Capítulo VI
Continuación (I.2)2. Nuestra realidad socio-cultural en relación con la regla de los cc. 809 y 811 § 2: la investigación y la enseñanza de las disciplinas en algunas Universidades católicas latinoamericanas dentro de las coordenadas de la autonomía científica y la atención a la doctrina católica. Asignaturas que se han constituido, o por constituir, para el estudio de aquellas problemáticas en las que convergen, o son susceptibles de converger, la teología y las disciplinas que son enseñadas en cada una de las Facultades.
El
asunto central que debemos tratar se distingue ciertamente de otro con el cual
posee indiscutibles lazos de índole personal, social y cultural. Nos referimos
a la aceptación mayor, menor o ninguna que obtienen los cursos teológicos
actuales en las Universidades católicas. Antes de abordar aquél, dediquémosle a
ésta, entonces, las siguientes breves anotaciones.
Se debe
afirmar que las opiniones respecto a la aceptabilidad y las sensibilidades
desarrolladas por los estudiantes y por los docentes en estas Universidades, y
su interrelación, son enormemente variadas. Según sus propias manifestaciones[1], estas van desde la
despreocupación o el desinterés, desde la desconfianza y de cierta alergia,
hasta el agrado, el aprovechamiento, la pertenencia y la participación activa
en nuestros cursos.
Con
todo, no se circunscriben estas experiencias a tales cursos. Se puede afirmar
que, precisamente, estos cursos denotan, son expresión, con frecuencia, de una
cierta actitud hacia otros ámbitos aún mayores: hacia lo católico, lo
cristiano, lo religioso, lo espiritual, lo ético, lo social… No se trata de un
fenómeno que pueda situarse estático en el tiempo cultural ni en el desarrollo
personal de los miembros de las comunidades universitarias, pero, ciertamente,
está siendo afectado también por la visión que les van proporcionando los
propios estudios profesionales. Lo indican también, de manera distinta, quienes
forman parte actual de la Universidad, o quienes tienen sus hijos en ella, e,
inclusive, quienes no tienen directa relación con ella…
Pero lo
advertimos especialmente los propios educadores desde las primerísimas etapas
de la vida y a lo largo de todas las etapas de la existencia, de modo que se
podría afirmar que estamos ante una verdadera “emergencia” en lo que concierne
a la educación, a una “educación para la vida”, en la que las personas puedan
inquietarse y construirse a partir de certezas sólidas y de criterios seguros,
que se les hayan podido proponer de una manera convincente. Entonces la
tentación de claudicar ante las propias responsabilidades educativas no es
infrecuente, sobre todo cuando los mismos padres y los docentes se hallan
embarcados en las sendas del nihilismo y del relativismo, sin encontrar
puntales seguros de referencia que los sostengan y guíen en su tarea. Para un
acercamiento a este tipo de problemáticas, puede verse el Apéndice 2C. Pasemos ahora al problema que nos plantean los dos cc.
a.
La investigación y la enseñanza de las disciplinas en algunas Universidades
católicas latinoamericanas dentro de las coordenadas de la autonomía científica
y el obsequio a la doctrina católica.
1. Los
diferentes aspectos de la realidad social y cultural se relacionan directamente
con las Universidades católicas[2]. Una descripción pormenorizada
de dichas relaciones (y de sus patologías) haría interminable, sin embargo,
nuestra búsqueda. Merecen ser destacados, sin embargo, entre otros, aquellos
inmediatamente derivados de las investigaciones científicas, a saber, de la
técnica y la tecnología, ya que plantean situaciones particularmente complejas.
Señalemos, p. ej., que a las Universidades suelen llegar, con los propios
docentes, los métodos y los instrumentos de “última generación”, para los
cuales no se tienen los auxiliares entrenados, o cuyos costos, por eso mismo,
son altísimos, no siempre costeables por estas instituciones ni por los propios
Países que son su sede. Así mismo, que, desde el punto de vista socio-político,
pueden llegar a ser graves las interferencias que se presenten y de las que se
pueden llegar a doler las Universidades, como consecuencia de una ideología y
de un sistema “tecnocrático” que se quisiera imponer a ellas, o a las que ellas
estuvieran tentadas a asimilarse. Delimitemos, así, entonces, el panorama, y
llamemos la atención sobre estas situaciones, al tiempo que invitamos a
completar la mirada en otros autores, y, por supuesto, en los documentos
eclesiales[3].
En
efecto, hay que considerar que los expertos han subrayado, en primer lugar, la
necesidad de que las actividades relativas a la enseñanza y a la educación
universitaria se interrelacionen – por su pertinencia laboral, cultural, etc. –
con aquellas concernientes a la investigación, pero también con las referentes
a la producción de bienes y de servicios, de acuerdo con los diferentes campos
del conocimiento y con las profesiones[i].
