Capítulo V
Continuación (I.2.a.3)


3) Una visión panorámica y sucinta de los factores y procesos conducentes a la humanización.

33. En el momento actual de la historia, dotada de tantas herramientas como hoy se poseen, pero asediada por tantos y opuestos intereses que buscan su favorabilidad y aquiescencia, la humanidad, los más de siete mil millones de habitantes que poblamos nuestro planeta, estamos llamados a tomar decisiones muy graves, cuyos alcances y consecuencias no solamente nos afectan en el presente, sino que tendrán repercusiones en el futuro, inmediato y lejano. Con todo, muchas de tales decisiones son tomadas prescindiendo no solamente de un riguroso y completo examen ético de las mismas – tantas veces vivimos “a la carrera”, se dice, que ni tiempo tenemos suficiente para ello –. Pero, más gravemente aún, quienes por oficio y por preparación debieran hacer dicho examen, pudieran estar descuidando un “presupuesto”, a mi juicio esencial y decisivo, que condiciona las soluciones (éticas, políticas, jurídicas) que sean propuestas.

De hecho, los más recientes pronunciamientos de la Iglesia Católica, inclusive los que están todavía en el terreno de las investigaciones provisionales, denuncian este tipo de “reduccionismo”, y se cuidan de no incurrir en él. Tal es el caso, a vía de ejemplo, de la siguiente reciente manifestación acerca de lo que ha sido y muy seguramente deberá seguir siendo su modo de proceder en estos terrenos (a semejanza de la “Bioética”, señala el documento):

“[…] es necesario ante todo (a)dirigir la mirada a los datos que pone a nuestra disposición la ciencia más actualizada, permitiéndonos conocer con gran detalle los diversos procesos a través de los cuales un nuevo ser humano inicia su existencia. Esos datos deberán (b)ser sometidos luego a la interpretación antropológica, con el fin de poner de relieve sus significados y sus valores emergentes, a los cuales, por último, es preciso hacer referencia para (c)derivar las normas morales del obrar concreto, de la praxis operativa.”[1]

En efecto, no es suficiente poseer informaciones y hacer afirmaciones de hechos – inclusive verdaderos –, y apoyarse sólo en ellos para tomar una – cualquiera – determinación (sea ella moral o jurídica). Bernard LONERGAN así bien lo distinguía:

“[…] Los juicios de valor difieren de los juicios de hecho por su contenido, pero no en su estructura. Difieren en el contenido porque se puede aprobar lo que no existe, y reprobar lo que existe. No difieren en la estructura, en cuanto en ambos se da la distinción entre criterio y significación. Ambos tienen como criterio la auto-trascendencia del sujeto, que es sin embargo puramente cognoscitiva en los juicios de hecho y tiende a ser auto-trascendencia moral en los juicios de valor. En ambos casos la significación es, o pretende ser, independiente del sujeto. Los juicios de hecho enuncian o quieren enunciar lo que es o no es; los juicios de valor enuncian o quieren enunciar lo que es verdaderamente bueno, o realmente mejor.”[2]

En esta sección pretendo presentar y comparar, e incluso contrastar con otras concepciones diferentes, nuestra “propuesta antropológica de base”, que, en todos los casos, coincide con lo que ha sido denominado una auténtica “concepción integral de la persona humana”. Se trata de una propuesta que, para ser bien comprendida, considera a los hijos de Dios no sólo observando los procesos que a través del desarrollo del universo llegaron en los períodos históricos a que “emergiera” el ser humano, como hemos hecho en la sección anterior; sino que, al examinarlo actualmente, con la debida atención, pretende hacerlo en una doble perspectiva: “sincrónica” (estática, “in actu”, radiográfica, casi que “mecánica”), es decir, en todos los aspectos que, “aquí y ahora”, comprende; pero también un una perspectiva “diacrónica” (dinámica, evolutiva, procesual, “in fieri” y en perspectiva), que necesariamente es “compleja”, es decir, que atiende, en su interacción, reciprocidad y dialéctica[3], tanto a lo individual como a lo comunitario, a lo cultural como a lo personalista: una consideración que pretende ser al mismo tiempo, humana y, vocacionalmente, divina.

Para desarrollar nuestro propósito, haremos la exposición, entre otros autores, teniendo como punto de referencia la obra ya mencionada del P. Vittorio MARCOZZI S. J.[4], quien fuera profesor de Psicología antropológica y de Antropología científica[5] en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, a la que, tomaremos como punto de referencia global, pero al que oportunamente actualizaremos en algunos conceptos y descripciones con la ayuda de estudios más recientes y especializados, y desarrollaremos en otros que consideramos oportunos para nuestro propósito.

No se trata, por supuesto, de presentar una “versión final” ni mucho menos “definitiva” de toda una serie de elementos y estructuras, cada uno de los cuales, está – y deseablemente seguirá estando – sujeto a nuevas, más profundas, más completas y positivas investigaciones. Y simplemente yo las denomino “notas” de lo que pudiéramos considerar como elementos necesarios en orden a la elaboración de una concepción “recta” e “integral” de la persona humana[i].

A diversos autores, ciertamente, habría que acudir para obtener una descripción detallada acerca de cada uno de los tópicos presentados. Sin embargo, lo que pretendemos hacer aquí será, sí, algo fundamental, pero mucho más modesto: queremos presentar, en forma casi esquemática, lo que se ha dado en llamar, no sin acierto, dimensiones constitutivas humanas, de modo que poseamos un referente logrado a partir de una introspección de la propia experiencia humana y contrastada con las observaciones realizadas por las ciencias que se ocupan de alguna manera del hombre, de modo tal que se pueda emplear como referente válido para la ética y la moral teológica, en las condiciones arriba señaladas.

34. El ser humano, ante todo, nos aparece como algo tremendamente complejo, y, más aún, misterioso. Se trata, en efecto,  del “misterio personal” que es cada uno de nosotros, y que constata el hecho de que es más lo que desconocemos de nosotros mismos, que lo que conocemos. En nuestro tiempo ha crecido la conciencia de que somos ese misterio, de alguna manera más trascendente y lleno de dignidad, exigente de respeto, sobre todo cuando se quiere llegar hasta él. A esta conciencia de dignidad se oponen, con todo, interesadas áreas de humanidad que pretenden “desencantarnos”, porque ese, el “último misterio” ha sido desvelado (cf. CIV 75).

Estamos considerando al ser humano, pues, no sólo desde la abstracción realizada por la reflexión metafísica, que gusta más de definir lo que es una persona humana, sino por lo que las ciencias dedicadas al estudio del hombre, y especialmente la psicología, suelen llamar la personalidad humana.

Se pretende, entonces, efectuar un acercamiento a los elementos integrados que la constituyen y a los elementos que influyen sobre ella, sobre una persona concreta. Esta es un ser, un ser sensible, mujer o varón, niño, joven o adulto... Se busca comprender en forma global cómo es y cómo ha llegado a ser, cuáles son los elementos que lo componen, cómo funcionan, cuáles pueden ser sus relaciones y sus recíprocos influjos, etc. Todo ello es necesario, especialmente al momento en que necesitamos conocer a la mujer y al hombre para tratarlos, y, en nuestro caso, para contribuir a su educación y al desarrollo de todo su potencial. Señala, en efecto, la Ley general de Educación de Colombia (Ley 115 de 1994):

“ARTICULO 92º. Formación del educando.
La educación debe favorecer el pleno desarrollo de la personalidad del educando, dar acceso a la cultura, al logro del conocimiento científico y técnico y a la formación de valores éticos, estéticos, morales, ciudadanos y religiosos, que le faciliten la realización de una actividad útil para el desarrollo socioeconómico del país.
Los establecimientos educativos incorporarán en el Proyecto Educativo Institucional acciones pedagógicas para favorecer el desarrollo equilibrado y armónico de las habilidades de los educandos, en especial las capacidades para la toma de decisiones, la adquisición de criterios, el trabajo en equipo, la administración eficiente del tiempo, la asunción de responsabilidades, la solución de conflictos y problemas y las habilidades para la comunicación, la negociación y la participación.”[6]

a)   El ser humano ha de ser considerado desde lo bío-fisiológico, es decir, en su dimensión corpórea[7].

35. El ser humano existe como parte del cosmos. Ampliamente lo hemos podido observar en la sección anterior. El ser humano puede ser considerado, entonces, una síntesis del universo en que habita. Pero, más aún, nace, vive y muere igual que cualquier otro viviente: tiene sus raíces en la materia, y de ella se nutre. Con todo, posee unas capacidades mayores, no es un ser pura – ni siquiera medianamente – pasivo: mediante su trabajo conoce y se apropia de esa materia, la adapta a sus necesidades y la transforma; en su actuar, a veces también la destruye, pero siempre la marca con su sello propio humano:

“Con el ejercicio infatigable de su ingenio a lo largo de los siglos, la humanidad ha realizado grandes avances en las ciencias positivas y en el campo de la técnica”[8].

El cuerpo humano inserta a cada persona, ecológicamente, en la naturaleza de la que hace parte: en él se hacen presentes todos los así llamados “reinos”[ii]. Y entre el hombre y la naturaleza, gracias al “cuerpo que él es”[9], se establecen diversas relaciones. Más aún, se establece una relación de tipo vital, porque el hombre requiere de la naturaleza para su subsistencia; pero recíprocamente también, porque la naturaleza sin el hombre carece de sentido, sin su trabajo, cuidado y puesta en producción.

Así mismo, las del todo especiales condiciones de su hábitat, le permiten diversos tipos de adaptación y de adaptabilidad, tras milenios de sucesiva evolución de sus características y de sus habilidades excepcionales, que le han llevado en nuestros tiempos, entre otras cosas, a la “creación de ambientes artificiales” para su pervivencia.

36. Se trata, en la mujer y en el hombre, de una cada vez más refinada y más compleja especialización de células, tejidos, órganos, aparatos y sistemas que son como el entramado que le permite a cada uno sentir sensaciones, expresar sentimientos, manifestar instintos y establecer relaciones con el mundo, consigo mismo y con los demás.

Se ha evidenciado, en efecto, que

“El sistema nervioso comprende el sistema nervioso central, que incluye el cerebro, la médula espinal y sus correspondientes redes neuronales, y el sistema nervioso periférico, que se comunica con las glándulas y los músculos, e incluye receptores sensoriales para ver, oír, oler, gustar, tocar y sentir.
“(Así mismo que) el aparato circulatorio, además de transportar la sangre, distribuye unos importantes agentes químicos llamados hormonas desde las glándulas al resto del cuerpo. Estos dos sistemas de comunicación son esenciales en la conducta humana”.[10]

Observemos, con todo, algunos detalles adicionales. Antes hemos tratado acerca de la conformación celular y sobre algunos procesos relativos a los complejos comienzos de su desarrollo. Profundicemos algo más en ello, pues cada vez todo esto se ha ido esclareciendo más y más con la ayuda de las ciencias biológicas y médicas. En primer término, señalemos:

“Así pues, a la luz de los logros más recientes de la embriología se pueden establecer algunos puntos esenciales reconocidos universalmente:
a) El momento que marca el inicio de la existencia de un nuevo "ser humano" está constituido por la penetración del espermatozoide en el oocito. La fecundación impulsa toda una serie de acontecimientos articulados y transforma la célula huevo en "cigoto". En la especie humana entran dentro del oocito el núcleo del espermatozoide (incluido en la cabeza) y un centríolo (el cual desempeñará un papel decisivo en la formación del huso mitótico en el acto de la primera división celular); la membrana plasmática queda fuera. El núcleo masculino sufre profundas modificaciones bioquímicas y estructurales que dependen del citoplasma ovular y que van a predisponer la función que el genoma masculino comenzará inmediatamente a desarrollar. En efecto, se asiste a la descondensación de la cromatina (inducida por factores sintetizados en las últimas fases de la ovogénesis) que hace posible la transmisión de los genes paternos.
El oocito, después del ingreso del espermatozoide, completa su segunda división meyótica y expulsa el segundo glóbulo polar, reduciendo su genoma a un número haploide de cromosomas con el fin de reconstituir, juntamente con los cromosomas llevados desde el núcleo masculino, el cariotipo característico de la especie. Al mismo tiempo, lleva a cabo una "activación" desde el punto de vista metabólico con vistas a la primera mitosis.
Siempre es el ambiente citoplasmático del oocito el que lleva al centríolo del espermatozoide a duplicarse, constituyendo así el centrosoma del cigoto. Ese centrosoma se duplica con vistas a la constitución de los microtúbulos que compondrán el huso mitótico.
Los dos set cromosómicos encuentran el huso mitótico ya formado y se disponen en el ecuador en posición de metafase. Siguen las demás fases de la mitosis y al final el citoplasma se divide y el cigoto da vida a los primeros dos blastómeros.
La activación del genoma embrional es probablemente un proceso gradual. En el embrión unicelular humano ya son activos siete genes; otros se expresan en el paso de la fase de cigoto a la de dos células.
b) La biología, y más en particular la embriología, proporcionan la documentación de una dirección definida de desarrollo: eso significa que el proceso está "orientado" – en el tiempo – en la dirección de una progresiva diferenciación y adquisición de complejidad y no puede retroceder a fases ya recorridas.
c) Otro punto ya adquirido con las primerísimas fases del desarrollo es el de la "autonomía" del nuevo ser en el proceso de autoduplicación del material genético.
d) También están estrechamente relacionados con la propiedad de la "continuidad" las características de "gradualidad" (el paso, necesario en el tiempo, de una fase menos diferenciada a la más diferenciada) y de "coordinación" del desarrollo (existencia de mecanismos que regulan en un conjunto unitario el proceso de desarrollo). A estas propiedades – al inicio casi olvidadas en el debate bioético – cada vez se les da mayor importancia en los últimos tiempos, a causa de los logros positivos que la investigación ofrece sobre la dinámica del desarrollo embrional incluso en la fase de "mórula" que precede a la formación del blastocito. El conjunto de estas tendencias constituye la base para interpretar el cigoto ya como un "organismo" primordial (organismo monocelular) que expresa coherentemente sus potencialidades de desarrollo a través de una continua integración primero entre los diversos componentes internos y luego entre las células a las que da lugar progresivamente. La integración es tanto morfológica como bioquímica. Las investigaciones que se están llevando a cabo desde hace ya algunos años no hacen más que aportar nuevas "pruebas" de estas realidades”[11].

En segundo término, acerca de la “codificación del DNA” notemos que existen tres tipos y procesos, graduales y coordinados, de desarrollo del material genético: la totipotencialidad, la pluripotencialidad y la multipotencialidad:

El DNA del individuo embrionario será esencialmente idéntico al DNA de ese mismo individuo cuando sea adulto. Sin embargo observamos que el volumen de información que lee y expresa el DNA embrionario es abrumadoramente mayor.
Totipotencialidad. Zigoto o Embrión Unicelular. En los momentos posteriores a la fecundación, el embrión unicelular – la primera célula del nuevo individuo –, tiene en su núcleo toda la información genética de un nuevo ser humano, distinto de sus padres. Ese nuevo ser unicelular posee la capacidad de empezar a desarrollar todo un individuo humano. El DNA de ese embrión está absolutamente legible, se puede expresar toda la información, se pueden leer todos los genes. A las 24 horas se produce la primera división celular. En sus primeros estadios (sus primeras divisiones celulares), el DNA del zigoto tiene la peculiaridad de permanecer puro, sin plegamientos. Por tanto, si separáramos artificialmente las dos primeras células del zigoto bicelular, comprobaríamos que cada célula generará un embrión. Estas células del embrión en sus fases iniciales se llaman células totipotenciales, es decir, que pueden dar lugar a todo un individuo.
Pluripotencialidad. A medida que el embrión sigue su desarrollo y se van produciendo más divisiones celulares, las células embrionarias se van diferenciando hacia funciones y estirpes celulares determinados. Esta diferenciación se consigue a través de los plegamientos en el DNA celular, que dejan ilegibles los genes que no va a necesitar expresar esa célula. De esta forma, cuando el embrión ya está en fase de blastocisto (7-14 días pos fecundación), si extrajéramos artificialmente las células de su Masa Celular Interna y las cultiváramos, nunca darían lugar a un embrión completo, sino a estirpes celulares determinadas por los genes que en ese momento se pueden leer. Estas células que tienen capacidad para dar lugar a cualquier estirpe celular, pero no a un embrión completo, las denominamos células pluripotenciales. En el caso descrito, estas células pluripotenciales se llamaría también células madre embrionarias o stem cell embrionarias. En sus sucesivas divisiones, la célula madre embrionaria va perdiendo su capacidad de dar lugar a todos los distintos tejidos, al tiempo que empiezan a diferenciarse, a especializarse hacia un tejido u otro. […] En el embrión existe gran cantidad de células pluripotenciales que se multiplican a gran velocidad para ir dando lugar a las diferentes partes y órganos del individuo. A medida que proliferan esas células, se van diversificando hacia un órgano u otro corporal, produciéndose la especialización: esa célula está ahí con una ubicación, y con una función concreta. Así pues, cuando el feto se encuentra aproximadamente en el tercer mes de vida (fin de la etapa de organogénesis), la mayor parte de sus células ya se hallan diferenciadas según el tipo celular que se necesita para cada órgano. […]
Multipotencialidad. La multipotencialidad se define como la capacidad de generar células, pero sólo del tipo celular del tejido al que pertenecen o residen. Estas células existen, y están presentes en la mayoría de los órganos de la economía corporal del adulto, y conviviendo en su órgano con el resto de las células diferenciadas, tiene una propiedad única: dar lugar a los distintos tipos celulares que componen el órgano en el que residen con el fin, p. ej., de renovar las poblaciones de células que van envejeciendo[…]”[12] [ii bis].

Esas mismas peculiaridades lo hacen apto no sólo para una compatibilidad interracial, sino, a nuestros ojos, expresión y posibilidad, y, más aún, manifestación plástica y concreta del reto de obtener una unidad y armonía entre todo el género humano. Algo similar afirman otros investigadores en relación con los denominados “instintos morales” (yo los denominaría quizás más adecuadamente “pre-morales”, por las razones que veremos oportunamente), que, según ellos, marcan un “código innato y evolutivo”[13]. Pero el problema es más complejo[iii], indudablemente.

Una situación particularmente interesante y significativa para muchos otros ámbitos de la vida, se da cuando el niño se enfrenta al control de sus esfínteres para la deposición y la orina, es decir, hacia el segundo año, con variaciones de tiempo entre uno y otro y entre personas. La salida de la orina, p. ej., se ocasiona por la relajación involuntaria de un esfínter que se localiza entre la vejiga y la uretra, y también por la apertura voluntaria de un esfínter en la uretra. A los niños, antes de aprender a controlar el esfínter urinario, se les escapa la orina en cuanto se llena la vejiga. Muchos niños mayores y adultos padecen un trastorno denominado enuresis, en el que el afectado no puede controlar el esfínter urinario, y cuyo origen puede deberse en algunas ocasiones a un desequilibrio emocional. El miedo o temor pueden producir enuresis temporal. En efecto,

“padres excesivamente ambiciosos al respecto, es probable que atrasen ese día feliz (del control voluntario), en lugar de adelantarlo. Forzar a un niño a que se siente en el orinal no es conveniente, ni desde el punto de vista emocional ni desde el psicológico y acarreará diversos problemas. El pequeño captará rápidamente la tensión y ansiedad de sus padres y se pondrá a su vez tenso y ansioso. Un proceso natural, que requiere cierto tiempo para ser controlado, se transformará en una obsesión anormal que afectará a madre e hijo, persistiendo, por lo general, el problema que puede llegar a afectar y perturbar la actitud del niño hacia sus funciones naturales, el acto sexual inclusive, para el resto de la vida. Igualmente los padres padecerán un deterioro nervioso, que no contribuirá a favorecer las relaciones con su hijo”[14]

37. Es cada ser humano un cuerpo sexuado, en el que se imbrican las diversas características genéticas, las “sexuales” propiamente tales y las propias de su sistema nervioso, en forma tal que se distingue específicamente de los demás seres vivos. Identidad que, así mismo, lo constituyen mujer y varón, distintos una del otro aunque complementarios, y, al mismo tiempo, necesitados entre sí para establecer mínimamente su sociabilidad constitutiva. Se trata, por supuesto, de un hecho que se ubica en el contexto biológico, punto de partida que será referido en los contextos subsiguientes al varón en cuanto esposo y a la mujer en cuanto esposa, al varón en cuanto padre y a la mujer en cuanto madre.

Al señalar este aspecto, ¿cómo no traer a la memoria las objeciones que se hacen a esta descripción que es por ella misma, al mismo tiempo, propuesta de sentido, por parte de quienes dogmatizan que esta manera de ver es, ante todo y característicamente, fruto de una “legitimación ideológica de la moralización de las conductas sexuales”, la afirmación de una “desigualdad de clase”, la “criminalización de ciertos grupos e identidades” y la “desinformación en nombre del dogma”?

Al respecto, es conveniente hacer un paréntesis muy breve, y preguntarnos si acaso

“¿Sexualidad es sinónimo de genitalidad? ¿Todos y todas las que tienen relaciones sexuales son personas sanas, equilibradas y ‘normales’? Por el contrario, ¿las que no tienen relaciones sexuales son frustradas o enfermas emocionales? Ojalá fuera tan fácil reducir la sexualidad a tener o no relaciones sexuales”[15] [iv].

En consecuencia, si se desea tener y poner en práctica una compresión de la sexualidad humana, esto es, digna de sí, es necesario considerarla no sólo en sus componentes – esenciales, sin duda – de orden biológico y fisiológico, sino también y sobre todo, bajo la perspectiva de sus significados – sobre lo cual volveremos más adelante – y de su necesidad intrínseca de ejercitarse con responsabilidad de modo que llegue a ser toda ella, especialmente en el momento de su ejercicio placentero, la expresión de un amor personal. Dichos significados, unitivo (no meramente agregativo) y procreativo, son indisociables y garantizan la humanidad y la dignidad de la sexualidad en su ejercicio (cf. c. 1061 § 1), y, por lo mismo, exigen desde su misma onticidad, la apertura consciente de los esposos a la vida, su disposición de acogida a la misma, y la entrega y donación gratuita y amorosa de sí mismos. Tales significados deben ser, pues, asegurados libre y responsablemente por la pareja desde el primer momento, inclusive y sobre todo, cuando, por alguna razón poderosa, fuera necesario acudir a alguna forma de ayuda para la fertilización, si bien no sólo en casos como estos.

Y más en particular en relación con la mujer, ¿a pesar de los cambios sociales, no sigue siendo cierto que es en la madre en quien se engendra y se madura el hijo, y por medio de ella éste es traído al mundo? No se trata ya sólo de un dato biológico, ya que el hecho de la maternidad lo supera ampliamente por las implicaciones que tiene sobre ella misma y sobre su modo de ser, sobre sus relaciones sociales, sobre la vida humana y sobre la vida en general…[16]

Así, pues, debemos afirmar que, como los descritos, muchos de los fenómenos que ocurren en el ser humano no se pueden explicar sólo por factores de tipo físico-fisiológico; por eso debemos examinar ahora otra dimensión constitutiva del ser humano.

b)   El ser humano considerado desde lo psicológico: dimensión psíquica, anímica o de interioridad del ser humano[17].

38. Como hemos dicho, la persona humana se halla enraizada en lo sensible, en lo visible, en lo tangible, en lo temporal. Esto nos permite señalar que ya también desde este punto de vista su ser es radicalmente bueno, con la bondad de que participa cuanto existe. La persona humana, con todo, emerge en medio del cosmos del que hace parte gracias a otra serie de elementos constitutivos entre los que podemos mencionar, su sensibilidad, sus sentimientos, y, especialmente, su interioridad y su racionalidad y, no sin el ejercicio de las mismas, aquellas otras capacidades que le sirven para orientar su existencia de una manera propiamente humana (nada fijista, por lo que incluye una perspectiva “más” humana). Se trata, en los seres humanos, de una racionalidad que al mismo tiempo que nos traspasa, por así decir, en toda nuestra “verticalidad”, en nuestra creación o realización como individuos humanos, posibilita y realiza, simultáneamente, nuestras relaciones con los demás, en su constitución social, “horizontalidad” – tanto la palabra (λόγος) como la ciudad (πόλις) son fruto no sólo de la interioridad sino también de la inserción y de la interacción con la cultura = la intersubjetividad: “no hay comienzo absoluto” (J. M. Mardones). Recuérdese nuestro cap. 1° –. Entre esas capacidades – que, como veremos más adelante, pueden convertir la existencia en algo “valioso” (los valores) – debemos mencionar especialmente aquellas que nos sirven para el “afrontamiento” y para la “resiliencia”, así como el amplio espectro de lo que algunos denominan – a veces no sin cierta ambigüedad, a mi parecer – la “espiritualidad” (no necesariamente “religiosa”), entendida en este contexto sobre todo como sinónimo de “trascendencia”.

Comencemos haciendo una constatación: que la racionalidad se va desarrollando a través del crecimiento individual[18] y de la interrelación social por medio de los procesos propios del entendimiento y de la voluntad (“los procesos relativos – objetivos – a las operaciones características de la persona humana en cuanto a su racionalidad”, como lo referíamos en el cap. III, I.5, p. 277s), los cuales, en las condiciones propias de cada individuo y de cada ambiente vital histórico, dan lugar a que puedan manifestarse la libertad individual, la apertura al Trascendente o Absoluto, lo que va más allá de lo visible y del tiempo, y la filiación adoptiva divina. Estos procesos se enraízan, sin embargo, en la constitución corpórea humana a la que hemos hecho referencia en la sección anterior, por lo que exigen, en nuestro contexto, algunas descripciones mayores, y, sobre todo, algunas puntualizaciones requeridas por nuestra personal mirada a la historia reciente de la “Psicología”, precisiones provenientes de nuestras opciones ontológicas, filosóficas y teológicas concernientes a la antropología.

39. Examinemos este campo, muy exploratoriamente, sin embargo, por ser sumamente amplio y complejo[19], y que requiere elementos aportados por la fisiología, pero también por la observación externa y la experimentación, así como por la introspección[20]. De tal complejidad y amplitud nace la posibilidad permanente que tiene este campo para elaborar un conocimiento científico. En efecto:

Los constitutivos físicos que expresan la personalidad humana son varios: sistemas diversos, aparatos, órganos, estructuras macro y microscópicas.

