Conclusión general
1. La
Iglesia Católica, en su último Concilio ecuménico, se preguntaba: "¿Tú,
quién eres? ¿Qué dices de tí misma?"[1] El Papa Juan Pablo II, a través
del Código de Derecho Canónico y de la Constitución ECE, más recientemente, formulaba esas
mismas preguntas, con un valor permanente, a las Universidades
católicas: ¿Qué dicen Ustedes de sí
mismas? ¿Quiénes son y qué están llamadas a ser para la
Iglesia y para el mundo? ¿Qué nos deben decir acerca de Dios, hoy, y cómo?
Esta investigación ha querido aportar en la respuesta a estas y a otra serie de problemáticas existentes en la realidad, que pueden ser observadas desde diversos ángulos. En cuanto tiene que ver con las estructuras antropológicas culturales de sentido y a la historia, hemos podido constatar que los seres humanos, en desarrollo de sus capacidades individuales, de su interrelación social y cultural, y de su vocación de plenitud, están llamados a buscar, a conocer, a abrazar y a mantenerse en la verdad, inclusive respecto de Dios y de su Iglesia[2]. De otra parte, hemos podido comprobar, de igual manera, que, cuando se actúa con tales propósitos, y no al contrario, se ha facilitado y anticipado un esperado progreso de las ciencias que acompaña el paso de cada persona “de condiciones menos humanas a condiciones más humanas”. Esta tarea se ha desarrollado dentro de las posibilidades y límites que presenta cada época, pero es, así mismo, un llamado a que se perfeccione en cada época, y, en la perspectiva de la fe, se habrá de culminar en la plenitud de todas las épocas, es decir, en el Reino de Cristo, cuando se dé el abrazo de los hombres con la verdad total y salvífica. Son innumerables y fidedignas las experiencias humanas al respecto. Tal es el caso, entre otras instituciones, de las universidades, comprendidas entre ellas, las Universidades católicas y las universidades y facultades eclesiásticas. Hemos constatado que ellas no sólo han dado a lo largo de su existencia un excelente testimonio de este compromiso con la verdad, sino que, de modo particular estas últimas, y por razones íntimamente vinculadas con la fe cristiana, están llamadas en todo el ámbito de la cultura humana a hacer presente y a contribuir a desenvolver una pregunta insistente e incisiva acerca de la verdad, y, sobre todo, de la verdad última de todas las cosas. Precisamente esto las mantiene en su identidad gracias a su vinculación con Cristo y con la Iglesia, pero, de igual modo, le proporciona y le asegura a la humanidad una permanente fuente de renovación y de elevación.
En lo
que tiene que ver con la pedagogía, con la administración educativa y,
jurídicamente, con el Derecho canónico, de igual manera hemos hecho otros
hallazgos. Hemos visto indicativamente de qué manera las universidades, las
Universidades católicas y las universidades y facultades eclesiásticas han de
realizar esa misión y bajo qué criterios de exigencia se han de orientar para
cumplirla. En especial, en desarrollo esencial de esa misión suya, a las
universidades, en general, concierne la preocupación por hacer que todas las disciplinas se cualifiquen,
desarrollen y avancen más por medio de la investigación, de la docencia y de la
mutua cooperación entre ellas, y hemos propuesto algunas de las maneras que
ellas han de implementar para lograrlo. En particular a las Universidades
católicas les incumbe, en consonancia con esa misma misión, crear, desarrollar
y mantener unas asignaturas teológicas, cuyo objetivo sea investigar y
transmitir el potencial que posee una teología verdadera y propia elaborada en
diálogo respetuoso con las variadas y autónomas disciplinas que se cultivan en
las diversas facultades. Así mismo, hemos hecho notar que a las autoridades y profesores de las universidades y facultades
eclesiásticas corresponde, en relación con las demás universidades,
especialmente de las católicas, un incansable papel motivador y propositivo de
su acción académica y algunas propuestas para realizarlo.
Ampliamente
hemos tratado de observar y de reflexionar no sólo el porqué de tales asuntos,
sino, especialmente, el para qué de todo ello. Como podemos observar se trata
de cuestiones que son de primerísima magnitud también para el Derecho canónico,
reconocido como marco global institucional de la vida de los cristianos.
Ahora
bien, ha quedado demostrado lo que, de manera original, confiesa la fe
cristiana: que la persona de Jesucristo es propiamente aquello que diferencia,
distingue, fundamenta y, especialmente, urge las normas canónicas. Así, pues,
al tratar acerca de estas cuestiones debemos, pues, volvernos a Él como la
motivación última y definitiva del obrar cristiano que prescriben los cánones
748 § 1; 809; 811 § 2 y 820. Y hemos procedido a ello mediante la
implementación del Modelo hermenéutico.
Su
utilidad se demuestra, en efecto, si se tiene en cuenta, primeramente, como
afirmaron en su momento el Papa PIO IX (1846-1878) (DS 2853s) y, sobre todo, el CONCILIO VATICANO I, que existe el ámbito correspondiente a aquellas
verdades que son “estrictos” misterios de la revelación, y, en consecuencia,
sólo son accesibles por la fe (cf. DS
3015; 3041; DV 6a), como es el caso
del artículo del credo que se refiere al Verbo encarnado, “verdadero Dios, y
verdadero hombre”.
Dadas
las constataciones, inducciones, deducciones y relaciones que hemos venido
observando y refiriendo a lo largo de los capítulos anteriores acerca de unos
hechos y de unos procesos relativos a la implementación de nuestra propuesta de
Modelo hermenéutico empleado como procedimiento de la teología del Derecho
canónico, dentro de los límites inicialmente establecidos, esta investigación
nos ha permitido reconsiderar el lazo
existente entre el orden de la creación y el orden de la redención, y, a partir
del mismo, avanzar en la profundización de las exigencias que plantean el
conocimiento y la observancia de toda la ley moral así como de la norma
canónica.
De esta
manera, la naturaleza misma de las cuestiones científicas, en cuya
investigación y docencia participan las Universidades católicas, ha contribuido
a percibir que las conclusiones teológicas morales que las involucran son, por
lo menos en numerosos casos, no-definitivas, como, de otro lado, se puede
constatar en varias de las evoluciones (y circunspecciones) que ha presentado
la exposición por parte del Magisterio. Pero, por otra parte, nos ha inducido a
intentar comprender mejor las razones del Magisterio cuando ha considerado o
considerare que es necesario dar unas normas éticas precisas – y,
eventualmente, a ampararlas mediante una norma canónica – sobre determinados
asuntos, y que ello no sólo es parte de la responsabilidad del fiel cristiano
individualmente considerado, sino también tarea de las Universidades católicas, llamadas no a hacer estrépito sino a ser
laboratorios en los que todo se somete al máximo test de la verdad: a
juzgarlo todo conforme al espíritu de Jesús y a los valores que él mismo
encarnó en su vida y en su enseñanza. Participando del oficio profético de la
Iglesia, como auténticos profetas, las Universidades católicas en el mundo de
hoy deben saber ejercer su papel de suscitar, como Jesús, comprensiones amplias
y generosas acerca de Dios y de los seres humanos, en cuyas relaciones debe
regir el primado del amor[3].
Al
investigar las cuestiones relativas a la fe, como hemos tratado de realizar en
la presente indagación, las Universidades católicas tampoco pueden desconocer
las consecuencias morales (o éticas, como algunos prefieren denominarlas) que
de ellas se derivan, y esto por razón de la misma fe: una fe sin efectos en la
vida de los creyentes es inauténtica y se corrompe. A las Universidades
católicas les corresponde, entonces, penetrar en el depósito de la fe, porque muchas
de tales consecuencias no son siempre explícitas, ni se pueden deducir con
facilidad e ingenuidad de sus premisas. La fe cristiana, en efecto, expone y
propone unos valores y unos bienes del Reino que, por necesidad, condicionan la
búsqueda que efectúa la razón en pos de un juicio moral y de la determinación
del comportamiento digno de todo ser humano.
Las
Universidades católicas, en consecuencia, son mucho lo que pueden y deben
contribuir para que se valoren correctamente en la sociedad los argumentos
procedentes de la fe y a que esta experiencia de originalidad evangélica
continuada a través de los siglos siga nutriendo, estimulando y clarificando
los debates presentes más delicados y complejos, indagando en todos ellos la
significación humana más profunda; debates que, ciertamente, sin la fe o contra
ella, adquirirían una repercusión o una trascendencia bien distinta.
2. Si
bien es cierto, por otra parte, que la revelación contiene enseñanzas morales
que de por sí pueden ser conocidas por la razón natural, también hemos podido
constatar que el acceso a dichas enseñanzas se hace difícil por la condición
pecadora de hombres y mujeres. Gracias al proceso metódico llevado a cabo desde la fe de la Iglesia y en esa misma fe, “purificando la razón”[4], como ha afirmado el Papa
BENEDICTO XVI, hemos tratado de potenciar lo primero y de disminuir cuanto sea
posible el impacto de lo segundo, es decir, efectuar un intento válido,
razonable y demostrado, que permita penetrar en “la lógica” de la vinculación
existente entre la cristología y la teología moral, y, más aún, entre la
cristología y las normas del Derecho canónico.
Así
mismo, nuestra investigación ha mostrado que el Derecho canónico no sólo, en
cuanto tal, es una auténtica expresión actual de “teología práctica”, sino que,
desde su mismo origen, él mismo, por siglos, ha sido un ejercicio teológico
realizado por parte de las comunidades cristianas: quizás, en un principio, de
una manera no diferenciada en cuanto disciplina autónoma en la vida de la
Iglesia y en el ámbito de los saberes; pero, a partir de un momento determinado
– ayudado, si se quiere, por los aportes del derecho romano con el que estuvo
tan relacionada la Iglesia desde la antigüedad: aún para padecer algunas de sus
leyes – adquirió ya su ubicación eclesial, teológica y canónica específica –
inclusive pedagógica –, que es plenamente legítima y rigurosa, y que ha sido
origen, en nuestros tiempos, de otra disciplina, hoy en día, por eso mismo, muy
necesaria, la “teología del Derecho canónico”.
La
implementación del Modelo hermenéutico, realizada para hacer más explícitos los
fundamentos de los cánones del Código de
Derecho canónico actualmente vigente y para demostrar los vínculos
orgánicos que se encuentran y se entrecruzan interactivamente en el mismo, ha
demostrado ser de una gran ayuda, por esto, desde estos diferentes ángulos de
vista. Ha sido justificado que, en últimas, los cánones elegidos, aunque
seguramente también los demás, sometidos a las mismas o a similares exigencias,
evidencian su vinculación con el misterio total de Cristo del que sacan a
relucir sus consecuencias prácticas y válidas para el momento presente. No son,
no pueden ser, dos realidades antagónicas la revelación realizada en
Jesucristo, por una parte, y las normas canónicas de su Iglesia, por la otra,
ni, muchísimo menos, pueden las segundas anular a la primera, al menos en
principio y en su dimensión teórica: quizá, en algunos casos, ello haya podido
haber ocurrido en la práctica bajo ciertas condiciones verdaderamente lamentables,
que, desafortunadamente, han existido y existen.
Pero,
como explicábamos en su oportunidad, dicha conexión se ha ido haciendo
explícita mediante el Modelo hermenéutico de Teología del Derecho canónico
llevado a cabo de manera estricta en todas sus partes y momentos, y acudiendo a
los múltiples análisis metódicos que su ejecución iba imponiendo. Quizás,
precisamente, esta haya sido una de las limitaciones más importantes que hemos
tenido – que se haya querido abundar en los análisis; pero, lamentablemente, no
han sido más completos por diversas razones, sobre todo, entre ellas, la
penuria del tiempo, las propias limitaciones personales del autor, y la
importancia que hemos evidenciado acerca de los trabajos realizados no por
investigadores aislados sino en equipo (y equipos de equipos: lo que habría de
ser típico de las Universidades
católicas, según la orientación del ECE
12-20) – para no hacer un trabajo muchísimo mejor consolidado.
Con
todo, los resultados que hemos obtenido vienen a reforzar lo que era una
intuición al comienzo de este trabajo. En efecto, el procedimiento seguido
estrictamente a lo largo de esta investigación nos ha permitido llegar a
establecer que, efectivamente, en la normativa canónica se puede detectar que
uno, al menos, de los principios fundamentales sobre el que se soporta toda la
teología de la Universidad católica está indicado por el c. 748 § 1, que es
central y abarcante: todos los seres
humanos están llamados a buscar, a conocer, a abrazar y a mantenerse en
la verdad, inclusive en lo que atañe acerca de Dios y de su Iglesia. El c. indica, pues, quién debe (todo ser humano) y qué debe hacer en
cuanto tal (buscar, conocer, abrazar y mantenerse en la verdad, inclusive en
lo que atañe acerca de Dios y de su Iglesia).
