Capítulo V

Continuación (I.2.a.3)



c) El ser humano considerado desde lo socio—cultural: la dimensión social.

44. Como se habrá podido apreciar, cuanto más se examinan las diversas dimensiones del ser humano y se profundiza en ellas, y las relaciones recíprocas que se establecen entre ellas, más se puede apreciar su enorme complejidad. La “relación” se impone como categoría trasversal y sustancial para expresar “lo humano” (cf. CIV 53b y 54-55). Así, al llegar a la dimensión social[i] – y a su realización histórica – nos encontramos con un objeto de estudio cuya vastedad, implicaciones y dinamismo son tales que se hace imperioso acudir a una especie de especialización[1] que permita conocer a fondo la naturaleza y el funcionamiento de los fenómenos que en ese territorio se suceden. Más aún, en las últimas décadas se ha agudizado la situación de crisis en el mundo en diferentes ámbitos, mostrando efectos sobre la estabilidad psicológica de personas y comunidades[2]. Así, al mismo tiempo y teniendo presente la desafiante y delicada unidad del hombre, no pueden dejarse de captar en ellos las tendencias a la armonía y a la síntesis de tan grande diversidad. En efecto, aún aquellas actividades que pudiéramos considerar más “íntimas” e “individuales” de las personas, nos descubren y nos reclaman de diversas maneras, esa condición y vocación “social” que nos caracteriza como seres humanos: la interioridad tiene qué ver necesariamente con la exterioridad humana, y viceversa. Y, en correspondencia, todas esas manifestaciones de sociabilidad y cultura humana nos remiten a las índoles biofisiológica y psíquica de cada individuo humano, al tiempo que expresan simbólicamente el sentido deliberado que se les quiere dar a las mismas. 

Para realizar nuestro propósito, vamos apenas a mencionar algunos de los principales campos del conocimiento que nos acercan “cuantitativamente” al hombre en cuanto ser social y a su actuar, a fin de intentar captarlo en su acontecer:


45. Las constataciones experienciales y sapienciales de los pueblos y de aquellas que nos proporcionan las diversas disciplinas del conocimiento que se acercan a la realidad de la relación varón—mujer apuntan a los siguientes hechos:

1) La relación varón—mujer es considerada, con justa razón, la primera relación propiamente humana y, por ende, comunitaria. Un filósofo, como ARISTÓTELES, lo advirtió ya en el s. IV a. C., cuando destacó esta condición social tanto desde un punto de vista cuantitativo, a saber, que dicha relación permite la procreación de los hijos y la multiplicación de miembros de la ciudad, como cualitativo, y esto de dos maneras: porque ella misma es “educativa” mediante la crianza de los mismos, como desde la perspectiva de la convivencia conyugal con todo lo que comporta. No se planteó entonces una jerarquía en dichos fines, como sí lo hizo Francisco DE VITORIA (1486?-1546), para quien, el fin primario de dicha relación es el procreativo, mientras el secundario sería la convivencia del varón con la mujer. Se ha de observar que antes de referirse al “matrimonio”, antropólogos como Ralph BEALS y Harry HOIJER[4] suelen incluir un capítulo acerca de “la familia y el parentesco”. Con todo, advierten que “en su forma simple, la familia primaria o elemental consta de dos adultos de sexo[ii] opuesto, que viven juntos en una unión (matrimonio) reconocida por otros miembros de su sociedad y en compañía de sus hijos” (cf. o. c., p. 475). Y distinguen el “matrimonio” del solo “apareamiento”,

“por el cual entendemos las uniones de hombres y mujeres realizadas primordialmente con propósitos de satisfacción sexual. Tales uniones son casi siempre transitorias, e incluso casuales, y de ordinario no imponen ninguna obligación o responsabilidad familiar a los participantes… El matrimonio, aunque es evidentemente, al igual que el apareamiento, un medio de satisfacción sexual, tiene otras y más importantes funciones sociales… Es en todas partes una serie de normas culturales para sancionar la paternidad y procurar una base estable al cuidado y educación de los hijos. Es, en efecto, el principal mecanismo cultural para asegurar la continuación de la familia y de otras agrupaciones fundamentadas sobre el parentesco” (p. 509).

2) Por otra parte,

“La mayor parte de los sociólogos están de acuerdo en que la familia es la unidad básica de la sociedad, en cuanto que es la transmisora básica de la cultura. D. Cooper que había escrito en 1971 una obra sobre ‘la muerte de la familia’ poco después debió corregirse y afirmar que la familia no muere, la familia se transforma. Por lo tanto, si no se puede negar que, por muy diversas razones, el modelo tradicional de familia está en crisis en el tercer milenio, de igual forma hay que aceptar que han aparecido otras múltiples formas de familia que conservan la misma función de la familia tradicional” [5].

3) No obstante, hay que notar que, en un plano simplemente descriptivo, el ágape, amor de caridad, hermosea y espiritualiza el eros, amor utilitario y concupiscente, y es capaz de encauzar el amor carnal con su propia “violencia”:

“Felizmente, el amor sexual es algo más que prosecución hambrienta de la carne por la carne. La diferenciación sexual que condiciona los cuerpos, es ciertamente la diferencia más visible, pero no la única ni la más profunda. También las almas están sexualmente diferenciadas, y el hombre y la mujer se complementan, al parecer, más por la vida de sus almas que carnalmente: animus et anima, decían los antiguos”[6].

4) Más aún, cuando tratamos de este tipo de relación – mujer-varón – hemos de estar sumamente atentos, pues, como en no pocos momentos, bien podemos caer en la tentación – falseada por ciertas deducciones de las observaciones sociales[7] y por alguna idea teñida de religiosa – de identificar “natural” con “cultural”, como sucede en fenómenos tales como el “machismo” y cierto tipo de “patriarcalismo”, otras tantas formas de totalitarismo, de determinismo, de maniqueísmo y de absolutismo, pero en el ámbito de las relaciones microsociales. Por eso mismo, hay que ser cautos con la aceptación indiscriminada de expresiones ambiguas relativas al “género”, cuyo soporte biológico-sexual, al que nos hemos referido anteriormente, es, hoy en día, franca y ampliamente excluido en muchas circunstancias, tanto en sus efectos o aplicaciones psicológicas, como morales y como jurídicas[8].

Las investigaciones a este respecto son del todo necesarias y fundamentales. BENEDICTO XVI lo ha reflexionado en un texto que podría citarse por completo, pero que, en razón de brevedad, sólo traemos en el siguiente párrafo, como anticipo de cuanto iremos exponiendo paulatinamente, y en el que él reafirma un criterio central con el que venimos trabajando: el de “lo humano en su integralidad”:

“Se hace necesaria, ciertamente, una renovada investigación antropológica que, sobre la base de la gran tradición cristiana, incorpore los nuevos progresos de la ciencia y el dato de las sensibilidades culturales de hoy, contribuyendo de este modo a profundizar no sólo la identidad femenina sino también la masculina, también ésta, objeto, no raras veces, de reflexiones parciales e ideológicas. Frente a corrientes culturales y políticas que buscan eliminar, o, al menos, obscurecer y confundir, las diferencias sexuales inscritas en la naturaleza humana considerándolas una construcción cultural, es necesario requerir el designio de Dios que ha creado al ser humano varón y mujer, con una unidad y, al mismo tiempo, una diferencia, original y complementaria. La naturaleza humana y la dimensión cultural se integran en un proceso amplio y complejo que constituye la formación de la propia identidad, donde ambas dimensiones, la femenina y la masculina, se corresponden y se completan”[9].

5) Dentro de este contexto es necesario inscribir también lo concerniente al ejercicio de la sexualidad y, muy particularmente, a sus dos consecuencias: unitiva de la pareja y procreativa de una nueva vida, una y otra, expresiones del amor matrimonial. Al respecto podría ser referida una incontable bibliografía. Queremos por el momento reenviar a lo que diremos oportunamente más adelante en este capítulo[10].


46. Teniendo presente y como “ejemplar” (o paradigmática) esta imagen muy elevada de lo que es la realidad esponsal podemos considerar también los otros ámbitos del obrar típicamente humano. Y, en primerísimo lugar, el económico.

Este ámbito económico sitúa al ser humano – individual y socialmente considerado – en una forma de relacionarse con el cosmos a la que se puede denominar primordial y prioritaria: aquella que le permite existir y subsistir, al sacar de los recursos materiales, mediante su raciocinio y su trabajo, aquellos alimentos y demás elementos que le son necesarios o convenientes. El ser humano es, por eso mismo, un “administrador”. Porque el hombre, para vivir, requiere no sólo de alimento y vestuario, sino de otros bienes y servicios que, movido por un deseo incontenible de conducir una vida cada vez más plena en todas sus dimensiones, lo llevan a crear.

Pero lo económico es mucho más. Con su actividad económica – de producción, de distribución, de intercambio – las personas efectúan e intensifican sus relaciones sociales y de interdependencia. Los progresos en las técnicas de producción, en la organización del comercio y de los servicios, son instrumentos que, manejados en sus manos responsables, en mucho pueden contribuir a que todos los hijos de Dios colmen adecuadamente sus necesidades como una verdadera familia.

Sin embargo, en muchas de sus creaciones en este campo económico la persona compite con sus semejantes en la búsqueda y la consecución de cuanto requiere, en una verdadera lucha por la vida que reviste, muchas veces, caracteres implacables y de aniquilación del otro. Por eso debe el hombre ejercer una permanente advertencia y dominio de sí mismo en esta área tan importante como delicada, de modo que su legítima voluntad de vivir no se convierta en destructora tanto de la naturaleza como de la sociedad a la que pertenece. Más aún, de esa ansia incontrolada se originan el deseo y la rabia de consumir y de acumular – cosas desconocidas incluso por el simple animal –, y que nada tienen qué ver con la necesidad de vivir.

Ahora bien, es fundamental resaltar a este propósito un asunto particularmente crítico que tiene que ver con la concepción del denominado “homo œconomicus” que aparece en las dos formas principales que se han disputado la sociedad desde la modernidad[11]; asunto tanto más complejo, cuanto ellas han llegado a convertirse no sólo en dos teorías y escuelas económicas, sino en dos expresiones culturales antagónicas, que, sin embargo, no reconocen, a nuestro juicio, a la persona humana “integralmente”, en línea con su “ser”. Nos referimos, por supuesto, al “capitalismo” y al “socialismo”, cuya concepción antropológica, comparada con nuestra propuesta, pensamos, es insuficiente.

Pienso que ha sido un enorme acierto el del Santo Padre JUAN PABLO II proponer que problemáticas como la presente habían de ser analizadas distinguiendo una doble dimensión del asunto, sin reducir la una a la otra o simplificándolas en una sola, sin esfuerzo suficiente de crítica. Una es la consideración antropológica propiamente tal del problema, y otra, la consideración de tipo ético del mismo, que también hay que razonar. Cuando se emprende una investigación “disciplinar”, en materia económica, como, por lo demás, también en otros campos y dimensiones de la existencia humana, es necesario tener en cuenta sus “presupuestos” antropológicos.

En algunos de los párrafos más esclarecedores y oportunos de sus encíclicas Laborem exercens (14 de septiembre de 1981) y Centesimus annus (1° de mayo de 1991), afirmaba el Papa los peligros que lleva consigo estudiar y manejar la cuestión “económica” aisladamente del resto de las dimensiones humanas[12] provocando con ello una “nueva” (contra o anti) cultura. En el primero de los textos[13] aseveraba:

“A pesar de todo, el peligro de considerar el trabajo como una «mercancía sui generis», o como una anónima «fuerza» necesaria para la producción (se habla incluso de «fuerza-trabajo»), existe siempre, especialmente cuando toda la visual de la problemática económica esté caracterizada por las premisas del economismo materialista.
Una ocasión sistemática y, en cierto sentido, hasta un estímulo para este modo de pensar y valorar está constituido por el acelerado proceso de desarrollo de la civilización unilateralmente materialista, en la que se da importancia primordial a la dimensión objetiva del trabajo, mientras la subjetiva —todo lo que se refiere indirecta o directamente al mismo sujeto del trabajo— permanece a un nivel secundario. En todos los casos de este género, en cada situación social de este tipo se da una confusión, e incluso una inversión del orden establecido desde el comienzo con las palabras del libro del Génesis: el hombre es considerado como un instrumento de producción,12 mientras él, —él solo, independientemente del trabajo que realiza— debería ser tratado como sujeto eficiente y su verdadero artífice y creador. Precisamente tal inversión de orden, prescindiendo del programa y de la denominación según la cual se realiza, merecería el nombre de «capitalismo» en el sentido indicado más adelante con mayor amplitud. Se sabe que el capitalismo tiene su preciso significado histórico como sistema, y sistema económico-social, en contraposición al «socialismo» o «comunismo». Pero, a la luz del análisis de la realidad fundamental del entero proceso económico y, ante todo, de la estructura de producción —como es precisamente el trabajo— conviene reconocer que el error del capitalismo primitivo puede repetirse dondequiera que el hombre sea tratado de alguna manera a la par de todo el complejo de los medios materiales de producción, como un instrumento y no según la verdadera dignidad de su trabajo, o sea como sujeto y autor, y, por consiguiente, como verdadero fin de todo el proceso productivo.” (LE 7).

Y en otro aparte agregaba:

“Se sabe que en todo este período, que todavía no ha terminado, el problema del trabajo ha sido planteado en el contexto del gran conflicto, que en la época del desarrollo industrial y junto con éste se ha manifestado entre el «mundo del capital» y el «mundo del trabajo», es decir, entre el grupo restringido, pero muy influyente, de los empresarios, propietarios o poseedores de los medios de producción y la más vasta multitud de gente que no disponía de estos medios, y que participaba, en cambio, en el proceso productivo exclusivamente mediante el trabajo. Tal conflicto ha surgido por el hecho de que los trabajadores, ofreciendo sus fuerzas para el trabajo, las ponían a disposición del grupo de los empresarios, y que éste, guiado por el principio del máximo rendimiento, trataba de establecer el salario más bajo posible para el trabajo realizado por los obreros. A esto hay que añadir también otros elementos de explotación, unidos con la falta de seguridad en el trabajo y también de garantías sobre las condiciones de salud y de vida de los obreros y de sus familias.
Este conflicto, interpretado por algunos como un conflicto socio-económico con carácter de clase, ha encontrado su expresión en el conflicto ideológico entre el liberalismo, entendido como ideología del capitalismo, y el marxismo, entendido como ideología del socialismo científico y del comunismo, que pretende intervenir como portavoz de la clase obrera, de todo el proletariado mundial. De este modo, el conflicto real, que existía entre el mundo del trabajo y el mundo del capital, se ha transformado en la lucha programada de clases, llevada con métodos no sólo ideológicos, sino incluso, y ante todo, políticos.” (LE 11).

En la encíclica Centesimus annus, escrita, como sabemos, a la caída de los regímenes de tipo comunista y con ocasión del centenario de la encíclica de León XIII “sobre la cuestión social” (1° de mayo de 1991)[14], el mismo Pontífice volvía e insistía sobre la necesidad de observar el asunto económico, en su situación actual, no sólo desde la perspectiva moral, sino, previa y más radicalmente antropológica:

“Da la impresión de que, tanto a nivel de Naciones, como de relaciones internacionales, el libre mercado sea el instrumento más eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades. Sin embargo, esto vale sólo para aquellas necesidades que son «solventables», con poder adquisitivo, y para aquellos recursos que son «vendibles», esto es, capaces de alcanzar un precio conveniente. Pero existen numerosas necesidades humanas que no tienen salida en el mercado. Es un estricto deber de justicia y de verdad impedir que queden sin satisfacer las necesidades humanas fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos por ellas... Por encima de la lógica de los intercambios a base de los parámetros y de sus formas justas, existe algo que es debido al hombre porque es hombre, en virtud de su eminente dignidad...” (n. 34).

Así, pues,

1°) El capitalismo

arraiga en una peculiar concepción del hombre, en una antropología cuya raíz y fundamento es el individualismo. De hecho, se valora al hombre en contraposición al régimen de absorción que realizaba el tejido social comunitario en el período previo a la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” en la Revolución Francesa (1789), y propicia la expansión de la iniciativa particular, factor del cual se benefició principalmente la burguesía. […]
“De otra parte, es decir, desde la filosofía socio-política, podemos afirmar cómo el capitalismo se inspira en el “liberalismo”. Esta concepción de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX fue una reacción contra el régimen de las corporaciones y de los derechos soberanos de los reyes absolutistas de la época, abriendo al hombre horizontes ilimitados para su libertad no sólo política. En efecto, sus artífices identificaron la libertad con el libre albedrío. Mientras la libertad, en la perspectiva moral, es una libertad-para, una propiedad del ser humano para realizar en plenitud su naturaleza en forma integral y armónica, y por eso sería mejor hablar de “liberación”, el libre albedrío, o acto mediante el cual el sujeto toma una decisión, es un medio para realizar la libertad. Y, por su carácter de medio, es un medio ambiguo, que, si se usa bien, permite alcanzar dicha plenitud; pero, si se usa mal, esclaviza.
El pensamiento liberal cree, entonces, que se desliga de sus obligaciones para con la sociedad cuando afirma y proclama una libertad puramente teórica, una libertad-de, de corte juridicista. No se siente obligado a colaborar concretamente a fin de dar a todos los hombres las posibilidades reales de llegar a serlo plenamente, de ser auténticamente libres. El liberalismo – así entendido – profesa que la razón suprema de ser de la sociedad es crear condiciones para el ejercicio pleno de la “libertad”, es decir, del libre arbitrio. Por eso la sociedad no debe intervenir en los procesos socio-económicos. Debe garantizar tan sólo la ejecución de los contratos y asumir la ejecución de aquellos servicios que fueren indispensables para el funcionamiento de las actividades económicas pero que, por no ser lucrativas, no interesan a los individuos particulares. Así, el Estado no solamente debería estar separado de las relaciones de trabajo, sino que debería ser un aliado incondicional de los intereses de la burguesía, ámbito del que deberían proceder los nuevos candidatos para regir la administración pública y la representación política[15].
El liberalismo, así caracterizado, organizó la sociedad económica en “economía de mercado”, en la que, buscando utilizar más racionalmente los recursos disponibles en cantidades inferiores a las necesidades, y según la ley de la oferta y la demanda, con la cual pretendía evitar desperdicios y carencias, históricamente no ha adaptado la producción a las necesidades de la colectividad entera directamente sino a través del poder adquisitivo de sus componentes. Pero, por cuanto este poder adquisitivo está distribuido desigualmente, resulta entonces que, en una misma comunidad, la demanda de bienes suntuarios puede ser ampliamente satisfecha, mientras que la producción de bienes vitales es totalmente insuficiente.
Hoy en día no existe, sin embargo, un liberalismo y un capitalismo en su forma primitiva, que hemos explicado. Existen, sí, varios modelos neoliberales[16], neocapitalistas, que se distinguen por la mayor o menor intervención del Estado en los mecanismos económicos, en la fijación de precios y de salarios, p. ej. Con todo, perdura en ellos su raíz de hegemonía del capital en el proceso histórico de la vida de muchas naciones.”[17]

2°) La concreción histórica del socialismo bajo la forma de una economía planificada por un Estado centralizador hizo crisis (1989), y son prácticamente pocos los Países en los que subsiste. Con todo, no huelga recordar la crítica antropológica que se hace también de aquellos sistemas que adoptaron su ideología:

“La antropología sobre la que se ha fundamentado el socialismo enfatiza la naturaleza social del hombre. Según esta concepción, el hombre no puede realizarse como persona sino a través de su inserción en la sociedad en la que todos sus componentes son iguales. Lo social posee una importancia determinante y exclusiva en todo el proceso histórico. ¿Qué es, para el socialismo, lo social? Cada sistema que ha existido en el siglo precedente y ha adoptado esta ideología como su directriz lo ha entendido a su manera: el Estado, la raza, la clase. Para estas corrientes de pensamiento el hombre no tiene un destino personal transhistórico, ninguna significación autónoma, singular: es, simplemente, una mera parte efímera en aras del colectivo social. Fue fuente, en el pasado, de varias visiones utópicas; pero desde el siglo diecinueve fue absorbido por el “socialismo marxista”, que, a través de su análisis, aportó las dimensiones del determinismo histórico y del materialismo dialéctico (G. F. Hegel y L. Feuerbach)”[18].

El recién citado Papa JUAN PABLO II concluía su propio análisis acerca de estos dos “sistemas” económicos y sociales de la siguiente manera:

“Volviendo ahora a la pregunta inicial, ¿se puede decir quizá que, después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén (deban estar) dirigidos los esfuerzos de los Países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad? ¿Es quizá éste el modelo que es necesario proponer a los Países del Tercer Mundo, que buscan la vía del verdadero progreso económico y civil? La respuesta obviamente es compleja. Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de mercado», o simplemente de «economía libre». Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa” (CA 42ab)[19].

Así, pues, como decíamos en mi obra recién citada,

“Ha de observarse, en consecuencia, que el Papa tiene bien de presente una distinción entre dos niveles de realidad: uno, el estrictamente económico, el del aparato económico, comprendido como “modelo” y “mecanismos”; y otro, más amplio, porque incluye no solamente tales estructuras económicas: el del “sistema cultural” con su específica racionalidad que cobija toda la actividad humana. Y es sobre todo a éste, más que a aquel, al que dirige sus observaciones críticas el Papa, porque todo el sistema cultural, ignorando las dimensiones ética y religiosa, se ha debilitado al limitarse únicamente a la producción de bienes y servicios”[20]

Podemos ya colegir conclusiones de unos y otros presupuestos – y de hecho han sido obtenidas por parte de eminentes autores – en el campo de la cultura, y específicamente en un orden tan sensible y delicado como es el de la educación de infantes, niños, adolescentes y jóvenes – por no decir también de adultos, si es que se quisiera conceder que la educación es un proceso que dura toda la vida –, particularmente. Pero también en los otros ámbitos de la vida social. Nuestra propuesta no es deletérea en este campo; por el contrario, implica un manejo recto, es decir, racional, razonable y razonado[21], de las fuerzas o dinamismos que hacen al hombre “más humano”, lo socializan, y restauran sus vínculos con la naturaleza, con los demás y consigo mismo, permitiéndole integrar su trabajo de investigación y de transformación con la contemplación, la solidaridad y la comunión.


47. Otro ámbito de la actividad y de las relaciones humanas tiene que ver con aspectos “sociales con implicaciones económicas”. Nos referimos a aquellas condiciones que hacen referencia a la vivienda y al hábitat[22], a la salud, a la educación, a la “seguridad social” (no sólo al seguro social), y a la migración y al turismo[23], entre otras necesidades. Se trata, sin duda, de un campo amplio y decisivo que contribuye poderosamente a la “personalización” o “humanización” de la mujer y del hombre, pero que todavía está insatisfecho aún hoy en día para grandes segmentos de la población latinoamericana y de la humanidad, porque se ha quedado en un cúmulo de intenciones, cuando no es que se lo ha tergiversado al dirigirlo directamente contra los propios seres humanos, como ocurre en el caso del tráfico de personas y de diversas formas modernas de esclavitud. Se trata, pues, de un ámbito que desafía a la conciencia no sólo del cristiano, y que, ante ante un clima de indiferencia bastante generalizado, suscita y urge la preocupación por buscar y efectuar una transformación real de las estructuras[24] creadas por la misma sociedad, así como la conversión de las conductas personales que tienen que ver con el mantenimiento de ese statu quo.

Dados el contexto y la temática abordada por nuestra investigación, la “educación”, que acabamos de mencionar como valor social y cultural con implicaciones económicas, merece una palabra, al menos, la enumeración de algunos de los frentes de los debates y de algunas problemáticas que ella afronta hoy en día:

“Las dificultades prácticas de ser maestro en un mundo globalizado, frente a grupos cada vez más raciales y étnicamente mezclados, con la consecuente responsabilidad de enseñar un currículum nacional o estatal construido con base en supuestos culturales no compartidos por algunos alumnos, han llevado a la búsqueda de orientaciones teóricas que pueden iluminar la realidad de las aulas escolares […]
A partir de la década de los setenta y con el trabajo seminal de Paulo Freire, Iván Illich y Marín Carnoy, la antropología ya no podía seguir considerando a la escuela como una institución ‘neutral’ o ‘inocente’ respecto de la transmisión de los valores culturales. Sin embargo, la radicalidad de los planteamientos de estos tres autores que cuestionaban los fundamentos mismos de los sistemas educativos se fue matizando en la antropología educativa en los Estados Unidos para enfocar sólo ciertos aspectos de funcionamiento […] Se puede tener un panorama de los principales temas de preocupación de los antropólogos educativos en la actualidad: las cuestiones de lenguaje y de la enseñanza del idioma…, del aula…, de la educación bilingüe y bicultural…, y de la identidad… Ocasionalmente se abordan temas de género…, de currículum…, de enseñanza de las matemáticas…, de la comunidad escolar…, de la cultura escolar…, del maestro…, y de la comercialización de la educación…, entre otros […]
Destacan las implicaciones para la educación del cambio del nacionalismo económico a una economía estructurada con base en una ideología neoconservadora de la competitividad individual; la relación, ahora conflictiva, entre educación y democracia; la discusión problemática sobre capital humano, capital social y capital cultural; educación y productividad económica; la ‘credencialización’ de la educación (acumulación de títulos, diplomas, etc.) en la lucha por un limitado número de puestos de trabajo; la naturaleza cambiante de competencias y habilidades; educación, género y mercado de trabajo; la educación y la eliminación del concepto de clase social; las inteligencias diferenciales, incluyendo la emocional; políticas de reconocimiento de las diferencias sociales, económicas, étnicas, nacionales, lingüísticas, de género, etc.; educación en las sociedades poscoloniales; la ‘mercantilización’ de la educación; el impacto de las nuevas políticas respecto de los docentes; la educación y la jerarquía ocupacional; y los problemas de la equidad y de la justicia social. Si bien estos son algunos de los grandes temas, la antropología tampoco pierde de vista lo micro – lo que pasa en los diversos niveles del aparato educativo – desde las secretarías hasta el aula, y tanto los funcionarios y profesionales que toman las decisiones de política educativa como aquellos encargados de implementarlas”[25].  

Así, pues, la educación, no sólo la instrucción y la formación para el trabajo, es esencial para el desarrollo social y económico de todas las personas y naciones.


48. Conjuntamente con los aspectos anteriores la actividad humana se realiza también en el área específicamente “social”, la cual se refiere a las relaciones estructurales de un individuo con los demás[26], y que incluye aquellos factores relativos a lo laboral y profesional[27], a lo urbano-rural, a las estratificaciones y la movilidad social, inclusive a la movilidad universitaria y profesional, al analfabetismo y a otros aspectos que tienen que ver con la enseñanza y la instrucción, con los tipos de familia, con la integración familiar y la fecundidad, con la conformación de asociaciones de diverso tipo y con la delincuencia, entre otros.

En referencia a la educación señalemos que a ella le corresponde empeñarse en promover al hombre integral del que venimos tratando, y que, entre otras de sus misiones propias, ella deba ser vehículo para la transmisión de los antiguos y de los nuevos conocimientos. Procesos de adquisición éstos, que, según afirmaba s. Tomás de Aquino, normalmente no se producen sin esfuerzo, por cuanto “el modo connatural de conocer es investigando y aprendiendo”[28].

Más aún, las escuelas, colegios y universidades, inclusive y particularmente las católicas, prolongando y complementando la acción educativa primordial de los padres, se encuentran ante desafíos nuevos, especialmente los provenientes de una “sociedad de consumo”, como los mencionados antes, lanzados por los actuales contextos socio-cultural y político. Todo ello les exige investigar las emergentes tendencias y necesidades que se presentan en su área, y elaborar y poner en práctica recomendaciones de política educativa fundamentada en tales resultados de investigación.

49. En conjunción con todo esto, la actividad humana social se despliega también en el campo que se denomina técnicamente “la cultura”; expresión que, en cierta manera, sintetiza o asume todo lo dicho anteriormente, e inclusive otros aspectos más, como veremos (las relaciones económicas, sociales, políticas, etc., crean auténticas “instituciones”). El conjunto “cultural[29], en efecto, abarca todo cuanto produce el hombre – sea material o no, y su actividad, así como el contenido de sus creaciones – que, sin poderse separar tampoco de su base biológica, no se reduce a ella. Decir “cultural” no quiere decir, sin embargo, perteneciente simplemente a un determinado período de la historia, probablemente ya superado, además. De otra parte, la cultura no se restringe a ser una especie de “adorno”, propio de ciertas personalidades ricas en conocimientos literarios, artísticos y científicos, o que están en manos de quienes han alcanzado altos niveles de educación.




  
“Motor manejado por resorte”, diseño de Leonardo Da Vinci


Así, encontramos el amplio campo de los saberes denominados populares, portadores de valores tradicionales, tan divulgados por los refranes y los dichos[31]. Pero es digna de mención especial, en este contexto, la producción de saberes que realizan los académicos mediante sus investigaciones científicas[iii], comparativas o monotemáticas, individuales y, sobre todo, colectivas, no sólo sobre su entorno natural, sino acerca de sí mismos, abarcando todas las dimensiones del ser humano:

De la cultura hacen parte sustancial, por lo tanto, las actividades relativas al descubrimiento y aplicación de las leyes[32] inscritas en el cosmos y en el hombre (ciencias empíricas o naturales), así como a la invención y aplicación de otras en sus comunidades y en sus instituciones[33] y organizaciones (ciencias socio-analíticas), y las relativas a las ciencias hermenéuticas (literatura, filosofía, historia, antropologías, teología[iv]), que buscan el por qué y el para qué de la vida humana e investigan sus proyectos y sus límites, sus incertidumbres[v], en orden a obtener su anhelada superación y realización conforme a la valoración que hace de sí misma y de su dignidad, y señalando los criterios según los cuales se debería obrar para afianzarla y consolidarla (ética y derecho, entre otras). Más aún, como hemos visto ya en otros momentos, precisamente a este nivel se plantean los grandes interrogantes que se traza a sí mismo:

“¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?”[34]

De la misma manera, y como una forma concreta de compartir los bienes comunes, el trabajo mancomunado de equipos disciplinares, multidisciplinares, trans e interdisciplinares[35] expresa en sus múltiples formas la índole social y cultural del saber. El saber está y se crea en un tejido cultural y comunitario, y su aprovechamiento compartido es más efectivo si se efectúa horizontalmente, es decir, entre personas o entidades que tienen intereses y objetivos análogos. Tal es el caso, v. gr. del “Proyecto del Genoma Humano”[36], en el que se establecieron vínculos entre investigadores del mundo entero, que permitieron realizar progresos notables en la determinación de la secuencia completa del genoma humano. La información puede transformarse en saber gracias a la valiosa aportación de las tecnologías de la información y la comunicación:

“El aprovechamiento compartido del conocimiento es, por consiguiente, un potente impulsor de la lucha contra la pobreza – afirma Koichiro Matsuura –. También es, en nuestros días, el factor clave en la producción de riqueza […]  (En el caso de Finlandia, después de su crisis económica) las diferencias de resultados entre estudiantes, como entre los centros docentes, son sorprendentemente mínimas, lo cual demuestra que la equidad puede ir perfectamente a la par con el éxito en la adquisición de conocimientos y logros económicos […] Al ser el conocimiento un bien público al que todos deben tener acceso, una sociedad basada en él tendría que ser una sociedad sin excluidos. No obstante, el aprovechamiento compartido del conocimiento no podría reducirse a una mera partición de este o al intercambio de un recurso raro que tratarán de disputarse entre sí las naciones, las sociedades y las personas. En las sociedades en red, la creatividad y las posibilidades de intercambio o aprovechamiento compartido se multiplican. Estas sociedades crean un contexto especialmente propicio al conocimiento, la innovación, la formación y la investigación. Las nuevas formas de sociabilidad en red que se están desarrollando por conducto de Internet no son jerárquicas, sino horizontales. De ahí que constituyan un acicate para la cooperación, como lo demuestra el ejemplo del ‘colaboratorio’ en el ámbito de la investigación, o el de los programas ‘de fuente abierta’ en el campo de la informática. El surgimiento de las sociedades en red, así como la correspondiente disminución de los costos de transacción que conlleva, estimulan el auge de nuevas formas de organización dentro de una misma comunidad de aprovechamiento compartido […] Estas prácticas de nuevo tipo permiten albergar la esperanza de que sabremos encontrar un justo equilibrio entre la protección de los derechos de propiedad intelectual – imprescindible para impulsar la innovación – y la promoción de los conocimientos de dominio público […] Ha de suponer un acceso universal al conocimiento, como una participación activa de todos. Por lo tanto, será la clave de las democracias del mañana, que han de basarse en un espacio público de nuevo tipo en el que tendrán lugar verdaderos encuentros y debates con una participación de la sociedad civil, permitiendo así tratar los problemas de la sociedad con una óptica prospectiva […] Para superar esos obstáculos, las sociedades tienen que invertir masivamente en educación para todos a lo largo de toda la vida, como en la investigación, el ‘infodesarrollo’ y el fomento de ‘sociedades del aprendizaje’, respetando más y mejor la diversidad de las culturas cognitivas y los conocimientos locales, tradicionales y autóctonos. El aprovechamiento compartido del conocimiento… no entraña una división del conocimiento, sino que lo acrecienta y multiplica”[37].


