Capítulo V
Continuación (I.2.a.3)
Tendremos
que profundizar, seguidamente, sobre estos asuntos, y desarrollarlos
especialmente en el próximo capítulo.
Notas de pie de página
Continuación (I.2.a.3)
c) El ser humano considerado desde lo socio—cultural: la dimensión social.
44. Como se habrá podido apreciar, cuanto más se
examinan las diversas dimensiones del ser humano y se profundiza en ellas, y
las relaciones recíprocas que se establecen entre ellas, más se puede apreciar
su enorme complejidad. La “relación” se impone como categoría trasversal y
sustancial para expresar “lo humano” (cf. CIV 53b y 54-55). Así, al llegar a la dimensión social[i] – y a su
realización histórica – nos encontramos
con un objeto de estudio cuya vastedad, implicaciones y dinamismo son tales que
se hace imperioso acudir a una especie de especialización[1] que permita conocer a
fondo la naturaleza y el funcionamiento de los fenómenos que en ese territorio
se suceden. Más aún,
en las últimas décadas se ha agudizado la situación de crisis en el mundo en
diferentes ámbitos, mostrando efectos sobre la estabilidad psicológica de
personas y comunidades[2]. Así, al mismo tiempo y teniendo presente la desafiante y delicada unidad
del hombre, no pueden dejarse de captar en ellos las tendencias a la armonía y
a la síntesis de tan grande diversidad. En efecto, aún aquellas actividades que
pudiéramos considerar más “íntimas” e “individuales” de las personas, nos
descubren y nos reclaman de diversas maneras, esa condición y vocación “social”
que nos caracteriza como seres humanos: la interioridad tiene qué ver
necesariamente con la exterioridad humana, y viceversa. Y, en correspondencia, todas
esas manifestaciones de sociabilidad y cultura humana nos remiten a las índoles
biofisiológica y psíquica de cada individuo humano, al tiempo que expresan
simbólicamente el sentido deliberado que se les quiere dar a las
mismas.
Para realizar nuestro propósito, vamos apenas a mencionar algunos de los principales campos del
conocimiento que nos acercan “cuantitativamente” al hombre en cuanto ser
social y a su actuar, a fin de intentar captarlo en su acontecer:
45. Las constataciones experienciales y sapienciales de
los pueblos y de aquellas que nos proporcionan las diversas disciplinas del
conocimiento que se acercan a la realidad de la relación varón—mujer apuntan a los siguientes hechos:
1) La relación varón—mujer es considerada,
con justa razón, la primera relación propiamente humana y, por ende,
comunitaria. Un filósofo, como ARISTÓTELES, lo advirtió ya en el s. IV a. C.,
cuando destacó esta condición social tanto desde un punto de vista
cuantitativo, a saber, que dicha relación permite la procreación de los hijos y
la multiplicación de miembros de la ciudad, como cualitativo, y esto de dos
maneras: porque ella misma es “educativa” mediante la crianza de los mismos,
como desde la perspectiva de la convivencia conyugal con todo lo que comporta.
No se planteó entonces una jerarquía en dichos fines, como sí lo hizo Francisco
DE VITORIA (1486?-1546), para quien,
el fin primario de dicha relación es el procreativo, mientras el secundario
sería la convivencia del varón con la mujer. Se ha de observar que antes
de referirse al “matrimonio”, antropólogos como Ralph BEALS y Harry HOIJER[4] suelen incluir un capítulo
acerca de “la familia y el parentesco”. Con todo, advierten que “en su forma
simple, la familia primaria o elemental consta de dos adultos de sexo[ii]
opuesto, que viven juntos en una unión (matrimonio) reconocida por otros
miembros de su sociedad y en compañía de sus hijos” (cf. o. c., p. 475). Y distinguen el “matrimonio” del solo
“apareamiento”,
“por el cual entendemos las
uniones de hombres y mujeres realizadas primordialmente con propósitos de
satisfacción sexual. Tales uniones son casi siempre transitorias, e incluso
casuales, y de ordinario no imponen ninguna obligación o responsabilidad
familiar a los participantes… El matrimonio, aunque es evidentemente, al igual
que el apareamiento, un medio de satisfacción sexual, tiene otras y más
importantes funciones sociales… Es en todas partes una serie de normas culturales
para sancionar la paternidad y procurar una base estable al cuidado y educación
de los hijos. Es, en efecto, el principal mecanismo cultural para asegurar la
continuación de la familia y de otras agrupaciones fundamentadas sobre el
parentesco” (p. 509).
2) Por otra parte,
“La mayor parte de los
sociólogos están de acuerdo en que la familia es la unidad básica de la
sociedad, en cuanto que es la transmisora básica de la cultura. D. Cooper que
había escrito en 1971 una obra sobre ‘la muerte de la familia’ poco después
debió corregirse y afirmar que la familia no muere, la familia se transforma.
Por lo tanto, si no se puede negar que, por muy diversas razones, el modelo
tradicional de familia está en crisis en el tercer milenio, de igual forma hay que
aceptar que han aparecido otras múltiples formas de familia que conservan la
misma función de la familia tradicional” [5].
3) No obstante, hay que notar que, en un plano
simplemente descriptivo, el ágape, amor de caridad,
hermosea y espiritualiza el eros, amor utilitario y concupiscente, y
es capaz de encauzar el amor carnal con su propia “violencia”:
“Felizmente, el amor sexual
es algo más que prosecución hambrienta de la carne por la carne. La
diferenciación sexual que condiciona los cuerpos, es ciertamente la diferencia
más visible, pero no la única ni la más profunda. También las almas están sexualmente
diferenciadas, y el hombre y la mujer se complementan, al parecer, más por la
vida de sus almas que carnalmente: animus
et anima, decían los antiguos”[6].
4) Más
aún, cuando tratamos de este tipo de relación – mujer-varón – hemos de estar
sumamente atentos, pues, como en no pocos momentos, bien podemos caer en la
tentación – falseada por ciertas deducciones de las observaciones sociales[7] y por alguna idea teñida de
religiosa – de identificar “natural” con “cultural”, como sucede en fenómenos
tales como el “machismo” y cierto tipo de “patriarcalismo”, otras tantas formas
de totalitarismo, de determinismo, de maniqueísmo y de absolutismo, pero en el
ámbito de las relaciones microsociales. Por eso mismo, hay que ser cautos con
la aceptación indiscriminada de expresiones ambiguas relativas al “género”,
cuyo soporte biológico-sexual, al que nos hemos referido anteriormente, es, hoy
en día, franca y ampliamente excluido en muchas circunstancias, tanto en sus
efectos o aplicaciones psicológicas, como morales y como jurídicas[8].
Las
investigaciones a este respecto son del todo necesarias y fundamentales.
BENEDICTO XVI lo ha reflexionado en un texto que podría citarse por completo,
pero que, en razón de brevedad, sólo traemos en el siguiente párrafo, como
anticipo de cuanto iremos exponiendo paulatinamente, y en el que él reafirma un
criterio central con el que venimos trabajando: el de “lo humano en su integralidad”:
“Se hace necesaria,
ciertamente, una renovada investigación antropológica que, sobre la base de la
gran tradición cristiana, incorpore los nuevos progresos de la ciencia y el
dato de las sensibilidades culturales de hoy, contribuyendo de este modo a
profundizar no sólo la identidad femenina sino también la masculina, también
ésta, objeto, no raras veces, de reflexiones parciales e ideológicas. Frente a
corrientes culturales y políticas que buscan eliminar, o, al menos, obscurecer
y confundir, las diferencias sexuales inscritas en la naturaleza humana
considerándolas una construcción cultural, es necesario requerir el designio de
Dios que ha creado al ser humano varón y mujer, con una unidad y, al mismo
tiempo, una diferencia, original y complementaria. La naturaleza humana y la
dimensión cultural se integran en un proceso amplio y complejo que constituye
la formación de la propia identidad, donde ambas dimensiones, la femenina y la
masculina, se corresponden y se completan”[9].
5)
Dentro de este contexto es necesario inscribir también lo concerniente al
ejercicio de la sexualidad y, muy particularmente, a sus dos consecuencias:
unitiva de la pareja y procreativa de una nueva vida, una y otra, expresiones
del amor matrimonial. Al respecto podría ser referida una incontable
bibliografía. Queremos por el momento reenviar a lo que diremos oportunamente
más adelante en este capítulo[10].
46.
Teniendo presente y como “ejemplar” (o paradigmática) esta imagen muy elevada
de lo que es la realidad esponsal podemos considerar también los otros ámbitos
del obrar típicamente humano. Y, en primerísimo lugar, el económico.
Este ámbito económico sitúa al ser humano – individual y
socialmente considerado – en una forma de relacionarse con el cosmos a la que
se puede denominar primordial y prioritaria: aquella que le permite existir y
subsistir, al sacar de los recursos materiales, mediante su raciocinio y su
trabajo, aquellos alimentos y demás elementos que le son necesarios o
convenientes. El ser humano es, por eso mismo, un “administrador”. Porque el
hombre, para vivir, requiere no sólo de alimento y vestuario, sino de otros
bienes y servicios que, movido por un deseo incontenible de conducir una vida
cada vez más plena en todas sus dimensiones, lo llevan a crear.
Pero lo económico es mucho más. Con su actividad
económica – de producción, de distribución, de intercambio – las personas
efectúan e intensifican sus relaciones sociales y de interdependencia. Los
progresos en las técnicas de producción, en la organización del comercio y de
los servicios, son instrumentos que, manejados en sus manos responsables, en
mucho pueden contribuir a que todos los hijos de Dios colmen adecuadamente sus
necesidades como una verdadera familia.
Sin embargo, en muchas de sus creaciones en este campo
económico la persona compite con sus semejantes en la búsqueda y la consecución
de cuanto requiere, en una verdadera lucha por la vida que reviste, muchas
veces, caracteres implacables y de aniquilación del otro. Por eso debe el
hombre ejercer una permanente advertencia y dominio de sí mismo en esta área
tan importante como delicada, de modo que su legítima voluntad de vivir no se
convierta en destructora tanto de la naturaleza como de la sociedad a la que pertenece. Más aún, de esa ansia incontrolada
se originan el deseo y la rabia de consumir y de acumular – cosas desconocidas
incluso por el simple animal –, y que nada tienen qué ver con la necesidad de
vivir.
Ahora bien, es fundamental resaltar a este propósito un
asunto particularmente crítico que tiene que ver con la concepción del
denominado “homo œconomicus” que
aparece en las dos formas principales que se han disputado la sociedad desde la
modernidad[11]; asunto
tanto más complejo, cuanto ellas han llegado a convertirse no sólo en dos
teorías y escuelas económicas, sino en dos expresiones culturales antagónicas, que, sin embargo, no reconocen, a nuestro
juicio, a la persona humana “integralmente”, en línea con su “ser”. Nos
referimos, por supuesto, al “capitalismo” y al “socialismo”, cuya concepción
antropológica, comparada con nuestra propuesta, pensamos, es insuficiente.
Pienso que ha sido un enorme acierto el del Santo Padre
JUAN PABLO II proponer que problemáticas como la presente habían de ser
analizadas distinguiendo una doble
dimensión del asunto, sin reducir la una a la otra o simplificándolas en una
sola, sin esfuerzo suficiente de crítica. Una es la consideración antropológica propiamente tal del problema, y otra,
la consideración de tipo ético del
mismo, que también hay que razonar. Cuando se emprende una investigación
“disciplinar”, en materia económica, como, por lo demás, también en otros
campos y dimensiones de la existencia humana,
es necesario tener en cuenta sus “presupuestos” antropológicos.
En
algunos de los párrafos más esclarecedores y oportunos de sus encíclicas Laborem exercens (14 de septiembre de
1981) y Centesimus annus (1° de mayo de 1991), afirmaba el
Papa los peligros que lleva consigo estudiar y manejar la cuestión “económica”
aisladamente del resto de las dimensiones humanas[12] provocando con ello una “nueva”
(contra o anti) cultura. En el primero de los textos[13] aseveraba:
“A pesar de todo, el peligro de considerar el trabajo como
una «mercancía sui generis», o como una anónima «fuerza» necesaria para la
producción (se habla incluso de «fuerza-trabajo»), existe siempre, especialmente cuando toda la visual de la
problemática económica esté caracterizada por las premisas del economismo
materialista.
Una ocasión sistemática y,
en cierto sentido, hasta un estímulo para este modo de pensar y valorar está
constituido por el acelerado proceso de desarrollo de la civilización
unilateralmente materialista, en la que se da importancia primordial a la
dimensión objetiva del trabajo, mientras la subjetiva —todo lo que se refiere
indirecta o directamente al mismo sujeto del trabajo— permanece a un nivel
secundario. En todos los casos de este género, en cada situación social de este
tipo se da una confusión, e incluso una inversión del orden establecido desde
el comienzo con las palabras del libro del Génesis: el hombre es considerado como un instrumento de producción,12
mientras él, —él solo, independientemente del trabajo que realiza— debería ser
tratado como sujeto eficiente y su verdadero artífice y creador. Precisamente
tal inversión de orden, prescindiendo del programa y de la denominación según
la cual se realiza, merecería el nombre de «capitalismo» en el sentido indicado
más adelante con mayor amplitud. Se sabe que el capitalismo tiene su preciso
significado histórico como sistema, y sistema económico-social, en
contraposición al «socialismo» o «comunismo». Pero, a la luz del análisis de la
realidad fundamental del entero proceso económico y, ante todo, de la
estructura de producción —como es precisamente el trabajo— conviene reconocer
que el error del capitalismo primitivo puede repetirse dondequiera que el hombre
sea tratado de alguna manera a la par de todo el complejo de los medios
materiales de producción, como un instrumento y no según la verdadera dignidad
de su trabajo, o sea como sujeto y autor, y, por consiguiente, como verdadero
fin de todo el proceso productivo.” (LE
7).
Y en
otro aparte agregaba:
“Se sabe que en todo este
período, que todavía no ha terminado, el problema del trabajo ha sido planteado
en el contexto del gran conflicto, que
en la época del desarrollo industrial y junto con éste se ha manifestado entre el «mundo del capital» y el «mundo del
trabajo», es decir, entre el grupo restringido, pero muy influyente, de los
empresarios, propietarios o poseedores de los medios de producción y la más
vasta multitud de gente que no disponía de estos medios, y que participaba, en
cambio, en el proceso productivo exclusivamente mediante el trabajo. Tal
conflicto ha surgido por el hecho de que los trabajadores, ofreciendo sus
fuerzas para el trabajo, las ponían a disposición del grupo de los empresarios,
y que éste, guiado por el principio del máximo rendimiento, trataba de
establecer el salario más bajo posible para el trabajo realizado por los
obreros. A esto hay que añadir también otros elementos de explotación, unidos
con la falta de seguridad en el trabajo y también de garantías sobre las
condiciones de salud y de vida de los obreros y de sus familias.
Este conflicto, interpretado
por algunos como un conflicto
socio-económico con carácter de clase, ha
encontrado su expresión en el conflicto
ideológico entre el liberalismo, entendido como ideología del capitalismo,
y el marxismo, entendido como ideología del socialismo científico y del
comunismo, que pretende intervenir como portavoz de la clase obrera, de todo el
proletariado mundial. De este modo, el conflicto real, que existía entre el
mundo del trabajo y el mundo del capital, se ha transformado en la lucha programada de clases,
llevada con métodos no sólo ideológicos, sino incluso, y ante todo, políticos.”
(LE 11).
En la
encíclica Centesimus annus, escrita,
como sabemos, a la caída de los regímenes de tipo comunista y con ocasión del
centenario de la encíclica de León XIII “sobre la cuestión social” (1° de mayo
de 1991)[14], el mismo Pontífice volvía e
insistía sobre la necesidad de observar el asunto económico, en su situación
actual, no sólo desde la perspectiva moral, sino, previa y más radicalmente antropológica:
“Da la impresión de que,
tanto a nivel de Naciones, como de relaciones internacionales, el libre mercado sea el instrumento más
eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades. Sin
embargo, esto vale sólo para aquellas necesidades que son «solventables», con
poder adquisitivo, y para aquellos recursos que son «vendibles», esto es,
capaces de alcanzar un precio conveniente. Pero existen numerosas necesidades humanas que no tienen salida
en el mercado. Es un estricto deber de justicia y de verdad impedir que queden
sin satisfacer las necesidades humanas
fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos por ellas... Por encima
de la lógica de los intercambios a base de los parámetros y de sus formas
justas, existe algo que es debido al
hombre porque es hombre, en virtud de su eminente dignidad...” (n. 34).
Así, pues,
1°) El capitalismo
“arraiga en una
peculiar concepción del hombre, en una antropología cuya raíz y fundamento es
el individualismo. De hecho, se valora al hombre en contraposición al régimen
de absorción que realizaba el tejido social comunitario en el período previo a
la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” en la Revolución
Francesa (1789), y propicia la expansión de la iniciativa particular, factor
del cual se benefició principalmente la burguesía. […]
“De otra parte, es decir,
desde la filosofía socio-política, podemos afirmar cómo el capitalismo se
inspira en el “liberalismo”. Esta concepción de finales del siglo XVIII y
comienzos del XIX fue una reacción contra el régimen de las corporaciones y de
los derechos soberanos de los reyes absolutistas de la época, abriendo al
hombre horizontes ilimitados para su libertad no sólo política. En efecto, sus
artífices identificaron la libertad con el libre albedrío. Mientras la libertad, en la perspectiva moral, es
una libertad-para, una propiedad del
ser humano para realizar en plenitud su naturaleza en forma integral y
armónica, y por eso sería mejor hablar de “liberación”, el libre albedrío, o acto mediante el cual el sujeto toma una
decisión, es un medio para realizar la libertad. Y, por su carácter de medio,
es un medio ambiguo, que, si se usa bien, permite alcanzar dicha plenitud;
pero, si se usa mal, esclaviza.
El pensamiento liberal cree,
entonces, que se desliga de sus obligaciones para con la sociedad cuando afirma
y proclama una libertad puramente teórica, una libertad-de, de corte
juridicista. No se siente obligado a colaborar concretamente a fin de dar a
todos los hombres las posibilidades reales de llegar a serlo plenamente, de ser
auténticamente libres. El liberalismo – así entendido – profesa que la razón
suprema de ser de la sociedad es crear condiciones para el ejercicio pleno de
la “libertad”, es decir, del libre arbitrio. Por eso la sociedad no debe
intervenir en los procesos socio-económicos. Debe garantizar tan sólo la
ejecución de los contratos y asumir la ejecución de aquellos servicios que
fueren indispensables para el funcionamiento de las actividades económicas pero
que, por no ser lucrativas, no interesan a los individuos particulares. Así, el
Estado no solamente debería estar separado de las relaciones de trabajo, sino
que debería ser un aliado incondicional de los intereses de la burguesía,
ámbito del que deberían proceder los nuevos candidatos para regir la
administración pública y la representación política[15].
El liberalismo, así
caracterizado, organizó la sociedad económica en “economía de mercado”, en la
que, buscando utilizar más racionalmente los recursos disponibles en cantidades
inferiores a las necesidades, y según la ley de la oferta y la demanda, con la
cual pretendía evitar desperdicios y carencias, históricamente no ha adaptado
la producción a las necesidades de la colectividad entera directamente sino a
través del poder adquisitivo de sus componentes. Pero, por cuanto este poder
adquisitivo está distribuido desigualmente, resulta entonces que, en una misma
comunidad, la demanda de bienes suntuarios puede ser ampliamente satisfecha,
mientras que la producción de bienes vitales es totalmente insuficiente.
Hoy en día no existe, sin
embargo, un liberalismo y un capitalismo en su forma primitiva, que hemos
explicado. Existen, sí, varios modelos neoliberales[16],
neocapitalistas, que se distinguen por la mayor o menor intervención del Estado
en los mecanismos económicos, en la fijación de precios y de salarios, p. ej.
Con todo, perdura en ellos su raíz de hegemonía del capital en el proceso
histórico de la vida de muchas naciones.”[17]
2°) La
concreción histórica del socialismo bajo la forma de una economía planificada
por un Estado centralizador hizo crisis (1989), y son prácticamente pocos los
Países en los que subsiste. Con todo, no huelga recordar la crítica antropológica que se hace
también de aquellos sistemas que adoptaron su ideología:
“La antropología sobre la
que se ha fundamentado el socialismo enfatiza la naturaleza social del hombre.
Según esta concepción, el hombre no puede realizarse como persona sino a través
de su inserción en la sociedad en la que todos sus componentes son iguales. Lo
social posee una importancia determinante y exclusiva en todo el proceso
histórico. ¿Qué es, para el socialismo, lo social? Cada sistema que ha existido
en el siglo precedente y ha adoptado esta ideología como su directriz lo ha
entendido a su manera: el Estado, la raza, la clase. Para estas corrientes de pensamiento
el hombre no tiene un destino personal transhistórico, ninguna significación
autónoma, singular: es, simplemente, una mera parte efímera en aras del
colectivo social. Fue fuente, en el pasado, de varias visiones utópicas; pero
desde el siglo diecinueve fue absorbido por el “socialismo marxista”, que, a
través de su análisis, aportó las dimensiones del determinismo histórico y del
materialismo dialéctico (G. F. Hegel y L. Feuerbach)”[18].
El
recién citado Papa JUAN PABLO II concluía su propio análisis acerca de estos
dos “sistemas” económicos y sociales de la siguiente manera:
“Volviendo ahora a la
pregunta inicial, ¿se puede decir quizá que, después del fracaso del comunismo,
el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén (deban estar)
dirigidos los esfuerzos de los Países que tratan de reconstruir su economía y
su sociedad? ¿Es quizá éste el modelo que es necesario proponer a los Países
del Tercer Mundo, que buscan la vía del verdadero progreso económico y civil?
La respuesta obviamente es compleja. Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel
fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de
la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre
creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es
positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de mercado», o
simplemente de «economía libre». Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el
ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana
integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro
es ético y religioso, entonces la
respuesta es absolutamente negativa” (CA
42ab)[19].
Así,
pues, como decíamos en mi obra recién citada,
“Ha de observarse, en
consecuencia, que el Papa tiene bien de presente una distinción entre dos
niveles de realidad: uno, el estrictamente económico, el del aparato económico,
comprendido como “modelo” y “mecanismos”; y otro, más amplio, porque incluye no
solamente tales estructuras económicas: el del “sistema cultural” con su
específica racionalidad que cobija toda la actividad humana. Y es sobre todo a
éste, más que a aquel, al que dirige sus observaciones críticas el Papa, porque
todo el sistema cultural, ignorando las dimensiones ética y religiosa, se ha
debilitado al limitarse únicamente a la producción de bienes y servicios”[20]
Podemos ya colegir conclusiones de unos y otros
presupuestos – y de hecho han sido obtenidas por parte de eminentes autores –
en el campo de la cultura, y específicamente en un orden tan sensible y
delicado como es el de la educación
de infantes, niños, adolescentes y jóvenes – por no decir también de adultos,
si es que se quisiera conceder que la educación es un proceso que dura toda la
vida –, particularmente. Pero también en los otros ámbitos de la vida social.
Nuestra propuesta no es deletérea en este campo; por el contrario, implica un
manejo recto, es decir, racional, razonable y razonado[21], de las fuerzas o
dinamismos que hacen al hombre “más humano”,
lo socializan, y restauran sus vínculos con la naturaleza, con los demás y
consigo mismo, permitiéndole integrar su trabajo de investigación y de
transformación con la contemplación, la solidaridad y la comunión.
47. Otro ámbito de la actividad y de las relaciones
humanas tiene que ver con aspectos “sociales con implicaciones económicas”.
Nos referimos a aquellas condiciones que hacen referencia a la vivienda y al
hábitat[22], a la salud, a la educación, a la “seguridad social”
(no sólo al seguro social), y a la migración y al turismo[23], entre otras necesidades.
Se trata, sin duda, de un campo amplio y decisivo que contribuye poderosamente
a la “personalización” o “humanización” de la mujer y del hombre, pero que
todavía está insatisfecho aún hoy en día para grandes segmentos de la población
latinoamericana y de la humanidad, porque se ha quedado en un cúmulo de intenciones, cuando no es que se lo ha
tergiversado al dirigirlo directamente contra los propios seres humanos, como
ocurre en el caso del tráfico de personas y de diversas formas modernas de esclavitud.
Se trata, pues, de un ámbito que desafía a la conciencia no sólo del cristiano,
y que, ante ante un clima de indiferencia bastante generalizado, suscita y urge
la preocupación por buscar y efectuar una transformación real de las
estructuras[24] creadas
por la misma sociedad, así como la conversión de las conductas personales que
tienen que ver con el mantenimiento de ese statu
quo.
Dados el contexto y la temática abordada por nuestra
investigación, la “educación”, que
acabamos de mencionar como valor social y cultural con implicaciones
económicas, merece una palabra, al menos, la enumeración de algunos de los
frentes de los debates y de algunas problemáticas que ella afronta hoy en día:
“Las
dificultades prácticas de ser maestro en un mundo globalizado, frente a grupos
cada vez más raciales y étnicamente mezclados, con la consecuente
responsabilidad de enseñar un currículum nacional o estatal construido con base
en supuestos culturales no compartidos por algunos alumnos, han llevado a la búsqueda
de orientaciones teóricas que pueden iluminar la realidad de las aulas
escolares […]
A
partir de la década de los setenta y con el trabajo seminal de Paulo Freire,
Iván Illich y Marín Carnoy, la antropología ya no podía seguir considerando a
la escuela como una institución ‘neutral’ o ‘inocente’ respecto de la
transmisión de los valores culturales. Sin embargo, la radicalidad de los
planteamientos de estos tres autores que cuestionaban los fundamentos mismos de
los sistemas educativos se fue matizando en la antropología educativa en los
Estados Unidos para enfocar sólo ciertos aspectos de funcionamiento […] Se
puede tener un panorama de los principales temas de preocupación de los
antropólogos educativos en la actualidad: las cuestiones de lenguaje y de la
enseñanza del idioma…, del aula…, de la educación bilingüe y bicultural…, y de
la identidad… Ocasionalmente se abordan temas de género…, de currículum…, de
enseñanza de las matemáticas…, de la comunidad escolar…, de la cultura
escolar…, del maestro…, y de la comercialización de la educación…, entre otros
[…]
Destacan
las implicaciones para la educación del cambio del nacionalismo económico a una
economía estructurada con base en una ideología neoconservadora de la
competitividad individual; la relación, ahora conflictiva, entre educación y
democracia; la discusión problemática sobre capital humano, capital social y
capital cultural; educación y productividad económica; la ‘credencialización’
de la educación (acumulación de títulos, diplomas, etc.) en la lucha por un
limitado número de puestos de trabajo; la naturaleza cambiante de competencias
y habilidades; educación, género y mercado de trabajo; la educación y la
eliminación del concepto de clase social; las inteligencias diferenciales,
incluyendo la emocional; políticas de reconocimiento de las diferencias
sociales, económicas, étnicas, nacionales, lingüísticas, de género, etc.;
educación en las sociedades poscoloniales; la ‘mercantilización’ de la
educación; el impacto de las nuevas políticas respecto de los docentes; la
educación y la jerarquía ocupacional; y los problemas de la equidad y de la
justicia social. Si bien estos son algunos de los grandes temas, la
antropología tampoco pierde de vista lo micro – lo que pasa en los diversos
niveles del aparato educativo – desde las secretarías hasta el aula, y tanto
los funcionarios y profesionales que toman las decisiones de política educativa
como aquellos encargados de implementarlas”[25].
Así, pues, la educación, no sólo la instrucción y la formación para el trabajo, es
esencial para el desarrollo social y económico de todas las personas y
naciones.
48. Conjuntamente con los aspectos anteriores la
actividad humana se realiza también en el área específicamente “social”,
la cual se refiere a las relaciones
estructurales de un individuo con los demás[26], y que incluye
aquellos factores relativos a lo laboral y profesional[27], a lo urbano-rural, a
las estratificaciones y la movilidad social, inclusive a la movilidad
universitaria y profesional, al analfabetismo y a otros aspectos que tienen que
ver con la enseñanza y la instrucción, con los tipos de familia, con la
integración familiar y la fecundidad, con la conformación de asociaciones de
diverso tipo y con la delincuencia, entre otros.
En referencia a la educación señalemos que a ella le
corresponde
empeñarse en promover al hombre integral del que venimos tratando, y que, entre otras de sus misiones propias, ella deba
ser vehículo para la transmisión de los antiguos y de los nuevos conocimientos.
Procesos de adquisición éstos, que, según afirmaba s. Tomás de Aquino,
normalmente no se producen sin esfuerzo, por cuanto “el modo connatural de conocer es
investigando y aprendiendo”[28].
Más
aún, las escuelas, colegios y universidades, inclusive y particularmente las
católicas, prolongando y complementando la acción educativa primordial de los
padres, se encuentran ante desafíos nuevos, especialmente los provenientes de
una “sociedad de consumo”, como los mencionados antes, lanzados por los
actuales contextos socio-cultural y político. Todo ello les exige investigar
las emergentes tendencias y necesidades que se presentan en su área, y elaborar
y poner en práctica recomendaciones de política educativa fundamentada en tales
resultados de investigación.
49. En conjunción con todo esto, la actividad humana
social se despliega también en el campo que se denomina técnicamente “la
cultura”; expresión que, en cierta manera, sintetiza o asume todo lo dicho
anteriormente, e inclusive otros aspectos más, como veremos (las relaciones
económicas, sociales, políticas, etc., crean auténticas “instituciones”). El
conjunto “cultural”[29], en
efecto, abarca todo cuanto produce el hombre – sea material o no, y su
actividad, así como el contenido de sus creaciones – que, sin poderse separar
tampoco de su base biológica, no se reduce a ella. Decir “cultural” no quiere
decir, sin embargo, perteneciente simplemente a un determinado período de la
historia, probablemente ya superado, además. De otra parte, la cultura no se
restringe a ser una especie de
“adorno”, propio de ciertas personalidades ricas en conocimientos literarios,
artísticos y científicos, o que están en manos de quienes han alcanzado altos
niveles de educación.
“Motor manejado por resorte”,
diseño de Leonardo Da Vinci
Así, encontramos el amplio campo de los saberes
denominados populares, portadores de valores tradicionales, tan divulgados por
los refranes y los dichos[31]. Pero es
digna de mención especial, en este contexto, la producción de saberes que
realizan los académicos mediante sus investigaciones científicas[iii],
comparativas o monotemáticas, individuales y, sobre todo, colectivas, no sólo
sobre su entorno natural, sino acerca de sí mismos, abarcando todas las
dimensiones del ser humano:
De la cultura hacen parte sustancial, por lo tanto, las
actividades relativas al descubrimiento y aplicación de las leyes[32] inscritas en el cosmos
y en el hombre (ciencias empíricas o naturales), así como a la invención y
aplicación de otras en sus comunidades y en sus instituciones[33] y
organizaciones (ciencias socio-analíticas), y las relativas a las ciencias
hermenéuticas (literatura, filosofía, historia, antropologías, teología[iv]), que
buscan el por qué y el para qué de la vida humana e investigan sus proyectos y
sus límites, sus incertidumbres[v], en orden
a obtener su anhelada superación y realización conforme a la valoración que
hace de sí misma y de su dignidad, y señalando los criterios según los cuales
se debería obrar para afianzarla y consolidarla (ética y derecho, entre otras).
Más aún, como hemos visto ya en otros momentos, precisamente a este nivel se
plantean los grandes interrogantes que se traza a sí mismo:
“¿Qué
es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a
pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las
victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad?
¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?”[34]
De la misma manera, y como una forma concreta de
compartir los bienes comunes, el trabajo mancomunado de equipos disciplinares,
multidisciplinares, trans e interdisciplinares[35] expresa en sus
múltiples formas la índole social y cultural del saber. El saber está y se crea en un tejido cultural y comunitario, y su aprovechamiento compartido es más efectivo si se
efectúa horizontalmente, es decir, entre personas o entidades que tienen
intereses y objetivos análogos. Tal es el caso, v. gr. del “Proyecto del Genoma
Humano”[36], en el que se establecieron
vínculos entre investigadores del mundo entero, que permitieron realizar
progresos notables en la determinación de la secuencia completa del genoma
humano. La información puede transformarse en saber gracias a la valiosa aportación de las tecnologías de la
información y la comunicación:
“El
aprovechamiento compartido del conocimiento es, por consiguiente, un potente
impulsor de la lucha contra la pobreza – afirma Koichiro Matsuura –. También es, en nuestros días, el factor clave
en la producción de riqueza […] (En el
caso de Finlandia, después de su crisis económica) las diferencias de
resultados entre estudiantes, como entre los centros docentes, son
sorprendentemente mínimas, lo cual demuestra que la equidad puede ir
perfectamente a la par con el éxito en la adquisición de conocimientos y logros
económicos […] Al ser el conocimiento un bien público al que todos deben tener
acceso, una sociedad basada en él tendría que ser una sociedad sin excluidos.
No obstante, el aprovechamiento compartido del conocimiento no podría reducirse
a una mera partición de este o al intercambio de un recurso raro que tratarán
de disputarse entre sí las naciones, las sociedades y las personas. En las
sociedades en red, la creatividad y las posibilidades de intercambio o
aprovechamiento compartido se multiplican. Estas sociedades crean un contexto
especialmente propicio al conocimiento, la innovación, la formación y la
investigación. Las nuevas formas de sociabilidad en red que se están
desarrollando por conducto de Internet no son jerárquicas, sino horizontales.
De ahí que constituyan un acicate para la cooperación, como lo demuestra el
ejemplo del ‘colaboratorio’ en el ámbito de la investigación, o el de los
programas ‘de fuente abierta’ en el campo de la informática. El surgimiento de
las sociedades en red, así como la correspondiente disminución de los costos de
transacción que conlleva, estimulan el auge de nuevas formas de organización
dentro de una misma comunidad de aprovechamiento compartido […] Estas prácticas
de nuevo tipo permiten albergar la esperanza de que sabremos encontrar un justo
equilibrio entre la protección de los derechos de propiedad intelectual –
imprescindible para impulsar la innovación – y la promoción de los
conocimientos de dominio público […] Ha de suponer un acceso universal al conocimiento,
como una participación activa de todos. Por lo tanto, será la clave de las
democracias del mañana, que han de basarse en un espacio público de nuevo tipo
en el que tendrán lugar verdaderos encuentros y debates con una participación
de la sociedad civil, permitiendo así tratar los problemas de la sociedad con
una óptica prospectiva […] Para superar esos obstáculos, las sociedades tienen
que invertir masivamente en educación para todos a lo largo de toda la vida,
como en la investigación, el ‘infodesarrollo’ y el fomento de ‘sociedades del
aprendizaje’, respetando más y mejor la diversidad de las culturas cognitivas y
los conocimientos locales, tradicionales y autóctonos. El aprovechamiento
compartido del conocimiento… no entraña una división del conocimiento, sino que
lo acrecienta y multiplica”[37].
Así sucede entre las actividades dedicadas a la
investigación y docencia/discencia del conocimiento, p. ej., en la teología, o
en las artes y disciplinas relativas a la medicina y a la fisiología en sus
diversas especializaciones[38] y
subespecializaciones, las cuales expresan, de múltiples maneras, las
concepciones “antropológicas” tan diversas que, sin duda, las subyacen. Gustavo
BUENO propone hacer un examen de aquellas realidades humanas que resalta, al
menos, la medicina:
“[La
antropología médica] Es la primera disciplina antropológica «categorial»
que se ha constituido como tal. El primer tratado sobre el hombre que
conservamos es, en efecto, precisamente un escrito del círculo hipocrático
atribuido a Pólibo, que comienza mostrando su voluntad categorial de referirse
al hombre precisamente desde la perspectiva médica («Para el que esté
acostumbrado a escuchar a quienes hablan de la naturaleza humana más allá de
cuanto ella guarda relación con la medicina, para ése no es útil oír este
tratado»).