Así
mismo, el proceso metódico nos ha permitido comprobar, una vez más, la
existencia (el hecho) de unas capacidades-vocacionales en cada ser humano, y,
más aún, de la necesidad del desarrollo de las mismas (es decir, su concreción
antropológico-biológico-fisiológico-psicológico-epistemológica) en orden a buscar,
conocer, abrazar y mantenerse en la verdad, de modo tal que se la llegue (o
se la pueda llegar a) establecer como válida para el otorgamiento de un sentido
a su propia vida y a las relaciones que construya con los demás y con el cosmos
(su concreción antropológico-sociológico-cultural: moral, jurídica y
religiosa). El mismo c. 748 § 1, pues, nos advierte por qué cada persona humana
debe hacerlo, y para qué ha de hacerlo.
Los cc.
restantes, de la misma manera, nos han llevado a comprobar nuevamente que, a
partir de este desarrollo individual, social y cultural, históricamente han ido
apareciendo instituciones, bajo diversas denominaciones, cuyo objetivo expreso,
desde su nacimiento, ha sido la búsqueda y la realización del saber y del saber
verdadero. Se pueden mencionar, entre otras: las universidades en general
(c. 809), las Universidades católicas (c. 811 § 2) y las universidades
y facultades eclesiásticas (c. 820). De esta manera aparece claro que la
búsqueda humana de su realización verdadera y de la verdad en cuanto conoce, no
ha sido una entelequia ni una fantasía, sino que se ha desarrollado en unos
escenarios sumamente precisos, caracterizados por un “cómo, cuándo y dónde” que
expresan, no sólo el desarrollo de su capacidad sensible, inventiva y creativa
aplicada a esa búsqueda insaciable de la verdad, sino la posibilidad de
llevarla a cabo de una manera razonable y razonada, como un ejercicio y triunfo
sobre la pereza y lo comodón, sobre la imprevisión, sobre lo absurdo y sobre
las posibles conductas que violentan, incoherentes e injustas.
De cada
una de tales Instituciones hemos podido destacar: el papel motivador,
propositivo e incansable de las autoridades y profesores de las universidades y facultades
eclesiásticas en relación con las otras universidades, especialmente de las
católicas, cual es el de mostrar la fe cristiana como fermento de cultura
humana, como luz para las inteligencias, y como estímulo que desarrolla todas
las potencialidades positivas que contribuyen a lograr el verdadero bien del
hombre; de las Universidades católicas,
la importancia y necesidad de que existan unas asignaturas “teológicas”, cuyo
objetivo sea investigar y transmitir el potencial que posee una teología
elaborada en diálogo respetuoso con las variadas y autónomas
disciplinas que se cultivan en las diversas facultades; y, de todas las universidades, finalmente,
la preocupación por hacer que todas las disciplinas se cualifiquen,
desarrollen y avancen cada día más mediante la investigación, incluso de
las maneras que adquiera su docencia.
Más
aún, ninguna de estas acciones se ve impedida, sino, por el contrario,
potenciada, cuando ella se realiza en mutua cooperación (inter)universitaria,
ya que, de esa manera se facilita y se anticipa aquel esperado progreso de las
ciencias que debe acompañar el paso de cada persona desde condiciones menos
humanas a condiciones más humanas (“verdad antropológica y moral”), hasta
culminar finalmente, en cada época, sin duda, pero también en la plenitud de
todas las épocas, en el abrazo de los hombres con la verdad (“verdad
epistemológica y moral”), inseparable, sin duda, de aquella fundante y del
orden de la creación-salvación, la relativa a Dios y a su Iglesia (“verdad
ontológica y revelada”). Los cc., pues, nos refieren a los por qués y a los
para qués intermedios.
Por
último, a las respectivas autoridades de la Iglesia, como las Conferencias
Episcopales, así como las propias Universidades, en lo que corresponde a ellas,
se encomienda de manera particular el cuidado de que este plan divino se dé a
conocer y se profundice mejor, se preserve y, sobre todo, se lleve a cabo en la
conciencia de cada persona, sociedad y cultura que lo acojan, a lo largo de la
historia humana y del devenir del cosmos, si bien ellas no están solas en dicha
actividad genuinamente humano-divina, por cuanto en esta concurre la gracia de
Dios (“verdad salvífica”). De esta manera, los cc. seleccionados nos remiten a
los por qués y a los para qués finales de dicha constitución humana y de su
vocación a la verdad.
3. Una
importante consecuencia del examen cristológico llevado a cabo ha sido la de
encontrar las raíces y los fundamentos del seguimiento de Jesús en lo que
concierne a los cc. referidos en el ámbito de los correlatos antropológicos.
Entre otros aspectos considerados, al interrogar por el sentido y contenido del
poder en cualquiera de los ámbitos de su ejercicio, sobre todo el político,
observábamos, en efecto, cómo “la verdad nos hace libres”. De esta manera se
denunciaba que, cuando un régimen despótico se impone, la fe es convertida en
un asunto irrelevante; por el contrario, cuando se pretende construir un
sistema o un modelo socio-económico-político en el que se pretenda una libertad
auténtica, la fe y su expresión se convierten en señal imprescindible y
legítima de ello.
Más
aún, abogar hoy por las libertades humanas, por las obligaciones y los derechos
para todos los seres humanos – “universales” –, reconociéndoselos, incluso, a
quienes los niegan, es otra muestra de nuestro carácter y dimensión social tal
como se ha mostrado en Cristo y en desarrollo del querer de Dios. Tales
libertades, obligaciones y derechos son estructurados jurídicamente a partir de
nuestro ser mismo – su “verdad objetiva”, proclamada en 1948 –, no otorgados
por las leyes. Por eso, no son objeto de “disponibilidad”: son irrenunciables e
inderogables. En nuestro mundo que aspira a ser democrático, en el que tanto se
apela a la pura “legalidad” y a la “laicidad” de sus instituciones, ello tiene
unas consecuencias muy serias. Gracias a esa peculiaridad de los derechos,
obligaciones y libertades humanas, la libertad religiosa exterioriza su sentido
típicamente teológico y su carácter substancial y central alrededor del cual se
han desarrollado los demás derechos, obligaciones y libertades humanas.
Incluso, cuantas veces se quiere verificar el respeto efectivo de dichas
libertades, obligaciones y derechos, y la acogida que se hace de los mismos en
los diversos ordenamientos jurídicos, o cuando se quiere calibrar la
cientificidad de todo tipo de análisis en los estudios de derecho comparado,
es, precisamente, la libertad religiosa la que permite llegar a las
conclusiones reales y más verdaderas.
Cuando
la tutela de las libertades y de los derechos humanos está no sólo sobre el
tapete de la actualidad noticiosa, sino que se trata de un problema, sin duda,
dramático, es entonces necesario incluir en sus análisis no sólo sus aspectos
políticos sino también teológicos. Esta aproximación, que si bien es cierta
para todas las Universidades, lo es sobremanera, con razón, para las
Universidades católicas, así como para ellas se aplica, igualmente, aquello de
que lo que ha sido “contemplado”, ha de ser “transmitido”.
4. Las
no menos de 200 Universidades católicas pertenecientes a la FIUC – de las casi
1210 existentes en la tierra hoy –, que actúan en un mundo cada vez más
globalizado y en el que los intercambios entre naciones y culturas urgen
mayormente el anuncio del Evangelio, permiten la realización de un trabajo
compartido por Obispos, sacerdotes, diáconos, personas consagradas, y laicas
y laicos. De ahí surge el hecho de la
preocupación por una auténtica formación integral de todos los miembros de sus
comunidades universitarias, y, en particular, en lo que se refiere a sus
maestros y estudiantes: es necesario, en forma permanente, seguir buscando
y encontrando posibilidades ciertas y eficaces para que todos se puedan
capacitar para realizar el examen más profundo y pertinente de los diferentes
problemas que les someten las diversas disciplinas científicas y artísticas, a
la luz y con la fuerza de la verdad evangélica.
Corresponde
de modo particular, pues, primeramente, a las facultades de teología que en
ellas existen – y a las otras instituciones que participen en esa misma
preocupación – ofrecer a sus docentes e investigadores todo el soporte,
inclusive normativo, a fin de que se dispongan para ellos las condiciones del
medio (formación integral) y académicas propicias y suficientes para penetrar
cada día más en el misterio de Cristo y en la comunión con Él.
Esto,
que es cierto para todos los miembros de la comunidad educativa universitaria,
lo es, con particular razón, respecto de los docentes de teología. Afirmaban,
en efecto, dos grandes teólogos jesuitas del siglo XX, Karl Rahner y Bernard
Lonergan, que, para hacer teología hoy y siempre, era imprescindible no sólo
ser “creyentes”, sino que sólo la práctica de la oración y una buena formación
religiosa permiten al creyente adquirir la espiritualidad necesaria para
producirla[5]. Como hacía Jesús (cf. cap.
IV). Con razón nos preocupamos por atender nuestro crecimiento y nuestra salud
física, intelectual y psíquica, pero también es importante no descuidar nuestro
crecimiento interior, que consiste en nuestro conocimiento de Dios, en un
verdadero conocimiento suyo nacido no meramente de la información recolectada
de libros, sino de la comunión con Él y con su Iglesia, para experimentar la
ayuda divina en todo momento y en toda circunstancia.
Pero,
por otra parte, hemos podido constatar que, desde estas mismas raíces
cristológicas, es decisiva y característica de las Universidades católicas la
importancia que se dé en ellas a las investigaciones teológicas y a su
docencia. No es en ningún caso un “añadido” a su identidad y misión
constitutivas, sino por el contrario, una de las más cualificadas expresiones
de las mismas. Reconocerlo debidamente a su interior, no sólo manifiesta una
delicada sensibilidad e intención de poner en práctica las normas canónicas,
sino una manera efectiva de expresar su unión vital con Cristo, de efectuar la
vocación evangelizadora correspondiente a estas Instituciones en un mundo cuyas
características desde el punto de vista de la fe y de los derechos humanos ha
sido ya diagnosticado en sus realidades, en sus valores y antivalores (cf. cap.
V).
5. En
lo que toca a la praxis canónica[6] de los cc. 748 § 1; 809;
811 § 2 y 820 del CIC, de la legislación análoga del CCEO y de la complementaria de la Constitución
ECE podemos indicar, respetuosamente,
algunas de sus implicaciones concretas y
de las prioridades que de ellas derivan, fijándonos en los respectivos
“sujetos” a quienes van dirigidas las normas:
1°) Con respecto a la propia Santa Sede, y, en especial,
a la Congregación para la Educación Católica (“para los Institutos de
Estudios y los Seminarios”: a la que se ha confiado la “aplicación de la
Constitución”: art. 9 de ECE); a los
demás Dicasterios (muy particularmente al Pontificio Consejo para la Cultura),
a las Pontificias Academias (Ciencias, Ciencias sociales, para la Vida) y a
otros Organismos[7] vinculados a ella que, de algún
modo, tienen qué ver con las Universidades católicas o con las materias que en
ellas son tratadas:
a) De
la misma manera como las Universidades
establecen contactos con otras Universidades del propio País y de otros Países,
inclusive del otro extremo del mundo, con el objetivo de incrementar la
actualización e intercambio de los talentos humanos mediante la educación, la
ciencia y la tecnología, sobre todo en áreas como las lenguas, la salud y la
biotecnología, así mismo prudencialmente se deberían constituir convenios y
reciprocidades más intensos y permanentes (institucionales), y a diverso nivel,
entre tales Pontificias Academias y Dicasterios de la Sede Apostólica y las
Universidades católicas[8] (más aún, si se trata de
Universidades o Facultades eclesiásticas, o de aquéllas que poseen de estas
últimas) - hablo desde la situación de un “profesor de planta” -. Así también,
facilitar mediante acuerdos la “rotación” temporal de miembros de las
Universidades por las oficinas de la Congregación para la Educación Católica
les proporciona a aquellas no sólo un incremento en el conocimiento y cercanía
con el servicio del Sucesor de Pedro, sino una mejor comprensión de los
criterios, procedimientos, métodos de trabajo, e, incluso, de los archivos
documentales con que cuentan (¡tan lejanos, tantas veces para nosotros!), con
los que allá se gestionan los asuntos de las Universidades católicas. Se trata
de otras maneras de realizar la deseada “internacionalización” de las
Universidades – y de la misma Sede Apostólica - , de modo que se produzca, bajo
este punto de vista, un real enriquecimiento de las mismas Instituciones
gracias al intercambio con otros modelos de cultura y de gestión y con otras
formas de proyección social. Es necesario aspirar a colmar las múltiples
expresividades de “La Católica”.
