Capítulo IV.
Continuación (I,6a)
6. En el ministerio de Jesús: el Reino de Dios, contenido y proceso de la docencia-aprendizaje en relación con la verdad en lo que concierne a las relaciones con la naturaleza y a la integralidad del ser humano
a.
En el núcleo de las “bienaventuranzas” y “maldiciones”
b.
En la plegaria del “Padre nuestro”[17]
c.
Al valorar el conjunto de la actividad humana
Continuación (I,6a)
6. En el ministerio de Jesús: el Reino de Dios, contenido y proceso de la docencia-aprendizaje en relación con la verdad en lo que concierne a las relaciones con la naturaleza y a la integralidad del ser humano
1. La
actividad docente de Jesús, especial y sintética aunque no exclusivamente, se
expresa en las bienaventuranzas del Reino[1]. En el Evangelio de Lucas
(6,20-23), forma parte de una sección un poco más amplia (6,17-49), que se
integra a un resumen condensado de la iniciación del “ministerio de Jesús en
Galilea” (4,14-6,16) – textos y temas a los cuales se ha podido dedicar un
espacio importante en esta cristología narrativa – y que proseguirá con otros
capítulos cuyos temas principales seguirán siendo aquellos que giran en torno
al Reino de Dios (capítulos 7,1 - 9,50) pero que disponen, sobre todo, para
observar la deliberada y resuelta decisión – en conciencia, escuchando en su
corazón la voz del Padre y siguiéndola libremente – de su “subida a Jerusalén”,
meta final de su Pascua, a partir de 9,51. La intención de Lucas es clara al
ordenar de esa manera sus materiales: “de Jerusalén al mundo”, pareciera que
fuera su intención, y en diversos momentos del texto – que lamentablemente no
podemos entrar a examinar – se hace más expresa esa perspectiva universalista,
que no es contradictoria, sin embargo, con aquellas expresiones en las que sus
interlocutores son su grupo más cercano, el grupo que había elegido.
En las
siguientes páginas trataremos de examinar desde diversos ángulos la actividad
docente de Jesús, tanto en sus personales procesos de profundización en los
dinamismos humano-divinos del Reino, como en las participaciones que fue
haciendo de dicha profundización a sus oyentes, en especial a sus discípulos,
y, aún más en particular, a “sus Doce”. De esta manera, lo contemplaremos y lo
seguiremos brevemente: 1°) en su proclama y propuesta de la sabiduría del
Reino; 2°) en el modelo de oración que pone de presente esta sabiduría como
alabanza a Dios y como petición confiada, y 3°) en la valoración que efectúa de
aquella actividad humana que la implanta y la hace presente culturalmente en la
historia. En este último aspecto lo examinaremos más ampliamente para observar,
de modo particular, cómo la actividad de Jesús fue no sólo multiforme, sino que
estuvo especialmente relacionada con la naturaleza y con la cultura: la
sabiduría del Reino se hace alimento.
a.
En el núcleo de las “bienaventuranzas” y “maldiciones”
2. Las
“bienaventuranzas”, en Lucas muestran una novedad con respecto al texto
mateano: son complementadas por unas “maldiciones” o “ayes” (6,24-26). Pero no
consiste sólo en esto la innovación lucana: mientras en Mt 5,1 Jesús
sube a un monte y se sienta, como los que enseñan, en Lc 6,17.20 Jesús
ha bajado y está, más bien, de pie, como celebrando o pregonando, “en un paraje
llano”, y “alza los ojos”, lo que nos remite más a la actitud de un profeta y
de un sacerdote[2]. De acuerdo con esta actitud,
las bienaventuranzas son dichas en segunda persona del plural, mientras Mt,
excepto en la novena (5,12), lo hace en tercera persona, más propia de la
literatura sapiencial. Lo cual ha llevado a considerar que, muy probablemente,
el texto de donde Lucas tomó su fuente, sea más antiguo que el de Mateo[3]. Con todo, bien sea una u otra
la formulación que se prefiera, la pregunta común es: “Y ustedes: ¿qué actitud
asumen en la vida y ante ella?” Es la misma pregunta que Jesús hacía a sus
discípulos en otros momentos, acerca de la “conversión” (dimensión moral), e
inclusive, a partir de su propia experiencia de las “tentaciones” (dimensión
antropológico-moral) (cf. varios lugares en 1.a, y especialmente en 1.e.3. en
este mismo cap., pp. 385 y 470ss). Por eso, los expertos – fijándose tanto en
la versión de Mt, pero también en la
de Lc – no han dudado en afirmar que,
más que unos temas relativos a un determinado “comportamiento” cultual, ético
y, aún político, o en su producción cultural, comprendida en sus sentidos tanto
“físico” como “inmaterial” -, Jesús, en
“el Sermón de la Montaña
traza un cuadro completo de la humanidad auténtica. Nos quiere mostrar cómo se
llega a ser hombre… a partir de Dios, y sólo viviendo en relación con Dios su
vida será verdadera”[4].