Así lo muestra, p. ej., el “Informe” del Seminario convocado y patrocinado por
la UNESCO en Sofía, Bulgaria, 1 al 5 de noviembre de 1980[ii],
cuyo esquema final transcribimos:
Disciplinas
|
Educación
|
Investigación
|
Producción
|
Estudios Humanísticos
|
Literatura, Artes liberales, Filosofía, Bellas artes, etc.
|
Creación, composición, análisis, reinterpretación
|
Libros, dramatización/cine, restauración, periodismo, actividades
culturales
|
Ciencias sociales
|
Economía, Historia, Geología, Ciencia política, sociología
|
Comportamiento humano, relaciones laborales, opciones tecnológicas,
impacto de la tecnología, teoría política, etc.
|
Planeación, estudio de casos, reconstrucción rural, seguridad social
|
Ciencias naturales
|
Física, Química, Biología, Matemáticas, Ciencias de la Tierra, etc.
|
Nuevas fronteras del conocimiento
|
Investigación industrial, laboratorios, pruebas de campo, producción
de software, etc.
|
Ingeniería y tecnología
|
Diferentes campos de la Ingeniería y de la Tecnología
|
Desarrollo de nuevos productos o sistemas, mejoramiento de los
sistemas existentes
|
Industria, investigación industrial, desarrollo tecnológico,
producción especializada, etc.
|
Ciencias médicas
|
Biología humana, medicina, cirugía, etc.
|
Nuevos procedimientos clínicos, nuevos productos farmacéuticos,
nuevas tecnologías para mejores tratamientos, etc.
|
Hospitales, atención rural de salud, etc.
|
Las diferentes disciplinas y sus
actividades
Esquema 47
2. Así
mismo, es necesario tomar conciencia de algunos retos que opone a las
Universidades católicas – en su misma identidad universitaria – la denominada
“sociedad del conocimiento”. Miremos algunos de tales desafíos:
- la urgencia de que sean corporaciones científicas, universales y autónomas pero “críticas” en lo que se refiere a lo político y a lo cultural;
- que comprendan, además, que nuestro mundo contemporáneo está cada día más globalizado:
o en lo que
se refiere a las fronteras antiguamente consideradas “soberanas” e
“impermeables”,
o y en lo que
se refiere a la “democracia”, ya que ésta abarca los factores demográficos
o de clase,
raza, etnia, género, edad, situación, religión, etc., los cuales apuntan hacia
una concepción compleja de “sociedad”.
- Aún más, aparte del factor económico,
- es fundamental que las instituciones universitarias tengan en cuenta en su perspectiva los “derechos humanos”[4], la “solidaridad”, -
- e innumerables y graves problemas que asedian a la “aldea global”[5].
He
mencionado la “investigación”. Tomemos renovada conciencia de su situación en
el momento actual colombiano a raíz de la relación que existe entre ciencia y
sociedad de lo cual apenas desde hace unas cinco décadas nos hemos venido
apercibiendo debido al todavía lento y desigual crecimiento de nuestro País.
Existe, por ello, una gran carencia de científicos y se ha acentuado la
dependencia tecnológica con respecto a conocimientos de punta que se
desarrollan por fuera de nuestra nación, incluso gracias a notables
especialistas colombianos. Más aún, los programas de postgrado – sobre todo en
las diversas áreas de la teología y del Derecho canónico – son todavía pocos,
comparados con el ámbito internacional, y, según los expertos, cualitativamente
se deben mejorar. Se trata, pues, de una problemática compleja e importante, a
la que se debe responder perentoriamente, y a la que los Gobiernos, en
Colombia, apenas han concedido una relativa, por no decir mínima, importancia.
3. No
puede negarse tampoco que el tema de la investigación posee al menos dos caras
que requieren su consideración. Por una parte, en (y entre) muchas
Universidades e instituciones dedicadas a las investigaciones de punta –
señalan los propios científicos, en concreto quienes trabajan en las áreas de
las ciencias básicas y médicas – la comunicación de los resultados entre ellos
llega a convertirse en todo un problema cuando sobre todo los celos – pero
también la lentitud de los procesos y la falta de conectividad, entre otros
factores – se hacen presentes, de modo que no se los comparte – y, sobre todo,
no se comparten los “malos” resultados, aquellos que no se siguieron efectivos
y exitosos – con lo cual se atrasan las exploraciones y se exige multiplicar
los esfuerzos, inclusive económicos, en áreas que ya se han demostrado – cinco
o más años antes – como no-viables.
Por
otra parte, y volviendo sobre lo dicho en la subsección anterior en el sentido
de la frecuencia de la mentira en el diario convivir colombiano, no exento
tampoco el ámbito universitario[6], es necesario insistir que,
aunque el fenómeno tiene lejanas raíces, por supuesto, y que no es exclusivo de
nuestra sociedad, entre nosotros se expresa de maneras multiformes, e,
inclusive, ha llegado a ser considerado como un “medio de defensa” “legítimo”
en ciertas ocasiones.
Más
aún, se mezclan estas situaciones con otras, de modo que se llega a producir en
el ambiente – en la realidad ambiental – una verdadera “impunidad”, que, al
parecer, nada ni nadie puede atajar ni recomponer ni reconducir a su auténtico
cauce moral. Por eso mismo, algunos han llegado a decir con respecto de la
nuestra, que más que una “sociedad con mentiras”, se trata de una “sociedad
inauténtica” – la realidad mentirosa que es disfrazada “sub angelo lucis”, como
decía Ignacio de Loyola –. Y, según veremos en la segunda sección, al tratar de
la moralidad pública, al no fijarse debidamente la atención sobre este delicado
y sombrío problema – ¡porque, según estiman algunos, ello “no produce un
impacto social”, “no produce daño social”! – el clima social se deteriora y se
desintegra[7]. Y, por supuesto, todo ello
llega a permear el ambiente universitario.
4.
