Capítulo VI
Continuación (II.3)
3. Los condicionamientos y los obstáculos para la verdad y la sinceridad, con particular referencia a las Universidades católicas y a las Universidades y Facultades Eclesiásticas. El rechazo de la verdad. La delicada y fundamental tarea de la teología moral en este campo.
1.
Afirma el refrán popular que “en todas partes se cuecen habas”. Por lo cual, lo
que ahora vamos a tratar no se refiere ni exclusivamente y, con seguridad, no
especialmente, a las Universidades católicas y a las Universidades y Facultades
Eclesiásticas: ello puede suceder, y de hecho sucede en cualquier otra
comunidad humana. Lo cual no quiere decir, como exigen los presupuestos que
hemos examinado, así como las normas canónicas que estamos sustentando, que
tales instituciones universitarias, como las primeras, no deban ser las más
puntuales en advertirse de esta realidad, y estar muy atentas a tomar las
medidas que, acaso, se urgieran en presencia de situaciones similares.
Como
vimos en la primera parte de este capítulo, nuestro mundo actual, y nuestro
País, en especial, parecieran ser particularmente flexibles en lo que se relaciona con la verdad: se admiten
muchísimas mentiras y falsedades. Y las obras literarias de todos los tiempos,
por otra parte, son el espejo de esa realidad presente en la sociedad[1]. Los defensores de la verdad
parecieran ser hoy otros Quijotes que luchan contra molinos de viento. Otros
decaen en el esfuerzo.
Podemos
distinguir, para nuestro examen, situaciones diversas: en primer término,
aquellas que significan un obstáculo
para las personas en lo que se refiere a la realización de la verdad y de la
sinceridad; y, en segundo término, aquellas situaciones que evidencian o
podrían evidenciar, más bien, cierta expresión de rechazo o de desprecio por la verdad.
Entre
las primeras, debemos indicar (1°) aquellas dificultades de carácter personal
en relación con la verdad y con la sinceridad; (2°) aquellas que provienen del
momento cultural actual, al menos en lo que concierne a Occidente; y (3°) la
problemática que encierra la “restricción mental” en este contexto.
En lo
que concierne a las segundas, será necesario detenernos en (4°) la mentira, en
(5°) la calumnia, la difamación y otras fallas contra la fama y el honor, y en
(6°) el problema del secreto, especialmente, en el secreto profesional.
a.
Los condicionamientos y los obstáculos para la verdad y la sinceridad en
relación con el sujeto.
2.
Pretendemos en esta sección colocarnos en una perspectiva amplia, en la que
tengamos en cuenta a las personas en sus diversas problemáticas. En el seno de
una comunidad educativa, y especialmente en una Universidad católica y en una
Universidad o Facultad eclesiástica, se deben afrontar estas situaciones de una
manera general, como corresponde a la índole de nuestra investigación. La
verdad, especialmente en las instituciones cuya tarea es la búsqueda y
profundización en el saber, señala, pues, un compromiso y unas exigencias
ineludibles y permanentes.
1) Dificultades de carácter
personal en relación con la verdad y la sinceridad.
3. Uno
de los mejores elogios que Jesús hizo de alguien, recordemos, fue, precisamente
a Natanael (probablemente el Bartolomé de los evangelios sinópticos), por su
sinceridad:
“Al ver llegar a Natanael,
Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez»” (Jn 1, 47).
Debemos
observar, no obstante, que el asunto que nos ocupa exige, de por sí, un
tratamiento interdisciplinar. Implica, como sabemos, unas problemáticas de
orden médico (en todo el sentido de la palabra, porque compromete desde las
áreas bioquímicas y fisiológicas hasta las psiquiátricas del individuo), de
orden filosófico (gnoseológico y epistémico: ¿hasta qué punto mi “mente”
refleja la “realidad”?), de orden psicológico, social y ético-teológico. Sería
sumamente importante y necesario llevarlo a cabo, pero, en nuestras actuales
circunstancias nos desborda, y, aunque nos dedicaremos al aspecto teológico-moral,
será imprescindible hacer relación a algunos elementos propios de estas
disciplinas mencionadas en último término.
Afrontar
la verdad no es fácil, así estemos inclinados a ello. Existen en nosotros – y
en el medio académico debemos ser especialmente conscientes de ello –, muchas
veces muy camuflados, algunos impedimentos, conscientes e inconscientes, que
nos dificultan el afrontamiento de la verdad:
-
En primer lugar, hay que mencionar nuestro
orgullo. Tenemos a veces una deficiente o exagerada concepción de nuestro honor
propio, y por eso mismo rechazamos una determinada verdad que nos duele.
-
Hay que considerar también la soberbia. Ésta
conduce a que queramos justificar la contradicción existente entre nuestro
pensar y nuestro obrar, entre nuestro bien pensar y nuestro bien obrar.
-
También la avaricia o la ambición de poseer
se pueden convertir en una excusa para no afrontar la verdad confundiéndola
simplemente con lo que es útil.
-
En otros casos es la pereza o el egoísmo de
quienes, por una desbordada pasividad que elude toda incomodidad y sacrificio,
sucumben a éstos o justifican con facilidad, más bien, su negación de la
verdad; o, inclusive, se trata de la búsqueda de un interés desbordado y
egoísta que pretende hacer prevalecer la propia mirada de las cosas y “las
palancas”, cuando “lo malo de la rosca es no estar en ella”
(colombianismo).
-
Algunas veces ocurre esta elusión de la
confrontación con la verdad debido al recelo a complicarse o a perder la propia
seguridad.
-
En otras ocasiones, ello es debido al odio
que experimentamos hacia el otro - ¿el colega? –, a quien consideramos nuestro
enemigo o competidor.
-
Muchas veces, en cambio, ocurre debido a la
deficiencia en el desarrollo de nuestra capacidad crítica: sucumbimos al poder
de personalidades destacadas, de influjos ideológicos, o al bombardeo de los
medios de comunicación social. Muchas veces, en otras ocasiones, nos cuesta
pensar “por cuenta propia”, quizás por temor a posibles represalias o a
sanciones: se termina pensando, entonces, como piensan los demás, las mayorías,
y renunciando a la propia verdad.
A estas
situaciones, que corresponden al orden moral, se han de añadir otras propias de
la manera de ser de cada cual: soñadores, imprudentes, irreflexivos, indecisos,
cínicos, ingenuos, pesimistas, suspicaces, superficiales, muy primarios, locos,
conformistas… Tendremos que volver sobre el tema un poco más adelante, al
tratar del rechazo de la verdad.
Otras
dificultades provienen de nuestra personal actitud o predisposición en relación
con la verdad. Podemos mencionar entre ellas:
-
El escepticismo del que prefiere quedarse con
una verdad elemental o en el relativismo, porque considera que la verdad no
existe, o que todo depende de quien lo mira, o que buscar la verdad y
encontrarla, no son tareas que merezcan nuestro empeño y esfuerzo, y renuncia a
ellos.
-
El subjetivismo, que caracteriza a quien
exalta su propia verdad por encima de cualquier otro criterio distinto al suyo,
sobre todo si le conviene en una determinada situación.
-
El extremismo o el fanatismo[2], propios de quienes conciben la
vida desde un radicalismo tal, que excluyen la posibilidad de que otros puedan
también tener su propio acercamiento válido a la verdad.
-
Por último, es necesario referirnos a las
actitudes “reduccionistas”, a las que hemos aludido en esta investigación, y a
la actitud “irreflexiva o exagerada”, una y otra tan lejanas de lo que es el
verdadero trabajo científico y educativo. La primera parcializa la verdad, la
polariza según su visión de las cosas (revolucionaria, conservadora,
verticalista, horizontalista, espiritualista-desencarnada, materialista…); la
segunda, exagera, hace juicios de valor sin los datos suficientes, hace juicios
sobre las personas, etc.
2) Condicionamientos que tienen su
origen en el momento cultural actual, al menos en Occidente.
4.
Otras dificultades provienen de las circunstancias actuales que vivimos.
Podemos afirmar, como por cierto lo muestra la experiencia humana en muchos
otros campos, que el del “pluralismo”, en particular, no está exento de su
propia “ambigüedad”.
El pluralismo, inclusive en el terreno
religioso, es una de las características sobresalientes de nuestro momento
actual, expresión de nuestras sociedades democráticas, al tiempo que es
potenciado por ellas. Se levanta en contra de las sociedades cerradas,
homogéneas y dictatoriales. Es un fenómeno al que contribuyen, sin duda,
reforzándolo, los medios de comunicación social.
Se
trata de un fenómeno cultural que se expresa en las costumbres, en los
criterios, en las expresiones. Junto con su valencia “negativa”, que se
manifiesta muchas veces en el reinado de la confusión, de la justificación de
ciertos comportamientos generalmente considerados por muchos como inmorales,
del subjetivismo, etc., es indudable su valencia “positiva”, que resalta la
importancia del fortalecimiento del espíritu crítico, la ampliación de los
horizontes de la verdad, la apertura de posibilidades que resulta del encuentro
con otras culturas que nos eran, hasta ese momento, desconocidas, y el vigor de
una sociedad democrática.