3.
“Bienaventurados” (= makarioi) no es un término extraño en la literatura bíblica, especialmente en
el AT. Ya Is 30,18 los llamaba así a quienes tenían su esperanza puesta
sólo en el Señor. Jeremías lo reitera (7,7s), lo mismo que el Sal 1. El Sal 32 -31-, 1-2 los
consideraba así a los que habían recibido el perdón de sus pecados. Pr
3,13 dice que son tales quienes actúan según el consejo de los malvados. Y
podrían seguir muchos otros ejemplos. Pero, en todos ellos, la “bendición”, la
“felicidad” son don de Dios, inclusive, una recompensa suya para los justos.
En la
manera de proceder de Lucas, el término se relaciona muy íntimamente con
“benditos” (= hebreo: bârûk = griego[5] emplea dos participios:
ευλογητος o ευλογημενος): en efecto, mientras en aquella ocasión (cf. 1,42)
María es inicialmente aclamada por Isabel como ευλογημενη – en un uso que hace
recordar textos véterotestamentarios (cf. p. ej. Sal 108,26) que se
refieren a quien recibe la bendición de Dios y no sólo para designar a Yahwéh
(cf. Jdt 13,18). El NT será más parco al atribuir esta característica
sólo a Dios (cf. 1,68; cf. supra 1.a.3, p. 392ss) – resaltando, de esa manera,
la elección y la acción de Dios en ella; esa misma Isabel (cf. 1,45), en la
segunda ocasión la llamará μακαρια, para acentuar la respuesta de María en la fe. Es éste el término que
encontramos en las “bienaventuranzas”. Para alcanzar a comprender, pues, el
alcance de la expresión de Jesús en este caso además hay que señalar que
corresponde al hebreo `asrê (cf. Sal 1,1), que puede tener el
significado concreto de “bendiciones”, o, usado en plural, el significado
abstracto de “felicidad”.
4. Ya
se ha visto en otra ocasión[6] la cercanía y opción
preferencial de Jesús por los “pobres”. Lucas es, sin duda, quien más lo
reitera (cf. p. ej., 4,18; 7,22; 1,46-55), prosiguiendo una tradición que se
remonta al AT (los anawîm). De ahí que no sea extraño encontrar que la
primera de las cuatro “bienaventuranzas” se refiera a ellos. Comparando, de
nuevo, el texto con el de Mt (5,3), Lucas (6,20b) es mucho más
tajante y absoluto en el suyo: la condición del pobre no es buena porque sí,
sino que es digna de bendición en la medida que expresa la garantía de la
protección de Dios y un derecho privilegiado para el Reino. Se refiere, por lo
tanto, no sólo a aquellos que asumen este punto de vista, sino a quienes, de
hecho, lo viven, es decir, a quienes “en espíritu y en verdad” son sus
discípulos, su comunidad y “su familia”.
Similar
situación se observa entre Mt 5,6 y Lc 6,21a: no ocurre en este
último como en el primero, en el que se ofrece sobre todo un programa moral y
espiritual para el cristiano; Lucas pretende mirar, más bien, a una realidad
social, los reveses de fortuna, como luego lo desarrollará más ampliamente en
la parábola, exclusiva suya, del “rico Epulón y el pobre Lázaro” (16,19-25).
Como han señalado los autores, no sería este el único texto en que Lucas,
vistas las cosas desde hoy, muestra cierta “ideología” no sólo, dijéramos,
descarnada, concreta e histórica, sino, aún, “proletaria” y materialista. Lo
más interesante es, sin embargo, que éste texto parece ser más cercano al dicho
original de Jesús[7]. Los “hambrientos”, entonces,
serían no sólo quienes se vieran golpeados por la falta del alimento que
requiere su condición física, sino también todos aquellos que, dolorosamente,
se vieran privados de cuanto, interna o externamente, necesitan en lo psíquico,
en lo social o en lo cultural, individual y estructuralmente consideradas las
cosas, para llevar su vida acorde con la voluntad creadora de Dios; y por eso
acuden a Él, como su último y principal Defensor, en razón de su promesa. De
esta manera, Lucas, sutilmente, contrapone esa condición, actual para muchos,
con la que representa el Reino como un “banquete” (cf. Lc 13,28-30;
22,28-30).