El
empleo en los últimos años, por parte de la Congregación para el Clero[9], de tecnologías de la
comunicación y de la información aplicadas al diálogo teológico sobre diversos
asuntos, podría servir de ejemplo y de estímulo para acometer nuevos, más
variados, amplios y provechosos intentos[10], sobre todo de “escucha”.
El caso de los estudios
propiamente “eclesiásticos”, cuyos títulos académicos tienen reconocimiento
internacional cuando son expedidos por las Universidades y Facultades
eclesiásticas que cuentan con la aprobación de la Congregación para la
Educación Católica, bien podría servir de ejemplo y, aún, de estímulo para
facilitarles a los estudiantes de otras áreas del conocimiento el logro del
reconocimiento internacional de sus títulos conferidos por una Universidad
católica[11]. Así mismo, sería muy necesario avanzar en el reconocimiento de los
estudios realizados en instituciones no-universitarias de educación superior,
particularmente de los estudios seminarísticos filosófico-teológicos, cuya
validez o validación canónica debería ser más explícita y efectiva, así se les
impusieran unas exigencias adicionales, cuando quisieran ser homologados a los
estudios efectuados en las Facultades Eclesiásticas.
b) A
propósito de las relaciones entre la Santa Sede y las Universidades católicas
esparcidas por todo el mundo, no debemos perder de vista el caso colombiano.
Aunque reconocemos que el asunto concierne más directamente al Derecho
Internacional y de los Tratados que, propiamente, al ámbito canónico,
tratándose de una cuestión, la de la educación universitaria católica – que,
como vimos, ha dado origen a ciertos conflictos y reparos por parte de y ante
la Jurisdicción constitucional colombiana – convendría que se tuviera en cuenta
este aspecto en un eventual y deseable intercambio de impresiones entre la
Santa Sede y el Estado colombiano, con vistas a una completa “regularización”
de sus relaciones y a la vigorización de las mismas mediante un nuevo tratado[12].
Sirva
la ocasión, igualmente, para referirme también al ámbito del derecho
eclesiástico colombiano, a propósito del cual, inclusive, sería deseable que,
por parte del mismo Órgano legislativo – en el que toman parte también, sin
duda, fieles laicos (cf. cc. 225 y 227) – se asumiera ese asunto de una
manera democrática, de modo que se regulara la materia insistiendo en los
principios que permiten reglamentarla de una manera integral.
A este
efecto es necesario anotar que en la noción misma de “bien común” – e,
inclusive, bajo el concepto de “interés general” que es promovido en nuestra Constitución Política[13] – se incluye, bien sea como
esencial o al menos como propia de él, la cuestión de su “sentido”. Como han
señalado los Obispos latinoamericanos reunidos en Aparecida (13-31 de mayo de
2007),
“muchos estudiosos de
nuestra época han sostenido que la realidad ha traído aparejada una crisis del
sentido. Ellos no se refieren a los múltiples sentidos parciales que cada uno
puede encontrar en las acciones cotidianas que realiza, sino al sentido que da
unidad a todo lo que existe y nos sucede en la experiencia, y que los creyentes
llamamos el sentido religioso. Habitualmente, este sentido se pone a nuestra
disposición a través de nuestras tradiciones culturales que representan la
hipótesis de realidad con la que cada ser humano pueda mirar el mundo en que
vive”[14].
Desde
este punto de vista, las Universidades católicas, y, en ellas sus Facultades de
Teología, como hemos comprobado, proporcionan, hoy por hoy, un aporte
fundamental, en la permanencia, difusión, reflexión, aplicación y puesta en
práctica de este “sentido”, sobre todo en los ámbitos de la academia, en el
cual se toman muy importantes decisiones.
Por
eso, aun independientemente de esta afirmación, no habría de ser equiparable, y
menos aún, confundible, considerar que se trate de “bonificaciones”,
“donaciones” o “auxilios” toda transferencia de fondos nacionales a entidades
particulares o “privadas”, como podrían ser las Universidades católicas, por
ese concepto. Prestan ellas, sin duda, un servicio público – que no prestan,
por cierto, las Instituciones del Estado: cada día lo consideran más algo
“extraño” a su índole propia: “secularismo”, “mercado”, etc. – desde su
especificidad, y retribuírselo adecuadamente forma parte de la justicia
distributiva y social, como ya ocurre válidamente en otros países[15], en un ejercicio de
corresponsabilidad que se puede acrecentar, aunando a los padres de familia y a
los estudiantes con la industria, con el Estado y con las propias instituciones
educativas. Cuando ello no se hace, el incremento en el costo de las matrículas
de estas Universidades se impone, ya que estas son, si no el principal
componente – aunque, en la realidad, parece que lo es, al menos para muchas de
ellas – de los ingresos que sufragan sus presupuestos, sí un porcentaje
decisivo para su acción y supervivencia. Más aún, sería sumamente interesante
posibilitar a los fieles cristianos ejercer su derecho humano y político – y su
obligación canónica (c. 793 §§ 1 y 2) – en esta materia a través de un
procedimiento contributivo y fiscal justo; y, en reciprocidad, asegurar lo que
correspondería hacer en esa dirección a las Universidades católicas. Reconozco,
sin embargo, que también son válidas las razones que se sostienen en contra de
este modo de proceder y que aspiran a enfatizar aún más la libertad y la identidad
universitaria católica, para lo cual, dicen, es menester, más bien, acudir a la
conciencia de los católicos y a su responsabilidad para sostenerlas
exclusivamente mediante las contribuciones libres que hagan ellos – como, por
otra parte, también lo señala el CIC en el c. 800 § 2 para las escuelas
católicas, pero por extensión también sugieren algunos que abarque a toda obra
educativa católica: ¿qué tan (in)sostenible sería esta carga? –. Esto, sin
olvidar que existen regímenes socialistas en los que cualquier privatización
(nada se dice la “autonomía universitaria” en este contexto), sobre todo de la
educación (universitaria) – tan valiosa ésta en orden a una legítima y
necesaria “socialización” del individuo, para el logro de una sociedad más justa
y próspera, así como para avanzar en la unidad interestatal –, es vista como
una injusticia o una inequidad. Se trata, pues, de un terreno propicio para el
ejercicio de la subsidiariedad tal como la entiende la DSI (cf. CIV
60b).
2°) En
lo que concierne a las Conferencias Episcopales, así como en lo que tiene que
ver con las relaciones entre los Obispos diocesanos y las Universidades
católicas, ya hemos hecho notar los diferentes aspectos de la cuestión.
Por
eso, es de destacar la importancia que el Consejo Episcopal Latinoamericano,
reproduciendo las oportunas estructuras pastorales de la Santa Sede y
atendiendo a las necesidades locales, ha brindado a los problemas relativos a
la “Familia, Vida y Cultura”, creando un Departamento en el que se incluyen las
Secciones de “Familia y Vida”, “Juventud”, “Indígenas”, “Afroamericanos”,
“Castrense”, “Educación”, “Cultura” y “No-Creencia”.
De la
misma manera, la Conferencia de los Obispos de Colombia ha dado su pleno
respaldo a esa preocupación pastoral tan delicada a través de la creación de
una Comisión especial en su seno (Pastoral
para la Evangelización de la Cultura y la Educación), y dos Secciones (una de
“Cultura” y otra de “Universidades”).
Como hemos podido observar, de igual modo, no son
pocas las circunscripciones episcopales que, en Colombia y en otros países de
América Latina y el resto del mundo, poseen, o en las que ellas tienen su sede,
una o varias Universidades católicas. Con ellas las relaciones de los Obispos
son, no cabe duda, muy estrechas, pues no sólo algunos de ellos son, además,
sus fundadores, sino, sus “patronos” (o son definidos por sus estatutos con
otros nombres). De ahí la importancia que podría tener, si acaso el mismo señor
Obispo no lo realiza por sí mismo, como sería lo más deseable, un oficio eclesiástico destinado a
cuidar y a intensificar estas provechosas relaciones mutuas, sobre todo cuando
las instituciones universitarias, como personas jurídicas autónomas, no
dependen en su régimen interno ordinario de los Obispos diocesanos.
3°) Las
mismas Universidades católicas y las otras Instituciones católicas de educación
superior son, como hemos visto, en calidad de personas jurídicas, sujetos de
derechos y deberes muy específicos. Por eso, así como a cada fiel cristiano en
particular, como a cada familia cristiana, como a cada comunidad local y
particular, y como a la Iglesia universal, también a las Universidades
católicas y demás instituciones católicas similares de educación superior les
corresponde efectuar el seguimiento de Jesucristo en los momentos y condiciones
actuales de nuestra historia.
Para
ellas, pues, también está dicho lo que todavía recientemente afirmaron los
Obispos en la V Conferencia General de Aparecida (13 al 31 de mayo de 2007):
“¡Sigamos al Señor Jesús!
Discípulo es el que habiendo respondido a este llamado, lo sigue paso a paso
por los caminos del Evangelio. En el seguimiento oímos y vemos el acontecer del
Reino de Dios, la conversión de cada persona, punto de partida para la
transformación de la sociedad, y se nos abren los caminos de la vida eterna. En
la escuela de Jesús aprendemos una «vida nueva» dinamizada por el Espíritu
Santo y reflejada en los valores del Reino.
Identificados con el
Maestro, nuestra vida se mueve al impulso del amor y en el servicio a los
demás. Este amor implica una continua opción y discernimiento para seguir el
camino de las Bienaventuranzas (cf. Mt
5,3-12; Lc 6,20-26). No temamos la
cruz que supone la fidelidad al seguimiento de Jesucristo, pues ella está
iluminada por la luz de la Resurrección. De esta manera, como discípulos,
abrimos caminos de vida y esperanza para nuestros pueblos sufrientes por el
pecado y todo tipo de injusticias.
El llamado a ser
discípulos-misioneros nos exige una decisión clara por Jesús y su Evangelio,
coherencia entre la fe y la vida, encarnación de los valores del Reino,
inserción en la comunidad y ser signo de contradicción y novedad en un mundo
que promueve el consumismo y desfigura los valores que dignifican al ser
humano. En un mundo que se cierra al Dios del amor, ¡somos una comunidad de
amor, no del mundo sino en el mundo y para el mundo! (cf. Jn 15,19; 17,14-16).” (Documento
conclusivo, 26-27).
A lo
largo de los capítulos anteriores hemos registrado diversos aspectos concretos
que, en este sentido, podrían ser susceptibles de acogida por parte de las
Universidades católicas, y, en sus propias circunstancias, podrían ser hechos
parte de sus ordenamientos particulares, o, al menos, considerados de una
manera propositiva y suscitando la creatividad en la fidelidad a las normas. No
creemos conveniente proponer muchas nuevas indicaciones o sugerencias, y, más
bien sí volver a subrayar la importancia y el reconocimiento que ellas gozan en
la Iglesia por el hecho mismo de participar en la misión de enseñar el
Evangelio a todas las gentes. Con todo señalemos tres cuestiones prácticas que
pueden resultar útiles. En primer término, la importancia que tendría destacar
de manera suficiente y adecuada el anuncio, la investigación y la docencia de
aquellos contenidos precisamente “sustanciales” o “fundamentales” de las
doctrinas relativas a Dios y a la Iglesia, sobre todo las relativas a la
Encarnación del Verbo – o más estrictamente “a la revelación y a la fe” –, así
como, proporcionalmente, de aquellos conocimientos referentes a la aplicación
de las mismas doctrinas y a sus relaciones con la razón[16] (cf. DS 2851; 2853; 3005; 3136; 3776; DV 6b). En segundo término, reiterar la exteriorización de la
necesidad sentida de armonizar de manera aún más adecuada, actualizada y de
forma permanente las exigencias del CIC y de las Const. Apost., con sus
estatutos y reglamentos internos – asunto para el que los canonistas deben
prestar toda su pertinente colaboración –. Y finalmente, aunque algunos
consideren que ello no necesariamente debería establecerse en torno a problemas
graves vinculados con (los artículos esenciales de) la fe cristiana, sí se constata
la necesidad de establecer efectivos y múltiples enlaces locales, nacionales y
regionales, con otras Universidades, católicas o no, que promuevan (o al menos
permitan) el ejercicio de la interdisciplinariedad sobre todo entre la teología
y las ciencias y una presencia alentadora y esclarecedora de la fe en las
culturas: es sumamente necesario trabajar por la constitución de un ethos universitario como proyecto
cultural que aúne saberes.