La Antropología médica va
referida al hombre en tanto que es un cuerpo individual (es decir, no en tanto
que es un miembro de un grupo social o político) y complejo (es decir,
compuesto de partes formales y materiales heterogéneas)
susceptible de mantenerse en dos estados límites, a saber, como sano o enfermo.
Para decirlo en forma gnoseológica y atendiéndonos al eje sintáctico:
los términos del campo categorial de la Antropología médica serían los
individuos humanos corpóreos, enclasados según edades y sexos, en tanto son
sistemas de partes heterogéneas (órganos, tejidos, miembros, etc.), lo que
permitirá redefinir este campo como un campo de términos constituido por
órganos, tejidos, miembros, etc., pertenecientes a sistemas individuales,
enclasados según edades y sexos. Como relaciones categoriales y
específicas de la Antropología médica podríamos tomar precisamente a los
conceptos de salud y enfermedad que, en tanto son relaciones
(limitadas por la muerte, límite que no afecta, p. ej., al «hombre» de la
Teología), pueden determinar no solamente a las partes del individuo corpóreo
humano, sino a regiones suyas, a los órganos o miembros sanos o enfermos, en su
sentido total. En cuanto a las operaciones – y es el campo de la medicina el
lugar en donde, por antonomasia, las operaciones son llamadas «quirúrgicas» –
cabría decir, en general, que ellas son transformaciones (incluyendo los
trasplantes de órganos), orientadas a pasar al cuerpo individual o a sus partes
del estado enfermo a estado sano. La transformación inversa – a la que una y
otra vez contempla con nostalgia aquella clase de médicos que resulta estar
intersectada con la clase de los biólogos – está prohibida por la norma misma
constitutiva de la clase médica en general”[39].
De ahí que se pueda hacer no sólo un elenco de
cuestiones en las que se pretende estudiar una concepción de base acerca del
ser humano en medicina[40], sino de
aquellos problemas humanos por los que ella está más preocupada[vi] y en los
que concurren sus diversas disciplinas[vii].
Algo similar ocurre cuando se examina la producción de
los centros teológicos desde el punto de vista del “aprovechamiento compartido
del conocimiento” en la situación actual global y en la perspectiva de lo que
se suele llamar la “postmodernidad”[viii]. Más
aún, cuando se afirma por parte de muchos que hoy en día no sólo existe una
“realidad en transición” sino “en aplastamiento”, como lo sugieren quienes se
refieren a ella como una “sociedad líquida”, en la que (ya) no existen puntos
firmes, valores indiscutibles, ningún atolón al que nos podamos aferrar en
medio de un inmenso y embravecido mar, o contra el cual podamos incluso chocar.
Todo es fluctuante, irresoluto.
De ahí se desprende, se afirma, que la cultura y las culturas,
dado su carácter histórico, ponen de manifiesto aquel “relativismo cultural”[41] del que hablaremos a
propósito de los condicionamientos socio-culturales, un poco más adelante. Y
este toca, necesariamente, entre otras nociones, aquella fundamental en
nuestros análisis, la noción de “verdad”[42], y, entre otras
prácticas, aquellas referentes a la salud[43]. Los textos bíblicos
véterotestamentarios, hemos visto algunos ejemplos, dan buena cuenta de la
relación íntima existente entre la medicina – más experiencial o empírica que
científica en su momento – y otros ámbitos de la cultura, tales como la moral y
la juridicidad, a propósito, p. ej., de la higiene en lo que toca al ámbito de
la sexualidad (cf. Lv 12, 1-6; 15, 1-28; Dt
21, 12-13). Desde esa perspectiva cultural,
también hoy es necesario reconocer que, juntamente con la importancia que tiene
la relación experiencia-ciencia, la medicina debe acompañarse de la ética, así
como ésta y la teología, deben acompañarse de la medicina.
Por todo ello, bien ha podido afirmar el Conc. Vat. II,
en su descripción de la GS acerca del ser humano, que
“15. Tiene razón el hombre, participante de la luz de la inteligencia divina, cuando afirma que por virtud de su inteligencia es superior al universo material. Con el ejercicio infatigable de su ingenio a lo largo de los siglos, la humanidad ha realizado grandes avances en las ciencias positivas, en el campo de la técnica y en la esfera de las artes liberales. Pero en nuestra época ha obtenido éxitos extraordinarios en la investigación y en el dominio del mundo material. Siempre, sin embargo, ha buscado y ha encontrado una verdad más profunda. La inteligencia no se ciñe solamente a los fenómenos. Tiene capacidad para alcanzar la realidad inteligible con verdadera certeza, aunque a consecuencia del pecado esté parcialmente oscurecida y debilitada”.
No es
fácil, con todo, evitar también en este aspecto todo tipo de reduccionismo. Un
suceso dado, por ejemplo, puede ser descrito sólo en sus elementos visibles,
objetuales, como diremos un poco más adelante; pero su dinamismo íntimo puede
quedar oculto, o ser ignorado. Es necesario, por tanto, como interrogan las
disciplinas competentes, comprender tanto el por qué de dicho suceso, así como el cómo del mismo, ya que dicho dinamismo es una realidad espiritual que se hace cultural y, por tanto, social
(Benedicto XVI). En la base de todo
existen mujeres y hombres concretos, “de carne y hueso”, personas, conciencias
que fueron o son movidas por la fuerza de la verdad y del bien. Tener
conciencia viva de ello nos preservará de dejar sin un sentido y sin nuestra
propia dirección a la historia.
Con estos y otros ejemplos como los citados, podemos
afirmar que en el ámbito cultural se hacen presentes todas las relaciones
referidas anteriormente, y, además, incluir en él las formas institucionales
que cada pueblo y sociedad se quieren dar, en lo político y en lo jurídico, v.
gr., como enseguida vamos a considerar.
50. La noción de política (del lat. politicus, y este del gr. politiko,j) posee en la actualidad una triple significación. Se la puede entender, ante todo, como doctrina y como actividad; en cuanto a lo primero, se dice que es un arte, un saber o una opinión referente al gobierno de los Estados; en cuanto a lo segundo, se refiere hoy en día tanto a la actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos, como a la actividad de los ciudadanos cuando intervienen en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo. Las ciencias sociales han privilegiado este sentido (en inglés: politics), que hace relación a las fuerzas, instituciones y formas de organización que existen en una sociedad que se estructura a la manera de un Estado. Este, a su vez, está llamado a organizar al conjunto de sus miembros, a motivarlos y a colaborarles en el logro de sus propósitos comunes e individuales, y en la resolución y conciliación de sus diferencias. La política, por tanto, tiene que ver con la forma como una sociedad se ha organizado y ha distribuido el poder[44], así como con el grado de participación que ella a sí misma se da para la obtención de sus fines. Incluye complexivamente el tema de la democracia, p. ej.[45] Todo ello queda consignado en la institución política u ordenamiento jurídico fundamental, a saber, la Constitución Nacional.
Con todo, esta consideración de la política referida exclusivamente al Estado está siendo desbordada en la actualidad, ya que por política se está entendiendo cada vez más todo proceso mediante el cual cualesquiera grupos de personas toman decisiones, ya que estos procesos decisionales caracterizan tanto a los gobiernos civiles como a todas las interacciones humanas de grupos, llámense éstos, instituciones corporativas, académicas o religiosas. En estos grupos sociales existen, como se pueden reconocer, relaciones que involucran autoridad o poder, y en este sentido se puede aplicar la noción tanto a las regulaciones de una unidad política (Estados y componentes inferiores al mismo), como a los métodos, estrategias y tácticas empleadas para formular y aplicar políticas. Éstas, entonces, se definen como todo plan de acción que ha sido deliberado en orden a guiar las decisiones y a lograr un resultado considerado razonable (en inglés: policy[46]).
Existe, con todo, un más reciente y tercer significado de la expresión: se refiere a las opiniones que una persona posee en relación con las cuestiones relativas a la política, las llamadas “simpatías políticas”, que han dado lugar a toda una nueva disciplina dedicada a la investigación de las mismas y a las técnicas de promoción y persuasión con ideas políticas (“mercadeo” y “marketing” político[47]).
Ahora bien, los diferentes “partidos” (pero también
otras “fuerzas” o “movimientos”), a partir de un “proyecto de hombre” deseado o
idealizado por una colectividad, elaboran su “proyecto histórico” en el que convergen esos ideales y aspiraciones
comunes. Con este “proyecto histórico”, a su vez, producen su “proyecto
socio-político”, en el cual se clarifican los objetivos, criterios, estrategias
y programas, y con el cual se presentan a la comunidad para que ella opte entre
las diferentes alternativas en orden a obtener de la manera que mejor opina,
las metas señaladas en la Constitución de la Nación[48].
Es oportuno recordar a este propósito que no siempre fue
así en la historia, y que, como en muchas circunstancias y aspectos humanos,
fijarse en los procesos llevados a cabo nos conducen a una mejor comprensión de
las diversas especies de relaciones, y a observar los saltos cualitativos y
avances de humanización. Tal es el caso de las políticas, por cuanto
“Una gran evolución en la
cultura humana es la creciente habilidad del hombre para vivir en unión de un
gran número de sus semejantes. En los tiempos primitivos y en las sociedades más simples, solamente podían
organizarse algunos pocos centenares de gentes para formar una comunidad, o si
acaso algunos miles en ocasiones especiales. El hombre ha tenido que realizar
inventos en la organización social y en la distribución de bienes y en el
terreno político antes de que fuera posible la existencia de grandes estados
organizados. Al lograr el hombre un número creciente de estas invenciones, le
fue posible vivir en grandes comunidades e imponer la ley y el orden sobre
áreas cada vez más considerables. El comercio y la vida ceremonial unían a la
gente en forma apacible y circulaban las ideas. Los hombres recibían un
estímulo para pensar, construir y crear.[49]"
51. Pero la cultura comprende también todas las normas de
cada sociedad y los objetos inmateriales y simbólicos que ella considera
válidos (ideas) y que transmite a sus miembros mediante instituciones y
diversos procesos de socialización (la educación y la pedagogía – a la que
estamos dedicando especialmente todas estas páginas –, los medios de
comunicación, la comida, la religión[50], el folclor, el deporte[51]…); así como sus imaginarios,
sus actitudes, costumbres, hábitos, y sistemas de valores[52] – que no sólo son valores
éticos – por los que se guían[53]. En todo ello se destaca de qué
manera mediante la cultura se expresa la libertad del hombre, y, más aún, su
capacidad tan propia y característica de la apertura y de la entrega a los
otros y al Otro[54], en términos contemporáneos, su
“espiritualidad”. Relaciones éstas que pueden cumplirse en la creatividad y en
el respeto, pero también, lamentablemente, en la manipulación, y, aún, en la
destrucción del otro. No todo obrar, en consecuencia, aun procediendo del ser
humano – individual o social o colectivamente considerado – le es constructivo:
siempre existe la opción de obrar en contra de sí mismo y de su verdadero bien.
Refiriéndonos en particular a las manifestaciones
culturales, nombremos, en primer término y en especial, aquellas que corresponden
a acciones, palabras, gestos, lugares, objetos y tiempos cuyo conjunto forma lo
que tradicionalmente ha sido conocido o relacionado desde la antigüedad como la
“religión” y, en nuestros tiempos, como el “hecho”, “ámbito”, o “fenómeno
religioso”, cuya geografía e historia[55], filosofía[56], psicología[57], antropología[58], sociología[59] ha tenido en el último
siglo un desarrollo importante – su observación, análisis y sistematización –, así como ha sido hecha objeto de estudios desde la política[60], el derecho, la ética,
etc.
La religión nos refiere a esta “capacidad para Dios” y
“de Dios” por parte del ser humano que fuera muy bien testimoniada y expresada
por san Agustín DE HIPONA (354 - 430) en su célebre obra Confesiones:
Por una
parte, el texto expone la conciencia de este Doctor de la Iglesia, cuya fe
cristiana se fundamentaba en la constatación que él mismo hacía de la amplísima
extensión y expresión del hecho religioso como manifestación típicamente
humana. Se trata, efectivamente, de una manifestación que corresponde a una de
las más características búsquedas y tanteos – explicativos – que, en todo
tiempo y lugar, han realizado y realizan los seres humanos. Pero, al mismo
tiempo, la certeza que la fe cristiana le otorgaba al santo en medio de esa
misma experiencia suya religiosa, proporcionándole un sentido fuerte de
“ultimidad” y “trascendencia”, personal ciertamente – tanto su inteligencia
como su “corazón” se estremecen –, y de esperanza, en la seguridad del destino
final.
La cita
nos proporciona, además, otra constatación interesante acerca de este mismo
fenómeno humano: la expresión religiosa – y lo será con mayores razones la
expresión de la fe – es característicamente una expresión comunitaria, por ser
una relación que uno establece con el Otro, pero también con otros. “Nos” y
“nuestro” son las locuciones que empleaba Agustín para denotar que el hecho
religioso, aun cuando se da en la intimidad de cada sujeto humano – personal e
intransferible –, se trata de un acto eminentemente social y cultural, que
implica y exige su comunicabilidad humana entre sujetos que conviven en una
misma época y a través de las épocas, al tiempo que la expresa.
Pero hagamos también un mayor énfasis sobre
la estructura ética y jurídica[62] de las personas, a la que en el cap. II (cf. II.3 y 4, pp. 214ss) dimos un sintético tratamiento.
52. 1°)
Los seres humanos poseemos, en efecto, la capacidad – individual y colectiva –
de actuar según una intención más o menos consciente: entonces ejercemos una acción verdaderamente nuestra, y
mediante ella asumimos nuestra existencia y efectivamente le damos un sentido.
Entre las múltiples posibilidades que se presentan ante nosotros, decidir,
elegir y actuar en consecuencia manifiestan una preferencia de nuestra parte.
Detrás de esa decisión hay un juicio de valor, un juicio que, a veces, ni se
expresa, simplemente se vive. Pero está dirigiendo nuestra conducta. Según
esto, toda conducta ética es una preferencia activa, una valorización existencial
en la que se ha implicado la intervención de una voluntad libre, por una parte,
y por otra, una intervención del llamamiento que hacen los valores y el bien
humano.
El acto
ético involucra, pues, una doble referencia: dependencia, primeramente, de la
fuente de donde emana, es decir, la voluntad
libre: se trata de un acto del cual el hombre es su señor; y referencia, en
segundo lugar, al valor ético y al bien:
la acción humana en cuanto orientada hacia su fin. Surge de aquí la relación
estrechísima, y, a veces, sin duda, la tensión, que existe entre la voluntad y
el bien. Se trata de una especie de ecuación, según la cual "obrar
humanamente", es decir, obrar conforme a una voluntad deliberada y obrar
por un fin, por un bien, se identifican.
Lo ético,
pues, no es, como se podría pensar, un sobreañadido o un "lujo" del
hombre, sino todo lo contrario: la dimensión más peculiar de su propia
estructura constitutiva y caracteriza su comportamiento específicamente humano.
Es constitutivo irrevocable de su “ley natural”.
2°) Ya
hemos sostenido que, ante diversos estímulos, el hombre es libre para preferir
unas posibilidades ante otras, sin que ello signifique que su ajuste tenga
lugar por el mero ejercicio arbitrario de su libertad: porque el hombre es
libre, hay que pedirle que justifique
sus actos; es decir, que haya preferido no arbitraria ni subjetivamente, sino
que haya actuado conforme a su proyecto
fundamental, de acuerdo con un fin último, y conforme a unas normas
de razón que expresen y le permitan realizar adecuadamente su propio ser. ¡En
eso consiste la grandeza de la responsabilidad moral del hombre: en su
capacidad para responder y para sentirse responsable de la respuesta dada!
Ahora
bien, también mediante la consecución de hábitos dignos de su ser, mediante los
cuales va trasformando sus entornos cósmico y social, realiza el hombre una
actividad creadora. Se trata de una actividad que, en medio de su indigencia
permanente, constantemente lo hace necesitar y desear. ¿Podrá el hombre, en
medio de tales condiciones, realizar su vida conduciéndola hacia instancias más
valiosas? ¿Qué decisiones tendrá que tomar para sosegarse a sí mismo, para
satisfacer sus tendencias y alcanzar el logro de su destino? ¿De dónde obtendrá
la seguridad de que su actividad creadora ética sí responde a una motivación
valiosa, es decir, a una motivación preñada de sentido y que genere nuevos
valores positivos?
A
partir del momento en que existió en medio de agrupaciones primitivas o
prehistóricas, y tomó conciencia de sí y de su distinción de lo otro y de los
otros, el ser humano comenzó a comportarse de acuerdo con “reglas” que regirían
a su colectividad. Se trata éste de un dato que conocemos en todas las
sociedades humanas que han sido estudiadas[64]. Igualmente, es cierto que en cada cultura,
y en épocas sucesivas, se han dado expresiones morales diversas. Pero esto no
contradice lo anterior, sino que confirma el alcance universal del fenómeno
humano social moral y, al mismo tiempo, de los condicionamientos históricos que
se operan sobre él.
El
hombre, considerado tanto en su individualidad como en su sociabilidad, se va haciendo a sí mismo a través de
todo su comportamiento y a lo largo de su existencia, en su contexto
histórico-cultural. Sus acciones, desde las más triviales hasta las más
heroicas, manifiestan y encarnan las preferencias que ha decidido realizar en
orden a su logro personal. Al mismo tiempo, se ve volcado a su libertad
personal y a la de los otros, como sujeto y objeto de su auto-realización.
3°)
Ahora bien, nuestra experiencia nos aparece ligada, igualmente, a dos elementos
que son básicos en su estructura fundamental y que se reclaman mutuamente:
nuestra libertad y los valores. No pueden los unos existir sin la otra. El
objetivo de una vida ética consiste en realizar esos dos factores que son el
fundamento de la existencia humana. Surge entonces esta pregunta: ¿Qué debe uno
hacer si quiere conducir su vida como hombre, dando un significado y un sentido
a su existencia? Observemos que no se trata de dar ya aquí una respuesta que
indique el contenido material de unas reglas ni la fundamentación específica de
las mismas. Pretendemos advertir que cuando el hombre busca seguir y refugiarse
en la seguridad de unas normas es porque está manifestando su necesidad de
hacerlo. En otras palabras, se ve obligado a hacerlo porque quiere irse
construyendo e ir haciendo su vida a escala humana.
4°)
Este proceso de construcción, sin embargo, en una persona, no está
predeterminado, como lo constata la psicología del desarrollo de la personalidad;
y, mucho menos, si se lo mira en la perspectiva – que tanto hemos subrayado por
su peculiaridad desde la cristología narrativa e insistido en esta antropología
de correlatos – de "un desarrollo completo de la persona que le lleve a la
acción: acción transida por el Espíritu y por la presencia de Jesucristo, el
Hombre-Dios-para-los-Otros" (Peter-Hans Kolvenbach). Varios autores tratan
acerca de esta transformación y han propuesto diversas teorías. Ya hemos
aludido a ello (cf. nt. final xxix). Entre tales investigadores debemos
mencionar, a causa de cierta continuidad y desarrollo en su pensamiento, a:
Jean PIAGET (1896-1980)[65], Lev Semenovich VIGOTSKY
(1896-1934), Erik ERICKSON (1902-1994: cf. nt. 2232, p. 871) y, sobre todo,
Lawrence KOHLBERG (1927-1987)[66]. Aprovechándonos de sus
estudios consideramos lo siguiente:
a) KOHLBERG[67]
distinguía tres estadios o niveles del desarrollo moral. Denominaba al primero
de ellos “nivel
preconvencional”, que es el nivel de la mayoría de los niños menores de 9 años,
de algunos adolescentes y de muchos delincuentes[68]. Se enfoca la cuestión moral
desde los intereses concretos de los individuos implicados y en función de las
consecuencias inmediatas de sus actos: evitación de castigos y defensa de los
propios intereses. Las reglas y expectativas son aún externas al “YO”. Todavía
no se comprenden y tampoco se defienden. En
este sentido podríamos decir que no existe, propiamente, una “conciencia
diferenciada”, inclusive de tipo moral. La Iglesia Católica, con todo, a partir
de su experiencia, considera que este límite de edad se puede trazar, por lo
general, ya hacia los 7 años, edad a partir de la cual se puede decir que la
persona posee “uso de razón”, y antes de la cual se la denomina “infante” (c.
97 § 2).
b)
Sucede luego la primera etapa del desarrollo individual humano, a la que se
denomina como la etapa de heteronomía.
Consiste esta en que, durante ella, la actividad de un individuo es regida por
leyes o mandatos provenientes de otro. Kohlberg la designa “nivel convencional”
y corresponde con el nivel en que permanece una gran cantidad de adolescentes y
adultos, pero que, como etapa, dura relativamente poco, en las niñas, hasta los
diez, doce años, mientras en los varones, se aplaza hasta dos y más años. El
individuo ya se orienta en función de las expectativas de los demás o del
mantenimiento del sistema social. El término “convencional” implica someterse a
las reglas, las expectativas y las convenciones sociales, y a la autoridad, y
defenderlas porque son reglas, expectativas y convenciones de la sociedad. El
“YO” se identifica, por tanto, con las reglas y expectativas de los demás. Se
hace imprescindible recorrer esta etapa en el proceso de perfeccionamiento y
maduración de la persona humana, cuya meta y objetivo habría de consistir en la
formación de personas libres y moralmente responsables. Pero, puede ocurrir,
como hemos dicho, que, además de etapa, se la convierta en un nivel de
criterio, en el sentido de que para muchos la heteronomía sea un fin en sí
misma: se trata de aquellas personas que viven y comprenden la ética desde lo
mandado o lo prohibido, simplemente porque está mandado o prohibido, y del
premio o el castigo que llevan consigo sus acciones, forjando así una actitud
moral meramente externa, servil y forzada.
c)
Advierten los expertos que también existe – o, al menos, puede, o debería
llegar a existir – la autonomía. Esta
podría presentarse también como etapa o como nivel. Lograrla parece ser una
tarea difícil, pues si somos conscientes del significado que han tenido las
grandes revoluciones de los tiempos modernos (y estamos hablando de la
revolución copernicana, del evolucionismo, del marxismo, del psicoanálisis y
del estructuralismo) el hombre ha quedado descentrado y ha sufrido una tremenda
crítica por parte de la "trinidad de la sospecha" (K. MARX, S. FREUD,
F. NIETZSCHE[69]), llegándose no sólo hasta la
"muerte de Dios" sino hasta la muerte del hombre – o, a veces, del
“sujeto”-. Desde el punto de las concepciones religiosas se ejerce gran
resistencia a una autonomía total del hombre que lo llevara hasta un
endiosamiento y hasta una absolutización que traería gravísimas repercusiones,
especialmente en el campo moral. Esto impone que tengamos que delimitar bien
los aspectos de la autonomía ética:
Existe,
en primer lugar, una autonomía emocional
que es característica de la adolescencia y abarca una ruptura de los lazos
familiares y autoritarios de la niñez. Luego podemos señalar una autonomía a la
manera de un código interno que es
elaborado por el joven a través de una crítica consciente de las convicciones
previamente aceptadas y asumidas en forma inconsciente. Podemos señalar una
etapa posterior en la que la autonomía se entiende como deber absoluto que nace del interior profundo del propio sujeto, y
que consiste en aplicar los principios y valores morales de su auto-consciencia
a las exigencias de la realidad constituida en situación. Tal es el
comportamiento característico de la autonomía moral del hombre maduro adulto,
quien debe buscar una respuesta que satisfaga a todas y cada una de las
exigencias que poseen los elementos que estructuran la totalidad de la
situación real.
Ahora
bien: parece obvio que para que una persona pueda elaborar y dar efectivamente
esta respuesta autónoma haya tenido que emplear muchos elementos heterónomos
que le hubieran posibilitado su auto-comprensión y la comprensión de la
realidad. La persona recibe permanentemente una multitud de información
heterónoma que debe procesar para auto-comprenderse y auto-determinarse.
Una
última observación dice que nuestra experiencia testifica irrefutablemente que
todos necesitamos de la heteronomía en cierto modo y en algunas situaciones a
lo largo de nuestra existencia, precisamente porque nunca somos en todo
plenamente responsables debido a nuestros miedos, angustias y frustraciones que
nos empujan a refugiarnos en la seguridad de las normas, delegando nuestra
responsabilidad en los otros, e incluso en Dios.
d) Para
superar esa dicotomía entre éticas y morales “heterónoma” y “autónoma”, puesto
que creemos en una visión integradora de ambas, la expresión "ética (o
moral) ontónoma" – radicada en
el ser – refleja mejor cuanto venimos diciendo[70]. En efecto, Kohlberg, desde su perspectiva
de psicólogo estudioso de la educación moral, denomina genéricamente a ese
estado de “madurez” como “nivel postconvencional”, que alcanza únicamente una
minoría de adultos y (sólo) a partir de los 22-23 años. Entonces se construyen
principios morales autónomos que permiten a los sujetos llegar a una sociedad
ideal. Se ve más allá de las normas y leyes dadas por la sociedad,
comprendiéndolas y aceptándolas, pero basados precisamente en la formulación y
aceptación de los principios morales de carácter general que están debajo de
esas reglas. Estos principios entran en algunas ocasiones en conflicto con las
reglas de la sociedad, en cuyo caso la persona que está en este nivel juzga por
el principio más que por la convención. Hay una diferencia clara entre el YO y
las reglas y expectativas sociales. Defiende sus valores en función de los
principios escogidos en ella sin precisión de la autoridad o las reglas.
Para
nosotros, sin embargo, la ontonomía o
“ley del ser” nos remite no solamente a aquello que una persona logra captar y
realizar en relación con las normas morales, y sobre las razones de su
obligatoriedad, a partir de una cierta madurez alcanzada con la edad y con las
experiencias vividas, sino que se trata de una verdadera condición constitutiva
y dinámica, pero en cierto modo, previa, porque es más sustancial al ser
humano, pertenece a su identidad misma (“identidad en desarrollo”), a su “ley
natural”, y que servirá como punto de referencia para la reflexión y la
normatización ética..
Hoy,
cuando la mencionada actitud – sobre todo Occidental – “autónoma” desarrollada
en los dos últimos siglos ha llegado a tocar inclusive la comprensión misma de
la “conciencia”, haciendo que sólo sea considerado “racional” – es decir, lo
que parte de la razón – cuanto sea cuantificable, y que todo lo demás, sobre
todo las cuestiones referentes a la religión y a la moral, no entra en la razón
común ya que no es verificable, no está sujeto a comprobación mediante un
experimento, y, por lo mismo, son no-racionales, la resultante consiste en
considerar que sólo el “sujeto”, cada sujeto, únicamente el sujeto
individualmente considerado, es el criterio último de la moralidad y de la
misma religión. No existe una instancia superior al “sujeto”. La conciencia es,
por tanto, eminentemente subjetiva, y el “sujeto”, en la realidad, es su
experiencia, sus sentimientos, y desde éstos, decide. El “sujeto” se torna una
realidad aislada, monádica, cuyos parámetros no son permanentes sino mudables de
día en día, “según amanezca el clima”.
En la
tradición cristiana, por el contrario, la “conciencia” proviene de “cum-scire”:
las personas somos seres constitutivamente capaces de abrirnos a nuestro propio
ser, somos constitutivamente capaces de escuchar las voces que emite nuestro
propio ser, y, en él, la voz de Dios[71]. Podemos captar, pues, como estamos
describiendo en este capítulo, todas nuestras voces existenciales, voces de lo
que somos, ciertamente, pero también de lo que estamos llamados a ser. Capaces,
inclusive, de escuchar el llamamiento que nos hacen el bien humano y los
valores, aquello que nos hace verdaderamente grandes, porque no nos reduce a lo
que es material, cuantificable, sino que nos abre interiormente a lo esencial,
que merece también – y especialmente – ser escuchado.
En la
profundidad de nuestro ser podemos escuchar todas esas voces: por supuesto, las
voces que nos lanzan las necesidades del momento, las voces que nos lanza el
mundo material, pero también las voces del Creador que sí nos conoce y conoce
verdaderamente cuanto se refiere al bien y al mal moral. Esta consideración nos
obliga a volver sobre la realidad, desde otro punto de vista “problémica”, de
nuestra auto-realización.
En
efecto, esta auto-realización (o realización personal) es bien diferente de
aquel impulso – interior, sí, pero que también puede ser sutilmente reforzado
desde el exterior nuestro – que nos puede inducir a considerarnos los artífices
únicos de nuestra existencia y a cerrarnos sobre nosotros mismos. En efecto, es
inútil – y vano – desconocer que, en el proceso de la búsqueda y realización de
la verdad de nosotros mismos, como estamos viendo, encontramos también
numerosos límites: y uno importante es, quién lo creyera, la ab-solutización[72] de nosotros mismos. Por el contrario, la
auto-realización, en nuestra perspectiva antropológica, es otro de los
fundamentos de la ética de la “felicidad” (eudaimonía)
a la cual Aristóteles y Santo Tomás de Aquino señalaron como finalidad (intramundana válida pero, en
éste último, trascendente de la persona y de su obrar: es Dios mismo): consiste en la cooperación consciente, libre
y activa que aportamos nosotros a la acción de la gracia divina que nos
construye “secundum nos”, “ad modum nostrum”, conforme a nuestras
propias dimensiones constitutivas humanas. A la manera, precisamente, de la
encarnación del Verbo y de la manera como Él ha efectuado la redención. O, si
se quiere, a la manera como Dios mismo nos va construyendo a nosotros[73].
A
manera de recapitulación de lo que llevamos dicho, aportemos las palabras del
Papa BENEDICTO XVI quien, preguntándose precisamente por la “identidad en
desarrollo” de los seres humanos, respondía destacando la condición ética de
los mismos como su “sello” más característico:
“El hombre lleva en sí una
capacidad específica: discernir lo que es bueno y es un bien. Puesta en él por
el Creador como un sello, la sindéresis lo impulsa a hacer el bien. Movido por
ella, el hombre es llamado a desarrollar su conciencia por la formación y por el
ejercicio, para dirigirse libremente en su existencia, fundándola sobre las
leyes esenciales que son la ley natural y la ley moral. En nuestra época, en la
que el desarrollo de las ciencias atrae y seduce por las posibilidades que
ofrece, es necesario más que nunca educar las conciencias de nuestros
contemporáneos para que la ciencia no se convierta en el criterio del bien y
que el hombre sea respetado como el centro de la creación y no sea el objeto de
manipulaciones ideológicas ni de decisiones arbitrarias, ni sea más objeto de
abuso de los más fuertes sobre los más débiles…” [74]
Tendremos
que volver sobre este asunto tan delicado, por cuanto tiene qué ver con la
educación moral, una de las tareas fundamentales en las que todas las
instituciones de Iglesia, sobre todo las familias y los planteles pedagógicos,
no excluidas, de ninguna manera, las Universidades católicas y eclesiásticas,
tienen una misión propia y peculiar. Al profesional que se forma en ellas, en
efecto, podemos aplicar las palabras del Papa PIO XII cuando afirmaba:
“Es evidente que
el sabio y el médico, cuando abordan un problema de su especialidad, tienen el
derecho de concentrar su atención sobre los elementos propiamente científicos y
de resolverlo sólo en función de estos datos. Pero cuando se entra en el camino
de las aplicaciones prácticas en el hombre, es imposible no tener en cuenta las
repercusiones que los métodos propuestos tendrán sobre la persona y su destino.
La grandeza del acto humano consiste
precisamente en rebasar el momento mismo en el cual se realiza para comprometer
toda la orientación de una vida, para acarrear la toma de posición frente a lo
absoluto”[75].
La
cuestión ética nos confronta, pues, de la manera más radical, con la cuestión
relativa al sentido que tiene nuestra existencia, y, aún más, a la pregunta por
el Absoluto.
5°)
Concluyamos esta primera anotación relativa a la moral como dimensión
constitutiva humana señalando que, de todo lo dicho podemos sacar cuatro
grandes consecuencias:
En
primer lugar, que vivimos una verdad muy profunda, la verdad de nuestra
aventura y de nuestra realización personal. El mundo, la historia y la sociedad
nos forman positiva y negativamente; por eso frecuentemente tenemos que elegir
entre los distintos patrones o modelos de existencia (relativos a nuestro
estado de vida, a nuestra futura profesión o vocación) que nos ofrece el
contexto cultural en que estamos ubicados.
En
segundo lugar, que, si bien es cierto que todo hombre tiene aptitud y
posibilidades para conducir una vida
moral, no hay duda de que el contenido real de la auto-creación de la propia
personalidad ética (ηθος) tiene que construírselo cada uno a partir de una gran
desigualdad de oportunidades, no sólo por la presencia en una u otra cultura o
época histórica, sino por las coordenadas de la posición que esa persona ocupa
en el marco de una cultura determinada y de una época histórica concreta.
En
tercer término debemos observar que cuanto hemos señalado acerca de la ética
considerada como ejercicio individual es válido también para la sociedad en su
conjunto. También ella, a su manera, es un “sujeto” moral. Pero, examinada desde esta perspectiva, los
instrumentos para el análisis deben tener en cuenta la nueva situación, es
decir, que no sólo es posible examinar las relaciones interpersonales que se
establecen entre sujetos en comunidad, profesionales, v. gr., sino también
aquellas relaciones que conforman la estructura social y están mediadas por
instituciones sociales[76]. Este hecho bien nos da a
entender la necesidad de distinguir – no de separar ni contraponer – e
interrelacionar, el ámbito propio de una ética o moral personal, válida para cualquier individuo; el ámbito, particular,
de una ética o moral profesional, en
la que la anterior se concrete o se especialice de manera específica en las
condiciones relativas al ejercicio de una disciplina y profesión; y,
finalmente, el ámbito de una ética o moral social,
en la que se dé válido reconocimiento del aporte que ofrecen no sólo las
disciplinas sociales, que permiten un mejor conocimiento y tratamiento de la
realidad social[77], sino del de las disciplinas
humanas, que contribuyen al discernimiento de los principios, criterios y
decisiones morales, y del de las disciplinas empíricas que posibilitan una
mejor y más técnica implementación de dichas decisiones en dicha sociedad. Los
tres ámbitos son, por tanto, diferentes pero necesarios, y mutuamente se
implican, de modo que una decisión ética no cierra sus efectos “al interior” de
alguno de ellos exclusivamente[78].
Por
último, es necesario enfatizar, aún más, cuán clave es el problema “moral” para
el hombre y para la mujer, porque éste consiste en que construyan su propia
existencia de tal manera que no sea vivida inútilmente ni se malogre. Pensemos
en cierta noción de “progreso”, todavía muy en boga, y en la necesidad de hacer
este discernimiento moral a propósito del mismo:
“En el siglo XX, Theodor W.
Adorno expresó de manera drástica la incertidumbre de la fe en el progreso: el
progreso, visto de cerca, sería el progreso que va de la honda a la superbomba.
Ahora bien, éste es de hecho un aspecto del progreso que no se debe disimular.
Dicho de otro modo: la ambigüedad del progreso resulta evidente.
Indudablemente, ofrece nuevas posibilidades para el bien, pero también abre
posibilidades abismales para el mal, posibilidades que antes no existían. Todos
nosotros hemos sido testigos de cómo el progreso, en manos equivocadas, puede
convertirse, y se ha convertido de hecho, en un progreso terrible en el mal. Si
el progreso técnico no se corresponde con un progreso en la formación ética del
hombre, con el crecimiento del hombre interior (cf. Ef 3,16; 2 Co
4,16), no es un progreso sino una amenaza para el hombre y para el mundo”[79].
