituto. Según los datos que recibimos en el 2000, por cada millón de habitantes solo había 118 investigadores en el país. El gasto destinado del Producto Nacional Bruto era tan solo de 0.18% y es aún más preocupante saber que para el 2003 ha disminuido al 0.16% Por ello, se hacía indispensable formar investigadores independientes y aumentar el número de estudiantes vinculados a proyectos del Instituto Pensar adscritos a COLCIENCIAS”: en: http://www.javeriana.edu.co/pensar/semillero/presentacion1.htm
[72] En conversación con un prestigioso oftalmólogo (marzo 2007), especialista en cirugía de órbita, p. ej., me expresaba su preocupación por este delicado asunto de su ejercicio profesional.
[73] Cf., para el caso, p. ej., de las “nuevas tecnologías”, pero también, mutatis mutandis, para otros campos de la docencia: Manuel CEBRIAN DE LA SERNA: “Nuevas competencias para la formación inicial y permanente del profesorado”, en: EDUTEC, Revista Electrónica De Tecnología Educativa, Núm. 6. JUNIO 1997, en: http://www.uib.es/depart/gte/edutec-e/revelec6/revelec6.html
[74] Varias insinuaciones hemos hecho ya a propósito de la educación, de la pedagogía y de la didáctica en los contextos de la institución universitaria así como de la teología propiamente tal. En el caso de la Pontificia Universidad Javeriana, que tomamos como punto de referencia, existen diversas políticas, estrategias y “líneas de mejoramiento” conducentes a desarrollar y a fortalecer la “formación de los docentes”, la “formación para el desempeño académico”, y a garantizar las facilidades que se ofrecen con el fin de que “se terminen oportunamente las tesis doctorales” por parte del cuerpo profesoral. Para ello, son de gran ayuda las “evaluaciones” que se hacen a los docentes, las cuales incluyen desde los procesos de formación y desarrollo para fortalecer los conocimientos y habilidades de los profesores y del personal administrativo hasta el logro de la cualificación y alto desempeño de los mismos. Estas condiciones forman parte actualmente de los criterios relativos a la “permanencia” y al “ascenso” en el “escalafón” docente, con implicaciones remuneratorias. Cf. PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA: documento Planeación universitaria 2002-2006 Bogotá diciembre de 2002 34-35; cf. (consulta octubre de 2013): http://www.javeriana.edu.co/puj/viceadm/oym/ppd/documentos4-DGRH-TH-14.html
[75] Cf. Gerardo REMOLINA VARGAS S. J.: “El vacío ético en la sociedad colombiana”, en: AA. VV.: Colombia, una casa para todos: debate ético Antropos Ltda. Santafé de Bogotá 1991 15-31.
[76] Cf. Marciano VIDAL: Nueva moral fundamental. El hogar teológico de la Ética, p. 1051, nt. 2818, 762-763.
[77] Cf. Iván F. MEJÍA ALVAREZ: Algunos elementos introductorios a la Teología Moral, o. c., p. 570, nt. 1590, 42-45. Cf. Marciano VIDAL: Nueva moral fundamental. El hogar teológico de la Ética, p. 1051, nt. 2818, 766-771. Acerca del tema, cf. la Intervención de Francesco FOLLO en representación de la Sede Apostólica en la 47a Sesión de la Conferencia internacional de la educación, en Ginebra, 9 de septiembre de 2004, en: http://www.vatican.va/roman_curia/secretariat_state/2004/documents/rc_seg-st_20040909_follo-education_fr.html
[78] Marciano VIDAL: Nueva moral fundamental. El hogar teológico de la Ética, o. c., p. 1051, nt. 2818, 770.
[79] No han de olvidarse, al respecto, que no sólo la Santa Sede tiene un Secretariado dedicado a cuanto se refiere a este tipo de relaciones, sino que importantes Universidades católicas y eclesiásticas poseen Facultades e Institutos con el fin de hacer los estudios y promover las interrelaciones con todas estas comunidades. Cosa muy diferente de ser “intransigente” (o “dogmático”) e intolerante en materias de doctrina, especialmente de moral, como sabiamente explica VS.
[80] Contaba a los periodistas el M. R. P. Adolfo NICOLÁS, S. J., en su primera encuentro con los periodistas que cubrían su elección como Prepósito General de la Compañía – 25 de enero de 2008 –, que ese había sido el principal reto que había tenido que afrontar una vez fue designado para trabajar en el Extremo Oriente: “Los primeros años no fueron fáciles en Japón no sólo por las dificultades del pescado crudo - la dieta japonesa es buena -, ni por la lengua que tampoco era dificultad, ni siquiera escribir en caracteres japoneses. Esas son cosas exteriores. Las dificultades eran más profundas. El mundo no era como yo lo pensaba en España, ni la manera de ver las cosas, de ver incluso la fe. Cosas que yo consideraba en España como de sentido común, no eran como en España. El encuentro con un mundo totalmente diverso que cuestiona materias que yo consideraba ordinarias, ha sido normal, pero difícil. […] Yo creo que Asia me ha cambiado, espero que para bien, - esto lo tienen que decir los japoneses - me ha cambiado y me ha ayudado a comprender a los otros a aceptar lo que es diferente y tratar de comprender por qué es diferente y en qué es diferente y qué puedo aprender de lo que es diferente. […] Les escandaliza que nosotros seamos tan estrictos, intolerantes, incapaces de aceptar la diversidad, esto es un escándalo para ellos. […] Por eso creo que Asia puede enriquecer mucho a la Iglesia universal. Japón puede aportar mucho con su cultura, con su forma de afrontar los problemas en profundidad. […] China es un mundo tan amplio con sus culturas, su diversidad de lenguas, con más de 27 grupos étnicos en el sur de la China donde hablan del chino al árabe, un mundo increíble que no sé cómo se las arreglan para administrarlo de una forma unitaria… Filipinas, que a veces viene llamada la Italia de Asia, porque tienen ese sentido del humor, de la vida y de las leyes que es un poco más amplio que el de otros países. Hay un dicho donde se expresa que para ellos las leyes de tráfico no son leyes sino recomendaciones. Este sentido de la vida creo que es muy bueno para el resto de Asia, como una especie de humanismo profundo asiático.”: en (consulta febrero 2008): http://www.cpal, S. J..org/publique/media/CG35Boletin9.doc
[81] José Luis CEA EGAÑA: “Las Universidades católicas y la Constitución de Chile. Un homenaje a Su Santidad Juan Pablo II”, en: Manuel NÚÑEZ (coord.): Las Universidades católicas. Estudios jurídicos y filosóficos sobre la educación superior católica Universidad Católica del Norte Ediciones Universitarias Monografías jurídicas Escuela de Derecho Antofagasta 2007 27.
[82] JUAN PABLO II: enc. FER 68-69, en: http://www.vatican.va/edocs/ESL0036/__PE.HTM  La cursiva en el texto es nuestra.
La relación entre las ciencias, la filosofía y la teología, como una exigencia del trabajo teológico en situación, es planteada por Darío MARTÍNEZ MORALES: “El quehacer de la teología en nuestro contexto”, en: ThX 55/3 155  jul-sep 2005 519-528.
[83] Cf., entre otros autores que tengo en cuenta para esta sección: Urbano SÁNCHEZ GARCÍA: La opción del cristiano. Síntesis actualizada de Moral Especial (2ª). III. Humanizar el mundo por la corresponsabilidad en Cristo, la verdad, la vida, la justicia, la libertad y la paz fraterna, o. c., p. 1050, nt. 2816, 71-124; Antonio HORTELANO ALCÁZAR: Moral alternativa. Manual de Teología Moral, o. c., p. 1118, nt. 2955, 192ss.
En su enc. LF el Papa FRANCISCO nos advierte de entrada sobre dos actitudes que están vigentes en nuestro momento, que suelen controvertir la posibilidad de relacionar a la Verdad (“grande”) con la fe, y que, por su pertinencia para nuestro punto, vale la pena tener en cuenta: una, en cierto modo “objetiva”, en relación con la así llamada “verdad tecnológica”, y otra, “en cierto modo “sujetiva”, en relación con la importancia de la denominada “experiencia personal”: “Recuperar la conexión de la fe con la verdad es hoy aun más necesario, precisamente por la crisis de verdad en que nos encontramos. En la cultura contemporánea se tiende a menudo a aceptar como verdad sólo la verdad tecnológica: es verdad aquello que el hombre consigue construir y medir con su ciencia; es verdad porque funciona y así hace más cómoda y fácil la vida. Hoy parece que ésta es la única verdad cierta, la única que se puede compartir con otros, la única sobre la que es posible debatir y comprometerse juntos. Por otra parte, estarían después las verdades del individuo, que consisten en la autenticidad con lo que cada uno siente dentro de sí, válidas sólo para uno mismo, y que no se pueden proponer a los demás con la pretensión de contribuir al bien común. La verdad grande, la verdad que explica la vida personal y social en su conjunto, es vista con sospecha. ¿No ha sido esa verdad —se preguntan— la que han pretendido los grandes totalitarismos del siglo pasado, una verdad que imponía su propia concepción global para aplastar la historia concreta del individuo? Así, queda sólo un relativismo en el que la cuestión de la verdad completa, que es en el fondo la cuestión de Dios, ya no interesa. En esta perspectiva, es lógico que se pretenda deshacer la conexión de la religión con la verdad, porque este nexo estaría en la raíz del fanatismo, que intenta arrollar a quien no comparte las propias creencias. A este respecto, podemos hablar de un gran olvido en nuestro mundo contemporáneo. En efecto, la pregunta por la verdad es una cuestión de memoria, de memoria profunda, pues se dirige a algo que nos precede y, de este modo, puede conseguir unirnos más allá de nuestro « yo » pequeño y limitado. Es la pregunta sobre el origen de todo, a cuya luz se puede ver la meta y, con eso, también el sentido del camino común”: n. 25, en: http://www.vatican.va/holy_father/francesco/encyclicals/documents/papa-francesco_20130629_enciclica-lumen-fidei_sp.html (La cursiva es mía).