Pero, así mismo, yendo a la problemática a la que apunta el resto del c. y
buscando elementos más positivos, hemos podido constatar cómo las Universidades
católicas – que tienen en algunos casos, como sabemos, una tradición varias
veces centenaria – han demostrado su interés y preocupación por hacer que la
enseñanza y la investigación en las mencionadas áreas del saber no estén desligadas
de la formación “en la doctrina católica” no obstante las dificultades que se
han presentado. En las notas históricas de las Universidades que hemos
consultado (cf. Apéndice 2) se puede
observar este hecho, en referencia, sobre todo, al ámbito latinoamericano. En
lo que concierne al caso colombiano, al menos cuatro de ellas remontan sus
actuales instituciones – con interrupciones en ciertos casos - al período de la
Colonia española: las Universidades de Santo Tomás (1580 y 1608), del Rosario (1653), de San Buenaventura (1688) y
Javeriana (1621), cada una con sus respectivas
Cédulas de creación –.
Pero es
necesario dar un salto de varios siglos hasta los tiempos presentes. Forma
parte de este vistazo a la realidad actual la propia observación que hace la
Iglesia sobre sus Universidades[8]. Efectuando una
retro-alimentación del informe quinquenal que deben presentar los Obispos en su
visita “ad límina”, y como sugiriendo algunas líneas de reflexión y de acción a
quienes quisieran acogerlas, el por entonces Prefecto de la Congregación para
los Obispos y Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina,
Cardenal Bernardin GANTIN, recomendaba a propósito del informe que había
presentado el Arzobispo de Bogotá, Cardenal Pedro RUBIANO Sáenz:
“Formación católica en Universidades católicas
(...) Que los estudiantes puedan descubrir al Verbo Encarnado como el presupuesto
ontológico, permanente y válido de la
Verdad, de los valores y de la ética. En las aulas de la universidad deben aprender la bipolaridad complementaria de la razón y la fe, el sentido
final cristológico de lo creado, la profundidad del misterio de la
omnipresente comunión trinitaria y
los principales temas y autores de la tradición
católica”[9].
5.
Altísima y exigente propuesta. Pero no se trata, sin embargo, de un hecho
aislado. De diversas maneras hemos podido constatar hoy que esas mismas
Universidades y Carreras mantienen una importante referencia a la fe católica,
en lo que concierne a su identidad y en su mirada hacia el futuro[10].
Por el
contrario, en lo que atañe a la presencia de la Teología en sus programas
académicos, y viceversa, e. d., de las disciplinas en las Carreras de Teología,
no siempre se mantiene, como consecuencia eficaz de lo anterior, una apertura
recíproca (cf. Apéndice 2).
Conforme
al análisis realizado y consignado en el Apéndice 2, considero que son
particularmente notables las siguientes conclusiones:
- Las diversas Instituciones universitarias católicas no ocultan el calificativo de “católicas”, otorgado debidamente por la autoridad eclesiástica competente, ni en sus documentos fundamentales ni en la publicidad que realizan, de modo que las personas que de alguna manera se relacionen con ellas, pueden tener claridad y certeza acerca de la identidad, misión y proyecto educativo que las caracterizan.
- Esta identidad católica, misión y proyecto educativo no se reducen, por supuesto, a la enseñanza ni a la investigación o al servicio, de algunas asignaturas teológicas, por supuesto. Pero ellas sí contribuyen a hacerla explícita.
- Por eso, contrasta la imagen exterior con la que suscita la mínima presencia generalizada y, quizás, cada día (de)-creciente, de estudios teológicos específicos en gran número de las Universidades y en los Programas Académicos que ellas ofrecen, no sólo al nivel del pre-grado, sino, muy especial y muy preocupantemente, al nivel del post-grado.
- De igual modo ocurre en las Facultades de Teología: es mínima en ellas la docencia de disciplinas no-teológicas, cuando ésta no es inexistente por completo, salvo excepciones muy notables.
- Pareciera que se tratara – y debiera continuar siendo así – de dos mundos diferentes, preocupados exclusivamente por sí mismos, y entre los cuales no debieran existir puntos de encuentro.
b.
Asignaturas que se han constituido para el estudio de aquellas problemáticas en
las que convergen, o son susceptibles de converger, la teología y las
disciplinas que son enseñadas en cada una de las Facultades[11]
Compartimos
sin ambages la preocupación manifestada por un autor tan notable, por una
persona tan íntimamente ligada a la educación y a la investigación
teológico-moral, como ha sido el P. Alfonso LLANO ESCOBAR, S. J., cuando
afirma:
“Los currículos y programas
escolares y los cursos de pre y posgrado de universidades han venido eliminando
las materias que contribuyen a la formación del hombre, como la urbanidad, la
historia, la ética, la sociología, y materias afines, sustituyéndolas por las
ciencias, las tecnologías, las matemáticas y los idiomas extranjeros.
El resultado es bien
conocido por todos los ciudadanos que no cierran los ojos a la realidad y que
reconocen que están rodeados de científicos, intelectuales y profesionales,
sobresalientes en ciencias y tecnologías pero deficientes en valores morales,
culturales y sociales. Estos líderes científicos, a su vez, influyen en la
deshumanización de las nuevas generaciones”[12].
En ese
contexto, es válida nuestra preocupación por
la presencia de la teología, la fe pensante y pensada, en el diálogo con las
ciencias dentro del ámbito universitario. Sobre todo, como lo muestra el
Apéndice 2, especialmente en las
notas de pie de página, en donde hemos registrado el resultado de la búsqueda
realizada para conocer las asignaturas que tienen un contenido teológico y son
enseñadas en la actualidad, en muchos casos, por una Unidad especializada del
Departamento o de la Facultad de Teología. Tal es el caso de la Facultad de
Teología de la Pontificia Universidad Javeriana.