Así sucede entre las actividades dedicadas a la investigación y docencia/discencia del conocimiento, p. ej., en la teología, o en las artes y disciplinas relativas a la medicina y a la fisiología en sus diversas especializaciones[38] y subespecializaciones, las cuales expresan, de múltiples maneras, las concepciones “antropológicas” tan diversas que, sin duda, las subyacen. Gustavo BUENO propone hacer un examen de aquellas realidades humanas que resalta, al menos, la medicina:

“[La antropología médica] Es la primera disciplina antropológica «categorial» que se ha constituido como tal. El primer tratado sobre el hombre que conservamos es, en efecto, precisamente un escrito del círculo hipocrático atribuido a Pólibo, que comienza mostrando su voluntad categorial de referirse al hombre precisamente desde la perspectiva médica («Para el que esté acostumbrado a escuchar a quienes hablan de la naturaleza humana más allá de cuanto ella guarda relación con la medicina, para ése no es útil oír este tratado»).
La Antropología médica va referida al hombre en tanto que es un cuerpo individual (es decir, no en tanto que es un miembro de un grupo social o político) y complejo (es decir, compuesto de partes formales y materiales heterogéneas) susceptible de mantenerse en dos estados límites, a saber, como sano o enfermo. Para decirlo en forma gnoseológica y atendiéndonos al eje sintáctico: los términos del campo categorial de la Antropología médica serían los individuos humanos corpóreos, enclasados según edades y sexos, en tanto son sistemas de partes heterogéneas (órganos, tejidos, miembros, etc.), lo que permitirá redefinir este campo como un campo de términos constituido por órganos, tejidos, miembros, etc., pertenecientes a sistemas individuales, enclasados según edades y sexos. Como relaciones categoriales y específicas de la Antropología médica podríamos tomar precisamente a los conceptos de salud y enfermedad que, en tanto son relaciones (limitadas por la muerte, límite que no afecta, p. ej., al «hombre» de la Teología), pueden determinar no solamente a las partes del individuo corpóreo humano, sino a regiones suyas, a los órganos o miembros sanos o enfermos, en su sentido total. En cuanto a las operaciones – y es el campo de la medicina el lugar en donde, por antonomasia, las operaciones son llamadas «quirúrgicas» – cabría decir, en general, que ellas son transformaciones (incluyendo los trasplantes de órganos), orientadas a pasar al cuerpo individual o a sus partes del estado enfermo a estado sano. La transformación inversa – a la que una y otra vez contempla con nostalgia aquella clase de médicos que resulta estar intersectada con la clase de los biólogos – está prohibida por la norma misma constitutiva de la clase médica en general”[39].

De ahí que se pueda hacer no sólo un elenco de cuestiones en las que se pretende estudiar una concepción de base acerca del ser humano en medicina[40], sino de aquellos problemas humanos por los que ella está más preocupada[vi] y en los que concurren sus diversas disciplinas[vii].

Algo similar ocurre cuando se examina la producción de los centros teológicos desde el punto de vista del “aprovechamiento compartido del conocimiento” en la situación actual global y en la perspectiva de lo que se suele llamar la “postmodernidad”[viii]. Más aún, cuando se afirma por parte de muchos que hoy en día no sólo existe una “realidad en transición” sino “en aplastamiento”, como lo sugieren quienes se refieren a ella como una “sociedad líquida”, en la que (ya) no existen puntos firmes, valores indiscutibles, ningún atolón al que nos podamos aferrar en medio de un inmenso y embravecido mar, o contra el cual podamos incluso chocar. Todo es fluctuante, irresoluto.

De ahí se desprende, se afirma, que la cultura y las culturas, dado su carácter histórico, ponen de manifiesto aquel “relativismo cultural”[41] del que hablaremos a propósito de los condicionamientos socio-culturales, un poco más adelante. Y este toca, necesariamente, entre otras nociones, aquella fundamental en nuestros análisis, la noción de “verdad”[42], y, entre otras prácticas, aquellas referentes a la salud[43]. Los textos bíblicos véterotestamentarios, hemos visto algunos ejemplos, dan buena cuenta de la relación íntima existente entre la medicina – más experiencial o empírica que científica en su momento – y otros ámbitos de la cultura, tales como la moral y la juridicidad, a propósito, p. ej., de la higiene en lo que toca al ámbito de la sexualidad (cf. Lv 12, 1-6; 15, 1-28; Dt 21, 12-13). Desde esa perspectiva cultural, también hoy es necesario reconocer que, juntamente con la importancia que tiene la relación experiencia-ciencia, la medicina debe acompañarse de la ética, así como ésta y la teología, deben acompañarse de la medicina.

Por todo ello, bien ha podido afirmar el Conc. Vat. II, en su descripción de la GS acerca del ser humano, que

“15. Tiene razón el hombre, participante de la luz de la inteligencia divina, cuando afirma que por virtud de su inteligencia es superior al universo material. Con el ejercicio infatigable de su ingenio a lo largo de los siglos, la humanidad ha realizado grandes avances en las ciencias positivas, en el campo de la técnica y en la esfera de las artes liberales. Pero en nuestra época ha obtenido éxitos extraordinarios en la investigación y en el dominio del mundo material. Siempre, sin embargo, ha buscado y ha encontrado una verdad más profunda. La inteligencia no se ciñe solamente a los fenómenos. Tiene capacidad para alcanzar la realidad inteligible con verdadera certeza, aunque a consecuencia del pecado esté parcialmente oscurecida y debilitada”.

No es fácil, con todo, evitar también en este aspecto todo tipo de reduccionismo. Un suceso dado, por ejemplo, puede ser descrito sólo en sus elementos visibles, objetuales, como diremos un poco más adelante; pero su dinamismo íntimo puede quedar oculto, o ser ignorado. Es necesario, por tanto, como interrogan las disciplinas competentes, comprender tanto el por qué de dicho suceso, así como el cómo del mismo, ya que dicho dinamismo es una realidad espiritual que se hace cultural y, por tanto, social (Benedicto XVI). En la base de todo existen mujeres y hombres concretos, “de carne y hueso”, personas, conciencias que fueron o son movidas por la fuerza de la verdad y del bien. Tener conciencia viva de ello nos preservará de dejar sin un sentido y sin nuestra propia dirección a la historia.

Con estos y otros ejemplos como los citados, podemos afirmar que en el ámbito cultural se hacen presentes todas las relaciones referidas anteriormente, y, además, incluir en él las formas institucionales que cada pueblo y sociedad se quieren dar, en lo político y en lo jurídico, v. gr., como enseguida vamos a considerar.


50. La noción de política (del lat. politicus, y este del gr. politiko,j) posee en la actualidad una triple significación. Se la puede entender, ante todo, como doctrina y como actividad; en cuanto a lo primero, se dice que es un arte, un saber o una opinión referente al gobierno de los Estados; en cuanto a lo segundo, se refiere hoy en día tanto a la actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos, como a la actividad de los ciudadanos cuando intervienen en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo. Las ciencias sociales han privilegiado este sentido (en inglés: politics), que hace relación a las fuerzas, instituciones y formas de organización que existen en una sociedad que se estructura a la manera de un Estado. Este, a su vez, está llamado a organizar al conjunto de sus miembros, a motivarlos y a colaborarles en el logro de sus propósitos comunes e individuales, y en la resolución y conciliación de sus diferencias. La política, por tanto, tiene que ver con la forma como una sociedad se ha organizado y ha distribuido el poder[44], así como con el grado de participación que ella a sí misma se da para la obtención de sus fines. Incluye complexivamente el tema de la democracia, p. ej.[45] Todo ello queda consignado en la institución política u ordenamiento jurídico fundamental, a saber, la Constitución Nacional.

Con todo, esta consideración de la política referida exclusivamente al Estado está siendo desbordada en la actualidad, ya que por política se está entendiendo cada vez más todo proceso mediante el cual cualesquiera grupos de personas toman decisiones, ya que estos procesos decisionales caracterizan tanto a los gobiernos civiles como a todas las interacciones humanas de grupos, llámense éstos, instituciones corporativas, académicas o religiosas. En estos grupos sociales existen, como se pueden reconocer, relaciones que involucran autoridad o poder, y en este sentido se puede aplicar la noción tanto a las regulaciones de una unidad política (Estados y componentes inferiores al mismo), como a los métodos, estrategias y tácticas empleadas para formular y aplicar políticas. Éstas, entonces, se definen como todo plan de acción que ha sido deliberado en orden a guiar las decisiones y a lograr un resultado considerado razonable (en inglés: policy[46]).

Existe, con todo, un más reciente y tercer significado de la expresión: se refiere a las opiniones que una persona posee en relación con las cuestiones relativas a la política, las llamadas “simpatías políticas”, que han dado lugar a toda una nueva disciplina dedicada a la investigación de las mismas y a las técnicas de promoción y persuasión con ideas políticas (“mercadeo” y “marketing” político[47]).

Ahora bien, los diferentes “partidos” (pero también otras “fuerzas” o “movimientos”), a partir de un “proyecto de hombre” deseado o idealizado por una colectividad, elaboran su “proyecto histórico” en el que convergen esos ideales y aspiraciones comunes. Con este “proyecto histórico”, a su vez, producen su “proyecto socio-político”, en el cual se clarifican los objetivos, criterios, estrategias y programas, y con el cual se presentan a la comunidad para que ella opte entre las diferentes alternativas en orden a obtener de la manera que mejor opina, las metas señaladas en la Constitución de la Nación[48].

Es oportuno recordar a este propósito que no siempre fue así en la historia, y que, como en muchas circunstancias y aspectos humanos, fijarse en los procesos llevados a cabo nos conducen a una mejor comprensión de las diversas especies de relaciones, y a observar los saltos cualitativos y avances de humanización. Tal es el caso de las políticas, por cuanto

“Una gran evolución en la cultura humana es la creciente habilidad del hombre para vivir en unión de un gran número de sus semejantes. En los tiempos primitivos y en las sociedades más simples, solamente podían organizarse algunos pocos centenares de gentes para formar una comunidad, o si acaso algunos miles en ocasiones especiales. El hombre ha tenido que realizar inventos en la organización social y en la distribución de bienes y en el terreno político antes de que fuera posible la existencia de grandes estados organizados. Al lograr el hombre un número creciente de estas invenciones, le fue posible vivir en grandes comunidades e imponer la ley y el orden sobre áreas cada vez más considerables. El comercio y la vida ceremonial unían a la gente en forma apacible y circulaban las ideas. Los hombres recibían un estímulo para pensar, construir y crear.[49]"


51. Pero la cultura comprende también todas las normas de cada sociedad y los objetos inmateriales y simbólicos que ella considera válidos (ideas) y que transmite a sus miembros mediante instituciones y diversos procesos de socialización (la educación y la pedagogía – a la que estamos dedicando especialmente todas estas páginas –, los medios de comunicación, la comida, la religión[50], el folclor, el deporte[51]…); así como sus imaginarios, sus actitudes, costumbres, hábitos, y sistemas de valores[52] – que no sólo son valores éticos – por los que se guían[53]. En todo ello se destaca de qué manera mediante la cultura se expresa la libertad del hombre, y, más aún, su capacidad tan propia y característica de la apertura y de la entrega a los otros y al Otro[54], en términos contemporáneos, su “espiritualidad”. Relaciones éstas que pueden cumplirse en la creatividad y en el respeto, pero también, lamentablemente, en la manipulación, y, aún, en la destrucción del otro. No todo obrar, en consecuencia, aun procediendo del ser humano – individual o social o colectivamente considerado – le es constructivo: siempre existe la opción de obrar en contra de sí mismo y de su verdadero bien.

Refiriéndonos en particular a las manifestaciones culturales, nombremos, en primer término y en especial, aquellas que corresponden a acciones, palabras, gestos, lugares, objetos y tiempos cuyo conjunto forma lo que tradicionalmente ha sido conocido o relacionado desde la antigüedad como la “religión” y, en nuestros tiempos, como el “hecho”, “ámbito”, o “fenómeno religioso”, cuya geografía e historia[55], filosofía[56], psicología[57], antropología[58], sociología[59] ha tenido en el último siglo un desarrollo importante – su observación, análisis y sistematización –, así como ha sido hecha objeto de estudios desde la política[60], el derecho, la ética, etc.

La religión nos refiere a esta “capacidad para Dios” y “de Dios” por parte del ser humano que fuera muy bien testimoniada y expresada por san Agustín DE HIPONA (354 - 430) en su célebre obra Confesiones:

"Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, mientras no descanse en ti"[61].

Por una parte, el texto expone la conciencia de este Doctor de la Iglesia, cuya fe cristiana se fundamentaba en la constatación que él mismo hacía de la amplísima extensión y expresión del hecho religioso como manifestación típicamente humana. Se trata, efectivamente, de una manifestación que corresponde a una de las más características búsquedas y tanteos – explicativos – que, en todo tiempo y lugar, han realizado y realizan los seres humanos. Pero, al mismo tiempo, la certeza que la fe cristiana le otorgaba al santo en medio de esa misma experiencia suya religiosa, proporcionándole un sentido fuerte de “ultimidad” y “trascendencia”, personal ciertamente – tanto su inteligencia como su “corazón” se estremecen –, y de esperanza, en la seguridad del destino final.

La cita nos proporciona, además, otra constatación interesante acerca de este mismo fenómeno humano: la expresión religiosa – y lo será con mayores razones la expresión de la fe – es característicamente una expresión comunitaria, por ser una relación que uno establece con el Otro, pero también con otros. “Nos” y “nuestro” son las locuciones que empleaba Agustín para denotar que el hecho religioso, aun cuando se da en la intimidad de cada sujeto humano – personal e intransferible –, se trata de un acto eminentemente social y cultural, que implica y exige su comunicabilidad humana entre sujetos que conviven en una misma época y a través de las épocas, al tiempo que la expresa.

Pero hagamos también un mayor énfasis sobre la estructura ética y jurídica[62] de las personas, a la que en el cap. II (cf. II.3 y 4, pp. 214ss) dimos un sintético tratamiento.



52. 1°) Los seres humanos poseemos, en efecto, la capacidad – individual y colectiva – de actuar según una intención más o menos consciente: entonces ejercemos una acción verdaderamente nuestra, y mediante ella asumimos nuestra existencia y efectivamente le damos un sentido. Entre las múltiples posibilidades que se presentan ante nosotros, decidir, elegir y actuar en consecuencia manifiestan una preferencia de nuestra parte. Detrás de esa decisión hay un juicio de valor, un juicio que, a veces, ni se expresa, simplemente se vive. Pero está dirigiendo nuestra conducta. Según esto, toda conducta ética es una preferencia activa, una valorización existencial en la que se ha implicado la intervención de una voluntad libre, por una parte, y por otra, una intervención del llamamiento que hacen los valores y el bien humano.

El acto ético involucra, pues, una doble referencia: dependencia, primeramente, de la fuente de donde emana, es decir, la voluntad libre: se trata de un acto del cual el hombre es su señor; y referencia, en segundo lugar, al valor ético y al bien: la acción humana en cuanto orientada hacia su fin. Surge de aquí la relación estrechísima, y, a veces, sin duda, la tensión, que existe entre la voluntad y el bien. Se trata de una especie de ecuación, según la cual "obrar humanamente", es decir, obrar conforme a una voluntad deliberada y obrar por un fin, por un bien, se identifican.

Lo ético, pues, no es, como se podría pensar, un sobreañadido o un "lujo" del hombre, sino todo lo contrario: la dimensión más peculiar de su propia estructura constitutiva y caracteriza su comportamiento específicamente humano. Es constitutivo irrevocable de su “ley natural”.

2°) Ya hemos sostenido que, ante diversos estímulos, el hombre es libre para preferir unas posibilidades ante otras, sin que ello signifique que su ajuste tenga lugar por el mero ejercicio arbitrario de su libertad: porque el hombre es libre, hay que pedirle que justifique sus actos; es decir, que haya preferido no arbitraria ni subjetivamente, sino que haya actuado conforme a su proyecto fundamental, de acuerdo con un fin último, y conforme a unas normas de razón que expresen y le permitan realizar adecuadamente su propio ser. ¡En eso consiste la grandeza de la responsabilidad moral del hombre: en su capacidad para responder y para sentirse responsable de la respuesta dada!

Ahora bien, también mediante la consecución de hábitos dignos de su ser, mediante los cuales va trasformando sus entornos cósmico y social, realiza el hombre una actividad creadora. Se trata de una actividad que, en medio de su indigencia permanente, constantemente lo hace necesitar y desear. ¿Podrá el hombre, en medio de tales condiciones, realizar su vida conduciéndola hacia instancias más valiosas? ¿Qué decisiones tendrá que tomar para sosegarse a sí mismo, para satisfacer sus tendencias y alcanzar el logro de su destino? ¿De dónde obtendrá la seguridad de que su actividad creadora ética sí responde a una motivación valiosa, es decir, a una motivación preñada de sentido y que genere nuevos valores positivos?

A partir del momento en que existió en medio de agrupaciones primitivas o prehistóricas, y tomó conciencia de sí y de su distinción de lo otro y de los otros, el ser humano comenzó a comportarse de acuerdo con “reglas” que regirían a su colectividad. Se trata éste de un dato que conocemos en todas las sociedades humanas que han sido estudiadas[64]. Igualmente, es cierto que en cada cultura, y en épocas sucesivas, se han dado expresiones morales diversas. Pero esto no contradice lo anterior, sino que confirma el alcance universal del fenómeno humano social moral y, al mismo tiempo, de los condicionamientos históricos que se operan sobre él.

El hombre, considerado tanto en su individualidad como en su sociabilidad, se va haciendo a sí mismo a través de todo su comportamiento y a lo largo de su existencia, en su contexto histórico-cultural. Sus acciones, desde las más triviales hasta las más heroicas, manifiestan y encarnan las preferencias que ha decidido realizar en orden a su logro personal. Al mismo tiempo, se ve volcado a su libertad personal y a la de los otros, como sujeto y objeto de su auto-realización.

3°) Ahora bien, nuestra experiencia nos aparece ligada, igualmente, a dos elementos que son básicos en su estructura fundamental y que se reclaman mutuamente: nuestra libertad y los valores. No pueden los unos existir sin la otra. El objetivo de una vida ética consiste en realizar esos dos factores que son el fundamento de la existencia humana. Surge entonces esta pregunta: ¿Qué debe uno hacer si quiere conducir su vida como hombre, dando un significado y un sentido a su existencia? Observemos que no se trata de dar ya aquí una respuesta que indique el contenido material de unas reglas ni la fundamentación específica de las mismas. Pretendemos advertir que cuando el hombre busca seguir y refugiarse en la seguridad de unas normas es porque está manifestando su necesidad de hacerlo. En otras palabras, se ve obligado a hacerlo porque quiere irse construyendo e ir haciendo su vida a escala humana.

4°) Este proceso de construcción, sin embargo, en una persona, no está predeterminado, como lo constata la psicología del desarrollo de la personalidad; y, mucho menos, si se lo mira en la perspectiva – que tanto hemos subrayado por su peculiaridad desde la cristología narrativa e insistido en esta antropología de correlatos – de "un desarrollo completo de la persona que le lleve a la acción: acción transida por el Espíritu y por la presencia de Jesucristo, el Hombre-Dios-para-los-Otros" (Peter-Hans Kolvenbach). Varios autores tratan acerca de esta transformación y han propuesto diversas teorías. Ya hemos aludido a ello (cf. nt. final xxix). Entre tales investigadores debemos mencionar, a causa de cierta continuidad y desarrollo en su pensamiento, a: Jean PIAGET (1896-1980)[65], Lev Semenovich VIGOTSKY (1896-1934), Erik ERICKSON (1902-1994: cf. nt. 2232, p. 871) y, sobre todo, Lawrence KOHLBERG (1927-1987)[66]. Aprovechándonos de sus estudios consideramos lo siguiente:

a) KOHLBERG[67] distinguía tres estadios o niveles del desarrollo moral. Denominaba al primero de ellos “nivel preconvencional”, que es el nivel de la mayoría de los niños menores de 9 años, de algunos adolescentes y de muchos delincuentes[68]. Se enfoca la cuestión moral desde los intereses concretos de los individuos implicados y en función de las consecuencias inmediatas de sus actos: evitación de castigos y defensa de los propios intereses. Las reglas y expectativas son aún externas al “YO”. Todavía no se comprenden y tampoco se defienden. En este sentido podríamos decir que no existe, propiamente, una “conciencia diferenciada”, inclusive de tipo moral. La Iglesia Católica, con todo, a partir de su experiencia, considera que este límite de edad se puede trazar, por lo general, ya hacia los 7 años, edad a partir de la cual se puede decir que la persona posee “uso de razón”, y antes de la cual se la denomina “infante” (c. 97 § 2).

b) Sucede luego la primera etapa del desarrollo individual humano, a la que se denomina como la etapa de heteronomía. Consiste esta en que, durante ella, la actividad de un individuo es regida por leyes o mandatos provenientes de otro. Kohlberg la designa “nivel convencional” y corresponde con el nivel en que permanece una gran cantidad de adolescentes y adultos, pero que, como etapa, dura relativamente poco, en las niñas, hasta los diez, doce años, mientras en los varones, se aplaza hasta dos y más años. El individuo ya se orienta en función de las expectativas de los demás o del mantenimiento del sistema social. El término “convencional” implica someterse a las reglas, las expectativas y las convenciones sociales, y a la autoridad, y defenderlas porque son reglas, expectativas y convenciones de la sociedad. El “YO” se identifica, por tanto, con las reglas y expectativas de los demás. Se hace imprescindible recorrer esta etapa en el proceso de perfeccionamiento y maduración de la persona humana, cuya meta y objetivo habría de consistir en la formación de personas libres y moralmente responsables. Pero, puede ocurrir, como hemos dicho, que, además de etapa, se la convierta en un nivel de criterio, en el sentido de que para muchos la heteronomía sea un fin en sí misma: se trata de aquellas personas que viven y comprenden la ética desde lo mandado o lo prohibido, simplemente porque está mandado o prohibido, y del premio o el castigo que llevan consigo sus acciones, forjando así una actitud moral meramente externa, servil y forzada.

c) Advierten los expertos que también existe – o, al menos, puede, o debería llegar a existir – la autonomía. Esta podría presentarse también como etapa o como nivel. Lograrla parece ser una tarea difícil, pues si somos conscientes del significado que han tenido las grandes revoluciones de los tiempos modernos (y estamos hablando de la revolución copernicana, del evolucionismo, del marxismo, del psicoanálisis y del estructuralismo) el hombre ha quedado descentrado y ha sufrido una tremenda crítica por parte de la "trinidad de la sospecha" (K. MARX, S. FREUD, F. NIETZSCHE[69]), llegándose no sólo hasta la "muerte de Dios" sino hasta la muerte del hombre – o, a veces, del “sujeto”-. Desde el punto de las concepciones religiosas se ejerce gran resistencia a una autonomía total del hombre que lo llevara hasta un endiosamiento y hasta una absolutización que traería gravísimas repercusiones, especialmente en el campo moral. Esto impone que tengamos que delimitar bien los aspectos de la autonomía ética:

Existe, en primer lugar, una autonomía emocional que es característica de la adolescencia y abarca una ruptura de los lazos familiares y autoritarios de la niñez. Luego podemos señalar una autonomía a la manera de un código interno que es elaborado por el joven a través de una crítica consciente de las convicciones previamente aceptadas y asumidas en forma inconsciente. Podemos señalar una etapa posterior en la que la autonomía se entiende como deber absoluto que nace del interior profundo del propio sujeto, y que consiste en aplicar los principios y valores morales de su auto-consciencia a las exigencias de la realidad constituida en situación. Tal es el comportamiento característico de la autonomía moral del hombre maduro adulto, quien debe buscar una respuesta que satisfaga a todas y cada una de las exigencias que poseen los elementos que estructuran la totalidad de la situación real.

Ahora bien: parece obvio que para que una persona pueda elaborar y dar efectivamente esta respuesta autónoma haya tenido que emplear muchos elementos heterónomos que le hubieran posibilitado su auto-comprensión y la comprensión de la realidad. La persona recibe permanentemente una multitud de información heterónoma que debe procesar para auto-comprenderse y auto-determinarse.

Una última observación dice que nuestra experiencia testifica irrefutablemente que todos necesitamos de la heteronomía en cierto modo y en algunas situaciones a lo largo de nuestra existencia, precisamente porque nunca somos en todo plenamente responsables debido a nuestros miedos, angustias y frustraciones que nos empujan a refugiarnos en la seguridad de las normas, delegando nuestra responsabilidad en los otros, e incluso en Dios.

d) Para superar esa dicotomía entre éticas y morales “heterónoma” y “autónoma”, puesto que creemos en una visión integradora de ambas, la expresión "ética (o moral) ontónoma" – radicada en el ser – refleja mejor cuanto venimos diciendo[70]. En efecto, Kohlberg, desde su perspectiva de psicólogo estudioso de la educación moral, denomina genéricamente a ese estado de “madurez” como “nivel postconvencional”, que alcanza únicamente una minoría de adultos y (sólo) a partir de los 22-23 años. Entonces se construyen principios morales autónomos que permiten a los sujetos llegar a una sociedad ideal. Se ve más allá de las normas y leyes dadas por la sociedad, comprendiéndolas y aceptándolas, pero basados precisamente en la formulación y aceptación de los principios morales de carácter general que están debajo de esas reglas. Estos principios entran en algunas ocasiones en conflicto con las reglas de la sociedad, en cuyo caso la persona que está en este nivel juzga por el principio más que por la convención. Hay una diferencia clara entre el YO y las reglas y expectativas sociales. Defiende sus valores en función de los principios escogidos en ella sin precisión de la autoridad o las reglas.

Para nosotros, sin embargo, la ontonomía o “ley del ser” nos remite no solamente a aquello que una persona logra captar y realizar en relación con las normas morales, y sobre las razones de su obligatoriedad, a partir de una cierta madurez alcanzada con la edad y con las experiencias vividas, sino que se trata de una verdadera condición constitutiva y dinámica, pero en cierto modo, previa, porque es más sustancial al ser humano, pertenece a su identidad misma (“identidad en desarrollo”), a su “ley natural”, y que servirá como punto de referencia para la reflexión y la normatización ética..

Hoy, cuando la mencionada actitud – sobre todo Occidental – “autónoma” desarrollada en los dos últimos siglos ha llegado a tocar inclusive la comprensión misma de la “conciencia”, haciendo que sólo sea considerado “racional” – es decir, lo que parte de la razón – cuanto sea cuantificable, y que todo lo demás, sobre todo las cuestiones referentes a la religión y a la moral, no entra en la razón común ya que no es verificable, no está sujeto a comprobación mediante un experimento, y, por lo mismo, son no-racionales, la resultante consiste en considerar que sólo el “sujeto”, cada sujeto, únicamente el sujeto individualmente considerado, es el criterio último de la moralidad y de la misma religión. No existe una instancia superior al “sujeto”. La conciencia es, por tanto, eminentemente subjetiva, y el “sujeto”, en la realidad, es su experiencia, sus sentimientos, y desde éstos, decide. El “sujeto” se torna una realidad aislada, monádica, cuyos parámetros no son permanentes sino mudables de día en día, “según amanezca el clima”.

En la tradición cristiana, por el contrario, la “conciencia” proviene de “cum-scire”: las personas somos seres constitutivamente capaces de abrirnos a nuestro propio ser, somos constitutivamente capaces de escuchar las voces que emite nuestro propio ser, y, en él, la voz de Dios[71]. Podemos captar, pues, como estamos describiendo en este capítulo, todas nuestras voces existenciales, voces de lo que somos, ciertamente, pero también de lo que estamos llamados a ser. Capaces, inclusive, de escuchar el llamamiento que nos hacen el bien humano y los valores, aquello que nos hace verdaderamente grandes, porque no nos reduce a lo que es material, cuantificable, sino que nos abre interiormente a lo esencial, que merece también – y especialmente – ser escuchado.

En la profundidad de nuestro ser podemos escuchar todas esas voces: por supuesto, las voces que nos lanzan las necesidades del momento, las voces que nos lanza el mundo material, pero también las voces del Creador que sí nos conoce y conoce verdaderamente cuanto se refiere al bien y al mal moral. Esta consideración nos obliga a volver sobre la realidad, desde otro punto de vista “problémica”, de nuestra auto-realización.

En efecto, esta auto-realización (o realización personal) es bien diferente de aquel impulso – interior, sí, pero que también puede ser sutilmente reforzado desde el exterior nuestro – que nos puede inducir a considerarnos los artífices únicos de nuestra existencia y a cerrarnos sobre nosotros mismos. En efecto, es inútil – y vano – desconocer que, en el proceso de la búsqueda y realización de la verdad de nosotros mismos, como estamos viendo, encontramos también numerosos límites: y uno importante es, quién lo creyera, la ab-solutización[72] de nosotros mismos. Por el contrario, la auto-realización, en nuestra perspectiva antropológica, es otro de los fundamentos de la ética de la “felicidad” (eudaimonía) a la cual Aristóteles y Santo Tomás de Aquino señalaron como finalidad (intramundana válida pero, en éste último, trascendente de la persona y de su obrar: es Dios mismo):  consiste en la cooperación consciente, libre y activa que aportamos nosotros a la acción de la gracia divina que nos construye “secundum nos”,ad modum nostrum”, conforme a nuestras propias dimensiones constitutivas humanas. A la manera, precisamente, de la encarnación del Verbo y de la manera como Él ha efectuado la redención. O, si se quiere, a la manera como Dios mismo nos va construyendo a nosotros[73].

A manera de recapitulación de lo que llevamos dicho, aportemos las palabras del Papa BENEDICTO XVI quien, preguntándose precisamente por la “identidad en desarrollo” de los seres humanos, respondía destacando la condición ética de los mismos como su “sello” más característico:

“El hombre lleva en sí una capacidad específica: discernir lo que es bueno y es un bien. Puesta en él por el Creador como un sello, la sindéresis lo impulsa a hacer el bien. Movido por ella, el hombre es llamado a desarrollar su conciencia por la formación y por el ejercicio, para dirigirse libremente en su existencia, fundándola sobre las leyes esenciales que son la ley natural y la ley moral. En nuestra época, en la que el desarrollo de las ciencias atrae y seduce por las posibilidades que ofrece, es necesario más que nunca educar las conciencias de nuestros contemporáneos para que la ciencia no se convierta en el criterio del bien y que el hombre sea respetado como el centro de la creación y no sea el objeto de manipulaciones ideológicas ni de decisiones arbitrarias, ni sea más objeto de abuso de los más fuertes sobre los más débiles…”  [74]

Tendremos que volver sobre este asunto tan delicado, por cuanto tiene qué ver con la educación moral, una de las tareas fundamentales en las que todas las instituciones de Iglesia, sobre todo las familias y los planteles pedagógicos, no excluidas, de ninguna manera, las Universidades católicas y eclesiásticas, tienen una misión propia y peculiar. Al profesional que se forma en ellas, en efecto, podemos aplicar las palabras del Papa PIO XII cuando afirmaba:

Es evidente que el sabio y el médico, cuando abordan un problema de su especialidad, tienen el derecho de concentrar su atención sobre los elementos propiamente científicos y de resolverlo sólo en función de estos datos. Pero cuando se entra en el camino de las aplicaciones prácticas en el hombre, es imposible no tener en cuenta las repercusiones que los métodos propuestos tendrán sobre la persona y su destino. La grandeza del acto humano consiste precisamente en rebasar el momento mismo en el cual se realiza para comprometer toda la orientación de una vida, para acarrear la toma de posición frente a lo absoluto[75].

La cuestión ética nos confronta, pues, de la manera más radical, con la cuestión relativa al sentido que tiene nuestra existencia, y, aún más, a la pregunta por el Absoluto.

5°) Concluyamos esta primera anotación relativa a la moral como dimensión constitutiva humana señalando que, de todo lo dicho podemos sacar cuatro grandes consecuencias:

En primer lugar, que vivimos una verdad muy profunda, la verdad de nuestra aventura y de nuestra realización personal. El mundo, la historia y la sociedad nos forman positiva y negativamente; por eso frecuentemente tenemos que elegir entre los distintos patrones o modelos de existencia (relativos a nuestro estado de vida, a nuestra futura profesión o vocación) que nos ofrece el contexto cultural en que estamos ubicados.

En segundo lugar, que, si bien es cierto que todo hombre tiene aptitud y posibilidades para conducir una  vida moral, no hay duda de que el contenido real de la auto-creación de la propia personalidad ética (ηθος) tiene que construírselo cada uno a partir de una gran desigualdad de oportunidades, no sólo por la presencia en una u otra cultura o época histórica, sino por las coordenadas de la posición que esa persona ocupa en el marco de una cultura determinada y de una época histórica concreta.

En tercer término debemos observar que cuanto hemos señalado acerca de la ética considerada como ejercicio individual es válido también para la sociedad en su conjunto. También ella, a su manera, es un “sujeto” moral.  Pero, examinada desde esta perspectiva, los instrumentos para el análisis deben tener en cuenta la nueva situación, es decir, que no sólo es posible examinar las relaciones interpersonales que se establecen entre sujetos en comunidad, profesionales, v. gr., sino también aquellas relaciones que conforman la estructura social y están mediadas por instituciones sociales[76]. Este hecho bien nos da a entender la necesidad de distinguir – no de separar ni contraponer – e interrelacionar, el ámbito propio de una ética o moral personal, válida para cualquier individuo; el ámbito, particular, de una ética o moral profesional, en la que la anterior se concrete o se especialice de manera específica en las condiciones relativas al ejercicio de una disciplina y profesión; y, finalmente, el ámbito de una ética o moral social, en la que se dé válido reconocimiento del aporte que ofrecen no sólo las disciplinas sociales, que permiten un mejor conocimiento y tratamiento de la realidad social[77], sino del de las disciplinas humanas, que contribuyen al discernimiento de los principios, criterios y decisiones morales, y del de las disciplinas empíricas que posibilitan una mejor y más técnica implementación de dichas decisiones en dicha sociedad. Los tres ámbitos son, por tanto, diferentes pero necesarios, y mutuamente se implican, de modo que una decisión ética no cierra sus efectos “al interior” de alguno de ellos exclusivamente[78].

Por último, es necesario enfatizar, aún más, cuán clave es el problema “moral” para el hombre y para la mujer, porque éste consiste en que construyan su propia existencia de tal manera que no sea vivida inútilmente ni se malogre. Pensemos en cierta noción de “progreso”, todavía muy en boga, y en la necesidad de hacer este discernimiento moral a propósito del mismo:

“En el siglo XX, Theodor W. Adorno expresó de manera drástica la incertidumbre de la fe en el progreso: el progreso, visto de cerca, sería el progreso que va de la honda a la superbomba. Ahora bien, éste es de hecho un aspecto del progreso que no se debe disimular. Dicho de otro modo: la ambigüedad del progreso resulta evidente. Indudablemente, ofrece nuevas posibilidades para el bien, pero también abre posibilidades abismales para el mal, posibilidades que antes no existían. Todos nosotros hemos sido testigos de cómo el progreso, en manos equivocadas, puede convertirse, y se ha convertido de hecho, en un progreso terrible en el mal. Si el progreso técnico no se corresponde con un progreso en la formación ética del hombre, con el crecimiento del hombre interior (cf. Ef 3,16; 2 Co 4,16), no es un progreso sino una amenaza para el hombre y para el mundo”[79].