Más
aún, esta fue una de las características queridas y llevadas a cabo por los
Pontífices que convocaron el Conc. Vat. II, Juan XXIII y Pablo VI, por lo que
bien puede decirse que es uno de los frutos del mismo Concilio para la Iglesia
del presente y del futuro. Por todo ello, siendo necesario examinar con
atención el fenómeno y sus expresiones en cada caso, referimos a GS 44 y a los estudios subsiguientes.
El Papa
JUAN PABLO II, con todo, no dejó de expresar su pensamiento crítico en relación
con otra expresión, quizá más radical, del problema. Lo ha expresado de la
siguiente forma el estudioso de la cultura Jean-Yves CALVEZ S. J. al leer la
encíclica Centesimus annus (1991) del
Papa:
“Sobre la verdad algo más
polémico ha aparecido en las encíclicas del papa Juan Pablo II de los años
noventa. […] ¿De qué se trata, según él? Desesperando ciertos hombres de la
posibilidad de fundar la comunidad política sobre valores y/o verdades
aceptados en común, vienen a proponer la idea de sistemas democráticos de puro
proceduralismo: no se puede otra cosa que decidir los asuntos que se presentan
por un método de discusión libre concluyéndola por una decisión mayoritaria, el
voto dirime y decide todo. Olvidarse consecuentemente de la verdad como tal,
inaccesible. En la Centesimus annus,
en 1991, el papa empieza en efecto diciendo: “Una democracia auténtica es
posible sólo en un Estado de derecho y sobre la base de una concepción correcta
de la persona humana” (CA 46), y prosigue: “Se tiende hoy a afirmar que el
agnosticismo y el relativismo escéptico son la filosofía y la actitud
fundamental que corresponden a las formas democráticas de la vida política, y
que los que están convencidos de que conocen la verdad y brindan a ella una
adhesión firme, no son dignos de confianza desde el punto de vista democrático
porque rechazan el que la verdad sea determinada por la mayoría, o bien ella
sea variable (cambie) según los equilibrios políticos sucesivos” (Ib.).
Por cierto, añade, “la
Iglesia conoce los peligros tanto del fanatismo, como del fundamentalismo, de
los que, en nombre de una ideología que se presenta sea como científica sea
como religiosa, piensan poder imponer a los demás su concepto de la verdad y
del bien”. La “verdad cristiana”, por su cuenta, no es de este tipo. “No siendo
una ideología, la fe cristiana no busca en ningún modo encerrar en el cuadro de
un modelo rígido la realidad social y económica cambiante, y admite que la vida
del hombre se realiza en la historia de modos distintos, imperfectos”. “Así la
Iglesia, en cuanto afirma y mantiene constantemente la dignidad trascendente de
la persona, tiene como regla de acción el respeto de la libertad”. Pero,
prosigue Juan Pablo II, “la libertad no está plenamente puesta en el valor
(fiel a sí misma) sino dando acogida a la verdad”. “En un mundo sin verdad, la
libertad pierde su consistencia y el hombre está sometido a pasiones y a
condicionamientos, tanto visibles como ocultos”. Un cristiano así “vive en la
libertad”, sin embargo “propone constantemente, según la naturaleza misionera
de su vocación, la verdad a la que ha tenido acceso. Se mantiene abierto, en el
diálogo, a todo elemento de verdad que puede descubrir en la experiencia de la
vida y en la cultura de las personas y de las naciones pero no deja de afirmar
todo lo que su fe con un ejercicio sano de la razón le ha dado a conocer”
(Ib.).
Y volverá este tema de la
supremacía de la verdad, de ciertas verdades por lo menos en la democracia, en
términos esta vez tajantes, en dos encíclicas más, Veritatis splendor (sobre la moral) (en 1993) y Evangelium vitæ (sobre la vida) (en
1995), en relación particular con decisiones que se hacen en ciertos países,
con base en voto mayoritario, sobre asuntos referidos a la vida del embrión y
al aborto, dando la impresión que se pueden decidir tales puntos por medio de
voto mayoritario (como se deciden tantos asuntos prácticos). No, dice el Papa:
aquí hay verdades superiores, anteriores a cualquier deliberación.
Se pueden hacer, creo, dos
observaciones al respecto. La primera es que no siempre se trata así, en
cámaras legislativas, de decidir sobre la naturaleza misma del embrión o sobre
la licitud moral del aborto en sí mismo, sino a veces sólo de reglamentar
situaciones consecuentes a una práctica efectiva del aborto (minimizando por
ejemplo consecuencias sanitarias posibles), sin pretender más. Y no hay que
olvidarse del viejo principio que la ley civil no siempre puede hacer respetar
(observar) toda la ley moral (por razón de la finalidad propia de la comunidad
política). La segunda observación es más general: se refiere a la realidad de
la mayoría de las democracias contemporáneas que no se fundan verdaderamente
sobre un proceduralismo puro (o sin más), cuando por ejemplo existen en la base
de declaraciones de los derechos humanos y que jueces constitucionales por
ejemplo pueden dictaminar sobre leyes con base en estas declaraciones, es decir
que en efecto hay en tales regímenes un mínimo de verdades o valores
profesados, no el total agnosticismo justamente temido por el papa. Y aun fuera
de estas declaraciones, las democracias descansan en general sobre un principio
de reconocimiento mutuo entre ciudadanos, es decir respeto del otro, verdad del
otro, si se puede decir, como persona inviolable... Esto puede llevar a matizar
las conclusiones que parecen resultar de los juicios del papa, no exime sin
embargo de reflexionar sobre las tendencias de las que ha hablado. Tiene él
toda la razón en advertir de estos peligros. Hay que acordarse de que la
actitud hacia la democracia parecía mucho más simple en los decenios
anteriores, empezando con la declaración de su gran valor en un discurso del
Papa Pío XII en 1944, y simultáneamente en un famoso libro de (Jacques)
Maritain, Cristianismo y democracia,
que probablemente mucho inspiró a Pío XII. La democracia parecía, sin más,
protectora de los pueblos: si hubieran podido levantar la voz, decía Pío XII,
no habría pasado la catástrofe de la segunda guerra mundial. Con Juan XXIII
aparecen las cosas menos sencillas...
Y es cierto que el campo
político es un campo práctico, no especulativo, de la vida humana (hay una
necesidad práctica de convivencia para escapar a la violencia), hay sin embargo
alguna verdad, también práctica, aun en los procedimientos elementales de
reconocimiento mutuo que están en la base de la vida conciudadana: esta verdad
debe ser siempre observada. Más allá de este mínimo, después, según las sociedades
y según las tradiciones, hay más o menos otros elementos que se pueden
considerar como fundamentación de la vida política. En forma negativa: no se
puede nunca proclamar el relativismo que inspiraría un puro proceduralismo del
voto mayoritario (para todas las materias de la vida social y política). Me
parece que será necesario aclarar más todo esto en pronunciamientos nuevos de
la Iglesia.” [3]
3) La “restricción mental” y su
problemática[4].
5. Estamos, sin duda,
ante un problema, teórico y práctico, complejo, asociado, además, con la
prudencia. En la vida sucede que no todo es simple. Se trata de reiterar una
propuesta, como vamos ensayar ahora, que puede ayudar en esos momentos
difíciles.
Ser
sinceros no es fácil, sobre todo cuando se presentan circunstancias
conflictivas. Por una parte, existe el derecho a la propia intimidad; pero, por
otra, la obligación de ser veraces. Tal es el caso del médico que quiere ser
amable y cariñoso con su paciente, pero, al mismo tiempo, debe darle a conocer
su grave estado de salud y proporcionarle también la información completa y
veraz. Ocurre también en el mundo universitario que hay quien quiera ser muy
cauteloso y discreto en los hallazgos de sus investigaciones, aún preliminares
o transitorias, y estima que no debe compartir aún su conocimiento, pero es
preguntado (constantemente) por él – algo similar a lo que se dice de Leonardo
da Vinci, entre otros personajes, de quien se afirma que su manera de escribir
era como si él, a propósito, hubiera querido escribir en clave[i]
–. ¿Es posible integrar aquel derecho con esa obligación? ¿Cómo integrar
vitalmente valores como la verdad, la justicia y la caridad, que plantean
exigencias tan urgentes?
a) ¿Qué entendemos por reserva o
restricción mental?
6. No
podemos referirnos a ella de cualquier manera. Sobre la restricción mental
existen diversos equívocos. En primer término, considerar que la restricción
mental sólo mira al interior de quien habla. Por supuesto, ello es posible, y
entonces hablamos de la “restricción mental en sentido estricto”, cuando el
locutor da a sus propias palabras un significado restringido que sólo él
conoce, y que su interlocutor no está en grado de descubrir. Sería el caso de
alguien que, cuando tocan a su puerta y preguntan por él, responde “no, no
está”, pensando dentro de sí, “no está para
tí”. En casos por el estilo se está, de hecho, mintiendo para la comodidad
de quien así actúa. En estos casos debemos afirmar que esta especie de
restricción mental es realmente inmoral.
