Capítulo VI
Continuación (II)
II. La reivindicación de la dignidad radical humana mediante la realización de los valores concernientes a la verdad, a la caridad y otros más. Aporte de la teología moral en orden a la construcción de comunidades universitarias católicas, testigos de Jesucristo con vistas a impulsar una cultura más humana.
Con una
anotación histórica queremos introducir esta sección. Muy curioso resulta encontrar
en este contexto que una de las primeras obras escritas en América tratara,
precisamente, de una cuestión que nos hace ser particularmente cautos y
críticos en nuestro proceder, gracias a cierto parecido con la que aducimos.
Gilberto DUQUE MEJÍA señala acerca de la obra del Padre José DE ACOSTA, S. J.:
“Habría que comprobar la
hipótesis de que la proporción que se da entre su célebre obra De procuranda Indorum salute y nuestra
Misionología, es similar a la que se da entre la obra del mismo Jesuita Historia Natural y Moral de las Indias y
nuestros desarrollos prácticos y teóricos acerca de la Moral. Escritas en el
Perú y publicadas en España… dejaron honda huella en nuestra fisonomía
teológica y pastoral.
Hoy podría causar extrañeza
que alguien escriba una Historia conjunta de dos elementos dispares como lo
natural y lo moral. No así, en cambio, durante la Colonia, el Virreinato y bien
avanzada la República e incluso hasta nuestros días. Porque la Moral ha sido
situada dentro de la historia de lo natural y la historia de lo natural ha sido
fundamento inconmovible para la Moral. La Moral natural, que Aristóteles llamó
Ética, ha descansado sobre los principios inconmovibles y universales,
razonables y demostrables, de las leyes mismas de la naturaleza de los seres.
Por eso no es fortuito ni un despropósito trazar, como Acosta, una Historia
Natural y Moral de las Indias.”
El
hecho sería simplemente anecdótico si no indagáramos cómo el mencionado autor,
fundamentado en ese paralelismo – que lleva al extremo: “leyes de la
naturaleza” = “leyes morales” – llega a unas conclusiones que, en nuestro
tiempo, no dejan de impactar, y, seguramente, de producir en personas algunas
fallas de apreciación histórica y antropológico-cultural:
“A esa luz, el juicio
descriptivo de Acosta y de nuestros conquistadores y evangelizadores sobre la
moral de los indios no evangelizados
resulta en verdadera leyenda negra porque sus usos y costumbres, sus
fiestas y tradiciones, sus religiones y modos matrimoniales, su desnudez e
idolatría, su supuesta pereza y demás «vicios» son catalogados como «pecados»
que entran en contradicción con la así llamada ley natural[1]. La respuesta
evangelizadora de primera mano fue civilizar a los indios en los principios de
la Ética natural, no propiamente en la Moral evangélica que viene de Jesús. En
materia de ética y moral nuestros Siglos XVI al XIX no fueron pródigos en
producción. Son constantes los comentarios a la Ética de Aristóteles en la
versión de la Suma Teológica de Santo
Tomás…”[2]
Por eso
debemos reiterar que el tema que nos ocupa mantiene relaciones intrínsecas con
el de la cultura humana. Es imposible en este momento que podamos tener en
cuenta, y ni siquiera enumerarlas, las incontables cuestiones relativas a la
investigación y a la docencia de las nutridísimas y muy dilatadas disciplinas,
con sus especializaciones y sub-especializaciones, con las cuales la teología
podría y debería entrar en diálogo, inclusive creando condiciones de
“pre-evangelización”, si fuere el caso, cuando “el teólogo no es bien recibido
como dialogante en el mundo de las disciplinas científicas” (Carlos Vasco). Ni
aún siquiera en el más restringido campo de las ciencias que tienen por objeto
la naturaleza, la salud y la vida, incluida la vida humana. Hemos tratado de
llenar esta “laguna” con oportunas anotaciones en los anteriores capítulos de
esta investigación, sin considerar, de ninguna manera, haber sido exhaustivos.
Se ha tratado, más bien, de dar ejemplos y de ofrecer sugerencias. Más aún,
desde el comienzo del tratamiento de la materia, al explicar el Modelo
hermenéutico, hemos señalado precisamente que no es ese el objetivo de nuestro
esfuerzo, que, por supuesto, puede ser emprendido por posteriores estudios. Por
todo ello, se ha de entender, reiteramos, que en el presente capítulo sólo
vayamos a afrontar el problema moral actual como una concreción de los
correlatos antropológicos descritos en el capítulo anterior y en la perspectiva
de exponer unos “horizontes”, unas “motivaciones”, unas “líneas de acción” y
unas “normas” que se proponen hoy a las personas, a las comunidades, a las
instituciones y, si fuera del caso, a las sociedades, a fin de que ellas
pudieran precisar posteriormente, tal como es el caso de la “bioética”,
inclusive bajo formulaciones jurídicas, algunos de los criterios aquí expuestos
en relación con los cc. varias veces indicados y con vistas a realizar una
cultura no sólo humanista sino realmente humana. Lo cual tiene que ver, en
muchísimos casos, con un verdadero “cambio cultural”. Tal sería el caso, p. ej., del papel que en
estos procesos deben desempeñar las Universidades católicas y las Universidades
y Facultades eclesiásticas.
Tenemos
como marco de referencia, por otra parte, cuanto oportunamente describimos en
el capítulo tercero de esta investigación a propósito de las enseñanzas y
disposiciones del Concilio Vaticano II (cf. GE
8) quien destacó como característica específica de la educación católica la
dimensión religiosa y espiritual que en ella se manifiesta y se cultiva en el
ambiente pedagógico, en el desarrollo de la personalidad juvenil, en la
coordinación entre cultura y Evangelio, de modo que todo sea iluminado por la
fe y su tradición apostólica[3]. Sobre esta característica ha
vuelto en tiempos más recientes no sólo el Romano Pontífice, BENEDICTO XVI[i],
sino también el Dicasterio de la Santa Sede encargado de estos asuntos, la
Congregación para la Educación Católica.
Las
Universidades católicas, así como las Universidades y Facultades Eclesiásticas,
igualmente han de tenerlo en cuenta a la hora de planear cuál ha de ser su
manera próxima de conducirse.
Finalmente,
hemos de recordar y de insistir, una vez más, que la propuesta moral cristiana
se caracteriza no sólo ni principalmente por ser un diseño de conductas, puro y
estricto – exterior y/o interior –, por más actualizado, responsable y aún
preciso que pareciera: como hemos visto, en conformidad con el actuar, el
querer y el decir de Jesús[4] - y ello es fundamental y
distintivo de su propuesta de seguimiento – se trata, en lo más radical y
fundamental, de una cuestión de vida,
de la participación de la vida de Dios por parte de los seres humanos.
“Nuestra” manera cristiana de proceder es – debería ser –, en realidad, por
tanto, una irradiación del mensaje evangélico, una consecuencia o una
concreción de dicha inserción en Dios, la expresión histórica y distintiva de
la vida divina en nosotros, como representan y exigen simbólicamente los
sacramentos de la iniciación y de la maduración cristiana, bautismo,
confirmación y eucaristía[ii].
Más
aún, se trata de que el seguimiento de Jesús, en la actualidad, por parte de
las Universidades católicas, principalmente, pero, por supuesto, por parte de
las Universidades y las Facultades eclesiásticas, teniendo ante nosotros la
problemática social y personal antes descrita, sea cada día más incisivo, cada
día más sensible, cada vez más dócil a la acción del Espíritu Santo, mediante
la búsqueda y la realización de la verdad en la sabiduría cristiana y en el
amor[5]: un proceso de enamoramiento de
Él sin restricciones ni reservas.
Por
eso, expresaba el Papa Juan Pablo II en relación con las Universidades
católicas:
“«A la luz de estas cuatro
características, es evidente que además de la enseñanza, de la investigación y
de los servicios comunes a todas las Universidades, una Universidad Católica, por
compromiso institucional, aporta también a su tarea la inspiración y la luz
del mensaje cristiano. En una Universidad Católica, por tanto, los
ideales, las actitudes y los principios católicos penetran y conforman las
actividades universitarias según la naturaleza y la autonomía propias de tales
actividades. En una palabra, siendo al mismo tiempo Universidad y Católica,
ella debe ser simultáneamente una comunidad de estudiosos, que representan
diversos campos del saber humano, y una institución académica, en la que el
catolicismo está presente de manera vital» (Las Universidades católicas en
el mundo moderno. Documento final del II Congreso de Delegados de Universidades
católicas, Roma, 20- 29 nov. 1972, § 1.)[6]”.
Así,
pues, en las subsecciones siguientes examinaremos la cuestión desde diferentes
puntos de vista, cuidando siempre de observar en qué forma las Universidades
católicas, así como las Universidades y Facultades Eclesiásticas, deban hacer
patentes, cada una a su manera, las dimensiones religiosas y morales que las
caracterizan, y de qué manera deberían, o, al menos, podrían hacerlo.
Tales
subsecciones se desarrollan de la siguiente manera: a) tomando como punto de
partida la observación de la necesidad de la investigación de la verdad
mediante las ciencias de la naturaleza y de todas las demás, resaltaremos muy
someramente de qué maneras y por qué razones, efectivamente, a través de la
historia, Dios y la Iglesia han llegado a formar parte de la cultura humana,
sea primaria y principalmente como “sujetos” de amor, sea como “objetos” dignos
de estudio y dedicación por parte de los seres humanos, procesos en los que ha
estado presente, acompañándolos críticamente y cada vez más sistemática y
académicamente, la teología; b) razonaremos por qué la investigación de la
verdad y la veracidad del investigador son fundamentales para construir seres
humanos dignos, para realizar una convivencia que se precie de ser llamada
realmente humana, y en qué forma concreta contribuye a su esclarecimiento y a
su realización en especial la teología moral; c) miraremos de qué manera se
oponen a dicha convivencia, o la dificultan, diversos condicionamientos y
obstáculos, cuando se contraponen a la búsqueda de la verdad y a la realización
de la sinceridad por parte de individuos y comunidades; d) examinaremos el
aporte que ofrece la caridad a la vivencia de la verdad y de la sinceridad en
la formación de unas comunidades investigativas y docentes-discentes
genuinamente humanas; e) presentaremos algunas preocupaciones finales sobre el
ejercicio de la corresponsabilidad en la investigación y la docencia en las
Universidades católicas, entendido dicho ejercicio como una contribución
necesaria para la transformación de la cultura y de las estructuras sociales,
en orden a hacerlas cada día más humanas y divinas.
1. Dios y la
Iglesia como noble objeto de búsqueda y adhesión para el ser humano. El papel
de la teología.
a.
Diversos caminos en la historia del acercamiento a Dios[7] y a la Iglesia[8] y los progresos en su formulación
1) El análisis de s. Tomás de Aquino sobre las
posibilidades del ser humano para conocer a Dios: el aporte de los saberes como
elemento de juicio doctrinal y moral en orden a la fe
1. Se
trata, sin duda, de un asunto que, por sí solo, exigiría un estudio detallado y
amplio, que desborda, por supuesto, las dimensiones de la presente investigación.
No obstante, dado que se trata de un asunto que es el primero por orden de
importancia también en lo que concierne a las Universidades católicas, así como
para las Universidades y Facultades Eclesiásticas[9], debemos volver nuevamente
atrás en la historia, y, así sea muy brevemente, retomar el texto de s. Tomás
de Aquino que hemos trascrito parcialmente en el capítulo primero de esta
investigación (VIII, 2, p. 87). En dicho texto, de manera privilegiada, el
Aquinate centró la problemática dentro del ámbito de la investigación, que,
precisamente, caracteriza a la educación universitaria.
Contextualicémoslo
ante todo. Como es sabido, la Summa
contra gentiles, a diferencia de la Summa
Theologiae – escrita para quienes comienzan la investigación teológica y
buscan comprender los fundamentos de la fe – se dirige, sobre todo en los
libros I a III, a escrutar los fundamentos racionales y razonables de la
doctrina cristiana, a los que subsidiariamente complementan y apoyan los
argumentos bíblicos. Este resultado, fruto de la investigación al estilo universitario del santo, nos permite,
además, trabajarlo y leerlo hoy en una Universidad, y, específicamente, en una
Universidad católica, desde la perspectiva y desde la inserción que hemos
señalado. Con todo, el texto de la Contra
gentiles queda expuesto, como se ve por la materia de qué trata, a sus
interlocutores de todos los tiempos, y propicia la búsqueda de Dios aún “por
fuera” de las Universidades católicas.
Pero ya
que se trata de un objetivo digno, como el que más, para todo ser humano en
todo tiempo y lugar, se le exige a quienquiera que desprevenidamente desee
preguntarse por el sentido final de sus esfuerzos y de sus logros, a quien
desee desarrollar una capacidad grande para examinar este profundo negocio, que
esté dotado de un grande amor por la verdad[iii].
El texto mencionado y completo dice así:
“Lo que sirve conocer la
naturaleza de las criaturas para destruir los errores que existen acerca de
Dios.
“Es necesaria la
consideración de las criaturas, no sólo para instruirse en la verdad, sino
también para evitar los errores; pues los errores acerca de las criaturas
alejan de la verdad de la fe en la medida en que se oponen al verdadero
conocimiento de Dios. Lo cual ocurre de muchas maneras:
Constituyendo como causa
primera y Dios a lo que no puede existir sin proceder de otro, juzgando no
haber nada más allá de las criaturas; engaño en que caen a veces los que ignoran la naturaleza de las mismas,
como ocurrió con aquellos que pensaron que cualquier cuerpo era Dios; de los
cuales se dice: ‘Los que tomaron por dioses al fuego, al vientre, al aire
ligero, al círculo de los astros, al agua impetuosa, al sol y a la luna’ (Sb 13,2).