Con mayor razón debemos atribuir lo dicho en el párrafo anterior a las Universidades y Facultades eclesiásticas, directamente dependientes de la Santa Sede. Independientemente de las exigencias y conclusiones que ha evidenciado esta investigación, el sólo hecho de que el Código les dedique también un capítulo especial es indicio de su particular e indispensable carisma y misión en la Iglesia. El establecimiento de una peculiar forma de “cultura de la calidad” para dichas instituciones escolares es una realidad para nada fantástica (como lo representa la acción de la Congregación para la Educación Católica y, muy especialmente, de la “Agencia de la Santa Sede para la Valoración y la Promoción de la Calidad de las Universidades y Facultades Eclesiásticas” – AVEPRO por sus siglas en italiano: http://www.avepro.va/ –, una institución similar a nuestro ICFES colombiano que se rige por las normas de la Constitución Pastor Bonus, arts. 186 y 190 a 191[17]. De hecho, ha de interpretarse esta acción como implementación de la “Adhesión de la Santa Sede al «Proceso de Boloña»” iniciado con la Declaración de Boloña (1999) destinada a acrecentar la calidad de tales instituciones mediante criterios cualitativos válidos a nivel internacional. Ya existen - 2005-2011 - las primeras “cartas circulares” orientadas al “Aseguramiento de la calidad educativa de las Facultades eclesiásticas” – documentos generales, evaluación interna y evaluación externa de las instituciones – emanadas de AVEPRO).
4°)
Debemos requerir la atención más inmediata de quienes ejercen como Directivos – personales o colegiales – de las
Universidades católicas (y, en ellas, si las hay, de las Facultades
eclesiásticas). Como hemos podido ver, sobre todo los cc. 811 y 820, con los
respectivos desarrollos por parte de la Const. Ap. ECE, les confían trascendentales tareas en lo que concierne al
avance de todas las áreas del conocimiento, promoviendo por diversas formas su
desarrollo y el intercambio mutuo. A ello deben dedicar, sin ninguna duda, sus
energías. Pero, si cabe, en sus manos la
Iglesia pone una misión del todo peculiar: el anuncio y la profundización en la
Verdad salvífica, que debería estimular en ellos todas sus capacidades, toda su
inteligencia, toda su buena voluntad y generosidad.
a) Con
el concurso de los docentes y de expertos, después de hacer el necesario
diagnóstico y pronóstico local, regional, nacional e internacional de las
necesidades más apremiantes en los órdenes social, político, cultural,
económico, etc., y de examinar atentamente las necesidades de la Iglesia,
universal y local, y de las propias situaciones internas, corresponde a los
Directivos fijar un programa de prioridades a las que se desea y puede atender
primariamente, de modo que se planee con la mayor dedicación la acción de los
próximos años (quinquenio, decenio, etc.), se la evalúe constantemente, sobre
todo, al final del proceso para reconocer sus logros y deficiencias, y trazarse
planes de mejoramiento y cambio. Se hace necesario que las formulaciones
estatutarias y de principios incluidas en el PEI (Proyecto Educativo
Institucional) de tales instituciones se desarrollen y concreten al más alto
nivel (¿Vicerrectorías académicas, por ejemplo?) en políticas que traten
específicamente sus componentes relacionados con la formación “integral” y
“teológica” con vistas a la elaboración, revisión y aseguramiento de la calidad
de los diversos currículos de sus Facultades.
Es así
como – y en esto expreso simplemente mi opinión – para el caso (de las Ciencias
Básicas y de la Salud) al que hemos querido dar mayor relieve a lo largo de
esta investigación, entre las situaciones que podrían considerarse más urgentes
bien podrían atenderse: las relativas a la teología moral de la “vida”, en toda
su amplitud, y de la “familia y la pareja”; así mismo, la teología moral
fundamental y de las profesiones; y la teología moral social, incluida en ella
la doctrina social de la Iglesia.
b) Uno
de los aspectos más prominentes en esa planeación ha de consistir en establecer
los medios oportunos, institucionales y personales, que les permitan o les
faciliten a los directivos, académicos y administrativos, la adquisición y
perfeccionamiento de las propias competencias necesarias para desempeñar su
labor, tan exigente, y para el desempeño de la misma. Esto es particularmente válido
en relación con cuanto expresa la identidad católica de la Universidad y, sobre
todo, en lo que toca con la administración del currículo “personalizado” al
estudiante y a los cursos teológicos vinculados con su carrera, especialización
y otros posgrados. De la misma manera, se considera necesario que los avances
que van siendo logrados en la investigación a partir de los diálogos
interdisciplinares sean propuestos de inmediato a través de la docencia, es
decir, siendo asumidos por los currículos y por los planes de estudio de las
Carreras y los Posgrados de las Facultades. Se ha de atender a todo ello
teniendo en cuenta además y sobre todo que los destinatarios, nuestros
estudiantes y los mismos docentes y administrativos, viven en nuestra época, en
medio de condiciones no siempre favorables para el anuncio del Evangelio. Sin
embargo, aún en las peores condiciones imaginables, sabiéndose “embajadores de
Cristo” (2 Co 5,20), en lugar de
desanimarse, tal situación debería invitarlos a acrecentar su fe, esperanza y
amor (cf. c. 231), siendo creativos.
Por lo
cual, se hace del todo necesario establecer, si fuera el caso, y dotar a un
nivel de coordinación y de dirección institucional con las prerrogativas
propias de lo que denominamos entre nosotros una “dirección de carrera” (o una
figura similar) en dependencia directa del Decano académico de Teología, pero,
en el caso, para cuidar especialmente las relaciones con los estudiantes de las
diversas carreras de la Universidad, cuyo servicio esté en línea con los
anteriores criterios en lo que se refiere en forma específica a la
docencia-discencia teológica: - atienda a los estudiantes que requieran su
actuación (orientación, información, consejería, evaluación, ocasionales
procesos disciplinarios); - posea un comité apropiado a su función con el que
formule las ofertas de “cursos” académicos profesional y socialmente adecuados
y pertinentes (asignaturas, v. gr.), y con el que evalúe constantemente la
calidad académica de cada propuesta; - sirva de articulador con cada uno de los
programas académicos de pre-grado y de pos-grado de las Facultades, con sus
directivos y con sus currículos; - apoye cuanto contribuya a promover la unidad
e integralidad de los procesos formativos de los estudiantes; - y coordine y solicite
al (a los) Departamento (s) de Teología los profesionales docentes necesarios
para cubrir los requerimientos que tales programas le formulen.
Este
aspecto de la planeación-acción ha de ser cuidadosamente articulado y
equilibrado (en modos, tiempos y espacios) en su práctica con el siguiente.
c)
Hemos señalado que el CIC distingue las “universidades y facultades
eclesiásticas” de las “Universidades católicas” con sus diversas facultades, y
que sus respectivos regímenes deberían claramente diferenciados y
equitativamente relacionados, sobre todo cuando una universidad católica posee
no simplemente la facultad de teología que pide el c. 811 § 1, sino una de las
que define el c. 815 (cf., en tal caso, ECE
II Parte “Normas generales”, art. 1 § 2). Más en particular, habrá que considerar qué
sea más conveniente, en el corto, mediano y largo plazo, para atender a tales
situaciones que prevén los cc. citados. En efecto, es posible que la Facultad,
instituto o cátedra provea[18] de diversas maneras los
requerimientos que la investigación y la docencia de la teología en conexión
con las distintas disciplinas y con la realidad nacional, en actividad de “ida
y regreso”, le plantean:
Primera
alternativa: un único “departamento” o unidad de docentes-investigadores que
preste servicios a las otras Facultades (también y sobre todo a las
no-eclesiásticas), podría acentuar la unidad de dirección, evitar la dispersión
y centralizar las responsabilidades, pero, tal vez, podría disminuir el énfasis
por la particularización (campo de conciencia estrechado) de los diálogos, de
las interacciones y de la investigación consecuente. Cosa que, probablemente,
se podría obviar mediante la creación, en su interior, de áreas o sectores
teológicos disciplinarios con sus competencias bien señaladas.
Segunda
alternativa: varios “departamentos”, cada uno constituido con adecuado número
de profesores, suficientemente configurado por su propio dinamismo y desempeño
en las respectivas áreas teológicas, cada una con proporcionado desarrollo y
autonomía, podrían, de igual manera, facilitar los diálogos con las diversas
disciplinas y su servicio especializado a las diferentes carreras, pero,
quizás, tendrían el inconveniente de interferir en la realización de los
contactos provechosísimos entre los profesores de la teología considerada como
“ciencia una” así como en la coordinación de la prestación de los servicios.
Dichos “departamentos” se deben en su servicio, por supuesto, al conjunto de la
comunidad universitaria con todos los saberes que allí se cultivan, y esto
habría que tenerlo en cuenta.
El
suscrito, teniendo presente las anteriores consideraciones, se ha atrevido a
diseñar una propuesta básica e ideal que va procesualmente de unas “áreas” a
unos “departamentos”, proyecto a desarrollar en un lapso prudencial de tiempo.
No se trata de una propuesta exhaustiva pero cuyas bondades y limitaciones
merecen ser discutidas y adaptadas para cada caso particular así como de acuerdo con sus tradiciones y sus
prioridades. Estos son sus términos[19]:
“1. Créense las siguientes
Áreas de Investigación-Docencia dentro del Departamento de Teología:
Áreas Teológicas
|
Comprende:
|
|||
Área de Sagrada Escritura
|
Introducciones
|
|||
Exégesis
|
Antiguo
Testamento
|
|||
Nuevo
testamento
|
||||
Teología bíblica
|
||||
Área de Teología Dogmática
|
Misterio
de Dios
|
|||
Cristología
|
||||
Eclesiología
|
||||
Sacramentología
|
||||
Eucaristía
|
||||
Antropología
|
||||
Escatología
|
||||
Mariología.
|
||||
Área de Teología Moral
|
Fundamental
|
|||
Disciplinar-profesional
de la vida y del medioambiente
|
||||
Disciplinar-profesional
de la verdad, de la comunicación y la información, de la cultura
|
||||
Disciplinar-profesional
de la sexualidad, el matrimonio y la familia
|
||||
Disciplinar-profesional
de la justicia conmutativa y de la caridad personal y comunitaria
|
||||
Disciplinar-profesional
de la justicia social, del Estado e Internacional, incluido el Magisterio
moral social [1]
|
||||
Área de Teología Espiritual y de la Vida consagrada
|
Teología
Espiritual
|
|||
Vida
religiosa.
|
||||
Área de Liturgia, Música, Arquitectura y Arte Sacro y Religioso
|
Liturgia
|
|||
Música y Arte Sacro y Religioso.
|
||||
Arquitectura
|
||||
Área de Teología Pastoral
|
Fundamental
y bíblica de la acción pastoral
|
|||
Pastoral de conjunto, Pastorales
especializadas y sus escenarios, Planeación pastoral
|
Profética
|
Homilética
|
||
Catequética
|
||||
Educación
Religiosa Escolar
|
||||
Educación Religiosa Universitaria
|
||||
Litúrgica
|
||||
Social
|
||||
Juvenil
|
||||
Familiar
|
||||
Misionología
|
||||
Teología
y pastoral de las culturas
|
||||
Área de Historia de la Iglesia y de los Bienes culturales de la
Iglesia
|
Historia
de la Iglesia
|
|||
Patrología
y Patrística
|
||||
Arqueología cristiana y Bienes culturales
de la Iglesia
|
||||
Estudios Orientales
|
||||
Área de Teología Fundamental y cuestiones fronterizas
|
Introducción
a la Teología, al método y a los métodos teológicos
|
|||
Ecumenismo, Ateísmo, Diálogo
interreligioso. Derecho en las Religiones.
|
||||
Historia, Fenomenología y Filosofía del
hecho religioso
|
||||
Pedagogía, Sociología, Antropología y
Psicología de la religión.
|
||||
[1] Se trata de relacionar la Teología especialmente con
las Ciencias Sociales relacionadas con la cultura, la economía y la política, y
con la Filosofía (ética).
Esquema 56
“2. Cada Área estará
conformada por los Doctores y Licenciados eclesiásticos o canónicos en Teología
o en la respectiva Área de la Teología católica, así como por Doctores y
Magísteres con grado civil en Teología, sea ella católica o no. A las Áreas que
aquí se establecen pertenecerán todos los Profesores del Departamento de
Teología, incluso quienes poseen sólo grado en Teología o en Ciencias
Religiosas, o sus equivalentes, sin importar el tipo de vinculación que tengan
vigente con la Universidad, y durante el tiempo que esta vinculación esté
vigente. El número de teólogos católicos ha de ser siempre mayor que el de
aquellos que no lo son.