Así,
pues, la actividad que se ejerce en el cosmos y en la sociedad les exige a
mujeres y hombres que deban buscar un criterio válido que les permita elegir
una norma a la cual ajustar su conducta, una norma legítima. Pero, ¿cómo encontrar
el fundamento de su legitimidad sino en lo que ellos mismos son, en ese “hombre
interior” al que alude el Papa, en lo que Dios está construyendo en ellos? Se
trata de la tarea fundamental que se le impone a cada ser humano, y acerca de
la cual gira también el problema central de nuestra investigación: la capacidad
humana para buscar, conocer, abrazar y
mantenerse en la verdad – inclusive, muy característicamente, en la verdad de
sí mismo, y especialmente en la verdad acerca de Dios y de su Iglesia –; para
lo cual se requiere participar en el diálogo sincero y fecundo entre las
disciplinas que promueven el saber: diálogo al que están llamadas muy
particularmente las Universidades católicas, y para cuya promoción existen
especialmente las Universidades y facultades eclesiásticas.
Mas no
sólo ellas. Preguntándose por el problema de la búsqueda de la verdad y su
relación con el bien humano y con los valores – problema central de la ética –
el Papa BENEDICTO XVI encuentra que precisamente este es el lejano origen de
las universidades, al menos en Occidente. En efecto, en el texto que iba a
pronunciar en la Universidad “La Sapienza” de Roma afirma:
“Pienso que se puede decir
que el verdadero, el íntimo origen de la universidad se encuentra en el deseo
de conocimiento que es propio del hombre. Él quiere saber qué es cada cosa que
lo rodea. Quiere verdad. En este sentido se puede reconocer el interrogarse de
Sócrates como el impulso a partir del cual ha nacido la universidad en
Occidente. Pienso, por ejemplo, para mencionar sólo un texto, en la disputa con
Eutrifón, quien, frente a Sócrates, defiende la religión mítica y su devoción.
A lo cual Sócrates contrapone la pregunta: « ¿Crees tú que entre los dioses
existan realmente una guerra recíproca y terribles enemistades y combates…
Debemos, Eutrifón, decir que todo esto, efectivamente, es verdadero?» (6b-c).
En esta pregunta, aparentemente poco piadosa – que, sin embargo, en Sócrates
provenía de una religiosidad más profunda y más pura, de la búsqueda del Dios
verdaderamente divino – los cristianos de los primeros siglos se han reconocido
a sí mismos y su camino. Han acogido su fe no de una manera positivista, o como
la vía de salida a deseos no extinguidos; la han comprendido como la disolución
de la neblina de la religión mitológica para dar el puesto al descubrimiento de
aquel Dios que es Razón creadora y, al mismo tiempo, Razón-Amor. Por esto, el
interrogarse de la razón acerca del Dios más grande, así como también sobre la
verdadera naturaleza y sobre el verdadero sentido del ser humano, era para
ellos no una forma problemática de falta de religiosidad, sino que hacía parte
de la esencia de su modo de ser religiosos. No tenían necesidad, por tanto, de
soltarse o de dejar de lado el preguntarse socrático, sino, por el contrario,
podían, y más aún, debían acogerlo y reconocer como parte de la propia
identidad la investigación fatigosa de la razón para alcanzar el conocimiento
de la verdad entera. Podía, y aún más, debía, en el ámbito de la fe cristiana,
en el mundo cristiano, nacer la universidad.
Pero es necesario dar un
paso posterior. El hombre quiere conocer, quiere verdad. Verdad es ante todo
una cosa del ver, del comprender, de la theoría,
como la llama la tradición griega. Pero la verdad no es sólo teórica. Agustín,
al establecer una correlación entre las Bienaventuranzas del Sermón de la
Montaña y los dones del Espíritu mencionados en Isaías 11, afirmó una reciprocidad entre «scientia» («ciencia») y «tristitia»
(«tristeza»): el simple saber, dice, hace tristes. Y de hecho, quien ve y
aprende solamente todo lo que sucede en el mundo, termina por volverse triste.
Pero verdad significa mucho más que saber: el conocimiento de la verdad tiene como
fin el conocimiento del bien. Este es, también, el sentido del interrogarse
socrático: ¿Cuál es ese bien que nos hace verdaderos? La verdad nos hace
buenos, y la bondad es verdadera: es este el optimismo que vive en la fe
cristiana, porque a ella le ha sido concedida la visión del Lógos, de la Razón creadora que, en la encarnación de Dios, se ha
revelado juntamente como el Bien y como la Bondad misma”[ix].
¿Acaso
existe, de hecho, una sociedad sin “valores” y sin “valores éticos”? ¿Acaso
existe una sociedad que sea o pueda ser éticamente “neutral” (a no que pretenda
serlo por motivos de propaganda) frente a hechos tales como la corrupción, la
xenofobia, el acoso sexual, el deterioro del medio ambiente…?[ix bis].
Con
todo, uno de los efectos de la Ilustración ha sido – para muchos – no sólo la
distinción de los ámbitos ético y jurídico, sino, inclusive, su
incompatibilidad.
53. El derecho de los pueblos suele reconocerle a la
persona humana, en el plano intramundano, una preeminencia absoluta, que reclama
para sí nunca ser estimada como medio sino, únicamente, como fin en sí misma.
De hecho los ordenamientos jurídicos la consideran su centro y vértice[80]. De ahí nace la
necesidad de que cada persona sea reconocida, acogida, respetada, promovida y
tutelada en sus relaciones, y, precisamente, por el derecho.
Cada persona no es, pues, un simple “dato” ni una “cifra
estadística”: es, como hemos insistido en esta investigación, una “vocación”,
es decir, alguien llamado a realizar su propia estructura constitutivo-existencial
originaria en el espacio y en el tiempo; alguien que está llamado a actualizar
en la historia, y con todos sus dinamismos, esa propia estructura constitutiva
que estamos describiendo.
Precisamente esta estructura constitutiva fundamenta su
“vivir humano”. Ella es, en últimas, el criterio ético y jurídico primordial en
su despliegue a través de la historia. No debería existir, por lo tanto, una
contraposición entre este “vivir humano” y aquella “estructura fundamental
humana”, pues sólo se comprende que un ser humano llegue a realizarse con
autenticidad y en forma genuina siendo fiel a lo que él mismo es[81]. El derecho, en
consecuencia, halla aquí su imprescindible punto de referencia, pues la
experiencia de éste consiste en el vivir conforme a unas reglas que son
elaboración y realización de los hombres y para su propio beneficio común en
cuanto personas.
La persona humana es, por tanto, el fundamento global
del derecho; pero, así mismo, lo es de sus propios contenidos. Es en la persona
en donde se soportan sus diversas exigencias y es ella misma quien marca el
límite intrínseco de sus capacidades de realización. “A nadie se lo puede
obligar a lo imposible”[82]. Y, así
mismo, en su conciencia, sabe la persona que es capaz de llevar a cabo tales
exigencias, comenzando por las normas que expresan y tutelan su propia dignidad
y el valor de su vida, y otros “derechos-deberes fundamentales humanos”[83] que demandan nuestro
reconocimiento, respeto, promoción y defensa.
Así, pues, si existe un “orden objetivo de valores”,
sean ellos morales o jurídicos, éste se debe encontrar, precisamente,
intrínsecamente, en la persona humana. Y a dicho orden objetivo está obligada
la persona por su propia conciencia gracias a, y en razón de, su propia libertad
y responsabilidad. Se trata de un orden de valores que se impone a partir de sí
mismo y frente a todos los demás valores, y que ningún poder humano puede
derogar ni debería violentar o interferir.
Los anteriores planteamientos han sido tradicionalmente
objeto de la enseñanza de la Iglesia Católica, p. ej., cuando examinamos un
pronunciamiento como el del Papa JUAN XXIII en la encíclica Pacem in terris de 1963:
“Todo
ser humano es persona… y, por lo mismo, sujeto de derechos y de deberes que
brotan inmediata y simultáneamente de su misma naturaleza: derechos y deberes
que son, por esto, universales, inviolables, inalienables y no pueden
renunciarse por ningún concepto”[84].
Y, como decimos, de esta obligatoriedad intrínseca de
los derechos y deberes humanos surge la exigencia, en conciencia, de acogerlos
incondicionalmente, de respetarlos efectivamente y de cumplirlos fielmente. Más
aún, de esta reivindicación no debiera sustraerse el derecho en sus contenidos
normativos, aun los más simples, si pretende dirigir y regular, en verdad, una
convivencia social digna de personas.
Es propio del derecho ser imperativo, ordenar la vida
social con carácter obligatorio y exigible, de modo que su trasgresión puede
llevar consigo una sanción social, o una pena. Pero no cualquier razón
justifica suficiente y válidamente la exigencia de las normas del derecho, sino
sólo, en últimas, su referencia a la persona humana, en cuanto las normas
actualizan de manera específica las exigencias humanas primordiales.
Por último, también sólo la persona humana justifica, en
últimas, la finalidad intrínseca del derecho: el bien común consiste,
precisamente, en el logro más pleno y más expedito del crecimiento integral de
todas las personas. El derecho, que está al servicio de las personas, está
llamado a buscar la promoción “de todo hombre y de todo el hombre”, como
afirmaba el Papa PABLO VI en referencia al “desarrollo auténtico” o “integral”[85]. De esta manera, el
derecho, por su vinculación con el bien común y por ser instrumento insustituible
y definitivo para lograrlo, tendrá que ver con el desarrollo de normas que
contribuyan positivamente, entre otras tareas:
- a que los recursos materiales, tanto públicos como privados, sean debidamente utilizados y ordenados en su gestión diversificada en razón de su destino universal para todos los hijos de Dios;
- a que se promuevan y alcancen altas formas de convivencia entre los distintos grupos humanos;
- a que la educación y la cultura se cimienten sobre el respeto por los derechos humanos;
- a que los ciudadanos puedan acceder a las funciones y a los oficios públicos de la sociedad en términos de igualdad y con arreglo a legítimas y equitativas normas y procedimientos;
- a que exista seguridad jurídica, de modo que se prevenga cualquier uso arbitrario del derecho[86];
- a que el ejercicio de los derechos y de las obligaciones fundamentales humanos, particularmente los referidos a las libertades de conciencia, religión y culto, sean protegidos y tutelados debidamente;
- etc.
A esta claridad conceptual, sin embargo, no ha llegado
la humanidad sino tras un largo y complejo proceso de conciencia para asegurar
los fundamentos históricos de lo que se llama hoy en día el “estado de
derecho”. Ya nos hemos referido a algunos de esos pasos, y, sin duda alguna, a
aquél que, ya en los tiempos históricos, diera Hammurabi[87]. Su mención al
respecto es oportuna, pues se considera que “el derecho” es la alternativa a los procederes que se
justifican en “la violencia” y, sobre todo, de aquella violencia que se origina
en la venganza[88]. Y ello,
en el campo de la educación y de la familia, por lo demás como en el resto de
las relaciones sociales, sobre todo cuando ello se relaciona con “el poder”,
tiene inconmensurables y fundamentales consecuencias.
54. Prosiguiendo nuestra descripción de los elementos
constitutivos de humanidad debemos indicar que en la cultura se integran
también los objetos que fabrican y utilizan los miembros de una
comunidad[89], inclusive sus “tecnologías”
(cf. CIV 68-73). Todos estos objetos son – habrían de ser considerados
no sólo ni meramente de forma utilitaria, válida y, en sí misma humana, (como
que ha caracterizado al homo habilis desde la antigüedad) – excelente
expresión e instrumento de la condición simbólica humana, cuya carga se
manifiesta, p. ej., en su plasmación o plasticidad objetual religiosa (cf.
icónos o íconos defendidos por San Germano, Patriarca de Constantinopla de 715 al 730). Íntimamente ligadas a los objetos, cuya
expresión nobilísima son, encontramos:
55. Y, por último, encontramos el área estética, en la que se incluyen las artes, y, también, en
cierto modo, lo religioso o
específicamente cultual[x] - la sagrada liturgia es en sí misma un arte (Martin Mosebach) –, por cuanto tales actividades tienen que ver con
las expresiones creativas simbólicas y bellas, y con la celebración de Quien,
por excelencia, es la Belleza[90], la Verdad[91] y el Bien[92].
Quizás ha sido Romano GUARDINI quien mejor nos ha
compartido su mirada fundamental y contemporánea acerca del arte desde la
teología. Nos narra lo que se puede afirmar de cualquier experiencia artística
a propósito de lo que es encontrarse ante un lienzo en blanco – como lo sería
ante un papel pautado –, como punto de partida; y ante la obra culminada, que,
en su pregunta por su sentido, nos remite a Dios. Decía él:
“La
obra de arte toma parte en la realidad. Surge del anhelo de esa existencia
perfecta que no existe, pero que el hombre, a pesar de todos los desengaños,
piensa que debe llegar a existir; donde lo que es haya alcanzado su plena
verdad y la realidad se haya sometido a lo esencial; donde las cosas estén en
la interioridad del corazón que se ha abierto, y el corazón hable a través de
la liberada diversidad de las cosas. […] Así, el arte adelanta un esbozo de
algo que todavía no existe. No puede decir cómo será; pero da una garantía
misteriosamente consoladora de que vendrá. Detrás de cada obra de arte se abre,
no se sabe cómo. Algo surge. No se sabe qué es, ni dónde, pero se siente la
promesa en lo más íntimo.
La
obra sólo recibe de Dios su auténtico sentido. La Revelación habla de que el
nuevo mundo […] no es posible por parte del mundo natural mismo […]
Ciertamente, en el mundo está la gran riqueza de lo posible: logros, acciones,
superaciones, elevaciones vitales de toda especie, grandes, hermosas y
verdaderamente dignas de lucha; pero todas estas cosas corren dentro de esa
primera puesta en marcha que se llama precisamente ‘vida’ […] Eso, el auténtico
porvenir, debe realmente ‘venir’ a nosotros, desde Dios […] De ese nuevo ser
habla el arte; a menudo sin saber de qué habla.
De
todo ello proviene su carácter religioso. Tal como aquí nos referimos a él, no
procede de contenidos directamente religiosos de la obra concreta. Los hay,
naturalmente, y habría mucho que decir de qué significa que un mensaje
religioso no se manifieste con palabras sino con la forma artística. Pero aquí
se trata de otra cosa: de ese carácter religioso que reside en la estructura de
la obra de arte en cuanto tal, en su alusión hacia el porvenir…”[93]
Esta capacidad humana[94] nos vuelve, con todo,
a los comienzos de nuestra descripción, pues toca no sólo con los “datos” que
arroja una búsqueda sobre los verdaderos
“constitutivos esenciales humanos”, sino con esa capacidad para buscar y encontrar un sentido a todo lo que hace tan
multifacéticamente, encontrando que ésta es, así mismo, uno de ellos, y, más
aún, el fundamental, por ser transversal y aglutinante de todos ellos, presente
en muchas culturas de toda la tierra. Lo expresa profunda y adecuadamente H. U.
VON BALTHASAR:
“La realidad del mundo, a
cualquier orden que pertenezca, de la naturaleza o de la historia, del mundo
externo o interno, del dominio infrahumano o del humano, de lo corporal a lo
espiritual, no se presenta como dada sino dentro de una prestación de sentido y
de ser por parte de la razón, que así se muestra como una función no sólo
pasivamente imitadora, sino activamente interpretadora y enjuiciadora. Por eso
tiene que velar una ciencia propia sobre esa capacidad, para examinarla y justificarla:
la filosofía. La filosofía, al descubrir los presupuestos para la función de la
razón, que funda y otorga sentido, situándolos en su apertura a la totalidad
del ser – con lo cual aparece necesariamente el pensamiento del ser absoluto o
divino – que se encuentra necesariamente con que limita con la religión, si es
que no está ya identificada, en su propia hondura, con el lado intelectual de
la religión, o, lo que viene a ser lo mismo, con la ‘teología natural’. De este
modo, la ciencia toca por abajo, por lo menos, el borde de lo ‘abierto’,
necesario para que ocurra el hecho de la Revelación cristiana”[95].
Las
relaciones estéticas de manera nueva nos permiten interrogarnos, pues, desde
otra perspectiva, por la “identidad” del ser humano. Nos exigen que no perdamos
de vista que todas las dimensiones y factores esenciales vocacionales del ser
humano forman parte de su integralidad existencial y que existen en nosotros
como dinamismos en proceso de crecimiento y de desarrollo – ¡si queremos que no
se frustren! –. A través de ellos se expresan aquellos otros potenciales que
nos caracterizan de manera tan propia, como son la “alteridad”, la
“trascendencia”, la capacidad para “dar sentido” a cuanto nos rodea y para
“darnos sentido” a nosotros mismo. El Papa BENEDICTO XVI destacó éstos últimos,
precisamente, como propios del ser humano:
“En el curso de vuestro
coloquio, habéis experimentado que las ciencias, la filosofía y la teología se
pueden ayudar para percibir la identidad del hombre, que está siempre en un
hacerse. A partir de una pregunta sobre el nuevo ser surgido de la fusión
celular, que es portador de un patrimonio genético nuevo y específico, habéis
hecho aparecer elementos esenciales del misterio del hombre, marcado por la
alteridad: ser creado por Dios, ser a la imagen de Dios, ser amado hecho para
amar. En cuanto ser humano, nunca está él cerrado sobre sí mismo; es siempre
portador de alteridad y se encuentra desde su origen en interacción con otros
seres humanos, como nos lo revelan cada día más las ciencias humanas. ¡Cómo no
evocar aquí la maravillosa meditación del salmista sobre el ser humano tejido
en el secreto del vientre de su madre y conocido, al mismo tiempo, en su
identidad y en su misterio, por solo Dios, que lo ama y lo protege! (cf. Sal 138 -139-, 1-16).
El hombre no es el fruto del
azar, ni de un haz de convergencias, ni de determinismos, ni de interacciones
físico-químicas; es un ser que goza de una libertad que, teniendo en cuenta la
totalidad de su naturaleza, trasciende esta última y que es el signo del
misterio de alteridad que la habita. Teniendo presente esta perspectiva el gran
pensador Pascal decía precisamente que «el hombre sobrepasa infinitamente al
hombre”. Esta libertad, que es propia del ser-hombre, hace que esta última
pueda orientar su vida hacia un fin, que él puede, mediante los actos que
realice, dirigirse hacia la felicidad a la cual está llamado para la eternidad.
Esta libertad hace aparecer que la existencia del hombre tiene un sentido. En
el ejercicio de su auténtica libertad, la persona plasma su vocación; se
realiza; ella da forma a su identidad profunda. Mediante la puesta en obra de
su libertad la persona ejerce su responsabilidad propia sobre sus actos. En
este sentido, la dignidad particular del ser humano es, a la vez, un don de
Dios y la promesa de un futuro”.[xi]
Lo anterior demuestra que la unidad sinfónica[96] del “compositum” humano no queda expresada
única y simplemente por su anatomía y su fisiología. Ni tampoco por su sola
capacidad intelectual, etc. Pretender reducirlo a estas dimensiones, o a una de
ellas, sería dejar escapar la historia y la cultura como rasgos genuinos y
característicos de humanidad[97]. Bien se ha precisado,
por ello, la importancia de la interacción y desarrollo total, integral y armónico
de las diversas dimensiones de cada individuo mediante lo que se denomina una
“educación integral” auténtica, incluso en la perspectiva de su fin último (cf.
c. 795), en la que la estética y la moral, v. gr., poseen una propia y peculiar
aportación[98]. Se
comprende así por qué se promueve la importancia del perfeccionamiento del
aspecto corporal, p. ej., desde perspectivas culturales propias como las de los
estudios musicales, y concretamente los orientados a los niños y jóvenes,
mediante los cuales se pretende “ampliar la imaginación, promover formas de
pensamiento flexibles, fortalecer la capacidad para desarrollar esfuerzos
continuos y disciplinados, a la vez que cuanto reafirma en ellos la confianza
en sí mismos”[99]; o
también, como lo que afirma la apreciada Profesora de Teatro Carlota LLANO
cuando dice que, mediante ese mismo perfeccionamiento, se logran desarrollar “temas vitales para la formación
del actor” tales como “flujo, ritmo, organicidad y energía”[xii],
y que, para cualquier universitario, servirían como una ocasión, incluso, para
aprender a hablar en público. Una universidad no podría desatender cualquiera
de estos factores, por el contrario, debería lograr tenerlos todos suficiente,
debida y adecuadamente en cuenta.
Con los elementos que hemos ido mostrando – y que aún
seguiremos examinando – bien podemos afirmar que, al dar un nuevo vistazo
general al estado de la “cultura” hoy, es necesario enfatizar en la necesidad
de que ella sea “auténtica”, e insistir en que hay que “rescatar” una cultura auténtica: se trata de un
trabajo, sin duda, formidable. Pues en medio de fuertísimas tendencias
materialistas (de producción de bienes y servicios) y totalitarias
(estructurales, que impiden una adecuada socialización y democratización) que
quieren imponer en las actividades su “lógica”,
su “racionalidad”, y, sobre todo, sus puntos de apoyo antropológico, se
hace extremadamente difícil la promoción de relaciones sociales que posibiliten
una nueva, efectiva y cumplida relación con Dios, que acerquen a los hijos de
Dios solidariamente entre sí, que les permitan reconstruir los tejidos natural
y social, y a cada persona, grupo y comunidad ejercer un control razonable,
legítimo y real de los procesos de urbanización e industrialización, p. ej.,
entre otros asuntos y proyectos. Todo esto – contribuir en la recomposición
general de los tejidos –, sin duda alguna, forma parte de la misión
evangelizadora de la Iglesia en el mundo de nuestro tiempo, puesto que ello
tiene qué ver también con la búsqueda, acogida, celebración, profundización,
vivencia, mantenimiento y proclamación de la
verdad revelada por Dios acerca del hombre; así mismo, ad intra,
significa su conformación histórica actual, por acción del Espíritu,
como Iglesia de Cristo – su drama –.
La encarnación del Hijo de Dios ha puesto en evidencia y
solidificado la “otra lógica”,
enraizada no sólo en el ser que somos sino también en el que estamos llamados a
ser. En nuestro tiempo ha sido particularmente el teólogo Hans Urs Von Balthasar,
en mi opinión, quien mejor lo ha captado y expresado[100]. La “verdad”, pues, no
es sólo un asunto epistemológico – sea éste de carácter enunciativo o
explicativo –, y ni aún siquiera ético, como lo hemos reiterado en diversos
lugares de esta investigación, sino principal y radicalmente ontológico, y más
en particular, antropológico, por cuanto ella es transformadora del hombre y de
su realidad, indica (la radical necesidad de) una consciente y deliberada
orientación en la construcción de sí mismo, como individuo, ciertamente, pero
sobre todo como humanidad.
Por eso, en lo que concierne al tratamiento “razonable”
y “razonado” de cuanto tiene que ver con el ser humano en su integralidad, y
especialmente en lo que pertenece a la experiencia, al hecho y al fenómeno
religioso – sin dejar de lado las disciplinas que muy ventajosamente los tienen
como su objeto de estudio, y recibiendo de ellas múltiples y necesarias
aportaciones – es propiamente a la “teología” a quien compete un saber
correspondiente. En el capítulo siguiente tendremos que volver sobre el aspecto
moral que lleva consigo esta
dimensión antropológica, cuyos rasgos primordiales se remontan a los albores de
la propia historia, y de los que hacen eco los textos bíblicos:
“«Faciem tuam, Domine, requiram»:
Tu rostro buscaré, Señor (Sal 26, 8). Peregrino en busca del
sentido de la vida y envuelto en el gran misterio que lo circunda, el hombre
busca, a veces de manera inconsciente, el rostro del Señor. «Señor, enséñame
tus caminos, instrúyeme en tus sendas» (Sal 24, 4). Nadie podrá quitar
nunca del corazón de la persona humana la búsqueda de Aquél de quien la Biblia
dice «Él lo es todo» (Si 43, 27), como tampoco la de los caminos para
alcanzarlo.”[101]
56. Ahora bien, todo cuanto hemos señalado como
dimensiones interactivas y procesuales constitutivas de la persona y de la
personalidad humana considerada en su integralidad, queda incompleto inclusive
si no tuviéramos en cuenta lo siguiente:
En primer lugar, que las diversas dimensiones humanas no
se dan sino dentro de un contexto o situación bien caracterizada, y que sin
dicho contexto no es posible comprender cabalmente los procesos que se producen
en un individuo gracias a su interrelación con el ambiente. Las diversas
dimensiones humanas, por lo tanto, son ciertamente afectadas por una dimensión
histórica transversal, y ésta, a su vez, es producto de las acciones libres
realizadas por el hombre.
En segundo lugar, que así cada una de las
manifestaciones del ser humano reclame para sí misma un ámbito para la
definición y el desarrollo de su legitima autonomía[102] (de donde se originan
diversos saberes, artes, disciplinas, técnicas y ciencias), se refieren, sin
embargo, al mismo hombre-mujer, simultáneamente uno[103] y múltiple; y que no
pueden evitar su connotación de relativas y, en consecuencia, cada una su
exigencia de Absoluto.
Por eso afirmamos, en nuestra auto-consciencia e interiorización, que las
personas hemos hecho, hacemos y podemos hacer experiencia de un profundo
sentido de lo ilímite en el espacio y en el tiempo, que contradice la evidencia
de nuestra propia mortalidad; y que, por eso mismo, somos espíritu y carne,
razón e instinto, inteligencia y sentido, pero ello de tal modo que, al nivel
actual del ser humano que somos, nunca la carne se da sin el espíritu, ni el
espíritu sin la carne, implicándose totalmente y mutuamente.
En tercer término, que si bien todas las artes y los saberes
proceden de seres humanos y ello los caracteriza como industrias, oficios y
técnicas humanos, es decir, les
proporcionan una intrínseca nobleza, ellos, a su vez, y de modo del todo
particular las ciencias, contribuyen decisivamente a la perfección de quienes
los cultivan, así como al perfeccionamiento del mundo. De ahí la importancia
que vienen a ocupar las instituciones y los procesos educativos – y
reeducativos – en los cuales una completa
concepción del ser humano, hecha suya, se transforme en normas morales
fundamentales, en estándares éticos no negociables, en propuesta de escala de
valores. Eso por una parte. Pero, de igual modo, esa asunción integral del ser
humano, en perspectiva de bien común, debería expresarse en la atención que
urgen la producción y la distribución de bienes y de servicios, dado el
altísimo impacto social, económico, ecológico y político que ellas poseen.
Altísimas calidades humanas, pues, y competencias técnicas aunadas a ellas, les
permitirán a personas y comunidades proveerse mejor para el futuro. De esta
manera, todas las dimensiones humanas expresan y requieren una responsabilidad
fundamental personal y social del ser humano consigo mismo, frente a los demás
y en su relación con Dios. Más aún, debemos afirmar que todas ellas son
capacidades que apuntan a un ejercicio concreto en el pueblo de Dios, que es la
Iglesia, como bien ha expresado el Papa FRANCISCO a propósito de la cultura que
es como la síntesis de ellas:
“La
noción de cultura es una valiosa herramienta para entender las diversas
expresiones de la vida cristiana que se dan en el Pueblo de Dios. Se trata del
estilo de vida que tiene una sociedad determinada, del modo propio que tienen
sus miembros de relacionarse entre sí, con las demás criaturas y con Dios. Así
entendida, la cultura abarca la totalidad de la vida de un pueblo [cf. III
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del caribe, Documento de Puebla (23 marzo 1979),
386-387]”.[104]
Dado el
progresivo descubrimiento y afianzamiento, autonomía y desarrollo que ha tenido
cada una de estas dimensiones humanas; dados la coexistencia de la percepción y
valoración de las mismas, e, inclusive, el antagonismo que entre tales
percepciones se ha presentado a lo largo de la historia y se sigue presentando
en el momento actual, pertenece a la Iglesia entera, como actualización y
concreción de la acción del Santo Espíritu del Resucitado – y a todas las
mujeres y hombres de buena voluntad en quienes también opera la Trinidad –, y
de manera muy propia a sus instituciones universitarias – son éstas fruto
cultural insigne: ¡en ellas confluyen y operan todas esas manifestaciones
bio-psico-socio-culturales de manera no meramente informativa! – plantearse
este primordial examen sobre aquellas, ofrecer espacios para el debate
acerca de sus concreciones históricas (pasadas, presentes y posibles futuras),
sobre sus implicaciones y consecuencias (éticas, jurídicas, políticas…), e,
inclusive, mostrar su propia opción antropológica, ciertamente en una
perspectiva cristiana (de manera similar a cuanto tratamos de examinar en el
capítulo anterior).
Notas de pie de página
[1] Con Wilhelm DILTHEY comenzó la llamada “psicología de la
cultura”, que consideraba desde la filosofía el arte, la música y la
literatura, conformando un concepto global de “cultura” e intentando hacer una
interpretación de la historia desde el punto de vista de la psicología. Hoy se
prefiere considerar estas problemáticas desde la perspectiva de la
psicoantropología de la cultura, mientras la etnología se dedica al estudio de
las sociedades en las que no existe escritura.
[2] Esta situación constituye un reto, p. ej., para la psicología
clínica, viéndose abocada a contribuir al análisis y solución de los problemas,
generando nuevas formas de comprensión y trabajo.
[3] En varios lugares y contextos destacamos esta
condición. Téngase en cuenta la raíz cristológica de la misma en la que
Jesucristo es el Tu,poj
(cf. cap. IV, II.2.d.13 especialmente la nt. 1894) y que Pablo (cf. Ef
5, 22-33) y Juan (2Jn) correlacionan con la ekklesia.
[4] ARISTÓTELES: Ética a
Nicómaco, libro VIII, c. 12 y 14.
Francisco DE VITORIA: Relección sobre el Matrimonio, 1ª parte, n 2 (a.
1531), en Teófilo URDANOZ (ed.): Obras de Francisco de Vitoria. Relecciones Teológicas BAC Madrid 1960. Ralph BEALS y Harry HOIJER: Introducción a la Antropología, o. c. p. 60, nt. 127: para el “matrimonio”, cf. p.
509ss; para “la familia y el parentesco”, cf. p. 475ss. Algunos hoy piensan que
la “familia” ha sufrido muchos cambios, y prefieren, dada la amplitud del
fenómeno, “rediseñarla”, y proponen, p. ej., una definición tan amplia que se
vuelve equívoca: “conjunto de valores, principios y sentimientos compartidos”,
para dar una muestra de ello.
[5] Cf. Silvio BOTERO: La familia en el Tercer Milenio Ediciones
San Pablo Bogotá 2000 117, citado en: Alberto
y Constanza ALVARADO: Conferencia “Equipos de Nuestra Señora, comunidades vivas
de parejas”, X Encuentro
Internacional de los Equipos de Nuestra Señora, Lourdes, Francia, 20 de septiembre de 2006, n. 4. En (consulta septiembre
2006): http://www.lourdes2006end.com/_espagnol/sp_conferences/sp_conf_rassemblement/Alvarado_SP_mercredi.pdf.
[6] Ignace LEPP: La
comunicación de las existencias Carlos Lohlé Buenos Aires 1964 123. Sobre
el tema también el Papa BENEDICTO XVI: enc. Deus caritas est, 25
diciembre de 2005, nn. 2ss.
[7] Sobre el problema, entre
otros, cf. Elisabeth BADINTER: XY, de
l'identité masculine Livre de Poche Paris 1994 (Editions
Odile Jacob, 1986). Una aproximación sintética
al problema de la “teología feminista”, tanto dentro de ámbitos que se
denominan católicos como si no, puede verse en el capítulo del mismo nombre de
la obra de Rosino GIBELLINI: La teología del siglo XX Sal Terrae
Santander 1998 2ª (Queriniana Brescia 1993) 445-476.
[8] Punto especialmente polémico en su momento fue, por eso mismo, el
debate sobre la relación de las mujeres con la procreación, que se dio a
propósito de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo
del año 1994 en El Cairo, Egipto, en donde se asentó el siguiente “Principio 4.
Promover la equidad y la igualdad de los sexos y los derechos de la mujer, así
como eliminar la violencia de todo tipo contra la mujer y asegurarse de que sea
ella quien controle su propia fecundidad son la piedra angular de los
programas de población y desarrollo. Los derechos humanos de la mujer y de las
niñas y muchachas son parte inalienable, integral e indivisible de los derechos
humanos universales. La plena participación de la mujer, en condiciones de
igualdad, en la vida civil, cultural, económica, política y social a nivel
nacional, regional e internacional y la erradicación de todas las formas de
discriminación por motivos de sexo son objetivos prioritarios de la comunidad
internacional.”
Contrasta, en mi opinión, con la expresión más
sopesada, aunque vigorosa, de los nn. 3.30 y 4.1-2 del mismo “Programa”, y
debería leerse, por consiguiente, equilibradamente, sin dejar de lado el “4.24
Los cambios de los conocimientos, las actitudes y el comportamiento de hombres
y mujeres constituyen una condición necesaria para el logro de una colaboración
armoniosa entre hombres y mujeres. El hombre desempeña un papel clave en el
logro de la igualdad de los sexos, puesto que, en la mayoría de las sociedades,
ejerce un poder preponderante en casi todas las esferas de la vida, que van de
las decisiones personales respecto del tamaño de la familia hasta las
decisiones sobre políticas y programas públicos a todos los niveles. Es fundamental
mejorar la comunicación entre hombres y mujeres en lo que respecta a las
cuestiones relativas a la sexualidad y a la salud reproductiva y la comprensión
de sus responsabilidades conjuntas, de forma que unos y otras colaboren por
igual en la vida pública y en la privada”.