[84] “Dado que Jesús, el Hijo de Dios, manifestó su amor entregando su vida por nosotros, nadie tiene mayor amor que el que entrega su vida por Él y por sus hermanos (cf. 1 Jn 3,16; Jn 15,13). Pues bien: algunos cristianos, ya desde los primeros tiempos, fueron llamados, y seguirán siéndolo siempre, a dar este supremo testimonio de amor ante todos, especialmente ante los perseguidores. Por tanto, el martirio, en el que el discípulo se asemeja al Maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo, y se conforma a Él en la efusión de su sangre, es estimado por la Iglesia como un don eximio y la suprema prueba de amor. Y, si es don concedido a pocos, sin embargo todos deben estar prestos a confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle, por el camino de la cruz, en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia”: LG 42b.
[85] ST IIa – II ae, q. 110, a. 3. Recuérdese que este es uno de los casos de “ley natural” asumido por el CIC y se refiere al “consentimiento matrimonial”: “c. 1101 §1. El consentimiento interno de la voluntad se presume que está conforme con las palabras o signos empleados al celebrar el matrimonio. § 2. Pero si uno o ambos contrayentes excluyen con un acto positivo de la voluntad el matrimonio mismo, o un elemento esencial del matrimonio, o una propiedad esencial, contraen inválidamente.”
[86] Ib.q. 109, a. 3 ad 1.
[87] Cf. al respecto, p. ej., de la AMERICAN ASSOCIATION OF UNIVERSITY PROFESSORS - ASSOCIATION’S COMMITTEE ON ACADEMIC FREEDOM AND TENURE: “Academic Freedom and Outside Speakers” (July 2007), en (consulta noviembre 2007): http://www.aaup.org/AAUP/comm/rep/A/outside.htm
[88] Cf. ECE, II Parte: Normas generales, art. 4. Por supuesto, habrá que discernir en los Reglamentos y en otros modos internos de proceder, las necesarias normas y procedimientos a seguir para cuando estas cada vez más frecuentes situaciones se presenten, tales como las concernientes a quiénes son los que formulan la invitación (directivos, profesores, estudiantes…), sobre qué asunto se tratará (cuestiones relativas a los currículos propiamente, o extracurriculares, o concernientes a una campaña política, etc.), bajo qué determinado tipo de apoyo financiero se realiza, y, por supuesto, indicando que cuanto se exponga por parte del invitado no representa la opinión oficial de la misma Institución.
[89] A este propósito es necesario mencionar las denominadas palabras y los llamados temas “tabú”. Se trata en este caso, de referencia a temas que “algunos consideran de mal gusto por aludir a realidades crudas, vulgares o que se intentan evadir. Estos términos hacen referencia a temas de sexo, religión, necesidades cotidianas como defecar u orinar, etc.”. “El eufemismo incluso puede hacer que la cruda realidad parezca completamente natural, por lo que es muy usado por los políticos para engañar y ganarse la simpatía del pueblo: neutralizar (= matar). No es lo mismo decir Se ha neutralizado a los indígenas que Se ha exterminado / masacrado / matado a los indígenas. La realidad es la misma, pero no la manera de expresarlo y el efecto que produce. El disfemismo consiste en utilizar expresiones peyorativas o negativas para describir personas, cosas, hechos, etc. Se trata de ridiculizar a lo que se nombra y puede haber un tono humorístico: poetastro, cacharro (para referirse a un coche de lujo), etc. También puede resultar cruel: Ayer vino esa cosa (= el novio de mi madre) a cenar”: Miquel MOLINA I DIEZ: art. “Tabú, eufemismo y disfemismo”, en (consulta marzo 2007): http://www.lukor.com/literatura/tabu.htm
[90] Se habla hoy en día de “autonomía”, de “libertad de enseñanza”, de “libertad de cátedra”, etc., en un contexto jurídico en el que ellas se precisan y desarrollan. En nuestro caso, estamos refiriéndonos a los presupuestos y exigencias morales de las mismas, por supuesto.
Acerca del asunto, desde una perspectiva que nos aporta el derecho comparado con el constitucional colombiano antes referido (cf. también el Apéndice), puede verse: Manuel A. NÚÑEZ: “Autonomía y libertad de enseñanza en las universidades con ideario religioso. El caso de las Universidades católicas”, en: Manuel NÚÑEZ (coord.): Las Universidades católicas. Estudios jurídicos y filosóficos sobre la educación superior católica Universidad Católica del Norte Ediciones Universitarias Monografías jurídicas Escuela de Derecho Antofagasta 2007 49-76.
[91] BENEDICTO XVI: Mensaje “To Her Excellency Professor Mary Ann Glendon, President of the Pontifical Academy of Social Sciences”, 28 de abril del 2007, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/20173.php?index=20173&po_date=01.05.2007&lang=sp (Traducción mía).
[92] Cf. Urbano SÁNCHEZ GARCÍA: La opción del cristiano. Síntesis actualizada de Moral especial 2ª. III. Humanizar el mundo por la corresponsabilidad en Cristo, la verdad, la vida, la justicia, la libertad y la paz fraterna, o. c., p. 1050, nt. 2816, 86 y 117-118.
[93] Cf. ibíd., 116.
[94] La expresión es, precisamente, de S. Ignacio de Loyola.
[95] El texto es tan importante, que, de nuevo, fue citado por el Concilio Vaticano II  (cf. GS 92b).
[96] «Sunt tamen non pauca, quae Catholica etiam Ecclesia theologis disputanda permittit, quatenus haec non omnino certa sint, et quatenus etiam, ut celeberrimus Angliae scriptor loannes Henricus Newman Cardinalis animadvertit, eiusmodi controversiae unitatem non discindant Ecclesiae, sed potius ad altiorem melioremque dogmatum intellegentiam, ex ipso variarum sententiarum attritu novum praebendo lumen, non parum conferant, ad eamque assequendam viam sternant ac muniant (cf. J. H. Newman, Difficulties of Anglicans, vol. I, lect. X, p. 261s.). Verumtamen commune illud effatum, quod, aliis verbis interdum expressum, variis tribuitur auctoribus, semper retinendum probandumque est: In necessariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas”: Ad Petri cathedram, 29 junio de 1959, III,8, en: http://www.vatican.va/holy_father/john_xxiii/encyclicals/documents/hf_j-xxiii_enc_29061959_ad-petri_lt.html
[97] "Omne verum, a quocumque dicatur, a Spiritu Sancto est": “S. Tomás DE AQUINO : ST  I, II, 109, 1 ad 1, que retoma la conocida expresión del Ambrosiastro, In prima Cor 12,3 : PL 17, 258”. El Papa FRANCISCO lo ratifica al afirmar que “Aun las personas que puedan ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse”: en EG 236.
[98] «Convencido profundamente de que « omne verum a quocumque dicatur a Spiritu Sancto est », santo Tomás amó de manera desinteresada la verdad. La buscó allí donde pudiera manifestarse, poniendo de relieve al máximo su universalidad. El Magisterio de la Iglesia ha visto y apreciado en él la pasión por la verdad; su pensamiento, al mantenerse siempre en el horizonte de la verdad universal, objetiva y trascendente, alcanzó ‘cotas que la inteligencia humana jamás podría haber pensado’. Con razón, pues, se le puede llamar ‘apóstol de la verdad’.52 Precisamente porque la buscaba sin reservas, supo reconocer en su realismo la objetividad de la verdad. Su filosofía es verdaderamente la filosofía del ser y no del simple parecer»: JUAN PABLO II: enc. FER 44c. En: http://www.vatican.va/edocs/ESL0036/__PA.HTM#-1E
[99] Cf. s. Tomás DE AQUINO: ST IIa-IIae q. 109, a. 1,3.
[100] Ya nos referimos a la “verdad en relación con lo que somos”, lo cual depende de nuestro esfuerzo personal por “saber lo que realmente somos”: tomar conciencia de nuestra realidad total y universal, interiorización mediante procesos individuales y comunitarios, ser fieles a nosotros mismos, esfuerzo continuo por ser uno mismo, y, por último, desarrollar un proceso personal-comunitario que nos permita desplegar a plenitud nuestras propias posibilidades. Cf. Urbano SÁNCHEZ GARCÍA: La opción del cristiano. Síntesis actualizada de Moral especial 2ª. III. Humanizar el mundo por la corresponsabilidad en Cristo, la verdad, la vida, la justicia, la libertad y la paz fraterna, o. c., p. 1050, nt. 2816, 82s.