Atribuyendo a algunas
criaturas lo que es propio de sólo Dios; cosa que ocurre también por errar
acerca de las criaturas, porque no se atribuye a una cosa nada que sea
incompatible con su naturaleza, sino porque se ignora su naturaleza, como si se
dijese que el hombre tiene tres pies. Ahora bien, lo que es de sólo Dios no es
compatible con la naturaleza de la criatura, como lo que es de sólo el hombre
no es compatible con la naturaleza de otra cosa. De donde dicho error procede
de que se ignora la naturaleza de la
criatura. Contra este error precisamente se dice en el libro de la Sabiduría: ‘Pusieron a las piedras y a
los leños el nombre Incomunicable’ (14,21). En este error se precipitan los que
atribuyen la creación de las cosas, o el conocimiento de los futuros, o el
obrar milagros a otras causas que a Dios.
Usurpando algo al poder
divino que obra en las criaturas, por
ignorar la naturaleza de las mismas, como se ve en los que establecen en
las cosas dos principios, y en los que sostienen que las cosas proceden de Dios
no por su divina voluntad, sino por necesidad natural; como también en aquellos
que se sustraen a la divina providencia de todas las cosas o algunas de ellas
nada más o niegan que pueda obrar fuera del curso de la naturaleza. Todo esto
deroga el poder divino. Contra esto se dice en Job: ‘Juzgando al Omnipotente como quien nada puede hacer’ (22,17);
y en el libro de la Sabiduría: ‘Tú
muestras tu poder cuando no te creen soberano en poder’ (12,17).
Considerándose el hombre –
que es conducido por la fe a Dios como al último fin – por debajo de algunas
criaturas a las que es superior, procediendo esto de que ignora la naturaleza de las cosas y, por consiguiente, su lugar
correspondiente en el universo, cual se ve en los que subordinan la voluntad de
los hombres a los astros, contra los cuales se dice en Jeremías: ‘No temáis a los fenómenos celestes, que a las gentes
producen terror’ (10,2); y en los que creen que los ángeles crean las almas, y
que las almas de los hombres son mortales, y otras cosas semejantes. Todo lo
cual rebaja la dignidad humana.
Con esto se evidencia, en
conclusión, la falsedad de cierta sentencia de algunos que decían no importar
nada a la verdad de la fe la opinión que cada uno pueda tener sobre las
criaturas, con tal que se piense bien acerca de Dios, como expone San Agustín
en el libro Del origen del alma (cf.
1.4, c. 4, fin); pues el error acerca de las criaturas redunda en una opinión
falsa sobre Dios y, sometiéndola a cualesquiera otras causas, aparta a las
mentes humanas de Dios, hacia el cual se esfuerza por dirigirlas la fe.
Por esto la Escritura
amenaza a los que yerran acerca de las criaturas con las mismas penas que a los
infieles, cuando dice en el Salmo
(27,5): ‘Porque no entendieron las obras del Señor, las obras de sus manos, los
destruirás y no los edificarás’; y en el libro de la Sabiduría (2,21): ‘Pensaron esto y se equivocaron’, y sigue: ‘No
estimaron el honor de las almas santas’”[10].
Así,
pues, se observa en el pasaje la insistencia que ponía el santo Doctor en la
gravedad que tiene la “ignorancia de la naturaleza de las criaturas”, es decir,
el desconocimiento de la composición y de la acción de los fenómenos naturales,
terrestres y celestes; pues, según su criterio, tal ignorancia es una de las
razones de por qué muchos poseen una precaria y, numerosísimas veces,
inadecuada, cuando no errada, noción de Dios. Más aún, subrayaba él que no se
llega a producir en una persona una actitud auténtica y genuinamente religiosa
si ella no iba aliada con una sincera
preocupación por obtener un conocimiento cierto y comprobado de los entes en su
naturaleza, es decir, en cuanto el conocimiento humano logra descubrir
metódicamente acerca de las causas en las que ellos se originan, de sus
procesos, de su finalidad y de las consecuencias que tienen su empleo y
aprovechamiento.
En la
intención y en la comprensión de santo Tomás, la verdadera y probada ciencia es, en realidad, en sí misma, un excelente acto de culto a Dios, y
permite acceder adecuadamente a la
fe, como sus preámbulos. Empleando las palabras de Lucas, mediante el cultivo
de esa ciencia, “se sirve al Señor libre de manos enemigas, sin temor, con
santidad y justicia” (Lc 1,74b-75a).
Se
entiende, entonces, por qué la Universidad y demás centros equivalentes – ya
desde la época de la fundación de las primeras en la historia, y aún sus
antecesoras – poseen una importancia tan grande en relación con las cosas que
atañen a Dios, y fueron ellas sitio eminente para las discusiones en torno a
esta cuestión. Más aún, si ellas en realidad quieren ser verdaderamente Universitas, los saberes que allí se
cultivan deben necesariamente constatar su historicidad, su relatividad e
inclusive su provisionalidad, de modo que sean el digno escenario de una
búsqueda honesta y transparente de la verdad en su contenido y sentido más
plenos, aún por lo que se refiere a la contrastación de dichos saberes con
Dios. Porque “el error acerca de las criaturas” perjudica en grado sumo, “la
verdad acerca de Dios”.
Pero
también viceversa. El anuncio de Jesucristo aportó como pocos a que la misma expresión
religiosa quedara como liberada de unas fuerzas deterministas cósmicas y
fatalistas que la encerraban, y dejó abierto el campo para que la ciencia y la
técnica pudieran desarrollarse y apoderarse de esas fuerzas ya desmitificadas,
desacralizadas. Todas las ciencias actuales, podemos afirmarlo sin equívocos,
sean ellas naturales, físicas, químicas, etc., humanas o aplicadas, encuentran
un ambiente propicio dentro del pensamiento cristiano contemporáneo. Nuestras
Facultades de la Pontificia Universidad Javeriana así lo acreditan.
Lo
anterior explica y justifica el reconocimiento debido que se hace a las
disciplinas científicas en el sentido de que ellas poseen una legítima
“autonomía” en relación con las expresiones religiosas, también las institucionales.
Probablemente el científico, preocupado por su campo de investigación y obrando
con toda honestidad, no considere las implicaciones y exigencias religiosas de su actividad: es tarea
también de la teología contribuir a ponérselas de presente. Mas no corresponde
a las religiones – ni a la teología como su saber metódico; ni, incluso, al
Magisterio, como “intérprete auténtico de la palabra de Dios, oral o escrita” (DV 10b)[11] – en cuanto tales demarcar el
ámbito de la investigación científica ni trazarle su manera de proceder, sino,
por el contrario, alentar a las propias disciplinas a buscarlos y encontrarlos,
como el aporte diáfano que las disciplinas brindan a la humanización y
divinización de todas las personas, sociedades y culturas, y, en su propia especificidad,
a su manera, rinden tributo a Dios.
2) La ineludible cuestión de la existencia de Dios
en el ámbito de la realidad humana
2.
Ahora bien: para explicar que los caminos de la vía racional son aptos y medios
legítimos para conocer con certeza y propiedad acerca de Dios, s. Tomás propuso
en su época sus conocidas “cinco vías” para “demostrar” la existencia de Dios[iv].
Este camino, no obstante, habría de ser considerado de una manera “personal” e
intransferible, por así decirlo, en la consideración del Aquinate, de modo que
ninguno podría transcurrirlo por otro, o en nombre de otro: el acto de conocer,
si bien se da en comunidad, e insertos, indudablemente, en la corriente de la
tradición de una experiencia de fe y no por fuera de ella (cf. Rm 10,17), en nuestro caso, cristiana,
se trata de una experiencia eminentemente individual.
a) Sin
embargo, actualmente, de manera experiencial, es la persistencia del hecho religioso a lo largo de toda la
historia de la humanidad y en innumerables pueblos y tradiciones culturales, el
argumento que, para muchos, parece más favorable para acreditar la existencia
de Dios.
Ya en
el hombre y la mujer primitivos se encontraban seres humanos que se
relacionaban, de una manera u otra, con la (s) divinidad (es), porque la
religiosidad no es monopolio de una circunstancia histórica ni de alguna
cultura en particular[12], como hemos constatado en el
capítulo precedente. Más aún, bajo ciertas expresiones, pareciera verificarse
que en realidad ella ha sido una “necesidad intrínseca” humana, como lo serían
también la necesidad de amar o de asociarse con otros. Por eso, como la hemos
denominado en el capítulo anterior, es en verdad una dimensión constitutiva de
lo humano. Es cierto que las culturas modifican la religiosidad, y la expresan
de una manera u otra, pero propiamente ellas no la crean. A causa de ello,
proponerse acabar con estas expresiones, denominadas “superestructurales” por
algunos, pretender erradicar los sentimientos religiosos, ha demostrado ser un
propósito condenado al fracaso.
Hoy en
día, en muchos y precisos lugares de la tierra (Oceanía, Asia, América, Asia)
existen sus propias formas de expresión religiosa[13]. De ahí que les convenga mejor
el término “religiones tradicionales” que otras denominaciones que llevan
consigo cierto deje negativo (“paganismo”, “fetichismo”, “animismo”, etc.).
Cada una de ellas posee un fuerte sentido de lo sagrado y se relaciona en su
creencia clara, generalmente, con un Dios único, con un Ser supremo, el “Gran
Espíritu”, el “Creador”, el “Único Grande”, el “Espíritu Todopoderoso”, el
“Divino”, el “Trascendente”, “Aquel que vive en lo alto”, el “Cielo”, etc.
En lo
más profundo de las personas existe, pues, un ansia de plenitud, que sólo Dios
puede saciar[14]. Sin embargo, era necesario
purificar dicha ansia de todo aquello que no es Dios pero se puede confundir
con Él. Y en los diversos pueblos se presentaron intentos para hacerlo, como
fue el caso de los filósofos y literatos griegos, que introdujeron categorías
mediante las cuales intentaron abrir el camino a una reflexión sistemática
sobre la religión y sobre Dios: entre ellas, especialmente la noción de “causa”
les fue muy útil[v].
Pasar
de la “nada” al “todo”, sin duda, no fue un camino fácil. Pero más complicado
aún fue, si se quiere, el proceso mediante el cual de un “algo” se llegara a un
“Alguien”. Especialmente cuando, como vimos en el cap. 5° (cf. I.1.a.2), p. 722ss), ese “Alguien” es el verdadero interlocutor de
sujetos “personales” como los seres humanos. Entonces podemos afirmar que el
proceso fue a la inversa: las personas
lo son, porque reciben esta característica del único Dios en quien existen tres
“personas”.
Las
distintas religiones, y, en particular, las monoteístas – Judaísmo, Islam[vi]
y Cristianismo –, han tenido sus grandes profetas y místicos que han
experimentado la presencia, la acción y la palabra de Dios en ellos. No es de
menor importancia destacar cómo los pueblos que pertenecen a ellas comparten también
valores religiosos tales como la creencia en un único Dios, Justo y
Misericordioso, como la convicción de la importancia que tienen la oración, el
ayuno y la limosna, el arrepentimiento y el perdón. Para la Iglesia, en efecto,
“que fue ya prefigurada desde el origen del mundo, preparada admirablemente en
la historia del pueblo de Israel y en el Antiguo Testamento, constituida en los
últimos tiempos, manifestada por la efusión del Espíritu Santo, y se
perfeccionará gloriosamente al fin de los tiempos” (LG 2), se trata de compartir, defender y desplegar esos íntimos e
indestructibles lazos que la han unido con las justas y sinceras expresiones
religiosas de los pueblos de ayer y de hoy. En el cristianismo, p. ej., Santa
Teresa de Jesús, mística española y doctora de la Iglesia, afirmaba que “cuando
Dios habla en el hondón del alma, no queda la menor duda de que es Él”[15]; de igual modo San Ignacio de
Loyola nos acostumbró a zambullirnos en el examen y en la dirección de
conciencia para encontrar la voluntad de Dios[16].
Es
cierto, de igual modo, que en las religiones también han existido timadores e
indudables casos paranoicos, por lo cual la actitud de cautela y de análisis se
impone. Por eso es necesario que examinemos si las presuntas “maravillas” se
acreditan por la calidad genuina de las obras de quienes las practican[17].
“como Cristo efectuó la redención en la pobreza y en la persecución, así la Iglesia es la llamada a seguir ese mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación […] Así la Iglesia, aunque el cumplimiento de su misión exige recursos humanos, no está constituida para buscar la gloria de este mundo, sino para predicar la humildad y la abnegación incluso con su ejemplo […] De manera semejante la Iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad humana, más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en aliviar sus necesidades y pretende servir en ellos a Cristo” (LG 8c).
Más aún: Jesús prometió estar siempre con la comunidad de sus discípulos a lo largo de la historia (cf. Mt 28,20), y, de manera particular, les dio su palabra a los Apóstoles y a sus sucesores, los Obispos, de que contarían con una asistencia especial para “apacentar” y regir al pueblo de Dios (cf. Mt 28,18; Mc 16,15-16; He 26,17ss), es decir, bajo condiciones muy precisas y dentro de límites estrictos, como la Iglesia ha expresado con conciencia, libertad ante el mundo y obediencia a Dios. En tal virtud,
“aunque cada uno de los Obispos por sí no goce de la prerrogativa de la infalibilidad, sin embargo, si todos ellos, aun estando dispersos por el mundo, pero manteniendo el vínculo de comunión entre sí y con el Sucesor de Pedro, convienen en un mismo parecer como maestros auténticos que exponen como definitiva una doctrina en las cosas de fe y de costumbres, en ese caso anuncian infaliblemente la doctrina de Cristo […] Esta infalibilidad que el divino Redentor quiso que tuviese su Iglesia cuando define la doctrina de la fe y costumbres, se extiende tanto cuanto abarca el depósito de la Revelación, que debe ser custodiado santamente y expresado con fidelidad. El Romano Pontífice, Cabeza del Colegio Episcopal, goza de esta misma infalibilidad en razón de su oficio, cuando proclama como definitiva la doctrina de fe o de costumbres en su calidad de supremo pastor y maestro de todos los fieles a quienes ha de confirmarlos en la fe (cf. Lc 22,32) […] A estas definiciones nunca puede faltar el asenso de la Iglesia por la acción del mismo Espíritu Santo, en virtud de la cual la grey toda de Cristo se mantiene y progresa en la unidad de la fe” (LG 25bc).
