Capítulo V

Continuación (II)





II. Kénosis y antropología cristiana: Los caminos del proyecto de Dios para los seres humanos, administradores justificados y justos: libertad, virtud y responsabilidad en medio de las limitaciones, necesidades y fragilidades.



1. Hemos hecho referencia anteriormente a la experiencia de nuestras propias limitaciones. En efecto, la toma de conciencia de nuestras limitaciones, a cuya reflexión invitamos, nos hace poner de presente la cuestión de si, en la mayoría de los casos y en la mayoría de las personas, no estamos viviendo cuerdamente, con sensatez y realismo, o si, por el contrario, vivimos en una especie de esquizofrenia y en una especie de locura permanente. Si la sensatez y cierta lógica no son realmente excepcionales, podemos intuir, y, más aún, razonablemente se exige, que en los asuntos humanos una intervención divina nos sea absolutamente necesaria[1]. A pesar de tales limitaciones, y precisamente en medio de ellas, se efectúa el ejercicio de nuestra racionalidad.

Ahora bien, esta consideración remite a la cristología ya referida, al tiempo que exige examinar una nueva implicación antropológica de la misma, así como, en su limitación, a una implicación sociológico-cultural, ciertamente, pero, especialmente, a una implicación estrictamente eclesiológica. Empecemos, muy brevemente, por la segunda.

a) El Conc. Vat. II, testigo consciente de las realidades de nuestro tiempo, afirmó que

“Mientras el mundo siente con tanta viveza su propia unidad y la mutua interdependencia en ineludible solidaridad, se ve, sin embargo, gravísimamente dividido por la presencia de fuerzas contrapuestas. Persisten, en efecto, todavía agudas tensiones políticas, sociales, económicas, raciales e ideológicas, y ni siquiera falta el peligro de una guerra que amenaza con destruirlo todo. Se aumenta la comunicación de las ideas; sin embargo, aun las palabras definidoras de los conceptos más fundamentales revisten sentidos harto diversos en las distintas ideologías” (GS 4d).

Estas realidades, no obstante la afirmación conciliar, no podemos decir que sean exclusivas nuestras, de nuestra época, de modo que podemos constatar una universal tensión entre unas fuerzas y otras, las unas orientadas centrípetamente hacia una especie de uniformidad social y cultural, y las otras, centrífugamente, hacia una especie de disolución de las comunidades y naciones. Teológicamente, esta experiencia se puede concretar como otra de las expresiones más conspicuas del pecado original[2]. Este criterio teológico concurre, entonces, con el ya señalado en el capítulo anterior, acerca del deseo institucionalizador de Cristo – la acción del Espíritu del Resucitado que se manifiesta en la Iglesia –, y es su respuesta a esta necesidad hondamente humana, que se expresa también mediante diversos “límites” humanos, como iremos viendo. Nuestras limitaciones y necesidades corporales, así como las psíquicas, encuentran en nuestra condición social un alivio innegable, pero, muchísimas veces imperfecto, otras veces restringido (injustamente), etc., y nuestra misma expresividad social, como decimos, se vuelve un campo de exterminio y de lucha de poderes. Semejante condición reclama, en el orden de nuestras aspiraciones profundas humanas, la necesidad de la intervención de Dios en nuestra historia, ya que por nuestras solas fuerzas reconocemos que es imposible alcanzar dicho orden saludable. El mismo Concilio se expresó así al respecto:

“De los vínculos sociales que son necesarios para el cultivo del hombre, unos, como la familia y la comunidad política, responden más inmediatamente a su naturaleza profunda; otros, proceden más bien de su libre voluntad. En nuestra época, por varias causas, se multiplican sin cesar las conexiones mutuas y las interdependencias; de aquí nacen diversas asociaciones e instituciones tanto de derecho público como de derecho privado. Este fenómeno, que recibe el nombre de socialización, aunque encierra algunos peligros, ofrece, sin embargo, muchas ventajas para consolidar y desarrollar las cualidades de la persona humana y para garantizar sus derechos.
Mas si la persona humana, en lo tocante al cumplimiento de su vocación, incluida la religiosa, recibe mucho de esta vida en sociedad, no se puede, sin embargo, negar que las circunstancias sociales en que vive y en que está como inmersa desde su infancia, con frecuencia le apartan del bien y le inducen al mal. Es cierto que las perturbaciones que tan frecuentemente agitan la realidad social proceden en parte de las tensiones propias de las estructuras económicas, políticas y sociales. Pero proceden, sobre todo, de la soberbia y del egoísmo humanos, que trastornan también el ambiente social. Y cuando la realidad social se ve viciada por las consecuencias del pecado, el hombre, inclinado ya al mal desde su nacimiento, encuentra nuevos estímulos para el pecado, los cuales sólo pueden vencerse con denodado esfuerzo ayudado por la gracia.” (GS 25bc).
 
Ese deseo institucionalizador de Cristo – y en él, el papel peculiar de la ministerialidad, especialmente de la Prima Sedes y del Colegio de los Obispos –, en el orden de la gracia, tiene qué ver con la unión de los hijos con su Padre Dios y con la unión profunda de los hermanos entre sí. Por eso mismo, la Iglesia responde a esta necesidad en el orden de la fe, de la esperanza y de la caridad, como veremos más detenidamente más adelante. Porque “la Iglesia es en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1; cf. infra, sobre la resurrección y sus implicaciones en la Iglesia y en la configuración de las profesiones, en III, B, pg. 1015).

Fue san Pablo quien tematizó esa experiencia profunda de comunión que vivían los primeros cristianos con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y de ellos entre sí. Lo hizo muy particularmente a través del símil del “cuerpo” de Cristo, que, para él tenía una esencial e indisoluble conexión con el “cuerpo y sangre” de Cristo: era imposible que quien hubiera comulgado éstos, no fuera activo y solidario miembro del cuerpo social. Así, pues, desarrolló este concepto del cuerpo del Señor refiriéndose a la misma Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo vivo en la historia.

Como vimos en el capítulo precedente, el concepto de “cuerpo” era conocido y empleado en la antigüedad para hablar de la sociedad. La diferencia que se puede establecer en el uso que hizo Pablo de este concepto en ese sentido que hemos señalado, es decir, que más allá del uso habitual que le daba la cultura greco-romana, la comunidad cristiana no sólo es como el cuerpo de Cristo, sino que efectivamente es el Cuerpo de Cristo. Y, seguidamente, en la 1 Co 12 fue desarrollando esta teología-juridicidad de la Iglesia: porque el cuerpo es uno (12,12.13.20), es necesario mantener su unidad, no la uniformidad a ultranza o el uniformismo; aunque tiene muchos miembros (12,12.14.18.20), en todos subsiste una misma dignidad que debe ser respetada; porque los miembros son diversos (12,13.15.16.17.28.29), es necesario establecer su reconocimiento y buscar la participación diferenciada de todos ellos; porque los miembros están distribuidos según la voluntad de Dios (12,18.28), su principal tarea es contribuir a llevarla desde esta historia a su término, sabiendo discernir el pluralismo válido del que no lo es; ya que los distintos miembros se necesitan unos a otros (12,21), cada cual debe estar también dispuesto a dejarse ayudar por los demás; por cuanto los miembros más débiles son indispensables (12,22), todos los servicios que ellos prestan contribuyen a la realización de la tarea común y hay que saberles reconocer su legítimo valor; porque los miembros que nos parecen más viles, los rodeamos de mayor honor (12,23), no hay campo en la existencia desde el cual no se pueda trabajar por la santidad; cuando existe, en fin, comunión auténtica con Dios, existe solidaridad entre los miembros, en el sufrimiento y en el gozo (12,26).

Así, en nuestros tiempos, el Papa BENEDICTO XVI, con ocasión de la cercana solemnidad de Pentecostés de 2008, señalaba la peculiaridad de la existencia y de la acción de la Iglesia. En efecto,

“El Espíritu Santo, que es la caridad eterna, el vínculo de la unidad de la Trinidad, une con su fuerza en la caridad divina a los hombres dispersos, creando así la multiforme y grande comunidad de la Iglesia en todo el mundo. En los días después de la Ascensión del Señor hasta el Domingo de Pentecostés, los discípulos se habían reunido con María en el Cenáculo para orar. Sabían que no podían ellos mismos crear, organizar la Iglesia: la Iglesia debe nacer y ser organizada por la iniciativa divina, no es una criatura nuestra, sino es don de Dios. Y sólo así ella crea también unidad, una unidad que debe crecer”[3]

b) De otra parte, nuestra época, así mismo, al acentuar la dimensión corporal de la existencia, positivamente reclama que la salvación humana, la venida de Dios al mundo, para ser realmente tal, tenía que darse “en carne”. Se acerca ella, de esta manera, al significado bíblico de “carne” al que nos hemos referido oportunamente. No se trata, pues, de la concepción cartesiana[4] dualista, en ello similar a la platónica, de una “res extensa” que vive al lado de la “res cogitans”, sino de un único todo indivisible. Así lo ha asumido el planteamiento científico que llega a afirmar que

“El psiquismo humano, producto de una sofisticada evolución, funciona de una manera unitaria, global, profunda y compleja aún en la anomalía, e incluso en ésta, no como una máquina productora de simples síntomas, y la manifestación de su funcionamiento unitario se expresa a través de la conducta humana”[5]

El ser humano es totalmente cuerpo y espíritu, y el lenguaje es aquella realidad que le permite expresar la realidad pensada, al mismo tiempo espiritual y material. Como vimos (cf. I.2.a.1)b), p. 808; I.2.a.3)b), p. 852), el hombre hizo su aparición con el lenguaje, y éste fue, y continúa siendo, sin duda alguna, un factor esencial en su antropogénesis. Es él expresión de la estructura psicomental humana (Chomsky[6]), que le proporciona ese “código genético” que determina, al mismo tiempo, su capacidad de interpretación semántica. Todo sucede como si la persona dispusiera de una gramática que genera su propia lengua. Es el lenguaje el medio primordial que nos permite traducir los datos de nuestra conciencia, y el animador-organizador de los ámbitos humanos: socio-cultural, político, ético, etc.