Especialmente importante es, para nuestro propósito, el sistema nervioso, y, en él, el cerebro[v], en razón de su relevancia para las manifestaciones psíquicas del sujeto[21]. Los fenómenos fisiológicos son también importantes: igualmente ellos influyen sobre la personalidad. De entre ellos se ha de tener especialmente en cuenta, como hemos dicho, el sistema endocrino u hormonal. Aparte de las diferencias existentes entre mujeres y varones en lo que se refiere a la morfología y fisiología cerebrales, los expertos señalan:

“La unidad mínima del sistema nervioso es la célula nerviosa elemental o neurona. Cuando una neurona es estimulada de forma adecuada, envía señales electroquímicas de una parte a otra del organismo. El sistema nervioso tiene 125.000 millones de neuronas, de las cuales unos 100.000 millones están en el propio cerebro.
Una de las partes del sistema nervioso periférico (SNP), el sistema nervioso somático, transmite sensaciones al sistema nervioso central (SNC) y emite órdenes a los músculos involucrados en el movimiento ordenado. Otra parte del sistema nervioso periférico, el sistema nervioso autónomo o vegetativo, incluye dos subsistemas de acciones antagónicas sobre la activación general y de diversos órganos: el sistema simpático, que activa el organismo acelerando el latido cardíaco, dilatando las pupilas, aumentando el ritmo respiratorio y liberando adrenalina (cuando una persona se enfrenta a una situación peligrosa), y el parasimpático, dominante en el reposo, que opera a la inversa [...]
La comunicación circulatoria normalmente es más lenta que la nerviosa. Las hormonas secretadas por las diferentes glándulas que forman el sistema endocrino circulan a través del cuerpo, condicionando tanto los cambios estructurales como la conducta. Las hormonas sexuales liberadas en la pubertad causarán diversos cambios en el crecimiento del cuerpo y en el desarrollo, pero también en la conducta, como la aparición de la sexualidad…”[22]

Existen, además, fenómenos psíquicos sensitivos. Sobre su comprensión y actividad existe un debate “epistemológico” muy antiguo[23], de consecuencias éticas, no completamente agotado[24]. Dichos fenómenos psíquicos sensitivos se manifiestan en:

Los sentidos externos, que son más de cinco, como hemos notado, — pues el tacto distingue sensaciones de calor, frío, dolor y presión –, reciben desde lo externo sensaciones varias, nos hacen “sentir, tener sentimientos”. Para este efecto, es necesario que la atención esté funcionando debidamente. Las mencionadas sensaciones son luego unificadas, integradas y transformadas en percepciones y puestas luego en una forma de consciencia[25] por el sentido central. Posteriores a estas sensaciones y percepciones, algunas de ellas quedan como imágenes, otras como recuerdos.

Existe, por lo tanto, una “facultad” para conservar o reproducir tales imágenes: es también otro sentido, pero interno, al que se denomina la imaginativa.

Ahora bien, las imágenes pueden ser re-presentadas por nuestra memoria o desaparecer de ella y mantenerse en un estado más o menos oculto. Forman parte de la psiché, y, aún sin ser cognoscitiva, influyen tanto sobre la conciencia como sobre el comportamiento general del individuo. Se la denomina el inconsciente. Este inconsciente abarca todas las nociones, impresiones, recuerdos, tendencias, complejos, conmociones, que no son actualmente conocidas por el individuo, pero que, sin embargo, existen e influyen sobre su conducta (¡algunos autores llegan a estimar que, mientras a la racionalidad consciente – o al conciente – le corresponde un 5% del manejo del total de nuestras acciones, a la emocionalidad inconsciente le correspondería el restante 95%!). Nuestra comprensión del término es, pues, diversa, de la visión de Sigmund FREUD (1856-1939)[26] sobre el mismo: para él el inconsciente es sólo una parte del descrito, la que es relegada por la censura o el súper—yo, y es de orden innato e instintivo, y fundamentalmente sexual. P. ej., los antiguos conocían ya la existencia de unas once tendencias[27], a las que denominaron “pasiones[28]”, y de los hábitos o costumbres. Todo ello, a nuestro entender y con base en los autores citados, lo consideramos parte del inconsciente.

De igual modo, en medio de las nociones conscientes e inconscientes existe también un margen de nociones subconscientes: se trata de impresiones, etc., no actualmente presentes, pero fácilmente reversibles a la conciencia, ya que ésta conserva con aquéllas cierta relación más o menos directa, y las puede evocar en un momento dado.

Pero en esta esfera psíquica sensitiva[29] existen también sentimientos sensitivos y tendencias o impulsos sensitivos. Los sentimientos sensitivos son estados de ánimo. En su expresión más simple pueden ser de placer o de displacer. Estos suscitan tendencias o impulsos, bien sea a favor o en contra del objeto que ha suscitado esos sentimientos. Tanto los sentimientos como las tendencias sensitivas no son “libres”, sino necesarias[30]. Una vez se presenta el fenómeno psíquico que suscita un sentimiento, no se puede no experimentar tal sentimiento, y, en consecuencia, no puede dejarse de sentir tal tendencia, de atracción o de repulsión. Se habla, entonces, de los condicionamientos que nos afectan. Tocará a la facultad intelectiva examinar si adhiere o no a los movimientos señalados por la psiché sensitiva.

Según esto, debe resaltarse que los sentimientos sensitivos y las tendencias de esa misma naturaleza son suscitados como un fenómeno de orden psíquico, y no sólo por sensaciones o conocimientos. Por lo cual, puede existir al origen de ellos — como en el caso de una emoción, p. ej., o en el despertarse de una tendencia­ – un fenómeno consciente (como serían una imagen, sensaciones, recuerdos, etc.), o un fenómeno inconsciente (como podrían ser complejos, frustraciones, reflejos condicionados). Más aún, de ellos surgirán no sólo sentimientos sino motivaciones, sean ellas, igualmente, conscientes o inconscientes, que se pueden orientar hacia nuevos aprendizajes.

De la misma forma, existe en el hombre la experiencia de su psiché intelectiva, unida a la psiché sensitiva, pero, en cierto modo, “por encima” de ella:

40. Esta facultad intelectiva organiza los procesos relativos al pensamiento y al lenguaje (cf. supra, I.2.a.1)b),   p. 808, con nt. 2091) y consta propiamente de un intelecto o entendimiento, con su capacidad de abstracción, de juicio y de raciocinio (juicios de hecho y de valor); de la libre voluntad (actos elícito e imperado); y de los sentimientos intelectivos o espirituales. A propósito del tema es oportuno mencionar al filósofo Emmanuel KANT (cf. nt. 2228, p. 929): de acuerdo con su concepción, el entendimiento (“analítica trascendental”) posee doce “categorías” a priori, una de las cuales vuelve sobre dos o más sensaciones (“estética trascendental”) uniéndolas y combinándolas de una manera o de otra. Se trata, afirmaba él, de una “tendencia innata” a clasificar, que proviene de nuestro entendimiento, cuyo resultado será el mismo e igualmente válido para todos los hombres, así sólo se refiera a los “fenómenos” y no a los “noúmenos” (“las cosas en sí”), que son incognoscibles. Corresponde, por supuesto, a la psicología experimental comprobarlo.

A este respecto creo oportuno, sin embargo, introducir el siguiente breve paréntesis: cuando, p. ej., la televisión y las demás tecnologías de la comunicación y de la información (“TICs”) se convierten en “imprescindibles” en la vida, cuando, al lado de sus innumerables benéficas posibilidades, sus efectos pueden llegar a ser también devastadores, especialmente en los más jóvenes, es necesario tomar medidas, por parte de ellos mismos y de sus educadores, orientadas a asumir en serio la importancia que tiene el desarrollo de la capacidad para la abstracción, que es fundamental para el pensamiento.

Prosigamos. El intelecto se sirve de las imágenes sensibles para llegar, mediante el proceso de abstracción, a los conceptos; y mediante el proceso intelectual, regresa a las imágenes. Nos ayuda a tomar conciencia propia de este proceso, al tiempo que lo explica y lo ejemplifica, Bernard LONERGAN en esta cita suya que me atrevo a proponer:

“[…] Las nociones trascendentales son el dinamismo de la intencionalidad consciente. Hacen pasar al sujeto de los niveles inferiores a los niveles superiores de la consciencia, del plano experimental al plano intelectual, del plano intelectual al plano racional, del plano racional al plano existencial. […] Las nociones trascendentales no solamente conducen al sujeto a la plena consciencia, y lo dirigen hacia sus propios objetivos, sino que lo proveen de criterios que le permiten conocer si está alcanzando dichos objetivos [...] La auto-trascendencia es el fruto de la intencionalidad consciente, y como ‘esta es muy compleja y exige un largo desarrollo, así también la primera. Hay un primer paso que consiste en atender a los datos de los sentidos y de la consciencia. Después, la investigación y la comprensión hacen posible la aprehensión de un mundo hipotético mediado por la significación. En tercer lugar la reflexión y el juicio alcanzan un absoluto; gracias a ellos reconocemos lo que es realmente así, y lo que es independiente de nosotros y de nuestro pensamiento. En cuarto lugar, mediante la deliberación, la evaluación, la decisión y la acción, podemos conocer y hacer, no solamente lo que nos agrada, sino lo que es verdaderamente bueno y valioso […] Porque solamente es bueno lo concreto. Además, como las nociones trascendentales de lo inteligible, lo verdadero, lo real, tienden a una inteligibilidad completa, a una verdad total, y a lo real en todos sus componentes y aspectos, así también la noción trascendental del bien tiende a una bondad que esté más allá de toda crítica. Porque esta noción consiste en el hecho de que hacemos surgir cuestiones pertinentes a la deliberación. Es el hecho de sentirnos detenidos por el desencanto que nos lleva a preguntarnos si lo que estamos haciendo es valioso o no. Ese desencanto pone a la luz los límites de cualquier realización finita, la mancha de toda perfección defectuosa, la ironía entre una ambición que se encumbra y una realización que vacila. Ese desencanto nos impulsa también hacia la altura y la profundidad del amor, pero también nos mantiene conscientes de la distancia que hay entre nuestro amor y su objetivo. En pocas palabras, la noción trascendental de bien de tal manera nos invita, nos apremia, nos acosa, que solamente podemos encontrar reposo en el encuentro con una bondad que sea totalmente inaccesible al poder de su crítica.
Los juicios de valor difieren de los juicios de hecho por su contenido, pero no en su estructura. Difieren en el contenido porque se puede aprobar lo que no existe, y reprobar lo que existe. No difieren en la estructura, en cuanto en ambos se da la distinción entre criterio y significación. Ambos tienen como criterio la auto-trascendencia del sujeto, que es sin embargo puramente cognoscitiva en los juicios de hecho y tiende a ser auto-trascendencia moral en los juicios de valor. En ambos casos la significación es, o pretende ser, independiente del sujeto. Los juicios de hecho enuncian o quieren enunciar lo que es o no es; los juicios de valor enuncian o quieren enunciar lo que es verdaderamente bueno, o realmente mejor.
Intermedias entre los juicios de hecho y los juicios de valor, están las aprehensiones del valor. Estas aprehensiones se dan en los sentimientos. Los sentimientos de que tratamos aquí no son ya los estados, las tendencias o los apetitos no intencionales que hemos descrito, y que están referidos, no a objetos, sino a causas eficientes y finales. Además, no son respuestas intencionales a objetos tales como lo agradable o lo desagradable, lo placentero o lo doloroso, lo satisfactorio o lo insatisfactorio. Porque aunque ‘estos son objetos, sin embargo son objetos ambiguos que pueden resultar ser verdaderamente buenos o malos, o sólo en apariencia. La aprehensión del valor ocurre en una categoría ulterior de respuesta intencional que acoge el valor óntico de una persona, o el valor cualitativo de la belleza, de la comprensión, de la verdad, de las acciones nobles, de los actos virtuosos, de las grandes realizaciones. Porque estamos dotados de tal manera que no solamente ponemos cuestiones que conducen a la auto-trascendencia; no solamente podemos reconocer las respuestas correctas, constitutivas de la auto-trascendencia intencional, sino que respondemos también con el estremecimiento de todo nuestro ser cuando entrevemos la posibilidad o la actualidad de la auto-trascendencia moral […]”[31]


Ahora bien, aun cuando la dependencia entre los fenómenos de la psiché intelectiva y de la sensitiva no sea directa, como se da entre efecto y causa, sino indirecta, sin embargo ella es necesaria, de tal modo que, de manera ordinaria, no puede existir vida intelectiva sin vida sensitiva. Aún más, se puede admitir, con toda probabilidad, una correlación entre perfección de la psiché sensitiva y la de la psiché intelectiva, si bien al presente no sea posible determinar más que grosso modo la mayor o menor perfección de la psiché sensitiva.

Pero ciertamente si la psiché sensitiva influye sobre la psiché intelectiva, con mayor razón la vida vegetativa influirá sobre la sensitiva, y viceversa, por cuanto se trata de fenómenos de la misma naturaleza (material), si bien de órdenes diversos y pertenecientes a un mismo individuo.

Dada la íntima relación entre los tres grados de la vida (vegetativa, sensitiva e intelectiva), un hecho material puede tener repercusiones incluso en las facultades intelectivas. Y, al contrario, un fenómeno místico intenso puede repercutir en la afectividad sensitiva y hasta en fenómenos orgánicos. Estos hechos nos permiten hablar de la “interacción entre alma y cuerpo” (psico-somática), asunto de máxima importancia sobre el que volveremos brevemente un poco más adelante.

Dos Escuelas psicológicas principales – entre otras maneras de catalogar las vertientes y perspectivas que desarrollan esta ciencia: como las de carácter mecanicista, o las que simplemente contraponen los impulsos de la libido y otras energías (químicas) similares a las fuerzas (condicionantes, obstáculos y determinismos) provenientes de la sociedad y la cultura; o las que promueven una psicodinámica o una manera de mirar la historia de la persona en sus fuerzas contrastantes y en sus etapas sucesivas frente al psicoanálisis; etc. –, sin embargo, con sus respectivos argumentos – a mi limitado juicio – no sólo se distinguen sino que se oponen – y, quizás en esa contraposición consiste su riqueza interpretativa – cuando se trata de explicar esta realidad humana tan significativa de la racionalidad y sus expresiones caracterísiticas: por un lado, encontramos la fisiológico-pragmática o conductista, y, por el otro, la cognitiva. Entre otros fenómenos que pudieran considerarse pienso que dichas Escuelas sobre todo se enfrentan cuando se estudian la “voluntad” y la “libertad” – conocida también como el “libre albedrío”, o “libre arbitrio”, especialmente en el ámbito filosófico –.

Advirtamos acerca de la voluntad que:

“Los psicólogos actuales tienden a aceptar la teoría pragmática de la voluntad. Consideran la voluntad como un aspecto o cualidad de la conducta, más que como una facultad diferenciada. Es la persona la que dispone. Este acto de voluntad se manifiesta: primero, en la fijación del interés sobre metas más o menos distantes y modelos y principios de conducta abstractos hasta cierto punto; en segundo lugar, al ponderar vías alternativas de acción y efectuar acciones deliberadas que parecen mejor calculadas para servir a principios y metas específicos; tercero, en la inhibición de impulsos y hábitos que pudieran distraer la atención, o entrar en conflicto con un principio o un fin; y, por último, en la perseverancia frente a obstáculos y frustraciones en la persecución de metas y en la adhesión a principios establecidos previamente. Entre los defectos comunes que pueden conducir a la debilidad de la voluntad figuran la ausencia de objetivos que exijan esfuerzo o de ideales y modelos de conducta que merezcan ser considerados, atención vacilante, incapacidad para resistir los impulsos o romper los hábitos, y la incapacidad para decidir entre alternativas o asumir una decisión, una vez tomada.”[32]

Con todo, los acentos que han sido hechos en el campo de la fisiología – comprendida como el estudio de las funciones de los diversos órganos y sistemas del cuerpo humano[33] – han conducido a los psicólogos a ser sumamente prácticos, y, hasta 1960, intentaron aplicar sus conocimientos en los campos de la educación y de los negocios, interesándose muy poco por procesos mentales como el relativo a la “voluntad” y, más bien, haciendo énfasis exclusivo en la “conducta”.  Los psicólogos “pragmáticos” insisten, precisamente, en este enfoque, olvidándose de los fenómenos psíquicos internos, los cuales, afirman, deben ser incluso rechazados ya que son inaccesibles mediante un estudio científico. En consecuencia, una llamada a conducir una vida “ética” parece caer en saco roto.

Por el contrario, otros autores, especialmente quienes promueven el denominado “paradigma[34] cognitivo”, a partir de 1970, sostienen que la experiencia y la vida mental, es decir, todo lo que se puede denominar fenómenos psíquicos internos es un objeto válido de estudio para la psicología científica, oponiéndose así al paradigma conductista. De esta manera, enfatizan el papel de la atención y de la memoria[vi], de la percepción, de las pautas de reconocimiento y del uso del lenguaje en el proceso del aprendizaje[vi bis], y sus estudios sobre la “motivación” son particularmente valiosos:

“Los procesos mentales superiores, como la formación de conceptos y la resolución de problemas son difíciles de estudiar. El enfoque más conocido ha sido el del procesamiento de la información, que utiliza la metáfora ‘computacional’ para comparar las operaciones mentales con las informáticas, indagando cómo se codifica la información, cómo se transforma, almacena, recupera y se transmite al exterior…”[35]

En cambio, en la perspectiva tanto de la filosofía – metafísica, antropología filosófica y ética –, el problema de la voluntad-libertad es extremadamente relevante[36], como estamos observando, y sus consecuencias las podremos ver un poco más adelante.

Detengámonos aún más, sin embargo, en este aspecto: mediante los procesos del entendimiento la persona se interroga, busca, conoce y valora en orden a la verdad. Mediante los procesos de la voluntad ella elige, decide y se ordena a sí misma realizar acciones en orden al bien. La “ética” eleva los comportamientos, las actitudes, las conductas, las motivaciones (cf. más adelante en este mismo cap. en c)7°.A), p. 972), de ahí la necesidad del esfuerzo y de la “formación de la voluntad”[37] – tan típica y urgente de una educación integral de la personalidad, sobre todo en la escuela católica (cf. c. 795) –. La voluntad, facultad racional como el entedimiento y la memoria, es susceptible de desarrollo, pero también de involución, no experimenta siempre y necesariamente un proceso lineal, ascendente e indefinido si no es bajo ejercicio continuo, de ahí que aún hasta en la edad adulta sea menester atender a ello. De ahí la delicada misión y tarea las Universidades Católicas, de las que no deberían divorciarse ni dar por sentada su existencia en los miembros de sus comunidades. Cada acto de libertad que una persona realiza es capaz de expresar la opción que haya hecho de darle un sentido a su vida, a sus relaciones con el cosmos y con sus semejantes, así como ser un paso decidido y sólido hacia la construcción de sí misma, de su realización y de su liberación.

Porque cuando una persona actúa con conciencia moral y con sentido de su responsabilidad, cultivando las propias capacidades y habilidades, y respondiendo ante unas realidades (propias o externas) que frecuentemente lo reclaman o lo invitan a cerrarse sobre sí mismo, la personalidad no sólo se despliega y enriquece, sino que llega a responder “con calidad total” a su más profunda vocación.

A pesar de lo dicho, las cosas no suelen ser tan obvias, inmediatas y, procesualmente tan lógicas. Como hemos expresado un poco antes Santo Tomás de Aquino consideraba que la voluntad nada apetece ni elige, en el orden moral, sino bajo la razón de bien[vii]. Por tanto, cuando una persona delibera acerca de la realización de un acto busca, en realidad, realizar y alcanzar algún bien o una perfección particular como medio para lograr la perfección completa de su naturaleza, alcanzar el sumo bien, y ello opera sí de una manera directa y necesaria. Contrastando tal concepción, la Neuropsicología y otras Neurociencias han llegado a establecer – p. ej. por medio de imágenes funcionales (tomografía por emisión de positrones, resonancia magnética funcional y estimulación magnética transcraneal) corroboradas por análisis bioquímicos (cf. nt. 1722) –, que en el cerebro son distintas las áreas correspondientes al “razonamiento moral” y a las “emociones morales” – hasta el punto de que el comportamiento de una persona considerada judicialmente como “criminal” es muy diferente cuando no está en el contexto de su comportamiento antisocial a su comportamiento cuando, por deseabilidad y asentimiento, se presenta en las pruebas que evalúan su juicio moral como alguien absolutamente consistente con las normas sociales y/o legales generalmente aceptadas –. Evaluar, pues, lo uno, no implica necesariamente estar evaluando también lo otro; más aún, se podría considerar que en los casos en los que se evalua una presunta conducta criminal, sea esta reactiva o calculada con frialdad, más se debiera atender a las “emociones socio-morales” que a la misma capacidad para el “razonamiento moral” y a su aplicación en la dirección de dicha conducta, si se trata de desarrollar una “política criminal” en su componente judicial. Pero no es ese nuestro actual propósito. Por eso, respondiendo la objeción, y acudiendo al análisis de Santo Tomás que en esto se asociaba al criterio de Aristóteles (cf. Ética 1), no puede calificarse de “humano” – y, en consecuencia dentro de la dimensión ética (o moral) de la cuestión –, por lo tanto, un acto o una acción que no fuera expresión completa, auténtica, deliberada, de una persona en cuanto a lo que realmente ella es, esto es, dueña realmente de sus comportamientos, mediante su razón y su voluntad, a diferencia de otros animales. Mientras más se asemejen tales acciones a las de éstos, más pueden ser denominadas “de hombre”, mas no “humanas”, y, consecuentemente, “morales” en sentido propio[38].

Actuando así, pues, el hombre va construyendo un imbricado tejido de nuevas relaciones que manifiestan su innata apertura a un cosmos al que también puede contemplar, admirar y conocer, apropiarse, transformar y amar[viii]; pero también – y ello igual aunque deplorablemente está en su mano – explotar y destruir sin consideración, y acaparar.

El cuerpo que somos llega a ser, entonces, vehículo necesario para que la persona pueda expresar inclusive lo suyo más íntimo, su pensamiento más recóndito, su proyecto más noble; para entrar en un contacto humanizante con el cosmos. Descubre que, ya en su corporeidad, existe como un ser-para, a través del cual entabla una relación “encarnada” con los demás y para, junto con ellos, diseñar y construir un proyecto histórico a todos los niveles de lo que es su cultura y son sus culturas: grupos humanos cuyas riquezas y diversidades se desarrollan amplia y armónicamente, sabiendo afrontar las dificultades, los miedos, los riesgos, las derrotas, y también las victorias... Unas comunidades que crean originales y distintos símbolos y signos para expresar – inclusive en acciones y en obras tangibles – esa interioridad característica de sus miembros y de la relación que existe entre ellos; capaces de expresar, mediante lenguajes, relaciones con sus coetáneos y con las generaciones venideras y de conservar un patrimonio común con las generaciones pasadas, en relación con lo que sienten, piensan, creen y esperan...

Por esto mismo consideramos que la “inteligencia”, o entendimiento, como preferimos aquí denominar a esta capacidad o facultad humana en esta dimensión psíquica, se refiere no sólo a la capacidad de pensar sensata y razonablemente – recogiendo, analizando, comparando y sistematizando los datos que nos proporciona la realidad a través de nuestras experiencias –, y de explicar las razones de nuestros actos; ni aún siquiera, a la capacidad para confrontar y comprobar que, efectivamente, nuestros hallazgos corresponden con esa misma realidad. Porque, encontramos que ni las mismas experiencias “emocionales”, de las que somos conscientes y capaces, terminan de definirnos a este nivel. Existe en los seres humanos, en efecto, una real capacidad – susceptible, como todas las demás, por lo tanto, de ser puesta “en acto” y de ser entrenada, encauzada y desarrollada por parte nuestra –: la capacidad de “entendimiento social”, como se la denomina[39], que se apoya, inclusive, en nuestros mismos cerebros “sociales”, pero que se expresa, también corporalmente, a través de nuestro sistema inmunológico[40], como sucede en el caso del estrés[41]. De esta manera, la “inteligencia socio-emocional” posibilita nuestra comunicación de doble vía con el mundo en que vivimos, y nuestra proyección y respuesta en él.  

41. Ahora bien: todas estas funciones relativas a las facultades intelectivas, volitivas y de la memoria[42], se dan en sujetos cuyo proceso de desarrollo se desenvuelve a través del tiempo, mediante la interrelación de sus dimensiones biofisiológico-psíquicas con su entorno socio-cultural. Al estudio de dicha interacción, o de los procesos de humanización desde el nacimiento hasta la edad adulta, se los denomina de “ontogenia”, es decir, relativos al curso del desarrollo durante el tiempo de vida de un individuo. Precisamente a la denominada “psicología evolutiva” o “psicología del desarrollo” le corresponde el estudio de la ontogenia, de la formación de conductas y de las funciones adultas, de los procesos de cambios comportamentales a lo largo del tiempo, de la evolución y de los cambios psicológicos que ocurren a lo largo de la vida humana en todo su ciclo vital. Nuestro desarrollo, en efecto, es continuo a lo largo de la vida. Los cambios se producen sobre lo que existe anteriormente y el desarrollo se orienta direccionalmente hacia una mayor complejidad. Este desarrollo es, además, un desarrollo organizado (integración paulatina de habilidades) y transcurre de forma holística (pues los avances son el resultado de interacción de distintos aspectos, nunca aislados, interdependientes, sean físicos, cognitivos o sociales). La psicología del niño que avanza para llegar a ser hombre se extiende a lo largo de una infancia prolongada – se afirma que los primeros (cinco) años de vida son especialmente críticos en orden al futuro de una identidad –; esta inmadurez y plasticidad nos facilitan el aprendizaje; el hombre nace con un repertorio de conductas reducido, lo aprende casi todo; tiene mayor capacidad de adaptación; esta plasticidad e interacción con el medio determinan las diferencias individuales, y cada contexto social, cultural e histórico determina los cambios individuales y la individualidad (personalidad)[43].

42. En conclusión, el ser humano que actualmente existe, y que es el que queremos y debemos considerar, es simultánea e indivisiblemente, espíritu encarnado, o también, carne espiritualizada: nunca se da el uno sin la otra; y ambos se implican en su totalidad, como lo hemos intentado describir. Por ello, la más íntima alegría tiene también su adecuada somatización; así como el dolor que se experimenta en algún órgano o miembro del cuerpo afecta, igualmente, a nuestro estado general emocional. Una del todo particular experiencia a este nivel se da en relación con el cuidado de nosotros mismos y de nuestra figura, que los expertos en psicología social destacan tan precisamente en relación con el concepto propio de sí, y al cual contribuyen entre otros saberes y para determinados casos (apariencia facial), p. ej., la cirugía plástica y la otorrinolaringología y, en relación con la sonrisa, la ortodoncia. 

En particular, gracias a esta dimensión psicológica y espiritual la persona es capaz, por tanto, de penetrar en el universo de los valores morales y del bien; es capaz de tomar conciencia de que su existencia, en medio de sinsabores y frustraciones, posee sentido, y de que puede optar por el bien, pero también por el mal.

Ciertamente, el ser humano no da una respuesta automática, uniforme y unívoca, cuando se le presentan diversas circunstancias (estímulos). Para que acierte en la respuesta adecuada el hombre primero analiza la realidad en la que está inserto y convierte ese haz de estímulos en "posibilidades" de ser y de actuar. Luego tendrá que elegir, y tendrá que preferir aquella posibilidad que entrará a jugar en su vida como respuesta al estímulo. Cuando obra de esa manera, en ello muestra el hombre su libertad-de la necesidad instintiva de dar una respuesta determinada: “sentir no es consentir” (refrán castellano)[44].

Pero, ¿cuál opción habrá de preferir si quiere que su ajuste con la realidad sea auténtico y le permita adquirir un equilibrio dinámico? ¿Las diversas posibilidades que se le presentan le son indiferentes, de modo que con cualquiera de sus respuestas ejercita plenamente su ser?