Parágrafo: En calidad de
Profesores Correspondientes de una determinada Área, pero en las modalidades
contractuales que eventualmente fueren oportunamente consideradas, pueden
participar los Profesores de las Instituciones teológicas con las cuales la
Facultad de Teología posee algún tipo de convenio, incluso así sean ellas
asociadas, afiliadas o agregadas.
“3. Los Profesores Doctores
y Licenciados miembros de cada Área deberán proponer una terna de ellos al
Decano Académico de la Facultad para que, de entre ellos, éste designe a quien
será denominado Coordinador del Área y quien será su representante en el Comité
del (respectivo) Departamento de Teología. Excepcionalmente, para su
funcionamiento, el Área deberá poseer, al menos, un Licenciado eclesiástico en
Teología o en la respectiva Área teológica, y el Decano determinará si este
mismo la representará ante el respectivo Comité del Departamento.
“4. En el Comité del
Departamento de Teología tendrán asiento, por derecho propio, los Coordinadores
de las Áreas Teológicas (asignadas), y se reunirá con ellos con la frecuencia
que sea necesaria y de ellos recibirá los informes periódicos correspondientes
a la actividad efectuada por su Área.
“5. Corresponde al
Coordinador del Área Teológica efectuar las actividades que los Reglamentos de
la Facultad de Teología y de la Universidad señalan al Director del
Departamento, exclusivamente en lo que se refiere a la investigación teológica,
en dependencia suya y en coordinación con él, y dentro de lo pertinente al Área
del saber teológico respectivo. Las materias mixtas para dos o varias Áreas se
emprenderán según acuerdo realizado entre ellas, y serán impulsadas y decididas
con la participación de los Coordinadores de tales Áreas, bajo la dirección del
Director del Departamento.
“6. El período para el que
se designa un Coordinador de Área no puede exceder del período correspondiente
al del (respectivo) Director del Departamento. En caso de ausencia definitiva o
parcial del Coordinador, quien lo reemplace ejercerá por el tiempo restante del
período de quien había sido designado inicialmente.
“7. Entre las actividades
orientadas a la investigación, cada Área debe propender por el incremento y por
la formación de excelencia, en lo atinente a los avances mundiales de la propia
Área, de los Profesores que la integran, incluso propiciando la participación
de ellos en docencia y en certámenes nacionales e internaciones. Deben
procurarse, con la ayuda de las demás personas y medios que ofrece la Facultad,
y por iniciativa propia, los recursos conducentes a obtener tal incremento e
actualización. Todo, dentro de los lineamientos, de los Planes, y de las
posibilidades que ofrece la Facultad, y bajo la dirección del Consejo de
Facultad y del Decano Académico de la misma.
“8. Así mismo, cada Área
teológica debe aspirar al desarrollo de sí misma, hasta llegar a convertirse en
un Departamento. Cada trienio, coincidiendo con la designación del Decano
Académico, el Consejo de Facultad ordenará la evaluación del actual
Departamento (y de los futuros Departamentos existentes) en este sentido, y
tomará las decisiones oportunas para contribuir a atenuar o eliminar las
falencias, y para vigorizar las fortalezas encontradas. Para que un Área
teológica pueda llegar a ser considerada por el Consejo de la Facultad susceptible
de convertirse en un nuevo Departamento, además de las provisiones
presupuestales, debe contar con un mínimo de cinco Doctores eclesiásticos en
dicha especialidad y, al menos, cinco Licenciados eclesiásticos en la misma,
sin contar entre ellos a los Profesores Correspondientes y a otros que posean
títulos civiles; además, tener unos equipos y planes de investigación
consolidados, y unas líneas investigativas efectivas y con publicaciones que la
sustenten.
“9. Las diversas Áreas
teológicas deben procurarse variadas ayudas mutuas, sobre todo, en lo
concerniente a su permanente actualización y búsqueda de síntesis. Esta misma
colaboración habrá de continuarse prestando entre los Departamentos de la
Facultad, una vez fueren creados. El (cada) Departamento de Teología tendrá en
cuenta en su planeación la actividad de las Áreas y subáreas teológicas que le
corresponden.
“10. Los miembros de cada
Área teológica deberán reunirse, al menos, una vez cada semestre, bajo la
orientación de su coordinador, o bajo la orientación de quien sea designado por
éste, para presentarse sus propuestas y los resultados, parciales y finales, de
sus investigaciones orientadas al servicio del pueblo de Dios; para ofrecerse
apoyo y estímulo en su investigación; para reconocer sus dificultades y
limitaciones, y presentar proposiciones conducentes a superarlas ante las
autoridades respectivas; y para progresar en sus relaciones académicas y
comunitarias. Las investigaciones mencionadas deben ser informadas al Comité de
Investigaciones del Departamento para lo pertinente a su encargo, así como
seguir las instrucciones pertinentes provenientes de la Vicerrectoría Académica
de la Universidad.
“11. A fin de que los
estudiantes de pregrado se familiaricen con los trabajos de investigación realizados
por sus Profesores, es muy importante que se organice, al menos en forma
bienal, un programa de actividades en el que las Áreas teológicas presenten los
resultados finales de sus investigaciones.
“12. Para que los
estudiantes de postgrado, tanto de Licenciatura y Maestría como de Doctorado,
se vayan familiarizando con el trabajo de las respectivas Áreas, participarán,
al menos, al comienzo de sus períodos de formación, en una jornada de inducción
organizada para ellos por el respectivo Director de los Posgrados de la
Facultad de Teología, sin perjuicio de las normas relativas a su participación
en las líneas y equipos de investigación, que son requisito para obtener su
título en Teología.
“13. No descuiden las Áreas
teológicas sus interrelaciones con otras áreas del conocimiento humano,
recibiendo de ellas las aportaciones necesarias, colaborándoles en lo que fuera
menester, y proponiéndose y desarrollando actividades investigativas conjuntas.
De la misma manera, deben promover la cooperación con otras instituciones
universitarias, inclusive no católicas. De todo ello se deberá informar
oportunamente al (a los) Comité (s) del (de los) Departamento (s).”[21]
5°) Los
Profesores de diversas disciplinas no teológicas que prestan sus servicios en
las Universidades católicas y en las Universidades y Facultades eclesiásticas
suministran, con sus calidades humanas y desde sus especialidades, un aporte
fundamental al desenvolvimiento de la investigación y la docencia que en ellas
se realiza. Se hacen presentes allí, en ocasiones, profesionales y futuros
profesionales de diversas regiones del mundo, y, sin discriminación alguna por
razones de procedencia cultural o étnica, religión, sexo, condición social,
económica o política, pueden ser contados entre los más prestigiosos
cultivadores de ciencias matemáticas, sociales, biomédicas, experimentales,
etc.
Se da
por supuesto que los Profesores así vinculados respetarán “fielmente los
principios de la doctrina católica” (c. 810 § 2).
La
calidad personal de estos Profesores (cf. c. 810 § 1) ha de ser una
preocupación constante principalmente de ellos mismos. Pero las Universidades
católicas, dado el criterio fundamental que se ha reiterado acerca de la importancia
de la “formación integral”, no deberían descuidar también el múltiple apoyo y
la asesoría psicológica y, muchísimas veces, pastoral, de acompañamiento y cura
personal, a lo largo de todo el período de su participación en la vida de la
comunidad universitaria, y, especialmente, en los momentos de eventuales crisis
y de transiciones[22].
En relación con sus estudiantes - además de lo que he dicho antes - ellos llegan a tener una notable influencia, positiva en la generalidad de las veces y no sólo en cuanto a la formación estrictamente profesional. Al respecto ha afirmado el Papa FRANCISCO: "Esto requiere encontrar educadores capaces de comprometerse con el crecimiento de los muchachos. Requiere de educadores movidos por el amor y por la pasión de hacer crecer en ellos la vida del Espíritu de Jesús, de hacer ver que ser cristianos exige coraje y es algo bello. Para educar a los adolescentes (y jóvenes) de hoy no podemos continuar utilizando un modelo de instrucción meramente memorístico ("escolástico" dice el texto), sólo de ideas. No. Es necesario seguir el ritmo que tiene su crecimiento. Es importante ayudarlos a adquirir autoestima, a creer que realmente pueden alcanzar aquello que ellos se propongan. Siempre en movimiento" [22 bis].
En relación con sus estudiantes - además de lo que he dicho antes - ellos llegan a tener una notable influencia, positiva en la generalidad de las veces y no sólo en cuanto a la formación estrictamente profesional. Al respecto ha afirmado el Papa FRANCISCO: "Esto requiere encontrar educadores capaces de comprometerse con el crecimiento de los muchachos. Requiere de educadores movidos por el amor y por la pasión de hacer crecer en ellos la vida del Espíritu de Jesús, de hacer ver que ser cristianos exige coraje y es algo bello. Para educar a los adolescentes (y jóvenes) de hoy no podemos continuar utilizando un modelo de instrucción meramente memorístico ("escolástico" dice el texto), sólo de ideas. No. Es necesario seguir el ritmo que tiene su crecimiento. Es importante ayudarlos a adquirir autoestima, a creer que realmente pueden alcanzar aquello que ellos se propongan. Siempre en movimiento" [22 bis].
6°)
Algo similar se podría afirmar en relación con los Profesores de Teología de
las Universidades católicas y de las Universidades y Facultades eclesiásticas,
sean ellos clérigos, religiosos o laicos. Con todo, ya que, como hemos visto,
de modo muy particular en sus manos se coloca la “identidad y la misión”
católica de la Universidad, es conveniente recordar las normas de los cc. 218 y
231 y desarrollarlas, quizás, mediante un régimen interno adecuado y
equitativo, y públicamente divulgado.
-
El primero de ellos, efectivamente, señala
para todos los fieles cristianos:
“Quienes se dedican a las
ciencias sagradas gozan de una justa libertad para investigar, así como para manifestar
prudentemente su opinión sobre todo aquello en lo que son peritos, guardando la
debida sumisión al Magisterio de la Iglesia”.
En los
dos capítulos finales de la investigación hemos tenido ocasión de ocuparnos más
pormenorizadamente de este aspecto, que alienta al ejercicio responsable de la
vocación y de la profesión del teólogo y del canonista, así como del pedagogo
en estos campos.
-
El segundo canon, por su parte, hace una
precisión sobre todo en relación con los fieles laicos, válida, en cuanto
corresponde, para las Universidades católicas:
“§ 1. Los laicos que de modo permanente o temporal se dedican a un servicio especial de la Iglesia tienen el deber de adquirir la formación conveniente que se requiere para desempeñar bien su función, y para ejercerla con conciencia, generosidad y diligencia.§ 2. Manteniéndose lo que prescribe el c. 230 § 1, tienen derecho a una conveniente retribución que responda a su condición, y con la cual puedan proveer decentemente a sus propias necesidades y a las de su familia, de acuerdo también con las prescripciones del derecho civil; y tienen también derecho a que se provea debidamente a su previsión y seguridad social y a la llamada asistencia sanitaria.”
Por
eso, habría que examinar detenidamente el asunto y armonizar adecuadamente las
normas estatutarias y reglamentarias de las Universidades católicas teniendo en
cuenta lo dicho anteriormente en relación con los “departamentos” u otras
formas prácticas organizacionales para ejecutar las tareas concernientes a la
investigación, la docencia y el servicio en un determinado ámbito del diálogo
interdisciplinar de la teología (pero lo mismo habría que decir si se tratase
de cualquier actividad teológica disciplinar); pero también, y muy
especialmente, con el fin de prevenir cualquier conflicto eventual que pudiera
presentarse al interior de la Universidad si se causaran diferencias
reglamentarias ostensibles e inequitativas (por ejemplo, acerca de salarios, de
exigencias para ascensos, etc.) entre sus profesores por razón de su
vinculación a una Facultad eclesiástica y aquellos que no lo son (no sólo por
razones constitucionales estatales o civiles, sino también por razón del c.
208; cf. c. 1286).
7°) No
por quedar al final es menos importante destacar el deber-derecho de los
estudiantes, en cuanto fieles cristianos, en lo que concierne a su formación
cristiana, y, ojalá, teológica. Nos referimos, de manera particular, a las
normas de los cc. 217 y 229, consideradas en la perspectiva de su vinculación
con una Universidad católica.