El cuerpo es expresión, símbolo, ex-carnación, porque va más allá de sí mismo. En ese sentido, puede ser “máscara” para esconderse y jugar el papel de no-revelarse. Es la primera forma como se divide el hombre a sí mismo.

Las subsecciones siguientes nos permitirán adentrarnos en algunos aspectos particularmente sensibles del “hacerse humano”. Especialmente tendremos que observar que la armonía de cuerpo y espíritu no es total, ya que cada una de las dimensiones humanas anteriormente citadas posee, en su despliegue y en el transcurso de la historia, sus propios y peculiares límites, sus necesidades propias y, unos reales obstáculos. Ello nos llevará a cuestionarnos si dicha situación no expresa que, los seres humanos, hondamente, radicalmente, no estamos sólo diezmados sino, sobre todo, capacitados por Dios para lograr nuestra más noble y alta realización, la plena justificación y santidad, nuestra teleíosis[7], es decir, para la cierta y total divinización: capacidad de mediación, de interrelación y realización de las virtudes, particularmente de las teologales.

Observemos muy brevemente algunas de las más sobresalientes:

1.    Límites y necesidades del ser humano considerado en su dimensión corpórea


2. Para algunos, los únicos problemas reales que se presentan, tienen qué ver con el nacer y con el vivir. Para nada interesaría el morir. Con todo, este ser corpóreo que es el ser humano experimenta diversas necesidades y límites a este nivel de su corporeidad que nos llevan a replantearnos la cuestión por su “calidad de vida” (cf. supra, cap. V, I.2.a.3)b),43, p. 942):

Lo encontramos, en primer lugar, tremendamente desvalido e indefenso, en especial al comienzo de su existencia, requiriendo de todo[8], y muy particularmente, de comunicación[9], de calor y de afecto, insustituiblemente de sus padres, de forma tal que su desarrollo pleno se vería grave e irreversiblemente comprometido en caso de faltar. Desde este punto de vista señalan, al respecto, los expertos:

“OMS: Relación del agua, el saneamiento y la higiene con la salud. Hechos y cifras - actualización de noviembre de 2004[10].
Diarrea: 1,8 millones de personas mueren cada año debido a enfermedades diarreicas (incluido el cólera); un 90% de esas personas son niños menores de cinco años, principalmente procedentes de países en desarrollo […]
Paludismo: 1,3 millones de personas mueren cada año de paludismo; de éstos, un 90% son niños menores de cinco años […]
Objetivo 4: Reducir la mortalidad de los niños menores de cinco años. Meta 5: Reducir en dos terceras partes, entre 1990 y 2015, la mortalidad de los niños menores de cinco años”[11].

Altura y peso. La altura y el peso de un niño experimentan cambios dramáticos durante los primeros cinco años de vida. Los recién nacidos típicamente miden entre 18,5 y 21,5 pulgadas (entre 47 y 55 cms) de altura y pesan entre 6 y 9 libras (entre 2,7 y 4,1 kilos) al nacer. Un bebé que nace prematuramente (más de cuatro semanas antes de la fecha esperada), o un bebé que es un gemelo, podrían tener menos de 5,5 libras (2,5 kilos) al nacer. Para su primer cumpleaños, la mayoría de los niños tienen tres veces su peso original, y para los dos años de edad, cuatro veces. Para los 4 años es probable que los niños alcancen el doble de su altura al nacer. Estas cifras varían, por supuesto, dependiendo de tales factores como: la altura y el peso de los padres, la cantidad y la calidad de lo que comen y beben las madres embarazadas y los niños, la cantidad de ejercicio que hace el niño, la salud general del niño y la calidad de la atención médica que recibe.
Un niño que no goza de lo suficiente en alimento, sueño, ejercicio y atención puede experimentar un retraso en su crecimiento. No obstante, aun las mejores condiciones no causarán que los niños crezcan más altos que lo que han determinado sus genes […]
Recién nacido: Pesa entre 6 y 9 libras (2,7 y 4,1 kilos), tiene acciones reflejas de buscar el pezón y de chupar, necesita ser sostenido con apoyo de la cabeza y el cuello.
3 meses: Sostiene la cabeza erguida, se da vuelta de estar recostado boca abajo a boca arriba, sigue con los ojos un objeto en movimiento, agita el cuerpo y da patadas.
6 meses: Pesa el doble de su peso al nacer, se sienta erguido con apoyo, se da vuelta, puede sostener un objeto, sonríe y se ríe, mira las caras y vuelve la mirada hacia sonidos.
8 meses: Se sienta sin ayuda, se mece mientras está a gatas, levanta objetos pequeños y los transfiere de una mano a la otra. Puede que algunos niños empiezan a andar a gatas.
Un año: Pesa tres veces su peso al nacer, anda a gatas y se levanta con los brazos para ponerse de pie. Levanta cosas y dice ‘adiós’ con la mano. Algunos niños caminan sin ayuda […][12]


Las personas sufren, además, de hambre, frío, calor y sueño..., y también de dolor, enfermedad[i] y muerte[12 bis]; experimentan, gracias a su corporeidad, la acción de la afectividad sobre su dimensión constitutiva social, una necesidad fuerte de relacionarse de alguna manera con los demás y de sentirse perteneciente a un grupo que, inclusive, lo defienda. En tal sentido, se asegura que:

“Sin embargo, los niños y niñas ingresan al sistema educativo masivamente cuando ya han cumplido los 5 años de vida y la evidencia científica es enfática al respecto: la etapa comprendida entre los 0 y los 3 años de edad es el período en el cual se sientan las bases del desarrollo posterior de la persona. Es durante la infancia temprana que el niño experimenta rápidos y profundos cambios, pues pasa de estar dotado de las capacidades elementales para la sobrevivencia y de una amplia gama de potencialidades, a dominar complejas habilidades físicas, emocionales, psíquicas, cognitivas y sociales. El desarrollo del cerebro es, en los tres primeros años de vida, el eje central del crecimiento integral del niño, ya que es en este período cuando deben ocurrir los eventos más importantes de su maduración. Este desarrollo es resultado también de experiencias físicas, cognitivas y emocionales, ya que se organiza en respuesta a los patrones, intensidad y naturaleza de esas experiencias. Recientes investigaciones sugieren que el cuidado cálido y estimulante del niño tiene un profundo impacto sobre su desarrollo. Al parecer, este tipo de atención hacia el niño produce mucho más que su tranquilidad, alegría y seguridad; tiene incluso una capacidad de “inmunización” contra la enfermedad, el estrés o el trauma.
El desarrollo es un proceso esencialmente continuo, que se despliega a partir de la acumulación de experiencias en el individuo y donde cada estadio se asienta en la etapa anterior, de manera tal que aquéllas más tempranas son más fundamentales que las más tardías. Así, p. ej., si la nutrición y la salud son deficientes en los primeros años de vida de un niño, su desarrollo se retrasa o debilita; si el proceso de alimentación carece de afecto y calidez, es probable que no se realice en forma normal. Se habla así de ventanas de oportunidad, es decir, cuando existen las mejores condiciones para producir efectos a largo plazo en el desarrollo del niño. Estas ventanas de oportunidad se dan principalmente en los tres primeros años de vida. Lo que no reciba en esta etapa puede ser adquirido posteriormente, pero el costo será mucho más alto”[13].

El aprendizaje de los animales ha sido un tema que ha suscitado inquietudes particulares por sus similitudes, y por sus diferencias, con los seres humanos. También ellos aprenden por virtud de sus rasgos innatos, es decir, de sus instintos; de los contactos que tienen con otros animales y con el hombre, y de sus relaciones con los animales de su propia especie.

A primera vista, todos estos fenómenos que enumeramos y que se refieren a las personas no sólo en las primeras etapas de su existencia sino que abarcan toda su vida – más aún: durante ella llegan a momentos especialmente críticos – tratan de explicarlos la psicología, la antropología y la sociología, pues parecieran responder como “automatismos”, a las exigencias del ambiente o de la propia instintualidad. Sin embargo, esas mismas ciencias pueden alcanzar a percibir que se trata en el hombre de un funcionamiento no pura, ni sola, ni siempre prevalentemente automático, aún si se consideran los procesos biológicos y fisiológicos implicados y así estén conformados ellos en orden a la conservación de la propia vida y a la defensa gregaria de la especie.


2.    Límites y necesidades del ser humano considerado en su dimensión psíquica o anímica


3. Como lo hemos advertido, también en el nivel psicológico y espiritual la persona humana[14], a lo largo de su vida, experimenta también necesidades específicas que, de la misma manera, nos llevan a plantearnos la cuestión por su “calidad de vida”:

-          Ante todo, de descubrimiento de sí misma,
-          así como de comunicación, de solidaridad, de afecto y ternura, de apoyo, de afirmación y de aceptación de sí misma.