5. Otro
revés de fortuna expresa el texto de Lc 6,21b (= κλαιοντες - γελασετε) (que correspondería a Mt 5,4 = πενθουντες - παρακλησονται ). Mientras el texto de Mt
quiere ponerse en el contexto del paralelo “aflicción – consuelo[8]”, tan arraigado ya en el AT
(cf. Jr 31,13; Is 40-55; 61,2-3; 65, 19) y que también fue
acogido ampliamente por el NT (cf. 2 Co 7,4; Jn 16,20), incluso
por el mismo Lucas (4,21; 19,9); en el caso, nuestro autor, siguiendo la
tensión que indicábamos en el párrafo precedente, opta por expresar otro tipo
de contraposición. En efecto[9], κλαίω en el griego clásico,
así como en la traducción de los LXX, significa “llorar”, y, generalmente, se
encuentra en paralelo con conjugaciones de gelasete, ”reír” (comparar el v. 21 con el
v. 25) no sólo en Lucas (cf. 23,28s; Jn 16,20; St 5,1; Ap
18,9ss). Κλαίω – κλαιοντες expresa una realidad del presente (en el
texto se refuerza con la expresión nun = “ya”, “ahora”), una típica actitud del hombre
de Dios; en el futuro será, en cambio, lo que les sucederá a los impíos, cuando
Dios haya terminado de revelar a todo el mundo su derecho y su reino. Y
viceversa (cf. 6,21.25). Se funda en la promesa del Señor. Dicha actitud es
representada por el verbo κλαίω a lo largo de la tradición bíblica con unas
connotaciones contestatarias, o, al menos, paradójicas, válidas tanto para ayer
como para hoy: significa la certeza que tiene una persona de no ser “autónoma”
sino dependiente de Dios, tanto en sus horas de prosperidad como de ruina, así
como de deber y poder esperar de Él todo: la vida y su duración, los medios y
las capacidades humanas, e, incluso, la relación misma con Él y el conjunto de
la existencia moral (cf. Lc 7,13; 18,11[10]-13). En cambio, la risa (y su
verbo, γελασετε), tanto
para los LXX, como para la literatura rabínica e incluso para el NT, expresa
una actitud que exterioriza la seguridad humana en contraposición con Dios, y
es utilizada inclusive como un término técnico cuando se quiere denotar la
autoafirmación del hombre como un ser autónomo en relación con el Creador y
Señor de todo. Lucas insistirá en esta falsa “autonomía” en otros lugares de su
evangelio (cf. 16,19ss; 18,2[11]-8).
6. La
cuarta y última “bienaventuranza” se refiere a la octava y a la novena de Mt
(5,10-11), pero es más bien Lucas quien inspira a Mateo, que viceversa. En
efecto, la que expone Lucas (6,22s) pretende ubicarse en continuidad con la
denuncia que hace el AT del desprecio a los profetas y a otros enviados de Dios
(cf. 2 Cr 36,16), y con el severo enjuiciamiento al que son sometidos en
su conjunto y como pueblo los responsables de la muerte de los mismos, quienes
deben cargar con su propia culpabilidad (cf. 1 Re 19,10.14; cf. Jr
2,29-30): un hecho que se refleja también en otros lugares de su Evangelio (cf.
11,50; 13,34). Mateo, por su parte, parece haber recibido un influjo mayor de Is
66,5. De todos modos, Lucas también pretendía expresar claramente lo que, como
Jesús, ya estaba comenzando a sufrir la comunidad de los primeros cristianos, y
para ello emplea cuatro verbos: “odien”, “expulsen” (de la Sinagoga),
“injurien” y “proscriban”. Todo esto “por causa del Hijo del hombre” (v. 22) –
título sobre el que volveremos en su debido momento –.
Finalmente,
en el texto de las “bienaventuranzas” termina Jesús haciendo un llamado a la
“alegría” en medio de las persecuciones. Y aunque, como vimos, Lucas lo
relaciona con la “salvación” (cf. supra 1.a.3, p. 392), no se puede afirmar que
sea el único en hacerlo (cf. He 5,41, para el caso de los Apóstoles;
16,25, en el caso de Pablo y Silas; 21,13s, en el caso del mismo Pablo; Rm
5,3-5; St 1,2; 1 Pe 1,2.6; 4,13)[12].
7. En
el texto de Lucas, como recién dijimos, aparecen cuatro “ayes” a continuación
de las “bienaventuranzas”, cosa que no ocurre después de las nueve de Mt.
Algunos las han denominado “maldiciones” (Biblia de Jerusalén), y es
que, ciertamente, son la antítesis de las anteriores[13]. No es una expresión que no
ocurra en los otros evangelistas (cf. Mt 18,7), lo cual nos revela que,
sin duda, se encontraba en las fuentes comunes a las que acudieron. Las
opiniones se dividen cuando se plantea si estos “ay de” se deben atribuir, o
no, al mismo Jesús. De hecho, no es infrecuente que los antiguos profetas los
hubieran utilizado (cf. Is 5,8; Jr 22,13), y, de hecho, aparece
el binomio bendición-maldición en diversos lugares del AT (cf. Is 3,10s;
Qo 10,16s), para no mencionar literatura extrabíblica[14]. El NT, más aún, se hace eco de
este texto, por ejemplo el apóstol Santiago en su carta (5,1). Lo que
intentaba Lucas, sea lo que fuere, era enfatizar el mensaje social que estaba
presente, como se ha examinado, en las palabras y en la intención de Jesús.
