Capítulo V
Continuación (II)
1. Límites y
necesidades del ser humano considerado en su dimensión corpórea
2. Límites y
necesidades del ser humano considerado en su dimensión psíquica o anímica
3. Límites y
necesidades del ser humano en su dimensión social[19].
Continuación (II)
II. Kénosis y antropología cristiana: Los caminos del proyecto de Dios para los seres humanos, administradores justificados y justos: libertad, virtud y responsabilidad en medio de las limitaciones, necesidades y fragilidades.
1.
Hemos hecho referencia anteriormente a la experiencia de nuestras propias
limitaciones. En efecto, la toma de conciencia de nuestras limitaciones, a cuya
reflexión invitamos, nos hace poner de presente la cuestión de si, en la
mayoría de los casos y en la mayoría de las personas, no estamos viviendo
cuerdamente, con sensatez y realismo, o si, por el contrario, vivimos en una
especie de esquizofrenia y en una especie de locura permanente. Si la sensatez
y cierta lógica no son realmente excepcionales, podemos intuir, y, más aún,
razonablemente se exige, que en los asuntos humanos una intervención divina nos
sea absolutamente necesaria[1]. A pesar de tales limitaciones,
y precisamente en medio de ellas, se efectúa el ejercicio de nuestra
racionalidad.
Ahora
bien, esta consideración remite a la cristología ya referida, al tiempo que
exige examinar una nueva implicación antropológica de la misma, así como, en su
limitación, a una implicación sociológico-cultural, ciertamente, pero,
especialmente, a una implicación estrictamente eclesiológica. Empecemos, muy
brevemente, por la segunda.
a) El
Conc. Vat. II, testigo consciente de las realidades de nuestro tiempo, afirmó
que
“Mientras el mundo siente
con tanta viveza su propia unidad y la mutua interdependencia en ineludible
solidaridad, se ve, sin embargo, gravísimamente dividido por la presencia de
fuerzas contrapuestas. Persisten, en efecto, todavía agudas tensiones
políticas, sociales, económicas, raciales e ideológicas, y ni siquiera falta el
peligro de una guerra que amenaza con destruirlo todo. Se aumenta la
comunicación de las ideas; sin embargo, aun las palabras definidoras de los
conceptos más fundamentales revisten sentidos harto diversos en las distintas
ideologías” (GS 4d).
Estas
realidades, no obstante la afirmación conciliar, no podemos decir que sean
exclusivas nuestras, de nuestra época, de modo que podemos constatar una
universal tensión entre unas fuerzas y otras, las unas orientadas
centrípetamente hacia una especie de uniformidad social y cultural, y las
otras, centrífugamente, hacia una especie de disolución de las comunidades y
naciones. Teológicamente, esta experiencia se puede concretar como otra de las
expresiones más conspicuas del pecado original[2]. Este criterio teológico
concurre, entonces, con el ya señalado en el capítulo anterior, acerca del
deseo institucionalizador de Cristo – la acción del Espíritu del Resucitado que
se manifiesta en la Iglesia –, y es su respuesta a esta necesidad hondamente
humana, que se expresa también mediante diversos “límites” humanos, como iremos
viendo. Nuestras limitaciones y necesidades corporales, así como las psíquicas,
encuentran en nuestra condición social un alivio innegable, pero, muchísimas
veces imperfecto, otras veces restringido (injustamente), etc., y nuestra misma
expresividad social, como decimos, se vuelve un campo de exterminio y de lucha
de poderes. Semejante condición reclama, en el orden de nuestras aspiraciones
profundas humanas, la necesidad de la intervención de Dios en nuestra historia,
ya que por nuestras solas fuerzas reconocemos que es imposible alcanzar dicho
orden saludable. El mismo Concilio se expresó así al respecto:
“De los vínculos sociales
que son necesarios para el cultivo del hombre, unos, como la familia y la
comunidad política, responden más inmediatamente a su naturaleza profunda;
otros, proceden más bien de su libre voluntad. En nuestra época, por varias
causas, se multiplican sin cesar las conexiones mutuas y las interdependencias;
de aquí nacen diversas asociaciones e instituciones tanto de derecho público
como de derecho privado. Este fenómeno, que recibe el nombre de socialización,
aunque encierra algunos peligros, ofrece, sin embargo, muchas ventajas para
consolidar y desarrollar las cualidades de la persona humana y para garantizar
sus derechos.
Mas si la persona humana, en
lo tocante al cumplimiento de su vocación, incluida la religiosa, recibe mucho
de esta vida en sociedad, no se puede, sin embargo, negar que las
circunstancias sociales en que vive y en que está como inmersa desde su
infancia, con frecuencia le apartan del bien y le inducen al mal. Es cierto que
las perturbaciones que tan frecuentemente agitan la realidad social proceden en
parte de las tensiones propias de las estructuras económicas, políticas y
sociales. Pero proceden, sobre todo, de la soberbia y del egoísmo humanos, que
trastornan también el ambiente social. Y cuando la realidad social se ve
viciada por las consecuencias del pecado, el hombre, inclinado ya al mal desde
su nacimiento, encuentra nuevos estímulos para el pecado, los cuales sólo
pueden vencerse con denodado esfuerzo ayudado por la gracia.” (GS 25bc).
Ese
deseo institucionalizador de Cristo – y en él, el papel peculiar de la
ministerialidad, especialmente de la Prima
Sedes y del Colegio de los Obispos –, en el orden de la gracia, tiene qué
ver con la unión de los hijos con su Padre Dios y con la unión profunda de los
hermanos entre sí. Por eso mismo, la Iglesia responde a esta necesidad en el
orden de la fe, de la esperanza y de la caridad, como veremos más detenidamente
más adelante. Porque “la Iglesia es en Cristo como un sacramento o señal e
instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género
humano” (LG 1; cf. infra, sobre la
resurrección y sus implicaciones en la Iglesia y en la configuración de las
profesiones, en III, B, pg. 1015).
Fue san
Pablo quien tematizó esa experiencia profunda de comunión que vivían los
primeros cristianos con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y de ellos entre
sí. Lo hizo muy particularmente a través del símil del “cuerpo” de Cristo, que,
para él tenía una esencial e indisoluble conexión con el “cuerpo y sangre” de
Cristo: era imposible que quien hubiera comulgado éstos, no fuera activo y
solidario miembro del cuerpo social. Así, pues, desarrolló este concepto del
cuerpo del Señor refiriéndose a la misma Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo vivo en la historia.
Como
vimos en el capítulo precedente, el concepto de “cuerpo” era conocido y
empleado en la antigüedad para hablar de la sociedad. La diferencia que se
puede establecer en el uso que hizo Pablo de este concepto en ese sentido que
hemos señalado, es decir, que más allá del uso habitual que le daba la cultura
greco-romana, la comunidad cristiana no sólo es como el cuerpo de Cristo, sino que efectivamente es el Cuerpo de Cristo. Y, seguidamente,
en la 1 Co 12 fue desarrollando esta
teología-juridicidad de la Iglesia: porque el cuerpo es uno (12,12.13.20), es
necesario mantener su unidad, no la uniformidad a ultranza o el uniformismo;
aunque tiene muchos miembros (12,12.14.18.20), en todos subsiste una misma
dignidad que debe ser respetada; porque los miembros son diversos
(12,13.15.16.17.28.29), es necesario establecer su reconocimiento y buscar la
participación diferenciada de todos ellos; porque los miembros están
distribuidos según la voluntad de Dios (12,18.28), su principal tarea es
contribuir a llevarla desde esta historia a su término, sabiendo discernir el
pluralismo válido del que no lo es; ya que los distintos miembros se necesitan
unos a otros (12,21), cada cual debe estar también dispuesto a dejarse ayudar por
los demás; por cuanto los miembros más débiles son indispensables (12,22),
todos los servicios que ellos prestan contribuyen a la realización de la tarea
común y hay que saberles reconocer su legítimo valor; porque los miembros que
nos parecen más viles, los rodeamos de mayor honor (12,23), no hay campo en la
existencia desde el cual no se pueda trabajar por la santidad; cuando existe,
en fin, comunión auténtica con Dios, existe solidaridad entre los miembros, en
el sufrimiento y en el gozo (12,26).
Así, en
nuestros tiempos, el Papa BENEDICTO XVI, con ocasión de la cercana solemnidad
de Pentecostés de 2008, señalaba la peculiaridad de la existencia y de la
acción de la Iglesia. En efecto,
“El Espíritu Santo, que es
la caridad eterna, el vínculo de la unidad de la Trinidad, une con su fuerza en
la caridad divina a los hombres dispersos, creando así la multiforme y grande
comunidad de la Iglesia en todo el mundo. En los días después de la Ascensión
del Señor hasta el Domingo de Pentecostés, los discípulos se habían reunido con
María en el Cenáculo para orar. Sabían que no podían ellos mismos crear,
organizar la Iglesia: la Iglesia debe nacer y ser organizada por la iniciativa
divina, no es una criatura nuestra, sino es don de Dios. Y sólo así ella crea
también unidad, una unidad que debe crecer”[3]
b) De
otra parte, nuestra época, así mismo, al acentuar la dimensión corporal de la
existencia, positivamente reclama que la salvación humana, la venida de Dios al
mundo, para ser realmente tal, tenía que darse “en carne”. Se acerca ella, de
esta manera, al significado bíblico de “carne” al que nos hemos referido
oportunamente. No se trata, pues, de la concepción cartesiana[4] dualista, en ello similar a la
platónica, de una “res extensa” que
vive al lado de la “res cogitans”,
sino de un único todo indivisible. Así lo ha asumido el planteamiento
científico que llega a afirmar que
“El psiquismo humano,
producto de una sofisticada evolución, funciona de una manera unitaria, global,
profunda y compleja aún en la anomalía, e incluso en ésta, no como una máquina
productora de simples síntomas, y la manifestación de su funcionamiento
unitario se expresa a través de la conducta humana”[5].