Así, pues, la actividad que se ejerce en el cosmos y en la sociedad les exige a mujeres y hombres que deban buscar un criterio válido que les permita elegir una norma a la cual ajustar su conducta, una norma legítima. Pero, ¿cómo encontrar el fundamento de su legitimidad sino en lo que ellos mismos son, en ese “hombre interior” al que alude el Papa, en lo que Dios está construyendo en ellos? Se trata de la tarea fundamental que se le impone a cada ser humano, y acerca de la cual gira también el problema central de nuestra investigación: la capacidad humana para buscar, conocer, abrazar y mantenerse en la verdad – inclusive, muy característicamente, en la verdad de sí mismo, y especialmente en la verdad acerca de Dios y de su Iglesia –; para lo cual se requiere participar en el diálogo sincero y fecundo entre las disciplinas que promueven el saber: diálogo al que están llamadas muy particularmente las Universidades católicas, y para cuya promoción existen especialmente las Universidades y facultades eclesiásticas.

Mas no sólo ellas. Preguntándose por el problema de la búsqueda de la verdad y su relación con el bien humano y con los valores – problema central de la ética – el Papa BENEDICTO XVI encuentra que precisamente este es el lejano origen de las universidades, al menos en Occidente. En efecto, en el texto que iba a pronunciar en la Universidad “La Sapienza” de Roma afirma:

“Pienso que se puede decir que el verdadero, el íntimo origen de la universidad se encuentra en el deseo de conocimiento que es propio del hombre. Él quiere saber qué es cada cosa que lo rodea. Quiere verdad. En este sentido se puede reconocer el interrogarse de Sócrates como el impulso a partir del cual ha nacido la universidad en Occidente. Pienso, por ejemplo, para mencionar sólo un texto, en la disputa con Eutrifón, quien, frente a Sócrates, defiende la religión mítica y su devoción. A lo cual Sócrates contrapone la pregunta: « ¿Crees tú que entre los dioses existan realmente una guerra recíproca y terribles enemistades y combates… Debemos, Eutrifón, decir que todo esto, efectivamente, es verdadero?» (6b-c). En esta pregunta, aparentemente poco piadosa – que, sin embargo, en Sócrates provenía de una religiosidad más profunda y más pura, de la búsqueda del Dios verdaderamente divino – los cristianos de los primeros siglos se han reconocido a sí mismos y su camino. Han acogido su fe no de una manera positivista, o como la vía de salida a deseos no extinguidos; la han comprendido como la disolución de la neblina de la religión mitológica para dar el puesto al descubrimiento de aquel Dios que es Razón creadora y, al mismo tiempo, Razón-Amor. Por esto, el interrogarse de la razón acerca del Dios más grande, así como también sobre la verdadera naturaleza y sobre el verdadero sentido del ser humano, era para ellos no una forma problemática de falta de religiosidad, sino que hacía parte de la esencia de su modo de ser religiosos. No tenían necesidad, por tanto, de soltarse o de dejar de lado el preguntarse socrático, sino, por el contrario, podían, y más aún, debían acogerlo y reconocer como parte de la propia identidad la investigación fatigosa de la razón para alcanzar el conocimiento de la verdad entera. Podía, y aún más, debía, en el ámbito de la fe cristiana, en el mundo cristiano, nacer la universidad.
Pero es necesario dar un paso posterior. El hombre quiere conocer, quiere verdad. Verdad es ante todo una cosa del ver, del comprender, de la theoría, como la llama la tradición griega. Pero la verdad no es sólo teórica. Agustín, al establecer una correlación entre las Bienaventuranzas del Sermón de la Montaña y los dones del Espíritu mencionados en Isaías 11, afirmó una reciprocidad entre «scientia» («ciencia») y «tristitia» («tristeza»): el simple saber, dice, hace tristes. Y de hecho, quien ve y aprende solamente todo lo que sucede en el mundo, termina por volverse triste. Pero verdad significa mucho más que saber: el conocimiento de la verdad tiene como fin el conocimiento del bien. Este es, también, el sentido del interrogarse socrático: ¿Cuál es ese bien que nos hace verdaderos? La verdad nos hace buenos, y la bondad es verdadera: es este el optimismo que vive en la fe cristiana, porque a ella le ha sido concedida la visión del Lógos, de la Razón creadora que, en la encarnación de Dios, se ha revelado juntamente como el Bien y como la Bondad misma”[ix].

¿Acaso existe, de hecho, una sociedad sin “valores” y sin “valores éticos”? ¿Acaso existe una sociedad que sea o pueda ser éticamente “neutral” (a no que pretenda serlo por motivos de propaganda) frente a hechos tales como la corrupción, la xenofobia, el acoso sexual, el deterioro del medio ambiente…?[ix bis].

Con todo, uno de los efectos de la Ilustración ha sido – para muchos – no sólo la distinción de los ámbitos ético y jurídico, sino, inclusive, su incompatibilidad.


53. El derecho de los pueblos suele reconocerle a la persona humana, en el plano intramundano, una preeminencia absoluta, que reclama para sí nunca ser estimada como medio sino, únicamente, como fin en sí misma. De hecho los ordenamientos jurídicos la consideran su centro y vértice[80]. De ahí nace la necesidad de que cada persona sea reconocida, acogida, respetada, promovida y tutelada en sus relaciones, y, precisamente, por el derecho.

Cada persona no es, pues, un simple “dato” ni una “cifra estadística”: es, como hemos insistido en esta investigación, una “vocación”, es decir, alguien llamado a realizar su propia estructura constitutivo-existencial originaria en el espacio y en el tiempo; alguien que está llamado a actualizar en la historia, y con todos sus dinamismos, esa propia estructura constitutiva que estamos describiendo.

Precisamente esta estructura constitutiva fundamenta su “vivir humano”. Ella es, en últimas, el criterio ético y jurídico primordial en su despliegue a través de la historia. No debería existir, por lo tanto, una contraposición entre este “vivir humano” y aquella “estructura fundamental humana”, pues sólo se comprende que un ser humano llegue a realizarse con autenticidad y en forma genuina siendo fiel a lo que él mismo es[81]. El derecho, en consecuencia, halla aquí su imprescindible punto de referencia, pues la experiencia de éste consiste en el vivir conforme a unas reglas que son elaboración y realización de los hombres y para su propio beneficio común en cuanto personas.

La persona humana es, por tanto, el fundamento global del derecho; pero, así mismo, lo es de sus propios contenidos. Es en la persona en donde se soportan sus diversas exigencias y es ella misma quien marca el límite intrínseco de sus capacidades de realización. “A nadie se lo puede obligar a lo imposible”[82]. Y, así mismo, en su conciencia, sabe la persona que es capaz de llevar a cabo tales exigencias, comenzando por las normas que expresan y tutelan su propia dignidad y el valor de su vida, y otros “derechos-deberes fundamentales humanos”[83] que demandan nuestro reconocimiento, respeto, promoción y defensa.

Así, pues, si existe un “orden objetivo de valores”, sean ellos morales o jurídicos, éste se debe encontrar, precisamente, intrínsecamente, en la persona humana. Y a dicho orden objetivo está obligada la persona por su propia conciencia gracias a, y en razón de, su propia libertad y responsabilidad. Se trata de un orden de valores que se impone a partir de sí mismo y frente a todos los demás valores, y que ningún poder humano puede derogar ni debería violentar o interferir.

Los anteriores planteamientos han sido tradicionalmente objeto de la enseñanza de la Iglesia Católica, p. ej., cuando examinamos un pronunciamiento como el del Papa JUAN XXIII en la encíclica Pacem in terris de 1963:

“Todo ser humano es persona… y, por lo mismo, sujeto de derechos y de deberes que brotan inmediata y simultáneamente de su misma naturaleza: derechos y deberes que son, por esto, universales, inviolables, inalienables y no pueden renunciarse por ningún concepto”[84].

Y, como decimos, de esta obligatoriedad intrínseca de los derechos y deberes humanos surge la exigencia, en conciencia, de acogerlos incondicionalmente, de respetarlos efectivamente y de cumplirlos fielmente. Más aún, de esta reivindicación no debiera sustraerse el derecho en sus contenidos normativos, aun los más simples, si pretende dirigir y regular, en verdad, una convivencia social digna de personas.

Es propio del derecho ser imperativo, ordenar la vida social con carácter obligatorio y exigible, de modo que su trasgresión puede llevar consigo una sanción social, o una pena. Pero no cualquier razón justifica suficiente y válidamente la exigencia de las normas del derecho, sino sólo, en últimas, su referencia a la persona humana, en cuanto las normas actualizan de manera específica las exigencias humanas primordiales.

Por último, también sólo la persona humana justifica, en últimas, la finalidad intrínseca del derecho: el bien común consiste, precisamente, en el logro más pleno y más expedito del crecimiento integral de todas las personas. El derecho, que está al servicio de las personas, está llamado a buscar la promoción “de todo hombre y de todo el hombre”, como afirmaba el Papa PABLO VI en referencia al “desarrollo auténtico” o “integral”[85]. De esta manera, el derecho, por su vinculación con el bien común y por ser instrumento insustituible y definitivo para lograrlo, tendrá que ver con el desarrollo de normas que contribuyan positivamente, entre otras tareas:

  •          a que los recursos materiales, tanto públicos como privados, sean debidamente utilizados y ordenados en su gestión diversificada en razón de su destino universal para todos los hijos de Dios;
  •          a que se promuevan y alcancen altas formas de convivencia entre los distintos grupos humanos;
  •          a que la educación y la cultura se cimienten sobre el respeto por los derechos humanos;
  •          a que los ciudadanos puedan acceder a las funciones y a los oficios públicos de la sociedad en términos de igualdad y con arreglo a legítimas y equitativas normas y procedimientos;
  •          a que exista seguridad jurídica, de modo que se prevenga cualquier uso arbitrario del derecho[86];
  •          a que el ejercicio de los derechos y de las obligaciones fundamentales humanos, particularmente los referidos a las libertades de conciencia, religión y culto, sean protegidos y tutelados debidamente;
  •          etc.

A esta claridad conceptual, sin embargo, no ha llegado la humanidad sino tras un largo y complejo proceso de conciencia para asegurar los fundamentos históricos de lo que se llama hoy en día el “estado de derecho”. Ya nos hemos referido a algunos de esos pasos, y, sin duda alguna, a aquél que, ya en los tiempos históricos, diera Hammurabi[87]. Su mención al respecto es oportuna, pues se considera que “el derecho” es la alternativa a los procederes que se justifican en “la violencia” y, sobre todo, de aquella violencia que se origina en la venganza[88]. Y ello, en el campo de la educación y de la familia, por lo demás como en el resto de las relaciones sociales, sobre todo cuando ello se relaciona con “el poder”, tiene inconmensurables y fundamentales consecuencias.


54. Prosiguiendo nuestra descripción de los elementos constitutivos de humanidad debemos indicar que en la cultura se integran también los objetos que fabrican y utilizan los miembros de una comunidad[89], inclusive sus “tecnologías” (cf. CIV 68-73). Todos estos objetos son – habrían de ser considerados no sólo ni meramente de forma utilitaria, válida y, en sí misma humana, (como que ha caracterizado al homo habilis desde la antigüedad) – excelente expresión e instrumento de la condición simbólica humana, cuya carga se manifiesta, p. ej., en su plasmación o plasticidad objetual religiosa (cf. icónos o íconos defendidos por San Germano, Patriarca de Constantinopla de 715 al 730). Íntimamente ligadas a los objetos, cuya expresión nobilísima son, encontramos:


55. Y, por último, encontramos el área estética, en la que se incluyen las artes, y, también, en cierto modo, lo religioso o específicamente cultual[x] - la sagrada liturgia es en sí misma un arte (Martin Mosebach), por cuanto tales actividades tienen que ver con las expresiones creativas simbólicas y bellas, y con la celebración de Quien, por excelencia, es la Belleza[90], la Verdad[91] y el Bien[92].

Quizás ha sido Romano GUARDINI quien mejor nos ha compartido su mirada fundamental y contemporánea acerca del arte desde la teología. Nos narra lo que se puede afirmar de cualquier experiencia artística a propósito de lo que es encontrarse ante un lienzo en blanco – como lo sería ante un papel pautado –, como punto de partida; y ante la obra culminada, que, en su pregunta por su sentido, nos remite a Dios. Decía él:

“La obra de arte toma parte en la realidad. Surge del anhelo de esa existencia perfecta que no existe, pero que el hombre, a pesar de todos los desengaños, piensa que debe llegar a existir; donde lo que es haya alcanzado su plena verdad y la realidad se haya sometido a lo esencial; donde las cosas estén en la interioridad del corazón que se ha abierto, y el corazón hable a través de la liberada diversidad de las cosas. […] Así, el arte adelanta un esbozo de algo que todavía no existe. No puede decir cómo será; pero da una garantía misteriosamente consoladora de que vendrá. Detrás de cada obra de arte se abre, no se sabe cómo. Algo surge. No se sabe qué es, ni dónde, pero se siente la promesa en lo más íntimo.
La obra sólo recibe de Dios su auténtico sentido. La Revelación habla de que el nuevo mundo […] no es posible por parte del mundo natural mismo […] Ciertamente, en el mundo está la gran riqueza de lo posible: logros, acciones, superaciones, elevaciones vitales de toda especie, grandes, hermosas y verdaderamente dignas de lucha; pero todas estas cosas corren dentro de esa primera puesta en marcha que se llama precisamente ‘vida’ […] Eso, el auténtico porvenir, debe realmente ‘venir’ a nosotros, desde Dios […] De ese nuevo ser habla el arte; a menudo sin saber de qué habla.
De todo ello proviene su carácter religioso. Tal como aquí nos referimos a él, no procede de contenidos directamente religiosos de la obra concreta. Los hay, naturalmente, y habría mucho que decir de qué significa que un mensaje religioso no se manifieste con palabras sino con la forma artística. Pero aquí se trata de otra cosa: de ese carácter religioso que reside en la estructura de la obra de arte en cuanto tal, en su alusión hacia el porvenir…”[93]


Esta capacidad humana[94] nos vuelve, con todo, a los comienzos de nuestra descripción, pues toca no sólo con los “datos” que arroja una búsqueda sobre los verdaderos “constitutivos esenciales humanos”, sino con esa capacidad para buscar y encontrar un sentido a todo lo que hace tan multifacéticamente, encontrando que ésta es, así mismo, uno de ellos, y, más aún, el fundamental, por ser transversal y aglutinante de todos ellos, presente en muchas culturas de toda la tierra. Lo expresa profunda y adecuadamente H. U. VON BALTHASAR:

“La realidad del mundo, a cualquier orden que pertenezca, de la naturaleza o de la historia, del mundo externo o interno, del dominio infrahumano o del humano, de lo corporal a lo espiritual, no se presenta como dada sino dentro de una prestación de sentido y de ser por parte de la razón, que así se muestra como una función no sólo pasivamente imitadora, sino activamente interpretadora y enjuiciadora. Por eso tiene que velar una ciencia propia sobre esa capacidad, para examinarla y justificarla: la filosofía. La filosofía, al descubrir los presupuestos para la función de la razón, que funda y otorga sentido, situándolos en su apertura a la totalidad del ser – con lo cual aparece necesariamente el pensamiento del ser absoluto o divino – que se encuentra necesariamente con que limita con la religión, si es que no está ya identificada, en su propia hondura, con el lado intelectual de la religión, o, lo que viene a ser lo mismo, con la ‘teología natural’. De este modo, la ciencia toca por abajo, por lo menos, el borde de lo ‘abierto’, necesario para que ocurra el hecho de la Revelación cristiana”[95].

Las relaciones estéticas de manera nueva nos permiten interrogarnos, pues, desde otra perspectiva, por la “identidad” del ser humano. Nos exigen que no perdamos de vista que todas las dimensiones y factores esenciales vocacionales del ser humano forman parte de su integralidad existencial y que existen en nosotros como dinamismos en proceso de crecimiento y de desarrollo – ¡si queremos que no se frustren! –. A través de ellos se expresan aquellos otros potenciales que nos caracterizan de manera tan propia, como son la “alteridad”, la “trascendencia”, la capacidad para “dar sentido” a cuanto nos rodea y para “darnos sentido” a nosotros mismo. El Papa BENEDICTO XVI destacó éstos últimos, precisamente, como propios del ser humano:

“En el curso de vuestro coloquio, habéis experimentado que las ciencias, la filosofía y la teología se pueden ayudar para percibir la identidad del hombre, que está siempre en un hacerse. A partir de una pregunta sobre el nuevo ser surgido de la fusión celular, que es portador de un patrimonio genético nuevo y específico, habéis hecho aparecer elementos esenciales del misterio del hombre, marcado por la alteridad: ser creado por Dios, ser a la imagen de Dios, ser amado hecho para amar. En cuanto ser humano, nunca está él cerrado sobre sí mismo; es siempre portador de alteridad y se encuentra desde su origen en interacción con otros seres humanos, como nos lo revelan cada día más las ciencias humanas. ¡Cómo no evocar aquí la maravillosa meditación del salmista sobre el ser humano tejido en el secreto del vientre de su madre y conocido, al mismo tiempo, en su identidad y en su misterio, por solo Dios, que lo ama y lo protege! (cf. Sal 138 -139-, 1-16).
El hombre no es el fruto del azar, ni de un haz de convergencias, ni de determinismos, ni de interacciones físico-químicas; es un ser que goza de una libertad que, teniendo en cuenta la totalidad de su naturaleza, trasciende esta última y que es el signo del misterio de alteridad que la habita. Teniendo presente esta perspectiva el gran pensador Pascal decía precisamente que «el hombre sobrepasa infinitamente al hombre”. Esta libertad, que es propia del ser-hombre, hace que esta última pueda orientar su vida hacia un fin, que él puede, mediante los actos que realice, dirigirse hacia la felicidad a la cual está llamado para la eternidad. Esta libertad hace aparecer que la existencia del hombre tiene un sentido. En el ejercicio de su auténtica libertad, la persona plasma su vocación; se realiza; ella da forma a su identidad profunda. Mediante la puesta en obra de su libertad la persona ejerce su responsabilidad propia sobre sus actos. En este sentido, la dignidad particular del ser humano es, a la vez, un don de Dios y la promesa de un futuro”.[xi]

Lo anterior demuestra que la unidad sinfónica[96] del “compositum” humano no queda expresada única y simplemente por su anatomía y su fisiología. Ni tampoco por su sola capacidad intelectual, etc. Pretender reducirlo a estas dimensiones, o a una de ellas, sería dejar escapar la historia y la cultura como rasgos genuinos y característicos de humanidad[97]. Bien se ha precisado, por ello, la importancia de la interacción y desarrollo total, integral y armónico de las diversas dimensiones de cada individuo mediante lo que se denomina una “educación integral” auténtica, incluso en la perspectiva de su fin último (cf. c. 795), en la que la estética y la moral, v. gr., poseen una propia y peculiar aportación[98]. Se comprende así por qué se promueve la importancia del perfeccionamiento del aspecto corporal, p. ej., desde perspectivas culturales propias como las de los estudios musicales, y concretamente los orientados a los niños y jóvenes, mediante los cuales se pretende “ampliar la imaginación, promover formas de pensamiento flexibles, fortalecer la capacidad para desarrollar esfuerzos continuos y disciplinados, a la vez que cuanto reafirma en ellos la confianza en sí mismos”[99]; o también, como lo que afirma la apreciada Profesora de Teatro Carlota LLANO cuando dice que, mediante ese mismo perfeccionamiento, se logran desarrollar “temas vitales para la formación del actor” tales como “flujo, ritmo, organicidad y energía”[xii], y que, para cualquier universitario, servirían como una ocasión, incluso, para aprender a hablar en público. Una universidad no podría desatender cualquiera de estos factores, por el contrario, debería lograr tenerlos todos suficiente, debida y adecuadamente en cuenta.

Con los elementos que hemos ido mostrando – y que aún seguiremos examinando – bien podemos afirmar que, al dar un nuevo vistazo general al estado de la “cultura” hoy, es necesario enfatizar en la necesidad de que ella sea “auténtica”, e insistir en que hay que “rescatar” una cultura auténtica: se trata de un trabajo, sin duda, formidable. Pues en medio de fuertísimas tendencias materialistas (de producción de bienes y servicios) y totalitarias (estructurales, que impiden una adecuada socialización y democratización) que quieren imponer en las actividades su “lógica”, su “racionalidad”, y, sobre todo, sus puntos de apoyo antropológico, se hace extremadamente difícil la promoción de relaciones sociales que posibiliten una nueva, efectiva y cumplida relación con Dios, que acerquen a los hijos de Dios solidariamente entre sí, que les permitan reconstruir los tejidos natural y social, y a cada persona, grupo y comunidad ejercer un control razonable, legítimo y real de los procesos de urbanización e industrialización, p. ej., entre otros asuntos y proyectos. Todo esto – contribuir en la recomposición general de los tejidos –, sin duda alguna, forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia en el mundo de nuestro tiempo, puesto que ello tiene qué ver también con la búsqueda, acogida, celebración, profundización, vivencia, mantenimiento y proclamación de la verdad revelada por Dios acerca del hombre; así mismo, ad intra, significa su conformación histórica actual, por acción del Espíritu, como Iglesia de Cristo – su drama –.

La encarnación del Hijo de Dios ha puesto en evidencia y solidificado la “otra lógica”, enraizada no sólo en el ser que somos sino también en el que estamos llamados a ser. En nuestro tiempo ha sido particularmente el teólogo Hans Urs Von Balthasar, en mi opinión, quien mejor lo ha captado y expresado[100]. La “verdad”, pues, no es sólo un asunto epistemológico – sea éste de carácter enunciativo o explicativo –, y ni aún siquiera ético, como lo hemos reiterado en diversos lugares de esta investigación, sino principal y radicalmente ontológico, y más en particular, antropológico, por cuanto ella es transformadora del hombre y de su realidad, indica (la radical necesidad de) una consciente y deliberada orientación en la construcción de sí mismo, como individuo, ciertamente, pero sobre todo como humanidad.

Por eso, en lo que concierne al tratamiento “razonable” y “razonado” de cuanto tiene que ver con el ser humano en su integralidad, y especialmente en lo que pertenece a la experiencia, al hecho y al fenómeno religioso – sin dejar de lado las disciplinas que muy ventajosamente los tienen como su objeto de estudio, y recibiendo de ellas múltiples y necesarias aportaciones – es propiamente a la “teología” a quien compete un saber correspondiente. En el capítulo siguiente tendremos que volver sobre el aspecto moral que lleva consigo esta dimensión antropológica, cuyos rasgos primordiales se remontan a los albores de la propia historia, y de los que hacen eco los textos bíblicos:

“«Faciem tuam, Domine, requiram»: Tu rostro buscaré, Señor (Sal 26, 8). Peregrino en busca del sentido de la vida y envuelto en el gran misterio que lo circunda, el hombre busca, a veces de manera inconsciente, el rostro del Señor. «Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas» (Sal 24, 4). Nadie podrá quitar nunca del corazón de la persona humana la búsqueda de Aquél de quien la Biblia dice «Él lo es todo» (Si 43, 27), como tampoco la de los caminos para alcanzarlo.”[101]


56. Ahora bien, todo cuanto hemos señalado como dimensiones interactivas y procesuales constitutivas de la persona y de la personalidad humana considerada en su integralidad, queda incompleto inclusive si no tuviéramos en cuenta lo siguiente:

En primer lugar, que las diversas dimensiones humanas no se dan sino dentro de un contexto o situación bien caracterizada, y que sin dicho contexto no es posible comprender cabalmente los procesos que se producen en un individuo gracias a su interrelación con el ambiente. Las diversas dimensiones humanas, por lo tanto, son ciertamente afectadas por una dimensión histórica transversal, y ésta, a su vez, es producto de las acciones libres realizadas por el hombre.

En segundo lugar, que así cada una de las manifestaciones del ser humano reclame para sí misma un ámbito para la definición y el desarrollo de su legitima autonomía[102] (de donde se originan diversos saberes, artes, disciplinas, técnicas y ciencias), se refieren, sin embargo, al mismo hombre-mujer, simultáneamente uno[103] y múltiple; y que no pueden evitar su connotación de relativas y, en consecuencia, cada una su exigencia de Absoluto. Por eso afirmamos, en nuestra auto-consciencia e interiorización, que las personas hemos hecho, hacemos y podemos hacer experiencia de un profundo sentido de lo ilímite en el espacio y en el tiempo, que contradice la evidencia de nuestra propia mortalidad; y que, por eso mismo, somos espíritu y carne, razón e instinto, inteligencia y sentido, pero ello de tal modo que, al nivel actual del ser humano que somos, nunca la carne se da sin el espíritu, ni el espíritu sin la carne, implicándose totalmente y mutuamente.

En tercer término, que si bien todas las artes y los saberes proceden de seres humanos y ello los caracteriza como industrias, oficios y técnicas humanos, es decir, les proporcionan una intrínseca nobleza, ellos, a su vez, y de modo del todo particular las ciencias, contribuyen decisivamente a la perfección de quienes los cultivan, así como al perfeccionamiento del mundo. De ahí la importancia que vienen a ocupar las instituciones y los procesos educativos – y reeducativos – en los cuales una completa concepción del ser humano, hecha suya, se transforme en normas morales fundamentales, en estándares éticos no negociables, en propuesta de escala de valores. Eso por una parte. Pero, de igual modo, esa asunción integral del ser humano, en perspectiva de bien común, debería expresarse en la atención que urgen la producción y la distribución de bienes y de servicios, dado el altísimo impacto social, económico, ecológico y político que ellas poseen. Altísimas calidades humanas, pues, y competencias técnicas aunadas a ellas, les permitirán a personas y comunidades proveerse mejor para el futuro. De esta manera, todas las dimensiones humanas expresan y requieren una responsabilidad fundamental personal y social del ser humano consigo mismo, frente a los demás y en su relación con Dios. Más aún, debemos afirmar que todas ellas son capacidades que apuntan a un ejercicio concreto en el pueblo de Dios, que es la Iglesia, como bien ha expresado el Papa FRANCISCO a propósito de la cultura que es como la síntesis de ellas:

“La noción de cultura es una valiosa herramienta para entender las diversas expresiones de la vida cristiana que se dan en el Pueblo de Dios. Se trata del estilo de vida que tiene una sociedad determinada, del modo propio que tienen sus miembros de relacionarse entre sí, con las demás criaturas y con Dios. Así entendida, la cultura abarca la totalidad de la vida de un pueblo [cf. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del caribe, Documento de Puebla (23 marzo 1979), 386-387]”.[104]

Dado el progresivo descubrimiento y afianzamiento, autonomía y desarrollo que ha tenido cada una de estas dimensiones humanas; dados la coexistencia de la percepción y valoración de las mismas, e, inclusive, el antagonismo que entre tales percepciones se ha presentado a lo largo de la historia y se sigue presentando en el momento actual, pertenece a la Iglesia entera, como actualización y concreción de la acción del Santo Espíritu del Resucitado – y a todas las mujeres y hombres de buena voluntad en quienes también opera la Trinidad –, y de manera muy propia a sus instituciones universitarias – son éstas fruto cultural insigne: ¡en ellas confluyen y operan todas esas manifestaciones bio-psico-socio-culturales de manera no meramente informativa! – plantearse este primordial examen sobre aquellas, ofrecer espacios para el debate acerca de sus concreciones históricas (pasadas, presentes y posibles futuras), sobre sus implicaciones y consecuencias (éticas, jurídicas, políticas…), e, inclusive, mostrar su propia opción antropológica, ciertamente en una perspectiva cristiana (de manera similar a cuanto tratamos de examinar en el capítulo anterior).

Tendremos que profundizar, seguidamente, sobre estos asuntos, y desarrollarlos especialmente en el próximo capítulo.