[100 bis] La "historia de la salvación" y su "filantropía" forman parte de aquella "Oikonomía" que era tan atractiva de descubrir y de proclamar a los Padres de la Iglesia, por cuanto en los hechos vinculados con el cosmos y la naturaleza, pero también en los que provienen de la actividad histórica de los seres humanos, veían ellos la expresión de la "misericordia" del Dios Uno y Trino. Quizás uno de los que más polemizó al respecto, pero contribuyó así a elucidar y a definir mejor el contenido "ortodoxo" del anuncio evangélico en la misión de la Iglesia fue, precisamente, San Gregorio de Nisa (330-394). Véanse al respecto los textos del querido colega Orlando SOLANO PINZÓN, y en particular el publicado en compañía de Giulio MASPERO: “Essere, storia e misericordia: l’oikonomia nella discussione tra Gregorio di Nissa e Eunomio” en ThX 186 2018 1-24.[101] En relación con los valores de la comunicación social mediatizada y sobre la corresponsabilidad que ejercen quienes operan las TICs, cf. Cf. Urbano SÁNCHEZ GARCÍA: La opción del cristiano. Síntesis actualizada de Moral especial 2ª. III. Humanizar el mundo por la corresponsabilidad en Cristo, la verdad, la vida, la justicia, la libertad y la paz fraterna, o. c., p. 1050, nt.2816, 78-80 y 122s. La Santa Sede planteó su punto de vista respecto de la “sociedad de la información” en exposición del Arzobispo Diarmuid MARTIN, el 3 de julio de 2002, en: http://www.vatican.va/roman_curia/secretariat_state/documents/rc_seg-st_doc_20020703_martin-information-society_en.html  También ha de verse, como diremos seguidamente, del Papa Benedicto XVI, su Mensaje para la XLV Jornada mundial de las comunicaciones sociales: “Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital”, 5 de junio 2011, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/communications/documents/hf_ben-xvi_mes_20110124_45th-world-communications-day_sp.html
El desarrollo universitario inmediato está siendo confrontado por retos tales como los “modelos educativos apoyados en las TICs, las TICs en el aula, los entornos virtuales de educación, las herramientas para el aprendizaje desde la virtualidad, las plataformas virtuales de educación, el uso del software libre en la educación, la relación entre diseño de cursos y las TICs, los enfoques de evaluación en línea, los aspectos éticos y legales en la educación en línea, los estándares de calidad para modelos virtuales”: En (consulta julio 2007): UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE BOLÍVAR: Congreso "Las Tic al Servicio de la Educación", Cartagena, 10 al 13 de Octubre de 2007, en: http://edutic.unitecnologica.edu.co/
[102] El título de su obra es, precisamente: Formación del tutor para la educación a distancia y los ambientes virtuales de aprendizaje en la Universidad colombiana 1974-2002 Javegraf Colección Tesis Doctorales RUDECOLOMBIA 4 Bogotá 2006.
[103] Cf. al respecto el texto de Juan TENA: “Sociedad del conocimiento y divulgación científica. Entre lo importante y lo interesante”, (“Conferencia pronunciada el 6 de noviembre de 2006 en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León de Monterrey (México), en el 2do. Coloquio Internacional “Tecnologías de la Información y Comunicación Social hacía la Sociedad del Conocimiento”. La importancia de la divulgación de la ciencia en las sociedades del conocimiento”). En: http://www.imasd-tecnologia.com/wordpress/?p=11 También, del S. P. Benedicto XVI, su mensaje “Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital”, para la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, presentado el 24 de enero de 2011, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/26754.php?index=26754&lang=sp#TRADUZIONE%20IN%20LINGUA%20SPAGNOLA 
[104] “En este modelo, Fernández del Moral distingue tres niveles de comunicación científica. En el primero encontramos a los especialistas en aquellas materias que han conseguido el rango de especialidad, separándose incluso de la rama común de la que partieron. A esta categoría pertenecen, por ejemplo, las especialidades de la física, y entre ellas la astrofísica. Dentro de este nivel, los científicos aún se comprenden entre sí. Teóricamente, la comunicación es aún posible. En el segundo nivel se encuentran los científicos de un área de conocimiento a la que se le haya concedido la categoría de ciencia. A este nivel pertenecen las distintas ciencias experimentales: Química, Física, Biología, Matemáticas, Astronomía, etc. Los científicos de una de estas ciencias no pueden aspirar a estar al día de todos los avances en las otras. En el tercer nivel se encuentran todas las ciencias divididas en humanísticas y experimentales. Aquí, como hemos visto, la comunicación prácticamente no existe.” Así se expresa Sebastián MUSSO: “Periodismo científico”, en (consulta marzo 2007): http://www.cielosur.com/pc5.php
[105] Cf. los cc. 227, para lo que se refiere “a los asuntos terrenos”, y 218, para lo que tiene que ver con “las ciencias sagradas”.
Históricamente ha existido al respecto, sobre todo en el último siglo, una creciente toma de conciencia sobre este punto. Es innegable. Las consecuencias de hechos del pasado repercuten todavía sobre la imagen que proyecta, para algunos, hoy la Iglesia, como sucede, para citar un ejemplo, en el campo de la relación entre las ciencias y los contenidos de la fe cristiana, o, al menos, con cierta expresión y defensa de los mismos. Ya hemos registrado los pronunciamientos del Papa JUAN PABLO II y de la COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL con ocasión del Jubileo del año 2000 (cf. Cap. 5°, p. 759, nt. 2057).
Pero, para enriquecer ese hecho, valga la ocasión para mencionar la publicación, por parte del Archivo Secreto Vaticano, de la documentación que posee acerca del “caso Galileo Galilei” en el s. XVI: “Creemos pues, que, supuesta esta base, una de las cuestiones que más gravemente han probado la historia de la Iglesia de nuestros tiempos y la conciencia moderna, y han tenido una parte considerable en la cuestión de relaciones entre ciencia y fe, puede ser razonablemente considerada y llevada de nuevo a sus justos términos”: I documenti del processo di Galileo Galilei, a cura di SERGIO PAGANO (collaborazione di ANTONIO G. LUCIANI) Città del Vaticano 1984: en: http://asv.vatican.va/es/stud/download/CAV_21.htm 
[106] Iván F. MEJÍA ÁLVAREZ: Algunos elementos introductorios a la Teología moral, o. c., p. 570, nt. 1590, 144-145. Cf. René SIMON: Moral Herder Barcelona 1981 4a; E. KACZYNSKI: “La coscienza morale nella teologia catolica” en Angelicum 68/1 1991 65ss. Según señala Franco ARDUSSO, Sergio BASTIANEL S. J., profesor de teología moral en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, considera que “en los casos de conflicto entre la conciencia moral personal y una formulación normativa explícita del Magisterio, se invita ante todo a no apelar de manera incorrecta a la conciencia, suplantando esta por una opinión cualquiera. «Propiamente no habría que decir: ‘yo, en conciencia, digo que...’; no se trata primariamente de la reivindicación de un derecho, sino más bien el reconocimiento de una obligación»”: Franco ARDUSSO: Magisterio eclesial. El servicio de la Palabra, o. c., p. 155, nt. 367, 141.




Notas finales



[i] Recuérdese todo lo dicho, p. ej., de la “pedagogía ignaciana”; pero, de igual manera habría que referirse a la propuesta salesiana, para dar otro ejemplo - Francisco DE SALES (1567-1622) –, o a la propuesta lasallista, para dar otro más – Juan Bautista DE LA SALLE (1651-1719) –.
Es típica en esta atención a la formación integral de las personas, la experiencia ignaciana de la “cura personalis”, tema reiterado por el Propósito General de la Compañía de Jesús, Padre Peter-Hans Kolvenbach S. J. en sus diversas intervenciones, como ocurrió el 2 de mayo de 2006 en la Universidad Alberto Hurtado de Chile. En ese entonces, como relata Carlos Julio CUARTAS CHACÓN para la revista Hoy en la Javeriana, el Padre General “anotaba que la ‘cura personalis’ constituye ‘una exigencia que permanece como desafío en el nivel universitario… Se trata de la atención dada a cada uno de los estudiantes, el cuidado de la persona, de la personalidad… [que] durante siglos ha constituido  el gran atractivo de la educación ignaciana”. El Padre Gerardo REMOLINA, antiguo Rector de la Pontificia Universidad Javeriana, consideraba, al citar este texto, que era necesario insistir en “la autonomía y el acompañamiento a estudiantes universitarios” “preparadas con base en lo establecido en el Proyecto Educativo Javeriano –PEJ-: “Autonomía” (nn. 7, 11, 14, 17 y 21 del PEJ); “Acompañamiento” (nn. 4, 5, 10 y 20 del PEJ): (Revista de febrero de 2007 13-14). 