Así ha
sucedido hasta ahora, y ha gozado de la presencia de su Esposo y de la energía
septiforme del Espíritu, quienes la han acompañado a pesar de las persecuciones
y de las limitaciones múltiples de sus miembros y de sus expresiones
institucionales, e, inclusive, a pesar del paso del tiempo. Más aún, la
preservan de convertirse en una halagüeña doctrina de la verdad o en una
atractiva interpretación de la vida. La urgen – nos urgen – por el contrario, a
revisar continuamente su esencia, que es el misterio cristiano, la persona de
Jesucristo, “su existencia, su obra, su destino concreto, su personalidad histórica”,
y a examinar su experiencia de amor hacia su Persona. Se trata de un escenario
bastante diverso del usual y ante el cual el ser humano no suele reaccionar en
forma favorable, como sí sucede cuando se trata de una idea general, e,
inclusive, de una ley general cierta. Ante una Persona que habría de ser
acogida como ley suprema de la esfera religiosa y de la propia existencia uno
reacciona, y generalmente en sentido violentamente negativo[18].
b) Pero
también la experiencia moral ha sido
un camino para que los seres humanos se pregunten por Dios, y muy
especialmente, por el “modelo” o “tipo” de Dios en el que creen.
En
efecto, si bien es cierto que para algunos, inclusive en nuestras instituciones
educativas, “la vida es un carnaval”, y así la viven, tomándola como una
juerga, “a la fresca”, “a la loca” – tentación permanente: ¡no hay que pensar!
–, para otros su propia existencia ha sido, o es, “un absurdo”: “nada tiene
sentido para mí”[19]. La filosofía, como también la
opinión popular, desde la antigüedad, lo cuestiona, pero sus respuestas se ven
abocadas – si acaso – a la apertura hacia algo o hacia alguien totalmente Otro.
Sobre todo en presencia de las diversas expresiones de sufrimiento y violencia,
como un genocidio, un suicidio…: ¿qué sucedió allí? ¡¿Cómo se pudo llegar hasta
eso?! ¡Es un escándalo para nosotros, que nos sentimos “más allá del bien y del
mal”! O, ¡nos consideramos totalmente abatidos e impotentes ante ese “destino”,
ante esa “fatalidad”!
Nuevamente
debemos volver sobre nuestros fundamentos antropológicos. Nuestra capacidad de
elección, a la que nos hemos referido, admite que podamos elegir
incorrectamente, somos seres incompletos: más aún, nuestra debilidad se expresa
tantas veces en nuestro conocer, en nuestro pensar, en nuestro decidir, en
nuestro obrar. El uso del alcohol o el desenfreno de nuestras pasiones, p. ej.,
directamente atacan todas esas capacidades nuestras, impidiéndonos alcanzar
nuestra plena realización humana.
¿Qué
“Dios”[20] puede estar “detrás” de todo
esto? Como también hemos observado en el capítulo precedente, Dios está
actuando en todos los seres, en aquellos a los que ha llamado a ser sus hijos
en su Hijo y le corresponden, y en todos sus acontecimientos, por tristes y
dolorosos que ellos sean: Dios existe, y por eso mismo nada puede existir sin
que Él esté allí presente y activo. Está presente en la cama del hospital, en
los diversos “campos de la muerte”, en el terremoto… No podemos poner a Dios
aparte de estas calamidades. Claro está que la actividad divina se ejerce,
excepto en los milagros, por medio de las causas naturales, según las leyes
del determinismo, respetando la libertad humana. Las víctimas de un temblor de
tierra son la consecuencia de leyes geológicas, y hasta los suicidios y los
campos de batalla son el efecto lógico de la malicia y debilidad de los
hombres. Por eso, no debemos buscar una “intención” o un “voluntad” especial de
Dios en cada una de las adversidades que nos hieren. Nuestra condición misma
humana, tal como la vivimos en nuestro mundo concreto, nos empuja a la
reflexión y nos hace buscar en todo eso cuál es la intención del Creador, y nos
lleva a preguntarnos por qué un Dios de amor nos ha puesto en esta situación en
relación con Él: puede revelarnos algunos aspectos de lo que es la grandeza del
hombre libre, y de lo que es la grandeza del amor del Dios vivo. Más aún,
Cristo experimentó la condición humana y la amplitud de respuesta que las
personas han dado a ella. No vino sólo a reparar los estragos del pecado en la
creación, sino a manifestarnos quién es Dios y quién es el hombre. Dios no es
solamente el creador del hombre, sino que además se hizo hombre para que el
hombre participe de su vida divina.
Las
Universidades y Facultades eclesiásticas, por supuesto, pero también las
Universidades católicas, no menos, deben proponer estas cuestiones que
afectaron, pero, en realidad, siguen afectando tan profundamente a las personas
de nuestro tiempo, que suscitan en ellas en su radicalidad interrogantes muy
humanos y últimos, y, en consecuencia, tener los espacios académicos
suficientes y adecuados para trabajar académicamente dichas cuestiones[vii].
3) La historia de Israel, camino humano-divino de
revelación y de acogida de Dios
3.
Hemos mencionado al Judaísmo. Y, efectivamente, ante todo fue Israel, en su
propia historia, quien, en medio de las diferentes experiencias religiosas y
morales del pasado, dio los primeros y nada fáciles pasos en el reconocimiento
del Dios de la revelación[21], y de su acogida mediante la
fe. E, inspirado por Dios mismo, gracias a la actividad especialmente de los
profetas, sometió esa misma fe a su propia crítica y depuración. Por su
importancia, consideremos algunos elementos que confluyeron en este proceso:
a. En
primer término, Dios, así se haya efectuado la revelación en Jesucristo, sigue
siendo, para nosotros como lo fue para ellos, invisible. Los textos bíblicos se
refieren al “cara a cara” del hombre con Dios como una circunstancia realmente
excepcional, imposible en nuestras circunstancias históricas. Ya en el AT
Yahwéh había hecho tomar conciencia de ello a quien, por muchos motivos, se
pudo llamar con cierta exclusividad “el amigo de Dios” (cf. Ex 33,11):
“Entonces dijo Moisés:
‘Déjame ver, por favor, tu gloria’. Él le contestó: ‘Yo haré pasar ante tu
vista toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre de Yahwéh; pues hago
gracia a quien hago gracia y tengo misericordia con quien tengo misericordia’.
Y añadió: ‘Pero mi rostro no podrás verlo; porque no puede verme el hombre y
seguir viviendo… Te cubriré con mi mano hasta que Yo haya pasado. Luego
apartaré mi mano, para que puedas ver mis espaldas; pero mi rostro no lo puedes
ver’” (Ex 33,18-23).
La
distancia entre Dios y el ser humano es abismal. Especialmente en lo que concierne
a la santidad suya y a nuestro pecado. Por eso, la encarnación del Hijo de Dios
manifiesta, en la bondad de Dios, toda una nueva caracterización de las
relaciones del hombre y la mujer con Él: Dios está presente, en la persona de
Jesús, en medio de los seres humanos, con una proximidad y una cercanía
ciertamente impensables. Esta teofanía expresará sus rasgos gloriosos, sin
embargo, aún en vida de Jesús, como hemos considerado oportunamente (cf. Lc 9,28ss; cap. IV, 1.b.1, p. 398;
1.d.B.l), p. 444; 1.d.C.p), p. 458; 1.d.C.q), p. 461; 1.e.5.b), p. 474).
Por
eso, la tradición cristiana – prosiguiendo en ello las características
trascendentes que habían llegado a expresar los teólogos del AT, pero
aunándolas a la experiencia del “Dios con nosotros” (Mt 1,23) del que habían sido testigos los Apóstoles y las
primerísimas comunidades, tanto en la tradición paulina (cf. 1 Co 13,12) como en la joánea (cf. Jn 1,18) – ha manifestado que a Dios no
lo podemos captar en sí mismo y tal como Él es. Siendo Él “Todo”, no cabe en un
ser humano limitado[22]. La búsqueda progresiva,
perseverante y sincera de la verdad ha llevado a muchos al encuentro con el
Dios verdadero[23].
b.
¿Esta inconmensurable distancia hace, entonces, que nuestro propósito de
conocer acerca de Dios, de pensar sobre Dios, de acercarnos a Él
apropiadamente, sea imposible? Cuanto pensamos acerca de Él, ¿en absoluto se
parece a lo que Él es en realidad?
Ya
conocimos recién la posición de santo Tomás y, de soslayo, la de san Anselmo
(1035-1109)[viii],
como filósofos-teólogos. Más aún, en el capítulo anterior hemos expresado de
paso las constataciones que antropólogos[24] e historiadores[ix]
nos refieren acerca del fenómeno religioso y de su difusión e influencia en las
culturas de ayer y de hoy. Es necesario entonces reconocer en todo ello, que la
atribución a “Dios” de ser él quien es, no sería posible si él mismo no hubiera
dejado su huella, una impronta característica de su ser, en lo que existe.
Alguna cosa queda del autor en su obra. O mucho. Lo registra San Juan DE LA
CRUZ en su Cántico espiritual[25]:
“Canciones entre el Alma y
el Esposo:
ESPOSA
4. Oh bosques y
espesuras,
Plantadas
por mano del Amado,
Oh
prado de verduras,
De
flores esmaltado,
Decid
si por vosotros ha pasado.
RESPUESTA DE LAS
CRIATURAS:
5. Mil gracias
derramando,
Pasó por estos sotos con
presura,
Y
yéndolos mirando,
Con
sola su figura
Vestidos
los dejó de su hermosura”.
c. Por
eso, en la raíz del conocimiento de Dios, y como su presupuesto, por parte del
ser humano está su capacidad para elaborar y para comprender la analogía[x].
Y el ser humano ha ido empleando de manera cada vez más excelente su capacidad
analógica para expresar su experiencia de Dios. Se deberían considerar al
respecto algunos hitos en la tradición bíblica y en los estudios acerca de su
elaboración[26], que muestran bien de qué
manera Dios es un “Dios histórico” que se interrelaciona con los seres humanos
“en” la historia. Dios se da a conocer a personas humanas, en lugares
determinados, en momentos determinados, en la conciencia humana – que, como se
ve, no es sólo conocimiento o conciencia de las cosas que nos suceden, sino un verdadero juicio moral: ¡eso es lo
que preserva un derecho humano! – en donde mejor se lo puede escuchar,
especialmente por parte de la persona recta, que es como la encarnación de la
voluntad de Dios[27]. Una historia que, sin embargo, atañe no sólo
a los sujetos humanos sino al cosmos entero. El mismo Dios es el origen y
fundamento de “su” religión, sin desatender la índole significante del ser
humano. Y el pueblo, nacido de esta acción electiva de Dios, encuentra sólo en
él su verdadero destino. En los momentos más difíciles, cuando se le planteaban
los interrogantes más graves de su existencia e, incluso, de su muerte,
encontraban en Él la respuesta. Y ese Dios no sólo es el “Dios de Israel” sino el único Dios.
Es,
además, el “Dios de la alianza” y “de la promesa”: una alianza y una promesa
que hallan su cumplimiento, sin duda, en la posesión de una tierra, de un país,
pero que significa muchísimo más, que se desborda inconteniblemente: se trata
de la instauración de unas relaciones totalmente especiales, únicas, con los
seres humanos para que lleguen a ser “descendencia de Abraham”: a pesar de sus
infidelidades. Jesús, como sabemos, lo recalcó y lo enfatizó (cf. Lc 3,8b).
Por
todo esto, la Iglesia no deja de resaltar y de enfatizar sus múltiples
vinculaciones, desde sus orígenes, con esta nación a la que Dios no ha
retractado su promesa (cf. la declaración NÆ del Concilio Vaticano II y
todos los documentos posteriores de la Sede Apostólica).
d. Con
Jesucristo, finalmente, como vimos (en el cap. 4°), se selló, “en su sangre”,
una “Alianza nueva y eterna”. Toda la historia cobra en él un sentido nuevo. La
Ley, que había sido el “pedagogo” hasta Cristo, con sus mínimas prescripciones,
ya carece de obligatoriedad en lo cultual, pero continúa sirviendo y teniendo
el valor de expresión de una historia vivida en la fe y de la elaboración, en
esa misma historia, de unos mandatos morales y religiosos coherentes con dicha
fe. Más aún, urge esta tarea y este mismo esfuerzo, en todos y cada uno de los
períodos de la historia. Inclusive las normas cultuales, ya no vigentes,
expresan, para los creyentes de hoy, más allá de la letra misma, la urgencia de
la pureza en las intenciones y la necesidad de la santidad en todo lo que tenga
qué ver con el servicio de Dios.
En
Jesucristo se nos mostró la naturaleza más íntima de Dios. Se nos descubrió en
profundidad. Y nos dejó ver que Dios es, sobre todo, don, darse, “ser-para” los
demás. Es esa la esencia de su comunidad interpersonal trinitaria: “una comunidad
sustantiva de amor”[28].
Pero
también es este amor la esencia de la Iglesia: detengámonos breve y apenas
indicativamente en ella. La Iglesia, en efecto, no puede comprenderse sino
gracias a su relación con la Trinidad: proveniente de Dios, Padre, ideada por
Él en orden a la salvación de todos los hombres (LG 2), unida a
Jesucristo que es su Cabeza, partícipe de su misión sacerdotal, profética y
real y de la mediación de su gracia (LG 3), y vitalizada, rejuvenecida,
renovada y reunida incesantemente por el Espíritu Santo (LG 4). Si bien,
para una mejor comprensión de su “naturaleza íntima”, a la Iglesia se la
compara con realidades humanas bien conocidas mediante imágenes de la vida del
campo, de los pastores y agricultores, de las edificaciones, del matrimonio y
de la familia[29] (cf. LG 6), dos
analogías han sido especial y tradicionalmente empleadas para expresar su
originalidad y carácter único: la del “cuerpo” (“místico”: cf. LG 7-8) y
la del “pueblo” (“de Dios” [30]: cf. LG cap. II). La
Iglesia es, pues, un cuerpo-pueblo ministerial (cf. LG cap. III),
llamado todo él a la santidad (cf. LG cap. V) y peregrino hacia Dios
(cf. LG cap. VII), en el que participan los laicos con vocación
propia gestionando los asuntos de la sociedad civil en la que viven orientándola
según Dios (LG cap. IV) así como los miembros de los institutos de vida
consagrada o religiosos (LG cap. VI) y quienes se asemejan a ellos, los
miembros de las sociedades de vida apostólica (cf. c. 731). En esta misma
comunidad trinitaria “extendida”, que es la Iglesia, “cuerpo del Señor” (LG
52), ocupa la Santísima Virgen María un lugar singular, por ser la “Madre de
Dios”, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia, primera cristiana y figura de la
misma Iglesia, “signo de esperanza cierta y de consuelo para el pueblo
peregrinante de Dios” (cf. LG cap. VIII).