Lo que se ha dado en llamar, por parte de algunos, “la sensibilidad de la piel”. A propósito de estas necesidades humanas, las del descubrimiento y de la afirmación de la propia “identidad”, el Papa JUAN PABLO II se expresó agudamente en las “catequesis sobre el cuerpo”, en los primeros años de su ministerio, advirtiendo la importancia de no dejar por fuera aspectos constitutivos en la descripción de lo humano cuya importancia resulta definitiva para el desarrollo auténtico de las personas. Decía él al respecto:

De los análisis contemporáneos de la vergüenza — y en particular del pudor sexual — se deduce la complejidad de esta experiencia fundamental, en la cual el hombre se expresa como persona según la estructura que le es propia. En la experiencia del pudor, el ser humano experimenta el temor en relación con el "segundo yo" (así, p. ej., la mujer frente al varón), y esto es substancialmente temor por el propio "yo". Con el pudor el ser humano manifiesta, casi "instintivamente" la necesidad de la afirmación y de la aceptación de este "yo" según su justo valor. La experimenta, al mismo tiempo dentro de sí, como al exterior, frente al "otro". Se puede decir pues, que el pudor es una experiencia compleja también en el sentido que, como alejando a un ser humano de otro (la mujer del varón), al mismo tiempo busca su cercanía personal, creándole una base y un nivel idóneos.
Por la misma razón el pudor tiene un significado fundamental en cuanto a la relación a la formación del ethos en la convivencia humana, y especialmente en la relación varón-mujer. El análisis del pudor indica con claridad lo profundamente que está arraigado en las relaciones mutuas, lo exactamente que expresa las reglas esenciales a la "comunión de las personas", y del mismo modo lo profundamente que toca la dimensión de la "soledad" originaria del hombre. La aparición de la "vergüenza" en la sucesiva narración bíblica del capítulo 3 del Génesis, tiene un significado pluridimensional…”[15]

Con todo, no debemos dejar de lado que esa “identidad” humana se sigue dando en un constante “desenvolverse”, aún dentro de ciertos y determinados límites, hasta el punto que se ha acuñado la expresión “la identidad cambiante del individuo”, temática sobre el cual se ha realizado una muy notable actividad académica recientemente[16].

De igual modo, descubrimos nuestras propias limitaciones y condicionamientos, que nos ponen en situación:

-          Entre las limitaciones, mencionemos, entre otras, las dolencias y las enfermedades, especialmente las crónicas, degenerativas y terminales:
-          dígase, p. ej., el caso de la “enfermedad de Alzheimer”[17]

Entre los condicionamientos[18] que influyen sobre nuestra personalidad es necesario mencionar:
-          p. ej., la afectividad, los hábitos, el carácter, el inconsciente;

-          pero que no son solamente de naturaleza psicológica[i], sino también sociológicos y culturales, como veremos más adelante.

Más aún, experimentamos obstáculos efectivos que nos impiden decidir y actuar,

-          tales como el empleo de la fuerza física (violencia), el miedo, la ignorancia, y los trastornos neuróticos y psicóticos, cuyo estudio corresponde a la Psicopatología[ii].

3.    Límites y necesidades del ser humano en su dimensión social[19].


4. La diversidad de componentes que hemos señalado, se encuentra, sin embargo, implicada necesariamente por factores condicionantes de orden no sólo orgánico y hereditario sino también de orden socio-cultural, que pueden facilitar desarrollo humano, o bien, dificultarlo, e incluso impedirlo. Tanto para cada ser humano en particular, como para sus agrupaciones más o menos extensas, así como para las mismas generaciones y culturas, es pensable que todos debamos afrontar términos inherentes a nuestra misma condición humana, de modo que el fenómeno de la “inmadurez” – a la que se alude con frecuencia – nos refiere a unos límites y necesidades peculiares. Las diversas influencias culturales y sociales (llámense funciones, estatutos de derechos y deberes, clase social, etc.) que se unen a los elementos constitucionales o psico-fisiológicos de una persona que vive en una situación temporal e histórica, la cual, a su vez, es resultado de su pasado y está orientada a confrontarse nuevas veces en el futuro. Como señalaba Kurt LEWIN[20], fundador de la psicología social moderna y de su práctica mediante las “dinámicas de grupo”, existe una relación de reciprocidad entre nuestra personalidad y las situaciones.

Se trata, en el caso de los factores impedientes, de agentes que obran no sólo a la manera de un ejemplo o de un “modelo” que una comunidad considera como el comportamiento ideal y típico para sus miembros; sino que encontramos que tales factores también producen verdaderos obstáculos, conscientes o inconscientes, para que sus miembros puedan desenvolverse en todos los campos (agentes económicos, sociales, raciales, etc.) y logren una efectiva “calidad de vida”.

La cultura[21] actúa sobre el individuo en un doble sentido:

-          En primer lugar, propone normas, tipos de vida, modelos de conducta y de personalidad que son presentados como deseables y expresan el ideal que poseen los diversos grupos sociales (“el macho”, “el influyente”, “el poderoso”; “el hombre exitoso” - vs. “el fracasado” -; “la mujer”, sinónimo de placer; “el/la joven”, etc., tan típicos de una sociedad de “consumo”, o el “fanático”, en otras; etc.), y, al mismo tiempo, establece instituciones susceptibles de crear – o de reproducir – en el individuo esos tipos de personalidades (instituciones educativas, p. ej.). Por su parte, el individuo tratará de hacer que su actividad procure esa inculturación que lo irá adaptando al ambiente social y cultural en que vive.

Se ha de considerar entonces el problema moral desde este ángulo del condicionamiento social objetivo, es decir, desde el aspecto o "coloración" que adquieren las normas objetivas de moralidad de un grupo humano (y las visiones o concepciones acerca del hombre que las subyacen). Pensemos, p. ej., en la influencia que éstas tienen gracias a los medios de comunicación social[22]. Nos referimos a aquellos valores que, si bien no son necesariamente nuevos, sí presentan aspectos o fachadas nuevos, y ello incide en que una sociedad pueda progresar, o también involucionar, en su desarrollo (¡no sólo moral!).

Para dar algunos ejemplos de lo que venimos diciendo, pongamos, en primer término, el de la condición de la mujer o el del trato a los prisioneros: sin duda existe un progreso a lo largo de la historia gracias a una percepción y a una toma de conciencia más diferenciada y más afinada del valor y dignidad de la persona humana (cf. supra, I,1.b, p. 730ss). Pero ello ocurre también en otros casos: el préstamo a interés, la limitación de los nacimientos, la inseminación artificial y la manipulación genética, el genocidio, la participación de los obreros en los beneficios de la producción...

Podemos entonces hablar de que existe un cierto relativismo cultural de las normas, así como también parecen ser demostradas las relaciones existentes entre los procesos complejos fundamentales del psicoanálisis (pensemos en el "complejo de Edipo", p. ej.), si bien, como señalaba Jean Claude FILLOUX[23], estas relaciones no se realizan en todas las culturas de la misma manera según el tipo freudiano y sí en forma análoga a él.

En relación con lo moral podemos afirmar que existe algo semejante: si se ponen aparte cierto número de normas absolutamente universales y que forman el fondo mismo del sentido moral y su condición de posibilidad, son bastante grandes las variaciones que el hombre elabora sobre la unidad de participación en una misma humanidad. Lo que hemos denominado "ontonomía", por la permanencia de sus exigencias.

Así, pues, entre esta común participación en la humanidad y las diversas situaciones socio-culturales se establece una relación que pudiéramos llamar "dialéctica", pues, sin duda, sociedad y cultura dependen de lo que los hombres hagan sobre ellas; pero también viceversa: todo contorno social viene a estimular constantemente esas potencialidades que se contienen en la naturaleza y que no podrían actualizarse sin tales estímulos.

-          Existe, con todo, una segunda forma de influencia de las condiciones culturales sobre el individuo: nos referimos al condicionamiento real que se ejerce sobre la libertad individual. Si recogiéramos ese conjunto de influencias que se ejercen sobre nosotros para estructurarnos en nuestra personalidad estaríamos tentados a juzgar esas influencias en forma totalmente determinista, es decir, estaríamos prescindiendo de la libertad, pues ella no tendría ninguna utilidad. Sin embargo nuestra experiencia propia nos enseña la libertad, además de las razones que nos proporciona la metafísica.

Así, pues, una adecuada valoración de las ciencias sociológicas y fenomenológicas nos permite enfatizar las limitaciones que realmente posee la libertad humana y, por tanto, no podemos caer en la pretensión de erigir una libertad absoluta.       

Cuando tratamos este aspecto del condicionamiento sociológico debemos aplicar lo que ya dijimos con respecto al condicionamiento caracterial: yo no elijo mi carácter, pero según él elijo y doy mi tono particular a mis decisiones. Así mismo, tampoco puedo escoger totalmente los ambientes sociales en los que tendré qué vivir, ni las solicitaciones que de ellos pudieran llegarme a través de las normas de conducta que me propusieran, de las presiones que ejercieran sobre mí, etc. O, por lo menos, si en rigor yo pudiera escoger no los escogería todos, y la elección, muy limitada, la haría siempre a partir de un ambiente ya dado y que yo no he escogido.

Podríamos decir, recordando al citado Kurt Lewin, que existe un "espacio de libertad", y que éste se identifica con el campo de posibilidades definido por las situaciones sociales y culturales[24]. El ambiente social no es solamente obstáculo para el ejercicio de nuestra libertad ni mucho menos el único factor (factor necesitante) del acto humano: el ambiente social puede, y, más aún, debería ser concebido como el campo en el que se desarrolla nuestra libertad. Sin duda, ese campo será más o menos favorable para el desarrollo, pero corresponde a cada persona modificar parcialmente su entorno social y cultural y transformarlo en un ámbito verdaderamente humano. Y de ello, sin lugar a dudas, cada persona, y todos los hombres en su conjunto tenemos, en cuanto “administradores”, según nuestro puesto y tarea, una responsabilidad.