Sobre el tema de la “formación integral” volvió el Cardenal Tarcisio BERTONE en su encuentro con los estudiantes de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) en La Habana (Cuba), el 27 de febrero de 2008. Allá definió a “la Universidad como una comunidad comprometida en la búsqueda de la verdad y en el servicio a los hombres y a sus derechos fundamentales.” En: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21739.php?index=21739&lang=sp
[ii] Adriana ARISTIMUÑO: “Las competencias en la educación superior: ¿demonio u oportunidad?”, en (consulta mayo 2007): http://www.upf.edu/bolonya/butlletins/2005/febrer1/demonio.pdf
El Papa BENEDICTO XVI dirigiéndose precisamente a los jóvenes universitarios italianos, el 9 de noviembre de 2007, les decía: “Es precisamente en este ámbito que la FUCI (Federación Universitaria Católica Italiana) puede expresar plenamente también hoy su carisma antiguo y siempre actual: es decir, el testimonio convencido de la «posible amistad» entre la inteligencia y la fe, que implica el esfuerzo incesante de conjugar la maduración en la fe con el crecimiento en el estudio y la adquisición del saber científico. En este contexto adquiere significativo valor la expresión que os es querida: «creer en el estudio». En efecto, ¿por qué se ha de mantener que quién tiene fe deba renunciar a la investigación libre de la verdad, y quien busca libremente la verdad deba renunciar a la fe? Por el contrario, es posible, precisamente durante los estudios universitarios y gracias a ellos, realizar una auténtica maduración humana, científica y espiritual. «Creer en el estudio» quiere decir reconocer que el estudio y la investigación – especialmente durante los años de la Universidad – poseen una fuerza intrínseca de ampliación de los horizontes de la inteligencia humana, con tal que el estudio académico conserve su perfil exigente, riguroso, serio, metódico y progresivo. Bajo estas condiciones, más aún, él representa una ventaja para la formación global de la persona humana, como solía decir el beato José Tovini, observando que, con el estudio, los jóvenes no estarían jamás pobres, mientras sin el estudio no serían jamás ricos. El estudio constituye, al mismo tiempo, una oportunidad providencial para avanzar en el camino de la fe, porque la inteligencia bien cultivada abre el corazón del hombre a la escucha de la voz de Dios, evidenciando la importancia del discernimiento y de la humildad. Precisamente al valor de la humildad me refería en la reciente Ágora de Loreto, cuando exhortaba a los jóvenes italianos a no seguir el camino del orgullo, sino, por el contrario, aquel que aporta un realista sentido de la vida abierto a la dimensión trascendente. Hoy, como en el pasado, quien quiere ser discípulo de Cristo es llamado a andar contra la corriente, a no dejarse atraer por llamadas interesadas y persuasivas, provenientes de diversos púlpitos desde donde son publicitados comportamientos caracterizados por la arrogancia y la violencia, por la prepotencia y por la conquista del éxito con cualquier medio. Se constata en la sociedad actual una carrera a veces desenfrenada por aparecer y por tener con perjuicio lamentablemente del ser, y la Iglesia, maestra de humanidad, no se cansa de exhortar especialmente a las nuevas generaciones, a las cuales vosotros pertenecéis, a manteneros vigilantes y a no temer escoger vías «alternativas» que sólo Cristo sabe indicar”: En: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21078.php?index=21078&po_date=09.11.2007&lang=sp
La Pontificia Universidad Javeriana adelanta (2017) un nuevo proyecto de revisión de sus políticas en relación con el profesorado, que incluirá a su debido momento una reforma del Reglamento de Profesores, al que se ha aludido en estas páginas. Con este motivo fueron entregados a la comunidad los documentos aprobados y, con ellos, unos anexos entre los cuales se incluye, además de un texto del ya mencionado R. P. Alfonso Borrero C., S. J., a quien he citado en diversos lugares, otro, que por diversos motivos invito cordialmente a leer, proporcionado por el Dr. Alvaro RUÍZ MORALES, médico especializado en Medicina Interna y profesor de la misma y de Epidemiología en esta Universidad: “Un profesor en la universidad”, en: http://www.javeriana.edu.co/documents/16089/300319/Documentos+de+inter%C3%A9s+-+Profesor/98681dc1-1a5f-43d7-aceb-d77dc2ab01a8
[iii] La Organización Mundial de la Salud ha definido como “Droga" a toda sustancia que, introducida en el organismo por cualquier vía de administración, produce una alteración, de algún modo, del natural funcionamiento del sistema nervioso central del individuo y es, además, susceptible de crear dependencia, ya sea psicológica, física o ambas»: en (consulta mayo 2007): http://www.drogas.cl/drogas_detail.htm Por lo tanto, desde el punto de vista de esta definición y apreciación también los compuestos y derivados del alcohol debe ser considerados una “droga”, así las legislaciones los consideren en muchos casos por aparte. Los efectos que tiene el consumo de drogas sobre los individuos (y sus descendientes biológicos) deben ser advertidos junto con los que produce dicho consumo en las comunidades y en las sociedades locales, regionales, nacionales e, incluso, en el ámbito mundial, en el momento presente, pero también hacia el futuro.
El Señor Cardenal Peter Kodwo Appiah TURKSON, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, con motivo de las anuales Jornadas Internacionales contra el Abuso y el Tráfico Ilegal de Drogas, instituidas por las Naciones Unidas, se ha detenido en estos últimos años sobre los problemas relacionados con este consumo. 
En el año 2017, su "Mensaje" se dirigió a todas "las conciencias" con el fin de "sensibilizarlas" sobre la magnitud de este fenómeno y sus desastrosos efectos individuales y sociales, que modifican los "modelos de consumo" e inducen "la satisfacción de los deseos de forma compulsiva". Se apoya este fenómeno, afirmaba él, en efecto, sobre "un mercado vergonzoso - e ilegal - que cruza las fronteras nacionales y continentales, entrelazado con la mafia y el narcotráfico". Antiguas y nuevas sustancias (la heroína y otros opiáceos; el cannabis tan difundido; nuevos psicoactivos: éxtasis, p. ej.) compiten para ganarse el interés y la voluntad de las personas, comenzando por sujetos cada vez más jóvenes (policonsumidores de drogas y alcohol). Se ha ido dejando de lado la valoración ética e incluso legal del fenómeno, y se ha incrementado la ponderación de su uso lúdico y, sobre todo, terapéutico. El fenómeno, con todo, no se reduce a estas expresiones del mismo, porque incluye también otras adicciones, tales como la adicción a los juegos de azar, la ludopatía, que no por tener un componente de impuestos estatales conviene a la prevención de la misma, todo lo contrario. Y añadía: "las estrategias de intervención no pueden ser sólo especializadas o de reducción de los daños, ni tampoco pueden considerar las drogas como fenómeno de colusión con los problemas sociales y la desviación. La reducción del daño debe implicar necesariamente tanto la asunción de responsabilidad toxicológica como la integración con los programas terapéuticos personalizados, de carácter psicosocial, sin dar lugar a formas de cronicidad, nocivas para la persona y éticamente reprobables. Destinada a evitar los daños colaterales de la adicción, la reducción de riesgos expresa, sin embargo, instancias de naturaleza más epidemiológica que terapeútica configurándose como una estrategia de control social y profilaxis higiénica. El riesgo real es que conduzca de forma más aséptica y menos visible, a la muerte psicológica y social del adicto, retardando la física. Considerar a las personas como irrecuperables es un acto de rendición que contrasta con la dinámica psicológica responsable del cambio y ofrece coartadas a la falta de esfuerzos del adicto y a las instituciones que tienen la tarea de prevenir y curar. En otras palabras, no se puede aceptar que la sociedad metabolice el consumo de drogas como si fuera un rasgo crónico de la época, similar al alcoholismo y a la adicción al tabaco, evitando así el debate sobre los límites de la libertad del estado y del ciudadano frente al uso de sustancias. Análogamente no se deben minimizar las dependencias que nacen y se desarrollan con características complejas, relacionadas con la pre-existente evidencia clínica o como consecuencia del uso de sustancias psicoactivas: es el caso del llamado 'diagnóstico dual', terreno del trastorno psiquiátrico, que exige mucho en fase de tratamiento. Es evidente que no existe una causa única que conduce a la adicción a las drogas, pero hay muchos factores involucrados, incluyendo la falta de una familia, la presión social, la propaganda de los traficantes, el deseo de nuevas experiencias. Cada adicto a las drogas tiene una historia personal diferente que necesita ser escuchada, comprendida, amada, y siempre que sea posible, recuperada y purificada. No podemos caer en la injusticia de catalogar al tóxico-dependiente como si fuera un objeto o un mecanismo roto; cada persona necesita ser valorada y apreciada en su dignidad con el fin de ser curada' [Papa Francisco. Discurso a los participantes en el encuentro promovido por la Academia Pontifica de las Ciencias sobre Narcotics: Problems and Solutions of this Global Issue, 24 de noviembre 2016]. Las "buenas prácticas" en contra de la estandarización resignada o el delegar en unos pocos con buena voluntad, nos llaman al deber de prevención, actitud de solicitud encaminada a “cuidar” en términos de promoción de la salud en el sentido más amplio y más completo. Políticas y estrategias de amplia visión basadas en la prevención primaria, no pueden por menos que llamar a todos los agentes sociales, a partir del compromiso de educar. El escenario al que todos nos enfrentamos está marcado por la pérdida de los antiguos primados por parte de la familia y la escuela, por la ausencia de autoridad de las figuras adultas y por las dificultades que se registran en ámbito parental; esto demuestra que este no es momento de protagonismos, sino más bien de "redes", capaces de reactivar las sinapsis sociales, educativas, la superación de las competiciones inútiles, el delegar y las formas de irresponsabilidad. Para evitar que los jóvenes crezcan sin “cuidado”, más criados que educados, atraídos por "prótesis curativas” como saben aparentar muy bien las drogas, cada actor social debe conectarse e invertir en un terreno compartido de valores educativos básicos e imprescindibles orientados a la formación integral de la persona. Es notable en este sentido, el compromiso y la perseverancia de los profesionales de los servicios sociales privados y de los voluntarios que, desde la aparición del problema de las drogas, han puesto a punto las primeras respuestas. Su trabajo, a menudo infravalorado, merece la debida atención y apoyo práctico. De las comunidades terapéuticas, entre otras, vienen señales de cambio de alto valor educativo, útiles en los programas de rehabilitación y aún más en el campo de la prevención. "El aspecto educativo es fundamental, especialmente en el momento vulnerable e inacabado de la adolescencia,cuando se alternan intensos momentos de descubrimiento y curiosidad, pero también de depresión, apatía y comportamientos que ponen simbólica o realmente en peligro la vida. Estas conductas, deliberadamente transgresoras, están encaminadas a derribar el sufrimiento causado por la sensación de estar frente al muro infranqueable de un presente que nunca termina y un futuro que no se puede entrever. Son llamadas a vivir, pero también llamadas de ayuda y apoyo dirigidas a los adultos capaces de transmitir el sabor de la vida y el sentido de cuánto sea preciosa' [Cfr. David Le Breton, Cambiare pelle. Adolescenti e condotte a rischio, Bologna EDB 2016]": véase el mensaje íntegro del 26 de junio de 2017, en: http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2017/06/26/mens.html Volveremos sobre el tema en las nt. finales siguientes, especialmente en la v.