Pero es
posible que se realice una “restricción mental en sentido amplio”, o, mejor
dicho aún, una “restricción real”. Es el empleo de un discurso ambiguo como
protección del secreto. La persona, en su mente, quiere dar un significado
determinado a sus palabras, y su interlocutor puede presumirlo, pero en la
precisa situación en la que se produce el diálogo, el discurso permanece
ambiguo. Sería el caso de quien, en un proceso penal, a la pregunta del juez
contestara con un “no”: la respuesta, como tal, puede significar dos cosas: o
bien, que, efectivamente, el reo niega la acusación que se le imputa; o bien,
que el reo pretende decir: “le corresponde a Usted, como juez, demostrar la
acción de la que se me acusa (y que quizás he cometido); no es mi tarea
quitarle su oficio o facilitárselo con mi confesión”.
En
muchos países se ha desarrollado esta praxis[5] y se ha establecido que no se
puede obligar al culpable a confesar su delito[6]. Como vemos, es posible
realizar una restricción en el sentido de las palabras como resultado de una
situación objetiva, y, en consecuencia, la expresión “restricción real” es más
precisa para designarla y, según vemos, moralmente lícita, en medio de dos
extremos, el del rigorismo exagerado por la verdad (y que por lo tanto prefiere
traicionar secretos, con lo que se actúa contra la justicia y el amor al otro),
y el del laxismo, que admite sencillamente la mentira en la conversación. No
estamos hablando de situaciones cotidianas, sino de verdaderas circunstancias
excepcionales en las que una persona puede llegar a sufrir un grave daño, no
sólo un tercero, sino el propio sujeto que la emplea, como sería en el caso de
pretender una disminución en su pena.
Otro
caso similar se presenta a los médicos y al personal de salud cuando los
propios enfermos, y sobre todo sus familiares, les hacen preguntas inoportunas
o para las que las personas no están en capacidad de aguantar toda la verdad, y
sus energías espirituales para la recuperación quedarían muy comprometidas.
Pero como en esos casos está de por medio el sentido de la vida humana y de la
muerte, es posible que se pretenda, por el contrario, mantener en secreto la
real situación impidiéndole a la persona prepararse convenientemente para su destino
en el encuentro con Dios, con conciencia. Es tarea del médico y de todo el
equipo de salud mantener un trato humano y personal con sus enfermos que no los
engañe y sí los anime en la esperanza, contando con las posibilidades, pero
también con los límites, que expresa hoy la medicina moderna.
b) Algunos casos en los que se
excluye la restricción real
7. El primer caso se
encuentra en la estipulación de los contratos. Ello es una exigencia de la
seguridad en los negocios jurídicos. Se trata de una norma válida tanto para
los contratos entre particulares como para los contratos entre sociedades y
para aquellos establecidos entre Estados, etc.
No es
bien visto que entre personas ligadas por una particular confianza mutua se
emplee la restricción real en sus relaciones habituales: entre los cónyuges,
entre padres e hijos, entre los jefes y sus empleados, entre los maestros y sus
discípulos: no sería una adecuada y justa expresión de confianza; más aún, si
se apelara a tal recurso, ello sería síntoma, más bien, de que la relación, ya
desde antes, ha sido perturbada.
Por
último, no quedaría bien a un fiel cristiano delante de una autoridad estatal
que, para evitar ser inducido a apostatar de su fe o para evitar ser castigado
a causa de ella, optara por esta restricción. Por el contrario, quizás entonces
puede ser el momento para que el cristiano considere a su perseguidor no como
un enemigo y le manifieste cómo se siente también responsable por él y, si bien
no llegase a suscitar en el otro la conversión, al menos le conduciría a hacer
una reflexión sobre su modo de obrar.
4) La infidelidad a la palabra dada
y la publicidad desleal
8. Se
trata de otras acciones o serie de acciones que van contra la verdad. En
relación con la infidelidad debemos notar que en muchas culturas ha sido un
signo de humanidad muy alto y de consideración por los demás considerar que la
palabra dada es una palabra sagrada. No había necesidad de más en las
relaciones sociales, sobre todo cuando se requería firmeza y respaldo en lo que
se afirmaba y comprometía. Hoy, por el contrario, los códigos penales muestran
muy bien los castigos y penas que llevan consigo, p. ej., la falsedad en
documentos públicos o privados.
Con
gran facilidad hoy, más aún, quienes un día dijeron “sí”, por cualquier antojo
se desdicen en “no”.
Hay que
destacar, pues, que muestra un alto valor humano aquella persona que en su
comportamiento es fiel, pase lo que pase y para todas las consecuencias, pues
sabe que ha decidido hacer que su compromiso sea indeleble, que no se pueda
borrar ni falsificar, y es esfuerza por cumplirlo. No otro ejemplo se tiene
presente, como vimos en el cap. IV, que el de Jesús, a quien los primeros
cristianos llamaron, por ese motivo, el “Amén del Padre” (cf. 2 Co 1,17-22).
Esta
fidelidad, con todo, no es sólo de palabra, sino de acciones. Es necesario que
la vida social – y de manera excelente ello debería caracterizar la vida
universitaria – se llene de objetos y de servicios que cumplen las calidades
prometidas, los orígenes (marcas) registrados, la información comprensible y
suficiente.
9. En
íntima relación con lo anterior hay que mencionar la propaganda, cuyos
beneficios son notables, sin duda, pero que, tanto en su empleo comercial o
político, puede incurrir en exagerar las bondades de los productos o en
descalificar a los de la competencia, que nos encontramos frente a una simple y
llana mentira. Cobra particular malicia aquella propaganda que se vale de
medios subliminales que nos traen a la memoria episodios muy lamentables de la
historia de la humanidad.
10.
Como hemos podido comprobar según hemos ido observando, la formación
universitaria y las mismas instituciones universitarias desempeñan una tarea de
insospechado compromiso y trascendencia en orden a la realización de la verdad
en toda su amplitud. Y, en las católicas, particularmente, no sólo el trabajo
de quienes se dedican a las cuestiones sistemáticas, sino también la de quienes
se dedican a las cuestiones relativas a las prácticas, de manera notable, la
teología moral.
b.
El rechazo de la verdad: aspecto objetivo del problema de la verdad
1) La mentira[7].
10.
Contradictoria con la identidad y los orígenes de las Universidades es, en
primer lugar, la mentira[8]. En una página dedicada a la
“espiritualidad y seguimiento de Jesús”, Jon SOBRINO escribía:
“El problema de la verdad no sólo se plantea con
respecto a la ignorancia ante la realidad, como un partir de nada para llegar a
algo, de un no saber para llegar a saber, sino que se plantea con respecto a la
tendencia al encubrimiento de la verdad a través de la mentira. Recordemos que
en (el evangelio de) Juan el Maligno es mentiroso. Esta fuerte proclividad a la
mentira es expresión de la pecaminosidad humana, de someter la verdad. Y para
superarla se necesita espíritu. El pecado es lo que da muerte, pero
simultáneamente y por necesidad, busca esconderse, hacerse pasar por lo que no
es, y por ello todo escándalo lleva consigo su propio encubrimiento”[9].
Con todo, al hacer una revisión de los orígenes y el
desenvolvimiento de nuestra cultura[10],
hemos de observar que no ha existido desde siempre un acuerdo unánime y exento
de ambigüedades acerca de que todo tipo de mentira es inmoral, sobre todo
cuando con ella se ha tratado de ayudar a otra persona. Entre los autores pre-cristianos,
sólo Aristóteles, Sófocles y Cicerón fueron severos en su condenación, y de los
autores bíblicos, aunque se prohibía rotundamente, no dejaban de tenerse en
cuenta algunos casos de los patriarcas y de otros personajes posteriores que
las habían empleado y, en cierto modo, se los trataba con consideración y
benevolencia.
Fueron
San Agustín[11], San Buenaventura[12] y sobre todo Santo Tomás[13] quienes más influyeron en
considerar inmoral cualquier clase de mentira. Y no sólo cuando existe la
intención de perjudicar gravemente a otro. Ya hemos apreciado antes la
importancia de andar con la verdad y de ser veraces, lo cual permite la
transparencia y la seguridad en las relaciones humanas.
Hoy en
día se quiere enfatizar la importancia que tiene lo genuino en las cosas y en
las relaciones: tal es el caso de las “monedas falsas”, o de las obras que son
falsificaciones de arte, que no sólo desfiguran la realidad en sí misma, la
desnaturalizan, sino que causan en las personas y en las sociedades unas reacciones
de tribulación, y, aún, hasta de urgir un condigno castigo, como muchas veces
sucede.
Más
aún, así se pudiera hablar de mentiras “piadosas”, protocolarias o
sobreentendidas, consideradas, en todo caso, no trascendentales, cuando estas
proliferan se crea por necesidad un clima falso y artificial que nada ayuda a
la vida comunitaria.
Pero,
¿qué es la mentira? Por mentira entendemos la manifestación disimulada del
interior de una persona, porque cuando se miente la persona contradice en la
realidad de sus palabras, de sus gestos o de sus acciones lo que es su
verdadero o genuino sentimiento, o sus convicciones.
Una
mentira es material y formal cada vez
que la persona sabe cómo son objetivamente las cosas, lo que realmente piensa,
lo que siente, pero manifiesta lo contrario. En cambio, sólo existe una mentira
material, cuando una persona está
sinceramente equivocada respecto de algo, pero manifiesta al exterior su
certidumbre personal. En este segundo caso propiamente no estamos en el campo
de la mentira moralmente tal. Ahora bien, siempre que una persona dice algo que
contradice su convicción o su sentimiento personal, sea que estuviese
equivocada o no en la realidad de su afirmación, estaría diciendo una mentira formal o intencional.