Prosigamos.
Por ser Dios un Dios “personal” – y origen y culmen de toda personalidad e
interpersonalidad – sin embargo no está nunca lejano de cada una de sus
criaturas. No sólo ha sacado el universo de la nada, sino que lo mantiene en su
ser y en su obrar conforme a su amor gratuito. Y, en relación con los seres
humanos (cf. el cap. 5° de esta investigación), que son su “imagen y semejanza
en Cristo”, les comparte no sólo su dignidad, su capacidad de conocer y de
explicar los fenómenos, de alcanzar sabiduría, de buscar y amar la verdad y el
bien, sino también la capacidad de obrar conforme a lo que su conciencia y
libre elección determinen, es decir, “movidos e inducidos por convicción interna
personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera
coacción externa” (GS 17). La verdad
cristiana es atrayente y persuasiva porque responde precisamente a estas
necesidades más profundas de la existencia humana, porque anuncia de manera
convincente que Jesucristo es el verdadero salvador de todo el hombre y de
todos los hombres (Benedicto XVI).
Cada
persona que opta por ser cristiana, por su parte, gracias a la unión que
establece con la Trinidad y con el conjunto de la comunidad eclesial, “es
Iglesia”, de modo que se debe afirmar con toda certeza que la Iglesia vive en
las personas que la componen, es decir, en todos aquellos que, como afirmaba
San Pablo (1 Ts 4,9), se han dejado “enseñar por Dios (theodidaktoi=Θεοδιδακτοι)”. Precisamente es este el “secreto” de la
educación cristiana, y habría de serlo especialmente para las Universidades
católicas, pues tanto quien enseña como quien aprende deberían reconocerse
discípulos fieles del único Epistateς.
Por
último, Dios no sólo nos “conoce” como nadie, nos “ama” como nadie, nos
“perdona” como nadie, sino que nos “necesita como nadie”, para que ejecutemos
la porción que nos corresponde en la historia. Y para que nos asociemos a otros
muchos – sin fronteras – en esa misma misión. En ese proceso fue singularmente
significativa y contributiva la revelación en Jesús, hecho al que se refiere,
incluso poéticamente, el “prefacio” correspondiente a la liturgia eucarística
del V Domingo de Cuaresma (del ciclo A) del calendario romano:
“Cristo nuestro Señor,
al pedir agua a la
Samaritana,
ya había infundido en ella
la gracia de la fe;
y si quiso estar sediento de
la fe de aquella mujer
Por
eso, y como hemos examinado pormenorizadamente en el capítulo cuarto de esta
investigación, el Acontecimiento de salvación, el “cuerno salvador” (cf. cap.
4°, 2.c.2).9, p. 667), culminó
toda una serie manifestaciones de la presencia de Dios en medio del mundo y de
la historia. Gracias a la encarnación kenótica del Hijo de Dios y a su
resurrección, de la cual los Apóstoles y otros más fueron hechos testigos, se
mostraba que Dios es un Dios de vivos, no de muertos (cf. Mc 12,24-27), y que había hecho justicia
a la confianza máxima que Jesús había puesto en Él, convirtiéndose así, para
los que quieran aceptarlo, en “el que inicia y consuma la fe” (Hb 12,2). De esta manera, cuando hoy, a
pesar de experimentar su propia verificación de la vida, aquí y ahora, se
preguntan algunos si no es un absurdo imaginar que existe una posibilidad real
y efectiva de resucitar, Jesús resucitado llega a ser el máximo “argumento”
cristiano a favor de la existencia de Dios (cf. 1 Co 15,17-20) y de nuestra futura resurrección gracias a Él, que
prefiere la vida a la muerte y el ser a la nada.
Notas de pie de página
[1] Ya nos hemos detenido en los capítulos anteriores a precisar esta
expresión en el contexto de lo que en la filosofía greco-romana se entendía por
tal, y en las relaciones que hemos evidenciado entre ésta y la revelación judeo
cristiana, hasta llegar a la propuesta más actual de la Iglesia católica al
respecto: cf. p. ej., p. 742, nt. 2009, donde hacemos referencia a otros
lugares en esta investigación.
[2] Gilberto DUQUE MEJÍA: Cinco siglos de producción teológica en
Colombia. Corpus Theologicum Colombianum CEJA Bogotá 2001 1ª 125. Cursiva
es nuestra.
[3] La liturgia, debemos indicarlo, posee una energía particular en
orden a la formación moral de los cristianos., motivo por el cual sus ritos
(palabras, gestos, acciones) deberían celebrarse como un verdadero encuentro
con Cristo que edifica a la Iglesia mediante la escucha, la fraternidad y la
misión (cf. SC 11). Cf. CONGREGACIÓN
PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA: Dimensión religiosa de la educación en la
escuela católica. Orientaciones para la reflexión y revisión, 7 de abril de 1988: http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccatheduc/documents/rc_con_ccatheduc_doc_19880407_catholic-school_sp.html Cf. BENEDICTO XVI: Discurso
en la inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y
del Caribe (13 mayo 2007): LORE
25 mayo 2007 9-11.
[4] Cf. cap. 4°. Por una parte: “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: «-Yo soy la vid
verdadera y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no lleve fruto, lo
cortará; y todo el que dé fruto, lo podará, para que dé más fruto. Vosotros
estáis ya limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí y yo en
vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto de sí mismo si no permaneciere
en la vida, tampoco vosotros si no permaneciereis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y
yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. El que no
permanece en mí es echado fuera, como el sarmiento, y se seca y los amontonan y
los arrojan al fuego para que ardan. Si permanecéis en mí y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid lo que quisiereis, y se os dará. En esto será
glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así seréis discípulos
míos»" (Jn
15, 1-8).
Por la otra: “En aquel tiempo, dijo Jesús a
sus discípulos: «Porque no hay árbol
bueno que dé fruto malo y, a la
inversa, no hay árbol malo que
dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se
recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. Él hombre bueno, del buen tesoro del corazón
saca lo bueno, y el malo, del
malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca»” (Lc 6,43-45).
[5] Precisamente la legislación particular (Constitución apostólica)
sobre las Universidades y Facultades eclesiásticas emanada del Papa JUAN PABLO
II en 1979 fue titulada así: Sapientia
christiana.
Una apropiada síntesis de
estos criterios la expresa la oración sobre las ofrendas de la misa de
Pentecostés: “Te pedimos, Señor, que, según la promesa de tu Hijo, el Espíritu
Santo nos haga comprender la realidad misteriosa de este sacrificio y nos lleve
al conocimiento pleno de toda la verdad revelada”: CONGREGACIÓN PARA EL CULTO
DIVINO Y LOS SACRAMENTOS: Misal Romano
Coeditores Litúrgicos Barcelona 2001 17ª 360.
Una inteligencia que se abre
a la fe se convierte en sabiduría auténtica. La “sabiduría cristiana” es
inseparable del amor de Dios y se contrapone a la “sabiduría según este mundo”.
El Papa BENEDICTO XVI lo explicaba al afirmar que ésta última es “orgullosa”,
“es una manera de vivir y de ver las cosas prescindiendo de Dios y siguiendo
las opiniones predominantes, conforme a los criterios del éxito y del poder. La
«sabiduría divina» consiste en seguir la mente de Cristo (noun Cristou: 1 Cor 2,16), es Cristo quien abre los
ojos del corazón para seguir el camino de la verdad y del amor”: cf. el texto completo en su alocución
al concluir la Santa Misa con la que se inauguró el año académico 2008-2009 de
los Pontificios Ateneos Romanos, el 30 de octubre de 2008, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/22840.php?index=22840&po_date=30.10.2008&lang=sp
[7] Un estudio preciso y completo de la cuestión, considerada incluso
en la perspectiva de la fe trinitaria cristiana, “Dios como principio y
fundamento de la historia de salvación”, puede verse en Mysterium salutis. Manual de Teología como historia de la salvación,
o. c., p.134, nt. 320, v. II, 29-335.
[8] Si bien un poco más adelante volveremos más
específicamente sobre la Iglesia, su naturaleza y misión universal, siguiendo
las líneas de la LG y demás
documentos conciliares, es menester recordar las síntesis eclesiológicas del Catecismo de la Iglesia Católica y, más
recientemente, las notas destacadas por el Papa FRANCISCO
en su exh. apost. Evangelii gaudium,
nn. 111-121, especialmente. En: http://www.vatican.va/holy_father/francesco/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium_sp.pdf
[10] S. Tomás DE AQUINO: Suma contra los gentiles, v. 1, Libros 1° y 2°:
Dios, su existencia, su naturaleza. La creación y las criaturas. Edición
bilingüe en dos tomos con el texto crítico de la edición leonina BAC
Madrid 1952 379-381, lib. II, capítulo III (IV). Se ha actualizado la traducción castellana de la obra por parte de Laureano Robles Carcedo, O.P y Adolfo Robles Sierra, O.P., con la
introducción de Eudaldo Forment Giralt: Suma contra los gentiles Biblioteca de Autores Cristianos Madrid 2007
2 v. La
cursiva en el texto es mía.
Con mucha satisfacción debo referir las alusiones
que han hecho de esta cita el R. P. Charles MOREROD, O.P., Rector Magnífico de
la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum) de Roma, en
el acto de presentación del Decreto
mediante el cual se reforman los estudios eclesiásticos de filosofía, el 22 de
marzo de 2011; en: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/27073.php?index=27073&po_date=22.03.2011&lang=sp; y más
recientemente, el S. P. FRANCISCO, sobre el diálogo que debe existir entre “la
fe, la razón y las ciencias”, en su exh. apost. Evangelii gaudium, del 24 de noviembre de 2013, n. 242 con la nt.
101: www.vatican.va/holy_father/francesco/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium_sp.pdf.
[11] A propósito del problema del “origen de la humanidad” escribimos:
“En el resto de la Escritura las alusiones a la creación no vuelven tampoco
sobre el ‘modo de crear Dios. Acerca del ‘barro’ nada se vuelve a decir. De
este modo, no tenemos otros textos bíblicos que pudieran favorecer nuestra
curiosidad en este sentido, asunto que, por otra parte, corresponde resolver a
la ciencia. Ahora bien, al Magisterio no le corresponde pronunciarse sobre
afirmaciones científicas en cuanto tales. Y lo hace, ciertamente, cuando
aparece un determinado conflicto entre la afirmación de la fe y la que hace la
ciencia. Sobre la evolución y sobre la doctrina del evolucionismo el Magisterio
de la Iglesia Católica ha ido cambiando en la medida que han ido avanzando las
investigaciones, si bien siempre ha querido hacer notar la acción providente de
Dios en todas ellas”: Iván F. MEJÍA ALVAREZ: La aventura humana, o. c., p. 90, nt. 214, 36.
La Cons. dogmática DV clarifica,
determina y autolimita el ámbito de acción del Magisterio de la Iglesia cuando
afirma que a él corresponde específicamente, “por mandato divino”, “enseñar
puramente lo transmitido”, es decir, aquello que forma parte de la
palabra de Dios, a la que quiere y debe “servir”, y de la Tradición viva;
servicio que consiste en tres movimientos, llevados a cabo “con la asistencia del
Espíritu Santo”: “(lo transmitido) es escuchado devotamente, custodiado
celosamente, explicado fielmente” (n. 10b).
Un reciente comentario de este paso de la
Cons., puede verse en el art. de Andrés ARTEAGA MANIEU: “«Escuchar devotamente,
custodiar celosamente y explicar fielmente lo transmitido» (DV 10).
Afirmaciones definitivas y lo relativo en el magisterio”, en Teología y Vida
49 2008 9-38.
[12] La bibliografía al respecto, como sucede en muchos otros campos,
es muy amplia. Cito
sólo, a manera de muestra, el texto de Giovanni MAZZILLO: L’uomo sulle tracce di Dio. Corso di introduzione allo studio delle
religioni Edizioni Scientifiche Italiane Napoli 2004.
[13] El aspecto intercultural que configura la importancia
contemporánea del tratamiento del asunto relativo a las religiones
no-cristianas y a las religiones no-teístas es desarrollado por Jesús ANDRÉS al
proponer un concepto de “pastoral” que, sin duda, no se refiere exclusivamente
a lo que algunos consideran por tal, unas ciertas prácticas cultuales o de
religiosidad popular, especialmente, ni a unos ciertos oficios burocráticos, y
sí, en lo que atañe a las Universidades católicas, a una adecuada concepción de
“pastoralidad” que ha de realizarse desde la academia y en forma académica. Cf.
Jesús ANDRÉS VELA, S. J.: “Tendencias actuales de la teología pastoral”, en:
Edith GONZÁLEZ BERNAL (comp.): Una
historia hecha vida, o. c., p. 10,
nt. 18, 251-271. El carácter
“pluralista” de estas búsquedas, ha sido subrayado por Héctor Eduardo LUGO
GARCÍA, O.F.M.: “Tendencias actuales: pluralismo religioso”, en ibid., 296-314.