Más aún, en cada acto que el hombre realiza mediante el uso de su entendimiento y de su voluntad va realizando sus posibilidades preferidas: se va dando a sí mismo un hábito para actuar frente a la realidad. Esos actos, que se repiten una y otra vez, van delineando sus modos constantes de obrar y expresando a cada uno en su manera propia y muy peculiar: son hábitos que no sólo nos ayudarán a sostenernos en nuestra existencia sino que contribuirán a influir - no siempre, es verdad, de la misma manera ni con la misma intensidad - en la configuración de nuestro comportamiento ético.

43. Pero, como a diario lo podemos constatar, siempre queda un ámbito, así sea mínimo – salvas las patologías siempre posibles — para que en nuestra conciencia podamos orientar nuestra existencia y actuar movidos e inducidos por convicción interna personal:

Pero el hombre no puede orientarse al bien sino libremente… Así pues, la dignidad del hombre requiere que obre según consciente y libre elección, es decir, de una manera personal, movido e inducido desde dentro y no por un ciego impulso interno o bajo una mera coacción externa. El hombre obtiene tal dignidad cuando, liberándose de la cautividad de toda pasión, sigue su fin en una buena elección libre y se procura auxilios adecuados con eficacia y habilidad. La libertad del hombre, vulnerada por el pecado, no puede plena y eficazmente ordenarse hacia Dios si no es con la ayuda de la gracia de Dios. Y cada uno dará cuenta de su vida ante el tribunal de Dios, según que haya realizado el bien o el mal (2 Corintios 5,19)”[45].

A pesar de todo lo dicho, hay quienes, como ubicándose en uno de los extremos de un péndulo, se arrogan maximizar de tal forma el ámbito de su libertad humana que consideran que ella carece en absoluto de límites, de condicionamientos y de obstáculos; mientras, en el otro extremo, hay otros que optan por excluir la libertad por completo, dejando al ser humano en el extremo de su determinismo y fatalismo, carente de toda decisión, responsabilidad y mérito:

“Libre albedrío (es el) poder o capacidad del individuo para elegir una línea de acción o tomar una decisión sin estar sujeto a limitaciones impuestas por causas antecedentes, por la necesidad, o por la predeterminación divina. Un acto libre por entero es en sí mismo una causa y no un efecto; está fuera de la secuencia causal o de la ley de la causalidad. La cuestión de la capacidad del ser humano para determinar sus acciones es importante en la filosofía occidental, en particular en la metafísica, en la ética, así como en la teología. Por lo general, la doctrina extrema en la que se afirma la libertad de la voluntad se llama libertarismo; su opuesta, determinismo, es aquella donde la acción humana no se dispone con autonomía, sino que más bien es el resultado de influencias tales como las pasiones, los deseos, las condiciones físicas y las circunstancias externas fuera del control del individuo […]
Los psicólogos no hallaron un procedimiento para explicar de un modo fácil el libre albedrío; su método de causalidad científica implica determinismo. Los filósofos racionalistas de los siglos XVII y XVIII, que eran, hasta cierto punto, psicólogos, intentaron establecer leyes mecanicistas que incluían el fenómeno mental como si de un fenómeno físico se tratara, tal como ocurre con la gravedad; el libre albedrío, siendo anárquico por definición, no podía ajustarse a un sistema normativo. En el siglo XX, ciertos psicólogos, en especial los defensores del existencialismo, han reconocido el elemento de espontaneidad en la mente humana que se admite para situarse más allá de cualquier ley científica. Esta espontaneidad puede interpretarse como libre albedrío, o por lo menos, como una medida de autodeterminación que las personas sienten poseer y por la cual actúan y formulan juicios morales.[46]

Por el contrario, la enseñanza católica ha expresado no sólo la conciencia humana acerca de la presencia y expresión universal, así sea limitada, de la libertad. Más aún, la ha reconocido como un don excelso de Dios. Y en los campos de la teología moral, así como del Derecho canónico, su necesidad es tal, que ella es el requisito previo para que se pueda entrar a valorar tanto la moralidad de las acciones (cf. la doctrina del “pecado mortal”[47]), como para reconocer las consecuencias que posee en las tomas de decisiones fundamentales para la vida de las personas, como sucede en las que se refieren a la opción por la fe (cf. cc. 748 § 2[48] y 864-865 § 1[49]) o a la de contraer matrimonio (cf. todos los cc. acerca del “consentimiento matrimonial”, capítulo IV del Título VII, de la Parte I, del Libro IV del CIC, cc. 1095-1107)[ix].

¡Se trata, por lo tanto, de tres “antropologías” bastante diferentes! Lo curioso es que, en mi opinión, toda la doctrina jurídica actual acerca de los “derechos humanos”, o de los “derechos” sin más, tiene, precisamente, su punto de anclaje y de afirmación, en la existencia de la “libertad”, y ésta, no sólo comprendida en su vigencia política o jurídica – un reconocimiento mutuo, un acuerdo de todos por ella –, sino, precisamente, antropológica[50], como vemos en la mencionada Declaración de los derechos humanos. Tendremos que volver sobre este punto. Las consecuencias de estas posiciones tan diversas, además, nos permiten comprender las dificultades que se presentan para precisar, entre otros asuntos graves, la noción de “calidad de vida”[51] (cf. supra, cap. IV, I.4.b.1)h), p. 521; II.3.a.2), p. 769), sobre todo cuando ella es restringida a la conquista del éxito, del prestigio y a la búsqueda de la comodidad.

De igual modo, es este un asunto de tanta envergadura, que, junto con los demás aspectos que conforman y expresan la persona humana, la libertad requiere de una “educación” muy solícita, adecuada, integral y atenta, inclusive – y principalmente – por parte del sujeto mismo, de forma tal que le permita llegar a ser verdaderamente compos sui, con suficiencia y razonabilidad de juicio y capacidad para cumplir sus compromisos, adulto en el pleno sentido de la palabra (cf. Jn 9,21b), de modo especial cuando esa libertad se ejerce en el campo afectivo-sexual por parte de niños y jóvenes (c. 795)[52], así como de los candidatos al diaconado permanente y para el presbiterado[53].


En este contexto presentemos de paso una última referencia que refuerza, una vez más, en nuestra opinión, el axioma de la ya mencionada integralidad e interacción de los elementos constitutivos del compositum humanum tiene que ver con las aseveraciones que se hacen en la línea de investigación de Neil GARRETT y colaboradores[54]: que no sólo las acciones moralmente buenas contribuyen a la conformación de nuestro sistema nervioso específicamente en el cerebro sino también las moralmente malas.