El ser
humano es totalmente cuerpo y espíritu, y el lenguaje es aquella realidad que
le permite expresar la realidad pensada, al mismo tiempo espiritual y material.
Como vimos (cf. I.2.a.1)b), p. 808; I.2.a.3)b), p. 852), el hombre hizo su
aparición con el lenguaje, y éste fue, y continúa siendo, sin duda alguna, un
factor esencial en su antropogénesis. Es él expresión de la estructura
psicomental humana (Chomsky[6]), que le proporciona ese
“código genético” que determina, al mismo tiempo, su capacidad de
interpretación semántica. Todo sucede como si la persona dispusiera de una
gramática que genera su propia lengua. Es el lenguaje el medio primordial que
nos permite traducir los datos de nuestra conciencia, y el animador-organizador
de los ámbitos humanos: socio-cultural, político, ético, etc.
El
cuerpo es expresión, símbolo, ex-carnación, porque va más allá de sí mismo. En
ese sentido, puede ser “máscara” para esconderse y jugar el papel de
no-revelarse. Es la primera forma como se divide el hombre a sí mismo.
Las
subsecciones siguientes nos permitirán adentrarnos en algunos aspectos
particularmente sensibles del “hacerse humano”. Especialmente tendremos que
observar que la armonía de cuerpo y espíritu no es total, ya que cada una de
las dimensiones humanas anteriormente citadas posee, en su despliegue y en el
transcurso de la historia, sus propios y peculiares límites, sus necesidades
propias y, unos reales obstáculos. Ello nos llevará a
cuestionarnos si dicha situación no
expresa que, los seres humanos, hondamente, radicalmente, no estamos sólo
diezmados sino, sobre todo, capacitados por Dios para lograr nuestra más noble y alta realización, la
plena justificación y santidad, nuestra teleíosis[7], es decir, para la cierta y
total divinización: capacidad de mediación, de interrelación y realización de
las virtudes, particularmente de las teologales.
Observemos
muy brevemente algunas de las más sobresalientes:
1. Límites y
necesidades del ser humano considerado en su dimensión corpórea
2. Para algunos, los únicos problemas reales que se
presentan, tienen qué ver con el nacer y con el vivir. Para nada interesaría el
morir. Con todo, este ser corpóreo que es el ser humano experimenta diversas necesidades y límites a este nivel de su
corporeidad que nos llevan a replantearnos la cuestión por su “calidad de
vida” (cf. supra, cap. V, I.2.a.3)b),43, p. 942):
Lo encontramos, en primer lugar, tremendamente desvalido
e indefenso, en especial al comienzo de su existencia, requiriendo de todo[8], y muy
particularmente, de comunicación[9], de calor y de afecto,
insustituiblemente de sus padres, de forma tal que su desarrollo pleno se vería
grave e irreversiblemente comprometido en caso de faltar. Desde este punto de
vista señalan, al respecto, los expertos:
“OMS: Relación del agua, el
saneamiento y la higiene con la salud. Hechos y cifras - actualización de
noviembre de 2004[10].
Diarrea: 1,8 millones de
personas mueren cada año debido a enfermedades diarreicas (incluido el cólera);
un 90% de esas personas son niños
menores de cinco años, principalmente procedentes de
países en desarrollo […]
Paludismo: 1,3 millones de
personas mueren cada año de paludismo; de éstos, un 90% son niños menores de cinco años […]
Objetivo 4: Reducir la
mortalidad de los niños menores
de cinco años. Meta 5: Reducir
en dos terceras partes, entre 1990 y 2015, la mortalidad de los niños menores de cinco años”[11].
“Altura y peso.
La altura y el peso de un niño experimentan cambios dramáticos durante los
primeros cinco años de vida. Los recién nacidos
típicamente miden entre 18,5 y 21,5 pulgadas (entre 47 y 55 cms) de altura y
pesan entre 6 y 9 libras (entre 2,7 y 4,1 kilos) al nacer. Un bebé que nace
prematuramente (más de cuatro semanas antes de la fecha esperada), o un bebé
que es un gemelo, podrían tener menos de 5,5 libras (2,5 kilos) al nacer. Para su
primer cumpleaños, la mayoría de los niños
tienen tres veces su peso original, y para los dos años de edad, cuatro veces. Para los 4 años es probable que los niños
alcancen el doble de su altura al nacer. Estas cifras varían, por supuesto,
dependiendo de tales factores como: la altura y el peso de los padres, la
cantidad y la calidad de lo que comen y beben las madres embarazadas y los niños, la cantidad de ejercicio que
hace el niño, la salud general del niño y la calidad de la atención médica que
recibe.
Un niño que no goza de lo
suficiente en alimento, sueño, ejercicio y atención puede experimentar un
retraso en su crecimiento. No obstante, aun las mejores condiciones no causarán
que los niños crezcan más altos
que lo que han determinado sus genes […]
Recién nacido: Pesa entre 6
y 9 libras (2,7 y 4,1 kilos), tiene acciones reflejas de buscar el pezón y de
chupar, necesita ser sostenido con apoyo de la cabeza y el cuello.
3 meses: Sostiene la cabeza
erguida, se da vuelta de estar recostado boca abajo a boca arriba, sigue con
los ojos un objeto en movimiento, agita el cuerpo y da patadas.
6 meses: Pesa el doble de su
peso al nacer, se sienta erguido con apoyo, se da vuelta, puede sostener un
objeto, sonríe y se ríe, mira las caras y vuelve la mirada hacia sonidos.
8 meses: Se sienta sin
ayuda, se mece mientras está a gatas, levanta objetos pequeños y los transfiere
de una mano a la otra. Puede que algunos niños empiezan a andar a gatas.
Un año: Pesa tres veces su
peso al nacer, anda a gatas y se levanta con los brazos para ponerse de pie.
Levanta cosas y dice ‘adiós’ con la mano. Algunos niños caminan sin ayuda […][12]”
Las personas sufren, además, de hambre, frío, calor y
sueño..., y también de dolor, enfermedad[i] y muerte[12 bis]; experimentan, gracias a su
corporeidad, la acción de la afectividad sobre su dimensión constitutiva
social, una necesidad fuerte de relacionarse de alguna manera con los demás y
de sentirse perteneciente a un grupo
que, inclusive, lo defienda. En tal sentido, se asegura que:
“Sin embargo,
los niños y niñas ingresan al
sistema educativo masivamente cuando ya han cumplido los 5 años de vida y la evidencia científica
es enfática al respecto: la etapa comprendida entre los 0 y los 3 años de edad es el período en el cual
se sientan las bases del desarrollo
posterior de la persona. Es durante la infancia temprana que el niño
experimenta rápidos y profundos cambios, pues pasa de estar dotado de las
capacidades elementales para la sobrevivencia y de una amplia gama de
potencialidades, a dominar complejas habilidades físicas, emocionales,
psíquicas, cognitivas y sociales. El desarrollo
del cerebro es, en los tres primeros años
de vida, el eje central del crecimiento integral del niño, ya que es en este
período cuando deben ocurrir los eventos más importantes de su maduración. Este
desarrollo es resultado también
de experiencias físicas, cognitivas y emocionales, ya que se organiza en
respuesta a los patrones, intensidad y naturaleza de esas experiencias.
Recientes investigaciones sugieren que el cuidado cálido y estimulante del niño
tiene un profundo impacto sobre su desarrollo.
Al parecer, este tipo de atención hacia el niño produce mucho más que su
tranquilidad, alegría y seguridad; tiene incluso una capacidad de
“inmunización” contra la enfermedad, el estrés o el trauma.
El desarrollo es un proceso esencialmente
continuo, que se despliega a partir de la acumulación de experiencias en el
individuo y donde cada estadio se asienta en la etapa anterior, de manera tal
que aquéllas más tempranas son más fundamentales que las más tardías. Así, p.
ej., si la nutrición y la salud son deficientes en los primeros años de vida de un niño, su desarrollo se retrasa o debilita; si
el proceso de alimentación carece de afecto
y calidez, es probable que no se realice en forma normal. Se habla así de
ventanas de oportunidad, es decir, cuando existen las mejores condiciones para
producir efectos a largo plazo en el desarrollo
del niño. Estas ventanas de oportunidad se dan principalmente en los tres
primeros años de vida. Lo que no
reciba en esta etapa puede ser adquirido posteriormente, pero el costo será mucho
más alto”[13].
El aprendizaje de los animales ha sido un tema que ha
suscitado inquietudes particulares por sus similitudes, y por sus diferencias,
con los seres humanos. También ellos aprenden por virtud de sus rasgos innatos,
es decir, de sus instintos; de los contactos que tienen con otros animales y
con el hombre, y de sus relaciones con los animales de su propia especie.
A
primera vista, todos estos fenómenos que enumeramos y que se refieren a las
personas no sólo en las primeras etapas de su existencia sino que abarcan toda
su vida – más aún: durante ella llegan a momentos especialmente críticos –
tratan de explicarlos la psicología, la antropología y la sociología, pues
parecieran responder como “automatismos”, a las exigencias del ambiente o de la
propia instintualidad. Sin embargo, esas mismas ciencias pueden alcanzar a
percibir que se trata en el hombre de un funcionamiento no pura, ni sola, ni
siempre prevalentemente automático, aún si se consideran los procesos
biológicos y fisiológicos implicados y así estén conformados ellos en orden a
la conservación de la propia vida y a la defensa gregaria de la especie.
2. Límites y
necesidades del ser humano considerado en su dimensión psíquica o anímica
3. Como lo hemos advertido, también en el nivel psicológico
y espiritual la persona humana[14], a lo largo de su
vida, experimenta también necesidades específicas que, de la misma
manera, nos llevan a plantearnos la cuestión por su “calidad de vida”:
-
Ante todo, de
descubrimiento de sí misma,
-
así como de comunicación,
de solidaridad, de afecto y ternura, de apoyo, de afirmación y de aceptación de
sí misma.