Los
destinatarios de estas advertencias, amenazas y posibles desgracias no eran,
por supuesto, ni los discípulos ni los Apóstoles, sino otros que necesitaban
una “conversión” aún más radical, si bien habría que dudar de que hubieran
querido quedarse para escucharlo. Pero al subrayarse en el texto el aspecto
social salvífico del anuncio evangélico del Reino, resuenan las palabras del
segundo Isaías (65,13s) en las que se prevé la suerte respectiva que
correrán los servidores de Dios y los malvados, los profetas y los falsos
profetas que engañaban al pueblo (Lc 6,26; cf. Is 30,10; Jr
5,31). Al estar Jesús en ese momento con sus Apóstoles, con la “multitud” de
los discípulos y con “gran muchedumbre del pueblo” (Lc 6,17.20), la
enseñanza debió llegarles con claridad y energía. Se han evidenciado ya,
mínimamente, sus ecos[15].
En
resumen, pues, por medio de las “bienaventuranzas” con sus “contrastes” o
“paradojas”, especialmente subrayados por aquellos “ayes”, quería Jesús
dibujar, por así decirlo, a manera de promesa, los rasgos característicos de la
nueva imagen del ser humano y del mundo que Él mismo recomenzaba (Τύπος)[16].
b.
En la plegaria del “Padre nuestro”[17]
8. Al
proseguir nuestro recorrido por el texto de Lucas observamos también que éste
(11,2-4), a diferencia de Mt (6,9-13), presenta en el Padre
nuestro sólo cinco peticiones. Y, entre ellas, existe un leve contraste,
precisamente en el v. 3 de Lc. Dice Leopold SABOURIN en su comentario
exegético tantas veces citado, que Lucas,
“después de dos expresiones
de alabanza a Dios, las tres peticiones siguientes hacen referencia a las
necesidades de los fieles: sustento vital[18], perdón,
defensa frente a las tentaciones. La formulación de la primera difiere
ligeramente de la de Mt. El uso del imperativo presente διδου con
sentido iterativo «danos», podría adaptarse mejor a una oración pronunciada de
una vez para siempre y está conforme con la otra formulación propia de Lucas,
το καθ’ήμεραν, «todos los días, día tras día» [...] Pero es posible que esta
expresión de Lucas sea una explicación del επιουσιον, mantenida, sin necesidad,
por la Fuente” (¿Mt?)[19].
Es
posible, aunque no se ha de omitir la posibilidad de que el uso litúrgico en
las primeras comunidades hubiera fijado o estandarizado la fórmula. Ahora bien,
según este texto el pensamiento de Jesús iría en el sentido de insistirles a
sus discípulos, de ayer y de hoy, es decir, a los hombres y mujeres que
trabajan, que cuanto consiguen no es sólo ni principalmente gracias a su esfuerzo,
sino don de Dios. Se le pide a Dios Padre, entonces, el pan que se
necesita cada día, proclamando así el "ocaso de los padres-amo" de
este mundo, que intentan explotar y dominar. El discípulo trabaja y
"sirve", pero sin hacerse esclavo de ningún "padre" de la
tierra, ya que uno solo es su Padre, el Padre celestial. Mirado en
retrospectiva, el texto íntegro, por otra parte, es un medio muy adecuado para
entrar en la alegría y en la confianza del amor de Dios, en su dirección,
protección y presencia.
c.
Al valorar el conjunto de la actividad humana
9. Ya
anteriormente se ha observado la actitud de Jesús en relación con el trabajo (cf. 1.d, pp. 427ss). Pero, en
nuestro recorrido es útil señalar que Jesús vuelve sobre él y nos ofrece nuevos
aportes, desde la perspectiva de los “sistemas de vida”, como veremos
enseguida, y en una constatación y crítica de su consciente distinción y
conjugación de las “leyes” de la naturaleza con las “descripciones”, “análisis”
e “interpretaciones” de que son susceptibles los fenómenos sociales – el
laboral en particular –, y, todo ello, leído en el marco valorativo tradicional
moral y teológico de la “retribución” (Lc 13,1-9).
-
Nos encontramos primeramente en Lc 10,38-42[20]. En este episodio entran en
escena dos hermanas: Marta, que está absorbida por la faena de preparar una
buena acogida a Jesús; y María, quien permanece sentada a los pies del Señor
escuchando su palabra. Dos personas, pues, dos mujeres, más concretamente, de
la comunidad y en los trámites de la vida ordinaria. Jesús no plantea una
alternativa: o el trabajo de Marta, o la contemplación de María. Dice, por el
contrario:
"Marta, tú te preocupas
y te apuras por muchas cosas, y sólo es necesaria una" (10,41).