Notas de pie de página


[1] Es decir, no es suficiente con tomar una determinación cualquiera en los campos jurídico-políticos, ni aún siquiera en los que tocan con la moralidad, sin “poner las cartas (antropológicas) sobre la mesa”: ¿a qué tipo de ser humano le apostamos? ¿qué tipo de ser humano es el que decimos que pretendemos defender y promover? En: PONTIFICIA ACADEMIA PARA LA VIDA: Declaración Final de la XII Asamblea General, 27 de Febrero de 2006, 1c, en: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_academies/acdlife/documents/rc_pont-acd_life_doc_20060322_xii-gen-assembly-final_sp.html
Obsérvese que tal modo de proceder es, en realidad, parcialmente, el que hemos estado siguiendo como hipótesis de trabajo de esta investigación, en particular en este capítulo, es decir, como aplicación del Modelo hermenéutico.
[2] Método en teología, o. c., p. 22, nt. 47, 40-46. Pero el problema que se nos presenta no es, sin duda, tarea fácil, por cuanto en innumerables ocasiones ocurre que las personas sufrimos de una especie de “miopía” que nos impide ver la realidad tal como ella es. En muchas ocasiones, como ocurre también con el sonido, recibimos muchas “interferencias” que nos desarreglan interiormente y nos desajustan de modo que sí podamos captar las expresiones más diversas y delicadas de los seres, incluidos nosotros mismos. El Papa JUAN PABLO II afirmaba que ello es típico de nuestra actual condición histórica, en la que se expresa una especie de antítesis en relación con lo que era, en conformidad con los relatos de Gn 2, la vocación y creación original del ser humano en el orden de cosas de Dios: “Al verse recíprocamente, como a través del misterio mismo de la creación, varón y mujer se ven a sí mismos aún más plenamente y más distintamente que a través del sentido mismo de la vista, es decir, a través de los ojos del cuerpo. Efectivamente, se ven y se conocen a sí mismos con toda la paz de la mirada interior, que crea precisamente la plenitud de la intimidad de las personas”: Audiencia general del miércoles 2 de enero de 1980, en: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/audiences/1980/documents/hf_jp-ii_aud_19800102_sp.html
[3] Por supuesto, es posible hacer otros acercamientos a esta problemática. Subrayo este aspecto “dialéctico”, pues aparentemente este texto que proponemos podría parecer muy lineal, poco contradictorio, y contraevidente con la realidad. Todo lo contrario, mi experiencia me dice cuán alto puede llegar a estar un ser humano, en lo que se refiere a la santidad – cima de humanización –, pero también, cuán bajo puede llegar a estar en su deshumanización, al menos, por lo que exteriormente se proyecta de alguien. Para hacer una profundización en esta dimensión o clave dialéctica, cf. el art. de Angelyn DRIES: “Becoming Human: A Story of Transformation through Conflict and Healing” en: The Catholic Historical Review 91/4 October 2005 776-777.
[4] Antropologia psicologica Roma PUG 1978. La traducción del texto es mía.
[5] En tal calidad, publicó escritos sobre la relación entre creación-pecado y la evolución: cf. Le origini dell'uomo Massimo Milano 1983 8ª.
[6] En (consulta noviembre de 2006): http://www.col.ops-oms.org/juventudes/Situacion/LEGISLACION/EDUCACION/EL11594.HTM Veremos más adelante la perspectiva eclesiástica de este criterio fundamental al comentar la normativa canónica.
[7] Todos y cada uno de los elementos que vamos a describir permiten y exigen, por supuesto, un estudio más profundo que el que podemos hacer aquí. Si bien iremos volviendo sobre algunos de ellos, bien vale la pena mencionar alguna obra que permita, en forma actualizada, acercarse a los conocimientos con los que trabajan la biología y la medicina hoy. La obra completa de Michel LATARJET – Alfredo RUIZ LIARD: Anatomía humana Médica Panamericana Buenos Aires 2004-2005 4ª, incluye lo siguiente: Vol. 1. Generalidades concernientes al esqueleto, las articulaciones y los músculos. Columna vertebral. Esqueleto del cráneo y de la cara. Articulaciones de la cabeza con el raquis. Músculos del cuello. Sistema nervioso central. Sistema nervioso periférico. Nervios craneales. Nervios espinales. Sistema nervioso autónomo. Órganos de los sentidos. Miembro superior. Miembro inferior. Vol. 2. Caja Torácica. Sistema cardiovascular. Vasos sanguíneos. Arterias de la gran circulación. Venas de la gran circulación. Sistema linfático. Sistema respiratorio. Sistema digestivo supradiafragmático. Pared abdominal. Cavidad abdominal y sistema digestivo infradiafragmático. Sistema urinario. Sistema genital masculino. Sistema genital femenino. Glándulas endocrinas. Entre los textos más breves podemos mencionar: Frank Henry SETTER: Atlas de anatomía humana Masson Barcelona 2003 3ª; Darío CADENA: Manual de anatomía humana CELSUS Bogotá 2001 3ª.
[8] GS 15.
[9] En palabras del filósofo Gabriel Marcel en su Manifiesto al servicio del personalismo Taurus Madrid 1976 4ª.
[10] Art. “Psicología”, en Microsoft Encarta 2006. Una descripción más amplia de este sistema y de su funcionamiento ha sido expuesta durante el primer semestre de 2011 en la nueva etapa del Seminario Interfacultades “Ciencias y Teología: Cerebro, libertad y responsabilidad”, a la que hemos dado comienzo con participación de profesores provenientes de tres Facultades de la PUJ. Puede verse un extracto de sus actas en el Apéndice 7 (p. 1661ss).
En reciente entrevista al ex alumno javeriano y médico neurólogo Rodolfo LLINÁS RIASCOS, reiteraba él que “todo lo que hacemos está ligado con el cerebro. La neurociencia lo abarca todo. Las preguntas básicas son por ejemplo, ¿qué es sentir?, ¿cómo hace uno para sentir dolor?, ¿cómo hace uno para sentir placer?” Y, para poner cierta suspicacia a su concepto, como respondiendo a algunas propuestas de solución planteadas en el pasado, añadió: “Una posibilidad es decir que son asuntos del alma, otra posibilidad es que es fisiología. De ese tipo son las preguntas que se están haciendo, ¿qué es recordar?, ¿qué es amar?, ¿qué es soñar?... Hay una posibilidad muy cercana de entender las bases fisiológicas, químicas y biofísicas del Alzheimer, y es posible que se entienda en unos 10 años cómo se produce esa alteración del cerebro. Si uno ya empieza a entender cuáles son las moléculas que cambian, se empieza a ver qué es lo que está pasando y cómo solucionarlo”: Pedro MEJÍA SALAZAR: “Colombia es un país subdesarrollado, pero la gente no”, en Hoy en la Javeriana 48/1253 noviembre-diciembre 2009 6-7. (La cursiva en el texto es mía).
[11] PONTIFICIA ACADEMIA PARA LA VIDA: Declaración final de la XII Asamblea General, 27 de febrero de 2006, en: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_academies/acdlife/documents/rc_pont-acd_life_doc_20060322_xii-gen-assembly-final_sp.html
Cf. Pilar FERNÁNDEZ BEITES: Embriones y muerte cerebral. Desde una fenomenología de la persona Cristiandad Madrid 2007.
[12] EMBRIOS.ORG: “La célula. Codificación del DNA”, en (consulta septiembre 2006): http://www.embrios.org/celula/codificacion_dna.htm
En nuestra Pontificia Universidad Javeriana se investiga, por supuesto, este campo de realidad desde múltiples intereses, como se ha dicho en otro lugar (cf. p. 837, nt. 2135). Véase, p. ej., el trabajo doctoral de Ángela Catalina SOSA MOLANO: Oral tolerance to enzyme replacement therapy in mucopolysaccharidorsis type iva (morquio a) disease Tesis (Doctor en Ciencias Biológicas). -- Pontificia Universidad Javeriana, 2012: http://biblos.javeriana.edu.co/uhtbin/cgisirsi/?ps=O4XBgnczPK/B-GENERAL/248470554/88. He aquí su resumen: “Mucopolisacaridosis tipo IVA (MPS IVA) es un trastorno autosómico recesivo causado por la deficiencia de la enzima N-acetil-galactosamina-6-suIfato sulfatasa (GALNS) que resulta en la acumulación intralisosomal de queratán sulfato y condroitin-6-sulfato. Al igual que otras enfermedades de depósito lisosomal, MPS IVA es un buen candidato para la terapia de reemplazo enzimático (TRE). La respuesta inmune contra proteínas usadas en la TRE ha sido reportada como la principal limitación en la eficacia terapéutica. En el presente estudio, el objetivo principal es inducir tolerancia oral a la encima (GALNS en un modelo de ratón previo a su uso en la TRE. Las regiones antigénicas de GALNS fueron determinadas mediante la combinación de predicciones computacionales y ensayos in-vitro/in-vivo. Diez péptidos fueron seleccionados mediante el uso de herramientas bioinformáticas y evaluadas en células de bazo de ratones tratados por TRE. Las células fueron estimuladas con los péptidos individuales o GALNS para determinar proliferación celular y secreción de citocinas. Tres péptidos indujeron una respuesta celular específica contra GALNS en los ensayos in-vitro. Uno de los péptidos más inmunodominantes y GALNS fueron utilizados para la inducción de tolerancia oral previo a la TRE, resultando en una disminución de la respuesta inmune contra GALNS con una mejora significativa de la TRE. La evaluación antigenica de GALNS tendrá aplicaciones adicionales, como la modificación de las regiones inmunogénicas, sin afectar la actividad biológica como otra estrategia para modular la respuesta inmune. Este modelo se puede extrapolar a otras enfermedades en las que la respuesta inmune dificulte el desarrollo de la TRE”.
[13] “¿Quién no conoce la diferencia entre lo bueno y lo malo? Ese conocimiento esencial, que todo mundo asume proviene de las enseñanzas de los padres, o de la instrucción religiosa o legal, podría tener un origen diferente. Marc D. Hauser, biólogo en la Universidad de Harvard, postula que las personas nacen con un código moral incorporado por la evolución en sus circuitos neuronales. En un nuevo libro, Moral Minds (“Mentes Morales”), argumenta que este código genera juicios morales instantáneos que, en parte debido a las rápidas decisiones que se tienen que tomar en situaciones de vida o muerte, son inaccesibles a la mente consciente. Las personas, por lo general, no están conscientes de este proceso porque la mente es especialista en producir racionalizaciones factibles de por qué llegó a una decisión generada subconscientemente […] Tanto los ateos como las personas que pertenecen a un amplio abanico de creencias hacen los mismos juicios morales, escribe Hauser, lo que implica «que el sistema que genera inconscientemente los juicios morales es inmune a la doctrina religiosa». El código moral universal, desde el punto de vista de Hauser, limita el comportamiento humano de manera tan estricta que muchas reglas son las mismas o muy similares en todas las sociedades: ‘como tratas, te tratarán’, ‘cuida a los niños y a los débiles’, ‘no mates’, ‘evita el adulterio y el incesto’, ‘no engañes, robes o mientas’ […] Hauser cree que el código moral puede haber evolucionado por medio del mecanismo conocido como selección de grupo. Sería más probable que un grupo unido por el altruismo hacia sus integrantes y que disuada rigurosamente a los embusteros prevalezca sobre una sociedad con menos cohesión, de manera que los genes del código moral se volverían más comunes”: Nicholas WADE: “El código moral podría ser innato y evolutivo”, en The New York Times, con El Tiempo, 12 de noviembre de 2006, 5 (edición inglesa, 31 de octubre de 2006: “An Evolutionary Theory of Right and Wrong”, en: http://select.nytimes.com/gst/abstract.html?res=FB0F12FD395B0C728FDDA90994DE404482&n=Top%2fReference%2fTimes%20Topics%2fPeople%2fW%2fWade%2c%20Nicholas)
[14] Barbara NASH – Michael BRUDENELL – Malcolm CHISWICK – Patricia GILBERT – Janet SMY: El libro de oro del niño EDAF Madrid 1982 228 (ed. inglesa: The complete book of babycare Octopus Book Limited London 1978).
[15] Gloria H.: “Revolturas. A propósito del celibato” en: El País, Octubre 24 de 2006, en: http://www.elpais.com.co/historico/oct242006/OPN/opi3.html
Profundiza en este punto tan significativo y, como se verá, fundamental en la educación de niños y de jóvenes, y en el obrar de los adultos, Mario IMPERATORI, S. J.: “La differenza sessuale tra fenomenologia e metafisica. Edith Stein e Emmanuel Lévinas” en G 90/4 2009 784-805.
La Santa Sede, por medio de Mgr. Celestino MIGLIORE, afirmó a propósito de las discusiones que se realizan en el Consejo Económico y Social de la ONU sobre “La igualdad de los sexos y la autonomización de las mujeres”, el 1° de julio de 2010: “L’autonomisation des femmes présuppose la dignité humaine universelle et, par conséquent, la dignité de tous les individus sans exception. Ce concept implique une complémentarité entre homme et femme, ce qui signifie l'égalité dans la diversité, où l’égalité et la diversité se fondent sur une donnée biologique, s'exprimant traditionnellement dans la sexualité masculine et féminine, et sur la primauté de la personne. Cela touche également les rôles à assumer et les fonctions à assurer dans la société. A cet égard, l'égalité n'est pas l'uniformité, et la différence ne signifie pas l'inégalité”: “La autonomización de las mujeres presupone la dignidad humana universal, y en consecuencia, la dignidad de todos los individuos sin excepción. Este concepto implica una complementariedad entre hombre y mujer, lo cual significa la igualdad en la diversidad, en la que la igualdad y la diversidad se fundan sobre un dato biológico, expresándose tradicionalmente en la sexualidad masculina y femenina, y sobre la primacía de la persona. Aquello corresponde igualmente con los papeles que deben asumir y con las funciones que se han de asegurar en la sociedad. A este respecto, la igualdad no es uniformidad, y la diferencia no significa desigualdad”: en (consulta agosto 2010): http://www.vatican.va/roman_curia/secretariat_state/2010/documents/rc_seg-st_20100609_migliore-gender_fr.html
[16] Tomo la idea de la reflexión del Papa FRANCISCO, 12 de octubre de 2013, comentando el n. 30 de la Carta Apostólica de San JUAN PABLO II Mulieris dignitatem, al dirigirse a un Seminario de estudio sobre el tema "Dios confía el ser humano a la mujer", promovido por el Pontificio Consejo para los Laicos con ocasión del XXV aniversario de dicha Carta. Las consecuencias que el Papa saca de este hecho son enormes tanto para la sociedad en general como para la propia comunidad eclesial. Véase el texto completo en (consulta de 15 de octubre de 2013): http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2013/10/12/0654/01473.html
[17] Existen muchísimas obras introductorias y especializadas sobre esta dimensión humana. Mencionamos solamente estas: de Charles G. MORRIS y Albert Anthony MAISTO: Introducción a la psicología Pearson Educación México 2001 10ª; la siempre importante de Gordon Willard ALLPORT: Psicología de la personalidad Paidos Buenos Aires 1961; y la reciente de John F. CROSBY: La interioridad de la persona humana: hacia una antropología personalista Ediciones Encuentro Madrid 2007.
“Si bien con diversos matices, siempre se ha entendido por alma el principio de la actividad vital, un algo de naturaleza metafísica que se halla más allá de los fenómenos y que obra como causa operante de la vida. Alma es, pues, el concepto y el término propio de la Psicología racional o especulativa, que ha sido dejado de lado por la Psicología experimental a causa de su ambigüedad. Hoy su uso ha quedado reservado a la Antropología filosófica o, si se prefiere, a la Metafísica. Se puede definir a la conciencia como la capacidad del sujeto para percibirse a sí mismo actuante o modificado. Tenemos conciencia cuando sabemos lo que está aconteciendo en nuestro Yo, ya en lo que es propio de nuestro mundo interior, ya en lo que es el mundo exterior que en él se refleja. La conciencia presenta algunas propiedades claramente diferenciadas: dinamismo, unidad o totalidad, subjetividad, intencionalidad y conocimiento certero. La vida psíquica es el objeto que estudia la Psicología y, por lo tanto, es aproximadamente un sinónimo de alma. Mas así como dijimos que la noción de alma no es muy precisa y que los investigadores difieren acerca de su exacta significación, de igual modo debemos señalar las discrepancias acerca de qué se entiende por vida psíquica. Una definición formalmente correcta sería: la vida psíquica es el conjunto de fenómenos psíquicos. Pero, claro está, queda sin resolver qué son los fenómenos psíquicos”: Bettina CAITANO: Psicología: en (consulta septiembre 2006): http://www.monografias.com/trabajos12/psicol/psicol.shtml
En las diversas ramas de los saberes existen, por supuesto, tendencias, acentos, concepciones, algunas veces confrontadas unas a otras. No se excluye de ello las que aspiran a conformar una comunidad científica y académica psicológica en la cual coexisten – se contrastan, se enriquecen – los desarrollos conceptuales y metodológicos de tres enfoques contemporáneos en este ámbito del saber: el Psicoanalítico, el Comportamental-Cognoscitivo y el Sistémico.
Valga también la ocasión para hacer la siguiente acotación: acerca de la definición actual del ámbito de acción e investigación de la Psicología, me escribe el Dr. Prof. Juan Daniel Gómez, Neuropsicólogo, que “La única disciplina científica que tiene por objeto el estudio de las relaciones mente-cerebro y desarrollo es la Psicología. Para ilustración general, por ejemplo los neurólogos, se ocupan de las funciones cerebrales básicas, tales como la motricidad o la sensación, o la neuropsicofarmacología de estas funciones. Pero cuando se trata de las funciones cerebrales superiores (juicio moral, planificación del comportamiento, memoria, pensamiento, lenguaje, etc., y su desarrollo) somos los neuropsicólogos los profesionales que exclusivamente nos ocupamos de ello, y lo hacemos, entre otras técnicas, a través de la neuroimagen funcional, técnica exclusiva de profesionales que nos ocupamos de las neurociencias cognitivas (acá si cabe un amplio grupo de disciplinas, pero la que preside la relación interdisciplinar es la neuropsicología cognitiva). Para ejercer nuestra profesión de neuropsicólogos clínicos, la división 40 de la APA y la IUPsyS (Unión Internacional de Psicología Científica) exige que como mínimo, el profesional debe haber cursado un año de internado y dos de residencia postdoctorales supervisados”. Y concluye: “También es recomendable en castellano no omitir la P al escribir psicólogos. La sicología es el tratado o estudio de la sicosis, concepto que se refiere a ciertas enfermedades irritativas e inflamatorias de la piel, especialmente de la nariz”. Carta del 22 de noviembre de 2012, a partir de un comentario a la nota periodística de la fecha “Descubren que los fetos bostezan en el útero”, en: http://www.rcnradio.com/noticias/descubren-que-los-fetos-bostezan-en-el-utero-34331 Texto en mi archivo particular.
[18] Es particularmente la aportación original de Jean PIAGET a los estudios epistemológicos. Volveremos sobre este tema un poco más adelante, al referirnos a la “psicología evolutiva”.
El Papa BENEDICTO XVI llamó la atención sobre este punto, recordando que una libertad, como hemos mencionado en otros lugares, así como una conciencia, que sea considerada solamente desde un punto de vista sujetivo, enclaustrada sobre sí misma, no lleva sino a su propia involución. Por el contrario, una libertad – y una conciencia – abierta a la libertad y al bien, brinda esperanzas hacia el futuro. Véase su discurso en Zagreb, el 4 de junio de 2011, a los Exponentes de la sociedad civil, del mundo académico, cultural y empresarial, con el Cuerpo diplomático y con los Líderes religiosos, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/27596.php?index=27596&po_date=04.06.2011&lang=sp
[19] Los trastornos mentales pueden ser producidos por una combinación aún poco conocida de factores biológicos, psicológicos e, incluso, sociales. Por eso la vida de una persona puede ser afectada tanto en su actividad física, como en sus emociones, en su pensamiento, en su conducta, en su percepción, en sus relaciones interpersonales, en su descanso, en su sexualidad o en su trabajo.
Ya hemos mencionado la fisiología al tratar de la genética. Ahora la volvemos a tener en cuenta en razón de los procesos vinculados con la “mente”. Puede verse, de manera introductoria e “integrada” al complejo asunto, la obra de SILVERTHORN, Dee Unglaub et alii: Fisiología humana. Un enfoque integrado Panamericana Bogotá 2008 4ª.
[20] Véase la nt. 2190. El campo es examinado tanto por los psicólogos como por los psiquiatras y los psicoanalistas. Los psicólogos estudian organizada y sistemáticamente la conducta y la experiencia, tanto en los seres humanos como en otros animales, cuanto sienten, piensan, aprenden y conocen para adaptarse al medio que los rodea. Sus teorías ayudan a conocer y a explicar tales comportamientos de los seres humanos, e, incluso, a predecirlos en determinadas circunstancias. Los psiquiatras, por su parte, son una rama de la medicina destinada al estudio, diagnóstico, prevención y tratamiento de las enfermedades mentales. A diferencia de los psicólogos, que también tratan e intervienen en pacientes, e incluso junto con ellos, los psiquiatras les pueden recetar medicamentos. Los psicoanalistas, por su parte, se dedican a explorar el inconsciente, de donde, según la teoría de S. Freud, provienen los conflictos de los pacientes. El psicoanálisis puede ser considerado de una triple manera: como método de investigación, según hemos dicho; pero también como método terapéutico, y, finalmente, como conjunto de teorías que buscan sistematizar los datos adquiridos por los dos métodos.
Refiriéndose a todo este campo y en el contexto de las elaboraciones epistemológicas actuales ha apuntado, sin embargo, Manuel TREVIJANO: “(A partir de Kant) lo sujetivo predomina sobre lo objetivo. El mundo ya no debe ser como lo hemos encontrado, sino como lo refabriquemos nosotros. Porque los que mandan aquí son los conceptos teóricos o abstractos. Muchos de esos conceptos escapan de toda comprobación experimental. En más de un caso ese tipo de construcciones mentales se presenta como algo estrictamente científico, y aquí ha encontrado la oposición de muchos epistemólogos y sobre todo de grupos de científicos que practican las ciencias duras. Por eso sigue abierto el problema de si la psicología, y en concreto el psicoanálisis, es o no ciencia”: En torno a la ciencia, o. c. p. 17, nt. 34, 118.
En lo que se refiere a la introspección mencionemos también un nombre sobre las funciones mentales y su relación con el cerebro: Henri BERGSON: Obras escogidas Aguilar México 1963, sobre todo el capítulo II “Del reconocimiento de las imágenes. La memoria y el cerebro” (272ss).
Reivindica los presupuestos filosófico-antropológicos de la Tradición católica al respecto, poniéndolos al día y confrontándolos con las diversas ciencias que se ocupan de este objeto de estudio, el Canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias, S. E. Marcelo SÁNCHEZ SORONDO en su conferencia “Interaction Between Two Readings: The Naturalistic and the Socratic “Know Thyself””, que puede encontrarse en: http://www.casinapioiv.va/content/dam/accademia/pdf/sv121/sv121-sanchez.pdf, Puede verse también allí la exposición del Cardenal Geoges COTIER, O.P.: “Spiritualité de l’âme”, en: http://www.casinapioiv.va/content/dam/accademia/pdf/sv121/sv121-cottier.pdf  Véase supra la nt. 2108.
[21] De ahí la importancia de campos de investigación tales como el de la neuropsicología, neurofisiología, neurología, etc. El tema ha sido aproximado desde la antigüedad, pero en los últimos tiempos los conocimientos o descubrimientos científicos parecieran a algunos haber superado las intuiciones del pasado. Por eso, una obra como la de Mark SOLMS – Oliver TURNBULL: El cerebro y el mundo interior. Una introducción a la neurociencia de la experiencia subjetiva Fondo de Cultura Económica México-Colombia 2004, es de inmensa utilidad para la clarificación del problema.
[22] Art. “Psicología”, en Microsoft Encarta 2006. Sobre las hormonas, véanse la nt. de pié de página 1722, y las finales cxxxv, cxxxvi y ccxv. Sobre el cerebro, las hormonas y el sistema hormonal, pueden verse, entre los autores más recientes: en honor a Harvey Williams Cushing (1869-1939), el llamado Williams Textbook of Endocrinology que en su 13th Edition (Elsevier Filadelfia 2016) ha sido editado por los doctores Shlomo MELMED - Kenneth S. POLONSKY - P. Reed LARSEN y Henry M. KRONENBERG; y de José BOTELLA LLUSIÁ en: J. A. F. TRESGUERRES (ed.): Hormonas, instintos, emociones Editorial Complutense Madrid 1996.
[23] Planteemos mejor el asunto haciendo algunas precisiones. De acuerdo con su “teoría del conocimiento”, descrita por Aristóteles en su tratado Del alma ("Peri, Yuchj” en Opera omnia402 a), divulgada por los Estoicos y los Peripatéticos, y posteriormente recogida por Avicena y Santo Tomás de Aquino, se sostiene que el alma – yuch, : expresión original, traducida hoy en día, sobre todo desde John Locke, como “mente” – en su estado original se encuentra “vacía”, “a la manera de un tablero en el que no hay nada escrito”: “tamquam tabula rasa ("blank slate" en inglés) in qua nihil scriptum est”. Ella sería mero “potencial”, sólo se comenzaría a llenar a medida que los sentidos le fueran proporcionando ideas, sentimientos, etc., provenientes del mundo externo y el razonamiento los fuera elaborando: lo que llamaríamos la actividad “intelectual”. En el s. XVII retomó el asunto John LOCKE (1632-1704) en su obra An Essay Concerning Human Understanding (en:  https://en.wikipedia.org/wiki/An_Essay_Concerning_Human_Understanding ). Locke no sólo se refirió a los contenidos de ese “papel en blanco”, sino que radicalizó aún más la teoría al señalar  que el “vacío” incluía también todas las maneras de elaborar dichos contenidos. De tal empirismo se derivó una consecuencia ética: que el ser humano individual, en consecuencia, es completa e indefinidamente “libre” y que cada uno produce su “carácter”: “se construye a sí mismo” – en ello tan cercano a los pensamientos de Thomas HOBBES y de Jean-Jacques ROUSSEAU –.
Emmanuel KANT (1724-1804) fue aún más perspicaz en sus análisis: en su Crítica de la razón pura retomó los postulados de Locke y enfatizó la “experiencia” por ser ella la que presenta y conoce los objetos desde la “intuición”, como denominó a la percepción sensible. Los seres humanos están dotados por una “capacidad para recibir – receptividad – las representaciones”, a la cual llamó “sensibilidad”. Pero existe en nosotros, además, otra “capacidad”: la de “pensar” los objetos que ofrece la “sensibilidad”: ello es el “entendimiento”. Cuando el entendimiento “piensa” (se vuelve sobre) dichos objetos, lo hace, no obstante, desde unas “categorías a priori: espacio y tiempo” (“formas puras de la sensibilidad”): su resultado es el “fenómeno”; en cambio, cuando el “pensar” se vuelca sobre algo que no pertenece al ámbito o dimensión de las sensaciones, a sus representaciones las denominaba Kant “puras”. Varias conclusiones se deducen de tales postulados, mencionemos dos de ellos, oportunos para nuestro tema. En primer término, que existe un límite cierto entre lo que puede ser conocido “de modo objetivo” y lo que no, es decir, entre la “ciencia” y la “metafísica”. Segunda conclusión, que las matemáticas establecen las “verdades a priori” del espacio, y estas se pueden aplicar al mundo físico.
Kant consideró, por otra parte, que las éticas anteriores a él habían sido “empíricas” (orientadas a fines y bienes), mientras su nueva propuesta ética era “formal” (regida por la ley, la importancia del deber). Esta exposición la hizo en sus obras principales Fundamentación de la Metafísica de las costumbres, Crítica de la razón práctica y Metafísica de las costumbres. Según Kant, el conocimiento “científico” debía dar paso a dicha ética de principios o “imperativos” “objetivos” y “universales”. Éstos son fruto ya no de una razón “pura” sino de una razón “práctica”. Y explicaba que había que llenar de contenidos tales imperativos universales ya que a partir de la experiencia, que es algo individual, no se pueden extraer deberes universales, sino sólo planteamientos prudenciales que son condicionados por la experiencia sensible. En consecuencia, la ética tendría que ser a priori, es decir, anterior a la experiencia, y autónoma, esto es, que la ley le venga dada desde dentro del propio individuo y no desde fuera (unos “mandamientos” “heterónomos”). Los imperativos de esta ley deben ser categóricos y no hipotéticos que son del tipo «Si quieres A entonces haz B».
Posteriormente, la tabula rasa referida al conocimiento y a la voluntad traspasó su ámbito filosófico original a otros, como el psicológico y al sociológico (cf. nt. siguiente), e, incluso, al del urbanismo. En nuestro tiempo, las Neurociencias y la Ciencia de la Computación (cf. al respecto: Matti TEDRE: The Science of Computing: Shaping a Discipline CRC Press, Taylor & Francis Boca Ratón London New York 2014) también han presentado su propia aproximación al tema. Para muchos autores de la Psicología y de la Neurobiología contemporáneas todo el córtex cerebral está programado y organizado para procesar los “inputs” (“proveer datos y señales de control a un proceso de información”) sensoriales, para controlar las acciones motoras, regular las emociones y responder de manera reflexiva. Para algunos otros, en cambio, no existen “talentos innatos” (M. Howe), o se trata, más bien, de “mecanismos de interaccion serial” que tienen qué ver con una “acción masiva” (K. Lashley). Las “genéticas del comportamiento” también han sido críticas en relación con la libertad (nt. siguiente) y con la tabla rasa a partir de estudios comparados realizados en mellizos y en personas que fueron adoptadas, destacando la importancia que en unos y otros tuvieron las fuertes influencias genéticas y los mecanismos biológicos básicos de la mente. Volveremos oportunamente sobre los “condicionamientos” y los “obstáculos” del obrar moral (cap. V., II.2 y 3, pp. 1028-1037, y cap. VI, II.3, p. 1405).
[24] La existencia de libertad en los seres humanos, por el contrario, fue contestada por Sigmund FREUD (1856-1939) quien arguyó desde el Psicoanálisis que los rasgos fundamentales de nuestra personalidad se originan en los conflictos originales de la infancia (“innatos”), aquellos que hacen referencia a la familia (“Complejo de Edipo”, descrito en La interpretación de los sueños).
En el campo de la sociología se propusieron varias objeciones a la existencia de la libertad humana, y, en este punto mencionemos especialmente la crítica de Karl MARX (1818-1883), otro autor de la denominada “trinidad de la sospecha” (en relación con la libertad), quien atribuyó deterministamente la “conciencia” (moral) y la “inteligencia” a la “clase social” en la que el individuo había crecido. Contemporáneamente surgieron en otros ambientes concepciones de tipo “eugenésico” que atribuían tales conocimientos a un componente genético, de modo que ya en los genes (o en la “sangre”) se transmitirían tales respectivas concepciones clasistas, por lo que no sería de extrañar que ideas racistas, v. gr., o las que se relacionan con la identidad de género, provinieran de dichas raíces más que en construcciones sociales.
[25] El problema del conocimiento, y, más específicamente, del conocimiento verdadero ha sido un tema tradicional y clásico de la filosofía. Abordarlo desde la perspectiva de la ciencia, en su sentido moderno, experimental, no tendría por qué dejar de lado la problemática filosófica del mismo (cf. cuanto hemos afirmado siguiendo a Manuel TREVIJANO en diversos lugares de esta obra, p. ej., p. 110 y 1708, nt. vi, y p. 1845, nt. ccxx). Un intento importante al respecto ha sido el de Willard Van Orman QUINE (1908-2000), como ha expuesto Catalina HYNES: “La Epistemología Naturalizada de Quine”, en Estudios de Epistemología, Nº 3, Instituto de Epistemología-UNT, Tucumán 2000 171-182, (aparecido en abril de 2000, consulta noviembre 2007), en: http://paideiapoliteia.org.ar/docs/ch002.htm
De esta manera, la conciencia puede ser simultáneamente investigada desde los terrenos de la psiquiatría (en el que están involucrados, a su vez, los estudios sobre el cerebro y su fisiología, sus procesos y desarrollo conducentes a operaciones tales como la cognición, la percepción, el razonamiento, la inteligencia, el aprendizaje y otros numerosos fenómenos conexos con ellas); de la psicología (comprendida como la capacidad que tenemos para valorar el presente: sus estados, el “darse cuenta”, sus relaciones con el inconsciente y con el subconsciente); de la filosofía (facultad de decidir y hacerse alguien un sujeto, actor responsable de los actos,  responsable de las consecuencias de los mismos, la percepción del bien y del mal); de la religión (conocimiento sobre el bien y el mal, actuar de acuerdo con los principios personales, “juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho”, como describe, para el caso del catolicismo, GS 16). Cf. en Wikipedia el art. “psique”, en (consulta julio 2008, revisada 2009): http://es.wikipedia.org/wiki/Psique#La_consciencia_y_la_conciencia    
[26] Fueron notables sus estudios sobre las enfermedades mentales y su tratamiento con el psicoanálisis. Llamó la atención sobre los instintos, a los que denominó “pulsiones”, y sobre los procesos inconscientes que determinan el comportamiento humano. Su influjo ha sido notable en el desarrollo de la psicología contemporánea.
[27] Según Santo Tomás de Aquino, seis de ellas corresponden al apetito concupiscible (amor, odio, deseo, aversión, alegría y tristeza), y cinco al irascible (esperanza, desesperación, audacia, temor e ira).
[28] En una perspectiva contemporánea, sin embargo, se observa un cambio en la aproximación y estimación del fenómeno, de lo cual dio cuenta la Encyclopaedia Britannica (Chicago – London – Toronto 1959) en su momento. En efecto, en esta edición se afirma la existencia de dos significados con los cuales, todavía para ese momento, era empleado en inglés el término “passion”: el primero, para referirse a la Pasión del Señor; el segundo, empleado por “feeling or emotion”, derivado de “passio”, en latín, para traducir, a su vez, el término gr. pathos, y el concepto “affectus”. Afirmaba la Encyclopaedia que se había restringido el uso de la segunda acepción, sin embargo, para expresar una “fuerte e incontrolable emoción” (cf. v. 17,357ab). En la edición de 1974 (ed. 15ª de la Micropaedia, v. 7, 787c) se conservó sólo el primero de los sentidos mencionados; en cambio, se dio amplio espacio al tratamiento de “emotion” en la Macropaedia (v. 6, 757a-766b). 
[29] En la tradición cristiana se mencionan las pasiones – imágenes, afectos –, entre las que destaca el amor. En la tradición bíblica (p. ej., Sal 84,3), como vimos en el capítulo anterior, ellas se asociaban a diversos órganos del cuerpo (el corazón, v. gr.). Para conocer acerca de las pasiones, como expresión del siquismo humano, y, de su moralidad – que depende radicalmente de la razón y de la voluntad que las dirige o es mangoneada por ellas –, puede verse en el CAICel artículo 5, “La moralidad de las pasiones”, de la tercera parte, “La vida en Cristo”, nn. 1762-1775, en:  http://www.vatican.va/archive/ESL0022/__P5V.HTM
[30] Esta reacción que se produce en el organismo se revela, como se ha dicho, no sólo en las imágenes diagnósticas sino también en los componentes bioquímicos que se producen, como ocurre con la presencia de dopamina (cf. supra, p. 928), serotonina, noradrenalina y las endorfinas, en los órganos que están involucrados. Véanse al respecto las anotaciones del cap. V, I.2.a.3)a)37, p. 924 con su nt. final cxxxvii (p. 2064); y cap. VI, 2.a.2.b), p. 1364. Sobre las hormonas-neurotransmisores, véase la nt. final ccxv.
[31] Bernard LONERGAN: Método en teología, o. c., p. 22, nt. 47, 33-60.
Este planteamiento sobre la verdad y lo verdadero compromete de forma particular a las Universidades católicas para liderar a su interior y en la sociedad una reflexión y una acción “interreligiosa”, y no sólo ecuménica, en razón de la interconexión que ella tiene con otros valores de máxima actualidad. Por ejemplo, de acuerdo con la convocación que ha hecho el S. P. BENEDICTO XVI: “La Jornada tendrá como tema: "Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz". Cada ser humano es en el fondo un peregrino en busca de la verdad y del bien. También el hombre religioso permanece siempre en camino hacia Dios: de aquí nace la posibilidad, más aún, la necesidad de hablar y dialogar con todos, creyentes o no, sin renunciar a la propia identidad o recurrir a formas de sincretismo; en la medida en que la peregrinación de la verdad se vive auténticamente, se abre al diálogo con el otro, no excluye a ninguno y compromete a todos a ser constructores de fraternidad y de paz”: "Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz", Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo, Asís, el 27 de octubre de 2011, en (consulta 4 de abril de 2011): http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/27168.php?index=27168&po_date=02.04.2011&lang=sp#TRADUZIONE%20IN%20LINGUA%20SPAGNOLA
[32] Art. “Voluntad (psicología y filosofía)”, en Microsoft Encarta 2006.
[33] Los aspectos que considera esta área médica son fundamentales y tocan con otras disciplinas. Véase, p. ej., la temática del  Congreso Internacional en Fisiología de la Adaptación y II Congreso Nacional de Fisiología en Bogotá, 18 de septiembre de 2006 a 28 de octubre de 2006: “Temáticas: Biología molecular de la Adaptación a la altitud y a la hipoxia, Ejercicio y esfuerzo físico a nivel del mar y a la altitud intermedia, Adaptación al estrés militar operacional, Comportamiento cardiopulmonar en el esfuerzo físico, Impacto clínico de la adaptación, estrés oxidativo. Dirigido a: Debido a la temática interdisciplinaria del evento se espera contar, además de fisiólogos, con médicos generales y especialistas en Neumología, Medicina del Deporte, Medicina laboral, Medicina de aviación, Rehabilitación, Psiquiatría; así como, biólogos, enfermeras, fisioterapeutas, nutricionistas, educadores físicos, profesionales de las ciencias militares y demás áreas afines.” En (consulta septiembre 2006): www.colfisis.org
[34] Acerca de Thomas Kuhn y su teoría sobre los “paradigmas” en las ciencias, cf. Ian G. BARBOUR: Religión y ciencia, o. c. p. 44, nt. 91, 213-216, especialmente. En relación con las religiones, ibíd.. 218-222.
[35] Art. “Psicología”, en Microsoft Encarta 2006. Muy oportuno es mencionar, en este contexto, los nuevos avances que ha ido logrando la Neuropsicología, a la cual se dedicaron algunas sesiones del Seminario sobre Ciencias y Teología en diálogo, de la Pontificia Universidad Javeriana, y al que referimos en el Apéndice 7 de esta obra (p. 1808).
[36] “Algunos filósofos han estimado la voluntad como similar o secundaria a otros aspectos de la personalidad. Platón creía que la psique se dividía en tres partes: razón, voluntad y deseo. Para filósofos racionalistas, como Aristóteles, santo Tomás de Aquino y René Descartes, la voluntad es el agente del alma racional que gobierna los apetitos puramente animales y las pasiones. Algunos filósofos empíricos, como David Hume, no cuentan con la importancia de las influencias racionales en la voluntad; consideran la voluntad dirigida sobre todo por la emoción. Filósofos evolucionistas como Herbert Spencer y pensadores pragmáticos como John Dewey, conciben la voluntad no como una facultad innata sino como el producto de la experiencia que evoluciona de una forma gradual como las ideas y la personalidad individual en la interacción social”: Art. “Voluntad (psicología y filosofía)”, en Microsoft Encarta 2006.
[37] En un primer nivel, nos encontramos con la “formación de la voluntad” entendida, en paralelo con la educación física, como una ejercitación para el esfuerzo, para la auto-disciplina, para soportar todo sacrificio, “voluntad férrea” se dice, hasta llegar casi a la creación de un autómata. Se trata, como se dijo arriba, de una concepción no sólo pragmática sino eficientista, que reduce la voluntad a una “fuerza” para obrar y a la tenacidad del esfuerzo. A esta tendencia se opone, sin embargo, una contraria, la de aquellos que estiman que toda expresión de disciplina y de esfuerzo deberían excluirse, sobre todo en el ámbito pedagógico.
Sin que de lo anterior podamos afirmar que todo ello no es en absoluto conveniente, hasta cierto grado al menos, existe un segundo nivel, más radical y beneficioso en mi concepto, que viven el adolescente y el joven con mayor agobio debido a su edad: nos referimos al ámbito de la voluntad comprendida como capacidad decisional de las personas, como potencia para las elecciones que ellas deben hacer en un momento dado. Y no sólo tiene que ver con aquella comparación y decisión que se hace entre lo que es moralmente bueno o malo, para lo cual se elabora un juicio de conciencia; sino entre lo que es bueno y lo que es mejor (en particular, decisiones que tienen que ver con el propio estado de vida: la soltería, el matrimonio o el presbiterado) – no sólo en sí mismo sino y sobre todo en relación con la propia persona que elabora tal comparación. Se trata de un cometido que se halla en el entrecruce del ejercicio del entendimiento y de la voluntad, el juicio de valor que elabora el discernimiento. Y, por lo menos en el caso de las elecciones referidas, justamente ello suele ocurrir – o debería ocurrir no prematuramente – durante el período de los estudios superiores, como los universitarios, o recién terminados éstos. Se debe contribuir activamente en este proceso de “formación de la voluntad” – hacia la propia auto-educación –  de acuerdo con la edad de cada sujeto. Aquí es donde, a mi juicio, se ubica una formación para aprender el dominio de sí mismo.
[38] De aquí derivará precisamente no sólo la noción de “pecado personal” sino también la de “comisión de delito” en el ámbito canónico (cc. 1311, 1321, etc.).
[39] Daniel GOLEMAN prosiguió las pistas dejadas por Robert Thornike en 1937 sobre la “inteligencia emocional”; por David Wechsler sobre los factores “afectivos, personales y sociales” (1940 y 1958); por Howard Gardner acerca de las “inteligencias múltiples” (1983), y por Salovey y Mayers (1990) quienes definieron la “inteligencia emocional” como “la forma de inteligencia social que implica la capacidad de supervisarse a uno mismo y a otros, sus sentimientos y emociones, para diferenciar entre ellos, y para utilizar esta información para conducir a la vez, el pensamiento y la acción”. Fue así, como en 1995 publicó en inglés su obra Emocional Intelligence (La inteligencia emocional Javier Vergara Buenos Aires Bogotá 1996), cuya tesis central se puede resumir así: “Es la inteligencia emocional la que nos permite tomar conciencia de nuestras emociones comprender los sentimientos de los demás, tolerar las presiones y frustraciones que soportamos en el trabajo, acentuar nuestra capacidad de trabajar en equipo y adoptar una actitud empática y social, que nos brindará más posibilidades de desarrollo personal. Presenta ideas prácticas para padres y maestros e innovadoras estrategias para ayudar a radicar la violencia y otros rasgos negativos que son la causa de muchos males que aquejan a nuestra familia y nuestra sociedad”. No son talentos naturales, señala Goleman, sino destrezas aprendidas personal-socialmente. En 2002 (en: Primal leadership: realizing the power of emotional intelligence Harvard Business School Boston Massachusetts 2002) precisó cuatro “dominios” (conciencia de sí mismo, autorregulación, empatía y habilidades sociales), que desglosó en 19 categorías. En 2006 ha sido publicada en español su obra Inteligencia social, Kairós, en la que “Goleman explica cómo estamos diseñados y fabricados para relacionarnos. La neurociencia ha descubierto que el diseño mismo de nuestro cerebro lo hace sociable, inexorablemente atraído a un íntimo enlace cerebro a cerebro cada vez que nos relacionamos con otra persona. Ese puente nervioso nos permite hacer impacto en la mente y, por ende, en el cuerpo de cualquier persona con la que interactuamos”. En efecto, “John Cacioppo, uno de los «profetas solitarios» de la inteligencia social, admitiendo el escepticismo inicial de los neurocientíficos «a estudiar todo lo que se produjera fuera del cráneo». Cacioppo, director del Centro Cognitivo de Neurociencia Social de la Universidad de Chicago, consiguió demostrar el efecto de las relaciones conflictivas en el descenso de las defensas inmunológicas”. En: Carlos FRESNEDA: “La inteligencia social de Goleman”, en El mundo 28 septiembre de 2006, en: http://www.danielgoleman.info/press/elmundo.pdf
[40] Se lo conoce también como sistema inmunitario y como sistema inmune. En los organismos se trata de un conjunto de estructuras y de procesos mediante los cuales ellos se protegen contra enfermedades: detecta, distingue y mata células patógenas, incluso cuando estas varían o evolucionan con rapidez. También organismos unicelulares como las bacterias poseen mecanismos que los defienden de virus. En los seres humanos estos mecanismos son más sofisticados, elaborados, dinámicos, eficientes y crean "memoria" para responder más rápidamente en caso de nuevos ataques por el mismo patógeno específico. Pero el sistema puede también sufrir trastornos, por defecto, como la inmunodeficiencia, o por exceso, como las enfermedades autoinmunes. Varios factores inciden en esta modulación de la sensibilidad del sistema; y desde el punto de vista fisiológico se enumeran las hormonas, pero también el descanso y el sueño, así como una dieta suficiente y adecuada, como favorables a su potenciamiento; mientras que al estrés se lo considera como perjudicador del mismo. Véase: Khansari, DN; Murgo AJ, Faith RE (1990). «Effects of stress on the immune system». Immunology Today 11 (5): pp. 170–175. Nuestra Pontificia Universidad Javeriana ha venido haciendo investigación en este campo, como se observa en la tesis doctoral de Sandra Paola SANTANDER GONZÁLEZ: Efecto inmunomodulador del galactomanano obtenido de caesalpinia spinosa y de la fracción acuosa y orgánica de petiveria alliacea sobre células dendríticas humanas derivadas de monocitos Tesis (Doctor en Ciencias Biológicas). -- Pontificia Universidad Javeriana, 2012: http://biblos.javeriana.edu.co/uhtbin/cgisirsi/?ps=JDTNVMG6Ox/B-GENERAL/248470554/88 cuyo resumen señala: “Los polisacáridos obtenidos de plantas tienen un potencial interesante como inmunomoduladores ya que pueden inducir respuesta antitumoral, debido principalmente a su complejidad molecular y a su baja toxicidad. La activación de células dendríticas (CDs) puede mejorar la respuesta antitumoral que usualmente se encuentra disminuida en los pacientes con cáncer, y en este sentido los adyuvantes constituyen una posibilidad en la inducción de esta activación. En este trabajo nosotros investigamos la actividad inmunomoduladora del Galactomanano (GLM), sobre CDs derivadas de monocitos humanos (CDDM). Las CDDM fueron estimuladas con el GLM obtenido de Caesalpinia. spinosa y los cambios fenotípicos así como la actividad funcional de estas células fue evaluada por citometria de flujo y PCR en tiempo real. Adicionalmente, la actividad fagocitica, así como la inducción de aloestimulacion de linfocitos T de las MDDC fue determinada utilizando partículas de E-coli pHrodo y tinción con carboxyfluorescein succtnimidyl ester (CFSE), respectivamente. El GLM induce la maduración fenotipica de las CDDM incrementando la expresión de CD83, CD86, CD206, y HLA-DR. Los experimentos funcionales también mostraron que estas células pierden su capacidad fagocitica pero adicionalmente aumentan su capacidad de presentar aloantigenos. Finalmente, los resultados obtenidos muestran como el GLM también tiene la capacidad de incrementar a nivel de genes y proteínas citosinas proinflamatorias como IL-ip, IL-6, IL-8, IL- 12p70, y TNF-a. Estos datos demuestran que el Galactomanano obtenido de Caesalpinia spinosa favorece la activación efectiva de las CDDM. Por lo tanto, la actividad adyuvante de este polisacárido podría tener aplicaciones terapéuticas a nivel clínico donde se necesite inducir una respuesta robusta del sistema inmune”.
[41] Las "tensiones" (en inglés "stress") que experimentan los seres vivos al percibir amenazas o demandas incrementadas de su funcionamiento son reacciones fisiológicas, respuestas naturales y necesarias, mediante las cuales los organismos activan mecanismos de defensa y supervivencia. También estos mecanismos pueden enfermar o descompensarse afectando el desarrollo normal del cuerpo y de la mente. Véase: U.S. NATIONAL LIBRARY OF MEDICINE: MedlinePlus: "Estrés", página actualizada 10 junio 2013, consulta en la fecha, en: http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/stress.html
[42] Entre los estudios recientes sobre la memoria puede mencionarse: John D. E. GABRIELI, Department Of Brain And Cognitive Sciences (MIT) – Alex MARTIN, Laboratory Of Brain And Cognition (National Institute of Mental Health) – Larry R. SOUIRE, San Diego Veteran Affaire Medical Center and University of California, San Diego, en: Larry R. SOUIRE – Eric R. KANDEL: Memory, from mind to molecules W. H. Freeman; New Ed edition May 15, 2000. La revista NationalGeographic (español) 21/5 noviembre 2007 recoge dos artículos sobre el mismo asunto: Joshua FOER: “No lo olvide. En los archivos del cerebro, nuestra vida perdura o desaparece”, 2-25, en donde se afirma: “Durante el último milenio, muchos de nosotros hemos sufrido un profundo cambio. Poco a poco hemos reemplazado nuestra memoria interna con una superestructura de auxiliares tecnológicos que hemos inventado a fin de no tener que almacenar información en nuestro cerebro” (19); Maggie STEBER: “Cuando se acaba la memoria”, 26-27. Puede ampliarse la noticia en (consulta noviembre 2007): http://ngenespanol.com/?s=cerebro   
[43] Cf. Álvaro MARCHESI - Mario CARRETERO - Jesús PALACIOS (Comp.): Psicología evolutiva Alianza, Madrid 1983; información adicional en (consulta octubre 2006): http://pdf.rincondelvago.com/psicologia-evolutiva_15.html
[44] Este punto, como se ve, es de gran trascendencia y consuelo, no sólo en el plano intelectual, sino, principalmente en el existencial y educativo. No todos lo captan certeramente, sin embargo. En la teología moral, la sección dedicada a la “ascética y mística” – que, por su importancia han exigido una “especialización” propia dentro de la teología – se pueden mencionar varios textos a este propósito. Pero, por su oportunidad y concisión, menciono sólo el texto de s. Francisco DE SALES: Introducción a la vida devota, quien, en el capítulo IV, trata, precisamente, de “El sentir y el consentir: dos bellos ejemplos acerca de este punto”. En (consulta septiembre 2006): http://es.catholic.net/biblioteca/libro.phtml?consecutivo=436&capitulo=5122
[45] GS 20.
[46] Art. “Libre albedrío”, en Microsoft Encarta 2006.
[47] “Sin el conocimiento que la Revelación divina nos da de Dios no se puede reconocer claramente el pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente como un defecto de crecimiento, como una debilidad psicológica, un error, la consecuencia necesaria de una estructura social inadecuada, etc. Sólo en el conocimiento del designio de Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarle y amarse mutuamente”: CAICn. 387; cf. nn. 1739-1742; 1749.
[48] “A nadie le es lícito jamás coaccionar a los hombres a abrazar la fe católica contra su propia conciencia”.
[49] C. 864: “Es capaz de recibir el bautismo todo ser humano aún no bautizado, y sólo él”. C. 865 § 1: “Para que pueda bautizarse a un adulto, se requiere que haya manifestado su deseo de recibir este sacramento…” Cf. Declaración DH 10a.
[50]Libertad, capacidad de autodeterminación de la voluntad, que permite a los seres humanos actuar como deseen...” “Otro conceptos relacionados con la libertad en general son las libertades cívicas, que son respetadas o no por diferentes tipos de gobierno. A diferencia de la libertad a secas, las libertades cívicas son la capacidad de realizar diferentes actos sin que el estado penalice la actividad.” Cf. Art. “Libertad”, en Microsoft Encarta 2006 y http://es.wikipedia.org/wiki/Libertad#Libertades_c.C3.ADvicas
Los pronunciamientos del magisterio de la Iglesia Católica en relación con la libertad en la esfera de lo público, del Estado y de las Relaciones Internacionales, en medio de las vicisitudes de cada época, se hicieron cada vez más enfáticas y cuestionadoras a partir del pontificado del Papa Pío VI (enc.  Quod aliquantulum de 1791), pasando por Gregorio XVI (enc. Mirari vos, 1832), por León XIII (enc. Libertas praestantissimum, 1887 y Rerum novarum 1891), por Pío XI (enc. Divini Redemptoris 1937), por Pio XII (radiomensaje de navidad de 1942), hasta llegar a Juan XXIII, cuando también, cada vez más, se la ha vinculado con el derecho en general y con los derechos humanos, individuales, sociales, intergeneracionales, etc. (cf. enc. Pacem in terris de 1963); al Concilio Vaticano II  (GS 22, de 1965; DH 1-2 de 1965); al Sínodo de los Obispos sobre la “Justicia” (1971); a Juan Pablo II (LE 16; SRS 21; CA 47); y a Benedicto XVI (p. ej., CIV 6; 11; 22; 25; 27; 28; 29; 32; 37; 41; 43; 44; 47; 51; 56; 62; 63; 64; 67; DCE 26; 28; 30; SS 15; 43; 44).
La constatación de un problema de fondo “antropológico” en el ámbito de las relaciones internacionales ha sido también puesto en evidencia por el representante pontificio ante la ONU, Mons. Dominique MAMBERTI, a propósito de la importancia de la Regla del derecho como manera de proceder ante los diversos conflictos, el 1° de octubre de 2012: “c'est-à-dire à un manque d’entente commune sur ce qu’est véritablement l’homme… si l’on s’en tient à une vision anthropologique qui, sans nier en théorie l’importance de la dignité et des droits fondamentaux de la personne, relègue la dimension profonde de celle-ci et son unicité au rang de facteurs secondaires, et fait prévaloir des concepts collectifs vagues, réduisant la personne à la simple catégorie de « consommateur » ou « d’agent de production du marché ». La personne humaine n'est pas un simple numéro dans la masse de la population mondiale et celle-ci ne peut être vue avec froideur ou suspicion, comme un danger menaçant les équilibres sociaux et l'environnement: il s'agit d'hommes et de femmes, chacun avec sa dignité et ses droits, et les visions idéologiques qui n'en tiennent pas compte conduisent irrémédiablement à la désintégration sociale et au conflit. Dans ce sens, il faut rejeter les tentatives de concevoir les Objectifs du Millénaire pour le développement et l’agenda de développement post-2015, ainsi que l'interprétation des traités sur les droits de l'homme, sur la base d’une vision réductrice et relativiste de l'homme, qui, usant habilement des expressions ambigües, menace le droit à la vie et tend à une déconstruction du modèle de la famille, fondée sur l’union d’un homme et d’une femme, orientée à la procréation et à l'éducation des enfants. Ces tentatives risquent, au final, d’affaiblir irrémédiablement la crédibilité et la légitimité de l’Organisation des Nations Unies en tant qu’instrument universel pour une coopération et une paix durables”, ha afirmado él. En: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/29769.php?index=29769&po_date=02.10.2012&lang=sp
Las relaciones de la Psicología, en cuanto disciplina, con otras disciplinas, como es el caso del Derecho, son de mutuo auxilio y se encuentran en muy diversos asuntos. Cf., a vía de ejemplo, el art. de Jorge Alejandro GARCÍA PÉREZ: “¿Existe una relación entre el Derecho Privado y la Psicología?”, en Psiké, Revista académica estudiantil de psicología, Bogotá 8/1 ene-jun 2010 61-66.
[51] En efecto, será bien diversa la estimación de unas “condiciones de vida” o de una “calidad de vida” si se las mira en perspectiva de “vida eterna”, o de “vida”, a secas, o bien, bajo una consideración solamente intramundana; y, ésta, a su vez, tanto si se ubica en el plano del “ser”, como, simplemente, del “tener”. Es aquí donde tiene lugar el debate sobre si el “amor” ocupa un puesto, y cuál sería su jerarquía, al momento de entrar a definir esa noción para todos sus efectos. Al respecto, cf. Paul POUPARD: “¿Qué es una vida digna de ser vivida?” en Dolentium hominum VIII/22 1/1993 88-90, pero, sobre todo, el texto de BENEDICTO XVI en su discurso a los fieles de Roma en la inauguración del Encuentro de la Diócesis, el 11 de junio de 2012, al que en varios lugares nos hemos referido ya y cuya alusión a propósito del tema que estamos tratando citamos ahora, en relación con la segunda de las “promesas” bautismales: “En la Iglesia antigua, y aún durante siglos, en este lugar se encontraba la expresión: «¿Renunciáis a las pompas del diablo?», y hoy sabéis qué era lo que entendían con esta expresión «pompa del diablo». La pompa del diablo consistía sobre todo en los grandes espectáculos cruentos, en los cuales la crueldad se convertía en diversión, en los cuales matar hombres se convierte en una cosa espectacular: espectáculo era la vida y la muerte de un hombre. Estos espectáculos cruentos, esta diversión del mal es la «pompa del diablo», en donde se muestra con aparente belleza, pero, en realidad, se muestra con toda su crueldad. Pero, más allá de este significado inmediato de la expresión «pompa del diablo», se quería hablar de un tipo de cultura, de una way of life, de un modo de vivir, en el cual no importa la verdad sino la apariencia, no se busca la verdad sino el efecto, la sensación, y, bajo este pretexto de la verdad, en realidad, se destruyen hombres, se quiere destruir y crear sólo a sí mismos como vencedores. Por tanto, esta renuncia era muy real: era la renuncia a un tipo de cultura que es una anti-cultura, contra Cristo y contra Dios. Se decidía contra una cultura que, en el Evangelio de San Juan, es llamada «kosmos houtos», «este mundo».  Con «este mundo», naturalmente, Juan y Jesús no hablan de la Creación de Dios, del hombre como tal, sino hablan de una cierta creatura que es dominante y se impone como si fuera este el mundo, y como si fuera este el modo de vivir que se impone. Dejo ahora a cada uno de vosotros reflexionar sobre esta «pompa del diablo», sobre esta cultura a la cual decimos «no». Ser bautizados significa precisa y sustancialmente un emanciparse, un liberarse de esta cultura. Conocemos también hoy un tipo de cultura en el que la verdad no cuenta; aún si aparentemente se quiere hacer aparecer toda la verdad, cuenta sólo la sensación y el espíritu de calumnia y de destrucción. Una cultura que no busca el bien, cuyo moralismo es, en realidad, una máscara para confundir, para crear confusión y destrucción. Contra esta cultura, en la que la mentira se presenta bajo el ropaje de la verdad y de la información, contra esta cultura que busca sólo el bienestar material y niega a Dios, decimos «no». Conocemos bien también por tantos Salmos este contraste de una cultura en la cual uno parece intocable por todos los males del mundo, se pone sobre todos ellos, sobre Dios, pero, en realidad, es una cultura del mal, un dominio del mal. Y así, la decisión del Bautismo, esta parte del camino catecumenal que dura por toda nuestra vida, es precisamente este «no», dicho y realizado de nuevo cada día, aún con los sacrificios que cuesta oponerse a la cultura en muchas partes dominante, aunque si se impusiera como si fuera el mundo, este mundo: no es verdad. Con todo, existen también tantos que desean realmente la verdad”.  En: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/29336.php?index=29336&po_date=11.06.2012&lang=sp
Valga la ocasión también para insistir en la importancia de considerar a las personas “en sus circunstancias” sin las cuales ellas, en realidad, no existen. Y, sobre todo, por influjo que permanente, y, a veces, decisivamente ejerce el medio en que vivimos, como un “condicionamiento socio-cultural”, acerca del cual se ha reflexionado, pero que, probablemente poco se tiene hoy en cuenta (cf. Iván F. MEJÍA ALVAREZ: Algunos elementos introductorios a la Teología Moral, o. c., p. 570, nt. 1590, 101-104).
Con todo, una visión sintética de la problemática a la que hacemos referencia se expresa en el siguiente texto de la CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA: “2. La cultura de las sociedades occidentales, centrada fuertemente sobre el sujeto, ha contribuido a difundir el valor del respeto hacia la dignidad de la persona humana, favoreciendo así positivamente el libre desarrollo y la autonomía de ésta. Este reconocimiento constituye uno de los rasgos más significativos de la modernidad y ciertamente es un dato providencial que requiere formas nuevas de concebir la autoridad y de relacionarse con ella. Pero no podemos olvidar que cuando la libertad se hace arbitraria y la autonomía de la persona se entiende como independencia respecto al Creador y respecto a los demás, entonces nos encontramos ante formas de idolatría que no sólo no aumentan la libertad sino que esclavizan. En estos casos, las personas creyentes en el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, en el Dios de Jesucristo, no pueden dejar de emprender un camino de liberación personal respecto a toda sombra de culto idolátrico”: Instrucción Faciem tuam, Domine, requiram, sobre “El servicio de la autoridad y la obediencia”, 11 de mayo de 2008, Solemnidad de Pentecostés, en: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccscrlife/documents/rc_con_ccscrlife_doc_20080511_autorita-obbedienza_sp.html
[52] Cf. CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA: “Orientaciones educativas sobre el amor humano. Pautas de educación sexual”, del 1 de noviembre de 1983, en: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccatheduc/documents/rc_con_ccatheduc_doc_19831101_sexual-education_sp.html; Id.: “La escuela católica en los umbrales del tercer milenio”, del 28 de diciembre de 1997, en: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccatheduc/documents/rc_con_ccatheduc_doc_27041998_school2000_sp.html
[53] P. ej., entre los documentos más recientes: CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA: “Normas básicas de la formación de los Diáconos permanentes - Directorio para el ministerio y la vida de los Diáconos permanentes”, del 31 de marzo de 1998, en: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccatheduc/documents/rc_con_ccatheduc_doc_31031998_directorium-diaconi_sp.html; Id.: “Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario  y a las órdenes sagradas”, del 4 de noviembre de 2005, en: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccatheduc/documents/rc_con_ccatheduc_doc_20051104_istruzione_sp.html
[54] Corresponde a la corteza pre-frontal ventromedial la toma de decisiones, y en el lóbulo temporal a la amígdala especialmente el funcionamiento del sistema límbico al que corresponden la emoción y el afecto. Estas dos estructuras en particular, como se ha visto en otro lugar, interactúan. A veces se presentan lesiones de la corteza pre-frontal, con lo cual el sujeto llega a actuar contra sus valores y principios morales, De acuerdo con su investigación, “la deshonestidad es una parte integral de nuestro mundo social e influye sobre dominios que alcanzan desde las finanzas y la política hasta las relaciones personales. Anecdóticamente, desviaciones de un código moral con frecuencia son descritas como series de pequeñas fisuras que crecen con el paso del tiempo. En esta investigación proporcionamos evidencia empírica de un aumento gradual de una deshonestidad en la que alguien se busca sólo a sí mismo y revela el mecanismo neuronal que la soporta. Comportamentalmente, mostramos que el grado de compromiso de los participantes con la deshonestidad aumenta con la repetición de actos de ese tipo. Empleando un MRI funcional, mostramos que una reducción de señal en la amígdala es sensible a la historia de conducta deshonesta y es consistente con su adaptación a dicha historia. Críticamente, la medida de la reducción de la sensibilidad de la amígdala a la deshonestidad sobre una decisión presente es relativa a una decisión previa y predice la magnitud del incremento de esa deshonestidad sobre una decisión posterior. Los hallazgos descubren un mecanismo biológico que sustenta una vía resbaladiza: lo que comienza con pequeños actos de deshonestidad puede escalar hacia más grandes transgresiones” (tr. mía): “Dishonesty is an integral part of our social world, influencing domains ranging from finance and politics to personal relationships. Anecdotally, digressions from a moral code are often described as a series of small breaches that grow over time. Here we provide empirical evidence for a gradual escalation of self-serving dishonesty and reveal a neural mechanism supporting it. Behaviorally, we show that the extent to which participants engage in self-serving dishonesty increases with repetition. Using functional MRI, we show that signal reduction in the amygdala is sensitive to the history of dishonest behavior, consistent with adaptation. Critically, the extent of reduced amygdala sensitivity to dishonesty on a present decision relative to the previous one predicts the magnitude of escalation of self-serving dishonesty on the next decision. The findings uncover a biological mechanism that supports a 'slippery slope': what begins as small acts of dishonesty can escalate into larger transgressions”: Neil GARRETT - Stephanie C LAZZARO - Dan ARIELY - Tali SHAROT: “The brain adapts to dishonesty”, en: Nature Neuroscience 19 2016 1727–1732 en: http://www.nature.com/neuro/journal/v19/n12/full/nn.4426.html?foxtrotcallback=true (Published online 24 October 2016).