Lo que se ha dado en llamar, por parte de algunos, “la
sensibilidad de la piel”. A propósito de estas necesidades humanas, las del
descubrimiento y de la afirmación de la propia “identidad”, el Papa JUAN PABLO
II se expresó agudamente en las “catequesis sobre el cuerpo”, en los primeros
años de su ministerio, advirtiendo la importancia de no dejar por fuera
aspectos constitutivos en la descripción de lo humano cuya importancia resulta
definitiva para el desarrollo auténtico de las personas. Decía él al respecto:
“De los análisis
contemporáneos de la vergüenza — y en particular del pudor sexual — se deduce
la complejidad de esta experiencia fundamental, en la cual el hombre se expresa como persona según la estructura que le es propia.
En la experiencia del pudor, el ser humano experimenta el temor en relación con
el "segundo yo" (así, p. ej., la mujer frente al varón), y esto es
substancialmente temor por el propio "yo". Con el pudor el ser humano
manifiesta, casi "instintivamente" la necesidad de la afirmación y de
la aceptación de este "yo" según su justo valor. La experimenta, al
mismo tiempo dentro de sí, como al exterior, frente al "otro". Se
puede decir pues, que el pudor es una experiencia compleja también en el
sentido que, como alejando a un ser humano de otro (la mujer del varón), al
mismo tiempo busca su cercanía personal, creándole una base y un nivel idóneos.
Por la misma razón el pudor
tiene un significado fundamental en cuanto a la relación a la formación del ethos
en la convivencia humana, y especialmente en la relación varón-mujer. El
análisis del pudor indica con claridad lo profundamente que está arraigado en
las relaciones mutuas, lo exactamente que expresa las reglas esenciales a la
"comunión de las personas", y del mismo modo lo profundamente
que toca la dimensión de la "soledad" originaria del hombre. La
aparición de la "vergüenza" en la sucesiva narración bíblica del
capítulo 3 del Génesis, tiene un significado pluridimensional…”[15]
Con todo, no debemos dejar de lado que esa “identidad”
humana se sigue dando en un constante “desenvolverse”, aún dentro de ciertos y
determinados límites, hasta el punto que se ha acuñado la expresión “la
identidad cambiante del individuo”, temática sobre el cual se ha realizado una
muy notable actividad académica recientemente[16].
De igual modo, descubrimos nuestras propias limitaciones y condicionamientos, que
nos ponen en situación:
-
Entre las limitaciones,
mencionemos, entre otras, las dolencias y las enfermedades, especialmente las
crónicas, degenerativas y terminales:
-
p. ej., la afectividad,
los hábitos, el carácter, el inconsciente;
-
pero que no son
solamente de naturaleza psicológica[i], sino
también sociológicos y culturales, como veremos más adelante.
Más aún, experimentamos obstáculos efectivos que nos impiden decidir y actuar,
-
tales como el empleo de
la fuerza física (violencia), el miedo, la ignorancia, y los trastornos
neuróticos y psicóticos, cuyo estudio corresponde a la Psicopatología[ii].
3. Límites y
necesidades del ser humano en su dimensión social[19].
4. La diversidad de componentes que hemos señalado, se
encuentra, sin embargo, implicada necesariamente por factores condicionantes de
orden no sólo orgánico y hereditario sino también de orden socio-cultural, que
pueden facilitar desarrollo humano, o bien, dificultarlo, e incluso impedirlo.
Tanto para cada ser humano en particular, como para sus agrupaciones más o
menos extensas, así como para las mismas generaciones y culturas, es pensable
que todos debamos afrontar términos inherentes a nuestra misma condición
humana, de modo que el fenómeno de la “inmadurez” – a la que se alude con
frecuencia – nos refiere a unos límites y necesidades peculiares. Las diversas influencias
culturales y sociales (llámense funciones, estatutos de derechos y deberes,
clase social, etc.) que se unen a los elementos constitucionales o
psico-fisiológicos de una persona que vive en una situación temporal e
histórica, la cual, a su vez, es resultado de su pasado y está orientada a
confrontarse nuevas veces en el futuro. Como señalaba Kurt LEWIN[20], fundador de la psicología
social moderna y de su práctica mediante las “dinámicas de grupo”, existe una
relación de reciprocidad entre nuestra personalidad y las situaciones.
Se trata, en el caso de los factores impedientes, de
agentes que obran no sólo a la manera de un ejemplo o de un “modelo” que una
comunidad considera como el comportamiento ideal y típico para sus miembros;
sino que encontramos que tales factores también producen verdaderos obstáculos,
conscientes o inconscientes, para que sus miembros puedan desenvolverse en
todos los campos (agentes económicos,
sociales, raciales, etc.) y logren una efectiva “calidad de vida”.
-
En primer lugar, propone normas, tipos de vida, modelos
de conducta y de personalidad que son presentados como deseables y expresan el ideal que poseen los diversos
grupos sociales (“el macho”, “el influyente”, “el poderoso”; “el hombre
exitoso” - vs. “el fracasado” -; “la mujer”, sinónimo de placer; “el/la joven”,
etc., tan típicos de una sociedad de “consumo”, o el “fanático”, en otras;
etc.), y, al mismo tiempo, establece instituciones susceptibles de crear – o de
reproducir – en el individuo esos tipos de personalidades (instituciones
educativas, p. ej.). Por su parte, el individuo tratará de hacer que su
actividad procure esa inculturación que lo irá adaptando al ambiente social y cultural
en que vive.
Se ha
de considerar entonces el problema moral desde este ángulo del condicionamiento
social objetivo, es decir, desde el aspecto o "coloración" que
adquieren las normas objetivas de moralidad de un grupo humano (y las visiones
o concepciones acerca del hombre que las subyacen). Pensemos, p. ej., en la
influencia que éstas tienen gracias a los medios de comunicación social[22]. Nos referimos a aquellos
valores que, si bien no son necesariamente nuevos, sí presentan aspectos o
fachadas nuevos, y ello incide en que una sociedad pueda progresar, o también
involucionar, en su desarrollo (¡no sólo moral!).
Para
dar algunos ejemplos de lo que venimos diciendo, pongamos, en primer término,
el de la condición de la mujer o el del trato a los prisioneros: sin duda
existe un progreso a lo largo de la historia gracias a una percepción y a una
toma de conciencia más diferenciada y más afinada del valor y dignidad de la
persona humana (cf. supra, I,1.b, p. 730ss). Pero ello ocurre también en otros
casos: el préstamo a interés, la limitación de los nacimientos, la inseminación
artificial y la manipulación genética, el genocidio, la participación de los
obreros en los beneficios de la producción...
Podemos
entonces hablar de que existe un cierto
relativismo cultural de las normas, así como también parecen ser
demostradas las relaciones existentes entre los procesos complejos
fundamentales del psicoanálisis (pensemos en el "complejo de Edipo",
p. ej.), si bien, como señalaba Jean Claude FILLOUX[23], estas relaciones no se
realizan en todas las culturas de la misma manera según el tipo freudiano y sí
en forma análoga a él.
En
relación con lo moral podemos afirmar que existe algo semejante: si se ponen
aparte cierto número de normas absolutamente universales y que forman el fondo
mismo del sentido moral y su condición de posibilidad, son bastante grandes
las variaciones que el hombre elabora sobre la unidad de participación en una
misma humanidad. Lo que hemos denominado "ontonomía", por la
permanencia de sus exigencias.
Así,
pues, entre esta común participación en la humanidad y las diversas situaciones
socio-culturales se establece una relación que pudiéramos llamar
"dialéctica", pues, sin duda, sociedad y cultura dependen de lo que
los hombres hagan sobre ellas; pero también viceversa: todo contorno social
viene a estimular constantemente esas potencialidades que se contienen en la
naturaleza y que no podrían actualizarse sin tales estímulos.
-
Existe, con todo, una segunda forma de
influencia de las condiciones culturales sobre el individuo: nos referimos al
condicionamiento real que se ejerce
sobre la libertad individual. Si recogiéramos ese conjunto de
influencias que se ejercen sobre nosotros para estructurarnos en nuestra
personalidad estaríamos tentados a juzgar esas influencias en forma totalmente
determinista, es decir, estaríamos prescindiendo de la libertad, pues ella no
tendría ninguna utilidad. Sin embargo nuestra experiencia propia nos enseña la
libertad, además de las razones que nos proporciona la metafísica.
Así,
pues, una adecuada valoración de las ciencias sociológicas y fenomenológicas
nos permite enfatizar las limitaciones que realmente posee la libertad humana
y, por tanto, no podemos caer en la pretensión de erigir una libertad absoluta.
Cuando
tratamos este aspecto del condicionamiento sociológico debemos aplicar lo que
ya dijimos con respecto al condicionamiento caracterial: yo no elijo mi
carácter, pero según él elijo y doy mi tono particular a mis decisiones. Así
mismo, tampoco puedo escoger totalmente los ambientes sociales en los que
tendré qué vivir, ni las solicitaciones que de ellos pudieran llegarme a través
de las normas de conducta que me propusieran, de las presiones que ejercieran
sobre mí, etc. O, por lo menos, si en rigor yo pudiera escoger no los escogería
todos, y la elección, muy limitada, la haría siempre a partir de un ambiente ya
dado y que yo no he escogido.
Podríamos
decir, recordando al citado Kurt Lewin, que existe un "espacio de
libertad", y que éste se identifica con el campo de posibilidades definido
por las situaciones sociales y culturales[24]. El ambiente social no es
solamente obstáculo para el ejercicio de nuestra libertad ni mucho menos el
único factor (factor necesitante) del acto humano: el ambiente social puede, y,
más aún, debería ser concebido como el
campo en el que se desarrolla nuestra libertad. Sin duda, ese campo
será más o menos favorable para el desarrollo, pero corresponde a cada persona modificar parcialmente su entorno
social y cultural y transformarlo en un ámbito verdaderamente humano. Y de
ello, sin lugar a dudas, cada persona, y todos los hombres en su conjunto
tenemos, en cuanto “administradores”, según nuestro puesto y tarea, una
responsabilidad.