En su "Mensaje" de 2018, el Señor Cardenal recordó que el informe de la Oficina de las Naciones Unidas para el Control de las Drogas y la Prevención del Crimen (ONUDD) señaló que, en 2015, alrededor de 250 millones de personas en todo el mundo habían consumido drogas y, de ellas, 29.500.000 padecían trastornos causados ​​por su consumo. En particular, entre los 12 millones de personas que usaban drogas inyectables, más de la mitad (6.100.000) se veían afectadas por la hepatitis C, mientras que 1.300.000 vivían sea con la hepatitis C que con el virus VIH / SIDA. Son numerosos los daños causados ​​por el uso y abuso de estupefacientes no solo para la salud sino también para el desarrollo, la paz y la seguridad en todas las regiones del mundo: World Drug Report 2017, vol. 1 p. 9, 11). Seguidamente afirmó en relación con los jóvenes y su educación: "Los jóvenes son las primeras víctimas de las drogas. Inmersos en una sociedad relativista y hedonista, reciben propuestas alienantes: de los valores, de una realidad concreta y encaminada hacia la plena realización de uno mismo. Las nuevas generaciones viven a menudo en una forma "virtual"[ Cf. Francisco, Encuentro con la diócesis de Roma, basílica de San Juan de Letrán, 14 de mayo 2018], que les ofrece "un amplio abanico de opciones para alcanzar una felicidad efímera, que al final se convierte en veneno que corroe, corrompe y mata. La persona poco a poco se destruye y con ella destruye a todos los que la rodean. El deseo inicial de fuga, en busca de una felicidad momentánea, se convierte en la devastación de la persona en su integridad, con repercusiones en todos los estamentos sociales"[Francisco, Discurso a los participantes en el encuentro promovido por la Pontificia Academia de las Ciencias sobre “Narcotics: problems and solutions of this global issue”, 24 noviembre 2016]. Está claro, como afirma el Papa Francisco, que en muchos casos estas formas de dependencia no son una consecuencia de haber cedido a un vicio, sino un efecto de las dinámicas de exclusión: "¡Hay todo un armamento mundial de droga que está destruyendo a esta generación de jóvenes destinada al descarte!"[cf. XV Asamblea General ordinaria, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, Instrumentum Laboris, Ciudad del Vaticano 2018, n. 50]. Debemos proponer a nuestros jóvenes programas educativos eficaces y concretos, que desarrollen su potencial y eduquen sus corazones a la alegría de la profundidad, no de la superficialidad [cf. Francisco, Discurso durante el encuentro con el Comité Directivo del CELAM, Bogotá 7 septiembre 2017]. En el proceso de ayuda es importante la relación humana ya que "la llamada a la alegría y a la vida en plenitud se sitúa siempre dentro de un contexto cultural y de relaciones sociales"[cf. XV Asamblea General ordinaria, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, Instrumentum Laboris, Ciudad del Vaticano 2018, n. 9]. Aunque la prevención sea el camino prioritario, es importante trabajar para la rehabilitación de las víctimas de las drogas en la sociedad, para devolverles la verdadera alegría de vivir [Francisco, Discurso a los participantes en el encuentro promovido por la Pontificia Academia de las Ciencias sobre “Narcotics: problems and solutions of this global issue”, 24 noviembre 2016] para que no se sientan discriminadas o estigmatizadas, sino aceptadas y comprendidas, para un camino de renovación interna encaminado a la búsqueda del bien." Véase al respecto el Mensaje del Cardenal Peter Kodwo Appiah TURKSON con motivo del Día Internacional de la Lucha contra el Uso indebido y el Tráfico ilícito de Drogas que se celebra hoy, 26 de junio de 2018, en: http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/06/26/con.html 
[iv] La dopamina es uno de los neurotransmisores más importantes del sistema nervioso central. Es producida en varias partes del sistema nervioso, especialmente en la “sustancia negra”, y tiene como función activar o inhibir receptores celulares. Como neurohormona liberada por el hipotálamo, su función principal es inhibir la liberación de prolactina del lóbulo anterior de la hipófisis (o glándula pituitaria, que regula la homeostasis, promueve el crecimiento de tejidos y huesos, el desarrollo de los acinos mamarios, estimula la generación de otras hormonas en la tiroides, en las glándulas suprarrenales, en las gónadas, y produce la ovulación).
La serotonina es otro neurotransmisor-hormona. Se produce en el cerebro y en un 90% se dirige al sistema digestivo donde regula el intestino. Está presente en el metabolismo del hueso, en la producción de leche materna, en la regeneración hepática y en la división celular. Pero, de igual manera, tiene que ver con el peristaltismo intestinal y con la regulación del apetito, con la coagulación, con el equilibrio, con la integridad ósea, con el ejercicio sexual y otras expresiones del comportamiento exterior del individuo, con el sueño y con los estados de ánimo de ansiedad o de felicidad.
La noradrenalina (o norepinefrina) también puede actuar como neurotransmisor y como hormona. En cuanto a lo primero, es generada por las neuronas del sistema simpático, afectando el funcionamiento del corazón. En cuanto a lo segundo, su función consiste pincipalmente en controlar el estrés y la atención del cerebro, exigiendo la mayor oxigenación del mismo en los momentos de crisis en que se ha de reaccionar huyendo o combatiendo. También contribuye a suprimir las infamaciones eventuales del cerebro y al aumento del tono muscular. Está muy vinculada con la depresión.
Las endorfinas, junto con la metionina-encefalina y leucina-encefalina, son producidas en los animales vertebrados por la glándula pituitaria y por el hipotálamo acompañando el consumo de alimentos picantes o de chocolate, el dolor, el enamoramiento, la excitación y el orgasmo, aseguran los expertos del National Health Service de Inglaterra (http://news.bbc.co.uk/2/hi/4703166.stm). Sirven como neurotransmisores en el sistema nervioso central. Se trata de péptidos opioides endógenos al organismo, cuyo efecto es similar al de los opiáceos, es decir, analgésico y procurador de sensación de bienestar.
[v] Aquí mismo estamos advirtiendo las posiciones asumidas tanto por la ONU como por la Santa Sede (cf. nt 3112). La Iglesia católica ha sido reiterativa en su posición ante los Organismos internacionales cuando ha insistido en la necesidad de asumir acciones concretas y valientes, acciones que no pueden situarse en ninguno de estos extremos: por una parte, de quienes consideran que el problema es tan del individuo que nada importan los efectos sociales que tiene el abuso de las drogas; por otra, que el asunto es tan propio de las políticas de salud, que para nada se valore la importancia que tienen los efectos del mismo en un individuo cualquiera, en su dignidad, en su conciencia, en su libertad.
En efecto, cuando están de por medio la salud, la dignidad y la vida de la persona de los drogodependientes es necesario emplear todos los medios y los recursos disponibles para contrarrestar con fuerza este grave fenómeno, así, lamentablemente, hoy en día se hable cada vez menos de él; ciertamente, sigue siendo un fenómeno que provoca destrozos, calamidades y víctimas, especialmente entre los jóvenes, en proporciones espantosas e inaceptables. Por eso, querer vivir en una sociedad libre de la droga exige de los Estados la fuerte voluntad política de extirpar definitivamente este fenómeno que, pesimistamente, algunos consideran una realidad que ha llegado a formar parte ineludible de nuestro vivir cotidiano y para la que simplemente se podrían limitar los daños. Por el contrario, la experiencia de muchos nos dice que el haber sustituido la droga con la droga ha agravado aún más la situación en el curso de los años, volviendo crónica la dependencia. Por eso, a la vista de unas y otras “soluciones”, la Iglesia considera que se elude el problema cada vez que se continúa sin responder a la cuestión por el sentido de la vida, el cual constituye el verdadero centro del problema. Más aún, ella sugiere proseguir una actividad capilar de las organizaciones así como de las instituciones suyas que trabajan en el sector asumiendo ese criterio como básico y fundamental de sus acciones.