Por
su relación con nuestro tema, vale la pena citar en este contexto el siguiente
párrafo del “Programa”: “4.19. Las escuelas, los medios de difusión y otras
instituciones sociales deberían eliminar en todos los materiales informativos y
docentes los estereotipos que refuerzan las desigualdades entre hombres y
mujeres y hacen que las niñas no se respeten a sí mismas. Los países deben
reconocer que, además de ampliar las posibilidades de educación de las niñas,
también es preciso cambiar las actitudes y las prácticas de los maestros, los
planes de estudios y las instalaciones de las escuelas a fin de que reflejen la
determinación de eliminar todas las formas de discriminación basada en el sexo,
reconociendo al mismo tiempo las necesidades específicas de las niñas”. Cf. el
Documento: Programa de Acción de la Conferencia Internacional Sobre la
Población y el Desarrollo, en (consulta enero 2006): http://www.unfpa.org/icpd/icpd-programme_spa.cfm
Con
ocasión de la IV Conferencia Mundial Sobre la Mujer, realizada en Pekín,
China, la SECRETARÍA DE ESTADO de la Santa Sede emitió el día 15 de septiembre
de 1995 una “Declaración de interpretación del término «género» por la Santa Sede”, que señala lo siguiente: “Aceptando
que la palabra «género» en este documento ha de entenderse según su uso
ordinario en el ámbito de las Naciones Unidas, la Santa Sede lo admite con el
significado común de esta palabra en las lenguas en que existe. La Santa Sede
entiende el término «género» como fundado en una identidad biológico-sexual,
varón y mujer. Además, la Plataforma de Acción (cf. parágrafo 193,c) usa
claramente la expresión «ambos géneros». La Santa Sede excluye, así,
interpretaciones dudosas basadas en concepciones muy difundidas, que afirman
que la identidad sexual puede adaptarse indefinidamente, para acomodarse a
nuevas y diferentes finalidades. Asimismo, no comparte la noción de
determinismo biológico, según la cual todas las funciones y relaciones de los
dos sexos están establecidas en un modelo único y estático. El Papa Juan Pablo
II insiste en la distinción y complementariedad de la mujer y el hombre. Al
mismo tiempo, se ha alegrado de los nuevos papeles que desempeñan las mujeres,
ha puesto de relieve hasta qué punto los condicionamientos culturales
representan un obstáculo para el progreso de las mujeres, y ha exhortado a los
hombres a fomentar «este gran proceso de liberación de la mujer» (Carta a las mujeres, 6). En su reciente Carta a las mujeres, el Papa explica el punto de vista de la Iglesia del siguiente
modo: «Es posible acoger también, sin desventajas para la mujer, una cierta
diversidad de papeles, en la medida en que tal diversidad no es fruto de
imposición arbitraria, sino que mana del carácter peculiar del ser masculino y
femenino» (n. 11)”. En: http://www.vatican.va/roman_curia/secretariat_state/archivio/documents/rc_seg-st_19950915_conferenza-pechino-genero_sp.html
[9] Audiencia a los
Participantes del Encuentro Internacional “Mujer y hombre, lo humano en su
integralidad”, Vaticano, 9 de febrero de 2008, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21657.php?index=21657&po_date=09.02.2008&lang=sp Véase, de igual modo, la homilía
del mismo Pontífice en Milán, el 3 de junio de 2012, con motivo de su visita
pastoral a esta arquidiócesis y de su participación en el Encuentro Mundial de
las Familias, cuando afirmó: “La familia, fundada sobre el matrimonio entre el
hombre y la mujer, está también llamada al igual que la Iglesia a ser imagen
del Dios Único en Tres Personas. Al principio, en efecto, «creó Dios al hombre
a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo
Dios, y les dijo: "Creced, multiplicaos"» (Gn 1, 27-28). Dios
creó el ser humano hombre y mujer, con la misma dignidad, pero también con
características propias y complementarias, para que los dos fueran un don el
uno para el otro, se valoraran recíprocamente y realizaran una comunidad de
amor y de vida. El amor es lo que hace de la persona humana la auténtica imagen
de la Trinidad, imagen de Dios”: en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/29289.php?index=29289&po_date=03.06.2012&lang=sp#TRADUZIONE%20IN%20LINGUA%20SPAGNOLA
[10] Cf. mi texto Introducción a la teología…
o. c., p. 145, nt. 347, 228-230. La posición oficial asumida en torno al
asunto por la Santa Sede, de tipo no sólo moral sino antropológico, es pública
y bien conocida, y se remonta, en su momento contemporáneo más álgido, a la
enc. Humanae vitae del Papa Pablo VI, del 25 de julio de 1968, en: http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_25071968_humanae-vitae_sp.html
Una
consecuencia de ello puede verse en la posición asumida por la delegación de la
Santa Sede a la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo,
El Cairo, 5 a 13 de septiembre de 1994, en la que, además de los puntos de
coincidencia, señala los de divergencia con el documento conclusivo: “1. La
Santa Sede considera que las expresiones 'salud sexual' 'derechos sexuales',
'salud reproductiva' y 'derechos reproductivos' se aplican a un concepto
holístico de la salud, que se aplican cada una a su manera, a la persona en la
totalidad de su personalidad, mente y cuerpo, y que promueven el logro de la
madurez personal en la sexualidad, el amor reciproco y la adopción de
decisiones que caracterizan a la relación conyugal conforme a las normas
morales. La Santa Sede no considera que el aborto o el acceso al aborto
constituya una dimensión de esas expresiones.
"2.
Con respecto a las expresiones 'contracepción', 'planificación de la familia',
'salud sexual y reproductiva', 'capacidad de la mujer de controlar su propia
fecundidad', 'variedad más amplia de servicios de planificación de la familia'
y a cualquier otra expresión contenida en el documento relativa a los conceptos
de servicios de planificación de la familia y control de la fecundidad, el
hecho de que la Santa Sede se sume al consenso no ha de interpretarse como una
modificación de su conocida posición respecto de esos métodos de planificación
de la familia, que la Iglesia Católica considera moralmente inaceptables, o
respecto de servicios de planificación de la familia que no respetan la
libertad de los cónyuges, la dignidad humana ni los derechos humanos de los
participantes. […]
"4.
Respecto de la expresión 'parejas e individuos', la Santa Sede se reserva su
posición entendiendo que la expresión hace referencia a las parejas y a cada
uno de los hombres y mujeres que constituyen esas parejas. En el documento,
especialmente en su utilización de la expresión, se percibe una idea
individualista de la sexualidad que no presta la atención debida al amor reciproco
y a la adopción de decisiones que caracterizan la relación conyugal.
"5.
La Santa Sede interpreta el capitulo V a la luz del principio 9, en relación
con el deber de fortalecer la familia, unidad básica de la sociedad, y en
relación con el matrimonio como sociedad equitativa entre marido y mujer.” En: http://www.unfpa.org/icpd/icpd-programme_spa.cfm
En efecto, continúa estando latente la
tentación de efectuar una eugenesia mediante técnicas de procreación artificial
y el uso de “embriones superfluos”, con el fin de escoger el color de los ojos
u otras características físicas. Se establece así, de hecho, una “subcategoría
de seres humanos” que, incluso, conduce a una posible eliminación de aquellos
seres humanos que no llenan los requisitos de las características establecidas
por una determinada sociedad, como ocurría en tiempos pretéritos – “bárbaros”,
así fueran “espartanos”, “atenienses” o “romanos”: los mismos Platón y
Aristóteles se pronunciaron afirmando que “sobre el abandono y la crianza de los hijos, una ley debe
prohibir que se críe a ninguno que esté lisiado”; procedimiento que popular
(democrática) -mente fue crecientemente rechazado a partir del gobierno de
Pericles. En Roma, por su parte, la ley de las Doce Tablas (541-540
a. C.), permitía, incluso, el infanticidio. En la India, niños con
deformidades, y adultos que las hubieran adquirido, eran arrojados al Ganges.
En la China se creaban instrumentos para fabricar personas con ciertas
deformidades de modo que produjeran diversión a los pudientes. En Mesopotamia y
en Persia las deformidades eran vistas como castigo de los dioses, y entre los
aborígenes precolombinos quienes manifestaban discapacidades eran abandonados a
su suerte. – Recuérdese, dentro de este contexto, la novela de ciencia ficción
de Aldous Leonard HUXLEY: Un mundo feliz Editorial Porrúa México 2006, en (consulta noviembre
2007): http://www.tomatone.net/pdf/un_mundo_feliz.pdf
[11] BENEDICTO XVI, en la encíclica Spe salvi, del 30 de noviembre de 2007, caracteriza la “modernidad”
como el período en que se comienza a gestar la concepción “individualista” de
la cultura que hoy está tan vigente y difundida. En primer término, “se basa en
la nueva correlación entre experimento y método, que hace al hombre capaz de
lograr una interpretación de la naturaleza conforme a sus leyes y conseguir
así, finalmente, «la victoria del arte sobre la naturaleza» (victoria cursus
artis super naturam) [Francis BACON: Novum Organum I, 117 Orbis
Barcelona1985]. La
novedad – según la visión de Bacon – consiste en una nueva correlación entre
ciencia y praxis. De esto se hace después una aplicación en clave teológica:
esta nueva correlación entre ciencia y praxis significaría que se restablecería
el dominio sobre la creación, que Dios había dado al hombre y que se perdió por
el pecado original [Cf. ibíd., I, 129.]”: n. 16, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20071130_spe-salvi_sp.html#_ftnref15
En
segundo lugar, el Papa se detiene en un tema que podría parecer, para nuestro
tiempo, muy abstracto o abstruso, pero que, en realidad, es otra de las
características fundamentales de nuestra manera de ser y de pensar y,
especialmente, de obrar, en grandes ámbitos de la cultura actual: “18. Al mismo
tiempo, hay dos categorías que ocupan cada vez más el centro de la idea de
progreso: razón y libertad. El progreso es sobre todo un progreso del dominio
creciente de la razón, y esta razón es considerada obviamente un poder del bien
y para el bien. El progreso es la superación de todas las dependencias, es
progreso hacia la libertad perfecta. También la libertad es considerada sólo
como promesa, en la cual el hombre llega a su plenitud. En ambos conceptos –
libertad y razón – hay un aspecto político. En efecto, se espera el reino de la
razón como la nueva condición de la humanidad que llega a ser totalmente libre.
Sin embargo, las condiciones políticas de este reino de la razón y de la
libertad, en un primer momento, aparecen poco definidas. La razón y la libertad
parecen garantizar de por sí, en virtud de su bondad intrínseca, una nueva comunidad
humana perfecta. Pero en ambos conceptos clave, «razón» y «libertad», el
pensamiento está siempre, tácitamente, en contraste también con los vínculos de
la fe y de la Iglesia, así como con los vínculos de los ordenamientos estatales
de entonces. Ambos conceptos llevan en sí mismos, pues, un potencial
revolucionario de enorme fuerza explosiva”:
ibíd.
Volveremos
seguidamente sobre estos aspectos del problema, pues es necesario contrastarlo
con la perspectiva cristiana y, especialmente, con su manera de considerar y de
vivir la esperanza.
Que
a la base, pues, de cada organización económica de la sociedad – sistemas y
modelos – existe una determinada concepción del hombre, e, incluso, de la
realidad (ontología - teología) aún más radical, se echa de ver por lo dicho.
Más aún, el despegue económico de diversas naciones ha sido atribuido – ya
desde Max WEBER – a la influencia de “la ética protestante” sobre “el espíritu
del capitalismo” (Premia Editora México 1979), en la que descuella la
“interiorización de la disciplina social”: tesis ilustrada y defendida con
ahínco – pero, al parecer, es mi opinión, con cierto desconocimiento, al menos
hasta ese momento de su disertación, de la teología y el Magisterio social de
la Iglesia (no así con ciertos elementos de la “teología de la liberación”: “el
énfasis en la vida terrenal, en el comportamiento cotidiano de los fieles que
debe ser ejemplar y solidario, es decir, más énfasis en la conducta que en el
rito, la solidaridad y en la igualdad intrínseca de todos los seres humanos,
algo que choca con el carácter jerárquico y centralizado de la Iglesia”) a lo
largo de la historia, desde sus raíces bíblicas, y especialmente en los últimos
120 años – por el ilustre Profesor y Codirector del Banco de la República,
Salomón KALMANOVITZ: “La ley y la economía en Colombia”, en: Luz Gabriela
ARANGO (comp.): La crisis socio-política colombiana: Un análisis no
coyuntural de la coyuntura Fundación Social – Centro de Estudios Sociales
Noviembre 1997 235-267, especialmente 238-239. Cf. Iván F. MEJÍA ÁLVAREZ: Introducción a la teología… o. c., p. 145, nt. 347, 31- 46 y
las referencias que haré a este texto en las páginas siguientes.
[12] En un reciente análisis de la situación, Gabriel ROSAS VEGA, un
estudioso del acontecer nacional e internacional, reitera las consecuencias
perjudiciales que origina esa manera de proceder: “Desde el momento en que la
econometría y los modelos de base matemática dejaron de ser utilizados como
herramientas de apoyo para la toma de decisiones en el campo económico y
pasaron a jugar un papel determinante, esta especialidad se ha tratado de
presentar como una ciencia exacta. En demasiados casos las ecuaciones han
sustituido el análisis sociopolítico, que es en últimas la base para entender
el comportamiento de los agentes económicos. Para refrescar la memoria de los
colegas renuentes a aceptar la política y la sociología, me parece pertinente
decirles que desde que la economía irrumpió en el ámbito intelectual se
desarrolló y entendió como economía política. En ningún momento se le consideró
estructurada sobre factores cuantitativos. El uso de la estadística de ninguna
manera cambia el enfoque social y político”: “Registro. Ojo con el futuro”, en El País de Cali, 21 de febrero de 2007,
en: http://www.elpais.com.co/historico/feb212007/OPN/opi1.html
[15] La pretensión de esta ideología no abarca sólo, por supuesto, el
campo económico. Si consideramos algunos de sus fundamentos históricos no
podemos prescindir de nombrar a John Stuart Mill (1806-1873), economista,
discípulo de Jeremías Bentham y seguidor de las ideas de David Ricardo, quien,
en su obra Sobre la libertad (Alianza
Madrid 1991), consideraba que, en una sociedad civilizada, el poder del Estado
sólo se podía ejercer legítimamente sobre un ciudadano y contra su voluntad,
para impedirle que hiciera daño a otros. De lo contrario, todo individuo es
soberano en su relación consigo mismo, con su cuerpo y con su mente. En el s.
XX esta idea extrema, que ejerció su influencia ampliamente en muchísimos
pensadores, expuso sus propias limitaciones en cuanto al individuo y a la
libertad, de modo que fue atenuada, p. ej., por el filósofo del derecho Herbert Lionel Adolphus HART (1907-1992). En su obra Derecho y moral: contribuciones a su análisis Depalma Buenos Aires
1992, afirmó que el Estado
sí puede ejercer su poder en aquellos casos en los cuales los ciudadanos están
propensos a descuidar sus propios intereses y la intervención es leve; pero,
para él resultaba del todo injustificable que el Estado, por razones de tipo
moral, fuera a prohibir acciones que no produjeran un daño físico.
[17] Iván Federico MEJÍA ALVAREZ: Introducción
a la teología… o. c., p.
145, nt. 347, 32-34.
[18] Ibíd. 34.
[19] El paréntesis en el texto es mío, por razones de traducción.
[20] Iván Federico MEJÍA ALVAREZ: Introducción
a la teología… o. c., p. 145,
nt. 347, 190.
Que el ámbito o dimensión
económica no debiera ser absolutizada y aislada del resto de los componentes de
lo humano, lo constata y valida aún históricamente la crisis de los mercados
que ha ocurrido en el año 2008, primordial u originariamente, al menos, en los
Estados Unidos de América así como en Europa, Asia y, con diversas
intensidades, en Latinoamérica y otras regiones. La necesidad de que “el
mercado” (sea el hipotecario, que lo ha hecho explotar, sea el asegurador,
donde ha acaecido la crisis más profunda) sea regulado jurídicamente – algo
impensable por parte de muchos – e intervenido – en cierto modo y hasta cierto
punto – por parte del Estado, no es, con todo, suficiente, como lo advierte Luis M. VICEIRA, Profesor
asociado en la Escuela de Negocios de Harvard (EEUU), Investigador del National
Bureau of Economic Research (NBER) en Cambridge e Investigador Afiliado del
Centre for Economic Policy Research (CEPR) en Londres. Lo económico nos
expresa, como lo estamos viendo, una apenas de las dimensiones humanas, que en
su esencia, necesariamente está articulada, y no puede no serlo, con las demás
dimensiones bajo las cuales se expresa lo humano, al tiempo que lo constituye.
Por eso mismo no es raro que, como lo afirmó este Profesor, “la confianza es fundamental para que los
mercados (financieros) funcionen”: cf. la entrevista por Radiosucesos RCN, 29 de septiembre de 2008, en: http://media.rcn.com.co/plantillas/audio.php?ubicacion=http://audio.rcn.com.co/media/rcn/audios/analista-sep29.mp3 También es la tesis de Francis FUKUYAMA: Confianza
Atlántida Buenos Aires 1996.
[21] Tras múltiples debates, la tradición cristiana ha depurado este
carácter abarcante en la consideración de toda la realidad, sin caer en el
intelectualismo. La necesidad de “razonabilidad” en la argumentación no se
opone a la fe, sino, todo lo contrario, es exigida por ella, que quiere dinámica
y coherentemente comprender lo que cree.
Más aún, en orden a la
realización auténtica del ser humano y de los seres humanos, como sociedad y
como cultura, se requiere hoy más que nunca que estén bien provistos de esta
capacidad, y con ella en pleno ejercicio. Como puede verse a propósito de la
“reinativa”, S. Tomás DE AQUINO ya advertía la conexión que debía existir entre
la “prudencia” y el buen razonamiento cuando escribía que "la prudencia necesita que el hombre sepa razonar bien" (ST IIa-IIae q. 49, a. 5). Y, en nuestros tiempos, el polaco Georges
KALINOWSKI afirma que no es nada sorprendente que la prudencia utilice reglas
de lógica; hace mucho que los filósofos se han dado cuenta "que la
disposición de razonar correctamente en el campo de la acción humana es una de
las partes integrantes de la prudencia": en: Introducción a la lógica jurídica Eudeba Buenos Aires 1973 179.
Ocurre este despliegue de
las capacidades inventivas, pero al mismo tiempo responsables, de las personas
y de las sociedades, en unos momentos en los que se pretende promover una
“cultura de la acción planificada”, en la que se prevén características tales
como que ella debe ser “realizable, estructurada, flexible, constante”, etc.
[22] Ya hemos citado el aporte que, en este sentido, ofrece la
Arquitectura, p. ej. (cf. supra, I.1.b.3, p. 736).
[23] En un contexto de globalización, una de las
actividades que podrían contribuir más y mejor al desarrollo humano de los
pueblos y de todos sus miembros es el turismo, por cuanto nos permite expresar
y compartir cuanto poseemos precisamente en común. El impacto económico que
tiene es relevante, pero también lo es desde el punto de vista de sus
beneficios intangibles – en la lógica del diálogo y del compartir, no en la
reducida lógica de los intercambios del mercado –: amplía nuestros horizontes,
profundiza nuestro conocimiento acerca de los pueblos y de los lugares, promueve
el entendimiento entre las Naciones, impulsa una mayor inclusión social y el
arraigo en la propia tierra, fomenta la preservación del patrimonio cultural y de
la tradición, genera creatividad e innovación, dirige la planeación de las
ciudades, propiciar la toma de conciencia crítica sobre la necesidad de
proteger a maravillas naturales.
[24] “a) El recto estado de las cosas humanas, el bienestar
moral del mundo, nunca puede garantizarse solamente a través de estructuras,
por muy válidas que éstas sean. Dichas estructuras no sólo son importantes,
sino necesarias; sin embargo, no pueden ni deben dejar al margen la libertad
del hombre. Incluso las mejores estructuras funcionan únicamente cuando en una
comunidad existen unas convicciones vivas capaces de motivar a los hombres para
una adhesión libre al ordenamiento comunitario. La libertad necesita una
convicción; una convicción no existe por sí misma, sino que ha de ser
conquistada comunitariamente siempre de nuevo”: BENEDICTO XVI: enc. Spe salvi, 30 de noviembre de 2007, n.
24, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20071130_spe-salvi_sp.html#_ftnref15
[25] Si bien se trata de una mirada de la problemática hecha desde
México, considero que muchos de los temas planteados por Wayne J. ROBINS poseen
actualidad y vigencia en nuestro medio. Cf. del autor: “Un paseo por la
antropología educativa” en: Nueva Antropología. Revista de Ciencias
Sociales
62 abril 2003, número monográfico dedicado a la “Educación: perspectivas antropológicas”, 11-28, en (consulta septiembre 2006): http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/nuant/cont/62/cnt/cnt1.pdf
62 abril 2003, número monográfico dedicado a la “Educación: perspectivas antropológicas”, 11-28, en (consulta septiembre 2006): http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/nuant/cont/62/cnt/cnt1.pdf
Considero, sin embargo, que
una cierta pre-comprensión del asunto adolece de las trazas de “ideologización”
a la que hemos hecho referencia en diversos lugares. Y la antropología, así
como, sobre todo, la sociología y otras ciencias, nos pueden dar una mano cuando
ello se presente, como también hemos afirmado. Tal ocurre con cierta
comprensión de la “educación” como si fuera un “ente de razón” o un “valor
cultural” en abstracto, o no tanto, como una realidad que no vive las
vicisitudes (ciertamente excepcionales, pero no únicas) que son atravesadas por
lo económico (muchos expertos consideran lo educativo y la educación solamente
como un valor “social”; otros, como valor solamente “cultural”; otros, como un
valor “económico”, comercial, más exactamente: “un elevado poder adquisitivo
permite asumir el coste de unos estudios postobligatorios” – I. P. ALBALADEJO –
M. LAFUENTE: “Características familiares de los jóvenes que cursan estudios
postobligatorios en la región de Murcia”, en Estudios de economía aplicada 17 2001 69-83 –; otros, como un valor
jurídico, un “derecho”, por lo tanto; otros, finalmente, como
“socio-jurídico-cultural-económico”). Y de ello debería ser muy consciente y
mirar una adecuada (integral y
universal) concepción de lo humano que habría de afectar incluso a ciertas
concepciones no íntegras de la ley natural (una especie de “desmitificación” de
la misma). Lo socio-económico, que estamos examinando, comparte tanto de lo uno
como de lo otro, y es una consideración que evidencia no sólo la complejidad típica
de lo humano, sino la imprescindibilidad del empleo de las ciencias, sobre todo
en este caso sociales, para acertar (y aterrizar) en la definición y
comprensión de eso mismo humano. Esta reflexión, y precisión me la suscita la
lectura – coyuntural – de dos artículos: uno, del filósofo y profesor Guillermo
HOYOS VÁSQUEZ: «“La educación es un derecho, no una mercancía”», en Revista Javeriana 774/147 mayo 2011
32-35; otro, su “respuesta” – con la que adhiero, por ser más cercana a mi
concepción de “bien común” y de “bien humano” – del también filósofo Vicente
DURÁN CASAS, S. J.: “Universidad e interés público”, editorial de Pesquisa 16 junio-agosto de 2011, 2, en:
http://educon.javeriana.edu.co/pesquisa/16/revista.html
[26] No se trata sólo de introducir a los sujetos en una vida social
en la que ellos son simplemente un apéndice, o una marioneta. El mito griego de
Prometeo en la versión del Protágoras de Platón señalaba que Epimeteo – “el
imprudente” –, en nombre de los dioses, les había distribuido a los animales
todas las funciones y defensas necesarias para su supervivencia, dejando a los
hombres carentes de ellas. Debió intervenir a su favor Prometeo – “el prudente”
–, quien robó a Hefesto y Atenea el fuego y los secretos de las artes, y se los
dio: “Provistos de tal modo, en los comienzos, los humanos vivían dispersos y no
había ciudades, era como una especie de estado de naturaleza moderna ¿no?
Había individuos, pero no había ciudades, dice el diálogo, y en
consecuencia eran diezmados por las fieras debido a que en todos los
aspectos resultaban más débiles que ellas. Su habilidad manual era suficiente
recurso en lo que atañe al alimento, pero insuficiente en lo que atañe a la
lucha contra las bestias feroces, pues aún, y acá empieza lo importante
de esta fábula o este mito, aún no tenía el arte cinco, del cual la
guerra es una parte. Trataban pues de reunirse
y conservarse fundando ciudades, pero al congregarse cometían incontables injusticias, por lo que,
dispersándose de nuevo perecían. Entonces, Zeus, temeroso de que nuestra
especie pereciese del todo, envió a Hermes para que llevara a los
hombres el respeto mutuo y la justicia, a fin de que hubiera ordenamientos y
lazos que estrecharan su amistad”. Miguel
Angel ROSSI: “Sobre Teoría Política: la ciudadanía activa”, he titulado su
intervención, s.f., s.l.: en: http://www.gob.gba.gov.ar/escuela/textos/rossippc1.doc
El problema del desarrollo psicosocial de las
personas y de cómo la socialización (en la que participa la educación)
contribuye, positiva o negativamente, en la construcción de la identidad de las
personas, fue trabajado por Erik ERICKSON (1902-1994) al elaborar su “principio
epigenético” y sus célebres ocho etapas: 1ª) Confianza básica versus
desconfianza (hasta los 18 meses de vida); 2ª) autonomía versus vergüenza y
duda (desde los 18 meses hasta los 3 años); 3ª) iniciativa versus culpa (desde
los 3 a los 5 años, aproximadamente); 4ª) laboriosidad versus inferioridad (de
los 5 a los 13 años); 5ª) búsqueda de identidad versus difusión de identidad
(desde los 13 hasta los 21 años); 6ª) intimidad versus aislamiento (entre los
21 y los 40 años, aproximadamente); 7ª) generatividad versus estancamiento
(entre los 40 y los 60 años); y, finalmente, 8ª) integridad frente a
desesperación (desde los 60 años hasta la muerte). Véanse sus obras El ciclo
vital completado Ediciones Paidós Ibérica Barcelona 2000; Infancia y sociedad
Horme-Paidós Buenos Aires 1983; Sociedad
y Adolescencia Editorial Paidós Buenos Aires 1972; Identidad, Juventud y Crisis Editorial
Paidós Buenos Aires 1968, 1974. Un resumen de su teoría puede verse en el documento de Arlene F. Harder, MA, MFT: The Developmental Stages of Erik Erikson, en (consulta mayo 2011): http://www.learningplaceonline.com/stages/organize/Erikson.htm
Una valiosa aplicación de estas teorías fue
elaborada por Alvaro JIMÉNEZ CADENA, S. J.: Caminos
de madurez sicológica para religiosos Paulinas Bogotá 1992; y, en el campo
de la educación, véase la obra de Diane E. PAPALIA – Sally W. OLDS – Ruth D.
FELDMAN: Desarrollo humano
McGraw-Hill Interamericana México 2005 9ª.
[27] En este sentido, nada de raro posee el hecho de que las personas
se asocien incluso para buscar y hallar resultados como producto de sus
investigaciones teóricas y prácticas, y de que “se encuentren” – de múltiples
maneras y en numerosos escenarios – para compartirlos. Una de estas formas de
hacerlo, p. ej., la representa IS. J.ACHEM, que congrega a las Facultades de
Química (o Departamentos de Química de las Universidades asociadas),
pertenecientes a Universidades de (o confiadas a) la Compañía de Jesús. Para un
reporte de sus actividades, p. ej., cf. el “Informe de la Participación en el
IX IS. J.ACHEM (Barcelona, 10 al 15 de julio de 2006)”, presentado por Carlos
CORREDOR, quien viajó a este encuentro en representación de la PUJ, en
(consulta septiembre 2006): http://www.javeriana.edu.co/boletin/files/IS.
J.ACHEM.swf
[28] ST IIa-IIae q. 96. a. 1. resp. La literatura sobre el tema es abundante. Haciéndose eco del
llamado del Papa BENEDICTO XVI, ha destacado la importancia educativa de la
familia y de la escuela, p. ej., el estudio de la profesora Ilaria ZUANAZZI:
“Generare una persona umana: procreatio et educatio prolis tra
ordinazione divina e realtà culturale odierna”, presentado en el XIII
Congreso Internacional de Derecho Canónico sobre el Ius divinum en la
vida de la Iglesia, Venecia, 17 a 21 de septiembre de 2008: 1°) Las
responsabilidades educativas en el actual contexto cultural; 2°) Revaloración
de la función educativa de la familia en la prospectiva personalista; 3°) La
relación inescindible entre el amor de los cónyuges y el amor de los padres;
4°) Unidad y complejidad de la educación; 5°) Especialidad del ministerio de
los padres cristianos. El texto en: Juan
Ignacio ARRIETA (A cura di) – Costantino-M. FABRIS (Coordinatore edizione): Ius divinum, o. c. p. 56, nt. 120,
1249-1264.
[29] El tantas veces mencionado texto de Ralph BEALS y Harry HOIJER: Introducción a la Antropología, o. c. p. 60, nt. 127, xvii-xxiii, después de los
capítulos dedicados a la “antropología física” (“el hombre y los animales”, “el
hombre fósil y la prehistoria”, “los vestigios del hombre fósil”, “herencia y
genética”, “los criterios de la clasificación humana”, “clasificación del
hombre moderno”, “raza, evolución y genética”), hace el elenco de los temas de
“antropología cultural” comenzando por la “naturaleza de la cultura”. Entonces
describe pormenorizadamente los factores que en esta se han de comprender:
“Espacio, tiempo y cultura”, “instrumentos y recipientes”, “acumulación y
producción de alimentos”, “vestido, vivienda y transporte”, “economía”, “la
familia y el parentesco”, “matrimonio”, “organización política”, “religión”,
“lenguaje”, “las artes” y “la educación y la formación de la personalidad”;
concluye la obra tratando los “problemas del cambio cultural”, y la
“aculturación y antropología aplicada”.
Podemos mencionar en este contexto la
importancia de la “lectura como práctica y producto cultural” y un estudio
sociológico sobre la lectura, y, más precisamente sobre el papel del editor que
la posibilita. Se trata de dos textos, el primero, de BOURDIEU, Pierre -
CHARTIER, Roger: Creencia artística y
Bienes Simbólicos Aurelia-Rivera Buenos Aires 2003 251-270 "La
lectura: una práctica cultural"; DARNTON, Robert: "Historia de la
lectura", en BURKE, Peter (ed.): Formas
de hacer historia Alianza editorial Madrid 1993 177-208. De este último
quisiera resaltar la importancia que da a la lectura como ocasión para que las
personas se interroguen por “el sentido de su vida”, y, muy particularmente,
por quienes componen las universidades, como altamente privilegiadas para
efectuar tal esencial y fundamental toma de conciencia.
[30] “Motor manejado por resorte
(c. 1495), Manuscrito I (Biblioteca de L’Institut de France, París) (f. 14r)”,
en: Luca ANTOCCIA - André CHASTEL - Marco CIANCHI - Paolo GALLUZZI - Domenico
LAURENZA - Rodolfo PAPA - Carlo PEDRETTI: "Leonardo's painting", en: Leonardo.
Art and Science Giunti Firenze 2005 6ª 128.
[31] La “filología” posee una tradición “científica” bastante
reconocida, no así una sub-especialización de la sociolingüística en el ámbito
de los “saberes populares”. En el ámbito castellano, puede verse la
intervención que hizo, al respecto, el profesor Antonio VIUDAS CAMARASA:
“Filología y saber popular”, texto del discurso de ingreso en la Real Academia
de Extremadura, leído el día 3 de diciembre de 1989, en (consulta septiembre de
2006): http://idd004q0.eresmas.net/filologiaysaberpopular/index.html
Un ejemplo magistral, en mi opinión, del estudio
prolijo y de la expresión detallada y artística del habla cundinamarquesa aún
vigente en nuestros campos, es la obra de nuestro Director de investigación,
Rodolfo Eduardo DE ROUX GUERRERO S. J.: El
dolor de la tierra Asesores
Culturales Bogotá 2004.
[32] Se ha de advertir el empleo analógico que posee en este contexto
el término.
[33] Las “instituciones” tienen una clara “vocación” y “finalidad”:
expresar visible y públicamente ante el mundo unos determinados valores. Así ocurre, p. ej., con
la Iglesia misma, en primer lugar, y, secundariamente, con sus Universidades,
las cuales, a semejanza de los “monasterios”, “en el escondimiento tiene su
razón de ser, pero un monasterio tiene también una finalidad pública en la vida
de la Iglesia y de la sociedad, debe dar visibilidad a la fe como fuerza de
vida. En la inquietud y en la confusión de su tiempo, él vivía bajo la mirada
de Dios y, precisamente así, nunca perdió de vista los deberes de la vida
diaria y al hombre con sus necesidades concretas”: BENEDICTO XVI: Audiencia general, 9 de abril de 2008,
en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21951.php?index=21951&po_date=09.04.2008&lang=sp .
Trataremos el tema también
en el capítulo siguiente, introducción,
n. 2. Como se echa de ver,
por otra parte, las “instituciones” no son primordialmente sus edificaciones
(aulas, laboratorios, etc., p. ej., en una universidad: en la actualidad,
gracias a los espacios “virtuales”, inclusive son mínimamente relevantes), ni
sus estatutos ni sus demás herramientas o medios que emplea para cumplir su
objetivo social, sino, principal y particularmente el conjunto de las personas
que las componen – en el pasado, en el presente, en el futuro, si es del caso
–. Sociológicamente, sin embargo, las instituciones “trascienden” las vidas e
intenciones de sus miembros por cuanto ellos fijan los límites de su
permanencia así como sus objetivos sociales y las reglas mediante los cuales
pretenden alcanzarlos. Oportunamente veremos cómo este sentido de “institución”
fue replanteado también por la Teología y por el Derecho canónico.
[34] GS 10a. Benedicto XVI
lo ha reiterado y urgido con ocasión de su visita al Colegio Universitario
Santa María de Twickenham) en London Borough of Richmond, el Viernes 17 de
septiembre de 2010: “Como sabéis, la tarea de un maestro no es sencillamente
comunicar información o proporcionar capacitación en unas habilidades
orientadas al beneficio económico de la sociedad; la educación no es y nunca
debe considerarse como algo meramente utilitario. Se trata de la formación de
la persona humana, preparándola para vivir en plenitud. En una palabra, se
trata de impartir sabiduría. Y la verdadera sabiduría es inseparable del
conocimiento del Creador, porque «en sus manos estamos nosotros y nuestras
palabras y toda la prudencia y destreza de nuestras obras» (Sab 7,16).” Discurso en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2010/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20100917_mondo-educ_sp.html
[35] Hemos tenido ocasión de trabajar el tema como motivación y
procedimiento de esta investigación en el capítulo II, p. 94ss. En relación
con la teología en diálogo con otros saberes y los problemas epistemológicos
que ello comporta, cf., entre otros: Juan Carlos SCANNONE S. J.: “Teología e
interdisciplinariedad: Presencia del saber teológico en el ámbito de las
Ciencias”, en ThX 94 1989 63-79.
[37] El texto es del Director General de la UNESCO: Koichiro MATSUURA:
“¿Para cuándo dejar el conocimiento?”, en las Lecturas Fin de Semana publicado con El Tiempo del 14 de octubre de 2006 3. Acerca del auspiciado
“equilibrio” en relación con los derechos de autor y la propiedad intelectual,
sobre todo en las tecnologías y descubrimientos relacionados con la vida y la
salud, cf. CIV 22.
[38] Citemos un ejemplo. Explicaba W. A. D. ANDERSON que “la Patología
moderna posee una base en que se combinan la Anatomía, Histología, Embriología,
Fisiología, Bioquímica y Bacteriología, y se relaciona íntimamente con la
Clínica Médica. Pueden comprenderse fácilmente las grandes dificultades que
deben vencerse para condensar y simplificar una materia como ésta […] «La
Anatomía Patológica es la rama de las ciencias naturales que trata de las
causas y naturaleza de la enfermedad, juntamente con los cambios anatómicos y
funcionales producidos; la práctica de la Anatomía Patológica humana constituye
la especialidad médica que puede contribuir al diagnóstico, tratamiento,
observación y conocimiento del progreso de la enfermedad o de una entidad
médica en el sujeto humano, gracias a los datos recogidos mediante exámenes
morfológicos, microscópicos, químicos, microbiológicos, sexológicos u otro tipo
de examen de laboratorio efectuado sobre el paciente o sobre un material
proveniente del cuerpo humano»: Definición aprobada por el Colegio Americano de
Anatomopatólogos”: Sinopsis de Patología
López Libreros Editores Buenos Aires 1963 1ª xiii y vii.
[39] «Epílogo» de Etnología y Utopía Júcar Universidad
Madrid-Gijón 1987 2ª 194-196. En: Pelayo GARCÍA SIERRA: Diccionario filosófico. Manual de materialismo filosófico. Una
introducción analítica, en (consulta septiembre 2006): http://www.filosofia.org/filomat/pcero.htm y en http://www.filosofia.org/filomat/df259.htm
Concepciones como esta
citada han llevado a que investigadores como el doctor Edmund E. PELLEGRINO
considere la medicina como la más humanística de las ciencias naturales, y como
la más científica de las ciencias humanas, en: Humanism and the Physician, University of Tennesse Press, Knoxville 1979, 117-129. La alusión la
hace el R. P. Tomasz Trafny, Director del Departamento "Ciencia y Fe"
del Pontificio Consejo de la Cultura, 16 de junio de 2011, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/27679.php?index=27679&lang=sp
[40] Cf. Stefano ZAMAGNI, de
la Universidad de Boloña: “Modelli antropologici e riflessi sulla
responsabilità professionale. Gli influssi delle concezioni antropologiche
sugli atteggiamenti professionali”, en el Ciclo de Seminarios promovido por la
Universidad de los estudios de Módena y Reggio Emilia y por la Fundación
Colegio San Carlos. Esta conferencia, según el
programa, habrá tenido lugar el 29 de noviembre de 2006. En: corsiuniversitari@fondazionesancarlo.it
[41] Antropológicamente, este “relativismo cultural” es, en mi
opinión, una de las grandes riquezas de la humanidad considerada tanto en su
universalidad como en su particularidad. Manifiesta, sobre todo, la diversidad
no-detenible ni suprimible de la expresividad
humana en todos sus aspectos. Una misma ratio
que se manifiesta de manera múltiple y siempre posible, aún en sus
contrariedades objetivas y subjetivas (no en su contradicción: es aquí en donde
se encuentra el equívoco, tan común hoy en día, al considerar que son lo mismo
los grises, tan humanos, por cierto, y otra la distinción, objetiva, entre el
ser y el no-ser, entre el bien y el mal). A este propósito es esclarecedora la
posición del Papa BENEDICTO XVI en su alocución a los Miembros de la Oficina de
la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, 8 de septiembre de 2010, en el
que puntualizó lo siguiente: “En diversas ocasiones yo he señalado los riesgos
asociados con el relativismo en el área de los valores, de los derechos y de
los deberes. Si estos dejaran su fundamento racional objetivo, común a todos
los pueblos, y se basaran exclusivamente sobre culturas particulares, sobre
decisiones legislativas o sentencias de las cortes, ¿cómo podrían ellos ofrecer
una base sólida y duradera a instituciones supranacionales como el Consejo de
Europa, y a vuestro propio trabajo dentro de esta prestigiosa institución?