Jesús
constata que el trabajo de Marta está lleno de preocupaciones y de apuros por
muchas cosas, acaso por la productividad y la eficiencia; es un trabajo que
quita el gozo y la serenidad, que lleva a la dispersión y que tiende a
nivelarlo todo como igualmente importante. Sólo hay una cosa necesaria – dice
–, que puede dar sentido a toda la existencia, también al trabajo: escuchar la
palabra de Jesús. Por tanto, María ha escogido la parte mejor, porque ha optado
por lo que es más radicalmente fundamental. María está en actitud de
"escucha", es decir, de recepción y de acogida, no en actitud de
búsqueda afanosa de la realización de sí a través de la actividad. Ella vive su
vida como "don" y como "gracia". La única cosa necesaria,
de la que Jesús hablaba con Marta, es creer en el Reino de Dios, y, consiguientemente
realizar una comunidad de hermanos y hermanas que vivan libremente de escuchar
la palabra de Jesús, se ayuden y se sostengan mutuamente con la fuerza que Dios
les da. El trabajo, por sí solo, no es suficientemente creador de dicha
comunidad; más aún, adquiere un sentido si se inserta en este horizonte
“cristiano” de significado.
La
comunidad apostólica debió “recordar” este episodio, enseñanza e indicación de
“antropología teológica” de Jesús cuando, ante una coyuntura (cf. He 6,1ss), dio los primeros pasos para
perfeccionar su institucionalización mediante un “ministerio de la caridad”
indisolublemente unido a aquél de “la oración y el servicio de la Palabra”.
-
Una muy sencilla anotación sobre Lc
13,1-9 en este mismo contexto “laboral” y público. Del texto llaman la atención
varios aspectos que enumero simplemente:
a) Jesús
efectúa la crónica de un hecho sanguinario realizado precisamente por Pilato,
“el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas
de sus sacrificios” (v. 1b). Como la de los demás seres vivos, la existencia de
los animales así como la de los hombres puede ser interrumpida en su travesía,
bien sea como el desenlace natural de los procesos biológicos, bien sea como
fruto de una “decisión” “libre” motivada religiosamente (los sacrificios y
holocaustos eran muy comunes entonces, no sólo en la tradición judía: aquí el
“trabajo” es, propiamente, un acto de culto, o, si se quiere, el “culto” es un
acto de trabajo) o bien, entre otras motivaciones, como también sucede en el
caso, de una “voluntad política”. Las justificaciones “éticas” para prohibirla
no fueron justipreciadas ante la “necesidad” de ostentar y ejecutar, más bien,
una capacidad político-jurídico-militar que Pilato “poseía” como delegado del
Imperio romano (seguramente ante los reiterados intentos de sublevación que
quería sofocar).
b) Jesús
menciona otro hecho, este no sanguinario, pero sí muy doloroso, especialmente
cercano para las familias que se vieron involucradas en la tragedia: se trata
del accidente ocurrido a una construcción, incluso podría ser ya vieja, pero
producto del ingenio y de la fabricación de sus peritos: “las dieciocho
personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé” (v. 4). Aquí no
había deliberada intención de causar daño – todo lo contrario; varias
hipótesis: ¿defensa de la ciudad?, ¿soporte del acceso a la piscina de Bethesda
(¿Jn 5?)?, ¿parte de un acueducto romano conectado con la piscina de
Siloé?: las consecuencias de las “leyes de la naturaleza” son ineluctables –; pero el sufrimiento, como en el primer
caso, también se produjo.
Como se
ha verificado anteriormente, de acuerdo con la tradición ético-religiosa (cf. Job
y demás textos véterotestamentarios al respecto) de Israel, sucesos como esos –
deliberados o no – que ocasionaban enfermedad, fracasos, dolor y muerte no
tenían una explicación generalizada y convincente, y se llegaba a conclusiones
facilistas: ¿Su muerte, en el caso, había sido la consecuencia de los pecados
cometidos personalmente por ellos, un castigo de Dios? O, más ampliamente, ¿por
qué algunos “buenos” e “inocentes” tienen que morir de mala muerte, mientras
que otros, “injustos” y “criminales” progresan, les va tan bien y mueren
“tranquilos” al final de larga vida? Se trata, pues, del problema de la
“retribución”: ¿se debe someter a unos y a otros a un proceso que ya, en esta
vida y para esta vida, les “haga justicia”? O, definitivamente, ¿no queda
espacio sino para una “justicia” más allá de esta vida?