Nos
interesa aquí extraer tres conclusiones de ese análisis:
·
En primer término, la multidisciplinariedad,
y aún muchísimo más la interdisciplinariedad, no pasan de ser un simple
enunciado, con todas las consecuencias que de ello derivan. Esta situación no
se restringe, ni mucho menos, al caso sólo de la teología y las demás
disciplinas.
·
Se observan dos tendencias interesantes, que
no son refractarias ni excluyentes de la posibilidad de que la presencia de
asignaturas teológicas, o no propiamente tales, abiertas a la
interdisciplinariedad, a la transdisciplinariedad o a la multidisciplinariedad
se pueda desarrollar aún más: de un lado, la proporción interesante de
asignaturas humanísticas en el programa básico de las Carreras; y del otro, la
proporción de electivas por parte del estudiante, quien se muestra más
interesado por incluir en su formación elementos procedentes de muy diversos
orígenes, talantes y metodologías, y que le ofrezcan diversos ángulos de visión
de los problemas.
·
Para el caso particular de la Pontificia
Universidad Javeriana, la disminución persistente de cursos interdisciplinarios
de teología en las facultades y carreras, con la consiguiente disminución de
docentes que se dedican a estas áreas sectoriales o regionales de la
investigación.
Hagamos
algunas reflexiones sobre dichas conclusiones. En primer término, cada
disciplina debería considerar no sólo adelantar en su propio campo del saber,
sino “inscribirse en el marco del diálogo interdisciplinario”, “fortalecer el
desarrollo de la formación, la investigación y la consultoría con criterio
interdisciplinario”, como se proponen las propias Universidades[13], en razón de su apertura misma
al saber y a la verdad, tan humana, como hemos visto.
De otra
parte, como también puede verse en el estudio citado en el Apéndice 2, no faltan las asignaturas teológicas que han tomado
prestados sus nombres de cursos pertenecientes propiamente a los programas de
estudio estrictamente eclesiásticos (sobre todo, “cristología”); pero, en
general, se observa un interesante desplazamiento hacia otras problemáticas más
“juveniles” y “contemporáneas”, con exigencias procedentes de varias áreas de
la teología (v. gr.: “fe y cultura”, “fe y sociedad”, “Evangelio y ciencia”,
etc. Lo mismo sucede cuando se refiere a las relaciones entre “persona y
sociedad”, “universidad y sociedad”, “sociedad y conocimiento”). Pero,
propiamente, la interacción entre las disciplinas y la teología podemos
considerarla apenas en ciernes y, en mi opinión, la interrelación todavía es
muy epidérmica si se considera el mutuo provecho que unas y otra podrían
obtener, y del consiguiente diálogo productivo entre “fe y razón”[iii].
Al
teólogo, y especialmente en el contexto de una Universidad abierta a los
problemas que le plantea el mundo de hoy[14], si quiere ser pertinente, le
corresponde, en efecto, “elaborar una reflexión sistemática sobre la vida y el
pensamiento de la comunidad religiosa” a la que pertenece, y ello incluye, “la
valoración crítica de los mismos con ayuda de criterios bien definidos”, tales
como: “1. Acuerdo con los datos; 2. Coherencia; 3. Alcance; 4. Fecundidad”[iv].
Aunque
se trata de un aspecto con indudable delimitación local, pueden verse, de igual
modo, en el Apéndice 3, entre otros
particulares, las estadísticas relativas a los denominados “temas frontera”, es
decir, a la selección de algunas
cuestiones por parte de los alumnos[15] mismos de pre-grado para ser
estudiados por parejas o en tríos, y cuyo contenido (P) requiere, al menos,
cierta multidisciplinariedad (disciplinas 1, 2, 3, 4, 5):
1 🔁↘
2 🔁
3 🔁 → P
4 🔁
5 🔁↗
Esquema 48
Como
consta en la revisión que he adelantado en mi archivo personal (cf. su
referencia en el Apéndice 2), es
conveniente señalar al respecto cuán notable es, aunque no extraño, por
supuesto, el hecho de que los estudiantes de la Facultad de Ciencias, que, en
nuestro caso, son en su mayoría jóvenes entre los 17 y los 19 años,
especialmente de Carreras relacionadas con la “vida” en sus diversas
manifestaciones (Biología, Bacteriología, Microbiología Industrial,
Microbiología Agrícola y Veterinaria, Nutrición y Dietética), durante este
período que abarca la averiguación hayan
manifestado su predilección por problemas concretos relacionados con la
salud, y muy especialmente con su propia
salud: “El uso de estimulantes psicoactivos y narcóticos: consecuencias
sobre el individuo y la sociedad”, “Contracepción y aborto”, “Salud y sanidad”,
“La lactancia materna”, entre ellos. Y al lado de ellos, en una proporción algo
menor, temas relativos a cuestiones más “teóricas” vinculadas, para algunos,
con su futura profesión: “Evolución y propósito: el lugar del hombre en la
evolución”, “Manipulación de órganos del cuerpo humano”, etc.
Notas de pie de página
[1] Coloquiales, fruto de la escucha y de los encuentros frecuentes
con ellas y ellos. Véase también el documento Evaluación de la percepción del Servicio de Formación Teológica
(Pontificia Universidad Javeriana Bogotá 2013) realizado por la Facultad de
Psicología de nuestra PUJ durante el año 2012 y publicado con el mismo nombre
bajo la dirección de Milton Eduardo BERMÚDEZ-JAIMES.