Nuestra
perspectiva ética sobre el condicionamiento sociológico de la libertad constata
la influencia que, tanto al nivel de nuestra facultad intelectiva (entendimiento) como al nivel de
nuestra facultad volitiva (voluntad),
ejerce el entorno cultural en que nos encontremos. Tengamos en cuenta, p. ej.,
la influencia que sobre nosotros ejercen los prejuicios y los errores de
nuestra sociedad, en especial aquellos que provienen de una cierta visión de
"clase social", o los particularismos y las miradas estrechas
procedentes de nuestro grupo familiar, o, inclusive, las deformaciones que se
originan en el ambiente escolar, etc. Todo ello puede falsear nuestra conciencia
individual.
También
las condiciones del ambiente modelan
activamente nuestras reacciones
individuales y restringen enormemente nuestra libertad, p. ej., gracias a la
atracción que ellas ejercen sobre nuestra sensibilidad o sobre nuestra
imaginación. Pensemos, p. ej., la influencia que puede producir el hacinamiento
en las viviendas... Por eso mismo podemos repetir con Tomás de Aquino que hace
falta un mínimo indispensable de bienestar para que se pueda practicar la
virtud. Recogiendo y desarrollando sus palabras, afirmó el CONC. VAT. II:
“La interdependencia, cada
vez más estrecha, y su progresiva universalización hacen que el bien común –
esto es, el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las
asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la
propia perfección – se universalice más, e implique por ello derechos y
obligaciones que miran a todo el género humano […] Crece al mismo tiempo la
conciencia de la excelsa dignidad de la persona humana, de su superioridad
sobre las cosas y de sus derechos y deberes universales e inviolables. Es,
pues, necesario que se facilite al hombre todo lo que éste necesita para vivir
una vida verdaderamente humana, como son el alimento, el vestido, la vivienda,
el derecho a la libre elección de estado y a fundar una familia, a la
educación, al trabajo, a la buena fama, al respeto, a una adecuada información,
a obrar de acuerdo con la norma recta de su conciencia, a la protección de la
vida privada y a la justa libertad también en materia religiosa”[25].
La
libertad humana, por tanto, debe confrontarse permanentemente y muy en
concreto, ante diversos bienes y valores, cuya radical autenticidad, genuinidad
y coherencia humana debe ser probada. En esta escala de valores la sexualidad y la vida,
p. ej., ciertamente la poseen[26]. Y podemos afirmarlo, sin ningún género de dudas, de Cristo, de la
caridad, de la esperanza y de la fe cristiana[27]. Con todo, hemos
señalado la influencia negativa que ejerce el ambiente social-cultural sobre
nuestro ejercicio de la libertad. Pero no podemos desconocer, igualmente, el
aspecto positivo de la cuestión. Nuestra libertad es un bien precioso, aunque frágil, y las
diversas circunstancias pueden, con nuestro consentimiento, ¡favorecerla... o
ahogarla! Ayudar a los miembros de las comunidades universitarias a tomar
conciencia de ello, es un servicio estupendo que ellas prestan.
5. Hoy
más que nunca debemos estar atentos a que el ejercicio – individual y social -
de nuestra libertad sea un “ejercicio situado de nuestra libertad”. No sólo
debemos ser conscientes de nuestra pertenencia a América Latina, p. ej., sino
al mundo y a cuanto hoy se debate en él, a sus aspectos favorables, pero
también, a los que “nos amenazan”. Se trata de tomar cuidado de aquello que ya
denunciaban los Obispos en Puebla[28], y que toca directamente con
nuestra “cultura”, no sólo latinoamericana, sino humana, perturbando, también,
nuestra “calidad de vida”. De entonces a hoy, el problema puede considerarse
que no se ha reducido ni en su extensión ni en su profundidad, y que, por el
contrario, en varios de sus aspectos se ha agravado, sobre todo a raíz de
cierta “globalización”, comprendida, no como la posibilidad efectiva de
interactuar entre todos los seres humanos, justificados y justos, de deliberar
y decidir y compartir entre ellos los bienes naturales y aquellos producidos
gracias a las destrezas y la perseverancia de todos, sino como un proceso de
“cambio” conducente a una “homogenización”, la cual pretende consolidarse como
visión única, uniforme y uniformadora de la realidad, de los procesos, de las
culturas, de las relaciones, del sentido de la vida, y que llega a afectar,
inclusive, la manera de interactuar con el medio ambiente[iii].
Ya lo
había denunciado el Papa Juan Pablo II en célebre ocasión:
“Después de la caída, en
muchos países, de las ideologías que condicionaban la política a una concepción
totalitaria del mundo — la primera entre ellas el marxismo —, existe hoy un
riesgo no menos grave debido a la negación de los derechos fundamentales de la
persona humana y a la absorción en la política de la misma inquietud religiosa
que habita en el corazón de todo ser humano: es el riesgo de la alianza entre democracia y relativismo ético, que
quita a la convivencia civil cualquier punto seguro de referencia moral,
despojándola más radicalmente del reconocimiento de la verdad. En efecto, «si
no existe una verdad última — que guíe y oriente la acción política —, entonces
las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente
para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en
un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia»”[29].
6. La
kénosis nos refiere, pues, a las limitaciones sociales, y nos precave de esta
suerte de manipulación totalitaria - aplicable, entre otros ámbitos, a los que conciernen al conocimiento -. Pero existe, finalmente, un último límite,
muy sutil, del que la kénosis nos puede ayudar a ser especialmente conscientes.
Metodológicamente podemos ayudarnos a develar ese límite con la ayuda de la filología y, más precisamente, de la
ontología. Sin embargo, en una aparente contradicción, este límite nos reafirma
la necesidad de atestiguar nuestra falta de limitación. En efecto, en una
cultura tecno-científica como la nuestra, en la que se destaca tanto la
importancia de la “objetividad”, precisamente es nuestro ser-en-el-mundo – ser
tan precario, tan efímero - “presencia” de Dios, “lugar” del Ser divino en el
mundo. Por eso es imposible objetivarnos del todo, hay que dar lugar –
¡y valorar! – nuestra “subjetividad” personal, permitiéndole a ella desarrollar
su tendencia ilímite hacia Dios. Hans Urs Von BALTHASAR lo expresó de una
manera profunda y “técnica”, como solía hacerlo:
“Se pueden emprender
investigaciones sobre todos los aspectos del hombre de que se ocupan las
diversas ciencias, pero para hacerlo con los requisitos debidos y con cierta
esperanza de éxito, desde el principio hay que renunciar a interpretar al
hombre según una idea cerrada, por sublime que sea. Precisamente en esa imposibilidad,
el hombre es imagen de Dios, de quien lo más seguro que se puede decir es que
no cabe reducirle a fórmulas finitas. Si comprehendis, non est Deus.
Esto puede afirmar la filosofía llegando a su límite. Pero el Dios desconocido
se hace vivo, sin embargo, para los hombres cuando se revela; y con eso también
la imagen de ese desconocido que es el hombre empieza a resultar importante y
fascinadora por no poderse visualizar. Sus rasgos se vivifican se aclaran y se
ahondan cuando el hombre encuentra en él, no su espejo, sino su prototipo. Sólo
en la unidad de Dios, que es trinitaria, se ilumina y se encuentra la unidad
del hombre, en el tránsito del viejo Adán al nuevo Adán”[30].
Siendo tal nuestra condición humana, algo similar debe decirse – violación de los derechos humanos – de cualquier pretensión, consciente o inconsciente, inclusive posicionada por características pseudocientíficas, que quisiera desterrar, por acción, por omisión, por desgano o por presunta mera inaccesibilidad, del corazón, de la mente, de las manos de mujeres y hombres, no la idea, sino la presencia del Creador:
Notas de pie de página
“Pensando en la Shoah, me gustaría conmemorar otros dos eventos trágicos. El pasado 16 de octubre caía otro dramático setenta y cinco aniversario: el del rastreo del gueto de Roma. Dentro de pocos días, el 9 de noviembre marcará el ochenta aniversario de la llamada “Kristallnacht”, cuando muchos lugares de culto judíos fueron destruidos, también con la intención de arrancar del corazón del hombre y de un pueblo aquello que es absolutamente inviolable: la presencia del Creador. Cuando se quiso reemplazar al Buen Dios con la idolatría del poder y la ideología del odio se terminó con la locura de exterminar a las criaturas. Por eso, la libertad religiosa es un bien supremo que debe salvaguardarse, un derecho humano fundamental y un baluarte contra las pretensiones totalitarias”[30 bis].
Notas de pie de página
[1] El Papa BENEDICTO XVI, con ocasión de las celebraciones
recordatorias del segundo milenio de san Pablo, el Apóstol, efectuó una serie
de catequesis durante las Audiencias generales de los miércoles, durante el año
2008. El tema de la “justificación” en las cartas del Apóstol de las Gentes fue
motivo de las Audiencias correspondientes a los días 19 y 26 de noviembre. El
tema, siendo polémico y crucial, como la historia del dogma lo permite
comprender, recibió el aporte de una gran audacia interpretativa por parte del
Santo Padre, quien trató de “salvar la opinión” del reformador Martín Lutero,
sin dejar de exponer la posición católica, y mediante ello quiso llevar
adelante, sobre todo, el diálogo teológico con las comunidades reformadas. Lo
fundamental de la vida cristiana es, como expresa el Papa, que exista una
profunda unión con Cristo, una vida en Cristo, lo cual no sólo hace referencia
a una fe meramente teórica sino a una verdadera experiencia de caridad. Los
textos originales italianos pueden verse en:
[2] Volveremos, igualmente, sobre algunas otras de tales expresiones
en diversos lugares de este capítulo, especialmente. El tema es desarrollado
sistemáticamente por el CAIC396-421 y
en otros lugares. En: http://www.vatican.va/archive/ESL0022/_P1C.HTM#2L5 y en http://www.vatican.va/archive/ESL0022/SX.HTM .