Notas de pie de página



[1] Con Wilhelm DILTHEY comenzó la llamada “psicología de la cultura”, que consideraba desde la filosofía el arte, la música y la literatura, conformando un concepto global de “cultura” e intentando hacer una interpretación de la historia desde el punto de vista de la psicología. Hoy se prefiere considerar estas problemáticas desde la perspectiva de la psicoantropología de la cultura, mientras la etnología se dedica al estudio de las sociedades en las que no existe escritura.
[2] Esta situación constituye un reto, p. ej., para la psicología clínica, viéndose abocada a contribuir al análisis y solución de los problemas, generando nuevas formas de comprensión y trabajo.
[3] En varios lugares y contextos destacamos esta condición. Téngase en cuenta la raíz cristológica de la misma en la que Jesucristo es el Tu,poj (cf. cap. IV, II.2.d.13 especialmente la nt. 1894) y que Pablo (cf. Ef 5, 22-33) y Juan (2Jn) correlacionan con la ekklesia.
[4] ARISTÓTELES: Ética a Nicómaco, libro VIII, c. 12 y 14. Francisco DE VITORIA: Relección sobre el Matrimonio, 1ª parte, n 2 (a. 1531), en Teófilo URDANOZ (ed.): Obras de Francisco de Vitoria. Relecciones Teológicas BAC Madrid 1960. Ralph BEALS y Harry HOIJER: Introducción a la Antropología, o. c.  p. 60, nt. 127: para el “matrimonio”, cf. p. 509ss; para “la familia y el parentesco”, cf. p. 475ss. Algunos hoy piensan que la “familia” ha sufrido muchos cambios, y prefieren, dada la amplitud del fenómeno, “rediseñarla”, y proponen, p. ej., una definición tan amplia que se vuelve equívoca: “conjunto de valores, principios y sentimientos compartidos”, para dar una muestra de ello.
[5] Cf. Silvio BOTERO: La familia en el Tercer Milenio Ediciones San Pablo Bogotá 2000 117, citado en: Alberto y Constanza ALVARADO: Conferencia “Equipos de Nuestra Señora, comunidades vivas de parejas”, X Encuentro Internacional de los Equipos de Nuestra Señora, Lourdes, Francia, 20 de septiembre de 2006, n. 4. En (consulta septiembre 2006): http://www.lourdes2006end.com/_espagnol/sp_conferences/sp_conf_rassemblement/Alvarado_SP_mercredi.pdf.
[6] Ignace LEPP: La comunicación de las existencias Carlos Lohlé Buenos Aires 1964 123. Sobre el tema también el Papa BENEDICTO XVI: enc. Deus caritas est, 25 diciembre de 2005, nn. 2ss.
[7] Sobre el problema, entre otros, cf. Elisabeth BADINTER: XY, de l'identité masculine Livre de Poche Paris 1994 (Editions Odile Jacob, 1986). Una aproximación sintética al problema de la “teología feminista”, tanto dentro de ámbitos que se denominan católicos como si no, puede verse en el capítulo del mismo nombre de la obra de Rosino GIBELLINI: La teología del siglo XX Sal Terrae Santander 1998 2ª (Queriniana Brescia 1993) 445-476.
[8] Punto especialmente polémico en su momento fue, por eso mismo, el debate sobre la relación de las mujeres con la procreación, que se dio a propósito de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo del año 1994 en El Cairo, Egipto, en donde se asentó el siguiente “Principio 4. Promover la equidad y la igualdad de los sexos y los derechos de la mujer, así como eliminar la violencia de todo tipo contra la mujer y asegurarse de que sea ella quien controle su propia fecundidad son la piedra angular de los programas de población y desarrollo. Los derechos humanos de la mujer y de las niñas y muchachas son parte inalienable, integral e indivisible de los derechos humanos universales. La plena participación de la mujer, en condiciones de igualdad, en la vida civil, cultural, económica, política y social a nivel nacional, regional e internacional y la erradicación de todas las formas de discriminación por motivos de sexo son objetivos prioritarios de la comunidad internacional.”
Contrasta, en mi opinión, con la expresión más sopesada, aunque vigorosa, de los nn. 3.30 y 4.1-2 del mismo “Programa”, y debería leerse, por consiguiente, equilibradamente, sin dejar de lado el “4.24 Los cambios de los conocimientos, las actitudes y el comportamiento de hombres y mujeres constituyen una condición necesaria para el logro de una colaboración armoniosa entre hombres y mujeres. El hombre desempeña un papel clave en el logro de la igualdad de los sexos, puesto que, en la mayoría de las sociedades, ejerce un poder preponderante en casi todas las esferas de la vida, que van de las decisiones personales respecto del tamaño de la familia hasta las decisiones sobre políticas y programas públicos a todos los niveles. Es fundamental mejorar la comunicación entre hombres y mujeres en lo que respecta a las cuestiones relativas a la sexualidad y a la salud reproductiva y la comprensión de sus responsabilidades conjuntas, de forma que unos y otras colaboren por igual en la vida pública y en la privada”. 
Por su relación con nuestro tema, vale la pena citar en este contexto el siguiente párrafo del “Programa”: “4.19. Las escuelas, los medios de difusión y otras instituciones sociales deberían eliminar en todos los materiales informativos y docentes los estereotipos que refuerzan las desigualdades entre hombres y mujeres y hacen que las niñas no se respeten a sí mismas. Los países deben reconocer que, además de ampliar las posibilidades de educación de las niñas, también es preciso cambiar las actitudes y las prácticas de los maestros, los planes de estudios y las instalaciones de las escuelas a fin de que reflejen la determinación de eliminar todas las formas de discriminación basada en el sexo, reconociendo al mismo tiempo las necesidades específicas de las niñas”. Cf. el Documento: Programa de Acción de la Conferencia Internacional Sobre la Población y el Desarrollo, en (consulta enero 2006): http://www.unfpa.org/icpd/icpd-programme_spa.cfm
Con ocasión de la IV Conferencia Mundial Sobre la Mujer, realizada en Pekín, China, la SECRETARÍA DE ESTADO de la Santa Sede emitió el día 15 de septiembre de 1995 una “Declaración de interpretación del término «género» por la Santa Sede”, que señala lo siguiente:Aceptando que la palabra «género» en este documento ha de entenderse según su uso ordinario en el ámbito de las Naciones Unidas, la Santa Sede lo admite con el significado común de esta palabra en las lenguas en que existe. La Santa Sede entiende el término «género» como fundado en una identidad biológico-sexual, varón y mujer. Además, la Plataforma de Acción (cf. parágrafo 193,c) usa claramente la expresión «ambos géneros». La Santa Sede excluye, así, interpretaciones dudosas basadas en concepciones muy difundidas, que afirman que la identidad sexual puede adaptarse indefinidamente, para acomodarse a nuevas y diferentes finalidades. Asimismo, no comparte la noción de determinismo biológico, según la cual todas las funciones y relaciones de los dos sexos están establecidas en un modelo único y estático. El Papa Juan Pablo II insiste en la distinción y complementariedad de la mujer y el hombre. Al mismo tiempo, se ha alegrado de los nuevos papeles que desempeñan las mujeres, ha puesto de relieve hasta qué punto los condicionamientos culturales representan un obstáculo para el progreso de las mujeres, y ha exhortado a los hombres a fomentar «este gran proceso de liberación de la mujer» (Carta a las mujeres, 6). En su reciente Carta a las mujeres, el Papa explica el punto de vista de la Iglesia del siguiente modo: «Es posible acoger también, sin desventajas para la mujer, una cierta diversidad de papeles, en la medida en que tal diversidad no es fruto de imposición arbitraria, sino que mana del carácter peculiar del ser masculino y femenino» (n. 11)”. En: http://www.vatican.va/roman_curia/secretariat_state/archivio/documents/rc_seg-st_19950915_conferenza-pechino-genero_sp.html
[9] Audiencia a los Participantes del Encuentro Internacional “Mujer y hombre, lo humano en su integralidad”, Vaticano, 9 de febrero de 2008, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21657.php?index=21657&po_date=09.02.2008&lang=sp Véase, de igual modo, la homilía del mismo Pontífice en Milán, el 3 de junio de 2012, con motivo de su visita pastoral a esta arquidiócesis y de su participación en el Encuentro Mundial de las Familias, cuando afirmó: “La familia, fundada sobre el matrimonio entre el hombre y la mujer, está también llamada al igual que la Iglesia a ser imagen del Dios Único en Tres Personas. Al principio, en efecto, «creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: "Creced, multiplicaos"» (Gn 1, 27-28). Dios creó el ser humano hombre y mujer, con la misma dignidad, pero también con características propias y complementarias, para que los dos fueran un don el uno para el otro, se valoraran recíprocamente y realizaran una comunidad de amor y de vida. El amor es lo que hace de la persona humana la auténtica imagen de la Trinidad, imagen de Dios”: en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/29289.php?index=29289&po_date=03.06.2012&lang=sp#TRADUZIONE%20IN%20LINGUA%20SPAGNOLA 
[10] Cf. mi texto Introducción a la teología… o. c., p. 145, nt. 347, 228-230. La posición oficial asumida en torno al asunto por la Santa Sede, de tipo no sólo moral sino antropológico, es pública y bien conocida, y se remonta, en su momento contemporáneo más álgido, a la enc. Humanae vitae del Papa Pablo VI, del 25 de julio de 1968, en: http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_25071968_humanae-vitae_sp.html
Una consecuencia de ello puede verse en la posición asumida por la delegación de la Santa Sede a la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, El Cairo, 5 a 13 de septiembre de 1994, en la que, además de los puntos de coincidencia, señala los de divergencia con el documento conclusivo: “1. La Santa Sede considera que las expresiones 'salud sexual' 'derechos sexuales', 'salud reproductiva' y 'derechos reproductivos' se aplican a un concepto holístico de la salud, que se aplican cada una a su manera, a la persona en la totalidad de su personalidad, mente y cuerpo, y que promueven el logro de la madurez personal en la sexualidad, el amor reciproco y la adopción de decisiones que caracterizan a la relación conyugal conforme a las normas morales. La Santa Sede no considera que el aborto o el acceso al aborto constituya una dimensión de esas expresiones.
"2. Con respecto a las expresiones 'contracepción', 'planificación de la familia', 'salud sexual y reproductiva', 'capacidad de la mujer de controlar su propia fecundidad', 'variedad más amplia de servicios de planificación de la familia' y a cualquier otra expresión contenida en el documento relativa a los conceptos de servicios de planificación de la familia y control de la fecundidad, el hecho de que la Santa Sede se sume al consenso no ha de interpretarse como una modificación de su conocida posición respecto de esos métodos de planificación de la familia, que la Iglesia Católica considera moralmente inaceptables, o respecto de servicios de planificación de la familia que no respetan la libertad de los cónyuges, la dignidad humana ni los derechos humanos de los participantes. […]
"4. Respecto de la expresión 'parejas e individuos', la Santa Sede se reserva su posición entendiendo que la expresión hace referencia a las parejas y a cada uno de los hombres y mujeres que constituyen esas parejas. En el documento, especialmente en su utilización de la expresión, se percibe una idea individualista de la sexualidad que no presta la atención debida al amor reciproco y a la adopción de decisiones que caracterizan la relación conyugal.
"5. La Santa Sede interpreta el capitulo V a la luz del principio 9, en relación con el deber de fortalecer la familia, unidad básica de la sociedad, y en relación con el matrimonio como sociedad equitativa entre marido y mujer.” En: http://www.unfpa.org/icpd/icpd-programme_spa.cfm
En efecto, continúa estando latente la tentación de efectuar una eugenesia mediante técnicas de procreación artificial y el uso de “embriones superfluos”, con el fin de escoger el color de los ojos u otras características físicas. Se establece así, de hecho, una “subcategoría de seres humanos” que, incluso, conduce a una posible eliminación de aquellos seres humanos que no llenan los requisitos de las características establecidas por una determinada sociedad, como ocurría en tiempos pretéritos – “bárbaros”, así fueran “espartanos”, “atenienses” o “romanos”: los mismos Platón y Aristóteles se pronunciaron afirmando que “sobre el abandono y la crianza de los hijos, una ley debe prohibir que se críe a ninguno que esté lisiado”; procedimiento que popular (democrática) -mente fue crecientemente rechazado a partir del gobierno de Pericles. En Roma, por su parte, la ley de las Doce Tablas (541-540 a. C.), permitía, incluso, el infanticidio. En la India, niños con deformidades, y adultos que las hubieran adquirido, eran arrojados al Ganges. En la China se creaban instrumentos para fabricar personas con ciertas deformidades de modo que produjeran diversión a los pudientes. En Mesopotamia y en Persia las deformidades eran vistas como castigo de los dioses, y entre los aborígenes precolombinos quienes manifestaban discapacidades eran abandonados a su suerte. – Recuérdese, dentro de este contexto, la novela de ciencia ficción de Aldous Leonard HUXLEY: Un mundo feliz Editorial  Porrúa México 2006, en (consulta noviembre 2007):  http://www.tomatone.net/pdf/un_mundo_feliz.pdf
[11] BENEDICTO XVI, en la encíclica Spe salvi, del 30 de noviembre de 2007, caracteriza la “modernidad” como el período en que se comienza a gestar la concepción “individualista” de la cultura que hoy está tan vigente y difundida. En primer término, “se basa en la nueva correlación entre experimento y método, que hace al hombre capaz de lograr una interpretación de la naturaleza conforme a sus leyes y conseguir así, finalmente, «la victoria del arte sobre la naturaleza» (victoria cursus artis super naturam) [Francis BACON: Novum Organum I, 117 Orbis Barcelona1985]. La novedad – según la visión de Bacon – consiste en una nueva correlación entre ciencia y praxis. De esto se hace después una aplicación en clave teológica: esta nueva correlación entre ciencia y praxis significaría que se restablecería el dominio sobre la creación, que Dios había dado al hombre y que se perdió por el pecado original [Cf. ibíd., I, 129.]”: n. 16, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20071130_spe-salvi_sp.html#_ftnref15
En segundo lugar, el Papa se detiene en un tema que podría parecer, para nuestro tiempo, muy abstracto o abstruso, pero que, en realidad, es otra de las características fundamentales de nuestra manera de ser y de pensar y, especialmente, de obrar, en grandes ámbitos de la cultura actual: “18. Al mismo tiempo, hay dos categorías que ocupan cada vez más el centro de la idea de progreso: razón y libertad. El progreso es sobre todo un progreso del dominio creciente de la razón, y esta razón es considerada obviamente un poder del bien y para el bien. El progreso es la superación de todas las dependencias, es progreso hacia la libertad perfecta. También la libertad es considerada sólo como promesa, en la cual el hombre llega a su plenitud. En ambos conceptos – libertad y razón – hay un aspecto político. En efecto, se espera el reino de la razón como la nueva condición de la humanidad que llega a ser totalmente libre. Sin embargo, las condiciones políticas de este reino de la razón y de la libertad, en un primer momento, aparecen poco definidas. La razón y la libertad parecen garantizar de por sí, en virtud de su bondad intrínseca, una nueva comunidad humana perfecta. Pero en ambos conceptos clave, «razón» y «libertad», el pensamiento está siempre, tácitamente, en contraste también con los vínculos de la fe y de la Iglesia, así como con los vínculos de los ordenamientos estatales de entonces. Ambos conceptos llevan en sí mismos, pues, un potencial revolucionario de enorme fuerza explosiva”: ibíd.
Volveremos seguidamente sobre estos aspectos del problema, pues es necesario contrastarlo con la perspectiva cristiana y, especialmente, con su manera de considerar y de vivir la esperanza.
Que a la base, pues, de cada organización económica de la sociedad – sistemas y modelos – existe una determinada concepción del hombre, e, incluso, de la realidad (ontología - teología) aún más radical, se echa de ver por lo dicho. Más aún, el despegue económico de diversas naciones ha sido atribuido – ya desde Max WEBER – a la influencia de “la ética protestante” sobre “el espíritu del capitalismo” (Premia Editora México 1979), en la que descuella la “interiorización de la disciplina social”: tesis ilustrada y defendida con ahínco – pero, al parecer, es mi opinión, con cierto desconocimiento, al menos hasta ese momento de su disertación, de la teología y el Magisterio social de la Iglesia (no así con ciertos elementos de la “teología de la liberación”: “el énfasis en la vida terrenal, en el comportamiento cotidiano de los fieles que debe ser ejemplar y solidario, es decir, más énfasis en la conducta que en el rito, la solidaridad y en la igualdad intrínseca de todos los seres humanos, algo que choca con el carácter jerárquico y centralizado de la Iglesia”) a lo largo de la historia, desde sus raíces bíblicas, y especialmente en los últimos 120 años – por el ilustre Profesor y Codirector del Banco de la República, Salomón KALMANOVITZ: “La ley y la economía en Colombia”, en: Luz Gabriela ARANGO (comp.): La crisis socio-política colombiana: Un análisis no coyuntural de la coyuntura Fundación Social – Centro de Estudios Sociales Noviembre 1997 235-267, especialmente 238-239. Cf. Iván F. MEJÍA ÁLVAREZ: Introducción a la teología… o. c., p. 145, nt. 347, 31- 46 y las referencias que haré a este texto en las páginas siguientes. 
[12] En un reciente análisis de la situación, Gabriel ROSAS VEGA, un estudioso del acontecer nacional e internacional, reitera las consecuencias perjudiciales que origina esa manera de proceder: “Desde el momento en que la econometría y los modelos de base matemática dejaron de ser utilizados como herramientas de apoyo para la toma de decisiones en el campo económico y pasaron a jugar un papel determinante, esta especialidad se ha tratado de presentar como una ciencia exacta. En demasiados casos las ecuaciones han sustituido el análisis sociopolítico, que es en últimas la base para entender el comportamiento de los agentes económicos. Para refrescar la memoria de los colegas renuentes a aceptar la política y la sociología, me parece pertinente decirles que desde que la economía irrumpió en el ámbito intelectual se desarrolló y entendió como economía política. En ningún momento se le consideró estructurada sobre factores cuantitativos. El uso de la estadística de ninguna manera cambia el enfoque social y político”: “Registro. Ojo con el futuro”, en El País de Cali, 21 de febrero de 2007, en: http://www.elpais.com.co/historico/feb212007/OPN/opi1.html
[15] La pretensión de esta ideología no abarca sólo, por supuesto, el campo económico. Si consideramos algunos de sus fundamentos históricos no podemos prescindir de nombrar a John Stuart Mill (1806-1873), economista, discípulo de Jeremías Bentham y seguidor de las ideas de David Ricardo, quien, en su obra Sobre la libertad (Alianza Madrid 1991), consideraba que, en una sociedad civilizada, el poder del Estado sólo se podía ejercer legítimamente sobre un ciudadano y contra su voluntad, para impedirle que hiciera daño a otros. De lo contrario, todo individuo es soberano en su relación consigo mismo, con su cuerpo y con su mente. En el s. XX esta idea extrema, que ejerció su influencia ampliamente en muchísimos pensadores, expuso sus propias limitaciones en cuanto al individuo y a la libertad, de modo que fue atenuada, p. ej., por el filósofo del derecho Herbert Lionel Adolphus HART (1907-1992). En su obra Derecho y moral: contribuciones a su análisis Depalma Buenos Aires 1992, afirmó que el Estado sí puede ejercer su poder en aquellos casos en los cuales los ciudadanos están propensos a descuidar sus propios intereses y la intervención es leve; pero, para él resultaba del todo injustificable que el Estado, por razones de tipo moral, fuera a prohibir acciones que no produjeran un daño físico.
[16] Cf.  José María MARDONES: “La asunción neo-conservadora de Weber. El espíritu del capitalismo y la ética neo-conservadora” en Sistema 83 (1988) 25-41.
[17] Iván Federico MEJÍA ALVAREZ: Introducción a la teología… o. c., p. 145, nt. 347, 32-34.
[18] Ibíd. 34.
[19] El paréntesis en el texto es mío, por razones de traducción.
[20] Iván Federico MEJÍA ALVAREZ: Introducción a la teología… o. c., p. 145, nt. 347, 190.
Que el ámbito o dimensión económica no debiera ser absolutizada y aislada del resto de los componentes de lo humano, lo constata y valida aún históricamente la crisis de los mercados que ha ocurrido en el año 2008, primordial u originariamente, al menos, en los Estados Unidos de América así como en Europa, Asia y, con diversas intensidades, en Latinoamérica y otras regiones. La necesidad de que “el mercado” (sea el hipotecario, que lo ha hecho explotar, sea el asegurador, donde ha acaecido la crisis más profunda) sea regulado jurídicamente – algo impensable por parte de muchos – e intervenido – en cierto modo y hasta cierto punto – por parte del Estado, no es, con todo, suficiente, como lo advierte Luis M. VICEIRA, Profesor asociado en la Escuela de Negocios de Harvard (EEUU), Investigador del National Bureau of Economic Research (NBER) en Cambridge e Investigador Afiliado del Centre for Economic Policy Research (CEPR) en Londres. Lo económico nos expresa, como lo estamos viendo, una apenas de las dimensiones humanas, que en su esencia, necesariamente está articulada, y no puede no serlo, con las demás dimensiones bajo las cuales se expresa lo humano, al tiempo que lo constituye. Por eso mismo no es raro que, como lo afirmó este Profesor, “la confianza es fundamental para que los mercados (financieros) funcionen”: cf. la entrevista por Radiosucesos RCN, 29 de septiembre de 2008, en: http://media.rcn.com.co/plantillas/audio.php?ubicacion=http://audio.rcn.com.co/media/rcn/audios/analista-sep29.mp3 También es la tesis de Francis FUKUYAMA: Confianza Atlántida Buenos Aires 1996.
[21] Tras múltiples debates, la tradición cristiana ha depurado este carácter abarcante en la consideración de toda la realidad, sin caer en el intelectualismo. La necesidad de “razonabilidad” en la argumentación no se opone a la fe, sino, todo lo contrario, es exigida por ella, que quiere dinámica y coherentemente comprender lo que cree.
Más aún, en orden a la realización auténtica del ser humano y de los seres humanos, como sociedad y como cultura, se requiere hoy más que nunca que estén bien provistos de esta capacidad, y con ella en pleno ejercicio. Como puede verse a propósito de la “reinativa”, S. Tomás DE AQUINO ya advertía la conexión que debía existir entre la “prudencia” y el buen razonamiento cuando escribía que "la prudencia necesita que el hombre sepa razonar bien" (ST IIa-IIae q. 49, a. 5). Y, en nuestros tiempos, el polaco Georges KALINOWSKI afirma que no es nada sorprendente que la prudencia utilice reglas de lógica; hace mucho que los filósofos se han dado cuenta "que la disposición de razonar correctamente en el campo de la acción humana es una de las partes integrantes de la prudencia": en: Introducción a la lógica jurídica Eudeba Buenos Aires 1973 179.
Ocurre este despliegue de las capacidades inventivas, pero al mismo tiempo responsables, de las personas y de las sociedades, en unos momentos en los que se pretende promover una “cultura de la acción planificada”, en la que se prevén características tales como que ella debe ser “realizable, estructurada, flexible, constante”, etc.
[22] Ya hemos citado el aporte que, en este sentido, ofrece la Arquitectura, p. ej. (cf. supra, I.1.b.3, p. 736).
[23] En un contexto de globalización, una de las actividades que podrían contribuir más y mejor al desarrollo humano de los pueblos y de todos sus miembros es el turismo, por cuanto nos permite expresar y compartir cuanto poseemos precisamente en común. El impacto económico que tiene es relevante, pero también lo es desde el punto de vista de sus beneficios intangibles – en la lógica del diálogo y del compartir, no en la reducida lógica de los intercambios del mercado –: amplía nuestros horizontes, profundiza nuestro conocimiento acerca de los pueblos y de los lugares, promueve el entendimiento entre las Naciones, impulsa una mayor inclusión social y el arraigo en la propia tierra, fomenta la preservación del patrimonio cultural y de la tradición, genera creatividad e innovación, dirige la planeación de las ciudades, propiciar la toma de conciencia crítica sobre la necesidad de proteger a maravillas naturales.
[24]a) El recto estado de las cosas humanas, el bienestar moral del mundo, nunca puede garantizarse solamente a través de estructuras, por muy válidas que éstas sean. Dichas estructuras no sólo son importantes, sino necesarias; sin embargo, no pueden ni deben dejar al margen la libertad del hombre. Incluso las mejores estructuras funcionan únicamente cuando en una comunidad existen unas convicciones vivas capaces de motivar a los hombres para una adhesión libre al ordenamiento comunitario. La libertad necesita una convicción; una convicción no existe por sí misma, sino que ha de ser conquistada comunitariamente siempre de nuevo”: BENEDICTO XVI: enc. Spe salvi, 30 de noviembre de 2007, n. 24, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20071130_spe-salvi_sp.html#_ftnref15
[25] Si bien se trata de una mirada de la problemática hecha desde México, considero que muchos de los temas planteados por Wayne J. ROBINS poseen actualidad y vigencia en nuestro medio. Cf. del autor: “Un paseo por la antropología educativa” en: Nueva Antropología. Revista de Ciencias Sociales
62 abril 2003, número monográfico dedicado a la “Educación: perspectivas antropológicas”, 11-28, en (consulta septiembre 2006):
http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/nuant/cont/62/cnt/cnt1.pdf
Considero, sin embargo, que una cierta pre-comprensión del asunto adolece de las trazas de “ideologización” a la que hemos hecho referencia en diversos lugares. Y la antropología, así como, sobre todo, la sociología y otras ciencias, nos pueden dar una mano cuando ello se presente, como también hemos afirmado. Tal ocurre con cierta comprensión de la “educación” como si fuera un “ente de razón” o un “valor cultural” en abstracto, o no tanto, como una realidad que no vive las vicisitudes (ciertamente excepcionales, pero no únicas) que son atravesadas por lo económico (muchos expertos consideran lo educativo y la educación solamente como un valor “social”; otros, como valor solamente “cultural”; otros, como un valor “económico”, comercial, más exactamente: “un elevado poder adquisitivo permite asumir el coste de unos estudios postobligatorios” – I. P. ALBALADEJO – M. LAFUENTE: “Características familiares de los jóvenes que cursan estudios postobligatorios en la región de Murcia”, en Estudios de economía aplicada 17 2001 69-83 –; otros, como un valor jurídico, un “derecho”, por lo tanto; otros, finalmente, como “socio-jurídico-cultural-económico”). Y de ello debería ser muy consciente y mirar una adecuada (integral y universal) concepción de lo humano que habría de afectar incluso a ciertas concepciones no íntegras de la ley natural (una especie de “desmitificación” de la misma). Lo socio-económico, que estamos examinando, comparte tanto de lo uno como de lo otro, y es una consideración que evidencia no sólo la complejidad típica de lo humano, sino la imprescindibilidad del empleo de las ciencias, sobre todo en este caso sociales, para acertar (y aterrizar) en la definición y comprensión de eso mismo humano. Esta reflexión, y precisión me la suscita la lectura – coyuntural – de dos artículos: uno, del filósofo y profesor Guillermo HOYOS VÁSQUEZ: «“La educación es un derecho, no una mercancía”», en Revista Javeriana 774/147 mayo 2011 32-35; otro, su “respuesta” – con la que adhiero, por ser más cercana a mi concepción de “bien común” y de “bien humano” – del también filósofo Vicente DURÁN CASAS, S. J.: “Universidad e interés público”, editorial de Pesquisa 16 junio-agosto de 2011, 2, en: http://educon.javeriana.edu.co/pesquisa/16/revista.html
[26] No se trata sólo de introducir a los sujetos en una vida social en la que ellos son simplemente un apéndice, o una marioneta. El mito griego de Prometeo en la versión del Protágoras de Platón señalaba que Epimeteo – “el imprudente” –, en nombre de los dioses, les había distribuido a los animales todas las funciones y defensas necesarias para su supervivencia, dejando a los hombres carentes de ellas. Debió intervenir a su favor Prometeo – “el prudente” –, quien robó a Hefesto y Atenea el fuego y los secretos de las artes, y se los dio: “Provistos de tal modo, en los comienzos, los humanos vivían dispersos y no había ciudades, era como una especie de estado de naturaleza moderna ¿no? Había individuos, pero no había ciudades, dice el diálogo, y en consecuencia eran diezmados por las fieras debido a que en todos los aspectos resultaban más débiles que ellas. Su habilidad manual era suficiente recurso en lo que atañe al alimento, pero insuficiente en lo que atañe a la lucha contra las bestias feroces, pues aún, y acá empieza lo  importante de esta fábula  o este mito, aún no tenía el arte cinco, del cual la guerra es una parte. Trataban pues de reunirse y conservarse fundando ciudades, pero al congregarse cometían incontables injusticias, por lo que, dispersándose de nuevo perecían. Entonces, Zeus, temeroso de que nuestra especie pereciese del todo, envió a Hermes para que llevara a los hombres el respeto mutuo y la justicia, a fin de que hubiera ordenamientos y lazos que estrecharan su amistad”. Miguel Angel ROSSI: “Sobre Teoría Política: la ciudadanía activa”, he titulado su intervención, s.f., s.l.: en: http://www.gob.gba.gov.ar/escuela/textos/rossippc1.doc
El problema del desarrollo psicosocial de las personas y de cómo la socialización (en la que participa la educación) contribuye, positiva o negativamente, en la construcción de la identidad de las personas, fue trabajado por Erik ERICKSON (1902-1994) al elaborar su “principio epigenético” y sus célebres ocho etapas: 1ª) Confianza básica versus desconfianza (hasta los 18 meses de vida); 2ª) autonomía versus vergüenza y duda (desde los 18 meses hasta los 3 años); 3ª) iniciativa versus culpa (desde los 3 a los 5 años, aproximadamente); 4ª) laboriosidad versus inferioridad (de los 5 a los 13 años); 5ª) búsqueda de identidad versus difusión de identidad (desde los 13 hasta los 21 años); 6ª) intimidad versus aislamiento (entre los 21 y los 40 años, aproximadamente); 7ª) generatividad versus estancamiento (entre los 40 y los 60 años); y, finalmente, 8ª) integridad frente a desesperación (desde los 60 años hasta la muerte). Véanse sus obras El ciclo vital completado Ediciones Paidós Ibérica Barcelona 2000;  Infancia y sociedad Horme-Paidós Buenos Aires 1983;  Sociedad y Adolescencia Editorial Paidós Buenos Aires 1972;  Identidad, Juventud y Crisis Editorial Paidós Buenos Aires 1968, 1974. Un resumen de su teoría puede verse en el documento de Arlene F. Harder, MA, MFT: The Developmental Stages of Erik Erikson, en (consulta mayo 2011): http://www.learningplaceonline.com/stages/organize/Erikson.htm
Una valiosa aplicación de estas teorías fue elaborada por Alvaro JIMÉNEZ CADENA, S. J.: Caminos de madurez sicológica para religiosos Paulinas Bogotá 1992; y, en el campo de la educación, véase la obra de Diane E. PAPALIA – Sally W. OLDS – Ruth D. FELDMAN: Desarrollo humano McGraw-Hill Interamericana México 2005 9ª.
[27] En este sentido, nada de raro posee el hecho de que las personas se asocien incluso para buscar y hallar resultados como producto de sus investigaciones teóricas y prácticas, y de que “se encuentren” – de múltiples maneras y en numerosos escenarios – para compartirlos. Una de estas formas de hacerlo, p. ej., la representa IS. J.ACHEM, que congrega a las Facultades de Química (o Departamentos de Química de las Universidades asociadas), pertenecientes a Universidades de (o confiadas a) la Compañía de Jesús. Para un reporte de sus actividades, p. ej., cf. el “Informe de la Participación en el IX IS. J.ACHEM (Barcelona, 10 al 15 de julio de 2006)”, presentado por Carlos CORREDOR, quien viajó a este encuentro en representación de la PUJ, en (consulta septiembre 2006): http://www.javeriana.edu.co/boletin/files/IS. J.ACHEM.swf
[28] ST IIa-IIae q. 96. a. 1. resp. La literatura sobre el tema es abundante. Haciéndose eco del llamado del Papa BENEDICTO XVI, ha destacado la importancia educativa de la familia y de la escuela, p. ej., el estudio de la profesora Ilaria ZUANAZZI: “Generare una persona umana: procreatio et educatio prolis tra ordinazione divina e realtà culturale odierna”, presentado en el XIII Congreso Internacional de Derecho Canónico sobre el Ius divinum en la vida de la Iglesia, Venecia, 17 a 21 de septiembre de 2008: 1°) Las responsabilidades educativas en el actual contexto cultural; 2°) Revaloración de la función educativa de la familia en la prospectiva personalista; 3°) La relación inescindible entre el amor de los cónyuges y el amor de los padres; 4°) Unidad y complejidad de la educación; 5°) Especialidad del ministerio de los padres cristianos. El texto en: Juan Ignacio ARRIETA (A cura di) – Costantino-M. FABRIS (Coordinatore edizione): Ius divinum, o. c. p. 56, nt. 120, 1249-1264.  
[29] El tantas veces mencionado texto de Ralph BEALS y Harry HOIJER: Introducción a la Antropología, o. c.  p. 60, nt. 127, xvii-xxiii, después de los capítulos dedicados a la “antropología física” (“el hombre y los animales”, “el hombre fósil y la prehistoria”, “los vestigios del hombre fósil”, “herencia y genética”, “los criterios de la clasificación humana”, “clasificación del hombre moderno”, “raza, evolución y genética”), hace el elenco de los temas de “antropología cultural” comenzando por la “naturaleza de la cultura”. Entonces describe pormenorizadamente los factores que en esta se han de comprender: “Espacio, tiempo y cultura”, “instrumentos y recipientes”, “acumulación y producción de alimentos”, “vestido, vivienda y transporte”, “economía”, “la familia y el parentesco”, “matrimonio”, “organización política”, “religión”, “lenguaje”, “las artes” y “la educación y la formación de la personalidad”; concluye la obra tratando los “problemas del cambio cultural”, y la “aculturación y antropología aplicada”.
Podemos mencionar en este contexto la importancia de la “lectura como práctica y producto cultural” y un estudio sociológico sobre la lectura, y, más precisamente sobre el papel del editor que la posibilita. Se trata de dos textos, el primero, de BOURDIEU, Pierre - CHARTIER, Roger: Creencia artística y Bienes Simbólicos Aurelia-Rivera Buenos Aires 2003 251-270 "La lectura: una práctica cultural"; DARNTON, Robert: "Historia de la lectura", en BURKE, Peter (ed.): Formas de hacer historia Alianza editorial Madrid 1993 177-208. De este último quisiera resaltar la importancia que da a la lectura como ocasión para que las personas se interroguen por “el sentido de su vida”, y, muy particularmente, por quienes componen las universidades, como altamente privilegiadas para efectuar tal esencial y fundamental toma de conciencia.
[30]Motor manejado por resorte (c. 1495), Manuscrito I (Biblioteca de L’Institut de France, París) (f. 14r)”, en: Luca ANTOCCIA - André CHASTEL - Marco CIANCHI - Paolo GALLUZZI - Domenico LAURENZA - Rodolfo PAPA - Carlo PEDRETTI: "Leonardo's painting", en: Leonardo. Art and Science Giunti Firenze 2005 6ª 128.
[31] La “filología” posee una tradición “científica” bastante reconocida, no así una sub-especialización de la sociolingüística en el ámbito de los “saberes populares”. En el ámbito castellano, puede verse la intervención que hizo, al respecto, el profesor Antonio VIUDAS CAMARASA: “Filología y saber popular”, texto del discurso de ingreso en la Real Academia de Extremadura, leído el día 3 de diciembre de 1989, en (consulta septiembre de 2006): http://idd004q0.eresmas.net/filologiaysaberpopular/index.html
Un ejemplo magistral, en mi opinión, del estudio prolijo y de la expresión detallada y artística del habla cundinamarquesa aún vigente en nuestros campos, es la obra de nuestro Director de investigación, Rodolfo Eduardo DE ROUX GUERRERO S. J.: El dolor de la tierra Asesores Culturales Bogotá 2004.
[32] Se ha de advertir el empleo analógico que posee en este contexto el término.
[33] Las “instituciones” tienen una clara “vocación” y “finalidad”: expresar visible y públicamente ante el mundo unos determinados valores. Así ocurre, p. ej., con la Iglesia misma, en primer lugar, y, secundariamente, con sus Universidades, las cuales, a semejanza de los “monasterios”, “en el escondimiento tiene su razón de ser, pero un monasterio tiene también una finalidad pública en la vida de la Iglesia y de la sociedad, debe dar visibilidad a la fe como fuerza de vida. En la inquietud y en la confusión de su tiempo, él vivía bajo la mirada de Dios y, precisamente así, nunca perdió de vista los deberes de la vida diaria y al hombre con sus necesidades concretas”: BENEDICTO XVI: Audiencia general, 9 de abril de 2008, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21951.php?index=21951&po_date=09.04.2008&lang=sp .
Trataremos el tema también en el capítulo siguiente, introducción, n. 2. Como se echa de ver, por otra parte, las “instituciones” no son primordialmente sus edificaciones (aulas, laboratorios, etc., p. ej., en una universidad: en la actualidad, gracias a los espacios “virtuales”, inclusive son mínimamente relevantes), ni sus estatutos ni sus demás herramientas o medios que emplea para cumplir su objetivo social, sino, principal y particularmente el conjunto de las personas que las componen – en el pasado, en el presente, en el futuro, si es del caso –. Sociológicamente, sin embargo, las instituciones “trascienden” las vidas e intenciones de sus miembros por cuanto ellos fijan los límites de su permanencia así como sus objetivos sociales y las reglas mediante los cuales pretenden alcanzarlos. Oportunamente veremos cómo este sentido de “institución” fue replanteado también por la Teología y por el Derecho canónico.
[34] GS 10a. Benedicto XVI lo ha reiterado y urgido con ocasión de su visita al Colegio Universitario Santa María de Twickenham) en London Borough of Richmond, el Viernes 17 de septiembre de 2010: “Como sabéis, la tarea de un maestro no es sencillamente comunicar información o proporcionar capacitación en unas habilidades orientadas al beneficio económico de la sociedad; la educación no es y nunca debe considerarse como algo meramente utilitario. Se trata de la formación de la persona humana, preparándola para vivir en plenitud. En una palabra, se trata de impartir sabiduría. Y la verdadera sabiduría es inseparable del conocimiento del Creador, porque «en sus manos estamos nosotros y nuestras palabras y toda la prudencia y destreza de nuestras obras» (Sab 7,16).” Discurso en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2010/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20100917_mondo-educ_sp.html
[35] Hemos tenido ocasión de trabajar el tema como motivación y procedimiento de esta investigación en el capítulo II, p. 94ss. En relación con la teología en diálogo con otros saberes y los problemas epistemológicos que ello comporta, cf., entre otros: Juan Carlos SCANNONE S. J.: “Teología e interdisciplinariedad: Presencia del saber teológico en el ámbito de las Ciencias”, en ThX 94 1989 63-79.
[37] El texto es del Director General de la UNESCO: Koichiro MATSUURA: “¿Para cuándo dejar el conocimiento?”, en las Lecturas Fin de Semana publicado con El Tiempo del 14 de octubre de 2006 3. Acerca del auspiciado “equilibrio” en relación con los derechos de autor y la propiedad intelectual, sobre todo en las tecnologías y descubrimientos relacionados con la vida y la salud, cf. CIV 22.
[38] Citemos un ejemplo. Explicaba W. A. D. ANDERSON que “la Patología moderna posee una base en que se combinan la Anatomía, Histología, Embriología, Fisiología, Bioquímica y Bacteriología, y se relaciona íntimamente con la Clínica Médica. Pueden comprenderse fácilmente las grandes dificultades que deben vencerse para condensar y simplificar una materia como ésta […] «La Anatomía Patológica es la rama de las ciencias naturales que trata de las causas y naturaleza de la enfermedad, juntamente con los cambios anatómicos y funcionales producidos; la práctica de la Anatomía Patológica humana constituye la especialidad médica que puede contribuir al diagnóstico, tratamiento, observación y conocimiento del progreso de la enfermedad o de una entidad médica en el sujeto humano, gracias a los datos recogidos mediante exámenes morfológicos, microscópicos, químicos, microbiológicos, sexológicos u otro tipo de examen de laboratorio efectuado sobre el paciente o sobre un material proveniente del cuerpo humano»: Definición aprobada por el Colegio Americano de Anatomopatólogos”: Sinopsis de Patología López Libreros Editores Buenos Aires 1963 1ª xiii y vii.
[39] «Epílogo» de Etnología y Utopía Júcar Universidad Madrid-Gijón 1987 2ª 194-196. En: Pelayo GARCÍA SIERRA: Diccionario filosófico. Manual de materialismo filosófico. Una introducción analítica, en (consulta septiembre 2006): http://www.filosofia.org/filomat/pcero.htm y en http://www.filosofia.org/filomat/df259.htm
Concepciones como esta citada han llevado a que investigadores como el doctor Edmund E. PELLEGRINO considere la medicina como la más humanística de las ciencias naturales, y como la más científica de las ciencias humanas, en: Humanism and the Physician, University of Tennesse Press, Knoxville 1979, 117-129. La alusión la hace el R. P. Tomasz Trafny, Director del Departamento "Ciencia y Fe" del Pontificio Consejo de la Cultura, 16 de junio de 2011, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/27679.php?index=27679&lang=sp
[40] Cf. Stefano ZAMAGNI, de la Universidad de Boloña: “Modelli antropologici e riflessi sulla responsabilità professionale. Gli influssi delle concezioni antropologiche sugli atteggiamenti professionali”, en el Ciclo de Seminarios promovido por la Universidad de los estudios de Módena y Reggio Emilia y por la Fundación Colegio San Carlos. Esta conferencia, según el programa, habrá tenido lugar el 29 de noviembre de 2006. En: corsiuniversitari@fondazionesancarlo.it
[41] Antropológicamente, este “relativismo cultural” es, en mi opinión, una de las grandes riquezas de la humanidad considerada tanto en su universalidad como en su particularidad. Manifiesta, sobre todo, la diversidad no-detenible ni suprimible de la expresividad humana en todos sus aspectos. Una misma ratio que se manifiesta de manera múltiple y siempre posible, aún en sus contrariedades objetivas y subjetivas (no en su contradicción: es aquí en donde se encuentra el equívoco, tan común hoy en día, al considerar que son lo mismo los grises, tan humanos, por cierto, y otra la distinción, objetiva, entre el ser y el no-ser, entre el bien y el mal). A este propósito es esclarecedora la posición del Papa BENEDICTO XVI en su alocución a los Miembros de la Oficina de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, 8 de septiembre de 2010, en el que puntualizó lo siguiente: “En diversas ocasiones yo he señalado los riesgos asociados con el relativismo en el área de los valores, de los derechos y de los deberes. Si estos dejaran su fundamento racional objetivo, común a todos los pueblos, y se basaran exclusivamente sobre culturas particulares, sobre decisiones legislativas o sentencias de las cortes, ¿cómo podrían ellos ofrecer una base sólida y duradera a instituciones supranacionales como el Consejo de Europa, y a vuestro propio trabajo dentro de esta prestigiosa institución? ¿Cómo podría existir un diálogo fructífero entre culturas sin unos valores comunes, justos y estables, entendidos de la misma manera como principios universales por parte de todos los Estados Miembros del Consejo de Europa? Estos valores, derechos y deberes están enraizados en la dignidad natural de cada persona, algo que es comprensible al razonamiento humano. La fe cristiana no impide sino que favorece esta búsqueda, y es una invitación a buscar las bases sobrenaturales de esta dignidad”: en http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/25986.php?index=25986&lang=sp (Traducción mía).
Desde este ángulo de vista, América Latina, v. gr., ha aportado – y debe aportar aún más – en la búsqueda y develación inexhaustible del misterio del hombre. Lo indica, p. ej., hablando desde la literatura, Roberto FERNÁNDEZ RETAMAR: Para el perfil definitivo del hombre Editorial Letras Cubanas La Habana Cuba 1981 1995 2ª corregida y aumentada 270-282.
[42] El asunto ya lo puso de relieve José ORTEGA Y GASSET: “Bajo el nombre ‘verdad’ se oculta un problema sumamente dramático. La verdad, al reflejar adecuadamente lo que las cosas son, se obliga a ser una e invariable. Mas la vida humana, en su multiforme desarrollo, es decir, en la historia, ha cambiado constantemente de opinión, consagrando como ‘verdad’ la que adoptaba en cada caso… ¿Cómo avecindar la verdad, que es una e invariable, dentro de la vitalidad humana, que es, por esencia, mudadiza y varía de individuo a individuo, de raza a raza, de edad a edad? Si queremos atenernos a la historia viva y perseguir sus sugestivas ondulaciones, tenemos que renunciar a la idea de que la verdad se deja captar por el hombre. Cada individuo posee sus propias convicciones más o menos duraderas, que son ‘para’ él la verdad… ‘La verdad’, pues, no existe, no hay más que verdades ‘relativas’ a la condición de cada sujeto. Tal es la doctrina relativista. […] El problema de la verdad se generaliza a todos aquellos órdenes que resumimos en el vocablo ‘cultura’. […] Justicia, verdad, rectitud moral, belleza, son cosas que valen por sí mismas, y no sólo en la medida en que son útiles a la vida.”: El tema de nuestro tiempo Espasa-Calpe Madrid 1968 27, 36 y 41.
[43] Piénsese, p. ej., en la “medicina tradicional indígena: médicos, rituales y afecciones” (Samuel Ávila).
[44] Son miles, quizá millones, los títulos de textos relativos al “poder”, comprendido éste no sólo en sus connotaciones políticas, más aún, estatales, como lo queremos resaltar aquí, sino también en sus analogías  y aplicaciones relativas, p. ej., al cuerpo, a la sexualidad, al feminismo y a la familia, pero, también, en relación con el dinero y la economía en general, o en relación con el linaje o con el derecho, o en su relación con el lenguaje, la moral y/o con la religión, etc.
La comparación de visiones entre períodos históricos, especialmente para el campo del Derecho canónico y de la antropología sobre la que se soporta, podría aportar muchísimos nuevos elementos para la interpretación y para una eventual nueva elaboración de los Cánones. Textos como el de Charles J. REID: Power over the body, equality in the family: rights and domestic relations in medieval canon law, William B. Eerdmans Publishing Company St Paul/MN 2004, el cual es resumido de la siguiente manera, no dejan de plantear interrogantes: “En el período medieval, el matrimonio fue comprendido como que tenía una cierta estructura natural que ninguna de las partes por sí mismas, ni aún la Iglesia, eran libres para alterar. El matrimonio se ordenaba al bien de ambos esposos y a la procreación y crianza de los hijos. Dentro de esta ordenada estructura, los estudiosos canonistas de los siglos doce y trece reconocieron la existencia de ciertos derechos y obligaciones orientados a asegurar que los bienes básicos y las metas del matrimonio fueran realizados […] La visión moderna secular del matrimonio que se basa principalmente sobre el afecto continuo y el consentimiento de las dos partes es una manifestación particular de una cierta clase de liberalismo filosófico que considera la relación marital sólo como una suma de intereses individuales y se expresa en término de derechos”. Cf. Bruce FROHNEN en: "Power over the Body, Equality in the Family: Rights and Domestic Relations in Medieval Canon Law (review)" en: The Catholic Historical Review 91/4 October 2005 785-786.
[45] Cf. lo dicho anteriormente, supra, 2.a.1)c)1°)19, p. 778. Sobre la enseñanza del Magisterio sobre la democracia, además de los textos citados en otros lugares de esta investigación, puede verse su encuadramiento dentro de la “política” en el CAIC(20 referencias en: http://www.vatican.va/archive/ESL0022/WE.HTM) y, sobre todo, en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (Segunda Parte, Capítulo Octavo: La comunidad política, Sección IV. El sistema de la democracia, nn. 406-416): http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html
Acerca de la acción política en el contexto de los ordenamientos jurídicos nacionales (y eventualmente internacionales), se acentúa en nuestro tiempo la importancia de hacer evidente su relación con la justicia o con la injusticia. Puede verse al respecto la homilía del Papa Benedicto XVI en la misa crismal del primero de abril de 2010: “Al simbolismo del aceite (que se emplea en varios sacramentos) pertenece también el que fortalece para la lucha. Esto no contradice el tema de la paz, sino que es parte de él. La lucha de los cristianos consistía y consiste no en el uso de la violencia, sino en el hecho de que ellos estaban y están todavía dispuestos a sufrir por el bien, por Dios. Consiste en que los cristianos, como buenos ciudadanos, respetan el derecho y hacen lo que es justo y bueno. Consiste en que rechazan lo que en los ordenamientos jurídicos vigentes no es derecho, sino injusticia. La lucha de los mártires consistía en su "no" concreto a la injusticia: rechazando la participación en el culto idolátrico, en la adoración del emperador, no aceptaban doblegarse a la falsedad, a adorar personas humanas y su poder. Con su "no" a la falsedad y a todas sus consecuencias han realzado el poder del derecho y la verdad. Así sirvieron a la paz auténtica. También hoy es importante que los cristianos cumplan el derecho, que es el fundamento de la paz. También hoy es importante para los cristianos no aceptar una injusticia, aunque sea retenida como derecho, por ejemplo, cuando se trata del asesinato de niños inocentes aún no nacidos. Así servimos precisamente a la paz y así nos encontramos siguiendo las huellas de Jesús, del que san Pedro dice: «Cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia» (1 P 2,23s.).” En: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/25348.php?index=25348&po_date=01.04.2010&lang=sp#TRADUZIONE%20IN%20LINGUA%20SPAGNOLA
Sobre la democracia no sólo en la enseñanza “social” de la Iglesia sino en la Iglesia, téngase en cuenta lo que diremos más adelante, cf. cap. VII, II.1.a.2., p. 1397s: A ello hay que referir, como un comentario muy autorizado por provenir de quien viene, la Lectio magistralis del Card. Tarcisio BERTONE, Secretario de Estado del Santo Padre (de la Santa Sede), pronunciada con ocasión de la inauguración del Año Académico de la Facultad de Derecho Canónico San Pio X, en Venecia, Italia, el 4 de diciembre de 2008, y a la que él mismo tituló “Chiesa e democrazia; analogie e differenze”. Puede verse su original en: http://www.vatican.va/roman_curia/secretariat_state/card-bertone/2008/documents/rc_seg-st_20081204_lectio-magistralis_it.html
[46] Cf. consulta (noviembre 2008) en: http://en.wikipedia.org/wiki/Policy
[48] De ahí que sea una tarea, necesaria y permanente, examinar “el tipo de ser humano” por el que propende o al que busca ayudar a construir una Constitución política y el conjunto del Ordenamiento legal que de ella, en principio, depende, y al que los demás organismos, estatales o no, y los individuos, aspirarían, en su generalidad, a desarrollar.
Tal sería el caso, v. gr., de los proyectos conducentes a dirigir las “políticas de salud” de un Estado. Obsérvese, p. ej., la siguiente propuesta, desde ese punto de vista: “I Congreso Nacional de Investigación en Salud Pública: «Investigación para la toma de decisiones en el sector salud»
Bogotá, Universidad Javeriana, octubre 23, 24 y 25 de 2006. ¿Aporta la investigación a la toma de decisiones en el sector salud? ¿Cómo mejorar la relevancia y efectividad de las intervenciones para enfrentar los problemas de salud y del sistema de salud? ¿Cuál es el rol de la investigación en la definición de políticas y en el proceso de su implementación? Para atender a estas preguntas y a través de la divulgación de resultados de investigación y de experiencias locales, regionales y nacionales en las distintas áreas temáticas, el Primer Congreso Nacional de Investigación en Salud Pública tiene como propósito comprender cómo la investigación puede influir la toma de decisiones en el sector salud y los mecanismos y estrategias para superar las barreras que limitan el uso de las evidencias y el conocimiento en la formulación de políticas y su implementación. Busca además aproximar a los grupos de investigación e investigadores con los tomadores de decisiones en la definición de prioridades y en la constitución de redes de investigación en salud.” Las respuestas, en consecuencia, podrían ser opuestas, inclusive diametralmente, dependiendo de la “concepción de ser humano” que se tenga a la base, y sobre la que se construya una “interpretación” de la Constitución y del Ordenamiento estatal.
[49] Cf. la obra de la antropóloga Ruth BENEDICT: El hombre y la cultura: investigación sobre los orígenes de la civilización contemporánea Sudamericana Buenos Aires 1944 2ª.
[50] Puede considerarse la religión desde múltiples puntos de vista (sus doctrinas, su culto), y tanto al considerar al individuo “religioso” como a las sociedades que lo son (vivencias), y las interrelaciones que se suceden entre aquél y estas (su organización). También existe la posibilidad de estudiar el hecho “institucional” religioso, en una o varias religiones, con las reglas y leyes que lo ordenan y regulan (moral y derecho), y que condicionan tanto las relaciones que se efectúan entre los miembros del grupo, como entre éstos y los que no pertenecen al mismo. Tal sucede, p. ej., en lo que concierne al matrimonio y a la educación de la familia: sus derechos, obligaciones y tareas; o en lo que se refiere a la denominada “religiosidad popular”. La vida toda de una sociedad y de sus miembros puede estar traspasada por esta característica religiosa, pero, a partir de los tiempos modernos, en Occidente, los ámbitos de la vida social se han ido “emancipando” de la “tutela” religiosa, y no sólo han llegado a obtener espacios (económicos, políticos, científicos, e, incluso, éticos) más “secularizados”, sino, realmente “secularistas”. Así mismo, no podemos ignorar las críticas – ¿quién las hace y con qué intención? – actuales a la religión y a las religiones y a su papel en las sociedades y a su relación con los Estados (¿laicidad o confesionalidad?, tema sobre el que volveremos en el capítulo siguiente 1.a.1), p. 1108ss). Ya se imagina el lector la amplitud de la bibliografía que se podría citar al respecto. (Cf. también más adelante, p. 868, nt. 2293).