[14] La expresión se inspira, obviamente, en la experiencia
agustiniana. Sobre la persona y la obra de san AGUSTÍN DE HIPONA (354-430),
véanse las catequesis de las audiencias generales del Papa BENEDICTO XVI de los
días 9 y 16 de enero de 2008. La primera de ellas, centrada en la vida del
santo, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21424.php?index=21424&po_date=09.01.2008&lang=sp
Las relaciones con todas
estas expresiones religiosas culturales es, para los cristianos, un asunto de
importancia que no debería dejarse de lado. El argumento ha sido reflexionado
por el PONTIFICIO CONSEJO PARA EL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO, mediante la “Carta a
los Presidentes de las Conferencias Episcopales de Asia, América y Oceanía”,
denominada “La atención pastoral hacia
las religiones tradicionales”, del 21 de noviembre de 1993 (original
francés), en: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/interelg/documents/rc_pc_interelg_doc_21111993_trad-relig_fr.html
Téngase en cuenta, además,
que el S. P. BENEDICTO XVI dio comienzo a sus catequesis sobre la oración
examinando esta experiencia en expresiones culturales antiquísimas provenientes
de muy diferentes religiones y cultos de Egipto, Mesopotamia, Grecia y Roma: audiencia general del 4 de mayo de 2011,
en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2011/documents/hf_ben-xvi_aud_20110504_sp.html Sobre el sentido
“religioso” ínsito en el hombre (homo
religiosus) desde los tiempos más
lejanos y en todas las grandes civilizaciones, véase la segunda catequesis de
dicha serie, 11 de mayo de 2011, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2011/documents/hf_ben-xvi_aud_20110511_it.html
[15] El texto de S. Teresa es citado conforme a Antonio HORTELANO: Moral alternativa. Manual de Teología Moral, o. c., p. 1118, nt. 2955, 270.
Allí (cf. Las Moradas) la santa
doctora añade: “es gran cosa el propio
conocimiento", "que esto del propio conocimiento es el pan con el que
todos los manjares se han de comer" (Morada Primera 1.3) en:
Obras completas Aguilar Madrid 1963 9a.
[16] El S. P. FRANCISCO ha observado – a partir del texto
fundamental del Ex 3,5, que originalmente es referido por el autor
sagrado al Otro, a Dios mismo, pero que toda la Tradición y el Magisterio
aplican también al “otro” como “tierra sagrada” –: “En
una civilización paradójicamente herida de anonimato y, a la vez obsesionada
por los detalles de la vida de los demás, impudorosamente enferma de curiosidad
malsana, la Iglesia necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y
detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario. En este mundo los ministros
ordenados y los demás agentes pastorales pueden hacer presente la fragancia de
la presencia cercana de Jesús y su mirada personal. La Iglesia tendrá que
iniciar a sus hermanos —sacerdotes, religiosos y laicos— «en este arte del
acompañamiento», para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante
la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro caminar el
ritmo sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión
pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana” (EG
169).
[17] En un texto muy importante, pero dentro de la exégesis bíblica
sumamente complejo, el Apóstol Santiago
expresó el siguiente criterio (2,12-26): “Hablad y obrad tal como corresponde a
los que han de ser juzgados por la Ley de la libertad. Porque tendrá un juicio
sin misericordia el que no tuvo misericordia; pero la misericordia se siente
superior al juicio. ¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: «Tengo fe»,
si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana
están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice:
«Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el
cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente
muerta. Y al contrario, alguno podrá decir: « ¿Tú tienes fe?, pues yo tengo
obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe. ¿Tú crees
que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan.
¿Quieres saber tú, insensato, que la fe sin obras es estéril? Abraham nuestro padre ¿no alcanzó la
justificación por las obras cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿Ves
cómo la fe cooperaba con sus obras y, por las obras, la fe alcanzó su
perfección? Y alcanzó pleno cumplimiento la Escritura que dice: ‘Creyó Abraham
en Dios y le fue reputado como justicia y fue llamado amigo de Dios’». Ya veis
cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente. Del mismo
modo Rajab, la prostituta, ¿no quedó justificada por las obras dando hospedaje
a los mensajeros y haciéndoles marchar por otro camino? Porque así como el
cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.”
[18] Cf. Romano GUARDINI: La
esencia del cristianismo Guadarrama Madrid 1964 20-21.
[19] BENEDICTO XVI, en la encíclica Spe salvi, del 30 de noviembre de 2007, recuerda la situación
existente en la época del cristianismo primitivo: “El haber recibido como don
una esperanza fiable fue determinante para la conciencia de los primeros
cristianos, como se pone de manifiesto también cuando la existencia cristiana
se compara con la vida anterior a la fe o con la situación de los seguidores de
otras religiones. Pablo recuerda a los Efesios cómo antes de su encuentro con
Cristo no tenían en el mundo « ni esperanza ni Dios » (Ef 2,12).
Naturalmente, él sabía que habían tenido dioses, que habían tenido una
religión, pero sus dioses se habían demostrado inciertos y de sus mitos
contradictorios no surgía esperanza alguna. A pesar de los dioses, estaban «
sin Dios » y, por consiguiente, se hallaban en un mundo oscuro, ante un futuro
sombrío. « In
nihilo ab nihilo quam cito recidimus » (en la nada, de la nada,
qué pronto recaemos) [Cf. Corpus
Inscriptionum Latinarum, vol. VI, n. 26003], dice un epitafio de aquella época, palabras en las que aparece
sin medias tintas lo mismo a lo que Pablo se refería. En el mismo sentido les
dice a los Tesalonicenses: « No os aflijáis como los hombres sin esperanza » (1
Ts 4,13)”: n. 2; y luego añade: “6. Los sarcófagos de los primeros tiempos
del cristianismo muestran visiblemente esta concepción, en presencia de la
muerte, ante la cual es inevitable preguntarse por el sentido de la vida”: en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20071130_spe-salvi_sp.html#_ftnref1
El problema del sentido de
la vida y de la capacidad humana para trascender el dolor a partir de este
sentido, no ha estado ausente de las ciencias “humanistas” y “duras”, ¡como la
neurología y la psiquiatría! Recuérdese el caso de Viktor E. FRANKL
(1905-1997), testigo, además, en carne propia de los campos de concentración
nazi, quien narra esta dura experiencia en su obra: El hombre en busca de
sentido Herder Barcelona 2004.
[20] San Agustín habló sobre la “docta ignorancia” que busca “dar un
nombre a esta desconocida realidad conocida”. La referencia la hizo el Papa
BENEDICTO XVI en la enc. Spe salvi,
30 de noviembre de 2007, nn. 11-12 y 15, como resaltó el Cardenal Georges Marie
Martin COTTIER, O.P. en la presentación de la misma. En: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21208.php?index=21208&po_date=30.11.2007&lang=sp Para la encíclica: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20071130_spe-salvi_sp.html
[21] Véase, apenas como un complemento de la bibliografía citada ya
sobre el tema de la revelación, la obra de Giovanni MAZZILLO: Dio sulle tracce dell’uomo. Saggio di teologia della rivelazione Edizioni San Paolo
Cinisello Balsamo 2012. El autor, a partir de la
relación que una persona establece con otra, afirma que se puede llegar a
conocer cómo el hombre se puede relacionar con Dios, ya que esta relación es
“parábola y expresión de la que Dios establece con el hombre”, según han
expresado filósofos de la fenomenología tales como M. Buber y E. Lèvinas. Pero,
así mismo, nos vuelca a las categorías de la analogía y de la relación, de la autoconciencia
y del encuentro humanos, para podernos abrir a la autocomunicación de Dios, que
es una autocomunicación de amor en Cristo, el que se ha vaciado de Sí.
[22] El desconocido teólogo del siglo VI que
escribió bajo el seudónimo de “Dionisio, el Areopagita” (cf. He 17,34), nos transmitió una especie de
síntesis del Evangelio y de la fe cristiana en diálogo con el pensamiento
clásico griego, síntesis elaborada con esfuerzo y dedicación por las
comunidades a través de los cinco siglos anteriores. El camino del cosmos, la
liturgia cristiana misma, permiten un acercamiento, real sí, pero
“acercamiento”, con todo, a Dios, nos dice el autor. El camino mejor, con todo, es el de la
mística: “Él (Dionisio) creó la primera gran teología mística. Más aún, la
palabra mística adquiere con él un nuevo significado. Hasta ese tiempo,
para los cristianos esa palabra era equivalente a la palabra sacramental,
es decir, cuanto pertenece al mysterion, al sacramento. Con él, la
palabra mística llega a ser más personal, más íntima: expresa el camino
del alma hacia Dios. ¿Y cómo encontrar a Dios? De nuevo aquí encontramos un
elemento importante en su diálogo entre la filosofía griega y el cristianismo,
en particular la fe bíblica. Aparentemente cuanto dice Platón y cuanto dice la
gran filosofía sobre Dios es mucho más alto, es mucho más verdadero; la Biblia
aparece bastante ‘bárbara’, simple, precrítica se diría hoy; pero él observa
que precisamente esto es necesario, de modo que así podamos comprender que los
más altos conceptos sobre Dios no llegan nunca hasta su verdadera grandeza; son
siempre impropios. Estas imágenes nos hacen, en realidad, comprender que
Dios está por encima de todos los conceptos; en la simplicidad de las imágenes,
nosotros encontramos mayor verdad que en los grandes conceptos. El rostro de
Dios es nuestra incapacidad para expresar realmente qué cosa es Él. Así se
habla – y es el propio Pseudo-Dionision quien lo hace – de una ‘teología
negativa’. Podemos decir más fácilmente qué cosa no es Dios, que no
expresar qué es Él verdaderamente. Sólo mediante estas imágenes podemos
adivinar su verdadero rostro, y, por la otra parte, este rostro de Dios es muy
concreto: es Jesucristo. Y si bien Dionisio nos muestra, siguiendo en esto a
Proclo, la armonía de los coros celestes, de modo que pareciera que todos
dependen de todos, sigue siendo verdad que nuestro camino hacia Dios queda muy
lejano de Él; el Pseudo-Dionisio demuestra que finalmente el camino hacia Dios
es Dios mismo, Quien se hace vecino a nosotros en Jesucristo”: La mención la hizo BENEDICTO XVI en su
catequesis del 14 de mayo de 2008. La cursiva es mía. Cf.:
Preguntándose el Compendio
del Catecismo de la Iglesia Católica, “5. ¿Cómo se puede hablar de Dios?”,
responde: “Se puede hablar de Dios a
todos y con todos, partiendo de las perfecciones del hombre y las demás
criaturas, las cuales son un reflejo, si bien limitado, de la infinita
perfección de Dios. Sin embargo, es necesario purificar continuamente nuestro
lenguaje de todo lo que tiene de fantasioso e imperfecto, sabiendo bien que
nunca podrá expresar plenamente el infinito misterio de Dios”: BENEDICTO XVI: M.
p. para la aprobación y
publicación del Compendio
del Catecismo de la Iglesia Católica, 20 de marzo de 2005, en: http://www.vatican.va/archive/compendium_ccc/documents/archive_2005_compendium-ccc_sp.html .
del Catecismo de la Iglesia Católica, 20 de marzo de 2005, en: http://www.vatican.va/archive/compendium_ccc/documents/archive_2005_compendium-ccc_sp.html .
[23] Se dice, p. ej., que ese fue el camino emprendido por Hilario de
Poitiers (c. a. 310-367), persona de familia pagana y acomodada, que recibió
una muy buena formación literaria, pero cuya búsqueda de la verdad lo condujo
poco a poco al reconocimiento de Dios Trino, creador y encarnado, muerto para
darnos la vida eterna, de modo que en el 345 pidió el bautismo. Puede verse, al
respecto, la catequesis de BENEDICTO XVI correspondiente a la Audiencia general del miércoles 10 de
octubre de 2007, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/20866.php?index=20866&po_date=10.10.2007&lang=sp Véase también su homilía de la noche de Navidad, 24 de
diciembre de 2009, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/24873.php?index=24873&po_date=24.12.2009&lang=sp
[24] El culto de los antepasados, el animismo, la magia, incluso los
mitos, etc., tuvieron una connotación religiosa en los pueblos del pasado, así
como sucede en algunos pueblos de la actualidad. Cf. Ralph L. BEALS – Harry
HOIJER: Introducción a la Antropología,
o. c. p. 60, nt. 127, 563ss.
Aporta el autor experiencias sobre: Aztecas, Bagandas, Balineses, Chiricahuas o
Apaches, Dahomeyanos, Esquimales, Marquesanos, Navajos, Trobiandeses y Zuñis.
[25] Juan DE LA CRUZ. El cántico espiritual. Según el manuscrito de
las Madres Carmelitas de Jaén Ediciones de La Lectura Madrid 1924 9-10.
[26] Sobre el proceso de elaboración de Pentateuco fue muy importante
el trabajo de la Escuela Bíblica de Jerusalén, autora de la famosa Biblia de
Jerusalén. Descollaron, especialmente, las investigaciones de Roland DE VAUX: La Genèse Les Editions du Cerf Paris 1951, que prosiguió algunas intuiciones,
rechazó otras, del teólogo protestante e historiador de las religiones, Julius
WELLHAUSEN (1844-1918). De dicha Escuela aprovechó enormemente mi profesor P.
Gustavo Baena S. J. A estos trabajos se han sumado otros, sobre todo desde la
perspectiva del análisis histórico, para mencionar a alguno: Martin
NOTH: Historia de Israel Garriga
Barcelona 1966. Los estudios actuales han llevado a replantear muy
fundamentalmente algunas de sus teorías, como refiere el biblista Jean-Louis
SKA: Introducción a la lectura del
Pentateuco: claves para la interpretación de los cinco primeros libros de la
Biblia Verbo Divino Navarra 2001, especialmente en el capítulo 7. Para una
recensión del texto, cf. José Roberto ARANGO, en ThX 56/3 159 jul-sep 2006 557-564. Pero, lo que sí se confirma tras tales estudios, es la índole histórica
y procesual como Israel fue llegando a “conocer a Dios” y a expresar
paulatinamente este conocimiento en sus textos magnos, frutos de la interacción
de su doble autoría, Dios y el hombre (cf. DV 9; 11 y 12).
[27] Cf. Marciano VIDAL: Nueva moral fundamental. El hogar teológico
de la Ética, p. 1051, nt. 2818, 651- 653.
Acerca del tema de la conciencia moral, cf.
nuestro texto: Iván F. MEJÍA ÁLVAREZ: Algunos
elementos introductorios a la teología moral, o. c., p. 570,
nt. 1590, 133-145.