[3] BENEDICTO XVI: Audiencia
general del 7 de mayo de 2008: en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/22095.php?index=22095&po_date=07.05.2008&lang=sp
[4] El tema lo desarrolló en las Meditaciones
metafísicas (“Meditaciones tercera y sexta”): Tecnos Madrid 2002.
[5] Guillermo HERNÁNDEZ BAYONA: Psicopatología
básica Ed. Pontificia Universidad Javeriana Bogotá 2006 4ª.
[6] Tomo la referencia del art. “Presupuestos para una renovación del
lenguaje religioso”, del Secretariado General de la Revista Con, atribuible a Edward SCHILLEBEECKX
o.p., volumen dedicado al “Futuro de la liturgia”: 42 1969 342. La nota hace
referencia a la idea de N. Chomsky y está tomada de sus obras: «De quelques
constantes de la théorie linguistique», en Diogène
51 1965 14, y Syntactic Structures
Mouton La Haya 1967.
[7] De oui,oj =
“Hijo”. Ya se presentó esta línea de pensamiento en el cap. IV (II.b.9, p. 763, con su nt. final lxxxvi = ii en esta edición).
[8] Baste hacer una rapidísima comparación de la situación con la
conocidísima que ocurre, p. ej., con los terneros, dese por caso, de raza
Limousin: “Este ganado es originario de
la parte central sur de Francia, en las regiones de Limousin y Marche, que se
describen como una región escarpada, pedregosa y de clima difícil, no aptas
para la agricultura. Este medio ambiente, le permitió al ganado Limousin
evolucionar hasta transformarse en una raza rústica, adaptable y resistente a
las enfermedades […] La raza Limousin además, ofrece otras bondades importantes
a considerar: Buena eficiencia alimenticia. Buen porcentaje de
fertilidad. Con una vida media productiva de 9.5 años. Buen desarrollo del instinto de conservación de la especie.
Se ha observado que en momentos de peligro por depredadores, el o los
sementales rodean a las hembras para protegerlas. Buen desarrollo del instinto materno. La madre produce la
suficiente leche para alimentar a su cría y son extremadamente celosas con sus
hijos”: UNAM – FACULTAD DE MEDICINA VETERINARIA Y ZOOTECNIA: “Centro de Enseñanza,
Investigación y Extensión en Producción Animal en Altiplano”, en (consulta septiembre
2006): http://www.fmvz.unam.mx/fmvz/centros/ceiepag/ceiepag_sistemas.htm
[9] Básicamente, muchos elementos de lenguaje
presentes en los seres humanos se encuentran también en los animales,
particularmente en los denominados “superiores”. Con todo, se reconoce que también
en este campo, los animales cuentan con mayores “recursos” para expresarse: “Pero
ellos tienen otras formas de comunicarse: p. ej., a través de la orina
delimitan el territorio, indican así su presencia, detectan perras en celo o
muestran su grado de excitación. Ante el olor de una perra en celo, el macho
reaccionará como si estuviese frente a ella, aunque no la vea. Originariamente,
estas marcas las utilizaban para mantener unida la manada,
facilitando la orientación dentro del territorio. Otra
forma utilizada por ellos para comunicarse es el aullido, que utilizan en caso
de sentirse solos y abandonados, contagiando a sus congéneres
que les escuchen, uniéndose en un bonito concierto. Según
el tipo de aullido o gemido podemos saber también su estado de ánimo. Ya en
1872 Darwin estudió el lenguaje corporal de los animales, teniendo gran
importancia la mímica del rostro. Muestran todas las
gradaciones, desde tranquilidad hasta ansiedad. Habría que fijarse en la posición de los
labios, la de las orejas y el rabo, y sabremos perfectamente lo que nos quiere
decir”: PROYECTO ANIMAL: “Conducta animal” en: “En buenas manos. Mascotas” (consulta septiembre 2006): http://www.enbuenasmanos.com/articulos/muestra.asp?art=976
[10] Las cifras son las mejores estimaciones disponibles en noviembre
de 2004.
[11] ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD: Agua, saneamiento y salud, en (consulta septiembre de 2006): http://www.who.int/water_sanitation_health/publications/facts2004/es/index.html
“- ¿Qué les diría a quienes
ven el calentamiento global como algo que ‘afectará a otras generaciones y no a
la mía, así que para qué me preocupo’? – El ‘Katrina’ afectó a esta
generación. El huracán ‘Wilma’ ni
siquiera tuvo titulares en la mayor parte del mundo, pero en Miami sí tuvo efecto.
Afectó a esta generación. El derretimiento del casquete polar del norte está
pasando ahora, no en el futuro. El derretimiento de todos los glaciares de
montaña está en el presente. Hay muchas ciudades a ambos lados de los Andes
sudamericanos que tendrán problemas por falta de agua en cuestión de décadas,
no siglos… Todos los días estamos poniendo 70 millones de toneladas de
contaminantes que causan calentamiento global en la atmósfera terrestre. En el
Caribe los arrecifes coralinos están muriendo… Las enfermedades tropicales que
rara vez se encontraban en las latitudes cálidas están comenzando a avanzar
hacia el norte y hacia el sur del ecuador…”: Ángela POSADA-SWAFFORD entrevista
a Al GORE: “Gore: ‘Estamos en emergencia planetaria’”, en El Tiempo, Lecturas Fin de semana, sábado 7 de abril de 2007 6-8.
[12] ILLINOIS EARLY LEARNING PROJECT: El desarrollo físico infantil durante los primeros cinco años de vida,
en (consulta septiembre de 2006): http://www.illinoisearlylearning.org/faqs-sp/physicaldev-sp.htm
[12 bis] El sufrimiento y la
muerte – del ser humano y de otros seres vivos – provienen, no pocas veces, de
fenómenos atmosféricos y de otros producidos por el reacomodamiento de la
superficie o de las profundidades terrestres o marítimas, etc. Destaquemos,
entre tales fenómenos: el ciclón – tifón (particularmente en las zonas de los
Océanos Pacífico e Índico, cercanos a las Filipinas y a China), o huracán (que
se especifica según el lugar de su ocurrencia en tropical, extratropical,
subtropical, polar, mesociclón; consulta del 8 de septiembre de 2017, en: https://es.wikipedia.org/wiki/Cicl%C3%B3n_tropical)
–; los terremotos – o movimientos telúricos, medidos desde puntos de vista
tales como su magnitud (el más conocido, la escala de Richter) o su intensidad
(el más conocido, la escala de Mercalli) (consulta del 8 de septiembre de 2017,
en: https://es.wikipedia.org/wiki/Terremoto)
–; el corrimiento de tierra (incluso submarino) o deslave – derrumbe o
deslizamiento, flujo de lodo, licuefacción, reptación: consulta del 8 de
septiembre de 2017, en: https://es.wikipedia.org/wiki/Corrimiento_de_tierra
–; la inundación por agua fluvial (avenidas) o marítima (con causas
eventualmente en maremotos o en tsunamis en los Océanos Pacífico e Índico) (consulta
del 8 de septiembre de 2017, en: https://es.wikipedia.org/wiki/Inundaci%C3%B3n
; etc.
[13] UNICEF: “Equidad en infancia”, en (consulta
septiembre 2006): http://www.iglesia.cl/especiales/cuaresmafraternidad2006/documentos/unicef.html
[14] Han sido, especialmente, las “Teorías Sociales” las que más han insistido sobre “la idea de que
la causa de la personalidad no
es biológica, sino externa, y que viene determinada por las situaciones a las
que se enfrenta el individuo. Estas teorías sociales postulan que el individuo
desarrolla una personalidad a
través de muchos intentos de tratar con la gente en una situación social.
Suponen que los individuos luchan por superar los sentimientos de inferioridad
y buscan medios de lograr el amor, la seguridad y la hermandad, impulsando a
las personas a perfeccionarse. El primer estudio importante del comportamiento,
aplicado, sin embargo, a la experiencia del consumidor, se inspiró en el marco
teórico propuesto por Karen Horney, que rompía con las teorías freudianas.
Identificó diez grandes necesidades
que el individuo adquiere cuando intenta dar una solución a sus problemas al
desarrollar su personalidad y al
desarrollarse con los otros en un ambiente social. Horney propuso que los
individuos fuesen clasificados en tres grupos de personalidad: sumisa, agresiva y desenvuelta: A) Los individuos
condescendientes son aquellos que se desplazan hacia los demás, desean ser amados, queridos y apreciados.
Para este grupo se dirigen los productos de socialización. B) Los individuos
agresivos son aquellos que se desplazan en contra de los demás, tiene deseo de sobresalir y de ganar
admiración y éxito. C) Los individuos desenvueltos son aquéllos que se
desplazan, ponen distancia en sus emociones entre ellos y otras personas,
desean independencia, autosuficiencia y
libertad de obligaciones”. En: UNIVERSIDAD CARLOS III DE MADRID: “La
personalidad”, en (consulta septiembre 2006): http://www.uc3m.es/marketing2/personalidad.htm
[15] JUAN PABLO II: Audiencia general del miércoles
19 de diciembre de 1979 n. 1, en: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/audiences/1979/documents/hf_jp-ii_aud_19791219_sp.html (La cursiva está en el texto).