Podemos
entonces afirmar que existe variedad de situaciones en la mentira: el engaño
del chiste, no es una mentira
propiamente tal, por cuanto los presentes saben que quien les habla no pretende
afirmar lo que dice, sino, sobre todo, hacer una broma. Existe también la
mentira dicha por necesidad, con la
que se pretende disminuir el perjuicio de sí mismo o de otros, o no dejar pasar
una ventaja para sí o para otros. Existe, en fin, la mentira perjudicial, con la que se pretende
ocasionar un daño al prójimo.
Observemos
que, para algunos, a partir de la distinción que hemos hecho de mentira
“material” y “formal”, una persona elaboraría su discurso “material” o
“formalmente” mentiroso según lo que ella quisiera decir: en el caso de un
discurso “materialmente” mentiroso, la persona no pretendería informar; por
tanto, en cualquier cosa que diga no mentiría. En circunstancias muy difíciles,
la persona se podría refugiar, entonces, en discursos materialmente mentirosos
que contradicen sus íntimas convicciones, sin mentir formalmente. Pero no caen
aquéllos en la cuenta que el lenguaje humano, por su propia naturaleza, es
comunicación, no es una realidad neutra que se hace comunicación cuando el
locutor así lo quiere. Quien habla, comunica por el solo hecho de hablar. Quien
pretendiese hablar sólo de manera “material” destruiría el sentido mismo del
lenguaje humano. En el caso de las fábulas y de los chistes no se pretende
efectuar una comunicación histórica
sino un género literario propio, que requiere la interpretación de las palabras
y de los hechos narrados por parte de los asistentes.
Las
mentiras formal o intencionalmente engañosas, aquellas que se hacen “a ciencia
y conciencia” para desconcertar a los otros, como se ve, son graves, y, en
algunos casos, gravísimas: los novios que ocultan su real faz, los financieros
que manipulan los mercados, el personal de salud que altera, esconde o destruye
una historia clínica[14], los políticos que prometen lo
que saben no podrán cumplir...: hacen que se les pierda credibilidad, y
desprestigian las estructuras e instituciones mismas de la sociedad.
Para
otros, la situación es diversa: su acento se pone no en quien habla y en su
intención, sino en quiénes son los interlocutores, sus escuchas: ¿Tienen ellos
“derecho” a sentir que les están diciendo la verdad o no? Si ellos lo tienen y
el locutor no dice la verdad, éste estaría mintiendo. Si, por el contrario,
ellos no lo tienen y quien les habla no dice la verdad, éste no miente y
pronuncia solamente un discurso falso. Como sería el caso de quien no le dice
la verdad al enfermo, para ayudarlo... Se supone en estos casos algo similar a
lo que ocurre cuando se trata de un agresor injusto: éste pierde el derecho a
la propia vida cuando obra así. De manera semejante, quien propone injustamente
una pregunta perdería el derecho a la verdad...
Especialmente
cuando nos encontramos en el espacio académico es menester tener en cuenta que,
en nuestra consideración, en la comunicación interhumana no sólo tiene
importancia quien habla sino también
la persona a quien se habla.
De la
misma forma, es diversa la actitud cuando las personas que se hablan se tienen
confianza y cuando no, o cuando se manifiestan actitudes hostiles entre ellas.
Pero cuando limitamos el asunto a si existe, o no, un derecho a conocer la verdad,
lo estamos confinando muy estrechamente. Porque, efectivamente, serían
poquísimos los casos en los que existiría un estricto derecho a conocer la
verdad: sería el caso de los cursos escolares y de los tribunales, por ejemplo.
El
deber de decir la verdad debe ser colocado, pues, en un contexto más amplio, el del respeto por la persona del
interlocutor, de la responsabilidad por hacer que el ambiente sea un
ambiente de confianza, propio de quienes han sido hechos justos, lo cual no se
expresa ni se fortalece cuando existe la posibilidad de que quien me habla no
me hable con sinceridad y con verdad. Tal habría de ser el clima de toda
institución dedicada a la investigación y a la docencia del saber. Ni siquiera
a un criminal se lo podría tratar indignamente. Si el discurso falso fuera
lícito, toda la convivencia humana se tornaría innegablemente insegura y la
responsabilidad personal perdería fundamento. La búsqueda del saber caería en
la más completa incertidumbre. Siendo así las cosas, resulta absolutamente
necesario acentuar y destacar, especialmente en el medio universitario
católico, la importancia que tiene hacer la exposición y la defensa de los
valores que se sostienen con convicción, sin caer en el discurso falso y en la
mentira.
2) La calumnia, la difamación y
otras faltas contra la fama y el honor[15].
11.
También hoy se ha puesto de moda por parte de algunos la violación de la
intimidad personal, mediante la escucha de conversaciones particulares o
mediante la mirada de las actividades de las personas que se encuentran en la
seguridad de estar a cobijo de la indiscreción. En algunos casos los medios
para lograrlo son altamente sofisticados. De esta manera, se sorprende y
violenta la buena fe de las personas. Conocer, y, más aún, divulgar esta
información conocida – así fuera verdadera – por medios abusivos enrarece el
clima moral social y es, a su modo, una grave injusticia.
Todavía
más grave es la práctica de emplear la información como medio de chantaje o
para obtener ganancias económicas de su publicación. En tales casos, quienes
realizan esto o se prestan a ello van perdiendo su credibilidad.
Por el
contrario, quienes realizan la gestión del servicio público saben que están
expuestos a que, en el ejercicio de sus tareas oficiales, sean escrutados y que
sus errores políticos o sus actitudes públicas inconvenientes sean publicados.
Más aún, habría que considerar que quienes quisieran “tapar” dicha información
que la comunidad merece o impedir la difusión de los análisis que se hacen
justamente, con dignidad y altura por parte de la crítica, pierden honorabilidad
al tiempo que irrespetan la función que ejercen.
12.
Así, pues, también en el mundo universitario hay que notar que toda persona, a
causa de su dignidad, tiene derecho a su buen nombre, y a que los demás se
formen de ella una buena imagen: es lo que denominamos la fama.
En
razón de ello, la comunidad y quienes la conforman, por su parte, tienen la
obligación de respetar la buena fama de sus miembros y de evitar desacreditar a cualquiera, de palabra o por escrito, publicando algo
contra su buen concepto y fama, y de ponerlo en baja estima. Se trata, pues, de
una situación moralmente grave a causa de la justicia y de los demás valores
aquí implicados, y sólo ciertas circunstancias pueden disminuir esta gravedad[16]. Por ello, su violación exige restitución y reparación.
Por ese motivo, no corresponden con esta norma moral
las manifestaciones de difamación o detracción de las personas. Especialmente
cuando ellas no están presentes. Pero se han de considerar tales
manifestaciones no sólo en relación con las personas mismas, sino también en
relación con sus actuaciones y con sus bienes. Se lesionan, pues, los derechos
de las personas:
-
Cuando
se hace de ellas una crítica injusta; cuando se hace público de alguien un
defecto o un vicio oculto; cuando se los exagera, si son conocidos, o guardando
silencio sobre los aspectos positivos de la persona. En esa misma línea hay que
considerar los chismes, que logran enfrentar a los amigos diciendo de ellos
falsedades y empleando procedimientos injustos, como la delación, que comunica
a una persona lo que otra ha dicho de ella.
-
Cuando
se juzgan sin fundamento las intenciones o las conductas buenas del prójimo, o
cuando se hacen afirmaciones sobre sus defectos (juicios temerarios y
sospechas). Más grave aún es la calumnia, cuando le imputa falsamente al
prójimo un crimen que él no ha cometido.
-
Cuando,
como testigo de un hecho, se da un testimonio falso, afirmando o negando, en
perjuicio o a favor de alguien. Particularmente estamos obligados a dar un
testimonio veraz y sincero no sólo por razones de justicia, y para evitar males
al reo, sino también, cuando hay de por medio un juramento, porque directamente
pretende ponernos en relación con Dios.
En segundo lugar, en relación con el derecho al honor, hay que afirmar, de igual manera,
que la misma dignidad de las personas, e inclusive sus méritos personales,
exigen que se les reconozcan coherentemente. Esta ha sido una de las temáticas
a las que en varios momentos hemos dedicado atención en esta investigación.
Ahora bien, a esta obligación, igualmente de justicia, como hemos dicho a
propósito de la fama, se oponen ciertas conductas:
-
Ante
todo, en razón de ser una ofensa que lesiona injustamente a las personas cuando
se encuentran presentes, se deben mencionar los insultos de palabra, de acción
o de gestos (contumelia).
-
Pero,
de igual modo, avergonzar al otro ante los demás echándole en cara sus defectos
(burlas).
-
Así
mismo, despreciar al otro con palabras u obras, aunque fueran sinceras
(ultraje).
-
Finalmente,
invocar un mal contra una persona, despreciándola igualmente (maldición).
Estos tratos humillantes, degradan más a sus autores
que a las propias víctimas.
c.
El problema del secreto, y, especialmente, del secreto profesional[17].
13.