[28] Antonio HORTELANO: Moral
alternativa. Manual de Teología Moral, o.
c., p. 1118, nt. 2955, 273.
La Trinidad Santísima es no sólo la causa
eficaz sino también el modelo supremo de la Iglesia. La eclesiología, no
obstante, destaca además los elementos cristológicos que la soportan (cf.
nuestro cap. IV), así como sus relaciones con la sacramentología, la
escatología, e, inclusive, con otros ámbitos disciplinalmente no teológicos,
como la política, la sociología, la economía, etc. Puede verse al respecto, p.
ej., la “prospectiva” que demarca el apreciado Alberto PARRA MORA, S. J.,
cuando señala, a su juicio, “los ámbitos en los que la eclesiología adveniente
deberá fundamentar de nuevo la legitimación del ser, significado, sentido y
misión… en un contexto mundial pluri-étnico, pluri-cultural, pluri-religioso,
pluri-confesional y, además, secular”: “Iglesia y reino de Dios; Iglesia y plan
de salvación; Iglesia y ámbitos del poder; Iglesia y ámbitos de verdad; Iglesia
y ámbitos de universalidad”, en: “Corrientes actuales de eclesiología”, en,
Edith GONZÁLEZ BERNAL (ed.): Una historia hecha vida. 70 años de quehacer
teológico Javegraf Bogotá 2007 211-250, aquí 231ss.
De otra parte, es necesario enfatizar la
importancia del diálogo ecuménico sobre la verdad
de la Iglesia, sobre la comprensión de la misma, al que el Papa BENEDICTO XVI
ha llamado “the main focus of ecumenical dialogue today”, en la Audiencia que
concedió al Rev.do Munib A. Younan, Presidente de la Federación Luterana
Mundial, el 16 de diciembre de 2010. En: http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/26573.php?index=26573&po_date=16.12.2010&lang=sp
[29] En el Año de la fe, el Papa FRANCISCO dedicó su catequesis del miércoles 29 de mayo de 2013, a la Iglesia “como familia de Dios”. Afirmó, en efecto: “Dios nos convoca, nos impulsa a salir del individualismo, de la tendencia a encerrarse en uno mismo, y nos llama a formar parte de su familia. Y esta llamada tiene su origen en la creación misma. Dios nos ha creado para que vivamos en una relación de profunda amistad con Él, y aun cuando el pecado ha roto esta relación con Él, con los demás y con la creación, Dios no nos ha abandonado. Toda la historia de la salvación es la historia de Dios que busca al hombre, le ofrece su amor, le acoge… ¿De dónde nace entonces la Iglesia? Nace del gesto supremo de amor de la Cruz, del costado abierto de Jesús del que brotan sangre y agua, símbolos de los Sacramentos de la Eucaristía y del Bautismo. En la familia de Dios, en la Iglesia, la savia vital es el amor de Dios que se concreta en amarle a Él y a los demás, a todos, sin distinción ni medida. La Iglesia es familia en la que se ama y se es amado. ¿Cuándo se manifiesta la Iglesia? Lo celebramos hace dos domingos: se manifiesta cuando el don del Espíritu Santo llena el corazón de los Apóstoles y les impulsa a salir e iniciar el camino para anunciar el Evangelio, difundir el amor de Dios”. Véase el texto completo en: http://www.vatican.va/holy_father/francesco/audiences/2013/documents/papa-francesco_20130529_udienza-generale_sp.html
[30] También a esta expresión “pueblo de Dios” el Papa FRANCISCO le
dedicó una catequesis, la del 12 de junio de 2013: “¡Qué quiere decir ser
“Pueblo de Dios”? Ante todo quiere decir que Dios no pertenece en sentido
propio a algún pueblo; porque es Él quien nos llama, nos convoca, nos invita a
hacer parte de su pueblo, y esta invitación está dirigida a todos, sin
distinción, porque la misericordia de Dios «quiere la salvación de todos» (1Tm
2,4)... 2. ¿Cómo se llega a ser miembros de este pueblo? No es por medio
del nacimiento físico, sino a través de un nuevo nacimiento. En el Evangelio, Jesús
dice a Nicodemo que es necesario nacer de lo alto, del agua y del Espíritu para
entrar en el Reino de Dios (cfr Jn 3,3-5). Es por medio del Bautismo
como nosotros somos introducidos en este pueblo, por medio de la fe en Cristo,
don de Dios que debe ser alimentado y hecho crecer en toda nuestra vida… 3. La
otra pregunta. ¿Cuál es la ley del Pueblo de Dios? Es la ley del amor, amor a
Dios y amor al prójimo, de acuerdo con el mandamiento nuevo que nos ha dejado
el Señor (cfr Jn 13,34)... 4. ¿Qué misión tiene este pueblo? La de
llevar al mundo la esperanza y la salvación de Dios: ser señal del amor de Dios
que llama a todos a la amistad con Él; ser levadura que hace fermentar toda la
masa, sal que da el sabor y que preserva de la corrupción, ser una luz que
ilumina... 5 ¿Cuál es el fin de este pueblo? El fin es el Reino de Dios,
iniciado en la tierra por Dios mismo y que debe ser incrementado hasta su
acabamiento, cuando aparecerá Cristo, vida nuestra (cfr Lumen gentium,
9). El fin es, entonces, la comunión plena con el Señor, la familiaridad con el
Señor, entrar en su misma vida divina, donde viviremos la alegría de su amor
sin medida, una alegría plena”: http://attualita.vatican.va/sala-stampa/bollettino/2013/06/12/news/31163.html (Traducción mía).
[31] CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LOS SACRAMENTOS: Misal romano, o. c., edición colombiana, p. 1059, nt. 2841, 96.
Recuérdese lo dicho en la nt. 484.
Notas finales
[i] Cf., para mencionar alguna ocasión, la Audiencia general del 14 de noviembre de
2007, cuando, en la serie de intervenciones dedicadas a algunos Padres de la
Iglesia, expresó: “No puede callarse, finalmente, el aporte ofrecido por
Jerónimo en materia de pedagogía cristiana (cf. Ep. 107 e 128). Él se propone formar «un
alma que llegue a ser el templo del Señor» (Ep.107,4), una «joya
preciosísima» a los ojos de Dios (Ep. 107,13). Con profunda intuición él
aconseja preservarla del mal y de las ocasiones pecaminosas, excluirla de
amistades equívocas o que invitan al desenfreno (cf. Ep. 107,4 y 8-9;
cf. también Ep. 128,3-4). Sobre todo, exhorta a los padres a que creen
un ambiente de serenidad y de alegría alrededor de sus hijos, que los estimulen
al estudio y al trabajo, aún mediante la alabanza y la emulación (cf. Epp. 107,4 y
128,1), los encorajen a superar las dificultades, favorezcan en ellos los
buenos hábitos y los preserven de adquirir los malos porque – y aquí cita una
frase de Publio Siro que había escuchado en la escuela – «con gran esfuerzo
lograrás corregirte de aquellas cosas a las que te vas tranquilamente
habituando» (Ep. 107,8). Los padres son los principales educadores de
los hijos, los primeros maestros de vida. Con mucha claridad Jerónimo,
dirigiéndose a la madre de una joven y refiriéndose luego al padre, los
amonesta expresando casi una exigencia fundamental de toda criatura humana que
se asoma a la existencia: «Ella encuentre en ti su maestra, y te mire con
maravillas desde su inexperta adolescencia. Ni en ti, ni en su padre, ve nunca
actitudes que la conduzcan al pecado, en caso de que fueran imitadas. Recordad
que… podéis educarla más con el ejemplo que con la palabra» (Ep. 107,9).
Entre las intuiciones principales de Jerónimo como pedagogo se deben subrayar
la importancia atribuida a una educación sana e integral desde la primera
infancia, la peculiar responsabilidad que les reconoce a los padres, la
urgencia de una seria formación moral y religiosa, la exigencia del estudio
para una más completa formación humana. Además, un aspecto bastante desatendido
en los tiempos antiguos, pero considerado vital por nuestro autor, es la
promoción de la mujer, a quien reconoce el derecho de adquirir una formación
completa: humana, escolar, religiosa, profesional. Y vemos precisamente hoy
cómo la educación de la personalidad en su integralidad, la educación en la
responsabilidad ante Dios y ante los hombres, es considerada la verdadera
condición para todo progreso, para toda paz, para toda reconciliación y
exclusión de la violencia. Educación delante de Dios y delante de los hombres:
es la Sagrada Escritura la que nos ofrece la guía de la educación y, así, del
verdadero humanismo”. En: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21104.php?index=21104&po_date=14.11.2007&lang=sp La traducción es mía.
[ii] Los Rituales
de estos sacramentos lo manifiestan con perfecta claridad. Mírense no sólo los
textos relativos a sus ejecuciones (lecturas, gestos, objetos, acciones, etc.),
sino, de manera muy sintética, las anotaciones previas o “Prenotandas” de
dichos rituales renovados conforme a las directrices del Concilio Vaticano
II (cf. SC 59-71).
Acerca del conjunto de “la
iniciación cristiana” afirman: “Los hombres por medio de los Sacramentos de la
Iniciación cristiana, libres del poder de las tinieblas, juntamente muertos,
sepultados y resucitados con Cristo, reciben el Espíritu de hijos adoptivos y
celebran con todo el pueblo de Dios el Memorial de la Muerte y Resurrección del
Señor” (cf. AG 14)”: CONFERENCIA
EPISCOPAL DE COLOMBIA: Ritual del
bautismo de niños. Edición típica oficial. Segunda edición conforme a la
segunda edición típica vaticana SPEC Departamento de Liturgia Bogotá 1983
13.
Sobre el bautismo, más en
particular, encontramos: “Incorporados, en efecto a Cristo por el Bautismo,
entran a formar parte del pueblo de Dios y recibido el perdón de los pecados,
arrancados del poder de las tinieblas, pasan al estado de hijos adoptivos (cf. Col 1,13; Rm 8,15; Ga 4,5; Concilio
de Trento, sesión VI: Decreto sobre la justificación, capítulo 4, en DS 1524), convertidos en nueva criatura
del agua y del Espíritu Santo: de aquí que se llaman y son hijos de Dios (cf. 1
Jn 4,1)”: ib., 13.
Sobre la confirmación
recuerdan: “Marcados, por otra parte, en la Confirmación por el don del
Espíritu Santo, son tan perfectamente configurados con el Señor y llenos del
Espíritu Santo que, siendo portadores del testimonio de Él ante el mundo,
llevan cuanto antes a su plenitud al Cuerpo de Cristo (cf. AG 36)”: ib.,
13.
Más aún: “Los bautizados
continúan el camino de la iniciación cristiana por el Sacramento de la
Confirmación por el cual reciben la efusión del Espíritu Santo que fue enviado
sobre los Apóstoles por el Señor el día de Pentecostés. Con este don del
Espíritu Santo los fieles se configuran más perfectamente con Cristo y reciben
una mayor fortaleza a fin de que den testimonio de Cristo para edificación de
su Cuerpo en la fe y en la caridad…”: CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA: Ritual
del sacramento de la confirmación.
Edición típica oficial. Segunda edición. SPEC Departamento de Liturgia
Bogotá 1983 17.
Sobre la eucaristía
tenemos dos textos fundamentales: el relativo a la Misa, en el Misal Romano, y el que se refiere al Culto de la eucaristía por fuera de la Misa;
con todo, interesa resaltar la vinculación de la Eucaristía con los dos
sacramentes antes mencionados, de modo que citamos, más bien, el texto del Ritual de la iniciación cristiana: “Finalmente,
participando en la Asamblea Eucarística, comen la carne del Hijo del hombre y
beben su sangre para recibir la vida eterna (cf. Jn 6,55) y expresar la unidad del pueblo de Dios; y, además,
ofreciéndose a sí mismos con Cristo, participan en el sacrificio universal, que
es toda la humanidad redimida (cf. S. Agustín: De civ. Dei X,6 en PL
41,284; LG 11; PO 2), ofrecida a Dios por el Sumo Sacerdote, y piden que por una
efusión más plena del Espíritu Santo, «llegue todo el género humano a la unidad
de la familia de Dios» (LG 28)”:
CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA: Ritual
del bautismo de niños. Edición típica oficial. Segunda edición conforme a la
segunda edición típica vaticana SPEC Departamento de Liturgia Bogotá 1983
13.
[iii] Las personas, en nuestra propia estructura, así como
estamos hechas para la verdad, también lo estamos para el esfuerzo y para la
conquista de la excelencia en múltiples ámbitos, y, por lo mismo, en aquel que
concierne a la búsqueda de la verdad y a la permanencia en ella. Por ella,
pues, comprendemos la razón final del trabajo duro, y el logro de la misma nos
recompensa y gratifica profundamente. Ella es, por sí misma, nuestro mejor
incentivo al darle contenidos y sentido al esfuerzo y al sacrificio que,
inclusive, requiere.