[2] No es posible en este momento hacer una investigación sobre este
punto de trascendental importancia por cuanto está afectando, en muchos casos,
la supervivencia misma de muchas instituciones católicas de educación
universitaria. Baste señalar que la inquietud ha sido constatada y ha comenzado
a ser evaluada en orden a un plan específico de acción, por parte de la FIUC.
Reseñemos en consecuencia este complejo e influyente marco (mundial) de
referencia en los términos empleados por la propia FIUC en su Programa: “En
países desarrollados y en desarrollo, las Instituciones de Educación Superior
Católica (IESC) se enfrentan a una serie de cuestiones externas e internas que
no aplican o que no las afectan a todas ellas por igual, pero, en conjunto,
puede constituir un desafío a la estabilidad institucional y la sostenibilidad.
Estos temas incluyen: desafíos de las sociedades laicas que no las apoyan,
ambiguas relaciones con organismos estatales, flotabilidad variable en la
matrícula de estudiantes para profesiones clericales o relacionadas con estas,
intensos desafíos de la competencia, ausencia de una tradición de liderazgo
profesional en la gestión y administración de la actividad, culturas
organizacionales que son relativamente débiles sobre enfoques estratégicos...” Documento "Leading Catholic Universities in the 21st Century": An action oriented
programme for Institutional heads, en (consulta noviembre de 2012): http://www.fiuc.org/Rectors/ (Traducción mía).
[3] Del Papa BENEDICTO XVI, p. ej., en CIV 14; 21;
23; 32; 40; 48; 49; 50; 59; 66; 68-77.
[4] Véase al respecto el número monográfico de la
ASOCIACION DE UNIVERSIDADES CONFIADAS A LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN AMÉRICA LATINA
(AUSJAL): “La universidad jesuita y la promoción y defensa de los derechos
humanos” en Carta de Ausjal 39 2013,
en: http://www.ausjal.org/tl_files/ausjal/images/contenido/CARTA%20AUSJAL/Cartas%20AUSJAL%20PDF/Carta%20de%20AUSJAL%2039.pdf
[5] Cf. Alfonso BORRERO C. S.J: “Perspectiva de la Universidad
Católica. Latinoamérica”:
exposición ante la INTERNACIONAL FEDERATION OF CATHOLIC UNIVERSITIES – Center
for Coordination of Research: Symposium:
University, Church and Culture. In search of a New Paradigm: The Catholic
University to-day, Saint Paul University, Ottawa, Ontario, Canada, April
19-23, 1999 15-16.
De la
misma manera, ha de tenerse en cuenta el breve escrito de Carmen GARCÍA
GUADILLA para la UNESCO-IESALC: “Nueva
geopolítica mundial del conocimiento”, en (consulta octubre 2010): http://www.iesalc.unesco.org.ve/index.php?option=com_content&view=article&id=2415%3Anueva-geopolitica-mundial-del-conocimiento&catid=187%3Adestacados&Itemid=726&lang=es
[6] Los profesores bien podríamos dar testimonio de las falsedades o
intentos de falsedad que con alguna frecuencia debemos tratar en nuestros
cursos o con ocasión de ellos.
[7] Cf. el texto de María Teresa HERRÁN: ¿La sociedad de la mentira? Cerec-Oveja Negra Bogotá 1986. Alguna
personalidad en cierto momento de la historia reciente llegó a proponer, sobre
el problema, “volverlo a sus justas proporciones”.
Sobre esta realidad que se encubre con visos
de apenas aparente bondad y humanidad, reacciona Luis UGALDE, S. J., al tiempo
que propone un medio para salir eficazmente del problema, la experiencia del
discernimiento de espíritus: “La ambigüedad de la historia y del pueblo de Dios
que marcha en ella y la ambigüedad del espíritu y de la acción de cada uno de
nosotros, lleva al santo de Loyola a equiparnos del discernimiento de
espíritus, para impedir que "sub angello lucis" (disfrazado de ángel
de luz) se cuelen las mayores negaciones de la vida”: “Espiritualidad y
educación ignaciana”, en (consulta noviembre 2008): http://www.puj.edu.co/pedagogia/documentos/espiritualidad.html
[8] El Concilio Vaticano II tuvo
una gran resonancia en nuestro Continente. Conocimos ya en el capítulo III de
esta investigación numerosas referencias del Concilio sobre la educación
universitaria. Por eso, en lo que se refiere a las Universidades ya en febrero
de 1967 el CELAM promovió un encuentro pastoral en Buga, Valle del Cauca,
Colombia, para tratar la cuestión de “La Universidad Católica hoy”. Su análisis
resultó ser hipercrítico, fundado en la “educación liberadora” de Paulo Freire,
porque resaltaba sobre todo lo que actualmente se llama “exclusión” económica y
social.
A los pocos años, en Medellín, de igual modo,
la II Conferencia General del CELAM se pronunciaba: “Los sistemas educativos,
por estar «más orientados al mantenimiento de las estructuras sociales y
económicas» «sostienen el ansia de ‘tener más’»; y que mientras «la juventud
latinoamericana exige ‘ser más’ en el goce de su autorrealización por el
servicio u el amor», la universidad más se ajusta a «las exigencias de los
mercados de trabajo». Deplora que la universidad católica no hace lo suficiente
«en la instauración del diálogo entre la Teología y las diversas ramas del
saber» Por su parte, “la III Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano, reunida en Puebla en 1979, anotaba […] en «el diálogo de las
diferentes disciplinas entre sí, y especialmente con la teología; en la búsqueda
de la verdad como trabajo común entre profesores y estudiantes, y en la
investigación y la participación de todos en la vida y quehaceres
universitarios, cada cual según su competencia, debe la universidad católica
ser ejemplo de cristianismo vivo y operante (nn. 1051ss)»”: Alfonso BORRERO C.