Nuestra perspectiva ética sobre el condicionamiento sociológico de la libertad constata la influencia que, tanto al nivel de nuestra facultad intelectiva (entendimiento) como al nivel de nuestra facultad volitiva (voluntad), ejerce el entorno cultural en que nos encontremos. Tengamos en cuenta, p. ej., la influencia que sobre nosotros ejercen los prejuicios y los errores de nuestra sociedad, en especial aquellos que provienen de una cierta visión de "clase social", o los particularismos y las miradas estrechas procedentes de nuestro grupo familiar, o, inclusive, las deformaciones que se originan en el ambiente escolar, etc. Todo ello puede falsear nuestra conciencia individual.

También las condiciones del ambiente modelan activamente nuestras reacciones individuales y restringen enormemente nuestra libertad, p. ej., gracias a la atracción que ellas ejercen sobre nuestra sensibilidad o sobre nuestra imaginación. Pensemos, p. ej., la influencia que puede producir el hacinamiento en las viviendas... Por eso mismo podemos repetir con Tomás de Aquino que hace falta un mínimo indispensable de bienestar para que se pueda practicar la virtud. Recogiendo y desarrollando sus palabras, afirmó el CONC. VAT. II:

“La interdependencia, cada vez más estrecha, y su progresiva universalización hacen que el bien común – esto es, el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección – se universalice más, e implique por ello derechos y obligaciones que miran a todo el género humano […] Crece al mismo tiempo la conciencia de la excelsa dignidad de la persona humana, de su superioridad sobre las cosas y de sus derechos y deberes universales e inviolables. Es, pues, necesario que se facilite al hombre todo lo que éste necesita para vivir una vida verdaderamente humana, como son el alimento, el vestido, la vivienda, el derecho a la libre elección de estado y a fundar una familia, a la educación, al trabajo, a la buena fama, al respeto, a una adecuada información, a obrar de acuerdo con la norma recta de su conciencia, a la protección de la vida privada y a la justa libertad también en materia religiosa”[25].

La libertad humana, por tanto, debe confrontarse permanentemente y muy en concreto, ante diversos bienes y valores, cuya radical autenticidad, genuinidad y coherencia humana debe ser probada. En esta escala de valores la sexualidad y la vida, p. ej., ciertamente la poseen[26]. Y podemos afirmarlo, sin ningún género de dudas, de Cristo, de la caridad, de la esperanza y de la fe cristiana[27]. Con todo, hemos señalado la influencia negativa que ejerce el ambiente social-cultural sobre nuestro ejercicio de la libertad. Pero no podemos desconocer, igualmente, el aspecto positivo de la cuestión. Nuestra libertad es un bien precioso, aunque frágil, y las diversas circunstancias pueden, con nuestro consentimiento, ¡favorecerla... o ahogarla! Ayudar a los miembros de las comunidades universitarias a tomar conciencia de ello, es un servicio estupendo que ellas prestan.

5. Hoy más que nunca debemos estar atentos a que el ejercicio – individual y social - de nuestra libertad sea un “ejercicio situado de nuestra libertad”. No sólo debemos ser conscientes de nuestra pertenencia a América Latina, p. ej., sino al mundo y a cuanto hoy se debate en él, a sus aspectos favorables, pero también, a los que “nos amenazan”. Se trata de tomar cuidado de aquello que ya denunciaban los Obispos en Puebla[28], y que toca directamente con nuestra “cultura”, no sólo latinoamericana, sino humana, perturbando, también, nuestra “calidad de vida”. De entonces a hoy, el problema puede considerarse que no se ha reducido ni en su extensión ni en su profundidad, y que, por el contrario, en varios de sus aspectos se ha agravado, sobre todo a raíz de cierta “globalización”, comprendida, no como la posibilidad efectiva de interactuar entre todos los seres humanos, justificados y justos, de deliberar y decidir y compartir entre ellos los bienes naturales y aquellos producidos gracias a las destrezas y la perseverancia de todos, sino como un proceso de “cambio” conducente a una “homogenización”, la cual pretende consolidarse como visión única, uniforme y uniformadora de la realidad, de los procesos, de las culturas, de las relaciones, del sentido de la vida, y que llega a afectar, inclusive, la manera de interactuar con el medio ambiente[iii].

Ya lo había denunciado el Papa Juan Pablo II en célebre ocasión:

“Después de la caída, en muchos países, de las ideologías que condicionaban la política a una concepción totalitaria del mundo — la primera entre ellas el marxismo —, existe hoy un riesgo no menos grave debido a la negación de los derechos fundamentales de la persona humana y a la absorción en la política de la misma inquietud religiosa que habita en el corazón de todo ser humano: es el riesgo de la alianza entre democracia y relativismo ético, que quita a la convivencia civil cualquier punto seguro de referencia moral, despojándola más radicalmente del reconocimiento de la verdad. En efecto, «si no existe una verdad última — que guíe y oriente la acción política —, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia»”[29].

6. La kénosis nos refiere, pues, a las limitaciones sociales, y nos precave de esta suerte de manipulación totalitaria - aplicable, entre otros ámbitos, a los que conciernen al conocimiento -. Pero existe, finalmente, un último límite, muy sutil, del que la kénosis nos puede ayudar a ser especialmente conscientes. Metodológicamente podemos ayudarnos a develar ese límite con la ayuda de la filología y, más precisamente, de la ontología. Sin embargo, en una aparente contradicción, este límite nos reafirma la necesidad de atestiguar nuestra falta de limitación. En efecto, en una cultura tecno-científica como la nuestra, en la que se destaca tanto la importancia de la “objetividad”, precisamente es nuestro ser-en-el-mundo – ser tan precario, tan efímero - “presencia” de Dios, “lugar” del Ser divino en el mundo. Por eso es imposible objetivarnos del todo, hay que dar lugar – ¡y valorar! – nuestra “subjetividad” personal, permitiéndole a ella desarrollar su tendencia ilímite hacia Dios. Hans Urs Von BALTHASAR lo expresó de una manera profunda y “técnica”, como solía hacerlo:

“Se pueden emprender investigaciones sobre todos los aspectos del hombre de que se ocupan las diversas ciencias, pero para hacerlo con los requisitos debidos y con cierta esperanza de éxito, desde el principio hay que renunciar a interpretar al hombre según una idea cerrada, por sublime que sea. Precisamente en esa imposibilidad, el hombre es imagen de Dios, de quien lo más seguro que se puede decir es que no cabe reducirle a fórmulas finitas. Si comprehendis, non est Deus. Esto puede afirmar la filosofía llegando a su límite. Pero el Dios desconocido se hace vivo, sin embargo, para los hombres cuando se revela; y con eso también la imagen de ese desconocido que es el hombre empieza a resultar importante y fascinadora por no poderse visualizar. Sus rasgos se vivifican se aclaran y se ahondan cuando el hombre encuentra en él, no su espejo, sino su prototipo. Sólo en la unidad de Dios, que es trinitaria, se ilumina y se encuentra la unidad del hombre, en el tránsito del viejo Adán al nuevo Adán”[30].


Siendo tal nuestra condición humana, algo similar debe decirse – violación de los derechos humanos – de cualquier pretensión, consciente o inconsciente, inclusive posicionada por características pseudocientíficas, que quisiera desterrar, por acción, por omisión, por desgano o por presunta mera inaccesibilidad, del corazón, de la mente, de las manos de mujeres y hombres, no la idea, sino la presencia del Creador:
“Pensando en la Shoah, me gustaría conmemorar otros dos eventos trágicos. El pasado 16 de octubre caía otro dramático setenta y cinco aniversario: el del rastreo del gueto de Roma. Dentro de pocos días, el 9 de noviembre marcará el ochenta aniversario de la llamada “Kristallnacht”, cuando muchos lugares de culto judíos fueron destruidos, también con la intención de arrancar del corazón del hombre y de un pueblo aquello que es absolutamente inviolable: la presencia del Creador. Cuando se quiso reemplazar al Buen Dios con la idolatría del poder y la ideología del odio se terminó con la locura de exterminar a las criaturas. Por eso, la libertad religiosa es un bien supremo que debe salvaguardarse, un derecho humano fundamental y un baluarte contra las pretensiones totalitarias”[30 bis].