La relación entre verdad
– al mismo tiempo objeto de estudios científicos y realidad que nos atañe
personalmente – y universidad católica es íntima e indisoluble. No en otro
contexto divisa la actuación de una Facultad de Teología en una Universidad, y
especialmente en una Universidad católica el Papa BENEDICTO XVI: “Digo que este
hecho, por un lado, manifiesta que precisamente la teología sigue dando en
cierto modo su aportación a la constitución de lo que es la Universidad; pero,
por otro, significa naturalmente también un inmenso desafío para la teología
satisfacer esta expectativa, estar a su altura y prestar el servicio que se le
encomienda y se espera de ella. Me complace que, a través de las cooptaciones,
ahora sea visible de modo muy concreto — aún mucho más que entonces — que el
debate intrauniversitario hace de la Universidad verdaderamente lo que ella es,
implicándola en una dinámica colectiva de preguntas y respuestas. Pero pienso
que hay aún un motivo para reflexionar hasta qué punto somos capaces — no sólo
en Tubinga, sino también en otros lugares — de satisfacer esta exigencia. En
efecto, la Universidad y la sociedad, la humanidad, necesitan preguntas, pero
necesitan también respuestas. Y considero que a este respecto es evidente para
la teología — y no sólo para la teología — una cierta dialéctica entre el
cientificismo rígido y la pregunta más grande que la trasciende, y
repetidamente emerge en ella, la pregunta sobre la verdad. Quisiera hacer esto
más claro mediante un ejemplo. Un exegeta, un intérprete de la Sagrada
Escritura, debe explicarla como obra histórica "secundum artem", es
decir, con el rígido cientificismo que conocemos, según todos los elementos
históricos que esto requiere, según el método necesario. Sin embargo, esto por
sí solo no basta para ser un teólogo. Si se limitara a hacer esto, entonces la
teología, o como quiera que sea, la interpretación de la Biblia, sería algo
semejante a la egiptología, a la asiriología o a cualquier otra
especialización. Para ser teólogo y prestar el servicio a la Universidad y, me
atrevo a decir, a la humanidad, por tanto, el servicio que se espera de él debe
ir más allá y preguntarse: Pero ¿es verdad lo que allí se dice? Y si es
verdad, ¿nos concierne? Y ¿de qué modo nos concierne? Y ¿cómo podemos reconocer
que es verdadero lo que nos concierne?”: Discurso a una delegación
de la Facultad teológica de la Universidad de Tubinga (Alemania), miércoles 21 de marzo de 2007, en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2007/march/documents/hf_ben-xvi_spe_20070321_tubingen_sp.html
[iv] “Cada una de ellas es independiente de las demás, de
modo que bastaría con que una sola fuese correcta para que la tesis quedara
demostrada”, escribe Andrés A. LUETICH.
“No se le debe conceder al número cinco una importancia crucial. El propio
Tomás, en su Summa Contra Gentiles, reduce las vías a cuatro, y en su Compendium
Theologiæ a sólo una. Más importante que el número de las vías es la
estructura que todas ellas comparten. Descubrirla permite comprender cuál es el
camino que Tomás consideraba debe seguirse para demostrar la existencia de
Dios”. Presentamos en forma esquemática las cinco vías de Tomás y su estructura
común. Debajo del mismo se explican brevemente cada uno de los elementos que lo
componen:
“1er paso: Todas las vías tienen un punto de partida empírico,
algo que se descubre observando la Naturaleza. En un sentido material, este
punto de partida es siempre el mismo: el ente
sensible, compuesto de potencia
y acto, objeto propio del
entendimiento humano. Desde el punto de vista formal, el punto de partida de
cada una de las vía es distinto: cada una toma al ser finito bajo una modalidad específicamente diversa (así, por
ejemplo, la primera vía no toma al ente en cuanto ente sino al ente en cuanto
móvil). Tomás parte de un dato conocido empíricamente porque considera que sólo
de una existencia real dada
puede deducirse una existencia no dada
empíricamente. Éste es el motivo por el cual rechaza el argumento ontológico anselmiano, que "salta" de la idea de Dios a la afirmación de su
existencia.
2do
paso: Aplicación del Principio de Causalidad con el fin de
buscar la causa que dé razón de la existencia del efecto observado
empíricamente. La causalidad le permite a Tomás, partiendo de la experiencia,
remontarse más allá de la experiencia. Sin la aplicación de este principio las
cinco vías se tornarían intransitables. Este segundo paso es, por lo tanto, el
paso del efecto a la causa.
3er
paso: Si la causa a la que se ha accedido
en el segundo paso no tiene en sí la razón de su existencia, deberemos
remontarnos entonces a su causa. Este tercer paso es, por tanto, el paso de la causa a la serie de causas. Tomás no considera imposible una serie infinita de causas subordinadas
accidentalmente en el pasado (como las piezas de dominó que caen al ser
golpeada cada una por la inmediata anterior), pero sí considera imposible un
proceso al infinito en la serie de
causas esencial y actualmente subordinadas en el ser y en el obrar. El
plano en el que se mueve la reflexión, y por tanto el plano en el que se aplica
aquí el Principio de Causalidad, es el metafísico
y no el físico (Tomás afirma,
como filósofo, que no hay modo de dirimir la discusión respecto de si el
universo tuvo o no un comienzo, bien podría ser eterno —en cuanto teólogo, y
basado en los relatos de las Sagradas Escrituras,
sostiene que es mejor afirmar lo primero—). La quinta vía pasa directamente del
segundo al cuarto paso. Al respecto, E. Gilson dice que tal vez lo hace “en gracia a la brevedad, y más
probablemente porque, puesto que el punto de partida de la demostración es
la presencia de regularidad, orden e intencionalidad en los seres irracionales
en general, la necesidad de poner últimamente una providencia para todo el
mundo es una evidencia inmediata”.
4to
paso: Cada una de las vías concluye
afirmando la existencia de la Causa Primera del efecto tomado como punto de
partida. Esta afirmación constituye la premisa
mayor de un silogismo cuya conclusión es que "Dios existe". La
premisa menor es el significado
del nombre "Dios" (y no su esencia). Por ejemplo, tomando como premisa mayor el punto de llegada de
la primera vía, se puede construir el siguiente silogismo:
Existe un Primer Motor - premisa mayor
El Primer Motor es lo que llamamos Dios - premisa
menor
Dios existe - conclusión”:
Andrés
A. LUETICH: “Las cinco vías de Tomás de
Aquino para la demostración de la existencia de Dios”, en (consulta febrero
2007): http://www.luventicus.org/articulos/03U023/index.html
[v] Una exposición del tema se encuentra en la encíclica Spe salvi del Papa BENEDICTO XVI, quien
se expresó de la siguiente manera: “5. Hemos de añadir todavía otro punto de
vista. La Primera Carta a los Corintios (1,18-31) nos muestra que una
gran parte de los primeros cristianos pertenecía a las clases sociales bajas y,
precisamente por eso, estaba preparada para la experiencia de la nueva
esperanza, como hemos visto en el ejemplo de Bakhita. No obstante, hubo también
desde el principio conversiones en las clases sociales aristocráticas y cultas.
Precisamente porque éstas también vivían en el mundo «sin esperanza y sin
Dios». El mito había perdido su credibilidad; la religión de Estado romana se
había esclerotizado convirtiéndose en simple ceremonial, que se cumplía
escrupulosamente pero ya reducido sólo a una «religión política». El
racionalismo filosófico había relegado a los dioses al ámbito de lo irreal. Se
veía lo divino de diversas formas en las fuerzas cósmicas, pero no existía un
Dios al que se pudiera rezar. Pablo explica de manera absolutamente apropiada
la problemática esencial de entonces sobre la religión cuando a la vida «según
Cristo» contrapone una vida bajo el señorío de los «elementos del mundo» (cf.
Col 2,8). En esta perspectiva, hay un texto de san Gregorio Nacianceno que
puede ser muy iluminador. Dice que en el mismo momento en que los Magos,
guiados por la estrella, adoraron al nuevo rey, Cristo, llegó el fin para la
astrología, porque desde entonces las estrellas giran según la órbita
establecida por Cristo [Cf. Poemas dogmáticos, V,
55-64: PG 37, 428-429]. En efecto, en esta escena se invierte la concepción
del mundo de entonces que, de modo diverso, también hoy está nuevamente en
auge. No son los elementos del cosmos, las leyes de la materia, lo que en
definitiva gobierna el mundo y el hombre, sino que es un Dios personal quien gobierna
las estrellas, es decir, el universo; la última instancia no son las leyes de
la materia y de la evolución, sino la razón, la voluntad, el amor: una Persona.
Y si conocemos a esta Persona, y ella a nosotros, entonces el inexorable poder
de los elementos materiales ya no es la última instancia; ya no somos esclavos
del universo y de sus leyes, ahora somos libres. Esta toma de conciencia ha
influenciado en la antigüedad a los espíritus genuinos que estaban en búsqueda.
El cielo no está vacío. La vida no es el simple producto de las leyes y de la
casualidad de la materia, sino que en todo, y al mismo tiempo por encima de
todo, hay una voluntad personal, hay un Espíritu que en Jesús se ha revelado
como Amor [3. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1817-1821.].”: en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20071130_spe-salvi_sp.html
[vi] Una de las direcciones del Islam que está
experimentando una gran divulgación, inclusive en Occidente, es, p. ej., la que
se ha denominado “sufi” o “sufismo”. Hay quienes la connotan como “esotérica”
por algunos de sus rasgos particulares, pero, en realidad, a lo largo de su ya
milenaria historia, ha llegado a representar movimientos de mayor o menor
extensión y exigencia en lo moral, en lo espiritual, en lo ascético, en lo
religioso, en lo militar, en la filosofía, en la jurisprudencia, en lo
teológico, en su cosmovisión… No se trata, por supuesto, de supersticiones, ni
del culto de los santos, como ocurre en expresiones más populares, sino, como
ellos mismos propugnan, de realizar la Unidad y Unicidad divina: “las huellas
que dejan los amantes y lo que brilla de su luz en los horizontes”, que es lo
que significa el tawhid, explicaba Mustafá al-‘Alawi.
Ahora que mencionamos a
místicos, es interesante notar que en la literatura sufí contemporánea se han
efectuado ensayos para relacionar algunas de las expresiones cristianas con
estas musulmanas, destacando, p. ej., sus vinculaciones en lo que corresponde a
los “vuelos” o “experiencias de arrobamiento” como los de la unión “del alma
con Dios”. Es tal el caso relativo a S. Juan DE LA CRUZ: “En sólo aquel cabello
/ que en mi cuello volar consideraste / mirártele en mi cuello / y en él preso
quedaste / y en uno de mis ojos te llagaste”, escribía el autor del Cántico espiritual (cf. Obras completas Alianza Editorial Madrid
1991 v. I 63).
Comentaba sobre este paso Terry
GRAHAM: “L. López-Baralt señala la resonancia de la imagen sufí del ‘mechón’ o
del ‘rizo’, como un ‘gancho’ para atrapar el amado (San Juan de la Cruz y el Islam Colegio de México / Universidad de
Puerto Rico México 1985 278-279), aunque en este caso las posiciones están
invertidas, con el Amado, como figura masculina, capturado por la enamorada,
como figura femenina. Está aquí presente, sin embargo, un tema más amplio, como
lo explica San Juan en su comentario, en el que realiza una exégesis, sufí en su
quintaesencia, de un texto bíblico. Con respecto a Dios que “mira el cabello
que vuela”, afirma que “para Dios, mirar es amar”, y por tanto se refiere a lo
que los sufíes llaman nazar, la “mirada” de Dios, o la “mirada” del maestro
como transmisión de la de Dios. Y prosigue San Juan, diciendo: ‘Si él por su
gran misericordia no nos mirara y amara primero, como dice san Juan (1 Jn 4,10-19), y se abajara, ninguna presa
hiciera en él el vuelo del cabello de nuestro bajo amor, porque no tenía él tan
alto vuelo que llegase a prender a esta divina ave de las alturas’ (Obras completas Alianza Editorial Madrid
1991 v. II 188). Es interesante aquí destacar que, San Juan de la Cruz se
refiere a un texto bíblico, la primera Epístola de Juan en el Nuevo Testamento,
donde figura: ‘Cuanto a nosotros, amemos [a Dios] porque Él nos amó
primero’ (1 Jn 4,19), y que refleja un punto doctrinal sobre el que normalmente
no insisten los exégetas cristianos; sin embargo, en su contexto coránico, la
declaración de que ‘Él los ama y ellos Le aman’ (Qo(ram) 5,54), es uno de los pilares de la doctrina sufí”: en:
Terry GRAHAM: “Los orígenes sufíes de San Juan de la Cruz”, en: Revista Sufí 8 otoño-invierno 2004
18-23; la cita en p. 23.
Cf. también sobre el
místico Ahmad QAZĀLI se dice de su obra: “Considerada (ésta) como una de las
obras maestras de la mística universal, con sus 75 capítulos sumamente densos e
interrelacionados por un vínculo muy sutil, imperceptible, introduce al lector
en un universo en el cual el enamorado y la bienamada son reflejos de una única
Realidad, el amor: origen, fin y sentido último de la existencia del ser
humano”: en: Sawāneh. Las inspiraciones
de los enamorados. Edición persa Dr. Javad Nurbakhsh Editorial Nur Madrid
2005 contraportada.
[vii] El Papa BENEDICTO XVI se refería precisamente
a este tema a propósito de problemática de la “laicidad” que le presentaba uno
de los sacerdotes de la diócesis de Roma en el encuentro con los Párrocos y con
el clero del 7 de febrero de 2008: “¿Cómo puedo corregir a los párrocos, que
trabajan tan bien? Sólo podemos ayudarnos mutuamente. Usted, por tanto, conoce
este ambiente laico, alejado no sólo con distancia intelectual, sino sobre todo
emotiva, de la fe. Según las circunstancias, debemos buscar el modo de crear
puentes. Me parece que las situaciones son difíciles, pero usted tiene razón.
Debemos pensar siempre: ¿qué es lo esencial?, aunque luego puede ser
diverso el punto donde se puede conectar el kerigma, el contexto, el
modo de actuar. Pero la cuestión debe ser siempre: ¿Qué es lo esencial?
¿Qué es preciso descubrir? ¿Qué quisiera dar? Aquí repito lo de
siempre: lo esencial es Dios. Si no hablamos de Dios, si no se descubre a
Dios, nos quedamos siempre en las cosas secundarias. Por tanto, me parece
fundamental que al menos se plantee la pregunta: ¿Existe Dios? ¿Cómo
podría vivir sin Dios? ¿Dios es en verdad una realidad importante para mí? A mí me impresiona que el concilio Vaticano I
quisiera entablar precisamente este diálogo, comprender con la razón a Dios,
aunque en la situación histórica en que nos encontramos necesitamos que Dios
nos ayude y purifique nuestra razón. Me parece que ya se está tratando de
responder a este desafío del ambiente laico con Dios como la cuestión
fundamental, y luego con Jesucristo, como la respuesta de Dios.