Antonio FUCCILLO, Francesco SORVILLO y Ludovica DECIMO, de las Universidades de Campania y de Padua, han presentado un estudio en el que examinan las relaciones que se dan entre religión y derecho: “Law and religion as a strategy in favor of profitable cultural osmosis: a wide look to civil law systems”: Rivista telematica Stato e Chiese (www.statoechiese.it), n. 36 del 2018: “Sumario: 1. Juntos en la diversidad: ley y religión en los sistemas de derecho civil moderno. 2. Las tradiciones religiosas en el derecho y la religión. 3. La religión y la ósmosis de la ley en el proceso legislativo. 4. La religión y la ósmosis de la ley en la jurisdicción. 5. Una estrategia: la función nomopoyética de las religiones en el koinè legal”. De esta última sección traduzco su contenido: “Lo que se ha dicho para los sistemas de derecho civil tal vez también pueda extenderse a los sistemas de derecho consuetudinario. La extensión también es posible para otros sistemas legales (sistemas hindúes y musulmanes). También ha surgido la atención a estos perfiles en China. El mundo está globalizado y está surgiendo un nuevo koiné legal, esto es, un sistema que surge de la práctica económica basada en herramientas de negociación en la actualidad al servicio de las grandes potencias económicas privadas. Es un lenguaje uniforme legal (mercantilista) que escapa al control político de los sistemas legales. La dimensión cultural-religiosa se convierte (en este contexto) en una barrera fundamental para esta práctica, porque las barreras políticas pueden ser superadas, no así las religiosas que son inherentemente transnacionales. Las religiones pueden sugerir valores que ayuden a eliminar el desequilibrio de los sistemas legales y las desigualdades sociales. Por lo tanto, pueden convertirse en un freno a la transformación "elitista" de la ley. Estamos presenciando la formación de una democracia a la que el sociólogo Zygmunt Bauman ha llamado "democracia líquida": una sociedad “líquida”, sin esquemas ni referencias estables, inevitablemente lanzada hacia la exclusión social y la homologación. Precisamente donde el dominio político de la ley es menor, las tradiciones religiosas se convierten en imperativos culturales que construyen y dimensionan estas nuevas prácticas, cumpliendo así una función nomopoyética real. La función nomopoyética de las religiones crea reglas legales capaces de tratar con las diferencias sin deshacerlas, es la principal forma de gobernar con éxito en la sociedad multicultural de hoy. Por lo tanto, el área temática religión/ley constituye uno de los lugares más efectivos y estratégicos para abordar los complejos problemas de la coexistencia de las diferencias, de ahí el papel de la afiliación religiosa y su contribución a la armonización del sistema. Los valores religiosos, de hecho, ayudan a implementar un uso potencial igualitario de instrumentos legales y, por lo tanto, de igualdad real de oportunidades, y en consecuencia un sistema judicial laico y efectivo. Como ya ha sido enfatizado repetidamente, es necesario asegurar al mismo tiempo oportunidades para todos, comenzando con las necesidades básicas, es decir, con las relacionadas con la vida diaria. El impacto positivo que tiene lugar a través de dicha operación, ya que está conectado a un acceso más fácil a los beneficios de la prosperidad económica, sería inevitable y se traduce en una mejor calidad de vida para las personas”. (Traducción mía). En (consulta del 15 de noviembre de 2018): https://www.statoechiese.it/images/uploads/articoli_pdf/Fuccillo%2B.M_Law.pdf?pdf=law-and-religion-as-a-strategy-in-favor-of-profitable-cultural-osmosis-a-wi
[51] Cf. Sergio A. ADARME RODRÍGUEZ: Significado cultural y teológico del deporte Pontificia Universidad Javeriana Colección Fe y Universidad 13 Bogotá 2004. Sobre la importancia de que las comunidades eclesiales valoren y practiquen el deporte, especialmente como actividad de pastoral juvenil y escolar, cf. el Mensaje del Papa BENEDICTO XVI al Pontificio Consejo para los Laicos en su seminario “Deporte, educación y fe:  para una nueva etapa del movimiento deportivo católico”, 3 de noviembre de 2009, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/pont-messages/2009/documents/hf_ben-xvi_mes_20091103_rylko-sport_sp.html Sobre otros valores a los que contribuye a desarrollar el deporte, y especialmente el deporte que implica contacto con el medio ambiente natural, véase también su corto mensaje a los “profesores de esquí”, del 15 de noviembre de 2010, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/26406.php?index=26406&po_date=15.11.2010&lang=sp De la misma manera, sobre el aporte de la medicina deportiva orientada a hacer de cada deportista una persona excelente y bien desarrollada en sus capacidades atléticas, pero, también, y especialmente, en las morales y espirituales, véase su discurso a los médicos deportólogos del 27 de septiembre de 2012, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/29725.php?index=29725&lang=sp
Con todo, el novedosísimo Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, ha hecho público el primer documento no pontificio sobre el deporte, el 1 de junio de 2018, Dar lo mejor de uno mismo, “sobre la perspectiva cristiana del deporte y la persona humana”: tiene cinco capítulos: la relación entre la Iglesia y el deporte (capítulo 1); una descripción del fenómeno deportivo con una mirada atenta a la persona humana (capítulos 2 y 3); algunos de los desafíos actuales que el deporte debe afrontar (capítulo 4); la Iglesia y la pastoral del deporte (capítulo 5). Puede verse en: http://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2018/06/01/0401/00856.html#spagnolodoc
[52] “Los juicios de valor son simples o comparativos. Afirman o niegan que X es verdaderamente bueno o sólo en apariencia. Los juicios de valor comparan también diferentes instancias de lo que es verdaderamente bueno para afirmar o negar que una cosa es mejor, o más importante, o más urgente que otra. Tales juicios son objetivos o meramente subjetivos en la medida en que proceden, o no, de un sujeto que se auto-trasciende. Consecuentemente, el criterio de su verdad o falsedad está en la autenticidad o falta de autenticidad del sujeto. Pero el criterio es una cosa y la significación del juicio es otra. Decir que un juicio afirmativo de valor es verdadero, es lo mismo que decir qué cosa es, o sería objetivamente buena o mejor que otra. Decir que un juicio afirmativo de valor es falso, es lo mismo que decir qué cosa no es o no sería objetivamente buena o mejor que otra”: Bernard LONERGAN: Método en teología  , o. c., p. 22, nt. 47, 42.
[53] Cuando se examinan los rastros de la civilización humana desde los comienzos de su historia, podemos constatar que las relaciones entre Dios y los hombres siempre han estado íntimamente ligadas a una conducta moral y a una expresión jurídica, hasta el punto que en los más lejanos orígenes las tres prácticamente se identificaban. Más aún: tal conjunción es clave si se quiere comprender adecuadamente el sentido del proceso que ha tenido la historia de la humanidad. Si bien ello es comprobable, es muy digna de destacar la unión entre religión y moral. Porque ninguna religión, de hecho, ha invitado a sus fieles ¡a hacer el mal y a evitar el bien! En cambio, todas ellas dedican siempre un capítulo de sus enseñanzas para tratar acerca de la moral de sus miembros. Tal había sido la situación, general y prácticamente universal, hasta nuestra época y sus inicios en la Edad Moderna, cuando se propugna por una total independencia y autonomía del ámbito ético frente al religioso. Para un estudio detenido de la cuestión, cf. Juan MARTIN VELASCO: "Religión y Moral", en M. VIDAL (ed.): Conceptos fundamentales de ética teológica Madrid 1992 185-203. Para el tema de la ausencia total de “ética” en el mundo post-religioso de la sociedad – colombiana –, cf. Gerardo REMOLINA, S. J.: "El vacío ético en la sociedad colombiana" en: AA. VV.: Colombia, una casa para todos Bogotá 1991 15-31.
[54] La reflexión contemporánea de la filosofía ha dado un cambio en las temáticas y centros de interés en relación con otras épocas del pensamiento. Se destaca ella por pretender ser una reflexión “sin metafísica”, que revisa la “subjetividad moderna” y reconstruye el centro de la ética en la relación interpersonal, en la que “el otro” es el centro de sus exigencias. La teología no ha estado ausente de esta nueva orientación, pues, conforme al criterio de Jesús, “quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn 4,20). Un estudio de la cuestión puede verse en Edgar Antonio LÓPEZ LÓPEZ: Reflexiones en torno al sujeto moral Digiprint Ed. Colección Fe y Universidad 14 Bogotá 2004; Gabriel Alfonso SUÁREZ MEDINA: Socialidad de la realidad personal Cargraphics Bogotá 2001.
[55] Importantes autores se han dedicado al estudio del asunto. De entre ellos destacamos a Mircea ELIADE (1907-1986): Tratado de historia de las religiones: morfología y dialéctica de lo sagrado Cristiandad Madrid 2000 3ª. Entre los textos recientes encontramos: Ana María BIDEGAIN DE URAN: “De la historia eclesiástica a la historia de las religiones. Breve presentación sobre la transformación de la investigación sobre la historia de las religiones en las sociedades latinoamericanas”, en: Historia Critica 12 (Ene.-Jun. 1996) 5-15; Manuel GUERRA GÓMEZ: Historia de las religiones BAC Madrid 1999 (reimpresión de 2002); Francisco P. DIEZ DE VELASCO ABELLÁN: Introducción a la historia de las religiones Trotta Madrid, 2002 3ª; Carlos DÍAZ: Manual de historia de las religiones Desclée de Brouwer Bilbao 2004 5ª.
[56] La bibliografía es abundante. Destaco entre los textos más cercanos en el tiempo y el espacio: Gerardo REMOLINA VARGAS, S. J.: “Filosofía de la religión”, mecanografiado, Pontifica Universidad Javeriana Bogotá 1982; Adriano ALESSI O.S.A.: Los caminos de lo sagrado: introducción a la filosofía de la religión Cristiandad Madrid 2004; Vicente DURÁN CASAS, S. J. - Juan Carlos SCANNONE, S. J. - Eduardo Andrés SILVA ARÉVALO, S. J. (comp.): Problemas de filosofía de la religión desde América Latina: la religión y sus límites Siglo del Hombre Bogotá 2004; Juan Carlos SCANNONE S. J.: Religión y nuevo pensamiento: hacia una filosofía de la religión para nuestro tiempo desde América Latina Anthropos Barcelona, España - Universidad Autónoma Metropolitana México 2005; José GÓMEZ CAFFARENA S. J.: El enigma y el misterio: una filosofía de la religión Editorial Trotta Madrid 2007.
[57] Cf., p. ej., Bernhard GROM: Psicología de la religión Herder Barcelona 1994.
[58]  Charles LESLIE: Uomo e mito nelle societa primitive. Saggi di antropología religiosa Sanson Firenze 1965; Annemarie DE WAAL: Introducción a la antropología religiosa Verbo Divino Estella Navarra 1975.
[59] Citemos desde el muy famoso estudio de Max WEBER (1864-1920): Sociología de la religión Pléyade Buenos Aires 1978, hasta los de otros autores tales como: Thomas F. O'DEA: Sociología de la religión Trillas México 1978; Abraham LATORRE MAYORGA: Sociología de la religión Universidad Santo Tomás Bogotá 1982 2ª.
[60]  Guillermo HOYOS VASQUEZ: “Ideología, Política, Ética y Religión”, en: ThX 28/3 (Jul.-Sep.1978) 303-315; José María MARDONES: Recuperar la justicia: religión y política en una sociedad laica Sal Terrae Santander 2005.
[61] Confesiones I,1,1, Ciudad Nueva Bogotá 2003. Benedicto XVI comentó este texto en su Discurso durante el encuentro con los representantes del clero y los fieles  de otras religiones en Waldegrave Drawing Room
del Colegio Universitario Santa María de Twickenham (London Borough of Richmond), el Viernes 17 de septiembre de 2010: “
En el plano espiritual, todos nosotros, por caminos diferentes, estamos personalmente comprometidos en un recorrido que da una respuesta al interrogante más importante: el relativo al sentido último de nuestra existencia humana. El anhelo por lo sagrado es la búsqueda de la cosa necesaria y la única que puede satisfacer las aspiraciones del corazón humano. En el siglo quinto, San Agustín describió esta búsqueda con las siguientes palabras: “Nos hiciste Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Confesiones, libro I, 1). Cuando nos embarcamos en esta aventura, nos damos cuenta cada vez más de que la iniciativa no depende de nosotros, sino del Señor: no se trata tanto de que le buscamos a Él, sino que es Él quien nos busca a nosotros; más aún es quien ha puesto en nuestros corazones ese anhelo de Él.
Vuestra presencia y testimonio en el mundo recuerdan la importancia fundamental que tiene para la vida de cada hombre esta búsqueda espiritual en la que estamos comprometidos. Desde su propio ámbito, las ciencias humanas y naturales nos proporcionan unos conocimientos asombrosos sobre algunos aspectos de nuestra existencia y enriquecen nuestra comprensión sobre el funcionamiento del universo físico, y de esta manera se pueden aprovechar para el mayor beneficio de la familia humana. Aun así, estas disciplinas no dan, ni pueden, una respuesta a la pregunta fundamental, porque su campo de acción es otro. No pueden satisfacer los deseos más profundos del corazón del hombre; no pueden explicar plenamente nuestro origen y nuestro destino, por qué y para qué existimos; ni siquiera pueden darnos una respuesta exhaustiva a la pregunta: “¿Por qué existe algo en vez de nada? La búsqueda de lo sagrado no devalúa otros campos de investigación humana. Al contrario, los sitúa en un contexto que acrecienta su importancia como medios del ejercicio responsable de nuestro dominio sobre la creación. En la Biblia, leemos que, concluido el trabajo de la creación, Dios bendijo a nuestros primeros padres y les dijo: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla” (Gn 1, 28). Nos confió la tarea de explorar y aprovechar los misterios de la naturaleza al servicio de un bien superior. ¿Cuál es este bien superior? En la fe cristiana se expresa como amor a Dios y amor al prójimo. De este modo, nos comprometemos con el mundo con entusiasmo y de corazón, pero siempre con la vista puesta en servir a ese bien superior, a fin de no desdibujar la belleza de la creación explotándola por motivos egoístas”.  En:
[62] Como vemos, se trata de una característica propia y eminentemente humana. Cf. el Documento del PONTIFICIO CONSEJO “JUSTICIA Y PAZ”: La lucha contra la corrupción, hecho público el 4 de octubre de 2006, cuyo extractos, en primicia, se encuentran en:  http://212.77.1.245/news_services/press/vis/dinamiche/e2_sp.htm Véase también de J. Silvio BOTERO G.: “Lo ético y lo jurídico: dos dimensiones de lo «humano»” en  Cuestiones Teológicas 36/85 ene-jun 2009 81-98.
[63] Para esta sección empleamos los materiales, mencionados ya, de René SIMON: Moral Herder Barcelona 1967 y de Raimundo RINCÓN ORDUÑA: Teología Moral: Introducción a la crítica Paulinas Madrid 1981. En relación con los términos “ética” y “moral” que empleo en el desarrollo, puede verse mi exposición de la situación a partir de varios autores en la obra: Algunos elementos introductorios a la Teología moral fundamental y profesional, o. c., p. 570, nt. 1590, 20-38.
[64] “Los modos de comportamiento que componen la cultura de cualquier sociedad representan generalizaciones del comportamiento de todos o algunos de los miembros de esa sociedad; no describen precisamente el sistema personal de hábitos de un solo individuo […] El término ‘norma’… se refiere a un modo específico de comportamiento que es parte de una cultura determinada… Las normas culturales no son todas de la misma clase… Las culturas comprenden dos tipos principales de normas: las normas ideales y las normas de comportamiento. Kluckhohn ha dicho que las normas ideales definen lo que los miembros de una sociedad deberían hacer o decir en situaciones particulares si acatasen enteramente las reglas establecidas por su cultura. Las normas de comportamiento, por su parte, derivan de las observaciones de cómo se comporta la gente realmente en situaciones particulares. La regla áurea y la explicación del significado de una señal de parada son normas ideales de nuestra cultura, mientras que el comportamiento efectivo de los cristianos en relación con su prójimo y el comportamiento efectivo de los conductores ante las señales de parada, representan normas de comportamiento de nuestra cultura. Análogas diferencias entre las normas ideales y las de comportamiento se encuentran en todas las culturas”: Ralph L. BEALS – Harry HOIJER: Introducción a la Antropología, o. c.  p. 60, nt. 127, 267s.
[65] Publicó 95 libros y más de 600 artículos, conferencias, etc. Su preocupación como psicopedagogo estuvo orientada más que todo al área cognitiva y a las cuestiones epistemológicas. De entre su producción destaco por el asunto que nos ocupa su obra: El criterio moral en el niño Morata Madrid 1975.
[66] Especialmente su obra: Psicología del Desarrollo Moral Desclée de Brouwer Bilbao 1992.
[67] Kohlberg partía de la teoría cognitivo-evolutiva de Piaget, término que él mismo acuñó para denominar a la extensión del modelo piagetiano del desarrollo al estudio del cambio moral así como las aplicaciones educativas de dicha extensión. Este enfoque supone, por una parte, que los principales cambios producidos en el desarrollo suponen importantes reestructuraciones en el significado que el sujeto da al mundo (hipótesis cognitiva); y, por otra, que el resultado de las mismas posibilita formas superiores de adaptación a dicho mundo (hipótesis evolutiva).
[68] Con todo, existen estudios que atribuyen esta problemática del comportamiento a factores hereditarios exclusivos o asociados con la interacción del individuo con otras personas y con la cultura. Tratando acerca del asunto, p. ej., se preguntaba Mauro TORRES, médico y escritor, si acaso en los hechos relacionados con un asesino de niños, sólo se trató de una “compulsión” transitoria, o, si, más bien, no predominó en él el influjo del “alcohol” que, “por la rama materna [llega] hasta su abuelo” y “alteró la información genética de la célula germinal, y esos genes alterados se transmiten a los descendientes durante generaciones. [N.N.] no es el único alcohólico de su familia, pero sí es el único criminal… Decir criminal significa que la persona tiene un cerebro diferente al de las personas que no son criminales. Ese gen alterado por el alcohol, al heredarse por azar - ¡por mala suerte! – deforma las estructuras normales del cerebro, concretamente una pequeña región del lóbulo frontal del hemisferio derecho que se conoce como área ‘órbito frontal’, que he delimitado exactamente y publicado en varios libros. Desde este foco órbito frontal patológico del cerebro de [N. N.] le brotan los potentes e irresistibles deseos de violar niños y luego asesinarlos sádicamente. Si [N.N.] - como tantos que existen en el mundo – hubiera tenido un tratamiento prematuro, igual que el cáncer, entre los 5 y 10 años de edad con un terapeuta moderno, con seguridad esa deformación de su cerebro se habría atenuado y no habría sido lanzado al crimen. Hoy ya es muy tarde. Esta es la razón científica que nos asiste para afirmar en bien de la sociedad y en bien de [N.N.] que no debe salir de la cárcel. Reincidirá”: “El cerebro averiado de Garavito. A la ciencia corresponde un veredicto autorizado sobre casos como el asesino y violador de niños”, en: “Lecturas Fin de Semana”, El Tiempo, sábado 15 de julio de 2006 2.
[69] La filosofía de Friedrich NIETZSCHE pone de presente los distintos sentidos que posee la vida, entendida como fuerza productora. Arte, moral, y librepensamiento, son diversas líneas en que se manifiesta la vida como voluntad de poder. Por su crítica, sobre todo este autor problematizaría nuestra perspectiva antropológica, cuando sostenemos que ella hunde sus raíces, como estamos viendo, en la cristología. En efecto, las “bienaventuranzas”, según él, diseñan un modelo de ser humano cuyo comportamiento es un verdadero “crimen capital contra la vida”: un ser humano resentido, envidioso, cobarde e incapaz.
Joseph RATZINGER, tras un análisis de nuestra situación actual y de cierto efecto que la acogida de la propuesta nietzscheana ha tenido sobre ella, responde a esta objeción: “Frente al tentador brillo de la imagen del hombre que da Nietzsche, este camino parece en principio miserable, incluso poco razonable. Pero es el verdadero «camino de alta montaña» de la vida; sólo por la vía del amor, cuyas sendas se describen en el Sermón de la Montaña, se descubre la riqueza de la vida, la grandiosidad de la vocación del hombre”: Jesús de Nazaret, o. c.  p. 26, nt. 54,126-129.
[70] Para toda esta reflexión he empleado materiales tomados de Raimundo RINCÓN ORDUÑA: Teología Moral: Introducción a la crítica Paulinas Madrid 1981, especialmente su capítulo "Fundamentación crítica de la ética" 9-41.
[71] Existen, por supuesto, objeciones a esta introspección. Hay quienes consideran la conciencia moral una simple autosugestión, o un resto “atávico” de un “pasado religioso”,  o un tabú que se impone al “id” (ello), o la complacencia que se hace a una “superestructura” socio-cultural, o se la subsume en los procesos neurobiológicos que la posibilitan...
[72] Según el DRALE, consiste en considerarse “independiente, ilimitado, que excluye cualquier relación”: etimológicamente: “soltándose-de”, en este caso, del Dios Creador, Salvador y Vivificador.
BENEDICTO XVI nos advierte de esta tan humana fragilidad y posibilidad: “Convertirse, ¿qué es en realidad? Convertirse es buscar a Dios, caminar con Dios, seguir dócilmente las enseñanzas de su Hijo Jesucristo. No es, de ninguna manera, un esfuerzo de auto-realización. No nos hemos hecho a nosotros mismos. Por eso, la realización personal es, en realidad, una contradicción, e incluso es poco para nosotros. Tenemos un destino más elevado. Podríamos decir que la conversión consiste, precisamente, en no considerarnos como el «creador» de nosotros mismos y, por aquí, descubrir la verdad, puesto que nosotros no somos nuestros propios autores. La conversión consiste en la libre y amorosa aceptación de nuestra total dependencia de Dios, nuestro verdadero Creador, una dependencia de amor. No es un obstáculo, es la libertad. Por tanto, convertirse significa no buscar el éxito personal — que es algo efímero —, sino, abandonando toda seguridad humana, seguir con sencillez y confianza al Señor a fin de que Jesús sea para cada uno, como solía repetir la beata Teresa de Calcuta, «mi todo en todo». Quien se deja conquistar por él no tiene miedo de perder su vida, porque en la cruz él nos amó y se entregó por nosotros. Y precisamente, perdiendo por amor nuestra vida, la volvemos a encontrar”: Audiencia general del 21 de febrero de 2007, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2007/documents/hf_ben-xvi_aud_20070221_sp.html
Ya nos hemos referido a nuestra propuesta ontónoma (cf. supra, cap. 4°, 2.a.C)33, p. 643; cap. 5°, I.2.a.1)f.28, p. 790; nuestra exposición reciente, en I.2.a.2)c)7°9ª’)4°)d), p. 846); pero siendo de tanta importancia, deberemos volver varias veces más sobre ella (cf. cap. 5°, II.3.4, p. 896; II.5.b.5, p. 921; y cap. 6°, 2, p. 1078).
[73] Estoy pensando, sin duda, en dos referentes especialísimos, modélicos, si se quiere, María y San Pablo. María, la Madre del Señor, en su “fiat”: “María respondió al ángel: « ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, - porque ninguna cosa es imposible para Dios.» - Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»” (Lc 1, 34-38).
San Pablo, el Apóstol, por su parte, quien refiere: “Si pretendiera gloriarme no haría el fatuo, diría la verdad. Pero me abstengo de ello. No sea que alguien se forme de mí una idea superior a lo que en mí ve u oye de mí. Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte” (2 Co 12,6-10). (Cursiva en los textos es mía).
Haciéndose eco de la preocupación del Papa BENEDICTO XVI, a quien recién mencionamos en la anterior nt. (2294), el Papa FRANCISCO nos previene, sin embargo, del “peligro de... obrar por la propia realización y no por la gloria de Dios” (cursiva es mía). Lo denomina con Henri De Lubac “la mundanidad espiritual”. He aquí el texto de su discurso a los Nuncios y otros Representantes Pontificios, del 21 de junio de 2013, en el que expone su pensamiento: “3. C’è sempre il pericolo, anche per gli uomini di Chiesa, di cedere a quella che io chiamo, riprendendo un’espressione di De Lubac, la "mondanità spirituale": cedere allo spirito del mondo, che conduce ad agire per la propria realizzazione e non per la gloria di Dio (cfr Meditazione sulla Chiesa, Milano 1979, p. 269), a quella sorta di "borghesia dello spirito e della vita" che spinge ad adagiarsi, a ricercare una vita comoda e tranquilla... (Giovanni XXIII) Egli affermava di avere compreso sempre di più che, per l’efficacia della sua azione, doveva potare continuamente la vigna della sua vita da ciò che è solo fogliame inutile e andare diritto all’essenziale, che è Cristo e il suo Vangelo, altrimenti si rischia di volgere al ridicolo una missione santa (Giornale dell’Anima, Cinisello Balsamo 2000, pp. 513-514). E’ una parola forte questa del ridicolo, ma è vera: cedere allo spirito mondano espone soprattutto noi Pastori al ridicolo; potremo forse ricevere qualche applauso, ma quelli stessi che sembreranno approvarci, poi ci criticheranno alle spalle. Queste è una regola comune”: http://attualita.vatican.va/sala-stampa/bollettino/2013/06/21/news/31237.html
[74] BENEDICTO XVI : Discurso a los participantes en el Coloquio inter-académico promovido por la Academia de Ciencias de Paría y la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, 28 de enero de 2008, en : http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/january/documents/hf_ben-xvi_spe_20080128_convegno-individuo_fr.html
[75] PIO XII: Discurso a los participantes en el II Congreso mundial de la fertilidad y la esterilidad, Sábado 19 de mayo de 1956, en AAS 48 (1956) 467-474, en: http://www.vatican.va/holy_father/pius_xii/speeches/1956/documents/hf_p-xii_spe_19560519_vous-nous-avez_sp.html#_ednref* La cursiva es mía.
[76] Cf. Luis Mario SENDOYA MEJÍA: “Desarrollo del pensamiento social de los cristianos” en ThX 101 1992 17-23; id.: “Moral social cristiana: elementos de aproximación”, en AA. VV.: Moral Social Cristiana Pontificia Universidad Javeriana Colección Apuntes de Teología Santafé de Bogotá 1997. 
[77] Cf. Iván Danilo RUEDA R.: “Elementos para una aproximación a la realidad social”, en AA. VV.: Moral Social Cristiana Pontificia Universidad Javeriana Colección Apuntes de Teología Santafé de Bogotá 1997. 
[78] Acerca de las anteriores distinciones de la ética, podemos ejemplarizar con el texto de la encíclica del Papa BENEDICTO XVI, del 25 de diciembre de 2005, cuyo tema fue “Dios es amor” (“Deus caritas est”), en donde el primero y segundo ámbitos de la ética se trataron en la primera parte de la encíclica (sobre todo en la perspectiva educativa, la segunda de ellas), mientras que al tercero de ellos se dedicó la segunda parte de dicha encíclica. En: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20051225_deus-caritas-est_sp.html
Precisando aún más algunas de las características de este “progreso técnico” que caracteriza a nuestro tiempo y que a todos los contemporáneos afecta e impacta, especialmente a los jóvenes, ha afirmado el Pontífice: “El progreso técnico, particularmente en el campo de los transportes y de las comunicaciones, ha hecho la vida del hombre más confortable, pero también, más agitada, a veces convulsionada. Las ciudades son casi siempre bulliciosas: raramente en ellas existe silencio, porque un ruido de fondo permanece siempre, en algunas zonas aún de noche. Siempre más, incluso sin darse cuenta de ello, las personas son sumergidas en una dimensión virtual, a causa de mensajes audiovisuales que acompañan su vida desde la mañana hasta la noche. Los más jóvenes, que han nacido en estas condiciones, parecen llenar de música y de imágenes todo momento vacío, casi por miedo de sentir, precisamente, este vacío. Se trata de una tendencia que siempre ha existido, especialmente entre los jóvenes y en los contextos urbanos más desarrollados, pero hoy ella ha alcanzado un nivel tal que hace hablar de una mutación antropológica. Algunas personas ya no son capaces de permanecer por largo tiempo en silencio y en soledad”: Homilía de las vísperas del 9 de octubre de 2011 en la Cartuja de los Santos Esteban y Bruno, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/28173.php?index=28173&po_date=09.10.2011&lang=sp
[80] Hemos tenido ocasión de verlo en la “Declaración de los derechos humanos” alrededor de la cual se formaron las Naciones Unidas, cf. supra, I.1.2, p. 722, y, especialmente, I.1.b.4, p. 739, con nt. 2006. Pero, exactamente, ese es el mismo criterio que adoptó el cuerpo de delegatarios constituyente de la Constitución Política de Colombia de 1991 cuando afirmó en el artículo 1°: “Articulo 1o. Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general”. En: http://www.secretariasenado.gov.co/leyes/CONS_P91.HTM
La dignidad de la persona humana, la libertad humana y la experiencia del derecho se articulan mutuamente y de diversa manera. De hecho, para algunos autores, el derecho es “presupuesto” de la libertad; en otros autores, o en otros momentos de los mismos autores, el énfasis es puesto en la dignidad humana como “fundamento” del derecho. Véanse del mismo autor, Ottavio DE BEERTOLIS, S. J.: “Il diritto come presupposto della libertà” en La Civiltà Cattolica 159/1 2008 571-584 y “La dignità umana come fondamento del diritto” en I percorsi della dignità, intervención del sábado 13 de octubre de 2007 en el Aula Magna de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, Roma 2008 45-57.
[81] Cf. JUAN PABLO II: enc. VS 95-96.
[82] Es esta la traducción de una de las “Reglas del Derecho”. Dichas “reglas” existieron ya en el Derecho Romano, en el "Digesto" de Justiniano (L, l, tit. 17). Pero, así mismo, fueron incluidas por el Papa Gregorio IX al final del Quinto Libro de las Decretales, y en su formulación en ochenta y ocho “reglas” por el Papa Bonifacio VIII, al final del Libro Sexto de las Decretales. Precisamente la Sexta de tales “Reglas” es la mencionada en nuestro comentario: “Ad impossibile nemo tenetur”. Con todo, téngase en cuenta la apreciación de S. Tomás: “Illud enim quod est naturale est immutabile, et idem apud omnes. Non autem invenitur in rebus humanis aliquid tale: quia omnes regulae juris humani in aliquibus casibus deficiunt, nec habent suam virtutem ubique”: ST., IIa - IIae, q. 57, art. 2. El criterio fue recogido en el CIC en su aplicación al derecho matrimonial en los cc. sobre el consentimiento (véase mi tesina de Licenciatura eclesiástica en Derecho Canónico: “"La incapacidad para asumir las obligaciones matrimoniales en la jurisprudencia rotal previa al canon 1095, ord. 3", Pontificia Universidad Gregoriana de Roma: junio de 1988. Monografía de grado, bajo la dirección de Mgr. Antoni Stankiewicz, de la Rota Romana).