Jesús
es rotundo en su valoración “antropológica” de hechos como los mencionados, y
de otros muchos y de sus efectos, en la perspectiva del Reino y de una
auténtica captación del Dios bueno y fuente de toda bondad de la Revelación. Se
deben mirar todos los acontecimientos – incluso pruebas y sufrimientos – con
visión de fe, con los ojos de Dios: los fallecidos “no eran más pecadores que
los demás galileos” (vv. 2-3), “los culpables no lo eran más que los demás
habitantes de Jerusalén” (vv. 4-5); y porque todos los seres humanos igualmente
lo somos, tanto ellos como “vosotros” (“nosotros”), estamos necesitados de
“conversión” (vv. 3 y 5).
c) Precisamente
este llamado a la conversión – que, como se ha percibido era reiterativo de
Jesús – le dio pie a Jesús para hacer una tercera alusión al ámbito laboral y a
su personal lectura de otra de las “leyes de la naturaleza” – si, de acuerdo
con estas, existe una simple “razonabilidad” que pudiera invitarnos a
inspirarnos en ellas –, cuyo conocimiento común era tecnológicamente
aprovechado ya desde esa época: aquella que se refiere a los rudimentos de la
bioquímica y de la microbiología de los suelos, mediante el uso del estiércol y
otros manejos y productos como abono para las plantas, a fin de mejorar (y
mantener ecológicamente sostenible) su producción :
“Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada
en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador:
"Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los
encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?". Pero él respondió:
"Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y
la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás"».
(vv. 6-9).
Notas de pie de página
[1] Si se observa la estructura del Evangelio de Mateo,
inmediatamente después de una “sección narrativa” en la proclama del “Reino de
los cielos” (3,1-4,25), sigue el gran “Discurso evangélico” (capítulos
5,1-7,29). Para un estudio del esquema general adoptado por el evangelista, cf.
mi tesis Derecho Canónico y Teología, o. c., p. 17, nt. 33, 135 ss, nt.
164ss. Sigue siendo fundamental
en este estudio el texto de Salvatore Alberto PANIMOLLE: “La struttura del
discorso della montagna (Mt 5-7)” en: Parole spirito e vita
16 (1986) 329-350. Como se puede suponer, la
bibliografía sobre las “bienaventuranzas” es amplísima a lo largo de todas las
épocas. También Joseph RATZINGER ha escrito su comentario sobre “El sermón de
la montaña” en Jesús de Nazaret, o.
c., p. 26, nt. 57, 91-160.
Del texto de las
bienaventuranzas sólo Lucas elabora un resumen sintético, que
examinaremos a continuación en algunos de sus aspectos más fundamentales.
[2] Joseph RATZINGER expresa esta relación que ha establecido Lucas
en su texto al poner la elección de los doce directamente vinculada con el
discurso de Jesús gracias a la cercanía literaria: “Tras este suceso tan
decisivo para el camino de Jesús, el Señor desciende de la montaña con los Doce
recién elegidos y presentados con su nombre, y se detiene en pie en un llano.
Para Lucas, el estar en pie expresa la majestad y la autoridad de Jesús; el
lugar llano da a entender el dilatado horizonte al que Jesús dirige su palabra,
algo que Lucas subraya luego cuando nos dice que, además de los Doce con los
que había descendido del monte, «un grupo grande de discípulos y de pueblo,
procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón venían a
oírlo y a que los curara…» (6,17). Dentro del significado universal de la predicación
que se aprecia en este escenario aparece, sin embargo, como hecho específico el
que Lucas – al igual que Mateo – diga luego: «Levantando los ojos hacia sus
discípulos, les dijo…» (Lc 6,20). Ambas cosas son ciertas: el Sermón de la
Montaña está dirigido a todo el mundo, en el presente y en el futuro, pero
exige ser discípulo y sólo se puede entender y vivir siguiendo a Jesús,
caminando con Él”: Jesús de Nazaret, o.
c., p. 26, nt. 57, 96.
[3] Leopold SABOURIN: El Evangelio de Lucas, o. c., p.
399, nt. 959, 172.
[4] Joseph RATZINGER: Jesús de Nazaret, o. c. p. 26,
nt. 57, 161.
De manera precisa el Papa FRANCISCO ha vuelto a tomar la versión mateana para insistir sobre este punto que su antecesor declaró a partir de la exégesis: "63. [...] Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23). Son como el carnet de identidad del cristiano. Así, si alguno de nosotros se plantea la pregunta: «¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?», la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas [cf. Homilía en la Misa de la Casa Santa Marta (9 junio 2014): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (13 junio 2014), p. 11]. En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas. [64.) La palabra «feliz» o «bienaventurado», pasa a ser sinónimo de «santo», porque expresa que la persona que es fiel a Dios y vive su Palabra alcanza, en la entrega de sí, la verdadera dicha": Exhortación apostólica Gaudete et exsultate del 19 de marzo de 2018, en: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20180319_gaudete-et-exsultate.html#_ftn66
De manera precisa el Papa FRANCISCO ha vuelto a tomar la versión mateana para insistir sobre este punto que su antecesor declaró a partir de la exégesis: "63. [...] Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23). Son como el carnet de identidad del cristiano. Así, si alguno de nosotros se plantea la pregunta: «¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?», la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas [cf. Homilía en la Misa de la Casa Santa Marta (9 junio 2014): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (13 junio 2014), p. 11]. En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas. [64.) La palabra «feliz» o «bienaventurado», pasa a ser sinónimo de «santo», porque expresa que la persona que es fiel a Dios y vive su Palabra alcanza, en la entrega de sí, la verdadera dicha": Exhortación apostólica Gaudete et exsultate del 19 de marzo de 2018, en: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20180319_gaudete-et-exsultate.html#_ftn66
[5] Cf. Pedro ORTIZ VALDIVIESO, S. J.: Concordancia manual y
Diccionario griego-español del Nuevo Testamento Sociedad Bíblica Madrid 2001.