¿Cómo podría existir un diálogo fructífero entre culturas sin unos valores
comunes, justos y estables, entendidos de la misma manera como principios
universales por parte de todos los Estados Miembros del Consejo de Europa?
Estos valores, derechos y deberes están enraizados en la dignidad natural de
cada persona, algo que es comprensible al razonamiento humano. La fe cristiana
no impide sino que favorece esta búsqueda, y es una invitación a buscar las
bases sobrenaturales de esta dignidad”: en http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/25986.php?index=25986&lang=sp (Traducción mía).
Desde este ángulo de vista,
América Latina, v. gr., ha aportado – y debe aportar aún más – en la búsqueda y
develación inexhaustible del misterio del hombre. Lo indica, p. ej., hablando
desde la literatura, Roberto FERNÁNDEZ RETAMAR: Para el perfil definitivo del hombre Editorial Letras Cubanas La
Habana Cuba 1981 1995 2ª corregida y aumentada 270-282.
[42] El asunto ya lo puso de relieve José ORTEGA Y GASSET: “Bajo el
nombre ‘verdad’ se oculta un problema sumamente dramático. La verdad, al
reflejar adecuadamente lo que las cosas son, se obliga a ser una e invariable.
Mas la vida humana, en su multiforme desarrollo, es decir, en la historia, ha
cambiado constantemente de opinión, consagrando como ‘verdad’ la que adoptaba
en cada caso… ¿Cómo avecindar la verdad, que es una e invariable, dentro de la
vitalidad humana, que es, por esencia, mudadiza y varía de individuo a
individuo, de raza a raza, de edad a edad? Si queremos atenernos a la historia
viva y perseguir sus sugestivas ondulaciones, tenemos que renunciar a la idea
de que la verdad se deja captar por el hombre. Cada individuo posee sus propias
convicciones más o menos duraderas, que son ‘para’ él la verdad… ‘La verdad’,
pues, no existe, no hay más que verdades ‘relativas’ a la condición de cada
sujeto. Tal es la doctrina relativista. […] El problema de la verdad se
generaliza a todos aquellos órdenes que resumimos en el vocablo ‘cultura’. […]
Justicia, verdad, rectitud moral, belleza, son cosas que valen por sí mismas, y
no sólo en la medida en que son útiles a la vida.”: El tema de nuestro tiempo Espasa-Calpe Madrid 1968 27, 36 y 41.
[43] Piénsese, p. ej., en la “medicina tradicional indígena: médicos,
rituales y afecciones” (Samuel Ávila).
[44] Son miles, quizá millones, los títulos de textos relativos al
“poder”, comprendido éste no sólo en sus connotaciones políticas, más aún,
estatales, como lo queremos resaltar aquí, sino también en sus analogías y aplicaciones relativas, p. ej., al cuerpo,
a la sexualidad, al feminismo y a la familia, pero, también, en relación con el
dinero y la economía en general, o en relación con el linaje o con el derecho,
o en su relación con el lenguaje, la moral y/o con la religión, etc.
La comparación de visiones
entre períodos históricos, especialmente para el campo del Derecho canónico y
de la antropología sobre la que se soporta, podría aportar muchísimos nuevos
elementos para la interpretación y para una eventual nueva elaboración de los
Cánones. Textos como el de Charles J. REID: Power over the body, equality in the family:
rights and domestic relations in medieval
canon law, William B.
Eerdmans Publishing Company St Paul/MN 2004, el cual es resumido de la
siguiente manera, no dejan de plantear interrogantes: “En el período medieval,
el matrimonio fue comprendido como que tenía una cierta estructura natural que
ninguna de las partes por sí mismas, ni aún la Iglesia, eran libres para
alterar. El matrimonio se ordenaba al bien de ambos esposos y a la procreación
y crianza de los hijos. Dentro de esta ordenada estructura, los estudiosos
canonistas de los siglos doce y trece reconocieron la existencia de ciertos
derechos y obligaciones orientados a asegurar que los bienes básicos y las
metas del matrimonio fueran realizados […] La visión moderna secular del
matrimonio que se basa principalmente sobre el afecto continuo y el
consentimiento de las dos partes es una manifestación particular de una cierta
clase de liberalismo filosófico que considera la relación marital sólo como una
suma de intereses individuales y se expresa en término de derechos”. Cf. Bruce FROHNEN en:
"Power over the Body, Equality in the Family: Rights and Domestic Relations
in Medieval Canon Law (review)" en: The
Catholic Historical Review 91/4 October 2005 785-786.
[45] Cf. lo dicho anteriormente, supra, 2.a.1)c)1°)19, p. 778. Sobre
la enseñanza del Magisterio sobre la democracia, además de los textos citados
en otros lugares de esta investigación, puede verse su encuadramiento dentro de
la “política” en el CAIC(20 referencias en: http://www.vatican.va/archive/ESL0022/WE.HTM) y, sobre todo, en el Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia (Segunda Parte, Capítulo Octavo: La comunidad política, Sección IV. El sistema de la
democracia, nn. 406-416): http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html
Acerca de la acción política
en el contexto de los ordenamientos jurídicos nacionales (y eventualmente
internacionales), se acentúa en nuestro tiempo la importancia de hacer evidente
su relación con la justicia o con la injusticia. Puede verse al respecto la homilía del Papa Benedicto XVI en la
misa crismal del primero de abril de 2010: “Al simbolismo del aceite (que se
emplea en varios sacramentos) pertenece también el que fortalece para la lucha.
Esto no contradice el tema de la paz, sino que es parte de él. La lucha de los
cristianos consistía y consiste no en el uso de la violencia, sino en el hecho
de que ellos estaban y están todavía dispuestos a sufrir por el bien, por Dios.
Consiste en que los cristianos, como buenos ciudadanos, respetan el derecho y
hacen lo que es justo y bueno. Consiste en que rechazan lo que en los
ordenamientos jurídicos vigentes no es derecho, sino injusticia. La lucha de
los mártires consistía en su "no" concreto a la injusticia:
rechazando la participación en el culto idolátrico, en la adoración del
emperador, no aceptaban doblegarse a la falsedad, a adorar personas humanas y
su poder. Con su "no" a la falsedad y a todas sus consecuencias han
realzado el poder del derecho y la verdad. Así sirvieron a la paz auténtica.
También hoy es importante que los cristianos cumplan el derecho, que es el
fundamento de la paz. También hoy es importante para los cristianos no aceptar
una injusticia, aunque sea retenida como derecho, por ejemplo, cuando se trata
del asesinato de niños inocentes aún no nacidos. Así servimos precisamente a la
paz y así nos encontramos siguiendo las huellas de Jesús, del que san Pedro
dice: «Cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería
amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con
nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la
justicia» (1 P 2,23s.).” En: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/25348.php?index=25348&po_date=01.04.2010&lang=sp#TRADUZIONE%20IN%20LINGUA%20SPAGNOLA
Sobre
la democracia no sólo en la enseñanza “social” de la Iglesia sino en la
Iglesia, téngase en cuenta lo que diremos más adelante, cf. cap. VII,
II.1.a.2., p. 1397s: A ello hay que referir, como un comentario muy autorizado
por provenir de quien viene, la Lectio
magistralis del Card. Tarcisio BERTONE, Secretario de Estado del Santo
Padre (de la Santa Sede), pronunciada con ocasión de la inauguración del Año
Académico de la Facultad de Derecho Canónico San Pio X, en Venecia, Italia, el
4 de diciembre de 2008, y a la que él mismo tituló “Chiesa e democrazia; analogie e differenze”. Puede verse su original en: http://www.vatican.va/roman_curia/secretariat_state/card-bertone/2008/documents/rc_seg-st_20081204_lectio-magistralis_it.html
[47] Cf. consulta (noviembre 2008) en: http://www.monografias.com/trabajos14/mercadeo-polit/mercadeo-polit.shtml
[48] De ahí que sea una tarea, necesaria y permanente, examinar “el
tipo de ser humano” por el que propende o al que busca ayudar a construir una
Constitución política y el conjunto del Ordenamiento legal que de ella, en
principio, depende, y al que los demás organismos, estatales o no, y los
individuos, aspirarían, en su generalidad, a desarrollar.
Tal sería el caso, v. gr., de los proyectos
conducentes a dirigir las “políticas de salud” de un Estado. Obsérvese, p. ej.,
la siguiente propuesta, desde ese punto de vista: “I Congreso Nacional de
Investigación en Salud Pública: «Investigación
para la toma de decisiones en el sector salud»
Bogotá, Universidad Javeriana, octubre 23, 24 y 25 de 2006. ¿Aporta la investigación a la toma de decisiones en el sector salud? ¿Cómo mejorar la relevancia y efectividad de las intervenciones para enfrentar los problemas de salud y del sistema de salud? ¿Cuál es el rol de la investigación en la definición de políticas y en el proceso de su implementación? Para atender a estas preguntas y a través de la divulgación de resultados de investigación y de experiencias locales, regionales y nacionales en las distintas áreas temáticas, el Primer Congreso Nacional de Investigación en Salud Pública tiene como propósito comprender cómo la investigación puede influir la toma de decisiones en el sector salud y los mecanismos y estrategias para superar las barreras que limitan el uso de las evidencias y el conocimiento en la formulación de políticas y su implementación. Busca además aproximar a los grupos de investigación e investigadores con los tomadores de decisiones en la definición de prioridades y en la constitución de redes de investigación en salud.” Las respuestas, en consecuencia, podrían ser opuestas, inclusive diametralmente, dependiendo de la “concepción de ser humano” que se tenga a la base, y sobre la que se construya una “interpretación” de la Constitución y del Ordenamiento estatal.
Bogotá, Universidad Javeriana, octubre 23, 24 y 25 de 2006. ¿Aporta la investigación a la toma de decisiones en el sector salud? ¿Cómo mejorar la relevancia y efectividad de las intervenciones para enfrentar los problemas de salud y del sistema de salud? ¿Cuál es el rol de la investigación en la definición de políticas y en el proceso de su implementación? Para atender a estas preguntas y a través de la divulgación de resultados de investigación y de experiencias locales, regionales y nacionales en las distintas áreas temáticas, el Primer Congreso Nacional de Investigación en Salud Pública tiene como propósito comprender cómo la investigación puede influir la toma de decisiones en el sector salud y los mecanismos y estrategias para superar las barreras que limitan el uso de las evidencias y el conocimiento en la formulación de políticas y su implementación. Busca además aproximar a los grupos de investigación e investigadores con los tomadores de decisiones en la definición de prioridades y en la constitución de redes de investigación en salud.” Las respuestas, en consecuencia, podrían ser opuestas, inclusive diametralmente, dependiendo de la “concepción de ser humano” que se tenga a la base, y sobre la que se construya una “interpretación” de la Constitución y del Ordenamiento estatal.
[49] Cf. la obra de la antropóloga Ruth BENEDICT: El hombre y la
cultura: investigación sobre los orígenes de la civilización contemporánea Sudamericana Buenos Aires 1944 2ª.
[50] Puede considerarse la religión desde múltiples puntos de vista
(sus doctrinas, su culto), y tanto al considerar al individuo “religioso” como
a las sociedades que lo son (vivencias), y las interrelaciones que se suceden
entre aquél y estas (su organización). También existe la posibilidad de
estudiar el hecho “institucional” religioso, en una o varias religiones, con
las reglas y leyes que lo ordenan y regulan (moral y derecho), y que
condicionan tanto las relaciones que se efectúan entre los miembros del grupo,
como entre éstos y los que no pertenecen al mismo. Tal sucede, p. ej., en lo
que concierne al matrimonio y a la educación de la familia: sus derechos,
obligaciones y tareas; o en lo que se refiere a la denominada “religiosidad
popular”. La vida toda de una sociedad y de sus miembros puede estar traspasada
por esta característica religiosa, pero, a partir de los tiempos modernos, en
Occidente, los ámbitos de la vida social se han ido “emancipando” de la
“tutela” religiosa, y no sólo han llegado a obtener espacios (económicos,
políticos, científicos, e, incluso, éticos) más “secularizados”, sino, realmente
“secularistas”. Así mismo, no podemos ignorar las críticas – ¿quién las hace y
con qué intención? – actuales a la religión y a las religiones y a su papel en
las sociedades y a su relación con los Estados (¿laicidad o confesionalidad?,
tema sobre el que volveremos en el capítulo siguiente 1.a.1), p. 1108ss). Ya se
imagina el lector la amplitud de la bibliografía que se podría citar al
respecto. (Cf. también más adelante, p. 868, nt. 2293).
Antonio FUCCILLO, Francesco SORVILLO y Ludovica DECIMO, de las Universidades de Campania y de Padua, han presentado un estudio en el que examinan las relaciones que se dan entre religión y derecho: “Law and religion as a strategy in favor of profitable cultural osmosis: a wide look to civil law systems”: Rivista telematica Stato e Chiese (www.statoechiese.it), n. 36 del 2018: “Sumario: 1. Juntos en la diversidad: ley y religión en los sistemas de derecho civil moderno. 2. Las tradiciones religiosas en el derecho y la religión. 3. La religión y la ósmosis de la ley en el proceso legislativo. 4. La religión y la ósmosis de la ley en la jurisdicción. 5. Una estrategia: la función nomopoyética de las religiones en el koinè legal”. De esta última sección traduzco su contenido: “Lo que se ha dicho para los sistemas de derecho civil tal vez también pueda extenderse a los sistemas de derecho consuetudinario. La extensión también es posible para otros sistemas legales (sistemas hindúes y musulmanes). También ha surgido la atención a estos perfiles en China. El mundo está globalizado y está surgiendo un nuevo koiné legal, esto es, un sistema que surge de la práctica económica basada en herramientas de negociación en la actualidad al servicio de las grandes potencias económicas privadas. Es un lenguaje uniforme legal (mercantilista) que escapa al control político de los sistemas legales. La dimensión cultural-religiosa se convierte (en este contexto) en una barrera fundamental para esta práctica, porque las barreras políticas pueden ser superadas, no así las religiosas que son inherentemente transnacionales. Las religiones pueden sugerir valores que ayuden a eliminar el desequilibrio de los sistemas legales y las desigualdades sociales. Por lo tanto, pueden convertirse en un freno a la transformación "elitista" de la ley. Estamos presenciando la formación de una democracia a la que el sociólogo Zygmunt Bauman ha llamado "democracia líquida": una sociedad “líquida”, sin esquemas ni referencias estables, inevitablemente lanzada hacia la exclusión social y la homologación. Precisamente donde el dominio político de la ley es menor, las tradiciones religiosas se convierten en imperativos culturales que construyen y dimensionan estas nuevas prácticas, cumpliendo así una función nomopoyética real. La función nomopoyética de las religiones crea reglas legales capaces de tratar con las diferencias sin deshacerlas, es la principal forma de gobernar con éxito en la sociedad multicultural de hoy. Por lo tanto, el área temática religión/ley constituye uno de los lugares más efectivos y estratégicos para abordar los complejos problemas de la coexistencia de las diferencias, de ahí el papel de la afiliación religiosa y su contribución a la armonización del sistema. Los valores religiosos, de hecho, ayudan a implementar un uso potencial igualitario de instrumentos legales y, por lo tanto, de igualdad real de oportunidades, y en consecuencia un sistema judicial laico y efectivo. Como ya ha sido enfatizado repetidamente, es necesario asegurar al mismo tiempo oportunidades para todos, comenzando con las necesidades básicas, es decir, con las relacionadas con la vida diaria. El impacto positivo que tiene lugar a través de dicha operación, ya que está conectado a un acceso más fácil a los beneficios de la prosperidad económica, sería inevitable y se traduce en una mejor calidad de vida para las personas”. (Traducción mía). En (consulta del 15 de noviembre de 2018): https://www.statoechiese.it/images/uploads/articoli_pdf/Fuccillo%2B.M_Law.pdf?pdf=law-and-religion-as-a-strategy-in-favor-of-profitable-cultural-osmosis-a-wi
[51] Cf. Sergio A. ADARME RODRÍGUEZ: Significado cultural y teológico del deporte Pontificia Universidad
Javeriana Colección Fe y Universidad 13 Bogotá 2004. Sobre la importancia de
que las comunidades eclesiales valoren y practiquen el deporte, especialmente
como actividad de pastoral juvenil y escolar, cf. el Mensaje del Papa
BENEDICTO XVI al Pontificio Consejo para los Laicos en su seminario “Deporte,
educación y fe: para una nueva etapa del movimiento deportivo católico”,
3 de noviembre de 2009, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/pont-messages/2009/documents/hf_ben-xvi_mes_20091103_rylko-sport_sp.html Sobre otros valores a los que contribuye a desarrollar el
deporte, y especialmente el deporte que implica contacto con el medio ambiente
natural, véase también su corto mensaje a los “profesores de esquí”, del 15 de
noviembre de 2010, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/26406.php?index=26406&po_date=15.11.2010&lang=sp De la misma manera, sobre el aporte de la
medicina deportiva orientada a hacer de cada deportista una persona excelente y
bien desarrollada en sus capacidades atléticas, pero, también, y especialmente,
en las morales y espirituales, véase su discurso a los médicos deportólogos del
27 de septiembre de 2012, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/29725.php?index=29725&lang=sp
Con todo, el novedosísimo Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, ha hecho público el primer documento no pontificio sobre el deporte, el 1 de junio de 2018, Dar lo mejor de uno mismo, “sobre la perspectiva cristiana del deporte y la persona humana”: tiene cinco capítulos: la relación entre la Iglesia y el deporte (capítulo 1); una descripción del fenómeno deportivo con una mirada atenta a la persona humana (capítulos 2 y 3); algunos de los desafíos actuales que el deporte debe afrontar (capítulo 4); la Iglesia y la pastoral del deporte (capítulo 5). Puede verse en: http://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2018/06/01/0401/00856.html#spagnolodoc
Con todo, el novedosísimo Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, ha hecho público el primer documento no pontificio sobre el deporte, el 1 de junio de 2018, Dar lo mejor de uno mismo, “sobre la perspectiva cristiana del deporte y la persona humana”: tiene cinco capítulos: la relación entre la Iglesia y el deporte (capítulo 1); una descripción del fenómeno deportivo con una mirada atenta a la persona humana (capítulos 2 y 3); algunos de los desafíos actuales que el deporte debe afrontar (capítulo 4); la Iglesia y la pastoral del deporte (capítulo 5). Puede verse en: http://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2018/06/01/0401/00856.html#spagnolodoc
[52] “Los juicios de valor son simples o comparativos. Afirman o niegan
que X es verdaderamente bueno o sólo en apariencia. Los juicios de valor
comparan también diferentes instancias de lo que es verdaderamente bueno para
afirmar o negar que una cosa es mejor, o más importante, o más urgente que
otra. Tales juicios son objetivos o meramente subjetivos en la medida en que
proceden, o no, de un sujeto que se auto-trasciende. Consecuentemente, el
criterio de su verdad o falsedad está en la autenticidad o falta de
autenticidad del sujeto. Pero el criterio es una cosa y la significación del
juicio es otra. Decir que un juicio afirmativo de valor es verdadero, es lo
mismo que decir qué cosa es, o sería objetivamente buena o mejor que otra.
Decir que un juicio afirmativo de valor es falso, es lo mismo que decir qué
cosa no es o no sería objetivamente buena o mejor que otra”: Bernard LONERGAN: Método en teología , o. c., p. 22, nt. 47, 42.
[53] Cuando se examinan los rastros de la civilización humana desde
los comienzos de su historia, podemos constatar que las relaciones entre Dios y
los hombres siempre han estado íntimamente ligadas a una conducta moral y a una
expresión jurídica, hasta el punto que en los más lejanos orígenes las tres
prácticamente se identificaban. Más aún: tal conjunción es clave si se quiere
comprender adecuadamente el sentido del proceso que ha tenido la historia de la
humanidad. Si bien ello es comprobable, es muy digna de destacar la unión entre
religión y moral. Porque ninguna religión, de hecho, ha invitado a sus fieles
¡a hacer el mal y a evitar el bien! En cambio, todas ellas dedican siempre un
capítulo de sus enseñanzas para tratar acerca de la moral de sus miembros. Tal
había sido la situación, general y prácticamente universal, hasta nuestra época
y sus inicios en la Edad Moderna, cuando se propugna por una total
independencia y autonomía del ámbito ético frente al religioso. Para un estudio
detenido de la cuestión, cf. Juan MARTIN
VELASCO: "Religión y Moral", en M. VIDAL (ed.): Conceptos fundamentales de ética teológica Madrid 1992 185-203.
Para el tema de la ausencia total de “ética” en el mundo post-religioso de la
sociedad – colombiana –, cf. Gerardo REMOLINA, S. J.: "El vacío ético en
la sociedad colombiana" en: AA. VV.: Colombia,
una casa para todos Bogotá 1991 15-31.
[54] La reflexión contemporánea de la filosofía ha dado un cambio en
las temáticas y centros de interés en relación con otras épocas del
pensamiento. Se destaca ella por pretender ser una reflexión “sin metafísica”,
que revisa la “subjetividad moderna” y reconstruye el centro de la ética en la
relación interpersonal, en la que “el otro” es el centro de sus exigencias. La
teología no ha estado ausente de esta nueva orientación, pues, conforme al
criterio de Jesús, “quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios
a quien no ve” (1 Jn 4,20). Un
estudio de la cuestión puede verse en Edgar Antonio LÓPEZ LÓPEZ: Reflexiones en torno al sujeto moral
Digiprint Ed. Colección Fe y Universidad 14 Bogotá 2004; Gabriel Alfonso SUÁREZ
MEDINA: Socialidad de la realidad
personal Cargraphics Bogotá 2001.
[55] Importantes autores se han dedicado al estudio del asunto. De
entre ellos destacamos a Mircea ELIADE (1907-1986): Tratado
de historia de las religiones: morfología y dialéctica de lo sagrado Cristiandad Madrid 2000 3ª. Entre los textos recientes
encontramos: Ana María
BIDEGAIN DE URAN: “De la historia eclesiástica
a la historia de las religiones. Breve presentación sobre la transformación de
la investigación sobre la historia de las religiones en las sociedades
latinoamericanas”, en: Historia Critica 12 (Ene.-Jun. 1996) 5-15; Manuel
GUERRA GÓMEZ: Historia de las religiones BAC
Madrid 1999 (reimpresión de 2002); Francisco
P. DIEZ DE VELASCO ABELLÁN: Introducción
a la historia de las religiones Trotta Madrid, 2002 3ª; Carlos
DÍAZ: Manual de historia de las religiones
Desclée de Brouwer Bilbao 2004 5ª.
[56] La bibliografía es abundante. Destaco entre los textos más
cercanos en el tiempo y el espacio: Gerardo REMOLINA VARGAS, S. J.: “Filosofía
de la religión”, mecanografiado, Pontifica
Universidad Javeriana Bogotá 1982; Adriano ALESSI O.S.A.:
Los caminos de lo
sagrado: introducción a la filosofía de la religión Cristiandad Madrid 2004; Vicente DURÁN CASAS, S. J. - Juan Carlos
SCANNONE, S. J. - Eduardo Andrés SILVA ARÉVALO, S. J. (comp.): Problemas de filosofía de la religión desde América
Latina: la religión y sus límites Siglo
del Hombre Bogotá 2004; Juan
Carlos SCANNONE S. J.: Religión y nuevo pensamiento: hacia una filosofía de
la religión para nuestro tiempo desde América Latina Anthropos Barcelona, España - Universidad Autónoma Metropolitana
México 2005; José GÓMEZ CAFFARENA
S. J.: El enigma y el misterio: una filosofía de la
religión Editorial Trotta Madrid 2007.
[58] Charles LESLIE: Uomo e mito nelle societa primitive. Saggi di antropología
religiosa Sanson
Firenze 1965; Annemarie DE
WAAL: Introducción a la antropología religiosa Verbo Divino Estella
Navarra 1975.
[59] Citemos desde el muy famoso estudio de Max WEBER (1864-1920):
Sociología de la
religión Pléyade
Buenos Aires 1978, hasta los de otros autores tales como: Thomas F. O'DEA:
Sociología de la
religión Trillas México 1978; Abraham
LATORRE MAYORGA: Sociología
de la religión Universidad Santo Tomás
Bogotá 1982 2ª.
[60] Guillermo HOYOS
VASQUEZ: “Ideología, Política, Ética y Religión”, en: ThX 28/3
(Jul.-Sep.1978) 303-315; José María MARDONES: Recuperar la justicia:
religión y política en una sociedad laica Sal Terrae
Santander 2005.
[61] Confesiones I,1,1,
Ciudad Nueva Bogotá 2003. Benedicto XVI comentó este texto en su Discurso durante el encuentro con los representantes del clero y
los fieles de otras religiones en Waldegrave Drawing
Room
del Colegio Universitario Santa María de Twickenham (London Borough of Richmond), el Viernes 17 de septiembre de 2010: “En el plano espiritual, todos nosotros, por caminos diferentes, estamos personalmente comprometidos en un recorrido que da una respuesta al interrogante más importante: el relativo al sentido último de nuestra existencia humana. El anhelo por lo sagrado es la búsqueda de la cosa necesaria y la única que puede satisfacer las aspiraciones del corazón humano. En el siglo quinto, San Agustín describió esta búsqueda con las siguientes palabras: “Nos hiciste Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Confesiones, libro I, 1). Cuando nos embarcamos en esta aventura, nos damos cuenta cada vez más de que la iniciativa no depende de nosotros, sino del Señor: no se trata tanto de que le buscamos a Él, sino que es Él quien nos busca a nosotros; más aún es quien ha puesto en nuestros corazones ese anhelo de Él.
del Colegio Universitario Santa María de Twickenham (London Borough of Richmond), el Viernes 17 de septiembre de 2010: “En el plano espiritual, todos nosotros, por caminos diferentes, estamos personalmente comprometidos en un recorrido que da una respuesta al interrogante más importante: el relativo al sentido último de nuestra existencia humana. El anhelo por lo sagrado es la búsqueda de la cosa necesaria y la única que puede satisfacer las aspiraciones del corazón humano. En el siglo quinto, San Agustín describió esta búsqueda con las siguientes palabras: “Nos hiciste Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Confesiones, libro I, 1). Cuando nos embarcamos en esta aventura, nos damos cuenta cada vez más de que la iniciativa no depende de nosotros, sino del Señor: no se trata tanto de que le buscamos a Él, sino que es Él quien nos busca a nosotros; más aún es quien ha puesto en nuestros corazones ese anhelo de Él.
Vuestra
presencia y testimonio en el mundo recuerdan la importancia fundamental que tiene
para la vida de cada hombre esta búsqueda espiritual en la que estamos
comprometidos. Desde su propio ámbito, las ciencias humanas y naturales nos
proporcionan unos conocimientos asombrosos sobre algunos aspectos de nuestra
existencia y enriquecen nuestra comprensión sobre el funcionamiento del
universo físico, y de esta manera se pueden aprovechar para el mayor beneficio
de la familia humana. Aun así, estas disciplinas no dan, ni pueden, una
respuesta a la pregunta fundamental, porque su campo de acción es otro. No
pueden satisfacer los deseos más profundos del corazón del hombre; no pueden
explicar plenamente nuestro origen y nuestro destino, por qué y para qué
existimos; ni siquiera pueden darnos una respuesta exhaustiva a la pregunta:
“¿Por qué existe algo en vez de nada? La
búsqueda de lo sagrado no devalúa otros campos de investigación humana. Al
contrario, los sitúa en un contexto que acrecienta su importancia como medios
del ejercicio responsable de nuestro dominio sobre la creación. En la Biblia,
leemos que, concluido el trabajo de la creación, Dios bendijo a nuestros
primeros padres y les dijo: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra y
sometedla” (Gn 1, 28). Nos confió la tarea de explorar y aprovechar los
misterios de la naturaleza al servicio de un bien superior. ¿Cuál es este bien
superior? En la fe cristiana se expresa como amor a Dios y amor al prójimo. De
este modo, nos comprometemos con el mundo con entusiasmo y de corazón, pero
siempre con la vista puesta en servir a ese bien superior, a fin de no
desdibujar la belleza de la creación explotándola por motivos egoístas”. En:
[62] Como vemos, se trata de una característica propia y eminentemente
humana. Cf. el Documento del PONTIFICIO CONSEJO “JUSTICIA Y PAZ”: La lucha contra la corrupción, hecho
público el 4 de octubre de 2006, cuyo extractos, en primicia, se encuentran
en: http://212.77.1.245/news_services/press/vis/dinamiche/e2_sp.htm Véase también de J. Silvio BOTERO G.: “Lo ético y lo jurídico:
dos dimensiones de lo «humano»” en Cuestiones
Teológicas 36/85 ene-jun 2009 81-98.
[63] Para esta sección empleamos los materiales, mencionados ya, de
René SIMON: Moral Herder Barcelona 1967 y de Raimundo RINCÓN ORDUÑA: Teología Moral:
Introducción a la crítica Paulinas Madrid 1981. En relación con los
términos “ética” y “moral” que empleo en el desarrollo, puede verse mi
exposición de la situación a partir de varios autores en la obra: Algunos elementos introductorios a la
Teología moral fundamental y profesional,
o. c., p. 570, nt. 1590,
20-38.
[64] “Los modos de comportamiento que componen la cultura de cualquier
sociedad representan generalizaciones del comportamiento de todos o algunos de
los miembros de esa sociedad; no describen precisamente el sistema personal de
hábitos de un solo individuo […] El término ‘norma’… se refiere a un modo
específico de comportamiento que es parte de una cultura determinada… Las
normas culturales no son todas de la misma clase… Las culturas comprenden dos
tipos principales de normas: las normas ideales y las normas de comportamiento.
Kluckhohn ha dicho que las normas ideales definen lo que los miembros de una
sociedad deberían hacer o decir en situaciones particulares si acatasen
enteramente las reglas establecidas por su cultura. Las normas de
comportamiento, por su parte, derivan de las observaciones de cómo se comporta
la gente realmente en situaciones particulares. La regla áurea y la explicación
del significado de una señal de parada son normas ideales de nuestra cultura,
mientras que el comportamiento efectivo de los cristianos en relación con su
prójimo y el comportamiento efectivo de los conductores ante las señales de
parada, representan normas de comportamiento de nuestra cultura. Análogas
diferencias entre las normas ideales y las de comportamiento se encuentran en
todas las culturas”: Ralph L. BEALS – Harry HOIJER: Introducción a la Antropología, o. c. p. 60, nt. 127, 267s.
[65] Publicó 95 libros y más de 600 artículos, conferencias, etc. Su
preocupación como psicopedagogo estuvo orientada más que todo al área cognitiva
y a las cuestiones epistemológicas. De entre su producción destaco por el
asunto que nos ocupa su obra: El criterio moral en el niño
Morata Madrid 1975.
[66] Especialmente su obra: Psicología
del Desarrollo Moral Desclée de
Brouwer Bilbao 1992.
[67] Kohlberg partía de la teoría cognitivo-evolutiva de Piaget, término
que él mismo acuñó para denominar a la extensión del modelo piagetiano del
desarrollo al estudio del cambio moral así como las aplicaciones educativas de
dicha extensión. Este enfoque supone, por una parte, que los principales
cambios producidos en el desarrollo suponen importantes reestructuraciones en el significado que el sujeto da al mundo (hipótesis cognitiva); y, por otra, que
el resultado de las mismas posibilita formas superiores de adaptación a dicho
mundo (hipótesis evolutiva).
[68] Con todo, existen estudios que atribuyen esta problemática del
comportamiento a factores hereditarios exclusivos o asociados con la
interacción del individuo con otras personas y con la cultura. Tratando acerca
del asunto, p. ej., se preguntaba Mauro TORRES, médico y escritor, si acaso en
los hechos relacionados con un asesino de niños, sólo se trató de una
“compulsión” transitoria, o, si, más bien, no predominó en él el influjo del
“alcohol” que, “por la rama materna [llega] hasta su abuelo” y “alteró la
información genética de la célula germinal, y esos genes alterados se
transmiten a los descendientes durante generaciones. [N.N.] no es el único
alcohólico de su familia, pero sí es el único criminal… Decir criminal
significa que la persona tiene un cerebro diferente al de las personas que no
son criminales. Ese gen alterado por el alcohol, al heredarse por azar - ¡por
mala suerte! – deforma las estructuras normales del cerebro, concretamente una
pequeña región del lóbulo frontal del hemisferio derecho que se conoce como
área ‘órbito frontal’, que he delimitado exactamente y publicado en varios
libros. Desde este foco órbito frontal patológico del cerebro de [N. N.] le
brotan los potentes e irresistibles deseos de violar niños y luego asesinarlos
sádicamente. Si [N.N.] - como tantos que existen en el mundo – hubiera tenido
un tratamiento prematuro, igual que el cáncer, entre los 5 y 10 años de edad
con un terapeuta moderno, con seguridad esa deformación de su cerebro se habría
atenuado y no habría sido lanzado al crimen. Hoy ya es muy tarde. Esta es la
razón científica que nos asiste para afirmar en bien de la sociedad y en bien
de [N.N.] que no debe salir de la cárcel. Reincidirá”: “El cerebro averiado de
Garavito. A la ciencia corresponde un veredicto autorizado sobre casos como el
asesino y violador de niños”, en: “Lecturas Fin de Semana”, El Tiempo, sábado 15 de julio de 2006 2.
[69] La filosofía de Friedrich NIETZSCHE pone de presente los
distintos sentidos que posee la vida, entendida como fuerza productora. Arte,
moral, y librepensamiento, son diversas líneas en que se manifiesta la vida
como voluntad de poder. Por su crítica, sobre todo este autor problematizaría
nuestra perspectiva antropológica, cuando sostenemos que ella hunde sus raíces,
como estamos viendo, en la cristología. En efecto, las “bienaventuranzas”,
según él, diseñan un modelo de ser humano cuyo comportamiento es un verdadero
“crimen capital contra la vida”: un ser humano resentido, envidioso, cobarde e
incapaz.
Joseph RATZINGER, tras un análisis
de nuestra situación actual y de cierto efecto que la acogida de la propuesta
nietzscheana ha tenido sobre ella, responde a esta objeción: “Frente al
tentador brillo de la imagen del hombre que da Nietzsche, este camino parece en
principio miserable, incluso poco razonable. Pero es el verdadero «camino de
alta montaña» de la vida; sólo por la vía del amor, cuyas sendas se describen
en el Sermón de la Montaña, se descubre la riqueza de la vida, la grandiosidad
de la vocación del hombre”: Jesús de Nazaret, o. c. p. 26, nt. 54,126-129.
[70] Para toda esta reflexión he empleado materiales tomados de
Raimundo RINCÓN ORDUÑA: Teología
Moral: Introducción a la crítica Paulinas Madrid 1981, especialmente
su capítulo "Fundamentación crítica de la ética" 9-41.