[83] Cf. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL: «Les chrétiens d’aujour d’hui devant la dignité et les droits de la personne humaine », 1-7 de diciembre de 1983, en G 65 1984 229-481; y de la misma Comisión: “Tesis sobre la dignidad, así como sobre los derechos de la persona humana” o “Missio Ecclesiae”, del 6 de octubre de 1984, en EV 9,1036-1063.
El tema del “bien” y del “bien común” está presente, por supuesto, a lo largo de todas estas páginas de múltiples maneras. Siendo un concepto central de la doctrina social de la Iglesia, debería permanentemente volver a reflexionarse y a buscar su plena aplicación en la vida social. Puede verse la importancia del mismo en la formación de la conciencia moral en la obra de M. TOSO – G. QUINZI: I cattolici e il bene comune: quale formazione? LAS Roma 2007.
Sobre el problema del “desarrollo” “de los pueblos” puede consultarse el texto de URIBE MALLARINO, Consuelo: Un Modelo para armar. Teorías y conceptos de desarrollo. Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, enero de 2008.
[86] La afirmación, que es de JUAN XXIII en la enc. Pacem in terris n. 27, recoge un pronunciamiento anterior de PÍO XII, el radiomensaje navideño de 1942, en: AAS 35 1943 21. En: http://www.vatican.va/holy_father/john_xxiii/encyclicals/documents/hf_j-xxiii_enc_11041963_pacem_sp.html#_ftnref24
[87] Cap. 4°, y, en particular, 1.d.A.f), p. 441, nt. 1151. Para su época y por mucho tiempo después, derecho, ética y religión formaban una amalgama sin solución de continuidad (cf. cap. V, I.2.s.2)c)7°A), p. 325, nt. 818). Pero, a raíz de la Ilustración la religión fue quedando relegada del ámbito de las ciencias (lo suyo, de la religión, no sería sino lo “irracional”, fruto de prácticas tribales y supersticiones), y, con el tiempo, también lo fue de la ética y del derecho. Ese mismo proceso terminó separando, circunscribiendo y contraponiendo los ámbitos de la ética y del derecho – el ámbito de la conciencia es diverso del actuar externo –, tanto en los países de Occidente como de Oriente. Así, el ámbito jurídico reivindica la condición de no requerir cualquier tipo de relación con el “derecho divino”, y, más aún, considera que no es deber suyo ni siquiera sugerir al sujeto cualquier actuación que pueda ser valorada en forma “ética” (una “ética secular” se dice hoy en día). Al tiempo que se instituía “la igualdad de todos ante la ley”, han quedado planteados otros serios asuntos: la posibilidad de la universalidad de una ética religiosa así como la de un derecho común y de una “ley natural”, y el papel que la razón jugaría en ellos; la real posibilidad (teórica) de compartimentalizar la existencia humana en tal forma que cada campo trabaje sin referencia a la persona humana y, aún, “contra” ella, como en la práctica vemos que ello sucede.
El proceso de la Modernidad, con todo, no ha logrado extinguir la presencia y la acción de la religión en todos estos otros ámbitos, de modo que se impone, al menos, una reconsideración de la religión (y de las religiones), de sus caricaturas y de sus formas institucionales (inclusive de sus desviaciones), así como de la necesidad de un diálogo entre las religiones y con ellas por parte de los demás ámbitos humanos.
[88] En un conspicuo análisis, escribía Eduardo PIZARRO LEONGÓMEZ: “Muchos guerrilleros ingresaron a las FARC o al Eln como resultado de un acto de violencia contra sí mismos o contra sus familiares […] En un estudio realizado por la Comisión de Paz de Medellín, entre los desmovilizados por las Auc, un 27 por ciento afirmó haber tomado las armas para vengar un agravio […] En un clima de represalias y contrarrepresalias, lo más probable es que tanto el uno como el otro sean a su turno víctimas y victimarios, inmersos en una lógica perversa que no lograr superar. ¿Cómo romper esta cadena de agravios interminable? ¿Cómo lograr la paz cuando los actores armados justifican sus crímenes mirándose en el espejo de las barbaries perpetradas por sus adversarios?...”: “El espejo de El Salvador. Víctimas y victimarios. ¿Podremos los colombianos romper esta cadena de agravios interminable?”, en El Tiempo, 6 de noviembre de 2006, 1-11.
[89] En cada época de la humanidad ha existido el diseño y la elaboración de artefactos para diversos usos, hoy en día se trata de una verdadera especialización industrial. Recuérdese lo dicho a propósito del Diseño en sus variadas expresiones, cf. supra, I.1.b.3, p. 737.
Las ciudades poseen una relación intrínseca con la verdad gracias a la cultura, ya que, como lo tematiza la Arquitectura, también ellas poseen como pregunta central y generativa: “¿qué es el hombre?” Véase, al respecto, la intervención de Mons. Francesco FOLLO, Observador Permanente y Jefe de la Delegación de la Santa Sede en la 35a Sesión de la Conferencia General de la UNESCO, el 10 de octubre de 2009, publicada el 22.10.2009 en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/24531.php?index=24531&po_date=22.10.2009&lang=sp
[90] Li Mizar SALAMANCA BARRERA: “Encuentro entre teología y estética”, en ThX 52/3 jul-sep 2002 489-501.
El Papa BENEDICTO XVI en su discurso durante el encuentro con los artistas en la Capilla Sixtina, 21 de noviembre de 2009, después de exaltar el arte “verdadero” como expresión auténtica de humanismo por su relación indisoluble con la belleza, se refirió a aquella belleza que es hecha objeto de la propaganda y desvía a las personas de la belleza auténtica, mediante ilusiones y mentiras, y termina esclavizando y quitando la esperanza. “Se trata – exponía el Papa – de una belleza seductora pero hipócrita, que despierta la lujuria, la voluntad de poder, de posesión, de opresión sobre el otro y que se transforma, bien pronto, en su contrario, asumiendo los rostros de la obscenidad, de la transgresión o de la provocación como fin de ella misma”. Y, citando al queridísimo viejo colega suyo, Hans Urs von Balthasar, agregó: “El teólogo Hans Urs von Balthasar abre su gran obra titulada Gloria. Una estética teológica con estas sugestivas expresiones: «Nuestra palabra inicial se llama belleza. La belleza es la última palabra que el entendimiento pensante puede atreverse a pronunciar, porque ella no hace otra cosa que coronar, como aureola de esplendor inasible, el doble astro de lo verdadero y del bien y su indisoluble relación». Luego observa: «Esa es la belleza desinteresada sin la cual el viejo mundo era incapaz de comprenderse, pero que se ha despedido silenciosamente del mundo moderno de los intereses, para abandonarlo a su codicia y a su tristeza. Esa es la belleza que no es ya más amada y custodiada incluso por la religión». Y termina: «Quien, cuando es nombrada, hace una mueca de sonrisa, juzgándola una baratija exótica de un pasado burgués, de aquél se puede estar seguro que – secreta o abiertamente – no es capaz de orar y, más aún, ni siquiera de amar»”. El Papa, finalmente, elogió la obra de los artistas quienes poseen, “gracias a vuestro talento – dijo – la posibilidad de hablar al corazón de la humanidad, de tocar la sensibilidad individual y colectiva, de suscitar sueños y esperanzas, de ampliar los horizontes del conocimiento y del esfuerzo humano”. El texto original en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/24701.php?index=24701&po_date=21.11.2009&lang=sp
Sobre el mismo asunto, además de la mención de la obra de San Germán en defensa de la ortodoxia, 29 de abril de 2009, (http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2009/documents/hf_ben-xvi_aud_20090429_sp.html), véase también el encomio del Papa a la obra de Antoni Gaudí en la arquitectura de la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona (“como una inmensa escultura en piedra, fruto de la fe profunda, de la sensibilidad espiritual y del talento artístico”): homilía del 7 de noviembre y catequesis del 10 de noviembre de 2010, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/homilies/2010/documents/hf_ben-xvi_hom_20101107_barcelona_sp.html y
De igual modo, el Papa FRANCISCO ha reiterado la importancia que tiene en y para la evangelización hacer ostensible “la Belleza de Dios en las artes” y, en consecuencia, la necesidad de impulsar “la propuesta del lenguaje artístico” para su comunicación (cf. EG 167).
[91] La relación entre la Trinidad y la “verdad” posee un arraigo indisoluble y característico a todo lo largo de la historia del cristianismo, y sus fundamentos la hacen invulnerable en el “credo” cristiano, como vimos ampliamente en el capítulo anterior.
Más aún, afirma Walter KERN: “La actual concepción evolutiva del mundo se coloca en esta perspectiva (la impronta espiritual de todas las cosas, debida a su origen trinitario) en contra del dualismo materia-espíritu. San Anselmo DE CANTERBURY dice de Dios: «Uno eodemque verbo dicit seipsum et quaecumque fecit» (Monologion 33; igual, S. TOMÁS: ST I, q. 37, a. 2 ad 3; S. BUENAVENTURA: I Sententiae 39, 1, 1 ad 4 -ed. Quaracchi 1,686- y Hexamerón 1,16 - ibíd. 5,332 -). De ahí que las cosas sean verba de Verbo (no esencialmente iguales a la Palabra eterna, sino análogas a ella. TOMÁS DE AQUINO llama a la criatura «verbum Verbi» y «vox Verbi». El mundo, con todo lo que hay en él, tiene estructura «lógica», tiene carácter «icónico», por medio de aquel que es la Palabra (Λόγος) y la imagen (Είκών) del Padre. Dios, «verdad subsistente», con un esbozo ideal, «verdad naciente», establece todo el ser mundano, al que consiguientemente sobreviene «verdad objetiva» (Cf. J. B. LOTZ: Ontologia; M. HEIDEGGER; J. PIEPER; H. - G. GADAMER; M. MÜLLER… La constitución del Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo, GS, 7 diciembre 1965, n. 14 habla de «la verdad profunda de las cosas mismas»). Por este su origen, las cosas son cognoscibles y pronunciables. Este acontecer de la verdad en la creación es el fundamento último de todo conocimiento humano logrado, del saber y de la ciencia. La llamada verdad lógica del conocimiento humano está en relación consecutiva con la verdad ontológica de las cosas, de cuya esencia es constitutivo el Logos del conocimiento divino. Al igual que las cosas son palabras de la Palabra, son también dones del Don”: Walter KERN: “Interpretación teológica de la fe en la creación”, en Mysterium salutis, o. c., p.134, nt. 320, t. II, “La historia de la salvación antes de Cristo”, 409. (Cursiva en el texto es mía).
La referencia que se hace de San Buenaventura en el texto ha sido comentada por el S. P. Benedicto XVI en su catequesis sobre la cultura cristiana medieval del 10 de marzo de 2010, destacando su entronque con las interpretaciones sobre los textos del Gn sobre la creación del mundo, haciendo de ellos su propia glosa alegórica (la historia, camino trinitario de progreso; la única Iglesia es la de Cristo y Él es el centro de la historia; la riqueza de la palabra de Dios y del Evangelio es inagotable, de ahí la permanente novedad de la Iglesia que la acoge y profundiza), y respondiendo así a la coyuntura que se había originado en las ideas sobre una cierta “Iglesia espiritual” (o “del Espíritu”) puramente distinta de la única de Cristo, ideas promovidas por Joaquín de Fiore (1202); en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/25220.php?index=25220&po_date=10.03.2010&lang=sp
En lenguaje simbólico, la luz sirve a San Buenaventura para desentrañar la relación entre Trinidad y realidad creada, no sólo en cuanto verdad sino también en cuanto bien y belleza, y como camino pedagógico para llegar a ubicarse en ella. Véase a este respecto la investigación de Rossano ZAS FRIZ DE COL: La teología del símbolo de San Buenaventura Editorial Pontificia Universidad Gregoriana TesisEspiritualidad 5 Roma 1997, especialmente, entre otras, en las pp. 119-137.
[92] La relación del “bien” con el “Bien” absoluto fue ya analizada por ARISTÓTELES: Metafísica Porrúa México 1969 XII, 7: Este motor inmóvil es eterno, necesario: es el bien, y este bien se encuentra en acto en el Ser, que es Dios. 
Por eso mismo, la virtud de religión ha sido considerada desde la antigüedad, no sólo cristiana, una de las “virtudes” más características de la persona humana y de una nación (“cuius regio eius et religio”), vinculada por cierto, en su expresión más alta, con la justicia, componente principalísimo del “bien común”, del “bien humano”. Por eso la ética, la moral, en su relativa autonomía, no puede oponerse a la religión, ni inclusive desligarse totalmente de ella, fenómeno que especialmente se observa desde la perspectiva de la factualidad cultural e histórica, pero, dada la experiencia de tantos miles de millones de seres humanos que así lo han profesado, también incluso desde una perspectiva subjetiva. Con mayor razón ocurre ello, si se lo examina desde una perspectiva no sólo religiosa, sino de fe: “Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta” (St 2,17). El comentario que hace el S. P. FRANCISCO, a propósito del obrar moral consciente de Jesús, y su aplicación a un caso conocidísimo de nuestros días, no deja lugar a duda: “Y Jesús era libre, en aquella decisión (subir a Jerusalén) era libre. Jesús nos quiere a nosotros cristianos libres como Él, con aquella libertad que viene de este diálogo con el Padre, de este diálogo con Dios: Jesús no quiere ni cristianos egoístas, que siguen su propio yo, no dialogan con Dios; ni cristianos débiles, cristianos que no tienen voluntad, cristianos ‘telecomandados’, incapaces de creatividad, que buscan siempre asociarse a la voluntad de otro y no son libres. Jesús nos quiere libres, ¿y esta libertad dónde se hace? Se hace en el diálogo con Dios en la propia conciencia. Si un cristiano no sabe hablar con Dios, no sabe oír a Dios en su propia conciencia, no es libre… Por esto debemos aprender a escuchar más nuestra conciencia. ¡Pero, atención! Esto no significa seguir al propio yo, hacer lo que me interesa, lo que me conviene, lo que me gusta… ¡No es esto! La conciencia es el espacio interior para la escucha de la verdad, del bien, para la escucha de Dios; es el lugar interior para mi relación con Él, que habla a mi corazón y me ayuda a discernir, a comprender el camino que debo recorrer, y, una vez tomada la decisión, para andar adelante, a mantenerme fiel. Nosotros hemos tenido un ejemplo maravilloso de cómo es esta relación con Dios en la propia conciencia, un reciente ejemplo maravilloso. El Papa Benedicto XVI nos ha dado este gran ejemplo cuando el Señor le ha hecho entender, en la oración, cuál era el paso que debía realizar. Ha seguido, con gran sentido de discernimiento y de valentía, su conciencia, es decir, la voluntad de Dios que hablaba a su corazón. Y este ejemplo de nuestro Padre hace tanto bien a todos nosotros, como un ejemplo a seguir”: en: http://www.vatican.va/holy_father/francesco/angelus/2013/documents/papa-francesco_angelus_20130630_it.html (Traducción mía). En las páginas siguientes volveremos sobre el punto.
[93] Romano GUARDINI: La esencia de la obra de arte Guadarrama Madrid 1960 70-72. El Papa BENEDICTO XVI no ha dejado de llamar la atención también sobre este aspecto en su discurso del 29 de octubre de 2010 a los asistentes al Encuentro promovido en Roma por la Fundación Romano Guardini de Berlín: “Al acompañar a la juventud, Guardini buscó también una nueva vía de acceso a la liturgia. El redescubrimiento de la liturgia era para él el redescubrimiento de la unidad entre el espíritu y el cuerpo en la totalidad del único ser humano, ya que el acto litúrgico es siempre al mismo tiempo un acto corporal y espiritual. El orar se dilata a través del obrar corporal y comunitario, y así se revela la unidad de toda la realidad. La liturgia es un obrar simbólico. El símbolo, como quintaesencia de la unidad entre lo espiritual y lo material, se pierde cuando los dos se separan, cuando el mundo es roto de manera dualística en espíritu y cuerpo, en sujeto y objeto. Guardini estaba profundamente convencido que el hombre es espíritu en cuerpo y cuerpo en espíritu y que, por lo tanto, la liturgia y el símbolo lo conducen a la esencia de sí mismo, lo llevan en definitiva, por medio de la adoración, hasta la verdad”: en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/26312.php?index=26312&po_date=30.10.2010&lang=sp  (Véase también la p. 303, nt. 759). El Papa prosiguió su reflexión sobre el arte y sobre el arte religioso, en su audiencia del 31 de agosto de 2011, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/27966.php?index=27966&po_date=31.08.2011&lang=sp
Acerca del arte en su reflexión actual, la Revista Javeriana dedicó su n. 760 de noviembre – diciembre de 2009, con el título “El corazón del arte. Arte contemporáneo. Artistas y sociedad. Espacios de creación”, bajo la pluma de autores tales como Gabriel Izquierdo Maldonado, S. J., Eloísa Jaramillo, Sylvia Juliana Suárez Segura, Juan Carlos Arias, Ricardo Toledo Castellanos, Fernando Baena Vejarano, Ludmila Ferrari, Mauricio González Gómez, Carlos A. García Galvis y Villegas Editores – Editorial Planeta.
[94] Cf. nt. 2241. Afirma Raimon PANIKKAR, en su comprensión tan propia del hecho religioso, que la religión no es primordialmente “ni un hecho sociológico ni un hecho individualista, sino una dimensión constitutiva del ser humano que tiene, naturalmente, manifestaciones sociales e individuales”: art. “Diálogo inter e intrarreligioso”, en: Juan-José TAMAYO (dir.): Nuevo diccionario de teología Trotta Madrid 2005 425-433.
Señala Panikkar, en efecto, que “No debemos confundir religión con ninguna organización […] La religión «religa» mi espíritu con mi alma y mi alma con mi cuerpo; me «religa» a mí con mis semejantes y con el mundo entero; me «religa» también con el Espíritu, con el Misterio. Pero esta descripción no sería verdadera si la «religación» se interpretase como una «ligazón» que merma nuestra libertad. La «religación» religiosa es la conciencia de la religación; esto es, de la relacionalidad del Cuerpo Místico de la realidad. Al ser consciente de mi re-ligación, ésta no me «liga», no me ata, sino que me des-liga, me libera. Por eso toda religión auténtica tiene un facto (r) intelectual del que no se puede prescindir. Es a esta «relatividad radical» a la que he llamado perichôresis y a la que el budismo llama pratītyasamutpāda”: Raimon PANIKKAR: De la mística. Experiencia plena de vida Herder Barcelona 2005 197-198.
[95] El problema de Dios en el hombre actual Guadarrama Madrid 1966 46. Acerca de la filosofía en su relación con la verdad, decía Karl JASPERS que “la esencia de la filosofía es la búsqueda siempre nueva de la verdad”: La Filosofía desde el punto de vista de la existencia Fondo de Cultura Económica México 1968, capítulo 1. Y ya hemos anotado su referencia a la Universidad en relación con la verdad.
[96] Recuérdese de qué manera en la música y en la danza, p. ej., se plasman sentimientos y valores culturales que expresan la identidad de los pueblos. Cf. una hermosa exhibición de música y danza de “La boda de Luis Alonso”, el sainete de Javier DE BURGOS, con música de Gerónimo GIMÉNEZ, en la interpretación de La Joven Orquesta Provincial de Málaga y el Grupo de Baile Azabache, diciembre de 2006, en (consulta octubre 2007): http://www.youtube.com/watch?v=w58RddH6G0Q
Ludwig VAN BEETHOVEN, como recordaron el señor ministro alemán Goppel y el Papa BENEDICTO XVI – músico también él – afirmaba que, para él, “la música significaba una revelación más alta que toda sabiduría y filosofía”. Y comentando esta sentencia, decía el Papa que “la música, de hecho, tiene la capacidad de remitir, más allá de sí misma, al Creador de toda armonía, suscitando en nosotros resonancias que son como un sintonizarse con la belleza y con la verdad de Dios, con aquella realidad que ninguna sabiduría humana y ninguna filosofía pueden jamás expresar. Es esto lo que comprendía también Schubert, cuando, sobre un minuetto de Mozart, decía: «Parece que los ángeles participan con su canto»”: Discurso en Castel Gandolfo con ocasión del Concierto ofrecido al Papa con motivo de las celebraciones por el milenio de la Arquidiócesis de Bamberg, 4 de septiembre de 2007, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/20720.php?index=20720&po_date=04.09.2007&lang=sp (Traducción mía).
A propósito de esta gran descripción y análisis de elementos constitutivos del universo humano, Bela BARTÓK (1881-1945), por su parte, recogió en su colección de 153 obras para piano (1926-1939) su percepción personal del “Microcosmos”, como la denominó, una verdadera introducción al lenguaje de la música moderna. Una selección e interpretación de la obra puede verse en: http://www.kunstderfuge.com/bartok.htm
[97] Uno de los dramas de nuestro tiempo consiste, con seguridad, en la división del ser humano en compartimientos que no se comunican. A este propósito se ha escrito: “Es este sentido profundo de la realidad humana el que quiero resaltar. Esta mirada clara de la totalidad de la realidad, incluso la divina. Allí donde el hombre no está partido en distintas dimensiones incomunicables de acuerdo a las cuales obra, sino que distinguimos al hombre en aquellas dimensiones que nos ayudan a comprenderlo como un todo. Referente al perdido y fragmentado hombre de la modernidad podemos ver lo que nos dice Berdiaeff: «La historia moderna que se acaba fue concebida en la época del Renacimiento. Asistimos ahora al fin del Renacimiento... Todas las posibilidades están agotadas. Se ha caminado hasta el fin por las sendas del humanismo y por los cauces del Renacimiento, ya no se puede por ellos llegar más lejos... El Humanismo no ha fortalecido, sino que ha debilitado al hombre: tal es el desenvolvimiento paradójico de la historia moderna. A través de su afirmación, el hombre se ha perdido, en lugar de encontrarse.» (Cf. Nicolás BERDIAEFF: Una nueva edad media. Reflexiones acerca de los destinos de Rusia y de Europa Apolo Barcelona 1933 12ss). Siguiendo estos pensamientos, Hildegarda DE BINGEN es un motivo para volver más allá del Renacimiento y re-descubrir la naturaleza humana en los autores medievales, quienes nos devolverán el sentido de nuestra existencia”: Francisco O'REILLY: “El lugar del hombre en el cosmos: responsabilidad y trascendencia de su obrar”,  en: (consulta septiembre 2006): http://www.hildegardadebingen.com.ar/OReilly.htm
[98] El Papa BENEDICTO XVI, en el discurso que dirigió a los miembros de las Pontificias Academias, reunidas en sesión anual conjunta, se refirió, precisamente, al tema escogido por las mismas para su reflexión de 2008: “Universalità della bellezza: estetica ed etica a confronto”: “Universalidad de la belleza: estética y ética en comparación”. En dicha ocasión, 25 de noviembre, el Papa señaló que, para muchos, la estética ha adquirido una consideración meramente exterior, de las formas, de la apariencia; pero también señaló que, de la misma manera, la búsqueda de la verdad no puede sustraerse de la belleza, porque se quedaría apenas en la mitad de la realidad. La experiencia de Dios, el Bueno, Verdadero y Bello, por parte nuestra, se debe reflejar necesariamente en nosotros, en nuestra conducta, ciertamente, pero también en las obras materiales que realizamos y en todas las demás expresiones de la cultura que, de esta manera, se vuelven comunicación para otros. Cf. el texto italiano en:  http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/22944.php?index=22944&po_date=25.11.2008&lang=sp
[99] PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA: “Programa Infantil y Juvenil” de la Carrera de Estudios Musicales de la Facultad de Artes, en (consulta septiembre 2006): http://www.javeriana.edu.co/Facultades/Artes/pij/index.htm
El Papa BENEDICTO XVI, quien entre sus aficiones ha cultivado el estudio y la ejecución del piano, ha subrayado, entre otros atributos de la música, “gustar la belleza de la música, lenguaje espiritual y por tanto universal, vehículo muy adaptado para la comprensión y la unión entre las personas y los pueblos. La música hace parte de todas las culturas y, podemos decir, acompaña toda experiencia humana, desde el dolor hasta el placer, desde el odio hasta el amor, desde la tristeza hasta la alegría, desde la muerte hasta la vida. Vemos cómo, en el curso de los siglos y de los milenios, la música ha sido utilizada siempre para dar forma a aquello que no se alcanza a lograr con las palabras, porque suscita emociones de otra manera difíciles de comunicar. No es por tanto una coincidencia que en toda civilización se haya dado importancia y valor a la música en sus diferentes formas y expresiones. La música, la gran música, tranquiliza el espíritu, suscita sentimientos profundos e invita casi naturalmente a elevar la mente y el corazón a Dios en toda situación, sea gozosa como triste, de la existencia humana. La música puede hacerse oración. Gracias, pues, a quienes han organizado esta bella velada. A todos, queridos amigos, los bendigo de corazón”: Discurso del 17 de octubre de 2009, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/24504.php?index=24504&po_date=17.10.2009&lang=sp
[100] Su colega de entonces, y hoy Sumo Pontífice BENEDICTO XVI, escribió el 7 de octubre de 2005, con ocasión del centenario de su nacimiento: “Él había hecho del misterio de la Encarnación el objeto privilegiado de su estudio, viendo en el triduo pascual – como significativamente intituló uno de sus escritos – la forma más expresiva de este introducirse Dios en la historia del hombre. En la muerte y resurrección de Jesús, en efecto, se revela a plenitud el misterio del amor trinitario de Dios. La realidad de la fe encuentra aquí su belleza insuperable. En el drama del misterio pascual, Dios vive plenamente el hacerse hombre, pero, al mismo tiempo, hace significativo el obrar del hombre y da contenido al compromiso del cristiano en el mundo. En esto Von Balthasar veía la lógica de la revelación: Dios se hace hombre para que el hombre pueda vivir la comunión de vida con Dios. En Cristo se ofrece la verdad última y definitiva a la pregunta de sentido que cada uno se hace. La estética teológica, la dramática y la lógica constituyen la trilogía, donde estos conceptos encuentran amplio espacio y segura aplicación. Puedo atestiguar que su vida ha sido una genuina búsqueda de la verdad, que él comprendía como una búsqueda de la verdadera Vida. Ha buscado los rastros de la presencia de Dios y de su verdad por todas partes: en la filosofía, en la literatura, en las religiones, queriendo siempre romper aquellos circuitos que, con frecuencia, tienen prisionera de sí misma a la razón y abriéndola a los espacios del infinito”: Mensaje del Santo Padre a los participantes al Encuentro Internacional con ocasión de la celebración del Centenario del nacimiento del teólogo Hans Urs Von Baltasar, 7 de octubre de 2005: en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/pont-messages/2005/documents/hf_ben-xvi_mes_20051006_von-balthasar_sp.html
[101] CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA: Instrucción Faciem tuam, Domine, requiram, del 11 de mayo de 2008, Solemnidad de Pentecostés, sobre “El servicio de la autoridad y la obediencia”, introducción, n. 1, en: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccscrlife/documents/rc_con_ccscrlife_doc_20080511_autorita-obbedienza_sp.html
Más aún, la pregunta misma del ser humano por sí mismo, la demanda por su propia verdad óntica-ontológica, que lo abre a fronteras sin límite y lo alienta a una búsqueda incansable, se torna más y más en argumento y apelación de Absoluto, de revelación de su vocación a la trascendencia. Karl RAHNER señalaba que “el hombre es, en suma, la apertura tendencial hacia Dios. Es decir, trascendencia hacia el infinito. Cuando más conoce y quiere el hombre, más llega a sí mismo; cuanto más llega a sí mismo, más se sitúa en presencia del absoluto. Y esta dinámica trascendental, lejos de ser ‘algo dado también al hombre’, algo adventicio y secundario, lo convierte en ‘lo que él mismo es y se experimenta’”: Oyente de la palabra Herder Barcelona 1967 89-90, especialmente, pero también en otros lugares es este su punto de enfoque, cf. 119s; 132; 140; 149; 182s; etc.
[102] En su relación con la religión, p. ej. Cf. lo que afirmaban acerca de la actitud “integrista” los autores Karl- RAHNER y Franz KÖNIG: Secularización y ateísmo Paulinas Bogotá 1969.
La perspectiva “personalista”, pues, se convierte en central a partir de los datos que hemos ido recogiendo. En nuestra sociedad, como vemos en diversas partes de nuestro discurso, se ha fragmentado y súper-especializado a la persona y a las personas, cuando no se les ha reconocido debida o absolutamente su “estatus” y dignidad con todo lo que esto lleva consigo. En este contexto invito a la lectura de Juan Manuel BURGOS: Reconstruir la persona. Ensayos personalistas Ediciones Palabra Madrid 2009, en donde el autor hace una evocación – obligada, por otra parte – y rescate de textos del importante Pontífice Romano que hizo de bisagra de dos milenios cristianos, el Papa Wojtyla (187-222).
[103] La percepción de la unidad del ser humano, como vimos en el capítulo precedente, fue bien advertida y mejor enfatizada por el pueblo hebreo. Fiel a esta tradición, el cristianismo primitivo llegó a considerar que era tal la unidad e interrelación que existía entre las dimensiones humanas constitutivas – entre los diversos elementos que nosotros, sólo para comprenderlo mejor, intentamos distinguir – que sólo la “Palabra de Dios” podría llegar, eventualmente, a “dividirla”, cual “espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen el alma y el espíritu, las junturas y médulas (coyunturas y tuétanos); y escruta los sentimientos (deseos)  y pensamientos (intenciones) del corazón” (Hb 4,12-13). Dios, pues, examina no sólo el ser sino también el actuar de la mujer y del hombre. Este quiso ser también el planteamiento que, 1900 años después, expuso el Concilio Vaticano II  en su constitución pastoral GS 14.
[104] FRANCISCO: exh. apost. Evangelii gaudium, del 24 de noviembre de 2013, n. 115 (véanse también los oportunos nn. siguientes del texto), en: http://www.vatican.va/holy_father/francesco/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium_sp.pdf