Notas finales





[i] No coinciden, sin duda, los términos “persona” y “personalidad”. La primera posee unas connotaciones más filosóficas, ontológicas, y jurídicas, si se quiere. El DRALE indica: “(Del lat. persōna, máscara de actor, personaje teatral, este del etrusco phersu, y este del gr. πρόσωπον). 1. f. Individuo de la especie humana. 2. f. Hombre o mujer cuyo nombre se ignora o se omite. 3. f. Hombre o mujer distinguidos en la vida pública. 4. f. Hombre o mujer de prendas, capacidad, disposición y prudencia. 5. f. Personaje que toma parte en la acción de una obra literaria. 6. f. Der. Sujeto de derecho. 7. f. Fil. Supuesto inteligente. 8. f. Gram. Accidente gramatical propio del verbo y de algunos elementos pronominales, que se refiere a los distintos participantes implicados en el acto comunicativo. 9. f. Gram. Nombre sustantivo relacionado mediata o inmediatamente con la acción del verbo. 10. f. Rel. En la doctrina cristiana, el Padre, el Hijo o el Espíritu Santo, consideradas tres personas distintas con una misma esencia”. 
Mientras, “personalidad”, aún en una lectura jurídica, destaca las connotaciones psicológicas de la “persona”. El DRALE la describe así: “(De personal). 1. f. Diferencia individual que constituye a cada persona y la distingue de otra. 2. f. Conjunto de características o cualidades originales que destacan en algunas personas. Andrés es un escritor con personalidad. 3. f. Persona de relieve, que destaca en una actividad o en un ambiente social. Al acto asistieron el gobernador y otras personalidades. 4. f. Inclinación o aversión que se tiene a una persona, con preferencia o exclusión de las demás. 5. f. Dicho o escrito que se contrae a determinadas personas, en ofensa o perjuicio de las mismas. 6. f. Der. Aptitud legal para intervenir en un negocio o para comparecer en juicio. 7. f. Der. Representación legal y bastante con que alguien interviene en él. 8. f. Fil. Conjunto de cualidades que constituyen a la persona o sujeto inteligente.” En: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltGUIBusUsual
Al menos, así las consideraremos en este escrito.

[ii] “Reino” es cada una de las grandes subdivisiones en que se consideran distribuidos los seres naturales, por razón de sus caracteres comunes. El primero en intentar esta catalogación fue Aristóteles, quien repartió los seres de la naturaleza conocidos en su tiempo bajo la triple división de reinos “mineral, vegetal y animal”, el inventario más difundido. Múltiples han sido desde entonces, y siguen siendo, las catalogaciones de los mismos, conforme a los criterios que posee uno u otro investigador al pretender determinar los “seres” a los que quiere incluir dentro de una categoría, y al excluir a otros. P. ej., los “minerales” generalmente son hoy en día descartados, al no ser considerados seres “vivos”. Lo cual exige crear, de entrada, una categoría especial para los “virus”, los cuales no son estimados como “seres vivos”.
Así tenemos, p. ej., que una sencilla comparación entre los sistemas de clasificación en reinos biológicos más notables produce lo siguiente: 1°) Haeckel (1894): tres reinos: Protista, Plantae, Animalia; 2°) Whittaker (1969): cinco reinos: Monera, Protista, Fungi (hongos), Plantae, Animalia; 3°) Woese (1977): seis reinos: Eubacteria, Archaebacteria, Protista, Fungi, Plantae, Animalia; 4°) Woese (1990): Tres “dominios”: Bacteria, Archaea, Eukarya.
Debido a la enorme variedad de la vida se han establecido numerosos niveles de clasificación denominados “taxones”. El nivel de Reino era hasta hace poco el nivel superior de la clasificación biológica. En las clasificaciones modernas el nivel superior es el Dominio. Cada uno de los Dominios se subdivide en Reinos, los Reinos, a su vez, pueden organizarse en Subreinos, etc. Los niveles superiores de la clasificación biológica se muestran de la siguiente manera (de general a concreto, los niveles obligatorios se han marcado sin paréntesis): Dominio: Reino: [Subreino]: [Superfilo]: Filo.
Las diferencias más fundamentales entre los seres vivos se dan a nivel molecular (estructura de los lípidos, proteínas y genoma) y permiten distinguir los dominios Archaea, Bacteria y Eukarya (desde este punto de vista, una planta y un animal son más parecidos entre sí que una archaea y una bacteria). Los dominios Archaea y Bacteria incluyen sólo organismos unicelulares procariotes (organismos con células sin núcleo). El dominio Eukarya incluye todos los eucariotes (organismos con células con núcleo) y comprende numerosos reinos, entre los cuales se encuentran los protozoos (clasificados en varios reinos), plantas, hongos y animales.
A continuación presentamos una clasificación en reinos de los seres vivos según los últimos datos moleculares. Los virus, como hemos dicho, se clasifican aparte.
Obtenido (consulta septiembre 2006) de: http://es.wikipedia.org/wiki/Reino_%28biolog%C3%ADa%29
La bibliografía del tema, por supuesto, es amplísima. Pueden verse, p. ej.: Helena CURTIS  - N. Sue BARNES,: Biología Médica Panamericana Buenos Aires - Madrid 2001 6ª; Joseph Lewis MELNICK - Edward A. ADELBERG -  Ernest JAWETZ : Microbiología Médica Editorial El Manual Moderno México - Bogotá 2005 18ª ed.; Nelson GIDEON - Robinson GERALD - Richard BOOLOOTION: Conceptos fundamentales de Biología Editorial Limusa México 1975; Ulrich LÜTTGE - M. KLUGE – G. BAUER: Botánica Editorial McGraw-Hill Interamericana México 1997; Gonzalo TELLEZ - Jaime LEAL - Camilo BOHORQUEZ: Biología Aplicada Editorial McGraw W-HILL Bogotá 1988; Claude A. VILLE,: Biología Editorial Interamericana México 1996 3ª; C. WEICHERT – W. PRESCH: Elementos de Anatomía de los Cordados McGraw Hill México 1985. 


[ii bis] Mi apreciado amigo y antiguo alumno, el Dr. Luis Fernando MALAVER ORTEGA, actualmente trabaja en el Instituto Australiano para la Bioingeniería y la Nanotecnología de la Universidad de Queensland, investigando la Bioingeniería, la Biología del Desarrollo y la Biología Molecular, con énfasis en la Ingeniería de las Células Estaminales. Él me mantiene al tanto de las investigaciones que en estos campos se están realizando. Y me sugiere al respecto el art. reciente de Prasanna WEERATUNGA - Arash SHAHSAVARI - Dmitry A OVCHINNIKOV - Deanne J WHITWORTH - Ernst Jurgen WOLVETANG en el que los autores escriben: “We demonstrate the generation of Tasmanian devil (Sarcophilus harrisii) induced pluripotent stem cells (DeviPSCs) from dermal fibroblasts by lentiviral delivery of human transcription factors. DeviPSCs display characteristic pluripotent stem cell colony morphology, with individual cells having a high nuclear-to-cytoplasmic ratio and alkaline phosphatase activity. DeviPSCs are leukemia inhibitory factor dependent and have reactivated endogenous octamer-binding transcription factor 4 [OCT4, POU domain, class 5, transcription factor 1 (POU5F1)], POU2 [POU domain, class 5, transcription factor 3 (POU5F3)], sex determining region Y-box 2 (SOX2), Nanog homeobox (NANOG) and dosage-sensitive sex reversal, adrenal hypoplasia congénita critical region on the X chromosome, gene 1 (DAX1) genes, retained a normal karyotype, and concurrently silenced exogenous human transgenes. Notably, co-expression of both OCT4 and POU2 suggests that they are representative of cells of the epiblast, the marsupial equivalent of the inner cell mass. DeviPSCs readily form embryoid bodies and in vitro teratomas containing derivatives of all three embryonic germ layers. To date, DeviPSCs have been stably maintained for more than 45 passages. Our DeviPSCs provide an invaluable resource for studies into marsupial pluripotency and development, and they may also serve as an important tool in efforts to combat the threat of devil facial tumor disease”: “Induced Pluripotent Stem Cells from a Marsupial, the Tasmanian Devil (Sarcophilus harrisii): Insight into the Evolution of Mammalian Pluripotency” en Stem Cells And Development Volume 27, Number 2, 2018 Mary Ann Liebert, Inc. DOI: 10.1089/scd.2017.0224 112. Downloaded by University Of Queensland from online.liebertpub.com at 01/15/18. For personal use only. Available from: https://www.researchgate.net/publication/321227628_Induced_Pluripotent_Stem_Cells_from_a_Marsupial_the_Tasmanian_Devil_Sarcophilus_harrisii_Insight_into_the_Evolution_of_Mammalian_Pluripotency [accessed Feb 05 2018].