[71] Existen, por supuesto, objeciones a esta introspección. Hay
quienes consideran la conciencia moral una simple autosugestión, o un resto
“atávico” de un “pasado religioso”, o un
tabú que se impone al “id” (ello), o la complacencia que se hace a una “superestructura”
socio-cultural, o se la subsume en los procesos neurobiológicos que la
posibilitan...
[72] Según el DRALE,
consiste en considerarse “independiente, ilimitado, que excluye
cualquier relación”: etimológicamente: “soltándose-de”, en este caso, del Dios
Creador, Salvador y Vivificador.
BENEDICTO XVI nos advierte de esta tan humana
fragilidad y posibilidad: “Convertirse, ¿qué es en realidad? Convertirse es
buscar a Dios, caminar con Dios, seguir dócilmente las enseñanzas de su Hijo
Jesucristo. No es, de ninguna manera, un esfuerzo de auto-realización. No nos
hemos hecho a nosotros mismos. Por eso, la realización personal es, en
realidad, una contradicción, e incluso es poco para nosotros. Tenemos un
destino más elevado. Podríamos decir que la conversión consiste, precisamente,
en no considerarnos como el «creador» de nosotros mismos y, por aquí, descubrir
la verdad, puesto que nosotros no somos nuestros propios autores. La conversión
consiste en la libre y amorosa aceptación de nuestra total dependencia de Dios,
nuestro verdadero Creador, una dependencia de amor. No es un obstáculo, es la
libertad. Por tanto, convertirse
significa no buscar el éxito personal — que es algo efímero —, sino,
abandonando toda seguridad humana, seguir con sencillez y confianza al Señor a
fin de que Jesús sea para cada uno, como solía repetir la beata Teresa de
Calcuta, «mi todo en todo». Quien se deja conquistar por él no tiene miedo de
perder su vida, porque en la cruz él nos amó y se entregó por nosotros. Y
precisamente, perdiendo por amor nuestra vida, la volvemos a encontrar”: Audiencia general del 21 de febrero de
2007, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2007/documents/hf_ben-xvi_aud_20070221_sp.html
Ya nos hemos referido a nuestra propuesta ontónoma
(cf. supra, cap. 4°, 2.a.C)33, p. 643; cap. 5°, I.2.a.1)f.28, p. 790; nuestra
exposición reciente, en I.2.a.2)c)7°9ª’)4°)d), p. 846); pero siendo de tanta
importancia, deberemos volver varias veces más sobre ella (cf. cap. 5°, II.3.4,
p. 896; II.5.b.5, p. 921; y cap. 6°, 2, p. 1078).
[73] Estoy pensando, sin duda, en dos referentes especialísimos,
modélicos, si se quiere, María y San Pablo. María, la Madre del Señor, en su
“fiat”: “María respondió al ángel: « ¿Cómo será esto, puesto que no conozco
varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y
será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un
hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, -
porque ninguna cosa es imposible para Dios.» - Dijo María: «He aquí la esclava
del Señor; hágase en mí según tu
palabra.»” (Lc 1, 34-38).
San Pablo, el Apóstol, por
su parte, quien refiere: “Si pretendiera gloriarme no haría el fatuo, diría la
verdad. Pero me abstengo de ello. No sea que alguien se forme de mí una idea
superior a lo que en mí ve u oye de mí. Y por eso, para que no me engría con la
sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de
Satanás que me abofetea para que no me engría. Por este motivo tres veces rogué
al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza».
Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para
que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en
las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas
por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte” (2 Co 12,6-10). (Cursiva en los textos es
mía).
Haciéndose eco de la preocupación del Papa
BENEDICTO XVI, a quien recién mencionamos en la anterior nt. (2294), el Papa
FRANCISCO nos previene, sin embargo, del “peligro de... obrar por la propia realización y no por la gloria de
Dios” (cursiva es mía). Lo denomina con Henri De Lubac “la mundanidad
espiritual”. He aquí el texto de su discurso a los Nuncios y otros
Representantes Pontificios, del 21 de junio de 2013, en el que expone su
pensamiento: “3. C’è sempre
il pericolo, anche per gli uomini di Chiesa, di cedere a quella che io chiamo,
riprendendo un’espressione di De Lubac, la "mondanità spirituale":
cedere allo spirito del mondo, che conduce ad agire per la propria
realizzazione e non per la gloria di Dio (cfr Meditazione sulla Chiesa, Milano 1979, p. 269), a quella sorta di
"borghesia dello spirito e della vita" che spinge ad adagiarsi, a
ricercare una vita comoda e tranquilla... (Giovanni XXIII) Egli affermava di
avere compreso sempre di più che, per l’efficacia della sua azione, doveva
potare continuamente la vigna della sua vita da ciò che è solo fogliame inutile
e andare diritto all’essenziale, che è Cristo e il suo Vangelo, altrimenti si
rischia di volgere al ridicolo una missione santa (Giornale dell’Anima, Cinisello Balsamo 2000, pp. 513-514). E’ una
parola forte questa del ridicolo, ma è vera: cedere allo spirito mondano espone
soprattutto noi Pastori al ridicolo; potremo forse ricevere qualche applauso,
ma quelli stessi che sembreranno approvarci, poi ci criticheranno alle spalle.
Queste è una regola comune”: http://attualita.vatican.va/sala-stampa/bollettino/2013/06/21/news/31237.html
[74] BENEDICTO XVI : Discurso a los
participantes en el Coloquio inter-académico promovido por la Academia de
Ciencias de Paría y la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, 28 de
enero de 2008, en : http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/january/documents/hf_ben-xvi_spe_20080128_convegno-individuo_fr.html
[75] PIO XII: Discurso a los participantes en el II Congreso mundial de la fertilidad y la
esterilidad, Sábado 19 de mayo de 1956, en AAS 48 (1956) 467-474, en: http://www.vatican.va/holy_father/pius_xii/speeches/1956/documents/hf_p-xii_spe_19560519_vous-nous-avez_sp.html#_ednref* La cursiva es mía.
[76] Cf. Luis Mario SENDOYA MEJÍA: “Desarrollo del pensamiento social
de los cristianos” en ThX 101 1992
17-23; id.: “Moral social cristiana: elementos de aproximación”, en AA. VV.: Moral Social Cristiana Pontificia
Universidad Javeriana Colección Apuntes de Teología Santafé de Bogotá
1997.
[77] Cf. Iván Danilo RUEDA R.: “Elementos para una aproximación a la
realidad social”, en AA. VV.: Moral
Social Cristiana Pontificia Universidad Javeriana Colección Apuntes de
Teología Santafé de Bogotá 1997.
[78] Acerca de las anteriores distinciones de la ética, podemos
ejemplarizar con el texto de la encíclica del Papa BENEDICTO XVI, del 25 de
diciembre de 2005, cuyo tema fue “Dios es amor” (“Deus caritas est”), en donde el primero y segundo ámbitos de la
ética se trataron en la primera parte de la encíclica (sobre todo en la
perspectiva educativa, la segunda de ellas), mientras que al tercero de ellos
se dedicó la segunda parte de dicha encíclica. En: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20051225_deus-caritas-est_sp.html
[79] BENEDICTO XVI: enc. Spe
salvi, del 30 de noviembre de 2007, n. 22, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20071130_spe-salvi_sp.html#_ftnref15
Precisando aún más algunas
de las características de este “progreso técnico” que caracteriza a nuestro
tiempo y que a todos los contemporáneos afecta e impacta, especialmente a los
jóvenes, ha afirmado el Pontífice: “El progreso técnico, particularmente en el
campo de los transportes y de las comunicaciones, ha hecho la vida del hombre
más confortable, pero también, más agitada, a veces convulsionada. Las ciudades
son casi siempre bulliciosas: raramente en ellas existe silencio, porque un
ruido de fondo permanece siempre, en algunas zonas aún de noche. Siempre más,
incluso sin darse cuenta de ello, las personas son sumergidas en una dimensión
virtual, a causa de mensajes audiovisuales que acompañan su vida desde la
mañana hasta la noche. Los más jóvenes, que han nacido en estas condiciones,
parecen llenar de música y de imágenes todo momento vacío, casi por miedo de
sentir, precisamente, este vacío. Se trata de una tendencia que siempre ha
existido, especialmente entre los jóvenes y en los contextos urbanos más
desarrollados, pero hoy ella ha alcanzado un nivel tal que hace hablar de una
mutación antropológica. Algunas personas ya no son capaces de permanecer por
largo tiempo en silencio y en soledad”: Homilía
de las vísperas del 9 de octubre de 2011 en la Cartuja de los Santos Esteban y
Bruno, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/28173.php?index=28173&po_date=09.10.2011&lang=sp
[80] Hemos tenido ocasión de verlo en la “Declaración de los derechos
humanos” alrededor de la cual se formaron las Naciones Unidas, cf. supra,
I.1.2, p. 722, y, especialmente, I.1.b.4, p. 739, con nt. 2006. Pero,
exactamente, ese es el mismo criterio que adoptó el cuerpo de delegatarios
constituyente de la Constitución Política
de Colombia de 1991 cuando afirmó en el artículo 1°: “Articulo
1o. Colombia es un Estado
social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada,
con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y
pluralista, fundada en el respeto de la
dignidad humana, en el
trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia
del interés general”. En: http://www.secretariasenado.gov.co/leyes/CONS_P91.HTM
La dignidad de la persona
humana, la libertad humana y la experiencia del derecho se articulan mutuamente
y de diversa manera. De hecho, para algunos autores, el derecho es
“presupuesto” de la libertad; en otros autores, o en otros momentos de los
mismos autores, el énfasis es puesto en la dignidad humana como “fundamento”
del derecho. Véanse del mismo autor, Ottavio DE BEERTOLIS, S. J.: “Il diritto
come presupposto della libertà” en La Civiltà Cattolica 159/1 2008
571-584 y “La dignità umana come fondamento del diritto” en I percorsi della
dignità, intervención del sábado 13 de octubre de 2007 en el Aula Magna de
la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, Roma 2008 45-57.
[81] Cf. JUAN PABLO II: enc. VS
95-96.
[82] Es esta la traducción de una de las “Reglas del Derecho”. Dichas
“reglas” existieron ya en el Derecho Romano, en el "Digesto" de
Justiniano (L, l, tit. 17). Pero, así mismo, fueron incluidas por el Papa
Gregorio IX al final del Quinto Libro de las Decretales, y en su formulación en ochenta y ocho “reglas” por el
Papa Bonifacio VIII, al final del Libro Sexto de las Decretales. Precisamente la Sexta de tales “Reglas” es la
mencionada en nuestro comentario: “Ad impossibile nemo tenetur”. Con todo,
téngase en cuenta la apreciación de S. Tomás: “Illud
enim quod est naturale est immutabile, et idem apud omnes. Non autem invenitur in
rebus humanis aliquid tale: quia omnes regulae juris
humani in aliquibus casibus deficiunt, nec habent suam virtutem ubique”:
ST., IIa - IIae, q. 57, art. 2. El
criterio fue recogido en el CIC en su aplicación al derecho matrimonial en los
cc. sobre el consentimiento (véase mi tesina de Licenciatura eclesiástica en
Derecho Canónico: “"La incapacidad para asumir
las obligaciones matrimoniales en la jurisprudencia rotal previa al canon 1095,
ord. 3", Pontificia Universidad Gregoriana de Roma: junio de 1988.
Monografía de grado, bajo la dirección de Mgr. Antoni Stankiewicz, de la Rota
Romana).
[83] Cf. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL: «Les chrétiens d’aujour
d’hui devant la dignité et les droits de la personne humaine », 1-7 de
diciembre de 1983, en G 65 1984
229-481; y de la misma Comisión: “Tesis sobre la dignidad, así como sobre los
derechos de la persona humana” o “Missio Ecclesiae”, del 6 de octubre de 1984,
en EV 9,1036-1063.
[84] Encíclica Pacem in terris,
del 11 de abril de 1963, n. 8ss, en: http://www.vatican.va/holy_father/john_xxiii/encyclicals/documents/hf_j-xxiii_enc_11041963_pacem_sp.html
[85] Cf. enc. Populorum
Progressio del 26 de marzo de 1967, n. 14, en: http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_26031967_populorum_sp.html
El tema del “bien” y del
“bien común” está presente, por supuesto, a lo largo de todas estas páginas de
múltiples maneras. Siendo un concepto central de la doctrina social de la
Iglesia, debería permanentemente volver a reflexionarse y a buscar su plena aplicación
en la vida social. Puede verse la importancia del mismo en la formación de la
conciencia moral en la obra de M. TOSO – G. QUINZI: I cattolici e il bene
comune: quale formazione? LAS Roma 2007.
Sobre el problema del “desarrollo” “de los
pueblos” puede consultarse el texto de URIBE MALLARINO, Consuelo: Un Modelo para armar. Teorías y conceptos de
desarrollo. Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima,
enero de 2008.
[86] La afirmación, que es de JUAN XXIII en la enc. Pacem in terris n. 27, recoge un
pronunciamiento anterior de PÍO XII, el radiomensaje navideño de 1942, en: AAS
35 1943 21. En: http://www.vatican.va/holy_father/john_xxiii/encyclicals/documents/hf_j-xxiii_enc_11041963_pacem_sp.html#_ftnref24
[87] Cap. 4°, y, en particular,
1.d.A.f), p. 441, nt. 1151. Para su época y por mucho tiempo después,
derecho, ética y religión formaban una amalgama sin solución de continuidad
(cf. cap. V, I.2.s.2)c)7°A), p. 325, nt. 818). Pero, a raíz de la Ilustración
la religión fue quedando relegada del ámbito de las ciencias (lo suyo, de la
religión, no sería sino lo “irracional”, fruto de prácticas tribales y supersticiones),
y, con el tiempo, también lo fue de la ética y del derecho. Ese mismo proceso
terminó separando, circunscribiendo y contraponiendo los ámbitos de la ética y
del derecho – el ámbito de la conciencia es diverso del actuar externo –, tanto
en los países de Occidente como de Oriente. Así, el ámbito jurídico reivindica
la condición de no requerir cualquier tipo de relación con el “derecho divino”,
y, más aún, considera que no es deber suyo ni siquiera sugerir al sujeto
cualquier actuación que pueda ser valorada en forma “ética” (una “ética
secular” se dice hoy en día). Al tiempo que se instituía “la igualdad de todos
ante la ley”, han quedado planteados otros serios asuntos: la posibilidad de la
universalidad de una ética religiosa así como la de un derecho común y de una
“ley natural”, y el papel que la razón jugaría en ellos; la real posibilidad
(teórica) de compartimentalizar la existencia humana en tal forma que cada
campo trabaje sin referencia a la persona humana y, aún, “contra” ella, como en
la práctica vemos que ello sucede.
El proceso de la Modernidad,
con todo, no ha logrado extinguir la presencia y la acción de la religión en
todos estos otros ámbitos, de modo que se impone, al menos, una reconsideración
de la religión (y de las religiones), de sus caricaturas y de sus formas
institucionales (inclusive de sus desviaciones), así como de la necesidad de un
diálogo entre las religiones y con ellas por parte de los demás ámbitos
humanos.
[88] En un conspicuo análisis, escribía Eduardo PIZARRO LEONGÓMEZ:
“Muchos guerrilleros ingresaron a las FARC o al Eln como resultado de un acto
de violencia contra sí mismos o contra sus familiares […] En un estudio
realizado por la Comisión de Paz de Medellín, entre los desmovilizados por las
Auc, un 27 por ciento afirmó haber tomado las armas para vengar un agravio […]
En un clima de represalias y contrarrepresalias, lo más probable es que tanto
el uno como el otro sean a su turno víctimas y victimarios, inmersos en una
lógica perversa que no lograr superar. ¿Cómo romper esta cadena de agravios
interminable? ¿Cómo lograr la paz cuando los actores armados justifican sus
crímenes mirándose en el espejo de las barbaries perpetradas por sus
adversarios?...”: “El espejo de El Salvador. Víctimas y victimarios. ¿Podremos
los colombianos romper esta cadena de agravios interminable?”, en El Tiempo, 6 de noviembre de 2006, 1-11.
[89] En cada época de la humanidad ha existido el diseño y la
elaboración de artefactos para diversos usos, hoy en día se trata de una
verdadera especialización industrial. Recuérdese lo dicho a propósito del
Diseño en sus variadas expresiones, cf. supra, I.1.b.3, p. 737.
Las ciudades poseen una
relación intrínseca con la verdad gracias a la cultura, ya que, como lo
tematiza la Arquitectura, también ellas poseen como pregunta central y
generativa: “¿qué es el hombre?” Véase, al respecto, la intervención de
Mons. Francesco FOLLO, Observador Permanente y Jefe de
la Delegación de la Santa Sede en la 35a Sesión de la
Conferencia General de la UNESCO, el 10 de octubre de 2009, publicada
el 22.10.2009 en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/24531.php?index=24531&po_date=22.10.2009&lang=sp
[90] Li Mizar SALAMANCA BARRERA: “Encuentro entre teología y
estética”, en ThX 52/3 jul-sep 2002
489-501.
El Papa BENEDICTO XVI en su discurso
durante el encuentro con los artistas en la Capilla Sixtina, 21 de noviembre de
2009, después de exaltar el arte “verdadero” como expresión auténtica de
humanismo por su relación indisoluble con la belleza, se refirió a aquella
belleza que es hecha objeto de la propaganda y desvía a las personas de la
belleza auténtica, mediante ilusiones y mentiras, y termina esclavizando y
quitando la esperanza. “Se trata – exponía el Papa – de una belleza seductora
pero hipócrita, que despierta la lujuria, la voluntad de poder, de posesión, de
opresión sobre el otro y que se transforma, bien pronto, en su contrario,
asumiendo los rostros de la obscenidad, de la transgresión o de la provocación
como fin de ella misma”. Y, citando al queridísimo viejo colega suyo, Hans Urs
von Balthasar, agregó: “El teólogo Hans Urs von Balthasar abre su gran obra
titulada Gloria. Una estética teológica con estas sugestivas
expresiones: «Nuestra palabra inicial se llama belleza. La belleza es la última
palabra que el entendimiento pensante puede atreverse a pronunciar, porque ella
no hace otra cosa que coronar, como aureola de esplendor inasible, el doble
astro de lo verdadero y del bien y su indisoluble relación». Luego observa:
«Esa es la belleza desinteresada sin la cual el viejo mundo era incapaz de
comprenderse, pero que se ha despedido silenciosamente del mundo moderno de los
intereses, para abandonarlo a su codicia y a su tristeza. Esa es la belleza que
no es ya más amada y custodiada incluso por la religión». Y termina: «Quien,
cuando es nombrada, hace una mueca de sonrisa, juzgándola una baratija exótica
de un pasado burgués, de aquél se puede estar seguro que – secreta o
abiertamente – no es capaz de orar y, más aún, ni siquiera de amar»”. El Papa,
finalmente, elogió la obra de los artistas quienes poseen, “gracias a vuestro
talento – dijo – la posibilidad de hablar al corazón de la humanidad, de tocar
la sensibilidad individual y colectiva, de suscitar sueños y esperanzas, de
ampliar los horizontes del conocimiento y del esfuerzo humano”. El texto
original en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/24701.php?index=24701&po_date=21.11.2009&lang=sp
Sobre el mismo asunto,
además de la mención de la obra de San Germán en defensa de la ortodoxia, 29 de
abril de 2009, (http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2009/documents/hf_ben-xvi_aud_20090429_sp.html), véase también el encomio del Papa a la obra de Antoni Gaudí en
la arquitectura de la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona (“como una
inmensa escultura en piedra, fruto de la fe profunda, de la sensibilidad
espiritual y del talento artístico”): homilía
del 7 de noviembre y catequesis del
10 de noviembre de 2010, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/homilies/2010/documents/hf_ben-xvi_hom_20101107_barcelona_sp.html y
http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/26370.php?index=26370&lang=sp, respectivamente.
De
igual modo, el Papa FRANCISCO ha reiterado la importancia que tiene en y para
la evangelización hacer ostensible “la Belleza de Dios en las artes” y, en consecuencia, la necesidad
de impulsar “la propuesta del lenguaje artístico” para su comunicación (cf. EG 167).
[91] La relación entre la Trinidad y la “verdad” posee un arraigo
indisoluble y característico a todo lo largo de la historia del cristianismo, y
sus fundamentos la hacen invulnerable en el “credo” cristiano, como vimos
ampliamente en el capítulo anterior.
Más aún, afirma Walter KERN:
“La actual concepción evolutiva del mundo se coloca en esta perspectiva (la
impronta espiritual de todas las cosas, debida a su origen trinitario) en
contra del dualismo materia-espíritu. San Anselmo DE CANTERBURY dice de Dios: «Uno eodemque verbo dicit
seipsum et quaecumque fecit» (Monologion 33; igual, S. TOMÁS: ST
I, q. 37, a. 2 ad 3; S. BUENAVENTURA: I
Sententiae 39, 1, 1 ad 4 -ed. Quaracchi 1,686- y Hexamerón 1,16 - ibíd.
5,332 -). De ahí que las cosas sean verba
de Verbo (no esencialmente iguales a la Palabra eterna, sino análogas a ella. TOMÁS DE AQUINO llama a
la criatura «verbum Verbi» y «vox Verbi». El mundo, con todo lo que hay en él,
tiene estructura «lógica», tiene carácter «icónico», por medio de aquel que es
la Palabra (Λόγος) y la imagen (Είκών) del Padre. Dios, «verdad subsistente»,
con un esbozo ideal, «verdad
naciente», establece todo el ser mundano, al que consiguientemente sobreviene «verdad objetiva» (Cf. J. B.
LOTZ: Ontologia; M. HEIDEGGER; J.
PIEPER; H. - G. GADAMER; M. MÜLLER… La constitución del Vaticano II sobre la
Iglesia en el mundo, GS, 7 diciembre
1965, n. 14 habla de «la verdad profunda
de las cosas mismas»). Por este su origen, las cosas son cognoscibles y
pronunciables. Este acontecer de la verdad en la creación es el fundamento
último de todo conocimiento humano
logrado, del saber y de la ciencia. La llamada verdad lógica del
conocimiento humano está en relación consecutiva con la verdad ontológica de
las cosas, de cuya esencia es constitutivo el Logos del conocimiento divino. Al
igual que las cosas son palabras de la Palabra, son también dones del Don”: Walter KERN: “Interpretación teológica
de la fe en la creación”, en Mysterium
salutis, o. c., p.134, nt.
320, t. II, “La historia de la salvación antes de Cristo”, 409. (Cursiva en el
texto es mía).
La referencia que se hace de
San Buenaventura en el texto ha sido comentada por el S. P. Benedicto XVI en su
catequesis sobre la cultura cristiana medieval del 10 de marzo de 2010,
destacando su entronque con las interpretaciones sobre los textos del Gn
sobre la creación del mundo, haciendo de ellos su propia glosa alegórica (la
historia, camino trinitario de progreso; la única Iglesia es la de Cristo y Él
es el centro de la historia; la riqueza de la palabra de Dios y del Evangelio
es inagotable, de ahí la permanente novedad de la Iglesia que la acoge y
profundiza), y respondiendo así a la coyuntura que se había originado en las
ideas sobre una cierta “Iglesia espiritual” (o “del Espíritu”) puramente distinta
de la única de Cristo, ideas promovidas por Joaquín de Fiore (1202); en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/25220.php?index=25220&po_date=10.03.2010&lang=sp
En lenguaje simbólico, la
luz sirve a San Buenaventura para desentrañar la relación entre Trinidad y
realidad creada, no sólo en cuanto verdad sino también en cuanto bien y
belleza, y como camino pedagógico para llegar a ubicarse en ella. Véase a este
respecto la investigación de Rossano ZAS
FRIZ DE COL: La teología del símbolo de San Buenaventura Editorial Pontificia
Universidad Gregoriana TesisEspiritualidad 5 Roma 1997, especialmente, entre
otras, en las pp. 119-137.
[92] La relación del “bien” con el “Bien” absoluto fue ya analizada por ARISTÓTELES: Metafísica Porrúa México 1969 XII, 7: Este motor inmóvil es eterno, necesario: es el bien, y este bien se encuentra en acto en el Ser, que es Dios.
Por eso mismo, la virtud de religión ha sido considerada desde la antigüedad, no sólo cristiana, una de las “virtudes” más características de la persona humana y de una nación (“cuius regio eius et religio”), vinculada por cierto, en su expresión más alta, con la justicia, componente principalísimo del “bien común”, del “bien humano”. Por eso la ética, la moral, en su relativa autonomía, no puede oponerse a la religión, ni inclusive desligarse totalmente de ella, fenómeno que especialmente se observa desde la perspectiva de la factualidad cultural e histórica, pero, dada la experiencia de tantos miles de millones de seres humanos que así lo han profesado, también incluso desde una perspectiva subjetiva. Con mayor razón ocurre ello, si se lo examina desde una perspectiva no sólo religiosa, sino de fe: “Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta” (St 2,17). El comentario que hace el S. P. FRANCISCO, a propósito del obrar moral consciente de Jesús, y su aplicación a un caso conocidísimo de nuestros días, no deja lugar a duda: “Y Jesús era libre, en aquella decisión (subir a Jerusalén) era libre. Jesús nos quiere a nosotros cristianos libres como Él, con aquella libertad que viene de este diálogo con el Padre, de este diálogo con Dios: Jesús no quiere ni cristianos egoístas, que siguen su propio yo, no dialogan con Dios; ni cristianos débiles, cristianos que no tienen voluntad, cristianos ‘telecomandados’, incapaces de creatividad, que buscan siempre asociarse a la voluntad de otro y no son libres. Jesús nos quiere libres, ¿y esta libertad dónde se hace? Se hace en el diálogo con Dios en la propia conciencia. Si un cristiano no sabe hablar con Dios, no sabe oír a Dios en su propia conciencia, no es libre… Por esto debemos aprender a escuchar más nuestra conciencia. ¡Pero, atención! Esto no significa seguir al propio yo, hacer lo que me interesa, lo que me conviene, lo que me gusta… ¡No es esto! La conciencia es el espacio interior para la escucha de la verdad, del bien, para la escucha de Dios; es el lugar interior para mi relación con Él, que habla a mi corazón y me ayuda a discernir, a comprender el camino que debo recorrer, y, una vez tomada la decisión, para andar adelante, a mantenerme fiel. Nosotros hemos tenido un ejemplo maravilloso de cómo es esta relación con Dios en la propia conciencia, un reciente ejemplo maravilloso. El Papa Benedicto XVI nos ha dado este gran ejemplo cuando el Señor le ha hecho entender, en la oración, cuál era el paso que debía realizar. Ha seguido, con gran sentido de discernimiento y de valentía, su conciencia, es decir, la voluntad de Dios que hablaba a su corazón. Y este ejemplo de nuestro Padre hace tanto bien a todos nosotros, como un ejemplo a seguir”: en: http://www.vatican.va/holy_father/francesco/angelus/2013/documents/papa-francesco_angelus_20130630_it.html (Traducción mía). En las páginas siguientes volveremos sobre el punto.
[93] Romano GUARDINI: La esencia de la obra de arte Guadarrama
Madrid 1960 70-72. El Papa BENEDICTO XVI no ha dejado de llamar la atención
también sobre este aspecto en su discurso
del 29 de octubre de 2010 a los asistentes al Encuentro promovido en Roma por
la Fundación Romano Guardini de Berlín: “Al acompañar a la juventud, Guardini buscó
también una nueva vía de acceso a la liturgia. El redescubrimiento de la
liturgia era para él el redescubrimiento de la unidad entre el espíritu y el
cuerpo en la totalidad del único ser humano, ya que el acto litúrgico es
siempre al mismo tiempo un acto corporal y espiritual. El orar se dilata a
través del obrar corporal y comunitario, y así se revela la unidad de toda la
realidad. La liturgia es un obrar simbólico. El símbolo, como quintaesencia de
la unidad entre lo espiritual y lo material, se pierde cuando los dos se
separan, cuando el mundo es roto de manera dualística en espíritu y cuerpo, en
sujeto y objeto. Guardini estaba profundamente convencido que el hombre es espíritu en cuerpo y cuerpo en espíritu y que, por lo tanto,
la liturgia y el símbolo lo conducen a la esencia de sí mismo, lo llevan en
definitiva, por medio de la adoración, hasta la verdad”: en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/26312.php?index=26312&po_date=30.10.2010&lang=sp (Véase también la p. 303,
nt. 759). El Papa
prosiguió su reflexión sobre el arte y sobre el arte religioso, en su audiencia del 31 de agosto de 2011, en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/27966.php?index=27966&po_date=31.08.2011&lang=sp
Acerca del arte en su
reflexión actual, la Revista Javeriana dedicó su n. 760 de noviembre –
diciembre de 2009, con el título “El corazón del arte. Arte contemporáneo.
Artistas y sociedad. Espacios de creación”, bajo la pluma de autores tales como
Gabriel Izquierdo Maldonado, S. J., Eloísa Jaramillo, Sylvia Juliana Suárez
Segura, Juan Carlos Arias, Ricardo Toledo Castellanos, Fernando Baena Vejarano,
Ludmila Ferrari, Mauricio González Gómez, Carlos A. García Galvis y Villegas
Editores – Editorial Planeta.
[94] Cf. nt. 2241. Afirma Raimon PANIKKAR, en su comprensión tan
propia del hecho religioso, que la religión no es primordialmente “ni un hecho
sociológico ni un hecho individualista, sino una dimensión constitutiva del ser
humano que tiene, naturalmente, manifestaciones sociales e individuales”: art.
“Diálogo inter e intrarreligioso”, en: Juan-José TAMAYO (dir.): Nuevo diccionario de teología Trotta
Madrid 2005 425-433.
Señala Panikkar, en efecto,
que “No debemos confundir religión con ninguna organización […] La religión
«religa» mi espíritu con mi alma y mi alma con mi cuerpo; me «religa» a mí con
mis semejantes y con el mundo entero; me «religa» también con el Espíritu, con
el Misterio. Pero esta descripción no sería verdadera si la «religación» se
interpretase como una «ligazón» que merma nuestra libertad. La «religación»
religiosa es la conciencia de la religación; esto es, de la relacionalidad del
Cuerpo Místico de la realidad. Al ser consciente de mi re-ligación, ésta no me
«liga», no me ata, sino que me des-liga, me libera. Por eso toda religión auténtica
tiene un facto (r) intelectual del que no se puede prescindir. Es a esta
«relatividad radical» a la que he llamado perichôresis
y a la que el budismo llama pratītyasamutpāda”:
Raimon PANIKKAR: De la mística.
Experiencia plena de vida Herder Barcelona 2005 197-198.
[95] El problema de Dios en el
hombre actual Guadarrama Madrid 1966 46. Acerca de la filosofía en su
relación con la verdad, decía Karl JASPERS que “la esencia de la filosofía es
la búsqueda siempre nueva de la verdad”: La
Filosofía desde el punto de vista de la existencia Fondo de Cultura
Económica México 1968, capítulo 1. Y ya hemos anotado su referencia a la
Universidad en relación con la verdad.
[96] Recuérdese de qué manera en la música y en la danza, p. ej., se
plasman sentimientos y valores culturales que expresan la identidad de los
pueblos. Cf. una hermosa exhibición de música y danza de “La boda de Luis
Alonso”, el sainete de Javier DE
BURGOS, con música de Gerónimo GIMÉNEZ, en la interpretación de La Joven Orquesta Provincial de Málaga y el Grupo de Baile
Azabache, diciembre de 2006, en
(consulta octubre 2007): http://www.youtube.com/watch?v=w58RddH6G0Q
Ludwig VAN BEETHOVEN, como
recordaron el señor ministro alemán Goppel y el Papa BENEDICTO XVI – músico
también él – afirmaba que, para él, “la música significaba una revelación más
alta que toda sabiduría y filosofía”. Y comentando esta sentencia, decía el
Papa que “la música, de hecho, tiene la capacidad de remitir, más allá de sí
misma, al Creador de toda armonía, suscitando en nosotros resonancias que son
como un sintonizarse con la belleza y con la verdad de Dios, con aquella
realidad que ninguna sabiduría humana y ninguna filosofía pueden jamás
expresar. Es esto lo que comprendía también Schubert, cuando, sobre un minuetto
de Mozart, decía: «Parece que los ángeles participan con su canto»”: Discurso
en Castel Gandolfo con ocasión del Concierto ofrecido al Papa con motivo de las
celebraciones por el milenio de la Arquidiócesis de Bamberg, 4 de septiembre de
2007, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/20720.php?index=20720&po_date=04.09.2007&lang=sp (Traducción mía).
A propósito de esta gran
descripción y análisis de elementos constitutivos del universo humano, Bela
BARTÓK (1881-1945), por su parte, recogió en su colección de 153 obras para
piano (1926-1939) su percepción personal del “Microcosmos”, como la denominó,
una verdadera introducción al lenguaje de la música moderna. Una selección e
interpretación de la obra puede verse en: http://www.kunstderfuge.com/bartok.htm
[97] Uno de los dramas de nuestro tiempo consiste, con seguridad, en
la división del ser humano en compartimientos que no se comunican. A este
propósito se ha escrito: “Es este sentido profundo de la realidad humana el que
quiero resaltar. Esta mirada clara de la totalidad de la realidad, incluso la
divina. Allí donde el hombre no está partido en distintas dimensiones
incomunicables de acuerdo a las cuales obra, sino que distinguimos al hombre en
aquellas dimensiones que nos ayudan a comprenderlo como un todo. Referente al
perdido y fragmentado hombre de la modernidad podemos ver lo que nos dice
Berdiaeff: «La historia moderna que se acaba fue concebida en la época del
Renacimiento. Asistimos ahora al fin del Renacimiento... Todas las
posibilidades están agotadas. Se ha caminado hasta el fin por las sendas del
humanismo y por los cauces del Renacimiento, ya no se puede por ellos llegar
más lejos... El Humanismo no ha fortalecido, sino que ha debilitado al hombre:
tal es el desenvolvimiento paradójico de la historia moderna. A través de su
afirmación, el hombre se ha perdido, en lugar de encontrarse.» (Cf. Nicolás BERDIAEFF: Una nueva edad media. Reflexiones
acerca de los destinos de Rusia y de Europa Apolo Barcelona 1933 12ss).
Siguiendo estos
pensamientos, Hildegarda DE BINGEN es un motivo para volver más allá del
Renacimiento y re-descubrir la naturaleza humana en los autores medievales,
quienes nos devolverán el sentido de nuestra existencia”: Francisco O'REILLY: “El lugar del hombre en el cosmos:
responsabilidad y trascendencia de su obrar”,
en: (consulta septiembre 2006): http://www.hildegardadebingen.com.ar/OReilly.htm
[98] El Papa BENEDICTO XVI, en el discurso que dirigió a los
miembros de las Pontificias Academias, reunidas en sesión anual conjunta, se
refirió, precisamente, al tema escogido por las mismas para su reflexión de
2008: “Universalità della bellezza: estetica ed etica a confronto”: “Universalidad de la belleza: estética y
ética en comparación”. En dicha ocasión, 25 de noviembre, el Papa señaló que,
para muchos, la estética ha adquirido una consideración meramente exterior, de
las formas, de la apariencia; pero también señaló que, de la misma manera, la
búsqueda de la verdad no puede sustraerse de la belleza, porque se quedaría
apenas en la mitad de la realidad. La experiencia de Dios, el Bueno, Verdadero
y Bello, por parte nuestra, se debe reflejar necesariamente en nosotros, en
nuestra conducta, ciertamente, pero también en las obras materiales que
realizamos y en todas las demás expresiones de la cultura que, de esta manera,
se vuelven comunicación para otros. Cf. el texto italiano en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/22944.php?index=22944&po_date=25.11.2008&lang=sp
[99] PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA: “Programa Infantil y Juvenil”
de la Carrera de Estudios Musicales de la Facultad de Artes, en (consulta
septiembre 2006): http://www.javeriana.edu.co/Facultades/Artes/pij/index.htm
El
Papa BENEDICTO XVI, quien entre sus aficiones ha cultivado el estudio y la
ejecución del piano, ha subrayado, entre otros atributos de la música, “gustar
la belleza de la música, lenguaje espiritual y por tanto universal, vehículo
muy adaptado para la comprensión y la unión entre las personas y los pueblos.