Notas finales


[i] Al respecto debemos hacer unas precisiones: “El concepto de comunidad, desde el punto de vista sociológico tiene unas connotaciones particulares que lo diferencian de otras manifestaciones sociales tales como, categoría, conglomerado y grupo. La categoría social es una simple construcción de la mente que permite clasificar fenómenos sociales análogos: Los europeos, los americanos, los africanos, los asiáticos… En este caso, no se está diciendo que todos los europeos, americanos, africanos o asiáticos estén físicamente juntos; tampoco se está afirmando que al interior de cada categoría, las personas tengan interrelaciones permanentes y estables entre sí. El conglomerado social, en cambio, implica la presencia física de aquellos que lo conforman aunque sus relaciones mutuas sean débiles y pasajeras. Tal es el caso, p. ej., de los aficionados al fútbol que se encuentran en un estadio para apoyar al equipo de su preferencia. Terminado el partido, cada uno regresa a su casa dando fin al conglomerado. El grupo social, por otra parte, es una reunión de personas con relaciones más sólidas y estables en función de la obtención de un fin colectivo. Su permanencia depende de la duración del objetivo. Los equipos de fútbol que compiten entre sí, las empresas, las asociaciones, clubes, sindicatos, etc., pertenecen a este tipo de agrupación social. Por lo general, sus interrelaciones están reglamentadas en términos contractuales. La comunidad, en fin, es una agrupación espontánea y duradera de personas unidas a través de lazos más fuertes, muchas veces de tipo afectivo, en la cual sus miembros comparten una ideología y unos valores comunes que les hacen tener un fuerte sentido de unidad, de colaboración y solidaridad mutua que les permite la obtención de metas comunes.
Fue el sociólogo alemán Ferdinand Tönnies, en su obra Comunidad y Sociedad (Gemeinschaft und Gesellschaft) publicada en 1887, el primero en referirse al tema. Sus ideas fundamentales pueden resumirse así: «Todas las relaciones sociales son creaciones de la voluntad humana, de la cual existen dos tipos: Uno, la comunidad (Gemeinschaf) está dado por la tendencia natural e instintiva que impulsa la actividad humana a la asociación espontánea entre los individuos. El segundo, la sociedad (Gesellschaf) está formado por la voluntad arbitraria o formal que de manera deliberada y finalista, determina la actividad humana con relación al futuro». La primera, afirma Tönnies, crea estrechas relaciones afectivas que garantizan la permanencia del grupo porque la simpatía entre sus miembros les hace sentir que esa relación es un bien en sí misma; la familia y el vecindario, poseen estas características. La segunda, en cambio, es propia de las actividades de los hombres de negocios, de los científicos, de las personas investidas de autoridad, en dos palabras, de la sociedad moderna, añadiríamos nosotros. Tönnies manifestó claramente su preferencia por los valores asociados a la comunidad. Nosotros también estamos en la misma línea de pensamiento de este sociólogo en el sentido que, hoy día, no sólo es posible sino necesario, volver a reconstruir el tejido social sobre la base de este tipo de relaciones comunitarias. (Cf. Nicholas S. TIMASHEFF: La Teoría Sociológica Fondo de Cultura Económica México 1997 Décimo octava reimpresión 129 ss)”. Citado por Alberto y Constanza ALVARADO: Conferencia “Equipos de Nuestra Señora, comunidades vivas de parejas”, X Encuentro Internacional de los Equipos de Nuestra Señora, Lourdes, Francia, 20 de septiembre de 2006, n. 1. En (consulta septiembre 2006): http://www.lourdes2006end.com/_espagnol/sp_conferences/sp_conf_rassemblement/Alvarado_SP_mercredi.pdf y en: http://es.geocities.com/imejia03/alvaradospanolmercredi2006.pdf
Como se puede entender, existen diversas percepciones cuando se trata de explicar el fenómeno social humano y el concepto mismo de “sociedad”. Ha de considerarse ante todo la posición del Magisterio – con el auxilio que le prestan las ciencias sociales en su desenvolvimiento – sobre el “desarrollo social” “integral”, p. ej., en la que se entrecruzan – desde el nivel ontológico y como “por definición” – los principios relativos a la dignidad de la persona humana, el bien común, la solidaridad y la subsidiariedad: Con todo, estas definiciones son sólo el comienzo, y sólo se comprenden adecuadamente si se las relaciona de modo orgánico entre sí y se las considera apoyadas unas en otras. Al inicio podemos delinear las conexiones entre estos cuatro principios poniendo la dignidad de la persona en el punto de intersección de dos ejes: uno horizontal, que representa la "solidaridad" y la "subsidiariedad", y otro vertical, que representa el "bien común". Esto crea un campo en el que podemos trazar los diversos puntos de la doctrina social de la Iglesia católica, que forman el bien común. Aunque esta analogía gráfica nos brinda un cuadro rudimentario de cómo estos principios fundamentales son imprescindibles unos para otros y están necesariamente vinculados, sabemos que la realidad es mucho más compleja. En efecto, las profundidades insondables de la persona humana y la maravillosa capacidad de los hombres para la comunión espiritual —realidades que sólo se han manifestado plenamente a través de la revelación divina— superan con creces la posibilidad de representación esquemática. En cualquier caso, la solidaridad que une a la familia humana y los niveles de subsidiariedad que la refuerzan desde dentro deben situarse siempre en el horizonte de la vida misteriosa de Dios uno y trino (cf. Jn 5, 26; 6, 57), en quien percibimos un amor inefable compartido por personas iguales, aunque distintas (cf. Summa Theologiae, I, q. 42)”: BENEDICTO XVI: Audiencia a los Participantes en la Sesión Plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, 3 de mayo de 2008, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/may/documents/hf_ben-xvi_spe_20080503_social-sciences_sp.html). Cursiva es mía.
Esas mismas ciencias sociales, en su desarrollo, igualmente, contrastan dicha posición, cuando no se contraponen a ella, como lo hace notar, p. ej., Patricio MIRANDA. El autor, exponiendo los presupuestos de Niklas Luhmann, observa que ellos “se constituye (n) en una verdadera interpelación, cuando no impugnación, a los deseos bienintencionados de toda teoría normativa sobre el desarrollo (entre ellas, la DSI). De ahí que, más que intentar una exégesis del concepto en las formulaciones magisteriales, nos interesemos por su actualidad en el contexto de las transformaciones sociales contemporáneas”. Las consecuencias que se desprenden de ello, según el autor, consisten en quitarle a las diversas expresiones morales sociales del Magisterio su carácter directivo y orientador: “Como se mostrará luego, en la DSI la categoría de `desarrollo integral' no solo tiene una explícita connotación normativa, sino que además refleja una teoría social implícita tal que supone una línea de continuidad entre individuo y sociedad. Y nuestro problema se plantea cuando esta continuidad es contestada desde una de las más influyentes teorías sociales contemporáneas”. Cf. Patricio MIRANDA: “¿`Desarrollo integral' o `prejuicio humanista'?: Una problematización de supuestos en la doctrina social de la Iglesia”, en: Teología y vida [online] vol.48, no.1 2007 [citado 06 Mayo 2008], 25-40. En: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-34492007000100003&lng=es&nrm=iso (ISSN 0049-3449).
[ii] A lo largo del texto tratamos del sexo y de la sexualidad como elementos fundamentales de la integralidad humana. Los tratadistas, sobre todo hoy, para evitarse malos entendidos, prefieren hablar en sentido de “sexo” (biológico) y no de “género” (cultural), lo que origina discusiones intensas.
Los conceptos que empleamos para hablar de sexo y sexualidad se refieren a un estado objetivo enraizado en nuestra corporeidad: “Condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas” (DRALE). En el caso más específico de los animales, dicha condición incluye los “órganos sexuales” junto con el “placer en su ejercicio” (DRALE) (consulta septiembre 2006). Así mismo, por “sexualidad” comprendemos el “conjunto de condiciones anatómicas y fisiológicas que caracterizan a cada sexo” y el “apetito sexual” o la “propensión al placer carnal” (DRALE). Con todo, dada la “antropología” que estamos exponiendo, claro se ve que estas definiciones ¡en mucho se quedan cortas al referirse a los seres humanos!
Efectivamente, hay que lamentar que, al escuchar a algunos personajes – de buena dialéctica – a través de los medios de comunicación social, y al leer cierta literatura, pareciera que no existe un mínimo acuerdo entre quienes se dedican al estudio "científico" del sexo y de la sexualidad humana acerca del alcance y, sobre todo, del sentido humano que tienen estos términos, de tal manera que no se refieren ellos a la "realidad real" – que es lo que pretendo expresar con el concepto "humano" ("varón" y "mujer" en su interrelación) –sino a su propia y peculiar manera de comprenderlos (quizás a consecuencia de la superespecialización del conocimiento, o de la información recogida, de la formación recibida o de la contestación a la misma, de los prejuicios o, peor aún, a causa de ciertos intereses que los mueven).
Algunos, p. ej., llegan a subrayar de tal manera el aspecto "macro" descriptivo y físico del cuerpo humano, es decir, las características morfológicas – “estáticas” – externas e internas del mismo, a saber: el pene, la vagina, los demás órganos reproductivos de las personas, el sistema neural con sus imbricaciones relativo al ejercicio del acople, o no, y a la producción del placer venéreo, que no parecieran dar importancia alguna a otros aspectos relacionados directamente, no sólo con la fisiología (y con la patología: funciones y disfunciones) de las personas – sus sistemas hormonales masculinos o femeninos, v. gr. –, sino con el conjunto que el individuo es en su unidad psicosomática y en su destinación a la relación interpersonal (la totalidad de los fenómenos emocionales y de conducta que intervienen en todas las fases del desarrollo humano y en su interrelación con los demás, con otro especial, con el ambiente): las características “dinámicas” (en el marco de las relaciones interpersonales) y “evolutivas” de la sexualidad y su ejercicio. 
Otros, en cambio, parecieran destacar solamente el aspecto "micro": que en la especie humana, y en muchos otros animales, el sexo masculino o sexo heterogamético tiene los cromosomas sexuales distintos (XY), mientras que el sexo femenino u homogamético presenta dos cromosomas iguales (XX), y que dicha condición, con sus efectos, está presente en todas y cada una de las células de los tejidos, órganos – no excluido el cerebro, por supuesto –, aparatos y sistemas que los componen.
Pero también ocurre viceversa: se llegan a ponderar de tal modo las características psicológicas o los roles sociales o culturales que han asumido y/o pueden asumir las personas – consideradas supereminentes por parte de ellos – que aquellas otras características señaladas dejan de ser relevantes, minusvalorando así nuestra orientación psicosomática a la reproducción (no siempre acompañada por el placer). 
A diferencia de los demás animales, los seres humanos son capaces no sólo de conocerse sino de actuar de acuerdo con lo que son en medio de sus determinismos biológicos, culturales, etc., e, inclusive, de orientarlos y, eventualmente, de re-orientarlos conforme a unos valores que auto-defina y se proponga. Así, a los primeros habrá que recordarles los énfasis que ponen los segundos, y a éstos, no descuidar los énfasis que hacen los primeros.
Mientras esa recta e integral descripción factual y positiva del fenómeno humano no se dé a ese nivel de acuerdo y se la socialice, las polémicas no sólo subsistirán, sino que cualquier propuesta ética (y política) será consecuencia nefasta de estos nuevos dualismos – o monismos –, de pronto mucho más dañinos que los lamentados de tipo platónico y maniqueo.
Debemos recordar (cf. cap. 4°, 2.a.2)B)a)1°), p. 627ss; y 2.b., p. 244ss) a este propósito que Jesucristo, "Dios verdadero y hombre verdadero", "se hizo" no sólo un "cuerpo"( sώma, con unos caracteres físicos primarios y secundarios sexuales, pero sin comportar todo lo demás que caracteriza a una persona, como llegaron a considerar algunos; por el contrario, más aún, como confiesa la fe, se hizo, plenamente "hombre", es decir, "hombre en debilidad y contingencia" (σάρξ, cf. cap. 4°, 2.c., p. 659ss), con todas sus consecuencias, menos el pecado. Los Concilios (v. gr. Constantinopolitano II, a. 553: DS 421-438; Provincial Lateranense, a. 649: DS 500-522; Constantinopolitano III, a. 680-681: DS 550-559) y los Pontífices (v. gr. Juan II – Ep. Olim quidem, 534: DS 401-402 –; s. Gregorio I – Ep. Sicut aqua, 600: DS 474s –; Juan IV – Ep. Dominus qui dixit, 641: DS 496 –), para citar sólo unos pocos hechos y autores, discutieron y definieron, por ejemplo, sobre los dos entendimientos y voluntades en Cristo, para poner en tela de juicio incluso la posición asumida por algún pontífice al respecto (cf. Honorio I – Ep. Scripta fraternitatis, 634: DS 487; Ep. Scripta delectissimi filii, 634: DS 488 –). Y es este un dato, a mi juicio, nada irrelevante para nuestra concepción soteriológica y antropológica, cuyas consecuencias (morales y canónicas) en orden, en nuestro caso precisamente, a la investigación y a la docencia universitaria, y hasta a la propia administración universitaria, son de primer orden. Efectuar el llamado a la "metánoia" en este punto y nivel no es, por cierto, nada fácil y sí complejo.
El Arzobispo Celestino MIGLIORE, en nuestro tiempo, aludió a esta problemática relativa a la sexualidad humana en su intervención ante la 61ª Sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la promoción de la igualdad entre los sexos y la autonomía de las mujeres, el 8 de marzo de 2007. Señaló: « La búsqueda legítima de igualdad entre los hombres y las mujeres ha registrado resultados positivos en el campo de la igualdad de los derechos. Esta búsqueda debe integrar el reconocimiento según el cual la igualdad va juntamente con – y no la amenaza ni mucho menos la contradice – el reconocimiento de la diferencia y de la complementariedad que existen entre los hombres y las mujeres. Sin este reconocimiento, la lucha por la igualdad no sería auténtica. Parece, en efecto, que, frecuentemente, las concepciones relativas a la igualdad de los derechos entre los hombres y las mujeres han estado caracterizadas por un acercamiento antagonista que exalta las oposiciones entre ellos. Este acercamiento coloca a la mujer contra el hombre, e inversamente, de manera que la identidad y el papel del uno son puestos de relieve únicamente con el fin de disminuírselos al otro. La búsqueda de la igualdad y de la autonomía de la mujer no se logrará sino si este antagonismo deja lugar al respeto y al reconocimiento recíproco de la identidad y del papel del uno con respecto del otro.” Y prosiguió: “Una segunda tendencia consiste en reducir, o aún en negar totalmente las diferencias entre los hombres y las mujeres. Con el fin de evitar el dominio de un sexo sobre el otro, sus diferencias tienden a ser ocultadas o consideradas como simples consecuencias de condicionamientos históricos y culturales. La diferencia física es minusvalorada, mientras que la dimensión puramente cultural es exacerbada y considerada como primordial. Este carácter borroso que existe actualmente en las diferencias tiene consecuencias sobre la estabilidad de la sociedad y sobre las familias, pero, igualmente, sobre la calidad de las relaciones entre los hombres y las mujeres. La igualdad entre los hombres y las mujeres y la autonomía de las mujeres no serán alcanzadas hasta que las diferencias entre los sexos sean reconocidas y consideradas como complementarias, y que el elemento cultural del género sea comprendido dentro de su contexto específico”. En: http://www.vatican.va/roman_curia/secretariat_state/2007/documents/rc_seg-st_20070308_women_fr.html (Véase infra, p. siguiente y la nt. 2215).
[iii] Como vimos (cf. cap. 1°), VIII, p. 68), el problema se debe analizar ciertamente en una doble perspectiva: 1°) en lo que concierne a la comprensión misma que existe acerca de las ciencias (problema de filosofía de las ciencias); 2°) en lo que toca a las posibilidades que tienen las ciencias para acercarnos a la verdad de las cosas (problema epistemológico). Generalmente se llega hasta ahí; pero, como he subrayado a lo largo y ancho de esta investigación, ello es insuficiente, es necesario examinar el asunto desde (3°) la perspectiva del ser humano (problema antropológico), por cuanto todos ellos contribuyen – o deberían contribuir desde su especificidad – a plantearnos las posibilidades que tienen las ciencias para aportar – como estamos viendo – a la cuestión relativa (4°) al actuar moral del ser humano (problema ético).
Las dos primeras perspectivas requieren, por eso, un esfuerzo propio. No es el momento, éste, para repasarlas, ni, mucho menos, para abarcarlas en su globalidad; pero en cierto modo se presupone cierto acercamiento a la cuestión. Puede verse, al respecto, la obra de iniciación ya mentada de Manuel TREVIJANO ETCHEVERRÍA: En torno a la ciencia Tecnos Madrid 1994.
Como dijimos, la ciencia, con sus procesos nacidos de la admiración y estructurados en la investigación, es una actividad muy peculiar del ser humano: esta capacidad desarrollada, apoyándose en cuanto, como animal, ya había comenzado a desarrollar (“ir tras las huellas”: los olores, los sabores, los recuerdos, etc.: in-vestigium ire), se ha depurado y controlado, y, gracias a las posibilidades y capacidades estrictamente espirituales, se ha sobrepasado hasta darle, inclusive, un sentido humano y vital.
En esta actividad se aprovecha el conocimiento que se obtiene del proceso mismo del conocer, de las operaciones que permiten permanente “verificación” de resultados y procesos, y que conducen de lo que ya es conocido a lo que aún no lo es:
Primera fase: 1°) experimentar desde lo empírico y con la ayuda de las disciplinas, estando atentos a todos los datos, pues, aún el menos relevante, puede ser el factor clave del análisis; 2°) entender los datos en su interrelación, en el sistema que conforman; 3°) juzgar el proceso adelantado hasta el momento, en orden a asegurarse de que lo que se ha entendido efectivamente corresponde a la realidad: descubrir la verdad en donde ella está, mediante las preguntas adecuadas; 4°) decidir sobre los juicios de valor que se han producido: ¿esto, que es así, es realmente bueno, vital, con excelentes repercusiones para la humanidad?
Segunda fase: 5°) nueva decisión que implica una conversión en los planos humano y/o cristiano: los fundamentos; 6°) nuevo juicio de hecho y de valor para elaborar las doctrinas y teorías y comprender su razonabilidad; 7°) sistematización que permite comprender la coherencia de la doctrina con la decisión; 8°) comunicación de los resultados mediante los diversos recursos semánticos que permitan hacerse entender (los propios de las disciplinas).
Me refiero aquí, por supuesto, a lo que esquemáticamente había presentado en el cap. 3° (pp. 222ss), y luego en otras partes de la investigación.
[iv] En el campo judeo-cristiano, como saber sistemático, se puede remitir a su “prehistoria”, que se remonta hasta la producción de sus primeros textos en la Sagrada Escritura (s. X a. C.), pero que tuvo un desarrollo peculiar a partir del encuentro de la fe cristiana con las tradiciones culturales greco-romanas en los primeros siglos de la era común.
Así, se va a hablar de los “Padres Apostólicos” (ss. I-III d. C.), designándose con ello a las comunidades y personajes que vivieron más cercanos a Jesús y a los Apóstoles; de los “Padres Apologistas” (ss. III-IV d. C.), es decir, aquellos que debieron elaborar defensas del cristianismo en épocas de persecuciones; de los “Padres de la Iglesia” (ss. I-VIII d. C.), de todos aquellos que recogieron tradiciones orales en sus escritos, muchas de las cuales se remontaban hasta el período mismo de los Apóstoles y de los primeros Concilios, y con su forma propia de comentar los textos bíblicos.
Luego vinieron la Edad Media (ss. VIII-XVI) y el nacimiento de la teología con los primeros trabajos de sistematización y esfuerzo lógico de una fe que se piensa a sí misma. Es el período de la “escolástica” y de sus grandes figuras.
A partir de la Reforma, empezó el período de la teología moderna (ss. XVI-XIX), con sus contextos, con sus problemáticas y sus temas, su lenguaje y sus formas de acercamiento a la Sagrada Escritura.
En el s. XX entramos al período denominado Contemporáneo que llega hasta nuestros días, con sus propias evoluciones y desarrollos, inclusive en su manera de considerar su interpretación de la Escritura con métodos más “científicos” de lingüística, p. ej., y con desarrollos tan “comprometidos” con las situaciones socio-culturales, como los de la “teología de la liberación”, la “teología feminista”, la “teología negra”, la “teología ecuménica”, la “ecoteología”, etc.
Para información sobre estos movimientos, además de Historias de la Iglesia e Historias de la Teología, puede verse el breve estudio de Edith GONZÁLEZ – José Gustavo GONZÁLEZ: “Enfoques teológicos en la universidad católica”, en: Edith GONZÁLEZ BERNAL: Universidad católica en Colombia Digiprint Ed. Colección Fe y Universidad 17 Bogotá 2005 69-99.
[v] Acerca de este punto, dos breves anotaciones y un elogio de la filosofía.
La primera, de J. I. González Fáus: «Partiendo de la mímesis como dato primario y fundamental del aprendizaje y capacitación para la existencia (tanto en los animales como en el niño) - «No hay en los comportamientos humanos nada o casi nada que no sea aprendido. Y todo aprendizaje humano se remonta a la imitación»: dice René GIRARD en Des choses cachées depuis la fondation du monde Grasset Paris 1978 15 y 314-316 –, Girard se ve llevado hasta el momento en que el hombre (¡cuya mímesis ya no está regulada y limitada por el instin­to!) es impelido a imitar el deseo de su modelo. Platón, por tanto, falsificó la mímesis al reducirla a representaciones, desconociendo en ella los llamados «comportamientos de apropiación» (ibíd. 16). La mímesis se ve llevada a ser mímesis de apropiación; y en este mo­mento, inesperadamente, el modelo se convierte en rival.
«Esta tesis es funda­mental para toda la antropología de Girard y supone en la mente de su autor un serio golpe para casi todas las antropologías modernas: “Al representamos al hombre como un ser que sabe perfectamente lo que quiere y que, cuando no parece saberlo, tiene siempre un in­consciente que lo sabe por él, los teóricos modernos se han dejado fuera, probablemente, el dominio en que más flagrante es la incerti­dumbre humana. Una vez satisfechas sus necesidades primordiales -y a veces incluso antes de ello- el hombre desea intensamente pero no sabe exactamente qué, puesto que lo que desea es el ser, un ser del que se siente privado y del que le parece que están provistos todos los demás. El sujeto espera que estos otros le digan lo que él tiene que desear para adquirir este ser” (La violence et le sacré Grasset París 1972  204-205, subrayado por Girard) - Nótese el parentesco de esta antropología con la que exponíamos en el capítulo anterior al hablar del mercado (apartado III.7) y de la propaganda: la eficacia de ésta no reside en su información sobre el producto, sino en provocar el deseo mimético-»: José Ignacio GONZÁLEZ FAUS: Fe en Dios y construcción de la historia Trotta Madrid 1998 241s.
La segunda, la preocupación que ha alcanzado este tema en el ambiente, y del que se ha hecho eco la Facultad de Comunicación Social de nuestra Pontificia Universidad Javeriana. Cf. “Panel Internacional Dircom (dirección de comunicaciones). La comunicación organizacional entre la incertidumbre y la acción. Procesos de Internacionalización y Libre Comercio. Se abordará el tema de la comunicación como alternativa ante la incertidumbre organizacional actual en contextos de internacionalización y libre comercio. Se realizará el 25 de septiembre de 2006 en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.” En (consulta septiembre 2006): http://educon.javeriana.edu.co/continua/noticias.asp?Cd=&Tn=
El “elogio” no deja de evidenciar una menor conciencia al considerar la situación actual. Proviene de la Congregación para la Educación Católica: “1. En la obra de evangelización del mundo, la Iglesia sigue con atención y con discernimiento los rápidos cambios culturales que se suceden, los cuales influyen sobre ella y sobre toda la sociedad. Entre las transformaciones de la cultura dominante, algunas, particularmente profundas, afectan a la concepción de la verdad. En efecto, muy a menudo, se advierte una desconfianza relacionada con la capacidad de la inteligencia humana de alcanzar una verdad objetiva y universal, con la cual las personas puedan orientarse en su vida. Además, el impacto de las ciencias humanas y las consecuencias del desarrollo científico y tecnológico provocan nuevos desafíos para la Iglesia.2. Con la Carta Encíclica Fides et Ratio, el papa Juan Pablo II ha querido reafirmar la necesidad de la filosofía para progresar en el conocimiento de la verdad y para hacer siempre más humana la existencia terrena. De hecho, la filosofía “contribuye directamente a formular la pregunta sobre el sentido de la vida y a trazar la respuesta” (Carta Encíclica Fides et ratio -14 de septiembre de 1998-, AAS 91 1999 5-88, n. 3. En la Carta, Juan Pablo II concentra la atención sobre el tema de la verdad y de su fundamento en relación con la fe, continuando así la reflexión hecha en la Carta encíclica Veritatis splendor -6 de agosto de 1993- sobre la verdad en el terreno moral -cfr. Fides et ratio, n.6-, la cual abraza también algunas verdades fundamentales racionales). Esta pregunta nace, tanto de la maravilla que el hombre experimenta ante las personas y el cosmos, como de las experiencias dolorosas y trágicas que acometen su vida. El saber filosófico se configura, entonces, como “una de las tareas más nobles de la humanidad” (Fides et ratio, n. 3)”: CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA: Decreto de Reforma de los estudios eclesiásticos de Filosofía, 28 de enero de 2011, en: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccatheduc/documents/rc_con_ccatheduc_doc_20110128_dec-rif-filosofia_sp.html#_ftnref2
[vi] La “concepción del ser humano en medicina” posee, en los antecedentes señalados, toda una serie de implicaciones e indicaciones para sus técnicas y procedimientos, para su investigación, y para su gestión socio-político-cultural. Veamos algunas de ellas:
Ante todo, es necesario comprender mejor los factores – sociales, culturales y biológicos – que tienen influencia sobre la salud y el bienestar, sobre la experiencia y la distribución de las enfermedades, sobre la prevención y el tratamiento de las mismas, sobre los procesos de curación, sobre las relaciones sociales del manejo de la terapia, y sobre la importancia cultural y la utilización de sistemas médicos pluralistas. Existen, por supuesto, múltiples aproximaciones teóricas al tratar estos asuntos, entre las cuales se mencionan: la que se refiere a la cultura en su calidad de salud popular, la epidemiología biocientífica, la construcción social del conocimiento, la política de la ciencia, la calidad de planteamiento de descubrimientos científicos y la comprobación de sus hipótesis. También se estudia de qué manera la salud de los individuos, a partir de conformaciones sociales más amplias y del medio ambiente, es afectada por las interrelaciones entre seres humanos y otras especies; de igual modo, las normas culturales y las instituciones sociales, la micro y la macro política, y las fuerzas de globalización en cuanto afectan las condiciones locales.
Entre los tópicos actuales que se suelen tratar desde el punto de vista médico-antropológico encontramos: las ramificaciones en salud de las “adaptaciones e inadaptaciones” ecológicas; medicina popular y prácticas domésticas de salud; las interpretaciones locales de los procesos corporales; los proyectos de cambio en el cuerpo y la valoración de los atributos del cuerpo; percepciones del riesgo, de la vulnerabilidad y de la responsabilidad hacia la enfermedad y el cuidado de la salud; las dimensiones de riesgo y protección de la conducta humana, de las normas culturales y de las instituciones sociales; la salud preventiva y las prácticas de reducción de daños; la experiencia de enfermedad y las relaciones sociales de la enfermedad; el rango de los factores que manejan la salud, la nutrición y las transiciones en el cuidado de salud; la “etnomedicina” y las modalidades plurales de la curación; la organización social de las interacciones clínicas; las condiciones culturales e históricas que intervienen en las prácticas y políticas médicas; las prácticas médicas en el contexto de las conformaciones sociales modernas, coloniales y postcoloniales; el uso e interpretación de los fármacos y de las formas de biotecnología; la comercialización y mutua modificación de la salud y la medicina; la distribución de las enfermedades y la disparidad en la salud; el uso diferencial y la accesibilidad a los recursos gubernamentales y privados del cuidado de salud; la economía política de la provisión de cuidados de salud; la ecología política de enfermedades infecciosas y de sus vectores, de las enfermedades crónicas y de los estados de malnutrición y violencia; las posibilidades para un compromiso crítico en aplicaciones clínicas relevantes de la antropología; etc.
Este elenco ha sido tomado y traducido por mí de (consulta septiembre 2006): http://www.medanthro.net/definition.html
[vii] ¿Quién es el ser humano? ¿Qué “tipo” de ser humano se dibuja en las investigaciones y procedimientos médicos actuales? Los trabajos en colaboración de y entre especialistas han sido especialmente convenientes para un tratamiento cada vez más avanzado de diversas patologías, sin duda alguna. Pero, además del motivo del avance mismo del saber, en este como en los demás campos del conocimiento – por parte de sus agentes, de sus usuarios o de otros más con intereses en el asunto – siempre se formulan preguntas acerca del “valor” del ser humano, del “éxito” (¿“se justifica”?, ¿consecuencias?) previsto, y del sentido, inmediato y lejano (o definitivo) que tiene una determinada intervención en él o en su entorno. Como hemos dicho, para el caso presente, el médico tiene en perspectiva la “salud” y la “vida” de su paciente, y ellas son, sin duda, sus valores fundamentales, como hemos visto en la nt. anterior. Ahora bien, en concreto, qué llegan a significar esa “salud” y esa “vida”, es un asunto complejo y delicado, sobre todo cuando ellas pueden entrar en colisión con otro tipo de valores, muchas veces no tan fundamentales o tan dignos de humanidad como aquellos. Por supuesto, no debo pronunciarme moral ni éticamente sobre el tema, tan específico y tan especializado, pero no dejo de tomar nota de ello. Considérense algunos ejemplos.