Notas de pie de página



[1] El Papa BENEDICTO XVI, con ocasión de las celebraciones recordatorias del segundo milenio de san Pablo, el Apóstol, efectuó una serie de catequesis durante las Audiencias generales de los miércoles, durante el año 2008. El tema de la “justificación” en las cartas del Apóstol de las Gentes fue motivo de las Audiencias correspondientes a los días 19 y 26 de noviembre. El tema, siendo polémico y crucial, como la historia del dogma lo permite comprender, recibió el aporte de una gran audacia interpretativa por parte del Santo Padre, quien trató de “salvar la opinión” del reformador Martín Lutero, sin dejar de exponer la posición católica, y mediante ello quiso llevar adelante, sobre todo, el diálogo teológico con las comunidades reformadas. Lo fundamental de la vida cristiana es, como expresa el Papa, que exista una profunda unión con Cristo, una vida en Cristo, lo cual no sólo hace referencia a una fe meramente teórica sino a una verdadera experiencia de caridad. Los textos originales italianos pueden verse en:
[2] Volveremos, igualmente, sobre algunas otras de tales expresiones en diversos lugares de este capítulo, especialmente. El tema es desarrollado sistemáticamente por el CAIC396-421 y en otros lugares. En: http://www.vatican.va/archive/ESL0022/_P1C.HTM#2L5 y en  http://www.vatican.va/archive/ESL0022/SX.HTM .
[4] El tema lo desarrolló en las Meditaciones metafísicas (“Meditaciones tercera y sexta”): Tecnos Madrid 2002.
[5] Guillermo HERNÁNDEZ BAYONA: Psicopatología básica Ed. Pontificia Universidad Javeriana Bogotá 2006 4ª.
[6] Tomo la referencia del art. “Presupuestos para una renovación del lenguaje religioso”, del Secretariado General de la Revista Con, atribuible a Edward SCHILLEBEECKX o.p., volumen dedicado al “Futuro de la liturgia”: 42 1969 342. La nota hace referencia a la idea de N. Chomsky y está tomada de sus obras: «De quelques constantes de la théorie linguistique», en Diogène 51 1965 14, y Syntactic Structures Mouton La Haya 1967.
[7] De oui,oj = “Hijo”. Ya se presentó esta línea de pensamiento en el cap. IV (II.b.9, p. 763, con su nt. final lxxxvi = ii en esta edición).
[8] Baste hacer una rapidísima comparación de la situación con la conocidísima que ocurre, p. ej., con los terneros, dese por caso, de raza Limousin: “Este ganado es originario de la parte central sur de Francia, en las regiones de Limousin y Marche, que se describen como una región escarpada, pedregosa y de clima difícil, no aptas para la agricultura. Este medio ambiente, le permitió al ganado Limousin evolucionar hasta transformarse en una raza rústica, adaptable y resistente a las enfermedades […] La raza Limousin además, ofrece otras bondades importantes a considerar: Buena eficiencia alimenticia. Buen porcentaje de fertilidad. Con una vida media productiva de 9.5 años. Buen desarrollo del instinto de conservación de la especie. Se ha observado que en momentos de peligro por depredadores, el o los sementales rodean a las hembras para protegerlas. Buen desarrollo del instinto materno. La madre produce la suficiente leche para alimentar a su cría y son extremadamente celosas con sus hijos”: UNAM – FACULTAD DE MEDICINA VETERINARIA Y ZOOTECNIA: “Centro de Enseñanza, Investigación y Extensión en Producción Animal en Altiplano”,  en (consulta septiembre 2006): http://www.fmvz.unam.mx/fmvz/centros/ceiepag/ceiepag_sistemas.htm
[9] Básicamente, muchos elementos de lenguaje presentes en los seres humanos se encuentran también en los animales, particularmente en los denominados “superiores”. Con todo, se reconoce que también en este campo, los animales cuentan con mayores “recursos” para expresarse: “Pero ellos tienen otras formas de comunicarse: p. ej., a través de la orina delimitan el territorio, indican así su presencia, detectan perras en celo o muestran su grado de excitación. Ante el olor de una perra en celo, el macho reaccionará como si estuviese frente a ella, aunque no la vea. Originariamente, estas marcas las utilizaban para mantener unida la manada, facilitando la orientación dentro del territorio. Otra forma utilizada por ellos para comunicarse es el aullido, que utilizan en caso de sentirse solos y abandonados, contagiando a sus congéneres que les escuchen, uniéndose en un bonito concierto. Según el tipo de aullido o gemido podemos saber también su estado de ánimo. Ya en 1872 Darwin estudió el lenguaje corporal de los animales, teniendo gran importancia la mímica del rostro. Muestran todas las gradaciones, desde tranquilidad hasta ansiedad. Habría que fijarse en la posición de los labios, la de las orejas y el rabo, y sabremos perfectamente lo que nos quiere decir”: PROYECTO ANIMAL: “Conducta animal” en: “En buenas manos. Mascotas” (consulta septiembre 2006): http://www.enbuenasmanos.com/articulos/muestra.asp?art=976
[10] Las cifras son las mejores estimaciones disponibles en noviembre de 2004.
[11] ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD: Agua, saneamiento y salud, en (consulta septiembre de 2006): http://www.who.int/water_sanitation_health/publications/facts2004/es/index.html
“- ¿Qué les diría a quienes ven el calentamiento global como algo que ‘afectará a otras generaciones y no a la mía, así que para qué me preocupo’? – El ‘Katrina’ afectó a esta generación.  El huracán ‘Wilma’ ni siquiera tuvo titulares en la mayor parte del mundo, pero en Miami sí tuvo efecto. Afectó a esta generación. El derretimiento del casquete polar del norte está pasando ahora, no en el futuro. El derretimiento de todos los glaciares de montaña está en el presente. Hay muchas ciudades a ambos lados de los Andes sudamericanos que tendrán problemas por falta de agua en cuestión de décadas, no siglos… Todos los días estamos poniendo 70 millones de toneladas de contaminantes que causan calentamiento global en la atmósfera terrestre. En el Caribe los arrecifes coralinos están muriendo… Las enfermedades tropicales que rara vez se encontraban en las latitudes cálidas están comenzando a avanzar hacia el norte y hacia el sur del ecuador…”: Ángela POSADA-SWAFFORD entrevista a Al GORE: “Gore: ‘Estamos en emergencia planetaria’”, en El Tiempo, Lecturas Fin de semana, sábado 7 de abril de 2007 6-8.
[12] ILLINOIS EARLY LEARNING PROJECT: El desarrollo físico infantil durante los primeros cinco años de vida, en (consulta septiembre de 2006): http://www.illinoisearlylearning.org/faqs-sp/physicaldev-sp.htm
[12 bis] El sufrimiento y la muerte – del ser humano y de otros seres vivos – provienen, no pocas veces, de fenómenos atmosféricos y de otros producidos por el reacomodamiento de la superficie o de las profundidades terrestres o marítimas, etc. Destaquemos, entre tales fenómenos: el ciclón – tifón (particularmente en las zonas de los Océanos Pacífico e Índico, cercanos a las Filipinas y a China), o huracán (que se especifica según el lugar de su ocurrencia en tropical, extratropical, subtropical, polar, mesociclón; consulta del 8 de septiembre de 2017, en: https://es.wikipedia.org/wiki/Cicl%C3%B3n_tropical) –; los terremotos – o movimientos telúricos, medidos desde puntos de vista tales como su magnitud (el más conocido, la escala de Richter) o su intensidad (el más conocido, la escala de Mercalli) (consulta del 8 de septiembre de 2017, en: https://es.wikipedia.org/wiki/Terremoto) –; el corrimiento de tierra (incluso submarino) o deslave – derrumbe o deslizamiento, flujo de lodo, licuefacción, reptación: consulta del 8 de septiembre de 2017, en: https://es.wikipedia.org/wiki/Corrimiento_de_tierra –; la inundación por agua fluvial (avenidas) o marítima (con causas eventualmente en maremotos o en tsunamis en los Océanos Pacífico e Índico) (consulta del 8 de septiembre de 2017, en:  https://es.wikipedia.org/wiki/Inundaci%C3%B3n ; etc.
[13] UNICEF: “Equidad en infancia”, en (consulta septiembre 2006): http://www.iglesia.cl/especiales/cuaresmafraternidad2006/documentos/unicef.html