La música hace parte de todas las culturas y, podemos decir, acompaña toda
experiencia humana, desde el dolor hasta el placer, desde el odio hasta el
amor, desde la tristeza hasta la alegría, desde la muerte hasta la vida. Vemos
cómo, en el curso de los siglos y de los milenios, la música ha sido utilizada
siempre para dar forma a aquello que no se alcanza a lograr con las palabras,
porque suscita emociones de otra manera difíciles de comunicar. No es por tanto
una coincidencia que en toda civilización se haya dado importancia y valor a la
música en sus diferentes formas y expresiones. La música, la gran música,
tranquiliza el espíritu, suscita sentimientos profundos e invita casi
naturalmente a elevar la mente y el corazón a Dios en toda situación, sea
gozosa como triste, de la existencia humana. La música puede hacerse oración.
Gracias, pues, a quienes han organizado esta bella velada. A todos, queridos
amigos, los bendigo de corazón”: Discurso del 17 de
octubre de 2009, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/24504.php?index=24504&po_date=17.10.2009&lang=sp
[100] Su colega de entonces, y hoy Sumo Pontífice BENEDICTO XVI,
escribió el 7 de octubre de 2005, con ocasión del centenario de su nacimiento:
“Él había hecho del misterio de la Encarnación el objeto privilegiado de su
estudio, viendo en el triduo pascual –
como significativamente intituló uno de sus escritos – la forma más expresiva
de este introducirse Dios en la historia del hombre. En la muerte y
resurrección de Jesús, en efecto, se revela a plenitud el misterio del amor
trinitario de Dios. La realidad de la fe encuentra aquí su belleza insuperable. En el drama
del misterio pascual, Dios vive plenamente el hacerse hombre, pero, al mismo
tiempo, hace significativo el obrar del hombre y da contenido al compromiso del
cristiano en el mundo. En esto Von Balthasar veía la lógica de la revelación: Dios se hace hombre para que el hombre
pueda vivir la comunión de vida con Dios. En Cristo se ofrece la verdad última
y definitiva a la pregunta de sentido que cada uno se hace. La estética
teológica, la dramática y la lógica constituyen la trilogía, donde estos
conceptos encuentran amplio espacio y segura aplicación. Puedo atestiguar que
su vida ha sido una genuina búsqueda de la verdad, que él comprendía como una
búsqueda de la verdadera Vida. Ha buscado los rastros de la presencia de Dios y
de su verdad por todas partes: en la filosofía, en la literatura, en las
religiones, queriendo siempre romper aquellos circuitos que, con frecuencia,
tienen prisionera de sí misma a la razón y abriéndola a los espacios del
infinito”: Mensaje del Santo Padre a los participantes al Encuentro
Internacional con ocasión de la celebración del Centenario del nacimiento del
teólogo Hans Urs Von Baltasar, 7 de octubre de 2005: en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/pont-messages/2005/documents/hf_ben-xvi_mes_20051006_von-balthasar_sp.html
[101] CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS
SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA: Instrucción
Faciem tuam, Domine, requiram, del 11 de mayo de 2008, Solemnidad de
Pentecostés, sobre “El servicio de la autoridad y la obediencia”, introducción,
n. 1, en: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccscrlife/documents/rc_con_ccscrlife_doc_20080511_autorita-obbedienza_sp.html
Más aún, la pregunta
misma del ser humano por sí mismo, la demanda por su propia verdad
óntica-ontológica, que lo abre a fronteras sin límite y lo alienta a una
búsqueda incansable, se torna más y más en argumento y apelación de Absoluto,
de revelación de su vocación a la trascendencia. Karl
RAHNER señalaba que “el hombre es, en suma, la apertura tendencial hacia Dios.
Es decir, trascendencia hacia el infinito. Cuando más conoce y quiere el
hombre, más llega a sí mismo; cuanto más llega a sí mismo, más se sitúa en
presencia del absoluto. Y esta dinámica trascendental, lejos de ser ‘algo dado
también al hombre’, algo adventicio y secundario, lo convierte en ‘lo que él
mismo es y se experimenta’”: Oyente de la palabra Herder Barcelona 1967
89-90, especialmente, pero también en otros lugares es este su punto de
enfoque, cf. 119s; 132; 140; 149; 182s; etc.
[102] En su relación con la religión, p. ej. Cf. lo que afirmaban
acerca de la actitud “integrista” los autores Karl- RAHNER y Franz KÖNIG: Secularización y ateísmo Paulinas Bogotá
1969.
La perspectiva
“personalista”, pues, se convierte en central a partir de los datos que hemos
ido recogiendo. En nuestra sociedad, como vemos en diversas partes de nuestro
discurso, se ha fragmentado y súper-especializado a la persona y a las
personas, cuando no se les ha reconocido debida o absolutamente su “estatus” y
dignidad con todo lo que esto lleva consigo. En este contexto invito a la
lectura de Juan Manuel BURGOS: Reconstruir
la persona. Ensayos personalistas Ediciones Palabra Madrid 2009, en donde
el autor hace una evocación – obligada, por otra parte – y rescate de textos
del importante Pontífice Romano que hizo de bisagra de dos milenios cristianos,
el Papa Wojtyla (187-222).
[103] La percepción de la unidad del ser humano, como vimos en el
capítulo precedente, fue bien advertida y mejor enfatizada por el pueblo
hebreo. Fiel a esta tradición, el cristianismo primitivo llegó a considerar que
era tal la unidad e interrelación que existía entre las dimensiones humanas
constitutivas – entre los diversos elementos que nosotros, sólo para
comprenderlo mejor, intentamos distinguir – que sólo la “Palabra de Dios”
podría llegar, eventualmente, a “dividirla”, cual “espada de doble filo,
penetrante hasta el punto donde se dividen el alma y el espíritu, las junturas
y médulas (coyunturas y tuétanos); y escruta los sentimientos (deseos) y pensamientos (intenciones) del corazón” (Hb 4,12-13). Dios, pues, examina no sólo
el ser sino también el actuar de la mujer y del hombre. Este quiso ser también
el planteamiento que, 1900 años después, expuso el Concilio Vaticano II en su constitución pastoral GS 14.
[104] FRANCISCO: exh. apost. Evangelii gaudium, del 24 de noviembre de 2013, n. 115 (véanse
también los oportunos nn. siguientes del texto), en: http://www.vatican.va/holy_father/francesco/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium_sp.pdf
Notas finales
[i] Al respecto debemos hacer unas precisiones: “El
concepto de comunidad, desde el punto de vista sociológico tiene unas
connotaciones particulares que lo diferencian de otras manifestaciones sociales
tales como, categoría, conglomerado y grupo. La categoría social es una
simple construcción de la mente que permite clasificar fenómenos sociales
análogos: Los europeos, los americanos, los africanos, los asiáticos… En este
caso, no se está diciendo que todos los europeos, americanos, africanos o
asiáticos estén físicamente juntos; tampoco se está afirmando que al interior
de cada categoría, las personas tengan interrelaciones permanentes y estables
entre sí. El conglomerado social, en cambio, implica la presencia física
de aquellos que lo conforman aunque sus relaciones mutuas sean débiles y
pasajeras. Tal es el caso, p. ej., de los aficionados al fútbol que se
encuentran en un estadio para apoyar al equipo de su preferencia. Terminado el
partido, cada uno regresa a su casa dando fin al conglomerado. El grupo
social, por otra parte, es una reunión de personas con relaciones más sólidas
y estables en función de la obtención de un fin colectivo. Su permanencia
depende de la duración del objetivo. Los equipos de fútbol que compiten entre
sí, las empresas, las asociaciones, clubes, sindicatos, etc., pertenecen a este
tipo de agrupación social. Por lo general, sus interrelaciones están
reglamentadas en términos contractuales. La comunidad, en fin, es una
agrupación espontánea y duradera de personas unidas a través de lazos más
fuertes, muchas veces de tipo afectivo, en la cual sus miembros comparten una
ideología y unos valores comunes que les hacen tener un fuerte sentido de
unidad, de colaboración y solidaridad mutua que les permite la obtención de
metas comunes.
Fue el sociólogo alemán
Ferdinand Tönnies, en su obra Comunidad y Sociedad (Gemeinschaft und
Gesellschaft) publicada en 1887, el primero en referirse al tema. Sus ideas
fundamentales pueden resumirse así: «Todas las relaciones sociales son
creaciones de la voluntad humana, de la cual existen dos tipos: Uno, la comunidad
(Gemeinschaf) está dado por la tendencia natural e instintiva que impulsa
la actividad humana a la asociación espontánea entre los individuos. El
segundo, la sociedad (Gesellschaf) está formado por la voluntad
arbitraria o formal que de manera deliberada y finalista, determina la
actividad humana con relación al futuro». La primera, afirma Tönnies, crea
estrechas relaciones afectivas que garantizan la permanencia del grupo porque
la simpatía entre sus miembros les hace sentir que esa relación es un bien en
sí misma; la familia y el vecindario, poseen estas características. La segunda,
en cambio, es propia de las actividades de los hombres de negocios, de los
científicos, de las personas investidas de autoridad, en dos palabras, de la sociedad
moderna, añadiríamos nosotros. Tönnies manifestó claramente su preferencia
por los valores asociados a la comunidad. Nosotros también estamos en la
misma línea de pensamiento de este sociólogo en el sentido que, hoy día, no
sólo es posible sino necesario, volver a reconstruir el tejido social sobre la
base de este tipo de relaciones comunitarias. (Cf. Nicholas S. TIMASHEFF: La Teoría Sociológica Fondo
de Cultura Económica México 1997 Décimo octava reimpresión 129 ss)”. Citado por
Alberto y Constanza ALVARADO:
Conferencia “Equipos de Nuestra Señora, comunidades vivas de parejas”, X Encuentro Internacional de los Equipos de
Nuestra Señora, Lourdes, Francia,
20 de septiembre de 2006, n. 1. En (consulta septiembre 2006): http://www.lourdes2006end.com/_espagnol/sp_conferences/sp_conf_rassemblement/Alvarado_SP_mercredi.pdf y en: http://es.geocities.com/imejia03/alvaradospanolmercredi2006.pdf
Como se puede entender, existen diversas percepciones cuando se trata
de explicar el fenómeno social humano y el concepto mismo de “sociedad”. Ha de
considerarse ante todo la posición del Magisterio – con el auxilio que le
prestan las ciencias sociales en su desenvolvimiento – sobre el “desarrollo
social” “integral”, p. ej., en la que se entrecruzan – desde el nivel
ontológico y como “por definición” – los principios relativos a la dignidad de
la persona humana, el bien común, la solidaridad y la subsidiariedad: “Con todo, estas definiciones son sólo el comienzo, y
sólo se comprenden adecuadamente si se las relaciona de modo orgánico entre sí
y se las considera apoyadas unas en otras. Al inicio podemos delinear las
conexiones entre estos cuatro principios poniendo la dignidad de la persona en
el punto de intersección de dos ejes: uno horizontal, que representa la
"solidaridad" y la "subsidiariedad", y otro vertical, que
representa el "bien común". Esto crea un campo en el que podemos
trazar los diversos puntos de la doctrina social de la Iglesia católica, que
forman el bien común. Aunque esta analogía gráfica nos brinda un cuadro
rudimentario de cómo estos principios fundamentales son imprescindibles unos
para otros y están necesariamente vinculados, sabemos que la realidad es mucho
más compleja. En efecto, las profundidades insondables de la persona humana y
la maravillosa capacidad de los hombres para la comunión espiritual —realidades
que sólo se han manifestado plenamente a través de la revelación divina—
superan con creces la posibilidad de representación esquemática. En cualquier
caso, la solidaridad que une a la familia humana y los niveles de subsidiariedad
que la refuerzan desde dentro deben situarse siempre en el horizonte de la vida
misteriosa de Dios uno y trino (cf. Jn 5, 26; 6, 57), en quien
percibimos un amor inefable compartido por personas iguales, aunque distintas
(cf. Summa Theologiae, I, q. 42)”: BENEDICTO XVI: Audiencia
a los Participantes en la Sesión Plenaria de la Pontificia Academia de las
Ciencias Sociales, 3 de mayo de 2008, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/may/documents/hf_ben-xvi_spe_20080503_social-sciences_sp.html). Cursiva es mía.
Esas mismas ciencias
sociales, en su desarrollo, igualmente, contrastan dicha posición, cuando no se
contraponen a ella, como lo hace notar, p. ej., Patricio MIRANDA. El autor,
exponiendo los presupuestos de Niklas Luhmann, observa que ellos “se
constituye (n) en una verdadera interpelación, cuando no impugnación, a los
deseos bienintencionados de toda teoría normativa sobre el desarrollo (entre
ellas, la DSI). De ahí que, más que intentar una exégesis del concepto en las
formulaciones magisteriales, nos interesemos por su actualidad en el contexto
de las transformaciones sociales contemporáneas”. Las consecuencias que se
desprenden de ello, según el autor, consisten en quitarle a las diversas
expresiones morales sociales del Magisterio su carácter directivo y orientador:
“Como se mostrará luego, en la DSI la categoría de `desarrollo integral' no
solo tiene una explícita connotación normativa, sino que además refleja una
teoría social implícita tal que supone una línea de continuidad entre individuo
y sociedad. Y nuestro problema se plantea cuando esta continuidad es contestada
desde una de las más influyentes teorías sociales contemporáneas”. Cf. Patricio
MIRANDA: “¿`Desarrollo integral' o `prejuicio humanista'?: Una problematización
de supuestos en la doctrina social de la Iglesia”, en: Teología y vida
[online] vol.48, no.1 2007 [citado 06 Mayo 2008], 25-40. En: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-34492007000100003&lng=es&nrm=iso (ISSN 0049-3449).
[ii] A lo largo del texto tratamos del sexo y de la
sexualidad como elementos fundamentales de la integralidad humana. Los
tratadistas, sobre todo hoy, para evitarse malos entendidos, prefieren hablar
en sentido de “sexo” (biológico) y no de “género” (cultural), lo que origina
discusiones intensas.
Los conceptos que
empleamos para hablar de sexo y sexualidad se refieren a un estado objetivo
enraizado en nuestra corporeidad: “Condición
orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas” (DRALE). En el caso más específico de los
animales, dicha condición incluye los “órganos sexuales” junto con el “placer
en su ejercicio” (DRALE) (consulta
septiembre 2006). Así mismo, por “sexualidad” comprendemos el “conjunto de
condiciones anatómicas y fisiológicas que caracterizan a cada sexo” y el
“apetito sexual” o la “propensión al placer carnal” (DRALE). Con todo, dada la “antropología” que estamos exponiendo,
claro se ve que estas definiciones ¡en mucho se quedan cortas al referirse a
los seres humanos!
Efectivamente, hay
que lamentar que, al escuchar a algunos personajes – de buena dialéctica
– a través de los medios de comunicación social, y al leer cierta
literatura, pareciera que no existe un mínimo acuerdo entre quienes se
dedican al estudio "científico" del sexo y de la sexualidad
humana acerca del alcance y, sobre todo, del sentido
humano que tienen estos términos, de tal manera que no se refieren ellos a
la "realidad real" – que es lo que pretendo expresar con el
concepto "humano" ("varón" y "mujer" en su
interrelación) –sino a su propia y peculiar manera de comprenderlos (quizás a
consecuencia de la superespecialización del conocimiento, o de la información
recogida, de la formación recibida o de la contestación a la
misma, de los prejuicios o, peor aún, a causa de ciertos
intereses que los mueven).
Algunos, p. ej., llegan a
subrayar de tal manera el aspecto "macro" descriptivo y físico del
cuerpo humano, es decir, las características morfológicas – “estáticas” –
externas e internas del mismo, a saber: el pene, la vagina, los demás órganos
reproductivos de las personas, el sistema neural con sus imbricaciones relativo
al ejercicio del acople, o no, y a la producción del placer venéreo, que no
parecieran dar importancia alguna a otros aspectos relacionados directamente,
no sólo con la fisiología (y con la patología: funciones y
disfunciones) de las personas – sus sistemas hormonales masculinos o
femeninos, v. gr. –, sino con el conjunto que el individuo es en su unidad
psicosomática y en su destinación a la relación interpersonal
(la totalidad de los fenómenos emocionales y de conducta que intervienen en
todas las fases del desarrollo humano y en su interrelación con los demás, con
otro especial, con el ambiente): las características “dinámicas” (en el marco
de las relaciones interpersonales) y “evolutivas” de la sexualidad y su
ejercicio.
Otros, en cambio,
parecieran destacar solamente el aspecto "micro": que en la
especie humana, y en muchos otros animales, el sexo masculino o sexo
heterogamético tiene los cromosomas sexuales distintos (XY), mientras que el
sexo femenino u homogamético presenta dos cromosomas iguales (XX), y que dicha
condición, con sus efectos, está presente en todas y cada una de las
células de los tejidos, órganos – no excluido el cerebro, por supuesto –,
aparatos y sistemas que los componen.
Pero también ocurre
viceversa: se llegan a ponderar de tal modo las características
psicológicas o los roles sociales o culturales que han asumido
y/o pueden asumir las personas – consideradas supereminentes por
parte de ellos – que aquellas otras características señaladas dejan de ser
relevantes, minusvalorando así nuestra orientación psicosomática a la
reproducción (no siempre acompañada por el placer).
A diferencia de los demás
animales, los seres humanos son capaces no sólo de conocerse sino de actuar de
acuerdo con lo que son en medio de sus determinismos biológicos, culturales,
etc., e, inclusive, de orientarlos y, eventualmente, de re-orientarlos conforme
a unos valores que auto-defina y se proponga. Así, a los primeros habrá
que recordarles los énfasis que ponen los segundos, y a éstos, no
descuidar los énfasis que hacen los primeros.
Mientras esa recta e integral
descripción factual y positiva del fenómeno humano no se dé a
ese nivel de acuerdo y se la socialice, las polémicas no sólo
subsistirán, sino que cualquier propuesta ética (y política) será consecuencia
nefasta de estos nuevos dualismos – o monismos –, de pronto mucho más dañinos
que los lamentados de tipo platónico y maniqueo.
Debemos recordar (cf.
cap. 4°, 2.a.2)B)a)1°), p. 627ss; y 2.b., p.
244ss) a este propósito que Jesucristo, "Dios verdadero y hombre
verdadero", "se hizo" no sólo un "cuerpo"( sώma, con unos caracteres físicos primarios y secundarios
sexuales, pero sin comportar todo lo demás que caracteriza a una persona, como
llegaron a considerar algunos; por el contrario, más aún, como confiesa la fe,
se hizo, plenamente "hombre", es decir, "hombre en
debilidad y contingencia" (σάρξ, cf. cap. 4°, 2.c., p. 659ss), con todas sus
consecuencias, menos el pecado. Los Concilios (v. gr. Constantinopolitano II,
a. 553: DS 421-438; Provincial Lateranense, a. 649: DS 500-522;
Constantinopolitano III, a. 680-681: DS 550-559) y los Pontífices (v.
gr. Juan
II – Ep. Olim quidem, 534: DS 401-402 –; s. Gregorio I – Ep. Sicut
aqua, 600: DS 474s –; Juan IV – Ep. Dominus qui dixit, 641: DS 496 –), para citar sólo unos pocos hechos y autores,
discutieron y definieron, por ejemplo, sobre los dos entendimientos y
voluntades en Cristo, para poner en tela de juicio incluso la posición asumida
por algún pontífice al respecto (cf. Honorio I – Ep. Scripta fraternitatis,
634: DS 487; Ep. Scripta delectissimi filii, 634: DS 488
–). Y es este un dato, a mi juicio, nada irrelevante para nuestra
concepción soteriológica y antropológica, cuyas consecuencias (morales y
canónicas) en orden, en nuestro caso precisamente, a la investigación y a
la docencia universitaria, y hasta a la propia administración universitaria,
son de primer orden. Efectuar el llamado a la "metánoia" en este
punto y nivel no es, por cierto, nada fácil y sí complejo.
El Arzobispo Celestino
MIGLIORE, en nuestro tiempo, aludió a esta problemática relativa a la
sexualidad humana en su intervención ante la 61ª Sesión de la Asamblea General
de las Naciones Unidas sobre la promoción de la igualdad entre los sexos y la
autonomía de las mujeres, el 8 de marzo de 2007. Señaló: « La búsqueda
legítima de igualdad entre los hombres y las mujeres ha registrado resultados
positivos en el campo de la igualdad de los derechos. Esta búsqueda debe
integrar el reconocimiento según el cual la igualdad va juntamente con – y no
la amenaza ni mucho menos la contradice – el reconocimiento de la diferencia y
de la complementariedad que existen entre los hombres y las mujeres. Sin este
reconocimiento, la lucha por la igualdad no sería auténtica. Parece, en efecto,
que, frecuentemente, las concepciones relativas a la igualdad de los derechos
entre los hombres y las mujeres han estado caracterizadas por un acercamiento
antagonista que exalta las oposiciones entre ellos. Este acercamiento coloca a la
mujer contra el hombre, e inversamente, de manera que la identidad y el papel
del uno son puestos de relieve únicamente con el fin de disminuírselos al otro.
La búsqueda de la igualdad y de la autonomía de la mujer no se logrará sino si
este antagonismo deja lugar al respeto y al reconocimiento recíproco de la
identidad y del papel del uno con respecto del otro.” Y prosiguió: “Una segunda
tendencia consiste en reducir, o aún en negar totalmente las diferencias entre
los hombres y las mujeres. Con el fin de evitar el dominio de un sexo sobre el
otro, sus diferencias tienden a ser ocultadas o consideradas como simples
consecuencias de condicionamientos históricos y culturales. La diferencia
física es minusvalorada, mientras que la dimensión puramente cultural es
exacerbada y considerada como primordial. Este carácter borroso que existe
actualmente en las diferencias tiene consecuencias sobre la estabilidad de la
sociedad y sobre las familias, pero, igualmente, sobre la calidad de las
relaciones entre los hombres y las mujeres. La igualdad entre los hombres y las
mujeres y la autonomía de las mujeres no serán alcanzadas hasta que las
diferencias entre los sexos sean reconocidas y consideradas como
complementarias, y que el elemento cultural del género sea comprendido dentro
de su contexto específico”. En: http://www.vatican.va/roman_curia/secretariat_state/2007/documents/rc_seg-st_20070308_women_fr.html (Véase infra, p. siguiente y la nt. 2215).
[iii] Como vimos (cf. cap. 1°), VIII, p. 68), el problema
se debe analizar ciertamente en una doble perspectiva: 1°) en lo que concierne
a la comprensión misma que existe acerca de las ciencias (problema de filosofía
de las ciencias); 2°) en lo que toca a las posibilidades que tienen las
ciencias para acercarnos a la verdad de las cosas (problema epistemológico).
Generalmente se llega hasta ahí; pero, como he subrayado a lo largo y ancho de
esta investigación, ello es insuficiente, es necesario examinar el asunto desde
(3°) la perspectiva del ser humano
(problema antropológico), por cuanto todos ellos contribuyen – o deberían
contribuir desde su especificidad – a plantearnos las posibilidades que tienen
las ciencias para aportar – como estamos viendo – a la cuestión relativa (4°) al actuar moral del ser humano (problema
ético).
Las dos primeras
perspectivas requieren, por eso, un esfuerzo propio. No es el momento, éste,
para repasarlas, ni, mucho menos, para abarcarlas en su globalidad; pero en
cierto modo se presupone cierto acercamiento a la cuestión. Puede verse, al
respecto, la obra de iniciación ya mentada de Manuel TREVIJANO ETCHEVERRÍA: En
torno a la ciencia Tecnos Madrid 1994.
Como dijimos, la
ciencia, con sus procesos nacidos de la admiración y estructurados en la
investigación, es una actividad muy peculiar del ser humano: esta capacidad
desarrollada, apoyándose en cuanto, como animal, ya había comenzado a
desarrollar (“ir tras las huellas”:
los olores, los sabores, los recuerdos, etc.: in-vestigium ire), se ha depurado y controlado, y, gracias a las
posibilidades y capacidades estrictamente espirituales, se ha sobrepasado hasta
darle, inclusive, un sentido humano y vital.
En esta actividad se
aprovecha el conocimiento que se obtiene del
proceso mismo del conocer, de las operaciones que permiten permanente
“verificación” de resultados y procesos, y que conducen de lo que ya es
conocido a lo que aún no lo es:
Primera fase:
1°) experimentar desde lo empírico y con la ayuda de las disciplinas, estando
atentos a todos los datos, pues, aún
el menos relevante, puede ser el factor clave del análisis; 2°) entender los
datos en su interrelación, en el sistema que conforman; 3°) juzgar el proceso
adelantado hasta el momento, en orden a asegurarse de que lo que se ha
entendido efectivamente corresponde a la realidad: descubrir la verdad en donde
ella está, mediante las preguntas adecuadas; 4°) decidir sobre los juicios de
valor que se han producido: ¿esto, que es así, es realmente bueno, vital, con
excelentes repercusiones para la humanidad?
Segunda fase:
5°) nueva decisión que implica una conversión en los planos humano y/o
cristiano: los fundamentos; 6°) nuevo juicio de hecho y de valor para elaborar
las doctrinas y teorías y comprender su razonabilidad; 7°) sistematización que
permite comprender la coherencia de la doctrina con la decisión; 8°)
comunicación de los resultados mediante los diversos recursos semánticos que
permitan hacerse entender (los propios de las disciplinas).
Me refiero aquí, por
supuesto, a lo que esquemáticamente había presentado en el cap. 3° (pp. 222ss),
y luego en otras partes de la investigación.
[iv] En el campo judeo-cristiano, como saber sistemático,
se puede remitir a su “prehistoria”, que se remonta hasta la producción de sus
primeros textos en la Sagrada Escritura (s. X a. C.), pero que tuvo un
desarrollo peculiar a partir del encuentro de la fe cristiana con las
tradiciones culturales greco-romanas en los primeros siglos de la era común.
Así, se va a hablar de
los “Padres Apostólicos” (ss. I-III d. C.), designándose con ello a las
comunidades y personajes que vivieron más cercanos a Jesús y a los Apóstoles;
de los “Padres Apologistas” (ss. III-IV d. C.), es decir, aquellos que debieron
elaborar defensas del cristianismo en épocas de persecuciones; de los “Padres
de la Iglesia” (ss. I-VIII d. C.), de todos aquellos que recogieron tradiciones
orales en sus escritos, muchas de las cuales se remontaban hasta el período
mismo de los Apóstoles y de los primeros Concilios, y con su forma propia de
comentar los textos bíblicos.
Luego vinieron la Edad
Media (ss. VIII-XVI) y el nacimiento de la teología con los primeros trabajos
de sistematización y esfuerzo lógico de una fe que se piensa a sí misma. Es el
período de la “escolástica” y de sus grandes figuras.
A partir de la Reforma,
empezó el período de la teología moderna (ss. XVI-XIX), con sus contextos, con
sus problemáticas y sus temas, su lenguaje y sus formas de acercamiento a la
Sagrada Escritura.
En el s. XX entramos al
período denominado Contemporáneo que llega hasta nuestros días, con sus propias
evoluciones y desarrollos, inclusive en su manera de considerar su
interpretación de la Escritura con métodos más “científicos” de lingüística, p.
ej., y con desarrollos tan “comprometidos” con las situaciones
socio-culturales, como los de la “teología de la liberación”, la “teología
feminista”, la “teología negra”, la “teología ecuménica”, la “ecoteología”,
etc.
Para información sobre
estos movimientos, además de Historias de la Iglesia e Historias de la
Teología, puede verse el breve estudio de Edith GONZÁLEZ – José Gustavo
GONZÁLEZ: “Enfoques teológicos en la universidad católica”, en: Edith GONZÁLEZ
BERNAL: Universidad católica en Colombia
Digiprint Ed. Colección Fe y Universidad 17 Bogotá 2005 69-99.
[v] Acerca de este punto, dos breves anotaciones y un
elogio de la filosofía.
La primera, de J. I. González
Fáus: «Partiendo de la mímesis como dato primario y fundamental del
aprendizaje y capacitación para la existencia (tanto en los animales como
en el niño) - «No hay en los comportamientos humanos nada o casi nada que no
sea aprendido. Y todo aprendizaje humano se remonta a la imitación»: dice René
GIRARD en Des choses cachées depuis la
fondation du monde Grasset Paris 1978 15 y 314-316 –, Girard se ve llevado
hasta el momento en que el hombre (¡cuya mímesis ya no está regulada y limitada
por el instinto!) es impelido a imitar el deseo de su modelo. Platón,
por tanto, falsificó la mímesis al reducirla a representaciones, desconociendo
en ella los llamados «comportamientos de apropiación» (ibíd. 16). La mímesis se ve llevada a ser mímesis de
apropiación; y en este momento, inesperadamente, el modelo se convierte
en rival.
«Esta tesis es fundamental
para toda la antropología de Girard y supone en la mente de su autor un serio
golpe para casi todas las antropologías modernas: “Al representamos al hombre
como un ser que sabe perfectamente lo que quiere y que, cuando no parece
saberlo, tiene siempre un inconsciente que lo sabe por él, los teóricos
modernos se han dejado fuera, probablemente, el dominio en que más flagrante
es la incertidumbre humana. Una vez satisfechas sus necesidades
primordiales -y a veces incluso antes de ello- el hombre desea intensamente
pero no sabe exactamente qué, puesto que lo que desea es el ser, un ser del que
se siente privado y del que le parece que están provistos todos los demás. El
sujeto espera que estos otros le digan lo que él tiene que desear para
adquirir este ser” (La violence et le
sacré Grasset París 1972 204-205,
subrayado por Girard) - Nótese el parentesco de esta antropología con la que
exponíamos en el capítulo anterior al hablar del mercado (apartado III.7) y de
la propaganda: la eficacia de ésta no reside en su información sobre el
producto, sino en provocar el deseo mimético-»: José Ignacio GONZÁLEZ
FAUS: Fe en Dios y construcción de la
historia Trotta Madrid 1998 241s.
La segunda, la
preocupación que ha alcanzado este tema en el ambiente, y del que se ha hecho
eco la Facultad de Comunicación Social de nuestra Pontificia Universidad
Javeriana. Cf. “Panel Internacional Dircom (dirección de
comunicaciones). La comunicación organizacional entre la incertidumbre y la acción. Procesos
de Internacionalización y Libre Comercio. Se abordará el tema de la comunicación como alternativa ante la
incertidumbre organizacional actual en contextos de internacionalización y
libre comercio. Se realizará el 25 de septiembre de 2006 en la Pontificia
Universidad Javeriana de Bogotá.” En (consulta septiembre 2006): http://educon.javeriana.edu.co/continua/noticias.asp?Cd=&Tn=
El “elogio” no deja de evidenciar una menor conciencia al considerar la
situación actual. Proviene de la Congregación para la Educación Católica: “1. En la obra de evangelización del mundo, la Iglesia sigue con atención y con discernimiento los rápidos cambios culturales que se suceden, los cuales influyen sobre ella y sobre toda la sociedad. Entre las transformaciones de la cultura dominante, algunas, particularmente profundas, afectan a la concepción de la verdad. En efecto, muy a menudo, se advierte una desconfianza relacionada con la capacidad de la inteligencia humana de alcanzar una verdad objetiva y universal, con la cual las personas puedan orientarse en su vida. Además, el impacto de las ciencias humanas y las consecuencias del desarrollo científico y tecnológico provocan nuevos desafíos para la Iglesia.2. Con la Carta
Encíclica Fides et Ratio, el papa Juan Pablo II ha querido reafirmar la
necesidad de la filosofía para progresar en el conocimiento de la verdad y para
hacer siempre más humana la existencia terrena. De hecho, la filosofía
“contribuye directamente a formular la pregunta sobre el sentido de la vida y a
trazar la respuesta” (Carta Encíclica Fides et ratio -14 de septiembre
de 1998-, AAS 91 1999 5-88, n. 3. En la Carta, Juan Pablo II concentra
la atención sobre el tema de la verdad y de su fundamento en relación con la
fe, continuando así la reflexión hecha en la Carta encíclica Veritatis
splendor -6 de agosto de 1993- sobre la verdad en el terreno moral -cfr. Fides
et ratio, n.6-, la cual abraza también algunas verdades fundamentales
racionales). Esta pregunta nace, tanto de la maravilla que el hombre
experimenta ante las personas y el cosmos, como de las experiencias dolorosas y
trágicas que acometen su vida. El saber filosófico se configura, entonces, como
“una de las tareas más nobles de la humanidad” (Fides et ratio, n. 3)”:
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA: Decreto de Reforma de los estudios
eclesiásticos de Filosofía,
28 de enero de 2011, en: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccatheduc/documents/rc_con_ccatheduc_doc_20110128_dec-rif-filosofia_sp.html#_ftnref2
[vi] La “concepción del ser humano en medicina” posee, en los antecedentes señalados, toda una serie de implicaciones e
indicaciones para sus técnicas y procedimientos, para su investigación, y para
su gestión socio-político-cultural. Veamos algunas de ellas:
Ante todo, es necesario comprender mejor los
factores – sociales, culturales y biológicos – que tienen influencia sobre la
salud y el bienestar, sobre la experiencia y la distribución de las
enfermedades, sobre la prevención y el tratamiento de las mismas, sobre los
procesos de curación, sobre las relaciones sociales del manejo de la terapia, y
sobre la importancia cultural y la utilización de sistemas médicos pluralistas.
Existen, por supuesto, múltiples aproximaciones teóricas al tratar estos
asuntos, entre las cuales se mencionan: la que se refiere a la cultura en su
calidad de salud popular, la epidemiología biocientífica, la construcción
social del conocimiento, la política de la ciencia, la calidad de planteamiento
de descubrimientos científicos y la comprobación de sus hipótesis. También se
estudia de qué manera la salud de los individuos, a partir de conformaciones
sociales más amplias y del medio ambiente, es afectada por las interrelaciones
entre seres humanos y otras especies; de igual modo, las normas culturales y
las instituciones sociales, la micro y la macro política, y las fuerzas de
globalización en cuanto afectan las condiciones locales.
Entre los tópicos actuales que se suelen tratar
desde el punto de vista médico-antropológico encontramos: las ramificaciones en
salud de las “adaptaciones e inadaptaciones” ecológicas; medicina popular y
prácticas domésticas de salud; las interpretaciones locales de los procesos
corporales; los proyectos de cambio en el cuerpo y la valoración de los
atributos del cuerpo; percepciones del riesgo, de la vulnerabilidad y de la
responsabilidad hacia la enfermedad y el cuidado de la salud; las dimensiones
de riesgo y protección de la conducta humana, de las normas culturales y de las
instituciones sociales; la salud preventiva y las prácticas de reducción de
daños; la experiencia de enfermedad y las relaciones sociales de la enfermedad;
el rango de los factores que manejan la salud, la nutrición y las transiciones
en el cuidado de salud; la “etnomedicina” y las modalidades plurales de la
curación; la organización social de las interacciones clínicas; las condiciones
culturales e históricas que intervienen en las prácticas y políticas médicas;
las prácticas médicas en el contexto de las conformaciones sociales modernas,
coloniales y postcoloniales; el uso e interpretación de los fármacos y de las
formas de biotecnología; la comercialización y mutua modificación de la salud y
la medicina; la distribución de las enfermedades y la disparidad en la salud;
el uso diferencial y la accesibilidad a los recursos gubernamentales y privados
del cuidado de salud; la economía política de la provisión de cuidados de
salud; la ecología política de enfermedades infecciosas y de sus vectores, de
las enfermedades crónicas y de los estados de malnutrición y violencia; las
posibilidades para un compromiso crítico en aplicaciones clínicas relevantes de
la antropología; etc.