Dirigiéndose a la Comisión de Estupefacientes de la ONU el Arzobispo Javier LOZANO BARRAGÁN expuso la posición de la Santa Sede en forma puntual y sustentada: “En efecto, en la demanda de la droga el drogadicto busca nuevas sensaciones que le causen experiencias inéditas de placer; pero al hacerlo, rompe totalmente su armonía, destruye su persona, el tejido social y el mismo ambiente. En la oferta de la droga, el productor y el traficante buscan el dinero, el poder y el bienestar; pero su bienestar es sólo ilusión, pues se arruinan a sí mismos y dejan a su paso un vacío total social, ambiental y espiritual”: Viena, 16-17 de abril de 2003, en (consulta mayo 2007): http://www.vatican.va/roman_curia/secretariat_state/2003/documents/rc_seg-st_20030417_cnd-mons-barragan_sp.html
En su visita al Hospital San Francisco de Asís, en Rio de Janeiro, Brasil, el 24 julio de 2013, el S. P. FRANCISCO retornó sobre el problema y, en particular, sobre algunas corrientes actuales que en diversos países propugnan por la “liberalización del consumo de drogas” como respuesta adecuada a “la propagación y la influencia de la dependencia química” en las presentes condiciones de la sociedad, latinoamericana y aún mundial, en la que “¡«mercaderes de muerte» (que ) siguen la lógica del poder y el dinero a toda costa! (: es) la plaga del narcotráfico, que favorece la violencia y siembra dolor y muerte”: véase: http://attualita.vatican.va/sala-stampa/bollettino/2013/07/24/news/31442.html#TRADUZIONE%20IN%20LINGUA%20SPAGNOLA
De inmediato, quien ha sido uno de los primeros propulsores de la iniciativa de la legalización de las drogas y quien fuera Fiscal de la Nación, el dr. Gustavo de GREIFF R., respondió (véase su columna “No, su santidad. Las drogas y la estrategia prohibicionista”, en El Tiempo, sábado 27 de julio de 2013, “debes leer”, 39). Su argumentación, reiterada en múltiples oportunidades, inclusive a raíz del pronunciamiento antes mencionado del S. Padre, consiste básicamente en que se deben acompañar las "campañas educativas para disuadir del consumo" y "el suministro de ayudas médicas a los adictos", cosa ciertamente loable e indispensable, con la "legalización o regulación de la producción y del comercio de las drogas", "hoy prohibidas" y atacadas mediante la destrucción de cultivos, laboratorios, medios de transporte, confiscación de bienes, prisión y extradición "y otras medidas punitivas", como él mismo señala. En su criterio, que comparten otras personas socialmente muy estimadas, y este es el punto sobre el que quisiera detenerme, se trata, en la actualidad, de dos puntos que hacen a esta actividad y situación merecedoras de atención: ante todo, que se trata de un "negocio de los traficantes"; segundo, que no se está "controlando el suministro de drogas a los consumidores".
El problema, tal como se propone, adolece de una mirada aún más profunda, antropológica y ética, en mi concepto, y es a ella a la que alude el Papa en su intervención. Porque la producción y la distribución de drogas alucinógenas generan en sus consumidores dependencia, es decir, primero afectan a la persona que las consume en lo más interior porque distorsionan en ella su apreciación de la realidad y le debilitan su capacidad para discernir y para elegir; pero, además, por otro lado, la hacen dependiente y esclava de esas mismas substancias: y esta doble postración no debiera estimarse asunto de poca monta en orden al logro del bien y finalidad del conjunto de la sociedad y del Estado (Constitución Nacional, art. 2), de los que cada persona es miembro único e indispensable.
El "negocio", que hoy lo es ciertamente, no dejaría de serlo al pasar de los traficantes particulares al Estado. ¡Y con qué se está comerciando! Ahora bien, que un particular asuma ese tipo de negocio es muy grave. Pero que se pretenda pasárselo – nunca dejará de ser negocio: aunque le pongamos el nombre que queramos – al Estado, "para promover el bienestar de los asociados", ¡sería la peor contradicción! A no ser que, para arreglar el problema ya no lo consideráramos objetivamente ofensivo a la dignidad de la persona sino que lo convirtiéramos en algo meramente semántico: que se pretenda otra definición y comprensión del Estado y de sus tareas fundamentales (¿de qué "bienestar" hablamos"? Una noción bien difusa y confusa, sobre todo si se la alía con la de "libertad", que se proclaman hoy propias de un "Estado de bienestar"). ¿A qué lógica y a qué principios, pues, se está haciendo referencia? Porque, en efecto, si los particulares son los que hacen su negocio, en esta última concepción, eso está mal: por razones económicas, principalmente, no por razones sociales, jurídicas, morales... Pero si quien lo hace es el Estado, cambiamos: ¡eso estaría bien!
En todos estos planteamientos, como se ve, se quiere dejar de lado y eludir la dimensión intrínseca del problema que es el consumo de aquellas drogas que afectan, por sus efectos alucinógeno y creador de dependencia, las más altas capacidades que posee la persona para acercarse a la realidad, para relacionarse con ella, para llegar a tomar decisiones de las que pueda llamarse verdaderamente, genuinamente responsable; y que no sólo la afectan a ella sino también a otros, a muchísimos otros, así se hiciera en privado, ocultándose. ¿Confiaría usted el vuelo de su avión a un piloto aturdido, sobreexcitado, embriagado? Sin dejar de lado y aún intensificando medidas como las arriba señaladas, lo demás, con todo respeto, es "tomar el rábano por las hojas".
[vi] Julio César ARIZA COLLANTE: La formación integral en la Iglesia Digiprint Editores Pontificia Universidad Javeriana Colección Fe y Universidad 19 Bogotá 2005.
El asunto ha sido considerado de tanta envergadura, y, sobre todo, susceptible de fácil manipulación y reduccionismo, que la Santa Sede, por medio de la Congregación para la Educación Católica y de otras de sus Instituciones, ha expuesto y defendido su posición en el concierto internacional de diversas maneras. Cf., p. ej.: La Escuela Católica, 19 de marzo de 1977, en:
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccatheduc/documents/rc_con_ccatheduc_doc_19770319_catholic-school_sp.html; El laico católico testigo de la fe en la escuela, 15 de octubre de 1982, en: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccatheduc/documents/rc_con_ccatheduc_doc_19821015_lay-catholics_sp.html; Orientaciones educativas sobre el amor humano. Pautas de educación sexual, 1 de noviembre de 1983, en:
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccatheduc/documents/rc_con_ccatheduc_doc_19831101_sexual-education_sp.html; Dimensión religiosa de la educación en la escuela católica. Orientaciones
para la reflexión y revisión
, 7 de abril de 1988, en:
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccatheduc/documents/rc_con_ccatheduc_doc_19880407_catholic-school_sp.html; La escuela católica en los umbrales del tercer milenio, 28 de diciembre de 1997, en:
Por su parte, las propias Universidades católicas reconocen que es parte de su misión contribuir a dicha formación integral. La Federación Internacional de Universidades católicas (FIUC) escogió este tema para su Asamblea General celebrada en Fremantle, Australia, entre el 1 y el 5 de agosto de 2000. Los textos de las ponencias se pueden encontrar en Orientaciones Universitarias 29 abril de 2001: FIUC: “Pedagogía universitaria y formación integral – Un proyecto para la Universidad Católica del Tercer Milenio”, mayo de 2000; Bart McGETTRICK: “Formación integral: claves para el cumplimiento de la misión en una universidad católica”, agosto de 2000; Joseph PITTAU, S. J.: “La universidad católica en el próximo milenio”, agosto de 2000; Teodoro Paulo Severino PETERS, S. J.: “Pedagogía universitaria y formación integral – Un proyecto para la universidad católica del Tercer milenio”, agosto de 2000.