[14] Han sido, especialmente, las “Teorías Sociales” las que más han insistido sobre “la idea de que la causa de la personalidad no es biológica, sino externa, y que viene determinada por las situaciones a las que se enfrenta el individuo. Estas teorías sociales postulan que el individuo desarrolla una personalidad a través de muchos intentos de tratar con la gente en una situación social. Suponen que los individuos luchan por superar los sentimientos de inferioridad y buscan medios de lograr el amor, la seguridad y la hermandad, impulsando a las personas a perfeccionarse. El primer estudio importante del comportamiento, aplicado, sin embargo, a la experiencia del consumidor, se inspiró en el marco teórico propuesto por Karen Horney, que rompía con las teorías freudianas. Identificó diez grandes necesidades que el individuo adquiere cuando intenta dar una solución a sus problemas al desarrollar su personalidad y al desarrollarse con los otros en un ambiente social. Horney propuso que los individuos fuesen clasificados en tres grupos de personalidad: sumisa, agresiva y desenvuelta: A) Los individuos condescendientes son aquellos que se desplazan hacia los demás, desean ser amados, queridos y apreciados. Para este grupo se dirigen los productos de socialización. B) Los individuos agresivos son aquellos que se desplazan en contra de los demás, tiene deseo de sobresalir y de ganar admiración y éxito. C) Los individuos desenvueltos son aquéllos que se desplazan, ponen distancia en sus emociones entre ellos y otras personas, desean independencia, autosuficiencia y libertad de obligaciones”. En: UNIVERSIDAD CARLOS III DE MADRID: “La personalidad”, en (consulta septiembre 2006): http://www.uc3m.es/marketing2/personalidad.htm
[15] JUAN PABLO II: Audiencia general del miércoles 19 de diciembre de 1979 n. 1, en: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/audiences/1979/documents/hf_jp-ii_aud_19791219_sp.html (La cursiva está en el texto).
[16] Hoy, cuando se habla con cierta frecuencia y manera de la “orientación sexual” de los individuos, vale la pena traer también a colación esta discusión. Con la participación de las Pontificias Academias de las Ciencias y de las Ciencias Sociales, de la Academia de Ciencias morales y políticas, de la Academia de las Ciencias y del Instituto Católico de París, se efectuó en Roma, el 28 de enero de 2008, la segunda sesión inter-institucional – la primera había ocurrido en París – del Coloquio sobre “La identidad cambiante del individuo”. A cuantos intervinieron en el Coloquio les dirigió el Papa BENEDICTO XVI un discurso del que sacamos las siguientes ideas: «Ahora que las ciencias exactas, naturales y humanas han logrado avances prodigiosos en el conocimiento del hombre y de su universo, es grande la tentación de querer circunscribir totalmente la identidad del ser humano y encerrarlo en el conocimiento que se puede tener de él. Para evitar este peligro, es preciso dejar espacio a la investigación antropológica, filosófica y teológica, que permite mostrar y mantener el misterio propio del hombre, puesto que ninguna ciencia puede decir quién es el hombre, de dónde viene y adónde va. Por tanto, la ciencia del hombre se convierte en la más necesaria de todas las ciencias. […] El hombre está siempre más allá de lo que se ve o de lo que se percibe mediante la experiencia. Descuidar la cuestión sobre el ser del hombre lleva inevitablemente a dejar de buscar la verdad objetiva sobre el ser en su integridad y, de este modo, a la incapacidad para reconocer el fundamento sobre el que se apoya la dignidad del hombre, de todo hombre, desde su fase embrionaria hasta su muerte natural. Durante vuestro coloquio habéis experimentado que las ciencias, la filosofía y la teología pueden ayudarse para percibir la identidad del hombre, que está en constante devenir. A partir de la cuestión sobre el nuevo ser surgido de la fusión celular, que es portador de un patrimonio genético nuevo y específico, habéis mostrado elementos esenciales del misterio del hombre, caracterizado por la alteridad: un ser creado por Dios, un ser a imagen de Dios, un ser amado hecho para amar. En cuanto ser humano, jamás está encerrado en sí mismo; siempre conlleva una alteridad y, desde su origen, se encuentra en interacción con otros seres humanos, como nos lo revelan  cada vez más las ciencias humanas. ¿Cómo no evocar aquí la maravillosa meditación del salmista sobre el ser humano, formado en lo secreto del vientre de su madre y al mismo tiempo conocido en su identidad y en su misterio únicamente por Dios, que lo ama y lo protege? (cf. Sal 139, 1-16). El hombre no es fruto del azar, ni de una serie de circunstancias, ni de determinismos, ni de interacciones físico-químicas; es un ser que goza de una libertad que, teniendo en cuenta su naturaleza, la trasciende y es el signo del misterio de alteridad que lo caracteriza. Desde esta perspectiva, el gran pensador Pascal decía que «el hombre supera infinitamente al hombre». Esta libertad, propia del ser humano, hace que pueda orientar su vida hacia un fin; hace que, con los actos que realiza, pueda dirigirse hacia la felicidad a la que está llamado para la eternidad. Esta libertad muestra que la existencia del hombre tiene un sentido. En el ejercicio de su libertad auténtica, la persona cumple su vocación, se realiza y da forma a su identidad profunda. En el ejercicio de su libertad también ejerce su responsabilidad sobre sus actos. En este sentido, la dignidad particular del ser humano es a la vez un don de Dios y la promesa de un futuro. El hombre tiene la capacidad específica de discernir lo bueno y el bien. La sindéresis, puesta en él por el Creador como un sello, lo impulsa a hacer el bien. Movido por ella, el hombre está llamado a desarrollar su conciencia mediante la formación y el ejercicio, para orientarse libremente en su existencia, fundándose en las leyes esenciales, que son la ley natural y la ley moral. En nuestra época, en la que el desarrollo de las ciencias atrae y seduce por las posibilidades que ofrece, es más importante que nunca educar las conciencias de nuestros contemporáneos para que la ciencia no se convierta en criterio del bien y para que se respete al hombre como centro de la creación y no se lo transforme en objeto de manipulaciones ideológicas, ni de decisiones arbitrarias, ni  tampoco de abusos de los más fuertes sobre  los más débiles. Se trata de peligros cuyas manifestaciones hemos podido  conocer  a  lo largo de la historia humana, y en particular durante el siglo XX. Toda práctica científica debe ser también una práctica de amor, debe estar al servicio del hombre y de la humanidad, contribuyendo a la construcción de la identidad de las personas. En efecto, como señalé en la encíclica Deus caritas est, «el amor engloba la existencia entera y en todas sus dimensiones, incluido también el tiempo. (...) El amor es "éxtasis"», es decir, «como camino, como un  permanente salir del yo cerrado en sí  mismo hacia su liberación en la entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo» (n. 6). El amor hace salir de sí para descubrir y reconocer al otro; al abrirse a la alteridad, confirma también la identidad del sujeto, ya que el otro me revela a mí mismo. » En : http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/21567.php?index=21567&po_date=28.01.2008&lang=sp (versión original) y en http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/january/documents/hf_ben-xvi_spe_20080128_convegno-individuo_sp.html (castellano). La cursiva en el texto es mía.
[17] “El Alzheimer es una demencia progresiva que tiene el déficit de memoria como uno de sus síntomas más tempranos y pronunciados. Por lo general, el paciente empeora progresivamente, mostrando problemas perceptivos, del lenguaje y emocionales a medida que la enfermedad va avanzando. A nivel neuronal, la enfermedad está asociada con el desarrollo de placas y ovillos de fibras que van recubriendo el cerebro. El 50% de los mayores de 65 años demenciados sufren de Alzheimer. Se diagnostica definitivamente durante la autopsia.” En (consulta septiembre 2006): http://www.tuotromedico.com/temas/alzheimer.htm
[18] Sobre todo en relación con las teorías del aprendizaje, se estudian los cambios que se producen en el organismo con ocasión de las experiencias. El enfoque conductista distingue entre el condicionamiento clásico o pavloviano (I. Pávlov), que trata de los reflejos condicionados, y el condicionamiento instrumental u operante, de B. F. Skinner, con la teoría del “refuerzo positivo de las acciones”, en razón de las consecuencias (recompensas) de las conductas.
[19] Para esta sección he empleado materiales, como hemos advertido, de René SIMÓN: Moral Herder Barcelona 1967.
[20] Entre sus obras se destacan: Una teoría dinámica de la personalidad (1935), Teoría del campo y experimentación en psicología social (1939); La representación conceptual y la medición de las fuerzas psicológicas (1938) y Teoría de campo en las ciencias sociales (1951): cf. CÁTEDRA UNESCO, Málaga, España: “Biografías”, en (consulta septiembre de 2006): http://www.infoamerica.org/teoria/lewin1.htm.