[iii] Difícil, por no decir imposible (esta es, quizás, una excelente característica de los seres humanos), es tratar de poner de acuerdo y concluyentemente a los investigadores de las diversas áreas del conocimiento que abordan estas problemáticas; más aún, si se aíslan en sus propios y exclusivos ámbitos – y prejuicios antropológicos –. Es el caso de los “instintos”. En efecto, mientras para algunos biólogos es sumamente importante subrayar la existencia de “instintos” en los animales – hecho que los seres humanos compartirían junto con un número importante de características según la tipología propia de cada una de sus variedades y tipologías –, para muchos expertos del área de las ciencias de la psiché, las cosas, o no son tan concluyentes, o las ven de forma diametralmente opuesta.
Para los primeros, se trata de una pauta hereditaria de comportamiento que poseen todos los miembros de una (en el caso, la nuestra) especie, y que no admite, en la práctica excepciones y variantes sino ocasionadas por el instinto mismo. Tal pauta existe en los sujetos a fin de garantizarles fundamentalmente su adaptación y supervivencia como especie, y permanece en ellos mientras vivan. El objeto mismo del instinto es fijo y específico. Se ejecutaría mediante los pasos de la percepción de la necesidad, la búsqueda del objeto y la percepción del mismo, la utilización del objeto, la satisfacción de la necesidad y la cancelación del estado de alerta que la originó. Algunas escuelas distinguen, en consecuencia, tres, e inclusive cuatro, clases de instintos: el que se refiere a la supervivencia, considerado el más fuerte e inquebrantable de ellos; el que se refiere a la reproducción, que, junto con el que se refiere a la índole gregaria o social, eventualmente, pueden ser apaciguados; y, finalmente, el denominado “instinto religioso”, que ha sido asociado a cierta zona del cerebro, y que clínicamente, en episodios relacionados con la epilepsia, ha mostrado “intensa actividad”.
El problema se origina, sin embargo, cuando se quieren estudiar las causalidades en el fenómeno, que no se observan muy claras. En efecto, para otras escuelas en biología y en ciencias humanas (Antropología, Psicología, Historia y Sociología, p. ej.), tales tipos de circunstancias y necesidades se resuelven en formas más simples, como los “reflejos”. El conjunto de la psiché humana sería el resultado de una adaptación que trata de compensar las carencias biológicas incorporando un “determinismo” que directamente no se relaciona con lo biológico sino con lo psíquico, aunque se apoya en aquél. En esta forma, al estar la vida psíquica tan ligada con la cultura y con las formas de producción y dependencia mutua, en la práctica, un instinto como el de supervivencia se anula en los seres humanos, por cuanto los descendientes nacen en unas condiciones sumamente inmaduras y en ellos no se constatan las características mencionadas (universalidad, adaptabilidad, etc.). Algo similar puede afirmarse el instinto de reproducción, puesto que en los seres humanos la conducta sexual no responde a tales características.
Y, en relación con lo religioso, los estudios de las disciplinas señaladas parecen ir en otra dirección, si bien no puede olvidarse que los seres humanos formamos una unidad bio-psico-social. En efecto, dichas disciplinas, en particular la Antropología, han constatado que, como en otros asuntos, se trata de formaciones en las que la índole social y cultural es muy evidente, aunque no dejan, sin embargo, de existir estudios que mediante las nuevas tecnologías buscan patrones entre funcionamientos cerebrales y determinados comportamientos, y extraen de allí sus conclusiones.