[16] Hoy, cuando se habla con cierta frecuencia y
manera de la “orientación sexual” de los individuos, vale la pena traer también
a colación esta discusión. Con la participación de las Pontificias Academias de
las Ciencias y de las Ciencias Sociales, de la Academia de Ciencias morales y
políticas, de la Academia de las Ciencias y del Instituto Católico de París, se
efectuó en Roma, el 28 de enero de 2008, la segunda sesión inter-institucional
– la primera había ocurrido en París – del Coloquio sobre “La identidad cambiante del individuo”. A cuantos intervinieron en el Coloquio les
dirigió el Papa BENEDICTO XVI un discurso del que sacamos las siguientes ideas:
«Ahora que las ciencias exactas, naturales y
humanas han logrado avances prodigiosos en el conocimiento del hombre y de su
universo, es grande la tentación de querer circunscribir totalmente la
identidad del ser humano y encerrarlo en el conocimiento que se puede tener de
él. Para evitar este peligro, es preciso dejar espacio a la investigación
antropológica, filosófica y teológica, que permite mostrar y mantener el
misterio propio del hombre, puesto que ninguna ciencia puede decir quién es el
hombre, de dónde viene y adónde va. Por tanto, la ciencia del hombre se
convierte en la más necesaria de todas las ciencias. […] El hombre está siempre
más allá de lo que se ve o de lo que se percibe mediante la experiencia.
Descuidar la cuestión sobre el ser del hombre lleva inevitablemente a dejar de
buscar la verdad objetiva sobre el ser en su integridad y, de este modo, a la
incapacidad para reconocer el fundamento sobre el que se apoya la dignidad del
hombre, de todo hombre, desde su fase embrionaria hasta su muerte natural.
Durante vuestro coloquio habéis experimentado que las ciencias, la filosofía y
la teología pueden ayudarse para percibir la identidad del hombre, que está en
constante devenir. A partir de la cuestión sobre el nuevo ser surgido de la
fusión celular, que es portador de un patrimonio genético nuevo y específico,
habéis mostrado elementos esenciales del misterio del hombre, caracterizado por
la alteridad: un ser creado por Dios, un ser a imagen de Dios, un ser
amado hecho para amar. En cuanto ser humano, jamás está encerrado en sí mismo;
siempre conlleva una alteridad y, desde su origen, se encuentra en interacción
con otros seres humanos, como nos lo revelan cada vez más las ciencias
humanas. ¿Cómo no evocar aquí la maravillosa meditación del salmista sobre el
ser humano, formado en lo secreto del vientre de su madre y al mismo tiempo
conocido en su identidad y en su misterio únicamente por Dios, que lo ama y lo
protege? (cf. Sal 139, 1-16). El hombre no es fruto del azar, ni de una
serie de circunstancias, ni de determinismos, ni de interacciones
físico-químicas; es un ser que goza de una libertad que, teniendo en cuenta su
naturaleza, la trasciende y es el signo del misterio de alteridad que lo
caracteriza. Desde esta perspectiva, el gran pensador Pascal decía que «el
hombre supera infinitamente al hombre». Esta libertad, propia del ser humano,
hace que pueda orientar su vida hacia un fin; hace que, con los actos que
realiza, pueda dirigirse hacia la felicidad a la que está llamado para la
eternidad. Esta libertad muestra que la existencia del hombre tiene un sentido.
En el ejercicio de su libertad auténtica,
la persona cumple su vocación, se realiza y da forma a su identidad profunda.
En el ejercicio de su libertad también ejerce su responsabilidad sobre sus
actos. En este sentido, la dignidad particular del ser humano es a la vez un
don de Dios y la promesa de un futuro. El hombre tiene la capacidad específica
de discernir lo bueno y el bien. La sindéresis, puesta en él por el Creador
como un sello, lo impulsa a hacer el bien. Movido por ella, el hombre está
llamado a desarrollar su conciencia mediante la formación y el ejercicio, para
orientarse libremente en su existencia, fundándose en las leyes esenciales, que
son la ley natural y la ley moral. En nuestra época, en la que el desarrollo de
las ciencias atrae y seduce por las posibilidades que ofrece, es más importante
que nunca educar las conciencias de nuestros contemporáneos para que la ciencia
no se convierta en criterio del bien y para que se respete al hombre como
centro de la creación y no se lo transforme en objeto de manipulaciones
ideológicas, ni de decisiones arbitrarias, ni tampoco de abusos de los
más fuertes sobre los más débiles. Se trata de peligros cuyas
manifestaciones hemos podido conocer a lo largo de la
historia humana, y en particular durante el siglo XX. Toda práctica científica
debe ser también una práctica de amor, debe estar al servicio del hombre y de
la humanidad, contribuyendo a la construcción de la identidad de las personas.
En efecto, como señalé en la encíclica Deus caritas est, «el amor engloba la existencia entera y en
todas sus dimensiones, incluido también el tiempo. (...) El amor es
"éxtasis"», es decir, «como camino, como un permanente salir
del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí y,
precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo» (n. 6). El amor
hace salir de sí para descubrir y reconocer al otro; al abrirse a la alteridad,
confirma también la identidad del sujeto, ya que el otro me revela a mí
mismo. » En : http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21567.php?index=21567&po_date=28.01.2008&lang=sp (versión original) y en http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/january/documents/hf_ben-xvi_spe_20080128_convegno-individuo_sp.html (castellano). La cursiva en el texto es mía.
[17] “El Alzheimer es una demencia progresiva que tiene el déficit de
memoria como uno de sus síntomas más tempranos y pronunciados. Por lo general,
el paciente empeora progresivamente, mostrando problemas perceptivos, del lenguaje
y emocionales a medida que la enfermedad va avanzando. A nivel neuronal, la
enfermedad está asociada con el desarrollo de placas y ovillos de fibras que
van recubriendo el cerebro. El 50% de los mayores de 65 años demenciados sufren
de Alzheimer. Se diagnostica definitivamente durante la autopsia.” En (consulta
septiembre 2006): http://www.tuotromedico.com/temas/alzheimer.htm
[18] Sobre todo en relación con las teorías del aprendizaje, se estudian
los cambios que se producen en el organismo con ocasión de las experiencias. El
enfoque conductista distingue entre el condicionamiento clásico o pavloviano
(I. Pávlov), que trata de los reflejos condicionados, y el condicionamiento
instrumental u operante, de B. F. Skinner, con la teoría del “refuerzo positivo
de las acciones”, en razón de las consecuencias (recompensas) de las conductas.
[19] Para esta sección he empleado materiales, como hemos advertido,
de René SIMÓN: Moral Herder Barcelona
1967.
[20] Entre sus obras se destacan: Una
teoría dinámica de la personalidad (1935), Teoría del campo y experimentación en psicología social (1939); La representación conceptual y la medición
de las fuerzas psicológicas (1938) y Teoría
de campo en las ciencias sociales (1951): cf. CÁTEDRA UNESCO, Málaga,
España: “Biografías”, en (consulta septiembre de 2006): http://www.infoamerica.org/teoria/lewin1.htm.
Dígase algo similar, a
propósito del concepto de “desarrollo humano” que hemos empleado, de los
aportes realizados por Abraham Harold MASLOW (1908-1970), quien pretendía
“estudiar la mitad sana de la psicología” (para contrastarse con Freud), y
considerado fundador de la “psicología humanista” y de la “psicología
transpersonal”, e investigador de la tendencia humana hacia la búsqueda de la
“auto-actualización” y de la “auto-realización”. Es bien conocida su “escala de
necesidades humanas”, que va desde las de orden fisiológico (respiración,
alimentación, descanso, sexo, homeostasis), ascendiendo por las del orden
psicológico de la seguridad (física, de empleo, de recursos, moral, familiar,
de salud, de propiedad privada), de la afiliación (amistad, afecto, intimidad
sexual) y del reconocimiento (auto-reconocimiento, confianza, respeto, éxito),
y llegando hasta las del orden de la autorrealización (moralidad, creatividad,
espontaneidad, falta de prejuicios, aceptación de los hechos, resolución de
problemas). De sus obras citemos en castellano: La amplitud potencial de la naturaleza humana Trillas México 1982; Motivación
y personalidad Ediciones Díaz de Santos Madrid 1991; La personalidad
creadora Editorial Kairós Barcelona 1994; El hombre autorrealizado:
hacia una psicología del ser Editorial Kairós Barcelona 1998 (Toward a
psychology of being 1968).
[21] Cf. Henri CARRIER: "La aportación del Concilio a la
cultura" en René LATOURELLE (ed.): Vaticano II: 25 años después.
Balance y Perspectivas, o. c., p. 116, nt. 274, 1087-1100.
[22] Para dar un simple ejemplo: ¡¿Qué difícil, no sólo por lo
compleja, es, v. gr., la educación moral de la conciencia y del dominio de sí
mismo, especialmente de niños, adolescentes y jóvenes, en un ámbito tan
fundamental, crítico, necesario y delicado como el de la sexualidad?! Traigo al
propósito el siguiente texto:
“[…] Para mayores de edad y
por 15 mil pesos […] Toda clase de artículos y consejos eróticos que salvarían
la vida sexual de la más apagada de las parejas, servicios de acompañantes para
hombres y mujeres, contactos para la población LGBT, líneas calientes y
orientación para la producción de películas eróticas en casa, entre otros
productos y servicios, estarán ‘concentrados’ durante 11 días en un lugar de
Chapinero […] (N. N.), una de las organizadoras del evento, sostiene que «más
que pornografía, que también estará en la feria, los colombianos le están
apostando a una cultura del erotismo, sobre todo las mujeres, que más que sexo
buscan buena compañía, en todos los sentidos de la palabra». Sin duda ellas
serán las más beneficiadas, pues la mayoría de productos que serán exhibidos
(en los más de 70 lugares de exposición con que contará el evento) fueron
hechos pensando en sus necesidades […] Aunque (N. N.), otra de las organizadoras,
precisa que «todo lo demás también está incluido» en el precio […] (N. N.),
expositor de una tienda de productos sexuales agrega que «la idea de esta feria
es darle al sexo el lugar que se merece, con altura y sin tapujos». Y de paso
subir la temperatura de los bogotanos”: Carlos A. ESPEJO O.: “Hiperferia del
sexo en Chapinero”, en El Tiempo
Domingo 8 de octubre de 2006 2-5.