Dígase algo similar, a propósito del concepto de “desarrollo humano” que hemos empleado, de los aportes realizados por Abraham Harold MASLOW (1908-1970), quien pretendía “estudiar la mitad sana de la psicología” (para contrastarse con Freud), y considerado fundador de la “psicología humanista” y de la “psicología transpersonal”, e investigador de la tendencia humana hacia la búsqueda de la “auto-actualización” y de la “auto-realización”. Es bien conocida su “escala de necesidades humanas”, que va desde las de orden fisiológico (respiración, alimentación, descanso, sexo, homeostasis), ascendiendo por las del orden psicológico de la seguridad (física, de empleo, de recursos, moral, familiar, de salud, de propiedad privada), de la afiliación (amistad, afecto, intimidad sexual) y del reconocimiento (auto-reconocimiento, confianza, respeto, éxito), y llegando hasta las del orden de la autorrealización (moralidad, creatividad, espontaneidad, falta de prejuicios, aceptación de los hechos, resolución de problemas). De sus obras citemos en castellano: La amplitud potencial de la naturaleza humana Trillas México 1982; Motivación y personalidad Ediciones Díaz de Santos Madrid 1991; La personalidad creadora Editorial Kairós Barcelona 1994; El hombre autorrealizado: hacia una psicología del ser Editorial Kairós Barcelona 1998 (Toward a psychology of being 1968).
[21] Cf. Henri CARRIER: "La aportación del Concilio a la cultura" en René LATOURELLE (ed.): Vaticano II: 25 años después.  Balance y Perspectivas, o. c., p. 116, nt. 274, 1087-1100.
[22] Para dar un simple ejemplo: ¡¿Qué difícil, no sólo por lo compleja, es, v. gr., la educación moral de la conciencia y del dominio de sí mismo, especialmente de niños, adolescentes y jóvenes, en un ámbito tan fundamental, crítico, necesario y delicado como el de la sexualidad?! Traigo al propósito el siguiente texto:
“[…] Para mayores de edad y por 15 mil pesos […] Toda clase de artículos y consejos eróticos que salvarían la vida sexual de la más apagada de las parejas, servicios de acompañantes para hombres y mujeres, contactos para la población LGBT, líneas calientes y orientación para la producción de películas eróticas en casa, entre otros productos y servicios, estarán ‘concentrados’ durante 11 días en un lugar de Chapinero […] (N. N.), una de las organizadoras del evento, sostiene que «más que pornografía, que también estará en la feria, los colombianos le están apostando a una cultura del erotismo, sobre todo las mujeres, que más que sexo buscan buena compañía, en todos los sentidos de la palabra». Sin duda ellas serán las más beneficiadas, pues la mayoría de productos que serán exhibidos (en los más de 70 lugares de exposición con que contará el evento) fueron hechos pensando en sus necesidades […] Aunque (N. N.), otra de las organizadoras, precisa que «todo lo demás también está incluido» en el precio […] (N. N.), expositor de una tienda de productos sexuales agrega que «la idea de esta feria es darle al sexo el lugar que se merece, con altura y sin tapujos». Y de paso subir la temperatura de los bogotanos”: Carlos A. ESPEJO O.: “Hiperferia del sexo en Chapinero”, en El Tiempo Domingo 8 de octubre de 2006 2-5.
[23] Jean Claude FILLOUX: La personalidad Editorial Universitaria de Buenos Aires Buenos Aires 1969.
[24] Como se ha dicho, “la obra de Lewin se proyecta sobre el ámbito de la comunicación en diversas vertientes y ejercen una influencia significativa. Su psicología social abandona la visión individualista de la psicología tradicional, que integraba al individuo en un conjunto amorfo, la sociedad de masas, en el que se habían asentado muchos de los paradigmas comunicacionales. El conjunto, el grupo social, no es la mera suma de partes iguales, individuos. Lewin se preocupa por la dinámica de los grupos, el enfoque del ambiente o campo -ve al individuo a través del grupo-, los procesos de liderazgo y aprendizaje social, facetas en las que los medios juegan un importante papel, tanto por construir escenarios o ambientes, como por la capacidad que poseen para modificarlos. El presupuesto argumental de Lewin, cuando habla del aprendizaje grupal y de la dinámica de la vida social, parte de la convicción de que el marco democrático es aquel en el que se produce el ambiente más favorable”: CÁTEDRA UNESCO, Málaga, España: “Biografías”, en (consulta septiembre de 2006): http://www.infoamerica.org/teoria/lewin1.htm.
[25] CONC. VAT. II: Constitución pastoral Gaudium et spes, “Primera Parte, La Iglesia y la vocación del hombre, capítulo II, La comunidad humana”, n. 26ab. Al tratar Santo Tomás sobre las disposiciones, los hábitos y las virtudes señaló reiteradamente que inciden sobre el sujeto y sobre su actuar, para “aumentarlas” o para “disminuirlas”, “principios extrínsecos” al sujeto, que influyen sobre su voluntad a la manera de “condiciones” para el ejercicio de la misma. Véanse en la ST I-IIae las qq. 51, a. 1; 53, a. 3; y 66, a. 1.
[26] Sobre la cuestión de la vida humana dentro de la jerarquía de los valores en las escalas individuales, jurídicas y culturales, la problemática es álgida y está tremendamente polarizada. Si la libertad humana es ponderada de tal manera, la vida humana posee en la visión cristiana un valor “intramundano” de máxima importancia. Ya lo hemos podido ver a lo largo de esta investigación, pero, muy especialmente, al referirnos a la condición del zigoto.
Ahora queremos referirnos a la condición de los enfermos en estado de vida vegetativa, para lo cual hacemos referencia al documento conjunto de la ACADEMIA PONTIFICIA PARA LA VIDA y la FEDERACIÓN MUNDIAL DE ASOCIACIONES DE MÉDICOS CATÓLICOS: “Reflexiones sobre los problemas científicos y éticos relativos al estado vegetativo”, Roma, 17-20 de marzo de 2004, en: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_academies/acdlife/documents/rc_pont-acd_life_doc_20040320_joint-statement-veget-state_sp.html
Al referirse a este trabajo, Gian Luigi GIGLI, presidente de la FIAMC, decía al Santo Padre JUAN PABLO II  en aquella ocasión: “400 personas llegadas desde 42 diferentes países de todos los continentes participaron en el Congreso, que fue organizado por la Federación Mundial de Asociaciones Médicas Católicas (FIAMC) y la Pontificia Academia por la Vida. Entre los participantes no sólo había muchos católicos, sino que había cristianos de otras denominaciones, judíos, musulmanes e hinduistas. Todos ellos sentían que el asunto del estado vegetativo, que se refiere a una de las fronteras de la vida, propone importantes cuestiones y cambia muchas ideas derivadas de nuestra antropología, es decir, el significado del sufrimiento humano, el derecho a la vida, los fundamentos del vivir civil juntos, y la solidaridad dentro de las relaciones sociales”: en (consulta septiembre 2006): http://www.fiamc.org (La cursiva es nuestra). La respuesta del Papa puede verse en: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/2004/march/documents/hf_jp-ii_spe_20040320_congress-fiamc_sp.html
[27] En esta misma concepción valorativa que hemos señalado. Cf. Gianfranco GHIRLANDA S. J.: "Los deberes y derechos de los fieles cristianos en la comunión eclesial: su cumplimiento y ejercicio" en UC 17 1988 11-41, revista de la Facultad de Derecho Canónico de nuestra Universidad.
De aquí deriva, a causa de su íntima conexión no sólo temática, sino, inclusive por ser “conditiones sine qua non” en orden a la fe, la importancia de otras “libertades” o “derechos humanos”, tales como los de conciencia y religión. A este propósito, recientemente (29 septiembre de 2006), ha dicho el Secretario de Estado de la Santa Sede, Card. Tarcisio BERTONE: “La dignidad, la libertad y el respeto incondicional de los derechos fundamentales de todo ser humano, especialmente su libertad de conciencia y de religión, deben estar entre nuestras preocupaciones primordiales, ya que no podemos desentendernos de nuestra solidaridad por la suerte y el porvenir de nuestros hermanos y hermanas”: en: http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/18901.php?index=18901&lang=sp
[28] Cf. Puebla nn. 53 y 418, p. ej.
[29] Carta enc. CA 46; cf. id.: enc. VS 101.
[30] Hans Urs VON BALTHASAR: El problema de Dios en el hombre actual Guadarrama Madrid 1966 2ª 195.
[30 bis] Discurso del S. P. FRANCISCO, el 5 de noviembre de 2018, durante el encuentro con una Delegación de Rabinos del “World Congress of Mountain Jews” del Cáucaso, en: 
http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/11/05/rab.html