[iv] Esta nota es el adelanto de un art. del que se espera su publicación en alguna revista científica bajo el título “Crítica sobre algunas encuestas acerca de la sexualidad”; el texto original ha sido elaborada con la coautoría de estos científicos: Pablo GÓMEZ CUSNIR – Sergio TRUJILLO GARCÍA ‒ Luz Mercedes SANTAMARÍA RODRÍGUEZ ‒ Juan Daniel GÓMEZ ROJAS ‒ Wilson Alfonso MEJIA NARANJO, Miembros del Seminario Interdisciplinar “Ciencias y Teología en diálogo” (Nina Stella CLAVIJO, Luis Hómer ÁNGEL, Santiago ARANGO, Jesús LEÓN), e Iván Federico MEJÍA ALVAREZ. Al final de esta nota se colocan las hojas de vida de los autores principales:
“A raíz de la acogida que han tenido en castellano las obras y planteamientos de Gregory M. HEREK [nos referimos a su propuesta presentada en: “The Attitudes Toward Lesbians and Gay Men (ATLG) scale”, en C.M. DAVIS - W.H. YARBER - R. BAUSERMAN - G. SCHREER - S.L. DAVIS (Eds.): Sexuality-related measures: A compendium Sage Publications Thousand Oaks, CA 1998. Sus primeros análisis se pueden remontar, sin embargo, a: “Attitudes toward lesbians and gay men: A factor analytic study en Journal of Homosexuality 10 (1/2) 1984 39-51], consideramos que ha de llamarse críticamente la atención, inclusive a sus traductores, sobre la “encuesta” propuesta por él en la que, mediante una lista de chequeo, pretende establecer criterios acerca de la sexualidad de un individuo. Se observa que, por diversas razones, en muchos casos se llega a confundir, con cierta facilidad, el “ser” con  el “obrar”, catalogando al uno por el otro. A esclarecer esta problemática aportamos un análisis elaborado interdisciplinariamente a partir de los  elementos científicos disponibles y mejor validados en la actualidad (medicina y otras disciplinas basadas en la evidencia [Evidence-based medicine (EBM). Véase el art. (consulta septiembre 2013): http://es.wikipedia.org/wiki/Medicina_basada_en_la_evidencia]).
Un grave y amplísimo problema en la fragmentariedad cultural del presente consiste en que cualquier asunto relacionado con el “ser” se desestima, con gravísimas consecuencias, como es fácil intuir. [Con una preocupación que iba más allá del círculo de la fe cristiana, de la teología y, aún, de la filosofía y de las religiones, ya afirmaba el Papa Juan Pablo II: “La fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo (cf. Ex 33, 18; Sal 27 [26], 8-9; 63 [62], 2-3; Jn 14, 8; 1 Jn 3, 2) […] La exhortación Conócete a ti mismo estaba esculpida sobre el dintel del templo de Delfos, para testimoniar una verdad fundamental que debe ser asumida como la regla mínima por todo hombre deseoso de distinguirse, en medio de toda la creación, calificándose como «hombre» precisamente en cuanto «conocedor de sí mismo». […] Cuando la razón logra intuir y formular los principios primeros y universales del ser y sacar correctamente de ellos conclusiones coherentes de orden lógico y deontológico, entonces puede considerarse una razón recta o, como la llamaban los antiguos, orthòs logos, recta ratio. […] Sin embargo, los resultados positivos alcanzados (por la filosofía contemporánea) no deben llevar a descuidar el hecho de que la razón misma, movida a indagar de forma unilateral sobre el hombre como sujeto, parece haber olvidado que éste está también llamado a orientarse hacia una verdad que lo transciende. Sin esta referencia, cada uno queda a merced del arbitrio y su condición de persona acaba por ser valorada con criterios pragmáticos basados esencialmente en el dato experimental, en el convencimiento erróneo de que todo debe ser dominado por la técnica. Así ha sucedido que, en lugar de expresar mejor la tendencia hacia la verdad, bajo el peso de tanto saber, la razón se ha doblegado sobre sí misma haciéndose, día tras día, incapaz de levantar la mirada hacia lo alto para atreverse a alcanzar la verdad del ser”: en la encíclica Fides et ratio (1998), proemio y nn. 1, 4c y 5b, en: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html.].
La “encuesta” en mención parte de un interés científico que suponemos leal, real y genuino, y que se ha llegado a convertir en el soporte, para sus autores o para otras personas, de una actividad sin duda justa, nobilísima y coherente con la dignidad humana, al tiempo que busca la realización concreta del bien común en esta área tan fundamental como compleja de nuestra existencia: alentar y participar en movimientos que promueven los derechos humanos o exclusivamente civiles, positivos, de personas actualmente discriminadas (jurídicamente, socialmente, moralmente) por razones de “género”. Se trata en muchos casos de una dimensión todavía ampliamente desconocida, ya que, además, se juzga que estamos ante el hecho de “la variabilidad que existe no sólo entre géneros sino entre individuos de un mismo género”, y que en este campo “las diferencias son la regla, no la excepción” [CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA: Sentencia C-507/04, “IV. Pruebas solicitadas”, en (consulta 9 septiembre 2013): http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2004/C-507-04.htm]. Para cumplir el objeto de este estudio se dividirá la cuestión en las dos secciones antes señaladas.
a.1. A pesar de lo indicado, la enorme diversidad humana, pertenecemos a una misma especie [Si cada individuo fuera totalmente atomizado, distinto de los demás en tan innumerables, subjetivos e incompatibles factores, simplemente no existiría una familia humana, y, en consecuencia, sólo se podría hablar de “derechos humanos” a partir de una condición que, en la realidad, sería mera ficción, a pesar de los acuerdos y consensos a los que se quisiera pretender llegar. De ahí la necesidad de una discusión seria – fresca y, al tiempo, de nuevo – basada sobre los denominados “ley natural” y “derecho natural”. La dimensión biológica del ser humano, sin ser la única, sí es un argumento fundamental e imprescindible en este debate. Véase sobre el tema, entre otros autores, René SIMON: Moral Herder Barcelona 1981 4ª 249-263]; por eso el asunto debe examinarse sencilla y claramente, en primer lugar, en el orden del ser (de nuestro ser común) y de sus accidentes propios (“in facto esse”), y, primordialmente, de lo que se entiende por muchos como la “ontogenia” humana (Scott F. GILBERT: [«Morphogenesis and Cell Adhesion», en Developmental biology Sinauer Associates Sunderland, Mass 2000 6th ed.). Se debe profundizar en este cuerpo que somos – la idea es de Gabriel MARCEL en sus obras, principalmente: Diario Metafísico (1928-1933) Guadarrama Madrid 1969, y Aproximación al misterio del Ser. Posición y aproximaciones concretas al misterio ontológico Encuentro Madrid 1987 – primeramente desde la perspectiva genética y cromosómica que caracteriza sexualmente al ser humano real. Según dicha perspectiva, al igual que otros mamíferos la persona posee desde su concepción, en el “par 23” de su genoma, una determinación XX, en cuyo caso se está en presencia de una mujer (o hembra en las otras especies), o una determinación XY, en cuyo caso se está ante un varón (o macho, en las otras especies). Más aún, esta determinación proporciona, por lo general, entre otras características biológicas y fisiológicas, el desarrollo de un aparato genital femenino o de uno masculino. Con todo, ya a este nivel de la realidad biológica pueden surgir algunas veces verdaderas enfermedades (hemofilia, daltonismo, hipofosfatemia, etc.), más frecuentes en varones que en mujeres, debidas a genes que se encuentran en el cromosoma X, por lo que una mujer requiere dos copias para presentar la enfermedad mientras que un hombre la presenta sólo con una copia (un solo cromosoma X). Otro tipo de alteraciones, denominadas aberraciones, presentan un número de cromosomas X distinto de lo normal, entre las cuales se destacan: el Síndrome de Klinefelter (XXY, dos cromosomas X además de un Y, que da origen a hombres que no desarrollan su aparato reproductor por lo cual son estériles); la Trisomía del X (XXX, tres cromosomas X, mujeres con infertilidad mayor que las XX); y el Síndrome de Turner (XO, sólo un cromosoma X, mujeres con aspecto infantil quienes sólo desarrollan su aparato reproductor con el consumo de hormonas; la disgenesia gonadal mixta es un síntoma del Síndrome de Turner) [Véanse al respecto U.S. NATIONAL LIBRARY OF MEDICINE: “Cromosomas”, en (consulta septiembre de 2013): http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/ency/article/002327.htm].
De igual manera, es posible que se presenten problemas en la conformación interna y/o externa de los aparatos sexuales masculino o femenino. Para el caso del varón: hermafroditismo, pseudohermafroditismo (sin la producción de gametos masculinos y femeninos en la misma persona, lo más común es que no desarrollen adecuadamente ninguno de los sistemas reproductores), epispadia (el orificio de la uretra se localiza en la parte superior del pene), hipospadia (el orificio de la uretra se localiza en la parte inferior del pene), pene bífido o doble, micropene, criptorquidia (no descenso de los testículos en el feto desde el abdomen hacia el escroto), testítulos ectópicos (descendieron del abdomen pero se localizaron en un sitio distinto al escroto), hidrocele (acumulación de líquido en el escroto), hernia inguinal congénita, inversión anterior del testículo, y la inversión polar del testículo [Gisella Franchesca LLAULLE PALOMINO - Marco Antonio CHIPANA BUIZA - Helder OJEDA PEREZ - Candy Emely HAIME BONILLA: “Anomalías congénitas del Aparato Genital Masculino”, en (consulta septiembre de 2013): http://embriologia-urp.blogspot.com/2007/10/anomalas-congnitas-del-aparato-genital_18.html  y de Mario RIQUELME HERAS - Danny Junior PORTILLA NUÑEZ: “Alteraciones de los genitales externos masculinos”, en (consulta 5 de septiembre de 2013): http://www.monografias.com/trabajos63/alteraciones-genitales-masculinos/alteraciones-genitales-masculinos2.shtml Se ha mencionado también la fimosis, que es una anomalía de los anexos cutáneos del pene que altera la mecánica de este órgano; pero no es problemática en el contexto en que nos encontramos.].
Para el caso de la mujer se trata de anomalías que pueden aparecer en el proceso de formación de las trompas, del útero (aplasias müllerianas – bilaterales o unilaterales –, trastornos de la fusión de los conductos de Müller – útero bicorne y trastornos de la resorción del tabique intermülleriano –), de la vagina (himen imperforado, agenesia de vagina, atresia de vagina, vagina doble y tabiques vaginales), e introito (malformaciones generalizadas y parciales de la vulva: ausencia de vulva, duplicidad de la vulva, hipoplasia, hipertrofia de labios menores, malformaciones aisladas del clítoris, quistes congénitos de la vulva – suprauretrales, del himen, de los tabiques uretro o retrovaginales y de las glándulas de Skene –, anastomosis urinarias en la vulva y digestivas vulvares), con o sin afectación ovárica, del sistema excretor urinario (hipospadia, epispadia, extrofia vesical, duplicación uretral, ectopia vulvar del orificio uretral) esqueléticas o de otros órganos asociados (el ano vulvar), las cuales son considerablemente menos comentadas en la bibliografía médica dado que su impacto sobre la derivación fisiológica es muchísimo menor [J. HAYA - I. ZAPARDIEL - M. ARRIZABALAGA: “Malformaciones del aparato genital femenino y de la mama”, en (consulta septiembre de 2013); http://www3.univadis.net/microsites/area_salud_mujer/pdfs/16-Malformaciones_del_aparato_genital_femenino_y_de_la_mama.pdf ].
Todas estas entidades clínicas tendrán consecuencias, de múltiples maneras, sobre el funcionamiento orgánico (“actos de hombre”) así como sobre el obrar interior y exterior (“actos humanos”) futuro de la persona, y deberá ser tenido muy en cuenta especialmente cuando los efectos de su intensidad biológica superan (por exceso o por defecto) la acción homeostática que desarrollan en su interrelación, entre otros órganos, la amígdala cerebral y los lóbulos frontales de la persona [El lóbulo frontal termina de desarrollarse en la juventud. Por eso no es raro encontrar personas a las que no se les ha desarrollado (suficientemente) el lóbulo frontal, de ahí el comportamiento de algunos jóvenes y de personas mayores que sigue siendo desatinado hasta viejos. Mediante pruebas neuropsicológicas se puede establecer el desarrollo porcentual del individuo en cada caso, se puede diagnosticar en la persona, a su edad, por ejemplo, la presencia de un “funcionamiento ejecutivo” y de un “síndrome frontal” (para una ampliación de esta sintomatología puede verse de Esperanza BAUSELA HERRERAS, de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, San Luis Potosí, México: “Síndrome Frontal: Sintomatología y Subtipos” (25 septiembre de 2008) en: http://www.psicologiacientifica.com/sindrome-frontal-sintomatologia-subtipos/) gracias a los cuales la inhibición del comportamiento, del juicio moral, la toma de decisiones, la atención, etc. están alterados de una manera determinada. Generalmente estas situaciones están conectadas con un trauma craneoencefálico, un accidente cerebrovascular, o con un tumor cerebral, o una enfermedad neurológica, o el empleo de un neurotóxico, o una enfermedad  viral, bacteriana, micótica – tales como el herpes, la encefalitis –. Estas afectaciones pueden ser permanentes. Cuando ello sucede, los lóbulos frontales, el hipocampo y la memoria se afectan, y la persona comienza a cambiar su personalidad y su comportamiento – en los que se incluyen el juicio moral y la inhibición del comportamiento, y, obviamente, la conducta del individuo –.
Pero no es necesario padecer una enfermedad de este tipo para encontrar también personas cuya inmadurez, casi infantil, caracteriza su personalidad: por varios años, hasta hacia aproximadamente los dieciocho, veintidós años, en un proceso normal; o aun permanentemente, en procesos eventuales, diversos apetitos, como el sexual, reclaman experiencias nuevas, imponiéndose sobre la acción, limitada u obstruida, de los lóbulos frontales.].
Una circunstancia importante que no debe omitirse en este contexto es la de la “asignación de sexo al nacer”, particularmente en aquellos casos en los que el bebé trae algunas de tales malformaciones genitales (especialmente el seudohermafroditismo, la hiperplasia suprarrenal congénita y otras), denominados “estados intersexuados” [Ha sido pedido, por parte de grupos interesados en los derechos de esta población, que la práctica legal de tomar decisiones médicas en nombre de estos infantes por parte de los padres sea cambiada, de modo que corresponda con la elección de la identidad de género cuando la persona haya crecido.  ]. Ya de por sí tales situaciones eventuales acarrearán para él o para ella repercusiones físicas y fisiológicas futuras, pero dicha “asignación” afectará también su inserción y comportamiento social [Diversas sociedades científicas son más partidarias en la actualidad de denominar a las condiciones de intersexualidad con la expresión más descriptiva y más indicativa de su etiología genética de “trastornos del desarrollo sexual” (“disorders of sex development (DSD)”. En algunos estudios se ha considerado que hasta un 1,7 % de la población podría llegar a presentar “en su cuerpo alguna variación de lo considerado totalmente masculino o femenino”. El influyente médico pediatra y psicólogo neozelandés-americano John Money, a mediados del s. XX, recomendaba intervención quirúrgica en tales situaciones; la “Teoría Queer”, por el contrario, hoy en día lo denuncia. Los riesgos de un “tercer sexo”, a causa de su marginación social, lo hacen seriamente impracticable, o plantean la necesidad de que se invente un término que no signifique esta marginación. Decisiones de los Estados van en la línea de no incluir este factor sexual en el censo, o hasta cuando la persona, por sí misma, lo decida. Pero, por supuesto, ello tiene una incidencia enorme en la socialización del individuo, muy especialmente en su educación.
En efecto, afirmaba Graciela MEDINA en la exposición de motivos y en la explicación de la Ley 1 de 1° de febrero de 2012 en la Argentina sobre “Ley de identidad de género. Aspectos relevantes”: “El mayor problema al que se enfrentan los intersexuales suele ser su incapacidad para decidir por sí mismos su identidad sexual, pues ésta suele habérsele sido asignada por sus padres o médicos. La preocupación de los padres sobre qué nombre ponerle al bebé, o cómo criarlo, puede hacer que lo sometan a intervenciones quirúrgicas que resulten dañinas para su salud, a veces dejando efectos secundarios como dolores, infecciones o pérdida de sensibilidad en los genitales. Es posible que al llegar a la edad adulta el sujeto no se muestre conforme con la identidad asignada, y se considere perteneciente al sexo contrario del asignado previamente”. Véase el texto completo en (consulta septiembre de 2013): http://www.gracielamedina.com/assets/Uploads/Ley-de-identidad-de-gnero-Aspectos-relevantes.pdf Véase la nota introductoria al tema en (consulta septiembre de 2013): http://es.wikipedia.org/wiki/Intersexualidad].
De otra parte, ha de tenerse en cuenta que “el desarrollo de la sexualidad humana empieza con el contacto físico, cuando los bebés son sujetos y acariciados. No se debe privar al bebé de contactos corporales; es necesario reconocer al niño como ser sexuado, en relación consigo mismo y con otros, para que se construya una identidad sexual propia” [“La exploración del cuerpo y la curiosidad infantil a los 3 años”, en Cosas de la infancia, 23 de junio de 2012, en: http://www.cosasdelainfancia.com/biblioteca-compor14.htm Véase también: ADMINISTRACIÓN FEDERAL DE SERVICIOS EDUCATIVOS EN EL DF, México, 2013: “Sexualidad infantil”: http://www2.sepdf.gob.mx/para/para_padres/familia_escuela/sexualidad_infantil.jsp ]. Ahora bien, según afirman algunos expertos, comenzando alrededor de los dieciocho a veinticuatro meses y prolongándose hasta los tres o aún hasta los cinco o seis años de edad, se presenta la denominada “exploración genital” del propio cuerpo [Se estima que es una experiencia generalizada, y no se han encontrado (válidas) estadísticas que la soporten, sólo se afirma que “es connatural”. Véase la nt. anterior.]. Esta observación nace, sin duda, de la normal y original inclinación humana a preguntar y a conocer (al tercer mes empieza explorar sus manos; a los seis meses es capaz de coger sus pies; al llegar al año, ya es capaz de desplazarse; a los dos años empieza a interactuar con otros niños), como también ocurre en los primeros meses y años la inclinación a imitar los modelos adultos masculinos o femeninos del entorno, como una forma primera de socialización. Dicha “exploración” suele estar asociada también al descubrimiento del placer que se produce en la zona genital al manipularla, y en diversos casos, algunos niños empiezan a recurrir a su obtención como alivio a la tensión o a la soledad que sufren al relacionarse con su entorno. No es extraño, aunque tampoco es frecuente, que a esta edad el niño también desee hacer pública la exhibición de sus genitales, o la manipulación de los mismos. El niño, también en sus primeros años, cuando está terminando de desarrollar sus capacidades motrices y lingüísticas para comunicarse, a medida que se encuentra con otros semejantes – en sus juegos, por ejemplo –, empieza a notar (espía, pregunta, compara) diferencias entre “lo que hacen los nenes” y “lo que hacen las nenas”. Posteriormente, hacia el final de esa etapa, comienza a observar que no todos tenemos el mismo cuerpo, y que existen órganos masculinos y femeninos. Toda esta curiosidad es, pues, propia de un proceso adecuado de desarrollo. Respuestas claras, reales y acomodadas a la comprensión del niño y de la niña [Entre los valores más directamente vinculados con la sexualidad y con su ejercicio se suelen mencionar además del placer venéreo, la libertad para expresarse sexualmente, la salud, el respeto por el propio cuerpo y por el cuerpo de los demás, y la responsabilidad del comportamiento sexual, la cual incluye, positivamente, la procreación, y negativamente, la exclusión de toda explotación sexual.], que acompañen esos descubrimientos que realizan, y en las que se marcan límites respetuosos acerca de su privacidad y de la honra que merece su cuerpo – no simples ridiculizaciones, reprensiones y castigos, que lo único que producen en la persona es que llegue a identificar la sexualidad humana y su ejercicio con algo malo y sucio, y a considerarse a sí misma como “culpable” –, contribuyen a la creación de su identidad sexual y los precaven de incertidumbres y de traumas para posteriores momentos de su existencia. Pero, así mismo, por parte de la sociedad en su conjunto, exigiría una actitud más valerosa e incansable – respaldada por una legislación que haga brillar la estima que merecen la infancia y la sexualidad – que no sólo defienda a los niños y niñas en estas edades de las violaciones y de toda una gama de abusos y ofensas que se realizan contra ellos, provenientes, incluso, de su propio ambiente familiar, educativo y comunitario más cercano, sino también de todas aquellas sugerencias solapadas – y en ocasiones, de descaradas ostentaciones: verdaderos mercados internacionales – que, a través de diversos medios, pretenden convertir desde la infancia una acción meramente exploratoria en una ineludible necesidad para el desarrollo, la realización y la satisfacción personal [Véase para el conjunto del párrafo: “La Sexualidad Infantil: El Cuerpo, lo Público y lo Privado”, en Materna, 12 de abril de 2009, en (consulta septiembre de 2013): http://www.materna.com.ar/Ni%C3%B1o/Ni%C3%B1ez-de-4-a-5-a%C3%B1os/Articulos-Ni%C3%B1o-de-4-a-5-a%C3%B1os/La-Sexualidad-Infantil-El-Cuerpo-lo-Publico-y-lo-Privado/Articulo/ItemID/6259/View/Details.aspx].
a.2. Este factor biológico-genético, sin embargo, no es estático. El ser humano es un ser “en desarrollo” (“in fieri” y, además, “vocacional”), y uno de estos desenvolvimientos se dará con el paso de los años, cuando las propias características biológicas vayan madurando y desplegando sus funciones orgánicas, y lleguen a hacerse capaces, entre otros dones, de engendrar un nuevo ser humano.
Ahora bien, aunque se trata de un ser sexuado “masculino” o “femenino” desde su concepción – con las circunstancias eventuales y excepcionales antes mencionadas –, también diversos factores en su cuerpo, con el paso del tiempo, pueden desviar o impedir el adecuado desarrollo de dicha condición. Algunas de tales situaciones producen directamente, o actuando en conexión con otras problemáticas, no sólo la esterilidad en orden a la procreación sino una insuficiente producción de hormonas o un desbalance bioquímico [Piénsese, por ejemplo, en las funciones tan diversas como fundamentales que cumplen la Serotonina (5-hidroxitriptamina, o 5-HT) y la Dopamina (C6H3(OH)2-CH2-CH2-NH2).], de modo que las mujeres que las padecen, así como los varones, ven su desarrollo físico impedido parcial o totalmente por esa razón.
En efecto, como sucede con otras especies animales, también los seres humanos experimentan los cambios hormonales. Cada proceso hormonal tiene que ver con una interacción química: una señal que llega a la célula y allí es direccionada al núcleo de la misma, al ADN, para dar una respuesta de desarrollo, de proliferación o de regulación metabólica o de procesos fisiológicos asociados con la propia sexualidad. En este proceso pueden suceder nuevas eventualidades debidas a factores endógenos y exógenos como, por ejemplo, una secreción anormal de hormonas sexuales, o la realización (hoy) de terapias hormonales por tratamientos o por transformación del género.
También desde este punto de vista pueden verse afectados la interrelación personal y otros diversos escenarios del desarrollo del individuo.
Sin embargo, una concepción sólo biológico-genética, aún considerada en perspectiva dinámica, es insuficiente [En nosotros algo se conserva en medio de los cambios y algo cambia sin que dejemos de ser nosotros mismos. Por ejemplo, es posible afirmar que “lo psicológico” emerge de “lo biológico”, gracias a “lo social” (puede verse de Sergio TRUJILLO GARCÍA: “Aproximación a la génesis de “lo psicológico”” en Universitas Psychologica 1/1 2002 Ene-Jun 92-100). De manera que, si bien sabemos desde ARISTÓTELES que en un comienzo somos en potencia, nuestro desarrollo tiene que ver con aquello que en nosotros se actualiza o que nosotros mismos realizamos: somos potencia (entelequia: que tienen el fin en sí mismo) pero también somos acto: lo que decidimos hacer y en efecto hacemos. En otras palabras nuestro ser es una unidad biopsicosocial y no solamente una unidad biológica, aunque al comienzo de la vida ciertamente lo somos.]. Hemos aludido ya a los procesos asociados con el desarrollo del lenguaje, pero existen otros procesos mentales y racionales, que poseen enorme importancia en orden a la paulatina socialización de la persona y a su inserción e interacción con la cultura [Véase p. ej., de Juan Carlos ZAVALA OLALDE: Ontogenia y teoría biocultural. Bases para el estudio de la persona a partir del desarrollo infantil CopIt-arXives  Ciudad de México ◦ Cuernavaca ◦ Madrid Curitiba ◦ Viçosa ◦ Washington DC ◦ Sheffield 2012.]. Por eso es necesario añadir que todas estas dimensiones constitutivas humanas requieren para su mejor desarrollo la actuación de la condición social y de la pertenencia y participación en la cultura. Pero una y otra, socialización y cultura, inclusive, y considerándolas no sólo en la perspectiva del individuo sino también y sobre todo desde la perspectiva de las condiciones objetivas en las que se produce su desarrollo – a veces tan injustas [Por la gravedad de su injusticia y la sensibilidad que (afortunadamente todavía) despiertan este tipo de casos (muchas veces divulgados por los medios de comunicación), no pueden callarse las violaciones de las y de los infantes; ha de advertirse también el maltrato que algunos padres dan a sus hijas mujeres mientras dan buen trato a los varones; y ha de actuarse ante el hastío que una sociedad tan mercantilizada, erotizada y pansexualista causa en algunos jóvenes, haciendo que la heterosexualidad no les parezca ya interesante sino monocromática y monótona, de lo cual nace el deseo de explorar la homosexualidad hasta convertirse en gusto. Pero las situaciones a las que aludimos son muchísimas más y muchas veces se encuentran enquistadas en la estructura social y en ciertos estereotipos culturales.] –, pueden impedir notablemente la adecuada y la suficiente integración de la persona en el conjunto de la vida social y cultural de un pueblo, e, incluso, de la propia “identidad sexual”, llamada en ocasiones “identidad de género” [El bienestar de cada persona humana debe continuar siendo el centro de toda la investigación científica, y nunca ser convertido en un medio para lograr otro fin. Véase el art. “Identidad sexual” en (consulta septiembre de 2013): http://es.wikipedia.org/wiki/Identidad_sexual Considérese también en este contexto la posición asumida por la Dra. Helen M. ALVARÉ, Profesora de Derecho en la Universidad George Mason de Washington, 20 de septiembre de 2013, en relación con la familia y con la mujer, en: http://attualita.vatican.va/sala-stampa/bollettino/2013/09/20/news/31704.html].
Durante todos estos primeros años, efectivamente, a una persona se le pueden presentar situaciones que no le facilitan sino que por el contrario le entorpecen la adecuada fijación del objeto sexual, como explican algunas escuelas de psicología, de psiquiatría y de psicoanálisis que emplean, a más de un siglo de efectuados, los estudios de Sigmund FREUD y de sus discípulos a propósito de las “fijaciones” [Cf. “Tres ensayos de teoría sexual” en Obras completas, v. 7 Amorrortu Editores Buenos Aires 1992 6ª 123-212.
Sobre el tema de las “fijaciones” se puede consultar un art. en el que se resumen los planteamientos freudianos, lamentablemente sin el nombre del autor: “Fijación”, en TEORIAS PSICOLOGICAS II · A GREAT WORDPRESS.COM SITE (consulta septiembre de 2013): http://teoriaspsicologicas2.wordpress.com/f-glosarios/]. Y esta “dialéctica” o dinámica “conflictual” [Recuérdense a este propósito que entre los aportes de Erik H. ERIKSON a la investigación de Freud se señalan dos principales: que las personas son seres activos que buscan adaptarse a su ambiente, más que pasivos esclavos de los impulsos; y que las influencias culturales tienen una importancia grande sobre la formación de la personalidad. Las dialécticas que propone son, recordemos: 1) Confianza Básica vs. Desconfianza (desde el nacimiento hasta aproximadamente los 18 meses); 2) Autonomía vs. Vergüenza y Duda (desde los 18 meses hasta los 3 años más o menos); 3) Iniciativa vs. Culpa (desde los 3 hasta los 5 años más o menos); 4) Laboriosidad vs. Inferioridad (desde los 5 hasta los 13 años más o menos); 5) Búsqueda de Identidad vs. Difusión de Identidad (desde los 13 hasta los 21 años aproximadamente); 6) Intimidad frente a aislamiento (desde los 21 hasta los 40 años aproximadamente); 7) Generatividad frente a estancamiento (desde los 40 hasta los 60 años más o menos); y 8) Integridad frente a desesperación (desde aproximadamente los 60 años hasta la muerte). Véanse, del propio autor: Sociedad y Adolescencia Editorial Paidós Buenos Aires 1972; de sus sistematizadores: Harold I. KAPLAN – Benjamín J. SADOCK: Sinopsis de psiquiatría. Ciencias de la conducta. Psiquiatría clínica Waverly Hispánica Madrid 2004 9ª 211-217.] tendrá serias consecuencias posteriormente para la persona en la apreciación de sí misma y de sus acciones, sobre todo en las relaciones que pueda establecer con otras personas, a no ser que ella misma tome conciencia de tales situaciones, y, en su proceso de desarrollo moral – que puede demorar algunos años – las asuma y las encauce, no sin la ayuda de la gracia divina.
Así, pues, cada uno de estos factores y variables contribuyen a la formación de la persona; pero de ellos, por sí solos, no se puede obtener una calificación moral: sólo se nos dice algo en relación con su ser  [PLATÓN: Fedón 96c-97c; 99; id.: República VI en Obras completas Aguilar Madrid 1981 (Complete Works Hackett Indianapolis Indiana 1997); ARISTÓTELES: Metafísica III,3 998b 22; IV, 2 1003b 22-27; id.: Ética nicomaquea I,4 1096a 17–23 en Obras Aguilar Madrid 1973 (The complete works of Aristotle. The revised Oxford translation Princeton University Press New Jersey 1991 2v.)], sea “in facto esse”, sea “in fieri”. De esta situación de la persona se origina, en cambio, otro tipo de valoración o calificación, la ontológica que afirma, por ejemplo, su “bondad”, y que de ella se espera una actuación (“propios del ser”): “operatio sequitur esse” (a este propósito véase la exposición – de antropología filosófica – del Canciller de las Pontificias Academias de Ciencias y de Ciencias Sociales, Arzobispo Marcelo SÁNCHEZ SORONDO, con ocasión de los Grupos de Trabajo – cf. nt. 2108 – reunidos entre el 8 y el 10 de noviembre de 2012 en la Ciudad del Vaticano para tratar el tema “Neurosciences and the Human Person: New Perspectives on Human Activities”: “Interaction Between Two Readings: The Naturalistic and the Socratic “Know Thyself””, en:
En esta perspectiva y nivel, el del ser (o]n - o,ntoj -gr.- = ens-entis, de esse -lat.- = ser, el que es), concuerda la reflexión aristotélico-tomista [tan ausente en la reflexión actual. Cf. Paul-Bernard GRENET: Ontología Hérder Barcelona 211; 216s; 222-225; 266s.] con la concepción judeo-cristiana, cuyas raíces llegan hasta la primera página de la Sagrada Escritura, en la que se atestigua la condición “irrevocable” (cf. Romanos 11,29) no sólo de “buena” sino de “muy buena” y digna de todo respeto de la obra de la creación de Dios que resplandece de manera eminente en la pareja de hombre y mujer (cf. Génesis 1,31: su “dote óntica” [Véase mi artículo “La persona humana, centro y vértice del Derecho”, en: http://teologocanonista.blogspot.com/2009/07/la-persona-humana-centro-y-vertice-del.html]), y ello no obstante la presencia en uno y otra del pecado original [La percepción cristiana difiere, por lo menos, de alguna escuela judía al respecto. "La falta primordial" – החטא הקדמון -, del libro del Génesis en el capítulo 3, a la que ésta se refiere, según la tradición del Talmud, tiene que ver también con Noé, con el diluvio y con el arco iris de la alianza. Según esta tradición, atestiguada por el rabino español Isaac ben MOISÉS ARAMA (1420-1492) en la obra Akeidat Itzjak (La unión de Isaac), Capítulo 14, “La naturaleza del hombre antes del diluvio podría atribuirse a una sola causa, su ancestro común. A partir del diluvio, sólo la falta de madurez personal podría dar cuenta de los errores del hombre. Pero no estaría agobiado por la culpa colectiva de generaciones anteriores ni por su impacto hereditario. En otras palabras, la carga del "Pecado original" había sido removida a las generaciones a partir de Noé. Dios cambió la aplicación del atributo de justicia, debido al cambio en la responsabilidad de los seres humanos. El castigo colectivo sólo sería aplicable cuando los impíos hubieran actuado en conjunto y no individuamente, por separado”: véase en (consulta 20 septiembre de 2013): http://www.thefoundationstone.org/he/music-of-halacha/58-musicgeneral/70-rainbows.html Como se puede observar, se trataba de una polémica contra el dogma cristiano de la gracia y resume su disputa verbal con un erudito cristiano. En apoyo de su ataque contra este dogma cristiano, ben Moisés Arama aduce la doctrina de la libertad de la voluntad tal como fue formulada por Aristóteles, y la consideración de la justicia trascendente de Dios, lo que haría consistir la gracia no en otra cosa que en el ejercicio de la voluntad de un déspota.]  y de sus consecuencias [La enseñanza católica, a partir del Concilio de Trento, sobre el tema puede encontrarse en el Catecismo de la Iglesia Católica 400-401; 405-406; 407-409, en: http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p1s2c1p7_sp.html#III%20El%20pecado%20original Algunos textos y desarrollos históricos claves para la precisión e interpretación actual de esta doctrina pueden verse en las notas de clase, para uso de los estudiantes, de Iván Federico MEJÍA ALVAREZ: “La aventura humana: raíces, sentido y prospectiva. Elementos para una Antropología Teológica”, Centro Editorial Javeriano Colección Apuntes de Teología Bogotá 2003 65-102.]. Por eso filosóficamente sería un error pasar – desenfadadamente, frescamente como se dice coloquialmente – de este ámbito o nivel ontológico al nivel o ámbito moral que, aunque conectados, son distintos. El ser no puede reducirse a su obrar, y en caso de darse, tal reduccionismo distorsiona la complejidad constitutiva [Queremos reconocer la debida importancia que tienen, en la conformación de la personalidad y en especial de la identidad sexual, los factores genético, congénito, el mismo nacimiento, el ambiente natural, familiar y cultural, la maduración, la libertad y la gracia. Puede verse al respecto: Sergio TRUJILLO GARCÍA: “¿Se puede crecer sin Dios?”, en Hermann RODRÍGUEZ OSORIO S. J. (comp.): Entremeses Teológicos 4 2004 Colección Teología Hoy 52 13-34] de los seres humanos, soslayando varias otras de las dimensiones que forman parte esencial o fundamental de su ser y lo distinguen de los demás. Y ello sucede con muchísima frecuencia. En el nivel ontológico se indica sencillamente que de la condición de persona – y esto es sumamente importante – no se puede deducir sin más una calificación que sea propia y específicamente ética o moral (o, inclusive jurídica – y penal, aún más –): ésta tendrá que ver, y se especificará, mediante su hacer.
b. Por eso consideramos un abuso y gran injusticia – y en el fondo un gran desconocimiento, equívoco y hasta calumnia, cuando, atribuyéndoselo, con ello se pretende fomentar el desprestigio de la Iglesia Católica porque defiende la importancia de mantener esta distinción y de sacar de ella sus conclusiones [El Papa FRANCISCO ha recordado estos criterios y ha dejado bien expuesta la actitud pastoral más adecuada en nuestros tiempos para atender a estas personas. En su “entrevista” al P. Antonio SPADARO, S. J., Director de La Civiltà Cattolica, del 19 de agosto de 2013, explicaba: “En Buenos Aires recibía cartas de personas homosexuales, que son ‘heridos sociales’ porque me decían que sentían cómo la Iglesia les había condenado siempre. Pero la Iglesia no quiere hacer esto. Durante el vuelo de regreso desde Río de Janeiro he dicho que, si una persona homosexual es de buena voluntad y está en búsqueda de Dios, yo no soy ninguno para juzgarla. Diciendo esto he repetido lo que dice el Catecismo. La religión tiene el derecho de expresar su propia opinión para el servicio de la gente, pero Dios en la creación nos ha hecho libres: la injerencia espiritual en la vida personal no es posible. Una vez una persona, de manera provocadora, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo le respondí con otra pregunta: ‘Dime: Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza condenándola?’ Es necesario considerar siempre a la persona. Aquí entramos en el misterio del hombre. En la vida Dios acompaña las personas, y nosotros debemos acompañarlas a partir de su propia condición. Es necesario acompañar con misericordia. Cuando esto ocurre, el Espíritu Santo inspira al sacerdote a decir lo que es más justo. […] De esto debe hablarse pero en contexto. El parecer de la Iglesia es conocido, pero de ello no es necesario estar hablando seguido… Debemos encontrar un nuevo equilibrio… entre el anuncio de la salvación, entre el anuncio del amor salvífico de Dios, y sus consecuencias morales”: en (consulta septiembre de 2013): http://www.laciviltacattolica.it/articoli_download/3216.pdf] – el resolver descalificar (social, moral, jurídicamente) a una persona por las razones antes dichas así tengan que ver directamente con su constitución sexual. En efecto, una cosa es la persona, merecedora de cabal respeto, por ser mujer, varón, niño, adulto, de cualquier origen, con enfermedades, anomalías o trastornos como los señalados (¡y otros por el estilo que seguramente habrá!), o sin ellos, y otra cosa muy distinta la manera como ella actúa o se comporta a partir de su uso de razón. Peor aún es la situación que se presenta, si cabe, cuando se les aplica dicha descalificación como inmodificable: ¡la persona estaría siendo irremediable e indefinidamente humillada!
En efecto, es posible hacer una valoración de un comportamiento cualquiera (interno o externo, por parte de uno mismo o por parte de otro) si y sólo si está presente la libertad (actual y efectiva, no meramente potencial o virtual) del sujeto. Por eso, los actos que realiza una persona también deben considerarse no sólo influenciables, sino que pueden llegar a estar definitivamente condicionados por la fisiología del individuo, de tal modo que la moralidad de dichos actos depende no sólo de las condiciones objetivas en las que vive sino también de sus propias subjetivas. Y si, efectivamente, tales factores superan a la persona en su libertad de decisión, ésta no sólo es eclipsada sino que, en realidad, desaparece. De igual modo, el margen de libertad con el cual tomamos nuestras decisiones puede ampliarse o restringirse dependiendo de acontecimientos significativos a lo largo de nuestra vida. En efecto, si bien la voluntad es el órgano de la libertad, no todas las personas pueden alcanzar el desarrollo de la voluntad, proceso psicológico superior por excelencia, por ejemplo cuando no han podido construir el pensamiento abstracto debido a la falta de alimentos culturales (Vigotsky). No todas las personas pueden muscular el Yo (Cirulnyk), por ejemplo cuando han sido objeto de abuso sexual temprano. No todas las personas construyen su identidad sexual de acuerdo con sus características sexuales corporales debido a la variedad de factores diferenciales que le han influido: genéticos, congénitos, del nacimiento, madurativos, del entorno, de su decisión… [Véase también, sobre los “condicionamientos psicológicos”, los “obstáculos psicológicos” y los “condicionamientos culturales” que se ejercen sobre la libertad humana, la obra citada en la nt. 5, de René SIMON, que se mantiene como punto de referencia ineludible y actual: Moral 68-102.] 
Los primeros cinco o seis años de la existencia de las personas poseen una trascendencia mayúscula cuando se trata de la que llegará a ser su propia formación moral. Al parecer, quienes mejor han tratado de explicar estos procesos en una perspectiva de la psicología evolutiva [Véanse, entre otras, las obras de Elizabeth B. HURLOCK: Developmental Psychology: A Life-Span Approach McGraw-Hill Companies 1953, 1980; y de León RAPPOPORT: Personality Development: The Chronology of Experience Scott Foresman 1972.] han sido Jean PIAGET, John DEWEY y, muy especialmente, Lawrence KOHLBERG [Véase: Anne COLBY - Lawrence KOHLBERG: The measurement of moral judgment Cambridge University Press Cambridge 1987. Lawrence Kohlberg, a partir de sus estudios, encontró que en el desarrollo humano existen tres niveles y seis estadios del razonamiento moral; pero que la velocidad con que las personas avanzamos en ese proceso cambia en función del tipo de educación (participativo y democrático que favorece el desarrollo de la autonomía; autoritario: que favorece el desarrollo de una moralidad heterónoma; permisivo: que favorece la fundamentación egocéntrica de la moralidad) – como después comprobó Constance KAMII, quien fuera discípula de Piaget –.]. Miradas las cosas desde la perspectiva de la formación moral en valores de la persona, se señala como significativo el paso de una etapa “pre-moral” (la propia de la infancia) a una “heterónoma” (apenas saliendo de la infancia), y de esta a una “autónoma”, y en esta “autónoma” desde la pubertad y la adolescencia (etapa transitoria que, en diversos casos, se perfeccionará hacia los 18, 22 años; pero que, en otros casos, se puede llegar a convertir en nivel permanente: “el (la) siempre adolescente”) hasta un comportamiento adulto y efectivamente responsable con vistas al bien humano (“ontónomo”): procesos que no son cosa de un día, ni tampoco, bueno es recordarlo, un progreso incesante, irreversible y siempre en ascenso hacia la virtud y la santidad (cf. c. 210 [“C. 210 Todos los fieles deben esforzarse según su propia condición, por llevar una vida santa, así como por incrementar la Iglesia y promover su continua santificación.”]).
Por eso el Derecho canónico de la Iglesia Católica, como resumiendo los mejores datos disponibles en la Tradición y en las investigaciones actuales, ha establecido la edad de los siete años – en una presunción del derecho que permite prueba en contrario, bien sea porque se pudo haber adelantado, bien sea porque se pudo haber aplazado: cf. c. 97 [“C. 97   § 1. La persona que ha cumplido dieciocho años es mayor; antes de esa edad, es menor. § 2. El menor, antes de cumplir siete años, se llama infante, y se le considera sin uso de razón; cumplidos los siete años, se presume que tiene uso de razón.”] – como la edad “del uso de razón”: antes de ello, se considera a la persona un o una “infante”, y, en cuanto tal, no sólo incapaz moralmente de pecar (por su falta de deliberación) sino de producir actos susceptibles de ser imputados y castigables canónicamente (cf. cc. 1321, 1322 1323) [“C. 1321  § 1.  Nadie puede ser castigado, a no ser que la violación externa de una ley o precepto que ha cometido le sea gravemente imputable por dolo o culpa. § 2.  Queda sujeto a la pena establecida por una ley o precepto quien los infringió deliberadamente; quien lo hizo por omisión de la debida diligencia, no debe ser castigado, a no ser que la ley o el precepto dispongan otra cosa. § 3.  Cometida la infracción externa, se presume la imputabilidad, a no ser que conste lo contrario”.].
Saquemos, de todo lo dicho, algunas conclusiones:
1ª) En sentido propio ontológico-antropológico, el típico del lenguaje científico – por eso, el del Derecho de los Estados, el del Derecho canónico y aún el de la Teología moral –, ninguno nace “homosexual” ni “lesbiana”. Insistimos en que calificar de “homosexual”, de “lesbiana” a una persona, varón o mujer, que puede ser un niño aún, en razón de haber sido concebido o por nacer con las anomalías, trastornos o enfermedades físicas antes mencionadas, o por haber realizado actos como los descritos en los años anteriores a su uso de razón, es decir, en los que la libertad propiamente tal no está presente, es simplemente un exabrupto y un abuso. Cuando se trata de un infante, la inadecuación en la atribución es todavía mayor. Emplear tales términos en el lenguaje (ante la sociedad, por parte de la sociedad) con referencia a una persona crea no sólo ambigüedad semántica sino que se convierte en factor que discrimina, refuerza los mecanismos y estructuras de segregación, e insulta en razón de su propia injusticia. Por el contrario, asumir este punto de partida ontológico-antropológico es ir, eo ipso, a la raíz, al fundamento y a la justificación de todos los Derechos Humanos [AFRAATES de Siria subrayaba ya en el s. IV que la condición humana es humilde, pero que no por ello posee un valor negativo, y que es Dios quien la enaltece hasta su gloria: Exposición (Demostración) 9,14 (véase el texto en Ignatius ORTIZ DE URBINA: Patrología syriaca Pont. Institutum Orientalium Studiorum Romae 1965).].
2ª) Es posible que, a pesar de lo dicho, se sigan empleando en el lenguaje corriente los conceptos “homosexual” y “lesbiana” en diversos contextos, incluso en los mencionados; pero, en tal circunstancia, habrían de ser considerados meramente como el ejercicio (tan común en la literatura) de una de las “figuras lógicas del lenguaje”, y más exactamente de un “tropo”, la metonimia [Diccionario de la Lengua Española 22ª ed., consulta (septiembre de 2013) en: http://lema.rae.es/drae/?val=metonimia]. Como se recordará, el origen de las palabras se halla en la misma naturaleza, pero los seres humanos, en su capacidad creadora, somos capaces de desbordar las ideas y para ello empleamos no el lenguaje ordinario sino el figurado a fin de imprimir mayor energía a los pensamientos y a los sentimientos. El tropo, en lo que le corresponde, asocia objetos semejantes, conexos, dependientes o correspondientes, operando así un cambio semántico en las palabras [También se emplean las palabras en la lengua española como “figuras retóricas” en las que se abandona el sentido primitivo de las mismas, su sentido recto, para otorgarles un sentido traslaticio de hipérbole o de ironía.]: les cambia su significado. En el caso de la metonimia – que cuando se trata de una frase entera se denomina más precisamente “metalepsis” – ella consiste en designar una cosa con el nombre de otra tomando al autor por sus obras (este sería el caso presente), al efecto por la causa o viceversa, o al signo por la cosa significada.
3ª) No consideramos que los calificativos de “homosexual”, “lésbico”, “bisexual”, “pansexual” se apliquen adecuadamente a las personas como distintivos de sus sentimientos, orientaciones o tendencias (interiores) cuando ellos no corresponden, efectivamente, y en cada caso, a la realización de actos (exteriores) consentidos de esa naturaleza, de acuerdo con el principio moral “sentir no es consentir”.
4ª) Sólo habría lugar a calificar como “comportamiento homosexual” o “comportamiento lésbico” o “comportamiento bisexual” o “comportamiento pansexual”, a aquel que fuera producido por parte de una persona que se encontrara en una edad posterior a la del uso de razón, por supuesto, pero que, además, dicho comportamiento no fuera directamente el resultado o el efecto pulsional incoercible o irrefrenable, o al menos concomitante, favorecido por la amígdala cerebral pero a la que se opone la acción de los lóbulos frontales de la persona, de al menos una de las enfermedades, trastornos y anomalías, físicas y psicológicas, antes mencionadas [Las Ciencias en su conjunto en este punto todavía es mucho lo que pueden y deben avanzar con el fin de ayudarles a las personas a resolver sus situaciones personales y de conciencia. En efecto, no puede olvidarse que no existen hasta el momento, acerca de una enorme diversidad de problemas de esta índole, enigmas científicos, que son todo un reto. En efecto, cómo identificar cuándo una persona nació con la o las anomalías, o si fueron ellas inducidas posteriormente a causa de que la persona ha estado expuesta a su medio ambiente. Por ejemplo, desde el punto de vista químico pueden ocurrir secreciones de hormonas diferenciadas por el medio al que este expuesto el individuo… sea ambientes químicos generados en el individuo por exposición a ambientes externos, como es el caso del cáncer, sobre el que se sabe que la exposición a ciertos agentes ambientales físicos o químicos puede causar mutaciones, pues puede haber predisposición por la presencia de oncogenes inactivos (protooncogenes) que se “despiertan’ y causan el cambio a célula cancerígena… Algo similar podría detectarse en el caso de las células sexuales. Pero serán determinantes, sin duda, para valorar adecuadamente los factores subjetivos de la decisión responsable.].
5ª)  En un art. como el de Jaime Eduardo BARRIENTOS DELGADO y Manuel CÁRDENAS: “A confirmatory factor analysis of the spanish language version of the Attitudes Toward Lesbians and Gay Men Scale (ATLG)”, publicado en Universitas Psychologica 11/2 abr-jun 2012 579-586, que motiva a los autores de esta crítica, observamos que se presentan dos formularios, de 10 preguntas cada uno, de la encuesta realizada, con cuyas respuestas se pretende sustentar el resultado del estudio (cf. Apéndice, p. 586): “a) The Attitudes toward Gay men subscale (ATG) and their Spanish translation” y “b) The Attitudes toward Lesbians subscale (ATL) and their Spanish translation”.
Las afirmaciones marcadas con los números 1, 3, 4, 5, 6, 8, 9 y 10 en la lista a), y aquellas marcadas con los números 2, 3, 4, 5, 8, y 9 de la lista b) se refieren a decisiones, sentimientos y acciones (“adoptar hijos”, “enseñar en los colegios”, “la homosexualidad, una perversión”, “la homosexualidad, una expresión de sexualidad masculina”, “tiene sentimientos homosexuales”, “el sexo entre hombres”, “matrimonio homosexual”, “opción de vida”; “la homosexualidad de la mujer, causa de discriminación”, “la homosexualidad femenina es mala”, “las leyes que castigan la conducta sexual consentida por mujeres adultas”, “la homosexualidad femenina es un pecado”, “la homosexualidad femenina por sí misma no es un problema”, “la homosexualidad femenina es una amenaza a nuestras instituciones básicas”, “la homosexualidad es una forma inferior de sexualidad”).
Por el contrario, las afirmaciones marcadas con los números 2 y 7 de la lista a), y 1, 6 y 10 de la lista b), en nuestro concepto desbordan el campo legítimo de la pregunta y del análisis y, en consecuencia, del objeto de la investigación mediante un instrumento inapropiado, por cuanto con ellas pretenden los autores, si no exteriorizar, sí suscitar, sin matiz alguno, una calificación o la asignación de una categoría que termina siendo discriminatoria de los individuos por razón de su sexualidad, y no en razón de las mencionadas acciones y decisiones sino del ser mismo personal (“los hombres homosexuales son repugnantes”, “mi hijo es homosexual”; “las lesbianas no deberían ser integradas en la sociedad”, “el número creciente de lesbianas”, “las lesbianas son enfermas”). En nuestro concepto, tal proceder en nada beneficia ni a la ciencia ni a la propia causa. Nos permitimos llamar la atención, respetuosa y sencillamente, sobre este hecho, y ofrecer nuestro aporte, que no es meramente disciplinar pero que intenta superar una concepción meramente estática e involutiva del problema.”
Coautores:
Pablo GÓMEZ CUSNIR: Médico Cirujano y Especialista en Urología de la Universidad Nacional de Colombia. Médico Especialista en Andrología de la Unidad de Fertilidad de la Clínica de Marly.  Profesor Asociado de Urología de la Universidad Nacional de Colombia donde ha sido Jefe de la Unidad de Urología, Coordinador de Internado, Director de Postgrados Médico Quirúrgicos y Miembro del Consejo Directivo de la Facultad de Medicina. Pertenece a la Asociación Americana de Urología, a la Sociedad Colombiana de Andrología, a la “Society For The Study Of Male Reproduction”, a la Asociación Española de Andrología y a la Sociedad Colombiana de Urología, donde desempeñó los cargos de Director de la Sección de Posgrado, Tesorero, Director de la Revista Urología Colombiana y Presidente en el periodo 2005 – 2007. Autor de múltiples artículos en revistas especializadas. Investigador Principal de los Estudios Clínicos Internacionales VIP, Samba; Reten World y Enthuse. A partir de 2007, es el Gerente General de la Unidad de Fertilidad “Procreación Médicamente Asistida” (PMA).
 – Sergio TRUJILLO GARCÍA: Psicólogo de la Pontificia Universidad Javeriana. Especialista en Gerencia de Recursos Humanos por la Escuela de Administración de Negocios – EAN. Maestría en Educación por la Pontificia Universidad Javeriana, Sede Bogotá. Profesor Asociado desde enero de 2012 de Tiempo completo: asignaturas: “Desarrollo del Joven y el Adulto”, “Psicología en el Siglo XX”, “Énfasis en Biografía y Sentido Vital” (todo ello en la Facultad de Psicología) y de “Psicología Educativa” y “Psicología Evolutiva” (en la Facultad de Teología - Licenciatura en Teología). Profesor de Psicología Evolutiva en el Instituto Internacional de Teología a Distancia. Ha sido Coordinador del Proyecto de Prácticas en Calidad de Vida y Ciclo Vital y del Proyecto de Investigación acerca de los Componentes Psicológicos de la Calidad de la Vida, con Adultos Mayores de Soacha y Sibaté. Profesor del año en la Facultad de Psicología de la Fundación Universitaria Los Libertadores en Noviembre de 1999. Miembro del Consejo de la Facultad de Psicología. Autor de múltiples libros y artículos de revistas publicados especialmente en Universitas Psychologica.
 ‒ Luz Mercedes SANTAMARÍA RODRÍGUEZ: Bióloga de la Pontificia Universidad Javeriana. Especialista en Docencia de las ciencias naturales por la Pontificia Universidad Javeriana, Sede Bogotá. Investigadora en los proyectos: “Almacenamiento de esporas de helechos arborescentes como alternativa para su conservación in situ” y “Cultivo de Tejidos en Forestales”. Directora en dos períodos de la Carrera de Biología. Profesora Asociada. Docente del “Curso integrado de ciencias: Biología General - Fisiología Vegetal - Biología de Organismos multicelulares”. Diversas publicaciones.
 ‒ Juan Daniel GÓMEZ ROJAS: Psicólogo de  la Universidad de Manizales (Colombia). Postgrado en Psicología Clínica: Universidad de Manizales; Johannes Gutemberg Universität Mainz - Maguncia (Alemania); Universidad Erasmus - Rotterdam (Holanda). Advanced Research Training Seminar (ARTS/IUPsyS) en Neuro-imagen Funcional y Electrofisiología (PET, fMRI, ERPs) Universidad Lund, Instituto Karolinska (Suecia). Ph.D. en Neuropsicología (Psicología Clínica y adicciones) del Instituto Max Planck para Psiquiatría de la Universidad de Munich. Doctorado Dr. Phil (Énfasis en Psicología Clínica, Neuropsicología, Psicobiología, Neuro-imagen Funcional, Etnología y Comunicación Intercultural): Ludwig-Maximilians Universität München (Alemania) Post-Doctorado - Universidad de Toronto, (Canadá) (Convenio OEA/CAMH -Organización de los Estados Americanos/Center for Addictions and Mental Health, Toronto Canadá). Ex-científico activo del Instituto Max-Planck y del Institut für Therapieforschung (Alemania), Fellow IUPsyS Seminario de Investigación Avanzada en Neuro-imagen Funcional (Universidad de Lund e Instituto Karolinska en Suecia). Fellow Fullbright 2012 en Neuro-imagen Funcional y Neuropsicofarmacología (Johns Hopkins Hospital, Baltimore, USA). Docente de tiempo completo en la cátedra de Neuropsicología, de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana.
 ‒ Wilson Alfonso MEJIA NARANJO: Microbiólogo de la Universidad De Los Andes de Bogotá; Profesional en Teología por la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá; Magister en Bioquímica de la Universidad Nacional de Colombia - Sede Bogotá; Magister en Filosofía por la Pontificia Universidad Javeriana; Especialización en Enseñanza de las Ciencias Naturales desde la perspectiva de la Teoría Construccionista del conocimiento con énfasis en la Epistemología de la Bioquímica; Doctorado en Ciencias con énfasis en Química por la Universidad Nacional de Colombia - Sede Bogotá;  Postdoctorado en Stockholm University; Postdoctorado en Mount Sinai School of Medicine. Docente de medio tiempo del Departamento de Nutrición y Bioquímica en la Facultad de Ciencias de la Pontificia Universidad Javeriana. En la actualidad dirige una línea de la Maestría y del Doctorado en Ciencias Biológicas de la PUJ destinada a profundizar en los mecanismos biológicos de la Interacción nutrientes-factores hormonales, que pueden modular los efectos del metabolismo y se pueden identificar con marcadores específicos de hueso como osteocalcina y fosfatasa alcalina especifica de hueso, así como los del eje GH/IGF-I (IGF-I, IGFBP-1 y -3, insulina, GH).