Existen temas o situaciones que como seres humanos conocemos y que llevamos en
el corazón pero que razonablemente no podemos expresar al exterior: no podemos
decir todo lo que consideramos verdadero. A estas verdades que estamos
obligados a mantener escondidas las llamamos secreto. Además, seguramente hemos
tenido la experiencia de encontrarnos en una situación en la que se nos ha
confiado un secreto y alguien nos pregunta, precisamente, sobre el objeto de
ese secreto. Pongamos un caso: yo debo entrar a trabajar en una empresa que ha
contratado mis servicios: si me lo preguntan, ¿debo dar detalles de algunas
reuniones en las que se confeccionó el plan de desarrollo y las estrategias del
mismo en la empresa anterior (la competencia)? ¿Se puede decir en tal caso algo
que no sea verdadero, o debo traicionar la confianza depositada en mí por la
empresa anterior? ¿Es siempre inmoral mentir? ¿Existe alguna otra salida a las
situaciones difíciles en este campo?
El
secreto tiene una grande importancia personal y social. Y no siempre se trata
de grandes o extraordinarios secretos. Toda persona que piense y quiera ser una
persona madura posee sus secretos. Posee su vida anterior, que protege con una
especie de “pudor espiritual”. Sobre todo el ámbito de sus relaciones con Dios.
Las personas que hablan con gusto y sin inhibiciones de sus sentimientos y de
sus estados de ánimo, de sus experiencias, nos dejan cierta sensación de
superficialidad y nos llevan a pensar en su sinceridad real. Si esto lo decimos
con respecto a nosotros mismos, ¡qué no decir de querernos entrometer en esas
intimidades de la otra persona! Y esto abarca no solamente la esfera de lo más
interior de ella, sino también de algunos aspectos externos de su existencia.
Es la necesidad de la persona de poseer un cierto espacio exterior en el cual
pueda estar solo consigo mismo.
Los
secretos personales y su custodia son de gran importancia en el proceso de
nuestra maduración y del desarrollo de nuestra personalidad, inclusive para la
convivencia social. Y esto es importante pensarlo con vistas a la consolidación
de una comunidad genuina y profunda, como sería el caso del matrimonio, o en la
vida de una comunidad como la académica. Existen límites para la
auto-comunicación. De lo contrario se caería en la falta de respeto, de
distancia, en el vacío de confianza, y expuestos a diversos peligros.
Las
comunidades humanas genuinas, como han de serlo las académicas, profesionales y
universitarias, no sólo exigen el respeto por la esfera íntima de sus
individuos, sino que les abren espacios para que ellos tengan la posibilidad de
manifestarse a sí mismos y sus propios secretos a otro individuo, sin temer a
que éste lo vaya a exponer públicamente. De igual manera, el bien común exige
que se descubran o se hagan conocer ciertos secretos cuando no es posible
evitar de otra manera graves daños a algún individuo o a la comunidad. Pero,
aún en estos casos extremos, debe procederse con enorme respeto por la dignidad
personal de los implicados. Nuestra mirada, pues, ha de tener siempre presente,
cuando se trate del secreto, al conjunto total de la vida humana, de la persona
y de la comunidad.
1) Concepto y especies de secreto
14.
Entendemos por secreto un estado de cosas que es conocido sólo por el
interesado y, además de él, por una o por unas pocas personas, y que debe ser
mantenido oculto por ellas. Desde su punto de vista objetivo, el secreto es el
estado mismo de cosas, mientras desde el punto de vista subjetivo, es el deber
que los que lo comparten tienen de no darlo a conocer.
Si
consideramos el motivo por el cual se
debe mantener el secreto debemos distinguir entre secreto natural, la promesa
de mantener un secreto y el secreto confiado conocido con base en un acuerdo
mutuo. Veamos un poco en detalle cada uno:
El secreto natural deriva de la naturaleza
misma del asunto, a partir del hecho de que no se lo puede revelar sin causar
un daño o tristeza al interesado. Tal sería, por ejemplo, el caso de dar a
conocer un defecto físico que se ha tenido oculto o una falla moral que una persona
cometió en su pasado.
La promesa de mantener un secreto muchas
veces refuerza la razón anterior por vigor de la promesa misma. En muchos casos
ella es la única razón para mantener un secreto.
El secreto confiado implica que la otra
persona se ha comprometido a no comunicarlo a terceros. No importa que el
compromiso no sea explícito.
Tal es
el caso del secreto profesional (al
médico, al sacerdote, al abogado, a un superior) cuyo oficio los obliga a
mantener secreto de cuanto les ha sido confiado. Se trata de una muestra del
respeto por la dignidad personal de quien así se confía, así como de comprender
qué abarca el bien común, pues si no existiese este secreto profesional muchos
no se acercarían a un médico, por ejemplo, renunciando así, quizás, a su
mejoría, a su bienestar, a su desarrollo personal e, inclusive, a la paz
social. A este tipo de secretos se asimilan otros en diversos campos de la vida
social: secretos de Estado, secreto epistolar, secreto militar o político,
secreto bancario y secreto industrial[17 bis].
El
secreto profesional más exigente es el de la confesión y obliga no sólo al propio confesor sino a cualquier
persona que hubiera podido haber escuchado algo con ocasión de ella.
2) El deber de guardar los propios secretos personales.
15. El conveniente
respeto por sí mismo, por la propia dignidad, e inclusive el respeto por los
demás, deberían motivar a no dar motivos al público para que se entere de
secretos íntimos relativos a la persona misma. Hoy no son pocos los casos de
revelaciones de estos secretos sobre todo cuando de ellas se derivan ganancias
económicas. Es una forma de prostitución permitida o buscada por la persona
misma, y es causa de que muchos se escandalicen con hechos que son nada provechosos.
3) Nadie puede indagar los secretos de otro, salvo
causa grave.
16. En
determinadas circunstancias es lícito que, por un motivo grave y por parte de
quien tiene derecho legítimo para hacerlo (un padre respecto de su hijo, o
entre esposos, o el educador o el director de una organización, o la autoridad
estatal o sus funcionarios), se adelante una indagación secreta sobre alguien.
Sólo cuando está en juego el bien (la felicidad, p. ej.) de la persona sobre
quien se indaga, o cuando está en peligro el bien de terceros, o cuando el bien
común justifica una indagación de este tipo. Tal sería el caso de un agente de
policía que debe hacer la prueba de alcohol a varios participantes en un
accidente de tránsito, justificada no sólo por la defensa de los presuntos
inocentes sino por la seguridad general del tráfico. Ocurre algo similar cuando
los organismos de seguridad del Estado buscan peligros ocultos que amenazan
desde el interior o desde el exterior el ordenamiento estatal y la paz.
2) No todos los medios para indagar son legítimos.
17. En
particular no son lícitos todos aquellos medios que, de cualquier forma,
lesionen u ofendan la dignidad humana[18]: este debería ser expresamente
el límite y punto de referencia infranqueable cuando se trata cualquier
cuestión relativa a la verdad y al secreto, como hemos venido insistiendo.
Inclusive, aunque las personas puedan tener derecho legítimo para indagar.
Todas
ellas primero deben hacer el intento por aclarar la cuestión en un diálogo franco con la persona (un hijo,
un colega, un empleado, un ciudadano), y sólo cuando ésta hubiera perturbado
gravemente o hubiera roto la relación de
confianza, podrían pasar a hacer la averiguación secretamente. En el caso
de las autoridades estatales no es frecuente que ellas alcancen a establecer
esa relación de confianza con las personas gravemente sospechosas, por eso
deben decidirse con prontitud a vigilarlas a escondidas, conforme a las
disposiciones legales.
Así
mismo, no es desde ningún punto de vista moralmente justificado emplear medios
que ofenden gravemente la dignidad de las personas o que las destruyen, como
sería el caso del narcoanálisis, la hipnosis, las torturas físicas o síquicas o
de las así llamadas “drogas de la verdad” (truth
drugs). Más aún, cuando no son medios que con seguridad llevan a conocer la
verdad. Algo similar se debe afirmar en relación con el así llamado “polígrafo”[19].
Al
deber de las autoridades de averiguar corresponde el deber del ciudadano de
cooperar y de no impedir, en el ejemplo dado, que se le haga la prueba de
alcohol. Así también, a los medios de comunicación social les corresponde un
deber muy grande cuando se inmiscuyen en la vida privada de las personas con
cierta importancia social con el fin de ganar audiencia con la revelación
sensacionalista de secretos personales.
5) En ocasiones excepcionales, de
algún secreto se exige su revelación. La excepción a la excepción.
18. El derecho de la
persona sobre su esfera íntima, el deber de amor y de justicia que exige no
hacer sufrir al prójimo, la fidelidad para mantener una promesa, el acuerdo
explícito o implícito, el secreto profesional: son todos ellos motivos
principales que nos obligan a no traicionar los secretos referentes al prójimo.
Con todo, existen casos en los que la revelación de un secreto puede ser no
sólo lícita sino obligatoria, y, la persona de la que se revelan sus secretos,
no puede acusar de injusticia o de falta de amor a quien lo hace:
El
motivo que justifica la revelación de un secreto puede estar en quien conoce el
secreto o aún ante terceros que no son objeto de él ni conocedores del mismo:
tal es el caso, p. ej., de una esposa que, delante del tribunal, sabiéndose
traicionada por su esposo, revela ese secreto. O en el bien común: cuando, por
ejemplo, un médico conoce de una enfermedad altamente infecciosa en su
paciente. O en un tribunal, cuando un testigo es interrogado, a menos que sea
un pariente muy cercano que se impugna.