De la Urología, dos artículos, del querido amigo Profesor Dr. Pablo GÓMEZ CÚSNIR. “Tanto las enfermedades benignas como malignas del árbol urinario, han llevado a los urólogos desde algunos años antes a 1900 a la búsqueda de técnicas quirúrgicas que per­mitan una adecuada derivación o sustitución de órganos. Los propósitos fundamentales de estas técnicas han estado enmarcados bajo los principios de proteger la vía urinaria y derivar la orina. La evolución de las múltiples cirugías que se han diseñado, buscan en la actualidad, que el paciente tenga un patrón miccional lo más próximo posible a la normalidad, que se consiga una adecuada calidad de vida, tra­tando en lo posible, evitar el cateterismo pe­riódico, la utilización de urostomías o bolsas colectoras. El recorrido histórico de la técnica quirúrgica ha permitido avances notables en el manejo de los enfermos. […] A partir de ese momento, las soluciones se orientaron a tres campos: 1) la derivación no continente a una asa aislada de intestino o colon, 2) derivaciones continentes a la piel y 3) derivaciones a la uretra mediante construcción de una neo vejiga ortotópica. […] El primer intento de derivación ortotópica se atribuye a Tizzoni, quien en 1888, experi­mentando en perros, interpone un segmento aislado de íleon, entre los uréteres y la uretra. Este ejemplo fue retomado por Lemoine en 1913, quién realiza un reimplante de uréteres al recto, que lleva posteriormente a la uretra en un paciente cistectomizado; la presencia de infecciones obliga a la reversión de la cirugía al recto. Fue en 1979, con los trabajos de Camey y colaboradores, que se dieron adecuadas bases para la anastomosis de una neo vejiga a la ure­tra. Esta es hoy en día la cirugía considerada como el nuevo “Patrón de Oro” para las uro­derivaciones y de acuerdo a los lineamientos del Cuarto Consenso Internacional de Cáncer de Vejiga, celebrado en Bélgica en 1993, debe ser de primera línea para los pacientes en que se considera la realización de una cistectomía. Inicialmente, el procedimiento se reservó para hombres, bajo diferentes argumentos; hoy en día se considera igualmente viable en pacientes de sexo femenino. Es evidente que la vejiga ideal todavía está por descubrirse, pero la vejiga ortotópica semeja a la vejiga original en su posición y función; evita la utilización de estoma a piel y la necesidad de cateterización en la mayoría de los pacientes. La vejiga ortotópica ha reemplazado a la operación de Bricker en la mayoría de los centros asistenciales, no obstante, el conducto ileal sigue siendo utilizado por muchos”: en: “El principio de Mitrofanoff”: SOCIEDAD COLOMBIANA DE UROLOGÍA: Revista XII marzo 2003, en http://www.urologiacolombiana.com/indice.php?revista=8
También este otro estudio, fruto de la colaboración de especialidades, es ilustrativo: “El éxito de criopreservar espermatozoides no eyaculados, ha sido reportado en pacientes con azoospermia no obstructiva. La inyección intracitoplasmática de óvulos (ICSI) con espermatozoides de origen testicular, se ha convertido en un método de gran aceptación para el tratamiento de parejas infértiles, por azoospermia. Diferentes técnicas quirúrgicas para la obtención de espermatozoides testiculares han sido utilizadas, como lo son la biopsia testicular abierta (TESE) y la aspiración con aguja (PESA) entre otras. […] Se recomienda realizar biopsias diagnósticas de testículo en pacientes azoospérmicos, en centros de fertilidad calificados y en el caso de encontrar espermatozoides durante el procedimiento quirúrgico, estos puedan ser utilizados en fresco o ser crio preservados, para posteriormente realizar Micromanipulación. […] Se evaluaron 826 pacientes entre 30-85 años. El 45.54% mantiene RE, de estos el 83.6% son estables (>1 año). No hubo diferencia estadísticamente significativa entre la edad promedio y edad de inicio de actividad sexual entre los que tienen y los que no tienen RE. La frecuencia de relaciones sexuales mensuales con la esposa es de 3.5 contra 4.1 y extramatrimoniales de 3. El 52% presentó alguna disfunción sexual. El 73 % tuvo una primera experiencia sexual satisfactoria, con disminución de la incidencia de inicio con prostituta a medida que se interrogaba a pacientes menores. En cuanto a la vida sexual actual el 53.37% reportó satisfacción. Hubo una relación estadísticamente significativa con la satisfacción del primer coito y la satisfacción actual, con relación a un mayor nivel académico así como con el hecho de tener RE. Conclusión: Un gran porcentaje de la población masculina mantiene RE estables, llevando una vida sexual satisfactoria, aunque más de la mitad presentan algún tipo de disfunción sexual. El comportamiento sexual masculino se ha modificando viéndose en la población mayor, inicio de relaciones con prostitutas y más frecuencia de RE, y en la población más joven inicio con novias o amigas y menos frecuencia de RE siendo estas predominantemente de tipo ocasional”: Drs. Luis Eduardo CAVELIER CASTRO, Pablo GÓMEZ CUSNIR, Ivonne DÍAZ YAMAL, Gloria MARTINEZ UGARTE y Mónica VALENCIA A.: “Inyección intracitoplasmática con espermatozoides testiculares criopreservados en pacientes con azoospermia, experiencia en 34 pacientes”: trabajo de exposición en el XL Congreso Nacional de Urología, Cali, agosto 2005, en:  SOCIEDAD COLOMBIANA DE UROLOGÍA: Revista XIV agosto 2005, en: http://www.urologiacolombiana.com/indice.php?revista=1
Finalmente, de la Otorrinolaringología, una excelente muestra del trabajo de equipo producido por especialistas inclusive de rango internacional sobre asuntos de investigación con tecnología de punta, del querido amigo Profesor Dr. Alfredo J. HERRERA VIVAS. He aquí el “abstract”: “Endoscopia transanasal. Aproximación de la fosa transptérigopalatina a la depresión lateral del seno esfenoide. Objetivos: Las lesiones que afectan la depresión lateral del seno esfenoide raramente son discutidas en la literatura como una entidad separada. Esta región es difícil de visualizar y manipular a través de rutas transnasales, especialmente cuando está presente una neumatización extensiva. Las aproximaciones externas a esta área comprometen cirugía extensiva y están asociadas con morbilidad significativa. Los objetivos de este estudio son presentar nuestra experiencia con la aproximación endoscópica de la fosa transptérigopalatina como un método para exponer y manipular lesiones de la depresión lateral del seno esfenoide e ilustrar detalladamente los pasos quirúrgicos del procedimiento. Diseño del estudio. Revisión retrospectiva. Métodos. Fueron retrospectivamente revisadas historias clínicas de pacientes que tuvieron lesiones originadas de, o extendidas a lesiones de la depresión lateral del seno esfenoide y que fueron tratadas en nuestras instituciones desde septiembre de 1995 hasta junio de 2002. Todos estos pacientes fueron manejados por la aproximación endoscópica de la fosa transptérigopalatina. Resultados. Doce pacientes (7 hombres y 5 mujeres) fueron incluidos en el estudio. Las lesiones comprendían siete filtraciones de fluido cerebroespinal (CSF) y cinco tumores. Un paciente con carcinoma de célula squamous (SCC) – se trata de las células que conforman en su mayor parte la epidermis: N.D.T. – del esfenoide, murió de su enfermedad. Todas las filtraciones (CSF) fueron reparadas exitosamente, y los tumores benignos fueron removidos, con buen control local a través del período de recuperación. Conclusión. La aproximación endoscópica de la fosa transptérigopalatina es una excelente aproximación para el tratamiento de lesiones de la depresión lateral del seno esfenoide”. Más adelante, el texto reporta algunas de las ventajas del procedimiento descrito: “La aproximación endoscópica es una ruta directa transnasal asociada con mínima pérdida de sangre, tiempo de operación reducido y morbilidad decreciente. Está probado que es una técnica segura y efectiva en el tratamiento de enfermedad inflamatoria del seno esfenoide, mucoceles y lesiones selares” (la región selar está ocupada en condiciones normales por la hipófisis y limitada superiormente por el quiasma: N.D.T.): Ismail S. AL-NASHAR – Ricardo CARRAU – Alfredo HERRERA – Carl H. SNYDERMAN: “Endoscopic Transnasal. Transpterygopalatine Fossa Approach to the Lateral Recess of the Sphenoid Sinus”, en: The Laryngoscope 114 march 2004 528-532. (La traducción del texto es mía).
[viii] Además de las redes de teólogos, tales como INSECT- International Network of Societies for Catholic Theology, en: http://www.satweb.org.ar/sitios.htm#INSeCT, debemos mencionar algunas actividades y sólo algunos textos a este propósito. Cf., p. ej., las ponencias de la VI Asamblea General de la CONFERENCIA DE INSTITUCIONES CATÓLICAS DE TEOLOGÍA sobre la “Función social de la Teología Católica y de los Centros de Teología” (1993): de Jan KÉRKHOFFS S. J.: “La responsabilidad social y la pertinencia de las Facultades Católicas de Teología”, 18-26; Jacques FILLION: “Las funciones sociales de las Instituciones de Teología”, 44-48, quien concluyó su presentación afirmando: “La conciencia de la función social constituye no solamente una condición de mantenimiento y de desarrollo de las instituciones de teología, sino más aún, el modo actual de legitimación de un saber que por sí mismo no tiene sentido sino en la medida en que permite transformar y abrirse a un nuevo modo de existencia”; y, finalmente, Alberto PARRA S. J.: “Función social de la teología católica y de los centros de teología”, 59-74, y a quien hemos intentado seguir desde nuestros planteamientos iniciales, cuando afirmaba: “Es necesario precaverse contra la anómala integración de los saberes […] Por eso, el intercambio orgánico  entre la teología y las ciencias es el camino único, no sólo para la integración del saber, sino para la reconstitución anhelada de la entidad social de la teología católica y de los centros de teología. Intercambio orgánico que, seguramente, tendrá que recorrer los estadios que van desde la simple correlación y la más avanzada articulación hasta hacer posible el real intercambio orgánico que ocurre allí donde la vida, la historia, el dato de las ciencias modifica el dato de tradición y de fe. Y el dato de fe modifica y transubstancia el dato de la vida y de la ciencia”. (Los textos provienen de materiales fotocopiados).
Tendremos que volver más ampliamente sobre el tema, uno de los puntos claves sobre los que se preocupa esta tesis.
A propósito de la “postmodernidad”, sea la ocasión para dar una mirada al contexto mundial, para lo cual empleo el resumido diagnóstico que ha presentado el SÍNODO DE LOS OBISPOS (7 a 28 de octubre de 2012) en su Mensaje final, en el que observa: “6. Cogliere nel mondo di oggi nuove opportunità di evangelizzazione. Questo sereno coraggio sostiene anche il nostro sguardo sul mondo contemporaneo. Non ci sentiamo intimoriti dalle condizioni dei tempi che viviamo. Il nostro è un mondo colmo di contraddizioni e di sfide, ma resta creazione di Dio, ferita sì dal male, ma pur sempre il mondo che Dio ama, terreno suo, in cui può essere rinnovata la semina della Parola perché torni a fare frutto. Non c’è spazio per il pessimismo nelle menti e nei cuori di coloro che sanno che il loro Signore ha vinto la morte e che il suo Spirito opera con potenza nella storia. Con umiltà, ma anche con decisione – quella che viene dalla certezza che la verità alla fine vince –, ci accostiamo a questo mondo e vogliamo vedervi un invito di Dio a essere testimoni del suo Nome. La nostra Chiesa è viva e affronta con il coraggio della fede e la testimonianza di tanti suoi figli le sfide poste dalla storia. Sappiamo che nel mondo dobbiamo affrontare una dura lotta contro «i Principati e le Potenze», «gli spiriti del male» (Ef 6,12). Non ci nascondiamo i problemi che tali sfide pongono, ma essi non ci impauriscono. Questo vale anzitutto per i fenomeni di globalizzazione, che devono essere per noi opportunità per una dilatazione della presenza del Vangelo. Così pure le migrazioni – pur con il peso delle sofferenze che comportano e a cui vogliamo essere sinceramente vicini con l’accoglienza propria dei fratelli – sono occasioni, come è accaduto nel passato, di diffusione della fede e di comunione tra le varietà delle sue forme. La secolarizzazione, ma anche la crisi dell’egemonia della politica e dello Stato, chiedono alla Chiesa di ripensare la propria presenza nella società, senza peraltro rinunciarvi. Le molte e sempre nuove forme di povertà aprono spazi inediti al servizio della carità: la proclamazione del Vangelo impegna la Chiesa a essere con i poveri e a farsi carico delle loro sofferenze, come Gesù. Anche nelle forme più aspre di ateismo e agnosticismo sentiamo di poter riconoscere, pur in modi contraddittori, non un vuoto, ma una nostalgia, un’attesa che attende una risposta adeguata. Di fronte agli interrogativi che le culture dominanti pongono alla fede e alla Chiesa rinnoviamo la nostra fiducia nel Signore, certi che anche in questi contesti il Vangelo è portatore di luce e capace di sanare ogni debolezza dell’uomo. Non siamo noi a condurre l’opera dell’evangelizzazione, ma Dio, come ci ha ricordato il Papa: «La prima parola, l’iniziativa vera, l’attività vera viene da Dio e solo inserendoci in questa iniziativa divina, solo implorando questa iniziativa divina, possiamo anche noi divenire – con Lui e in Lui – evangelizzatori» (Benedetto XVI, Meditazione alla prima Congregazione generale della XIII Assemblea generale ordinaria del Sinodo dei Vescovi, Roma 8 ottobre 2012)”. En: http://www.vatican.va/news_services/press/sinodo/documents/bollettino_25_xiii-ordinaria-2012/xx_plurilingue/b30_xx.html#MESSAGGIO_AL_POPOLO_DI_DIO_DELLA_XIII_ASSEMBLEA_GENERALE_ORDINARIA_DEL_SINODO_DEI_VESCOVI
[ix] Alocución del 17 de enero de 2008: en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21453.php?index=21453&po_date=16.01.2008&lang=sp (El texto citado de PLATÓN se puede encontrar en: Diálogos socráticos: Apología, Critón, Eutrifón, Felón, Fedro, Banquete, Menón W. M. Jackson Inc. Ed. Buenos Aires 1952 1ª 3ª 69).
Como mencionamos (cf. pp. 787, nt. final cxviii, y 827, nt. 2161) el mismo Papa BENEDICTO XVI recordó en la vigilia pascual del 23 de abril de 2011 que “"Logos" significa "razón", "sentido", "palabra". No es solamente razón, sino Razón creadora que habla y se comunica a sí misma. Razón que es sentido y ella misma crea sentido. El relato de la creación nos dice, por tanto, que el mundo es un producto de la Razón creadora. Y con eso nos dice que en el origen de todas las cosas estaba no lo que carece de razón o libertad, sino que el principio de todas las cosas es la Razón creadora, es el amor, es la libertad.”
[ix bis] De entre los problemas que experimenta la sociedad en el momento presente - y ciertamente no sólo la colombiana - la "corrupción" en los ámbitos públicos y privados, así como en el intercambio entre estos, debe ser considerada una epidemia a la que sólo ahora se comienza a tomar en serio con el ánimo de afrontarla y de erradicarla, o, al menos, de disminuirla y de socavar mortalmente sus desastrosos efectos. Los propios jóvenes la detestan (cf. Apéndice 4, n. 2, p. 1746 ss). En varios lugares esta investigación se refiere a ella - para denunciarla, v. gr. cap. V, III.2.d,13; cap. VI, II.4.b. en 1) y 3), p. 1447 - y enfáticamente a aquella en la que se ven envueltos, por su autoría intelectual o por su acompañamiento cómplice, profesionales que en nada hacen mérito y honor a su "alma mater", las universidades (cf. particularmente las constataciones y los propósitos que presentaron en los Foros de la PUJ las Carreras de Administración de Empresas y de Arquitectura). Todo profesional es considerado por parte de la sociedad, en efecto, un ser humano que se identifica con los más altos y más nobles ideales y valores morales y se propone llevarlos a la práctica. Por eso, sus fallas en este ámbito son observadas no sólo con la mayor acuciosidad sino con la mayor admiración cuando se producen reclamando las penalidades más grandes contra ellas.
El problema fue hecho objeto de pronunciamiento por parte del Pontificio Consejo Justicia y Paz mediante su documento "La lucha contra la corrupción", del 4 de octubre de 2006. Con todo, el novísimo Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral ha efectuado entre sus primeras actividades públicas el primer "Debate Internacional sobre la Corrupción", "organizado en colaboración con la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, y en el cual han participado alrededor de 50 magistrados anti-mafia y anti- corrupción, Obispos, personalidades de las instituciones del Vaticano, de los Estados y de las Naciones Unidas, líderes de movimientos, víctimas, periodistas, académicos, intelectuales y algunos embajadores". "La lucha contra la corrupción y la mafia, se ha afirmado, no es solamente una cuestión de legalidad sino de civilización. El cardenal Peter Turkson motivó así la reunión: "Pensamos en este encuentro para hacer frente a un fenómeno que conduce a pisotear la dignidad de la persona. Queremos afirmar que nunca se puede pisotear, negar u obstaculizar la dignidad de las personas. Por lo que respecta a nosotros, con este dicasterio, queremos saber cómo proteger y promover el respeto de la dignidad de la persona. Y por eso tratamos de llamar la atención sobre este argumento ". Por su parte el arzobispo Silvano M. Tomasi explicó que el objetivo es "sensibilizar a la opinión pública, identificar las medidas concretas que contribuyan a implantar políticas y eventualmente leyes que prevengan la corrupción, porque la corrupción es como una polilla que se infiltra en los procesos de desarrollo de los países pobres o de los países ricos, que arruina la relación entre las instituciones y entre las personas. Por eso nuestro esfuerzo está encaminado a crear una mentalidad, una cultura de la justicia que combata la corrupción para proveer al bien común " (véase el comunicado del 17 de junio de 2017 en: http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2017/06/17/com.html).
[x] Por supuesto, no todo el arte es “religioso”, ni todo lo religioso se identifica con el “arte”. Sin embargo, no sin razón suelen los antropólogos sociales-culturales afrontar la temática artes-religión prácticamente en simultaneidad porque una y otra se encuentran muy unidas en diversas culturas de ayer y aún de hoy. Véase al respecto de Eduardo VINATEA SERRANO: Lecciones de antropología social y cultural Dykinson Madrid 2008, sobre todo el capítulo octavo; el mismo autor, en: Lecturas de antropología social y cultural Dykinson Madrid 2009, dedica la Quinta Parte a las “Religiones y simbolismo”: ofrece los textos de dos eminentes antropólogos ya mencionados en estas páginas: la “Lectura 12ª”, sobre “Las creencias propiamente totémicas”, en texto de  Emile Durkheim; y la “Lectura 13ª”, sobre “La eficacia simbólica”, con autoría de C. Lévi-Strauss.
No obstante, “la religión está (hoy) bajo sospecha”. Tal es el título de la obra de Leonardo IGLESIAS (Anthropos Barcelona 2010) que hace eco a la famosa “trilogía” ya mencionada de K. Marx, S. Freud y F. W. Nietzsche.
Afirmaba William JAMES (1842-1910) que una cosa es la religión desde un punto de vista de las instituciones religiosas, de los grupos que las conforman y de su organización, y otra, muy diferente, la religión considerada en cuanto una práctica personal. Es en esta segunda manera de comprenderla como nos podemos acercar a las experiencias místicas que un individuo puede llegar a tener independientemente de la cultura en la que vive. Más aún, este tipo de experiencias puede ser, en su opinión, “sana” o “enfermiza”. La primera corresponde a personas que tienden, como decía él, a ignorar la maldad que hay en el mundo mientras se concentrar en lo positivo que existe en el mundo y a buscar el bien común; la segunda, por el contrario, indica una cierta predisposición “patológica” de las personas que se concentra en el mal y en el sufrimiento, y buscan en lo religioso (o en otra agrupación o actividad) una experiencia que los unifique y les permita reconciliar bien y mal.
Además de lo que hemos dicho en general acerca del fenómeno religioso, es conveniente detenernos también sobre este aspecto particular cultual. Sólo dos textos de la abundantísima literatura al respecto.
En un artículo publicado en 1969 señalaba el Secretariado General de Con (atribuible a E. Schillebeeckx), entre otras cosas, lo siguiente: “El lenguaje religioso se ubica dentro del sistema pluriforme del lenguaje; al representar un nivel de conciencia ‘sui generis’, desemboca en una perspectiva que procura una manera distinta de abordar la realidad. En la existencia del creyente, el lenguaje adquiere un significado religioso, un lenguaje que se hace oración, testimonio, predicación, y tiene como efecto un rebasamiento del locutor, ininteligible para el no-creyente. La intimidad revela una intersubjetividad de tipo paradójico: la de la coexistencia del fiel y de su Dios en el plano en que Dios se manifiesta. Y remite a un sujeto que no es el hombre, si bien ese sujeto se expresa por la palabra cuyo sujeto inmediato es el hombre. Aunque el lenguaje religioso recurre también a las formas lingüísticas del plano cognoscitivo, que apela al error y a la verdad, se centra preferentemente en lo performativo, que es la “parte elegante del acto y le da su figura propia”. Es un lenguaje autoimplicativo, “porque Dios se dirige al hombre en un acontecimiento o en un acto que le compromete frente al hombre y expresa su interioridad. El creyente, recíprocamente, da su respuesta a Dios y, mediante ella, habla y se compromete religiosamente”: cf. “Presupuestos para una renovación del lenguaje religioso”, en Con 42 1969 342-343; cf. A. GREELEY: “Simbolismo religioso, liturgia y comunidad”, en Con 62 1971 219-231.
No obstante, se debe tener en cuenta que “la Sagrada Liturgia, que el Concilio Vaticano II   califica como la acción sacerdotal de Cristo, y por tanto fuente y cumbre de la vida eclesial, no puede reducirse nunca a una mera realidad estética, ni puede ser considerada como un instrumento con fines meramente pedagógicos o ecuménicos. La celebración de los santos misterios es, sobre todo, acción de alabanza a la soberana majestad de Dios, Uno y Trino, y expresión querida por Dios mismo”: OFICINA PARA LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS DEL SUMO PONTÍFICE: Documento “Las oraciones apologéticas en la misa”, en (consulta 28 de marzo de 2011): http://www.vatican.va/news_services/liturgy/details/ns_lit_doc_20100216_preghiere_sp.html
La dimensión ritual específica del culto cristiano, sobre todo en sus fundamentos comunitarios y culturales, fue examinada por Cipriano VAGAGGINI: El sentido teológico de la liturgia BAC Madrid 1959: “Expresiones rituales de la naturaleza comunitaria de la liturgia: historia y actualidad. La misma naturaleza y expresión ritual son un exponente manifiesto de la profunda naturaleza comunitaria de la liturgia. Esto es verdadero, incluso si en el curso de la historia se llega a percibir, especialmente en la liturgia romana y no sólo en ésta, algún oscurecimiento o disminución de aquél mismo carácter comunitario…” (259).
Sobre las relaciones entre liturgia y arte, de igual modo, son numerosas las publicaciones. Para mencionar también dos, una ya con ciertos años pero de una actualidad importante, cf. J. TINSLEY: “Liturgia y arte”, en Con 62 1971 232-240; y otra, de nuestra Facultad de Teología, de Li Mizar SALAMANCA BARRERA: “Eucaristía e imagen”, en ThX 56/1 ene-mar 2006 101-114.
Más recientemente, el Papa BENEDICTO XVI, durante su serie de catequesis sobre el Medioevo, dedicó una (18 de noviembre de 2009) a las artes arquitectónicas, escultóricas y visuales, románicas y góticas, notables por su poderosa influencia sobre la piedad – “feliz y serena” – de la época, empleadas como medio catequético de primer orden, ciertamente, pero, ante todo, como auténtica expresión del clima espiritual-cultural en que se desarrollaron y como elementos típicos de la simbólica que caracteriza toda celebración litúrgica. Puede verse en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/24684.php?index=24684&lang=sp
Lo religioso apunta también, sin embargo, desde su misma especificidad, a lo social. Lo ha recordado el Papa BENEDICTO XVI en su discurso a los Exponentes de la sociedad civil, del mundo político, académico, cultural y empresarial, con el Cuerpo diplomático y con los Líderes religiosos, en Zagreb, Croacia, el 4 de junio de 2011: “La religión no es una realidad aparte en relación con la sociedad: es, por el contrario, un componente suyo connatural, que constantemente reclama la dimensión vertical, la escucha de Dios como condición para la búsqueda del bien común, de la justicia y de la reconciliación en la verdad. La religión pone al hombre en relación con Dios, Creador y Padre de todos, y, por tanto, debe ser una fuerza de paz. Las religiones deben siempre purificarse según esta su verdadera esencia para corresponder a su genuina misión”. En: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/27596.php?index=27596&po_date=04.06.2011&lang=sp
[xi] El tema de la “alteridad” posee una tradición filosófica que nos es imposible resumir aquí, pero cuyas raíces desde el judaísmo, v. gr., y sus consecuencias han tenido amplia acogida en la teología, católica, p. ej., como se puede colegir de la cita. Baste un nombre, apreciado sobre todo en temas de historia y filosofía latinoamericana, y una obra suya: DUSSEL A., Enrique D.: Para una ética de la liberación latinoamericana  Siglo Veintiuno Buenos Aires  1973 2 v.
A compartir alrededor de estos hechos, y sobre algunas de las implicaciones del mismo, se dedicó el Encuentro Inter-Académico sobre el tema «La identidad cambiante del individuo», promovido por la Academia de Ciencias de París y por la Pontificia Academia de las Ciencias, cuya reunión con el Papa BENEDICTO XVI se efectuó en la memoria de santo Tomás de Aquino, el 28 de Enero de 2008. De dicha ocasión tomamos la cita. El texto más completo dice: “Durante vuestro coloquio habéis experimentado que las ciencias, la filosofía y la teología pueden ayudarse para percibir la identidad del hombre, que está en constante devenir. A partir de la cuestión sobre el nuevo ser surgido de la fusión celular, que es portador de un patrimonio genético nuevo y específico, habéis mostrado elementos esenciales del misterio del hombre, caracterizado por la alteridad: un ser creado por Dios, un ser a imagen de Dios, un ser amado hecho para amar. En cuanto ser humano, jamás está encerrado en sí mismo; siempre conlleva una alteridad y, desde su origen, se encuentra en interacción con otros seres humanos, como nos lo revelan  cada vez más las ciencias humanas.  ¿Cómo no evocar aquí la maravillosa meditación del salmista sobre el ser humano, formado en lo secreto del vientre de su madre y al mismo tiempo conocido en su identidad y en su misterio únicamente por Dios, que lo ama y lo protege? (cf. Sal 139, 1-16).  El hombre no es fruto del azar, ni de una serie de circunstancias, ni de determinismos, ni de interacciones físico-químicas; es un ser que goza de una libertad que, teniendo en cuenta su naturaleza, la trasciende y es el signo del misterio de alteridad que lo caracteriza. Desde esta perspectiva, el gran pensador Pascal decía que «el hombre supera infinitamente al hombre».  Esta libertad, propia del ser humano, hace que pueda orientar su vida hacia un fin; hace que, con los actos que realiza, pueda dirigirse hacia la felicidad a la que está llamado para la eternidad. Esta libertad muestra que la existencia del hombre tiene un sentido. En el ejercicio de su libertad auténtica, la persona cumple su vocación, se realiza y da forma a su identidad profunda. En el ejercicio de su libertad también ejerce su responsabilidad sobre sus actos. En este sentido, la dignidad particular del ser humano es a la vez un don de Dios y la promesa de un futuro.  El hombre tiene la capacidad específica de discernir lo bueno y el bien. La sindéresis, puesta en él por el Creador como un sello, lo impulsa a hacer el bien. Movido por ella, el hombre está llamado a desarrollar su conciencia mediante la formación y el ejercicio, para orientarse libremente en su existencia, fundándose en las leyes esenciales, que son la ley natural y la ley moral.” En : http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/january/documents/hf_ben-xvi_spe_20080128_convegno-individuo_sp.html
[xii] Carlota LLANO es profesora de la Universidad Pedagógica Nacional y participó en la XIII sesión de la International School of Theatre Anthropology, 13 – 25 de octubre de 2004, en
Sevilla, España. De su informe resaltamos: “Cobijó seis campos: 1. Trabajo práctico de entrenamiento corporal y vocal en el que se integraban las técnicas actorales orientales y occidentales, espacio siempre dictado por dos maestros, uno de ellos oriental y el otro occidental, quienes trataban de fundir sus experiencias y encontrar las claves y puntos coincidentes de sus técnicas para la creación del cuerpo artificial del actor. 2. Trabajo de improvisación sobre el tema de Hamlet dirigido por Eugenio Barba, que concluyó con la presentación de un espectáculo sobre Hamlet que presentamos al público y en el que participamos todos los integrantes del simposio. 3. Conferencias sobre la historia del teatro del siglo XX, denominadas Historia del Teatro vista desde la luna, dictada por los catedráticos italianos. Fue una novedosa y muy interesante visión de este período reciente de nuestra historia. 4. Demostraciones prácticas y análisis teórico del trabajo de cada uno de los maestros que integran la ISTA. 5. Ejemplos, análisis y muestras sobre los temas centrales del encuentro: flujo, ritmo, energía y organicidad, en las cuales participamos los profesores, los participantes y artistas de fuera invitados. Cabe anotar que mi participación fue muy bien recibida y elogiada. 6. Espectáculos del Odin Teatret de Dinamarca, invaluable oportunidad para ver los espectáculos recientes y de repertorio de este grupo que sólo hemos tenido en dos oportunidades en nuestro país. 7. Trueque con la comunidad de La Rinconada, en donde se presentaron espectáculos para la comunidad de La Rinconada, la pequeña ciudad donde tuvo lugar el evento central, y donde la comunidad también realizó funciones de sus manifestaciones culturales […]
“Resultados para la universidad: Como profesora me vi muy enriquecida, traigo valiosos conocimientos, imágenes y herramientas de trabajo prácticas para nuestras clases que compartiré con colegas y estudiantes. Adquisición de nuevos materiales de videos y libros que no llegan a nuestro país.  Contacto con profesores, escuelas, actores y fundaciones culturales que podrán dar como resultado una red de la que nos veremos beneficiados. Ferdinando Taviani, el especialista número uno en el mundo sobre Luigi Pirandello, me regaló una excelente charla y me enviará material sobre su mejor obra, “Seis personajes en busca de autor”, pieza que estrenaremos el próximo semestre con los estudiantes de sexto semestre. Puerta abierta para que otro maestro pueda participar en la próxima sesión de la ISTA que se llevará a cabo de Polonia en abril del 2005. Como contraprestación para la universidad, además del material de libros y videos para la biblioteca, realizaré dos conferencias sobre la ISTA y la Antropología Teatral; y antes de viajar, hice una función de “Mujeres en la guerra” en el marco del octubre cultural, sin ningún costo para la universidad.” Cf. http://www.pedagogica.edu.co/index.php?inf=1369&resaltar=carlota+llano
La obra teatral que menciona la profesora también fue presentada en la Pontificia Universidad Javeriana durante el año lectivo 2006.
“El control sobre el cuerpo, sobre nuestro inconsciente y sobre nosotros mismos” es también el objetivo de Robby Rosenberg, profesor de la Técnica F. M. Alexander aplicada a las artes escénicas en la PUJ. Véase un sumario en: Juliana MORENO ANGULO: “Malas posturas: la anatomía de lo inconsciente y lo automático”, en Pesquisa 15 marzo-mayo 2011 4-6. También en: http://educon.javeriana.edu.co/pesquisa/15/revista.html

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