S.J: “Perspectiva de la Universidad Católica. Latinoamérica”: exposición ante la
INTERNACIONAL FEDERATION OF CATHOLIC UNIVERSITIES – Center for Coordination of
Research: Symposium: University, Church
and Culture. In search of a New Paradigm: The Catholic University to-day,
Saint Paul University, Ottawa, Ontario, Canada, April 19-23, 1999, 12-13.
[9] El Catolicismo, junio 8 de 1997, 12. La cursiva es mía.
[10] Para una visión panorámica de las
Universidades católicas por parte de quien, en el momento, está encargado de la
Congregación para la Educación católica, cf.: Cardenal Zenón GROCHOLEWSKI: A Universidade e a Igreja no início do
Terceiro Milenio São Paulo 2004; para conocer sobre la implementación de la
Constitución Ex corde Ecclesiae en
los Estados Unidos de América, cf. D. M. O'CONNELL: “The Norms Implementing ‘Ex
Corde Ecclesiae’ in the United States: Implications for Dioceses” en: CANON LAW
SOCIETY OF AMERICA (ed.): Proceedings of
the sixty-second annual Convention
84 2000/2 217-232, en: http://abstracts.clsgbi.org/html/book_iii.html; para conocer una visión de los desafíos actuales
a las facultades de teología, cf. Gilles ROUTHIE: “Introduction: Les défis
actuels des institutions de théologie et des sciences religieuses”, en: Studia canonica 37/2 2003 293-300.
[11] No ha de olvidarse que, implícitamente, debemos hacer referencia
también, en lo que concierne a este c., así como al anterior, lo prescrito por
el Código de Cánones para las Iglesias Orientales en el c. 641, que ya hemos presentado en su momento,
y que dice: “En las Universidades católicas, cada disciplina ha de cultivarse
según sus propios principios y su propio método y con la libertad propia de la
investigación científica, de forma que se obtenga una comprensión cada vez más
profunda de esas disciplinas y, analizando con todo esmero las nuevas
cuestiones e investigaciones del tiempo en constante progreso, se vea con más
claridad cómo la fe y la razón confluyan en la única verdad, y se formen
hombres verdaderamente relevantes por su conocimiento, preparados para
desempeñar las más importantes tareas en la sociedad y ser testigos de la fe en
el mundo”.
[12] Alfonso LLANO ESCOBAR, S. J.,
ha sido fundador y director del Centro Nacional de Bioética – Cenalbe –
y del Instituto de Bioética de la Pontificia Universidad Javeriana: (ed.): Bioética y educación para el siglo XXI
Editorial Pontificia Universidad Javeriana Bogotá 2006 7.
El empleo de las tecnologías
en la vida corriente, no exenta la educación, suscita radicalizaciones, tanto
por los aspectos morales individuales – sobre todo la influencia que ejercen
sobre la libertad – como sociales – especialmente por la falta de un acceso
igualitario a las mismas – que comportan, como por las críticas – o defensas –
antropológicas que se polarizan alrededor de ellas. La visión actual de la
Iglesia, sin dejar de reconocer el aporte crítico que proporcionan al respecto
las ciencias socio-analíticas, pero fundada en el pensamiento tomista al que
hemos hecho referencia y sobre el que volveremos más adelante, se sintetiza en
la expresión conciliar: “Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas
las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio
orden regulado, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la
metodología particular de cada ciencia o arte. Por ello, la investigación
metódica en todos los campos del saber, si está realizada de una forma
auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en
realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe
tienen su origen en un mismo Dios” (GS
36b). De hecho, esas obras “terrenas” tan diversas, que son fruto del ingenio
humano, son no sólo muy útiles p. ej. en el campo de la educación, sino que
mediante su “uso honesto” incluso llegan a serlo en la propia liturgia (SC 61), como expresiones de la fe (SC 59b), y más ampliamente, “contribuyen
no poco a la edificación del Cuerpo de Cristo” y “a la salvación de los
hombres” (CD 12b).
[13] Cf. PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA: Documento Unidades Académicas Bogotá diciembre de
2003 7 n. 9: “Los Departamentos deben procurar que en el desarrollo de sus
actividades de investigación, docencia y servicio se propicien distintas formas
de interdisciplinariedad en la Universidad”. La expresión la encontramos en:
Eduardo DÍAZ ARDILA: Departamento de
Teología: Informe de Gestión 2002-2005 Bogotá 19. En el caso de la
Pontificia Universidad Javeriana, esta misión le es encomendada como expresión
de su misma identidad, a la Filosofía y a la Teología, las cuales “como parte
esencial y constitutiva del conocimiento son necesarias para asegurar la visión
de totalidad a la que la Universidad Javeriana está llamada. Dentro del
esfuerzo de las disciplinas por encontrar su significado, ellas impulsan y
fomentan el deseo irrestricto por la verdad, la libertad y la trascendencia”:
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA: Proyecto
educativo Bogotá abril 1992 16 n. 40.