Pero
también en estos, como en otros casos similares, es necesario mantener ciertos
límites, como sería revelar el secreto a una persona competente (el juez, p.
ej.) y en la medida necesaria. Por supuesto, mejor sería siempre obtener la
autorización de la persona interesada o inducirla a que ella misma lo diera a
conocer; pero no es posible obtener esto con cierta frecuencia.
No
debemos dejar de lado, sin embargo, que en muchas circunstancias, salvo las
mencionadas de exigencia imperiosa, es verdaderamente loable el esfuerzo de
quienes, inclusive a costa de sacrificios, mantienen la guarda de un secreto:
un soldado prisionero, v. gr. Pero la dificultad no sobreviene sólo de callar,
pues en muchos casos quien interroga encuentra en el silencio la respuesta que
esperaba: en tales casos parece que la única salida a disposición consistiría
en dar una respuesta falsa, pero, en tal caso se mentiría: ¿Es, entonces,
siempre inmoral la mentira? ¿O existen circunstancias particulares en que se haría
lícita? La pregunta nos remite, como se puede comprender, al tema de la
“restricción mental”, que hemos considerado anteriormente (cf. supra, 2.c.1)c),
p. 1231ss).
Concluyamos
esta sección dedicada ampliamente a la verdad en el ser y en el quehacer de las
Universidades, especialmente de las católicas y las eclesiásticas, reiterando
que ellas tienen como finalidad altísima favorecer la realización vocacional de
seres humanos dignos en todas las dimensiones de su existencia, mujeres y
hombres que asumen su vida con valor y esperanza de Dios ante las crisis y las
dificultades, y que eso lo logran ellas especialmente mediante la contribución
que les ofrece el conocimiento, la investigación y la transmisión del saber:
del saber verdadero. Por eso, valga la pena traer a la memoria aquel lamentable
incidente que se presentó el jueves 17 de enero de 2008 con algunos docentes y
estudiantes de la Università La Sapienza de Roma, una universidad “laica”, y
transcribir las palabras con las que el Papa BENEDICTO XVI reflexionó sobre el
mismo. Sirva su testimonio para indicar, como en contraste, de qué manera los campus mismos de las Universidades
católicas deben ser eminentemente, cada día más, lugares de encuentro,
privilegiados y cordiales, para el diálogo en verdad y libertad, como veremos
en seguida:
“Un pensamiento de saludo
llegue también a muchos otros que se unen a nosotros espiritualmente. Os
agradezco de corazón, queridos amigos; agradezco al Cardenal Vicario que se ha
hecho promotor de este momento de encuentro. Como sabéis, había acogido con
mucho gusto la invitación cordial que me había sido dirigida para intervenir el
jueves anterior en la inauguración del año académico de “La Sapienza,
Universidad de Roma”, y he elaborado con gran alegría mi discurso. Conozco bien
este Ateneo, lo estimo y he sido muy cercano de los estudiantes vinculados con
él: cada año, en más de una ocasión, muchos de ellos vienen a encontrarme en el
Vaticano, junto con colegas de otras Universidades. Desgraciadamente, como es
conocido, el clima que se había creado ha hecho inoportuna mi presencia en tal
ceremonia. La he diferido a mi pesar, pero, de todas maneras, he querido enviar
el texto que había preparado en los días después de Navidad para esta ocasión.
Al ambiente universitario, que por largos años ha sido mi mundo, me unen el
amor por la búsqueda de la verdad, por la investigación, por el diálogo franco
y respetuoso de las respectivas posiciones. Todo esto es también misión de la
Iglesia, comprometida a seguir fielmente a Jesús, Maestro de vida, de verdad y
de amor. Como profesor, por así decir, “emérito”, quien ha encontrado a lo
largo de su vida tantos estudiantes, os animo a todos, queridos universitarios,
a ser siempre respetuosos de las opiniones de los otros y a investigar, con
espíritu libre y responsable, la verdad y el bien. A todos y a cada uno renuevo
la expresión de mi gratitud, asegurándole mi afecto y mi oración”[ii].
Notas de pie de página
[1] Ya hemos hecho referencia en
el cap. IV
(cf. nt. 1553) al texto de Alberto
BONDOLFI en el que elabora un recorrido por la historia y las culturas en
relación con la mentira y, particularmente, con las actuaciones de esta en
actividades políticas (cf. Nicolás MAQUIAVELO: El Príncipe cap. 6 § 2). Véase del autor: «
« Tu ne témoigneras pas faussement contre ton prochain » (Ex 20, 16) » Quelques
considérations historiques sur le prétendu caractère absolu du huitième
(neuvième) commandement », Revue d'éthique et de théologie morale,
2005/4 n°237, p. 29-77.
[2] Valga la ocasión para recordar el célebre discurso del Papa JUAN PABLO II a la Asamblea Plenaria de la
Academia de las Ciencias Sociales, el 2 de mayo de 2003, sobre la
“globalización”, durante el cual decía: “Además, es inquietante constatar que
la globalización agrava las condiciones de los necesitados, no contribuye
suficientemente a resolver las situaciones de hambre, pobreza y desigualdad
social, y no logra salvaguardar el medio ambiente. Estos aspectos de la
globalización pueden suscitar reacciones extremas, llevando al nacionalismo
excesivo, al fanatismo religioso e, incluso, a actos de terrorismo. Todo esto
está muy lejos del concepto de una globalización éticamente responsable, capaz
de tratar a todos los pueblos como interlocutores iguales y no como
instrumentos pasivos. Por consiguiente, no cabe duda de que hacen falta
directrices que pongan firmemente la globalización al servicio de un auténtico
desarrollo humano - el desarrollo de toda persona y de toda la persona -, en el
pleno respeto de los derechos y de la dignidad de todos”. En: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/2003/may/documents/hf_jp-ii_spe_20030502_pont-acad-sciences_sp.html
El contexto económico del momento, al que
hemos remitido en diversas ocasiones, desborda la intención de esta obra, pero
no puede eludirse. Contribuye a dar una mirada a algunos aspectos especialmente
críticos de esta dimensión social y cultural la “Nota” que el PONTIFICIO
CONSEJO DE LA JUSTICIA Y DE LA PAZ ha dado a conocer cuando esta obra está a
punto de ser presentada al público: “Para una reforma del sistema financiero y
monetario internacional en la perspectiva de una autoridad pública con
competencia universal” (“Per una riforma del sistema finanziario e monetario
internazionale nella prospettiva di un’autorità pubblica a competenza
universale”), del 24 de octubre de 2011, en: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20111024_nota_it.html
[3] Jean-Yves CALVEZ S. J.: “La verdad como valor humano y social”,
en: PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA: Orientaciones
Universitarias. Globalización,
mundialización y verdad como valores marzo de 2005 en: http://www.javeriana.edu.co/puj/rectoria/publicaciones/Documentos/Calvez-Verdad-2.pdf Véase también del Papa FRANCISCO, sobre la dignidad de toda
persona y sobre el derecho/obligación del cuidado de la vida, sobre todo del no
nacido, EG 213.
Cuando se mira el problema desde los puntos de
vista de la biología evolutiva y de la sociología y/o de la psiquiatría,
investigadores actuales (¿contradictoriamente con cuanto señalábamos: la verdad
como fundamento de la confianza y de la vida social?) han hecho notar que, en
el primer caso, “la honestidad pone a las especies más cerca de la extinción:
son comunes las imágenes de animales perseguidos que se mimetizan o de primates
que esconden la comida. Es más, se ha sugerido que la mentira en la vida social
de las especies contribuyó a la rápida expansión de la inteligencia […] El
cerebro siempre está listo para decir la verdad y para mentir necesita
organizarse. La materia gris tiene que hacer un trabajo extra cuando va a
engañar. Se activan zonas del corte frontal que desempeñan un papel en la atención
y concentración, además de otra área del cerebro responsable de vigilar los
errores”. En relación con el segundo, dado que “la gente más aceptada es la que
se adapta a unos modelos que no son los suyos”, “cualquier persona que no sea
capaz de decir mentiras está en franca desventaja, pues la vida social humana
gira en torno a ocultar o a cambiar la verdad”. Estos estudios o apreciaciones,
provenientes de prestigiosas universidades, Sheffield, en el Reino Unido, y
Pensilvania, en Estados Unidos; o de profesionales, Rodrigo Córdoba y Olga
Albornoz, han sido publicitados en El Tiempo, domingo 11 de octubre de
2009, “Somos mentirosos por naturaleza. Engañar ha sido clave para la
supervivencia de muchas especies. El no decir la verdad, o decirla a medias,
forma parte indisoluble de los seres humanos. Y las personas inteligentes
tienden a mentir con mayor facilidad”, 3-8.
En diversos lugares de este trabajo nos hemos
referido a los riesgos del relativismo, particularmente en la educación
universitaria. Sobre
la situación europea, véase de Janne HAALAND-MATLARY: “The relativism at the
basis of european Policy”, en CONSOCIATIO INTERNATIONALIS
STUDIO IURIS CANONICI PROMOVENDO – FACULTAD DE DERECHO CANÓNICO SAN PÍO X: XIII Congreso de la Asociación Internacional
“El Ius divinum en la vida de la
Iglesia”, 17 al 21 de septiembre de
2008, Venecia, Italia (publicación: ARRIETA, Juan Ignacio (a cura di) –
FABRIS, Costantino-M. (coord. ed.): Ius
divinum, o. c. p. 56, nt. 120, 1299-1314).