Notas finales

[i] Seguramente son más de cuatrocientas las enfermedades que se conocen, han sido debidamente estudiadas y están siendo tratadas (véase un listado de ellas en, consulta del 22 de septiembre de 2017: http://www.webconsultas.com/salud-al-dia). 
Una de dichas enfermedades que tiene consecuencias no sólo en la bioquímica y en la fisiología del organismo sino también en la psicología del individuo (depresión) es la diabetes. Algunas veces, ella se encuentra en personas que están siendo tratadas por diálisis peritoneal porque sufren simultáneamente de insuficiencia renal. Un artículo que muestra los estudios clínicos que se están realizando en la Pontificia Universidad Javeriana para tratar el problema es: Ana María Gómez - Santiago Vallejo - Freddy Ardila - Oscar Mauricio Muñoz - Álvaro J Ruiz - Mauricio Sanabria - Alfonso Bunch - Elly Morros - Laura Kattah - Maira García-Jaramillo - Fabián León-Vargas: “Impact of a Basal-Bolus Insulin Regimen on Metabolic Control and Risk of Hypoglycemia in Patients With Diabetes Undergoing Peritoneal Dialysis”. Article in Journal of diabetes science and technology · September 2017: DOI: 10.1177/1932296817730376. Available from: https://www.researchgate.net/publication/319942110_Impact_of_a_Basal-Bolus_Insulin_Regimen_on_Metabolic_Control_and_Risk_of_Hypoglycemia_in_Patients_With_Diabetes_Undergoing_Peritoneal_Dialysis [accessed Sep 22, 2017].
[ii] El efecto de tales problemáticas no se queda, por supuesto, en el propio individuo, sino que se proyecta en sus diversos entornos, con un mayor o menor grado de gravedad. Para ilustrar el asunto, piénsese, p. ej., en las causas de nulidad matrimonial que, en el c. 1095, organiza el panorama de los efectos que tienen los diversos trastornos mentales sobre el consentimiento: los ord. 1° y 2°, (carencia, permanente o transitoria, del uso de razón, y falta grave de discreción de juicio), tocan las esferas que en semiología psiquiátrica tienen que ver con “porte y actitud”, “trastornos de la conciencia”, “trastornos de la atención”, “trastornos de la orientación”, “trastornos de la memoria”, “trastornos de la sensopercepción”, “trastornos del pensamiento”, “trastornos del lenguaje”, “trastornos de la inteligencia”, “trastornos del juicio y raciocinio”, entre los más comunes; por su parte, el ord. 3°, que se refiere al no-cumplimiento efectivo de las obligaciones matrimoniales esenciales, tiene que ver, muy especialmente – incluso, además de los factores anteriores – con los “trastornos del sueño”, “trastornos del afecto”, “trastornos de la conducta motora” y otros “síndromes psiquiátricos”: cf. Luis Carlos TABORDA R. – Cecilia BURGOS DE TABORDA – Jorge TÉLLEZ V. – Rafael VÁSQUEZ R.: Principios de semiología psiquiátrica Empresa Editorial Universidad Nacional de Colombia  Bogotá 1991 3ª.
Por su parte, la jurisprudencia canónica relaciona tales entidades gnosológicas en sus decisiones y sentencias con diversas problemáticas, algunas veces hallándoles argumento y valor en orden a la determinación de una nulidad, en otras no: “Desórdenes y anomalías de la personalidad”, “aborto”, “adulterio”, “alcoholismo”, “afectividad”, “ansiedad neurótica”, “coacción, miedo y falta de libertad interna”, “aberraciones sexuales”, “inmadurez”, “neurosis”, “psicopatías”, “déficit en facultad crítica”, “depresión post-parto”, “frigidez”, “homosexualidad”, “hiperestesia sexual”, “impotencia”, “narcisismo”, “psico-neurosis”, “fobias”, “incompatibilidad de caracteres”, “mentira”, “ninfomanía”, “paranoia”, Psicosis maníaco-depresiva”, “sadismo”, “relación intra-personal”, “relación ínter-personal”, “satiriasis”, “sexualidad”, “Borderline”, “estupefacientes”, “celos”… Cf. ROMANAE ROTAE TRIBUNAL: Decisiones seu sententiae (de 1997) Typis Polyglotis Vaticanis Vaticano 2002 915-919. Véase la nt. siguiente.
[ii] “La psicopatología, también conocida como psicología de los procesos anormales o de las conductas desviadas, es quizá la especialidad más conocida y la que el público en general asocia cuando escucha la palabra ‘psicología’, dado que los casos, historias y síntomas de pacientes que muestran comportamientos inadaptados afectan a la sensibilidad del público y provocan la curiosidad […] Por lo general, y debido a la fuerte orientación clínica de este enfoque, se hace más hincapié en la dinámica, causas y resultados de la enfermedad, pero los aspectos cognitivos de la misma pueden ser también estudiados. Los sistemas de clasificación de la conducta desviada han cambiado por la mayor información y la modificación de los hábitos sociales. La clasificación que a continuación esbozamos deriva de los términos aceptados tradicionalmente, pero agrupa a las enfermedades mentales en términos de la práctica actual: Los dos grandes grupos de desórdenes son: las psicosis, trastornos estructurales que implican una pérdida de contacto con la realidad (esquizofrenia, psicosis maniaco-depresiva, paranoia y psicosis orgánicas), y las neurosis, trastornos no psicóticos, funcionales, que normalmente no suponen una pérdida de contacto con la realidad, aunque la vida del paciente se vuelve infeliz o dolorosa, incapacitándole para ciertas tareas. Entre las patologías y cuadros sistemáticos de las neurosis se encuentran: la ansiedad aguda, las fobias, las neurosis obsesivo-compulsivas y las histerias, así como los desórdenes de la personalidad o psicopatías, que incluyen las personalidades antisociales – psicópatas o sociópatas –, entre otros comportamientos desviados”: art. “Psicología”, en Microsoft Encarta 2006). Cf. de Guillermo HERNÁNDEZ BAYONA: Psicopatología básica Ed. Pontificia Universidad Javeriana Bogotá 2006 4ª.
La fobia es un tipo de trastorno emocional relativamente difundido que se caracteriza por la experimentación de un miedo intenso y desproporcionado en situaciones concretas o ante objetos (lugares cerrados, arañas, etc.). No se trata de un miedo cualquiera, ciertamente. Algunos autores, sin embargo, designan fobia a sentimientos de odio o de rechazo que, si bien no están relacionados con trastornos de salud emocional, sí se orientan hacia algo que genera problemas emocionales, políticos o sociales (extranjeros, v. gr.).
El miedo ha sido caracterizado como uno de los problemas más comunes de la sociedad actual y se lo vincula con la ansiedad; se lo relaciona también, sin embargo, con una experiencia que abarca a toda la especie animal. Se trata de una emoción acompañada o expresada por un sentimiento intenso, desagradable, que suscita en la persona una percepción de peligro, real o imaginario. Este peligro puede ser considerado presente, futuro e, inclusive, pasado. El miedo extremo se lo denomina terror. Se distinguen diversos tipos de miedo: el miedo se dice real cuando está en proporción con la fuente de la amenaza, mientras que el neurótico es desproporcionado ante dicha fuente (S. Freud). La explicación del miedo depende de la escuela psicológica que lo considere, pues mientras para el conductismo el miedo es producto de un aprendizaje, para la psicología profunda corresponde con un conflicto básico inconsciente y no resuelto.
El tema tiene serias implicaciones en el ámbito no sólo de los estudios sociales, sino, en particular del ámbito educativo, por cuanto, según investigó Burrhus Frederic Skinner, el aprendizaje así como la socialización del individuo se han gestionado tradicionalmente sobre todo a partir del esquema premio-castigo. El Derecho penal, p. ej., incluye normas que se fundamentan en el miedo especialmente. Sin embargo, son sobre todo la filosofía y la ciencia política quienes más han enfatizado el miedo como una de las características de las sociedades actuales (postmodernas), de manera particular, ante los riesgos reales que se experimenta ante la posibilidad de la propia destrucción y extinción de la especie humana (cf. RH 15: “De qué tiene miedo el hombre contemporáneo”; SRS 26).
Pero también se debe recordar que el miedo forma parte de la experiencia humana fundamental a propósito de la experiencia histórica del pecado, como lo narra el relato etiológico de Gn 3,9. De ello se ha concluido con superficialidad que el miedo está vinculado necesariamente con la experiencia religiosa y es como (la) causa de ella. Con todo, como M. Korstanje y otros autores muestran, la religión por sí misma no es generadora de esos temores y angustias, sino cuando ellas emplean una especie de discurso político adoctrinador. En esa línea, explican, dependiendo de las sociedades y de sus coyunturas económicas, sobre todo cuando escasean bienes, los miedos comienzan a emplearse como “narrativas” destinadas a proteger a sus miembros (o a algunos de ellos), pues mientras prohíben ciertas conductas, promueven otras.
A veces han sido confundidos “miedo religioso” y “temor de Dios”. El sufrimiento infinito y eterno con el que serían castigados por Dios los comportamientos inmorales de las personas ha sido una amenaza bastante común en el aprendizaje infantil en ciertas religiones. Para otras religiones (budismo, v. gr.), el miedo es fuente de dolor y de sufrimiento, por lo que  habría que evitarlo.
[iii] En mi texto Introducción a la teología y al magisterio moral social CEJA Colección Apuntes de Teología Bogotá 2004 88-92, afirmábamos que el problema no era sólo moral, ni económico, ni político, ni cultural, en el sentido “científico” en que lo hemos expuesto, sino, radicalmente, “cultural”, es decir, propiamente antropológico, de concepción acerca del ser humano: “[…] Este complejo cultural que somos ha venido siendo invadido por la “sociedad de consumo” que trae patrones culturales nuevos que invaden y avasallan progresivamente el continente, potenciados por la aceleración que producen la industrialización y la urbanización […] La amenaza de contaminación del ambiente natural...: Un mundo dilapidando a ritmo acelerado los recursos materiales y energéticos, comprometiendo el ambiente geofísico... El desarrollo de la técnica no controlado ni encuadrado en un plan a nivel universal...  lleva muchas veces consigo la amenaza del ambiente natural... y transforma al hombre, constituido dueño y custodio inteligente y noble de la naturaleza, en un explotador y destructor sin reparos” (cf. RH 8; 15; 16). Pero, en segundo lugar, la sociedad provoca, por algunas de sus técnicas y tecnologías, una ruptura del equilibrio ecológico cultural y social: se destruyen valores esenciales para la vivencia y para la convivencia humana. Como hemos dicho, se trata de una “desculturización”, de un incremento de “caos”, inconsciente y progresiva. Por supuesto, no pretendemos mistificar la sociedad agraria y “satanizar” -como se suele decir- la industrial, sin reconocer los indudables aportes que a partir de ésta última, en muchos casos, han significado avances en la calidad de vida. Se suele decir, p. ej., que el poder de la tecnología puede aprovecharse en las organizaciones y en el plan de sistemas, demos por caso, en los procesos de negocios (reingeniería) […] La causa última de toda esta situación no es, por supuesto, la técnica y la tecnología, por sí mismas. Porque las técnicas y tecnologías pueden ser usadas al servicio del hombre, con tal que se discierna cuándo construyen y cuándo destruyen al hombre. Las que destruyen al hombre son las que se usan sólo al servicio de una “racionalidad” de lucro, las que, a sí mismas, se erigen en norma y fin de la existencia humana. Una técnica así empleada des-estructura y desculturiza la sociedad. La situación de América Latina, formando parte de esta agresión universal, la hace sentir amenazada. Aunque también, en este caso, en muchos aspectos le han permitido hacer resistencia a tal influencia: si excluimos los gravísimos casos de miseria, la pobreza de nuestro continente no desculturiza tanto como sí la opulencia y el despilfarro de una visión y actuación profundamente individualistas, porque el compartir lo poco que se tiene, la ayuda al vecino, el sentido comunitario, la hospitalidad, la vida familiar, la educación de los niños, la permanencia de ciertas normas de conducta, el sentido festivo y de celebración simbólica, y el mismo sentido religioso, se encuentran fácilmente, todavía, entre el pueblo menos influenciado por patrones de vida extranjeros. Podemos aún resistir a tal agresión de la sociedad consumista siempre y cuando cada persona y cada comunidad realicen su propio esfuerzo de conversión gracias al despliegue de sus propias fuerzas espirituales. Pero debemos señalar también otro tipo de agresión que experimenta nuestro continente. Nos referimos a la agresión sobre su fe […]”
Recientemente – para no citar sino una sola de las múltiples y frecuentes intervenciones del Magisterio pontificio y episcopal y de otras de la Santa Sede a este propósito – el Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas y Otras Organizaciones Internaciones en Ginebra, Suiza, ha vuelto una vez más sobre el problema de la relación entre desarrollo-pobreza y el cambio climático, insistiendo sobre el argumento básico de “la dignidad humana” y del “cuidado especial por los más vulnerables” en el marco del “bien común” como criterio-tarea en el que no sólo los Gobiernos deben empeñarse con “medidas de responsabilidad y de solidaridad” sino “la sociedad civil” y “el sector privado”, que están dando pasos “de serio compromiso” al respecto. Lo hizo en su intervención del 6 de marzo de 2015 con occasion de la 28° Sesión del Consejo de los Derechos Humanos, “Item - 1 Full Day Discussion on Human Rights & Climate Change”. Véase la exposición del Señor Arzobispo Silvano M. TOMASI en (consulta del 13 de marzo de 2015): http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2015/03/13/0185/00412.html

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