De igual modo, en la Planeación Universitaria 2007-2016 del 24 de abril de 2007, en: http://www.javeriana.edu.co/puj/rectoria/Planeacion_2007_2016/Documentos/2007-2016/Planeacion_Universitaria_Propositos.ppt
[14] Véase el comentario del Ingeniero Carlos Julio CUARTAS CHACÓN:
“Fe y teología en la universidad” en: ThX
136 2000 497-510.
[15] He escuchado a algunos colegas su desánimo
ante el término “alumno/a”. No les hallo razón. Por el contrario, me parece una
denominación, incluso empleada en el caso de los universitarios, y quizás sobre
todo con ellos, llena de significado y merecimiento: “(Del lat. alumnus,
de alĕre, alimentar). 1. m. y f.
Discípulo, respecto de su maestro, de la materia que está aprendiendo o de la
escuela, colegio o universidad donde estudia”, como dice el DRALE: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltGUIBusUsual
Notas finales
[i] Cf. Alfonso BORRERO C. S.J: “Perspectiva de la
Universidad Católica. Latinoamérica”: exposición ante la INTERNACIONAL
FEDERATION OF CATHOLIC UNIVERSITIES – Center for Coordination of Research: Symposium: University, Church and Culture.
In search of a New Paradigm: The Catholic University to-day Saint Paul
University, Ottawa, Ontario, Canada, April 19-23, 1999 22-23.
No se puede desligar
totalmente la situación general que viven las universidades en Colombia y en el
mundo de la que viven las Universidades católicas en particular, así como el
efecto que la situación global tiene sobre ellas. Se trata de un campo sumamente
amplio y complejo que aquí es imposible tratar. Con todo, asumimos algunos
pocos elementos al respecto de informes que gozan de cierta autoridad pública,
y los presentamos a continuación:
Señala un documento
preparatorio de la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior 2009
elaborado por la UNESCO (París, 5 al 8 de julio), que en el año 2000 había unos
110 millones de estudiantes universitarios, y que, para el año 2007, este
número se había incrementado a casi 152’500.000, es decir, en casi un 50%. Así
mismo, hasta hace unos cincuenta años, el estudio universitario era considerado
por muchos sectores el destino propio de las élites de los países, mientras que
hoy se piensa, por el contrario, que, para asegurar el desarrollo económico de
las naciones se hace necesaria una participación juvenil en la educación
universitaria de no menos del 40 al 50 % de la misma, incluyendo en estas
cifras la participación femenina.
Existen problemas de
ingreso de estas poblaciones a la educación superior, sin embargo. Para África,
p. ej., se habla de un acceso de hasta un 6% de la población, mientras, en el
otro extremo, en Estados Unidos y Europa este llega a ser hasta del 71%.
Inclusive, ciertos países se consolidan, o pretenden consolidarse, como polos
de atracción para los jóvenes que desean adquirir esta educación ofreciendo una
gama cada vez más amplia y sólida de programas y posibilidades, especialmente
financieras, seductores para personas de otros países. Así mismo, entre países
se convalidan los estudios realizados por los jóvenes en las instituciones de
otros países, en desarrollo de alianzas logradas en materia regulatoria
(“Proceso de Boloña 1999”); lo cual no impide que también se haya detectado
cierto incremento en la deficiencia de la calidad de algunas instituciones así
como la circulación de diplomas obtenidos mediante fraude.
En relación con la
educación en instituciones privadas, observa el informe que comentamos, su
existencia ha alcanzado en Estados Unidos y en países del Extremo Oriente una
notable reputación y llega a constituir hasta el 30% de la oferta educativa de
estos Estados, y se está ampliando, de igual modo, en numerosos países de las
otras regiones.
Otros aspectos merecen ser
resaltados brevemente del documento: la rapidez y profundidad de los cambios a
los que están siendo sometidas las instituciones de educación superior; los
esfuerzos tan considerables que ellas han debido realizar en búsqueda de
fuentes de financiamiento; el ingreso arrollador de las TIC en ellas como
medios de transferencia de conocimiento; su competitividad creciente por la
búsqueda de financiamiento por fuera de sus propios países así como de
estudiantes provenientes de otras latitudes; el incremento de alianzas entre
instituciones universitarias, de programas abiertos a estudiantes de otros
países e, inclusive, la apertura de sedes de las universidades en otros países
diferentes al nativo; etc. Puede verse el informe completo: “The State of Higher Education in the World Today. Paris, 24 June 2009”, en (consulta 29 junio
2009): http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=45964&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html
[ii] UNESCO: Report on the Seminar to study formulae
combining Education, Research and Production in Higher Education, Sofia 1-5
de diciembre de 1980, Paris, noviembre de 1981, citado en: Alfonso BORRERO C.,
S. J.: “Conferencia XXVI. Administración
de la investigación en la Universidad”, 48, en: Alfonso BORRERO C., S. J.: Simposio Permanente sobre la Universidad
material en off-set Bogotá 1998. La traducción es mía. Obsérvese la ausencia de
la mención de la “teología”, a no ser que se encuentre implícita en los “etc.”
[iii] Coincide esta apreciación con la expresada por el P.
Vicente DURÁN CASAS, S. J., Vice-Rector de la Pontificia Universidad Javeriana
– Seccional Bogotá – en su discurso de conclusión del X Congreso La
Investigación en la Pontificia Universidad Javeriana, pronunciado el 25 de
septiembre de 2009, y, a la fecha, lamentablemente no publicado.