Más delicado aún es, y temerario en mi
concepto, sostener que se mantienen las divisiones y se anima a la falta de
cooperación entre personas de procedencias diversas, cuando se reclama
fidelidad a la propia identidad, en este caso, cristiana y católica, y se
defiende la existencia y actuación pública de las escuelas y universidades que
así lo hacen. No sólo porque la generalización y los hechos lo desmienten, sino
porque para muchos la única manera de considerar válida la educación es si toda
ésta es estatal, o, como decimos en Colombia, “oficial”: esa es precisamente,
en mi opinión, su grave tentación: convertirse en el órgano de “la verdad
oficial” (del presidente, del gobierno, del partido…). Para comprender quizá
mejor el contexto de esta apreciación, véase esta nota periodística de Cheryl
CARPENTER KLIMEK, en BizPac
Review, 19 de junio de 2013: “Obama offends Catholics in the UK,
says religious schools are divisive”, en: http://www.bizpacreview.com/2013/06/19/obama-offends-catholics-in-the-uk-says-religious-schools-are-divisive-78053
[4] Cf. Urbano SÁNCHEZ GARCÍA: La
opción del cristiano. Síntesis actualizada de Moral especial 2ª. III. Humanizar
el mundo por la corresponsabilidad en Cristo, la verdad, la vida, la justicia,
la libertad y la paz fraterna, o. c.,
p. 1050, nt. 2816, 98s.
[5] No se ha llegado a este punto de un momento a otro. Ha sido el
fruto de una maduración en la reflexión sobre los derechos humanos. Ya se ha
mitigado la posición de Santo Tomás (ST IIa
– IIae, q. 69, a. 1) y aún en el Código de Derecho Canónico se establece que
“el acusado no tiene obligación de confesar el delito, ni puede pedírsele
juramento” (canon 1728 § 2). La Convención
de Ginebra del 12 de agosto de 1949 estableció en su artículo 17 que el
enemigo no puede obligar a sus prisioneros de guerra a responder a sus
preguntas y mucho menos constreñirlo a hacerlo por la violencia.
[6] Diferente es la condición del testigo, por razón del bien común,
excepción hecha cuando se trata de un pariente muy cercano al acusado.
[7] Cf. Urbano SÁNCHEZ GARCÍA: La
opción del cristiano. Síntesis actualizada de Moral especial 2ª. III. Humanizar
el mundo por la corresponsabilidad en Cristo, la verdad, la vida, la justicia,
la libertad y la paz fraterna, o. c., p. 1050, nt. 2816, 99-104; Antonio
HORTELANO ALCÁZAR: Moral alternativa. Manual de Teología Moral, o.
c., p. 1118, nt. 2955, 192ss.
[8] La temática no es extraña. Para ver un ejemplo de su actualidad,
en el medio científico, cf., p. ej.: “Tercer encuentro de periodismo
científico”, en (consulta marzo 2007): http://www.mideplan.cl/milenio/?q=node/601
[9] Jon SOBRINO: “Espiritualidad y seguimiento de Jesús”, en: Ignacio
ELLACURÍA – Jon SOBRINO: Mysterium
liberationis. Conceptos fundamentales de la teología de la liberación
Trotta Madrid 1990 v. II 453.
[10] Cf. Alberto BONDOLFI, o. c. en la nt. 1553, « « Tu ne témoigneras pas faussement contre
ton prochain » … », Revue d'éthique et de théologie morale, 2005/4
n°237, p. 29-77. Véanse las expresiones
relacionadas con la mentira en VS 1;
14; 89; y, sobre todo, 52.
[11] De mendacio, c. 21, en PL, XL, 505-506; cf.
en el art. de Bondolfi, nt. 1553, pp. 31-38.
[12] In IIum Sent, dist. XXXV, dub. I; In III Sent, D. 38, art. unicus, q. 2
concl, en Quaracchi (éd).
[13] ST IIa – IIae, q. 110, a. 3, ad 4um: “Non est licitum
mendacium dicere ad hoc quod aliquis alium a quocumque periculo liberet. Licet
tamen veritatem occultare prudenter sub aliqua dissimulatione”. Véase supra,
sobre la “restricción mental”, II.3.a.3); cf. en el art. de Bondolfi, nt. 1553,
pp. 45-46.
[14] SOCIEDAD COLOMBIANA DE ANESTESIOLOGÍA Y REANIMACIÓN (SCARE) -
DEPARTAMENTO PENAL: “Alterar, ocultar o destruir la histórica clínica es
delito”, en Revista Médico-Legal
XII/2 abril-junio de 2006 16-20.
[15] Cf. Antonio HORTELANO ALCÁZAR: Moral alternativa. Manual de Teología Moral, o. c., p. 1118,
nt. 2955, 196-197.
Como vimos al comienzo del capítulo, señalaron
los Obispos que en Colombia la calumnia es un mal bastante generalizado.
Haciéndose eco de ello, Gabriel ROSAS VEGA – “El pecado de la calumnia”,
en: El País, Febrero 14 de
2007, en: http://www.elpais.com.co/historico/feb142007/OPN/opi1.html - decía recientemente: “De acuerdo con Maquiavelo, en el Libro
Primero de sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio, para que las
repúblicas funcionen en forma adecuada, las acusaciones de los ciudadanos deben
ser oídas y juzgadas oportunamente. No es conveniente ignorar este aspecto de
la vida social, porque con facilidad se cae en el extremo absolutamente
indeseable de patrocinar la calumnia, peste corrosiva para cualquier
conglomerado. Acudiendo a un ejemplo del cual son protagonistas Furio Camilo –
actor principal en la liberación de Roma de la opresión de los galos – y Manlio
Capitolino, su furibundo contradictor y detractor, Maquiavelo muestra cuán
detestable resulta la calumnia, tanto en las ciudades libres como en cualquier
tipo de régimen político y cómo, para atajarla, se deben emplear cuantos medios
se tengan a mano, sin excepción. No puede haber mejor método – dice – para
cerrarle el paso a la calumnia, que emplear la acusación pública, porque tanto
como las acusaciones favorecen a la República, la perjudican las calumnias y
unas y otras se diferencian en esto: que las calumnias no tiene necesidad de
testigos ni de otras pruebas, de modo que cualquiera puede ser calumniado por
cualquiera, pero no puede, en cambio, ser acusado, porque las acusaciones
necesitan el apoyo de pruebas verdaderas y de circunstancias que demuestren lo
fundado de la acusación. Los hombres son acusados ante los magistrados, ante el
pueblo y ante el consejo; son calumniados por las plazas y los soportales. Se
emplea más la calumnia donde se usa menos la acusación o en las ciudades que no
la tienen prevista en sus ordenanzas. Por eso, el que organiza una república
debe establecer cauces legales para que se pueda acusar públicamente a
cualquier ciudadano, sin ningún miedo y sin ninguna consideración y hecho esto
y observado escrupulosamente, debe castigar duramente a los calumniadores, los
cuales no pueden quejarse si son castigados. Y cuando este asunto no está
debidamente regulado, se siguen siempre grandes desórdenes, pues las calumnias
irritan a los ciudadanos y los irritados piensan en vengarse, odiando, y no
temiendo, los cargos que se les hacen.” Cf. Urbano SÁNCHEZ GARCÍA: La opción del
cristiano. Síntesis actualizada de Moral especial 2ª. III. Humanizar el mundo
por la corresponsabilidad en Cristo, la verdad, la vida, la justicia, la
libertad y la paz fraterna, o. c.,
p. 1050, nt. 2816, 105-110.
[16] « La mayor o menor gravedad de la difamación, indica Urbano
Sánchez, depende de varios factores: del prestigio y virtud de la persona
ofendida, del perjuicio social ocasionado, del odio o mala intención que
muevan, de la repercusión social, de la solemnidad jurídica del acto (difiere
según sea conversación particular, artículo en periódicos o afirmación ante un
juez) y del contenido de la misma difamación”: ib., 106.
[17] M.-J. THIEL: “Quand le
secret nous tient… Réflexion théologique autour du secret » en Revue d’Éthique et de Théologie Morale n.
222 (2002) 271-298; Urbano SÁNCHEZ GARCÍA : La opción del cristiano. Síntesis actualizada de Moral especial 2ª. III. Humanizar el mundo
por la corresponsabilidad en Cristo, la verdad, la vida, la justicia, la
libertad y la paz fraterna Sociedad de Educación Atenas
Madrid 1984 108-109; Antonio HORTELANO ALCÁZAR: Moral alternativa. Manual de Teología Moral, o. c., p. 1118,
nt. 2955, 195.
Además del tradicional secreto profesional se habla hoy de
otros ámbitos tales como el empresarial, el comercial, el
industrial, y, más recientemente, de aquellos que hacen relación a la guarda y
tratamiento de información personal depositada en bancos de datos (derecho de habeas data).