[6] Cf. mi tesis Derecho canónico y Teología, o. c., p. 17,
nt. 33, 147 ss.
[7] Leopold SABOURIN: El Evangelio de Lucas, o. c., p.
399, nt. 959, 172-173.
[8] El término tiene el significado de “descanso
y alivio de la pena, molestia o fatiga que aflige y oprime el ánimo”, mientras
“consolar quiere decir “aliviar la pena
o aflicción de alguien”: DRALE
(consulta abril 2006). No entra a pormenorizar de qué manera se hace esta
“consolación” (“Acción y efecto de consolar”: ibid.).
Dentro del contexto actual de la psicología del desarrollo y de la
personalidad, el tema del “consolar”, especialmente en relación con la
“tristeza” (como opuesta a la “alegría”), y especialmente dentro del contexto
de los tratamientos de las adicciones, es una condición que requiere todo un
estudio particular, no siempre concorde. Para advertir de dos perspectivas,
entre otras y no necesariamente excluyentes la una de la otra, citamos los
estudios de diversos autores que vinculan la “consolación”/“consuelo” con la
motivación, bien sea para valorarla positivamente en los tratamientos desde la
perspectiva pro-social y la psicología evolutiva (cf. art. “Psicología y educación para la Pro Socialización” del Profesor José Luis DELL'ORDINE – dellordine@arnet.com.ar – en: http://www.monografias.com/trabajos2/psyedu/psyedu.shtml (consulta abril 2006). O,
más bien, negativamente, cuando esta actividad reemplaza (abusiva o
inadecuadamente) la escucha terapéutica, como han hecho ver, p. ej., la
psicología de la religión y diversas investigaciones sobre las enfermedades
(véase el caso de la investigación “La importancia de la comunicación
médico-paciente y el Parkinson” remitida por “Ernesto” - Madrid, 30 de marzo de
2006 -, en - consulta enero 2008 -: http://www.centrocompartir.com/modules.php?name=News&file=article&sid=6)
Para nuestra investigación es sumamente importante el tema, ya que
estamos mirando especialmente a las “capacidades” con las que cuenta el ser
humano, tanto biológicas como psíquicas, para un actuar “moral” y “jurídico”,
como veremos más ampliamente en el capítulo siguiente.
[9] Cf. Gerhard KITTEL – Gerhard FRIEDRICH (dir.): Grande lessico
del Nuovo Testamento, o. c., p. 393, nt. 986, v. V, 491-499.
[10] A través de diversas acciones, como la jactancia, S. Tomás de
Aquino muestra cómo se manifiesta la capacidad humana para la verdad
precisamente por ser contraria a ella, a propósito de las palabras de Jesús (Lc 18,11): “Utrum iactantia sit
peccatum mortale: contra la caridad del prójimo, como el fariseo. Venial a
veces” (ST IIa-IIae q. 112. a. 2.
resp).
[11] Hablando del “temor filial” que se refiere a Dios, S. Tomás de
Aquino cita este texto al responder a la pregunta: “Utrum timor mundanus sit semper malus: al
temor humano pertenece que reverenciemos a los hombres” (ST IIa-IIae q. 19. a. 3. 1um). De igual modo, de nuevo lo cita al
examinar la capacidad humana para la práctica del martirio, observa que se le
opone la impavidez, como defecto de dicha capacidad: “Utrum intimiditas sit
peccatum: el juez inicuo” (q. 126. a. 1. sed).
[12] Cf. para esta sección, Leopold SABOURIN: El Evangelio de
Lucas, o. c., p. 399, nt. 959, 171-174.
[13] Joseph RATIZINGER – el Papa Benedicto XVI – se refiere también a
este tema en su obra Jesús de Nazaret,
o. c., p. 26, nt. 57, 125-126.
[14] Cf. Leopold SABOURIN: El Evangelio de Lucas, o. c.,
p. 399, nt. 959, 175.
[15] Para evitar repeticiones innecesarias, remito al lector a las
secciones respectivas de mi tesis: Derecho
canónico y Teología, o. c., p.
17, nt. 33. En el capítulo IV de la misma: “b) Jesús y la comunicación de
bienes” (p. 141); “c) El tema del destaque o la liberación de los bienes” (p.