En
efecto, en primer lugar, el c. 217, dentro del elenco de los deberes y derechos
propios de los cristianos, determina:
“Los fieles, puesto que están llamados por el bautismo a llevar una vida congruente con la doctrina evangélica, tienen derecho a una educación cristiana por la que se les instruya convenientemente en orden a conseguir la madurez de la persona humana y al mismo tiempo conocer y vivir el misterio de la salvación.”
Aun tratándose de la educación universitaria, ha de recordarse lo que hemos señalado en otro momento: cada estudiante – y, dolorosamente, cada día con mayores penurias en este punto – llega en unas condiciones muy particulares en lo que se refiere a su relación con Dios, con Jesucristo y con la Iglesia. Inclusive, las situaciones y experiencias vividas son muy propias de cada uno y los caracterizan transitoria o permanentemente. De ahí que habría que ofrecerles itinerarios diferentes, que se adecuen a esas situaciones personales: se hace necesario tener un consejero – o un “padre/madre espiritual”, como decíamos en algún momento – que, así sea breve e inicialmente, trate de reconocer o identificar tales situaciones; y que, con paciencia, les explique esas posibilidades, los anime y los oriente a proseguir su itinerario y a culminarlo.
Más en particular, por ser fieles laicos, los estudiantes y futuros profesionales también tienen las siguientes obligaciones y los siguientes derechos, conforme al c. 229:
“§ 1. Para que puedan vivir según la doctrina cristiana, proclamarla, defenderla cuando sea necesario y ejercer la parte que les corresponde en el apostolado, los laicos tienen el deber y el derecho de adquirir conocimiento de esa doctrina, de acuerdo con la capacidad y condición de cada uno.§ 2. Tienen también el derecho a adquirir el conocimiento más profundo de las ciencias sagradas que se imparte en las universidades o facultades eclesiásticas o en los institutos de ciencias religiosas, asistiendo a sus clases y obteniendo grados académicos.§ 3. Ateniéndose a las prescripciones establecidas sobre la idoneidad necesaria, también tienen capacidad de recibir de la legítima autoridad eclesiástica mandato de enseñar ciencias sagradas.”
Sería muy de desear, entonces, que las nuevas generaciones de profesionales egresados de nuestras Universidades católicas, además de perfeccionarse en el conocimiento de sus disciplinas y de prepararse para el ejercicio profesional de las mismas, quisieran participar en proyectos de investigación y docencia conjuntos con sus colegas de las facultades de teología. Más aún, sería enormemente benéfico que una meritoria experiencia, en la que participa ya un buen número de excelentes profesionales de diversas áreas del saber, fuera también objeto de predilección y elección por parte de estudiantes y docentes, y, sobre todo, de investigadores procedentes de las áreas de la vida y de la salud: obtener también su título en teología. Dadas las condiciones – económicas, especialmente – de muchos, una estrategia planeada en este sentido sería sumamente provechosa.
5. Por
último, el trabajo realizado a lo largo de estos capítulos nos permite llegar a
tener una visión sinóptica del problema tratado y a estar en capacidad de
presentar esquemáticamente una propuesta de acción e intervención. En algunos
de sus aspectos ya ha sido puesta en ejecución, como se indica en el Apéndice, y de ella se ha ido nutriendo;
pero no ha sido puesta en práctica en su integralidad. Esperamos que quien con
interés lea estas líneas pueda, también, aprovecharse de ella y compartirnos,
quizá, sus experiencias.
En el contexto de la Misión y el Proyecto
Educativo de la Universidad Javeriana y del Proyecto educativo del SFT del
Departamento de Teología
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Descripción de hechos
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Estrategias pedagógicas
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Cursos teológicos:
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Ejes de Formación:
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Algunas situaciones actuales juveniles y
personales propuestas por los estudiantes
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Algunas situaciones
actuales juveniles y personales vividas y/o propuestas por los estudiantes
Aborto, Paternidad responsable, Conflictualidad familiar, Experiencia
religiosa y religiosidad, Arte y espiritualidad, Deporte y espiritualidad,
Animadversión o desconfianza a la institucionalidad religiosa, Sida,
Personalidad, Valor de la vida, ¿Qué puedo corregir en mí? Alcoholismo,
Drogadicción, Autoestima y afectividad, Sexualidad, Crisis de sentido,
Psicología del desarrollo, Formación moral, Fortalecimiento de valores, Una
ventana hacia el futuro, Atención a la persona humana concreta y completa
para ayudarla a crecer en todas sus potencialidades
|
Asumimos y tenemos en
cuenta las solicitudes de cursos que la Facultad hace al Sector Deportivo en
lo que se refiere a la formación física. Formación artística en colaboración
con el Sector Cultural y la Facultad de Artes. Trabajar en combinación con
Decanatura del Medio, Sector Pastoral, Asesoría Psicológica y Facultad de
Psicología. Apoyar la realización de convivencias y ejercicios espirituales.
Realización de Talleres de Afectividad. Traer expertos a Plenarias. Emplear
como pretexto de cursos y clases estas problemáticas. Dar mayor énfasis a
estas temáticas en los primeros cursos.
|
Introducción al fenómeno religioso y a la
reflexión teológica:
Estudio comparado de las religiones y del fenómeno religioso Introducción a la teología y a la historia de la teología Introducción a la Sagrada Escritura: Nociones generales sobre los Biblia y teología bíblica Teología de la fe cristiana: ¿Qué decimos los cristianos cuando decimos “Dios”? Cristología Antropología teológica Eclesiología - Teología del laicado Los sacramentos Liturgia El diálogo interreligioso y el ecumenismo Teología de la moral cristiana: Teología Moral Fundamental Teología Moral de la Religión Teología Moral Social y DSI Teología Moral Especial Profesional: - Sexualidad, Vida, Familia, Verdad, Justicia Teología espiritual y Profesión: - Corrientes contemporáneas de espiritualidad |
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Focos
Temáticos Profesionales: Pre-Grado
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Bacteriología:
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Nutrición y Dietética:
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Microbiología Agrícola y Veterinaria:
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Ecología
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Mediante:
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Inmunología, Microbiología, Virología, Parasitología, Hematología,
Banco de Sangre y Química Clínica
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Composición, comportamiento y transformación bioquímica y
metabolismo de los Alimentos y de la Nutrición balanceada, adecuada,
suficiente y equilibrada. Planificación, desarrollo y evaluación de programas
y servicios de alimentación y nutrición
|
Diagnóstico, prevención y control de los problemas en suelos y
plantas, a través de análisis físico, químico y microbiológico, que
contribuyan a mejorar la calidad de vida y la productividad en el sector
agrícola. Obtención y análisis
microbiológico de muestras animales, correlacionando los resultados obtenidos
para contribuir al diagnóstico, prevención y control de enfermedades.
|
Los desarrollos recientes en el campo de la Ecología hacen evidente
la necesidad de ampliar el espectro del conocimiento de los sistemas
ecológicos, hasta hace poco circunscrito casi exclusivamente a la biología.
Esto implica necesariamente ir más allá de la manera como se ha trabajado
tradicionalmente en biología, incorporando de manera fundamental, aspectos de
las ciencias de la tierra y de las ciencias sociales.
Más recientemente y a raíz de la problemática ambiental resultante del impacto de las actividades humanas, se ha considerado explícitamente al hombre como uno de los componentes fundamentales de los ecosistemas. Dada la amplia gama de temas pertinentes a este campo del saber, el plan de estudio propuesto mantiene básicamente una mirada desde las ciencias naturales, pero haciendo énfasis en la dimensión espacial, las dinámicas temporales y el papel del hombre en la configuración de los ecosistemas. El plan de estudio se fundamenta en el paradigma de la complejidad y en el carácter transdisciplinar de la ecología. |
Solicitamos incrementar a seis créditos el valor de nuestras
asignaturas. Cursos específicos. Seminario interdisciplinar con profesores de
la Facultad. Comunicación de experiencias en Foros de Moral Profesional.
Desplazar el curso de Bioética para un semestre posterior a la Moral
Fundamental. Intensificar las relaciones con Bioética y con Filosofía.
|
||||
Biología:
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Las Matemáticas y los Sistemas Informáticos
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Microbiología Industrial:
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Teoría, métodos y técnicas biológicas. Conocimiento, conservación y
manejo racional de los recursos naturales, la fauna y la flora colombiana.
Investigación biológica en los campos agropecuario, de la salud, de la
industria filoterapéutica, industria de alimentos, zoocriaderos, mejoramiento
genético, etc.
|
Dominio Matemático proyectado hacia sus aplicaciones en Informática
(en el sector empresarial y en centros de investigación, en áreas como las
ciencias puras y aplicadas, algoritmos y computación, sistemas de
información, finanzas y actuaria)
|
Conocimiento, producción, control de calidad e implementación de
nuevas microbiotecnologías que contribuyan a la solución de problemas de la
comunidad (tratamiento de residuos industriales causantes de contaminación
ambiental) y del sector productivo industrial (manejo de alimentos, fármacos,
insumos comerciales y de otros bienes y servicios). Adaptación de técnicas
microbiológicas para la investigación de la microdiversidad autóctona con
capacidad de biodegradación y de producción industrial. Producción industrial
de material biológico
|
||||||
Situaciones
sociales nacionales y mundiales
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Socioeconómicas:
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Sociopolíticas:
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Socioculturales:
|
Apoyamos la realización del semestre social de la Facultad.
Proponemos campamentos-misión con nuestros estudiantes
|
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Autogestión. Extinción de especies biológicas. Educación. Salud.
Globalización y Libre mercado. Empleo
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Relaciones de poder. Violencia. Violación de Derechos Humanos.
Corrupción. Participación política. Ideologías. Relaciones internacionales
|
Eclesiales. Religiosas. Medioambiente. Exclusiones. Biología
genética. Aplicaciones tecnológicas. Nueva cultura.
Agresiones desde el interior y del exterior que sufre América Latina. Familia. El aporte de los profesionales a la solución de nuestros problemas nacionales |
||||||
Elementos de
las Ciencias Sociales y Humanas
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Asumimos y tenemos en cuenta los cursos de servicios que se
soliciten a las Facultades de Comunicación y Lenguaje y de Ciencias Sociales.
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Formación
Teológica
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(1) Privilegiamos como criterio fundamental al Ser humano, imagen
y semejanza de Dios e hijo de Dios en Cristo, cuyo desarrollo integral
abarca a todos los hombres y a todo el hombre (Proyecto de Dios para el
hombre)
|
(3) La Justicia social: En lo económico, en lo político, en
lo cultural. La comunión de bienes con los pobres y la solidaridad
|
5) Criterios pastorales
específicos: Necesidades de la Iglesia hoy: - Acrecentar la vida
cristiana mediante una vida sacramental
testimonial (personal y social) y comprometida en la historia; -
Promover el ecumenismo; - Ofrecer en la cultura de hoy un auténtico sentido
de la vida humana, en todas sus dimensiones, mediante el anuncio de la fe
cristiana; - Necesidades del laico profesional:- Necesidad de profundizar en
el razonamiento de la fe y en la fe para entender
Necesidad de avance en procesos que posibiliten una síntesis teológica: Queremos que los estudiantes puedan comenzar una reflexión conducente a una síntesis teológica y a fortalecer la relación fe-vida. Queremos que, en calidad de fruto de un esfuerzo articulador y articulante de todos estos elementos, se puedan producir unos textos de apoyo de los cursos que, en la medida de lo posible, reflejen el avance en el diálogo fe-ciencia. |
Requerimos un mayor desarrollo en la Pastoral de la Cultura
especialmente orientada al diálogo y a la colaboración con los científicos en
la academia y en la industria
|
||||
(2) Conforme a lo cual privilegiamos los siguientes valores
morales: La Vida: En
relación con la salud, en relación con la naturaleza; La Verdad: En la
actividad científica y técnica: Su investigación, comunicación, aplicación;
La Justicia: En la praxis profesional: El acto profesional, la empresa
|
(4) Asumimos como criterios: la importancia de la institución
universitaria comprendida como la comunidad de docentes y estudiantes en
torno al saber y del esfuerzo realizado en un trabajo interdisciplinar.
|
Esquema 57
Resumiendo,
pues, podemos afirmar que estas páginas nos han permitido realizar lo que
pretende el Modelo hermenéutico: nos han llevado a penetrar con nuestra mirada
en las palabras, gestos y acciones realizadas por Jesús en su tiempo así como
en su misterio personal, y a considerar esta totalidad suya en la perspectiva
niceno-constantinopolitano-calcedonense de que, siendo Él “verdadero hombre” y
“verdadero Dios”, nos revela el horizonte genérico y personal de nuestra
vocación humano-divina también para nosotros hoy. Esta percepción de la persona
de Jesús, el Cristo, nos indica hoy, en consecuencia, lo siguiente:
El
querer salvífico de Dios en su expresión actual, en lo que se refiere a las
Universidades católicas y a sus Facultades de Teología, se manifiesta de manera
particular en la constatación de la capacidad y en la necesidad humana de
investigar y de participar socialmente el conocimiento, aprendiéndolo y
enseñándolo. Dadas sus condiciones actuales, este conocimiento se obtiene
mediante diversos saberes, y cada uno de ellos va ganando y reclamando
paulatinamente su autonomía con respecto de los demás y con respecto de los
otros ámbitos de la cultura: se trata de otro indudable “signo de los tiempos”,
siempre y cuando, tales saberes no se desliguen de la intrínseca relación que
tienen con la Verdad – la verdad teo-lógica y antropológica, ciertamente, pero
también epistemológica y ética –, relación que las dimensiones religiosa y
moral, ponen en evidencia, recuerdan y urgen permanentemente. A las disciplinas
respectivas corresponde proseguir incesantemente esta misma indagación.