En Colombia ha sido promulgado un conjunto de Leyes (Ley 1266 de 2008 y Ley 1581 de 2012) en desarrollo de la norma de la Constitución Nacional art. 15, las cuales han sido reglamentadas por el Decreto 1377 del 27 de junio de 2013, “en el que se regula expresamente la autorización del Titular de información para el Tratamiento de sus datos personales”. Véase la aplicación de esta normativa para el caso de la Pontificia Universidad Javeriana en (consulta julio 2013): http://www.javeriana.edu.co/documentos/tratamiento_datos_personales.pdf
Acerca de los diversos tipos de secreto en el ámbito de las organizaciones y de su protección, así como de otros temas conexos para la protección jurídica de la propiedad industrial e intelectual en el territorio hispano-lusitano-americano, puede verse la página electrónica de la empresa CLARKE, MODET Y CO., en (consulta de julio de 2013): http://www.clarkemodet.com/faqs.aspx
Estos diversos tipos de secreto en organizaciones y empresas están siendo protegidos de varias maneras, entre las que sobresalen los "acuerdos de confidencialidad", que, además de tasar la violación de los secretos por cualquiera de las partes - generalmente pactados entre los directivos o representantes de las mismas y sus empleados - con sumas bastante importantes, incluyen condiciones específicas para el caso de un requerimiento por parte de las autoridades judiciales o administrativas del Estado, y, peculiarmente la obligación de negar la existencia de dichos acuerdos.
En Colombia ha sido promulgado un conjunto de Leyes (Ley 1266 de 2008 y Ley 1581 de 2012) en desarrollo de la norma de la Constitución Nacional art. 15, las cuales han sido reglamentadas por el Decreto 1377 del 27 de junio de 2013, “en el que se regula expresamente la autorización del Titular de información para el Tratamiento de sus datos personales”. Véase la aplicación de esta normativa para el caso de la Pontificia Universidad Javeriana en (consulta julio 2013): http://www.javeriana.edu.co/documentos/tratamiento_datos_personales.pdf
Acerca de los diversos tipos de secreto en el ámbito de las organizaciones y de su protección, así como de otros temas conexos para la protección jurídica de la propiedad industrial e intelectual en el territorio hispano-lusitano-americano, puede verse la página electrónica de la empresa CLARKE, MODET Y CO., en (consulta de julio de 2013): http://www.clarkemodet.com/faqs.aspx
Estos diversos tipos de secreto en organizaciones y empresas están siendo protegidos de varias maneras, entre las que sobresalen los "acuerdos de confidencialidad", que, además de tasar la violación de los secretos por cualquiera de las partes - generalmente pactados entre los directivos o representantes de las mismas y sus empleados - con sumas bastante importantes, incluyen condiciones específicas para el caso de un requerimiento por parte de las autoridades judiciales o administrativas del Estado, y, peculiarmente la obligación de negar la existencia de dichos acuerdos.
[18] Hagamos una digresión eventualmente no tan lejana – como podría
pensarse – del ámbito académico. Cabe aquí la referencia al ámbito más cercano
de la venganza y del resarcimiento que nunca se contenta – sea éste por motivo
racial, religioso, político, etc. – y, en él, a las denominadas “delaciones” en
las que existe, más que una recompensa moral (“el deber cumplido”), una
recompensa económica o sentimental (cf. Lc
22,3-5.47-48; Mt 26,48s; 27,3-10):
“Vivo o muerto”, señalaban en otro tiempo los anuncios del “Far West”. Como se ha afirmado, y la conciencia en este punto
debería ser, cada día, más creciente y exigente, “el Estado no puede
deslegitimarse en su lucha contra el terrorismo” (Editorial: El Tiempo,11 de marzo de 2008: en http://www.eltiempo.com/opinion/editorial/2008-03-11/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3996846.html): su altura moral le exige mucho más, por eso mismo, que la
condición o la actuación de sus adversarios.
Es la manera humana de resolver en
este caso, en mi opinión, aquella polarización que se ha llegado a establecer
entre “el minimalismo
pragmático y el maximalismo moral”. Puede verse, al respecto, la opinión, de autor anónimo, publicada
por El Clarín, de la Argentina, junio
29 de 1997: “Las delación como moneda de cambio”, en (consulta marzo 2008): http://www.ser2000.org.ar/protect/Archivo/d000d65c.htm
[19] Cf. Carlos J. NOVOA M., S. J.: “«Nada más que la verdad» o El
ocaso de los ídolos”, en: Hoy en la
Javeriana 1230 octubre 2007 26-27. En: http://www.javeriana.edu.co/boletin/revista_mensual/octubre_07.pdf A propósito de divulgaciones de hechos por medio de la prensa y
de “redes sociales” por internet que
han dado lugar a perturbaciones políticas en varios países, el mismo autor
postula que “Wikileaks: el secreto no tiene carácter absoluto”, ibid., 1264 ene-feb 2011 30, en: http://puj-portal.javeriana.edu.co/portal/pls/portal/docs/1/2258096.PDF
Notas finales
[i] “El Departamento de Atención Psicopedagógica surge
para dar respuesta a estas necesidades, muy presentes en nuestra sociedad.
Según el M.E.C., uno de cada cuatro casos de fracaso escolar que se producen
está relacionado con la dislexia. En nuestro centro se busca potenciar las
habilidades de la persona para compensar sus dificultades, a la vez que éstas
se trabajan directamente para ir superándolas. Se dota a la persona de
estrategias de autocontrol y aprendizaje específicas que, con la práctica,
acaban convirtiéndose en hábitos. Se parte de una entrevista con los
padres/madres y una evaluación mediante la cual se valoran los diferentes
procesos implicados en la lectura y la escritura.
Si existieran dificultades en dichos procesos y tras valorar la conveniencia de
la intervención para el caso concreto, se iniciaría el tratamiento. Los
resultados obtenidos durante los años de trabajo en este servicio de la
Fundación Nuevas Claves Educativas son muy alentadores. Un porcentaje muy
elevado de las personas termina el programa con importantes mejoras en todas
las áreas trabajadas. Lo aprendido durante el periodo de intervención amplía en
gran medida sus posibilidades de desarrollo personal y profesional. No son
poc@s l@s que llegan con cuadros de inicio de depresión o están viviendo
situaciones de conflicto familiar, motivadas por el grave desgaste de años de
esfuerzo sin conseguir los resultados esperados, continuas luchas por lograr un
hábito diario de estudio... Uno de los resultados más llamativos es el que se
produce, ya desde el inicio del tratamiento, en relación a la autoestima. Esta
mejora viene de la mano de una mayor comprensión de las propias dificultades,
de la aceptación de las mismas y la valoración de las diferentes habilidades
que posee, que, aunque a veces están muy olvidadas, existen. Qué duda cabe que
el descubrir que personas de la talla de Leonardo Da Vinci, Albert Einstein o tan famosos
como Walt Disney, Tom Cruise o Harrison Ford, han pasado por dificultades
similares y han conseguido convertirse en lo que fueron o en lo que son, es un
motivador importante para much@s de l@s que se encuentran en esta situación, es
un halo de esperanza para ell@s.” En (consulta marzo 2007): “Fundacionnce.org”: http://www.fundacionnce.org/index.php?option=com_content&task=view&id=28&Itemid=42
[ii] “Un pensiero di saluto
va anche ai molti altri che si uniscono a noi spiritualmente. Vi ringrazio di
cuore, cari amici; ringrazio il Cardinale Vicario che si è fatto promotore di
questo momento di incontro. Come sapete, avevo accolto molto volentieri il
cortese invito che mi era stato rivolto ad intervenire giovedì scorso
all’inaugurazione dell’anno accademico della "Sapienza – Università di
Roma" ed ho lavorato con grande gioia al mio discorso. Conosco bene questo
Ateneo, lo stimo e sono affezionato agli studenti che lo frequentano: ogni anno
in più occasioni molti di essi vengono ad incontrarmi in Vaticano, insieme ai
colleghi delle altre Università. Purtroppo, com’è noto, il clima che si era
creato ha reso inopportuna la mia presenza alla cerimonia. Ho soprasseduto mio
malgrado, ma ho voluto comunque inviare il testo che avevo preparato nei giorni
dopo Natale per questa occasione. All’ambiente universitario, che per lunghi
anni è stato il mio mondo, mi legano l’amore per la ricerca della verità, per
il confronto, per il dialogo franco e rispettoso delle reciproche posizioni.
Tutto ciò è anche missione della Chiesa, impegnata a seguire fedelmente Gesù,
Maestro di vita, di verità e di amore. Come professore, per così dire, emerito
che ha incontrato tanti studenti nella sua vita, vi incoraggio tutti, cari
universitari, ad essere sempre rispettosi delle opinioni altrui e a ricercare,
con spirito libero e responsabile, la verità e il bene. A tutti e a ciascuno
rinnovo l’espressione della mia gratitudine, assicurando il mio affetto e la
mia preghiera.”: Angelus del 20 de
enero de 2008, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21515.php?index=21515&po_date=20.01.2008&lang=sp
(Traducción mía). La información y el documento señalados, pueden
encontrarse en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21448.php?index=21448&po_date=15.01.2008&lang=sp; http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21452.php?index=21452&po_date=16.01.2008&lang=sp; y http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21453.php?index=21453&po_date=16.01.2008&lang=sp
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