No es este, por
supuesto, el lugar para desarrollar esta investigación sobre las relaciones
entre “fe y razón”. Nuestro propósito aquí es mucho más modesto y referimos a
las obras, entre ellas las ya citadas, sobre el tema. El asunto refiere, a sí
mismo, a la relación, aún más amplia, entre “Religión y ciencia”, título de la
obra del importante autor sobre la materia, Ian G. BARBOUR. En ella el autor
desarrolla asuntos de importancia crucial para ese diálogo, tales como la
“historia de la ciencia” (especialmente de la física y de la biología) en su
relación con la religión, sobre todo en lo que concierne al desarrollo de esta
problemática en Occidente; capítulos fundamentales son los relativos a los
“métodos” de las ciencias y de la religión, y a las teorías elaboradas por las
ciencias y su contrastación con las propuestas religiosas (la metafísica de
base y la creación). Concluye la obra abriendo perspectivas en lo que toca al
mejor conocimiento de la “naturaleza humana”, y al desarrollo del
“pensamiento”. Particularmente interesante es la sección “Revelación, fe y
razón”, de la cual consignamos el siguiente párrafo: “La revelación divina y la
respuesta humana están siempre inextricablemente entrelazadas. La revelación
permanece incompleta hasta que es acogida por individuos, y éstos viven siempre
dentro de comunidades interpretativas. El encuentro al que Dios se ofrece es
vivido, interpretado y comunicado por seres humanos falibles… Además, a la
revelación se le reconoce capacidad para iluminar la experiencia actual. La
revelación nos ayuda a comprender hoy tanto nuestra propia vida individual como
la vida de nuestras comunidades… En resumen, entre la ciencia y la religión
existen diversos paralelismos: la interacción de datos y teorías…, el carácter
histórico de la comunidad de interpretación, el uso de modelos y la influencia
de paradigmas o programas. En ninguno de los dos campos existen pruebas, pero
pueden aportarse buenas razones para respaldar los juicios elaborados por la
comunidad de paradigma. También existen importantes diferencias entre la
ciencia y la religión, pero algunas de ellas no representan, como a veces
imaginamos, oposiciones absolutas, sino más bien diferencias de grado o de
énfasis… Pero algunos aspectos de la religión no tienen parangón en la ciencia:
el papel del relato y del rito; las funciones no cognitivas de los modelos de
la religión, que evocan actitudes y animan a la transformación personal; el
tipo de implicación personal característica de la fe religiosa; y la idea de
revelación en los acontecimientos históricos”: Ian G. BARBOUR: Religión y ciencia, o. c. p. 44, nt. 94, 230-231. La cursiva está en el texto.
[iv] Al pensar en los aportes que las ciencias pueden
ofrecer a la reflexión teológica, el mismo Ian G. BARBOUR menciona y desarrolla
estos, precisamente: “1. Acuerdo con los datos. Las creencias religiosas pueden
proporcionar una visión fidedigna de cuáles son las áreas de experiencia que la
comunidad en cuestión considera más significativas. Sostengo la tesis de que
los datos primarios son, por una parte, las experiencias religiosas
individuales y, por otra, los relatos y los ritos comunitarios. Aquí, los datos
están mucho más cargados teóricamente que en el caso de la ciencia. […] 2.
Coherencia. Una tradición paradigmática tiene asegurada su continuidad en la
medida en que sea congruente con otras creencias previamente aceptadas. El
juicio ínter subjetivo de la comunidad ofrece una cierta protección frente al
individualismo y la arbitrariedad. No obstante, siempre existe cierto margen
para la reformulación y la reinterpretación: las ideas de las comunidades
religiosas han experimentado considerables cambios a lo largo de la historia.
Entre los distintos elementos de un conjunto de creencias religiosas existen
estrechas relaciones internas. 3. Alcance. Las creencias religiosas pueden ser
extrapoladas más allá de los datos primarios, con el fin de interpretar otros tipos
de experiencia humana, particularmente otros aspectos de nuestras vidas
personales o sociales. En una era científica, lo menos que puede pedírseles es
que sean compatibles con los descubrimientos científicos. Las creencias
religiosas pueden contribuir a elaborar una visión del mundo coherente, una
metafísica global. 4. Fecundidad. En el caso de la ciencia, las teorías se
juzgan en parte por el respaldo que prometen prestar al programa de
investigación en el que están encuadradas, que es el núcleo en torno al cual se
desarrolla lo principal de la actividad científica. Puesto que la religión
implica una mayor diversidad de actividades que la ciencia y desempeña algunas
funciones bastante diferentes de las de ésta, la idea de fecundidad incluye
aquí distintas dimensiones. En el plano personal, las creencias religiosas
pueden ser avaluadas por su capacidad para impulsar procesos de transformación
y para unificar la personalidad. ¿Cuáles son sus efectos sobre el carácter de
las personas? ¿Tienen capacidad para inspirar compasión y sostenerla, para
generar amor? ¿Son relevantes de cara a las cuestiones urgentes de nuestra era,
como, por ejemplo, la degradación del medio ambiente o la posibilidad de una
guerra nuclear? Las respuestas que se den a estas preguntas dependerán, qué
duda cabe, del paradigma desde el que se planteen; pero, en cualquier caso,
constituyen un aspecto importante de la evaluación de la religión en cuanto
forma de vida […]”: ib., 194-195.
Cf. también: Iván F.
MEJÍA ALVAREZ: Introducción a la teología
y al magisterio moral social Pontificia Universidad Javeriana Facultad de
Teología Colección Apuntes de Teología Bogotá 2004 29-31.
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