[23] Jean Claude FILLOUX: La personalidad Editorial
Universitaria de Buenos Aires Buenos Aires 1969.
[24] Como se ha dicho, “la obra de Lewin se proyecta sobre el ámbito de la comunicación en diversas
vertientes y ejercen una influencia significativa. Su psicología social
abandona la visión individualista de la psicología
tradicional, que integraba al individuo en un conjunto amorfo, la sociedad de
masas, en el que se habían asentado muchos de los paradigmas comunicacionales.
El conjunto, el grupo social, no
es la mera suma de partes iguales, individuos. Lewin se preocupa por la dinámica de los grupos, el enfoque del
ambiente o campo -ve al individuo a través del grupo-, los procesos de
liderazgo y aprendizaje social,
facetas en las que los medios juegan un importante papel, tanto por construir
escenarios o ambientes, como por la capacidad que poseen para modificarlos. El
presupuesto argumental de Lewin,
cuando habla del aprendizaje grupal y de la dinámica de la vida social, parte de la convicción de que
el marco democrático es aquel en el que se produce el ambiente más favorable”:
CÁTEDRA UNESCO, Málaga, España: “Biografías”, en (consulta septiembre de 2006):
http://www.infoamerica.org/teoria/lewin1.htm.
[25] CONC. VAT. II: Constitución pastoral Gaudium et spes, “Primera Parte, La Iglesia y la vocación del
hombre, capítulo II, La comunidad humana”, n. 26ab. Al tratar Santo Tomás sobre
las disposiciones, los hábitos y las virtudes señaló reiteradamente que inciden
sobre el sujeto y sobre su actuar, para “aumentarlas” o para “disminuirlas”,
“principios extrínsecos” al sujeto, que influyen sobre su voluntad a la manera
de “condiciones” para el ejercicio de la misma. Véanse en la ST I-IIae las qq. 51, a. 1; 53, a. 3; y
66, a. 1.
[26] Sobre la cuestión de la vida humana dentro de la jerarquía de los
valores en las escalas individuales, jurídicas y culturales, la problemática es
álgida y está tremendamente polarizada. Si la libertad humana es ponderada de
tal manera, la vida humana posee en la visión cristiana un valor “intramundano”
de máxima importancia. Ya lo hemos podido ver a lo largo de esta investigación,
pero, muy especialmente, al referirnos a la condición del zigoto.
Ahora queremos referirnos a la condición de
los enfermos en estado de vida vegetativa, para lo cual hacemos referencia al
documento conjunto de la ACADEMIA PONTIFICIA PARA LA VIDA y la FEDERACIÓN
MUNDIAL DE ASOCIACIONES DE MÉDICOS CATÓLICOS: “Reflexiones sobre los problemas
científicos y éticos relativos al estado vegetativo”, Roma, 17-20 de marzo de
2004, en: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_academies/acdlife/documents/rc_pont-acd_life_doc_20040320_joint-statement-veget-state_sp.html
Al referirse a este trabajo, Gian Luigi GIGLI,
presidente de la FIAMC, decía al Santo Padre JUAN PABLO II en aquella ocasión: “400 personas llegadas
desde 42 diferentes países de todos los continentes participaron en el
Congreso, que fue organizado por la Federación Mundial de Asociaciones Médicas
Católicas (FIAMC) y la Pontificia Academia por la Vida. Entre los participantes
no sólo había muchos católicos, sino que había cristianos de otras
denominaciones, judíos, musulmanes e hinduistas. Todos ellos sentían que el
asunto del estado vegetativo, que se refiere a una de las fronteras de la vida,
propone importantes cuestiones y cambia muchas ideas derivadas de nuestra
antropología, es decir, el significado del sufrimiento humano, el derecho a
la vida, los fundamentos del vivir civil juntos, y la solidaridad dentro de las
relaciones sociales”: en (consulta septiembre 2006): http://www.fiamc.org (La cursiva es nuestra). La respuesta del Papa puede verse en: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/2004/march/documents/hf_jp-ii_spe_20040320_congress-fiamc_sp.html
[27] En esta misma concepción valorativa que hemos señalado. Cf.
Gianfranco GHIRLANDA S. J.: "Los deberes y derechos de los fieles
cristianos en la comunión eclesial: su cumplimiento y ejercicio" en UC 17 1988 11-41, revista de la Facultad
de Derecho Canónico de nuestra Universidad.
De aquí deriva, a causa de
su íntima conexión no sólo temática, sino, inclusive por ser “conditiones sine
qua non” en orden a la fe, la importancia de otras “libertades” o “derechos
humanos”, tales como los de conciencia y religión. A este propósito,
recientemente (29 septiembre de 2006), ha dicho el Secretario de Estado de la
Santa Sede, Card. Tarcisio BERTONE: “La dignidad, la libertad y el respeto
incondicional de los derechos fundamentales de todo ser humano, especialmente su
libertad de conciencia y de religión, deben estar entre nuestras preocupaciones
primordiales, ya que no podemos desentendernos de nuestra solidaridad por la
suerte y el porvenir de nuestros hermanos y hermanas”: en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/18901.php?index=18901&lang=sp
[28] Cf. Puebla nn. 53 y
418, p. ej.
[29] Carta enc. CA 46; cf. id.: enc. VS 101.
[30] Hans Urs VON BALTHASAR: El problema de Dios en el hombre
actual Guadarrama Madrid 1966 2ª 195.
[30 bis] Discurso del S. P. FRANCISCO, el 5 de noviembre de 2018, durante el encuentro con una Delegación de Rabinos del “World Congress of Mountain Jews” del Cáucaso, en:
http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/11/05/rab.html
[30 bis] Discurso del S. P. FRANCISCO, el 5 de noviembre de 2018, durante el encuentro con una Delegación de Rabinos del “World Congress of Mountain Jews” del Cáucaso, en:
http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/11/05/rab.html
Notas finales
[i] Seguramente son más de cuatrocientas las enfermedades que se conocen, han sido debidamente estudiadas y están siendo tratadas (véase un listado de ellas en, consulta del 22 de septiembre de 2017: http://www.webconsultas.com/salud-al-dia).
Una de dichas enfermedades que tiene consecuencias no sólo en la bioquímica y en la fisiología del organismo sino también en la psicología del individuo (depresión) es la diabetes. Algunas veces, ella se encuentra en personas que están siendo tratadas por diálisis peritoneal porque sufren simultáneamente de insuficiencia renal. Un artículo que muestra los estudios clínicos que se están realizando en la Pontificia Universidad Javeriana para tratar el problema es: Ana María Gómez - Santiago Vallejo - Freddy Ardila - Oscar Mauricio Muñoz - Álvaro J Ruiz - Mauricio Sanabria - Alfonso Bunch - Elly Morros - Laura Kattah - Maira García-Jaramillo - Fabián León-Vargas: “Impact of a Basal-Bolus Insulin Regimen on Metabolic Control and Risk of Hypoglycemia in Patients With Diabetes Undergoing Peritoneal Dialysis”. Article in Journal of diabetes science and technology · September 2017: DOI: 10.1177/1932296817730376. Available from: https://www.researchgate.net/publication/319942110_Impact_of_a_Basal-Bolus_Insulin_Regimen_on_Metabolic_Control_and_Risk_of_Hypoglycemia_in_Patients_With_Diabetes_Undergoing_Peritoneal_Dialysis [accessed Sep 22, 2017].
[ii] El efecto de tales problemáticas no se queda, por
supuesto, en el propio individuo, sino que se proyecta en sus diversos
entornos, con un mayor o menor grado de gravedad. Para ilustrar el asunto,
piénsese, p. ej., en las causas de nulidad matrimonial que, en el c. 1095,
organiza el panorama de los efectos que tienen los diversos trastornos mentales
sobre el consentimiento: los ord. 1° y 2°, (carencia, permanente o transitoria,
del uso de razón, y falta grave de discreción de juicio), tocan las esferas que
en semiología psiquiátrica tienen que ver con “porte y actitud”, “trastornos de
la conciencia”, “trastornos de la atención”, “trastornos de la orientación”,
“trastornos de la memoria”, “trastornos de la sensopercepción”, “trastornos del
pensamiento”, “trastornos del lenguaje”, “trastornos de la inteligencia”,
“trastornos del juicio y raciocinio”, entre los más comunes; por su parte, el
ord. 3°, que se refiere al no-cumplimiento efectivo de las obligaciones
matrimoniales esenciales, tiene que ver, muy especialmente – incluso, además de
los factores anteriores – con los “trastornos del sueño”, “trastornos del
afecto”, “trastornos de la conducta motora” y otros “síndromes psiquiátricos”:
cf. Luis Carlos TABORDA R. – Cecilia BURGOS DE TABORDA – Jorge TÉLLEZ V. –
Rafael VÁSQUEZ R.: Principios de
semiología psiquiátrica Empresa Editorial Universidad Nacional de
Colombia Bogotá 1991 3ª.
Por su parte, la
jurisprudencia canónica relaciona tales entidades gnosológicas en sus
decisiones y sentencias con diversas problemáticas, algunas veces hallándoles
argumento y valor en orden a la determinación de una nulidad, en otras no:
“Desórdenes y anomalías de la personalidad”, “aborto”, “adulterio”,
“alcoholismo”, “afectividad”, “ansiedad neurótica”, “coacción, miedo y falta de
libertad interna”, “aberraciones sexuales”, “inmadurez”, “neurosis”,
“psicopatías”, “déficit en facultad crítica”, “depresión post-parto”,
“frigidez”, “homosexualidad”, “hiperestesia sexual”, “impotencia”,
“narcisismo”, “psico-neurosis”, “fobias”, “incompatibilidad de caracteres”,
“mentira”, “ninfomanía”, “paranoia”, Psicosis maníaco-depresiva”, “sadismo”,
“relación intra-personal”, “relación ínter-personal”, “satiriasis”,
“sexualidad”, “Borderline”, “estupefacientes”, “celos”… Cf. ROMANAE ROTAE TRIBUNAL: Decisiones seu sententiae (de 1997) Typis Polyglotis Vaticanis Vaticano 2002
915-919. Véase la nt. siguiente.