Este
conocimiento, por cuanto forma parte del bien humano que individual y
colectivamente deben realizar todos los hombres y mujeres, y es digno, por
tanto, de ser llamado verdaderamente obligación y derecho humano fundamental,
requiere y exige asegurar una educación – y las posibilidades reales de la
misma – que garantice simultáneamente la formación de los miembros de la
comunidad académica tanto hacia la especialización como hacia su substrato
sintético humano, y se convierte en una de las características definitorias de
las Universidades católicas. Corresponde a una bien comprendida y necesaria
flexibilidad curricular saber dar buena cuenta de ello.
A estas
mismas Universidades corresponde, en consecuencia, y de la misma manera como lo
hacía Jesús, hacer explícita en la enseñanza de estos diversos saberes su
enraizamiento común en el querer salvífico de Dios, en la verdad salvífica, e
intentar mostrarlo en forma coherente y concluyente.
De
igual modo, y finalmente, concierne a las Universidades católicas, como
expresión actual del querer salvífico de Dios, emprender, proseguir, evaluar y
mejorar sus actividades específicas relativas a la promoción y aplicación de
los diversos saberes en la comunidad en general así como a la interrelación de
los mismos en el conjunto de la enseñanza y de la investigación, hasta llegar a
ser, por este medio específico suyo, imágenes vivientes de Jesús.
Al
llegar al término de este trabajo de investigación, aspiro que sea de real
utilidad para quien lo conozca. Pero, por sobre todo, quiero dar gracias al
Señor Jesús, que me ha permitido nacer, crecer y vivir en su Iglesia y,
mediante ella, sentir el estímulo a buscarlo, encontrarlo, vivirlo y celebrarlo
a Él, que es la Verdad. En ella deseo mantenerme y dar fruto.
Por Él, con Él y en Él,
A Ti, Dios Padre todopoderoso,
En la unidad del Espíritu Santo,
Todo honor, y toda gloria.
Por los siglos de los siglos.
Amén.
Índice correspondiente a la
SEGUNDA PARTE
APLICACIÓN DEL MODELO HERMENÉUTICO DE LA TEOLOGÍA DEL DERECHO CANÓNICO A LOS CÁNONES SELECTOS SOBRE LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS
Tabla de contenido
a) El ser humano ha de ser
considerado desde lo bío-fisiológico, es decir, en su dimensión corpórea.
5) En ocasiones excepcionales, de
algún secreto se exige su revelación. La excepción a la excepción.
Notas de pie de página
[1] Así lo ha recordado S. S. BENEDICTO XVI en su discurso a la Asamblea General de los
Obispos de Italia, el 24 de mayo de 2012. Véase el texto en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/29245.php?index=29245&po_date=24.05.2012&lang=sp
[2] Entre las cuestiones que se han revisado a este propósito
encontramos: cómo se ha evidenciado esto en la experiencia de los pueblos; de
qué manera es considerado por parte de ellos que eso se ha de llevar a cabo;
qué consecuencias y exigencias pre-morales y pre-jurídicas plantea esta
condición para la vida de los individuos y de sus colectividades; etc.
Por su extensión, dejamos
para el Apéndice 5 el texto y la traducción (parcial) de la intervención del R.
P. Gianfranco GHIRLANDA, S. J., Rector de la Pontificia Universidad Gregoriana
de Roma, el día 13 de noviembre de 2009, con ocasión de la celebración, durante
los días 16 al 23 del mismo mes y año, de la XXIII Asamblea General de la FIUC
en la sede de la misma Universidad, intervención en la cual destaca temas
fundamentales que hemos ido desarrollando a lo largo de esta investigación. En:
http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/24646.php?index=24646&lang=sp#
[3] “Una teología empírica de la religión como la que aquí hemos
esbozado – escribe Joaquín Silva – no sólo exige el diálogo crítico con las
ciencias sociales y sus métodos de investigación (interdisciplinariedad), sino
una auténtica apropiación creativa de esos modos de conocimiento
(intradisciplinariedad). Como teología,
la teología empírica no puede renunciar a su propio objeto formal: la
revelación de Dios, según ha sido atestiguada por la Escritura y la Tradición
viva de la Iglesia. Como teología empírica,
sin embargo, ella deberá mostrar que, gracias a una colaboración recíproca de
las ciencias sociales, está en condiciones de verificar cómo Dios, ‘muchas
veces y de muchas maneras’ (Hb 1,1),
sigue hablando a los hombres como a
amigos para invitarlos y recibirlos en su compañía (GS 2)”. Dos anotaciones sobre el texto: aparte de que considero que
no es del todo y en todo momento conveniente la identificación y reducción de
la fe a la “religión”, si bien en algunos casos ello es perfectamente posible y
adecuado – como se ha examinado oportunamente en esta investigación – comparto
el sentir del profesor Silva sobre la relación tan creativa y necesaria que ha
de existir entre las ciencias sociales y la teología (urgente sobre todo con la
teología moral, aunque, como él muestra no sólo con ésta) en un camino de intra
y de interdisciplinariedad, sólo que no únicamente con éstas, de acuerdo con
las temáticas y métodos empleados en la presente investigación. Véase Joaquín
SILVA SOLER: “El aporte de la teología empírica para la comprensión de la
religión en la cultura actual”, en: SOCIEDAD ARGENTINA DE TEOLOGÍA (ed.): Dar razón de nuestra esperanza: el anuncio
del Evangelio en una sociedad plural Agape Libros Buenos Aires 2012
171-201, la cita en p. 196.
La “teología empírica”, si bien ha tenido un
desarrollo más sistemático en los últimos setenta años (a partir especialmente
de A. N. Whitehead), y muy especialmente hace unos treinta, sin embargo tiene
una larguísima tradición, que antecede (Aristóteles, Árabes) incluso a la toma
de conciencia del “método empírico” (Francis Bacon).Véase: Willliam DEAN: Empirical Theology: A Revisable Tradition,
en (consulta 27 de junio de 2013): http://www.religion-online.org/showarticle.asp?title=2791
[4] BENEDICTO XVI: Mensaje “To Her Excellency Professor
Mary Ann Glendon, President of the Pontifical Academy of Social Sciences”, 28
de abril del 2007, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/20173.php?index=20173&po_date=01.05.2007&lang=sp
[5] Cf. Germán NEIRA, S. J.:
Editorial de ThX 155 55/3
julio-septiembre 2005 333-342.
[6] Si bien cuando hemos tratado tiene la posibilidad y
tiene la necesidad de ser considerado en orden a su práctica, tal es la índole
del Derecho canónico, muchos de los aspectos que se desarrollarán a
continuación tienen que ver con la “función administrativa” que regula el CIC.
Ya hemos hecho alusión a la misma en el cap. II (II.4.b.1)) al tratar de la
“ejecución” y de la “aplicación” de las normas canónicas, y muy en particular
en la nt. 385, p. 175. Aún tratándose de las Universidades católicas y de algunos
cc. particulares en relación con las mismas, el asunto es tan variado y las
posibles situaciones tan diversas, que se haría imposible en este momento
tratar de abarcarlas, sistematizarlas, extraer de ellas conclusiones…
[7] El caso del Observatorio
Vaticano, v. gr., en cuyos cursos participan numerosos investigadores de muchos
países, “signo prometedor de una más grande colaboración científica para
beneficio de la entera familia humana”, en palabras del Papa BENEDICTO XVI: en
(consulta junio 2007): http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/20383.php?index=20383&po_date=11.06.2007&lang=sp
Para
conocer el elenco de los variadísimos temas sobre los que se han efectuado
desde 1998 hasta hoy “Semanas” y “Grupos” de estudio, así como las Sesiones
Plenarias de la Pontificia Academia de las Ciencias, cf. http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_academies/acdscien/documents/rc_pa_acdscien_doc_20020103_index_general_en.html
En
idéntico sentido pueden observarse los pronunciamientos efectuados por las
Asambleas Generales de la Pontificia Academia de la Vida, en: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_academies/acdlife/index_sp.htm
Y las
actividades desarrolladas por la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales,
desde 1994, en: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_academies/acdscien/documents/rc_pa_acdscien_doc_20030207_social_index_general_en.html
Sobre
las Universidades que se encuentran en la órbita de las Iglesias Orientales y
del CCEO puede verse el artículo de P. SZABÓ: “Le università nel CCEO. Le facoltà ecclesiastiche nell’opera della trasmissione
delle tradizioni orientali”, en Folia Canonica 9 2006 257-266.
Existen otras Pontificias
Academias, coordinadas en la actualidad por el Pontificio Consejo para la
Cultura, al que nos hemos referido (cf. http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/cultr/documents/rc_pc_cultr_pro_06061999_sp.html#Direcci%C3%B3n). Sobre esta coordinación y sobre la historia y tareas de dichas
Academias puede verse el documento publicado para la reunión prevista para
enero de 2010, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/25037.php?index=25037&po_date=26.01.2010&lang=sp
[8] Sin duda no se trata de una idea de fácil aplicación,
pero se debería reconocer que no es descabellada. Y el reconocimiento de ello
no proviene de una persona cualquiera, sino, nada menos, que del mismísimo
Señor Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En
efecto, S. Em. Gerhard L. MÜLLER expresó en su conferencia a los Obispos
de las Comisiones doctrinales de las Conferencias Episcopales Europeas, en
Esztergom, Hungría, el 13 de enero de 2015, las siguientes palabras conclusivas,
no sólo haciéndose eco de la norma canónica respectiva (cf. c. 809) tantas
veces citada, sino desarrollándola y aplicándola: “I
compiti propositivi assegnati alle Commissioni Dottrinali aprono un vasto campo
per molteplici iniziative, che, se messe in atto, gioveranno all’intera Chiesa.
Si può pensare alla divulgazione e al commento dei documenti del Magistero,
alla preparazione di testi di valore scientifico e dottrinalmente sicuri, alla
compilazione di una lista di libri approvati per l’insegnamento, alla
stimolazione del lavoro teologico scientifico, coltivando a questo scopo
mutue relazioni con i teologi e gli insegnanti delle Università e dei Seminari,
o all’aiuto offerto ai singoli Vescovi nel compito di seguire e discernere la
produzione teologica del proprio territorio, indicando loro una lista di
esperti per l’esame dei libri. Tutto ciò ha l’unico scopo di aiutare ciascun
Vescovo ad esercitare, con maggiore efficacia, l’affascinante ed oneroso
compito di essere maestro della fede”: en (consulta del 12 de febrero de 2015):
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/muller/rc_con_cfaith_doc_20150113_muller-esztergom_it.html (La cursiva
en el texto es mía).