[vii] Aludiendo a la vida de s. Eusebio de Vercelli (c. a. 300 – 371), afirmaba BENEDICTO XVI: “Perciò i pastori - ricordava Eusebio - devono esortare i fedeli a non considerare le città del mondo come la loro dimora stabile, ma a cercare la Città futura, la definitiva Gerusalemme del cielo. Questa "riserva escatologica" consente ai pastori e ai fedeli di salvare la scala giusta dei valori, senza mai piegarsi alle mode del momento e alle pretese ingiuste del potere politico in carica. La scala autentica dei valori – sembra dire la vita intera di Eusebio – non viene dagli imperatori di ieri e di oggi, ma viene da Gesù Cristo, l’Uomo perfetto, uguale al Padre nella divinità, eppure uomo come noi. Riferendosi a questa scala di valori, Eusebio non si stanca di "raccomandare caldamente" ai suoi fedeli di "custodire con ogni cura la fede, di mantenere la concordia, di essere assidui nell’orazione" (Ep. secunda, CCL 9): Audiencia general del 17 de octubre de 2007, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/20896.php?index=20896&lang=sp
Debo dejar constancia de que tampoco en este punto reclamo originalidad. Ya Joaquín GARCÍA-HUIDOBRO comentaba, para el caso de las instituciones de estudios superiores cuya denominación de “católica” no es institucional u oficial, pero sí lo son en su “inspiración”, que sólo el “compromiso muy directo de los profesores” permite “hacer efectivo ese anhelo”, es decir, que “la enseñanza que se imparte en esas universidades sea efectivamente conforme con la imagen cristiana del hombre”. Se trata de un aporte muy valioso también para las Universidades católicas, porque, aunque esas instituciones universitarias, como todas las demás, también “deben estar comprometidas con la búsqueda de la verdad”, y aunque en ellas es posible incluir entre “las materias, también el cristianismo”, “cualquiera puede advertir que es muy distinto enseñar (sobre el) cristianismo que enseñar en cristiano”. Cf. GARCÍA-HUIDOBRO, Joaquín: “Enseñar en cristiano. Una tarea para las universidades que se inspiran en la fe católica”, en: Manuel NÚÑEZ (coord.): Las Universidades católicas. Estudios jurídicos y filosóficos sobre la educación superior católica Universidad Católica del Norte Ediciones Universitarias Monografías jurídicas Escuela de Derecho Antofagasta 2007 31s.
En la misma línea, precediendo sus reflexiones con una brevísima historia de las Universidades católicas en América Latina y en el mundo, Carlos SALINAS ARANEDA destaca la vinculación de las mismas con la verdad: en lo que se refiere a su ser; por su respeto al hombre y a la cultura; ante el problema del sentido; como servicio de la fe a la cultura; como expresión de caridad; como aporte al progreso cultural universal y local; por su concepción integral del ser humano y la exigencia de interdisciplinariedad; porque el diálogo entre la fe y la cultura es tarea de las Universidades católicas en búsqueda de un nuevo humanismo y crear nuevos espacios para el florecimiento de la santidad. en: Carlos SALINAS ARANEDA: “Universidad y catolicidad. La fe al servicio de la verdad y de la cultura”, en: ibíd., 95-118.
[viii] Como una apasionada defensa de las reales posibilidades de las personas para encontrar tanto la verdad en las cosas así como para descubrir la  “verdad del ser humano”, el Papa JUAN PABLO II escribía:
“No se puede pensar que una búsqueda tan profundamente enraizada en la naturaleza humana sea del todo inútil y vana. La capacidad misma de buscar la verdad y de plantear preguntas implica ya una primera respuesta. El hombre no comenzaría a buscar lo que desconociese del todo o considerase absolutamente inalcanzable. Sólo la perspectiva de poder alcanzar una respuesta puede inducirlo a dar el primer paso. De hecho esto es lo que sucede normalmente en la investigación científica. Cuando un científico, siguiendo una intuición suya, se pone a la búsqueda de la explicación lógica y verificable de un fenómeno determinado, confía desde el principio que encontrará una respuesta, y no se detiene ante los fracasos. No considera inútil la intuición originaria sólo porque no ha alcanzado el objetivo; más bien dirá con razón que no ha encontrado aún la respuesta adecuada.
Esto mismo es válido también para la investigación de la verdad en el ámbito de las cuestiones últimas. La sed de verdad está tan radicada en el corazón del hombre que tener que prescindir de ella comprometería la existencia. Es suficiente, en definitiva, observar la vida cotidiana para constatar cómo cada uno de nosotros lleva en sí mismo la urgencia de algunas preguntas esenciales y a la vez abriga en su interior al menos un atisbo de las correspondientes respuestas. Son respuestas de cuya verdad se está convencido, incluso porque se experimenta que, en sustancia, no se diferencian de las respuestas a las que han llegado otros muchos. Es cierto que no toda verdad alcanzada posee el mismo valor. Del conjunto de los resultados logrados, sin embargo, se confirma la capacidad que el ser humano tiene de llegar, en línea de máxima, a la verdad”: enc. FER 29. En: http://www.vatican.va/edocs/ESL0036/__P8.HTM
Acerca de cómo en nuestro tiempo, incluso en el ámbito pedagógico, se ha ido cayendo en la falta de creatividad como consecuencia de cierto ambiente facilista, ha escrito el teólogo José Ignacio GONZÁLEZ FÁUS que “educar sin dificultad es más bien deseducar o entontecer. Lo que exige la educación es una dificultad que esté motivada por una buena meta, y que no sea excesiva sino proporcionada a las fuerzas del que la afronta. De lo contrario, como gustaba de repetir J. L. Segundo siguiendo a G. Bateson (Pasos para una ecología de la mente), la tendencia a la facilitonería estropea todo lo humano”: Bloc de Cristianisme i justicia, 24 de julio de 2012, en: http://www.cristianismeijusticia.net/bloc/?p=7397&lang=ca.
[ix] El MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL en su documento de enero 2008: Revolución Educativa - Plan Sectorial de Educación 2006 – 2010        24-39, en (consulta febrero 2008): http://www.mineducacion.gov.co/1621/articles-152025_recurso_1_pdf.unknown lamentablemente no refiere estudios relativos al fenómeno en la educación superior. Pero opta por varias medidas para hacerle su debido presente y futuro seguimiento: “Para apoyar el fortalecimiento de la gestión de las instituciones educativas se consolidará el sistema de aseguramiento de la calidad desde la educación inicial hasta la superior…: con el fin de integrar todo el sistema educativo, desde la educación inicial hasta el postgrado, se están desarrollando estándares de competencias básicas para la educación superior y se trabajará para que todas las instituciones de educación superior se movilicen para alcanzarlos… El objetivo para los próximos cuatro años es avanzar en la consolidación del sistema de evaluación, mediante la implementación de los mecanismos necesarios para: a) dar cuenta, en forma confiable y oportuna del nivel de desarrollo de las competencias de los estudiantes en los distintos niveles educativos, y b) a partir de los resultados de evaluaciones nacionales e internacionales, proporcionar información relevante y comprensible que sirva para el diseño de políticas y acciones de mejoramiento en todos los niveles de la gestión del sector. Estos objetivos implican ajustar la oferta actual de exámenes (SABER, Examen de Estado y ECAES) y articularla para responder cabalmente a los requerimientos de la evaluación de competencias a lo largo de los ciclos educativos, así como fortalecer la capacidad del ICFES para analizar e interpretar la información y divulgarla a distintos públicos y, a su vez, producir conocimiento relacionado con los factores que afectan la calidad de la educación. Evaluación de la educación superior: Las acciones en este campo se centran en el ajuste de los ECAES actuales para adecuarlos a los requerimientos de la evaluación de competencias comunes a todos los profesionales, así como de las genéricas a las áreas de conocimiento. Las primeras hacen referencia a competencias básicas similares a las que se evalúan en básica y media, cuyo desarrollo continúa en la educación superior con mayores niveles de complejidad. Las segundas son las comunes a áreas del conocimiento y por lo general hacen referencia a competencias que son requeridas para el desempeño laboral. Además de estos dos componentes, el ECAES continuará evaluando competencias específicas de programas. Las pruebas ajustadas comenzarán a aplicarse en 2009… La ampliación de la oferta de educación superior requiere el desarrollo de estrategias dirigidas a garantizar la calidad de los programas ofrecidos. Por tal razón, se ha implementado el Sistema de Aseguramiento de la Calidad para la Educación Superior, en el que aseguramiento es entendido como el conjunto de acciones orientadas a promover, gestionar y mejorar permanentemente la calidad de las instituciones y programas de educación superior, y su impacto en la formación de los estudiantes. El Sistema está conformado por tres subsistemas interrelacionados entre sí: información, calidad y fomento… El aseguramiento de la calidad de la educación superior incluye: a) la definición y evaluación permanente de condiciones mínimas de calidad de programas e instituciones, b) el desarrollo de programas de mejoramiento para programas e instituciones que no satisfacen las condiciones mínimas, c) el impulso a la acreditación voluntaria en alta calidad de programas e instituciones, d) el uso de estrategias de inspección y vigilancia para garantizar la adecuada prestación del servicio educativo, y e) el mejoramiento de los sistemas de información que soportan estos procesos.