[ii] “La psicopatología, también
conocida como psicología de los procesos anormales o de las conductas
desviadas, es quizá la especialidad más conocida y la que el público en general
asocia cuando escucha la palabra ‘psicología’, dado que los casos, historias y
síntomas de pacientes que muestran comportamientos inadaptados afectan a la
sensibilidad del público y provocan la curiosidad […] Por lo general, y debido
a la fuerte orientación clínica de este enfoque, se hace más hincapié en la
dinámica, causas y resultados de la enfermedad, pero los aspectos cognitivos de
la misma pueden ser también estudiados. Los sistemas de clasificación de la
conducta desviada han cambiado por la mayor información y la modificación de
los hábitos sociales. La clasificación que a continuación esbozamos deriva de
los términos aceptados tradicionalmente, pero agrupa a las enfermedades
mentales en términos de la práctica actual: Los dos grandes grupos de
desórdenes son: las psicosis,
trastornos estructurales que implican una pérdida de contacto con la realidad
(esquizofrenia, psicosis maniaco-depresiva, paranoia y psicosis orgánicas), y
las neurosis, trastornos no
psicóticos, funcionales, que normalmente no suponen una pérdida de contacto con
la realidad, aunque la vida del paciente se vuelve infeliz o dolorosa,
incapacitándole para ciertas tareas. Entre las patologías y cuadros
sistemáticos de las neurosis se encuentran: la ansiedad aguda, las fobias, las
neurosis obsesivo-compulsivas y las histerias, así como los desórdenes de la
personalidad o psicopatías, que incluyen las personalidades antisociales –
psicópatas o sociópatas –, entre otros comportamientos desviados”: art. “Psicología”, en Microsoft Encarta 2006). Cf. de Guillermo HERNÁNDEZ BAYONA: Psicopatología básica Ed. Pontificia
Universidad Javeriana Bogotá 2006 4ª.
La fobia es un tipo de
trastorno emocional relativamente difundido que se caracteriza por la
experimentación de un miedo intenso y desproporcionado en situaciones concretas
o ante objetos (lugares cerrados, arañas, etc.). No se trata de un miedo
cualquiera, ciertamente. Algunos autores, sin embargo, designan fobia a
sentimientos de odio o de rechazo que, si bien no están relacionados con
trastornos de salud emocional, sí se orientan hacia algo que genera problemas
emocionales, políticos o sociales (extranjeros, v. gr.).
El miedo ha sido caracterizado como uno de los problemas más comunes
de la sociedad actual y se lo vincula con la ansiedad; se lo relaciona también,
sin embargo, con una experiencia que abarca a toda la especie animal. Se trata
de una emoción acompañada o expresada por un sentimiento intenso, desagradable,
que suscita en la persona una percepción de peligro, real o imaginario. Este
peligro puede ser considerado presente, futuro e, inclusive, pasado. El miedo
extremo se lo denomina terror. Se distinguen diversos tipos de miedo: el miedo
se dice real cuando está en proporción con la fuente de la amenaza, mientras
que el neurótico es desproporcionado ante dicha fuente (S. Freud). La
explicación del miedo depende de la escuela psicológica que lo considere, pues
mientras para el conductismo el miedo es producto de un aprendizaje, para la
psicología profunda corresponde con un conflicto básico inconsciente y no
resuelto.
El tema tiene serias
implicaciones en el ámbito no sólo de los estudios sociales, sino, en
particular del ámbito educativo, por cuanto, según investigó Burrhus Frederic
Skinner, el aprendizaje así como la socialización del individuo se han
gestionado tradicionalmente sobre todo a partir del esquema premio-castigo. El
Derecho penal, p. ej., incluye normas que se fundamentan en el miedo
especialmente. Sin embargo, son sobre todo la filosofía y la ciencia política
quienes más han enfatizado el miedo como una de las características de las sociedades
actuales (postmodernas), de manera particular, ante los riesgos reales que se
experimenta ante la posibilidad de la propia destrucción y extinción de la
especie humana (cf. RH 15: “De qué
tiene miedo el hombre contemporáneo”; SRS
26).
Pero también se debe recordar que el miedo forma parte de la
experiencia humana fundamental a propósito de la experiencia histórica del
pecado, como lo narra el relato etiológico de Gn 3,9. De ello se ha concluido con superficialidad que el miedo
está vinculado necesariamente con la experiencia religiosa y es como (la) causa
de ella. Con todo, como M. Korstanje y otros autores muestran, la religión por
sí misma no es generadora de esos temores y angustias, sino cuando ellas
emplean una especie de discurso político adoctrinador. En esa línea, explican, dependiendo
de las sociedades y de sus coyunturas económicas, sobre todo cuando escasean
bienes, los miedos comienzan a emplearse como “narrativas” destinadas a
proteger a sus miembros (o a algunos de ellos), pues mientras prohíben ciertas
conductas, promueven otras.
A veces han sido confundidos “miedo religioso” y “temor de Dios”. El
sufrimiento infinito y eterno con el que serían castigados por Dios los
comportamientos inmorales de las personas ha sido una amenaza bastante común en
el aprendizaje infantil en ciertas religiones. Para otras religiones (budismo,
v. gr.), el miedo es fuente de dolor y de sufrimiento, por lo que habría que evitarlo.
[iii] En mi texto Introducción
a la teología y al magisterio moral social CEJA Colección Apuntes de
Teología Bogotá 2004 88-92, afirmábamos que el problema no era sólo moral, ni
económico, ni político, ni cultural, en el sentido “científico” en que lo hemos
expuesto, sino, radicalmente, “cultural”, es decir, propiamente antropológico,
de concepción acerca del ser humano: “[…] Este complejo cultural que somos ha
venido siendo invadido por la “sociedad de consumo” que trae patrones
culturales nuevos que invaden y avasallan progresivamente el continente,
potenciados por la aceleración que producen la industrialización y la
urbanización […] La amenaza de contaminación del ambiente natural...: Un mundo
dilapidando a ritmo acelerado los recursos materiales y energéticos,
comprometiendo el ambiente geofísico... El desarrollo de la técnica no
controlado ni encuadrado en un plan a nivel universal... lleva muchas veces consigo la amenaza del
ambiente natural... y transforma al
hombre, constituido dueño y custodio inteligente y noble de la naturaleza, en
un explotador y destructor sin reparos” (cf. RH 8; 15; 16). Pero, en segundo lugar, la sociedad provoca, por
algunas de sus técnicas y tecnologías, una ruptura del equilibrio ecológico
cultural y social: se destruyen valores esenciales para la vivencia y para la
convivencia humana. Como hemos dicho, se trata de una “desculturización”, de un
incremento de “caos”, inconsciente y progresiva. Por supuesto, no pretendemos
mistificar la sociedad agraria y “satanizar” -como se suele decir- la
industrial, sin reconocer los indudables aportes que a partir de ésta última,
en muchos casos, han significado avances en la calidad de vida. Se suele decir,
p. ej., que el poder de la tecnología puede aprovecharse en las organizaciones
y en el plan de sistemas, demos por caso, en los procesos de negocios (reingeniería)
[…] La causa última de toda esta situación no es, por supuesto, la técnica y la
tecnología, por sí mismas. Porque las técnicas y tecnologías pueden ser usadas
al servicio del hombre, con tal que se discierna cuándo construyen y cuándo
destruyen al hombre. Las que destruyen al hombre son las que se usan sólo al
servicio de una “racionalidad” de lucro, las que, a sí mismas, se erigen en
norma y fin de la existencia humana. Una técnica así empleada des-estructura y
desculturiza la sociedad. La situación de América Latina, formando parte de
esta agresión universal, la hace sentir amenazada. Aunque también, en este
caso, en muchos aspectos le han permitido hacer resistencia a tal influencia:
si excluimos los gravísimos casos de miseria, la pobreza de nuestro continente
no desculturiza tanto como sí la opulencia y el despilfarro de una visión y
actuación profundamente individualistas, porque el compartir lo poco que se
tiene, la ayuda al vecino, el sentido comunitario, la hospitalidad, la vida
familiar, la educación de los niños, la permanencia de ciertas normas de
conducta, el sentido festivo y de celebración simbólica, y el mismo sentido
religioso, se encuentran fácilmente, todavía, entre el pueblo menos
influenciado por patrones de vida extranjeros. Podemos aún resistir a tal
agresión de la sociedad consumista siempre y cuando cada persona y cada
comunidad realicen su propio esfuerzo de conversión gracias al despliegue de
sus propias fuerzas espirituales. Pero debemos señalar también otro tipo de agresión
que experimenta nuestro continente. Nos referimos a la agresión sobre su fe
[…]”
Recientemente – para no
citar sino una sola de las múltiples y frecuentes intervenciones del Magisterio
pontificio y episcopal y de otras de la Santa Sede a este propósito – el
Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas y Otras
Organizaciones Internaciones en Ginebra, Suiza, ha vuelto una vez más sobre el
problema de la relación entre desarrollo-pobreza y el cambio climático,
insistiendo sobre el argumento básico de “la dignidad humana” y del “cuidado
especial por los más vulnerables” en el marco del “bien común” como
criterio-tarea en el que no sólo los Gobiernos deben empeñarse con “medidas de
responsabilidad y de solidaridad” sino “la sociedad civil” y “el sector
privado”, que están dando pasos “de serio compromiso” al respecto. Lo hizo en
su intervención del 6 de marzo de 2015 con occasion de la 28° Sesión del
Consejo de los Derechos Humanos, “Item - 1 Full Day Discussion on Human Rights
& Climate Change”. Véase la exposición del Señor Arzobispo Silvano M.
TOMASI en (consulta del 13 de marzo de 2015): http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2015/03/13/0185/00412.html
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