143); “d) Jesús y los pobres” (p. 147); “e) Jesús y la ley de Israel” (p. 154);
“f) Jesús y el Templo” (p 163); y “g) El conflicto de Jesús con sus
contemporáneos, su pasión y su muerte” (p. 167).
[16] Personas – especialmente en nuestro contexto la de Jesús –,
acciones y cosas que tienen una existencia real, pero, que en el designio
divino, realizan (αντι-τυπος = antitipo), o prefiguran (τυπος = tipo), según
sea el caso, personas, acciones y cosas de otro orden. Su base se encuentra, en
la teología católica, en la analogía, a la que nos referimos en el capítulo
segundo de esta investigación. Cf. también en (consulta enero 2008): art. “Biblical
Exegesis”, en The Catholic Encyclopedia
Robert Appleton Company New York 1909 Volume V, en: http://www.newadvent.org/cathen/05692b.htm
Ahora bien, según san Pablo,
el verdadero τυπος del ser humano no es Adán, sino Jesucristo, como veremos en
la subsección sistemática (cf. infra, 2.a.2)C.28,
p. 636).
[17] Como es sabido, no sólo se trata de la oración preferida del
cristiano, cuya práctica de rezarla a mañana y tarde ha sido consagrada por la
liturgia de la Iglesia, sino de uno de los textos más comentados a lo largo de
la tradición bimilenaria. Para conocer uno de los exámenes a que se han
sometido los textos, cf. mi libro: Introducción a la teología… o. c., p.
145, nt. 347, 142-144.
Según expone Joseph
RATZINGER, también en el texto del Padre nuestro, sobre todo en la versión
mateana, “no (se) proyecta una imagen humana en el cielo, sino que nos muestra
a partir del cielo – desde Jesús – cómo deberíamos y cómo podemos llegar a ser
hombres”: Jesús de Nazaret, o. c.,
p. 26, nt. 57,171.
[18] Tertuliano, Orígenes y San Cirpiano, entre otros, al
hacer sus comentarios sobre el Padre nuestro, se detuvieron en el tema que nos
ocupa; evidienciaron así que, ya desde la lejana antigüedad cristiana, esta
oración no sólo invitaba a los cristianos a estimar el pan con todos sus
valores naturales y culturales, sino también, en forma especial y desde la perspectiva
que estamos resaltando, a reconocer la relación que tiene el hombre con Dios,
de manera muy en particular al pedir el pan eucarístico, el pan
“supersustancial”. Véase al respecto: Emiliano JIMÉNEZ HERNÁNDEZ: Padrenuestro. Fe, oración y vida Caparrós
Editores Madrid 1996 169-188, y en la internet, en (consulta 22 de agosto de
2013): http://mercaba.org/FICHAS/ORACION/PATER/681-B6.htm
[19] Leopold SABOURIN: El Evangelio de Lucas, o. c., p.
399, nt. 959, 248-249.
[20] S. Tomás de Aquino toma pie en este texto para explicar que
existen peculiaridades en determinadas personas con vista al desempeño de
determinadas tareas, como es el caso de la “profecía” y otras más por el
estilo: ST IIa-IIae q. 171: “Introd. de
Prophetia: “de singulis virtutibus pertinentibus ad aliquos homines
specialiter: segundo modo de diferencia, según (los regímenes de) las vidas,
activa o contemplativa: Martha y María: a los pies del Señor”. De igual modo:
“Utrum ad vitam contemplativam pertineant diversi actus: se requieren: oración,
lectura y meditación: escucha”
(q. 180. a. 3. 4); “Utrum vita contemplativa sit diuturna: la vida
contemplativa comienza en esta tierra, se perfecciona en la patria celeste
(Gregorio) (q. 180. a. 8. sed); “Utrum vita activa sit potior quam
contemplativa: La contemplativa es más importante, no por sustracción sino por
adición: la persona requiere de menos, le basta poco, es más suficiente: es
eterna la dulzura de la verdad (Agustín)” (q. 181. a. 1. sed y resp.); “Utrum
vita activa sit maioris meriti quam contemplativa: La vida activa se orienta
más directamente al amor del prójimo. De ahí su mérito menor intrínseco, no por
las condiciones del sujeto” (q. 182. a. 2, resp.); “Utrum vita contemplativa
impeditur per vitam activam: son acciones contrarias, sin embargo, la activa
ayuda aquietando las pasiones interiores” (q. 182. a. 3. 1).
Sobre el texto siguiente que analizamos, Lc
13,1-9, correspondiente al Evangelio del III domingo de cuaresma del ciclo
trienal C, véanse los comentarios del S. P. BENEDICTO XVI el 7 de marzo de
2010, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/25209.php?index=25209&po_date=07.03.2010&lang=sp y en http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/25212.php?index=25212&po_date=07.03.2010&lang=sp De igual modo, su catequesis del 25 de abril de 2012, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/29105.php?index=29105&lang=sp
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