[9] Cf. http://www.clerus.org/pls/clerus/cn_clerus.h_start_consult_ext?dicastero=2&tema=10&argomento=0&sottoargomento=0&lingua=5&Classe=1&operazione=ges_teleconf&rif=256&rif1=256lunedi
En este mismo contexto del
que tratamos se debe reconocer la idea feliz que se ha tenido de establecer el
"Premio Ratzinger" por parte de la "Fondazione Vaticana Joseph
Ratzinger - Benedetto XVI". Dicho premio por primera vez fue entregado el
30 de junio de 2011 por el propio Pontífice a tres importantes teólogos: al
Prof. Manlio Simonetti, italiano, laico, estudioso de la Literatura cristiana
antigua y de Patrología; al Prof. Olegario González de Cardedal, sacerdote
español, docente de Teología sistemática; y al Prof. Maximilian Heim, monje
cistercense alemán, Abad del Monasterio de Heiligenkreuz en Austria y docente de
Teología fundamental y dogmática. Más interesante, quizás, ha sido el aporte
que algunas Universidades de diversos lugares del mundo ofrecieron al Papa y a
la Fundación para efectuar dicha selección. Véase el anuncio, del 14 de junio
de 2011, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/27672.php?index=27672&lang=sp Para el año 2012 los premiados han sido el Prof. Rémi Brague, francés, laico, estudioso de la Filosofia de
las religiones, y el Rev.do Prof. Brian E. Daley, padre jesuita,
estadounidense, historiador de la Teología patrística. En (consulta del 20 de
octubre de 2012): http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/29866.php?index=29866&po_date=20.10.2012&lang=sp
[10] Mayor aún de cuanto expresan estas líneas, ha sido la respuesta
cordial, inteligente, pronta y humilde del actual Sucesor de Pedro al quererse
poner en directo contacto con millones, a través del mecanismo de “preguntas y
respuestas”: con el mundo entero. “Questo lancio è anche un’indicazione dell’importanza che
la Chiesa attribuisce all’ascolto ed è una prova della sua costante attenzione
alle conversazioni, ai commenti e ai trend (“tendencias”, en castellano) che
esprimono in maniera così spontanea ed insistente preoccupazioni e speranze
delle persone”: se lee en la Nota
correspondiente. Se trata, como será bien
conocido, de su afiliación como “follower"
y "amigo" en Twitter, según
ha sido anunciado en el día de hoy, 3 de diciembre de 2012, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/30145.php?index=30145&lang=sp#TRADUZIONE%20IN%20LINGUA%20ITALIANA
[11] Como una muy pequeña muestra de ello, se puede mencionar que
durante el año 2008 dos Estados, Brasil (13 de noviembre) y Francia (18 de
diciembre), incluyeron en sus “Acuerdos” con la Santa Sede un punto relativo al
reconocimiento mutuo de los grados y de los diplomas de enseñanza superior. Cf.
http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/23137.php?index=23137&lang=sp
[12] Acerca de las relaciones entre la Santa Sede
y los Estados, valga la pena hacer referencia al discurso del Papa BENEDICTO XVI con ocasión de una breve visita a
la Embajada de Italia ante la Sede Apostólica, el 13 de diciembre de 2008.
Decía en esa ocasión: “Esta breve visita me es propicia para recordar qué tan
consciente es la Iglesia de que «a la estructura fundamental del cristianismo
pertenece la distinción entre lo que es del César y lo que es de Dios (cf. Mt 22,21), es decir, la distinción entre
Estado e Iglesia» (Enc. Deus caritas est, 28). Tal distinción y tal autonomía no sólo la Iglesia las reconoce y respeta, sino que se alegra con ellas, como un gran progreso de la humanidad y una condición fundamental para su misma libertad y el cumplimiento de su misión universal de salvación entre todos los pueblos. Al mismo tiempo, sin embargo, la Iglesia siente como tarea suya, siguiendo los dictámenes de su propia doctrina social, argumentada «a partir de cuanto es conforme con la naturaleza de todo ser humano» (ibid.), despertar en la sociedad las fuerzas morales y espirituales, contribuyendo a abrir las voluntades a las auténticas exigencias del bien. Por esto, llamando la atención hacia el valor que tienen para la vida no sólo privada sino también y sobre todo pública algunos principios éticos fundamentales, de hecho la Iglesia contribuye a garantizar y a promover la dignidad de la persona y el bien común de la sociedad, y, en este sentido, se realiza la auspiciada verdadera y propia cooperación entre Estado e Iglesia”. En: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/23053.php?index=23053&po_date=13.12.2008&lang=sp (Traducción mía).
[13] “Artículo 1. Colombia es un Estado social de
derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con
autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y
pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la
solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general.”: Constitución Política de la República de Colombia (1991). (Cursiva
es mía).
[14] V CONFERENCIA DE LOS OBISPOS DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE: Documento conclusivo Consejo Episcopal
Latinoamericano CELAM Bogotá agosto 2007 2ª: “Capítulo 2: Mirada de los discípulos
misioneros sobre la realidad: 2.1 La realidad que nos interpela como discípulos
y misioneros”, n. 37, 55. En: http://www.celam.org/conferencias/Documento_Conclusivo_Aparecida.pdf
[15] “Los Obispos de la provincia de Buenos Aires han publicado un
comunicado en el que manifiestan algunos puntos fundamentales que deberían ser
tenidos en cuenta a la hora de elaborar el texto legal sobre una nueva Ley de
Educación Provincial […] «Con el fin de valorar cabalmente la vocación docente
y la importancia social de su misión - continua el comunicado - reivindicamos
el derecho de la Iglesia y de otras instituciones de gestión privada, a crear y
organizar sus propios Institutos de Formación Docente que les permitan asegurar
el pleno cumplimiento y aplicación de sus Proyectos Educativos
Institucionales”. Así mismo piden que se respete y garantice de acuerdo al
marco jurídico vigente el funcionamiento de un único sistema de educación
pública bajo dos gestiones: estatal y privada y que la financiación para la
gestión privada sea en condiciones equitativas respeto de las Instituciones de
gestión estatal.”: en (consulta junio de 2007): http://www.fides.org/aree/news/newsdet.php?idnews=10960&lan=spa
Puede verse la propuesta de
texto legislativo, que toma como ejemplo las soluciones de España y Alemania,
Países no-confesionales, en (consulta junio de 2007): http://www1.hcdn.gov.ar/proyxml/expediente.asp?fundamentos=si&numexp=6389-D-2006
Ante las crecientes
necesidades de una educación universitaria católica de calidad que llegue cada
día a más jóvenes y adultos, al menos como oferta razonable y efectivamente
posible, es menester inventar o repotenciar diversas formas de financiación de
la misma (papel del ICFES en Colombia, v gr.). Subsidiar, en el sentido usual,
el costo del dinero para estas entidades no es tampoco, en mi opinión, un
privilegio injusto o inequitativo en orden al bien común.
[16] Justamente, este ha sido el empeño del Em. S. Card.
Pietro PAROLIN, Secretario de Estado de la Santa Sede, al hacerse presente en
París, en la sede de la UNESCO, el 3 de junio de 2015, para dar cumplimiento al
Foro “Educar hoy y mañana” que han organizado la Misión del Observador permanente
de la Santa Sede ante dicha Organización y la Congregación para la Educación
Católica. El Foro ha tenido por objeto celebrar el LXX aniversario de la
fundación de la UNESCO, el L aniversario de la Declaración conciliar Gravissimum
educationis, documento fundamental para la educación católica, y el XXV
aniversario de la Constitución apostólica Ex corde Ecclesiae del Papa
San JUAN PABLO II, texto de referencia, como hemos analizado, para las
universidades católicas. Véase el texto en: http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2015/06/03/0424/00930.html
[17] La creación de esta institución se efectuó por parte
del S. P. BENEDICTO XVI en el Quirógrafo del 19 de septiembre de 2007, y él
mismo hizo la designación del primer Consejo directivo el 29 de octubre de
2009, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/24576.php?index=24576&po_date=29.10.2009&lang=sp así como también la ampliación del número de sus
miembros en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/24870.php?index=24870&po_date=23.12.2009&lang=sp.
[18] Como el asunto lo requiere, es necesario mirar, en particular,
las normas relativas a las Facultades eclesiásticas de Teología. No es la práctica
generalizada, pero suele presentarse que en las Universidades y Facultades
Eclesiásticas existen diferentes Departamentos dedicados a los “distintos
campos de las disciplinas sagradas” (Sapientia
Christiana, Proemio III), a las
“Áreas o Sectores” de la “fe y moral” así como de otros específicamente
teológicos (Sapientia Christiana,
Parte Segunda “Normas especiales”, “Título I Facultad de Sagrada Teología”,
art. 51); de la misma manera, se
encuentran “Áreas o Sectores” sobre los que pueden versar “estudios
eclesiásticos, además del teológico” (Sapientia
Christiana, Parte Segunda “Normas especiales”, “Título IV “Otras
Facultades”, art. 64).
Sobre este aspecto es digna
de especial atención la consideración siguiente: “Este capítulo de la
investigación puede resultar en instrumento útil al momento de identificar qué
ha recibido el país de sus conductores espirituales en materia cristológica, en
ámbitos de la moral social e individual… La abundancia de obras en una
determinada materia teológica, o la escasez en otra, pueden resultar un
indicativo precioso al momento de explicarse la fisonomía espiritual y social
de la nación colombiana… Más de una obra puede estar clasificada bajo una
materia que otros clasificarían bajo otra. Con ello no hago sino pagar tributo
a las razones de la subjetividad que, cuando se trata de ciencias humanas y no
de ciencias exactas naturales, deben tener un margen de reconocimiento, para
despecho de toda pretensión de objetividad empirista”: Gilberto DUQUE MEJÍA: Cinco siglos de producción teológica en Colombia CEJA Bogotá 2001 1ª 88
(capítulo 4).
[19] Tomo el siguiente texto de la carta enviada por el suscrito al R.
P. Víctor Martínez M., S. J., de fecha 26 de noviembre de 2006. No
necesariamente habrían de crearse desde el principio todas sus especializaciones y
subespecializaciones, ni quizás todas ellas sean prioritarias: las que están en cursiva se encuentran actualmente en
los programas de la Carrera y de la Licenciatura en Teología, en el de la
Maestría y (en algunos cursos) del SFT. Esta propuesta ha sido actualizada.
[20] Se trata de relacionar la Teología especialmente con
las Ciencias Sociales relacionadas con la cultura, la economía y la política, y
con la Filosofía (ética).
[21] En los últimos años se ha adelantado una redefinición
del Servicio de Formación Teológica, del Departamento (actualmente - 2017 - denominado Centro de Formación Teológica, acumulando antiguas y nuevas funciones) y de la misma Facultad de
Teología, que ha suscitado debates muy interesantes, tanto desde el plano
teórico como desde el práctico, que sería inoportuno reproducir en este lugar,
pero que, sin duda, urgen un mayor compartir de experiencias entre diversas
Universidades. Véase el Apéndice 2.
[22] Si bien podría entenderse que cuanto afirmaba el Cardenal
Tarcisio BERTONE en la Homilía de la
misa celebrada con ocasión del Encuentro Europeo de Docentes Universitarios,
Basílica Vaticana, 23 de junio de 2007, estuviera dirigido sólo a los docentes
universitarios de teología, ello no es así, y, por el contrario, en principio
es válido para todos los docentes, incluso no creyentes, de las Universidades,
así no sean católicas: “Queridos docentes, y, permitidme agregar, queridos
colegas, es necesario que la vida del docente esté animada y sostenida por una
formación espiritual desarrollada y sólida, síntesis vital de competencia
científica y de conocimiento teológico, necesarias para caracterizar las líneas
de investigación y para evitar la instrumentalización del saber hacia fines que
son incompatibles con la propia vida moral y el bien de la sociedad. A veces
los errores científicos y las consecuencias negativas de un proyecto cultural
pueden ser, en cierto modo, previstos y evitados, si el docente posee y crea en
su grupo de investigación una «honestidad intelectual» compartida y
comprobada”. En: http://www.vatican.va/roman_curia/secretariat_state/card-bertone/2007/documents/rc_seg-st_20070623_european-univ_it.html (Traducción mía).
[22 bis] Papa FRANCISCO: Discurso en la Basílica de San Juan de Letrán con ocasión de la Apertura del Encuentro Pastoral Diocesano sobre el tema “¡No los dejemos solos! Acompañar a los padres en la educación de los hijos adolescentes" (NON LASCIAMOLI SOLI! ACCOMPAGNARE I GENITORI NELL’EDUCAZIONE DEI FIGLI ADOLESCENTI”), del 19 de junio de 2017, en: http://w2.vatican.va/content/francesco/it/speeches/2017/june/documents/papa-francesco_20170619_convegno-ecclesiale-diocesano.html
[22 bis] Papa FRANCISCO: Discurso en la Basílica de San Juan de Letrán con ocasión de la Apertura del Encuentro Pastoral Diocesano sobre el tema “¡No los dejemos solos! Acompañar a los padres en la educación de los hijos adolescentes" (NON LASCIAMOLI SOLI! ACCOMPAGNARE I GENITORI NELL’EDUCAZIONE DEI FIGLI ADOLESCENTI”), del 19 de junio de 2017, en: http://w2.vatican.va/content/francesco/it/speeches/2017/june/documents/papa-francesco_20170619_convegno-ecclesiale-diocesano.html
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