Naturalmente, yo diría que ahí están los preambula fidei, que tal vez son el primer paso para abrir el
corazón y la mente hacia Dios: las virtudes naturales. En días pasados me
visitó un jefe de Estado, que me dijo: "no soy religioso; el
fundamento de mi vida es la ética aristotélica". Ya es algo bueno, y
estamos ya, juntamente con santo Tomás, en camino hacia la síntesis de santo
Tomás. Por tanto, este puede ser el punto de enganche: aprender y hacer
comprensible la importancia que tiene para la convivencia humana esta ética
racional, que luego —si se vive de modo consecuente— se abre interiormente a la
pregunta de Dios, a la responsabilidad ante Dios. Así pues, me parece que, por una parte, debemos
tener claro nosotros qué es lo esencial que queremos y debemos transmitir a los
demás, y cuáles son los preambula en las situaciones en que podemos dar
los primeros pasos: desde luego, precisamente en la actualidad, una
primera educación ética es, en cierto modo, un paso fundamental. Así hizo
también la cristiandad antigua. San Cipriano, por ejemplo, nos dice que antes
llevaba una vida totalmente disoluta; luego, al vivir en la comunidad
catecumenal, aprendió una ética fundamental; así se abrió el camino hacia Dios.
También san Ambrosio, en la Vigilia pascual, dice: "Hasta ahora hemos
hablado de la moral; ahora pasemos a los misterios". Habían hecho el
camino de los preambula fidei con una educación ética fundamental, que
creaba la disponibilidad para comprender el misterio de Dios. Por tanto, yo
diría que tal vez debemos hacer una interacción entre educación ética —hoy tan
importante—, por una parte, también con un relieve pragmático, y al mismo
tiempo no omitir la cuestión de Dios. En este entrecruzarse de dos caminos me
parece que logramos en cierto modo abrirnos a Dios, el único que puede dar la
luz.” En: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/february/documents/hf_ben-xvi_spe_20080207_clergy-rome_sp.html
También por eso, la comunidad
cristiana, y específicamente la Iglesia católica, consideran deber indeclinable
atender a los enfermos y a los discapacitados, p. ej. a través de sus más de
5.000 hospitales, 18.000 clínicas, 15.000 ancianatos y otros centros dedicados
a satisfacer este “derecho” a la salud con calidad, efectividad y
responsabilidad, abiertos para todos.
Cf. Celestino MIGLIORE: Declaración ofrecida el 13 de octubre de 2009 en
la 64ª Sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la Agenda 48:
Implementación integrada y coordinada y seguimiento de los resultados de las
Conferencias y Cumbres más importantes de las Naciones Unidas en relación con
los campos económico, social y relacionados – Conmemoración del XV Aniversario
de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (El Cairo 1990):
“Statement delivered by on 13 October 2009 at the 64th Session of the UN
General Assembly on Agenda 48: Integrated and coordinated implementation of and
follow-up to the outcomes of the major United Nations conferences and summits
in the economic, social and related fields - Commemoration of the fifteenth
anniversary of the International Conference on Population and Development
(Cairo 1994)”, en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/24501.php?index=24501&po_date=17.10.2009&lang=sp
[viii] Cf. supra,
cap. 6°, 2.a.1)3.b, p. 857 con la nt. 2297; también cap. 2°, 1.a, p. 93, nt.
iv. En una exposición del argumento, Javier ECHEGOYEN OLLETA escribe: “El rasgo peculiar de este argumento está en que considera
posible demostrar la existencia de Dios a partir de la mera comprensión
intelectual del concepto de Dios (o de su esencia, según algunas versiones) y
sin utilizar ningún dato del mundo, ninguna experiencia de la realidad. Se
suele indicar que por ello este argumento
es típicamente racionalista pues va de la mente o razón al mundo y no de la
experiencia del mundo a Dios, de ahí que sea un argumento particularmente apreciado por los racionalistas (desde
Descartes hasta Hegel) pero rechazado por todos aquellos filósofos que valoran
más la experiencia sensible (desde Santo Tomás hasta Kant, quien precisamente
dio este título a esta forma de argumentar). El argumento, tal y como lo defiende San Anselmo en su
obra Proslogion, se puede resumir del siguiente modo:
a) comienza definiendo a Dios
como “el ser mayor que el cual nada puede pensarse” (con ello quiere indicar
que pensamos a Dios como el ser más perfecto); b) el insensato – así llama este
filósofo al que no cree en Dios – tiene en su espíritu la idea de Dios como el
ser mayor que el cual nada puede pensarse, pues: al oír el enunciado lo
comprende y todo lo que se comprende está en el espíritu; c) si ese objeto –
Dios – existiese sólo en la inteligencia o espíritu, tal como afirma el
insensato, no sería el ser mayor que el cual nada puede pensarse pues: la
existencia hace a algo mayor (premisa implícita); el ser que existiese realmente,
además de en el pensamiento, sería mayor que el ser meramente pensado; d) si el
insensato dice que Dios no existe, estaría diciendo que Dios – ser mayor que el
cual nada puede pensarse – no es Dios, ya que aún podríamos pensar en otro ser
que además de existir en la inteligencia existiese en la realidad, y ese sería
mayor que el ser meramente pensado, y sería propiamente Dios. El ateo que niega
la existencia de Dios piensa que el ser mayor que el cual nada puede pensarse
no es el ser mayor que el cual nada puede pensarse, con lo cual cae en
contradicción; e) conclusión: luego Dios existe.
A este argumento el monje Gaunilón objetó que
de la misma forma deberían existir las islas Afortunadas, título con el que nos referimos a las tierras más
hermosas y perfectas que se puede pensar; pues no serían las más hermosas y
perfectas si no existieran, luego deben existir en la realidad además de en
nuestra mente. San Anselmo respondió que esa definición
sólo puede aplicarse a Dios porque sólo en Él se identifican esencia y
existencia.” En: Javier ECHEGOYEN
OLLETA: Historia de la Filosofía. Volumen 2: Filosofía Medieval y Moderna Editorial Edinumen (s.f.), en (consulta
marzo 2007): http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiamedievalymoderna/SantoTomas/ArgumentoOntologico.htm
[ix] En una bibliografía, no exhaustiva, acerca del tema
se pueden mencionar las siguientes obras: AA. VV.: El mundo de lo oculto Marín Barcelona ¿1991?: Volúmenes 1: El mundo
de la magia. Demonología. Posesión y Chamanismo; 2: Brujería. Parapsicología,
ciencia de lo inexplicable; 3. Grupos secretos; 4: Rito y costumbre; 5:
Introducción a la simbología. Cosmos viviente. El hombre y sus obras; 6. El
hombre y sus obras; Federico C. SAINZ DE ROBLES.: Ensayo de un Diccionario mitológico universal. Precedido de un estudio
acerca de los mitos y de las religiones paganas (Aguilar Madrid 1958); J.
VIDAL – J. RIES – E. COTHENET – Y. MARCHASSON. – M. DALAHOUTRE: Diccionario de las religiones Herder
Barcelona 1987; H. F. V. CAMPENHAUSEN – E. DINKLER – G. GLOEGE – K. E. LØGSTRUP:
Die Religion in Geschichte und Gegenwart.
Handwörterbuch für Theologie und Religions wissenschaft J.C.B. Mohr
Tübingen 1957, 6 volúmenes alfabéticos; AA. VV.: Storia delle religioni Unione Tipografico-Editrice Torinese 1962:
Volume 1: La storia delle religioni nei suoi problemi e nei suoi metodi. Religone dei primitivi.
Religione dell’antico Messico. Religione degl’Incas. Religione Sumero-Accadica
e Assiro-Babilonese. Religione degli Hurriti (Subarei, Mitannici). Religione
degli Hittiti. Religione degli Egiziani. Religione dell’India. Religione dei
Tibetani; v. 2: Religione dei Cinesi. Religione dei Giapponesi. Religione degli
Etruschi. Religione Greca. Religione dei Romani. Religione Persiana. Religioni
degli Elamiti. Religione dei Biainei (Urartei). Religione degli antichi
Germani. Il Paganesimo Balto-Slavo. Religione degli antichi Celti. Religione
dei Cannanei e degli Aramei; v. 3: Religione d’Israele. Religione Mandea. Il
Manicheismo. Religione dell’Islam. Religione Cristiana: Fondazione e i tempi apostolici;
dai tempi apostolici al Concilio di Trento; dal Concilio di Trento all’età
Napoleonica; dal Congresso di Vienna ai giorni nostri. Il Protestantesimo; AA. VV.: El mundo de las religiones Marín Barcelona ¿1991?: Volumen 1:
Animismo y totemismo. Religiones griega y romana; v. 2: Hinduismo. Budismo; v.
3: Judaísmo. Primer milenio del cristianismo. Ortodoxia; v. 4: Protestantismo.
Catolicismo; v. 5. Islamismo. Taoísmo. Confucianismo; v. 6: Shintoismo.
Ateísmo. Manifestaciones pararreligiosas; AA. VV.: Las grandes religiones Plaza y Janés Editores ¿Barcelona? ¿1968?:
Volumen 1 (Tomos 1 y 2): Religión egipcia. Religión griega. Religión romana.
Religiones histéricas; v. 2 (T. 3 y 4): Religión asirio babilónica. Religión
judía; v. 3 (T. 5 y 6): Religión cristiana; v. 4 (T. 7 y 8): Islam. Religiones
indias. Religiones chinas. Sintoísmo. Religiones precolombinas. Religiones
africanas. Religiones nórdicas; v. 5 (T. 9 y 10): Historia de la Iglesia.
[x] Así lo explica el mencionado Javier ECHEGOYEN OLLETA: “La lógica escolástica distingue la
unicidad, equivocidad y analogía en los términos o nociones. Un término tiene
un significado unívoco cuando lo empleamos exactamente con el mismo significado
para referirnos a distintas cosas: el término “hombre” lo utilizamos de forma
unívoca cuando decimos “Sócrates es hombre” y cuando decimos “Napoleón es
hombre”, puesto que en ambos casos tiene el mismo significado. Un término tiene
un significado equívoco si los empleamos en distintos casos con sentidos
totalmente distintos: en la frase “los bancos del parque son incómodos” el
significado del término “banco” es totalmente distinto al que tiene en la frase
“los bancos suelen tener importantes beneficios incluso en épocas de crisis”.
Finalmente, un término tiene un significado análogo cuando lo empleamos con un
significado en parte igual y en parte distinto, como cuando decimos que el
deporte es sano o que tal o cual persona es sana, o que el ojo ve y que nuestra
mente ve. Estas cuestiones son importantes en el ámbito de la lógica pero
también en otras esferas, particularmente la relativa al conocimiento de Dios.
Dado que todo el conocimiento humano comienza a partir de la realidad sensible,
es inevitable emplear conceptos que habitualmente usamos para entender las
realidades finitas (unidad, realidad, bondad, ciencia, gobierno, voluntad...)
para referirse también a Dios. Si cuando hablamos de Dios todos nuestros
términos tuviesen un significado totalmente distinto que cuando los empleamos
para entender una realidad finita, entonces no cabría conocimiento alguno de
Dios; por el contrario, si significasen absolutamente lo mismo cuando los
empleamos para conocer su naturaleza que cuando los empleamos para comprender
la naturaleza de las cosas finitas, entonces habríamos acercado demasiado la
realidad divina a lo finito, y podríamos caer en la antropomorfización. Esta
cuestión se puede apreciar claramente con los siguientes ejemplos: decimos de
Dios que conoce todas las cosas, y del hombre que es capaz de conocer algunas;
si la palabra “conocer” en el primer caso significa algo totalmente distinto al
segundo, entonces no sabríamos propiamente a qué nos referimos con ella; por el
contrario si significase algo totalmente idéntico en los dos casos, entonces
podría parecer que acercamos demasiado la realidad de Dios a las cosas finitas,
en este caso, al hombre. Santo Tomás propone que entendamos los predicados
divinos en un sentido análogo: podemos decir que Dios conoce y que el hombre
conoce porque ambos tipos de actividad son adquisición de conocimiento, forma
de poseer la verdad, pero en el caso de Dios esta forma es totalmente distinta
a la humana (por ejemplo porque la mayor parte de nuestros conocimientos son
imperfectos, limitados y consecuencia de la argumentación, mientras que en Dios
su conocimiento es perfecto, sin límites y directo)”: Javier ECHEGOYEN OLLETA: Historia de la Filosofía.
Volumen 2: Filosofía Medieval y Moderna Editorial Edinumen (s.f.), en
(consulta marzo 2007): http://vivificar.blogspot.com/search/label/Di%C3%A1logo%20Interreligioso
Los Lineamenta,
distribuidos como preparación para el XII Sínodo sobre “la Palabra de Dios en
la vida y en la misión de la Iglesia”, señalan en relación con la analogía: “Es
pastoralmente importante, a la luz de Jesucristo, saber comprender, por
analogía, la pluralidad de valencias que reviste la Palabra de Dios en la fe de
la Iglesia, según el testimonio de la misma Biblia. La Palabra se manifiesta,
en efecto, como la Palabra eterna en Dios, se refleja en la creación, asume un
perfil histórico en los profetas, se revela en la persona de Jesús, resuena en
la voz de los apóstoles, y hoy es proclamada en la Iglesia. Forma un todo, cuya
clave de interpretación, a través de la inspiración del Espíritu Santo, es
Cristo-Palabra. «La Palabra de Dios, que en el principio estaba con Dios, no
es, en su plenitud, una multiplicidad de palabras; ella no es muchas palabras,
sino una sola Palabra que abraza un gran número de ideas de las cuales cada una
es una parte de la Palabra en su totalidad (...). Y si el Cristo alude a las
"Escrituras", como aquellas que le dan testimonio, considera los
libros de la Escritura un único volumen, porque todo lo que ha sido escrito de
él es recapitulado en un solo todo» (Origenes, In Ioannem V, 5-6:
SC 120, 380-384).
Se percibe así una continuidad en la diferencia.”: SECRETARÍA GENERAL DEL
SÍNODO DE LOS OBISPOS, 25 de marzo de 2007, n. 9. En: http://www.vatican.va/roman_curia/synod/documents/rc_synod_doc_20070427_lineamenta-xii-assembly_sp.html#_ftnref15
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