[v] El cerebro posee una complejidad e importancia del todo particular. La educación “para la libertad y la responsabilidad” ha de considerarlo. En este contexto, ¿qué tan "atrasados" culturalmente estamos? Cuando algunos defienden el empleo de ciertas drogas no mata – y ello permitiría o aconsejaría su liberalización y despenalización –, pienso que, tratándose de la educación, y propiamente de la educación en las instituciones universitarias, incluso en las que poseen estudios de posgrados, la tarea no consiste sólo en informar, y ni aún siquiera en (saber) anunciar los valores (no sólo morales) y denunciar en nombre de ellos el mal moral y los delitos: no sería sinceramente autónoma y responsable una institución escolástica – especialmente si es católica – que se desentendiera de mantener unas claras políticas y estrategias orientadas a la educación integral, permanente e inclaudicable de todos los miembros de la comunidad académica, incluida en esta la formación de la propia libertad para vivir los valores y para la responsabilidad personal, expresamente en conexión con el bien común, con el bien humano. En razón de ello se hace necesario implementar medios académicos concretos, y no meramente ambientales, para que las personas hagan una real higiene pertinente de su cerebro. De acuerdo con estudios realizados por la Universidad de Cambridge, por el King’s College de Londres, por la Universidad de Duke (Estados Unidos) y por la Universidad de California (Estados Unidos) dichos medios concretos requieren creatividad y eficacia en su implementación, y, sobre todo, ofrecen claras experiencias y condiciones (espacios y tiempos) de modo que los propios universitarios se ejerciten en evitar las tan lesivas consecuencias de inhumanidad, en el orden biológico, psicológico y socio-cultural y aún económico, que tiene el uso inmoderado (aún el desconocedor de sus consecuencias) y el abuso (en nombre del ejercicio ilimitado de la propia decisión) de las drogas.
Desde el punto de vista ya no del funcionamiento cerebral (cf. nt. final lvii del cap. IV.I.4.b.3), p. 1906) sino del impacto nocivo que diversas sustancias tienen  sobre el mismo, trascribo el estudio sintético elaborado por el Dr. Carlos Francisco FERNÁNDEZ, Asesor médico de EL TIEMPO, quien enseña además unas líneas de acciones positivas orientadas a la estimulación cerebral y a la erradicación de esa problemática multifactorial que afecta la salud y al bien común: “Vicios que destruyen su cerebro. Por: CARLOS FRANCISCO FERNÁNDEZ | 5:16 p.m. | 15 de Junio del 2013:  El alcohol, el tabaco y drogas como la cocaína reducen el tamaño de este órgano vital. Mantener malos hábitos de vida, como tomar, fumar y consumir drogas, no solo contribuye al desarrollo de enfermedades crónicas, sino que afecta el cerebro, órgano que controla y coordina todas las funciones del cuerpo. Hay que aclarar que, aunque con la edad el tamaño del cerebro tiende a reducirse –se estima que a los 80 años pierde el 15 por ciento de su peso original–, el uso de esas sustancias nocivas aceleran este proceso en forma alarmante. Así lo demostró un estudio de la Universidad de Cambridge, publicado en el 2012 por la revista Molecular Psychiatry, según el cual el consumo crónico de cocaína acelera el envejecimiento del cerebro. Vale anotar que, de acuerdo con estadísticas de las Naciones Unidas, entre los 230 millones de usuarios de drogas que hay en el mundo, alrededor de 21 millones son cocainómanos. Mediante imágenes de resonancia magnética, los investigadores descubrieron que la pérdida de la materia gris cerebral es mayor en personas dependientes de la cocaína que en la población que no lo es. Como si fuera poco, el tamaño del cerebro también disminuye: mientras que en personas sanas, el volumen cerebral disminuye 1,69 milímetros al año, en quienes han consumido cocaína en la adultez la cifra aumenta a 3,08 milímetros. Estos fenómenos están asociados a un declive de la delicada estructura de las neuronas y las conexiones que existen entre ellas. Se sabe que ciertas áreas del cerebro sufren mayor deterioro, como la corteza cerebral, donde se analiza y se procesa la información. Esta se encoge más que el cerebelo, que está encargado del control motriz.
Ojo con fumar y tomar. El consumo de cigarrillo y alcohol en exceso también envejece el cerebro antes de tiempo. Este es el resultado de un estudio reciente realizado por la Universidad de California y liderado por el profesor Timothy Durazzo. Los investigadores analizaron los datos de 158 personas entre los 26 y los 71 años y las separaron en cuatro grupos: sanos y no fumadores, alcohólicos que no tomaban trago desde hacía un mes y que nunca habían fumado, y alcohólicos con un mes de abstinencia y que seguían fumando. A los participantes les evaluaron habilidades cognitivas como la memoria, el aprendizaje, la velocidad de procesamiento y resolución de problemas matemáticos. El grupo de fumadores mostró un envejecimiento mayor para su edad. Además, tuvieron problemas con la memoria, con su habilidad para pensar rápido y eficientemente y con la resolución de problemas. Mientras que los no fumadores o los que habían dejado de hacerlo mostraron mejores desempeños. Esto sucede porque el alcohol se acopla con algunas proteínas del cerebro, como lo hacen las demás drogas. El daño resulta por el aumento de los niveles de los radicales libres (pueden aumentar el envejecimiento celular) y otros compuestos que dañan las neuronas. Luego de conocer los resultados del estudio, vale la pena pensar antes de someter al cuerpo a estas sustancias, que no solo dañan la salud, sino que envejecen y achican el cerebro.
¿Y la marihuana? Afecta la atención y la memoria. Tras hacer un seguimiento a la salud de 1.037 neozelandeses desde su nacimiento (1972) hasta cumplir 38 años, investigadores del King’s College de Londres y la Universidad de Duke (Estados Unidos) concluyeron que el consumo continuo de marihuana antes de los 18 años puede causar la pérdida o disminución permanente de facultades mentales. Terrie Moffitt, una de las autoras de la investigación, explicó que antes de los 18 el cerebro aún está en desarrollo y organizando para ser más eficiente y es tal vez más vulnerable al daño de este tipo de drogas.
Estimulación mental a toda hora. Cada vez más personas se quejan de olvidarse de citas o fechas importantes. Esperanza de Ávila, quien realiza talleres de estimulación mental, da algunos consejos. 1. Pausas. Es recomendable, en el caso de la lectura, hacer pausas de 45 minutos. En el trabajo, es mejor cambiar de actividad para retomar la concentración. 2. Ubicación. Por la mañana averigüe la fecha y el día del mes. Eso ayuda a afianzar los recuerdos. Sepa la ubicación y los espacios donde hay actividades repetitivas. 3. Buenos hábitos. El ejercicio físico mejora la oxigenación del cerebro y aumenta sus funciones. Coma saludablemente y beba moderadamente. Tome vitaminas. 4. Socialización. La socialización permite ocupar el cerebro en actividades como la escucha, la atención y la interacción con los otros individuos. 5. Organización. Estar pendiente de asuntos cotidianos que puedan resultar engorrosos, como los impuestos, permite aumentar la concentración. Se debe revisar solo una vez la lista de mercado o la agenda”. El Tiempo, 16 de junio de 2013, en (consulta 16 de junio de 2013): http://www.eltiempo.com/vida-de-hoy/salud/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-12872698.html

[vi] Según José Antonio PORTELLANO PÉREZ: Introducción a la neuropsicología McGraw-Hill Madrid - Bogotá 2005, sobre la atención se ha afirmado que ella es la encargada de realizar el proceso de selección de la información dentro del sistema nervioso, siendo el elemento fundamental que articula todos los procesos cognitivos. Cuando se presentan alteraciones de la atención siempre se producen trastornos cognitivos de mayor o menor intensidad. Dichas alteraciones pueden tener qué ver, p. ej., con los procesos más pasivos relacionados con la atención involuntaria que se desarrollan en las áreas más profundas del encéfalo, o en la sede de la atención tónica, que es la formación reticular y sus conexiones con el córtex.
Existe una conexión y relación directa entre la atención y la memoria. Existen diversas estructuras del sistema nervioso central encargadas de la memoria tales como la formación reticular troncoencefálica y talámica: a) el tálamo, como centro intercambiador de informaciones sensitivo motoras precedentes de la periferia o corteza cerebral, está implicado en dirigir activamente cada estímulo hacia los canales perceptivos apropiados, y de la regulación de intensidad de los estímulos por los núcleos reticulares; b) los ganglios basales; c) el giro cingulado y el córtex heteromodal; d) el lóbulo parietal. La asimetría antencional según se demuestra en el síndrome de heminegligencia ya que el lóbulo parietal derecho confiere mayor importancia al hemisferio derecho; e) el área prefrontal, la cual se encarga de la regulación atencional de actividades que requieren una determinada planificación; del control de la atención sostenida, evitando la dispersión; del control de la atención focalizada, dirigiendo el foco atencional hacia el lugar adecuado; del control de movimientos sacádicos oculares a través de los campos visuales.
Las principales modalidades de atención son la memoria focalizada, la atención selectiva, la atención dividida, la atención sostenida, la atención tónica y la atención fásica. La memoria focalizada tiene dos funciones preponderantes: la capacidad para dar una respuesta de un modo diferenciado a estímulos sensoriales específicos, y la facultad para permitir el procesamiento de determinados estímulos, mientras que se ignoran otros. La atención selectiva, por su parte, muestra nuestra capacidad para mantener una determinada respuesta ante un estímulo a pesar de la presencia de varios estímulos distractores que de manera simultánea compiten entre sí. Así mismo, permite prestar atención a las características del ambiente que son relevantes para la conducta que se dirige metas excluyendo otros estímulos. Por su parte, la atención dividida expresa nuestra capacidad para responder simultáneamente a diferentes estímulos y tareas o a demandas diferentes durante la realización de una tarea: permite la realización de varias tareas tensiónales de modo simultáneo. Así también, la atención dividida nos permite poder hablar con el pasajero mientras se está manejando. La atención sostenida consiste en la capacidad de mantener una respuesta conductual mediante a la realización de una actividad repetida y continuada durante un periodo de tiempo determinado.  La atención tónica es el umbral de vigilancia mínimo que se necesita para mantener la atención durante la realización de una tarea prolongada. Es un nivel suficientemente estable del sistema nervioso que se puede modificar lenta e involuntariamente en algunas situaciones. Un ejemplo de atención tónica es el proceso de adormecimiento. La atención fásica es la capacidad para dar una respuesta rápida ante algún estímulo relevante que se presenta de manera inesperada y sorpresiva.
La neuropsicología ha diferenciado varios modelos de la atención, tales como el Modelo de Broadbent, el Modelo de Norman y Shallice y el Modelo de Mesulam, y para evaluarla se han creado diversas pruebas, entre las cuales: Stroop, Trail Making Test, Cartas de Wisconsin, Torre de Hanoi, Potenciales Evocados y los Tests ¨Go’ No go¨.
Por su parte, acerca de la psicología y la teoría de la motivación, cf. Charles Norval COFER – Martimer Herbert APPLEY: Psicología de la motivación: teoría de la investigación Trillas México 1976. Entre los capítulos de la obra encontramos: Concepto de motivación. Perspectiva histórica de la motivación. El concepto de instinto: la posición etológica. Condiciones corporales I y II. Actividad y exploración. Los conceptos homeostáticos y de la motivación. Teorías hedonistas y de actividad de la emoción. Frustración, conflicto y stress. La motivación en la teoría del aprendizaje: pulsión e incentivo. Aprendizaje, ejecución, reforzamiento y motivación adquirida. Teoría psicoanalítica de la motivación. Autorrealización y conceptos relacionados. Algunos aspectos de la motivación humana. Motivación social Hacia una teoría unificada de la motivación. Hilda Emilia DIFABIO: “La temática de la motivación en el neoconductismo contemporáneo: locus de control y teoría de la atribución” en: Revista Española de Pedagogía 52/197 Ene.-Abr. 1995 37-56. También en su obra, Robert C. BOLLES: Teoría de la motivación: investigación experimental y evaluación Trillas México 1973, presenta un elenco de temas similares a la obra citada en primer lugar.

[vi bis] “Docendo discitur” (“enseñando se aprende”), afirmaba el latino Séneca. William GLASSER (1925-2013), psicólogo, médico y psiquiatra norteamericano, efectuó amplios estudios no sólo sobre temas relacionados con la responsabilidad personal (“Teoría de la selección” – o “de la elección”) – muy debatidos – sino también sobre temas que tienen que ver con educación, matrimonio, salud pública y administración. Sus estudios han sido aprovechados por Hudson “Cody” BLAIR a quien se atribuye la denominada “pirámide del aprendizaje”, según la cual, se invita a renovar las prácticas docentes centradas en la sola memorización de contenidos, o en su prevalencia: se aprende el 10% de lo que se lee; se aprende el 20% de cuanto se escucha; se aprende el 30% de lo que se ve; se aprende el 50% de cuanto simultáneamente se oye y se ve; se aprende el 70% cuando se discute (habla, pregunta, repite, describe, expresa, revisa, identifica, comunica, aplica, utiliza, demuesta, practica, plantea, predice, descubre, crea, organiza, resume, analiza, diferencia, examina, cataloga, participa, verifica) con otros; se aprende el 95% de lo que se enseña a otros (explica, sintetiza, clasifica, estructura, define, generaliza, elabora, prueba e ilustra). Cf. (consulta del 28 de agosto de 2017) en: https://www.tekmanbooks.com/blog/2014/07/22/william-glasser/; http://www.eoi.es/blogs/embasev/2015/11/09/aprendemos-mas-cuando-ensenamos/ y en https://biblioteca.ucm.es/revcul/e-learning-innova/27/art1263.pdf

[vii] Escribía Santo Tomás: “Respondo: De entre las acciones que el hombre realiza, sólo pueden considerarse propiamente humanas aquellas que son propias del hombre en cuanto que es hombre. El hombre se diferencia de las criaturas irracionales en que es dueño de sus actos. Por eso, sólo aquellas acciones de las que el hombre es dueño pueden llamarse propiamente humanas. El hombre es dueño de sus actos mediante la razón y la voluntad; así, se define el libre albedrío como facultad de la voluntad y de la razón. Llamamos, por tanto, acciones propiamente humanas a las que proceden de una voluntad deliberada. Las demás acciones que se atribuyen al hombre pueden llamarse del hombre, pero no propiamente humanas, pues no pertenecen al hombre en cuanto que es hombre. Ahora bien, todas las acciones que proceden de una potencia son causadas por ella en razón de su objeto. Pero el objeto de la voluntad es el bien y el fin. Luego es necesario que todas las acciones humanas sean por un fin” (I-II q. 1, a. 1) en http://hjg.com.ar/sumat/b/c1.html .

[viii] Fue s. AGUSTÍN quien fusionó la teología trinitaria con la teología de la creación. Dice al respecto Walter KERN: “A todas las criaturas les ha dado su ser «la Trinidad creadora», «el Padre por el Hijo en la donación del Espíritu Santo», quien garantiza que son buenas. Este origen imprime en todas las cosas creadas una estructura trinitaria. Por la unidad de su ser, por su impronta formal, por su dinámica, las cosas son las huellas (vestigia) de la Trinidad, de su ser eterno, de su perfecta sabiduría, de su gozo y de su amor. El hombre realiza la verdad de las cosas conociéndolas y amándolas: de ahí que posea la prerrogativa de ser imagen (imago) del Dios trino. Tampoco falta la visión económico-salvífica: la creación es denominada gracia. Creador y salvador se identifican. La imagen de la Trinidad en nosotros debe conducirnos, como al hijo pródigo, por el camino de retorno hacia la imagen original de la cual nos alejó el pecado. Recuerda al Déutero-Isaías y a los Salmos tardíos el modo como Agustín lee la historia de la salvación a partir de la creación al interpretar eclesiológicamente Gn 1: «Cielo y tierra» pasan a ser «cabeza y cuerpo de la Iglesia en su predeterminación antes de todos los tiempos»; las obras de la creación transparentan la historia de la perdición y salvación de los hombres”: “Interpretación teológica de la fe en la creación”, en. Johannes FEINER – Magnus LÖHRER (dir.): Mysterium salutis t. II, “La historia de la salvación antes de Cristo”, Cristiandad Madrid 1977 2ª 403-404. En el mismo sentido se expresaba s. Tomás de Aquino, ibíd. 407-408. Pero fue especialmente san BUENAVENTURA quien desarrolló la hipóstasis de una Palabra eterna y cognoscitiva única de Dios en el Lógos: “Toda criatura proclama su generación eterna”: Hexamerón 11,13 (ed. Quaracchi 5, 382). Pero el problema de esta expresión es su interpretación intelectualista, unilateral, y que conduciría a que “en el conocimiento de Dios se da un «susurro» eidético previo, fijo y acabado del mundo, que preanuncia hasta las últimas estructuras y hasta las funciones primarias de la realidad, como son la individualidad y la libre historicidad humanas… Ahí radica el defecto básico de Hegel: se ha valorado únicamente el conocimiento en Dios, sin tener en cuenta el poder de realidad de la voluntad amorosa”: ibíd. 408-409.

[ix] El asunto, sin duda, es muy delicado. El Papa JUAN PABLO II no sólo desarrolló sus “Catequesis” de los miércoles en los primeros años de su ministerio petrino, como veremos más adelante en algunas de sus expresiones (cf. I.4., p. 864), sobre esta “antropología cristiana”, sino también algunos de sus memorables discursos a los miembros de la Rota Romana (cf., p. ej.):
1°) 28 de enero de 1982, sobre la libertad de las personas para comprometerse a la entrega de sí (http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/1982/january/documents/hf_jp-ii_spe_19820128_sacra-rota_it.html);
2°) 26 de enero de 1984: “Pero la preocupación por salvaguardar la dignidad y la indisolubilidad del matrimonio, poniendo un límite a los abusos y a la ligereza que, lamentablemente, se deben lamentar frecuentemente en esta materia, no puede hacer prescindir de los reales e innegables progresos de las ciencias biológicas, psicológicas, psiquiátricas y sociales; de esta manera se contradiría el valor mismo que se quiere tutelar, que es el matrimonio realmente existente, no aquel que tiene la carencia, siendo nulo en su punto de partida. Y es aquí donde debe brillar la ecuanimidad y la sabiduría del juez eclesiástico: conocer bien la ley, penetrando en su espíritu, para saberla aplicar; estudiar las ciencias auxiliares, especialmente las humanas, que permiten un conocimiento profundo de los hechos y sobre todo de las personas; y saber, finalmente, encontrar el equilibrio entre la defensa inderogable de la indisolubilidad del matrimonio y la obligatoria atención a la compleja realidad humana del caso concreto. El juez debe actuar imparcialmente, libre de todo prejuicio: sea del querer instrumentalizar la sentencia para la corrección de los abusos, sea del prescindir de la ley divina o eclesiástica y de la verdad, buscando sólo salir al encuentro de las exigencias de una pastoral mal comprendida”:  (http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/1984/documents/hf_jp-ii_spe_19840126_roman-rota_it.html);
3°) 5 de febrero de 1987: “2. Conocemos bien los grandes progresos realizados por la psiquiatría y por la psicología contemporáneas. Debe ser apreciado cuanto estas ciencias modernas han hecho y hacen para clarificar los procesos psíquicos de la persona, sea conscientes como inconscientes, así como la ayuda que proporcionan, mediante farmacoterapia y psicoterapia, a muchas personas en dificultad. Las grandes investigaciones efectuadas y la notable dedicación de tantos psicólogos y psiquiatras son, ciertamente, laudables. No se puede no reconocer, sin embargo, que los descubrimientos y las adquisiciones en el campo puramente psíquico no están en grado de ofrecer una visión verdaderamente integral de la persona, resolviendo por sí solas las cuestiones fundamentales concernientes al significado de la vida y a la vocación humana. Ciertas corrientes de la psicología contemporánea, más aún, sobrepasando la propia competencia específica, se desplazan a tal territorio y en él se mueven bajo el impulso de presupuestos antropológicos no conciliables con la antropología cristiana. De aquí nacen las dificultades y los obstáculos para un diálogo entre las ciencias psicológicas y las metafísicas así como las éticas. En consecuencia, el tratamiento de las causas de nulidad matrimonial por limitaciones psíquicas y psiquiátricas exige, por una parte, la ayuda de expertos en tales disciplinas, los cuales valoren, según su propia competencia, la naturaleza y el grado de los procesos psíquicos que se refieren al consentimiento matrimonial y a la capacidad de la persona para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio; de otra parte, no dispensa al juez eclesiástico, en el uso de tales pericias, del deber de no dejarse sugestionar por conceptos antropológicos inaceptables, terminando por quedar comprometido en malos entendimientos acerca de la verdad de los hechos y su significado. Está, en todo caso, fuera de duda, que un profundo conocimiento de las teorías elaboradas y de los resultados alcanzados por las ciencias mencionadas ofrece la posibilidad de valorar la respuesta humana a la vocación del matrimonio de una manera más precisa y diferenciada de cuanto lo permitirían la sola filosofía y la sola teología”: (http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/1987/documents/hf_jp-ii_spe_19870205_roman-rota_it.html). Etc. (Las cursivas son mías).
4°) Más en particular, merecieron un documento específico por parte de la CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE – precedido, por supuesto, de investigaciones y de consultas de diverso género, dada la naturaleza del problema mismo – las “consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales”, 3 de junio de 2003, en: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20030731_homosexual-unions_sp.html Los pronunciamientos pontificios y de organismos de la Sede Apostólica más recientes al respecto ha  sido los siguientes, citando al documento mencionado: “Cf. Juan Pablo II, Alocución con ocasión del rezo del Angelus, 20 de febrero de 1994 y 19 de junio de 1994; Discurso a los participantes en la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Familia, 24 de marzo de 1999; Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2357-2359, 2396; Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Persona humana, 29 de diciembre de 1975, n. 8; Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, 1 de octubre de 1986; Algunas consideraciones concernientes a la Respuesta a propuestas de ley sobre la no discriminación de las personas homosexuales, 24 de julio de 1992; Pontificio Consejo para la Familia, Carta a los Presidentes de las Conferencias Episcopales de Europa sobre la resolución del Parlamento Europeo en relación a las parejas de homosexuales, 25 de marzo de 1994; Familia, matrimonio y «  uniones de hecho  », 26 de julio de 2000, n. 23” (nota 1).

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