Para garantizar que los programas que se ofrecen cumplan con unas condiciones mínimas de calidad se han diseñado mecanismos de verificación y evaluación conducentes al otorgamiento de un Registro Calificado. A 2006 se alcanzó un avance del 75% de programas de pregrado y un 64% de programas de postgrado en funcionamiento con registro calificado. La meta a 2010 es que todos los programas de pregrado y postgrado registrados en el Sistema Nacional de Información de la Educación Superior - SNIES - cuenten con el registro
calificado como una garantía de la calidad de la oferta educativa superior. Para lograr esta meta, y como base fundamental de todo el Sistema de Aseguramiento de la Calidad, se está avanzando en la definición de condiciones mínimas de calidad, y se proseguirá en la elaboración de lineamientos para la evaluación… Por último, con el fin de garantizar una mayor transparencia, celeridad y eficiencia del Sistema de Aseguramiento de la Calidad, se trabaja en el mejoramiento de los sistemas de información relacionados con acreditaciones, convalidaciones, registros calificados, inspección y vigilancia y certificación de los pares académicos, de forma tal que en todo momento, tanto ciudadanos como instituciones, puedan consultar de forma virtual el avance de sus procesos… en maestrías y doctorados, tanto en el país como en el exterior, y adelanta acciones de apoyo a la investigación en las instituciones de educación superior. En el anterior cuatrienio se promovieron proyectos de investigación de 207 grupos emergentes y se apoyó a 540 docentes en su formación en programas de doctorado y maestrías. En los próximos 4 años se intensificará el trabajo con Colciencias con el fin de liderar convenios a nivel nacional e internacional para promover intercambios, apoyar los grupos de investigación y fortalecer sus prácticas en las IES colombianas. La meta propuesta es apoyar 1.100 grupos de investigación. También de forma conjunta con Colciencias se promoverá la creación de centros de investigación de excelencia en las universidades, de forma que al 2010 se cuente con 10 centros reconocidos de alta calidad… Se está consolidando la red RENATA (Red Nacional Académica de Tecnología Avanzada) para facilitar y promover la colaboración y cooperación entre las instituciones de educación superior, y para contribuir al fortalecimiento de los grupos de investigación que pertenecen a los nodos regionales de la red. A 2010 se habrán apoyado, conjuntamente con la Agenda de Conectividad y Colciencias, al menos 50 proyectos de investigación que incrementen el uso de la red y la producción académica. De igual manera, se continuará apoyando la formación en maestrías, doctorados y posdoctorados, tanto en Colombia como en el extranjero, y se ampliarán las oportunidades de formación de docentes e investigadores en Alemania, Estados Unidos, Francia y otros países. Para esto se llevarán a cabo alianzas con Colciencias, ICETEX y organismos internacionales, focalizando esta oferta en instituciones de educación superior de las regiones del país que cuentan con menor número de docentes con formación de maestría y doctorado. Para 2010 estarán en proceso de formación 3.400 docentes y se espera haber vinculado 2.000 nuevos doctores a las IES.”
El 6 de noviembre de 2008 se concluyeron las actividades del Foro Nacional de Evaluación del Aprendizaje en Educación Superior. Pueden consultarse no sólo las ponencias, sino también las conclusiones generales, en (noviembre 2008): http://www.colombiaaprende.edu.co/html/home/1592/article-175539.html  y http://www.colombiaaprende.edu.co/html/mediateca/1607/articles-175555_archivo.ppt#291,1,Diapositiva1
[x] El argumento es de la profesora Doctora Mary Ann GLENDON, Presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales y Docente de Derecho en la Harvard University. Lo expuso con ocasión de la mesa redonda sobre “La Religión en la sociedad contemporánea” durante el curso del Debate informal de la Asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York, sobre el tema: “Las civilizaciones y el desafío de la paz: obstáculos y posibilidades”, el 10-11 de mayo de 2007: "Para aquellos que quisieran tener una óptica esperanzadora, yo sugiero que no necesitamos mirar lejos para encontrar un ejemplo positivo de un dialogo multi-cultural que sobrepasó enormes obstáculos para dar a luz una de las más pacientes colaboraciones de las Naciones Unidas para la paz. Me estoy refiriendo a los debates que produjeron la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. Hoy, muchos han olvidado que este documento histórico fue producto de una colaboración impresionante multicultural. Tampoco muchos recuerdan qué tan profundas eran las divisiones que tuvieron que vencerse por un grupo de redactores que incluían un erudito de Confucio de la China, Musulmanes de Egipto y de Irán, un Sionista Francés, una mujer India Hindú, miembros de varias sectas Cristianas, y cuatro Marxistas devotos. Casi nadie pensó que este grupo podría ponerse de acuerdo sobre algunos pocos principios básicos de decencia humana. Pero esta Declaración – con su afirmación de que todos pertenecemos a una familia humana – sigue siendo una fuente de inspiración para todos los que tienen esperanza de una colaboración multi-cultural. Al mismo tiempo, es un recordatorio grave de que, mientras el diálogo de alto nivel tiene un papel importante para desarrollar, su papel es limitado, es un elemento en un proceso de nunca acabar que debe ser nutrido dentro de los capilares de la sociedad." En: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/20236.php?index=20236&po_date=11.05.2007&lang=sp
[xi] Los padres conciliares puntualizaron en la Constitución Gaudium et spes: “62. Aunque la Iglesia ha contribuido mucho al progreso de la cultura, consta, sin embargo, por experiencia que por causas contingentes no siempre se ve libre de dificultades al compaginar la cultura con la educación cristiana. Estas dificultades no dañan necesariamente a la vida de fe; por el contrario, pueden estimular la mente a una más cuidadosa y profunda inteligencia de aquélla. Puesto que los más recientes estudios y los nuevos hallazgos de las ciencias, de la historia y de la filosofía suscitan problemas nuevos que traen consigo consecuencias prácticas e incluso reclaman nuevas investigaciones teológicas. Por otra parte, los teólogos, guardando los métodos y las exigencias propias de la ciencia sagrada, están invitados a buscar siempre un modo más apropiado de comunicar la doctrina a los hombres de su época; porque una cosa es el depósito mismo de la fe, o sea, sus verdades, y otra cosa es el modo de formularlas conservando el mismo sentido y el mismo significado. Hay que reconocer y emplear suficientemente en el trabajo pastoral no sólo los principios teológicos, sino también los descubrimientos de las ciencias profanas, sobre todo en psicología y en sociología, llevando así a los fieles y una más pura y madura vida de fe. […] Vivan los fieles en muy estrecha unión con los demás hombres de su tiempo y esfuércense por comprender su manera de pensar y de sentir, cuya expresión es la cultura. Compaginen los conocimientos de las nuevas ciencias y doctrinas y de los más recientes descubrimientos con la moral cristiana y con la enseñanza de la doctrina cristiana, para que la cultura religiosa y la rectitud de espíritu de las ciencias y de los diarios progresos de la técnica; así se capacitarán para examinar e interpretar todas las cosas con íntegro sentido cristiano. Los que se dedican a las ciencias teológicas en los seminarios y universidades, empéñense en colaborar con los hombres versados en las otras materias, poniendo en común sus energías y puntos de vista. la investigación teológica siga profundizando en la verdad revelada sin perder contacto con su tiempo, a fin de facilitar a los hombres cultos en los diversos ramos del saber un más pleno conocimiento de la fe. Esta colaboración será muy provechosa para la formación de los ministros sagrados, quienes podrán presentar a nuestros contemporáneos la doctrina de la Iglesia acerca de Dios, del hombre y del mundo, de forma más adaptada al hombre contemporáneo y a la vez más gustosamente aceptable por parte de ellos. Más aún, es de desear que numerosos laicos reciban una buena formación en las ciencias sagradas, y que no pocos de ellos se dediquen ex profeso a estos estudios y profundicen en ellos. Pero para que puedan llevar a buen término su tarea debe reconocerse a los fieles, clérigos o laicos, la justa libertad de investigación, de pensamiento y de hacer conocer humilde y valerosamente su manera de ver en los campos que son de su competencia.” (La cursiva es mía).
En el ámbito canónico, cf. c. 212.
[xii] Para tener algunos elementos de referencia, vale la pena mencionar brevemente que lo relativo a “la protección de los derechos de autor” está regulado por la Ley 23 de 1982, la Ley 44 de 1993 y la Decisión 351 del Acuerdo de Cartagena, y sus decretos reglamentarios.
En lo relacionado con “el régimen común sobre Propiedad industrial” es sobre todo la Decisión 486 de la Comisión de la Comunidad Andina, la que rige a partir del 1 de diciembre de 2000 en los países miembros del Pacto Andino: Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. En Colombia esta disposición se encuentra reglamentada bajo el Decreto 2591 del 13 de diciembre de 2000 y la Resolución 210 del 15 de enero de 2001.
En el ámbito universitario, en lo que concierne a la “producción intelectual” de los “Profesores de Planta”, existe un procedimiento detallado para su “evaluación” (cf. CONSEJO DIRECTIVO UNIVERSITARIO: Reglamento del Profesorado, Acuerdo del 11 de octubre de 2000, modificado por Acuerdos 328 del 18 de junio de 2003 y 371 del 20 de octubre de 2004, nn. 71-74), así como para su remuneración” (n. 105).
En lo relativo al segundo tipo mencionado, citemos la disposición de la Pontificia Universidad Javeriana al respecto: “Los réditos económicos provenientes de los desarrollos, hallazgos e inventos patentables hechos por profesores dentro del tiempo contratado con la Universidad o con recursos propios de ésta, son de propiedad de la Universidad. Ésta reconocerá la autoría intelectual del profesor o del grupo autor de ese avance científico, y, de acuerdo con las leyes colombianas y con los usos comunes en el País, fijará las regalías correspondientes al uso de esos hallazgos. El Consejo Directivo Universitario, a propuesta del Rector, establecerá las políticas generales sobre la materia. Una cláusula en este sentido debe figurar en los contratos de trabajo. Los casos especiales en esta materia serán propuestos por el Vicerrector Académico al Rector, para su aprobación”: CONSEJO DIRECTIVO UNIVERSITARIO: Reglamento del Profesorado, Acuerdo del 11 de octubre de 2000, modificado por Acuerdos 328 del 18 de junio de 2003 y 371 del 20 de octubre de 2004, n. 108.

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