Este elenco ha sido
tomado y traducido por mí de (consulta septiembre 2006): http://www.medanthro.net/definition.html
[vii] ¿Quién es el ser humano? ¿Qué “tipo” de ser humano se
dibuja en las investigaciones y procedimientos médicos actuales? Los trabajos
en colaboración de y entre especialistas han sido especialmente convenientes
para un tratamiento cada vez más avanzado de diversas patologías, sin duda
alguna. Pero, además del motivo del avance mismo del saber, en este como en los
demás campos del conocimiento – por parte de sus agentes, de sus usuarios o de
otros más con intereses en el asunto – siempre se formulan preguntas acerca del
“valor” del ser humano, del “éxito” (¿“se justifica”?, ¿consecuencias?)
previsto, y del sentido, inmediato y lejano (o definitivo) que tiene una
determinada intervención en él o en su entorno. Como hemos dicho, para el caso
presente, el médico tiene en perspectiva la “salud” y la “vida” de su paciente,
y ellas son, sin duda, sus valores fundamentales, como hemos visto en la nt.
anterior. Ahora bien, en concreto, qué llegan a significar esa “salud” y esa
“vida”, es un asunto complejo y delicado, sobre todo cuando ellas pueden entrar
en colisión con otro tipo de valores, muchas veces no tan fundamentales o tan
dignos de humanidad como aquellos. Por supuesto, no debo pronunciarme moral ni
éticamente sobre el tema, tan específico y tan especializado, pero no dejo de
tomar nota de ello. Considérense algunos ejemplos.
De la Urología, dos
artículos, del querido amigo Profesor Dr. Pablo GÓMEZ CÚSNIR. “Tanto las
enfermedades benignas como malignas del árbol urinario, han llevado a los
urólogos desde algunos años antes a 1900 a la búsqueda de técnicas quirúrgicas
que permitan una adecuada derivación o sustitución de órganos. Los propósitos
fundamentales de estas técnicas han estado enmarcados bajo los principios de
proteger la vía urinaria y derivar la orina. La evolución de las múltiples
cirugías que se han diseñado, buscan en la actualidad, que el paciente tenga un
patrón miccional lo más próximo posible a la normalidad, que se consiga una
adecuada calidad de vida, tratando en lo posible, evitar el cateterismo periódico,
la utilización de urostomías o bolsas colectoras. El recorrido histórico de la
técnica quirúrgica ha permitido avances notables en el manejo de los enfermos.
[…] A partir de ese momento, las soluciones se orientaron a tres campos: 1) la
derivación no continente a una asa aislada de intestino o colon, 2)
derivaciones continentes a la piel y 3) derivaciones a la uretra mediante
construcción de una neo vejiga ortotópica. […] El primer intento de derivación
ortotópica se atribuye a Tizzoni, quien en 1888, experimentando en perros,
interpone un segmento aislado de íleon, entre los uréteres y la uretra. Este
ejemplo fue retomado por Lemoine en 1913, quién realiza un reimplante de
uréteres al recto, que lleva posteriormente a la uretra en un paciente
cistectomizado; la presencia de infecciones obliga a la reversión de la cirugía
al recto. Fue en 1979, con los trabajos de Camey y colaboradores, que se dieron
adecuadas bases para la anastomosis de una neo vejiga a la uretra. Esta es hoy
en día la cirugía considerada como el nuevo “Patrón de Oro” para las uroderivaciones
y de acuerdo a los lineamientos del Cuarto Consenso Internacional de Cáncer de
Vejiga, celebrado en Bélgica en 1993, debe ser de primera línea para los
pacientes en que se considera la realización de una cistectomía. Inicialmente,
el procedimiento se reservó para hombres, bajo diferentes argumentos; hoy en
día se considera igualmente viable en pacientes de sexo femenino. Es evidente
que la vejiga ideal todavía está por descubrirse, pero la vejiga ortotópica
semeja a la vejiga original en su posición y función; evita la utilización de
estoma a piel y la necesidad de cateterización en la mayoría de los pacientes.
La vejiga ortotópica ha reemplazado a la operación de Bricker en la mayoría de
los centros asistenciales, no obstante, el conducto ileal sigue siendo
utilizado por muchos”: en: “El principio de Mitrofanoff”: SOCIEDAD COLOMBIANA
DE UROLOGÍA: Revista XII marzo 2003,
en http://www.urologiacolombiana.com/indice.php?revista=8
También
este otro estudio, fruto de la colaboración de especialidades, es ilustrativo:
“El éxito de criopreservar
espermatozoides no eyaculados, ha sido reportado en pacientes con azoospermia
no obstructiva. La inyección intracitoplasmática de óvulos (ICSI) con
espermatozoides de origen testicular, se ha convertido en un método de gran
aceptación para el tratamiento de parejas infértiles, por azoospermia.
Diferentes técnicas quirúrgicas para la obtención de espermatozoides
testiculares han sido utilizadas, como lo son la biopsia testicular abierta
(TESE) y la aspiración con aguja (PESA) entre otras. […] Se recomienda realizar
biopsias diagnósticas de testículo en pacientes azoospérmicos, en centros de
fertilidad calificados y en el caso de encontrar espermatozoides durante el
procedimiento quirúrgico, estos puedan ser utilizados en fresco o ser crio
preservados, para posteriormente realizar Micromanipulación. […] Se evaluaron
826 pacientes entre 30-85 años. El 45.54% mantiene RE, de estos el 83.6% son
estables (>1 año). No hubo diferencia estadísticamente significativa entre
la edad promedio y edad de inicio de actividad sexual entre los que tienen y
los que no tienen RE. La frecuencia de relaciones sexuales mensuales con la
esposa es de 3.5 contra 4.1 y extramatrimoniales de 3. El 52% presentó alguna
disfunción sexual. El 73 % tuvo una primera experiencia sexual satisfactoria,
con disminución de la incidencia de inicio con prostituta a medida que se
interrogaba a pacientes menores. En cuanto a la vida sexual actual el 53.37%
reportó satisfacción. Hubo una relación estadísticamente significativa con la
satisfacción del primer coito y la satisfacción actual, con relación a un mayor
nivel académico así como con el hecho de tener RE. Conclusión: Un gran
porcentaje de la población masculina mantiene RE estables, llevando una vida
sexual satisfactoria, aunque más de la mitad presentan algún tipo de disfunción
sexual. El comportamiento sexual masculino se ha modificando viéndose en la
población mayor, inicio de relaciones con prostitutas y más frecuencia de RE, y
en la población más joven inicio con novias o amigas y menos frecuencia de RE
siendo estas predominantemente de tipo ocasional”: Drs. Luis Eduardo CAVELIER CASTRO, Pablo GÓMEZ CUSNIR, Ivonne DÍAZ YAMAL,
Gloria MARTINEZ UGARTE y Mónica VALENCIA A.: “Inyección
intracitoplasmática con espermatozoides testiculares criopreservados en
pacientes con azoospermia, experiencia en 34 pacientes”: trabajo de exposición
en el XL Congreso Nacional de Urología, Cali, agosto 2005, en: SOCIEDAD COLOMBIANA DE UROLOGÍA: Revista XIV agosto 2005, en: http://www.urologiacolombiana.com/indice.php?revista=1
Finalmente, de la
Otorrinolaringología, una excelente muestra del trabajo de equipo producido por
especialistas inclusive de rango internacional sobre asuntos de investigación
con tecnología de punta, del querido amigo Profesor Dr. Alfredo J. HERRERA VIVAS.
He aquí el “abstract”: “Endoscopia
transanasal. Aproximación de la fosa transptérigopalatina a la depresión
lateral del seno esfenoide. Objetivos:
Las lesiones que afectan la depresión lateral del seno esfenoide raramente son
discutidas en la literatura como una entidad separada. Esta región es difícil
de visualizar y manipular a través de rutas transnasales, especialmente cuando
está presente una neumatización extensiva. Las aproximaciones externas a esta
área comprometen cirugía extensiva y están asociadas con morbilidad
significativa. Los objetivos de este estudio son presentar nuestra experiencia
con la aproximación endoscópica de la fosa transptérigopalatina como un método
para exponer y manipular lesiones de la depresión lateral del seno esfenoide e
ilustrar detalladamente los pasos quirúrgicos del procedimiento. Diseño del estudio. Revisión
retrospectiva. Métodos. Fueron
retrospectivamente revisadas historias clínicas de pacientes que tuvieron
lesiones originadas de, o extendidas a lesiones de la depresión lateral del
seno esfenoide y que fueron tratadas en nuestras instituciones desde septiembre
de 1995 hasta junio de 2002. Todos estos pacientes fueron manejados por la
aproximación endoscópica de la fosa transptérigopalatina. Resultados. Doce pacientes (7 hombres y 5 mujeres) fueron incluidos
en el estudio. Las lesiones comprendían siete filtraciones de fluido
cerebroespinal (CSF) y cinco tumores. Un paciente con carcinoma de célula squamous (SCC) – se trata de las células
que conforman en su mayor parte la epidermis: N.D.T. – del esfenoide, murió de
su enfermedad. Todas las filtraciones (CSF) fueron reparadas exitosamente, y
los tumores benignos fueron removidos, con buen control local a través del
período de recuperación. Conclusión.
La aproximación endoscópica de la fosa transptérigopalatina es una excelente
aproximación para el tratamiento de lesiones de la depresión lateral del seno
esfenoide”. Más adelante, el texto reporta algunas de las ventajas del
procedimiento descrito: “La aproximación endoscópica es una ruta directa
transnasal asociada con mínima pérdida de sangre, tiempo de operación reducido
y morbilidad decreciente. Está probado que es una técnica segura y efectiva en
el tratamiento de enfermedad inflamatoria del seno esfenoide, mucoceles y
lesiones selares” (la región selar está ocupada en condiciones normales por la
hipófisis y limitada superiormente por el quiasma: N.D.T.): Ismail S. AL-NASHAR
– Ricardo CARRAU – Alfredo HERRERA – Carl H. SNYDERMAN: “Endoscopic Transnasal.
Transpterygopalatine
Fossa Approach to the Lateral Recess of the Sphenoid Sinus”, en: The Laryngoscope 114 march 2004 528-532.
(La traducción del texto es mía).
[viii] Además de las redes de teólogos, tales como INSECT- International Network of Societies for Catholic
Theology, en: http://www.satweb.org.ar/sitios.htm#INSeCT, debemos mencionar algunas actividades y sólo algunos
textos a este propósito. Cf., p. ej., las ponencias de la VI Asamblea General
de la CONFERENCIA DE INSTITUCIONES CATÓLICAS DE TEOLOGÍA sobre la “Función
social de la Teología Católica y de los Centros de Teología” (1993): de Jan
KÉRKHOFFS S. J.: “La responsabilidad social y la pertinencia de las Facultades
Católicas de Teología”, 18-26; Jacques FILLION: “Las funciones sociales de las
Instituciones de Teología”, 44-48, quien concluyó su presentación afirmando:
“La conciencia de la función social constituye no solamente una condición de
mantenimiento y de desarrollo de las instituciones de teología, sino más aún,
el modo actual de legitimación de un saber que por sí mismo no tiene sentido
sino en la medida en que permite transformar y abrirse a un nuevo modo de
existencia”; y, finalmente, Alberto PARRA S. J.: “Función social de la teología
católica y de los centros de teología”, 59-74, y a quien hemos intentado seguir
desde nuestros planteamientos iniciales, cuando afirmaba: “Es necesario precaverse
contra la anómala integración de los saberes […] Por eso, el intercambio orgánico entre la teología y las ciencias es el camino
único, no sólo para la integración del saber, sino para la reconstitución
anhelada de la entidad social de la teología católica y de los centros de
teología. Intercambio orgánico que, seguramente, tendrá que recorrer los
estadios que van desde la simple correlación y la más avanzada articulación
hasta hacer posible el real intercambio orgánico que ocurre allí donde la vida,
la historia, el dato de las ciencias modifica el dato de tradición y de fe. Y
el dato de fe modifica y transubstancia el dato de la vida y de la ciencia”.
(Los textos provienen de materiales fotocopiados).
Tendremos que volver más
ampliamente sobre el tema, uno de los puntos claves sobre los que se preocupa
esta tesis.
A propósito de la
“postmodernidad”, sea la ocasión para dar una mirada al contexto mundial, para
lo cual empleo el resumido diagnóstico que ha presentado el SÍNODO DE LOS
OBISPOS (7 a 28 de octubre de 2012) en su Mensaje
final, en el que observa: “6. Cogliere nel mondo di oggi nuove opportunità di
evangelizzazione. Questo sereno coraggio sostiene anche il nostro sguardo sul mondo
contemporaneo. Non ci sentiamo intimoriti dalle condizioni dei tempi che
viviamo. Il nostro è un mondo colmo di contraddizioni e di sfide, ma resta
creazione di Dio, ferita sì dal male, ma pur sempre il mondo che Dio ama,
terreno suo, in cui può essere rinnovata la semina della Parola perché torni a
fare frutto. Non c’è spazio per il pessimismo nelle menti e nei cuori di coloro
che sanno che il loro Signore ha vinto la morte e che il suo Spirito opera con
potenza nella storia. Con umiltà, ma anche con decisione – quella che viene
dalla certezza che la verità alla fine vince –, ci accostiamo a questo mondo e
vogliamo vedervi un invito di Dio a essere testimoni del suo Nome. La nostra
Chiesa è viva e affronta con il coraggio della fede e la testimonianza di tanti
suoi figli le sfide poste dalla storia. Sappiamo che nel mondo dobbiamo
affrontare una dura lotta contro «i Principati e le Potenze», «gli
spiriti del male» (Ef 6,12). Non ci nascondiamo i problemi che tali
sfide pongono, ma essi non ci impauriscono. Questo vale anzitutto per i
fenomeni di globalizzazione, che devono essere per noi opportunità per una
dilatazione della presenza del Vangelo. Così pure le migrazioni – pur con il
peso delle sofferenze che comportano e a cui vogliamo essere sinceramente
vicini con l’accoglienza propria dei fratelli – sono occasioni, come è accaduto
nel passato, di diffusione della fede e di comunione tra le varietà delle sue
forme. La secolarizzazione, ma anche la crisi dell’egemonia della politica e
dello Stato, chiedono alla Chiesa di ripensare la propria presenza nella
società, senza peraltro rinunciarvi. Le molte e sempre nuove forme di povertà
aprono spazi inediti al servizio della carità: la proclamazione del Vangelo
impegna la Chiesa a essere con i poveri e a farsi carico delle loro sofferenze,
come Gesù. Anche nelle forme più aspre di ateismo e agnosticismo sentiamo di
poter riconoscere, pur in modi contraddittori, non un vuoto, ma una nostalgia,
un’attesa che attende una risposta adeguata. Di fronte agli interrogativi che
le culture dominanti pongono alla fede e alla Chiesa rinnoviamo la nostra
fiducia nel Signore, certi che anche in questi contesti il Vangelo è portatore
di luce e capace di sanare ogni debolezza dell’uomo. Non siamo noi a condurre
l’opera dell’evangelizzazione, ma Dio, come ci ha ricordato il Papa: «La
prima parola, l’iniziativa vera, l’attività vera viene da Dio e solo
inserendoci in questa iniziativa divina, solo implorando questa iniziativa
divina, possiamo anche noi divenire – con Lui e in Lui – evangelizzatori»
(Benedetto XVI, Meditazione alla prima Congregazione generale della XIII
Assemblea generale ordinaria del Sinodo dei
Vescovi, Roma 8 ottobre 2012)”. En: http://www.vatican.va/news_services/press/sinodo/documents/bollettino_25_xiii-ordinaria-2012/xx_plurilingue/b30_xx.html#MESSAGGIO_AL_POPOLO_DI_DIO_DELLA_XIII_ASSEMBLEA_GENERALE_ORDINARIA_DEL_SINODO_DEI_VESCOVI
[ix] Alocución del 17 de enero de 2008: en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21453.php?index=21453&po_date=16.01.2008&lang=sp (El texto citado de PLATÓN se puede encontrar en: Diálogos socráticos: Apología, Critón,
Eutrifón, Felón, Fedro, Banquete, Menón W. M. Jackson Inc. Ed. Buenos Aires
1952 1ª 3ª 69).
Como
mencionamos (cf. pp. 787, nt. final cxviii, y 827, nt. 2161) el mismo Papa
BENEDICTO XVI recordó en la vigilia pascual del 23 de abril de 2011 que “"Logos"
significa "razón",
"sentido", "palabra". No es solamente razón, sino Razón
creadora que habla y se comunica a sí misma. Razón que es sentido y ella misma
crea sentido. El relato de la creación nos dice, por tanto, que el mundo es un
producto de la Razón creadora. Y con eso nos dice que en el origen de todas las
cosas estaba no lo que carece de razón o libertad, sino que el principio de
todas las cosas es la Razón creadora, es el amor, es la libertad.”
[ix bis] De entre los problemas que experimenta la sociedad en el momento presente - y ciertamente no sólo la colombiana - la "corrupción" en los ámbitos públicos y privados, así como en el intercambio entre estos, debe ser considerada una epidemia a la que sólo ahora se comienza a tomar en serio con el ánimo de afrontarla y de erradicarla, o, al menos, de disminuirla y de socavar mortalmente sus desastrosos efectos. Los propios jóvenes la detestan (cf. Apéndice 4, n. 2, p. 1746 ss). En varios lugares esta investigación se refiere a ella - para denunciarla, v. gr. cap. V, III.2.d,13; cap. VI, II.4.b. en 1) y 3), p. 1447 - y enfáticamente a aquella en la que se ven envueltos, por su autoría intelectual o por su acompañamiento cómplice, profesionales que en nada hacen mérito y honor a su "alma mater", las universidades (cf. particularmente las constataciones y los propósitos que presentaron en los Foros de la PUJ las Carreras de Administración de Empresas y de Arquitectura). Todo profesional es considerado por parte de la sociedad, en efecto, un ser humano que se identifica con los más altos y más nobles ideales y valores morales y se propone llevarlos a la práctica. Por eso, sus fallas en este ámbito son observadas no sólo con la mayor acuciosidad sino con la mayor admiración cuando se producen reclamando las penalidades más grandes contra ellas.
El problema fue hecho objeto de pronunciamiento por parte del Pontificio Consejo Justicia y Paz mediante su documento "La lucha contra la corrupción", del 4 de octubre de 2006. Con todo, el novísimo Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral ha efectuado entre sus primeras actividades públicas el primer "Debate Internacional sobre la Corrupción", "organizado en colaboración con la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, y en el cual han participado alrededor de 50 magistrados anti-mafia y anti- corrupción, Obispos, personalidades de las instituciones del Vaticano, de los Estados y de las Naciones Unidas, líderes de movimientos, víctimas, periodistas, académicos, intelectuales y algunos embajadores". "La lucha contra la corrupción y la mafia, se ha afirmado, no es solamente una cuestión de legalidad sino de civilización. El cardenal Peter Turkson motivó así la reunión: "Pensamos en este encuentro para hacer frente a un fenómeno que conduce a pisotear la dignidad de la persona. Queremos afirmar que nunca se puede pisotear, negar u obstaculizar la dignidad de las personas. Por lo que respecta a nosotros, con este dicasterio, queremos saber cómo proteger y promover el respeto de la dignidad de la persona. Y por eso tratamos de llamar la atención sobre este argumento ". Por su parte el arzobispo Silvano M. Tomasi explicó que el objetivo es "sensibilizar a la opinión pública, identificar las medidas concretas que contribuyan a implantar políticas y eventualmente leyes que prevengan la corrupción, porque la corrupción es como una polilla que se infiltra en los procesos de desarrollo de los países pobres o de los países ricos, que arruina la relación entre las instituciones y entre las personas. Por eso nuestro esfuerzo está encaminado a crear una mentalidad, una cultura de la justicia que combata la corrupción para proveer al bien común " (véase el comunicado del 17 de junio de 2017 en: http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2017/06/17/com.html).
[x] Por supuesto, no todo el arte es “religioso”, ni todo
lo religioso se identifica con el “arte”. Sin embargo, no sin razón suelen los
antropólogos sociales-culturales afrontar la temática artes-religión
prácticamente en simultaneidad porque una y otra se encuentran muy unidas en
diversas culturas de ayer y aún de hoy. Véase al respecto de Eduardo VINATEA
SERRANO: Lecciones de antropología social
y cultural Dykinson Madrid 2008, sobre todo el capítulo octavo; el mismo
autor, en: Lecturas de antropología
social y cultural Dykinson Madrid 2009, dedica la Quinta Parte a las
“Religiones y simbolismo”: ofrece los textos de dos eminentes antropólogos ya
mencionados en estas páginas: la “Lectura 12ª”, sobre “Las creencias
propiamente totémicas”, en texto de
Emile Durkheim; y la “Lectura 13ª”, sobre “La eficacia simbólica”, con
autoría de C. Lévi-Strauss.
No obstante, “la religión está (hoy) bajo sospecha”. Tal es el título
de la obra de Leonardo IGLESIAS (Anthropos Barcelona 2010) que hace eco a la
famosa “trilogía” ya mencionada de K. Marx, S. Freud y F. W. Nietzsche.
Afirmaba William JAMES (1842-1910) que una cosa es la religión desde un
punto de vista de las instituciones religiosas, de los grupos que las conforman
y de su organización, y otra, muy diferente, la religión considerada en cuanto
una práctica personal. Es en esta segunda manera de comprenderla como nos
podemos acercar a las experiencias místicas que un individuo puede llegar a
tener independientemente de la cultura en la que vive. Más aún, este tipo de
experiencias puede ser, en su opinión, “sana” o “enfermiza”. La primera
corresponde a personas que tienden, como decía él, a ignorar la maldad que hay
en el mundo mientras se concentrar en lo positivo que existe en el mundo y a
buscar el bien común; la segunda, por el contrario, indica una cierta
predisposición “patológica” de las personas que se concentra en el mal y en el
sufrimiento, y buscan en lo religioso (o en otra agrupación o actividad) una
experiencia que los unifique y les permita reconciliar bien y mal.
Además de lo que hemos
dicho en general acerca del fenómeno religioso, es conveniente detenernos
también sobre este aspecto particular cultual. Sólo dos textos de la
abundantísima literatura al respecto.
En un artículo
publicado en 1969 señalaba el Secretariado General de Con (atribuible a E. Schillebeeckx), entre otras cosas, lo siguiente: “El lenguaje religioso se ubica
dentro del sistema pluriforme del lenguaje; al representar un nivel de
conciencia ‘sui generis’, desemboca en una perspectiva que procura una manera
distinta de abordar la realidad. En la existencia del creyente, el lenguaje
adquiere un significado religioso, un lenguaje que se hace oración, testimonio,
predicación, y tiene como efecto un rebasamiento
del locutor, ininteligible para el no-creyente. La intimidad revela una
intersubjetividad de tipo paradójico: la de la coexistencia del fiel y de su
Dios en el plano en que Dios se manifiesta. Y remite a un sujeto que no es el
hombre, si bien ese sujeto se expresa por la palabra cuyo sujeto inmediato es
el hombre. Aunque el lenguaje religioso recurre también a las formas
lingüísticas del plano cognoscitivo, que apela al error y a la verdad, se
centra preferentemente en lo performativo, que es la “parte elegante del acto y
le da su figura propia”. Es un lenguaje autoimplicativo, “porque Dios se dirige
al hombre en un acontecimiento o en un acto que le compromete frente al hombre
y expresa su interioridad. El creyente, recíprocamente, da su respuesta a Dios
y, mediante ella, habla y se compromete religiosamente”: cf. “Presupuestos para
una renovación del lenguaje religioso”, en Con
42 1969 342-343; cf. A. GREELEY: “Simbolismo religioso, liturgia y comunidad”,
en Con 62 1971 219-231.
No obstante, se debe tener en
cuenta que “la Sagrada Liturgia, que el Concilio Vaticano II califica
como la acción sacerdotal de Cristo, y por tanto fuente y cumbre de la vida
eclesial, no puede reducirse nunca a una mera realidad estética, ni puede ser
considerada como un instrumento con fines meramente pedagógicos o ecuménicos.
La celebración de los santos misterios es, sobre todo, acción de alabanza a la
soberana majestad de Dios, Uno y Trino, y expresión querida por Dios mismo”: OFICINA PARA LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS DEL
SUMO PONTÍFICE: Documento “Las
oraciones apologéticas en la misa”, en (consulta 28 de marzo de 2011): http://www.vatican.va/news_services/liturgy/details/ns_lit_doc_20100216_preghiere_sp.html
La dimensión ritual
específica del culto cristiano, sobre todo en sus fundamentos comunitarios y
culturales, fue examinada por Cipriano VAGAGGINI: El sentido teológico de la liturgia BAC Madrid 1959: “Expresiones
rituales de la naturaleza comunitaria de la liturgia: historia y actualidad. La
misma naturaleza y expresión ritual son un exponente manifiesto de la profunda
naturaleza comunitaria de la liturgia. Esto es verdadero, incluso si en el
curso de la historia se llega a percibir, especialmente en la liturgia romana y
no sólo en ésta, algún oscurecimiento o disminución de aquél mismo carácter
comunitario…” (259).
Sobre las relaciones
entre liturgia y arte, de igual modo, son numerosas las publicaciones. Para
mencionar también dos, una ya con ciertos años pero de una actualidad
importante, cf. J. TINSLEY: “Liturgia y arte”, en Con 62 1971 232-240; y otra, de nuestra Facultad de Teología, de Li
Mizar SALAMANCA BARRERA: “Eucaristía e imagen”, en ThX 56/1 ene-mar 2006 101-114.
Más recientemente, el
Papa BENEDICTO XVI, durante su serie de catequesis sobre el Medioevo, dedicó
una (18 de noviembre de 2009) a las artes arquitectónicas, escultóricas y
visuales, románicas y góticas, notables por su poderosa influencia sobre la
piedad – “feliz y serena” – de la época, empleadas como medio catequético de
primer orden, ciertamente, pero, ante todo, como auténtica expresión del clima
espiritual-cultural en que se desarrollaron y como elementos típicos de la
simbólica que caracteriza toda celebración litúrgica. Puede verse en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/24684.php?index=24684&lang=sp
Lo religioso apunta
también, sin embargo, desde su misma especificidad, a lo social. Lo ha
recordado el Papa BENEDICTO XVI en su discurso
a los Exponentes de la sociedad civil, del mundo político, académico, cultural
y empresarial, con el Cuerpo diplomático y con los Líderes religiosos, en
Zagreb, Croacia, el 4 de junio de 2011: “La religión no es una realidad aparte
en relación con la sociedad: es, por el contrario, un componente suyo
connatural, que constantemente reclama la dimensión vertical, la escucha de
Dios como condición para la búsqueda del bien común, de la justicia y de la
reconciliación en la verdad. La religión pone al hombre en relación con Dios,
Creador y Padre de todos, y, por tanto, debe ser una fuerza de paz. Las
religiones deben siempre purificarse según esta su verdadera esencia para
corresponder a su genuina misión”. En: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/27596.php?index=27596&po_date=04.06.2011&lang=sp
[xi] El tema de la “alteridad” posee una tradición
filosófica que nos es imposible resumir aquí, pero cuyas raíces desde el
judaísmo, v. gr., y sus consecuencias han tenido amplia acogida en la teología,
católica, p. ej., como se puede colegir de la cita. Baste un nombre, apreciado
sobre todo en temas de historia y filosofía latinoamericana, y una obra suya: DUSSEL A., Enrique D.: Para una ética de la
liberación latinoamericana Siglo Veintiuno
Buenos Aires 1973 2 v.
A compartir alrededor de estos hechos, y sobre algunas de las
implicaciones del mismo, se dedicó el Encuentro Inter-Académico sobre el tema
«La identidad cambiante del individuo», promovido por la Academia de Ciencias
de París y por la Pontificia Academia de las Ciencias, cuya reunión con el Papa
BENEDICTO XVI se efectuó en la memoria de santo Tomás de Aquino, el 28 de Enero
de 2008. De dicha ocasión tomamos la cita. El texto más completo dice: “Durante
vuestro coloquio habéis experimentado que las ciencias, la filosofía y la
teología pueden ayudarse para percibir la identidad del hombre, que está en
constante devenir. A partir de la cuestión sobre el nuevo ser surgido de la
fusión celular, que es portador de un patrimonio genético nuevo y específico,
habéis mostrado elementos esenciales del misterio del hombre, caracterizado por
la alteridad: un ser creado por Dios, un ser a imagen de Dios, un ser
amado hecho para amar. En cuanto ser humano, jamás está encerrado en sí mismo;
siempre conlleva una alteridad y, desde su origen, se encuentra en interacción
con otros seres humanos, como nos lo revelan cada vez más las ciencias
humanas. ¿Cómo no evocar aquí la
maravillosa meditación del salmista sobre el ser humano, formado en lo secreto
del vientre de su madre y al mismo tiempo conocido en su identidad y en su
misterio únicamente por Dios, que lo ama y lo protege? (cf. Sal 139,
1-16). El hombre no es fruto del azar,
ni de una serie de circunstancias, ni de determinismos, ni de interacciones
físico-químicas; es un ser que goza de una libertad que, teniendo en cuenta su
naturaleza, la trasciende y es el signo del misterio de alteridad que lo
caracteriza. Desde esta perspectiva, el gran pensador Pascal decía que «el
hombre supera infinitamente al hombre».
Esta libertad, propia del ser humano, hace que pueda orientar su vida
hacia un fin; hace que, con los actos que realiza, pueda dirigirse hacia la
felicidad a la que está llamado para la eternidad. Esta libertad muestra que la
existencia del hombre tiene un sentido. En el ejercicio de su libertad
auténtica, la persona cumple su vocación, se realiza y da forma a su identidad
profunda. En el ejercicio de su libertad también ejerce su responsabilidad
sobre sus actos. En este sentido, la dignidad particular del ser humano es a la
vez un don de Dios y la promesa de un futuro.
El hombre tiene la capacidad específica de discernir lo bueno y el bien.
La sindéresis, puesta en él por el Creador como un sello, lo impulsa a hacer el
bien. Movido por ella, el hombre está llamado a desarrollar su conciencia
mediante la formación y el ejercicio, para orientarse libremente en su
existencia, fundándose en las leyes esenciales, que son la ley natural y la ley
moral.” En : http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/january/documents/hf_ben-xvi_spe_20080128_convegno-individuo_sp.html
[xii] Carlota LLANO es profesora de la Universidad
Pedagógica Nacional y participó en la XIII
sesión de la International School of Theatre Anthropology, 13 – 25 de
octubre de 2004, en
Sevilla, España. De su informe resaltamos: “Cobijó seis campos: 1. Trabajo práctico de entrenamiento corporal y vocal en el que se integraban las técnicas actorales orientales y occidentales, espacio siempre dictado por dos maestros, uno de ellos oriental y el otro occidental, quienes trataban de fundir sus experiencias y encontrar las claves y puntos coincidentes de sus técnicas para la creación del cuerpo artificial del actor. 2. Trabajo de improvisación sobre el tema de Hamlet dirigido por Eugenio Barba, que concluyó con la presentación de un espectáculo sobre Hamlet que presentamos al público y en el que participamos todos los integrantes del simposio. 3. Conferencias sobre la historia del teatro del siglo XX, denominadas Historia del Teatro vista desde la luna, dictada por los catedráticos italianos. Fue una novedosa y muy interesante visión de este período reciente de nuestra historia. 4. Demostraciones prácticas y análisis teórico del trabajo de cada uno de los maestros que integran la ISTA. 5. Ejemplos, análisis y muestras sobre los temas centrales del encuentro: flujo, ritmo, energía y organicidad, en las cuales participamos los profesores, los participantes y artistas de fuera invitados. Cabe anotar que mi participación fue muy bien recibida y elogiada. 6. Espectáculos del Odin Teatret de Dinamarca, invaluable oportunidad para ver los espectáculos recientes y de repertorio de este grupo que sólo hemos tenido en dos oportunidades en nuestro país. 7. Trueque con la comunidad de La Rinconada, en donde se presentaron espectáculos para la comunidad de La Rinconada, la pequeña ciudad donde tuvo lugar el evento central, y donde la comunidad también realizó funciones de sus manifestaciones culturales […]
Sevilla, España. De su informe resaltamos: “Cobijó seis campos: 1. Trabajo práctico de entrenamiento corporal y vocal en el que se integraban las técnicas actorales orientales y occidentales, espacio siempre dictado por dos maestros, uno de ellos oriental y el otro occidental, quienes trataban de fundir sus experiencias y encontrar las claves y puntos coincidentes de sus técnicas para la creación del cuerpo artificial del actor. 2. Trabajo de improvisación sobre el tema de Hamlet dirigido por Eugenio Barba, que concluyó con la presentación de un espectáculo sobre Hamlet que presentamos al público y en el que participamos todos los integrantes del simposio. 3. Conferencias sobre la historia del teatro del siglo XX, denominadas Historia del Teatro vista desde la luna, dictada por los catedráticos italianos. Fue una novedosa y muy interesante visión de este período reciente de nuestra historia. 4. Demostraciones prácticas y análisis teórico del trabajo de cada uno de los maestros que integran la ISTA. 5. Ejemplos, análisis y muestras sobre los temas centrales del encuentro: flujo, ritmo, energía y organicidad, en las cuales participamos los profesores, los participantes y artistas de fuera invitados. Cabe anotar que mi participación fue muy bien recibida y elogiada. 6. Espectáculos del Odin Teatret de Dinamarca, invaluable oportunidad para ver los espectáculos recientes y de repertorio de este grupo que sólo hemos tenido en dos oportunidades en nuestro país. 7. Trueque con la comunidad de La Rinconada, en donde se presentaron espectáculos para la comunidad de La Rinconada, la pequeña ciudad donde tuvo lugar el evento central, y donde la comunidad también realizó funciones de sus manifestaciones culturales […]
“Resultados para la
universidad: Como profesora me vi muy enriquecida, traigo valiosos
conocimientos, imágenes y herramientas de trabajo prácticas para nuestras
clases que compartiré con colegas y estudiantes. Adquisición de nuevos
materiales de videos y libros que no llegan a nuestro país. Contacto con profesores, escuelas, actores y
fundaciones culturales que podrán dar como resultado una red de la que nos
veremos beneficiados. Ferdinando Taviani, el especialista número uno en el
mundo sobre Luigi Pirandello, me regaló una excelente charla y me enviará
material sobre su mejor obra, “Seis personajes en busca de autor”, pieza que
estrenaremos el próximo semestre con los estudiantes de sexto semestre. Puerta
abierta para que otro maestro pueda participar en la próxima sesión de la ISTA
que se llevará a cabo de Polonia en abril del 2005. Como contraprestación para
la universidad, además del material de libros y videos para la biblioteca,
realizaré dos conferencias sobre la ISTA y la Antropología Teatral; y antes de
viajar, hice una función de “Mujeres en la guerra” en el marco del octubre
cultural, sin ningún costo para la universidad.” Cf. http://www.pedagogica.edu.co/index.php?inf=1369&resaltar=carlota+llano
La obra teatral que
menciona la profesora también fue presentada en la Pontificia Universidad
Javeriana durante el año lectivo 2006.
“El control sobre el
cuerpo, sobre nuestro inconsciente y sobre nosotros mismos” es también el
objetivo de Robby Rosenberg, profesor de la Técnica F. M. Alexander aplicada a
las artes escénicas en la PUJ. Véase un sumario en: Juliana MORENO ANGULO:
“Malas posturas: la anatomía de lo inconsciente y lo automático”, en Pesquisa 15 marzo-mayo 2011 4-6. También
en: http://educon.javeriana.edu.co/pesquisa/15/revista.html
Comentarios